Hace exactamente dos años se estrenaba una de las películas más taquilleras de los últimos tiempos; pero también, una que integró (casi) todas las listas de peores films de ese año. Cincuenta Sombras de Grey fue objeto de críticas despiadadas, burlas, y hasta una película paródica propia (ver nuestra review AQUÍ) … todo justificado. Como esto es una trilogía y los números mandan es hora de la secuela, Cincuenta sombras más oscuras; y lo mejor que podíamos esperar es que suceda lo que reza esa frase de autoayuda: cuando llegaste al fondo sólo se puede subir. ¿Habíamos llegado al fondo? El lujo es vulgaridad: Cincuenta sombras más oscuras nos ubica tiempo después del final de su predecesora. Anastasia (Dakota Johnson) había huido despavorida cuando Christian (Jamie Dornan) le mostró su lado más oscuro de perversión sadomasoquista. Pero Christian siguió insistiendo con poseerla y no pasarán muchos minutos del inicio para que vuelvan a estar juntos. ¿Listo?, ¿terminó?, ¿asistimos a un cortometraje con final feliz?. No, porque si en Cincuenta sombras de Grey se relucía una falta casi absoluta de conflictos, parece ser que era porque los estaban guardando todos para esta entrega. A la parejita le llueven los problemas por todos los flancos, y deberán enfrentarse a ellos para poder estar juntos. Por supuesto, al hablar de problemas nos referimos a ese tipo de conflictos que se conocen sarcásticamente como “problemas de ricos”; asuntos sentimentales, perfidias y desolaciones amorosas llevadas al extremo de parecer que nada más sucede en ese mundo perfecto construido alrededor. Hubo un cambio de director entre las dos películas, se fue la ignota Sam Taylor-Johnson y arribó el mucho más experimentado James Foley, quien también se encargaría de la culminación de la historia ¿Qué cambios trajo esta rotación? En primer lugar, Cincuenta sombras más oscuras pareciera estar menos centrada en los juegos sexuales de Christian y más enfocadas en los conflictos internos de los personajes, sobre todo de Anastasia, en quien se inclina la balanza esta vez. Las escenas sexuales están cortadas, son rápidas, y montadas al estilo regular de Hollywood de mostrar lo previo y pasar a lo posterior; casi como si tuviesen que estar sin mayores pretextos. En cambio, si hay mayor tiempo para verlos a ambos con caras tristes y afrontando las dificultades que los rodean. Esto podría haber sido favorable, hacer crecer una historia que anteriormente casi no se había desarrollado. Pero el inconveniente es que los dramas que enfrentan no se transmiten al espectador, todo es de por más superficial, inverosímil, y para colmo, resuelto de la peor manera. Las obviedades abundan, como si no hubiese alcanzado con una Steele que se muestra como una chica de hierro, y un Grey que tiene zonas oscuras, ahora aparecen más personajes redundantes como Jack Hyde (Eric Johnson) que sí, posee un lado oculto; o un salón de belleza que regentea la mujer que le enseño las artes sadomasoquistas a Christian (Kim Basinger quizás traída al ruedo por Nueve Semanas y Media) llamado Sclava. Todo tiene que ser remarcado, subrayado, y expuestos para que lo entienda hasta quien exclusivamente ve esa escena. Si la película apunta a un mayor crecimiento emocional, sigue faltando la progresión dramática, no hay explicaciones lógicas para el actuar de los personajes y hasta más de una vez son terriblemente contradictorios. Las cosas suceden porque el guión dice que tienen que pasar, y punto. A favor de Foley – que supo crear un buen clima dramático en At Close Range, y dirigió un aceptable producto semi erótico como este en Perfect Stranger – y hasta del guionista Niall Leonard, los problemas parecen venir de origen, de las novelas en la que se basa. Hay diálogos que son imposibles de remontar, situaciones que nos llevan a traspasar la risa involuntaria, y esa predilección por mostrar un mundo en el que la clase media no existe. Hasta cuando quiere esforzarse y bajar a sus personajes al “mundo real” (como cuando están el supermercado o el trabajo de Anastasia como asistente de una editorial) lo hace con una total falta de competencia que sólo termina confirmando lo anterior. Dakota Johnson y Jamie Dornan siguen sin poder transmitir ni la química entre ellos, ni el carisma de sus personajes; nuevamente ¿culpa de ellos o de lo que les toca jugar?. Como sea, no convencen. Igual suerte corren Basinger (con tres escenas telenovelescamente irrisorias), y Marcia Gay Harden, gran actriz, con mayor tiempo en pantalla esta vez, que no logra remontar a esa madre multimillonaria bien pensante. Conclusión: Cincuenta sombras más oscuras propone avanzar, aunque sea mínimamente, del estancamiento narrativo de la primera entrega; pero lo hace de modo tan torpe y superficial que sólo embarra los logros parciales de la sobriedad de su director. ¿Es mejor que la anterior? Sí. ¿Alcanza? No.
Siempre que llegan estas películas me pasa que pienso que da lo mismo lo que yo escriba al respecto: la gente va a ir igual. Cuando empiezo a desmenuzar el por qué me parece que es una historia mediocre, hay dos respuestas posibles “es cine de entretenimiento” (cual si entretener fuera fácil o una mala palabra) o “bueno, ¿Qué querés? Es una película”. Honestamente, amo el cine, así que quiero buenas películas. Habiendo dicho esto, es importante hacer otra aclaración: el libro es una cosa y la película otra. La mala narración justificando “en el libro dice que…” no existe. Cada producto tiene que defenderse por sí mismo. “50 sombras más oscuras” es la segunda entrega de una historia que nació como fanfiction de Crepúsculo (y que apunta exactamente al mismo target) y trata de la relación entre un joven multimillonario, posesivo y sádico y una joven tímida que cae rendida a sus pies. Entre ambos, negocian cómo llevar adelante su relación en términos que pasan de lo romántico a lo subido de tono, pero que no llegan a cumplir en ninguno de los dos ámbitos. O son demasiado melosos, o son demasiado pudorosas las imágenes para querer ser provocadoras. Sin mencionar el desfile de secundarios y esta es de las cosas que más me molesta del film: la mejor amiga, trabaja de mejor amiga. No tiene motivaciones, impulsos, nada. Por suerte, se pone de novia con el hermano de él, entonces podemos así contar la historia inverosímil de dos de los floreros de fondo. Hay un supuesto villano que tiene la premonición de que va a querer hacerles mal porque los hechos pasan al revés. Ni hablar de un ascenso laboral meteórico casi similar a la magia de Disney. Habiendo dicho esto, la música de Danny Elfman es preciosa y acompaña este sentimiento del romanticismo que sin ella, no se llegaría a formar. Plagada de escenarios espectaculares y vestidos de alta costura, la película marca ritmo a partir de ella. Si bien el director cambió, James Foley, logró elevar un poco el encanto de Jamie Dornan que era inexistente en la primera entrega y hacer que la química de ellos empezara a fluir. Dakota es imponente y simpática y al menos esta vez parecen estar medianamente a la misma altura. Sin embargo, no alcanza. ¿Por qué? Porque no hay historia. El backstory de cada personaje parece una carta de psicología básica en donde todo es causa consecuencia y las explicaciones de lo más básicas. Suma muchos puntos una referencia a “Secretaria Ejecutiva” que, siendo Dakota la hija de Melani Griffith, es un guiño hermoso a ese clásico. De nuevo, no importa lo que yo escriba, van a verla igual. Pero después no me digan que no les avisé.
