Frustración y displicencia El rasgo distintivo de Tres Anuncios por un Crimen (Three Billboards Outside Ebbing, Missouri, 2017), léase el elemento que efectivamente la diferencia de otras obras similares que aúnan la comedia negra y el film noir, es la estrategia del realizador Martin McDonagh orientada a esquivar la investigación propiamente dicha del crimen de turno para en cambio focalizar la historia en las reacciones que desencadena en la comunidad la indignación de la madre de la víctima, en términos prácticos la única persona que aboga por el esclarecimiento del caso vía el descubrimiento y la detención de por lo menos un sospechoso: mientras que casi cualquier otra película centrada en un homicidio y una violación -en ese orden- en un “pueblo chico, infierno grande” trataría al dolor de los familiares como un factor secundario frente a la pesquisa en sí de los asesinos, aquí McDonagh literalmente hace de la angustia por la muerte del ser querido el eje del relato. La excusa para todo esto es la decisión de Mildred Hayes (Frances McDormand) de comprar el espacio publicitario correspondiente a tres carteles que se ubican a orillas de una ruta inhóspita para los forasteros aunque bien visible para los lugareños, con la intención de incluir una serie de frases que exigen al jefe de policía, el Sheriff Bill Willoughby (Woody Harrelson), que resuelva de una vez por todas el caso de la hija de Mildred, una adolescente que fue raptada, asesinada y violada, y cuyo cuerpo fue hallado cerca de esa área meses atrás. El reclamo en contra de la impunidad, en esencia para que la investigación no se estanque y comience a moverse en serio, deriva en una lucha entre Hayes y distintos personajes patéticos del lugar debido a que Willoughby es muy querido dentro de una típica coyuntura de aislamiento que todos abrazan de manera automática, sin conocer nada más… a lo que se suma que el susodicho está atravesando la etapa final de un cáncer de páncreas. La tercera pata del relato es Jason Dixon (Sam Rockwell), un agente de policía racista, impulsivo y payasesco que en su cruzada en pos de defender a Willoughby de las acusaciones de inoperancia y dejadez no hará más que empeorar el asunto. Así las cosas, la realización se propone de manera explícita trazar un juego de relaciones entre estos tres personajes y su entorno inmediato, recurriendo a una idiosincrasia exacerbada ya vista en los trabajos previos del director y guionista británico, Escondidos en Brujas (In Bruges, 2008) y Siete Psicópatas (Seven Psychopaths, 2012), frente a los cuales Tres Anuncios por un Crimen se abre camino como una superación lógica porque corrige los problemas narrativos de antaño y por suerte no divaga para nada en materia de diálogos autocontenidos cercanos al soliloquio liso y llano (la profusión de insultos y calumnias entrecruzadas continúa presente, no obstante está mucho mejor encauzada y resulta funcional al progreso de la trama, sin entorpecerla y/ o inmovilizarla como ocurría antes). McDonagh logra que los intercambios calcen perfecto con los actores protagónicos sin que se produzca ningún desfasaje en el desarrollo de los personajes, lo que genera una película muy pareja y coherente que avanza segura hacia el retrato de la frustración de Mildred con la policía, sus vecinos y las instituciones públicas, quien jamás -curiosamente- cae del todo en el nihilismo ni llega a perder su fe en la humanidad (de hecho, el director combina una serie de acciones/ reacciones inteligentes que resultan consustanciales con este planteo, incorporando además chispazos de furia que acentúan la comedia inherente a la tragedia y viceversa). Hilarante y poderosa en su perspectiva satírica para con el racismo, el sexismo y la violencia siempre latente en los seres humanos, la obra constituye una maravillosa sorpresa que hace evidente la genialidad absoluta del elenco y la interesante capacidad creativa de McDonagh cuando afloja con la “pose cool” y se deja llevar por una displicencia sosegada que recuerda en parte al cine de los hermanos Joel y Ethan Coen.
Una historia pequeña ambientada en un pueblo pequeño al sur de los Estados Unidos. Una madre (Frances McDormand) que busca justicia por un crimen cometido contra su hija, que hoy ya no está con vida. Ya con leer esa línea pensamos en decenas de filmes con el mismo tipo de disparador, pero, lo que no podemos dejar de aceptar es que no solo el devenir de los acontecimientos hacen a la fuerza de un relato sino , y en especial en esta obra, también sus personajes. Woody Harrelson, es quien encarna al sheriff del pueblo que está puesto en la mira por la madre, una mujer dura y de unas agallas poco comunes, ya que el caso de su hija muerta y abusada descansa desde hace meses en un cajón de la oficina policial. Pero el comisario es un sujeto nada común, padece un cáncer terminal que lo hace ver tan vulnerable como poco operativo. Genera tanta empatía como ganas de pegarle un sacudón y que de una vez las cosas estén en donde deben estar: con un culpable en la cárcel. La protagonista es aguerrida y sarcástica, no piensa parar hasta logara su objetivo. Pero hablando de sarcasmo no quiero dejar de acentuar que tanto ella como los otros caracteres centrales y secundarios del relato, destilan un humor negro de esos en los que te ves riéndote de lo imposible. Tiene todo el clima de un western, la moral del western ante todo y ciertas señales icónicas: la venganza como meta, la pérdida de los valores, el rol del varón y el rol de la mujer como antitéticos, la idea de tierra de nadie y de que la ley, esa que escribieron los hombres en un papel acá en estos pagos no sirve para hacer justicia. Una película que tiene mucho de soltura contemporánea y sin dudas está llena de huellas del cine más clásico estadounidense. Y otro de sus condimentos es que Frances McDormand explota en la pantalla. Por Victoria Leven @victorialeven
Una excelente película que entretiene y atrapa con un relato novedoso. Esta producción tiene no sólo una original, muy interesante y bien armada historia que contar, sino que también diálogos inteligentes, una estética atractiva, personajes con ....
Más guión que película. Perturbada ante la inactividad de las autoridades ante el crimen de su hija, una mujer paga para que tres olvidados carteles al costado de la ruta lleven impresas los textos Violada mientras moría. ¿Aún ninguna detención? ¿Cómo es posible, jefe Willoughby?, causando revuelo y sacudiendo la rutina del pueblo. Así comienza este film del dramaturgo y ocasional realizador Martin McDonagh, pero a no confundirse: no se trata estrictamente de un drama sobre la lucha de una madre incomprendida sino de un cuadro de situaciones tragicómicas, con más sorpresas que verosimilitud. En principio, la dama en cuestión no es interpretada por Meryl Streep sino por esa encantadora mezcla de mujer fuerte con payaso desencantado llamada Frances McDormand: la actriz de Fargo (1996) y Casi famosos (2000) le imprime a su Mildred un tono belicoso pero con esas miradas y mohínes tan suyos. Parece resignada hasta que estalla, comprensiva hasta que empieza a arrojar insultos, desmoronada hasta que descerraja una ironía. Su imagen de madre atravesada por el dolor de la pérdida puede aliviarse con esas graciosas reacciones, o trastabillar imprevistamente con un flashback que trae a la memoria una situación incómoda, aunque los cambios de registro no terminan en ella: el jefe de policía se muestra honestamente preocupado por su caso pero está enfermo (Woody Harrelson), un joven oficial que bravuconea ingenuamente termina siendo más peligroso de lo que parece (Sam Rockwell en una de esas composiciones extrovertidas que suelen gustar en Hollywood), un amigo enano resulta inesperadamente susceptible (Peter Juego de tronos Dinklage), y podría seguirse. Ese afán de McDonagh como guionista por hacer de la historia una sucesión de vueltas de tuerca permite que su film luzca dinámico, animado, divertido: aún con semejante punto de partida, entretiene y hasta hace reír gracias a algunos diálogos avispados, enredos y descargas de violencia verbal y física. El problema es que esa estructura sembrada de sobresaltos tiene mucho de antojadizo, como si los personajes fueran marionetas moviéndose en función del efecto sorpresa. También en otras películas, por ejemplo en Ladybird (2017, Greta Gerwig), se advierte interés en las astucias del guión y en una atractiva galería de personajes –ingredientes muy propios de las ficciones televisivas, por otra parte–, pero aquí el impacto pareciera importar más que nada, como si detrás de Tres anuncios para un crimen hubiera un autor intentando pasarse de listo. Entre sus méritos, no es menor el hecho de sugerir una sociedad estadounidense marcada por el racismo, la incompetencia y la brusquedad, junto a aislados gestos de solidaridad. Por Fernando G. Varea
Martin McDonagh (“In Bruges”, “Seven Psychopats”) nos presenta su tercer largometraje sobre una madre en busca de justicia. Mildred Hayes (Frances McDormand) decide que la forma más práctica para llamar la atención de las autoridades de una pequeña localidad en Missouri es alquilar tres carteles o avisos, dejándole un mensaje al sheriff local (Woody Harrelson) para reclamarle la falta de resultados en la búsqueda del asesino de su hija. Así es como comienza a gestarse un drama con mucho humor negro y situaciones totalmente inesperadas. Como ya es habitual en la filmografía de McDonagh, sus personajes son individuos de moral cuestionable que buscan hacer las cosas de forma poco ortodoxa. Habitualmente resulta difícil empatizar con ellos. “Three Billboards Outside Ebbing Missouri” es una película que sorprenderá por el ingenio y la frescura de su guion. Un relato que por medio de la acidez se encargará de hacer una crítica a la sociedad sobre el abuso policial, la falta de compromiso de las autoridades, la discriminación racial, entre muchos otros temas. A través del relato iremos viendo cómo los personajes irán transformándose a partir del contexto, y principalmente lo veremos plasmado en la excelente interpretación de Frances McDormand, componiendo a una mujer fuerte y decidida que cruzará barreras con tal de conseguir justicia. Un papel que quedará grabado en la memoria del espectador y que ya estuvo obteniendo su reconocimiento en la temporada de premios al igual que Sam Rockwell, quien también realiza un estupendo trabajo con un personaje complejo que tendrá un fuerte cambio a lo largo del metraje. Acompañan muy bien a la protagonista Woody Harrelson con un peculiar Sheriff atravesado por su estilo característico, Peter Dinklage y Abbie Cornish, ambos con roles discretos pero efectivos. McDonagh ofrece un gran trabajo como director y guionista, proporcionando uno de esos largometrajes sorprendentes. No solo funciona a nivel narrativo e interpretativo sino que además cuenta con una vibrante banda sonora y una fotografía que logra crear una atmósfera opresiva, fría y melancólica. Quizás la mayor virtud de la película radica en dejar de lado la investigación policial en sí, para centrarse en el trasfondo de una familia, y en especial una madre, destrozada por la muerte de su descendencia y todo lo que conlleva ese entorno. La trama prioriza o motiva narrar los acontecimientos relacionados a la reaccionaria actitud de esta mujer que busca justicia sin importar los medios con los que se la obtenga. También resulta sumamente atractivo profundizar en ese contexto de pueblo chico donde todos se conocen, y donde cada acción tiene una reacción inmediatamente cercana. A su vez, tenemos la contraparte de las autoridades tratando de defenderse y salir de aquel letargo, para mostrarles a los ciudadanos y a aquella familia que no se encuentran indiferentes ante el hecho. En síntesis, “Three Billboards Outside Ebbing Missouri” es una película que cuenta con grandes actuaciones, una labor técnica impecable, diálogos inteligentes y audaces, vueltas de tuerca inesperadas, y mucha personalidad narrativa. Un relato sorprendente, formidable, fuerte y entretenido al mismo tiempo. El director nos ofrece una mirada cínica y ácida sobre el racismo, el sexismo, la burocracia y la procrastinación. ¿Cómo un film puede ser tantas cosas a la vez? Pregúntele a la poderosa pluma de McDonagh.
La nueva película de Martin McDonagh (“Seven Psychopaths”) cuenta la historia de Mildred, una mujer que contrata un servicio publicitario en la vía pública para situar unos carteles bastante directos e incriminadores sobre la violación y muerte de su hija y la mala investigación posterior llevada a cabo por el sheriff del lugar. A partir de esta acción, se retomará nuevamente la búsqueda del culpable, teniendo por un lado a un policía al borde de la muerte que hará su mejor esfuerzo para cerrar el caso y, por el otro, a la propia Mildred que agitará las aguas del lugar para ejercer presión y, en una última instancia, conseguir ella misma al victimario. A diferencia de lo que uno podría imaginar a partir de la sinopsis, “Tres Avisos por un Crimen” presenta un tono de comedia y humor negro constantemente. Si bien se abordan temáticas fuertes y oscuras, el espectador podrá descargar esta angustia latente mediante risas provenientes de los chistes y diálogos inteligentes elaborados magistralmente en el guión. Además del interesante argumento excelentemente ejecutado, la película se sustenta por su elenco sólido con actores de renombre como Frances McDormand, una artista que sabe a la perfección encargar a este tipo de personajes, mujeres fuertes de armas tomar, con una actitud irónica y aires de superioridad. La acompañan de una buena manera Woody Harrelson, el policía encargado del caso, Sam Rockwell, otro empleado de la fuerza que viene a simbolizar al norteamericano sureño promedio, con características racistas y poca inteligencia, Peter Dinklage, uno de los pocos lugareños que buscan ayudar y acompañar a la protagonista, entre otros. En síntesis, “Tres Avisos por un Crimen” es una película que funciona de una manera perfecta debido a su trama fuerte, una manera entretenida y punzante de contarla, un guion con diálogos atinados e ingeniosos que provocan todo tipo de acciones y un elenco sublime que despliega todo su talento a la merced del argumento.
Martin McDonagh es un cineasta más que interesante. Ganador de un Oscar (por su corto "Six shooter" en 2004), promisorios trabajos en "In Bruges" (excelente) y "Seven Psycopaths", este director va delinenando un carrera donde el humor negro, las historias de fuerte arraigo emocional y los temas vinculares son el centro de sus desarrollos. Ya tenemos en cartelera su nuevo trabajo, ganador de cuatro premios en la entrega de los Golden Globes de este año (incluído el de mejor película en el género dramático), "Three Billboards Outside Ebbing, Missouri", una cinta potente, lacerante, oscura pero a la vez, en cierta extraña manera, luminosa. McDonagh se rodeó de un cast elegante, muy ajustado, que le permitió jugar con sus escenarios de manera confiable, redondeando un producto de altísima calidad, que se convierte necesariamente, en esos films que sí o sí tenés que ver. Esta es la historia de Mildred (Frances McDormand), una madre de Ebbing a la que nadie parece escuchar. Su hija fue violada y asesinada siete meses atrás, pero no parece haber pistas ni investigación en curso. Parece haber sido olvidada. Es así que ella toma la decisión de dar a conocer esta realidad, pagando de su bolsillo, tres enormes carteles (avisos publicitarios) a la entrada del pueblo, con mensajes que invitan, digamos, a la reflexión ciudadana... Y sutilmente (o no tanto) acusando a la inacción del jefe de la policía local, Wiloughby (Woody Harrelson). El pueblo, obviamente, cuando la noticia toma estado público, divide sus preferencias. Esta parece ser una comunidad donde hay muchos problemas raciales y de los otros, por lo cual, fácilmente la cuestión se vuelve inflamable. Mucho más si está cerca Dixon (San Rockwell, en uno de los mejores trabajos de su carrera), un policía de esos que no desearíamos conocer en persona. Mildred molestará a Wiloughby, quien además está sufriendo la etapa terminal de un cáncer de páncreas, y la comunidad hará también suyo el problema, tomando parte en este conflicto de intereses. La cinta tiene muchísimo humor negro. Pero está cargada de ternura, de gestos contenidos y de muchos personajes con una gran interioridad, incapaces de poner fuera esas emociones. En ese sentido, el guión de McDonagh no se guarda nada y pone a sus criaturas en contacto con la fría y cruel realidad, sin anestesia posible. "Tres anuncios para un crimen" tiene una sola cuestión sin resolver, y quizás por ella no es una obra maestra, y es que se detiene mucho en la construcción del universo vincular y olvida (o deja de lado) el tratamiento del hecho policíaco que los convoca. Sólo eso podemos decir en el debe, siendo que la totalidad del film es sólido y ampliamente disfrutable (es un festival desde las actuaciones, dato a tener en cuenta). Sin dudas, uno de las grandes películas de este 2018 y que dará que hablar en la entrega de los Oscars muy pronto.
3 Anuncios por un Crimen: El dolor de hacer lo necesario. El director de In Bruges y Seven Psychopaths vuelve con un galardonado relato sobre una madre dispuesta a volverse la villana de un pueblo cuando la policía parece haberse rendido ante el caso de su hija asesinada. Tarantino, Shane Black y hasta los hermanos Coen son algunos de los nombres que suelen revolearse cuando se habla del trabajo en cine de Martin McDonagh. Es necesaria la aclaración de “en cine” porque el director, guionista y dramaturgo británico tiene un saludable cuerpo de trabajo en teatro acompañando las dos o tres películas con las que ya le ha volado la peluca a más de uno. Primero con un pequeño y oscuro relato de comedia en In Bruges y luego con una ambiciosa odisea de delirios en Seven Psychopaths, se mantuvo siempre en las conversaciónes del público cinéfilo gracias a su particular humor y capacidad narrativa. McDonagh parecía definitivamente haber decidido seguir con su filmografía un camino punk, tal como en su carrera teatral, eligiendo abrazar con orgullo la faceta juvenil de sus trabajos y mostrándole el dedo más vulgar a quienes busquen en su cine lo que suelen ofrecer los directores más “serios”. Bueno, eso es lo que parecia, pero acá estamos: con su film más laureado hasta ahora, nominado ya a cualquier cantidad de premios y ofreciendo una experiencia que se encuentra al alcance de cualquier espectador que este aunque sea de paso por su cine. 3 Anuncios por un Crimen es un drama con risas y lagrimas por igual, la despiadada historia de una madre que comienza una batalla pública con la policía de su pueblo cuando cree que dejaron de lado el caso de su hija recientemente asesinada. Una historia con varios protagonistas pero sin villanos, donde todos se verán enfrentados y nadie quedara con las manos limpias de sangre. Como siempre, la violencia y oscuridad de sus historias se encuentran enmarcadas en un juego de personajes repletos de corazón. Aunque claramente vamos a dejar su lado teatral de lado en esta reseña, resulta imposible separarlo totalmente debido a su estilo tan teatral y literario. Esta es una historia que tiene todo como para convencer a cualquier desprevenido que se trata de una adaptación de una gigantesca y best-sellera novela. El tono, el lugar y los personajes resultan inmediatamente comparables a algunos de los trabajos de los hermanos Coen. Aunque McDonagh se encarga de rellenar y decorar esa base con su humor característico. Repitiendo actores con los que ya colaboro, como Woody Harrelson y Sam Rockwell entre muchos otros, e incorporando por ejemplo a la siempre increíble Frances McDormand (Fargo). Completan un númeroso elenco nombres como Abbie Cornish, Peter Dinklage y Caleb Landry Jones (Get Out) junto a tantos otros que gracias a un guion interesado en crear una red de desarrollados personajes tuvieron su recompensa ya con varias nominaciones a Mejor Elenco. Si bien es cierto que los aspectos técnicos no pueden dejarse de lado a la hora de analizar una trabajo cinematográfico, también es verdad que en algunos casos (como este) ocurre que las facetas de producción, fotografía y sonido se integran tan perfectamente que se vuelven parte de un todo homogéneo que le permite a sus estrellas brillar. Esto se lo suele decir refiriéndose a películas en las que las actuaciones son las protagonistas, y en este caso la utilizamos para referirnos a un film en el que destacan por sobre todas las cosas la visión de un cineasta realizada mediante un excepcional guion y un impecable trabajo de dirección. Cada uno de sus tres protagonistas logra explorar por su cuenta, y en conjunto, todas las temáticas increíblemente fuertes que explora la película: la muerte, la culpa, el deber y el perdón son solo algunas de las cuestiones que se plantean y desarrollan. McDonagh no solo se mete de lleno en estos temas sino que se ensucia las manos entregando mediante sus personajes y las acciones de estos mismos, su visión o respuestas frente a cuestiones que todos elegimos ignorar en nuestra vida y tantos cineastas deciden tratar superficialmente en sus trabajos. Es una historia donde solo hay intermedios entre villanos y victimas, donde el egoísmo esclaviza y libera por igual. Es una excelente película con una capacidad increíble para ponerle un tono único a una trama llena de dolor e intentos de vencerlo. Aunque valga la pena solo por su guion y actuaciones, también es una valiosa experiencia para cualquiera que disfrute de un cine tan profundo como amplio en cuanto a su combinación de humor y drama. McDonagh es un escritor con una voz particular y la capacidad para realizar su visión en varios medios, pero en este caso (y algunos dirían por segunda vez) completó un proyecto que es, y será, celebrado por toda la industria como el trabajo de un maestro de su arte.
