La disyuntiva ética A diferencia de otras novelas de Agatha Christie, Asesinato en el Expreso de Oriente (1934) no cuenta con muchas adaptaciones cinematográficas y la mejor sigue siendo -mal que le pese a Kenneth Branagh- la de 1974 de Sidney Lumet, la cual asimismo es una de las mejores traslaciones de toda la obra literaria de la legendaria autora de relatos de misterio. Ahora es precisamente el director y actor británico el encargado de dar nueva vida a la investigación llevada a cabo por Hercule Poirot, el detective belga que protagonizó tantas aventuras escritas por Christie, un profesional obsesivo que no descuida ningún detalle y gusta de abrazar una lógica de impronta casi matemática. Si bien la película es bastante digna porque consigue no pasar vergüenza con una historia hiper conocida, a la que evita aggiornar por demás, lo hecho tampoco le alcanza para superar al gran Lumet y compañía. El guión de Michael Green, quien viene de escribir -junto a Hampton Fancher- la excelente Blade Runner 2049 (2017), respeta el planteo y buena parte del desarrollo paradigmático de la novela: Poirot (hoy Branagh, antes Albert Finney) se sube a último momento al famoso tren del título y termina encabezando la pesquisa en pos del asesino de Ratchett (Johnny Depp), un hombre nefasto que en verdad se llama Cassetti y fue responsable del secuestro y muerte de Daisy Armstrong, una niña hija de padres acaudalados. Mientras que el detective escudriña la escena del crimen e interroga a cada uno de los pasajeros, las pistas falsas se superponen a sus homólogas reales con el objetivo central de despistar al protagonista y empantanar toda la investigación. Entre los sospechosos encontramos a personajes varios encarnados por un gran elenco de estrellas, como ocurría con la versión de la década del 70. La propuesta de Branagh posee tres actos muy diferenciados que varían mucho en cuanto a su eficacia retórica. La primera parte se condice con el prólogo, ese que suele variar de adaptación en adaptación, y aquí nos lleva a un resultado apenas positivo por la tendencia del cine actual a querer caer “simpático” mediante facilismos cancheros que no calzan con el tono cerebral del opus de Christie, aunque de todas formas tampoco llegan a arruinar el devenir. El segundo capítulo es sin duda el más satisfactorio porque se juega de lleno por la serie de entrevistas de Poirot, algo que se agradece de sobremanera ya que por un lado respeta el fluir original del enigma y por el otro va a contramano de casi todo el mainstream de nuestros días, el cual suele apostar por la imagen más pavota para narrar y prácticamente no utiliza la verborragia florida de antaño, esa que enarbola la realización que nos ocupa. Ahora bien, el segmento más problemático es el final, el correspondiente al célebre “desenlace de las dos opciones”: el convite recurre a un acento meloso que empaña el remate y lo hace un poco cursi y redundante, cayendo en esa típica sobreexplicación de las últimas décadas que pretende dejarle todo servido en bandeja al espectador vago, insulso y caprichoso contemporáneo. Es una lástima que por este error la obra no pueda escalar en serio a una excelencia potencial que hasta se puede vislumbrar en la muy buena dirección de actores por parte de Branagh, logrando un notable equilibrio entre todos los intérpretes en función de la necesidad principal de fondo, léase que la misma historia brille. A pesar de que el camino igualmente nos conduce al final de siempre, uno que pone en primer plano la disyuntiva ética de Poirot y de la justicia en su totalidad (recordemos que debemos elegir entre la “solución conveniente” y la otra, la compleja, la enrevesada, la sucia, la real), lo cierto es que el film renuncia a aquella frialdad -tan irónica como rutinaria- del héroe por una misantropía hoy algo lavada que subraya con torpeza los cuestionamientos morales de base. Incluso así Asesinato en el Expreso de Oriente (Murder on the Orient Express, 2017) sale bien parada del entuerto por el carisma del inglés, su destreza detrás de cámara, una estética general muy cuidada y la vigencia de un relato genial que se ubica entre los grandes clásicos de la literatura universal, al que el presente opus ayuda a difundir una vez más…
Dirigido y protagonizado por Kenneth Branagh, Asesinato en el Expreso de Oriente es una remake del clásico de 1974 y está basado en la novela homónima escrita por Agatha Christie. Hercules Poirot -Branagh-, el detective belga de gran bigote y olfato para resolver casos policiales, planea sus vacaciones a bordo del Expreso de Oriente, que va de Estambul hacia Londres. Sin embargo, el descanso se ve interrumpido cuando uno de los pasajeros es asesinado a puñaladas y, como si fuera poco, el tren queda varado luego de una avalancha de nieve en el medio de las montañas. Con este esquema que coloca el misterio en primer plano, se enciende una investigación en este relato que esconde varios interrogantes, pasado tortuoso y acumula a los doce sospechosos que viajan en el tren. Asesinato en el Expreso de Oriente remite al cine policial clásico, con sus tiempos y explicaciones, una puesta casi teatral y un gran pulso narrativo impreso por Branagh para convertir al espectador en un pasajero más. Su cámara recorre pasillos, persigue de espaldas a figuras escurridizas y las tomas cenitales convierten a todos en "presas" de un mal mayor. Como en toda novela de Agatha Christie se acumulan detalles, interrogatorios y la inteligencia y el humor de Poirot para dejar al descubierto al asesino de turno en una trama que va uniendo el pasado de los personajes a manera de un rompecabezas, donde la venganza toma cuerpo, y es potenicada por los flashbacks sobre los minutos finales. Con un elenco de lujo que cumple con las expectativas de la historia, viajan en el Expreso: Johnny Depp como el cruel y elegante señor Ratchet; el mayordomo encarnado por Derek Jacobi; la viuda personificada por Michelle Pfeiffer; la princesa, a cargo de Judi Dench; además de Penélope Cruz y Willem Dafoe. Con un magnífico escenario nevado de fondo, reconstrucción de época, un comienzo enigmático en el Muro de los lamentos, en Israel, y un final que anticipa Muerte en el Nilo, el siguiente caso de Poirot, la película llega en un momento en que el cine necesita recuperar la atmósfera de los relatos clásicos.
Llega una nueva adaptación del clásico de Agatha Christie que tiene como personaje central a uno de los detectives más famosos del mundo, Hercule Poirot. “Asesinato en el Expreso de Oriente” es un clásico de la literatura de misterio, pergeñado por la gran Agatha Christie en 1934. Como sabrán, la novela cuenta con dos adaptaciones previas, un telefilm de 2001 donde Alfred Molina componía al mítico detective, y la que considero la mejor adaptación hasta la fecha que es el film de 1974 dirigido por Sidney Lumet (“Tarde de Perros”, “Serpico”) y protagonizado por Albert Finney. Aquella película del ’74 fue aclamada por la crítica y tuvo 6 nominaciones a los premios Oscar, llevándose el de Mejor Actriz de Reparto por la labor de Ingrid Bergman. Tanto esa adaptación como la que hoy nos convoca cuentan con elencos estelares que dotan al relato de cierto atractivo interpretativo, y cabe destacar que ambas cintas funcionan como adaptaciones logradas. No obstante, este relato queda relegado a la sombra del de Lumet por algunas cuestiones narrativas y decisiones del director. En la nueva versión el encargado de llevar el universo concebido por la escritora británica es ni más ni menos que su compatriota Kenneth Branagh (“Henry V”, “Frankenstein”, “Hamlet”), un director a primera vista perfecto para la enorme tarea de volver a llevar al detective belga a la pantalla grande. El guion corrió a cargo de Michael Green, quien tuvo un excelente año con muy buenos trabajos en “Blade Runner 2049″, “American Gods” en la TV y “Logan” en el universo cinematográfico de los X-Men. La combinación Branagh/Green no falla, pero tampoco llega tan lejos como uno podría pensar. Para los que no están familiarizados con el relato, la película cuenta la historia que transcurre arriba del legendario tren Orient Express, donde tiene lugar un asesinato y el detective Poirot se ve obligado a salir de unas aparentes vacaciones para tratar de desentrañar el misterio que circunda alrededor de una extraña muerte donde hay varios sospechosos. Una intriga, un muerto, un espacio cerrado y la presencia de varios desconocidos terminan de conformar el escenario donde se va a desarrollar la acción. El largometraje cuenta con estructura clásica hecha y derecha compuesta por tres actos bien delimitados. En una especie de prólogo, se nos presenta al detective que se encuentra terminando de resolver un robo en Medio Oriente. Con cierto aire cómico y buscando innecesariamente la complicidad del espectador, uno termina conociendo a esta versión moderna de Hercule Poirot, donde mantiene ciertas características del personaje original como por ejemplo su obsesión por el orden, su método deductivo y su tranquilidad a la hora de considerar todas las pistas posibles. Nunca se apresurará a establecer una teoría y siempre sus sospechas y/o certezas serán informadas en el final del relato. Sin embargo, en este film se le imprimió un sentimiento de megalomanía, convengamos que nunca fue modesto, pero tampoco llegó a considerarse “El Mejor Detective del Mundo”. Por otro lado, también se lo ve como un personaje sin grises donde las cosas están bien o mal (moralmente hablando) y quizás su visión tanto en el libro como en la versión de Lumet no era tan así. Luego de aquel prólogo introductorio, la acción nos llevará a Estambul, donde se le comunica al detective que tiene que ir inmediatamente a Londres por un caso a resolver. Así es como acude a su amigo Bouc (Tom Bateman) para conseguir un lugar en el impresionante Expreso de Oriente. Será ahí en la estación donde se nos irán presentando algunos personajes mediante un gran plano secuencia que describe el movimiento del protagónico de Branagh desde que llega hasta que aborda el tren. Otros los vimos previamente en pequeñas escenas de presentación, y el resto los terminaremos de conocer una vez que el relato nos lleve arriba del transporte de lujo. El segundo acto, y quizás el más interesante, es luego de que se produce la muerte (no profundizaré demasiado en detalles para los que no conocen la historia) y Poirot es impulsado por su amigo para que tome el caso. Es así que el protagonista procederá a investigar a todos los pasajeros del tren mediante una serie de interrogatorios/entrevistas que respetan en mayor medida el espíritu de la novela. Si bien como es lógico se producen algunos cambios, la esencia se mantiene. Será durante el desarrollo que seremos testigos de la excelente dirección de fotografía de Haris Zambarloukos (“Thor”, “Locke”), un gran trabajo de vestuario y dirección de arte para la reconstrucción de época y un buen trabajo interpretativo por parte del multiestelar elenco reunido para la ocasión. La principal falencia de la película tiene que ver con el último tramo del film y algunas decisiones que toma el director. Si bien la obra es más que digna y atractiva, Branagh provoca una suerte de corrimiento del género, impulsando más el drama que el misterio o el suspenso producto del modus operandi detectivesco/policial. Además, la dicotomía por la que atraviesa el protagonista producto de su inquietud moral en el final del relato, le resta importancia a la investigación y vuelven al asunto más teatral y catártico en vano. Esa quizás es el arma de doble filo del largometraje de Branagh. La teatralidad producto del bagaje shakesperiano del director resulta contraproducente en cuanto a la intriga y la tipología genérica, pero por otro lado es eso lo que hace que el director pueda dotar al film de una agraciada dirección de actores. Al igual que en la película, tenemos dos opciones/formas de ver el relato. Una más sencilla y una un poco más compleja. La primera es ver al film como una agradable y entretenida propuesta que podría haber sido mucho más pero que sin embargo, no defrauda. Una cinta con una lograda estética, un sublime manejo de cámara y un elenco a la altura de las circunstancias, donde seremos testigos del retorno de Hercule Poirot. La otra opción es verla como una obra a la sombra de su homónima de 1974, con una tendencia a la sobreexplicación, una narrativa que sufre un poco la falta del thriller, entre otras cosas. No se ustedes, pero yo me quedo con la primera opción.
EL HÉROE MELANCÓLICO Siendo Asesinato en el Expreso de Oriente un clásico whodunit (Who has done it? ¿Quién lo hizo?) era un verdadero misterio saber cómo se podía llevar a la pantalla un best seller de ese género que a su vez se ha llevado a la pantalla. Quien haya leído la novela de Agatha Christie (publicada como tan el 1934) o visto la película de 1974, jamás olvidará la resolución de la historia. ¿Si la respuesta al enigma principal se conoce, qué queda? Más allá de apostar a los cientos de miles que jamás leyeron el libro o han oído hablar de la escritora o de una película basada en su texto, queda claro que si este film no aportaba algo nuevo, quedaría para muchos como un mero ejercicio de género sin mayor profundidad. Pero la sorpresa es que de este encierro aparente, Branagh sale más que airoso, directamente sale consagrado. Asesinato en el Expreso de Oriente (2017) es una verdadera obra maestra. Tan notable es la esta nueva versión de la historia que la resolución del crimen pasa a un absoluto segundo plano en lo que a sorpresa se refiere. Es difícil, de todas maneras, saber cómo se ve esta película si uno no sabe el final. Pero mientras que la versión de 1974 era aburrida y superficial, el film de Branagh es de una profundidad y un nivel de emoción que incluso supera a la novela de Agatha Christie. El director y el guionista ponen todo el énfasis en dos cosas: el personaje protagónico, Hercule Poirot (interpretado magistralmente por Branagh) y la tragedia horrible que dispara todo el conflicto del film. Ver más de una vez Asesinato en el Expreso de Oriente confirma que no importa saber quien lo hizo ni como lo hizo, el crimen es una excusa para tratar otros temas. Poirot es presentado de forma jocosa y espectacular, a la vez que se establece su moral, sus ideas del mundo y su concepción de la justicia. El detective busca desesperadamente el equilibrio, lo perfecto, lo simétrico, lo que es correcto. Pero desde el comienzo muchas señales indican que el mundo es imposible de controlar, aunque se puedan resolver los enigmas. En los primeros minutos de película, y muy al estilo Branagh, hay un gran despliegue visual, un montaje veloz y también mucho humor. Poirot resuelve en caso y allí queda claro la talla de su talento como detective. Ahí recibirá una notificación para volver urgente a Londres, lo que lo colocará, gracias a un amigo, dentro del Expreso de oriente. Esto lo sumergirá en el asesinato que da título a la película y que será un antes y un después en su carrera. Olvidémonos de la novela, de otras adaptaciones, esta nueva versión tiene vida propia y puede y debe ser interpretada como una obra completamente independiente y solitaria. La información está en la película, no necesita referencias ni otros datos. Poirot es el mejor detective del mundo, eso queda muy claro, es un obsesivo por la perfección y el equilibrio, también queda claro. No acepta trabajar para un hombre de dudosa moral cuando dentro del tren le ofrece que lo ayude a saber quien lo amenaza. “Existe el bien y existe el mal, y no hay nada en el medio” dice el detective al comienzo de la trama. Es un héroe que lucha por equilibrar un mundo desequilibrado. Ve el crimen como una falla del sistema que debe ser corregida. Este héroe antiguo, de otra época, encuentra en el Expreso de oriente un marco ideal. El tren es el lugar perfecto, con el menú perfecto, bello, pulcro, sofisticado, impecable. Como ese bigote que Poirot intenta cuidar como una obra de arte, el tren es un viaje a otra época, la película enfatiza mucho su condición de pieza fuera de tiempo. Pero el crimen lo cambiará todo. El tren se descarrila, el mundo de Poirot entrará en crisis y el detective se verá obligado a resolver el crimen pero también a cargar sobre sus hombros el máximo sacrificio. Apasionado y entretenido con su novela de Charles Dickens, Historia de dos ciudades, guardando el retrato de una mujer amada pero lejana, el melancólico Poirot encuentra su felicidad en el restablecimiento del orden, en el equilibrio de la balanza. Toda la película está teñida de una profunda melancolía, reflejo de su protagonista. Clásica y fuera de moda, Asesinato en el Expreso de Oriente es un objeto proveniente del pasado, para una sensibilidad romántica ya olvidada. Pero a no confundirse, porque estéticamente la película tiene una narración clásica pero un estilo que sin problemas se integra al cine actual. Los actores, que parecían invitados a hacer cada uno su show, se comportan de forma sobria y equilibrada, al servicio de la trama y no buscando su lucimiento personal. El guión usa dos o tres trucos para que no sea tan fácil resolver el crimen y se las ingenia para que todo tenga un mínimo de lógica para los espectadores actuales. Con un poco de suerte, los espectadores serán capaces de disfrutar y valorar a estos personajes nacidos en otra época, en un mundo diferente al que vivimos hoy, aunque no ajeno a nuestras propias angustias. Algunos detalles estéticos de Branagh son un poco preciosistas y distraen, pero varios de ellos están relacionados con algunas ideas religiosas que el realizador busca agregarle a su historia. El Hercule Poirot de esta película es el gran personaje cinematográfico de este año. Un héroe melancólico de estilo fordiano. A nadie, tanto como a él, le afecta tanto la resolución del crimen. La resolución del misterio lejos de ser una sorpresa, es una enorme suma de emociones. Puede sonar raro, pero entre lágrimas –aun sabiendo cómo termina la historia- se va terminando de armar el rompecabezas que explica que fue lo que pasó. El ingenio de Poirot se despliega en la simpática escena inicial, pero en el final esto cambia por una mirada mucho más oscura y amarga. No solo renuncia a sus creencias, sino que también debe ocultar la forma brillante en la que resolvió todo. El fin de las certezas, el fin del blanco o negro, pero a la vez la confirmación de que el heroísmo todavía es posible. Lo era en la época en la que transcurre la película, lo puede ser aun hoy en la película de Branagh.