Basada en la exitosa saga creada por la escritora Erika Leonard Mitchel, más conocida como E.L.James, la nueva entrega titulada “Cincuenta sombras más oscuras” (USA, 2017) vuelve a traernos a Christian Grey y Anastasia Steele en una etapa diferente de la relación iniciada de manera intempestiva y con una impronta sexual en la película anterior. Anastasia intenta alejarse de él, consigue nuevo trabajo, reordena su vida, pero cuando menos se lo esperaba, Grey vuelve a ella con las intenciones de arreglar aquello que dañó el vínculo. Anastasia acepta acercarse nuevamente a él, pero con la condición de poder renegociar el “contrato” que ambos tenían, para así, justamente, mantener un vínculo diferente, más espontáneo, y en donde el sexo sea parte pero de manera orgánica. Cuando por fin ella cree tener en las vías tradicionales la pareja, algunos personajes del pasado regresarán a la vida de Christian, teniendo una repercusión instantánea en su vínculo, y generando más dudas y sospechas sobre el pasado de su pareja, la que, como siempre, se mantiene reservada y sin develar mucho más que aquello que ya había relatado. “Cincuenta sombras más oscuras” además, tomando como base la novela, desarrolla el aspecto “profesional” de Anastasia, mostrándola como una aspirante a editora, trabajando en una pequeña empresa que le permite aprender el oficio de uno de los más inteligentes escritores y docentes, con el que, lamentablemente, chocará por otros intereses. La película deambula entonces aún más en la vida de la joven mientras revela algunos aspectos de la pareja, en su intimidad, y va complejizando el relato con conflictos ad hoc para poder mantener en vilo al espectador o, mejor dicho, a la lectora que soñó tanto tiempo con ver en la pantalla grande a su príncipe sadomasoquista. Pero justamente en esa trasposición, el morbo que, supuestamente, generaba el papel y la imaginación, no logra trascender, por lo que más allá de las idas y venidas y los celos entre Anastasia y Christian, el pudor con el que el realizador plasma la “pasión” termina convirtiendo a la propuesta en un capítulo de una novela vespertina. De hecho, en cualquier novela, en la actualidad, hay mucho más sexo que en esta adaptación que continua con la liviana propuesta de la primera entrega y en la que principalmente la falla es la poca química que hay entre los protagonistas. Dakota Johnson y Jamie Dornan hacen lo que pueden con sus personajes unidimensionales, se paran e intentan dotarlos de una credibilidad que ni siquiera como fantasía y objeto de deseo despierta algo en la pantalla. Esto sumado a la incorporación de grandes actrices como Marcia Gay Harden o Kim Basinger, con escenas infantiles y sacadas de un episodio de la recordada “Dinastía”. En resumen, las fanáticas de la saga encontrarán tal vez algún punto loable en la adaptación, pero para aquellos que conocieron a Grey a través del cine, con su poco fuego, su corrección política, su pudor (seno, trasero, vello púbico masculino es lo máximo que se revela) y su moralismo, no hay nada que haga que “Cincuenta sombras más oscuras” pueda despertar interés en un film dirigido por oficio, con una banda sonora en desmedro de la narración y diálogos irrisorios que hacen, una vez más, naufragar la para nada osada propuesta.
Thriller erótico sin conflicto a la vista. “Vos me enseñaste a amar; ella, a coger”, responde el recontramillonario Christian Grey ante el planteo de su novia Anastasia Steele por una ex amante, en lo que debe ser una de las explicaciones más extrañas y sin sentido que haya entregado el cine en décadas. Siempre y cuando, claro, se considere a esta adaptación de la segunda parte de la trilogía literaria escrita por E. L. James como una película. Fija para integrar el podio de lo peor del año a fines de 2017, la lógica de funcionamiento de Cincuenta sombras más oscuras es digna de El Coyote y el Correcaminos pero sin su gracia: los personajes podrán enfrentarse al acoso sexual del jefe, a recuerdos tortuosos del pasado, a una noche de sexo con nalgadas, a un día en un yate de lujo e incluso a la caída de un helicóptero (¡!), que siempre, irremediablemente, la escena posterior los encontrará en el mismo lugar que antes, igual que si nada hubiera pasado. A esa falta de progresión psicológica se le suma una aún peor, que es la dramática: Cincuenta sombras más oscuras no cuenta prácticamente nada, y lo poco que quiere contar lo cuenta mal. El primer film concluía con los tórtolos separados después de que ella (Dakota Johnson) se hartara de prestarse a los jueguitos sadomasoquistas de él (Jamie Dornan). Porque él, pobre, tuvo un pasado bastante jodido y ahora, en lugar de ir a un psicólogo y buscarse algún amigo para que le preste el oído, anda por la vida sodomizando mujeres. Algo de lo que ella se da cuenta recién a una película y pico de haberlo conocido. “Esto no es una relación, es sumisión”, le espeta cuando descubra que, más allá de las promesas propias de quien quiere volver, a Christian le sigue gustando el látigo y las pinzas. La cuestión es que Anastasia, unos minutos antes, aprobó el reencuentro. Aquí tranquilamente la película podría haber concluido, ahorrándole al espectador casi dos horas en las que sólo queda verlos viajar, pasándola lindo, teniendo sexo con musiquita de porno soft, comiendo afuera, peleándose por alguna nimiedad (que aparezca una ex con las venas cortadas y dispuesta a matarla, por ejemplo), volviéndose a encamar, viajando de nuevo, teniendo otra noche de gala, y así. Sin conflicto a la vista, poblada por personajes más insípidos que una hostia, dueña de una serie de diálogos imposibles y de una misoginia galopante, Cincuenta sombras más oscuras es sobrevolada, igual que la primera entrega, por el espíritu de los thrillers eróticos de los 90, con Sliver o El cuerpo del delito como máximos referentes. En ese sentido, se agradece que James Foley (director que nada casualmente tuvo su máxima productividad en aquellos años) suba levemente la apuesta en las escenas de sexo, volviéndolas al menos un poquito más sudorosas y menos culposas. Pero a no ilusionarse demasiado, porque sigue habiendo más erotismo en las rayas azules del viejo Venus codificado que en esta saga que, claro está, deja todo armado para la tercera parte. Ojalá sea la última.
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Sin sombras de erotismo real Dos años después del inmenso éxito de Cincuenta sombras de Grey llega esta secuela basada en la segunda parte de la trilogía de novelas eróticas escritas por E. L. James. El arranque de Cincuenta sombras más oscuras es divertido porque Foley parece apostar a un tono autoparódico, como si aceptara sin prejuicio su lugar de película poco prestigiosa basada en literatura de consumo efímero. Pero es un espejismo. Pasados esos primeros minutos todo se torna solemne y monocorde hasta lo irritante. Tras resistirse (un poco) y hacerse desear (otro tanto), Anastasia Steele (Dakota Johnson) aceptará volver con el enamoradizo multimillonario Christian Grey (Jamie Dorman), siempre que éste logre controlar su adicción a las perversiones sádicas. Esta segunda entrega resulta incluso menos desafiante que la original. Anastasia es descripta como una mujer fuerte e independiente, que quiere crecer en una editorial y no ser manipulada por Christian. Los enfrentamientos, entonces, serán con el jefe de ella (Eric Johnson), la veterana mentora del protagonista (una deslucida Kim Basinger, quien supo brillar en este subgénero del softcore con Nueve semanas y media) y una ex amante de él (Bella Heathcote). Lo mejor del film es Johnson, que sale airosa de las situaciones y parlamentos más absurdos. Pero lo peor no es su superficialidad y previsibilidad sino que carece de erotismo. El pecado principal para un producto que se vende desde la audacia y la provocación.
Más (o menos) de lo mismo La película es de bajo contenido calórico: calienta menos que un fósforo en la Antártida. Es lo que hace unos años se conocía como porno soft: un par de senos, gemidos, trastes masculinos y femeninos, cuerpos trabajados (el de Jamie Dornan) y queda la duda si en muchas tomas no se utiliza una doble de cuerpo para Dakota Johnson. Da igual. No es que el género haya evolucionado, de 9 semanas y media a esta parte. Con tanto destape en los últimos 30 años, Cincuenta sombras más oscuras calienta menos que un fósforo en la Antártida. Pero ya se sabe, los fans son precisamente eso, fanáticos -o fanáticas en el caso de la trilogía de E. L. James, que empezó a escribir (novelas) a los 45 años-, e irán a ver lo que saben que verán, y lo que los productores le dan muy contentos: Jamie Dornan con carita compungida, no al estilo Ben Stiller en Zoolander, pero pudo ser un modelo; los diálogos imposibles de decir y de creer; la sinuosa y/o ambivalente actitud de Anastasia ante Christian (que sí, que no, que no sé, que puede ser, que má sí). Para los que se perdieron Cincuenta sombras de Grey -no se perdieron mucho-, Christian y Anastasia viven una relación sadomasoquista, que algunos tildarán de perversa, pero sobre gustos hay demasiado escrito. El es dominante, ella, sumisa. Por eso él hace todo, y ella (y las mujeres desde la platea) se presume que disfruta(n). La ¿trama? –el guión adaptado es del esposo de E.L. James- nos muestra a un Christian (algo) arrepentido, que quiere recuperar a Anastasia. Todos sus miedos y demonios internos por su pasado le generan angustia (oral y de las otras). Para Anastasia no será fácil. No porque deba lidiar con líneas de diálogos absurdas e impracticables, sino porque las ex de Christian están allí para… ¿Para qué? Una de ellas es Kim Basinger, que a sus 63 años no parece Kim Basinger sino la nieta, de tantas cirugías que se hizo en el rostro -otra parte de su cuerpo no se ve-, y que cuando habla parece un personaje de El Capitán Escarlata (menores de 30 años: era una serie animada con muñecos). Desde que el personaje masculino malo se llame Hyde (como el de Jekyll & Hyde, que ya jugaba con el hide de escondido) a subtramas que entran y cuando salen no tienen desenlace, a una banda de sonido que repite hits uno detrás de otro, los 118 minutos se hacen largos. Ah, para las fans: no se levanten cuando crean que la peli terminó. No es que siga, pero entre los créditos pusieron el teaser de Cincuenta sombras liberadas. Como un “escenas del próximo capítulo”: no hay dos sin tres.