Martin McDonagh sabe narrar apoyándose en la descripción de personajes y situaciones como nadie. Sus dos films anteriores (“Siete Psicópatas”, “En Brujas”) lo han consolidado como un autor a ser tenido en cuenta. Y en esta oportunidad nos hace viajar a la América profunda, esa en donde la rutina escapa al convencimiento y las oportunidades y la colocación de tres avisos por parte de la madre de una joven violada y asesinada despertará las miserias de todo un pueblo. Tensa, reflexiva, dolorosa, con la dosis justa de humor y drama, y con una Frances McDormand GIGANTE secundada de los no menos enormes Sam Rockwell y Woody Harrelson.
No es tarde para la ira. No existe mejor carta de presentación para el estreno de una película que el haber resultado ganadora al mejor drama en la 75º edición de los Globos de Oro celebrada hace tan solo unos días. Si a eso también le sumamos que en la misma cita se premió también como mejor guion, mejor actriz dramática en la figura de Frances MacDormand, y mejor actor de reparto para Sam Rockwell, podemos afirmar que estamos ante una de los trabajos más importantes de la temporada. Y eso que aún no se han hecho públicas las nominaciones a los Oscars, en las que seguramente también conseguirá llegar a ser finalista en lagunas de las categorías principales… 3 anuncios por un crimen se trata del tercer largometraje del cineasta londinense Martin McDonagh, quien después de ganar un Oscar por su cortometraje de 27 minutos Six Shooter en 2006, y destacar con Escondidos en Brujas (su superlativo debut en la gran pantalla de 2008) y Siete Psicópatas (2012), continúa su racha ganadora con esta atinada mezcla fantástica y memorable de tragedia humana y comedia de tono negro. Estamos ante un excelente ejemplo de cómo un guion brillante, un casting perfecto y una dirección enfocada e inteligente pueden elevar una película a clásico instantáneo, en lugar de malgastar cientos de millones de dólares y grandes cantidades de CGI en auténticas montañas rusas sin orden ni concierto. El director tiene un verdadero don para crear diálogos tan apasionantes como punzantes, que se mueven entre géneros con una facilidad pasmosa. Aquí todos los personajes tienen algo que decir y son importantes en el devenir de la historia. Los cambios tonales en la cuerda floja podrían haber derrotado fácilmente a un talento menor, pero McDonagh está más que a la altura de la tarea, y también asegura que el material nunca sea unidireccional, dotándolo de mucha ambigüedad moral con el que desafiar el punto de vista del espectador. Drama social con elementos de western crepuscular y crítica mordaz contra el sistema, el film se beneficia de unas interpretaciones dignas de elogio, destacando sobremanera la figura de Frances McDormand, con una actuación a la altura de otros grandes trabajos que también contaron con su presencia como Fargo, Casi famosos o Jóvenes Prodigiosos. Sin embargo, aunque su capacidad de absorción está fuera de toda duda, el desarrollo de la acción se ve disminuido por su algo impostada pulcritud y un puñado de improvisadas resoluciones poco convincentes a los muchos dilemas que pone en juego. Una lectura más profunda del guion nos llevaría a unas cuantas incoherencias (verbigracia: la trágica escena nocturna que tiene lugar en la comisaría). Pero las virtudes del film ganan por goleada a sus defectos, y tan solo apuntamos estos detalles para afirmar que aunque estamos ante una gran película no se trata de una obra redonda. Algunos de los discursos de la protagonista que suelta ante la cámara son dignos de ovación, por no hablar de su espectacular química en las secuencias compartidas con Woody Harrelson, un actor que no suele prodigarse a la hora de recibir premios pero que está firmando una de las filmografías más inmaculadas que uno recuerda en mucho tiempo. Seríamos injustos si no destacáramos a su vez la labor de Sam Rockwell, un personaje odioso con grandes defectos (racista, violento, farfullero) pero que sin embargo destila una extraña empatía que lo convierte hasta en enternecedor, sobre todo cuando los acontecimientos tuerzan su destino y al personaje se le permite un gran arco emocional. Si nos ponemos a mirar uno de los grandes aciertos es el de presentarnos unos caracteres imperfectos, para nada heroicos. Todos cometen demasiados errores, y nosotros disfrutamos viéndolos meter la pata una y otra vez en ese pueblo pequeño que es un infierno enorme. 3 anuncios por un crimen rebosa ira en cada fotograma. Aunque se centra en el dilema de una mujer, la historia habla de muchas cosas, particularmente del valor de la franqueza implacable al exigir cuentas a los funcionarios públicos. El mensaje: hay que estar enfadado, pero con un poco de ímpetu e iniciativa también puedes hacer algo bueno por el mundo que te rodea.
Para el director y guionista Frances McDonagh (conocido por “Perdidos en Brujas” y “Siete psicópatas”) la inspiración para el personaje de Francis McDormand vino del western, y más precisamente de John Wayne, a falta de prototipos femeninos. Pero a su heroína le dio la fuerza de usar como mejor arma su ingenio. Los suyo es un film que no hay que perderse, que ya cosecho tres Golden Globe (mejor guión, mejor actriz y mejor actor de reparto) y puede soñar con la gloria de los Oscar (las nominaciones se conocen el 23 de este mes). La protagonista de la película es una madre desesperada, quebrada por el dolor, que alimenta cada segundo de su vida con el odio por la inoperancia de la labor policial de su pueblo. Han asesinado a su hija meses atrás, la han violado y quemado. Y a pesar del tiempo transcurrido, siete meses, no hay ni un sospechoso, ni un detenido. En las afueras del pueblo tres enormes anuncios deteriorados le dan la idea, es un lugar que desde que se hizo la autopista esta poco transitado. Ella renta esos enormes carteles con preguntas al sheriff del lugar y detalles de la muerte de su hija. Y ahí se enciende la mecha de una trama que tiene un humor negrísimo, pero que también después de una sonrisa nos hunde en las profundidades más temibles. Es que en ese pueblo, de los Estados Unidos profundo, se cuecen cotidianamente, el maltrato, las peleas, la justicia por mano propia, el abuso de autoridad, las ironías más hirientes, las más inesperadas solidaridades. El personaje que permite el enorme lucimiento de Frances McDormand es de una riqueza sorprendente: puede ser la mujer mas dura, tallada en acero, pero en una misma conversación puede tener el gesto más tierno, la más profunda comprensión. Su contrafigura es el rol de Sam Rockwell el policía abusador, borracho, racista, prepotente, hijo mimado de una madre terrible. El que más sorprende al espectador. En ese mundo sin tregua, con el latido de la violencia permanente, el director construye un filme sólido, potente, cuestionador y revulsivo que merece los mejores elogios.
Una diferente, por decirlo de alguna manera, reacción de una madre ante el asesinato de su hija. Una mujer capaz de hacer literalmente lo que sea por encontrar al asesino y violador de su hija y meterlo preso. Una película políticamente incorrecta, con mucho humor negro. Esta mujer, Mildred Hayes, interpretada magistralmente por Frances McDormand, decide invertir sus ahorros en tres anuncios abandonados en medio de la carretera. Cada uno con tres mensajes para los responsables de que el asesinato de su hija, todavía no haya sido resuelto, ni haya culpables. La película parte desde ese punto y nos lleva por una serie de eventos inusuales, violencia, humor negro y situaciones fuera de lo común. El director McDonagh, creó esta historia desde un recuerdo personal y construyó un universo con personajes densos, con historias pesadas, duras. La protagonista es Hayes, pero todos los personajes satélite tienen una profundidad extrema. Todos son una bomba a punto de estallar. La película recorre junto a Hayes en la búsqueda por hallar un culpable, el apriete al jefe de policía de la ciudad Willoughby (inmenso trabajo de Woody Harrelson), la pelea constante con un prepotente oficial (Sam Rockwell) y su relación con ex marido e hijo. Los habitantes de Ebbing, Missouri, parecen tener otro código, en donde el racismo y la violencia, no son solo moneda corriente, sino que es la forma de manejarse en la cotidianidad. Sobre todo, lo vemos en el constante abuso de autoridad de la policía. 3 anuncios por un crimen es impecable por donde se lo mire: dirección, fotografía, guion y actuaciones. Solo le sobran unos minutos para ser perfecta.
El western visto con lente deformante Frances McDormand se luce como la antiheroína de la película que ya se llevó cuatro Globos de Oro y amenaza ser protagonista en el Oscar. Pocas cosas están bien en el pueblito de Ebbing, donde una violación y asesinato provocan una escalada de acciones y reacciones. Después de que un pretendiente enano la dejó sola en la mesa de un restorán, la mujer toma la botella de vino y se dirige con paso calmo y resuelto hacia otra mesa donde están su ex marido, que previamente se mofó de ella y su cita de esa noche, y la jovencísima novia de su ex. La cámara la toma desde la posición desde donde el ex la ve venir, con expresión temerosa. Ella camina hacia él con la botella en la mano derecha, cierto bamboleo y una innegable chuequera, como de cowboy. Allí la mente del espectador rebobina. La provocación, el arma en la mano (la botella), el restorán que podría haber sido un saloon y la mujer que por su dureza, decisión, tendencia a la acción directa y falta de renunciamientos bien podría haber sido el héroe de un western. ¿John Wayne, por ejemplo? El andar cansino, el bamboleo y la chuequera así lo hacen pensar, tanto como la combinación de trompada y patada con que en otro momento dejó fuera de combate a dos contendientes bastante menores. O el ataque a una comisaría que, es verdad, en el caso del protagonista de La diligencia normalmente lo hubiera encontrado del otro lado. Pero hay algo de héroe mítico en la Mildred Hayes de Tres anuncios por un crimen, algo en ella que excede lo meramente humano, algo que representa lo que todos quisiéramos ser o hacer en una circunstancia semejante. Ganadora de cuatro Globos de Oro y con seguridad una de las más firmes competidoras del Oscar cuando éstos se anuncien el martes próximo, si Tres anuncios por un crimen admite ser vista como un western, es como un post western. Uno de esos en los que el género ya fue y se lo recoge en pedazos, rearmándolo como en una pintura cubista. Como un western noir, dada su visión del mundo, y como un western feminista, desde ya, en vista del tamaño y acciones de su heroína. O antiheroína, teniendo en cuenta que Mildred Hayes no tiene un pelo de ejemplar. Pero conviene ir por partes. Contando mínimamente la historia, por ejemplo. A Mildred (Frances McDormand) le violaron y asesinaron a la hija unos meses atrás, en el pueblito de Missouri donde vive, y la chica ya está enterrada. Pero Mildred quiere que al menos se atrape al culpable, recurriendo a un método novedoso para acusar a la policía local de no hacer nada. Lo cual genera inquietud en el sheriff Willoughby (Woody Harrelson) y el alguacil Dixon (Sam Rockwell). De allí en más, para no espoilear ningún dato y simplificar de paso una trama arborescente, lo más sencillo sería suscribir a lo que dice el propio Martin McDonagh, autor y realizador de la película: “La acción de un lado genera la reacción del otro, y así sucesivamente”.
Pueblo chico, infierno grande La temporada de premios está en desarrollo y por eso la cartelera argentina empieza a poblarse de películas que tienen nominaciones y grandes chances de llegar a los Oscars, tal es el caso de la nueva película del director británico Martin McDonagh que resultó ganadora de cuatro Golden Globes incluyendo Mejor Película Dramática. Mildred Hayes (Frances McDormand) es una divorciada de Ebbing, Misuri, que perdió a su hija Angela (Kathryn Newton) quien fue violada y asesinada brutalmente. Los meses corren y el autor no es atrapado por las autoridades locales a cargo del jefe de policía William Willoughby (Woody Harrelson) y su asistente el violento y racista oficial Jason Dixon (Sam Rockwell). Para evitar que el caso sea olvidado Mildred alquila tres grandes carteles ubicados en la entrada del pueblo en los que coloca mensajes para Willoughby, lo cual generará un caos en la pequeña comunidad. Al igual que en sus películas anteriores, Escondidos en Brujas (In Bruges, 2008) y Siete Psicópatas (Seven Psychopaths, 2012) McDonagh presenta un relato donde muestra claramente la imperfección de todos y cada uno de los personajes, ninguno de ellos es un ejemplo a seguir, sus miserias están a la vista. Todo el elenco tiene un desempeño excelente pero las actuaciones de Frances Mc Dormand y Sam Rockwell están en un nivel superior que la de sus compañeros, sobre todo en las escenas que comparten juntos. La fotografía a cargo de Ben Davis convierte en un personaje importante a Ebbing, ese pequeño pueblo del medio oeste estadounidense ubicado en Misuri. 3 anuncios por un crimen es un drama con algo de humor negro que va más allá de la situación de una madre buscando justicia por el atroz crimen de su hija, también habla del mal desempeño del sistema judicial, la violencia policial, el racismo y la xenofobia que es bastante común en el territorio.
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La loca de los carteles En Tres Anuncios por un Crimen (Three Billboards Outside Ebbing, Missouri, 2017), una brillante Frances McDormand interpreta a una mujer que, angustiada por la violación y asesinato de su hija, decide contratar tres carteles publicitarios ubicados al costado de un camino poco transitado, para incluir una serie de frases que dejan en evidencia el abandono del caso por parte de la policía local. Se trata del tercer largo del británico Martin McDonagh después de las interesantes, aunque no del todo logradas, Escondidos en Brujas (In Bruges, 2008) y Siete Psicópatas (Seven Psychopaths, 2012). En esta comedia negra, McDonagh se concentra en una propuesta donde el dramatismo del entramado y el desarrollo de los personajes conforman el atractivo de una producción sumamente arrolladora. Los contenidos que construyen la estructura de Tres Anuncios por un Crimen terminan reflejando distintos malestares de la sociedad, como la impunidad policíaca y la inoperancia de las instituciones. En este sentido, la ignorancia del personaje que interpreta Sam Rockwell (un policía violento e ineficaz) es un ingrediente necesario para alumbrar estas cuestiones, donde se nota bastante la influencia de los hermanos Coen. Aunque McDonagh no se termina de desprender de su estilismo británico, en esta oportunidad prevalece un tratamiento del concepto americano que era impensado en sus trabajos anteriores. Tanto Escondidos en Brujas como Siete Psicópatas estaban anclados en las tonalidades británicas de la comicidad, pero para Tres Anuncios por un Crimen el cineasta se entrega a los baluartes de Hollywood, con personajes que respetan el carácter de los westerns para formular una postura clasicista. McDormand, quien reconoce haberse inspirado en John Wayne, deslumbra desde su perspectiva feminista para enfrentarse a la comunidad, la religión y la autoridad. Finalmente cabe destacar el guion de McDonagh, el cual consigue descomprimir sus denuncias mediante el sarcasmo que predomina en los diálogos. En Tres Anuncios por un Crimen la tragedia y la comicidad son los engranajes de un entramado sostenido por las brillantes actuaciones de McDormand, Rockwell y el siempre eficiente Woody Harrelson. Uno de los mejores momentos que resume bastante el concepto de la película, es el que encuentra a McDormand hablando con sus pantuflas. Es una secuencia algo retorcida, y al mismo tiempo dolorosa, sobre lo que significa sentirse desamparado en un ambiente sumamente machista y conservador.
Un espiral de violencia Martin McDonagh, director de la brillante Escondidos en Brujas (In Bruges, 2008), realiza con Tres anuncios por un crimen (Three Billboards Outside Ebbing, Missouri, 2017) una nueva obra maestra: otra vez un pueblo, otra vez un extraño sentido del humor envuelve los siniestros acontecimientos. La violencia es la protagonista absoluta de esta historia. ¿De qué hablamos cuando hablamos de una buena película? Nos referimos sin dudas a una obra que cierra en sí misma una idea, un objetivo, una historia. Nos referimos a la potencia de sus imágenes y la empatía que generan sus personajes. Nos referimos a las múltiples lecturas que a partir de un relato pueden desplegarse. Tres anuncios por un crimen cuenta el espiral de violencia que se desata en un pueblo del sur de Estados Unidos a partir de tres anuncios publicitarios que piden explicaciones al comisario William Willoughby (Woody Harrelson) por la violación y muerte de una adolescente. La protagonista es Mildred Hayes (Frances McDormand) la madre de la chica asesinada, cargada de dolor e impotencia por la falta de resolución del crimen. Su angustia la convierte en una mujer fuerte que traduce ese malestar hacia la policía en violencia. La violenta muerte produce así una violenta reacción. En el pueblo parece reinar la tranquilidad pero la aparición de los carteles con las frases alusivas al crimen despiertan una furia inusitada. Reaparece el ex marido golpeador de Mildred, mientras que el comisario padece un cáncer terminal y en una especie de redención personal se vuelve comprensivo con la dolida madre. No es el caso del oficial Dixon (Sam Rockwell), un racista y, casi retrasado, policía que goza al golpear brutalmente a otros integrantes del pueblo. Estamos ante un relato de una densidad suprema. Sin embargo, no lo concebimos como un drama profundo por el humor negro utilizado por su director, ya una marca registrada en su cine. La película pasa del humor al drama con una fluidez sorprendente, cambiando de registro para evitar el golpe de efecto y mantener así al espectador consciente de la supuesta “normalidad” de los hechos. Las actuaciones son de un nivel extraordinario, nos encontramos en el dolor de cada personaje y, a la vez, ninguno de ellos es un personaje positivo. La manera civilizada de resolver las cosas es, paradójicamente, la violencia y la hipocresía, cuestiones que generan aún mayor violencia. El humor nos hace sentir culpa por reírnos de situaciones trágicas, mientras que no comprendemos la pasividad de los personajes del pueblo ante sus acciones. Es que los personajes son estáticos ante el crimen, ante las golpizas del ex marido de Mildred, ante la prepotencia de la policía. Los problemas no se solucionan en ese pueblo, simplemente se olvidan y pierden en el tiempo. El problema es que Mildred no puede olvidar, y su malestar se trasmite con los carteles como un punta pie inicial para un espiral de violencia que, si bien tampoco soluciona nada, genera una extraña sensación de bienestar. El problema es que, la mayor de las veces, las acciones violentas son erráticas y ni siquiera caen sobre los culpables. Tres anuncios por un crimen es una de las mejores películas del año. Al igual que Sin nada que perder (Hell or High Water, 2016) o Viento salvaje (Wind River, 2017), tienen la capacidad de hablar de la corrupción moral al interior de las micro sociedades, sus problemas estructurales que se reiteran mecánicamente y despiertan mayor resentimientos y violencia entre sus individuos. Pero Tres anuncios por un crimen lo hace con un corrosivo humor negro que socava en cada espectador, mediante un relato que se percibe más ameno pero no deja de tener una carga dramática arrolladora.