Agatha Christie es una de las escritoras mas conocidas del mundo entero. Sus novelas tienen fama internacional, y sus creaciones mas conocidas son Miss Marple, y el protagonista de esta cinta, el clásico detective belga Hercule Poirot. Para la gente que no lo conoce, imaginen Sherlock Holmes, pero ególatra. La trama, es clásica para las novelas de Christie. En el espíritu de Los Diez Indiecitos, un grupo de extraños viaja en el Expreso de Oriente. En el medio del viaje, descubren que uno de los pasajeros ha sido asesinado. Mientras tratan de sortear el bloqueo en la vía que tiene varado al tren, todos deciden lo mismo. Antes de llegar a la próxima estación, tienen que resolver el crimen, para que no todos queden mancillados con la sospecha. Y quien mejor que Hercule Poirot, el mejor detective del mundo, para lograrlo. Básicamente esa es la historia, pero así de simple como parece, es más compleja que muchas. Esto se logra de varias maneras. Pero la principal es el reparto. Sinceramente, si a priori alguien me leía los nombres de la gente que interpretaría a nuestros sospechosos, hubiera dicho que es imposible juntarlos. Empezamos con Kenneth Brannagh, quien a mi humilde entender, es uno de los mejores directores ingleses de las ultimas décadas, basta con ver películas como Hamlet, Los Amigos de Peter, Frankenstein, Dead Again, Mucho Ruido y Pocas Nueces, etc. En los últimos años, y llevado por la maquinaria de Hollywood, estaba dirigiendo blockbusters, y gracias a Dios, volvió a lo clásico, volvió a lo que sabe. La película es fotográficamente una obra de arte. Cada plano, cada encuadre, la reproducción de época, el vestuario, todo se siente como una obra clásica, cuasi shakesperiana, algo que no se ve mucho en el cine actual de pantallas verdes y CGI. A esto se suma Johnny Depp, en tal vez su mejor interpretación desde que empezó con Jack Sparrow, Michelle Pfeiffer en una vuelta a las bases demostrando porque se transformo en una estrella, el siempre confiable Willem Dafoe, la enorme y constante Judi Dench, Derek Jacobi, un actor clásico ingles que ya ha participado en muchas películas con Brannagh, y Penélope Cruz, Josh Gad, Leslie Odom Jr., Daisy Ridley y muchos mas. Como todas las películas de Agatha Christie, el fin de la misma es tratar de adivinar el final, quien es el culpable. Los que hemos visto la versión de Lumet del 74, o leído la novela (ambas las he hecho) sabemos lo que paso, pero eso no impidió que disfrutara los climas y los duelos actorales que aquí tenemos, casi como un match de esgrima de dos campeones, que se disfruta por el virtuosismo que todos agregan a este clásico. Recomendación personal, véanla en el cine. Visualmente la película no tiene desperdicio, y verla en televisión puede desmerecer la experiencia.
Nueva adaptación del clásico relato de intriga y misterio de Agatha Christie, que en esta oportunidad se vale de recursos técnicos únicos y precisos para lograr una propuesta con toques de nostalgia y virtuosismo, a pesar que en algunos momentos parezca teatro. El elenco multinacional, además, otorga la entidad de espectáculo a una historia conocida, pero que se aggiorna a los tiempos que corren. Para ver en cine y disfrutar los paisajes a través de la ventanilla del tren.
Ambiciosa remake de un clásico policial. Clásico de clásicos en materia de literatura policial clásica, las aventuras del detective belga Hercule Poirot creado por la escritora británica Agatha Christie solo tienen por encima a la figura indeleble del sabueso de Baker Street, Sherlock Holmes, animado por la imaginación de otro inglés, Sir Arthur Conan Doyle. Ambos, junto con el Padre Brown de K. G. Chesterton (otro inglés) conforman la santísima trinidad de detectives que forjaron la época de oro de los detectives pensantes. Algunas décadas más adelante este modelo resignaría protagonismo en el género ante el recio avance de los Marlowe y Spade, los más violentos y oscuros investigadores de la novela negra, creados por Raymond Chandler y Dashiel Hammett. Pero esa es otra historia. Actor, cineasta, dramaturgo y, claro, también inglés, en su rol de director Kenneth Branagh se ha especializado en llevar al cine piezas clásicas de la literatura y el teatro de su país. Ha adaptado a Shakespeare, el Frankenstein de Mary Shelly y ahora avanza sobre la obra de Christie, filmando una novela que también es un clásico del cine: Asesinato en el Expreso de Oriente. La misma cuenta con unas cuantas adaptaciones, de las cuales la más recordada es la filmada por Sidney Lumet con Albert Finney en el rol de Poirot. Una diferencia fundamental separa a ambas versiones: el tamaño. Mientras Lumet filmó una pieza de cámara, donde la clave está en el clima asfixiante, casi de cuarto cerrado, que se produce cuando el famoso detective debe resolver un asesinato cometido en el mismo vagón del famoso tren que va de Estambul al corazón de Europa occidental en el que él mismo viaja, Branagh decide apegarse a los tiempos que corren. Su apuesta incluye la espectacularidad de algunas escenas en las que la gran protagonista es la computadora que genera las imágenes panorámicas de la capital turca de comienzos del siglo XX o las del desfiladero en donde el tren queda atrapado a causa de un alud. Pero más allá de esa ambición espectacular (que se extiende en algunas escenas de persecución en las que, por un rato, Poirot también es un héroe de acción), Branagh se anota varios porotos a favor. Uno de ellos es el tono del relato, que oscila entre lo dramático y lo farsesco según lo demande el clima de cada momento. Y la elección de un elenco capaz de moverse entre esos extremos sin que la cosa se desequilibre. El director cuenta además con la experiencia como para coreografiar algunos travelings más efectivos desde lo estético que de lo narrativo, y componer algunos cuadros en los que usa un concepto clásico de puesta de cámara para que el punto de vista defina muchas veces los vínculos y las relaciones de poder entre los personajes. Por supuesto que también, shakespeareano al fin, Branagh se pasa un poco de rosca con algún monólogo realizado a la luz de una lámpara de gas y sobre el final realiza un giro ético que merecería alguna discusión adicional.
El Expreso Clue “Asesinato en el Orient Express” no es sólo la novela más emblemática de Agatha Christie, sino también la más emblemática de todo un género dedicado a plantear homicidios imposibles en sitios exóticos y dotados de un suntuoso elenco de sospechosos. Asimismo la adaptación más emblemática de la historia es la que hizo Sidney Lumet en 1974, algo que la nueva versión de Kenneth Branagh, por más simpática que sea, no empieza a cambiar. ¿Qué tiene la versión de 1974 que no tenga la de 2017? Un tren, para empezar. El de Asesinato en el Expreso de Oriente (Murder on the Orient Express, 2017) no se ve mucho más real que el de El Expreso Polar (The Polar Express, 2004), que para colmo queda varado en medio de una tormenta de nieve. Por dentro el tren parece más convincentemente una serie de sets con forma de tren que una recreación digital, sobre todo por la cámara cenital y el uso de lentes angulares, indicativos de un problema espacial real. Lo que sí tiene la nueva versión es un elenco envidiable de actores. ¡Johnny Depp! ¡Penélope Cruz! ¡Michelle Pfeiffer! ¡Willem Dafoe! ¡Judi Dench! Esto en honor al casting de la original, que ostentaba un elenco de estrellas como ya no se acostumbra en el cine de hoy. Acumular celebridades en una sola película - en un solo plano, en el caso de esta - es uno de los raros deleites de un tipo de cine que ha perdido su glamor en una era de “universos cinematográficos” y franquicias con planificaciones económicas más cuidadas que las de un estado soberano. Además de dirigir, Branagh interpreta a Hércules Poirot, autoproclamado el mejor detective del mundo (y probablemente con razón en uno donde no existe Sherlock Holmes). El detective belga ha sido inmortalizado en el cine por Albert Finney en la versión de 1974 y varias veces en la tele por David Suchet; Branagh sabiamente se aparta de la imitación iconoclasta e interpreta a Poirot con un poco más melancolía y tortura interna debajo de una superficie cordial. Cuando alguien resulta asesinado en el Orient Express, Poirot decide hacerse cargo de la investigación y deducir quién de la docena de pasajeros es el culpable. Hay una docena de sospechosos principales, la mayoría interpretados por estrellas más o menos equivalentes en “star power” a las de 1974, salvo por algunas deficiencias (¿a quién se le ocurrió reemplazar a Anthony Perkins con Josh Gad?). Hay demasiados para hacer de ellos otra cosa que estereotipos unidimensionales, pero en algún punto ese siempre fue el chiste de este tipo de historias: distraer al espectador de la obvia verdad con excentricidades calculadas de acuerdo a cada estereotipo. Después de Branagh, quien mejor sale parada es Michelle Pfeiffer en el papel de una viuda fatua. Una vez establecido el crimen, la historia se reduce esencialmente a una serie de entrevistas que Poirot tiene con cada uno de los sospechosos. La gracia es que al final de cada una el sospechoso parece aún más culpable que antes, porque todos tienen motivo y tienden a contradecirse entre sí. Cada tanto hay un destalle de acción totalmente inconsecuente que existe sólo para hacer de cuenta que hay más en juego de lo que parece y de paso dar un poco más de dinamismo al tráiler. Pero dentro de todo ésta es una historia detectivesca a la vieja usanza, el tipo de tratamiento que Sherlock Holmes jamás recibió a manos de Guy Ritchie. Asesinato en el Expreso de Oriente quiere evocar el mismo espíritu de nostalgia de 1974, cuando aún entonces la novela de Agatha Christie ya era anticuada. Lo demuestra el famoso “gran elenco”, entre los que contamos varios actores veteranos salidos de las tablas (varios desaprovechados) y el hecho de que fue filmada en un formato obsoleto como 65 mm (en oposición a la obvia presencia de varios recursos digitales que rompen un poco la ilusión). Parecería que por cada acierto la película comete un error. Poirot apreciaría el balance. Lo peor (y lo mejor, en cierto sentido) que puede decirse de esta nueva versión de un clásico es que - más allá de la reinvención de Poirot - no ambiciona con llevar la historia en ninguna dirección novedosa, simplemente actualizarla con estrellas y tecnologías modernas. Es un buen paseo, quizás menos memorable de lo que merece.
Publicada en edición impresa.
Crítica emitida por radio.
Poirot regresa en un film sólido y clásico En 1974 -justo 40 años después de la publicación de la célebre novela de Agatha Christie-, Sidney Lumet dirigió a un elenco pletórico de figuras (Albert Finney como Hercule Poirot, Lauren Bacall, Martin Balsam, Ingrid Bergman, Jacqueline Bisset, Sean Connery, John Gielgud, Anthony Perkins, Vanessa Redgrave, Richard Widmark y Michael York) en la que fue una elogiada transposición a la pantalla grande de esa historia de crimen y misterio a bordo del tren al que hace referencia el título. Más de cuatro décadas han pasado desde entonces y ahora es Kenneth Branagh quien aparece tanto detrás (fue el realizador) como delante de cámara (como el perspicaz detective belga de bigotes gigantescos) acompañado por otro elenco lleno de estrellas, que incluye a Michelle Pfeiffer, Penélope Cruz, Willem Dafoe, Judi Dench, Johnny Depp y Derek Jacobi, entre otras. Lo mejor del film tiene que ver con el humor absurdo que aparece en el prólogo ambientado en el Muro de los Lamentos, en Jerusalén. Allí apreciaremos la notable capacidad de deducción (y predicción) del excéntrico protagonista para resolver el caso de un robo con tres religiosos como sospechosos. Cuando todo parece encaminado para un período de vacaciones, sus servicios son nuevamente requeridos y, así, Poirot terminará a bordo del lujoso Expreso de Oriente, donde no sólo convivirá con personajes de lo más exóticos, sino que pronto se topará con el asesinato que -todo un spoiler- también nos adelanta el título. El irlandés Branagh -que ha dirigido películas tan diversas como las shakespearianas Enrique V, Hamlet y Mucho ruido y pocas nueces, pero también Thor, de Marvel, y La Cenicienta, de Disney- apuesta aquí al clasicismo para moldear una película en la que cada uno de los pasajeros tiene algún motivo como para ser el autor material o el instigador del crimen. Hay en las casi dos horas de relato un amplio despliegue de efectos visuales, una minuciosa reconstrucción de época y mucha panorámica del tren serpenteando entre montañas nevadas. El problema es que todo ese relato -sólido, correcto- carece de la audacia, el desparpajo y la negrura del arranque, y así lo que podría haber sido una gloriosa recuperación de un género (literario y cinematográfico) ya bastante olvidado termina siendo un producto construido con profesionalismo, pero sin demasiados hallazgos actorales (hay un verdadero festival de acentos exagerados) ni narrativos.