Mujer bonita de outlet El inexplicable furor y éxito en ventas que cosechó la trilogía 50 sombras de Grey, de E.L. James, fue tema de análisis y discusión por idóneos del sector editorial, cultural, doméstico y posiblemente haya llegado a ser tratado en los pasillos colegiales, ya que si se aprecia bien, el material ante el cual estamos es bastante infantil, carente de sentido y bordeando lo ingenuo. En materia fílmica, con la primera entrega de la saga, la expectativa desbordaba por doquier, desde el elenco seleccionado, la proyección de esa historia prohibida en pantalla, hasta los deseos y tabúes que se le adjudicaban a las “amas de casa ” o “a la señora común”, quienes según varios estudios habían salido enardecidas a comprar los látigos y bolas sexuales en cuestión. Todo ese combo embebido en delirio y prejuicio, dejó como resultado una película pobre, pero mínimamente entretenida, si bien ya la historia era pretenciosa e inverosímil, tal vez la novedad, tal vez el imaginario colectivo, 50 Sombras de Grey (Fifty Shades of Grey, 2015) no era tan paupérrima y bochornosas como su actual secuela. Bajo el título 50 Sombras más Oscuras (Fifty Shades Darker, 2017), vuelven los mismos personajes vacíos, sin ningún tipo de construcción o justificativo argumental. El cambio de mando en la dirección, ahora a cargo de James Foley (quien tiene en su haber la dirección de la excelente serie House of Cards, así como sendos videoclip de la reina de la seducción, Madonna) lejos de mejorar la propuesta inicial, llega para regalarnos una de las historias menos interesantes que veremos en mucho tiempo. De hecho, puede aseverarse que en cualquiera de los videos musicales dirigidos por Foley hay mucho más sensualidad y erotismo que en las dos horas que dura este compendio de malas decisiones. El guión no puede luchar contra la pobreza del libro en que se basa, pero aún así se sumerge en errores grotescos de continuidad, en diálogos duros, perpetuados por actores que no pueden hacer nada más que muecas sonsas con las palabras que deben pronunciar sus personajes. La historia vuelve al ruedo con Anastasia Steele (Dakota Johnson) y Christian Grey (Jamie Dornan), quien vuelven a unirse en una relación, donde si bien ella plantea algunos cambios en cómo deberán ser las cosas, nada realmente parece cambiar. Él sigue siendo un sádico sexual (según palabras del Sr. Grey, claro) y ella sigue siendo la chica ingenua, que trata de tener un trabajo que la independice y la haga valorarse como persona, todos hermosos objetivos que se esfuman en cuanto su “amo / novio / futuro marido” compra la editorial donde ella trabaja, hace echar a su jefe, y le pide que se mude con él. Se une al reparto Kim Bassinger, aquella rubia sensual, quien sí supo llenar de erotismo la pantalla con el recordado film 9 Semanas y Media (9 1/2 Weeks, 1986). Aquí personifica a Elena Lincoln, mujer responsable de iniciar al pobre Christian en los menesteres sexuales. Su participación es uno de los tantos caprichos en los que cae el film, ya que podría haberse aprovechado para desarrollar algo de la complejidad psíquica del personaje. Sin embargo, queda relegado a unos planos breves, burdos e incoherentes. Bordeando lo irrisorio en muchas de sus escenas, tampoco se priva de copiar (no homenajear, no citar) planos y diálogos de otras películas que sí daban la talla en la relación que se planteaba entre un hombre y una mujer, y el conflicto que eso podía desencadenar. Ejemplo claro: varias escenas emulando Mujer Bonita (Pretty Woman, 1990) (la compra de ropa a tono, la peluquería, ella cual prostituta aquí no paga y sí golpeada usando la camisa del millonario mientras este dormita). Otro error intencionado -asusta pensar que esto fuera sin conocimiento previo- es la escena con el exacto diálogo de Secretaria Ejecutiva (Working Girl, 1988), cuando Ana, le pide a su nueva asistente que la llame por su nombre, y que solo le traiga café si es que ella va a tomar. Quedó pendiente que en algún momento Ana tome su celular y llame a una amiga al son de: “Adivina de dónde te estoy llamando”. La segunda entrega de esta trilogía se convierte en una sombra, no solo de su predecesora, sino del buen cine, de las historias que valen la pena ser contadas; deja de lado el verosimil, el trabajo y cuidado de un plano, la elección de los diálogos, y sobre todo, desmerece y ningunea al público, esperando que todos se conformen con ver sonreir al bueno e incomprendio de Grey. Promocionada como una película de fuertes escenas sexuales, no es menor decir que dichas escenas se vuelven lo más aburrido y ridículo de la propuesta. Como si esto no bastara, aún queda una tercera parte para dar fin a esta tortura visual.
A pesar del cambio de director, 'Cincuenta sombras más oscuras' persigue la misma tónica light de la primera entrega. El timbre suena y cuando Anastasia (Dakota Johnson) abre la puerta, un inmenso ramo de rosas blancas cubre la cámara, por supuesto que las envía Christian Grey (Jamie Dornan), quien tras el abandono sufrido por la joven busca reconciliarse a cualquier precio. Ana no pudo superar la perversión del Sr. Grey, por esto decidió cortar la relación. Pero la experta en literatura, que ahora trabaja como asistente del reconocido editor Jack Hide (Eric Johnson), terminará cediendo a los encantos del guapo empresario. Este le prometerá amor y sobre todo un gran cambio: no más juegos sucios, ni palmadas en las nalgas, ni juguetes extraños. Con tal de poseerla aceptará una relación "vainilla" (nombre que dentro del argot de la subcultura BDSM se aplica al sexo convencional). Y las cosas comenzarán a marchar sobre ruedas: viajes románticos, obsequios costosos, el Sr. Grey abrirá su corazón para hablar de su oscuro pasado, también habrá más sexo y una propuesta de matrimonio incluida. Anastasia está muy hot, inclusive se atreverá a probar algunas técnicas bondage y fetichistas que en el pasado la horrorizaban. Cincuenta Sombras más Oscuras trae algunas novedades, como la incorporación de la Sra. Robinson (Kim Basinger), una amiga de la madre adoptiva de Christian que lo adentró al mundo del sadomasoquismo; de Leila (Bella Heathcote) una exnovia sumisa del joven que se encuentra perturbada; del abusivo editor Jack Hide y con respecto a la primera entrega, hay más desnudez explícita. A pesar de que Dakota Johnson muestra sus hermosos senos y escultural cuerpo gran parte de la película, esto no contrarresta la pobreza del guion, los absurdos diálogos y todo ese matiz Corín Tellado que atraviesa la cinta. Cincuenta Sombras más Oscuras sigue siendo tan edulcorada como el libro al cual se ciñe su adaptación. Solo se cita el concepto BDSM para generar un poco de morbo, porque de este universo se traslada muy poco a la pantalla. Y a pesar de su narración romántica clásica, por momentos —y sin proponérselo—, el film funciona como una gran comedia. Los diálogos son tan clichés e inverosímiles que se tornan paródicos. Un poco de aceite desparramado en el cuerpo, un dedo travieso en un ascensor y dos o tres azotes sobreactuados no bastan para dotar de interés a una historia que se presume erótica.
Las 50 sombras son ahora más oscuras, y aburridas Esta continuación de "50 sombras de Grey" tiene algo bueno: aparece el crooner José James cantando un par de temas, lástima que ninguno completo. Y algo malo: Christian Grey sobrevive a la caída de su helicóptero. Lástima, porque entonces la película sigue y, peor aún, la serie también sigue. Interrumpiendo los créditos finales ya se anuncia la continuación, a estrenarse en San Valentín de 2018. La ansiedad nos carcome. Entretanto, vemos "50 sombras más oscuras", de nuevo con Anastasia Jadeo Instantáneo y Purapinta Grey. Ahora ella sigue histeriqueando pero ya se avivó bastante, y él pierde dominio y se vuelve medio bobo, por no decir otra cosa. El problema es que acá no hay mucho de oscuro, ni siquiera tostado. Cierto que al comienzo uno cree estar viendo el trailer de una película realmente dramática, pero enseguida llegan los títulos, la parte linda de Seattle, y toda la paquetería y ñoñería disfrazada de audacia que caracterizaron la película anterior. A lo sumo, las únicas oscuridades provienen de dos seres perturbados que amenazan la felicidad de la chica, pero ahí está su hombre con guardaespaldas incluido para protegerla. Y la suegra, para darle un buen bife a una entrometida. Eso sí que duele, y no las pocas palmaditas en la cola que practican los tortolitos. Para palmaditas, más vale recordar "McLintock! Hombre de verdad", donde John Wayne le daba una biaba a Maureen O'Hara y todos felices. Película políticamente muy incorrecta, es cierto, pero mucho más entretenida.
