El bueno y el torpe Corren los setenta, y un Russell Crowe que llegó a cierta edad muy mal mantenido se armó un negocio poco convencional. Sigue a tipos que son básicamente pedófilos para golpearlos, y cobra por eso. Uno de sus trabajos es a pedido de Amelia, una joven que tiene algunos acosadores. Sin dar más detalles, nuestro protagonista Jackson Healy se topa con el segundo protagonista, Holland March (Ryan Gosling). Pero March no es un acosador normal, sino un detective privado bastante malo a quien contrataron para buscar a la muchacha. Atando cabos sueltos, Healy y March deciden que si buscan lo mismo, entonces pueden trabajar juntos por un rato. Esta comedia es de principio a fin un homenaje a las series de los setenta que utilizaban esta dinámica del policía torpe al que le salen bien las cosas más de casualidad que por habilidad. Si han visto “Starsky and Hutch” o “La pistola desnuda”, ese es el estilo de comedia, además del estilo visual. La ambientación es perfecta, desde los autos hasta los vestuarios y la música; nos sumergen por entero en el mundo del escándalo y el glamour con su parte oscura. En este primer caso del dúo detectivesco, todo comienza a girar alrededor de una estrella del porno que acaba de morir en un accidente. Pero ese es sólo el principio, y cuando todos los involucrados en su última película comienzan a morir, nuestros muchachos saben que algo raro ocurre. Se destaca además el personaje de Holly, la hija de March, quien sigue a su padre en la investigación sin que él pueda evitarlo. Gracias a ella hacen la mayor parte de los avances, es la voz de la razón pero no deja de comportarse como una niña. Eso hace al personaje creíble, rompiendo el cliché del niño que actúa como adulto. De este modo, aunque comienza como una historia típica, luego va rompiendo los clichés que nos presenta, para sorprendernos con los giros de la trama. Es una historia de risa fácil, donde el humor se genera por sentirnos identificados con lo que le pasa a estos personajes. Rompe el estereotipo de la acción y nos muestra a dos tipos comunes tratando de representar una de acción, con resultados hilarantes. Una comedia fresca y entretenida, en especial para los amantes del género. Si tienen la edad suficiente como para haberlo disfrutado en los ’70 y ’80, este es el perfecto homenaje aunque sin repetirse. Un rescate correcto para un género que no se veía hacía tiempo.
Una película que te deja con muchas ganas de ver una segunda parte para poder cumplir el deseo de ver nuevamente a esta muy buena dupla en una historia más elaborada y más lograda que logre que el filme sea un exitazo. El caso a resolver es interesante, aunque no...
Ni una ni otra. Las películas denominadas “Buddy Cop” son realizaciones en las cuales una pareja de –generalmente- detectives, tienen que trabajar juntos pese a sus disparidades y a no llevarse bien. En el medio de la trama comienzan a hacerse amigos y casi siempre logran develar el crimen y se vuelven inseparables. Algunos de los máximos exponentes son: Arma mortal (1987), Hombres de negro (1997), Una pareja explosiva (1998), Show time (2002) y Starsky y Hutch (2004).
El porno versus el capitalismo automotriz. En una época no muy lejana las buddy movies constituyeron el “estándar” de Hollywood ya que por un lado demostraron ser en extremo populares y por el otro permitieron a muchas estrellas reposicionarse dentro de la industria, volcando su perfil hacia territorios hasta ese momento inexplorados. Durante los últimos lustros hemos presenciado un repliegue del formato gracias a una serie de fracasos en taquilla, lo que a su vez se explica por la pobreza y negligencia del promedio de los productos actuales y la falta de guionistas avezados en la materia o con algo valioso para decir. Por supuesto que el policial -uno de los géneros que siempre adoró el engranje narrativo en cuestión- no escapó a la regla general y también fue testigo del declive, sin embargo en estos últimos meses nos topamos con dos obras que retoman con astucia la estructura, los excesos y las ironías de aquellas “parejas desparejas”. Hasta cierto punto se puede trazar un paralelo entre War on Everyone (2016) y Dos Tipos Peligrosos (The Nice Guys, 2016), las pruebas que tenemos a mano para dar cuenta de que todavía es posible construir buddy movies eficaces, diferencias de criterio incluidas: si War on Everyone funciona como una epopeya sucia, caótica, sinuosa y profundamente cínica para con las fuerzas de seguridad del Estado, Dos Tipos Peligrosos es -en cambio- el súmmum de la prolijidad formal y desde el vamos abraza los leitmotivs del film noir y un sinnúmero de chistes clásicos provenientes del slapstick. El responsable de esta última no es otro que Shane Black, un señor cuya carrera como director es bastante anodina si la comparamos con la generosa amplitud de su desempeño como guionista (posee tantos opus “potables” en su haber como trabajos fallidos, en los que la experimentación no dio frutos). Aquí por suerte la balanza está más cerca de sus guiones más recordados, los de Arma Mortal (Lethal Weapon, 1987) y El Último Boy Scout (The Last Boy Scout, 1991), y lejos de films problemáticos como El Último Gran Héroe (Last Action Hero, 1993) y El Largo Beso del Adiós (The Long Kiss Goodnight, 1996), todas películas que marcaron el tono del cine tracción a testosterona de las décadas de los 80 y 90. La historia gira alrededor de una pesquisa -en la Los Ángeles de los 70- encabezada por el matón Jackson Healy (Russell Crowe) y el detective privado Holland March (Ryan Gosling), quienes se pasan gran parte del relato buscando a Amelia (Margaret Qualley), una joven que parece ser la clave para revelar un misterio que involucra al