Los sospechosos de siempre Nueva adaptación del clásico de Agatha Christie, mantiene un estilo clásico y para nada moderno. Kenneth Branagh es casi todo en Asesinato en el Expreso de Oriente, no sólo porque es el director de una nueva adaptación de esa gema criminalística que es la novela de 1934 de Agatha Christie. El actor y director de Enrique V, Hamlet y La flauta mágica –pero también de la primera de Thor y la nueva La Cenicienta- se calzó el traje, el sombrero y los bigotes de Hercule Poirot, el famoso detective ex policía creado por la Dama del misterio. No por conocida la trama -Poirot aborda el tren del título, donde se comete un crimen, y él debe dilucidar el caso descubriendo al o los responsables- y también la resolución, la película deja de entretener. Por un lado, está que Asesinato… es un cuento inteligente, bien narrado, y es muy difícil que alguien pueda arruinarlo. Branagh no arranca con pie firme en el prólogo, pero todo se encarrila, anda sobre rieles cuando empiezan a subir los pasajeros al Expreso. Tal vez la corrección política y racial que impera hoy en día haga ver o sentir algunas líneas de diálogo de manera disímil. El Dr. Arbuthnot, por ejemplo, que en la versión de Sidney Lumet de 1974 era Sean Connery, ahora es Leslie Odom Jr., que es negro. Y mejor no continuar con las comparaciones, porque una remake es precisamente eso, rehacer algo que ya estuvo hecho. Y se entiende que si Branagh atacó este relato es porque algo nuevo habría de descubrirle. Bueno, no es el caso. Branagh continúa el estilo clásico, no sólo por la época en que transcurre la historia (década del ’30), sino hasta por sus posiciones de cámara y puesta en escena. Es cierto, vaya en su beneficio que si casi toda la película transcurre en vagones de tren, el encierro no le juega mucho a su favor. Salvo alguna grúa casi al final, el irlandés sigue siendo fiel al clasicismo. En cuanto al elenco, Johnny Depp parece más macchietta que nunca, y Penélope Cruz se hace la santita, en la columna del Debe. En el Haber están los siempre puntillosos Judi Dench y Derek Jacobi, Daisy Ridley (Rey, en la nueva saga de Star Wars), Willem Dafoe y Michelle Pfeiffer. Claro, son muchos más, y cada quien tiene su momento de lucimiento actoral, o habrá que decir coloquial. Porque si algo se destaca en esta adaptación, más que acción, es que hay mucho diálogo. Ah, y el tamaño del moustache de Poirot. Otra exageración.
TODOS SON CULPABLES HASTA QUE SE DEMUESTRE LO CONTRARIO Kenneth Branagh quiere revitalizar un clásico, pero lo logra a medias. “Asesinato en el Orient Express”, tal vez no es la mejor novela de Agatha Christie, pero sí una de las más renombradas y exitosas de todos los tiempos, en gran parte, gracias a su primera adaptación cinematográfica cortesía de Sidney Lumet y un elenco casi inigualable que incluye a Albert Finney como Hercule Poirot, Lauren Bacall, Ingrid Bergman, Jacqueline Bisset, Sean Connery, Anthony Perkins y Vanessa Redgrave, entre otros. El tren en cuestión –uno de los más lujosos del mundo- dejó de funcionar hace más de quince años, pero Kenneth Branagh decidió traer un poco de esa opulencia y misterio tan propio de la década del treinta hasta nuestros días, para sorprender a una nueva generación de incautos con la resolución de un crimen tan rebuscado como espeluznante. Branagh se aleja por un rato de los relatos shakesperianos y se sumerge de lleno en una narración tan pintoresca y meticulosa como su protagonista, que deliberadamente se aleja un poco (no mucho) de la obra original para darle un ritmo acorde al siglo XXI y a las audiencias que necesitan más acción que palabras. “Asesinato en el Expreso de Oriente” (Murder on the Orient Express, 2017) brilla desde lo visual y su puesta en escena capturando la exuberancia de la época; la maestría de su director para captar los detalles -incluso en los estrechos pasillos de un tren- o los elegantes planos secuencias; y un cast que está bien a la altura de las circunstancias. Branagh encabeza el elenco en la piel del famosísimo detective belga, acompañado de nombres como Penélope Cruz, Willem Dafoe, Judi Dench, Johnny Depp, Josh Gad, Derek Jacobi, Michelle Pfeiffer y Daisy Ridley, entre otros. Tras un prólogo agregado, ambientado en la ciudad de Jerusalén en el año 1934, que lo encuentra investigando un simple caso de robo, el detective se decide a tomar unas merecidas vacaciones en Estambul, las cuales son interrumpidas por la urgencia de un nuevo asunto que lo obliga a volver a Inglaterra lo antes posible. La ruta más corta, y acogedora, parece ser el Expreso de Oriente, una formación cuyo pasaje incluye a miembros de la aristocracia y millonarios en ascenso. Entre ellos, Edward Ratchett (Depp), un comerciante de arte norteamericano que, tras recibir varias amenazas de muerte, decide contratar los servicios de Poirot, algo para lo que el detective se rehúsa cortésmente ya que este no le inspira confianza. Durante la segunda noche del viaje el tren queda varado en medio de una avalancha, y mientras esperan que vengan a despejar las vías y reacomodar la locomotora descarrilada, descubren que Ratchett fue asesinado en su camarote durante la madrugada. A Poirot sólo le queda una alternativa: encontrar al culpable y reafirmar su calificación de “mejor detective del mundo”. Lo que sigue es una serie de interrogatorios a los pasajeros del vagón que podrían estar involucrados. Todos parecen tener algo que ocultar, todos son sospechosos y, en muchos casos, existe una extraña relación con un resonado caso criminal ocurrido años atrás en los Estados Unidos. Pistas, conjeturas, testimonios… De apoco, todo se va hilando, o no tanto, sumergiendo a Poirot es un cao más complicado de lo que parece ser a simple vista. Sí, todo es un tanto rebuscado, pero así lo escribió la autora en 1934. Un relato que cobra sentido al final y, al mismo tiempo, trae aparejado un dilema moral que pone a prueba al metódico detective. Branagh es encantador y cortés, aunque carece del atisbo de sarcasmo de varios de sus congéneres que se calzaron los famosos bigotes antes que él; pero también es mucho más activo (el físico lo favorece) y emocional cuando la trama lo necesita. Es el único que realmente se destaca en un elenco coral plagado de grandes actores “de reparto” que aportan sus momentos y sus coartadas a este complejo rompecabezas que, por momentos, no queda del todo claro. Es complicado despegarse de las comparaciones, sobre todo con un clásico como el de Lumet de referencia, pero igual “Asesinato en el Expreso de Oriente” se convierte en una adaptación entretenida y modernizada que amplía el espectro y la historia de Christie, suma humor y tensión, y hasta se atreve a insinuar una “secuela” basada en otro de los famosos casos del detective. Pero la película destaca mucho más por lo visual (sus planos impresionantes, su vestuario y la puesta en escena en general) que por la reversión de una historia conocida, al menos, por cierta parte de la audiencia. Funciona muy bien para los “no iniciados”, aunque le sentaría mejor una narración más clásica que se guarde las revelaciones para el final, una característica tan propia de la escritora y su personaje. Branagh y el guionista Michael Green (“Logan”, “Blade Runner 2019”) se lo dejan más fácil al espectador, fragmentando la información y minimizando la “sorpresa”, no dejan mucho lugar para que la audiencia juegue al detective, interrumpiendo la linealidad con toscas escenas de acción que nos apartan del encierro del tren y esa sensación de estar varados en el medio de la nada donde nadie puede huir ni esconderse, que nos daba la novela.
De todas las adaptaciones que se hicieron en el cine sobre la obra de Agatha Christie, Asesinato en el Orient Express (1974), de Sidney Lumet, fue la única que logró complacer a la denominada “reina del crimen”. Tras varias producciones fallidas, que en muchos casos distorsionaron los argumentos de la artista inglesa, el director de 12 hombres en pugna le hizo justicia al detective Hércules Poirot con uno de los repartos más espectaculares que se reunieron en los años ´70. El suceso de esa película luego estableció en Hollywood la tradición de desarrollar estas adaptaciones con elencos integrados por figuras populares de primer nivel. En la remake de este clásico, Kenneth Branagh ofrece un film correcto pese a que el reparto no logra estar a la altura del trabajo que hicieron Sean Connery, Vanessa Redgrave, Anthony Perkins y Lauren Bacall con los mismos personajes. Si bien la nueva versión cuenta con varias figuras talentosas, el enfoque que le dio Branagh a la dirección impidió que los actores pudieran sobresalir en su roles y eso resultó decepcionante, ya que se esperaba más de los artistas reunidos. Se trata de un film que te deja con sentimientos encontrados. Tiene adiciones muy buenas con guiños a la obra de Christie, que los fans de la autora apreciarán, pero también hay elementos que no terminan de cerrar demasiado. Voy a destacar primero lo positivo. En lo referido a los aspectos visuales Kenneth Brannagh vuelve a ofrecer otra producción formidable, donde sobresale la impecable puesta en escena que retrata el período histórico en el que transcurre la historia. De un modo similar a lo que hizo Sidney Lumet en la versión del ´74, el realizador utiliza la investigación de Poirot con el objetivo de rendirle homenaje al viejo cine de la era dorada de Hollywood. Un enfoque que explica su decisión de filmar esta película en el viejo formato de 65 milímetros, que hoy es una rareza de encontrar en las salas de cine. Algo que el director no había implementado desde esa obra maestra de su filmografía que fue Hamlet, en 1996. Branagh reviste a su nueva producción con esta impronta retro y el espectáculo visual que ofrece resulta extraordinario. Asesinato en el Orient Express tiene un comienzo formidable donde se presenta con mucha fuerza al protagonista, en una secuencia que expande un caso del famoso detective que se mencionaba brevemente en la novela original. Muchos críticos ingleses objetaron que Brannagh, quien además interpreta el rol principal, no tiene las características físicas que la autora le había dado al personaje. Si bien esto es cierto no se puede ignorar tampoco que su versión de Poirot es muy divertida y se compra la simpatía del público desde las primeras escenas. Un detalle muy interesante de esta producción, que no se vio en otras adaptaciones de Agatha Christie, es que el director le dio una mayor humanidad y profundidad al legendario detective. En esta versión podemos ver a Poirot cuestionando sus propias habilidades como investigador y en situaciones más íntimas donde recuerda un viejo amor. Una idea que funciona muy bien y aleja al protagonista de esa frialdad que tuvieron otras encarnaciones del personaje en el cine y la televisión. Lamentablemente esto no se aplicó al resto de reparto que resultó bastante desaprovechado. Salvo por Michelle Pfeiffer quien encarna el mismo rol con el que se lució Lauren Bacall en el pasado, el resto de los actores no tuvieron chances de sobresalir por el modo en que está construida la historia. El director aborda de un modo muy superficial la psicología y misterio de cada sospechoso del asesinato y por ese motivo el giro sorpresivo del final carece del impacto emocional que se pudo apreciar en la película de Sidney Lumet. Si bien los actores están bien en sus roles el film no les da espacio para lucirse. Luego durante el desarrollo del conflicto Brannagh desconcierta con algunas decisiones desafortunadas. Incluye secuencias de acción que se contraponen con la naturaleza de su personaje y por motivos inexplicables destruye por completo la característica principal de este misterio. Una particularidad interesante que tiene el caso del Orient Express en el libro es la claustrofobia que transmite el tren durante la investigación de Poirot. Los pasajeros están varados y el encierro de los vagones contribuye a incrementar la tensión del misterio. Por el contrario, en la película de Brannagh, el detective se la pasa afuera del tren y hasta llega a interrogar a los sospechosos en la nieve. De ese modo el Orient Express que era un personaje más de este relato perdió su gracia por completo. El argumento además incluye referencias a conflictos raciales, para justificar el reparto multicultural que demanda la corrección política de estos días en Hollywood. En esta historia en particular esa adición quedó completamente forzada y no enriquece para nada la trama central que pasa por el misterio policial. La nueva película es impecable en los aspectos técnicos pero le faltó más solidez en el tratamiento del suspenso y el desarrollo de los personajes secundarios a quienes el espectador nunca llega a conocer. Los amantes del misterio de todos modos pasarán un momento ameno con la nueva encarnación de Poirot, pese a que esta producción no será recordada entre las mejores adaptaciones de Agatha Christie. El Dato loco: Penélope Cruz interpreta el mismo personaje que le valió un Oscar a Ingrid Bergman en 1974. Sin embargo, para justificar la ascendencia hispana del rol en esta remake el nombre de Greta Ohlsson lo cambiaron por el de Pilar Estravados. Un nombre que sonará familiar para los fans de Agatha Christie, ya que se trata de un recordado personaje de la novela, Navidades Sangrientas, que se destacó entre los mejores casos de Hércules Poirot.
