EL CAMINO DEL EXCESO “Hay una distancia muy corta entre el arte elevado y la basura. Y la basura que contiene el elemento de locura es, por esta misma razón, más cercana al arte.” dijo Douglas Sirk, el incomparable cineasta alemán, el más grande creador de melodramas en la década del cincuenta en Hollywood. Cuando empieza Desearás al hombre de tu hermana se adivinan rápidamente elementos de delirio, exceso y dudoso gusto. Una nena tiene su primer orgasmo mientras mira una western en televisión junto con su hermana. Cae al suelo y su hermana desesperada llama a la madre que correr por la casa envuelta en una enorme serpiente. La escena inicial anuncia que no estamos frente a una película estándar, un producto comercial mediocre lavado y sin riesgo. No le lleva ni un minuto a la película inquietarnos, incomodarnos, ubicarnos en un espacio diferente. Pero este es solo el comienzo, porque toda la película irá por ese camina, generando siempre sensaciones encontradas. No se puede terminar de entender si estamos frente a un melodrama sirkiano o frente a uno más moderno como puede ser el almodovariano. Como sea, Pedro Almodóvar es heredero de Douglas Sirk, solo le agregó humor, producto de los tiempos modernos, incapaces de abrazar en serio el exceso. No son pocas las escenas en las que el humor es intencional y tampoco son pocos los momentos donde no sabemos si estamos frente a un momento dramático. Tal vez las dos cosas al mismo tiempo. Lleva unos minutos adaptarse a ese incomodidad, es cierto, y estar todo el tiempo al límite hace que la película se vuelva por momentos un delirio algo fallido. Pero la suma de estos momentos insólitos la va volviendo cada vez más coherente y poderosa. Bastaría ser consciente del título Desearás al hombre de tu hermana para entender en qué lugar se ubica la película. El título mismo se enfrenta al mandamiento que decía no desearás a la mujer de tu prójimo. De hecho al tratar de recordar el título de la película más de un espectador confundirá las palabras. Un trío de mujeres sexualmente complejas, intensas, desatadas, es algo poco común, mucho más raro en el cine argentino. La sexualidad es intensa y está presente en toda la película, no hay escena donde la sexualidad no irrumpa y forme parte, lo que también inquietará a más de un espectador. La incomodidad es comprensible, pensar que por eso la película es mala es otra cosa. La película apuesta a esa incomodad que el humor no hace más que subrayar. Como escribió William Blake en El matrimonio del cielo y el infierno:“El camino del exceso lleva al palacio de la sabiduría”. La película adquiere dimensión e identidad al abandonar el terreno seguro del film erótico estándar fácil de digerir. Sin duda perderá espectador, será víctima de burlas y el puritanismo le saltará a la yugular sin dudarlo. No es una locura, la película provoca todo el tiempo, nos saca del espacio seguro, genera escenas para movilizarnos, nunca se estabiliza o se duerme. El espectador tampoco puede quedarse tranquilo, también debe jugar el juego. Porque Desearás al hombre de tu hermana es un melodrama, un género que hoy parece olvidado, pero como ya mencionamos, ha dado obras maestras en Griffith, Sirk, Stahl, Fassbinder, Almodóvar, entre otros. El melodrama es excesivo, inverosímil, grosero, violento, con un gusto dudoso, pero siempre dominado por los sentimientos de los personajes que se apoderan de toda la lógica del relato y su entorno. La extraordinaria ambientación de la película, la locación elegida, la luz de la película, la banda de sonido que incluye varias canciones de los setenta, todo contribuye al tono de la película. Lo más perturbador para algunos, pero más luminoso para otros, es que la película se mueve de la moral del melodrama al volverse más libertina, lejos también del castigo que le correspondería a los personajes en una historia como esta. Hasta la última escena, la película juega entre el melodrama y la comedia y se eleva como una historia amor fraternal e incondicional entre dos hermanas. Esa es su estocada final a los espectadores más reaccionarios pero lo que la convierte en una obra vital, única, diferente a los códigos del cine nacional.
Con ecos del cine que acuñaron Armando Bo e Isabel Sarli en cuanto a las escenas eróticas y los diálogos que se disparan a lo largo de la historia, Desearás al hombre de tu hermana es un producto extraño, anclado en el melodrama, el erotismo y en perversiones varias. El director Diego Kaplan aborda el mundo íntimo femenino y se basa en el guión escrito por Erika Halvorsen -El hilo rojo- sobre su propia novela. Quizás el secreto es no tomarse en serio lo que se está viendo, porque la película es una acumulación de situaciones exageradas y forzadas, una búsqueda deliberada del tono que se le dio al relato. Desearás al hombre de tu hermana, alterna pasado y un presente ambientado en los años setenta para contar la conflictiva relación de Lucía -Mónica Antonópulos- y Ofelia -Carolina "Pampita" Ardohain-, dos hermanas separadas que vuelven a encontrarse para la boda de la primera con Juan -Juan Sorini-. Con una madre negadora y anfitriona -Andrea Frigerio, la que más se destaca por su personaje extrovertido-, la fiesta causará más de un inconveniente cuando se encuentren Lucía, su prometido, Ofelia y su marido -Guilherme Winter, el actor de Moisés y los 10 mandamientos-. Ellas se darán cuenta, que a pesar del paso del tiempo, están condenadas a desear al mismo hombre y de gozar una a través de la otra. Con este esquema, el relato combina una lujosa fiesta al borde de la pileta, entre canciones, líneas impensadas en boca de sus personajes, estética vintage, voyeurismo y porno soft que roza el mal gusto. También hay cabalgatas en la playa -y de las otras- para mostrar la escultural figura de Pampita. Todos -excepto Frigerio- hacen esfuerzos por creerse lo que están haciendo, desaprovechando el rol de comediante de Antonópulos. Resultan confusos los flahbacks con las hermanas niña y adolescente inmersas en juegos eróticos que se extienden hasta el presente, y el conjunto no siempre funciona porque da la sensación de que el texto y lo que se ve van por caminos separados. Perverso, cruel, absurdo y delirante, este melodrama vintage recurre al zoom violento y a la cámara lenta. A mitad de camino entre las buenas intenciones y el resultado, en donde resalta la banda sonora.
Con la curiosidad de ver a Pampita en su primer rol protagónico, se estrena Desearás al hombre de tu hermana, una película que desde el título plantea una fuerte dualidad entre lo kitsch y lo audaz. ¿De qué se trata Desearás al hombre de tu hermana? Ofelia (Carolina ‘Pampita’ Ardohain) y Lucía (Mónica Antonópulos) son dos hermanas muy distintas y con una pésima relación. Cuando Lucía se casa con Juan (Juan Sorini), regresa a la casa familiar junto a su pareja Andrés (Guilherme Winter), donde la antigua enemistad y las diferencias entre las hermanas ponen en jaque la estabilidad de todos. Ambas mujeres, criadas por una desprejuiciada madre (Andrea Frigerio), verán como sus vínculos más íntimos van marcado el rumbo de sus vidas. El debut de Pampita en Desearás al hombre de tu hermana El film está basado en el libro de Erika Halvorsen (autora del ‘El hilo rojo‘) sobre una idea de Alex Kahanoff. El director Diego Kaplan tuvo un desafío nada sencillo: contar una historia que gira en torno la intimidad femenina y que se debate entre la comedia y el drama a cada momento. A eso se suma la tarea de trabajar con un reparto de actores desparejo y que incluye ese detalle del que todos van a hablar: ¿cómo actúa Pampita? Si, porque me resulta difícil pasarlo por alto como si su nombre en los créditos fuera un dato más. No, es una famosa con un perfil altísimo y el film está destinado a ser conocido como la-película-de-Pampita. Lo bueno y lo malo de Desearás al hombre de tu hermana Desearás al hombre de tu hermana es una propuesta atrevida, hay que decirlo, más allá del resultado final. Y no lo digo (solo) por el contenido de la película, sino por el tono. Quiero decir, la primera escena es una niña que mira en la tele a un hombre andar a caballo y experimenta su despertar sexual. Zas. Es un toque fuerte. A partir de ahí, la apasionada personalidad de Ofelia será el conflicto de la historia, en contraposición a una hermana a la que le cuesta sentir. Desde ese momento, Desearás al hombre de tu hermana se debate entre delirantes e inspirados momentos cómicos y una solemnidad que no encaja. Es como si la película decidiera tomarse en serio a sí misma y después reírse de lo que es. Cada tono logra resultados opuestos. Ambientada en los años ’70, Diego Kaplan toma cosas que remiten a Isabel Sarli y le suma un estilo kitsch propio del cine de años atrás: la cámara lenta, el zoom hacia la cara de un personaje… todos detalles que rozan la parodia pero sin terminar de comprometerse del todo con ella. La ambientación y la música acompañan esta historia que, con sus errores y aciertos, te mantiene atento, un poco por su trama, pero sobre todo por su estilo. Hay escenas burdas que van directo al cajón del mal gusto, y también otras absurdas que van a la columna de grandes momentos (sí, estoy diciendo ‘grandes momentos’ en la-película-de-Pampita). Los actores de Desearás al hombre de tu hermana ¿Estás esperando que te diga qué me pareció Pampita? I know. El tema con su trabajo es que le toca la parte dramática. Su personaje no termina de convencer como una femme fatale y eso es un problema porque es la razón de ser del conflicto. No es la belleza lo que haría de Ofelia una mujer fatal, sino su actitud. Y no es su actitud en las escenas más jugadas (que son convincentes) sino en todas las demás. Quizás si se hubiera optado por una actuación exagerada, más en registro de comedia, donde ella misma exacerbe su sensualidad en todo momento, la cosa hubiera funcionado mejor. Mónica Antonópulos no logra brillar como mujer reprimida, porque hay algo en ella que trasmite sensualidad todo el tiempo. Aún así, es una gran actriz y sale aireosa del desafío. Juan Sorini, por su parte, queda a mitad de camino entre las buenas escenas absurdas y algunas líneas de diálogo que sonarían forzadas hasta en el mejor actor. Ahora, lo mejor, mis queridos, es lo que hacen Andrea Frigerio y Guilherme Winter. Aplausos para ellos, gente, porque se roban la película. Lo de Andrea Frigerio es maravilloso. Urgente más comedias para ella. Su rol, exageradísimo, logra empatar con ese tono de parodia que sobrevuela toda la película. Magnífica. Y Guilherme Winter, sí, el de Moisés y los 10 mandamientos, también se mueve con cintura por el registro cómico, robándose otra tanda de buenos momentos. ¿Vale la pena? Conclusión inconclusa A ver, si la pregunta es si te vas a entretener, sí, la película es llevadera. Ahora, darte un veredicto es complicado por lo que te dije antes. Así como tiene escenas patéticas, de esas que terminan siendo buenas de tan malas, también tiene momentos interesantes cuando Frigerio y Winter llevan el registro actoral al absurdo, haciendo que la película sea consciente de su propio parodia. Dará que hablar por su audacia, en todos los sentidos. Eso es un hecho y dividirá aguas. Puntaje: 6/10 Enterate acá todo lo que dijeron los protagonistas, el director y la autora en la conferencia de prensa de Desearás. País: Argentina Año: 2017