microcosmos del porno, la militancia ambientalista y una nueva cadena de golpizas, fracturas, asesinatos y encuentros por demás desafortunados. Resulta muy interesante ver cómo Black explota en pantalla la fama de Crowe fuera de pantalla de recio/ pendenciero y al mismo tiempo la contrapone con el acervo cómico de un Gosling extraordinario que una vez más demuestra su ductilidad, ahora construyendo a la perfección un personaje tan payasesco como mordaz. El guión del también realizador pone el acento en la investigación, evita caer en una alternancia hueca -y cronometrada- con las escenas de acción y en todo momento se mantiene al servicio del dúo de protagonistas, redondeando asimismo un retrato de índole circense de la política, la industria automotriz y hasta el mundo del espectáculo: las citas al “porno de autor” de los 70, y su reconversión como enemigo del capitalismo, sacan a relucir la potencialidad del arte y su claridad de intenciones en oposición a la podredumbre y la corrupción metropolitanas circundantes…
Con la autoparodia como punto de partida, con escenas de acción y diálogos filosos, "Dos tipos peligrosos" se mueve cómoda en los años setenta y dentro del género con una pareja protagónica que se saca chispas: Russell Crowe y Ryan Gosling. Otro ejemplo de "buddy movies", o películas con parejas desparejas, que tanto ha dado el cine es la que trae el director Shane Black, el mismo de Iron Man 3. En este caso, Jackson -Russell Crowe-, un detective privado alcohólico en rehabilitación y Holland -Ryan Gosling-, un oficial de la policía también alcohólico, cruzan sus caminos cuando una estrella porno muere en un accidente automovilístico en Los Angeles de los años setenta. Con la autoparodia como punto de partida, con escenas de acción y diálogos filosos, Dos tipos peligrosos se mueve cómoda dentro de un género que además rinde tributo a otros títulos y con una pareja protagónica que se saca chispas: Jackson defiende a víctimas de acosadores pedófilos, está con sobrepeso y no duda cuando hay que golpear a alguien, mientras que Holland es más inexperto y carga con una hija adolescente que sigue sus pasos en la investigación del caso que los une y en el que mueren personas relacionadas a una película pornográfica. Con una buena banda musical, correcta ambientación de época y con una tía que está convencida que su sobrina sexy aún permanece viva porque la vio en una ventana luego del accidente, se va construyendo una trama vertiginosa que apuesta más al contrapunto entre los protagonistas y que se encamina hacia una conspiración de crímenes relacionados con la industria automovilística. Aunque con un final un tanto forzado, entre tiroteos, fiestas fastuosas, peleas y una participación de Kim Basinger, la película resulta simpática y podría convertirse en otra saga.
Jackson Healy (Russell Crowe) y Holland March (Ryan Gosling) son detectives privados, pero parados en veredas opuestas. El primero es bastante violento pero efectivo en su trabajo, el segundo un carismático borrachín que no duda en sacar ventaja y aprovecharse de sus clientes. Pero cuando un caso los lleva a trabajar juntos, no sólo tendrán que soportarse mutuamente y aprender a ser un equipo, también deberán enfrentarse con gente demasiado peligrosa y poderosa. Shane Black se ganó el odio de muchísima gente luego del desastre que resulto ser Iron Man 3, pero quienes sabían del trabajo que había realizado previamente, lo perdonaron de todas formas. Y es que no se le puede negar talento a alguien que filmó Kiss Kiss Bang Bang, y que fue una de las mentes detrás de la ya mítica saga de Arma Mortal (entre otras cintas de acción de culto). Y con Dos Tipos Peligrosos, Shane Black vuelve a mostrarse como el rey de las buddy movies. Algo que sí o sí debe funcionar en el sub género de las buddy movies, es la química entre la dupla principal. Y en este caso, tanto Ryan Gosling como Russell Crowe se lucen tanto individualmente como en pareja. No sólo el feeling que tienen los actores es palpable, y se nota al primer fotograma juntos, los personajes les calzan perfecto con el tipo de actuación que suele realizar cada uno. Además que en esta ocasión son secundados por una grata sorpresa, la pequeña actriz Angourie Rice, quien lejos de ser un lastre para la trama, resulta ser la voz de la razón en esta dupla de detectives. Pero no sólo los personajes están bien construidos, Dos Tipos Peligrosos cuenta con algunos de los mejores gags vistos en el año, que difícilmente sean superados. Y por suerte, en esta ocasión, se los guardaron para la película, evitando mostrarlos en los trailers. Quizás lo más flojo del film sea el guion, el caso a investigar es bastante genérico y lo vimos miles de veces; además que la película en su tramo final (en especial en el 3º acto) adolece de estirarse demasiado, quitándole bastante ritmo a un relato, que pese a su simpleza, venía siendo bastante divertido y dinámico. La falta de un villano de peso también afecta bastante al desenlace del relato; si bien cuando aparece Matt Bommer su personaje se siente intimidante y una amenaza real para los detectives, su aparición en la película se da muy sobre el final, dejándolo únicamente como un villano que mete miedo por su presencia, pero del que no conocemos nada. En cuanto al giro de quién es el malo maloso intelectual, es bastante obvio y también carece de peso. Dos Tipos Peligrosos es una de las películas más entretenidas en lo que va del año, y no debería asombrar a nadie si aparece en los top ten anual de varias personas. Con una dupla que desborda química, una sucesión de buenos momentos cómicos, al menos quien les habla se las recomienda mientras piensa “¿Estaremos ante el inicio de una saga?”