Asesinato en el Expreso de Oriente: El regreso de Kenneth Branagh como el inmortal Poirot — Précisement! El cuerpo…, la jaula…, es de lo más respetable, pero el animal salvaje aparece detrás de los barrotes. – Murder on the Orient Express (1934) – Agatha Christie Ha regresado. Desde 2015, con su edulcorada La Cenicienta en la casa del ratón, que no teníamos la oportunidad de volver a ver el trabajo de Kenneth Branagh; y ha vuelto, el muy atrevido, con algo más personal e impregnado de sus particulares búsquedas creativas, revisionando un clásico de la literatura detectivesca de la británica Agatha Christie. Hablamos de Murder on the Orient Express, que ya cuenta con algunas puestas cinematográficas como la tan amada de Sidney Lumet de 1974 y la no menos interesante de ITV de 2010 para Tv, en una serie de películas dedicadas al dandy de la investigación, el belga Hercule Poirot. Muchos estarán familiarizados con esta historia publicada en 1934, cuya trama transcurre durante un viaje en el legendario tren Orient Express. El detective belga Hercule Poirot investiga un asesinato cometido durante el trayecto de dicho vehículo, del cual todos los pasajeros se presentan sospechosos. Decir más sería destripar injustificadamente la trama, que es el clásico relato policial/detectivesco de hallar al asesino de entre un variopinto grupo de personas aisladas y forzadas a una tensa convivencia; pero sí podemos rescatar que el guionista Michael Green (Logan – 2017, American Gods y Blade Runner 2049) se tomó varias licencias, que en las manos del británico Branagh pasó de ser un thriller policial a un drama sobre el génesis de la oscuridad en el alma humana. Quienes conozcan algunos de sus filmes como Dead Again (1991), el celebrado Hamlet (1996) o su sentido Henry V (1989) sabrán comprender a qué nos referimos. Su puesta, de un modo casi teatral, es la exploración de la psicología de los personajes, la capacidad de abarcar los reveses que estos manifiestan en situaciones límites. El prólogo, con el claro propósito de presentarnos al insigne detective y su flemática aseveración de que solo hay un bien y un mal, sin grises, nos da la pauta de que profetiza su propia lección a aprender, mostrandonos a su manera cuál será el drama que se desarrollará a continuación. Claro es, para el director y el guionista, que muchos de los espectadores entraran a las salas de cine sabiendo el final, por lo que proponen que el viaje hasta ese momento sea la novedad. No dejamos de aseverar que todo está contado, más no las formas de hacerlo, como la ruptura que se crea en el detective, desafiando a su humanidad y capacidad de comprensión. Es en el giro final donde nos encontramos con el drama que tanto puebla la cinematografía de Branagh. El tormento de la verdad, la irrevocable sensación de la constante finitud de nuestro pensamiento. Nada es inmutable, y ellos, los sospechosos, no son más que ejemplos sumamente dramáticos de esa veleidad del alma humana que casi de manera obscena muta. En algunos personajes el cambio es interesantemente planteado, como en Miss Mary Debenham, que interpreta Daisy Ridley o completamente desaprovechado como sucede con Michelle Pfeiffer. En general el elenco entiende la propuesta y se zambulle en sus roles de manera eficiente, aunque las marcadas diferencias con sus originales en papel hacen que se pierdan un poco a la hora de revelar su verdadera esencia. Sí es interesante el modo en que se nos introduce a ese mundo, que va desde varios travellings que nos muestran la partida como una salida del Titanic, aunque con una bastante insulsa fanfarria de comienzo de aventura, al acertado juego de los espacios cerrados de cada coche. Rica es la producción que crea un idílico tren y un diseño de vestuario soberbio. No es la última e indispensable adaptación, claro está, pero Kenneth Branagh se las arregla para entregar un producto eficiente y entretenido, sorprendiendo con su personificación de un Poirot más humano y menos soberbio/obsesivo y con ese final que a más de uno hará patear el tablero.
Con una adaptación de Agatha Christie, Kenneth Branagh se pone detrás y delante de cámara en Asesinato en el Expreso de Oriente, junto a un multiestelar elenco. Poirot es probablemente el mejor detective del mundo. Al menos así se presenta él mismo y su carrera lo avala. Y cree entonces que es momento de unas merecidas vacaciones, de disfrutar de la comida y de buenos paisajes. La presentación del personaje apuesta a un tono algo absurdo y de comedia inglés, no tan graciosa pero lo suficientemente simpática como para esperar algo más que un thriller convencional enfocado en el “quién lo hizo”. Escrita por Michael Green y dirigida por el mismo protagonista, Kenneth Branagh, Asesinato en el Expreso de Oriente cuenta la historia de, claro, un asesinato que se sucede en medio del viaje en tren que obliga a Poirot a ponerse a trabajar en el caso. Mientras va descubriendo que todos tienen razones para ser sospechosos también se cruza con falsas pistas que lo confunden. Un viaje en tren entre desconocidos, personas que en aquel momento poco tienen en común más que hacer juntos el recorrido: un descanso, a través de Europa, convertido en una situación de intrigas pero también emocionante para el detective, hasta que ante él se van desplegando oscuros secretos. Es una pena que el film vaya abandonando luego ese tono juguetón con el que empieza y se termine convirtiendo en un enrevesado thriller que pierde sobre todo a la hora de querer introducir tantos personajes sin lograr que ninguno logre dimensionarse. Es una especie de desfile de actores reconocidos que intentan destacarse por sí solos pero cuentan con un guion bastante pobre que no se los permite más que por sus meras presencias. En cuanto a lo estético la película se percibe influenciada por el cine clásico. Rodada en 65 mm, lo cierto es que logra algunas tomas muy hermosas, incluso unos largos planos a través del tren. La fotografía es elegante, digna del tren que funciona como un protagonista más, dejándolos detenidos en el medio de la nieve. Sin dudas en la dirección de Branagh es donde la película mejor se destaca. El guion es el que tiene problemas. Por un lado logra unas buenas presentaciones de varios personajes, pero en general no consigue generar en ninguno de ellos la dimensión necesaria como para que nos importen demasiado. Con la intriga principal, el asesinato, pasa un poco lo mismo. Se presenta, genera dudas y posibilidades pero a la hora de resolverlo no consigue esa resolución ser lo suficientemente fuerte e interesante, perdiendo algo de la dicotomía de la original.
¿Dónde queda la conciencia? Se estrena este jueves Asesinato en expreso de Oriente dirigida por Kenneth Branagh (que también hace el papel principal del detective belga Hércules Poirot) y es una nueva remake basada en la homónima novela de Agatha Christie. El elenco está integrado por Kenneth Branagh, Daisy Ridley, Penélope Cruz, Johnny Depp, Willem Dafoe, Judi Dench, Michelle Pfeiffer, Josh Gad, Olivia Colman, Lucy Boynton, Marwan Kenzari, Miranda Raison, Manuel Garcia-Rulfo y Leslie Odom Jr. Desde el comienzo en el muro de los lamentos (Israel) el protagonista marca su identidad resolviendo un caso de robo entre los más altos exponentes religiosos. Luego el detective tomará un tren de Estambul hacia Londres. Pero en ese viaje ocurrirá en la noche un trágico asesinato (a puñaladas) con una avalancha de nieve que detendrá la locomoción. El hecho pondrá en jaque a este personaje tratando de descubrir, como un enigmático acertijo, y su gran perspicacia, quien dentro de los pasajeros es el responsable/asesino. Con un maravilloso paisaje de montañas nevadas se desarrolla esta intrigante historia con imágenes de cuento mágico, por sobre todo por el color logrado, y con elenco de lujo. Los planos elegidos, la ubicación por momentos cenital de la cámara o cuando nos pone siguiendo detrás de algún personaje, una sumatoria narrativa cautivante. Y de alguna manera también en la locura que va entrando el protagonista al no ver con claridad la resolución del caso. Con un elocuente desenlace-impresionante- que también anticipa un nuevo desafío para Hércules Poirot (Muerte en el Nilo).
El trailer de Murder on the Orient Express nos tiraba letras de neón en la cara y estaba musicalizado por Imagine Dragons, quizás como señal de que esta versión iba a ser una revisión moderna de la clásica historia de Agatha Christie. Incluso los títulos azules del comienzo parecerían sostenerlo, pero no.
Hercule Poirot vuelve a subirse al Expreso de Oriente Kenneth Branagh lo hizo: después de la recordada versión con Albert Finney como el detective belga, reunió un nuevo grupo de figuras para convertirlas en sospechosas del crimen que se comete a bordo. De las novelas de Agatha Christie, "Asesinato en el Expreso de Oriente" es una de las mejores, ya que es la única en la que el detective belga Hercule Poirot reconoce que no puede decidirse entre sólo uno de los sospechosos de matar a un inescrupuloso hombre de negocios durante un viaje en el tren del título. La novela ya había sido filmada con maestría, nada menos que por Sidney Lumet, con un elenco imbatible (incluyendo a Ingrid Bergman, Sean Connery, Vanessa Redgrave, Richard Widmark, Lauren Bacall, Anthony Perkins, Jacqueline Bisset y Michael York, con Albert Finney como el detective), por lo que hacerla de nuevo era un desafío bastante atrevido por parte de Kenneth Branagh. A favor de director y protagonista de esta remake se puede decir que Branagh le dio giros nuevos y sorprendentes para acercar la historia a su propio estilo. La primera mitad tiene un tono de comedia ligera realmente brillante, con el director componiendo a uno de los mejores Poirot del cine, casi al nivel del Peter Ustinov de "Muerte en el Nilo", a lo que se agrega paisajes y locaciones atractivos y situaciones sin desperdicio, como la que vuelve sospechosos del crimen en Jerusalén a un cura, un imán y un rabino. También es divertida la presentación de los pasajeros del tren, con Johnny Depp, Michelle Pfeiffer, Willem Dafoe y Penélope Cruz. La vuelta de tuerca de Branagh es detener al expreso por un alud para desarrollar el centro de la trama, lo que le permite darle un aire casi shakespereano a este whodunit. Más que un thriller, esta nueva versión es un intenso melodrama pensado para sorprender tanto al público neófito como a los conocedores de esta novela.
Viaje al pasado de la mano del británico Kenneth Branagh, a bordo de esta nueva versión del clásico de Agatha Christie. Una que sabemos todos -una de misterio cuyo final, más vaga o precisamente, recordamos-, y que por tanto predispone la curiosidad acerca de qué cosa nueva podrá ofrecer la relectura 2017 con elenco de estrellas. El mítico inspector Poirot -Branagh, con bigote gigantesco-, ha resuelto un caso vistoso, con el muro de los lamentos como escenario, y se dispone a abordar el Orient Express, sin dejar de preocuparse por una corbata torcida o un huevo duro desproporcionado, obsesivo de la perfección como es. Antes de subir al tren de lujo irá conociendo a algunos de sus inminentes compañeros de viaje, y poco después del arranque, uno de ellos aparecerá muerto, asesinado en su camarote. La nueva Orient Express es un gran festival Branagh, que dirige y protagoniza, con el papel principal y el único realmente lucido de la película. Que es muy simpática, encantadora durante la primera parte introductoria y los primeros cruces de los personajes en el vagón restaurante. El problema es que los personajes son muchos, y Branagh no siempre encuentra la forma de hacerlos bailar el mismo baile, al punto que algunos, interpretados por grandes actores como Willem Dafoe, quedan pintados, desdibujados en un par de escenas comodín, que no alcanzan para que entendamos bien quiénes son y mucho menos porqué debieran interesarnos. La investigación del crimen mantiene las formas, estilizadas y lustrosas, de una puesta que parece arrebatarle peso al contenido. Como si se hubiera olvidado de algunos, en esos tramos resolutivos cobran una importancia sorprendente algunos personajes apenas trazados, y el desenlance, por lo tanto, es de una gran arbitrariedad, para los que ya saben cómo termina y para los que no.
Una nueva adaptación de la novela clásica de Agatha Christie vuelve a la estación de las salas de cine de la mano de Kenneth Branagh no sólo como director, sino también como actor principal -algo ya clásico en la filmografía de este polifacético director-. Murder on the Orient Express consigue de muy grata forma resurgir la grandeza del distintivo detective belga Hércules Poirot. Sin dudas, donde Branagh “pone el ojo, mete la bala” y Asesinato en el Expreso Oriente no es la excepción. Esta adaptación se realizó con extremo cuidado, respetando la obra original y atendiendo todo detalle importante del trabajo de la célebre autora; el film se siente como una delicia audiovisual, ya sea en su fotografía como en sus numerosos planos secuencia y, claro, en su talentoso elenco. Empezando con el propio Branagh como el detective Poirot, un extenso elenco consigue poner la cuota de interés al proyecto; Derek Jacobi, Josh Gad, Daisy Ridley y Michelle Pfeiffer se encargan de imponer la presencia necesaria para destacarse entre sus demás compañeros –Ridley y Jacobi son las revelaciones de la película-; Johnny Depp consigue lo justo para resolver su papel en el breve período de tiempo que se le da en pantalla como el vendedor de antigüedades y figura clave: Sr. Ratchett, y Willem Dafoe, Judi Dench, Penélope Cruz son opacados-lamentablemente- por la presencia de los actores y actrices anteriormente mencionados. Quedan nombres pendientes en la lista del elenco porque simplemente pasan desapercibidos. Haris Zambarloukos, compañero de varios proyectos pasados de Branagh, traslada el frío y la diversidad panorámica de una forma perfecta que añade misterio. El juego de luces y clima consagran a Asesinato en el Expreso de Oriente como una de las películas a destacarse en el departamento visual y fotográfico en la próxima temporada de premios, y con mucha razón; a pesar del inevitable peligro que rodea al “Expreso de Oriente”, Zambarloukos junto a Branagh brindan comodidad y pasividad en el interior de los compartimentos del tren. Eso sí, el misterio nunca cesa. De todas las numerosas adaptaciones de esta novela, este proyecto no sólo invita a una nueva generación a conocer la obra de Christie sino que plantea, si las cosas van bien, una posible secuela de otra destacada novela de la escritora. Si quieren saber cuál, vayan, vean la película y descubran el misterio ustedes mismos; lo vale.
Una película para los admiradores de Agatha Christie y ese increíble personaje que es Hercule Poirot. En este caso con un bigote doble gracioso en la interesante cara de Kenneth Branagh, protagonista y director del film. Con un elenco de notables Judy Dench, Johnny Depp, Penelope Cruz, Derek Jacobi, Michelle Pfeiffer y siguen los nombres. El lujo del famoso tren, la ambientación y el vestuario brillan por supuesto. Y aunque transitan pasajes helados y quedan varados en la nieve, todo se ve bien teatral, donde cada detalle cobra importancia. Un tren que en esa época del año esta inusualmente lleno y un asesinato con pistas falsas que en un principio desorienta al infalible detective. Quienes conocen la trama tienen una invitación a la nostalgia de el mecanismo aceitado de la autora. Los que se acercan por primera vez y no vieron las versiones anteriores de cine y tele se encontraran con un entretenimiento muy bien armado. Es que el policial “old fashion” todavía conserva su encanto y es disfrutable. A todo hay que prestarle atención, detalles y situaciones apenas comienza el viaje, con algunas escenas inolvidables y un gran final donde todo cierra.