Cuando el deseo no entiende de razones Diego Kaplan (Igualita a mí, Dos más Dos) dirige este drama que marca el debut cinematográfico de Carolina “Pampita” Ardohaín quien, además, comparte elenco con Mónica Antonópulos (Muerte en Buenos Aires, El Amor y otras historias), Juan Sorini (Educando a Nina), Guilherme Winter (Moisés y los 10 Mandamientos) y Andrea Frigerio (El Ciudadano Ilustre). Década del ochenta. Lucía (Antonópulos) se encuentra en La Soñada, una casa de verano ubicada sobre un acantilado al borde del mar que, además, es el escenario de su boda de ensueño con Juan (Sorini), su candidato ideal. Todo va sobre rieles y la fiesta es un éxito pero Lucía no cuenta con la inminente llegada de la invitada sorpresa de su madre Carmen (Frigerio). Se trata nada menos que de Ofelia (Ardohaín), la hermana de Lucía, a quien no ve desde hace siete años. Su llegada se produce y quien le da la bienvenida no es otro que Juan, con quien Ofelia experimenta una atracción física tan fuerte que hasta amenaza con romper la barrera de su vínculo como cuñados o de la presencia de Andrés (Winter), marido de Ofelia que también asiste a la fiesta. Da comienzo así una historia familiar de celos, envidias, heridas reabiertas y deseos prohibidos. Lo destacable de la película consiste en las idas y vueltas que propone en términos temporales para, en código de flashback, ir construyendo la conflictiva relación que une a Lucía y Ofelia ya desde su infancia. La primera escena sin ir más lejos muestra a las hermanas en su infancia justo en el momento del despertar sexual de Ofelia, la más liberal y lujuriosa de las dos, que contrasta con el accionar de Lucía en esa misma situación, relegada al papel de espectadora que se limita a observar sin entender del todo lo que está presenciando. Y ahí es donde reside el núcleo del conflicto entre ambas. Esa permanente ventaja que le lleva Ofelia en términos de madurez y experiencia sexual es lo que, desde el primer momento, conforma el caldo de cultivo para el odio y el resentimiento que Lucía empieza a experimentar hacia ella. Queda claro que los años que separan a esta y otras escenas de la niñez/adolescencia de estas chicas del momento de su reencuentro no hacen más que potenciar esa animosidad que las separa. Así que en términos estructurales la cosa va bien. El problema viene después, con las formas. Desde un primer momento no podemos dejar de notar que todo tiene un cierto aire de melodrama exagerado, ya sea desde el vestuario -estrafalario y propio de la época-, desde la estética de la casa donde todo sucede, desde la música que ambienta cada momento y, sobre todo, desde las formas utilizadas por los personajes, propias de esas telenovelas mejicanas histriónicas, donde cada parlamento parece propiciar un zoom in hacia la cara de su autor con redobles de fondo y un plano general que lo sucede con el resto de los personajes boquiabiertos por la rimbombante declaración. A esto se suman actuaciones pobres (con la excepción de Andrea Frigerio, que consigue destacarse en un ámbito para nada favorable), giros inverosímiles y un tono de laxa defensoría del feminismo que, en este contexto, no sólo resulta pobre y oportunista sino hasta equivocado desde algunas actitudes machistas que los personajes femeninos de la película tienen y que poco representan a la verdadera lucha del feminismo con base en valores mucho más profundos que apuntan no a la dominación, sino a la igualdad de género. Sin embargo, y contra lo lapidario que pueda sonar esto último, existe un momento en que no sólo el espectador sino también la propia película se da cuenta de que ella misma carece de la seriedad para abordar estos temas con la profundidad que se merecen y lo que ocurre es un corrimiento bastante radical del foco con que se analizan los sucesos expuestos en pantalla. Es como si todo lo estrafalario, todo lo bizarro, todo lo que está fuera de lugar pasara a adoptar un tono paródico, de burla de sí mismo y es ahí donde lo surrealista se convierte en divertido y lo incómodo en disfrutable. Después, el desenlace de la historia ya pasa a ser una anécdota y lo único que cabe esperar es enterarse de hasta dónde se correrá el límite de la exageración.
Desearás al hombre de tu hermana: La búsqueda acuciada por lo vedado. “La poesía nace con el exceso, la desmesura, con la búsqueda acuciada por lo vedado”. Aimé Fernand David Césaire. Estamos ante un filme que no podremos catalogar fácilmente, tal vez la descripción del mismo sea una manera de conjugar géneros, pero es tal la revolución y el exceso que utiliza que tiendo a creer que solo podremos hacer hincapié en la valentía de su propuesta. En el inicio somos testigos del primer orgasmo de una niña, uno que tiene mientras mira la televisión con su hermana. Tal es el paroxismo de la pequeña que cae desmayada para disgusto de la otra que grita por su madre. Cuando ella aparece, la madre, carga con una enorme serpiente en su cuerpo. Esta es la historia de Ofelia, lucía y Carmen, la visión que ellas tienen sobre la sexualidad y el erotismo, conjugada con el pensamiento de que entonces se tenía del mismo, hablamos de los años sesenta/setentas, tiempos de una liberación que chocó de frente con el conservadurismo de países como el nuestro. Diego Kaplan dirige esta cinta en la que somos testigos no solo del despertar sexual de estas hermanas, sino que también a lo que las conduce su comportamiento, nada extraordinario en ello, sí en la particular visión que este director crea. Con una esmerada y realmente preciosa puesta hará de este melodrama (?) una montaña rusa de sensaciones. Ellas son el esquema de tres percepciones, la jugada que hace de su sexualidad un disfrute, la convencional que solo lo ve como parte de su relación, con ese coito interruptus que carga por no haber sabido comprender el despertar sexual de su hermana y la madre, una potente Andrea frigerio, que representa ese intermedio entre generaciones, criatura hija de una época que concluye y todavía lo bastante asustada como para no seguir abrazando ciertos mandatos sociales. El reencuentro de las hermanas, durante la boda de una de ellas, es el disparador y los hombres los objetos que las hará retoman viejas rencillas familiares, fantasmas que una ha construido alrededor de la otra, mientras que el verdadero conflicto es la aceptación de la propia sexualidad y su exploración sin tapujos. Atreverse, es la consigna que Ofelia, una interesante Carolina Ardohain, propone y que Lucía, maravillosa Mónica Antonópulos, arrastra con pudor y convencionalismo. La manera en que narran el erotismo, el sexo y cierta perversión de ellas, más complementada con ciertos guiños cómicos, hacen de este filme una valiente aproximación a la sexualidad femenina, a los modos en que ellas encaran el erotismo, hace de esta película una valiente y preciosa, en lo visual, entrega que le estaba faltando al cine nacional. Libertad de narrar, valentía en mostrar a la mujer como una criatura capaz de gozar y divertirse con ello. En las entrevistas que realizamos al director y la guionista, Erika Halvorsen, ellos hablaban de esto, la libertad no solo creativa en una puesta fílmica, sino que también en la posibilidad de adentrarnos en los deseos femeninos sin tapujos, ni prejuicios. Estamos de acuerdo, porque reír y disfrutar con estas pautas es un hecho en Desearás… Ojalá no sea la última vez que nos atrevemos a esto. Pd: Un apartado especial merece la composición del soundtrack realizado por Iván Wyszogrod que recrea los ritmos de aquella década, otro de los hallazgos de esta interesante y más que recomendable cinta.
Ya desde su póster, Desearás al hombre de tu hermana vislumbra que no es un típico film. Su estética e impronta es diferente en cada frame. Es una película que no estamos acostumbrados a ver y por lo tanto puede causar la misma aceptación que rechazo, fanatismo y repudio. Es osada, es atrevida y, por sobretodo, es muy original. El director Diego Kaplan emula al histórico Armando Bo pero con la pericia cinematográfica de 2017. El film está muy bien narrado, a tal punto que los diálogos parecen el decorado. La fotografía e iluminación hacen gozar a los ojos, lo mismo que el gran laburo de arte. La historia se hace cargo del ridículo y el grotesco, incluso se anima a rozar la barrera de la cuarta pared pero nunca la rompe. Debo decir que esta película posee una de las escenas más polémicas (algunos se referirán como “asquerosa”) de todo el cine nacional. No puedo comentarla porque es spoiler, pero ahí radica a la máxima potencia la identidad de lo que estamos viendo. O lo aceptás o no. No hay grises. No tiene comparación y va por todo. Se la juega sin importar las consecuencias. Su código actoral también juega dentro de esos parámetros, es por eso que no hay que caer en la fácil de decir que los intérpretes están sobreactuados o exagerados. Carolina “Pampita” Ardohain brilla en su debut cinematográfico y se puede trazar un paralelo con la Susana Gimenez e Isabel Sarli de aquella época. Mónica Antonópulos vuelve a demostrar que no existe el papel que no pueda interpretar a la perfección, poco importa su sensualidad cuando le da rienda suelta a la conflictiva relación con su co-protagonista. El terceto femenino se cierra con una Andrea Frigerio brillante, la que más comedia le aporta y mucha frescura. El lado masculino también está acorde y bien estereotipado con Juan Sorini y Guilherme Winter. También se destaca el reparto y aquí otro de los grandes aciertos y originalidades del film: la mayoría de la desnudez es de hombres de raza negra, vemos mucho sus penes. Con ello la película le escapa a lo obvio y arremete con todo. Desearás al hombre de tu hermana es una gran bocanada de aire fresco en un cine que hace rato no encuentra matices fuera de su zona de confort. Busca incomodar y lo logra, pero también causa risas y mucho estímulo visual.
Ni santas ni putas ¿Desde qué lugar enfocar un análisis sobre Desearás al hombre de tu hermana (2017)? Esta es la pregunta principal que uno debe hacerse ni bien se acerca a la cuarta película de Diego Kaplan (¿Sabés nadar?, Igualita a mí, Dos más Dos). ¿Es una comedia? ¿Un drama? ¿Un thriller erótico? ¿Hay que tomársela en serio o en broma? Desearás al hombre de tu hermana puede ser todo eso junto (y más). Un híbrido inclasificable que funciona como un homenaje paródico al cine erótico de los años 70 y principios de los 80 con referencias que van desde Armando Bo a Pedro Almodóvar. Un pastiche postmoderno que si se lo piensa como tal funciona a la perfección. Ambientada a principios de la década del 70, la historia escrita por Erika Halvorsen (la misma de El hilo rojo) se centra en la vida de dos hermanas Lucía (Mónica Antonópulos) y Ofelia (Carolina Ardohain). Ambas están distanciadas y se reencontrarán en la boda de Lucía con Juan (Juan Sorini). Entre Ofelia, de novia con Andrés (Guilherme Winter), y Juan nacerá una atracción sexual que no podrán controlar y que conducirá al espectador a un viaje entre el pasado y el presente para contar el porqué de la rispidez entre ambas hermanas. Kaplan toma y asume riesgos infrecuentes en el cine argentino y eso hay que agradecérselo. Desde la primera escena, en la que Ofelia niña se masturba con un almohadón mientras ve por la televisión un hombre montando un caballo, que el espectador debe prepararse para lo que vendrá. Desnudos frontales, sexo, diálogos tan absurdos como bizarros… Y es que Desearás al hombre de tu hermana es una película donde todo es exagerado. La música ampulosa, el color saturado, el arte cargado, todos están sobreactuados. Los diálogos de Andrea Frigerio en la piel de la madre sexy, frívola y algo (o bastante) desquiciada son tan bizarros como antológicos, y hasta el casting de malos actores (solo Mónica Antonópulos y Frigerio salen airosas) da la sensación de que es adrede y que forma parte de uno de los tantos riegos que el cineasta decidió asumir. Si Frigerio y Antonópulos bien podrían ser chicas Almodóvar, Pampita sería una especie de bomba sexual de una película de Armando Bo, una Isabel Sarli inocente y ninfómana. La estética visual y sonora que vira entre lo kitsch y lo pop sin duda que remiten al Almodóvar inicial, mientras que las escenas sexuales podrían ser dignas de Armando Bo. La lucha en el barro es un claro homenaje, de la misma manera que el empleo del zoom en la escena de la pileta. Pero también la película remite a las películas del argentino Leo Damario, una suerte de enfant terrible del cine fashion local con películas como Palmera (2012) y Olympia (2011), en donde la mujer se corre del lugar de objeto del deseo para ser sujeto de ese deseo, lo kitsch se transforma en cool para estilizar la imagen y la fragmentación del tiempo marca el relato. Desearás al hombre de tu hermana es un claro homenaje a ese cine y se ríe de todo. Que no puede ser pensada como un drama familiar, ni como una comedia liviana, ni como nada serio. Simplemente como una película que tributa a aquellos cineastas y actores porno soft de los 70 y 80 que el tiempo revindicó y hoy son de culto. Los años dirán si corre la misma suerte.