Arma Mortal 5 Dos tipos peligrosos (The Nice Guys, 2016) desciende de ciertas películas de los 80s, tipo 48 horas (48 Hrs., 1982) y Arma Mortal (Lethal Weapon, 1987), que ponían “parejas disparejas” en tramas policiales, mezclando humor con acción. El humor era circunstancial, absurdo y exagerado; la acción también. Dado que Dos tipos peligrosos reproduce deliberadamente esta sensibilidad cuasi infantil, podría considerarse un film nostálgico. Como resumió Sidney Lumet, la nostalgia tiene que ver con un mundo que nunca existió. Rememorando el paradigma del género, uno siempre se queda con los héroes de acción; los guionistas en cambio mueren en el olvido, sin nombre ni rostro ni continuidad en la modernidad. Después cuando los viejos héroes de acción quieren revivir sus días de gloria se olvidan del escritor y producen cosas como Los Indestructibles (The Expendables, 2010) y sus secuelas – films de lo más simpáticos pero que tienen poco y nada del atractivo camp, naif o como se le quiera llamar de las películas que supuestamente emulan. Todo esto viene a que el director y guionista de Dos tipos peligrosos es Shane Black, que entre otras películas escribió las primeras (y mejores) Arma Mortal y El último gran héroe (Last Action Hero, 1993). Últimamente hace de director también: Entre besos y tiros (Kiss Kiss Bang Bang, 2005), Iron Man 3 (2013) y ahora Dos tipos peligrosos. Cada película es más payasa que la otra, y todas están escritas dentro de la misma burbuja de fantasía. Los tipos “peligrosos” del título son Holland March (Ryan Gosling) y Jackson Healy (Russell Crowe), un investigador privado y un matón de alquiler que unen fuerzas para desenmarañar una red de corrupción que abarca la industria pornográfica y automovilística de Los Ángeles a fines de los 70s. El dúo replica la dinámica de Riggs y Murtaugh de Arma Mortal, los cuales a su vez son un producto de las rutinas de vaudeville de Abbot y Costello. Crowe es el tipo serio, Gosling es el tipo chistoso; ambos son igual de inmaduros y a raíz de eso los acompaña un tercer personaje, la hija quinceañera de March (Angourie Rice), la ilusa voz de la moral. La insólita pareja entre Gosling y Crowe y su inesperada química recuerda a la del dúo Will Ferrell/Mark Wahlberg. La propuesta de la película funciona a raíz de esta química. Shane Black escribe y dirige sin ninguna pretensión la misma fantasía a la que se ha dedicado desde siempre: los hombres son rudos, las mujeres están en apuros y los niños amonestan a los dos. En este caso da la sensación también que al director finalmente se le ha dado rienda suelta para que haga lo que quiera y como quiera, así que la película no sólo está colmada de violencia y desnudez gratuitas sino que también cuenta con indulgencias surrealistas (la súbita aparición de monstruos, criaturas fantásticas y el fantasma de cierto ex presidente, por ejemplo). Dos tipos peligrosos es una reliquia. No pretende pertenecer a cierta era – realmente pertenece a esa era, formal y mentalmente. Y probablemente Shane Black no la pensó tanto.
Todo brilla -literalmente- en la nueva película del guionista de Arma Mortal. Ryan Gosling y Russell Crowe son los protagonistas de uno de los buddy films más completos del siglo. Que el cinéfilo se vista a la moda.