Agatha Christie es una figura insoslayable de la literatura universal en lo que al policial se refiere, y Asesinato en el Expreso decrítica de asesinato en el expreso de oriente Oriente es su obra más conocida. La misma tuvo una adaptación en 1974 dirigida por Sidney Lumet, con un elenco multiestelar. Más de 40 años después, Kenneth Branagh se anima a lo mismo y a su manera. ¿Dónde estaba usted cuando…? El detective Hercule Poirot debe regresar a Londres en el Expreso de Oriente a causa de uno de sus múltiples casos. No obstante, en medio de la travesía, uno de los pasajeros es encontrado asesinado a puñaladas y el asesinato debe ser resuelto antes de llegar a la estación. El asunto se complicará cuando a medida que evoluciona su investigación, descubra que todos los pasajeros tenían un vínculo con la víctima y, por ende, un motivo para matarlo. Asesinato en el Expreso de Oriente goza de un guion muy eficiente con un desarrollo de personajes tan rico como conciso. Aun manteniéndose fiel a los cánones del género en el que se inscribe, se las ingenia para incluir aspectos emocionales sobre los personajes que no resultan en absoluto forzados: aportan a la trama y a la incertidumbre de saber quién es el asesino. Es de destacar que la película se pudo haber quedado en un mero policial, pero se las ingenia para meter una temática sobre el equilibrio y el valor de la verdadera justicia, la cual encuentra su manera de ser retratada tanto en los aspectos visuales como en los dramáticos. La única desventaja que le encuentro es que pasada la mitad del metraje el ritmo del relato se vuelve un poco lento, un defecto menor que no impide que la solidez narrativa de la película pueda brillar. En el apartado actoral, tengo el agrado de decir que nadie desentona; hay labores de calidad tanto de nóveles (Daisy Ridley, algo más que Rey de Star Wars), como de consagrados (el siempre sólido Derek Jacobi). Es de señalar que las actuaciones que se roban la película son las de Michelle Pfeiffer y, particularmente, la del propio director Kenneth Branagh, quien compone a un carismático Poirot desde el primer momento que aparece en pantalla, consiguiendo conmover con el devenir del metraje. En lo visual, tenemos una dirección de arte y fotografía de extrema riqueza. Cada encuadre está meticulosamente pensado, y cada corte de montaje precisamente meditado para despertar emociones en el espectador. Una puesta en escena prodigiosa en donde el mejor cine baila un vals con el mejor teatro. Conclusión: Un clásico literario del misterio llevado a cabo de la mano de un guion prolijo, una puesta en escena prodigiosa y un elenco que rebosa de habilidad interpretativa. Asesinato en el Expreso de Oriente se prueba como una propuesta más que disfrutable que de ser elegida no los va a decepcionar.
No tan extraños en un tren. El cine parece no tener el misterio que solía… en particular cuando hablamos de “misterio” propiamente dicho. El subgénero whodunnit (quién lo hizo?) gira en torno de algún crimen o asesinato, que pone en la mira a múltiples sospechosos y donde las pistas van alimentando la intriga secuencia tras secuencia. La pluma de la mítica Agatha Christie exprimió al máximo este terreno en incontables novelas, siendo una de las más populares Asesinato en el Expreso de Oriente, la cual tuvo una primera transposición cinematográfica en 1974. Así las cosas llegamos a nuestro año 2017 y Kenneth Brannagh en su rol doble de actor/director nos presenta una versión renovada del relato. En los inicios de la década del ‘30 un grupo de pasajeros viaja en el mencionado expreso desde Turquía hacia el viejo continente. Entre ellos se encuentra el excéntrico Hércules Poirot, para muchos el mejor detective del mundo. En plena travesía el expreso queda varado a causa de una avalancha de nieve que retrasa el cronograma, pero hay un problema mayor: Ratchett, un hombre de negocios turbios, aparece muerto en su camerino. El crimen obligará a Poirot a hacer uso de todas su habilidades detectivescas para descubrir quién es el culpable del crimen. Cómo el género demanda, el relato está compuesto por un desfile de personajes que guardan algún secreto -el asistente, la condesa, el doctor, la institutriz, etc- por lo cual cada palabra y cada gesto puede ser el indicio de algo mucho más complejo, que tire algo de luz sobre el caso. Brannagh se dió el gusto y filmó en 65mm, agregando un elemento más en pos de sumergir al espectador en esta pieza llena de aire nostálgico. También aprovecha la tecnología moderna, en particular el uso de pantalla verde, para expandir el espacio de acción de los personajes y generar composiciones visuales que enriquecen cada puesta y le sacan ese peso claustrofóbico a una historia que sucede “en un vagón de tren”. Judy Dench, Michelle Pfeiffer, Johnny Depp, Penélope Cruz, Daisy Ridley y Josh Gad son algunos de los intérpretes que conforman este reparto de súper lujo acompañando al Poirot de Brannagh, que por cierto se luce poniéndole el cuerpo a un personaje tan carismático y emblemático del universo de Agatha Christie. En comparación directa con la versión de Sidney Lumet, algunos personajes fueron combinados para favorecer un mayor dinamismo narrativo y el peso del nuevo milenio derivó en una mezcla más “étnica” en roles originalmente concebidos de forma mucho más conservadora. Hoy el público es realmente global y la variedad es norma. Dependiendo el nivel de fanatismo particular de cada espectador, esta nueva versión podrá ser vista tanto como un acierto o una pequeña herejía innecesaria que atenta contra la obra original. Pero por sobre toda esa inevitable polémica, el resultado es interesante y brinda la posibilidad de ver en la pantalla grande una historia que rememora un modo particular de relato, revalorizando las tramas cuidadosamente entretejidas, el valor del detalle y los personajes que tienen mucho para decir, por más que intenten esconderlo.
Asesinato en el Expreso de Oriente, de Kenneth Branagh Por Jorge Barnárdez Entré a la sala para ver Asesinato en el Expreso de Oriente con cierta excitación, por supuesto que vi todas las películas en las que Peter Ustinov interpretó a Hercules Poirot y leí muchas de las novelas de Agatha Christie. No todas las historias de la escritora británica tenían al detective belga como protagonista, pero las que tenían en su trama solían ser muy divertidas y representaban un desafío al lector, aunque hay que decir que Christie jugaba a veces con naipes marcados. En términos de la novela policial clásica, eso significa que no siempre el lector contaba con todos los elementos para desentrañar el enigma y la resolución, a veces tenía un Deus ex machina un poco indignante. Crimen en el Orient Express no comete ese delito, en esta versión en particular el espectador que no conozca nada de nada sobre el protagonista y sus libros, puede descubrir lo que pasó si presta atención desde un inicio. Esta vez Hercules Poirot está interpretado por Kenneth Branagh, que además dirigió la película con cierto estilo de director épico, porque desde las escenas iniciales se puede ver algo del cine de David Lean o de Sir Richard Attenborough y es que Asesinato en el Expreso de Oriente se presta para ese virtuosismo con el que se solía arropar algunas películas hasta fines de los setenta. Para mantener la tradición Branagh convocó a un verdadero seleccionado de estrellas que abarca de Johnny Deep y Penélope Cruz, hasta Judy Dench y Derk Jacobi. Hercules Poirot se sube al Orient Express rumbo a Londres para unas vacaciones merecidas, pero en el tren en el que viaja aparece uno de los pasajeros asesinado a puñaladas, el responsable de la empresa ferroviaria contrata ahí mismo al detective que de inmediato se pone a resolver el enigma. Todos están realmente bien y el seleccionado de actores reunidos tienen su momento de lucimiento, hasta que llega el momento en que Poirot reúne a los pasajeros para anunciar quien es el culpable. Gran espectáculo, gran elenco y un policial interesante, una fórmula que quizás algunos crean apolillada pero que sigue rindiendo como cuando Carlo Ponti reunía elencos de esta clase para sus películas de mediados de la década del 70. ASESINATO EN EL EXPRESO DE ORIENTE Murder on the Orient Express. Estados Unidos/ Malta, 2017. Dirección: Kenneth Branagh. Guión: Michael Green. Intérpretes: Kenneth Branagh, Penélope Cruz, Willem Dafoe, Judi Dench, Johnny Depp, Josh Gad, Derek Jacobi, Leslie Odom Jr., Michelle Pfeiffer, Daisy Ridley. Producción: Kenneth Branagh, Ridley Scott, Mark Gordon, Judy Hofflund, Simon Kinberg y Michael Schaefer. Distribuidora: Fox. Duración: 114 minutos.
De viaje con un asesino El prolífico Kenneth Branagh, a quien conocemos por su extensa carrera actoral (la nueva generación lo recordará por su Gilderoy Lockhart en la saga de Harry Potter), tiene también una nada despreciable lista de largometrajes en la que aparece como director y/o productor de films que van desde adaptaciones de obras de Shakespeare a blockbusters supertaquilleros como la primera película del nuevo Thor. Ahora, en esta adaptación de la novela de la no menos prolífica Agatha Christie, Branagh no sólo ocupa la silla del director sino que también le da vida al protagonista de la historia, nada menos que el famoso detective Hércules Poirot. Como preámbulo, vale aclarar que los que nos contamos entre los admiradores de la obra de Agatha Christie sabemos que su personaje más emblemático, el citado Poirot, es una figura que la autora británica construyó a partir de decenas de novelas y otros tantos cuentos cortos para moldear así el perfil de un investigador tan peculiar y brillante como Philip Marlowe, Charles Auguste Dupin o incluso Sherlock Holmes. Lógicamente todo ese bagaje de antecedentes no puede ser alcanzado por una sola película que, además, cuenta con escasos -por no decir nulos- antecedentes modernos de adaptaciones a gran o mediana escala de la obra de Christie (que consta de casi un centenar de publicaciones) por lo que el desafío de presentarnos a Poirot y, a su vez, hacerle justicia era doblemente difícil. A favor de la película hay que decir que se toma unos buenos minutos iniciales para presentarnos al detective belga en un caso completamente independiente del que será el centro del film. Tal vez exagerando algunos de sus rasgos, que de por sí ya son bastante caricaturescos, y abusando un poco del humor, Branagh logra sentar las bases de lo que vendrá tanto desde su trabajo de director como en la faceta actoral (un buen acento y la captación de los modos refinados propios de Poirot ayudan para su composición cuando, desde el physique du rol, la cosa no se le presentaba como natural). Es decir, los puristas de la vieja escuela de Agatha Christie podremos encontrar detalles que marcar pero desde la minuciosidad propia del lector empedernido, en términos de espectador general la película propone un Poirot “apto para todo público”, lo que no es poco. Después, son casi todos aciertos. En primer lugar, se mantiene la ambientación de época, clave para el relato y muy aprovechable desde lo estético, cosa que se aprecia en la película desde el vestuario, maquillaje, mobiliario y fotografía (los planos generales de los escenarios nevados verdaderamente no tienen desperdicio). Por lo tanto, tenemos una historia ubicada en los treinta que responde a las más clásicas características del policial británico (otra pequeña crítica para la adaptación en este sentido se basa en un pequeño corrimiento hacia el policial negro, más propio de la escuela norteamericana, donde vemos al protagonista en acción, “metiendo los pies en el fango” en pos de resolver el misterio, cosa que va en contra de las características del género y de las del propio Poirot, célebre por el uso de sus famosas células grises). Al margen del paréntesis, la tarea de Poirot es preeminentemente analítica mientras dedica todo su esfuerzo y talento a descubrir al asesino a bordo del famoso Expreso de Oriente que durante buena parte del siglo XX recorrió prácticamente toda Europa con sus coches que exudaban refinamiento. Porque resulta que entre el puñado de pasajeros de primera clase del Orient Express viaja el señor Ratchett, afamado criminal que ha estafado a Dios y los santos y que ahora se dedica al “comercio” de obras de arte. Cuando Ratchett aparece asesinado de doce puñaladas en la tormentosa mañana en que el tren queda atascado en la nieve en medio de la nada, una peculiar historia del pasado de este finado criminal sale a la luz involucrando a casi todos los presentes a bordo. En ese contexto de espacio cerrado, el oficial al mando del tren acudirá al único hombre que es capaz de resolver un crimen en el que todos son sospechosos: Hércules Poirot. Como suele ocurrir con las adaptaciones de las novelas policiales, no hay tiempo suficiente para ofrecer un perfil individual de cada uno de los sospechosos desde un punto de análisis sentimental o de carácter, lo que enriquecería todavía más a ese juego especulativo que protagoniza el espectador en su propia búsqueda del asesino. Sin embargo, la película resuelve esto de gran manera y esta se basa, como no podía ser de otra forma, en el libro. Una serie de entrevistas particulares sostenidas por Poirot con cada uno de los sospechosos nos pone al tanto de los posibles motivos que cada uno tenía para asesinar y de las circunstancias fácticas que los rodeaban a la hora del crimen. Listo. Problema resuelto. El resto queda librado a la intuición y a las sospechas de cada uno que, desde ese plano intangible que tiene que ver con los sentimientos, se ven sustentadas por el fácil reconocimiento de los personajes a partir del célebre elenco de la película que cuenta, entre otros, con las presencias de Johnny Depp, Josh Gad, Michelle Pfeiffer, Willem Dafoe, Daisy Ridley, Judi Dench y Penélope Cruz. Misterio, muerte, intriga, venganza, sorpresa. Todos estos elementos dicen presente mientras el detective más célebre del mundo se enfrenta a uno de los casos más difíciles de su carrera. Un caso que, incluso, logrará desafiar su creencia más arraigada, la que siempre lo llevó a analizar todo como blanco o negro, bueno o malo, en un extremo o en el otro, pero nunca en el medio.