Una gran expectativa sobre esta película que tiene como protagonista femenina a la chica del momento, a Carolina “Pampita” Ardhain. Cada gesto, cada declaración, cada salida son registradas al detalle. Y en este caso en un film con contenido erótico que recuerda en su realización a algunos films de Armando Bo y que la coloca a “Pampita” en una suerte de sucesora de Isabel “Coca” Sarli. El director asegura que el buscó a la mujer como protagonista de su deseo erótico y el film abundan los desnudos masculinos, los momentos de éxtasis sexual, en una suerte de “porno soft” que encontrará seguros seguidores. El guión esta escrito por la autora del libro Erika Halvorsen (la misma de “El hilo rojo”) sobre idea de Alex Kohanoff. Pero lo que en el libro original es tomado es tomado como algo serio, dos hermanitas, una de ellas de precoz primer orgasmo, otra reprimida, impulsadas por una madre que las instruye en el uso de anticonceptivos antes de su llegada al país y que les facilita placeres sexuales con chicos de la playa, tiene un comienzo muy audaz y conflictivo. Un vínculo entre hermanas donde una siente demasiado, en un animal erótico y la otra se mutila porque no sentir. Pero ese planteo, inmerso en los años 70, en el reencuentro de las hermanas luego de varios sucesos trágicos, tiene en film una vuelta de tuerca delirante donde se lucen en plena convicción del tono Andrea Frigerio y Guilherme Winter (si, el de “Los diez Mandamientos”) con algunas réplicas francamente increíbles, fuera de tono, reideras y desconcertantes como el mítico “¿que pretende usted de mi? “ de la Sarli. Juan Sorini envarado como sus músculos no encuentra su rol de seductor masculino. Y a Pampita, sufriente o esplendida mostrando su cuerpo en acción o en largas tomas publicitarias, como para que nadie se quede con las ganas de verla. Extraño film que seguramente tendrá gran éxito comercial, que pone al borde del ataque de ira de algunos, pero que con sus cambios de tono desconcierta y a la vez, entretiene.
Un viaje a la psicodelia de los '70 de la mano de personajes inquietantes. "Desearás al hombre de tu hermana" es el debut de Carolina "Pampita" Ardohain, un inicio de carrera cinematográfica jugado del que sale airosa. "Desearás..." es una película que oscila entre lo estándar y lo border/bizarro. Siempre al límite. Diego Kaplan, con esa insolencia que lo caracteriza se atreve a más. En un sitio donde estamos acostumbrados a ver a la mujer como objeto, el director pone al hombre en su lugar, en donde ver miembros masculinos no será un tabú, sino moneda corriente. La fotografía, ambientación y vestuario nos adentran en una década de drogas y amor libre. "Desearás..." es una comedia erótica, un género que no estamos acostumbrados a ver en nuestro país o en pantalla grande. Si sos un toque prejuicioso, o pacato, ni te metas en la sala, o bueno, por ahí sí metete. Vas a salir con la cabeza partida a la mitad. Aplausos para Andrea Frigerio, en donde sorprende con su papel jugado, extremo. Muy distante de su personaje en "El Ciudadano Ilustre", compone a una mujer muy abierta sexualmente, sin tapujos y con la gracia justa para destacarse en la película. "Desearas..." habla de la sensibilidad femenina, aquellas cosas que nos marcan como personas y afectan en el futuro. Un film diferente, con una historia atípica.
En Desearás al hombre de tu hermana, el director Diego Kaplan y la escritora Erika Halvorsen revolucionan la sexualidad femenina liberándola de los mandatos sociales. Una historia llena de excesos y melodrama pero donde los hombres, finalmente, están al servicio del placer de las mujeres. La sexualidad, tal como la conocemos, es una construcción social configurada por un modelo heteropatriarcal. Basta con abrir cualquier revista o mirar una película porno comercial para comprenderlo. En este modelo el placer de la mujer se invisibiliza y se presenta como construido para los hombres. Desde la infancia los mandatos sociales construyen sus cuerpos a partir de dos ángulos: la represión y la hipersexuación. Por un lado, se anula la sexualidad activa de la mujer y por el otro se exacerba su potencial erotizante al servicio del placer del hombre. Gracias al movimiento feminista y al cambio de época, cada vez son más los que luchan por la liberación de los cuerpos de las mujeres y por romper con estas estructuras sociales. Una tarea difícil, pero urgente. Es por esto que sorprende que a Desearás al hombre de tu hermana se la califique como una película para mayores de 18 años. Cuando es una historia que visibiliza el despertar sexual de la mujer y que además invierte los roles asignados. ¿Por qué es tan perturbador ver a una mujer empoderada y sin pudor para desear? El sexo explícito por el que tanto reniegan no es muy distante al que aparece hoy en día en la televisión y en el cine. En cambio películas como Bañeros 3, donde aparece el cuerpo de la mujer completamente cosificado y a disposición del hombre, es apta para todo público y destinada a hacer reír a toda la familia. Desde el principio, Halvorsen escribió el guion pensando estrictamente en las mujeres. Su idea era representar la sexualidad femenina sin miedos ni censura, adentrándose a la curiosidad y al deseo desde un plano más liberador y sin tabúes. Sus personajes exploran su erotismo y su placer desde el autodescubrimiento sin la necesidad de depender de un hombre. La historia se sumerge en plena década del setenta, enfocándose en la relación de dos hermanas: Lucía (Mónica Antonópulos) y Ofelia (Carolina Ardohain). Su vínculo siempre fue distante y competitivo, cada una vive su cuerpo y su sexualidad desde dos perspectivas. Lucía no es capaz de desear y Ofelia desea demasiado. Esta rivalidad entre ambas se observa también en el vínculo con su madre (Andrea Frigerio). Luego de años sin verse, las hermanas se reencuentran en su antigua casa para celebrar el casamiento de Lucía con Juan (Juan Sorini). La llegada de Ofelia con su novio Andrés (Guilherme Winter) perturba la estabilidad del hogar y la relación de los recién casados. La atracción sexual entre Juan y Ofelia es el disparador para que viejos fantasmas renazcan y para que, una vez más, las hermanas se enfrenten. Las dos están destinadas a desear al mismo hombre. La esencia de la película es la exageración, desde las actuaciones hasta los diálogos. Todo es absurdo, pero a eso apunta. El hecho de que ocurra todo en los setenta ayuda para generar ese clima que, por momentos, recuerda a las películas de la gran Coca Sarli con su fiel director Armando Bó. La intención de Kaplan no es incomodar sino mostrar un contenido donde el sexo es explícito, la tensión sexual está presente en cada minuto y los desnudos frontales están a cargo de los hombres. Ellos ahora son los objetos. El contexto político de la época también está presente con la llegada de la famosa píldora anticonceptiva que significó una verdadera liberación para ese entonces. La madre se las da a sus hijas comentándoles que estas pastillas del amor están prohibidas. En plena conversación, mira a la cámara y pronuncia “algunos gobiernos no nos quieren ver gozar”. Una frase que resuena en la actualidad, ya que el aborto todavía no es legal y las mujeres no pueden decidir sobre sus cuerpos.
Erotismo que patina Varias décadas atrás la sociedad Armando Bo + Isabel Sarli calentaba la pantalla grande de un cine nacional que había profundizado poco en el cine erótico. La voluptuosidad de la Coca combinado con lo mal que la pasaba a costa de parejas golpeadoras, jefes explotadores e incluso la mitológica criatura misionera conocida como el Pombero, marcaron a fuego la experiencia de nuestro cine dentro del género. Diego Kaplan ya nos había hablado sobre temáticas relacionadas con el deseo, el sexo y la pareja en Dos más Dos (2012), pero en un tono mucho más cercano a la comedia. Esta vez no se contuvo en lo absoluto y nos entrega un relato tan fallido como desenfrenado en Desearás al Hombre de tu Hermana (2017), la historia de dos hermanas marcadas por las perversiones propias y ajenas respecto de los tabúes del sexo. Lucía (Mónica Antonópulos) recibe la visita sorpresa de su hermana Ofelia (Carolina “Pampita” Ardohain) mientras festeja su casamiento con Juan (Juan Sorini). Pasó mucho tiempo desde que las hermanas estuvieron bajo el mismo techo, y conforme avanzan los días posteriores a la boda, Juan se obsesiona más y más con Ofelia, al mismo tiempo que va conociendo las historias de las primeras experiencias sexuales de las hermanas y sus parejas durante la adolescencia. Como ya apreciamos en el título del film, la tentación entre cuñados irá in crescendo, amenazando con destruir la tensa armonía familiar. La primera cuestión que hace ruido en Desearás… es el tono. El universo creado por Kaplan parece tambalearse constantemente entre lo erótico y el ridículo. Durante varias secuencias, como espectadores se nos dificulta discernir si estamos ante una situación estimulante o que simplemente busca la comicidad desde el absurdo. Todo transcurre en la casa familiar, componiendo un espacio ficcional que no hace más que sumar confusión a la hora de construir un ya complicado verosímil: está cerca de la frontera con Brasil, en medio de la selva, pero también con salida al mar… En fin, un no-lugar que desorienta más de lo que suma. Este problema de tono impacta también en la performance de los actores, sobre todo en el trabajo de Sorini, cuyo personaje parece sintonizar al mismo tiempo la quintaescencia de los hombres de Armando Bo y los personajes más psicodélicos de Diego Capusotto. Pampita pone en evidencia su belleza en pantalla, aunque interpretativamente le quede mucho camino por recorrer. Andrea Frigerio parece ser la única que se divierte, en el papel de una madre desinhibida en clave MILF. De manera inexplicable todos atraviesan su etapa de “castellano neutro” en alguna que otra escena, sin justificación aparente. Sin duda el diseño de arte, que emula el fin de la década del ‘60 e inicios del ’70, es de los puntos altos de la producción, con un espacio hogareño que -amén de su polémica ubicación geográfica- toma la circularidad como motivo para construir lugares en torno a los personajes y sus características. Se festeja el hecho de ver plasmado en un film nacional matices de la exploración sexual femenina y la conformación de su imaginario, cuestiones mayoritariamente desplazadas de nuestro cine comercial. Para quienes prefieren ver el vaso medio lleno, lo mejor que podemos decir es que esto podría ser una apuesta a futuro para el género erótico local, pero todavía queda un camino largo y duro…