Un thriller tremendo McDonagh plantea su película como un thriller, y la convierte en un drama con ribetes de comedia. Y eso que lo que pasa delante de los ojos del espectador es terrible. La historia que narra Tres anuncios por un crimen es terrible, no sólo por la trama sino por las implicancias que tiene, con que pinta cada personaje. La película de Martin McDonagh (el director de Escondidos en Brujas y Sie7e psicópatas) toma a un personaje central, una madre (Frances McDormand, segura candidata al Oscar) que pide justicia por la violación y muerte de su hija. Y ante la ausencia de ella, decide hacer frente, sola, al asunto. De allí el título, y de allí los tres carteles de publicidad que paga, en una ruta casi muerta de ingreso a su pueblo, Ebbing, en Missouri, en los que le pregunta al jefe de policía (Woody Harrelson) cómo es posible que no haya ni un solo arresto a siete meses del homicidio. Lo verdaderamente terrible del filme va más allá de la negligencia y/o el abuso policial, ya que -sin spoilear- no hay personaje en la pantalla que no se sea nefasto, ominoso o al menos desdichado. Que no tenga alguna culpa, que no actúe como sólo en una sociedad en la que la ética se ha perdido pueda ser posible. Tres anuncios por un crimen también se sube al caballo de la corrección política, pero denunciándola. Mildred quiere llamar la atención cuando el caso de su hija está quedando en la nada. Si toma estado público, cree, será (más) posible una solución. Esa es su esperanza. No le interesa que el jefe de policía tenga una enfermedad terminal y le quede poca vida. Su hija perdió la suya, y aunque nada pueda hacer que la recupere no quiere que las cosas queden impunes. McDonagh plantea su película tal vez como un thriller, pero termina convirtiéndose en un drama con ribetes de comedia. Y eso que lo que pasa delante de los ojos del espectador es, de nuevo, horrible, pero lleva a la sonrisa y hasta a la risa nerviosa, pero irresistible. Y como extranjero que es (McDonagh es inglés), sabe como pocos hacer una disección de la sociedad estadounidense, como en su momento supo hacer Milos Forman. Otro gran acierto ha sido la selección del elenco. McDormand sabe ser sarcástica, no sólo en las películas de su marido Joel, el mayor de los hermanos Coen. Aquí tiene un rol en el que debe pasar de la fiereza al temor y la incredulidad. Harrelson no cae en ningún cliché en un papel que hasta hace unos años hubiera sido imposible imaginarlo en él, mientras Sam Rockwell, jugando a lo Gary Oldman, es el oficial abusador, racista y manipulado. Como decíamos, Tres anuncios por un crimen combina tantos géneros que no deja de sorprender en ningún momento de su metraje. Tiene algo del Cormac McCarthy que los Coen adaptaron en Sin lugar para los débiles. Y no será mera coincidencia que la música de Tres anuncios… y de ese filme sea del mismo compositor, Carter Burwell. Y si todo tiene que ver con todo, Tres anuncios por un crimen deja, al final, en su resolución, un sabor tan, pero tan amargo que no podrá quitársele del paladar por un buen rato. Por no decir días.
CINISMO INGLÉS EN TERRITORIO NORTEAMERICANO Una manera prejuiciosa y desinformada de describir el alma del habitante medio de Inglaterra sería más o menos así: misántropos graciosos y cínicos, que comen cosas espantosas como la tarta de anguila, y escuchan la mejor música del mundo que es el rock/pop que allí se produce. Asumir que el director Martin McDonagh tiene aquellos atributos ingleses falaces, nos ayuda a describir en una primera aproximación lo que es 3 anuncios por un crimen: lo que un misántropo gracioso y cínico entiende por América profunda, blanca y decadente. Y si hay algo que se ha encargado de dejar claro el cine norteamericano es que la América profunda (Texas, Missouri y el sur en general) es un territorio infernal atravesado por todos los traumas colectivos posibles, y habitado por parias cuya moral se ha ido diluyendo hasta directamente desaparecer. 3 anuncios por un crimen no viene a corregir estos estigmas, pero sí viene a deformarlos y a burlarse un poco. Mildred Hayes (la impecable Frances McDormand), una mujer de mediana edad cuya hija ha sido asesinada, inicia una guerra contra la policía local al considerar que no hacen lo suficiente para resolver el caso. Su primer paso es alquilar los anuncios publicitarios que se mencionan en el título, que están en el camino que hace el sheriff Willoughby (Woody Harrelson, también impecable) hacia su casa y les pone un filoso recordatorio acerca del crimen. Esto digamos que agudiza las contradicciones en el pueblo que, como podíamos imaginar, esconde un infierno grande. Más allá de que 3 anuncios por un crimen cuenta fundamentalmente la historia de Mildred, es también un film coral que despliega una galería de personajes más o menos interesantes. A nivel moral los podríamos dividir entre los que son redimibles y los que no. Los que son redimibles son los que le otorgan un poco de humanidad a la cosa, como Red Welby (Caleb Landry Jones) quien ayuda a Mildred con los anuncios porque piensa que es lo correcto; o James (Peter Dinklage), quien está enamorado de Mildred sí, pero que la ayuda desinteresadamente; también el mismo personaje que interpreta Woody Harrelson, que tiene uno de los momentos más emotivos y mejor logrados del film. En la otra esquina están los personajes no tan redimibles, más deformes y caricaturescos quizás, como la misma Mildred y también Dixon, un policía racista y alcohólico interpretado por la que parece ser la persona menos confiable y más decadente del mundo, Sam Rockwell. Con ellos, con sus historias, McDonagh se permite ser cínico, pero también les otorga un maravilloso sentido del humor, incómodo, potente y efectivo con el cual parece burlarse de ese punto de vista oscuro que de alguna manera impregna toda película. Por suerte en este mundo no todos los misántropos son imbéciles como Iñarritu. La comedia probablemente sea la clave del éxito en 3 anuncios por un crimen, la historia hace equilibrio entre lo terrible y lo gracioso todo el tiempo. Afortunadamente McDonagh nunca le escapa a hacer reír y corre el límite imaginario cada vez que puede. Salvando las distancias se parece en estética e intenciones a la buenísima Sin nada que perder de David Mackenzie, aunque 3 anuncios… es un poco más discutible.
Hay algo en Three Billboards Outside Ebbing, Missouri que es digno de destacar: el peso de los números, sobretodo los impares. Un pueblo, un crimen. Tres avisos en reclamo de justicia, tres personajes atravesados –de manera diferente– por ellos.
Notable policial negro con insuperables actuaciones El tercer y mejor film del director es un seguro candidato al Oscar. McDormand casi supera a su mujer policía embarazada de “Fargo”. Una mujer paga tres anuncios publicitarios en las afueras de su pueblo de Missouri. Los carteles están pintados de rojo y tienen inscripciones contra el sheriff local. El mismo que hasta el momento no pudo detener a nadie por la violación y asesinato de su hija. Así es como de repente se quiebra por completo la frágil armonía social de la pequeña localidad. El inglés Martin Mc Donagh no filma mucho, pero cuando lo hace consigue películas tan interesantes como "Perdidos en Brujas" y "Siete psicópatas". Sólo que este tercer largometraje está a un nivel muy superior, y realmente se lo puede considerar uno de los mejores policiales negros en lo que va del siglo XXI, con una fuerza dramática y detalles originales notables. Y ni hablar de las actuaciones. Frances McDormand casi supera a su mujer policía embarazada de "Fargo" de los hermanos Coen con este personaje de una madre enloquecida en su afán de justicia, o tal vez de venganza. O acaso simplemente enloquecida a secas, como deja entrever una extrañísima y fascinante escena en la que hace que sus pantuflas con formas de animalitos mantengan un dialogo perturbador lleno de insultos (en realidad casi no se puede encontrar un sólo diálogo de su personaje sin malas palabras). Por su parte en un extraño equilibrio Woody Harrelson también se luce como el sheriff al que aluden los carteles, un policial mucho más moderado de lo que se podría suponer. Y el que también brinda una excelente actuación es Sam Rockwell como otro policía del pueblo de costumbres totalmente desaforadas. La historia está llena de momentos de humor negro y climax terriblemente dramáticos, está muy bien filmada, incluye intempestivas explosiones violentas y en general el conjunto sirve para anunciar que el 2018 empieza con muy buen cine negro.
Premiada por su guión en el festival de Venecia y ganadora de tres Globos de Oro como mejor película dramática, mejor actriz a Frances McDormand y mejor actor de reparto a Sam Rockwell, Tres anuncios por un crimenpropone un drama triste y profundo con acertados momentos de humor negro y mordaz que recuerdan el universo de los hermanos Coen, en lo que podría describirse como un western moderno protagonizado por una variante femenina del clásico Jim West, pero cuya única arma es su ingenio -y alguna que otra bomba molotov-. Frances McDormand encarna a una madre desconsolada y enfurecida con la policía que tras meses sin esclarecer la violación y asesinato de su hija, decide poner tres anuncios en el camino a su pueblo con un mensaje controversial, poniendo en vergüenza al sheriff local -Woody Harrelson- y convulsionando la pequeña comunidad que entrará literalmente en combustión. Martin McDonagh, director y guionista, toma los anuncios como una especie de macguffin para construir un relato que combina hábilmente el drama de esa madre angustiada ante la injusticia, con pequeños momentos de humor negro con un gran tacto, y un espiral de violencia gestionada con maestría acompañado de diálogos ingeniosos y vueltas de tuerca con cambios de matices en los personajes. Personajes que si bien responden a los estereotipos sureños de los Estados Unidos, y al dicho "pueblo chico infierno grande", a la vez son lo suficientemente particulares como para generar una extraña forma de empatía.Son seres con defectos, muchos despreciables, que están en búsqueda de su propia forma de justicia y a los que McDonagh se atreve a acercarse más en profundidad a las difíciles y conflictivas emociones que atraviesan, y a los que también les da la posibilidad de cambiar. Es la fantástica Frances McDormand, quien personifica de manera única a esta madre devastada, agraviada y fracturada por dentro pero también fuerte, determinada, violenta y sin remordimiento que se convierte en el héroe solitario que enfrenta de manera desafiante a un pueblo entero. McDormand logra recorrer la gama entre la congoja, la ira y el dolor profundo acompañado de un humor negro reflejando nuestra más íntima amargura o el simple odio que nos habita. Violenta, despiadada, pero a la vez tierna, ingeniosa e incapaz de bajar la guardia y acceder a sus emociones. El gran trabajo de Sam Rockwell, en la piel del típico policía sureño con tendencias violentas, tan racista como infantil a la vez, que además roza lo patético por su incompetencia y una relación en extremo disfuncional con su madre con la que vive, logra ser divertido, trágico y triste, produciendo en el espectador una sensación de desprecio total al comienzo y cierta compasión forzada hacia el final. Woody Harrelson se corre de los villanos y psicópatas al que nos tiene acostumbrados para componer con acierto a ese sheriff, presentado como un ignorante y estúpido, que es tanto el enemigo declarado de Mildred como su única esperanza. Un jefe de policía de buen corazón, venerado y querido por su comunidad, que intenta más tarde una sabia conciliación ante un destino devastador. Aunque previsible una vez promediado el relato, la acertada combinación del drama y los toques de humor negro, con el constante cambio tonal de sus personajes -incluso hasta los personajes secundarios relucen en sus escenas-, una lograda banda sonora y las excelentes actuaciones de Francés McDormand, Woody Harrelson y Sam Rockwell respaldan esta historia que tiene grandes momentos, y que hacen de Tres anuncios por un crimen un film entretenido que cobra fuerza mientras se transita, mas allá de su final.
Tres anuncios por un crimen (Three billboards outside Ebbing, Missouri, 2017) es de esas cintas que perduran en la memoria por su compleja naturaleza, por su parca y adecuada puesta en escena, además de su semejanza con otro gran film del cine negro, Fargo (1996). En Missouri, Mildred Hayes (Frances McDormand) saca a relucir su furia contra las fuerzas policiales tras haber perdido a su hija violada y asesinada. Ella entiende que no están esforzándose al máximo por encontrar a los culpables y como acto de rebeldía instala 3 anuncios en carteles al lado de la ruta. Martin McDonagh presenta una pieza de orfebrería. Superando una comedia ultra negra como lo fue 7 psicópatas (Seven psycopaths, 2012), acá no hay apartado técnico que esté alejado de la excelencia. En Tres anuncios por un crimen el aire es malsano, visualmente no da buen augurio, no hay clemencia con el espectador y si la hay, es para mostrar alguna secuencia de humor negro. Dicen que el cine de este director se parece al de los hermanos Coen; es aceptable la comparación, con una diferencia: McDonagh no espera a que el espectador se ría o procese la escena que acaba de ver, no, él muestra y continúa con su relato, él logra descolocar con un Woody Harrelson que escupe sangre en la cara de Frances McDormand y se muestra vulnerable cuando todos pensábamos que era una mierda, o un Sam Rockwell (brillante en la piel de un oficial racista, homofóbico e impulsivo) que es golpeado en un bar porque es el mejor peor policía de Missouri. McDonagh presenta a sus personajes con matices, ni buenos ni malos, con grises, sin tapujos ni censura, Mildred Hayes no está santificada como una madre mártir, su personaje es por lo menos cuestionable y eso no importa porque acá no hay condescendencia con el espectador. Uno siente que ha asistido a un cuento oscuro que se ha contado antes pero nunca desde esta óptica. Es un film exquisito que se nutre de su carácter camaleónico y sabe demostrar que la oscuridad también puede ser atractiva.
El humor negro da la oportunidad de mostrar lo peor del ser humano en una clave no tan descorazonadora como lo sería con el drama. Tres Anuncios por un Crimen demuestra que este humor está más que vigente y no solo en la ficción, sino también en nuestra realidad. Y lo hace no tanto con las situaciones sino a través de la naturaleza de sus personajes. Tres Anuncios por un Crimen: Justicia Ácida En el poblado de Ebbing, Missouri, Mildred Hayes busca justicia por la violación y asesinato de su hija. Determinada a presionar a las autoridades para que se pongan a trabajar, decide alquilar tres anuncios cercanos a la escena del crimen para denunciar su incapacidad públicamente. Este será un punto de partida que progresivamente hará cambiar no solo a Mildred, sino al atormentado comisario del pueblo y a uno de sus intolerantes oficiales. El guion de Tres Anuncios por un Crimen es tremendamente sólido, con unos diálogos afiladísimos llenos de ironía y crítica. Es dueño de ese humor negro que muchas veces te va a hacer reír dada la ignorancia de los protagonistas de lo que ocurre a su alrededor, y muchas otras te hará sentir un poquito mal por estarte riendo de algo que en realidad es muy delicado. Es decir, donde uno siente que el humor negro apuntó y atinó en el mero centro del blanco. No obstante, el aspecto que hay que destacar del guion es el desarrollo de sus personajes. Nadie es un santo, ni siquiera la protagonista ávida de justicia, ya que la película se molesta en mostrarnos unos flashback donde actúa de un modo muy opuesto al que el inicio proponía de ella. Por otro lado, al comisario primero lo vemos con los ojos de la protagonista, pero a medida que avanza la historia nos damos cuenta que el caballero no es corrupto y menos que menos incompetente, sino alguien superado por las circunstancias que no puede dar las respuestas que el público quisiera. En definitiva, es una película que abarca largas distancias para mostrarnos los grises de sus personajes, y que la redención puede ser posible, pero no del modo que uno planea o desea. El aspecto técnico del film no tiene mucho para destacar, ya que está ahí para apoyar las labores actorales, que son precisamente el motivo de mayor peso para pagar boleto por esta película. Frances McDormand está por encima de todo, encarnando a una mujer sin pelos en la lengua que no va a dejar pisotearse por ninguna institución. Woody Harrelson da vida a un comisario atormentado, no tanto por la tarea que tiene en manos sino por otros motivos más personales. Una labor que vale la pena tomar nota es la de Sam Rockwell, quien logra una evolución notable con el desarrollo de su personaje a medida que evoluciona la trama. Conclusión Tres Anuncios por un Crimen no solo funciona por su efectivo uso del humor negro, sino por la enorme multidimensionalidad de sus personajes. Es una de esas películas donde el realizador consigue que no veamos una historia sobre personajes, sino una historia sobre personas.
Un drama familiar con toques de neowestern, comedia e incorrección política se convierte en una búsqueda reflexiva por pintar un pueblo del interior norteamericano y su idiosincrasia. Se podría pensar que el triunfo de Trump en Estados Unidos dejó no sólo asombrado al mundo pero sí menos que a los progresistas norteamericanos que no pueden admitir ni asimilar a semejante personaje como su presidente. La cultura, en general, se lleva mejor con la izquierda. Y desde entonces cierto cine -como parte de esa cultura- está construyendo relatos (Sin nada que perder, Huye!, Viento salvaje, etc.) para desentrañar cómo se llegó a este estado de cosas. Para conocer a ese Otro. El que habita la América profunda. Tres anuncios por un crimen puede entenderse como parte de ese corpus. Martín McDonagh es, también, un dramaturgo irlandés que apareció fuerte y reconocidamente en el cine con su opera prima Escondido en Brujas. Con una impronta tarantinesca y cierta misantropía muy propia de los Coen, volvió a armar, para esta tercera película, una trama que arrasa con cualquier atisbo de corrección política y que adopta cierto aire de western, con su antigua carga fascista revisitada desde el nuevo neoconservadurismo, con protagonista femenina (que más que heroína es antiheroína) y que sólo superficialmente (y desde el discurso machista y falocéntrico) puede leerse, por eso, como feminista. Una madre, Mildred (nombre icónico de la maternidad cinematográfica) ante la inacción de las fuerzas policiales del pueblo por investigar y hallar al culpable del asesinato y violación de su hija adolescente, encuentra en unos carteles de publicidad al costado de una vieja ruta poco transitada, el método para llamar la atención y reactivar la causa. Lo que ocurre es que el pueblo acompaña a esta mujer en su dolor pero también quiere a su sheriff (Woody Harrelson) que, además, padece una enfermedad terminal. Se puede estar con Dios y el Diablo y guardar las apariencias entre todos barriendo la mugre debajo de la alfombra, parece ser la postura general, pero cuando algo se dice ya no hay vuelta atrás. El crimen que motoriza el relato llevado adelante con una fuerza arrolladora por parte de una mujer dolorida pero no paralizada por el dolor (excepcional labor de Frances McDormand en una segura nominación al Oscar y con altas posibilidades de obtenerlo), con sus discursos agudos y punzantes, con sus actitudes beligerantes y poco ortodoxas, se mezcla y matiza con toques de humor negro e insolencia ante los poderes establecidos y patriarcales. Pero poco a poco se empieza a notar que ese conservadurismo y cerrazón que se expone como patrón de medida del pueblo es también parte de esa protagonista que pide justicia (el caso propio la sacó de su letargo) pero no le molestaría avalar un ajusticiamiento. Ese pequeño “ruido” (que puede ser leído como complejidad de los personajes construidos: también habrá un cambio en relación inversa en el agente Dixon de Sam Rockwell) no es tal sino un llamado de atención para lo que va a ir sucediendo mientras la trama avanza. Nadie es bueno, nadie es malo, se nos dirá. Y en abstracto podemos acordar. Pero ya sabemos adónde nos conducen las generalidades de este tipo. Se licúan las responsabilidades. Y muchos de los conflictos desarrollados y llevados a un accionar de una violencia despiadada e irracional se “resuelven” con una liviandad, como mínimo, asombrosa y, como máximo, peligrosa. Cuando el caso personal, que aúna lo público y lo privado, planteado con suma inteligencia, va dejando su lugar al retrato de un pueblo (con ese dejo de universalización irreflexiva), a la pintura coral de una idiosincrasia pueblerina como certeza (donde la estupidización de todos y cada uno, y en especial de algunos personajes femeninos, es moneda corriente), y va cambiando el punto de vista y sigue a otros personajes, los hilos de la costura del guion se vuelven más evidentes y se nota que importan más las respuestas que se tejen que las preguntas. Y se apuesta por provocar más que por incomodar. Aun así hay grandes momentos en Tres anuncios por un crimen apuntalados por unos diálogos afilados y, especialmente, un elenco que se entrega a sus creaciones sin red de contención.