Crítica emitida el sábado 11/11/17 en Cartelera 1030 de 20-21hs. por Radio Del Plata (AM 1030)
La nueva adaptación de la novela de Agatha Christie, Asesinato en el Orient Express, a cargo de Kenneth Branagh, utiliza un gran despliegue visual y actoral para modernizar un clásico atemporal. La cuarta versión para las pantallas (sin contar el videojuego del 2006) de una de las novelas policiales más populares del Siglo XX, se presenta como un tanque cinematográfico destinado a un público adulto. Algo bastante atípico en una era en la que el público que manda en la taquilla parece ser el adolescente. No obstante, se nota un claro intento por modernizar el asunto, sin necesidad de cambiarlo de época. El primer indicador de esta dualidad entre lo adulto y lo moderno lo tenemos en la elección de su director. Kenneth Branagh es, ante todo, un artista ecléctico, algo errante, pero sin dudas con un prestigio ganado sobre todo durante los años noventa. Sus adaptaciones de la obra de Shakespeare como director y/o protagonista, le valieron la fama de saber llevar el clásico al público masivo. También hizo lo propio con el Frankenstein de Mary Shelley, Harold Pinter, Charles Perrault, y la ópera de Mozart y Schikaneder. Casi que el hombre es infalible en adaptaciones populares, y con la obra de Christie vuelve a confirmarlo. Con un elenco numeroso sacándosechispas que incluye a Johnny Depp, Michelle Pfeiffer, Judi Dench, Daisy Ridley, WillemDafoe, Penélope Cruz, Josh Gad, Derek Jacobi, y Olivia Colman, entre otros, sumados al propio Branagh en el rol central. Hay actores como para todas las generaciones; y el director de Thor se encarga de darle lucimiento a todos, por separados y juntos. Asesinato en el Orient Express cuenta con otra arma fundamental, un metraje original de 65mm, el mismo utilizado en Dunquerque o en Los ocho más odiados. Este sistema le otorga una pantalla infinita, convirtiendo al asunto en una verdadera experiencia cinematográfica digna de ser vista en sala, y en una de las grandes. Branagh se vale de los 65mm en esplendorosos planos secuencia, en tomas en las que incluye a la mayor cantidad de personajes posibles, y haciendo uso de la profundidad (sin necesidad de ningún 3D ni nada) plagar todo de detalles para que nuestros ojos se pierdan. Visualmente estamos frente a una película con una estética clara y decidida en la que se nota mucho profesionalismo. Será en el ritmo de la narración cuando mayor modernismo notemos. Si bien el texto de Christie es ágil de por sí, lo cual quedaba claro en la clásica adaptación de SidneyLumet de 1974; aquí hay un montaje que agiliza más el asunto, no se nos permite aburrirnos manteniendo siempre el interés con escenas en las que permanentemente sucede algo. Lo mismo podríamos decir de la construcción de diálogos, nunca aletargados, siempre precisos y necesarios para la comprensión de lo que sucede. Branagh toma la apuesta como el detective HerculePoirot, autoproclamado elmejor detective del mundo. Un hombre tan atento a los detalles, como a mantener en alto su autoestima. La figura rubia y de cuerpo grande de Branagh no es la que normalmente se asocia a la figura de Poirot. Los característicos bigotes del personaje se notan más caricaturescos que nunca, casi que pensamos que puede ser Yosemite Sam. Sin embargo este cambio físico, que puede descolocar, va acompañado de una interpretación correctísima del actor de Mucho ruido y pocas nueces; y entre ambas colaboran con el clima juguetón que se le quiere imprimir a la propuesta. Asesinato en el Orient Express traspasa ambos climas, comienza como una comedia con algo de policial para de a poco, con una transición correcta, ir dejando paso al verdadero policial con tonos dramáticos. En el conjunto es una obra de clima siempre acertado. Branagh fue siempre buen director de actores. Todo el elenco se luce, y si bien ninguno es protagonista (salvo él, claro está), todos tienen sus momentos. Algunos como Judi Dench, Derek Jacobi, o WillemDafoe repiten sus personajes clásicos y actúan de taquito; otros como Daisy Ridley, Penélope Cruz, u Olivia Colman se prueban dentro de un elenco superestelar, y salen más que airosos. Ninguno se encuentra por debajo del resto. Si el espectador está atento, dilucidar quién es el responsable del asesinato de Edward Ratchett puede llegar a ser una experiencia posible de lograr antes de tiempo. Sin embargo, no deja de ser un placer entregarse al juego deductivo de Poirot y sus entrevistas con cada uno de los personajes. Asesinato en el Orient Express no entrega nada original ni que no se haya visto antes, pero lo hace de un modo elegante, visualmente virtuoso, y con un elenco numeroso sin fallas. Quizás no esté a la altura del clásico de Lumet, ni nos lleguemos a olvidar del Poirot de Albert Finney, pero el entretenimiento durante dos horas está asegurado.
Asesinato en el Expreso Oriente (Murder on the Orient Express) es, quizás junto con Eran Diez Indiecitos (And there were none), la novela más recordada de Agatha Christie, con el agregado de haber sido sin dudas la más exitosa también en la pantalla grande. El responsable de la primer película fue ni más ni menos que Sidney Lumet, quien se encargó de dirigir al gran Albert Finney en la piel del célebre detective, Hercule Poirot, allá por 1974. Cuarenta y tres años después, es ahora Kenneth Branagh quien decide readaptar la historia, en un doble rol como director y protagonista a la vez. Una apuesta fuerte e interesante que promete, desde su escena inicial, un moderno aproximamiento al personaje y alguna que otra situación humorística al servicio de lo lúdico de los textos de Christie. La promesa de la primer escena, sin embargo, se diluye en un cambio de tono abrupto que afecta al relato, que se pierde en la solemnidad y lo melodramático a medida que avanza el caso principal que hace al título de la película. Al igual que en su anterior versión y el libro que le sirve de fuente, El Expreso Oriente es un tren de larga distancia plagado de figuras coloridas que, aún sin que haya sucedido hasta casi la mitad ningún asesinato, ya tienen caras de sospechosas. Cuando efectivamente el asesinato del dueño del tren (Johnny Depp) sucede, la estructura clásica del whodunit (subgénero del suspenso que se traduce en algo así como “quién lo hizo”) comienza a desplegar su teleraña. ¿Quién pudo haber asesinado con tanta saña al infame personaje que reinaba en el tren? ¿Qué motivo hay detrás de tamaño crimen? Si el film de Branagh se parece a una partida del juego de mesa Clue, es porque toda la obra de Christie en verdad lo parece, y adaptarla correctamente es respetar sus misterios, aún cuando las piezas encajan antes de lo esperado (el desenlace, en tiempos posmodernos, sin duda no resulta tan sorprendente como cuando fue ideado). El director apuesta a la espectacularidad de lo visual con un estilo clásico que nunca se vuelve tedioso, aunque sí redunda en el preciosismo de las imágenes que están en pantalla sólo porque “se ven bien”. Ejemplo de ello son los múltiples planos del tren viajando a través de la nieve, que aunque se agotan rápidamente siguen emergiendo hasta el final de la película, pasado hace tiempo el punto en el cual ya no cuentan nada. No cabe duda que los actores se divierten con sus personajes, pero la exageración bordea por momentos el ridículo, casi tanto como el bigote magnificado de su protagonista. Asesinato en el Expreso Oriente es un film entretenido que se sostiene gracias a un ensamble actoral magnífico (algo que ya sucedía también en la original), pero no agrega demasiado a la obra de Agatha Christie en la pantalla grande. El misterio que queda flotando, de todos modos, es si se hubiera podido hacer de otra manera. La primer escena, al menos por un momento, parece indicar que sí.
Los sospechosos de siempre La novela de Agatha Christie “Asesinato en el Expreso de Oriente” tiene una nueva adaptación cinematográfica luego de lo que fue aquella de 1974 donde al igual que esta tenía en su elenco a un elenco de reconocidas figuras. El detective Hercule Poirot (Kenneth Branagh) es obligado a suspender sus vacaciones y debe volver a Londres para resolver un caso. Para eso aborda a último momento el tren Expreso del Oriente, pero lo que creía un viaje normal, se verá perturbado cuando es asesinado Ratchett (Johnny Depp), un turbio empresario que venía recibiendo amenazas. Poirot acepta el caso donde todos los pasajeros son sospechosos. Sin cambiar mucho de la novela original, salvo algunas características de los personajes o nacionalidades, la película busca acercar a los espectadores a una reinvención del detective belga protagonista de varias novelas y relatos de la escritora británica Agatha Christie. Kenneth Branagh dirige e interpreta al “mejor detective del mundo” que se enfrenta al misterio más complicado de su carrera ya que a medida que interroga a los sospechosos se encuentra cada vez más lejos de la verdad. Aquellos que hayan leído el libro pueden no sentir la sorpresa de la vuelta de tuerca pero la investigación logra mantener la tensión durante el relato y Branagh hace una gran caracterización del detective, incluso la película arranca con un buena presentación del personaje, más actualizada pero sin aggionarlo completamente como lo hizo Guy Ritchie con el Sherlock Holmes que encarnó Robert Downey Jr. Asesinato en el Expreso de Oriente no es una novedad en el género pero entretiene y deja abierta la puerta para ver otra vez al detective en otra adaptación de alguna de sus historias.
Hay un homicida entre nosotros Asesinato en el Expreso de Oriente (Murder on the Orient Express, 2017) es una película de misterio basada en la novela homónima de Agatha Christie, que ya tuvo su adaptación a la pantalla grande en 1974, a la tv en 2001 y como un capítulo de la serie Agatha Christie’s Poirot en 2010. Esta vez está dirigida, producida y protagonizada por Kenneth Branagh, con guión a cargo de Michael Green. El reparto incluye a Daisy Ridley, Michelle Pfeiffer, Tom Bateman, Lucy Boynton (Raphina en Sing Street, Allison en la serie Gypsy), Josh Gad, Penélope Cruz, Judi Dench, Willem Dafoe, Manuel Garcia-Rulfo, Derek Jacobi, Leslie Odom Jr y Johnny Depp. El reconocido detective Hercule Poirot (Kenneth Branagh) aborda en el Expreso de Oriente, uno de los trenes más lujosos del mundo en 1930, para tomarse unas pequeñas vacaciones antes de llegar a destino. Lo que menos se espera es que en el recorrido uno de los pasajeros será asesinado en su habitación. Con el tren descarrilado debido a una avalancha de nieve, Poirot será el único que podrá resolver el caso más difícil en lo que va de su carrera. Estamos ante un caso en donde la historia tan buena que se tenía para contar quedó desaprovechada en su ejecución. Y esto se nota desde el primer acto de la cinta: la presentación del afamado detective en el Muro de los Lamentos de Jerusalén busca introducirnos en la personalidad de Poirot, su inteligencia y atención a los detalles; lo que pasa es que el ritmo es muy lento, el guión no nos lleva a nada y uno sólo quiere que llegue el momento en que el hombre se suba al tren y comience el verdadero conflicto. Una vez que Hercule se aloja en el Expreso, se da la exposición de los demás pasajeros, una exposición que sólo otorga pocos diálogos de las doce personas y no permite conocerlos en profundidad. Se entiende que son varios los personajes y resulta complicado darle el tiempo necesario a cada uno, pero la forma en que se decidió mostrarlos sólo hace que cada actor quede desaprovechado, sin que lleguemos a conocer sus motivaciones. Esto da lugar nada más ni nada menos que al encasillamiento que se ve en el trailer, únicamente calificando a cada pasajero por lo que es (la institutriz, la condesa, el mayordomo, el secretario, la princesa, etc). La ambientación de época está muy bien lograda, desde el aspecto de alta clase social del tren como el hermoso vestuario y maquillaje. Sin embargo esto no alcanza para que uno logre interesarse por el asesinato. Kenneth Branagh no llega a convencer en el rol del importante detective que llega a la verdad del asunto en cualquier situación. La manera de resolver el caso tiene tantos nombres de por medio que uno se pierde en quién es quién, para concluir en un desenlace sencillo y satisfactorio que no necesitaba de tantas vueltas. En Asesinato en el Expreso de Oriente le dieron más importancia a reunir a un cast glorioso, con grandes estrellas de Hollywood, en vez de centrarse en la historia que tenían para plasmar. Aunque su tramo final resulte entretenido, en su conjunto la película no atrapa al espectador como debería.
Cine clásico de calidad Kenneth Branagh dirige y protagoniza esta nueva versión de la inmortal obra de Agatha Christie Año 1935. El Expreso de Oriente es un legendario tren que atraviesa Europa. Durante una noche en la que la formación queda detenida en medio de la nada por una avalancha de nieve, se produce en su interior un misterioso asesinato. El detective Hércules Poirot (Kenneth Branagh) será el encargado de resolver este oscuro crimen que ha tenido lugar en uno de los vagones. Todos los pasajeros son sospechosos. En una carrera contrarreloj, deberá descifrar el rompecabezas antes de que el asesino ataque de nuevo. Un verdadero elenco de estrellas de la pantalla grande dan vida a los variopintos personajes que viajan en este tren. Actores que parecen haber regresado en el tiempo hacia un pasado en el que el cine clásico de detectives y misterio reinaba con fuerza en el séptimo arte. Porque una de las grandes virtudes de esta cinta, es su tono romántico y su homenaje al cine cultivado por Sidney Lumet (autor en 1974 de una espléndida versión de este libro). Play Kenneth Branagh recrea la estética y la atmósfera de este enigma, este "crimen en cuarto cerrado", en el que invita al espectador a ser parte de la investigación y descubrir junto a Poirot las pistas que llevarán a un inesperado desenlace. Estamos frente a un largometraje que se vale de las nuevas tecnologías (impresionantes paisajes cruzados por el Expreso) para narrar un cuento redondo en donde cada pieza, cada secuencia, cada mirada y cada palabra tiene un porqué. Quizás las noveles generaciones de espectadores acostumbrados a un montaje y una puesta más vertiginosa, les pueda resultar un tanto lenta y hasta teatral, pero son justamente estas cualidades las que hacen a la película una de esas que ya no se ven en el cine comercial y un acontecimiento para disfrutar y aplaudir. Branagh no solo marca el tiempo de la narración colocando la cámara en lugares imposibles y originales (como cuando un plano cenital sigue la acción en una secuencia reveladora), sino que además es el maestro de ceremonia perfecto en la piel y bigotes de un excéntrico Hercules Poirot. Su humor británico lo emparenta inexorablemente con el recordado Peter Ustinov (el Poirot de la gente) y lo aleja de los héroes convencionales afectos a la acción. Cine para ver en cine y vivir la tensión, intriga y revelaciones de un misterio tan kitsch como atrapante.
Cuenta con un elenco de lujo: la institutriz Miss Mary Debenham (Daisy Ridley); el elegante señor Ratchet (Johnny Depp); el Dr. Arbuthnot (Leslie Odom Jr.); la misionera Pilar Estravados (Penélope Cruz); el empresario Biniamino Marquez (Manuel García-Rulfo); el abogado Héctor MacQueen (Josh Gad); el mayordomo Edward Henry Masterman (Derek Jacobi); el violento Conde Rudolph Andrenyi (Sergei Polunin); la princesa Dragomiroff (Judi Dench); la seductora viuda Caroline Hubbard (Michelle Pfeiffer, incluye el tema “Never Forget” interpretado por Pfeiffer); el profesor alemán Gerhard Hardman (Willem Dafoe); entre otros. Cada uno de los actores tiene su momento para lucirse actoralmente. Tiene como director y protagonista a Kenneth Branagh, (Una caracterización mas caricaturesca. Su interpretación magistral y una gran dirección la pudimos apreciar en “Enrique V” y “Hamlet”) su personaje es el detective belga Hércules Poirot. Esta película es la cuarta adaptación de la novela, tras una película en 1974, una adaptación televisiva en 2001 y un episodio de la serie Agatha Christie’s Poirot en 2010. En este tren hay un crimen, todos los pasajeros son sospechosos, saltan todos los interrogantes, misterios, secretos, tensión y tiene varios toques de humor. Se encuentra muy bien narrada, con un montaje ágil y rápido, un gran despliegue, bien recreado, mantiene el estilo clásico y la cámara se mete en los distintos escenarios, todo dentro del marco de una gran banda sonora. Tiene una resolución visualmente brillante. Los espectadores somos un pasajero más que deberá armar este rompecabezas y resulta ideal para los que gusten del policial.