Tenemos una nueva buddy cop movie entre manos, más irreverente y violenta, pero no falta de humor. Hay incontables ejemplos de “buddy cop movies” y, justamente, Shane Black hizo escuela en este subgénero de la mano de los guiones de la franquicia de “Arma Mortal” (Lethal Weapon) –la madre de todos los “buddy cop movies”- o “Entre Besos y Tiros” (Kiss Kiss Bang Bang, 2005) su debut como director,entre otras cosas. “Dos Tipos Peligrosos” (The Nice Guys, 2016) es su tercera película, una comedia criminal de súper acción, cargada de gags extremos, un poco (bastante) de violencia, momentos hiper bizarros y una pareja protagonista que resulta la verdadera novedad de esta historia. Russell Crowe y Ryan Gosling son Jackson Healy y Holland March, un “ajustador de cuentas” independiente y un detective privado y padre soltero, que cruzan (mejor dicho, colisionan) sus caminos mientras ambos rastrean a Amelia Kuttner (Margaret Qualley), una joven hippie que podría estar involucrada en el aparente suicido de la famosa actriz porno Misty Mountains. Pero esta es apenas la punta del iceberg. Estamos en la ciudad de Los Ángeles en 1977, un ambiente de descontrol y promiscuidad donde se cruza la pornografía, la industria automotriz y, posiblemente, una conspiración gubernamental. Muy a regañadientes, y con la ayuda de la sagaz hija de March, los hombres deberán unir fuerzas para encontrar a la joven desaparecida y aclarar este quilombo que los enfrentará a los matones más peligrosos. La química que se establece entre Crowe y Gosling, un tipo incapaz de refrenar su violencia a flor de piel (esos que primero pegan y luego preguntan) y otro bastante cobarde pero aprovechador cuando se trata de conseguir trabajitos extra, es el punto más alto de esta historia cuyo complot está más cerca de “La Pistola Desnuda” que de una policial serio. Ahí está la clave de esta bizarreada que no escatima en sangre, violencia, humor y bastante patetismo. Black sabe como equilibrar la acción, la comicidad y una trama llena de giros que se van ciñendo sobre los protagonistas en una espiral descontrolada, con la genial puesta en escena y una banda sonora acorde a la psicodelia de la época. El realizador se agarra de todos los clichés y los elementos propios del género para exagerarlos, redefinirlos y, quien dice, tal vez crear algo nuevo. Healy y March son arquetipos, obvio -el tipo rudo y el cerebral-, pero lo genial de estos dos actorazos que suelen estar más relacionados al drama, es que no temen hacer el ridículo y sacar a relucir su lado más estrambótico, y por qué no sensible, cuando hay que tomarse las cosas un poquito más en serio. “Dos Tipos Peligrosos” es puro entretenimiento, una caja de sorpresas que no cae en convencionalismos y tiene de todo para todos los gustos. Shane Black tiene algo bueno entre manos y, si todos se copan, podría lanzar su propia franquicia de acción protagonizada con esta pareja bastante dispareja que, igual, le pone toda la onda para limar asperezas e intentar resolver algún que otro crimen.
El género noir, a pesar de su importancia a lo largo de la historia (no sólo en el cine, sino también en la literatura), no recibe en la actualidad todo el cariño que merece. Salvo por un par de vejetes fans desde la época de Humphrey Bogart, no quedan hoy ávidos receptores para esas historias tan complicadas como apasionantes. Claro que sigue vendiendo, pero es uno de esos géneros a los que el público mainstream sólo vuelve cuando los actores o actrices involucrados están de moda. Una de las vueltas que se le dio al gastado antihéroe detectivesco tiene que ver con el humor. La mezcla de géneros beneficia, una vez más, a la ruptura de barreras entre generaciones y da libertad creativa a los guionistas, casi siempre con interesantes resultados. Es el año 1977, y la misteriosa muerte de una actriz porno en un accidente en Los Ángeles plaga las tapas de los diarios. Su tía, por otro lado, jura haberla visto viva en su departamento días después del accidente. Para investigar esto contrata a Holland March (Ryan Gosling), un detective privado con pocos escrúpulos y una hija que mantener (Angourie Rice). Su camino se cruzará con el del sicario Jackson Healy (Russell Crowe), cuando una de sus clientas le pague para espantar a March, que la busca porque parece estar relacionada con la muerte de la actriz porno. Una profunda conspiración se desenvolverá ante ellos mientras siguen juntos las pistas de estos casos. No es la primera vez que Shane Black, director y guionista, coquetea con el cine cómico de detectives. En 2005 dirigió Kiss Kiss Bang Bang, acompañado por el mismo productor de The Nice Guys, Joel Silver. La maestría con la que entrelaza el humor, lo pintoresco del mundo del crimen y la violencia verdaderamente remiten a narraciones de la década de los 70, como Dos Tipos Audaces (The Persuaders!, 1971) y Starsky & Hutch (1975). La química entre Russell Crowe y Ryan Gosling es de esas que aparecen una vez cada diez años y los diálogos rápidos y situaciones ridículas explotan al máximo las habilidades de cada uno. La historia de vida que le dieron a cada personaje está en el borde entre lo posible y lo improbable y agregan color a la ya animadísima década en la que la película está ambientada. Los acompañan grandes como Keith David y Kim Basinger, que podrían haber sido mejor aprovechados, pero que enmarcan las actuaciones de Gosling y Crowe con humor y buena performance. Uno de los enfoques más interesantes que tiene The Nice Guys es la inclusión de una niña ayudando a los dos detectives, Holly March. Es prometedor el hecho de que no se la usó como disparador de chistes baratos al estilo comedia ‘pez fuera del agua’ (en la que la gracia es que el personaje está en un ambiente que no conoce) sino que es una presencia genuinamente valiosa, tanto durante la investigación como en la vida de su padre (Gosling). La seriedad con las que se involucra en asuntos adultos y su interés por el oficio del detective serán inspiradores para muchas nenas y muestran que es posible la incorporación de personajes femeninos en papeles relevantes y con contenido. La carrera de Angourie Rice, de 14 años, todavía no es nada impresionante, pero en esta película se prueba su valor: la actuación y el humor se le dan muy bien, y su dinamismo junto con el dúo de protagonistas garantizan risas en cada escena en la que aparece.