De mal en peor Transposición de la novela de E. L. James, esta segunda parte de la saga que vendió millones de ejemplares en todo el mundo profundiza todos los defectos que ya estaban en Cincuenta sombras de Grey (Fifty Shades of Grey, 2015), su antecesora. Promocionada como un relato que escandalizará y excitará en altas proporciones, lo que en verdad consigue Cincuenta sombras más oscuras (Fifty Shades Darker, 2017) es, en el mejor de los casos, un par de sonrisas socarronas. Esta suerte de revival del pornosoft más berreta de los ’90 –pero sin ninguna intención de parodiarlo- sigue la historia de amor que la tímida y angelical Anastasia Steele (Dakota Johnson) y el multimillonario y adepto al bondage Christian Grey (Jamie Dornan) iniciaron en la película anterior. Es una historia de amor un tanto trunca, signada por el deseo de ella de “convertir” a su objeto de deseo en alguien más adepto a los besos y abrazos que a los latigazos y los juegos de dominación. Pensada como una continuación, esta segunda entrega parece más bien una prolongación innecesaria. Las “variaciones” del caso vienen dadas por la rutina laboral de la joven, secretaria de un gerente editorial tan buen mozo como su novio. Algo que no tardará en traerle problemas con Mr. Grey, quien apenas se cruce a su jefe no podrá –ni querrá, bah- reprimir su personalidad celosa y posesiva. Al mismo tiempo, en esta oportunidad tendremos más datos de la “iniciadora” del muchacho en el arte del “maestro y esclavo”; una MILF interpretada por Kim Basinger que parece recién salida del quirófano. ¡Y….listo! Los mismos problemas de antes, pero con dos villanos de manual. Por lo demás, la película –dirigida por James Foley, en plan de piloto automático- luce tan publicitaria como la primera parte. Su “hilo argumental” bien podría reducirse a: se unen, se acuestan, se pelean, se vuelven a unir… se acuestan, se celan, se distancian, se vuelven a unir… Se separan, se descubre algo que se intuía, se gritan, se acuestan y se vuelven a unir… Para ser más gráficos, el “se acuestan” queda explicitado de una forma rutinaria, con menos erotismo que la cópula entre dos amebas. Porque ya sabíamos que, por lo que vimos antes, no podíamos esperar “osadía”. Pero en medio de tanto trazo grueso, de tanta situación que bordea el ridículo, de tan poco carisma en la pareja protagónica, ¿no se les ocurrió pensar en que este es un film erótico? A juzgar por el resultado, ni a eso le dieron importancia.
Jamie Dornan y Dakota Johnson retoman sus papeles como Christian Grey y Anastasia Steele, respectivamente, en la adaptación cinematográfica del segundo libro de la franquicia erótica escrita por E.L. James que subirá considerablemente la temperatura de los cines que estarán repletos de mujeres que han leído todos los libros. “No más reglas ni castigos… ni tampoco secretos…” Eso es lo que quiere Ana en esta nueva entrega dirigida por James Foley (“Seduciendo a un Extraño”), quien toma la posta dejada por la realizadora británica Sam Taylor-Johnson tras haber decidido bajarse del proyecto por las diferencias creativas que ha tenido con la autora durante la filmación de la primera película. En cuanto a la historia, recordemos que al final de la primera entrega, y tras ser castigada sexualmente al extremo, Anastasia decide romper con Christian debido a que se sentía intimidada por los oscuros secretos, y gustos particulares, del atormentado empresario. Si bien ella quiere embarcarse en su carrera profesional en una editorial de Seattle, él -herido- le propone retomar su tórrida aventura con nuevos parámetros para los dos, por lo que reanudan su relación pero no sin antes exigirle un nuevo acuerdo. Claro que a él no le cuesta demasiado recuperarla, y ella cede muy rápido. Es más, está dispuesta a experimentar nuevamente la dominación con todo tipo de objetos y juguetes sexuales novedosos para la joven. Mientras trabajan en la relación y finalmente logran cierta “estabilidad”, comienzan a aparecer figuras del pasado de Christian que están determinadas a destruir sus esperanzas y su futuro juntos. Mientras él lucha contra sus propios demonios del pasado y se da cuenta que realmente está “¿enamorado?” de Anastasia (algo que nunca le había pasado con sus “sometidas”), la joven debe enfrentarse a la ira y la envidia de las mujeres que le precedieron. Una de ellas es la traumada Leila (Bella Heathcote), quien antes ocupó el rol de Anastasia y acosa la vida de la pareja; la otra es Elena Lincoln (una desaprovechada Kim Basinger), más conocida como la “Señora Robinson”, la mujer que introdujo al muchacho en la práctica BDSM (bondage, dominación, sumisión y masoquismo) y además, es su socia en los negocios. Este personaje no tiene un desarrollo más profundo en el guión escrito por Niall Leonard (esposo de James) y es entendible porque en la novela tampoco. Lo mismo ocurre con Jack Hyde (Eric Johnson), el jefe de Ana en la editorial Seattle Independent Publishing (SIP), quien oculta un secreto en contra de los Grey pero aquí no está presentado. Seguramente, se brindarán más detalles en la tercera entrega que se estrenará de manera global en Febrero de 2018, ya que el final deja un gancho que promete un poco más de drama y suspenso. Atención, que después de los créditos hay un pequeño avance. Que sí… que no… ¿Qué se puede decir de esta segunda parte? Aunque intente sumar situaciones dramáticas, se queda a mitad de camino, como la primera, y tiene defectos narrativos propios a los libros en los que se basa. El conflicto es nulo y hay situaciones inexplicables. Igualmente entretiene. En cuanto a las escenas puramente de sexo -apenas explícito- son cuatro y entre todas suman aproximadamente 15 minutos, de los 117 de metraje. Al igual que Taylor-Johnson, el nuevo director optó por centrar sus planos solamente en Anastasia y en sus demostraciones de placer. Punto a favor para la hija de Melanie Griffith y Don Johnson es que logra imprimirle carisma a un personaje totalmente insulso. A diferencia de su co-protagonista, quien por contrato no expone su cuerpo de la cintura para abajo, la actriz vuelve a mostrarse totalmente desnuda. El desempeño de Dornan como el traumado Christian, está correcto. No caben dudas que todo ésto genera polémica sobre la ausencia de romanticismo, la desvalorización de la mujer, el “soft porno”, etc, etc. etc. Pero las fanáticas más ortodoxas saldrán de cine bastante conformes.
Esta segunda entrega de la trilogía sexual es igual de fría y anodina que su predecesora En la primera película de la saga, éramos testigos del comienzo de la relación entre la recién graduada Anastasia Steele (Dakota Johnson) y el joven magnate de los negocios Christian Grey (Jamie Dornan). Ahora Anastasia se encuentra abrumada ante el poder que ejerce sobre ella el misterioso empresario. Su inicial magnetismo se ha transformado en un peligroso juego de dominación sexual, y por eso la joven decide alejarse de él lo máximo posible y empezar desde cero una nueva vida. Pero el amor y sobre todo el sexo es más fuerte, y los caminos de ambos volverán a unirse. Basada en la novela de 2012 de la autora británica E. L. James, esta segunda parte dirigida por James Foley, tiene la perfección de un comercial de una fragancia. Todo está correctamente iluminado, las locaciones elegidas denotan un buen gusto exquisito, los planos de cámara lucen atractivos, y los protagonistas cuerpos de ensueños. Las escenas sexuales están coreografiadas al máximo, ningún cabo suelto, ningún vello púbico indiscreto colándose en el encuadre. Y, obviamente, en esta perfección radica el mayor problema de la película. Todo luce irreal, todo suena a ficción. El guión, que no es una maravilla, tampoco ayuda. Los conflictos argumentales se reducen a algunos celos adolescentes de Grey, y hay incluso un intento de generar cierto suspenso en manos de una ex despechada que tampoco termina siendo muy peligrosa. Hasta las secuencias eróticas, que se suponen, son el plato fuerte del filme, nunca logran transmitir pasión ni lujuria. Y es que no se puede tener relaciones de la manera en que lo hacen los protagonistas y al terminar no tener una sola gota de transpiración. Los actores protagonistas, Dakota Johnson (alguien debería decirle que morderse el labio no la hace más sexual) y Jamie Dornan, cumplen, colocándose en la marca que les permita estar correctamente iluminados y fotografiados y no mucho más. Hay lugar en el elenco para un guiño al género con la presencia de Kim Basinger (otrora reina del erotismo con sus 9 semanas y 1/2) que se limita a fruncir la boca mientras recita unas líneas imposibles. Las fanáticas de la saga literaria quizás se conformen con esta adaptación, pero para aquellos distraídos que quieran incursionar en la zona más caliente del séptimo arte, podrán encontrar en el pasado varias gemas más estimulantes que este filme aburrido y sin alma. La sombra oscura de lo que una película debe ser.