Bienvenidos al viaje criminal El tren, un crimen, los años '30, ¿cómo resistirse? Todavía más cuando el nombre en cuestión es el de Hercule Poirot, héroe detective de Agatha Christie, acá en una de sus aventuras más recordadas. Al respecto, el film de Kenneth Branagh se sabe consciente de la remake que propone, vista la recordada versión de Sidney Lumet, de 1974, con un reparto de nombres asombrosos para la época. De forma tal que aquí sucede otro tanto. Así que bienvenidos al viaje criminal. Los tiempos, desde ya, son otros. Ahora la recreación de época se impone digital y lo cierto es que, aun cuando lo visto sea extraordinario ‑planos abiertos que permiten sobrevolar ciudades enteras y un tren capaz de rodar como nunca antes, entre ventiscas, nieve y tormenta‑ hay algo que se resiente. Pero el cine es ahora digital, y las aventuras clásicas deben, necesariamente, releerse. En este sentido, la caracterización que el propio Branagh ofrece del querido detective contrasta con las de Albert Finney o Peter Ustinov, ahora con un físico menos prominente, y movimientos precisos pero no menos ágiles. Igualmente, este Poirot ama los postres ‑si bien sabe hasta dónde comer, tal como lo supone una especial escena junto a Johnny Depp‑ y tiene especial predilección por la literatura de Charles Dickens. Esos momentos donde entre risitas sardónicas, Poirot lee Historia de dos ciudades se cuenta entre lo mejor de lo que le aporta Branagh. En rasgos generales, este Expreso de Oriente es leído como un carruaje de duda moral. No es casual que el inicio del film tenga lugar en Jerusalén, con integrantes de distinta fe en clave de sospecha, y con la misma policía como responsable ineficaz. El dilema entre fe y razón encarnaen Poirot ‑preocupado por encontrar para el desayuno dos huevos de mismo tamaño‑, quien tiene una indudable manera de entender el curso del mundo: si pisó bosta con un pie, también habrá de hacerlo con el otro, el equilibrio ante todo. De esta manera, el tren de Oriente es un viaje de alegoría en descenso, cuya detención temporaria ‑en una noche de tormenta blanca, otra vez el contraste‑tendrá que ver con la dirección que adopte: o culmina su cursoo cae para siempre. El problema está en que la resolución mejor no habrá de aparecer. En última instancia, es el carácter del propio Poirot el que será puesto en jaque. La resolución del dilema, desde ya, será alcanzada, con la clásica escena de sospechosos en ronda. Aunque aquí el motivo visual sea frontal, como si de La última cena de Leonardo se tratase, con doce apóstoles/sospechosos. La moral, por eso, estará puesta en entredicho. Poirot tendrá que vérselas con cada uno de los personajes, todos contracara de esa misma moneda que es él. La duda ‑herramienta deductiva del personaje‑ lo llevará a dudar dos veces. La razón, finalmente, será más o menos infalible. Y es eso lo que la secuencia inicial ya predica, con el policía vuelto herramienta corruptible de la justicia. Ahora bien, porque el detective puede mirar de otra manera ‑con Dickens y un bastón como armas‑ será capaz de devolver al rostro propio de sus responsables el dilema, pero de una manera más profunda. En tanto, cada ventana del tren es encerrada en un mismo plano secuencia, en una toma sin cortes que ubica espacialmente a todos y a la vez, recurso que Branagh elige al inicio y al desenlace del viaje. La cuestión descansa, por último, en quién podrá descender y enfrentar, otra vez, una misma aventura.
Hace mucho, mucho tiempo, en una galaxia muy lejana llamada “los noventa” creímos que Kenneth Branagh era un potencial gran autor. Había hecho Enrique V, y después un policial a lo Hitchcock llamado Volver a morir (un problemón, vea), y después una luminosa adaptación de Mucho ruido y pocas nueces. Que podría ser, finalmente, el slogan de su carrera. Brannagh cree más en el teatro que en el cine, pero tiene la ventaja de creer, también, que el asunto debe de ser divertido. Claro que las cosas (ay, La Cenicienta…) no siempre le salen bien cuando no tiene a Shakespeare al lado (su versión de Trabajos de amor perdidos en forma de musical de los cuarenta es hermosa). Aquí la tiene a Agatha Christie, y otra tradición tan inglesa como el teatro: el misterio policial de cuarto cerrado, el “whodunit” (“quién lo hizo”) donde casi nunca el asesino es el mayordomo. Lo mejor es que maneja a muchos actores que resultan muy placenteros de ver, que se sienten a sus anchas en este juego de ingenio con cadáver incluido. Incluso él mismo, claro. Lo peor (que en realidad no es tan malo, pero hace que la película no salga de una rara medianía) es que, de tan interesado que está en las actuaciones, deja de lado el suspenso, el peligro, la necesidad de resolver el caso. Un rico té de las cinco, pero no uno inolvidable.
Asesinato en el Expreso de Oriente, una de las historias más famosas e inusuales de la gran Agatha Christie, regresa al cine con un elenco de lujo. Kenneth Branagh se carga al hombro doble responsabilidad: dirigir la película e interpretar al mítico detective Hércules Poirot. El resultado es desparejo. ¿De qué se trata Asesinato en el Expreso de Oriente? El famoso detective belga Hercules Poirot planea tomarse unas vacaciones en Estambul pero lo llaman de urgencia para que regrese a Londres. Desde la capital turca aborda el Expreso de Oriente, un lujoso tren donde ocurrirá un sangriento asesinato. El desafío de lo clásicos Confieso que soy fanática de la serie británica protagonizada por David Suchet. Cuando supe que Kenneth Branagh iba a interpretar a Poirot dudé. El physique du rôle era completamente distinto. Sin embargo, Branagh sale aireoso. El mayor problema de Asesinato en el Expreso de Oriente es la estructura. Comienzo, nudo y desenlace, ¿te suena? En cine más bien hablamos de puntos de giro, esos que hacen que el orden normal de la cosas giren y la acción cambie su rumbo. Bueno, en castellano, lo que quiero decirte es que me fijé por reloj el tiempo que tardó en finalmente comenzar. Casi 40 minutos. Eso es un problema y más cuando la película tiene una duración estándar (menos de 2 horas). Básicamente, hasta el minuto 40 no pasa nada. Hay una presentación de personajes que es lógica, nuevas generaciones quizás no sepan quién y cómo es Hercules Poirot, pero esto la vuelve muy lenta. El elenco de Asesinato en el Expreso de Oriente Promediando la película, nos metemos de lleno en el caso policial y ahí la cosa toma un poco más de ritmo y se salva. Se siente también que, tal vez por este retraso inicial, no se disfruta de lleno al tremendo elenco que acompaña de Branagh: Michelle Pfeiffer, Johnny Depp, Penélope Cruz, Willem Dafoe, Judi Dench, Josh Gad y Daisy Ripley, entre los rostros más famosos. El elenco, aun así, está magnífico. Pasan cosas como volver a ver a una auténtica diva del cine en acción, como es Michelle Pfeiffer (tras su paso por Madre!), o apreciar a Johnny Depp en un personaje en el que no está caracterizado, o disfrutar de la excelencia actoral de los enormes Willem Dafoe y Judi Dench. Vale destacar que, pese a la falla en el ritmo y la forma de encarar el misterio, suma puntos que la cámara no sea cómoda, sino que se arriesgue con algunas tomas diferentes (en un cine de plano/contraplano, se celebra un contrapicado…). A esto se suma una dirección de fotografía realmente bella. ¿Conclusión? Asesinato en el Expreso de Oriente, como el tren de la película, se queda a mitad de camino. Promete más de lo que da y desperdicia un gran elenco, repuntando solo después de la mitad del metraje. Las fallas en el ritmo y la carencia de cierta oscuridad en el planteo étipo que vive el detective nos hace sentir que el resultado, no está mal, podría haber sido mucho mejor. Puntaje: 6/10 Título original: Murder on the Orient Express Duración: 114 minutos País: Estados Unidos Año: 2017
Asesinato en el Expreso de Oriente, Kenneth Branagh Por Miguel Silva -24 noviembre, 201700 Compartir en Facebook Compartir en Twitter Un tren —el Expreso de Oriente—, una travesía, Atenas-París, un asesinato en uno de los vagones de primera clase, doce pasajeros, un detective que se encuentra allí por pura casualidad y una duda: ¿quién es el asesino? Pero antes de eso habría que preguntar, ¿quién es el asesinado? Con estas premisas, en 1934, la escritora Ágata Christie sorprendió a los amantes del género policial, con una de sus más brillantes novelas de misterio. - Publicidad - Asesinato en el Expreso de Oriente es su novela número 14 y la octava en donde aparece el emblemático detective Hércules Poirot. Fue llevada al cine por Sidney Lumet en 1974 con un reparto multiestelar, tanto o más que en esta nueva versión. En la película de Sidney Lumet se codeaban actores de la talla de Lauren Bacall, Ingrid Bergman, Jaqueline Bisset, Sean Connery, Anthony Perkins, Vanessa Redgrave y Albert Finney como el detective Poirot. En la versión de Kennet Branagh, que además de dirigirla personifica al detective, la producción de Ridley Scott no escatimó en gastos. Veamos: Johnny Deep es el gángster asesinado; Michelle Pfeiffer, la viuda; Penélope Cruz, una misionera; Williem Dafoe, el historiador y Judi Dench, la condesa, entre otros actores menos conocidos que encarnan al mayordomo, al conde, a la criada, al doctor, a la institutriz, a la princesa y al asistente. No vamos a entrar en las inevitables comparaciones con el film de Sidney Lumet, pero sí con el libro en que se basó esta nueva versión de uno de los clásicos de Ágata Christie, la novelista más vendida de todos los tiempos después de Shakespeare y La Biblia. Según las versiones de la época, el argumento del libro está basado en un hecho real ocurrido en Inglaterra en 1932. Es el disparador de donde parte el resto de la trama: el secuestro de la pequeña hija de la familia Armstrong, que se narra en la ficción, sucedió con el hijo de la familia Lindbergh. A pesar de haberse pagado el rescate, el pequeño fue encontrado muerto. Esto nos lleva a un sujeto llamado Cassetti, probable secuestrador y asesino del pequeño. ¿Qué tiene que ver Samuel Ritchett, víctima fatal en el Expreso de Oriente con Cassetti? Investigar su pasado, después de muerto, es lo que lleva al detective a averiguar qué pasado turbio escondía la víctima y, como parte de su pesquisa, qué pasado esconden cada uno de los pasajeros. Otro de los elementos que aprovechó Ágatha Christie para su novela fue el hecho de que el Orient Express, un tren que ella misma tomó en 1928, quedó varado en febrero de 1929 por una ventisca de nieve cuando atravesaba Turquía, tal como ocurre en su historia. Todo esto, sumado a una ingeniosísima trama en donde conjugó doce personalidades diferentes llevó a la escritora a montar un mecanismo de relojería que luego desmonta sin que quede ningún cabo suelto. Tal es así que se ha dicho que el asesinato de Samuel Ratchett hubiera sido el crimen perfecto si no estaba en el tren Hércules Poirot, y por supuesto, el ingenio de su creadora. La película de Keneth Branagh es preciosita en el detalle, en la ambientación, en la iluminación y en la caracterización de los personajes. Los planos se diversifican para ganar originalidad en cuanto a que todo está filmado dentro del tren mismo. De todos modos, hay algunas secuencias externas en donde el paisaje nevado otorga una estética majestuosa tanto a las montañas como al mismo tren que, no nos olvidemos, es un personaje más. El film comienza en Jerusalén, más precisamente en el Muro de los Lamentos. Allí vemos al detective Poirot en acción. Resuelve, mediante su inteligencia, el robo de un cofre. Hay tres sospechosos: un sacerdote católico, un musulmán y un rabino. La nota de humor está en haber puesto las tres religiones en el banquillo de los acusados. Mediante la lógica, el inefable Poirot logra descubrir, para asombro de todos, quién es el ladrón. Su mundo es así de perfecto y lógico. Y se encuentra cómodo en él; es su esencia, su forma de vida. Nada puede estar fuera de lugar en ese mundo deudor, si se quiere, del Siglo de las Luces, ni siquiera la corbata de sus interlocutores a quienes les cuestiona constantemente su falta de simetría. Esta secuencia, aislada del resto del filme, es solo para darnos un perfil del detective, una mezcla entre Auguste Dupin y Sherlock Holmes. Una eminencia conocida en todo el mundo. Y es por esta misma razón que el gángster interpretado por Johnny Deep lo increpa en el vagón restaurante para que descubra quién quiere asesinarlo. Tiene motivos para estar asustado, alguien le deja notas intimidatorias. Claro que Poirot no accede a dicho pedido. “No acepto, no me gusta su cara”, le dice sin tapujo. A la noche, Ratchett aparece asesinado. A partir de entonces, Poirot tiene que deducir quién fue el asesino. Una tarea ardua; un claro ejemplo de asesinato en un cuarto cerrado, como la famosa novela El Misterio del Cuarto Amarillo (1907) de Gastón Leroux. Como en una torre de Babel, cada uno de los pasajeros del tren representan una nacionalidad diferente: Estados Unidos, Inglaterra, Francia, India, Rusia, Alemania, Hungría, Suecia e Italia se congregan en un sinfín de oficios y profesiones. Claro que todas pueden ser falsas, como sus nombres, como sus motivos para estar en ese tren, como la amabilidad que ostentan para con el detective que apareció sin que nadie lo hubiese requerido. El único había sido Ratchett, pero ya no se encuentra entre los presentes. Si bien la primera parte de la película es un poco confusa y algo tediosa, pasada la primera hora, cuando el tren queda varado por un alud de nieve y el desenlace se precipita urgido por el poco tiempo que queda para resolver el crimen antes de ser rescatados, el film toma impulso con las intervenciones magistrales de Michelle Pfeiffer y del mismo Kennet Branagh. Como en un cuadro de Leonardo da Vinci, una vez terminada la investigación, todos los sospechosos, como si fuesen los doce apóstoles, son puestos como si estuvieran posando para el cuadro La última Cena. Allí, en un paraje helado como el Cocito, ese río congelado del infierno de Dante son comunicados por el investigador belga de sus conclusiones. Más de uno, sino todos, se verán sorprendidos por la astucia del detective. Más allá de ser una película de suspenso, de misterio o policial, es una película en dónde se plantea hábilmente el mundo gris en el que vivimos. El mensaje pareciera ser que no hay blancos y negros. Ni siquiera en la justicia. Ni siquiera en la moral o en la ética. Esto es lo que descubre Hércules Poirot de manera devastadora. Un ser que todo lo resuelve a base de ingenio, una persona que se maneja con las garantías que le da su propia lógica, en donde no hay vida para los tibios o los grises, se da cuenta que estaba equivocado. Creo que este es el gran hallazgo de la película y del libro: no podemos juzgar a nadie desde nuestra concepción de justicia cuando no sabemos cómo actuaríamos nosotros mismos ante una situación similar. En este sentido la emoción y el desconcierto del personaje que encarna Keneth Branagh es muy parecido al que interpretó como Kurt Wallander en la serie de Netflix, el policía existencialista creado por el escritor sueco Henning Mankell para su saga de 12 libros. Los ojos llorosos de Poirot, al final de la película, cuando todas sus creencias se derrumban, es el tiro de gracia a su propio ego. Si bien resuelve el crimen, no se alegra por ello, al contrario, se siente abatido y dispuesto a ocultar el resultado de su investigación a las autoridades. No se puede adelantar nada. Por respeto a los que no leyeron el libro ni vieron la película, pero más que nada por respeto a no perderse los tramos finales en donde se muestra con toda crudeza cómo la ecuación de uno más uno no siempre es dos. Las primeras estrofas del tema Believer con el que se difunde el tráiler de la película, son muy elocuentes con respecto a lo que quiere transmitir el cambio de paradigma del detective: Antes que nada, primero voy a decir todo lo que tengo en mi cabeza. Estoy destrozado y cansado de cómo han sido las cosas. Cómo han salido las cosas. Segundo, no me digas lo que creas que puedo ser. Palabras de un tema de la banda Imagine Dragon que Ágatha Christie bien pudo haber puesto en boca de Hércules Poirot, el atribulado detective, cuando descubre que la venganza es un plato que se sirve frío.