Diego Kaplan viene de dos películas protagonizadas por actores muy populares ("Igualita a mí" y "Dos más dos") y de buen rendimiento comercial. En esta oportunidad, arma un cast con intérpretes también conocidos por el gran público (con locales y una estrella brasileña) y fusiona un mix de ideas varias sobre el sexo, las relaciones complejas entre hermanas y los despertares hormonales, de dispar resultado. Hay que decir sí, que todo lo que se ve en cuanto a la producción de "Desearás al hombre de tu hermana", luce prolijo y ajustado. No es una película donde las cosas parezcan al azar. Kaplan elige un registro un poco desconcertante para su trama, porque si bien la cinta es y debe ser un drama, familiar y de búsqueda, de a ratos ofrece momentos donde vira hacia la comedia y ofrece situaciones que no parecen acordes al clima que se viene construyendo en el relato. Estamos en los famosos ochenta. Qué década por Dios! En una alejada playa, se prepara el escenario para el conflicto central, una madre especial, dos hermanas que viven en un estado de eterna playa y descanso, un padre ausente. Las dos hijas de Carmen (Andrea Frigerio), Lucía (Mónica Antonópulos) y Ofelia (la famosísima Pampita Ardohain), vienen de momentos difíciles. Han tenido lugar eventos en sus vidas que las han separado y no se hablan. Sin embargo, y sin mayores preámbulos, luego de una escena que preludia la importancia que tendrá el sexo en la cinta, la película arranca en el casamiento de Lucía. Ella es cantante, exitosa y se dispone a contraer enlace con Juan (Sorini), hombre al que parece, le atraen los desafíos de conquista sin mayores pruritos morales. Ofelia llega al lugar invitada por su madre con su prometido. Viene del Amazonas y de vivir en forma silvestre y regresa al hogar ("La Soñada", una casa de verano con pileta, ideal para vivir siempre allí) con motivo de la fiesta y para reconciliarse con su hermana. Arriba con Andrés (Guilherme Winter), un simpático brasileño que hace lo mejor que sabe hacer: desplegar su sonrisa y buen semblante ante su familia política. Pero lo que parece un reencuentro incómodo, es sólo la punta del iceberg. Las hermanas vienen de una historia brava de competencia y actividad sexual compartida en su juventud. Y esos sucesos las han marcado de una manera que parecen haber afectado su vida, para siempre. El hecho de que en el presente todos se encuentren aislados en una casa junto al mar, provocará que afloren reproches, atracciones peligrosas y sobre todo, asomarán los temidos secretos, en forma de objetos y de conductas. Carmen entonces, esa gran mamá que dormía con una serpiente a poco de enviudar, será la encargada con sus apariciones de descomprimir el clima de tensión que se instala entre las mujeres: compiten todo el tiempo y son muy atractivas. Se sacan chispas tanto sea en esta edad adulta como cuando son evocadas en su adolescencia. La construcción de este vínculo estará clara para el espectador: tendremos el presente y el pasado todo el tiempo coexistiendo, como para mostrar a las claras que hay asuntos sobre los que trabajar. Debemos decir que las escenas eróticas aportan algo de calor, pero no demasiado. El histrionismo de Sorini y el carisma de Winter traen humor y frescura, desconcertando de a ratos al espectador. ¿No es esta una historia que pinta para tragedia y eso debe respirarse en el aire todo el tiempo? Kaplan ambienta bien los escenarios y ensambla bien todos los rubros técnicos pero esta indescisión le resta puntos al resultado final. Pero además, donde se percibe mayor debilidad, es en la conexión entre las hermanas. Antonópulos canta y compone su personaje con sus mejores recursos, pero a veces parece fuera de tono. Ardohain es todo voluntad pero su mayor aporte lo hace, sin embargo, desde lo no verbal. Las dos intentan mostrar una relación tortuosa, pero no alcanzan a punzarse con convicción y eso afecta la fuerza de la trama. Se siente la falta de tono dramático (arranca y se apaga a los pocos minutos) y algunas pinceladas ocurrentes en los diálogos (sobre todo en los varones), diluyen el interés hacia el cierre de la cinta. En resumen, "Desearás..." es un producto que se sale de la raya y provoca. Apela y desconcierta en su afán por conmover. Seduce, desde la belleza permanente en pantalla que trae el trío principal. Pero nada más. Las discusiones sobre la naturaleza del sexo y cómo se forman los gustos en esa materia, no logran ser definidos con precisión. Sí debo decirles que hay alguna escena en particular que puede quedar hasta en la memoria de los cinéfilos y ella sola hasta podría valer el precio de la entrada misma... No es lo que promete pero... Te puede funcionar.
Efectiva apuesta al exceso Director de películas independientes como ¿Sabés nadar? y de comedias comerciales como Igualita a mí y 2 + 2, Diego Kaplan sale más que airoso de un complejo desafío: filmar esta provocadora novela de Erika Halvorsen ambientada en la década del 70 y construir un vehículo al servicio de una figura de enorme exposición mediática, pero nula experiencia actoral como Carolina "Pampita" Ardohain.¿Qué hicieron Kaplan y su asistente Federico Rotstein? Redoblaron la apuesta. La película -al revés de lo que ocurría con la desabrida El hilo rojo- funciona precisamente porque se juega todo al exceso, al desborde, eludiendo cualquier atisbo de naturalismo. Heredera del primer Almodóvar, del cine de Armando Bó y de cierta ampulosidad de la obra de Leonardo Favio, Desearás al hombre de tu hermana sabe cómo potenciar sus virtudes (hay secuencias subacuáticas filmadas con enorme virtuosismo) y disimular las carencias, incluso las evidentes limitaciones interpretativas de varios de los actores. En este terreno los mejores exponentes son el galán brasileño Guilherme Winter (Moisés y los diez mandamientos) y Andrea Frigerio como la despótica y manipuladora madre de Ofelia (Ardohain) y Lucía (Mónica Antonópulos). Quienes busquen un cine sutil y profundo será mejor que se alejen de esta historia de tentaciones y engaños cruzados. Quienes, en cambio, se animen a los excesos e incluso al ridículo pueden tener aquí su película sorpresa.
Melodramón erótico con toques de comedia Pampita Ardohain y Mónica Antonópulos son las protagonistas, pero la mejor es la madre, Andrea Frigerio. Juan Sorini (torso desnudo trabajado) se encuentra con Pampita (pelo mojado, cubierta sólo por una toalla). Él: -Estás empapada. Ella: -Sí. Escenas como ésta abundan en Desearás al hombre de tu hermana. También veremos a Pampita -poco promisorio debut actoral- tomando un vaso de leche (y el líquido le chorreará por la barbilla), a una serpiente pitón deslizándose por el cuerpo de Andrea Frigerio, a Pampita cabalgando en cámara lenta. Metáfora pura. La historia -el título es la sinopsis: basta decir que Pampita es la deseante y Mónica Antonópulos, la hermana- transcurre en 1970, circunstancia que le permite a Diego Kaplan (en TV dirigió programas como Son o se hacen o Mosca & Smith; en cine, ¿Sabés nadar?, Igualita a mí y Dos más dos) adoptar una estética kitsch que homenajea al cine nacional clase B de aquella época, con acento en la música -Palito Ortega incluido-, pero también con movimientos de cámara como el zoom brusco. Ese jugueteo visual se replica en el tono de la narración: éste es un melodramón erótico con toques de comedia. Una mezcla que sólo funciona de vez en cuando: por algo dicen que el sexo y el humor no se llevan bien. El problema es cuando las risas son producto del ridículo y, peor aún, cuando irrumpen en momentos inapropiados, como los sexuales. Pero no es lo único que interfiere con el erotismo: otro obstáculo es la artificial pátina publicitaria -campo en el que se desempeña Kaplan- de la mayoría de las escenas “calientes”. Y, también, las medias tintas: la película -calificada para mayores de 18- rompe algunos tabúes, como mostrar penes o a una nena acabando, pero su osadía pasa más por lo verbal que por lo visual. Escuchamos decir “pito”, “orgasmo”, “vagina”, “verga”, pero es curioso: aquí la mayor parte de la gente tiene sexo vestida. Abandonen toda esperanza los que sueñen con desnudos de Pampita o Antonópulos (lo más fuerte ocurre en el pasado, con otras actrices). Vuelta de tuerca feminista: los cuerpos masculinos se ven más. Lo mejor -en todo sentido- es Andrea Frigerio, que confirma, como esa madre borrachina, negadora y liberada, lo que ya había mostrado en El ciudadano ilustre: sabe actuar.
Resulta muy extraño encontrar films del género erótico que circulen por las salas como uno más. Desde ya, las normas carcelarias de nuestra cultura censuran todo aquello que pueda ser inmoral y trasgredir los códigos de conducta. He aquí pues Desearás al Hombre de tu Hermana, un producto que roza lo lascivo pero no especialmente en lo que deja o no de mostrar, sino en un proceso que transcurre a la par de un festín de cuerpos en plena búsqueda del placer carnal, uno de caricariturización que lleva a preguntarse cuánto de seriedad tiene el relato y cuán consciente es de ella.
Con una educación sexual a cargo de una madre alcohólica y drogadicta, que se pasea con una serpiente entre las piernas, las hermanas Ofelia y Lucía viven el sexo de una manera tan intensa como opuesta. La primera (Pampita, en su debut cinematográfico), abraza su deseo constante sin dudas ni prejuicios. La segunda (Mónica Antonopolus) lucha contra la represión. En su casamiento, hay reencuentro familiar, con los hombres de ambas, y los deseos se mezclan. Con ecos de Armando Bo y, alguien dijo, la irreverencia del primer Almodóvar (aunque sin la corrosiva acidez que supo tener el manchego). Con música de Sandro y una puesta en escena virtuosa, que saca provecho de sus bellos protagonistas, de una locación increíble y unos años setenta de álbum de fotos. El director Diego Kaplan ha hecho una película tan divertida como incómoda para espectadores sensibles, en la que el sexo es tratado con una libertad y un desparpajo absolutamente desacostumbrado para el cine argentino. Desearás es un gran chiste, aunque no siempre funciona con la misma gracia. Que parece reírse, y homenajear a la vez, a diversos géneros: el melodrama, la comedia erótica setentista, el trash. Es probable que los desnudos masculinos frontales y algunas escenas de las que se hablará por un tiempo, como la del semen, le hayan valido la calificación con la que se estrena: prohibida para menores de 18 años. Algunos dicen que será un clásico del futuro, film de culto cuyo póster colgarán de la pared los próximos estudiantes de cine. Lo cierto es que Desearás desoncierta desde la primera escena: ¿estamos ante una genialidad o una bizarrada extrema?, ¿es terrible o buenísima?, ¿juegan o va en serio? Kaplan y su equipo lograron un festival del exceso que te saca de tu zona de confort, que te incomoda, te obliga a buscar la película. Qué suerte que, de vez en cuando, algo sea capaz de generar ese corrimiento en los espectadores.
Los críticos de cine solemos abusar, a la hora de pegar un lugar común ante una película que nos sorprende provocando una sonrisa en la boca, del término “fresca”. Permitan entonces que lo haga el que escribe: “Desearás…” es una película fresca. Narra la tensión competitiva –y erótica, claro– entre dos hermanas bastante opuestas –es decir, complementarias– interpretadas por Antonópulos y Ardohain (Pampita, amigos, es la sorpresa dentro de la sorpresa que implica esta película). Hace mucho que no se ven por comprensibles problemas. Las reúne la madre para el casamiento de una de ellas y, como pasa, la otra hermana desea al hombre equivocado. Luego, dos parejas en una misma casa. Ok, esto puede dar un melodrama y en cierto modo, lo es. Pero también es una comedia, una película que lleva sus tensiones hasta el fondo y que no nos obliga a pensar en lo que el director quiere subrayando nada, sino que respeta nuestras propias emociones. Hay grandes momentos, también, y el erotismo funciona. Ante tanto film tibio o pasado, esto es, sí, fresco.