Recuperando el espíritu de las series de los años setenta, aquellas que con una impronta de buddy movie llenaron las pantallas de TV, una fresca y desparpajada puesta al día resulta “Dos tipos peligrosos” (USA, 2016) de Shane Black (“Kis Kiss, Bang Bang”, “Iron Man 3”), que con los protagónicos de Ryan Gosling y Russel Crowe, es sin dudas una de las sorpresas de la temporada. En el filme veremos cómo terminan enredados dos “perdedores”, por decirlo de alguna manera, tras la misteriosa desaparición de una actriz porno. Sumada a esta desaparición, y la muerte de todos los que participaron de una producción de estas características, cuando la hija de una importante jueza (Kim Basinger) se ve involucrada en el tema, todo se confunde y complica. Así, el guión del propio Black y Drew Pearce, comienza a pura acción, con una joven modelo muerta tras un accidente de automóvil en una casa. Un niño ve cómo esta muere, y parte de la inocencia de él se pierde en ver cómo el cuerpo inerte de la mujer se queda sin vida. En esa pérdida de la inocencia el director impone una mirada particular, como así también un ritmo, en el que nada ni nadie es lo que parece y para el que hay que estar atentos para poder completar el circuito en el que Holland (Gosling) y Jackson (Crowe) deberán comenzar a moverse para cumplir con el objetivo de encontrar a la joven desaparecida. Y si en un primer momento ellos chocan por convicción, tipo de actividad, etc., cuando ven que es innecesario el seguir peleando y que juntos será más fácil encontrar a Amelia (Margaret Qualley), esa joven que entre idas y vueltas va dejando pistas sobre su paradero aún a su pesar. Holland y Jackson no estarán solos, lo acompañará la pequeña hija del primero (Angourie Rice), testaruda como ella sola, sostén de su padre, y en consecuencia, de la dupla que comenzará a trabajar en el caso. Mientras avanzan en la investigación sobre Amelie, deberán toparse con una serie de personajes del submundo de las drogas y la prostitución, con los que no sólo lucharán y enfrentarán, sino que, principalmente, deberán convivir para lograr llegar a un buen puerto en el caso. El brillante guión posibilita que, a partir de punchline y gags, la construcción perfecta de, valga la redundancia, dos personajes imperfectos, con los que uno rápidamente puede empatizar por lo patéticos y exagerados de los roles dentro de la narración que tienen asignados. La música, la recreación de escenarios, la vestimenta, y el conjunto de los departamentos artísticos que trabajaron en “Dos tipos peligrosos”, potencian la dirección de Black, qe apela a artificios del género (zoom ins, aceleramiento en los planos, etc.) para terminar por cosntruir el relato. Mención aparte la utilización de la confusión como mecanismo narrativo, desde la presentación de la abuela de la joven muerta (Lois Smith) y la resolución del caso al estilo “Scooby Doo”, que permiten no sólo la identificación con el género sino con el disfrute total del filme.
Shane Black dio un mal paso cuando aceptó hacerse cargo de la segunda secuela de la franquicia Iron Man. No sabemos si es por las presiones del estudio, porque trabajó dentro de una fórmula armada por otro/s, o simplemente no tuvo la mejor de las rachas; los cierto es que su segundo film como director resultó uno de los más flojos de la factoría Marvel. Por suerte, ese manchón no terminó opacando su talento, y el que quizás sea el mejor guionista de buddy movies está de regreso con un producto que respeta mucho más su trayectoria. Dos Tipos Peligrosos es de esas películas que lo tienen todo. Guionista de las dos primeras Arma Mortal, El Último Boy Scout, Monster Squad, El último gran Héroe, y El Largo Beso del Adiós; ideó una historia basada en plenos y fulgurosos años setenta. Una “afamada” actriz porno, Misty Mounstains estrella su auto en el jardín de una casa de familia y muere en el acto. La noticia recorre todos los ámbitos, y en el medio, otra chica, Amelia (Margaret Qualley) desaparece, dejando todo tipo de cabos sueltos. El matón de bajísima monta Jackson Healy (Russell Crowe) había sido contratado por Amelia para encargarse de algunos asuntos, ahora la busca. El detective privado de bajísima monta Holland March (Ryan Gosling) había sido contratado por una tía de Misty que asegura haberla visto con vida, las pistas lo llevan hasta Amelia. Ambos personajes no tardarán en unirse. No esperen demasiada lógica o coherencia por parte del guion co-escrito con Anthony Bagarozzi, la estructura es la de una comedia completamente zafada, que elude caer en la grosería, pero penetra en una aceitada parodia en donde no todo tiene que ser lineal o verosímil. Tampoco es un spoof movie, es una comedia, que homenajea los clichés de una década, y se desarrolla en medio de un correcto clima de acción que no defrauda. Black sabe lo que hace y no pierde de vista nunca a sus dos criaturas, por más que no siempre estén en pantalla, todo lo que sucede los circunda. Healy y March son dos seres riquísimos para la pantalla, patéticos, desvergonzados, y con un terrible mal karma; son de esas figuritas que se ganan nuestra empatía desde el segundo que aparecen en pantalla. Los (Anti) Héroes no están solos, y se los rodeó de secundarios con mayor o menor participación pero que tendrán la oportunidad para el merecido lucimiento. Si algo hay que destacarle