Estamos en épocas de franquicias en el siglo XXI. No olvidemos esto. Sucede que cuando a la gran industria se le ocurre revivir algo enterrado en el pasado hace bastante tiempo y con mucha plata de por medio es imposible no pensar en lo que se viene a continuación, incluso antes de ver el relanzamiento. Por cierto, no es que estaba olvidada. Es más, tal vez estemos ante una de las autoras de novelas más adaptadas al formato audiovisual en forma casi ininterrumpida desde 1927. Entonces…Alguien se “recontra” acordó de Agatha Christie y de su riqueza narrativa en el género policial para ver si hay posibilidad de negocio. De hecho, mientras escribimos esto Ben Affleck anda dirigiendo una nueva versión de “Testigo de cargo” (sí, aquella que en 1957 protagonizaron Tyrone Power y Marlene Dietrich a la orden de Billy Wilder) Evidentemente los casos policiales han sido, y son, de gran interés general por parte de cualquier transeúnte que haya tenido un diario en sus manos, y por consiguiente, la investigación de un crimen continúa siendo al día de hoy (lamentablemente) un foco de interés general que enfrenta el bien y el mal como baluarte de los dilemas morales de la humanidad. Desde la existencia del medio gráfico cada uno de los autores históricos del género ha elegido un personaje estandarte a lo largo de los años. Alguien que nos hiciese sentir el enorme peso de no darnos cuenta de lo evidente. Un detective astuto, sagaz, con gran poder de deducción a partir de la simpleza de sus preguntas, pero sobre todo, alguien con su versión a rajatabla de lo que está bien o mal, pese a tener una vida sórdida o amparada en cierto glamour otorgado por una posición social que le dio fama. Entre los más reconocidos (nacidos antes del siglo XX) sabemos que Raymond Chandler creó a Philip Marlowe, Arthur Conan Doyle a Sherlock Holmes y la buena de Agatha se despachó con Hercules Poirot. Quién no recuerda entrar en la casa de cualquier persona y ver en la biblioteca un par de esos libros de lomo blanco de la editorial Molino, cuyo tamaño no era mayor al de un VHS. Hubo muchos escritores de policiales sí, pero popular como ella, nadie. Como sea, el detective belga, hombre tan excéntrico como estrafalario, fanático del equilibrio en todo sentido, vuelve al ruedo en el cuerpo y la dirección de Kenneth Branagh, a quien se suma un elenco de lujo: Michelle Pfeiffer, Johnny Depp, Judy Dench, Wilem Dafoe, Penélope Cruz y una larga lista. ¿Comparamos con la de 1974? Albert Finney, Lauren Bacall, Martin Balsam, Ingrid Bergman, Sean Connery… dirgía Sidney Lumet. Y sí… las comparaciones son odiosas. Uno preguntaría, ¿por qué alguien como el responsable de varias adaptaciones de William Shakespeare se pondría a dirigir este estreno sabiendo quienes actuaron antes? Bueno, considerando que se animó a hacerse cargo de la primera de Thor para Marvel Studios, (cierto, todavía se contaba un conflicto trágico entre dioses escandinavos), no debería sorprender mucho. Eso sí: en la forma de las tres o cuatro líneas de diálogo iniciales de esta producción se vislumbra el deseo de seguir adelante con el resto de las adaptaciones. En todo caso una mejor pregunta es: ¿Por qué esta novela en particular y no otra de esta misma escritora? Una posible respuesta es: todo esto ocurre en un lugar del cual nadie puede escapar físicamente. “Asesinato en el Expreso de Oriente” está deliberadamente dividida en dos partes, y a su vez subdividida en dos más. La primera es hasta el abordaje al famoso expreso. La segunda es el viaje, no sin antes presentar al espectador al personaje central dirimiendo una cuestión aparentemente religiosa en la geografía del Muro de los Lamentos. Parece la introducción de un chiste: “un rabino, un católico y un musulmán se encuentran en…” sin embargo, es la autoridad policial la que está en tela de juicio. La sub-división de esta primera parte reside en los momentos previos a la partida del tren que va de Estambul Londres. Varios personajes irán subiendo a sus ubicaciones, cada uno con su particular característica, y en este sentido también habrá un cambio estético que irá de una reconstrucción de época notable en la ciudad de origen, a otra más inhóspita inmersa en la nieve montañosa. Literalmente la locomotora se detiene por un alud y con ella también se detiene el ritmo del relato. Comienza la segunda parte. En los fastuosos camarotes y vagones de ese tren los personajes se van cruzando mutuamente, sin que el espectador pueda sentir más empatía por uno que por otro. De nuevo… el balance. Alguien es asesinado, pero para molestia del culpable la avalancha sigue impidiendo el paso del ferrocarril, y en ese estatismo el gran detective deberá descubrir quién fue el culpable del crimen. Es de destacar que Kenneth Branagh se pone al hombro toda la estética y la impronta del libro original y logra, con los elementos básicos del género, el clima necesario para que el espectador tenga tiempo de juzgar a cada posible sospechoso. También es cierto que abocarse en profundidad a eso conspira contra el ritmo narrativo, pero el policial negro es así de complejo a veces. Cuando empezamos a descubrir que quien crece aquí no es el caso, sino el investigador, el texto cinematográfico irrumpe en forma morbosa pues el detective (o sea nosotros) que no acepta “grises”, empieza a entender que el bien y el mal tienen un punto de conexión tan espantoso que dependen de una cuestionable postura subjetiva. Es en este aspecto en el cual el director llega al quid de la cuestión, porque en el sentido estético a esta altura algunas costuras se notan demasiado para lo que estamos acostumbrados. Por suerte el guión prevalece en su esencia. ¿Quiere una muestra? Poirot mide los dos huevos que le han traído como desayuno. Son tan distintos como el bien y el mal y sin embargo forman parte de la misma comida. Una metáfora clara del universo moral del detective: ¿Alguno de los dos cumple totalmente con el deseo de desayunar?
UN DETECTIVE MELANCÓLICO Hay un gran mérito de Kenneth Branagh al abordar la adaptación de Asesinato en el Expreso de Oriente, que implica tomar la esencia de la novela de Agatha Christie y hacerse cargo de los factores que llevaron en su momento a que sea el relato más popular de los protagonizados por el detective Hércules Poirot. Porque la historia es, ante todo, la puesta en crisis del personaje, que a partir de ahí ya no volverá a ser el mismo. Con ese punto de partida, Branagh construye al personaje –desde la actuación y la dirección- desde la melancolía y la consciencia de ya no ser. Cuando arranca Asesinato en el Expreso de Oriente, vemos a un Poirot de convicciones firmes y tajantes: para él existen el Bien y el Mal, y no hay nada en el medio. Es esa cosmovisión dual la que también le permite autoproclamarse sin titubeos como “el mejor detective del mundo”. Pero luego vamos viendo a un hombre cuya visión del mundo se va desmoronando progresivamente, con lo que el caso que afronta –el asesinato de un pasajero en el tren y una larga lista de sospechosos- se constituye en una bisagra en su vida. Para esta resignificación del personaje y su tiempo, Branagh se vale en buena medida de un estupendo trabajo en la imagen. La recreación de época en Asesinato en el Expreso de Oriente es notable y eso hasta puede notarse en el tren donde se van desarrollando los acontecimientos: esa máquina detenida en medio de la nieve pasa a ser un personaje más y hasta funciona como una metáfora –un poco obvia, es cierto- de Poirot y sus dilemas. Desde esa fluidez entre lo técnico y lo narrativo podemos notar el interés –y hasta el cariño- del realizador por lo que está contando, por cómo el relato puede representar para él una buena síntesis de cierta perspectiva británica. También su ego, porque no solo asume para sí un papel icónico dentro de la literatura inglesa del último siglo y medio –y lo interpreta muy bien, hay que reconocerlo-, sino que se reserva los mejores momentos: hay dos planos secuencia memorables que lo tienen a él como foco indisputable. Así, Asesinato en el Expreso de Oriente alterna entre la superficie brillosa y ambiciones de profundidad temática. Como en la novela de Christie, la mayoría de los personajes son piezas moviéndose en el tablero de ajedrez, pero el film se permite incorporar una mirada político-social que aprovecha el situarse en los años previos a la Segunda Guerra Mundial para desplegar una serie de apuntes sardónicos que entran en el territorio de lo políticamente incorrecto. Sin embargo, aunque Branagh maneja apropiadamente buena parte de los resortes del thriller de misterio de la vieja escuela y la ironía socio-política, a la hora de adentrarse en el territorio de la acción cae en una confusión desde el montaje y la puesta en escena que deslucen el resultado final. Aún así, Asesinato en el Expreso de Oriente cumple con lo que promete y es un ejemplo cabal de la maquinaria hollywoodense al servicio de un relato ágil, con un público bien calibrado y la capacidad para posicionarse ideológicamente. El último plano está cargado de complejidad, reconfigura cierta mirada que podría caratularse como reaccionaria –por cómo justifica ciertas acciones en función de sus causas- y pone a Poirot en el lugar justo, preciso. El mejor detective del mundo ya no podrá volver a ser la misma persona que antes.
Video Review
Si se evitan comparaciones la nueva versión resulta un espectáculo recomendable - Publicidad - Ahora que “Asesinato en el Expreso de Oriente” acaba de entrar en su sexta semana de exhibición en Argentina, superando ya levemente los 300.000 espectadores, es posible hacer un balance comercial (también artístico) del film basado en una de las más célebres novelas de Agatha Christie. Inevitablemente ello nos llevará a comparar esta versión con las más célebre anterior, conocida en Argentina como “Crimen en el expreso de Oriente” y dirigida por Sidney Lumet en 1974. La ahora emprendida por Kenneth Branagh no puede rivalizar en cuanto al nivel de intérpretes con la antes mencionada, integrado por Albert Finney (Hercule Poirot), Lauren Bacall (Caroline Hubbard), Sean Connery (Arbuthnot), nuestra reciente visitante Vanessa Redgrave (Mary Debenham), Anthony Perkins (McQueen), Jacqueline Bisset (Condesa Andrenyi), Michael York (Conde Andrenyi), Colin Blakely (Hardman), Rachel Roberts (Hildegarde Schmidt), Wendy Hiller (Princesa Dragomiroff), Richard Widmark (Edward Pachett) y “last but not least” Ingrid Bergman (ganó Oscar por actriz de reparto), John Gielgud, Martin Balsam, George Coulouris y Jean-Pierre Cassel. De sólo leer esos nombres, mayormente famosos, se comprende que era casi imposible emular la hazaña de Lumet de incluir a todos ellos en una misma película. El comienzo de “Asesinato…” es divertido y no respetuoso de la novela al transcurrir en el Muro de los Lamentos, Jerusalem, una ciudad tan “mediatizada” en este momento gracias al lamentable Presidente actual de los Estados Unidos. El grueso de la trama, como era de esperar, transcurre en el célebre tren, primero en movimiento y luego detenido por un alud. Es tal el descarrilamiento acaecido, que a este cronista le resulta difícil imaginar cómo podrían haber hecho en 1934 (año de la acción) para volver a encarrilarlo. Dejando de lado esa posible incongruencia y alguna/s libertad/es más que el realizador-actor se toma, los diálogos y planteos sobre el posible asesino de Ratchett (poco lograda caracterización de Johnny Depp) logran entretener. Las críticas tanto locales (“Todas las críticas”) como internacionales (“Rotten Tomatoes”, por ejemplo) han sido poco benévolas, lo que no necesariamente se comparte. Que el bigote de Poirot (Branagh) sea excesivo para algunos críticos no le quita gracia al personaje. Que los diálogos, por momentos, parezcan extraídos de una obra de Shakespeare sólo podrán irritar a un purista o muy adicto a las obras de la autora de “Sangre en el Nilo”. Y a propósito de esta última valga la aclaración que al finalizar la película que nos ocupa a Branagh/Poirot le proponen un nuevo trabajo en Egipto, con lo que se viene seguramente, como indica IMDB, una remake también dirigida por el realizador que debutó con “Henry V” y también hizo una de las tantas versiones cinematográficas de “Hamlet”. El actor teatral Tom Bateman, ya dirigido por Branagh en su “Mucho ruido y pocas nueces”, sorprende en el personaje de uno de los empresarios del Orient Express (Bouc), mientras que en otros de los cambios respecto a la versión de Lumet el ex coronel Arbuthnot (Connery) aquí es médico y de raza negra. Judi Dench (princesa Dragomiroff), Derek Jacobi y sobre todo Michelle Pfeiffer (Caroline Hubbard) le dan cierta jerarquía actoral al film. En menor nivel se colocan las interpretaciones de Penelope Cruz (Pilar Estravados), y Willem Dafoe (Hardmann). En cuanto a Daisy Ridley, su Mary Debenham es digna, sobre todo si se considera que debe cubrir al personaje que tenía Vanessa Redgrave en la anterior. A propósito, la joven Ridley tiene un rol central como Rey en la nueva “Star Wars: los últimos Jedi”. Como ya se señalara, la crítica no ha ayudado mucho a la carrera de “Asesinato en el Expreso de Oriente”, pero en cambio el “boca en boca” parece ser muy favorable. Ya en su sexta semana continúa entre las más vistas y si bien nunca ocupó la posición tope, estuvo en segundo lugar durante sus tres primeras semanas. Otras que en ese periodo estuvieron primeras (y llevaron más espectadores) como “Thor:Ragnarok” y “Liga de justicia” están o estarán pronto por debajo de este espectáculo francamente recomendable.
Una película correcta que entretiene, pero hasta ahí. Le falta tensión, alma, carisma y nervio. Todo transcurre en forma más bien plana y ni siquiera los personajes logran atraparte lo suficiente. Al final lo más atractivo de esta película termina siendo...
Crítica emitida por radio.