Lo de “apta para mayores de 16 años” es porque hay escenas de sexo. Pero están filmadas con tal estilización, humor y musicalización que no difieren, salvo porque se ven pezones, de un videoclip cualquiera en alguna señal de R&B. Lo de “más oscuras” quizás sea porque hay dos o tres escenas nocturnas más que en la primera. Con la que comparte la misma tara: el material de base es pésimo y hay que hacer milagros para levantar el muerto. Casi literalmente en esta segunda parte, firmada por James Foley no pasa nada: hay una pareja que se reencuentra, tienen algunos sinsabores que se resuelven charlando, comiendo y a la cama, algún jueguito erótico y alguna revelación trivial. Ellos –especialmente Johnson– se divierten como pueden en esta nadería monumental que, por suerte, no se toma en serio a sí misma.
Ya se sabe que esta franquicia viene con un público cautivo que se devoró los tres volúmenes que escribió, con gran astucia para su cuenta bancaria, Erika Mitchel conocida con el pseudónimo de E.L. James. En su momento la señalaron como la creadora de un subgénero “pornografía para amas de casa”. Lo cierto es que en esta segunda oportunidad, con guión de su marido Naill Leonard, y con la dirección de James Foley con mas experiencia en grandes series de la tele y videoclips (que ya se aseguró hacer la tercera de la saga). En este caso la pareja formada por los actores Dakota Johnson y Jamie Dorman (recuerden las polémicas interminables con lectores a favor y en contra de estos actores) ya esta aceptada. Luego de la separación en la primera entrega, el busca reconquistarla. Ya sabe que no encontrara en ella la “sumisión” que su sadismo necesita pero asegura que va a cambiar y hasta acepta que “Anastasia” ponga sus reglas. Nada nuevo ya que el personaje como en el famoso bolero (aquí tararear “Tú me acostumbraste…”) ahora quiere visitar la sala roja y probar sus chiches. Lo que parece transgresor en esta relación no deja de ser conservador, aunque ella propone -a veces- solo deja que el funcione como un sex toy para todo servicio. Y al fin de cuentas ella será pronto “la esposa perfecta” según la falsa moral añeja, de apariencia angelical pero muy lanzada en el lecho conyugal. El guión sigue la lógica de la brochette: Escena romántica, una de sexo, escena de peligro, una de sexo, escena de descubrimiento de otras amantes, una sexo y ahí hasta terminar con el plato servido. Las escenas eróticas que siempre se cuidan de no caer en lo porno, y las otras, esta filmadas con la estética romántica, lugares lujosos, ropa de primera línea, modelos a imitar. Dakota Johnson con su refinado erotismo y Jamie Dorman, con mucho mas gimnasio encima, tienen buena química y condimentan este producto previsible, que no tiene ninguna otra pretensión que satisfacer a los lectoras de los libros y de ser posible conquistar a los que se enteraron del fenómeno de oídas y no quieren quedar afuera. Como si se tratara de un teleteatro lujoso, conservador y astutamente picante. Como una audaz señora “Robinson”, que no se resigna, aparece Kim Basinger. Completan el elenco Eric Johnson, Bella Heathcote, Rita Ora Marcia Grey Harden. En definitiva con el éxito asegurado y hecha para satisfacer expectativas.
50 Sombras más Oscuras: Cada vez nos falta menos, para no volverlos a ver. El film cuya única trama es la relación mas aburrida de la historia del cine nos trae su casi igual de horripilante secuela, a continuación les voy a enumerar las multiples razones por las cuales no deberían verla. Las secuelas generalmente no superan a sus predecesoras, por cada The Dark Knight, Mad Max: Road Warrior o Terminator: Judgament Day hay cientos de ejemplos que no cumplen la tarea. 50 Sombras más Oscuras apenas supera a 50 Sombras de Grey, sin embargo el film de James Foley también tiene todos los números para entrar en otra lista, la de peor película del año. En esta entrega Anastasia Steele (Dakota Johnson) comienza trabajando en una editorial, su trabajo soñado, alejada por decisión propia de la relación sadomasoquista en la cual se veía envuelta con el multimillonario Christian Grey (Jamie Dornan). La película se toma unos buenos 10 minutos hasta volver a establecer a estos dos como una pareja, mediante los siempre seductores esfuerzos de Grey de llevar el acoso sexual a su máximo limite, cuando compra todos los retratos de Anastasia en una muestra de arte “porque no quiere que nadie más la vea así”, estrategias de levante naturales a los que nos tienen acostumbrados estos films. A partir de una cena en la que Grey muestra ciertos signos de arrepentimiento por sus acciones en la historia previa, mágicamente tenemos a nuestra pareja preferida de vuelta en un viaje de 2 horas que más que una película, parece el zapping de una octogenaria que no sabe usar bien el control remoto y va de una serie de videoclips subidos de tono (no tanto como esperaríamos) con el 90% de la banda sonora de fondo a una novela con pésima edición, chistes que solo surten efecto cuando se están burlando de la misma trama de la película y destellos de drama que no van a tener sentido hasta que veamos las 20 continuaciones que nos depara el estudio. Comencemos enumerando los (pocos) aspectos positivos, arrancando por el más importante: la película no se toma muy seriamente a sí misma, lo cual da lugar al humor, inexistente en la primera entrega, a partir de la absurda situación en la que se encuentran los personajes. En segundo lugar y complementándose con el primero, Christian Grey muestra que no es un robot brindando cierta profundidad a la historia de su personaje y hasta tira uno o dos chistes en el transcurso del film. La adición de Kim Bassinger como Elena, la dominatrix que inicio a Christian en el sadomasoquismo, es lo más cercano que vamos a tener a un buen antagonista y por ultimo Dakota Johnson, quien vuelve a destacarse dentro de lo posible dándole peso a los momentos dramáticos del film y vendiendo casi exitosamente la idea de que Ana puede cambiar a este ser humano que todavía tiene una habitación del tamaño de un mono ambiente lleno de artefactos para practicar BDSM. Por el lado negativo, la película vuelve a cometer muchos de los errores de su antecesora: llegando a unas eternas dos horas muchas de sus escenas parecen cortadas o mal editadas, dejando a casi todos los personajes secundarios sin ningún tipo de desarrollo. La relación entre los personajes principales sigue sin tener química, especialmente para una dupla que lleva dos películas en su haber, y que es el foco primario de ambas. La historia que rodea la película no tiene ningún tipo de objetivo ni búsqueda de los personajes, simplemente se van sucediendo una escena en la cual conocemos a un personaje al que vamos a ver solo 2 veces en toda la película tras otra escena de sexo en la cual tenemos un tutorial de cómo usar alguno de los juguetes del señor grey, seguida por algún tipo de accidente que amenaza la vida de nuestros personajes principales, y si no lo estoy señalando como algo positivo es porque probablemente no tenga ningún tipo de desencadenante previo o todos los involucrados se hayan olvidado de lo ocurrido para la siguiente escena. El guion sigue siendo atroz y repleto de frases torpes que hacen temblar de incomodidad, aunque al no haber leído ninguna de las novelas temo que este sea el mejor esfuerzo posible de adaptar el material de origen. El uso de la música hace que el remix de presentación de los personajes en Escuadron Suicida parezca una obra de arte, ya que hay que soportar un nuevo tema de fondo cuya unica función es distraer cada vez que Ana y Christian tienen sexo o este ultimo esta ejercitando, por alguna extraña razón que desconozco. Por último, y tal vez una de las razones más importantes por la cual la película falla, la relación entre los protagonistas sigue sin tener justificación alguna, no hay razón por la cual Anastasia decide volver con el acosador serial luego de lo que paso al final del primer film, no hay razón por la cual Christian corrija sus hábitos de años por una mujer a la que conoce hace pocos meses y si la razón que tenemos que comprar es que “en el fondo se aman y quieren estar juntos” tampoco hay razón para que nadie vaya a ver esta película. Este fin de semana estrena Lego Batman, mejor vayan a ver eso.
La saga romántico-erótica de E L James se expande cinematográficamente de la mano de un director un poco más experimentado como James Foley. Pero eso no quiere decir que Fifty Shades Darker deje atrás las falencias de su antecesora, aún sabiendo sus errores de antemano.