Este film es del director, dramaturgo y guionista angloirlandés Martin McDonagh (“Siete psicópatas”, “Escondidos en Brujas”). Los tres anuncios que se publican en la ruta los paga la madre de la víctima y son terribles: “Violada mientras moría”, “¿Ningún arresto todavía?” y “¿Cómo es posible, sheriff Willoughby?”, esto trae un gran revuelo en el lugar, desata varios conflictos, de ahí en más todo lo que va sucediendo a raíz de esto te deja pensando, sobre todo a partir de la reacción de los lugareños. La trama cuenta con las excelentes actuaciones de: Woody Harrelson (Willoughby, sheriff del lugar), Sam Rockwell (Jason Dixon, como el policía villano, racista, alcohólico y dominado por su madre interpretado por Sandy Martin) y Frances McDormand (Mildred, como la madre que busca justicia por su hija muerta y violada, que además necesita sacarse las culpas, divorciada de un hombre violento, que se fue con una joven de 19 años. La actriz merece ser nominada y ganar el Premio Oscar). Dentro de las actuaciones secundarias cabe destacar las de: Peter Dinklage (James, amigo y enamorado de Mildred), John Hawkes (Charlie, el ex marido de Mildred, un ser violento), Caleb Landry Jones (Red Welby, agencia de publicidad), Lucas Hedges (Robbie, el hermano de la chica fallecida y violada). El lugar en el que se desarrollan los acontecimientos de nombre Ebbing y que pertenece a Missouri (ficticio) también es protagonista del relato. Es una historia dura, fuerte, sobre esta madre que lucha por justicia, donde uno de los policías de este lugar prefiere torturar a los afroamericanos antes que hacer justicia. Se puede observar la discriminación, varias situaciones se muestran a través del flashback, resulta punzante, irónica, con un humor ácido, contiene muy buenos diálogos, su guión es grandioso, impecable y detallista. Está bien ambientada y dirigida, con buenos giros argumentales.
En las afueras de Ebbing, Missouri, tres anuncios en blanco descansan sobre una carretera abandonada que ya casi nadie toma. Están en oferta porque nadie los ve, y parecen una oportunidad para decir algo. O, mejor aún: para gritarlo. Así lo ve, al menos, Mildred (Frances McDormand, en su mejor papel desde Fargo), una madre que perdió a su hija unos meses atrás, cuando ésta fue raptada y violada, mientras moría asesinada por un misterioso ser que se dio a la fuga. Y, claro, un ser que jamás fue capturado. El llamado de atención de los afiches que renta la protagonista está dirigido al jefe de la policía, Willoughby (Woody Harrelson), que no por ineptitud ni corrupción sino mera falta de recursos y pistas, no ha podido dar con un culpable. De hecho, y mal que le pese al cuerpo policial entero, ni siquiera hay sospechosos. Se entiende que el llanto de Mildred es humano, pero también lo es la impotencia del bien intencionado jefe. Ni siquiera el racista suboficial Dixon (una vez más, impecable Sam Rockwell) parece ser del todo malo, sino torpe y bruto. Es más, nadie es “malo o bueno” realmente, y aquí brilla la genialidad del guión de Martin McDonagh, el mismo que ya venía de realizar dos excelentes comedias negras de similar temática con En Brujas y Siete Psicópatas: no hay héroes, no hay villanos, sólo hay personas. Errores, debilidades, prejuicios y hasta a veces bien intencionada ignorancia. Es por eso que McDonagh por momentos estremece con escenas que derraman lagrimas, y al instante descomprime con absurdos que estallan en carcajadas. Sus guiones no se parecen a Hollywood, sino a esas cosas que a menudo pasan en la vida, y no tienen final feliz ni triste. Comienzan, terminan, y en el medio toman caminos impensados. Tres avisos para un crimen es, posiblemente, la mejor película del 2017, y no son pocos ya quienes lo vienen anunciando (actualmente, goza de un 92% de aprobación en el sitio web de críticas Rotten Tomatoes). Es un film de arranques emocionales, golpes rudos y sensibles a la vez, que lastima (con sangre) y emociona (con llanto). Es mucho más de lo que nos viene dando el cine desde hace rato.
En Tres anuncios para un crimen el director inglés Martin McDonaugh vuelve a demostrar su notable dominio del humor negro como lo hizo previamente en Escondidos en brujas (2008) y Siete psicópatas (2012) estrenadas hace unos años. La diferencia es que en esta oportunidad se corre del policial negro para presentar una propuesta mucho más dramática, que además aborda cuestiones sociales como el racismo y la violencia del género. Si bien el eje central de la trama gira en torno a un crimen, la película no es un thriller de misterio ni hay secuencias de acción como en las obras previas del director. La nueva película de McDonaugh ofrece una exploración profunda de la ira y el proceso del duelo, que es un elemento que une a los tres personajes principales de este relato. La madre que busca justicia por el asesinato de su hija (a cargo de una intensa Frances McDormand), el sheriff que lidia con un cáncer terminal (otra gran labor de Woody Harrelson) y el policial racista que perdió el rumbo de su vida y su oficio. Personaje a cargo de Sam Rockwell, quien vuelve a consolidar su colaboración con McDonaugh tras Siete psicópatas y la obra de teatro A Behanding in Spokane que también trabajaba el humor negro. Un elemento que en esta película genera situaciones incómodas y su tratamiento remite por momentos al cine asiático. Muy especialmente a las producciones de Japón y Corea del Sur. Suele ser habitual en esos filmes que los directores desconcierten al público (especialmente al Occidental) con diálogos graciosos o situaciones grotescas mientras se desarrolla un drama intenso que en teoría no da lugar a la inclusión del humor. Me viene al recuerdo en este momento el policial coreano Memories of Murder, de Bong Joon-ho (The Host) que es un experto a la hora de trabajar esta cuestión. En Tres anuncios para un crimen sucede algo similar donde McDonaugh inserta el humor negro de un modo efectivo en el medio de situaciones oscuras e intensas. Al realizador inglés se lo suele asociar a menudo con Quentin Tarantino y los hermanos Coen pero en este trabajo puntual creo que el film se vincula más con el estilo de las producciones asiáticas. Aunque la narración es un poco más lenta que la de sus películas previas, la trama nunca deja de ser interesante y se sostiene muy bien la con la excelente labor de sus protagonistas. En lo personal no me terminó de convencer la ambigüedad que le dio al final del conflicto y creo que la representación de las comunidades del sur de los Estados Unidos se excede en los estereotipos, probablemente por tratarse de un mundo que el director desconoce. Al margen de esas mínimas objeciones, nos encontramos ante una buena película que permite disfrutar otra vez a uno de los directores más interesantes que surgieron en el último tiempo.
Este estreno está pisando muy fuerte en la época de premiaciones y seguramente cosechará unas cuantas nominaciones al Oscar. Me pasaron varias cosas con esta película y si bien me gustó mucho, no me fascinó al nivel que estaba esperando. Mis expectativas estaban muy altas, y si bien eso nunca es bueno, me gusta esperar mucho una película. La disfruto más cuando siento que cumplen con lo que anhelaba. Me parece que el principal problema que puede llegar a ocurrir -y motivo por el cual no puede fascinar- es simplemente el target. El público argentino no es el norteamericano. Y por más que consumamos mucho su cine, incluso más que el nuestro, no somos estadounidenses y eso hace que ciertas cosas culturales nos pasen por el costado. Aquí se aborda de otra manera a los sureños y al pueblerino ignorante. Y por momentos me causó rechazo. Un paralelo interesante para trazar es lo que le pasó a una parte del público con El ciudadano ilustre (2016), porque ese film abordaba el comportamiento en un pueblo en el interior del país de manera humorística y exacerbada. Aquí ocurre lo mismo pero con mucha oscuridad y violencia. El guionista y director Martin McDonagh, crea una atmósfera dura a lo largo de toda la cinta. Usa varios tipos de planos para mantener la narrativa, por momentos un poco desordenado pero luego entendés que es apropósito. Le confiere a Ebbing (el pueblo donde ocurre todo) tal presencia que es un personaje más y uno fundamental. Los diálogos son ácidos y tajantes. Algunos desoladores y otros cargados de humor negro. El film desconcierta y más aún con los puntos de giro en uno de sus personajes (que no especificaré porque es spoiler). La gran protagonista es Frances McDormand, y se merece cada uno de los elogios y premios que está recibiendo. Se come la película y te trasmite todo. A Woody Harrelson lo vemos en un papel diferente, con varias aristas. Y es con el que más empatizamos. Y aplausos de pie para Sam Rockwell en el mejor rol de toda su carrera, superando incluso lo que había hecho en Moon (2009) y The way way back (2013). Pasa de todo con su personaje. Gran composición. Tres anuncios por un crimen es dura, es cruel, es inquietante, es violenta, es desagradable, es poderosa, es de difícil digestión. Una película para debatir largo y tendido luego de verla en el cine, y que sin dudas hará ruido en el espectador al igual que en todos los premios que recibió y que recibirá.
3 anuncios por un crimen, de Martin McDonagh Por Jorge Barnárdez 3 anuncios por un crimen apareció en la última entrega de los Golden Globe cómo la sorpresa de la noche, alzándose con cuatro premios de la mano del guionista y director Martin McDonagh, que se metió de lleno en el tema de la violencia y la justicia por mano propia. En el comienzo de la película, una mujer alquila tres carteles abandonados en una ruta interna de la América profunda. El encargado de alquilárselos lo hace sin poner ninguna traba al asunto y lo hace incluso con algo de convicción. Mildred (Frances McDormand) es quien alquila los espacios y lo hace para llamar la atención de la policía de la zona acerca de la investigación del asesinato de su hija, que murió de manera brutal sin que las autoridades aporten ni siquiera un sospechoso. Así empieza una historia que muestra a las distintas partes del asunto con sus luces y sus sombra e incluso, adoptando actitudes difíciles de aceptar para el espectador. Por afuera de las vueltas de guión, donde se adivina la influencia de Quentin Taratino, la mirada sobre el interior de lo Estados Unidos es comprensiva y trata de rescatar incluso a los personajes más difíciles de procesar. Hay una reflexión sobre la violencia y a pesar de la crudeza del desarrollo, el final es quizás demasiado tranquilizante y borra con el codo lo que parecía ver escribiendo con la mano. Lo cierto es que McDonagh es inteligente y en esta tercera película reúne un elenco de notables actores que le dan carnadura a personajes movidos por sus pasiones, que terminan haciendo de 3 anuncios para un crimen una propuesta que no deja de sorprender, no solo por la eficiencia de Frances McDormand sino por el resto del elenco, en el cual brillan Sam Rockwell y Woody Harrelson. 3 ANUNCIOS POR UN CRIMEN Three Billboards Outside Ebbing. Estados Unidos/Reino Unido, 2017. Dirección y Guión: Martin McDonagh. Intérpretes: Frances McDormand, Woody Harrelson, Sam Rockwell, John Hawkes, Peter Dinklage, Abbie Cornish, Caleb Landry Jones, Kathryn Newton, Lucas Hedges, Samara Weaving. Producción: Martin McDonagh, Peter Czernin y Graham Broadbent. Distribuidora: Fox. Duración: 115 minutos.
Para aplaudir de pie La película presenta un enorme trabajo de Frances McDorman como una madre dispuesta a todo por resolver el crimen de su hija En un pueblo del Medio Oeste americano, Mildred Hayes (Frances McDormand) decide gastarse todos sus ahorros en contratar tres carteles publicitarios para poner en evidencia la incompetencia de la policía. Ha pasado ya mucho tiempo desde la violación y asesinato de su hija y aún no se tiene ninguna pista de lo ocurrido. Estas tres vallas a la entrada del pueblo servirán como recordatorio de un crimen sin resolver, y constatar que nadie ha sido detenido. El británico Martin McDonagh es el responsable de esta conmovedora película, plagada de increíbles momentos cinematográficos, actuaciones asombrosas y un elegante humor negro. Play La personalidad triste, amarga pero decidida de Mildred nos sirve de guía a través de un cuento apasionante sobre la Norteamérica profunda, y es a la vez un retrato de una pérdida desgarradora, y del sentido de impotencia que genera la falta de justicia. Sería injusto destacar solo la labor de McDormand (brillante actuación), porque todo el elenco hace lo suyo de manera creíble y efectiva. El sheriff compuesto por Woody Harrelson es sensacional, un personaje que con sus zonas grises logra empatizar y emocionar. Algo similar ocurre con su asistente, el oficial Dixon (gran trabajo físico y de composición de Sam Rockwell), un policía racista y borracho que juega algunas de las secuencias más memorables de un filme que no tiene ni un solo bache argumental. El realizador, también guionista, fusiona un relato sombrío con el costumbrismo y el humor, en la línea de los Coen, de una manera tan eficaz, que el metraje pasa volando y logra mantener el suspenso hasta el último fundido a negro. No hay recursos fílmicos facilistas, de hecho solo se apela una vez al flash black en una escena tan intensa que no necesita más explicaciones que lo que se ve. Diálogos ingeniosos, situaciones de tensión, y un final polémico (que a muchos puede disgustar) pero que en realidad, es una jugada del director para que cada espectador pueda ponerse en la piel de los protagonistas y decidir también el destino de los mismos. Tres anuncios por un crimen es uno de esos filmes que marcan a una generación, así como lo fueron Fargo o Belleza Americana, un largometraje original, violento, de amor y odio, de venganza y redención.
UN CÍRCULO VIOLENTO Y VICIOSO Una ganadora de premios que no la pega en la tecla más justa. La última película escrita y dirigida por el inglés Martin McDonagh –“Escondidos en Brujas”, “Sie7e Psicópatas”- se plantó muy fuerte para la temporada de premios, recolectando galardones por aquí y por allá, más que nada gracias a las interpretaciones de Frances McDormand, Woody Harrelson y Sam Rockwell, entre otros. McDonagh nos vende un drama pueblerino donde la violencia va escalando rápidamente. Una historia “provocadora” enmascarada por un humor muy oscuro que, en apariencia, debe incitar al debate, pero pasa por alto un factor importantísimo: suponer que lo que ocurre en la pantalla nos resulta “divertido” hasta cierto punto, y no algo totalmente desagradable. De ahí viene la provocación, y la incomodidad, ya que tenemos que lidiar con personajes nefastos y un argumento que no deja ningún lugar a los puntos medios. Cuando se habla de humor negro siempre se distingue esa línea divisoria bastante clara. Esto no ocurre con “Tres Anuncios por un Crimen” (Three Billboards Outside Ebbing, Missouri, 2017), pero ese es el menor de sus problemas. O el principio de todos. Con toda la objetividad del mundo, no puedo más que rechazar el planteo de McDonagh, cuya “ideología” (sospecho) se transpira a través de su relato, más allá de que estemos ante una obra 100% de ficción. Ojo, a lo mejor soy yo la que está equivocada, pero desde hace rato me cuesta empatizar con este tipo de historias que confunden su mensaje. Estamos a las afueras de Ebbing, Missouri, como bien lo dice su título original. Uno de esos pueblitos norteamericanos que, si bien no llegan a ser la “américa profunda”, tampoco se destacan por el ‘nivel cultural’ de sus habitantes, o eso es lo que nos hacen creer desde la pantalla chica y la grande. Hay un poco de verdad en todo eso, evidenciada en documentales como como “Making a Murderer”, pero en la generalización es donde reside el problema, y es esa estereotipación del ‘redneck’ donde “Tres Anuncios por un Crimen” me hace tanto ruido. Mildred Hayes (McDormand) es una madre trabajadora que decide tomar medidas extraordinarias cuando la investigación por la violación y el asesinato de su hija adolescente no avanza para ningún lado, a siete meses del crimen: contratar los servicios publicitarios de Red Welby y colocar tres anuncios muy elocuentes y directos sobre una ruta poco transitada, que igual logran llamar la atención de la prensa local y del querido jefe de policía de Ebbing, William Willoughby (Harrelson). Este es el desencadenante que pone en alerta a la policía, y un tanto furioso al inmaduro oficial Dixon (Rockwell), un nene de mamá conocido por su temperamento volátil, y su afición por repartir golpes gratuitos cuando se trata de sospechosos afroamericanos. Sí, Dixon es un racista (entre muchas otras cosas) avalado por sus compañeros que no mueven un pelo ante sus exabruptos. No es gente ‘mala’, solo ignorante, al menos ante los ojos de McDonagh. Cuando Mildred se rehúsa a retirar los carteles e insistir en que Willoughby (que además acarrea una enfermedad terminal) no mueve un pelo, la ciudad y el propio Dixon se le ponen en su contra desatando una espiral de violencia cada vez más peligrosa y absurda. El foco de “Tres Anuncios por un Crimen” no está puesto, justamente, en resolver dicho asesinato. Es solo la excusa para examinar estos “raros especímenes” de la raza humana, tan exóticos como desagradables. McDonagh convierte a su elenco en una fauna que acciona y reacciona, se ataca, se denigra y ni siquiera lo hacen por instinto. Sus motivaciones, en última instancia, tienen poco que ver con la justicia y muchísimo más con la catarsis y la revancha. Motivos nefastos, llevados a cabo por personajes aún más nefastos de los que no se salva, ni siquiera, esta madre afligida que solo sabe insultar y romper cosas, incluyendo la autoestima de esa hija asesinada. Nadie duda de las geniales actuaciones de McDormand o Rockwell, dos actores magistrales. Pero resulta imposible relacionarse con sus personajes, mucho menos con sus causas a medida que avanza la película. McDonagh nos quiere convertir en cómplices y, en mi caso, solo provoca el distanciamiento y el rechazo. La fotografía de Ben Davis es preciosa, la música de Carter Burwell también, y ambas juegan en función de sumergirnos en estos paisajes del Medio Oeste tan característicos. Pero una película no se puede quedar es lindas imágenes y buenas interpretaciones, sus mensajes son igual de importantes, y es ahí donde mi voto es no positivo. Vivimos momentos de cambio donde la empatía juega un papel primordial. A mi entender, “Tres Anuncios por un Crimen” logra el efecto contrario a otras películas que, como “¡Huye!” (Get Out, 2017) o la mayoría del repertorio de los hermanos Coen, manejan un humor negro muy particular; pero no por ello hay que dejar de ir al cine y juzgarla cada uno por sí mismo.