Inclasificable propuesta dirigida por Diego Kaplan que por momentos se supera a sí misma sin lograr permanecer en un registro que pueda avalar la desfachatez con la que se presentan algunas situaciones. Aires de Almodóvar, el kitch a toda hora, un guion que tiene muchas lagunas y el recuerdo del cine de Armando Bo en cada escena hacen de “Desearás…” un entretenimiento que debe ser visto con un sentido lúdico antes que cinematográfico.
Este film de Diego Kaplan es desprejuiciado en algunos de los retratos de la soltura sexual de una madre y sus hijas y de cómo una de ellas (Pampita) se obnubila sexualmente con el flamante marido (Juan Sorini) de su hermana (Mónica Antonópulos). Si bien hay algunas (pocas) escenas interesantes estéticamente, hay una impostura que no termina de funcionar en la construcción de algunos personajes y algunos vínculos. Pese a que hay una estética atractiva -exageradamente comparada con el primer Almodóvar-, la trama no sorprende y tiene algunas secuencias dramáticas que rozan el rídiculo. Es más bien, audacia sexual, marketing de ¨ver a Pampita desnuda¨ (cosa que no sucede) y una bella estética.
Entre Armando Bo y el primer Almodóvar. Aliada de todo lo que sea bastardo e imperfecto, la película de Kaplan busca el absurdo, roza lo tabú, abraza lo camp y lo trash, choca con un par de momentos de resuelto feísmo y obliga a Pampita a sufrir hasta llegar incluso a un momento extremo. Desearás al hombre de tu hermana es un sorpresón. Primera película con Pampita, uno se imagina un vehículo de lucimiento a su servicio, con mucha sonrisa de aviso y de Showmatch, y sólo el centimetraje de piel al aire que se requiere para ratonear. Ni un centímetro más. Eso, y después la vuelta conservadora a la “normalidad” social y sexual. Uno se imagina eso y se encuentra con un mundo de padres suicidas y madres tan hormonales como adolescentes. De niñas que tienen su primer orgasmo, de adolescentes que practican fellatios con furor, de mujeres que tienen sueños húmedos con el cuñado. Se le suele reprochar al cine argentino que le falta sexo. Bueno, acá está todo. Y todo en un tono de parodia que no hace más que enrarecer las cosas. Al punto de “ensuciar”, tal vez, el rendimiento comercial de la película. Razón por la cual debe aplaudirse la valentía no sólo del realizador, sino de los productores. Por un lado, puede ser que el público más “de culto”, al que la película parece más específicamente destinada, no se entere de ello. Por otro, el público que consume diariamente a Pampita en Showmatch podría verse literalmente manchado por ciertos fluidos corporales que en alguna escena se usan como arma. Finalmente, el viejo “valijero” de los años 60 y 70, que iba a ver comedias eróticas para autosatisfacerse, puede llegar a sentirse llamado de nuevo a la acción por algunas escenas de Desearás, que parafrasean aquellas películas. Pero se le enfriarán las manos cuando la cosa derive hacia un melodrama casi de tragedia griega. Toda esta deformidad (para usar un término tan del gusto del mundo pararrocker, que aquí aplica por completo) tiene un responsable, y ese responsable se llama Diego Kaplan. Dueño de una obra escueta (ésta es su cuarta película en quince años), Kaplan debutó con una comedia grupal vívida y desprolijona (Sabés nadar, 2002) y después de un largo hiato volvió con dos comedias filmadas para la major Patagonik, ambas protagonizadas por Adrián Suar. Una suerte de sitcom familiar, narrada con gracia, timing y savoir faire (Igualita a mí, 2010) y una comedia sexual que a esas virtudes sumaba cierto grado de incomodidad (2 + 2, 2012). Imposible saber cuánto del guión original escrito por Erika Halvorsen y Alex Kahanoff (uno de los productores) quedó en el resultado final de Desearás, pero da toda la sensación de que Kaplan se ocupó de llevar las cosas hasta un extremo en el que ya están casi a punto de estallar. Casi. Que la novela transcurra en 1970 (la película se basa en una novela escrita por Halvorsen) da pie a que los diseñadores (de producción, de escenografía, de vestuario, de música) se hagan una verdadera panzada de interiores de época, camisas floreadas asomando por fuera de las solapas del saco, vestiditos con dibujos psicodélicos, patillas, bigotes, mucho rimmel y temas del cancionero más grasún de aquellos años. La familia protagónica no es una muy normal. O tal vez las familias “normales” sean así, y esa sería entonces una de las apuestas más provocativas de Desearás. Papá se suicidó cuando las nenas eran chicas, mamá empezó a darle pastillas a una de ellas cuando tuvo su primer orgasmo, mientras cabalgaba sobre una almohada (¡mientras veía un western en blanco y negro por la tele!) y de grandes Ofelia (Pampita, o pongámosle Carolina Ardohain, de morocha) y Lucía (Mónica Antonópulos, de rubia) son las peores enemigas. Lucía va a celebrar su casamiento en el caserón estilo años 60 que la familia tiene en algún balneario, y Ofelia llega con su prometido brasileño (el excelente Guillherme Winter, del novelón Moisés y los diez mandamientos), ¡cabalgando desde la frontera brasileña! Ofelia, a quien Lucía siempre envidió, va a ejercer sobre su cuñado el mismo efecto que la miel sobre las moscas, y todo se teñirá de fantasías, símbolos eróticos chabacanos, deseos pugnando por asomar de shortcitos apretados, siestas interrumpidas por visitas sorpresivas y morochones de miembros al aire. Decididamente aliada de todo lo que sea bastardo e imperfecto, Desearás busca el absurdo, roza lo tabú, abraza lo camp y lo trash, choca con un par de momentos de resuelto feísmo, obliga a Pampita a sufrir, a llorar, a llegar hasta un momento extremo incluso, mientras Andrea Frigerio lo tiene más fácil, como mamá tilinga, narcisista y cachonda. En un par de escenas (la larga cabalgata inicial, con muchos saltos sobre el caballo, y una sesión de buceo con una bikini un poco holgada), Kaplan parece jugar con Ardohain a Armando Bó filmando a la Sarli, mientras que el concepto y tono generales de la película remedan más bien al Almodóvar de los comienzos. Desearás al hombre de tu hermano podría ser una gran película si todo lo que el realizador se planteó lograr hubiera funcionado, pero eso no sucede. Así como los besos en primer plano en lugar de calenturientos resultan inertes, todo el desvío final al melodrama no es logrado como tal, porque la película no parece preparada para ello. Aun así, tal como está, Desearás es sin duda una de las películas argentinas más jugadas y sorprendentes del año y merece verse, aunque más no sea como curiosidad.
El trailer parecía presagiar lo peor. Allí se veían una serie de diálogos impostados y sobreactuaciones, se escuchaba una música de telenovela berreta, todo esto recorrido por una idea de erotismo de dudoso gusto. Lo único que podía redimir esa estética era un tono paródico. La buena noticia es que, efectivamente, Desearás al hombre de tu hermana es una comedia. Mejor aún, es una buena –ocasionalmente muy buena- comedia. La trama inicial es sencilla: Lucía (Mónica Antonópulos) se casa con el que piensa es el hombre de su vida. Pero teme que su hermana Ofelia (Carolina Ardohain, o sea Pampita) se lo quite, debido al carácter hipersensual e hipersexual de ella. A partir de ahí, todo se irá complicando y recorrerá caminos mucho más engorrosos: habrá flashbacks del pasado de las dos hermanas, habrá una historia con dos amantes negros, habrá pujas de poderes entre ellas, y vidas sexuales que logran incentivarse a partir del vouyerismo. Pero lo que habrá, sobre todo, es un humor rarísimo, basado no tanto en lo que se dice (no hay casi chistes verbales en la película) sino en una puesta en escena y en un registro actoral que se construye muchas veces en contra de las palabras solemnes y el supuesto contenido trágico de una historia. Desde este lugar, una de las mayores bondades de Desearás al hombre de tu hermana es la de saber construir una comicidad basada mayormente en aspectos visuales, a veces incluso en sofisticados chistes que consisten en montajes que pasan de un momento supuestamente serio a otro disparatado. Pampita, por otro lado, está bien como la hermana obsesionada con el sexo, pero el fuerte actoral está acá en los cuatro actores protagónicos restantes, desde una Antonópulos luminosa y con una expresión ocasionalmente ambigua, una Andrea Frigerio rozando elegantemente el ridículo como una madre en estado de droga permanente, un Gilherme Winter (actor cómico excelente a quien se pudo ver en la telenovela Moisés y los diez mandamientos) y un Juan Sorini que logran darle dignidad y hasta melancolía a dos personajes que mal interpretados no serían más que monigotes patéticos y sin gracia. Es verdad que la película no es perfecta: su estética recargada, claramente deudora de las comedias del primer Almodóvar, puede resultar algo cansadora y volver a la película ocasionalmente aburrida. Lo mismo sucede con el ejercicio demasiado reiterado de hacer comedia contrastando una estética claramente grasa y autoparódica con la seriedad con la que los personajes se toman sus situaciones. Pero todo esto queda compensado con varios momentos musicales notables (la utilización de la música en es de lo más feliz y creativo que dio el cine nacional este año) y un desenlace tan brusco como osado. Si bien muchos críticos han alabado la película desde el punto de vista de su libertad creativa y su humor felizmente grosero, yo en cambio no dejo de sorprenderme por su rigor técnico y sus ideas visuales (es notable el manejo del color, y la iluminación parece querer emular con éxito los melodramas de Douglas Sirk de los ‘50, y hay no pocos movimientos de cámara muy difíciles de lograr), así como de una idea del humor basado en un timing que en sus mejores momentos tiene una precisión de cirujano. Kaplan sabe que para los chistes se necesita una disciplina y una seriedad especiales, incluso cuando esos chistes puedan estar basados (como pasa en el mejor momento de la película) en una asquerosidad hecha de semen volando por el aire.