EL DINERO NO ES TODO (PERO CÓMO AYUDA) Es muy difícil ir a ver sin prejuicios la secuela de Cincuenta sombras de Grey, una película que cultivó nada menos que cinco premios Razzie –los anti-Oscar; ganó por Peor película, Peor guión, Peor actor, Peor actriz y Peor pareja- y que recibió críticas no sólo desde el cine, sino desde sectores que practican el sadomasoquismo –uno de los ejes de la historia- por reflejar situaciones inverosímiles y de abuso que no son propias de esa cultura. Sin embargo, también es cierto que recaudó más de 500 millones de dólares en menos de un mes, por lo que no es llamativo que la tercera adaptación ya se esté preparando para el 2019. Christian Grey (Jamie Dornan) busca recuperar el amor de Anastasia Steele (Dakota Johnson), pero tras los hechos de Cincuenta Sombras de Grey (2015) ella exige un nuevo acuerdo para poder seguir adelante. Sin embargo, apenas la pareja parece empezar a funcionar, aparecen distintas personas muy dispuestas a frustrar sus planes románticos. En primer lugar, puede que le cueste un poco a los que no vieron la primera entrega entender la totalidad de lo que pasa, y hay pocas pistas que ayuden. Toda la acción a partir de los hechos de la película anterior parece sin sentido, pero lo que se desarrolla a partir de esta tampoco parece tenerlo. “Es porno para madres”, dijo Stephen King sobre la saga, y no hay más que darle la razón. Las escenas de sexo no sólo no son sugestivas, sino que hasta el factor “sadomasoquista” es muy inocente. De hecho, al menos en esta película, parece que la cama es el único lugar donde el Sr. Grey es completamente inofensivo. Christian Grey es narcisista, manipulador, posesivo y psicópata. No tiene nada de malo tener un personaje así, pero venderlo como “romántico” es más enfermizo que el personaje en sí. Hay críticos que hablan de que hay películas “necesarias” porque reflejan tal o cual situación. Yo no sé si las hay necesarias, pero esta historia muestra que existen las que no sólo no son necesarias, sino que son nocivas. Cualquier persona que confunda lo que pasa entre Christian y Ana con algo similar al amor está en peligro grave de normalizar relaciones enfermas. Lo peor es que no sólo parecen estar enfermos ellos dos –él un psicópata, ella una inestable que pasa por alto todas las situaciones de abuso-, sino también su entorno. Sólo por dar un ejemplo, la madre de Christian se pasa media película diciéndole a Anastasia lo bien que le hace a su hijo y lo mucho que lo cambia, dándole una enorme responsabilidad –cuando lo que necesita Christian, a todas luces, es un psicólogo-. Las actuaciones no son especialmente brillantes, pero no puede echarse la culpa a los actores por tener que repetir diálogos y situaciones inverosímiles. El plano artístico es decente en lo visual, pero la música en vez de acompañar muchas veces está un paso adelante y mata la escasa tensión que pudiera haberse generado. Todo parece indicar, según la autora que dio vida a estos personajes, que con los suficientes billetes y un cuerpo escultural ningún “no” es definitivo y hay piedra libre para decirle a una mujer lo que puede o no puede hacer y encima conseguir que lo ame. En pleno 2017, una película del Medioevo. CINCUENTA SOMBRAS MÁS OSCURAS Fifty Shades Darker. Estados Unidos, 2017. Dirección: James Foley. Guión: Niall Leonard, E.L. James. Intérpretes: Dakota Johnson, Jamie Dornan, Eric Johnson, Eloise Mumford, Bella Heathcote, Rita Ora, Luke Grimes, Victor Rasuk, Max Martini. Edición: Richard Francis-Bruce. Música: Danny Elfman. Duración: 118 minutos.
Este film es la adaptación cinematográfica de la novela erótica de la autora británica E. L. James del año 2011. Ahora en la segunda entrega de la trilogía. Tiene sus seguidores y a la hora de comprar los libros e ir al cine suben las ventas. A ellos no les interesa que los diálogos sean pobres, que le falte dinamismo, que los 115 minutos se te hacen largos y cuando pasaron 70 minutos de metraje miras el reloj. Ya muchos conocen la trama la joven Anastasia Steele (Dakota Johnson, “Pacto criminal”) y el multimillonario Christian Grey (Jamie Dornan “Operación Anthropoid”), siguen manteniendo su relación amorosa. Entre idas y vueltas ella accederá a utilizar elementos relacionados con la práctica sexual donde hay algunos chiches (seguramente en los países donde se proyecte algunas casas que venden ciertas piezas eróticas la promocionarán), escenas eróticas, situaciones de dominación, masoquismo y desnudos. Obviamente surgirán algunas situaciones relacionadas con su personalidad, terceros en discordia y secretos. Una mujer especial, Elena Lincoln (la seductora Kim Basinger, con mucha cirugía en su rostro a sus 63 años no la favorece) hay algo especial en ella con la familia Grey. Aparece la madre de, él, Grace Trevelyan Grey (Marcia Gay Harden) quien aprueba la relación, al igual que sus amigos.Cuando la película termina quédate porque entre los créditos tenes algo más. La tercer parte llega con “50 sombras liberadas” en el 2018.
El amor sadomasoquista En una época dominada por una industria cultural norteamericana volcada al conservadurismo infantiloide y asexuado, hasta un sexploitation berretón e higiénico como Cincuenta Sombras más Oscuras resulta bienvenido. Queda claro que hoy por hoy en el cine hace falta más sexo y menos CGI… ¡Qué aburrido será el Hollywood mainstream contemporáneo tracción a CGI, siempre enfrascado en bodrios de superhéroes y sagas interminables en base a la dialéctica perezosa del refrito, que un melodrama tradicional con toques de porno softcore -en este contexto- resulta refrescante! Cincuenta Sombras más Oscuras (Fifty Shades Darker, 2017), segunda entrada de una futura trilogía iniciada por Cincuenta Sombras de Grey (Fifty Shades of Grey, 2015), sigue el mismo camino de su predecesora, uno que la vincula a los novelones de la tarde/noche y en simultáneo la despega de las comedias románticas para burguesas alienadas y de los mamarrachos huecos para púberes y adultos que jamás maduraron. El film es previsible y simplón hasta la médula, no obstante cumple con su cometido en el campo del sexploitation almidonado y de esas fantasías alrededor de la carne y el corazón. La historia retoma el final del capítulo anterior, cuando Anastasia Steele (Dakota Johnson) y Christian Grey (Jamie Dornan) se separaron porque él dejó entrever cuánto necesita -y disfruta- del arte de impartir castigo corporal a su compañera durante el acto sexual. Por supuesto que la pareja rápidamente se reconcilia y “renegocia” los términos de una relación ya no tan sujeta a los caprichos del excéntrico millonario sino más cercana a las inquietudes sentimentales de ella, quien a su vez comienza a deleitarse de lo que podríamos definir como una “versión light” de las prácticas previas. A la par del lazo refundado, aparece una peligrosa ex sumisa de Grey, Leila Williams (Bella Heathcote), y se van perfilando los dos villanos centrales de la franquicia, Jack Hyde (Eric Johnson), el jefe de Anastasia, y Elena Lincoln (Kim Basinger), la responsable de introducir a Christian en el sadomasoquismo. Desde ya que todo este mejunje es apenas una excusa para continuar con la combinación ganadora de siempre, basada por un lado en diálogos símil histeriqueo sutil con detalles oportunos de humor, y por el otro en una nueva colección de escenas sexuales que la van de “jugadas” aunque en realidad son bastante naif e higiénicas (en especial si consideramos que venimos de una década del 70 bien salvaje y de una industria del porno ampliamente asentada desde los 80, brindando asimismo -a partir de la década pasada- productos para todos los públicos en función de la segmentación que trajo aparejada Internet y los canales digitales de distribución). A mitad de camino entre los clásicos del rubro de Adrian Lyne y los videoclips noventosos, los encuentros amatorios del dúo calzan perfecto en el consabido rótulo de “porno para señoras” y no pretenden ser otra cosa que ello. Johnson vuelve a demostrar que es una buena actriz y Dornan continúa levantando el nivel cualitativo de su trabajo, algo que ya podía verse en Anthropoid (2016) y The 9th Life of Louis Drax (2016). Detrás de cámaras el equipo cambió pero el tono rosa y alucinado permanece intacto: el veterano James Foley tomó la posta de Sam Taylor-Johnson en la silla del director y Niall Leonard, el esposo de E.L. James (autora de las novelas originales en las que están inspirados los films), se hizo cargo del guión, tarea que antes recayó en Kelly Marcel. La construcción de un vínculo más ameno sigue siendo el ideal de fondo del relato, un periplo en donde el conservadurismo empardado al núcleo familiar no es tan importante como las parafilias y traumas de Christian y la pretensión de Anastasia de que el susodicho abandone su afán de controlarlo todo y -específicamente- “poseer” a sus parejas como si fueran cosas. Cincuenta Sombras más Oscuras es un trabajo digno que le sacude la moralina trasnochada “antiteta y anticulo” a una cartelera argentina cada día más asexuada, ofreciendo algo de variedad dentro de un panorama dominado por productos infantiloides y predigeridos que para colmo son celebrados por una prensa/crítica mediocre, corporativista y muy imbécil…
Crítica emitida por radio
Cuando vi 50 Sombras de Grey (2015) me sorprendí para bien pese a los prejuicios que tenía. Pensaba (en realidad lo sigo haciendo) que era una buena opción para rellenar tan solo un poco el erotismo vacante en el cine mainstream. Además, Dakota Johnson había estado muy bien en el papel. El film fue un verdadero éxito y ahora llega la esperada secuela. Mis palabras son totalmente contrarias y me puedo resumir en una sola: ridículo. Todo lo que me había parecido bueno en la primera entrega no solo que aquí no se encuentra sino que parecería que se trata de una parodia. Empezando por la resolución inmediata (y muy tonta) del conflicto con el cual había terminado el capítulo anterior hasta el argumento inexistente por el cual deambulan los personajes en esta nueva aventura, 50 Sombras más Oscuras deja bien en claro que su única existencia es gracias a su fandom devoto y reaccionario. No pude ir a ver la película en la función de prensa así que me tocó experimentarla un cine lleno de mujeres -seríamos 10 hombres como mucho en toda la sala- que no solo le gritaban a la pantalla sino que festejaban todo. Es ahí donde debo reconocer que la película tiene algo que a mi se me escapa pero que cumple. Está claro que las fans no ven a Jamie Dornan como el muñeco de torta que interpreta ni a Dakota Johnson riéndose de sí misma. Hay química en la pareja, eso es verdad pero su entorno es tan malo que no pueden salvarse. Kim Basinger no puede decir ni dos líneas de diálogo sin que el espectador se pierda en su cara con exceso de botox y en su ojo más grande que el otro. Lo mismo sucede con Eric Johnson, que parece que está sacado de otra película. Da todo muy berreta y ni siquiera las tan mentadas escenas de sexo se salvan porque no calientan ni un poco porque están filmadas con la misma habilidad que una publicidad de jabón en polvo. El director James Foley solo puso la cámara y gritó acción. No hay criterio alguno y el montaje es desastroso. La diferencia con la directora de la película original (Sam Taylor-Johnson) es demasiado notoria. En definitiva, Cincuenta sombras más oscuras es sólo apta apara fans, y es la única salvedad que se puede hacer.