3 anuncios por un crimen aterriza en la cartelera argentina con un auspicioso recorrido a cuestas: desde su estreno en Toronto –y premio del público a mejor película- que no para de cosechar premios, entre ellos mejor guión en Venecia, premio del público en San Sebastián y el Globo de Oro (Toronto + Globo de Oro = Óscar). La nueva película de Martin McDonagh es un maravilloso thriller negro que se nutre de una laboriosa construcción de personajes y la apasionada interpretación de sus actores. Frances McDormand, Sam Rockwell y Woody Harrelson (este último quizás un poquito debajo de los dos primeros) le imprimen a cada una de sus participaciones un condimento que agiganta la película. - Publicidad - Mildred Hayes (Frances McDormand), hastiada por la inacción de la policía local tras la violación y asesinato de su hija, emprende su propia lucha tiñendo tres carteles publicitarios ruteros en señal de protesta contra el jefe Willoughby (Woody Harrelson). Con su ladero desquiciado Dixon (Sam Rockwell) Willoughby afrontará este enfrentamiento con el apoyo de la comunidad local pero su lucha real está en otro plano: un cáncer de páncreas acabará con su vida pronto. En medio participarán otros actores como el afectado hijo de Mildred Robbie (Lucas Hedges), su ex esposo golpeador Charlie (John Hawkes) y su novia joven, el arrogante agente publicitario (Caleb Landry Jones), , James (Peter Dinklage) que hará todo lo posible por acostarse con Mildred y hasta incluso la repulsiva madre de Dixon (Sandy Martin); todos atravesados por la violencia, el odio y la intolerancia latente en Ebbing, un pueblo de la América profunda. ¿Es 3 anuncios por un crimen lisa y llanamente una comedia negra? Sí, pero esa también es una etiqueta reduccionista. Porque así como el humor sobrevuela en cada escena de manera punzante, su carga dramática genera el contrapeso justo que logra un equilibrio sensible en la película. Son estos carteles o vallas, en estado deplorable, las primeras imágenes de la película. Una tradicional melodía irlandesa con una voz lírica les infunden a estas postales del abandono un vaho de ironía que suaviza la solemnidad que estas imágenes tendrían por sí mismas. A partir de este planteamiento, por extensión, se desprende la esencia de la película. 3 anuncios por un crimen es una clase de ritmo y de tono, en la medida en que su código humorístico nunca queda librado a la insensibilidad del cinismo puro, ni tampoco su entramado dramático condenado a la solemnidad tremendista del tema. McDonagh, apoyado en la flexibilidad de sus actores, logra hacer convivir ambos registros que se articulan simbióticamente. Ya en Escondido en Brujas existía una intención similar (con menor profundidad crítica) pero en su anterior Sie7e Psicopátas parecía alejarse del elemento dramático. La negritud de la comedia en su nueva película es mordaz, pero no desenfrenada, dado que para que esta pueda vivir, requiere del oxígeno que le propinan las pausas dramáticas y momentos de tensión. No solo en el curso de la narración, sino incluso dentro de las escenas mismas. El humor se desplaza pendularmente: por momentos cala hondo y es el corazón de la escena y en otros se aleja parcial o totalmente para dar lugar al peso dramático de la escena o secuencia en cuestión. Ritmo. La decisión drástica a la que llega un personaje, que marca un punto de inflexión en el film, está acompañada con la sensibilidad que ésta lo requiere, así como la primera vez que el hijo de Mildred observa las vallas en silencio, lo que es una clara muestra que McDonagh no se refugia en la comedia para sacarse el peso que trae el tema (como muchos cineastas, incluso Tarantino, hacen), sino que es una decisión política de posicionarse frente al objeto denunciado. A riesgo de ceder ante el facilismo de montar personajes despreciables y/o chatos, a los que sumada cierta dosis de violencia podría convertirse es un festín del odio y el morbo, McDonagh siembra dilemas morales cuya cosecha revelan el costado humano de la película, que escapa del nihilismo habitual de este tipo de cine. En 3 anuncios por un crimen no se esconden ni se minimizan los conflictos raciales, de género, el conservadurismo pueblerino, la posición de la religión, la negligencia policial, la violencia latente y cotidiana, en fin: la América de Trump; pero también evita la conformidad de denunciarlas desde una mirada moralista. La profundidad y contradicciones de sus personajes (salvo la novia joven del ex esposo y el extraño visitante amenazador de la tienda, los puntos flojos) permiten encarnar todos esos conflictos escapando del estereotipo, incomodando al espectador al humanizar personajes que a priori son detestables. En contrapartida, desmitifica a la heroína: Mildred observa la habitación de su hija y un flashback le recuerda como ella, fruto de un enojo, le gritó que quiere que sea violada. Angela quería dejarla a su madre para mudarse con el padre. Ningún personaje es impoluto porque nadie es impoluto. Incluso el desenlace entraña la combinación dual entre el humor y el drama. La redención de un personaje da lugar a una premisa optimista: los prejuicios del hombre estadounidense pueden revertirse, pero eso no es suficiente dado que choca contra la pared de un sistema que no quiere cambiar. Ese mismo sistema es el que forzó a ese personaje a que sea como era previo a su evolución. Y eso, a fin de cuentas, es 3 anuncios por un crimen: debajo del humor y la tragedia, la película es una crítica que oscila entre el optimismo de un cambio o redención y el desencanto de que ese cambio no es suficiente para una evolución a grandes escalas. Pero al menos, por suerte, evita lo que los cineastas de la buena moral suelen enseñarnos y se da el lujo de introducir pinceladas de compasión a un muro descascarado. Incómoda y entretenida, incorrecta y comprometida políticamente.
Tengo un vago recuerdo, medianamente favorable, de la primera película de Martin McDonagh (Escondido en Brujas) y no he visto la segunda (Siete Psicópatas) por lo que no se me hace fácil establecer antecedentes en su filmografía para cotejarlos con 3 Anuncios por un Crímen. Luego de una prolífica carrera teatral plagada de premios, McDonagh se acercó al cine casi cuarentón y su filmografía ha sido hasta ahora espaciada, con solo tres títulos en nueve años. Este le ha hecho ganar recientemente varios premios en la entrega de los Globos de Oro. Ambientado en un pequeño poblado del Sur de los Estados Unidos (Ebbing, Missouri), el film presenta como conflicto central, en principio, los intentos de una mujer llamada Mildred Hayes (Frances McDormand, más áspera que nunca) por esclarecer la violación y el asesinato de su hija ocurridos tiempo atrás. Para ello, coloca tres grandes carteles a la entrada del pueblo en los que interpela duramente a las autoridades policiales por su presunta negligencia en el caso. Sin embargo, la película (una curiosa mezcla de western, drama rural, thriller y comedia negra) en ningún momento se centra en la investigación del hecho sino que, en cambio, ofrece una mirada ácida y pesimista sobre los Estados Unidos profundos, aquellos que están alejados de los brillos y ornamentos de las grandes urbes. El cine americano ha presentado en muchas oportunidades diversas miradas sobre el sur del país (recuerdo como una de las mejores la poco valorada Medianoche en el Jardín del Bien y del Mal, de Clint Eastwood). Tales aproximaciones, generalmente, proponen protagonistas maniqueos, que oscilan entre el desenfrenado racismo y la corrección política de tintes progresistas. Y si bien algo de ello se percibe en el film, los personajes muestran suficientes matices ambiguos como para ofrecer un caleidoscopio atractivo y variado sobre el lugar y sus habitantes. Al retrato contribuye una apropiada galería de secundarios, como el enano que tiene su noche de gloria cenando con Hayes o la dominante madre del policía racista. Tal vez el personaje que mejor refleja dichos matices sea el del jefe de policía enfermo de cáncer (las tres cartas que les envía a diferentes personajes ofrecen los momentos más emotivos del film). Hay que señalar, sin embargo, que en varios pasajes el peso del guion se hace demasiado ostensible por sobre las decisiones de puesta en escena. Asimismo podemos decir que, en ocasiones, el afán del director por fusionar elementos dramáticos con otros de comedia parecen forzados, similares a las vertientes más estridentes y menos recomendables del cine de los hermanos Coen y Quentin Tarantino. Por otro lado, la banda sonora fusiona sin demasiada coherencia lieder clásicos, temas folk y música más apropiada para spaghetti-westerns. De todos modos, la película permite advertir un realizador atractivo, aunque todavía dé la impresión de estar buscando su voz propia, siendo muy probable que, como ocurriera con los Globos de Oro, 3 Anuncios por un Crímen también reciba varios galardones en la entrega de los Oscar.
El tono de 120 pulsaciones por minuto es de alegría en el medio de la tragedia y Tres anuncios por un crimen, a pesar de ser una película muy distinta, carga con esa misma aparente contradicción. Mildred (Frances McDormand) es una madre cuya hija adolescente fue violada y asesinada. La policía del pueblo de Ebbing, en el estado de Missouri, no dio con el culpable, más por incapacidad que por otra cosa. La señora, obstinada, alquila tres carteles al costado de la ruta de entrada al pueblo y pone: “VIOLADA MIENTRAS MORÍA”, “¿Y TODAVÍA NO HAY NADIE PRESO?”, “¿CÓMO PUEDE SER, COMISARIO WILLOUGHBY?”. El comisario Willoughby (Woody Harrelson), para más datos, está muriendo de cáncer. ¿Cómo puede esta historia tener humor? El director y guionista Martin McDonagh se las arregla para observar ese ecosistema pueblerino con una mirada ácida, con una misantropía que nunca termina en el cinismo. Tal vez en ese equilibrio esté lo fascinante de esta película tan curiosa, porque si es por lo demás, no nos va a dar lo que esperamos: hay un crimen y hay policías, pero esto no es un policial y no hay una investigación. El problema es que McDonagh por momentos pierde el equilibrio. Hay dos escenas en las que hace una de más, como el delantero que por gambetear al arquero la tira afuera. Hacia la mitad de la película pasa algo sorpresivo y trágico. Después, corte al personaje del policía racista Dixon (Sam Rockwell, de lo mejor de la película) escuchando “Chiquitita” de ABBA con unos auriculares y muy compenetrado. Está claro que hay una intención demasiado manifiesta por suavizar el golpe de la escena anterior, pero el resultado es tonto y artificial. A la inversa, en el único flashback de la película, cuando vemos la última charla entre Mildred y su hija Angela (Kathryn Newton), hay un esfuerzo por subrayar artificialmente una tragedia que no hacía falta subrayar, apelando a una discusión entre ellas que además resulta bastante inverosímil (no por la discusión en sí, sino por lo que se dicen). Tres anuncios por un crimen da volantazos entre la tragedia y la comedia sin demasiado control y a veces termina en la banquina. A veces los finales pueden resignificar toda una película. Este es realmente desconcertante (de esos finales que mucha gente va a odiar) y redondea una película extraña e imperfecta que probablemente hable menos sobre la justicia que sobre el enojo que provoca la injusticia.
En la última entrega de los Globos de Oro, Tres anuncios por un crimen conquistó cuatro premios en algunos de los rubros más destacados. Mejor Película Dramática, Mejor Actriz en Película Dramática (Frances McDormand), Mejor Guión (Martin McDonagh) y Mejor Actor de Reparto (Sam Rockwell). A esto se sumaron los tres premios conquistados el domingo en los SAG Awards: Mejor Actriz, Mejor Actor Secundario y Mejor Reparto. Con semejante espaldarazo, y sumando el hecho de que el film transita temas como violencia de género, corrupción policial, racismo, y un largo etcétera; estamos frente a un exponente con chances de arrasar en las nominaciones al Oscar que serán anunciadas este próximo martes, y eventualmente transformarse en la gran candidata a llevarse la codiciada estatuilla. En pocos minutos, el director y guionista Martin McDonagh (Escondidos en Brujas, Sie7e psicópatas), nos sumerge de lleno en la sombría vida de Mildred, una madre cuya hija adolescente fue brutalmente violada y asesinada. Han pasado algunos meses desde ese hecho fatal, sin que haya culpable alguno tras las rejas. Tanto la policía como los habitantes del pequeñísimo pueblo de Ebbing, en Missouri, están sumidos en su adormecida rutina; hasta que Mildred decide volver a encender el fuego de la polémica. Bastará con que ella coloque tres frases en enormes carteles que se encuentran en una ruta poco transitada, para que el caso adquiera una repentina repercusión pública y mediática. Uno de los anuncios involucra al jefe de policía (Woody Harrelson), un hombre que padece una enfermedad terminal, y que es secundado por un oficial ultra torpe y racista (Sam Rockwell). El refrán de "pueblo chico, infierno grande" no sólo se cumple a rajatabla en Ebbing, sino que también incluye un variopinto abanico de personajes que van desde el ex marido golpeador de Mildred, hasta un enano que quiere conquistar el corazón de la protagonista. A pesar de que allí los vecinos saben hasta el último detalle de la vida de cada habitante, la película dispara una serie de situaciones inesperadas que generan la revolución de todo paradigma. Más allá de la notable peformance del elenco completo, Tres anuncios por un crimen es una obra maestra del volantazo, que se permite estampar al espectador contra escenas de cruda violencia, para luego automáticamente desembocar en momentos de un humor incómodo, que no le teme a los desbordes de absurdo. Así, a una situación límite de tensión, puede seguirle un primer plano del grotesco oficial escuchando el clásico hit Chiquitita, de ABBA. La capacidad de saltar sin transiciones de un tono a otro, y algunos sagaces giros en la trama; son los principales aciertos de una película que barajando temas tan ásperos como los que abarca, podría haber caído fácilmente en el panfleto discursivo, o en el rótulo de "film de denuncia". Más allá de los pesados conflictos que atraviesan los personajes, no hay una intención de que el relato se vuelva un sermón aleccionador. Todo lo contrario, estamos frente a una historia que mantiene al público permanentemente en vilo, y que se permite unos cuantos momentos de explosión catártica. La fortaleza con la que Frances McDormand asume el rol protagónico es clave en todo este engranaje, que si bien remite al universo de dilemas morales de pueblo que tanto han escarbado los Coen, aquí adquiere un vuelo más desatado que el de las películas dirigidas por el mayor de los hermanos; y también marido de la actriz. Por momentos, cierta arrogancia característica de los creadores de Simplemente sangre, Barton Fink y Fargo; empata con Tres disparos por un crimen en su pose fanfarrona. Pero McDonagh, tal vez por su naturaleza británica, tiene mayor soltura a la hora de manejarse con el humor y la ironía. Por lo tanto, los destellos de arrebato logran imponerse sobre la brillante ingeniería de un guión, que con tanto giro podría derivar en un ejercicio narcisista del autor y director. Seguramente, este martes Tres disparos por un crimen levantará nominaciones al Oscar en varios rubros. Y si bien se puede decir que el galardón está "casi" en sus manos, no hay que olvidar que los integrantes de la Academia de Hollywood, a la hora de dar el premio a Mejor Película, generalmente se inclinan por opciones más sobrias y solemnes. En cambio, Tres disparos por un crimen, parte de premisas de drama académico para luego girar el territorio del más desatado sarcasmo. Habrá que ver si por primera vez triunfa un voto un poco más fresco e irreverente. Three billboards outside Ebbing, Missouri / Estados Unidos / 2017 / 115 minutos / Apta para mayores de 16 años / Dirección: Martin McDonagh / Con: Frances McDormand, Woody Harrelson, Sam Rockwell
Critica emitida en Cartelera 1030-Radio Del Plata sábado de 20-21hs. "Tres anuncios por un crimen" (Three Billboards Outside Ebbing, Missouri), película que recientemente ganó 4 premios en los Golden Globes, entre ellos Mejor película dramática, y mejor actriz. Este profundo drama presenta a Mildred (nombre bastante significativo en el universo cinematográfico) interpretada por la sobresaliente Frances McDormand (una de las actrices predilectas de los hermanos Coen) quien coloca tres carteles provocativos e inquisidores en las afueras de la ciudad con el único objetivo de movilizar a la policía local a que resuelvan el asesinato de su hija, quien fue violada y asesinada 7 meses antes del punto cero del relato. En esta pequeña ciudad sureña, donde sin dudas funciona la máxima “pueblo chico, infierno grande” se desata la violencia a partir del reclamo genuino de una madre, pero siendo sinceros, es una violencia que claramente ya estaba presente en esa sociedad y quizás desde ese climax se llegue a un nuevo acuerdo o transformación social, en este sentido auqnue a simple vista no parece hay algo esperanzador en la película. Con respecto a las interpretaciones, en términos generales todos son muy convincente aunque por supuesto se destaca Frances en el papel de Mildred, esta madre aguerrida que busca justicia por su hija e incluso va más allá de eso, querido que no vuelva a sucederle a nadie. "Tres anuncios por un crimen" es una película con mucho humor negro, una profunda violencia que habla de cuestiones como la justicia por mano propia, los femicidios, la xenofobia, la relación entre padres e hijos y por sobre todo de los prejuicios, y posee una fuerte crítica a instituciones sociales como la policía y la iglesia. Mediante la brillantez de sus diálogos rompe la dicotomía tradicional entre buenos y malos, mostrando las contradicciones de la humanidad en sí misma. Pues en "Tres anuncios por un crimen" los personajes no están ni de un lado ni del otro, son ambiguos y cada uno representa otra cosa, e incluso lo más interesante de ellos sruge de su vínculo con los demás. En dicho sentido por ejemplo, Mildred representa la justicia, la venganza y el dolor, mientras que Dixon (Sam Rockwell) representa de forma ambivalente la xenofobia y la redención, y quizás el comisario interpretado por Woody Harrelson encarne la vida finita, el temor y la compasión. Un película profunda sin dudas y bien elaborada, que causa opresión constante en el espectador, retornando constantemente sobre la moraleja de "la violencia genera más violencia" y como dice uno de sus personajes "el odio no resuelve nada". Su clausura abierta y aireosa dejará reflexionando a toda clase de espectador.
Entregar la placa, he ahí el dilema. Desde Gary Cooper en A la hora señalada a Clint Eastwood en Harry el sucio, más Glenn Ford en Los sobornados y Samuel Jackson en Shaft. Allí está el asunto. Al menos como gesto en el cual anida lo demás, en tanto síntesis de lo acontecido y lo que todavía podría suceder. Para llegar allí, a ese momento, habrá que esperar a que Tres anuncios para un crimen suceda y de paso abra unos pertinentes puntos suspensivos. A la manera de un juego de ajedrez, tal como lo expone el sheriff de Ebbing (Woody Harrelson), la película de Martin McDonagh (Escondidos en Brujas) reparte las fichas sobre el tablero y deja que la partida comience. Podría decirse que el juego estaba sobre tablas, casi dormido, pero hizo falta una movida pícara para sacudir el avispero. De esta manera, Mildred (la estupenda Frances McDormand) alquila tres carteles a la vera de una ruta poco transitada, y les deposita consignas, slogans, dedicados a la apatía policial tras la violación y asesinato de su hija. Cuando caiga la primera ficha, las demás comenzarán a atajarse. Y lo que acontezca no tendrá, vale subrayar, consecuencias esperadas. Mediante ardid semejante, apuntado a tocar la base de un nido humano y social, en este caso escondido en un pueblito profundo de Missouri, el director inglés traza una historia que se abruma de sombras. Tres anuncios para un crimen es una película noir, abocada a hundir sus imágenes en la duda y con ellas a sus personajes. ¿Quién mató a esta niña, de manera tan aberrante? Así como lo hiciera David Lynch en Twin Peaks, el enigma que el suceso encierra abre otras puertas, más o menos coincidentes, a veces tangenciales. Por ejemplo, el parlamento de Mildred al cura, dedicado a responsabilizar a todo aquel que decide ser parte de un grupo de comportamientos réprobos, es ejemplar, extraordinario. Podría pensarse que el film de McDonagh contiene muchas (y correctas) bajadas de línea semejantes, pero no, lo que prima es lo hediondo que puede ser el agujero cuando se descubre que todos, más o menos, chapotean en él. Seguramente, la Mildred de McDormand esté destinada a convertirse en uno de los mejores papeles femeninos del último cine, sobre todo por ser pasible de encerrar tantas contradicciones. Con ella habrá de ocurrir en mayor medida la empatía del film, pero hasta ahí nomás. Hay que descubrir por qué y de qué manera nadie es nunca lo que aparenta. Porque Mildred tiene sus momentos vacíos, sin dudas, aun cuando sepa qué decir y cómo, tan segura de sí misma. Ella, sin embargo, nunca ríe. ¿Quién te creés? le dicen, y no sin dignidad. Podría también decirse, dado el caso, que se trata de un film cínico. Pero no, nada de eso. Antes bien, es una película que retrata una hipocresía compartida, para la cual los roles pueden variar de acuerdo con lo tolerable. Allí donde se crea hay buenos o malos venales, mejor ver la película y aceptar que nadie es tan unívoco como para pensarlo de igual modo. En todo caso, la propuesta de McDonagh lo que hace es matizar de maneras incómodas, de cara a una sociedad ‑la norteamericana, en este caso‑ que deja impactarse por la publicidad y la televisión como no lo hace por otros medios. Un comentario semejante valida al cine como tal, todavía resquicio de una mirada crítica. Lo hediondo que puede ser el agujero cuando se descubre que todos, más o menos, chapotean en él. Si Mildred es la (anti)heroína, la mejor de sus réplicas la encarna Sam Rockwell: el perfil de su policía Dixon es hediondo, bruto, vive con mamá, racista, torturador. Cuando estas características sean puestas frente al espejo correspondiente, surgirán otros rasgos; entre ellos, los de una madre que lamenta los buenos viejos tiempos de negros perseguidos. Si el fuego era el arma letal y simbólica con la que los negros eran perseguidos en el sur, a Dixon le sucederá algo no tan alejado de tales características. Ese momento de la película es espectacular, entre otras cosas porque es la situación clásica del western, el duelo: un enfrentamiento que también es mímesis edilicia, entre el edificio de la agencia publicitaria y el de la policía. Dos caras de una misma moneda, dos instancias de control, de consignas imperativas. A las dos ‑allí el quiebre‑ las toma por asalto Mildred, y de una manera que bien podría ser tildada de "terrorista". Ese choque hará surgir de entre sus entrañas de concreto hirviente algo distinto. Pues bien, llegado el momento de dejar la placa ‑y descubra el espectador desde su butaca quién es el protagonista verdadero del asunto, puesto que dicha situación se desdobla en dos escenas‑ lo que asoma tras ese gesto es un manto de connivencia repugnante entre la política y la policía. De los retratos más cáusticos que se le han visto a película norteamericana en estos últimos tiempos.