El presente largometraje del director Diego Kaplan, Desearás al hombre de tu hermana (2017), tiene su impronta descomunal, bizarra y entretenida que, cual varita mágica, convierte en única cada pieza que toca en su universo cinematográfico. Desearás mantiene la promiscuidad de la comedia dramática que dirigió en 2012, Dos más dos; nace como antítesis del mito que dio génesis a la trillada frase del título; impuesta por la sociedad patriarcal de los años ’70. En este sentido, es interesante cómo desde este espacio-tiempo donde coexistían en Argentina dos mundos paralelos atravesados por el poder simbólico machista reinante social que dividía las aguas por un lado en mujeres sometidas, frívolas y superficiales que estaban al servicio de ellos, producto de la política oscura reinante y avasallante del golpe de Estado de 1976 que depuso a la Presidenta de la Nación María Estela Martínez de Perón. En esta ocasión, Kaplan se une a la escritora Erika Halvorsen (autora de novela homónima El hilo rojo) para abordar desde una pluma femenina y sensible una historia transgresora de empoderamiento femenino, anclada al deseo de explorar una libertad sin límites donde puedan convertirse en hechos los deseos del subconsciente. Así vemos cómo el guión se empapa de erotismo, sexo explícito, deseos prohibidos por tabúes épicos; infidelidades; rivalidades; obsesión anclados a una parodia extrema de los mandamientos del Starsystem. El guión gira en función a interpelar al espectador, generando una reacción y despertar social. Semióticamente denota, tanto desde el título, stanley, trailer y escena del primer minuto una denuncia social bajo el leitmotiv de libertinaje sexual de un triángulo invencible familiar compuesto por una madre superficial Carmen (Andrea Frigerio) que perdió el norte tras quedar viuda; y asumió las riendas de la casa subrayada bien arriba entre el éxtasis de pastillas y alcohol, sin entender la bajada emocional de la infancia de sus hijas Ofelia (Carolina ‘Pampita’ Ardohain) y Lucía (Mónica Antonópulos). A grandes rasgos, el eje de la trama pivotea con la competencia entre éstas por ganar el cariño maternal durante su adolescencia y el devenir de una adultez consecuente de la carencia paternal. En este sentido, el guión tiene un enorme anclaje a la psicología: Todo gira en función al rol crucial de Carmen y su carencia sexual que complementa, atípicamente, durmiendo diariamente enroscada en una serpiente porque esa piel le recuerda al marido. El espíritu de la narración es laissez faire; les impone el frenesí y libertinaje a través del uso de las pastillas anticonceptivas bajo el nombre “píldoras de la felicidad”. Este modo de ser, transgresor en aquella época, invoca necesariamente el vigente deseo y despertar femenino a temprana edad para vivir ese sentir a través del sentir de ellas. A modo cassette, el hit es la sexualidad. El lado A lo representa Ofelia desde el erotismo y Lucía, en contraposición, el arco dramático del miedo y lo sensible; rasgos propios de una hermana mayor que, inconscientemente, mutiló su sexualidad a la sombra del deseo de su hermana y creo un plan maquiavélico de etiquetas y personajes donde se convirtió en una cantante famosa que encontró en esta profesión su forma de expresar emociones. Entretanto, Kaplan desde esta personalidad enfatiza el tiempo que pierde el ser humano en mirar lo que hace el otro mientras la vida pasa y uno entrega su amor, poder, tiempo y talento en mayúscula a merced de un hombre equivocado; que la domina por completo. Sin embargo, su inconsciente y enamoramiento la llevan que a fin de cuentas este sea únicamente un objeto a partir del cual ella se pone a prueba constantemente para reconfirmar su lugar. En esta entrega de poder, se momifica al hombre y empodera a la mujer. Párrafo aparte para la artística que establece un híbrido de flashbacks, elipsis y cameos entre bruma para retratar el clima de cine erótico de los años ’70 envuelto en una mirada freak y neurótica audiovisual anclada más al stand-up que al drama mediante diálogos y secuencias pregunta-respuesta trilladas, como por ejemplo: “los dos supimos lo que iba a pasar ¿A qué viniste? A darle el gusto a mamá; ¡Dame un beso! ¿Por qué?”; etcétera. Desearás al hombre de tu hermana es una obra atípica que se bifurca. Por un lado, tiene impronta de película de culto que denuncia e ironiza ciertas reglas del cine que conciben al cuerpo de manera agresiva y vulgar si se muestra una teta desde el plano detalle con o sin pezón. A las claras Kaplan denuncia cómo en pleno Siglo XXI mientras se proclama la bandera de libertad este formalismo sigue intacto, funcional al sistema patriarcal, y abre el debate a lo funcional de la estética en contraposición a la mujer como objeto. Por otro, intercambia las capas de sentido: amalgamó las tres figuras femeninas en pos de ponerle punto final a la competencia femenina industrial, arcaica y patriarcal. En hora buena las mujeres de esta década se unen, en una hermandad cuya simbiosis destierra de este siglo el mito de la disputa del hombre como premio. Acá son ellos los que prácticamente se pasean desnudos el 100% del largometraje. Y como frutilla del postre la presencia de Pampita le da un corte comercial. En este sentido, su audacia se asemeja a producciones de directores como Quentin Tarantino, Pedro Almodóvar y Federico Fellini; dejando el juicio de valor a criterio del espectador.
Algo del orden de lo incomprensible respecto de esta producción nacional es la calificación que le ha otorgado el ente nacional encargado de esos menesteres, en realidad de eso se trata todo esto, pero vayamos desandando el camino. El arte tiene como una de sus variables más conspicuas la transgresión, casi como inherente a él mismo, pero nunca puede la violación de lo establecido como socialmente aceptado estar atravesado por el mal gusto, lo promiscuo, lo escatológico, para presentarse como revolucionario. Incomodo para lo estandarizado, es posible, pero necesariamente, y como condición “sine qua non”, bien realizado. Algo mal construido, mal desarrollado, con un guión que transita de lo paupérrimo a la estupidez nunca podría ser considerado, a mi entender, como “arte”, salvo para aquellos que por snobismo o propia deficiencia intelectual, equiparada a la baja autoestima disfrazada de megalomanía. El filme dirigido por Diego Kaplan, el mismo de “Igualita a mi” (2010) y “Sabes nadar” (2002), arremete con algo que no llega, por lo desastroso que es todo, a poder clasificarse. Es una producción ¿erótica?, ¿porno soft?, ¿un melodrama? Lo que mejor la definiría, sin completarla, sería que estamos frente a un culebrón televisivo cual telenovela berreta muy subida de tono, con penes, pechos, e insinuaciones varias de actos sexuales. ¡¡¡Ufff!!!! Lucía (Monica Antonopulos) y Ofelia (Carolina Ardohain) son hermanas, la rivalidad impuesta se vio incrementada a fuerza de la crianza establecida por Carmen (Andrea Frigerio), madre de ambas. Familia de clase alta transitando en los años de las décadas del ’50, ‘60 y ‘70, con la libertad sexual y el movimiento hippie en auge. La narración abre supuestamente a finales de los años ’50. Dos niñas, la mayor, Ofelia de sólo 7 años, se masturba mirando un western, una serie de televisión yankee. Y aquí no tienen ninguna culpa ni los productores de la serie, ni el vaquero cabalgando, y menos aun los indios. Mediante saltos temporales constantes se va a detallar la relación casi simbiótica entre ambas. Es el día de la boda de Lucía y Juan (Juan Sorini), su novio desde hace cuatro años. Ella es en la actualidad una cantante llegando a la fama, esto no se explica ni se justifica al escucharla cantar, ni por el cómo ni por el por qué. Carmen decide, a pesar de la negativa de su hija menor, invitar a su otra hija, (aunque la sinopsis diga lo inverso). Es su deseo. y siempre es el de ella, instalar un coto a la competencia entre sus hijas, que llevan siete años sin comunicarse entre si. Ofelia llega al casamiento acompañada por Andrés (Guillerme Winter), ambos viven en el Mato Grosso, Brasil. A partir del primer contacto visual cruzado de las parejas todo comienza a transitar por la historia anterior de ambas, lo que debería ser el dolo de la simbiosis es en realidad una excusa bastante más que tonta, remanida, e instalada de manera muy torpe. Nada salva la producción, empezando por el guión en tanto relato, pero lo peor en este caso son los diálogos, continuando por la banda de sonido Si la idea es instalar a Antonopulos como futura cantante, los temas elegidos son del mismo nivel que todo lo que lo rodea, son de valorización actual, la decadencia de la cultura de manera enfática, no de los años ‘70 donde se imponía el rock nacional con músicos y grupos de la talla de Luis Alberto Spinetta, León Gieco, Pedro y Pablo, Sui Generis, Lito Nebbia, entre muchos otros, pero no. Y si algo podría sostener un poco, aunque sea un poco, todo este zafarrancho, eran las actuaciones, sin embargo son de lo peor de toda la producción, tampoco podrían definirse como performances histriónicas sin agredir a la profesión del actor. Las mujeres, sólo cuerpos esculturales paseándose frente a la cámara, diciendo sandeces, sensaciones y registros cero, los hombres son casi una incógnita, ¿de donde los trajeron? Si alguna vez ven algo peor en tanto actuación por favor avisen, aunque es sabido que en cine depende mucho, no todo, claro, de la mano del director. Juan Sorini, ex rugbier, modelo queriendo ser actor transita paseando su cuerpo y su rostro tal galán (en gusto no hay nada escrito), a veces payasescamente, denota nada, y Guillerme Winter, conocido por personificar, bueno, es una forma de decir, a Moisés en la telenovela de origen brasileño, si fuese yankee con esta performance haría honor al apellido, en un filme que se tilda de caliente. Sin embargo la realización posee en su haber un buen montaje, una buena recreación de época, en tanto escenografía y vestuario, todo transcurre mayormente en la mansión de las mujeres. Todo esto realizado con la mayor seriedad, creyéndose estar rebelando una incomodidad, una ruptura estético-narrativa dentro de la historia del cine argentino, al menos. Allá ellos. El espectador, sufriente primero, sobre la mitad de la proyección comienza a reírse del cúmulo de torpezas que se van presentando. Tomando como punto de partida el titulo, tratando de transgredir el séptimo mandamiento, según la religión cristiana, “No desearas la mujer de tu prójimo”, pero llegaron tarde, hoy en día podría inscribirse como “No desearas la mujer de tu prójimo, ni a tu prójimo”. Mónica Antonopulos se mostró furiosa en los medios por la calificación del filme como sólo apto para mayores de 18 años, y tiene razón, debería ser para mayores de 118 años, Nabi Tajima, japonesa ella, la persona mas vieja del mundo, tiene 117 años.