al director, es la gran libertad con la que deja trabajar a sus intérpretes permitiéndoles el vuelo que necesitan los personajes delineados por su pluma, rebosantes de carisma; aún dentro de Iron Man 3, Robert Downey Jr. Pudo demostrar las facetas más carismáticas y empáticas de su Tony Stark. Lo mismo sucede aquí con los dos protagonistas. Dos tipos peligrosos funciona a modo de camino de redención, no solo por la obviedad de sus dos personajes que van de mal en peor y carecen de cualquier moral; por su realizador que se encauza en lo que mejor sabe hacer; y por los dos intérpretes protagónicos que merecían un regreso como este. Ryan Gosling, que viene de una serie de personajes que escondieron su gracia y encanto, vuelve a destacarse con un Holland que simplemente no sabe hacer su trabajo, es un estafador, vive porque otros le recuerdan que tiene que vivir, y no tiene la más mínima voluntad de cambiar; es el personaje mejor delineado desde los papeles. Russell Crowe, que ya estaba siendo relegado a los roles secundarios y filmes menos importantes, se luce exquisito. Jackson le pasa por el cuerpo, lo llena de detalles, y hasta el notorio sobrepeso es un altísimo punto a favor. Será él quien gane la pulseada en cada escena, quien se lleve todas las miradas en una actuación brillante, medida e hilarante. Hay que mencionar también una tercera pata del asunto, Angourie Rice compone a Holly, la hija de Holland, suerte de secretaria y guía, aquella que le recuerda todo y saca las papas del fuego cuando están por quemarse; una suerte de 99 del Superagente en tamaño pequeño. Holly tiene varias escenas propias, y Rice las aprovecha todas a puro ángel, su trabajo es notorio más proviniendo de una actriz de tan solo catorce años que aparenta menos. Como un gran trío estos tres avanzan y no nos importa cómo resuelven el misterio, pero el guion no lo pierde de vista. Más allá de la burla permanente que acumula gags escena tras escena sin detenerse – y sin abrumar –, posee un sólido desarrollo en cuanto al thriller y la acción, con varias vueltas de tuercas y un ritmo propio de la década que representa. Una lograda puesta en ambientación, magnética banda sonora, y el perfecto timing para todas las ramificaciones que lanza, hacen de Dos Tipos Peligrosos una de las mejores propuestas de la temporada en cuanto a entretenimiento, y sin lugar a dudas, una de las mejores comedias del año. Estos seres piden continuar sus aventuras, volverse una nueva saga representativa, ojalá que así sea.
Tiempo de valientes. Al rememorar los policiales que conquistaron a la industria hollywoodense contemporánea, resulta inevitable señalar como principal responsable a Shane Black, la mente maestra detrás de un seleccionado de blockbusters que recurrieron al formato de las buddy movies (parejas con personalidades contrastantes que desarrollan sus diferencias hasta complementarse) para redefinir el comportamiento de estas producciones (Arma Mortal y El Último Boy Scout son las destacadas de su imaginario). Después de una ausencia prolongada durante la década pasada, y de cargarse la propuesta millonaria de Iron Man 3, el guionista devenido en cineasta regresa con Dos Tipos Peligrosos, retomando los procedimientos que lo consagraron en el mercado. El argumento, ambientado en 1977, presenta a Jackson Healy (Russell Crowe), un golpeador profesional contratado por Amelia (Margaret Qualley), una adolescente sospechosa, para intimidar a Holland March (Ryan Gosling), un detective privado que investiga el paradero de Misty Mountains, una actriz porno aparentemente asesinada. El consecuente encuentro entre ambos personajes determinará la apertura de un entramado conspirativo que involucra matones, persecuciones y asesinatos. Convertidos en asociados debido a las circunstancias de la investigación, se sumará a la pareja de detectives la pequeña Holly March, la hija de Holland interpretada por Angourie Rice, toda una revelación. En Dos Tipos Peligrosos encontramos distintos mecanismos del autor que son determinantes para que sus historias funcionen, partiendo del trasfondo californiano rodeado de celebridades (escenario también retratado en la grandiosa Entre Besos y Tiros, aunque en esta oportunidad acontece durante los setentas), incorporando estrellas del ambiente pornográfico, ambientalistas y mafiosos de la industria automovilística. Otra herramienta característica son los comentarios machistas que enarbolan sus protagonistas (demostrado por las constantes indirectas de Gosling), y que posiciona al personaje de Rice como un componente necesario para desarticular semejante testosterona. La secuencia de apertura demuestra la comicidad creativa que todavía conservan las maniobras de Black para que la humorada no desentone como un simple slapstick. Hablamos de esa relectura caricaturesca que viene implementando desde la ambiciosa Iron Man 3, donde justamente adulteraba las referencias de un producto comercial para decodificar su entretenimiento y volverse inteligente. Dos Tipos Peligrosos desenvuelve ese sarcasmo desde un aspecto reservado (aunque también tenemos menores dialogando sobre placeres anales), masticando el relato con remates ingeniosos y depositando su efectividad en la química que Crowe y Gosling consiguen transmitir en la pantalla. Otro peliculón de Black a la altura de su reputación.