Mildred (Frances McDormand) es una señora endurecida, de pocas palabras y convicciones fuertes. En el pequeño pueblo de Ebbing, Missouri, compra tres carteles de vía pública, sobre la carretera, para convertirlos en gigantes letreros acusatorios: contra la policía local, que no resuelve la violación y asesinato de su hija. Como es un lugar chico, al día siguiente nadie habla de otra cosa. Con ese punto de partida, el director Martin McDonagh (Perdidos en Brujas), construye un thriller de curioso humor negro, pariente de los films más ácidos de los hermanos Coen, que va desplegando los efectos causados por el desafío de Mildred. En los policías: un impulsivo, grotesco y torpe racista, interpretado por Sam Rockwell y el jefe, honesto y enfermo terminal de cáncer (Woody Harrelson). En su familia: un ex marido violento, su novia bonita y tonta, su hijo (Lucas Hedges) que la acompaña crítica pero silenciosamente. Hay apariencias, sin buenos ni malos, personajes de los que conocemos una dimensión y que pueden desaparecer así como llegaron. La tensión producirá estallidos de violencia y conflictos varios, pero todo tamizado por un tono humorístico, cuya repetición termina por minar el interés. En ese juego con el tono, la película no llega nunca a meterse en serio con los conflictos profundos de su protagonista y los demás personajes, reducidos a piezas de un ejercicio de estilo antes que sujetos con entidad propia. Ganadora en los Golden Globes, es probable que repita triunfos en los Oscar: tiene la temática adecuada para la época. Como cine, no parece capaz de quedar en la memoria más que como otra gran performance de la gran McDormand.
No hay nada más estimulante que una película que interpela al espectador y lo coloca en un lugar incómodo, donde hay más dudas que certezas. Y así es "Tres anuncios por un crimen", que ya ganó cuatro Globos de Oro y seguramente competirá por los Oscar. La tercera película del director Martin McDonagh ("Escondidos en Brujas") se ubica en un pueblo del sur de EEUU. La protagonista es Mildred Hayes (Frances McDormand), una madre indignada porque la policía no encuentra al asesino de su hija, que fue violada y quemada viva. Como protesta, Mildred alquila tres gigantes carteles publicitarios en una ruta para increpar con mensajes al comisario del pueblo. Y son estos carteles los que van a provocar todo tipo de reacciones en la pequeña comunidad. El enfoque que elige McDonagh es excepcional: su protagonista no se comporta como una víctima, es una antiheroína que está jugada y que va a descargar toda su furia contra la policía y las hipocresías de su entorno. El director conserva la impronta tarantinesca de sus primeras películas y muestra la violencia explícita y latente sin tapujos, mientras sus personajes van revelando capas de contradicciones y traumas. "Tres anuncios..." es un drama profundo y duro, pero no hay golpes bajos ni moralina gracias al humor negro que matiza algunas escenas, en las cuales uno puede soltar una risa liberadora. Las actuaciones se merecen un aplauso aparte. McDormand brilla en un papel a su medida, pero el policía que interpreta Sam Rockwell se roba la película.
Necesito encontrar un lugar en el mundo en donde no lea nada de las películas que voy a ver o que nadie me la recomiende porque “es excelente”. Por este motivo fue que dejé de ver tráiler, porque o te suben las expectativas o te la bajan al punto de no querer ver. Con este film me pasó que varias personas me la recomendaron como LA película y…no es tan así, al menos para mí. Es un film que está bien, pero no pasa de eso. ¿Qué quiero decir con “está bien? Bueno, quiero decir que tiene un muy buen guion, una historia verosímil, no es solo un drama familiar. Tiene comedia negra, tiene un humor que no se bien como describir, pero es con miradas y silencios, momentos incómodos entre algunos personajes. Tiene una banda sonora que acompaña, no desentona ni tampoco está demás. Las actuaciones están bastante bien. Mucha gente destaca a McDormand, quien ganó globo de oro como mejor actriz, pero me parece mucho mejor y llamativa la actuación de Rockwell que tiene un personaje que crece a lo largo de la película, sufre cambios notables de personalidad y lo hace muy bien el actor. En su conjunto es una interesante película, pero no es de la mejores que he visto, probablemente gane algún Oscar (sabemos que a la academia le gustan los dramas que pegan bajo, claro ejemplo la ganadora del año pasado)
Ecos violentos de una sociedad resquebrajada. La acción comienza casi por inercia. Mientras Mildred (Frances McDormand) recorre una ruta semi abandonada con su viejo auto, observa tres anuncios gráficos que hace años no son utilizados. En un primer plano, por los gestos de su rostro, nos damos cuenta que se le ha ocurrido una idea brillante. A continuación, vemos a la mujer hablando con el encargado de la agencia de publicidad, responsable de rentar estos anuncios ruteros. El hecho es que han pasado siete meses del atroz asesinato de la hija adolescente de Mildred, y la policía todavía no ha encontrado ningún sospechoso. La rabia, la impotencia y el dolor llevan a la mujer a poner tres mensajes, contenidos en los carteles, dirigidos a las autoridades del lugar en los que cuestiona su inoperancia. Este hecho será la excusa perfecta para desplegar una especie de neowestern tragicómico, que no solo presentará situaciones y personajes hiperbólicos y al límite, sino que además invitará al espectador a repensar la decadente América profunda y su nefasta idiosincrasia. Un territorio moralmente herido, brutal, donde la justicia por mano propia es bastante usual, como sucede en las propias reglas genéricas del western. Aquí todos los personajes son potencialmente buenos y malos, víctimas y victimarios, marcados por un inmenso dolor personal, que se desprende de grandes traumas sociales. Furia es la palabra exacta. Todos están coléricos y necesitan manifestar esa ira de algún modo. La violencia física parece ser la expresión catártica por excelencia, en esta cinta que nos manipula a su antojo ante las efectistas y sorpresivas vueltas de tuerca de un guion contundente. Tres Anuncios por un Crimen también es un film coral, ya que además de la vida de Mildred, indaga la del sheriff Willoughby (Woody Harrelson), quien parece tener buena voluntad, pero se encuentra con una enfermedad terminal a cuestas, y la de Dixon (Sam Rockwell), un joven policía racista y alcohólico, que tiene una relación patológica con su madre. Una bomba de tiempo emocional. Todos atravesados por el cinismo y la incorrección. El humor aquí no descomprime, por el contrario es incómodo y molesto, pareciera que el director se mofa de la tragedia. Nos encontramos ante un universo oscuro, donde los raptos de sentido común solo lo veremos a través de unos pocos personajes, el de Willoughby, sobre todo en sus cartas post mortem (perdón por el spoiler) y el del nuevo sheriff que lo viene a reemplazar. Los demás habitantes del lugar parecen estar sumidos en un espiral de violencia naturalizada, ya que cuando hay brutales golpizas ante sus ojos, nadie parece sentirse afectado…ni hablar de reaccionar. Personas que se mueven de manera instintiva, accionan y reaccionan como animales, con motivaciones poco claras en donde prevalece el sentimiento de venganza. McDonagh concentra el humor y la violencia en un mismo plano, con la intención de provocar risas a partir de la crueldad extrema. Aquí lo impensable puede suceder, lo real está en carne viva, y por más que los personajes se rediman, el ciclo de violencia parece no cesar nunca. Ante tal propuesta es imposible salir del cine indiferente, señores despertemos, el mundo está en llamas.
3 anuncios por un crimen debe haber batido algún récord de guiños progre: la película habla (o balbucea) sobre violaciones, femicidios, machismo, corrupción policial, connivencia de la iglesia, racismo y hasta bullying. Una colección de cucardas que vale por un pasaje directo al Oscar. Ese mejunje de temas resume muy bien la película: McDonagh hace de todo, cualquier cosa, para agradar al público, desde giros narrativos y chistes incorrectos hasta remisiones al cine clásico. El asunto es capturar al espectador de alguna forma, como se pueda. 3 anuncios por un crimen se da aires de western: hay rutas vacías, un pueblo, una mujer que entra a un local como si abriera la puerta de un saloon, y una banda sonora con una guitarra que suena lo suficientemente fuerte como para que a nadie se le escape la referencia. Pero a McDonagh le interesa poco y nada el universo afectivo del western, solo se sirve de sus coordenadas como un nene caprichoso que se cansa rápido de su juguete y enseguida va a buscar otra cosa. Lo que sigue después de eso es un cambalache de registros actorales y de recursos de guion que confunden la indeterminación con la estupidez. El director debe creer que interrumpir (dos veces) una escena de violencia doméstica en su momento más dramático con un momento de comedia puede ser leído como signo de inteligencia. En otra escena, Mildred, derrotada y a punto de claudicar, ve a un ciervo improbable que se le acerca: el personaje rápidamente habla y se dirige al ciervo diciéndole algo así como “yo sé que vos no sos mi hija, pero igual gracias por visitarme”, como si burlarse de ese tipo de recursos fuera muestra de vaya uno a saber qué clase de destreza narrativa, cuando solo se trata de la autoconsciencia más chata imaginable. Es todo así: McDormand alterna ataques de ira con momentos de juego tonto porque la película quiere mostrarla como un personaje “complejo”. En un momento, la mujer juega a que sus pantuflas hablan entre ellas y hace las voces de las dos; después, va e incendia una comisaría con bombas molotov. Es que Mildred es un personaje “difícil”; la ambigüedad como seña de calidad o algo por el estilo. Hay otros personajes que se transforman inesperadamente por designio del guion vía giros narrativos imposibles que quieren sorprender. Gimmick narrativo: la película adopta el punto de vista de uno de los malos, porque eso debe suponer alguna especie de transgresión. Otra sorpresa: los malos no lo son tanto y los buenos tampoco. Maravillas de la complejidad. Resulta que uno de los presuntos villanos tiene cáncer y se lo muestra agónico y despidiéndose de su familia. Al final parece que el tipo era un poco bueno, explica la película a través de tres cartas leídas desde el off en un arranque epistolar poco habitual (por buenas razones). Woody Harrelson salva la mayor parte de las escenas en las que está: su registro anfibio, que oscila entre la agresión y la comedia triste, se integra perfectamente en el paisaje de la película. McDormand tiene menos suerte porque le tocan unos cambios de tono imposibles que van del silencio y el recogimiento a estallidos de furia puntuados por gags. Puede tocarle que en una escena se divierta haciendo buenas migas con el enano del pueblo y que en la siguiente vuelva a su casa, se encuentre con el párroco sentado en su living y tenga que revolearle por la cabeza un elaborado discurso anticlerical. El cura no había aparecido antes ni lo hará después, nunca se llega a ver la iglesia del lugar ni se habla de religión, pero tal vez McDonagh creía necesario decir algo sobre los vicios de la iglesia y de los curas que violan nenes, tampoco es cuestión de preocuparse demasiado por la situación del relato. En una cena y de manera imprevista, el enano le canta las cuarenta a Mildred: no sea cosa que solo por ser petiso y bonachón la película se perdiera de insuflarle una conveniente dosis de maldad al hombre (rigores de la misantropía). Misma cena: Mildred está en un restaurante elegante con el overall que usa toda la película, como si la mujer no pudiera ponerse otra cosa, había que mostrarla así, toda desaliñada y llamando la atención de los comensales porque eso brindaba una excusa ocasional para el humor. Humor cruel, al fin, que es a lo más que aspirar el director: salvo por el encanto incombustible de Woody Harrelson, en 3 anuncios por un crimen no hay comedia, sino burlas lanzadas contra el otro, como ocurre durante el calvario que atraviesa Dixon (el malo que se transforma), plagado de chistes a costa suya y de su miseria que llegan como castigo por sus actos previos. Moraleja: está bien reírse de Dixon porque el tipo es despreciable y se merece todo lo que le pasa. La fórmula hace acordar bastante al sistema de castigos propio de los hermanos Coen, pero los Coen al menos son buenos narradores. La misantropía y la autoconciencia baratas no suelen dar grandes películas.
A una mujer enfurecida porque la violación y asesinato de su hija aún no tienen culpables se le ocurre una idea que va a romper -por lo visto mucho más que el crimen- la monotonía del pueblito de Missouri en el que vive: pagar para que en tres enormes carteles publicitarios al lado de una ruta abandonada, justo donde atacaron a su hija, aparezca la leyenda “Violada mientras se moría”, “¿Y todavía no hay arrestos?”, “¿Qué pasa, jefe Willoughby?” Aunque sea de modo indirecto y solo porque la película se estrena justo ahora, el comienzo de Tres anuncios por un crimen dialoga con una cuestión tan actual como son las estrategias con las que el feminismo están visibilizando los abusos sexuales, convirtiendo en grandes carteles lo que antes se ocultaba en la normalidad o en el secreto. Pero lo hace con toda la libertad de la ficción, y este es uno de sus mayores méritos. Porque en lugar de un estereotipo de madre sufrida, Mildred Hayes -a cargo de una Frances McDormand con aires de Rambo, de mameluco y bandana, en pie de guerra- es un personaje en el que la bronca y el dolor se mezclan de una manera explosiva, como esas molotov que en un momento arroja contra la comisaría. Mildred camina en la cuerda floja, entre la lucidez y la locura. Tenía una hija adolescente que fue violada y asesinada varios meses atrás, y le da rabia que la policía local no se ocupe del caso. Así que hace, como tantas víctimas que no encuentran otra manera de hacerse notar, un gesto desmesurado. Solo que Mildred está lejos de ser solamente eso. Y la película que se construye a su alrededor tiene aires de comedia negra, porque no hay nada que no se aproveche para el humor violento en Ebbing, el pueblo donde vive: el jefe de policía que está muriendo de cáncer, el agente interpretado por Sam Rockwell, un tarado que vive con la mamá white trash que toma cerveza mientras lo maltrata, el enano galante que quiere tener una cita. El pueblo de Ebbing es tan homofóbico y racista como el mundo al que podría representar, pero eso no lo convierte exactamente en el infierno ni en objeto de horror. Por el contrario, lo que la película despliega es un juego entre los personajes donde cada cual tiene sus razones, y sobre todo donde las ideas de cada unx no son motivo de rechazo porque el diálogo –aunque sea desde la confrontación en un principio, y luego desde la solidaridad– es posible. Tres anuncios para un crimen es la tercera película de Martin McDonagh, director y dramaturgo británico-irlandés que en In Bruges (2008) y Seven psycopaths (2012) desplegó una galería de personajes violentos, asesinos a sueldo o perdedores en la que Mildred Hayes encaja perfectamente, tanto como forma parte del medio en que vive. No es ella contra el mundo, sino ella en ese mundo violento haciendo lo que está a su alcance. Tampoco se trata de que haber perdido a su hija en manos de un asesino y violador la vuelva cualitativamente distinta: el dolor, parecería decir Tres anuncios por un crimen, es de todxs y no justifica nada. Pero sí hay pequeños gestos, en un personaje al que Francis McDormand le presta una cara pétrea, que revelan el corazón casi candoroso de la película detrás de su superficie brutal, llena de cuerpos que se lastiman y palabras que se escupen como veneno: en un momento Mildred ve una pequeña cucaracha negra patas para arriba en el marco de la ventana y en un gesto rápido, quizás porque sí, la da vuelta con la punta del dedo. Ella es eso, y también es la bestia que dice en tono de burla “Me parece que el enano quiere coger conmigo”, así como la portadora de una sed de venganza que se inscribe en el ámbito violento en que vive. El recorrido de los personajes femeninos en el cine reciente tuvo sus altibajos pero es cierto que hay una tendencia a que las “mujeres fuertes” deban ser también heroínas impolutas, y hasta tuvimos que soportar a la Mujer Maravilla dando una perorata sobre el amor después de la culminación violenta de su película. Cuando cada vez más películas parecen guiarse por un criterio de ejemplaridad, un personaje que pueda estar equivocado es un alivio.
El bueno, el malo y el feo El nuevo filme del director de “Escondidos en Brujas” (2008) retoma el leitmotiv nada es lo que parece. No sólo en la historia sino también en el entrecruzamiento de géneros. A simple vista podríamos estar hablando de un thrille,. por otro lado, el espacio físico y la presentación y desarrollo de los personajes son un claro homenaje al western. Y a pesar de todo esto en ningún momento se instala definitivamente en un género. Es cine negro y al mismo tiempo una comedia dramática. El perfecto equilibrio que se muestra a lo largo de la proyección se basa antes que nada en un guión que tiene al humor negro como sostén de la tragedia. Y viceversa. Los diálogos son utilizados a fin de construir empatía con las acciones de los personajes, pero además la película se sirve de ellos para instalar su mirada sobre los algunos de los males endémicos del gran país del norte: el racismo, la ignorancia, la manipulación de la clase media, incluso la locura sobre la vigencia de la segunda enmienda, sobre la libre portación de armas, casi como una de las raíces de la violencia. Esta multiplicidad de la que hablábamos también puede ser vista en las acciones, las que se desarrollan en un pueblo rural a cuya calle principal, para ser un verdadero filme del oeste le faltan los caballos, o le sobran los automóviles. La calle principal es tomada casi como un personaje más. El diseño de puesta en escena es fundamental; la dirección de arte hace que todo fluya sin sobresaltos narrativos ni espaciales, siendo imprescindibles para esto la dirección de fotografía y su trabajo de la iluminación y los claroscuros. Todo está en relación directa con el diseño de sonido (la banda de música) y el montaje. Como ejemplo detengámonos en una escena dentro del restaurante. La heroína se va a enfrentar a uno de sus antagonistas, se bambolea manipulando un elemento como si fuese un arma, los movimientos corporales de ella y el punto de vista elegido en la mirada de su ex marido (pues de él se trata) son de una precisión absoluta. La historia es en apariencia sencilla; pero sólo en apariencia. El impacto es duradero y deja mucha tela para cortar. Mildred Hayes (Frances McDormand) es una campesina de alrededor de 50 años que vive en las afueras del pueblo. Carga con el dolor por la violación y asesinato de su hija adolescente y decide enfrentar a la policía local por considera que no hacen lo suficiente para resolver el caso. Utiliza unos carteles linderos a la ruta en la entrada del pueblo para acusar a los policías al menos de inoperancia, y esto hará que ya nada sea igual; pueblo chico, infierno grande. El sheriff Willoughby (Woody Harrelson) sabe que no se encuentra en condiciones de resolver el caso y que su quietud puede ser leída como desdén. Por otro lado, su ayudante, el alguacil Dixon (Sam Rockwell), no es tampoco un dechado de virtudes, casi un representante de lo peor en este catálogo de personajes. Y las aguas se dividen en el pueblo. Ganadora de cuatro Globos de Oro, aparece como una de las firmes candidatas en la próxima entrega de los premios de la academia de Hollywood. Todo esto no sería posible si la realización no contara con las excelentes actuaciones de sus protagonistas, entre los que se destaca el rol representado por Frances Mc Dormand. En él se sostiene la mayor parte del relato; genera identificación a partir de su dolor, y por momentos rechazo por su accionar. Algo similar sucede con Woody Harrelson, pero de manera inversa: pasamos del rechazo a la casi comprensión. Sam Rockwell es de otro planeta; el odio que destila se le vuelve en contra desde quienes funcionan del otro lado de la pantalla. Nadie es tan bueno, ni tan malo, ni tan feo, de manera taxativa; acá no hay maniqueísmo. Aún con la vuelta de tuerca nada queda resuelto del todo; la completitud del texto queda en cada espectador y ése es el juego final del director. (*) Realizada en 1968 por Sergio Leone.