Crítica emitida en Cartelera 1030 –Radio Del Plata AM 1030, sábados de 20-22hs.
La segunda entrega de la saga Cincuenta sombras de Grey tenía todo para superar a la primera pero, pese a vislumbrarse algunas buenas intenciones por parte de la dirección y los actores, el resultado sigue sin convencer. Después de una primera entrega que le valió el premio Razzie a la Peor película del año en 2015, no era muy pretencioso fantasear con que el segundo filme de la saga Cincuenta sombras de Grey podía llegar a dar un salto de calidad. James Foley reemplazó a Sam Taylor-Johnson en la dirección y la trama introduce nuevos personajes y giros dramáticos a la historia, dos aspectos que incitaban a creer que todo sería mejor la segunda vez, pero no. El resultado es insatisfactorio, pese a algunos destellos de buenas intenciones. En Cincuenta sombras más oscuras nos encontramos con un Christian Grey herido y dispuesto a cambiar sus “peculiares gustos” si Anastasia regresa a su vida. Pero, una vez que lo logra y la pareja está lista para virar hacia una relación "vainilla", sin reglas, castigos o secretos, aparecen terceros y mujeres del pasado de Christian que amenazan con separarlos nuevamente. Quienes estén familiarizados con el libro verán que la película cumple en seguir los acontecimientos que se leen en sus páginas, con algunos recortes obvios por el cambio de formato, pero sin desviarse demasiado. Pero, en este intento de no obviar detalles en un lapso de dos horas, se muestra mucho y se profundiza poco. El personaje de Kim Basinger, Elena Lincoln, está totalmente desperdiciado. Ella es la mujer que introdujo a Christian Grey en el sadomasoquismo y salvo dos "tensos encuentros" con Anastasia, no vemos mucho más de ella. Leila Williams, la exsumisa del multimillonario que atenta contra la vida de Anastasia, tiene un rol tan débil como su personaje. Dentro de los "villanos", Jack Hyde (Eric Johnson), el jefe de Steele en la editorial, es el mejor logrado en este contexto. Aun así, los tres personajes están desarrollados de manera tan superficial que por momentos parecen ridículos y no logran generar la tensión para la cual fueron creados. Mención aparte merecen los protagonistas. Jamie Dornan intentó adueñarse un poco más del personaje –ahora gesticula, se ríe y varía el tono de voz cuando las circunstancias así lo requieren–, pero el traje de Christian Grey no es para él. Dakota Johnson sigue siendo lo mejor de la película. Pese a su tono de voz, por momentos desesperadamente “bobo”, le bastan algunos gestos y comentarios para provocar risas y darle un poco de dinamismo al relato. ¿El sexo? En la primera entrega quedó en claro que, aunque este sea el gancho más atractivo de los libros, en el cine no iba a ser así. Estas escenas, en Cincuenta sombras más oscuras, son más eróticas y osadas, los protagonistas juegan con algunos elementos de “la habitación roja” y, aunque seguimos sin ver un desnudo de él, James Foley supo cómo sacarle mejor provecho a lo que se podía hacer y mostrar. Pero esta leve mejoría no implica que estas escenas sean el fuerte de la película. De hecho, parecen incluidas a presión en el relato y no son funcionales a él. Pese a vislumbrarse buenas intenciones de la dirección –el recurso de incorporar flashbacks de la niñez de Christian estuvo bien– y también de parte de los actores, el resultado no cambió sustancialmente. Seguimos ante una cursi historia de amor, con actuaciones que no la hacen verosímil, y escenas de sexo “vainilla” y deslices “sadomasoquistas” que se quedan a mitad de camino. Una película pensada para fans que quieren ver en la pantalla grande parte de lo que imaginaron cuando leyeron los libros, nada más.
Segunda entrega de la trilogía que cuenta relación entre la recién graduada universitaria Anastasia Steele (Dakota Johnson) y el joven magnate de los negocios Christian Grey (Jamie Dornan). En esta continuación ya se dejó atrás si Anastasia va o no a firmar el contrato de sumisa y se explota la consolidación de la pareja. Y ahora las amenazas para que esto se lleve a cabo parecen ser externas: los celos de quien le enseñó todo a Christian Grey sobre las artes del sadomasoquismo, Elena Lincoln; Leila, una ex esclava sexual que se volvió loca y acecha a la pareja; el nuevo jefe de Anastasia que al parecer pretende algo más que asistencia en la editorial en que ambos trabajan, accidentes no fatales y una suma de padecimientos no del todo grave para alcanzar el ¿amor? Pero si la recaudación de más de quinientos millones de dólares de la primera parte (que costó 40 millones) supondría una inversión en ésta que redundara en un mejor producto, estábamos equivocados. No solamente sigue siendo un compendio de clichés, lugares comunes, resoluciones archiprevisibles y edulcoramientos que cualquier telenovela barata emparejaría, si no que, además, perdió la poca elegancia que ostentaba la primera parte. Quizás debido a que su director James Foley proviene de las series de televisión, la escasa tensión de algunas situaciones se resuelve en la escena siguiente como si se tratara del tiempo que deja un bloque de programa luego de un corte comercial. Al menos en la primera parte Anastasia, que estudiaba literatura, leía a Faulkner o se podía ver en su mesa de luz un ejemplar de As I Lay Dying (Mientras agonizo), lo que podría suponer cierto estado de ánimo. Aquí, por ejemplo, el personaje de Elena (Kim Basinger) tiene un salón de belleza que se llama Esclava, así de sutil son las cosas en esta película. Porque en 50 sombras… las relaciones sexuales son planeadas, no espontáneas y, para colmo, pendientes de un manual de instrucciones (el contrato). Resulta inentendible por qué esa chica encantadora está enamorada de un tipo gélido, manipulador, que está todo el tiempo con cara de culo. El empresario que quiere poseer todo, incluida la mujer que le gusta, ejerciendo total control sobre su vida, su ropa, su trabajo y su sexo. Nada menos acorde con las reivindicaciones femeninas en los tiempos que corren. Cincuenta sombras más oscuras ni siquiera es una ventana al placer culposo de espiar lo que no nos atrevemos o no podemos hacer, porque de sexo hay poco. Y la propuesta de ver sexo en una pantalla quedó obsoleta cuando el acceso al porno está a un click en cualquier computara. Basada en la novela homónima de 2012 de la autora británica E. L. James esta transposición ya muestra signos de agotamiento y habrá que esperar una tercera parte para llegar al epílogo. Cincuenta sombras más oscuras es un peldaño atrás en una escalera que ya era baja en su primera parte.