Antes del estreno de esta nueva película de Diego Kaplan (¿Sabés nadar?, Igualita a mí, y Dos más dos), resultaba difícil esperar un milagro. Todo parecía conspirar en contra: un trailer que hacía temer lo peor, un guión basado en un libro de Erika Halvorsen (autora que generó material para la lamentable El hilo rojo), un debut protagónico en la pantalla grande de la mediática Pampita (aquí en los créditos con su verdadero nombre, Carolina Ardohain); y un realizador como Kaplan que se vislumbraba ya sin la brújula de las comedias de fórmula protagonizadas por Adrián Suar. Sin embargo, desde los créditos de apertura hasta el final, Desearás al hombre de tu hermana es un festín del exceso, que multiplica la apuesta de referentes como el primer Pedro Almodóvar o Armando Bo. La premisa argumental es muy simple: dos hermanas enfrentadas desde hace mucho tiempo, se encuentran en el casamiento de una de ellas. Las tensiones no tardarán en resurgir, cuando la recién llegada Ofelia (una Carolina Ardohain a la que le falta mucho como actriz, pero que no desentona del todo en este festín kitsch), tendrá una química automática con el flamante marido de Lucía (bellísima y afilada Mónica Antonópulos). Las dos chicas han sido criadas bajo el dictamen de una madre border y libertina (descollante Andrea Frigerio), y allí en el medio deambulan los chongos de ambas: el astro brasileño de la televisión Guilherme Winter y el galán de la tele argenta Juan Sorini. La performance de taquilla de Desearás al hombre de tu hermana en estos primeros días de exhibición ha sido más bien magra, cerca de 30.000 espectadores en 222 pantallas en el país. La expectativa comercial era mayor, pero el público general, mayormente traccionado por la presencia de Pampita en la pantalla, se ha visto desconcertado frente a este auténtico desmadre cinematográfico. Todo aquel que haya ingresado en la sala con la ilusión de ver una película erótica, con algunos apuntes de melodrama; saldrá inevitablemente decepcionado. Porque la propuesta del film es absolutamente bombástica. Diálogos absurdos, actuaciones pasadas de rosca, culebrón desquiciado, humor insurrectgo, escenas de sexo que están lejos del cliché del erotismo; son algunos de los tantos condimentos con los que cuenta este suculento banquete. Si de sexo se trata, el cine argentino suele ser contenido y pacato hasta la médula. De hecho, la calificación de este film para mayores de 18 años, no sólo es la confirmación del nivel de irritación al que llegan los integrantes del comité calificador del INCAA cuando aparece un pene en pantalla, o se dice muchas veces la palabra "verga". Ya desde el comienzo, cuando vemos a las dos hermanas de niñas, teniendo una cabalgata masturbatoria sobre un par de almohadones mientras ven a un jinete en televisión; la película coquetea con el juego sobre la búsqueda del orgasmo. Pero Desearás al hombre de tu hermana es una apuesta osada, no por su nivel de explicitez, ni mucho menos por un abordaje profundo a las aristas y límites del deseo femenino. El auténtico motor de sus sorpresivas elecciones tiene que ver con la auto conciencia absoluta a la hora de su construcción como pastiche. Más allá de las mencionadas referencias a Almodóvar, por una sensibilidad kitsch en su nivel más hiperbólico, y a Bo, por sus escenas de sexo en pleno fango; el film combina con mucha destreza todo un arsenal de momentos absurdos y desprejuiciados. Por lo tanto, todo espectador que no tenga una sensibilidad muy desarrollada hacia este tipo de productos que oscilan entre el camp y lo bizarro; podría pasarla muy mal en la sala. Desearás al hombre de tu hermana está pensada como una sucesión de momentos cliperos, con canciones y música original que remite a lo más meloso de los años '70. La película va como un trip insolente, en el que se combinan desde escenas de sexo oral de las chicas hacia lugareños negros de musculatura descomunal, hasta una madre que suministra a sus hijas extrañas píldoras para que ellas potencien su despertar sexual. En la tensión que hay entre las protagonistas, juegan los celos y la competencia en sus destrezas amatorias. Pero aunque, haya pasajes que emulen el más lacrimógeno melodrama, o incluso una pelea entre los hombres de estas féminas, que deriva en un sangriento festín gore; Kaplan no pierde nunca el aire de soltura y desenfreno que atraviesa a todo el film. Este atípico producto, que ha tenido un lanzamiento masivo, tanto a nivel publicitario como de cantidad de pantallas, le ha jugado una simpática trampa al espectador. Mientras Carolina Ardohain se pasea en varios programas de televisión promocionando a la película como una suerte de manifiesto del deseo femenino, Desearás al hombre de tu hermana se erige como la propuesta más fresca y desfachatada del cine argentino modelo 2017. Un producto que salió al ruedo arropado como si fuera un tanque comercial, cuando bajo sus calzoncillos y corpiños, es un auténtico sacudón a las adormecidas fórmulas del cine industrial argentino. Desearás al hombre de tu hermana / Argentina / 2017 / 90 minutos / Apta para mayores de 18 años / Dirección: Diego Kaplan / Con: Carolina Ardohain, Mónica Antonópulos, Juan Sorini, Guillherme Winter, Andrea Frigerio / Se exhibe en Village, Cinem
Ver gente reírse en una sala por lo mala que es una película es un mal síntoma. "Desearás al hombre de tu hermana", de Diego Kaplan, lo logra, al pecar de pretenciosa, de querer seducir a la crítica con el mote de que es una película kitsch y almodovariana, cuando en realidad está mal guionada, pésimamente actuada, tiene una defectuosa ambientación de época (la historia transcurre en los 70 como si el único tip de esa década fuera la ropa colorida y el estilo hippie) y encima pretende ser erótica y lo último que despierta en el espectador es erotismo. El gancho es Pampita, que en su debut cinematográfico utiliza su nombre Carolina Ardohain, pero (mala noticia para sus fans) a la novia de Pico Mónaco y jurado de "ShowMatch" no se le ve absolutamente nada. O sea, ni sale desnuda ni se le cree una sola línea de su parlamento y mucho menos conmueve en lo expresivo. La historia, basada en el libro de Erika Halvorsen ("El hilo rojo"), plantea el enfrentamiento de dos hermanas: Ofelia (Pampita) y Lucía (Mónica Antonópulos), cuya madre (Andrea Frigerio, la única que se salva de este bodrio) es una mujer desprejuiciada. Hay un drama familiar no resuelto y el deseo de las hermanas, ya desde niñas, se asocia más a lo carnal que al amor. La competencia entre ambas explotará el día de casamiento de Lucía con Juan (Juan Sorini, protagonista de escenas insólitas), dado que Ofelia llega de Brasil con su nuevo novio Andrés (un pésimo Guilherme Winter, el de "Moisés y los diez mandamientos"). El director pretende hacer un cine kitsch y le salió una mala imitación al cine de Armando Bó. Se ven culos y miembros masculinos, chicas haciendo sexo oral y guiños naif del más burdo erotismo que no erotiza. De lo peorcito del cine argentino de los últimos años.
JUGUETE SEXUAL Dos hermanitas miran un western en la tele. Una de ellas toma una almohada con la que simula un caballo, comienza a cabalgarla y así, como inocentemente, tiene su primer orgasmo. Y se desmaya. Su hermana, sorprendida, llama a la madre, que entra en escena con una serpiente enroscada en el cuello mientras la música inunda la pantalla con el registro de un culebrón de las cinco de la tarde. Este es el arranque de Desearás al hombre de tu hermana, una secuencia que va de lo provocador a lo incómodo y finalmente a lo ridículo, y que nos invita en esos primeros minutos a ingresar en sus códigos o abandonarla al instante. Porque, avisamos, a partir de allí todo se irá para el lado del extremo y los excesos. La película de Diego Kaplan es unos de los artefactos más raros que ha dado el cine comercial argentino en mucho tiempo. La primera sensación que tenemos frente a ese arranque es dudar si estamos ante un juego kitsch autoconsciente o ante un melodrama involuntariamente gracioso. Luego, la secuencia de créditos nos permitirá vislumbrar aún más las intenciones del director: Desearás al hombre de tu hermana, con su banda sonora subrayada, su uso del zoom violento, su sexualidad epidérmica y grasosa, y sus líneas de diálogo imposibles, es antes que nada una comedia desaforada que mezcla un poco de aquellas telenovelas autoconscientes y pasadas de rosca del programa televisivo ChaChaCha con el hedonismo puramente estético de los videoclips de Babasónicos. De hecho, una versión del tema Rubí no sólo permite un anacronismo divertido (la película está ambientada en los 70’s) sino el momento de comedia más brillante de toda la película. La obra de Kaplan aborda el conflictivo vínculo entre dos hermanas, Lucía (Mónica Antonópulos) y Ofelia (Carolina Ardohain), y especialmente su relación con el sexo y el goce; mientras una lo disfruta todo, la otra lo padece. Desearás… hace varias jugadas arriesgadas (de hecho hay mucho más riesgo aquí que en Zama de Lucrecia Martel, película que autoproclama su riesgo a cada instante), pero la principal es la de promocionarse como “la película erótica de Pampita” y atraer a un público que evidentemente busca otra cosa, distinta a lo que finalmente se encuentra. Porque ese juego kitsch con altas dosis de guarrada (incluso con una secuencia seminal que haría sonrojar a los propios hermanos Farrelly) puede ofender a muchos, e incluso sin llegar a ofender se construye desde códigos audiovisuales que no son del gusto de la mayoría o hasta se prestan a ser malinterpretados. Porque la duda es inevitable: ¿son o se hacen? Claro que Desearás… funciona cuando avanza como comedia excesiva y paródica, y mucho menos cuando a fuerza de flashbacks busca imponer cierta lectura sobre la actitud de los personajes, e incluso reflexionar sobre el deseo y la sexualidad femenina. En esos pasajes el juego de códigos se vuelve mucho más extremo, menos evidente (la luz deja de lado esa textura Clase B setentosa), y por momentos ingresa la duda sobre si el feísmo deliberado es entonces una búsqueda o una consecuencia de su incapacidad por reflexionar con profundidad. Tampoco funciona cuando quiere promocionarse como film erótico, ya que su sexualidad más verbal que visual deja en claro un poco la pose desde la que se edifica la propuesta. En todo caso podemos ver a Kaplan como un director escurridizo -como esta película-, que nos provoca incluso desde su propia filmografía previa: a su arranque indie con la prometedora ¿Sabés nadar? le siguen dos bodrios suarescos como Igualita a mí y Dos más dos. De hecho, Desearás… parece una reversión trash y autoconsciente de aquel intento de comedia swinger espantosa. Entre las certezas y las dudas nos deja Desearás al hombre de tu hermana, película lúdica que incluso invita a jugar a sus protagonistas: Mónica Antonópulos, Guilherme Winter y Juan Sorini lo entienden y se lucen, Andrea Frigerio también lo entiende pero se pasa de rosca y construye una suerte de Graciela Borges hiperbolizada, y Carolina Ardohain desde su pobre presencia es una real incógnita. El que lo entiende todo es Iván Wyszogrod. De lo que no hay dudas es que Desearás al hombre de tu hermana, con sus momentos de comedia explosiva y lúcida que parte de una puesta en escena luminosa (porque el humor surge de la construcción narrativa, que se impone al aire trágico con el que los personajes parecen transitar la película) es una de las películas más divertidas del año.
Este relato se encuentra escrito por Erika Halvorsen (la autora de “El hilo rojo” y guionista de “Amar después de amar”) y dirigido por Kaplan (“Dos más dos”, “Igualita a mí”). La historia está ambientada en los 70 y posee una buena recreación de época que cuenta con varios elementos, la banda sonora es maravillosa, incluyendo conocidas melodías. Este historia se encuentra focalizada entre la compleja relación de dos hermanas Lucía (Mónica Antonópulos, aquí hasta canta y como tiene experiencia a la hora de interpretar sale airosa en este nuevo desafío) y Ofelia (Ardohain, intenta ser femme fatale), y su madre Carmen (Andrea Frigerio, está estupenda, magnifica), a través del flashbacks conocemos mas de esta familia. Vivieron distintos episodios, desde chicas, Ofelia siendo una niña montando un almohadón siente su primer orgasmo mientras mira una western en televisión junto con su hermana. Cae al suelo, con esa sensación que aun no logra comprender y su madre sin saber bien que pasó acude a atender a su hija, que camina por la casa envuelta en una enorme serpiente (esta representa algo especial en su vida); de adolescentes van viviendo varias situaciones complejas, hay un quiebre y terminan alejándose. El reencuentro ocurre justo el día en que se casa Lucía (Mónica Antonópulos) con Juan (Juan Sorini, fue el “Petisero” en “Viudas e Hijos del Rock and Roll”), Ofelia se encuentra en pareja con Andrés (Guilherme Winter, “Moisés y los 10 mandamientos”), saltan fantasmas del pasado, rivalidades y fantasías. Los temas relacionados con la sexualidad están a lo largo del metraje, situaciones melodramáticas, toques de humor y toques muy almodovarianos, delirio, erotismo, audaz, algunos diálogos recitados, un vocabulario algo grosero, una sucesión de excesos y temas que se alargan demasiado. Es una cinta provocadora.