Crítica emitida en radio.
Humor negro, drama y violencia se combinan muy hábilmente en la nueva película del realizador de “In Bruges”, protagonizada por unos excelentes Francés McDormand, Woody Harrelson y Sam Rockwell, que viene con muchas posibilidades de quedarse con varios premios Oscar. El universo y los personajes a los que invita a entrar la nueva película del director de IN BRUGES son, en principio, fascinantes, ya que, si bien responden a ciertas tipologías establecidas del sur norteamericano, a la vez son lo suficientemente ricos y particulares como para generar mucha curiosidad y una extraña forma de empatía. McDonagh tiene el talento para volver casi queribles a seres que por distintos motivos uno consideraría normalmente despreciables, sea por su personalidad, sus comentarios raciales o políticos, o por cientos de otros detalles. Pero nada es blanco y negro en su universo y 3 ANUNCIOS POR UN CRIMEN (THREE BILLBOARDS OUTSIDE EBBING, MISSOURI es el más preciso título original) es una película muy graciosa y dramática a la vez, sobre esos distintos tonos de grises. De entrada queda claro que el relato se constituirá en base a una serie de choques de tono y contradicciones permanentes. Frances McDormand encarna, como solo ella puede hacerlo, a Mildred Hayes, una mujer agresiva y mala onda. Pronto sabremos sus motivos: nueve meses atrás su hija fue violada y asesinada y no parece haber pistas ni ya más investigación policial sobre el caso. En un costado de una ruta medio abandonada desde la llegada de la autopista se topa con tres enormes carteles publicitarios que hace años no se usan y decide utilizarlos como modo de protesta ante la policía local criticando su falta de accionar. Su acusación es personal y ataca directamente al jefe de la fuerza en Ebbing, Missouri, el Chief Willoughby, encarnado por Woody Harrelson. El tema es que, si bien la mayoría de los policías de la ciudad son bastante impresentables, el jefe Willoughby no sólo parece ser un hombre noble y responsable sino que tiene cancer y le quedan pocos meses de vida. La va a ver a ella para decirle que no se trata de desidia sino que no hay pista alguna, pero Mildred –tan dolida como enojada– no da el brazo a torcer, ya que espera que el pequeño escándalo local que están causando esos avisos logre que se reactive la investigación. Pero lo que generarán será más y más caos, revelaciones, hechos violentos, muertes y otras yerbas en una comunidad que, a partir de esos avisos, empezará a sacar “sus trapitos al sol” como nunca antes. La trama incluye policías violentos y racistas (Sam Rockwell), enanos enamoradizos (Peter Tyrion Lannister Dinklage), ex maridos violentos, hijos, esposas viejas y nuevas, madres horribles, publicistas en apuros y otros personajes de una ciudad que entrará literalmente en combustión. Toda esta negrura estará tamizada por un tono humorístico ejecutado con muy buen timing por el extraordinario elenco. A cada situación potencialmente violenta, dramática o emocional la seguirá un gag o una respuesta cómica. Y así avanzará el relato, poniéndose cada vez más duro, sangriento y gracioso a la vez. McDonagh es un especialista en humor negro y bien se podría decir que ese es el género que enmarca a su película, en una zona habitada por los hermanos Coen, con una temática casi tarantinesca y un universo propio al de novelas policiales de Elmore Leonard o el viejo Jim Thompson, con un nihilista toque irlandés. El problema del filme, el que no le permite en mi opinión alcanzar la grandeza o la calidad a la que parece aspirar, es que su sistema se vuelve demasiado mecánico y hasta previsible una vez que promedia el relato. El constante cambio tonal, la reiterada salida humorística (preferentemente, puteadas muy bien utilizadas) y la necesidad de una y otra vez poner a los personajes en situaciones exageradamente ambiguas tornan al filme demasiado “sobrescrito”: se le notan los hilos todo el tiempo, al punto que uno parecería poder leer el guión escrito sobre la pantalla. Eso no quiere decir que la película no tenga grandes momentos o que no sea muy divertida o se acerque a tocar temas complejos y de alcances, si se quiere, hasta filosóficos, pero McDonagh casi nunca se permite penetrar la cáscara emocional de esos personajes ya que prefiere siempre cortarla mediante el ingenio y el chiste. Es cierto que tampoco los personajes se permiten demasiada introspección, pero sus actitudes parecen demasiado manipuladas por un guión que los hace actuar y hablar de maneras un tanto caprichosas. Por momentos hay algo demasiado cercano a esa canchera superioridad del cine de los hermanos Coen en el tono y eso le hace perder los puntos que la película gana cuando se atreve a acercarse más en profundidad a las difíciles y conflictivas emociones que atraviesan sus personajes. Y es una lástima que eso suceda porque, como decía al principio, el universo y los personajes del filme son tan ricos que merecían ser tomados un poco más en serio y con menos guiños de guionista cool. Así cómo está, 3 ANUNCIOS… es una por momentos muy buena película que, por exceso de condescendencia, dejó pasar la oportunidad de ser una obra maestra.
Crítica emitida en radio.
La melancolía de los compases de Mildred Goes to War de Carter Burwell resuenan como himno de resistencia, la música Hillbily, poderosa, anticipa y describe desde la primera escena a la protagonista, Mildred (Frances McDormand) es una mujer que busca el esclarecimiento de la muerte de su hija adolescente. El director Martin McDonagh juega con el conservadurismo salvaje de Misouri y pone a esa mujer un contexto misógino y violento, en donde debe librar una guerra en soledad, no en vano, Burwell crea este temón lírico – su playlist está nominado como mejor banda sonora- y lo titula “Mildred va a la guerra”. Mildred pone tres letreros con diferentes leyendas relacionados con el asesinato de su hija, de ahí McDonagh nos introduce en una drama bien narrado, perfectamente orquestado, que conmueve desde la primera secuencia. No soy fan de McDonoghan, deje por la mitad Siete Psicópatas, aunque banqué un poco a Escondidos en Brujas (va más bien apoyé la dupla Gleeson/Farrel) pero en esta se PASA. Más allá del híbrido en el que se convierte – una llora, rie, un pastiche- 3 anuncios para un Crimen es un peliculón. Incluso cuando uno piensa que ese relato perfecto va a flaquear por alguna obviedad, McDonoghan se apoya en McDormand y la explota al máximo. Cada mirada, frase e interpelación de Mildred es una celebración cinéfila, un manifiesto feminista acerca de valorizar el rol de la mujer en un una sociedad en donde parecería no valer demasiado. Cada plano de Mildred/McDormand – los primeros planos denotan incluso su inmensa belleza- genera empatía y acercamiento a un personaje que sufre. Además, esta heroína es inteligente, una mujer brillante. Hay un monólogo de Mildred en contra de la iglesia que provoca que uno quiera levantarse de la butaca y aplaudirla, bueno es lo que genera Tres anuncios para un crimen, el aplauso contenido al menos la primera hora de película. El villano, Dixon – – un policía racista, desagradable y violento se presenta como la contrafigura de Mildred. Rockwell, nominado a mejor actor de reparto por la Academia, compone un personaje desagradable. Recordemos su legendario “Billy The Kid” en Green Miles, un ser rechazable, hasta por sus hábitos ecatológicos. Bueno el nivel RECHAZO de Dixon va por ese lado. Con una madre tan violenta como el -Brillante Sandy Martin y uno de las grandes olvidadas de los Oscars- Dixon hace un espectáculo para que se lo odie. Un ser entrañable es el comisario Willosghby (amamos tanto a Woody Harrelson), la voz de la razón y sin duda la primera parte de la película es suya. Podría escribir tomos sobre Tres Anuncios para un crimen, que tiene en algunos pasajes el tono de comedia de las películas de los Coen, que el drama y la nostalgia que maneja es similar a la que usó Taylor Sheridan en Wind River (véanla también por favor) y que seguramente sea la ganadora de los premios Oscars. Tienen que ir a ver Tres Anuncios para un crimen, una película en donde esta mujer libra una batalla contra un pueblo que decide ignorarla
Lo mejor de todo reside en el trazado de los tres personajes principales. Ella, terca como una mula y dispuesta a cualquier cosa con tal de dar con el asesino de su hija; Dixon (Sam Rockwell, brillante), un policía racista e indisimuladamente estúpido que le tiene aversión desde el comienzo –y que es quien se acerca más al estereotipo white trash–, y el mismo sheriff Willoughby, quien, paradójicamente, además de ser el supuesto responsable de la inoperancia policial, es el personaje más querible del cuadro. La dinámica tiene su interés: en un pueblo pequeño todos se conocen y saben sus historias al dedillo, y esta película expone con acierto esa cercanía comunicativa entre los personajes, aun cuando parecieran odiarse. Similar en estética y en tono a la notable Sin nada que perder, de David Mackenzie, aunque sin llegar a la altura de esta última, alterna notablemente el buen humor con el drama más recargado. El director británico Martin McDonagh ya lo había hecho en películas como Siete psicópatas y Escondidos en Brujas, pero aquí pule su estilo aun más, agregándole mayor carga existencial. El final, abierto y sobresaliente, es de esos que dejan al espectador con una gran duda. Quedan instaladas algunas ideas difusas sobre el dolor, las revanchas irreflexivas, las espirales de violencia y la justicia por mano propia, pero tanto conclusiones como moralejas quedan reservadas para la platea.
Hay dos maneras de ver esta película. La primera, como una especie de policial de denuncia: una mujer -excelente McDormand- busca que se aclare la violación y asesinato de su hija adolescente hostigando al sheriff local con tres carteles puestos en la ruta. Pero eso es solo el principio. Lo que sigue es una historia que escala en caos ante la ausencia de una verdadera justicia, lo que pone a todos los protagonistas en un campo de moral difusa donde poco a poco se hace lugar la venganza. El realizador McDonagh ha demostrado con Escondidos en Brujas y la fallida Siete psicópatas, que su fuerte reside en la mezcla de tonos (a pesar de lo dramático de la situación de base y de algunas más, el film no carece de momentos de comedia ni de ironía, aunque en este último caso se trate de ironía trágica), y posee una visión del mundo donde todo se vuelve absurdo y desproporcionado. No cabe duda de que el personaje de McDormand crea una empatía fuerte, que incluso en sus momentos más extremos algo nos pide justificarla. Pero la película toma distancia y nos deja pensar por nosotros mismos. Quizás el mayor problema consiste no en su imprevisibilidad -nunca sabemos cómo van a reaccionar algunos personajes- sino en la creación de acontecimientos laterales que pueden resultar redundantes, pero esto es un mal del cine contemporáneo. El final, otra ironía, no deja de ser desolador y luminoso a la vez. Aún sobrecargada de acontecimientos, una película interesante.
El Oscar, ese elemento tóxico. Bueno, no tanto quizás. Porque sirve para que se vuelva a hablar de cine, al menos por poco más de un mes. Algunos, por motivos profesionales (aunque lo haríamos igual si tuviéramos otros trabajos, porque antes cinéfilos que aplicados) hablamos todo el año de cine; pero hay un “público ampliado”, que en enero-febrero habla de películas así como en unos meses hablará del mundial de fútbol, que hoy presta especial atención a actores y directores, y a historias de las que antes estaban con mayor frecuencia en la cartelera. Sería muy snob quejarse de esa atención, y sería poco estratégico. Hay que hablar de los Oscars, pero no para llevar la conversación a los Oscars sino al cine. Que no es lo mismo. Una película como Tres anuncios por un crimen se presta a estas confusiones. Que si va a ser muy nominada, que si fue poco nominada, que si está hecha con cálculo cínico para ser nominada, que si no le importa nada de nada, que si engaña que si voy que si vengo. Pero hablemos de otra cosa, o de esta cosa del cine. En primer lugar, el título de estreno latinoamericano es obviamente perjudicial, no sólo porque la sonoridad del original tiene un atractivo que se pierde, sino además por el agregado plúmbeo de sentido, del anclaje fuerte en “el crimen”. El título en España fue “Tres anuncios en las afueras”, mucho menos traicionero; pero sirva de consuelo americano que en la península ibérica hay más y peores traiciones, de esas llamadas doblajes. Crimen: sí, un crimen es lo que deriva en los anuncios, y los anuncios ponen a andar la narrativa. Y esta narrativa es sorprendente, y puede ser considerada bamboleante y hasta contradictoria si uno no entiende que está ante algo distinto a un policial, o a un thriller de pertinaz búsqueda de justicia. Three Billboards Outside Ebbing, Missouri es un título que nos dice claramente el punto de partida, en términos de ubicación y de narrativa y que no va hacia atrás, no apunta sus sentidos hacia el crimen (por eso el flashback puede pesar más si uno la ve con el título latinoamericano). El punto de partida es una de las claves de la película, de las películas, como si el director y guionista Martin McDonagh nos dijera que hay que sacarle el óxido a la narrativa y repensar el cine de hoy. McDonagh hace cine como si no sintiera el peso del consumo, como si no se preocupara de obedecer las fórmulas al uso. Así, narra sin pausas y sin apurarse, y se permite algo hoy en día notable y que marca caminos posibles, o -mejor dicho- todavía posibles si se resiste en la comunión del cine con los espectadores: la posibilidad de cambiar de tono, de emoción, de modificar con un gesto, con una reacción, la relación entre personajes. En ese sentido, hay algo evidentemente magistral en la escena a solas entre Mildred (Frances McDormand) y Willoughby (Woody Harrelson) que cambia de emoción a una velocidad que no parece plausible en el cine medio (craso) de hoy. Y en ese y en otros momentos McDonagh demuestra que sí, que se puede. Y que el dolor, el llanto, la alegría, la violencia, el amor y la muerte siguen ahí para formar parte del cine como siempre, y siempre pueden combinarse con la risa, con el absurdo, con esas maneras sabias de mirar el mundo; esas son las catarsis más recomendables, nos dice un narrador convencido, que con esta película se ubica mucho más allá de la idea de anudar de forma verosímil -por favor, no usemos “el verosímil”- las acciones. En ese sentido, no es muy grato reclamarle a esta película que se basa en muchas casualidades o en cambios de parecer en los personajes. No estamos ante un cine atado a esos menesteres sino ante un mundo de fantasía demasiado parecido al real, al de unos Estados Unidos en (otra) crisis de identidad, quizás esta vez un poco más grande, y que por eso ya ni siquiera sabe si y cómo aplicar la violencia: eso se condensa en un final tan memorable como emocionante, noble, gracioso, trágico, como todo este relato que nos hizo llorar con alguna carta de despedida también noble, trágica y graciosa porque era sabia, o al revés.
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Three Billboards es una denuncia y espejo hacia la sociedad actual, que dentro de sus increíbles diálogos al compás de las actuaciones, hoy por hoy debería consolidarse y verse a futuro como una gran obra de culto. Es una comedia dramática de tono negro, donde la historia gira en torno a una madre que intenta obtener la justicia que hasta ahora ha eludido a su hija muerta. Pero está lejos de ser sencillo. Las acciones tienen consecuencias, tanto emocionales como físicas, y cada una de ellas crea eventos que van en un espiral fuera de control. Y ese es el poder del guion de McDonagh, donde el espectador siente que ha sido llevado en un viaje tan profundo y conmovedor como lo es, a veces, impactante y que invita a la reflexión. Mildred Hayes (Frances McDormand) es una madre que se encuentra malhumorada, angustiada y afligida por la violación y el asesinato de su hija, también por la aparente inacción del sheriff local, Bill Willoughby (Woody Harrelson), para realizar arrestos. Posteriormente manda a publicar tres vallas a las afueras de la ciudad, acción que le da el título de la película y también supone un intento de avergonzar a la policía que no toma medidas posteriores al asesinato de la joven. Mientras el sheriff Willoughby sigue congeniando con la difícil situación de Mildred, él tiene sus propias batallas para luchar, dejando a su segundo oficial –con tendencias violentas-, Jason Dixon (Sam Rockwell), para tratar de disuadir a Mildred en su lucha por la justicia y respuestas al caso. Decir mucho más sería un grave perjuicio para el guion de McDonagh, que rara vez permite que las cosas se desarrollen de la manera que el público podría esperar. En cambio, es mucho mejor sentarse y disfrutar de los diversos matices de esta compleja tragedia, que examina las nociones de culpa, mortalidad, dolor y venganza de manera ejemplar, exponiendo temas como el asesinato, sadismo, violación y maltrato hacia la mujer, a través de la ventana a la denuncia contra las autoridades, la ley, la burocracia la -in-justicia, mientras se aplica la violencia dentro de la subjetividad y “lo justo”, convirtiéndola en una película políticamente incorrecta en una sociedad apabullada por la obligatoriedad por lo políticamente correcto. Al igual que hizo con In Bruges (2008) y Seven Psychopaths (2012), McDonagh logra encontrar comedia en los lugares más oscuros, pero aquí exhibe una mayor madurez acorde con el tono generalmente más sombrío de la película, que a su vez le da un mayor impacto. Esta es una historia en la que la muerte es tanto un personaje como los que aparecen en la pantalla. Las consecuencias de dejar de existir es un compañero doloroso para ellos. En cuanto a las actuaciones, se debe decir que son realmente impresionantes, especialmente el trío central. Frances McDormand es la fuerza, una madre formidable cuyo deseo de venganza está tan alimentado por su propia “culpa” como su enojo por la falta de detenciones. Ella no teme ser desagradable. Pero esto solo la hace más humana y sus momentos de compasión más conmovedores, tanto, que a la fecha de hoy, debería asegurarle la estatuilla del Oscar como Mejor Actriz. Harrelson, por otro lado, tiene un muy buen papel: un hombre que tiene su propia relación con la muerte, que mantiene una dignidad y sensibilidad que es totalmente entrañable. Sus escenas con McDormand son absolutamente absorbentes y las mejores de la película. Mientras tanto, Rockwell es el bromista aparente del grupo: un “tonto” que genera las mayores risas, pero cuyo recorrido por la película es tan inesperado como a veces notablemente conmovedor. Es una actuación deslumbrante del actor que simplemente mejora cada vez más. McDonagh, en la dirección, producción y guion, logra un equilibrio casi perfecto entre el drama y el humor, aplicándolo en el extraño momento de la acción para mantener las cosas animadas, pero confiando más en el carácter y la destreza de la narración para mantenerte aferrado. Es un testimonio de su habilidad como escritor el hecho de que es capaz de hacer ver a los espectadores equivocados en varios puntos de la película, al tiempo que ofrece un conjunto de personajes que son capaces de luchar con sus emociones y llevarlos en diferentes direcciones. En ese sentido, Three Billboards es una obra audaz e intrépida que trata a su audiencia como adultos y que ni siquiera teme caer en un final que puede dividir la opinión. El final es un clímax bellamente considerado que seguramente promoverá la naturaleza provocativa de la película como un todo, al tiempo que fomentará muchos de los debates inherentes. Con un montón de premios en su bolsillo, no se sorprenda de encontrar esta película recibiendo muchos más elogios en el camino a los Oscar a celebrarse en el mes de marzo. Es merecedor de cada uno de ellos, y, probablemente, la gran ganadora de la noche.