El ascendente Shane Black vuelve a jugar a la buddy movie, esta vez desde la dirección con Dos Tipos Peligrosos, un potente policial ambientado en los setenta en Los Ángeles donde un “outlaw” como Jackson Healy (una versión de Russell Crowe brillante) y el mediocre detective a sueldo Holland March (Ryan Gosling) deben buscar a una joven desaparecida y resolver la muerte de una estrella porno para desbaratar un alto entramado criminal. Black prácticamente reedita El Último Boy Scout, película en la que fue guionista hace 25 años y dirigida por el gran Tony Scott. La lógica de ambas es la misma: dos personajes con diferentes procedencias deben unir fuerzas para investigar y derrotar a un poder mayor. Incluso Black utiliza a una hija de uno de los dos personajes centrales de ambas historias como pivote, comic relief y personaje clave para equilibrar las fuerzas desparejas de los protagonistas. Este procedimiento repetitivo de Black (también con sus matices lo replicó como guionista de Arma Mortal y El Último Gran Héroe) lo ubica dentro de la idea autoral del clasicismo donde la repetición de las formas genera una visión del mundo coherente y las películas dialogan entre sí. Russell Crowe juega el papel de Bruce Willis en El Último Boy Scout como personaje centrífugo, que despliega toda su fisicidad en cada encuadre con ese cuerpo casi obeso y descuidado. La idea del perdedor/ matón que resuelve todo a los golpes, quien es acompañado por el bufón que ejecuta Gosling y que hacía Damon Wayans en la película de Scott, es paradójica y anti sistémica: para derrotar a una mafia que se nutre del fútbol americano o de la industria del porno se debe recurrir a personajes que actúan por motivaciones personales por fuera de los parámetros de la ley. Black utiliza recursos de neo film noir, dibujando una Los Ángeles oscura de leyes vetustas y adocenadas y todo un entorno propicio para esta unión de personajes que no responden a nadie y resuelven todo por sus propios medios. Al igual que Willis- Wayans, la dupla Crowe- Gosling funciona a la perfección. El timing cómico y los diálogos filosos y veloces son el motor del funcionamiento de la buddy movie. Las escenas de acción tienen un gran pulso narrativo y un impactante poderío visual. Dos Tipos Peligrosos funciona como bocanada de aire fresco dentro del cine de género y reafirma que Black es uno de los directores más promisorios de su generación.
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Me animo a decir sin duda alguna que Dos tipos peligrosos es uno de los mejores estrenos del año y que va directo a mi top ten 2016. No solo me reí mucho sino que disfruté el buen nivel cinematográfico de esta obra. El ritmo dinámico como consecuencia de buen montaje y banda sonora son fundamentales y motivo principal para explicar lo bueno del film. Shane Black, quien viene de dirigir Ironman 3 (2013) pero que tiene una muy prolífica carrera como guionista con títulos tales como la saga Arma Mortal, El último gran héroe (1993) y Kiss kiss, bang bang (2005) aquí también escribe. Los diálogos son muy buenos y el desarrollo de los personajes es impecable con actuaciones fenomenales. Russell Crowe muestra una faceta cómica genial pero sin tratar de hacerse el gracioso porque su papel es solemne. Lo mismo sucede con Ryan Gosling pero este un poco más físico. La dupla es tan sensacional a tal punto de que te dan ganas de ver secuelas (bien hechas por supuesto) hasta el infinito de estos tipos. Otro gran condimento es la ambientación en la década del 70’ con todo lo que ellos implica en Estados Unidos y el mundo del porno que comenzaba a ser industria. La parodia en punto justo y lo desopilante en buenas cuotas hacen que esta comedia -que bajo ningún punto de vista hay que tomársela en serio- sea la mejor buddy movie de los últimos tiempos.
INTRIGA, DIVERSIÓN, GRANDES ACTORES Aquí el director es un famoso guionista que tuvo su gloria en Hollywood, (escribió las exitosísimas “Arma Mortal”) que tuvo su momento de olvido y un regreso espectacular con lo que escribió para “Iron Man 3”. Por eso tuvo la oportunidad de hacer esta historia, pensada en principio para televisión, que dirigió y ambiento con acierto en los años 70. Toda la estética chillona y decadente que abreva sin dudas en “Boogie nIghts” y otros films policiales, pero que se decide por la comedia alocada y física, pero con una trama policial que abarca la industria del porno, la política, las preocupaciones ecológicas y las empresas automotrices. Mucho, bien agitado y perfectamente anudado: La maestria de Shane Black esta a la vista. Conto además con dos actores de excepción Russell Crowe (un matón que golpea por encargo) y Ryan Gosling (un detective borracho que no tiene demasiados problemas éticos, torpe, y una hija encantadora (la australiana quinceañera Angorie Rice). Los dos se toparan con un caso que los excede pero se meten de lleno y de paso le dan comienzo a una “hermosa amistad”. Para intrigarse y también reírse a carcajadas con escenas inolvidable. No se la pierda, diversión de marca mayor.