Todo queda en familia. A Érika Halvorsen la conocimos en el mundo del cine el año pasado por ser la autora de la novela en que se basa El hilo rojo, una película que consiguió promoción, más allá de algún escándalo que le es ajeno, por venderse como un producto erótico sensual que, a vista de los resultados, no terminó de ser tal. Por eso, no es de extrañar que ahora su firma aparezca detrás del guion de Desearás al hombre de tu hermana, otra propuesta que apunta a transitar los mismos caminos, y cuyos resultados, si bien son un poco más osados, no varían demasiado. El título es bastante explícito por sí mismo, va a haber una mujer que se interese sexual y/o románticamente con su cuñado. Esas hermanas son Lucía y Ofelia, o Mónica Antonópulos y Carolina Ardohain, más conocida como Pampita. El escenario principal son los inicios de los años ’70, Lucía (Antonópulos), que está por casarse con Juan (Juan Sorini), una pareja de años, hace mucho se distanció de su hermana menor Ofelia (Ardohain), con la que no se lleva bien, pero el casamiento servirá para que se reencuentren, aún a regañadientes de ambas. Ofelia está en pareja con Andrés (Guilherme Winter) pero poco importará a la hora de encontrarse con Juan. Entre ambos surgirá una atracción que no podrán controlar, y entonces será hora de revisar los porqués. Entre un ida y venida del pasado al presente, conoceremos la vida de estas dos hermanas, y cómo la crianza de una madre muy particular como lo es Carmen (Andrea Frigerio) influyó en las actitudes de ambas. Las chicas solo quieren divertirse: Este argumento, bien podría dar pie a un melodrama como lo es la mencionada película con Eugenia Suarez y Benjamín Vicuña. Sin embargo, detrás de cámara se ubica Diego Kaplan, un director que se siente cómodo en la comedia, tanto en el cine como en la televisión. Por lo cual, la historia y el tono virarán de un lado al otro, de lo dramáticamente exagerado, a lo presumiblemente cómico. Desearás al hombre de tu hermana intenta ser un gran homenaje. Por los colores, algunos planos, y algunos giros, es evidente que alguien vio al primer Almodóvar antes de encarar la película. Ahora: verlo es una cosa y entenderlo es otra. Hay también algo de ese erótico soft aburrido del extinguido canal The Film Zone (por algo siempre fuí del team Unovisión), y de algunas películas eróticas de la época de los valijeros. Pero todo ese “esfuerzo” en poner temperatura en la pantalla cae frente a algo que insinúa más de lo que muestra. No olvidemos que estamos frente a otra película del director de Dos más Dos y la serie de TV Son o se hacen, dos exponentes de ficciones que bucean el tabú adrede con una mirada de por más conservadora y culposa. En Desearás al hombre de tu hermana lo más “fuerte” pasa por los desnudos, mayoritariamente masculinos, exhibidos casi porque sí, pero a la hora del sexo, que aparezca la ropa. Kaplan y Halvorsen crearon un universo en el que las mujeres son el plano fuerte. Ellas son las que llevan las riendas del deseo, las que se liberan o tienen que liberarse, ya sea concretando o mirando cómo otros concretan. Es llamativo entonces, que la película se haya querido vender desde la platea masculina. El kitsch salvador: Es casi imposible analizar desde la seriedad a Desearás al hombre de tu hermana, simplemente no se sostiene. Los diálogos son increíbles, no posee ningún peso, como película para valijeros las hay mucho más interesantes en todo sentido, y la mayoría de las actuaciones es difícil de comprender que no se las hayan tomado para la chacota. La elección de los tonos, de la fotografía, el ritmo, la banda sonora, y el modo en que el erotismo es presentado, hacen pensar que Kaplan encaró su película desde un costado kitsch, de autoparodia, y ahí puede hallar su redención, parcial. No podemos dejar de reírnos ¿involuntariamente? en más de una escena, todo suena a ridículo. Pero aun así, una película como ¿De quién es el portaligas? entendió mejor el juego, porque se juega el todo por el todo por el absurdo y lo burdo. Desearás al hombre de tu hermana a la par de tener una estética recargada, se ve demasiado cuidada, prolija, como de catálogo de revista de moda y decoración. Demasiado esmero para algo que se hubiese planteado desde lo paródico. En el plano actoral, Mónica Antonopulos estuvo más sensual en Muerte en Buenos Aires, sin embargo, es de lo mejor del elenco. El otro detalle a destacar es Andrea Frigerio, a quien le otorgaron el rol que viene destacar que esto es una comedia burda; tiene todo para lucirse, y lo aprovecha. El resto, sobre todo los que esperaban algo del debut de Pampita, mejor olvidar. Conclusión: Desearás al hombre de tu hermana, de Diego Kaplan, pudo haber sido una interesante obra que pase a ser de culto, aunque sea como consumo irónico. Sin embargo, su rigor estético, y su, en definitiva, pacatería, la transforman en una indefinición que no la favorecen en absoluto.
Empieza con una pareja, hombre y mujer, cabalgando con los cabellos al viento en una playa, como la presentación de telenovela venezolana de los ochenta más típica. Los dos están bronceados, son jóvenes y tradicionalmente bellos (cosa que parece una condición para formar parte de esta historia). Pero en la escena siguiente, dos nenas están mirando la tele y una de ellas, en una especie de juego, empieza a cabalgar un almohadón hasta que sin saberlo acaba. Desearás al hombre de tu hermana, la película de Diego Kaplan basada en una novela de Erika Halvorsen, se define un poco desde esos primeros minutos: todo el exceso engolado y artificial del melodrama televisivo está ahí (a pesar de que se la comparó con Almodóvar, la película trabaja con personajes y cuerpos estereotipados que proceden más de la televisión), pero hay algo que viene a romper esa línea sutil que el género siempre se impuso y casi siempre respetó, y es el hecho de mostrar el sexo, de decirlo. La historia es la de dos hermanas, Ofelia (Pampita Ardohain) y Lucía (Mónica Antonópulos), que forman un triángulo de atracción y repulsión con una madre (Andrea Frigerio) bastante especial: cuando las chicas eran adolescentes les presentó “la píldora del amor”, anticonceptivos para que gozaran sin tener que preocuparse, y también les consiguió a dos chongos negros para que debutaran. “Bombones de chocolate” los llamó ella, y la frase la pinta entera. La iniciación sexual de las hermanas está contada a través de unas grabaciones que Ofelia fue haciendo a medida que experimentaban. Pero hay un conflicto fundamental que separa a las hermanas: Lucía siempre se sintió menos, se convenció de que la hermana cogía mejor, y como para sellar su inferioridad para siempre se flageló la vulva con una brasa ardiente. La película las encuentra después de varios años de separación, cuando Ofelia llega a la fiesta de casamiento de Lucía y lo primero que hace es presentarse semidesnuda frente a Juan (Juan Sorini), el flamante marido de su hermana. Claro que todo lo que viene después tiende a concretar ese mandato del título, casi una condena bíblica, por el cual Ofelia atrae irresistiblemente y sin que pueda impedirlo a su cuñado; la película es una especie de danza de seducción entre cuatro, las dos hijas con cuerpos de modelo y los maridos musculosos que se pasean todo lo que pueden en diminutos trajes de baño, y esa danza, aunque grotesca –ilustrada con la leche del desa- yuno cayendo por los labios de Pampita o por su cuñado chupando una naranja como si fuera la concha de ella– funciona. Todo lo demás, sin ánimo de exagerar, es un desastre, pedazos de cosas imposibles de ensamblar. En primer lugar, el cruce de melodrama con comedia que Diego Kaplan, voluntariamente o no, intenta ejecutar: cuando Pampita narra la muerte del padre, desnudo en una pileta junto a su mamá, el marido brasilero la interrumpe: “¿Estaban fifando?”. Todo lo que hay de tragedia en Desearás al hombre de tu hermana es ridículo, incluso inexplicable, quizá por una mala adaptación de la novela. Especialmente, y dado que es central en la historia, la discontinuidad entre las hermanas como adolescentes y como adultas: en la juventud vemos al personaje que después interpretará Pampita como una chica llevada por el deseo, intrépida, y la adultez la encuentra convertida en una frágil heroína de telenovela más bien pasiva. Quizá Mónica Antonópulos, que es deslumbrante en la pantalla de cine, habría sido una mejor opción para interpretar ese papel, que parece fundarse más en la fama de sexy de Pampita que en su desempeño en la película. En todo caso, Desearás al hombre de tu hermana es una rareza, una buena idea que quizá funcionaría mejor si optara por el tono ligero y por contar la felicidad del sexo antes que buscar esforzadamente presentarlo como tortura.
Fui al cine a la primera función en su día de estreno, la tagline que la ofrecía como “La película erótica de Pampita” me depositó en una sala llena de hombres maduros que buscaban saciar su sed cinéfila viendo los cuerpos sensuales de Carolina Ardhoain, Mónica Antonópulos y Andrea Frigerio. No me extrañó la ausencia de mujeres en el cine, aunque al terminar la película lo lamenté mucho. Muy a mi pesar todavía hay una represión femenina por esquivar el bulto de ciertos géneros, como también existe la inhibición de ir sola al cine a ver una película “subida de tono”. Las mujeres se entonan con películas más de estirpe romántica, esas películas que juegan de manera aniñada con el placer, pero terminan siendo un blef rosado. Por eso, aunque esta nota llega un poco tarde, pretende ser una arenga para que la mujer se anime y vaya al cine sola o acompañada a ver Desearas al hombre de tu hermana. Por supuesto, a la mitad de la película esos hombres movilizados al cine por una suerte de libido se levantaron horrorizados y huyeron despavoridos. Porque el humor, más la narración del placer en la voz de una mujer genera pudor, especialmente en el macho alfa que no puede entender ciertas focalizaciones cinematográficas y menos que la mujer sea la que se haga la “croqueta”. Desearas al hombre de tu hermana no es romántica, y eso se celebra, tiene mucho sentido del humor y homenajea al cine erótico de los 70, Pampita visualmente me evocó a Christina Lindberg, actriz sueca ícono de las sexplotation. La estética setentosa, recreada a la perfección por el director argentino Diego Kaplan, se sostiene toda la película. Los colores estridentes, la psicodelia de la atmósfera y las actuaciones acartonadas le dan fuerza a una película en donde todos los diálogos estan dotados de picardía. “Me gusta la palabra vulva” y acto seguido, Ofelia (Pampita) da instrucciones certeras con metáforas poéticas sobre cómo practicar un sexo oral deluxe. La lírica voluptuosa invade Desearas el hombre de tu hermana, la historia (guionada por Erika Halvorson) como bien lo anticipa el título muestra a dos hermanas, Ofelia y Lucía (Mónica Antonópulos) que se reencuentran en la casa de verano de la mamá (Andrea Frigerio), Ofelia está en pareja con Andrés (Guillherme Winter es increíble) pero fantasea con el hombre de su hermana, Juan (Juan Sorini). El juego de la entelequia entre Ofelia y Juan es muy interesante, la intriga se apodera del relato. Ofelia es una mujer que vive con libertad su sexualidad, se muestra alegre y desprejuiciada, desde la primera escena (jugadísima) se la ve teniendo su primer orgasmo. La voz en off de esta mujer resalta una narración impulsiva y graciosa. Desearas al hombre de tu hermana logra sonrojarnos con alegría. Ofelia repasa su infancia y su adolescencia, trayendo a cuento historias melodramáticas todas relacionadas con el despertar sexual de una mujer. Y ahí es donde la película es novedosa, la mujer es la gran protagonista, es la que maneja los tiempos, es la que genera el conflicto. Kaplan muestra y desnuda el cuerpo masculino, y cuida a sus mujeres que se pasean sudorosas y famélicas de deseo. La música de Ivan Wysogrod (gran compositor) se destaca en este drama erótico, Wysogrod se la juega y acompaña con el pianito cada movimiento. Con hitazos de la época de antaño, Desearas al hombre de tu hermano es un viaje por clásicos románticos. El más vigoroso es “Tomame o déjame” de Mocedades interpretado por Lucía (Antonópulos), con una letra apasionada adelante el sabor trágico de la historia. Desearas al hombre de tu hermana es una película feminista y eso hay que aplaudirlo. Por eso hay que animarse y disfrutar la nueva de Kaplan, una apuesta novedosa dentro de la industria nacional.