Batallas grandes y pequeñas. La siguiente crítica contiene el análisis de gran parte de la trama de la película. Quienes no hayan visto la película y no quieren conocer puntos importantes del guión, pueden dejar de leer acá. Una mujer (Frances McDormand) pasa por tres carteles publicitarios abandonados junto a una ruta en las afueras de Ebbing, Missouri. Decide buscar en el pueblo al responsable de ese espacio publicitario y pagar por un mes de alquiler. En la noche en la cual los están colocando un oficial Dixon (Sam Rockwell) de policía de Ebbing pasa por los carteles y se sorprende al leer su contenido. Los tres carteles rojos con grandes letras negras y en ese orden dicen: “VIOLADA MIENTRAS MORÍA”, “¿Y TODAVÍA NO HAY ARRESTOS?” y “¿CÓMO ES POSIBLE, JEFE WILLOUGHBY?”. Mildred Hayes, la mujer que pagó por esos carteles es la madre de la víctima del asesinato que aun está impune. Las consecuencias del cartel no se hacen esperar, por supuesto. El jefe de policía William Willoughby (Woody Harrelson) es el principal personaje expuesto por los carteles, pero lo toma con mayor calma que el violento oficial Dixon. Lo primero que dice Willoughby sobre Dixon es que es una buena persona, algo que a los espectadores le costará creer, al menos en un comienzo. “Nos enfrentamos a una guerra” le dice Willoughby a su esposa (Abbie Cornish), pero no es la única batalla que él deberá enfrentar, porque está enfermo de cáncer y no tiene cura posible. Escena tras escena los personajes van agregando capas que los vuelven más complejos. Willoughby es, en ese aspecto, el más conmovedor. Pasamos de despreciarlo al leer los carteles y creer que es el tipo más siniestro del pueblo a sentir por él una empatía total por su tragedia en la escena en la que no puede evitar escupir sangre sobre Mildred. Toda esa escena es el resumen de la película, y el motivo por el cual Harrelson debería ganar un Oscar. Su vergüenza –por el cáncer- le pasa por encima a su remordimiento por no resolver el caso. Pero ambas cosas están juntas. Su personaje es clave, es quien despierta a partir del reclamo frontal de Mildred y quien intenta despedirse buscando una nueva oportunidad para todos los que lo rodean. Su familia, la propia Milldred y también el oficial Dixon, a quien solo Willoughby parece ver con ojos benignos. Hay algo vital y alborotado en la película. Cada escena es intensa y memorable, no hay, incluso en las supuestas escenas más relajadas, momentos bajos en la película. Cuando no hay una tremenda escena de violencia, el diálogo más intimista termina en un instante de igual potencia. Más allá de que su tono con muchos apuntes de humor negro le hace descuidar algunos personajes secundarios, cada uno de los personajes principales de esta película tiene vida propia. Contrario a lo que se puede imaginar, no se ve la mano de un guionista que busca controlarlos, sino que los personajes parecen encontrar sus propios rumbos, cambiando, evolucionando, contradiciéndose. No están seguros, buscan la manera de seguir adelante. En ese aspecto el director Martin McDonagh es todo lo contrario a los Hermanos Coen. Los hermanos Coen no dejan de controlar al milímetro a sus personajes y no le dedican, en general, mucho espacio a que generemos por ellos empatía alguna. Son mejores realizadores, no hay duda, pero también son diferentes y no creo que esta película los imite en lo más mínimo. Esta característica de los personajes define a toda la película, que tampoco es fácil de encasillar. Aunque el punto de partida sea la denuncia de una madre reclamando por su hija, 3 anuncios por un crimen, no parece buscar ser la película ideal de la coyuntura que enfrenta hoy la industria del cine de Hollywood. El poderoso personaje protagónico no es una heroína con una bajada de línea inequívoca, y con el correr de los minutos la figura de los villanos va cambiando, por lo que tampoco es ideal para marcar una posición política en el cine actual. Martin McDonagh es un director algo desparejo, preocupado por la construcción de personajes más allá del realismo y la lógica del guión. Escondidos en Brujas y Siete psicópatas son la prueba de esto. Una vez más, la absoluta falta de realismo en una película que inicialmente parecía enmarcarse en ese tono, es algo que no puede ser pasado por alto. 3 anuncios por un crimen no es una película previsible ni busca un discurso inequívoco, pero sí está llena de humanidad, ese es su mayor acierto.
Ficha técnica: 3 anuncios por un crimen (Three Billboards Outside Ebbing, Missouri, Origen: Estados Unidos-Reino Unido/2017). Guión y dirección: Martin McDonagh. Elenco: Frances McDormand, Woody Harrelson, Sam Rockwell, Peter Dinklage, Lucas Hedges, Abbie Cornish, Caleb Landry Jones, Zeljko Ivanek y John Hawkes. Distribuidora: Fox. Duración: 115 minutos. Estrenada el 18/01/2018 Tres anuncios por un crimen es el nuevo film de Martin McDonagh, quien anteriormente había captado la atención de la crítica y el público con Sie7e psicópatas y En Brujas, nos trae ahora una historia con algunas -muchas- reminiscencias al cine de los hermanos Coen, pero tambien al de Quentin Tarantino. La trama nos presenta a Mildred (encarnada por la genial Frances McDormand), una mujer madura que agobiada por la muerte de su hija a partir de una violación, se siente indignada y harta por lo que considera la inacción o complicidad policial en Ebbing, la cuidad donde vive. Por ello, tan audaz como ocurrente la mujer determina alquilar por un año entero tres carteles que se hallan al costado de la ruta que hay que atravesar para entrar y salir de dicho lugar. ¿Por qué tres carteles? Porque tiene varias cosas que denunciar y exhibir ante el aparente pueblo adormecido. Sin embargo esto genera el malestar de toda la fuerza de seguridad, en especial del comisario Willoughby (Woody Harrelson), quien atraviesa serios problemas personales, además del irreverente y nefasto agente Dixon (Sam Rockwell). Inicialmente la trama se tiñe de sed de venganza, violencia y desmadre; con una alta cuota de humor negro e irónico pero a medida que vamos conociendo los conflictos más internos y las complejidades de los personajes, y de ese particular y miserable pueblo, van virando hacia un relato más sensible que da lugar al planteo moral y cuestionamiento de lo que anteriormente se vio, a la vez que Mildred reconoce que en algún punto, sus acciones son motivadas por la excesiva culpa que siente por el tipo de relación que tuvo con su hija, y por la distancia que había entre ellas. Tres anuncios por un crimen resulta una radiografía en algún punto incómoda de la sociedad norteamericana y de los cada vez más comunes casos de justicia por mano propia, pero también se constituye como un ensayo sobre la noción de moral y sobre los valores personales y la hipocresía colectiva. Tal vez lo más destacable del film sea, además de la actuación magistral de McDormand, el final abierto que permite que sea cada espectador quien registre de uno u otro modo el relato, y saque sus conclusiones.
Alquimia fílmica exquisita… 3 carteles por un crimen es una experiencia cinematográfica rara y original, que combina la comedia negra, el drama y el género policial. Es una propuesta única, con personajes fascinantes y una línea argumental profundamente pensada. Imperdible. Lo mejor: · El guion · Los personajes · La calidad actoral de los protagonistas
Crítica emitida por radio.
CULTURA, ARTE Y EVENTOS Por Patricia Chaina Motor cine: Tres anuncios por un crimen Parado entre Tarantino y los hermanos Coen, Martin McDonagh acaricia lo áspero para reflexionar con mucho humor sobre la condición humana. En un drama cargado de ironía, la oscarizada Frances McDormand revalida sus títulos. (Por Patricia Chaina (Especial para Motor Económico)) En Tres anuncios por un crimen, el realizador anglo irlandés Martin McDonagh –aquí también guionista- traza una curva creativa entre el asesinato de una adolescente y la moral del norteamericano medio: insensible, machista y racista. Alumbra una escena cruel sin redención ni sosiego. Apuesta al odio para socavar la corteza porosa de la indiferencia. Y configura una heroína: Mildred Hayes, una mujer desesperada por justicia para su hija asesinada, dispuesta a reclamar a viva voz respuestas ante la inacción policial. Un personaje que encuentra en Frances McDormand la ductilidad perfecta para materializarse. La historia toma posición de largada en las afueras de Ebbing, en una ruta abandonada donde la cartelería publicitaria quedó en desuso. Allí, esta mujer coloca tres gigantografías incendiarias. La primera sostiene: “Violada mientras moría” y con ese impulso de lo atroz, la película atraviesa el estado de Missuri y llega al corazón del espectador. Porque la firmeza de carácter de la protagonista es tan estoica, como obtusa es la mirada de ese pueblo y de esa policía local. Un drama cargado de ironía que avanza como un policial negro sostenido por la emotividad. Sin embargo, cuando todo parece encaminar hacia el film-noir, ese estilo tan norteamericano donde todo termina irremediablemente mal, Tres anuncios por un crimen, pasa del drama a la comedia sin solución de continuidad, al estilo Tarantino, y sin artificios. Con un ribete western, además. El humor funciona como punto de apoyo y lo áspero se convierte en oportunidad: Fargo y la influencia de los Coen, pero con otra paleta de colores, menos fría. McDonagh maneja la ironía con tono expresionista, es grandilocuente y en el sarcasmo se lucen los pequeños gestos. Las actuaciones: todas descollantes. A la par de McDormand, el cuestionado comisario Willoughby está en las manos de un impecable Woody Harrelson, y el prototipo del desquiciado agente Dixon en una versión muy genial de Sam Rockwell. Evolucionan con los acontecimientos. Y se trata de acontecimientos demenciales. Y podría ser real. Esta certeza acompaña al espectador en cada escena, porque la magia creativa de McDonagh en la dirección abusa de lo terrible, para posicionarse en un escenario que pone a prueba permanentemente, la paradoja de la comprensión en las almas asoladas por la hostilidad. Derecho al Oscar: Estrenada en 2017, Tres anuncios para un crimen, entra por la puerta grande a competir por el Oscar. Está candidateada para los rubros: Mejor película, actriz protagónica, actores de reparto, guion original, edición y música original. No entró Martin McDonagh como director. Pero estas seis nominaciones, garantizan varios premios para su película. Lo obvio pero merecido, es la estatuilla para la protagonista, quien ya se impuso en la industria: Frances McDormand ostenta la potestad de la “Triple Corona de la Actuación”: Óscar a mejor actriz por Fargo, Premio Tony como mejor actriz por la producción de Broadway Good People (2011) y el Emmy como mejor actriz en miniserie por Olive Kitteridge (2014). tres anuncios.jpg **FICHA: **Tres anuncios por un cimen. (Título original: Tres anuncios en las afueras de Ebbing, Missouri, EE.UU.) Reino Unido, 2017/Guión y dirección: Martin McDonagh/Música: Carter Burwell/Edición: John Gregory/Elenco: Frances McDormand, Woody Harrelson, Sam Rockwell, Peter Dinklage. Duración: 115 minutos/Calificación: apta para mayores de 16 años.
Anunciada previamente como una de las películas de la temporada, con un galardón a Mejor Guión en el Festival de Venecia, el Premio a Mejor Película Dramática y Mejor Actriz para Frances McDormand en los Globos de Oro, y siendo una de la grandes candidatas en los Bafta, 3 Anuncios por un Crimen, dirigida por el británico Martin McDonagh (Escondidos en Brujas, Siete Psicópatas), se presentaba como una de las producciones del 2017 que no había que dejar pasar por alto. La cinta gira en torno a la vida de Mildred Hayes, llevada a cabo por Frances McDormand, una mujer de 50 años que perdió hace siete meses a su hija adolescente, víctima de violación y homicidio, y que disconforme con la búsqueda, y la falta de resultados, decide emprender una guerra contra la policía misma, alquilando tres vallas publicitarias, abandonadas cerca de su casa y en una ruta poco transitada, y publicar en ellas tres anuncios que demuestran su enojo con la situación. Pese a que el lugar elegido sea en un camino escondido, la noticia no tardará en circular, ni generar las debidas repercusiones, más teniendo en cuenta tanto el fuerte contenido que los mismos anuncian, como las palabras empleadas. Si bien con anterioridad el pueblo apoyaba la causa de Mildred, entendiendo el dolor y la indignación que acontecimientos del tal magnitud puedan generar sobre los familiares de la víctima, el acto de protesta no será bien visto, especialmente por lo chocante de los mensajes publicados, así como tampoco por el hecho de que uno de los carteles acusa al jefe de policía Bill Willoughby (interpretado por Woody Harrelson), quien padece un cáncer terminal, y cuya noticia sea del conocimiento de toda la población. A su vez, Willoughby comprende la situación de aquella madre, pero considera injusta y un tanto duras las acusaciones que recaen sobre su persona. Otro personaje elemental en la historia será el oficial Dixon (Sam Rockwell), quien será el primero en visualizar los anuncios, y que perderá los estribos en reiteradas ocasiones, a medida que se vayan dando una serie de sucesos. La idea de poner en tela de juicio, y retrotraer el tema del fallecimiento de su hija, la espantosa forma en que se dio, y el hecho de que no se haya encontrado al culpable, funciona como disparador, y capta la atención, tanto de la policía, cuestionada por su poca efectividad a la hora de rastrear y encontrar al responsable, como de los medios, atentos al impacto que puede generar la noticia de colocar tres anuncios en vallas publicitarias, sobre el crimen mencionado.. Lejos de ser la película sobresaliente que algunos dicen, 3 Anuncios por un Crimen alterna de igual manera, buenos y malos momentos. A veces las exageraciones, tanto en lo que respecta al guión, como las actuaciones, manchan parte de la historia. Algunas escenas, incluidas a la fuerza, tampoco favorecen a la cinta, ni ayudan su narración, y hasta incluso llegado a entorpecer el desarrollo de la misma. Si bien se entiende que por momentos el foco se sitúa en la violencia que puede provocar todo lo acontecido, podemos decir que a McDonagh en varias oportunidades se le va la mano, siendo innecesariamente excesivo. No obstante, y pese a correr el riesgo de perder el sentido de la historia, y sus múltiples líneas, en general logra reincorporarse, y tanto el hilo narrativo, como el suspenso que este genera, se mantienen en pie. Otro punto a destacar es la cruza de géneros, y como por momentos el film, ubicado desde un comienzo en los entramados del thriller, deriva en situaciones más próximas a la comedia negra, o hasta tintes dramáticos, delineados de forma correcta. También se percibe un enfoque en lo referido a la condición humana misma, en como a veces se termina generando conciencia a partir de hechos negativos, que repercuten en las fallas previas de nuestro accionar y en cosas que quizás no debimos hacer o decir. La acusación del padre de la joven muerta, sobre Mildred, retrotraerá a su memoria hechos pasados, reforzando un sentimiento de culpa, que resultará siendo al fin, un motor para proseguir y sostener aún más firmes las mismas intensiones. Estás condiciones, serán las que lleven a la toma de decisiones puntuales, tanto al jefe de policía, como Dixon, siendo de considerable importancia la dirección que tome cada una de las historias personales, que terminarán guiando el desenlace mismo de la película, y en un final acertado.
A través de la comedia negra el director angloirlandés Martin McDonagh, quien proviene de la dramaturgia, supo forjar su particular e irónica visión en el plano cinematográfico. Con In Bruges y Seven Psychopaths definió desde un principio su contenido brutal que iba más allá del lugar explícito y se transformaba en recurso estilístico, en atmósfera artística de la crueldad humana. Con Three Billboards Outside Ebbing, Missouri retoma el humor negro pero desde un lugar mayormente centrado en el carácter dramático. Y a través de ello, se permite jugar con distintos sentimientos relacionados a la pérdida El film inicia con una descripción geográfica de las afueras de Missouri y de los carteles en cuestión. Tres espacios publicitarios venidos a bajo, desgastados, olvidados. Los mismos se encuentran en sintonía con el dolor de Mildred (Frances McDormand), metáfora física de su tristeza e indignación por la muerte y violación de su hija y la ausencia de justicia por parte de las fuerzas policiales. La lucha de Mildred muy probablemente no la ayude a esclarecer lo ocurrido con su hija, pero McDonagh utiliza las acciones de su protagonista para realizar la catarsis de necesita, para enfrentar no solo el horror vivido sino también para prevenir que continúe ocurriendo con tanta impunidad. Mildred alquila por un año los tres carteles para utilizarlos como fuerza de choque, como un grito de justicia imposible de acallar. Tres frases que exigen un acto de esperanza ante tanto dolor. Y si bien el estar ante ello es un constante recordatorio del horror vivido por Mildred y su familia, como bien lo sufre también su hijo menor Robbie (Lucas Hedges), los tres anuncios también son los elementos canalizadores de la ira y el dolor de gran parte de esa comunidad. En especial para el jefe de policía Willoughby (Woody Harrelson), receptor principal al que está dirigido el mensaje de Mildred, y también el del detestable y racista oficial Dixon (Sam Rockwell). Ambos, más allá de su lugar como miembros de la ley, son ejemplos personificados del manejo de la ira y el dolor. Willoughby enfrentando un cáncer, el cual se presenta como síntoma de las faltas de resolución del caso. Dixon como ejemplo de la ineficacia y la tergiversación del uso de la ley en camino de atreverse a redimirse. La lucha llevada a cabo contra la institución policial desata una de serie de incidentes y resentimientos que hallan su epicentro en los tres personajes mencionados, los dos oficiales y la mujer, pero que también extienden su golpe de efecto al resto del pueblo, exponiendo a la doble moral y su hipocresía idiosincrática como hacedora y víctima del horror. Todo resulta ser producto del problema de una sociedad que solo se convierte en la forma de perpetuación y acrecentamiento de dicho mal. Sí, en medio de todo ello está nuestra protagonista como aguerrida luchadora contra ello, pero ella también puede desdibujar por momentos la causa, siendo devorada por la misma. Así como el cáncer devora la culpa de Willoughby, el fuego los crímenes de Dixon, el duelo a Mildred y su familia, y a todos, sin excepción alguna, los devora la ira que todo ello desata. Los tres anuncios a las afueras del pueblo ficticio de Ebbing, en principio derruidos, se erigen sobre sí mismos con la fuerza de su contenido, de su pedido de justicia. Tres monumentos que llaman a recordar y a luchar por lo que es justo y que inyectan de furia y vida a los personajes con la misma fuerza de ese rojo poderoso que rodea al mensaje. Un mensaje que no es fácil de afrontar, pero que en manos de su director y la excelente labor de McDormand, se disfruta y admira con la misma fuerza que es llegada al público. Y de esta forma, se logra que los tres carteles, y los hasta ahora tres films del director, sigan de pie con la impactante fuerza que los caracteriza.