Vídeo Review
50 sombras de Grey, la saga de erotismo blando para -ciertas- audiencias femeninas, donde es difícil encontrar algo que despierte la líbido, presenta en esta segunda entrega, 50 sombras más oscuras una continuación temática con un agregado, los momentos de comedia involuntaria. La trama de 50 sombras más oscuras es bastante mundana, pero a diferencia de la primera película, al menos hay una trama. Centrada -como no podía ser de otra manera- en torno a la reunión de Ana (Dakota Johnson) y Christian (Jamie Dornan). Aquí veremos como la joven “independiente” que “ama trabajar” tiene sus reservas sobre ser verdaderamente sumisa, hasta que aparecen los regalos y el límite entre el control absoluto y la atención romántica se borran. A pesar de la “fuerte” determinación de Ana que una relación con Christian es mala para ella, se necesita apenas una conversación de 5 minutos antes de que se besen de nuevo. Entonces, minutos después de haber acordado “tomar la relación despacio”, ya están teniendo sexo. No pasa mucho tiempo antes de que Christian regrese a sus manías controladoras. No tanto porque está locamente enamorado de ella -al menos eso es lo que afirma- sino más bien porque es un psicópata acosador consumado. Es patéticamente gracioso que Ana escape llorando del acoso de su jefe (Eric Johnson) para caer en los brazos de Grey. Así durante la primera extenuante hora de metraje, con una subtrama que involucra a una ex-sumisa que quedó loca por Grey. Si esto ya suena a telenovela, esperen al tercer acto… El último tercio de la película desciende directamente a una combinación de la serie “Dinastía” con diálogos de Pol-Ka. ¡El helicóptero de Grey se estrella, y él parece ileso, no se explica cómo! ¡Cachetazos! ¡Copas de vino arrojadas a los rostros! Todos los ingredientes de un clásico camp de culto instantáneo. Sólo faltaría un poster enmarcado de “La Crónicas de Riddick”, esperen… lo hay! En todo caso la película resulta fiel a su gimmick, a medida que avanza y te dá la sensación que no va a terminar nunca, comienzas a entender lo que debe sentirse al ser castigado por un sádico. Esta es una mala película, por momentos inmirable, pero eso no importa mucho. Cincuenta sombras más oscuras se produjo con una audiencia en mente y a los productores no les importa si alguien fuera de ese grupo ve o disfruta este resultado. Confundiendo el melodrama con madurez, esta secuela dolorosamente soporífera, estética, artística y conceptualmente abyecta, es demasiado tonta para ser sexy y de alguna manera termina siendo aún menos tentadora y excitante que el tedio original. La falta de química entre los protagonistas, la falta de talento en la realización cinematográfica, la falta de una historia plausible, nada importa. Lo único que importa es perpetuar a escala global la fantasía que la gente cambia por amor.
Una película que debería levantar la temperatura de los espectadores al tope, pero que nuevamente se queda a mitad del camino. Dakota Johnson está tan insípida como la primera vez, en la escena del accidente por ejemplo, pone prácticamente la misma cara que cuando...
El show de la sumisión Aunque las críticas estadounidenses hayan sido durísimas con la secuela de "Cincuenta sombras de Grey", no hay que quitarle mérito. Primero, porque cumple con el título en lo que a "oscuridad" refiere: hay intriga, apariciones y algunas situaciones de thriller bien logradas. Y segundo, porque triplica la apuesta sexual con escenas más explícitas. La trama continúa con un Christian Grey arrepentido y con intenciones de recuperar a Anastasia, pero para eso deberá renegociar las bases del contrato que los unió. ¿Quién domina a quién ahora? Al principio parece que Anastasia empieza a imponerse, hasta que ciertas actitudes de Grey la desconciertan y todo se vuelve confuso y caótico. Si bien la tensión entre los protagonistas sigue intacta, ahora ambos exploran su relación amorosa con más intensidad, y más sadomasoquismo también. Pero cuando todo parecía centrado en la "recuperación" del sádico Grey, que lucha con su infancia trágica y su capacidad para enamorarse y lograr una relación real sin puja de poderes, aparecen fantasmas del pasado que interpelarán a Anastasia. Una de ellas es la primera "ama" de Christian, interpretada por Kim Basinger, que le pone un poco de tensión a los 116 minutos. Y otra es una ex sumisa de Christian, que no los dejará en paz. ¿Más oscuras? Sí. ¿Más esclarecedora? También. ¿Mejor que la primera? Claramente. Ah, y no se vayan antes de que terminen los títulos, se pueden ver imágenes de lo que será la tercera parte, "Cincuenta sombras liberadas", que se estrenará en febrero de 2018.
Para no perder demasiado tiempo en llegar a una conclusión digámoslo sin tapujos; esta es peor que la anterior. Intentando ser un filme erótico, tiene menos erotismo, sensualidad, y produce menos excitación que ver un rinoceronte defecando. Por lo menos para quien suscribe estas líneas. Si la otra era mala sin reservas, esta la supera, y si ya se intuía la producción de otras dos, dependiendo del éxito de la primera, ahora ya está claro, tanto; que la segunda termina con escenas de la tercera durante los créditos. Si en la primera no se vislumbraba la constitución real de un conflicto, ni posterior desarrollo, aquí al guionista ni le interesó escribirlo. Sí, por supuesto, dar nota clara de lo chabacano que es todo, con obviedades insufribles. Uno de los personajes se llama “Jack Hyde”, ¿Hace falta aclarar el doblez del personaje? También aparece Kim Basinger ícono erótico en 9 Semanas y media (1986), aquí no sólo como la dueña del salón de Belleza “Esclava” del que Christian Grey es socio mayoritario (¿Estoy siendo demasiado suspicaz?); sino también como ex amante. Lo que dará lugar a una de las frases más filosófica que se haya escuchado en el cine de los últimos 122 años, (irónicamente hablando) “Ella me enseño el amor, vos a coger”. Demasiado, ¿no? Pero no se queda ahí, continua con “robos” de otras películas, tanto de escenas como de diálogos. Por ejemplo, la escena en el restaurante en que el personaje femenino se saca la tanga por pedido del hombre, está calcada de la de Sharon Stone en Sliver (1993). Quedaba mojado el asiento donde ella estaba sentada, el del vecino de la mesa de al lado y el de muchos en el cine. Aquí no sucede nada de esto, ni se acerca, más por impericia del director que por las dotes de la actriz. El filme abre instalando las consecuencias de la primera parte, Anastasia Steele (Dakota Johnson), habiendo huido, está muy alejada de Chris (Jamie Dornan) y es la nueva asistente de Jack Hyde (Eric Johnson), un exitoso jefe de edición de novelas, más bueno que Lassie, pero es Mr. Hyde. No transcurren más de 10 minutos de iniciada la proyección para que el reencuentro entre Anastasia y Christian se produzca, y menos de 10 segundos para que de la negativa a hablar por parte de ella; estén teniendo sexo sin justificación, ni seducción, ni nada. Todo es así, sin excusa, sin desarrollo y sin conflicto, lo de sombras más oscuras queda en blanco, los actores aportan poco y nada. Ni la presencia de Marcia Gay Harden ayuda. ¿Será por poco tiempo en pantalla? ¿Será por la inoperancia del director, o por falencias del guión? Dicen que las novelas en que se basa la trilogía son un poco mejores, pero ya perdí demasiado tiempo.
Tres años atrás se adaptó a la pantalla grande uno de los libros más exitosos y polémicos a la vez, con un gran grupo de fanáticos y otro tanto de detractores. “Cincuenta Sombras de Grey” no pasó desapercibida a pesar de no haberse arriesgado tanto en su versión audiovisual como para impactar, pero cumpliendo con una justa medida de erotismo, ingenuidad y romance para entretener a la audiencia. Su inicio fue interesante, adentrándose en el mundo del sadomasoquismo, el cual la protagonista desconocía y el cine no lo había abordado con tanta frecuencia. En 2017 llegó la secuela, titulada “Cincuenta Sombras Más Oscuras”, la cual se propuso indagar más acerca del pasado y los secretos de Christian Grey, quien poco a poco fue cediendo el poder por amor. Mientras tanto, Anastasia Steel comienza a tomarle el gusto a los peculiares deseos de su amado, mimetizándose en la relación. Pero todo lo atractivo que tenía la historia se esfumó en esta segunda entrega, proporcionando pocos momentos de entretenimiento, nutriéndose constantemente de un tono monótono y aburrido, sin que ninguna escena provoque tensión o conflicto (sobre todo las que deberían hacerlo). Las situaciones se suceden y a pesar de plantear “problemáticas”, éstas se resuelven sin mucho alboroto. Las actuaciones de Dakota Johnson y Jamie Dornan son funcionales a la trama, aportando la química necesaria entre ellos, aunque por momentos los diálogos vacíos o poco inteligentes superan su interpretación. Nuevamente nos encontramos con escenas de sexo cuidadas, que logran calentar la pantalla pero que no se terminan de arriesgar en su totalidad. Prevaleció el buen gusto por sobre todo, sin caer en lo burdo. Dentro del film podemos destacar la parte técnica, con una gran ambientación y trabajo de vestuario, haciendo que las escenas se luzcan en cuanto a su fotografía y elegancia. En síntesis, la segunda parte de la trilogía basada en el best seller de E.L James decayó con respecto a su antecesora, ya que no sólo nos presenta más de lo mismo, sino que carece de un conflicto latente y una verdadera y profunda transformación psicológica de los personajes. Todo fluye, incluso los dramas más traumáticos, sin que nada afecte del todo a los protagonistas. En un comienzo nos presentaron las historias de cada uno y las bases de este mundo complejo del sadomasoquismo, haciendo que lo atractivo de la trama quede en el pasado. No se observa un avance ni una profundización con respecto a la primera entrega y lo que se sucede queda en la superficie. Los actores están correctos en sus papeles y la estética y música suman para poder sobrellevar un guión que hace agua.