La fiesta inolvidable Director de Iron Man 3 y Entre besos y tiros, y guionista de Arma mortal, El último Boy Scout, El último gran héroe y El largo beso del adiós, Shane Black es todo un especialista en comedias de acción. En su tercer largometraje como realizador -ambientado en la decadente Los Angeles de 1977- combina mucho humor, cine negro, elementos propios del thriller y una trama que va de la industria del porno a la automotriz para una encantadora película bien pulp y old-school en la que se lucen Ryan Gosling y Russell Crowe. Luego de pasar por el subgénero de superhéroes con el guión y la dirección de Iron Man 3, Shane Black filmó este excelente policial, también coescrito por él: Dos tipos peligrosos es una delirante comedia que mezcla elementos del thriller y el noir con una dupla de esas que no se ven en el cine hace mucho. Todo transcurre en 1977, en la ciudad de Los Angeles, en un contexto dominado por las poleras y los sacos de color, mucha barba y pelo largo, el surgimiento de nuevos sonidos en el marco de una revolución musical y la industria del porno que disfrutaba de sus primeros años de masividad con la llegada del VHS cuatro años atrás. En este ambiente, una joven contrata a Jackson Healy (Russell Crowe), un matón freelance que trabaja en el cuidado de jovencitas y vive a la caza de depravados, para que realice una visita a la casa de Holland March (Ryan Gosling). Este detective privado, torpe, simpático, borrachín y padre soltero de una inteligente preadolescente (Angourie Rice), se encuentra investigando la sospechosa muerte de una estrella porno (Murielle Telio) cuando recibe la visita de Healy. Luego de este primer cruce, la desaparición de Amelia Kuttner (Margaret Qualley) los hará unir fuerzas y pondrá en acción a este dúo que tropieza con una historia compleja, llena de variables y personajes: desde activistas contra la contaminación hasta una poderosa funcionaria del Departamento de Justicia, Judith Kuttner (Kim Basinger), pasando por la industria de las películas para adultos y tres grandes automotrices. Dos tipos peligrosos funciona incluso mejor en la ejecución que en la idea original. Tiene a dos grandes actores que le dan vida a personajes que tienen la marca registrada de Black. La dinámica entre ambos va mucho más allá de las escenas graciosas, ya que funciona en todo sentido. En la previa, exponer al protagonista de Drive a este papel parecía una jugada arriesgada que salió a la perfección. Dos hombres inadaptados, diferentes en su filosofía de vida, deciden hacer a un lado eso que los hace opuestos (o algo así) para protagonizar esta hilarante comedia. Por ser un guion que data de 2001, envejeció bastante bien. Originalmente escrito como una historia más contemporánea y con destino de televisión, el trabajo de Shane Black y su colaborador Anthony Bagarozzi ofrece una comedia que trata de recuperar esa química perdida en el cine, esas parejas desparejas (buddy movies) como en Arma mortal (guión de Black) y toda su franquicia, donde la acción y el humor congeniaban de manera brillante. Hoy esta conexión en pantalla se define con el nombre de "bromance" (la unión de "brother + romance"), rótulo que le queda perfecto al trabajo de Crowe y Gosling. Tanto es así, que en los ensayos, ambos guionistas decidieron realizar cambios para que su dinámica fuera mejor aprovechada. No se puede calificarla estrictamente dentro de un género, ya que la película tiene varias referencias al noir a lo Barrio Chino (1974), es una comedia de enredos y una parodia al cine de la década de 1980 (la inclusión de Keith David es un gran acierto), con algo de Boogie Nights (1997) y tantos policiales torpes protagonizados por tipos rudos y toscos, pero al fin graciosos. También se siente la mano de Shane Black, guionista no sólo de Arma mortal (1987) sino también de El último Boy Scout (1991) y El último gran héroe (1993) a la hora de hacer funcionar una dupla de acción. Desde lo estético, Philippe Rousselot y David Utley realizan un notable trabajo con la fotografía y el arte, respectivamente. Hermosa elección estética para retratar el fin de los '70: muchos colores pasteles, brillo, cueros, lentes de sol, peinados acordes a la época. Quizás es un poco desfasada la elección del vestuario en la fiesta, pero nada grave. Párrafo aparte merece la revelación que resultó ser Gosling como comediante, ya que era uno de los géneros que le faltaba explorar. La escena del baño donde se vuelven a cruzar con el personaje de Crowe luego de su primer encuentro es un despilfarro de humor bien logrado. La escena es de por sí graciosa, pero la interacción entre ambos y el aporte físico de Gosling le dio un plus. Lo mismo sucede en una fiesta que deben investigar, donde March se emborracha, cae por un balcón y muchas otras circunstancias que le aportan comicidad al 100%. Otra mención especial es para Angourie Rice, la adorable actriz australiana que, con apenas 15 años, realizó un impecable trabajo al interpretar a la hija del Holland March de Gosling. Si la labor de los protagonistas generó una química inusual, la inclusión de esta joven como una más del grupo de trabajo resultó una sorpresa por lo bien que encajó. Sus comentarios y expresiones bien podrían haber sido forzados, sobre todo su inclusión en la fiesta, pero nada es así. Realmente funcionó y habrá que seguirla. Bagarozzi aseguró que no tienen en mente hacer una secuela, pero cuando en la intimidad hablan de ello, sueñan con una segunda parte en la década de 1980. Ojalá que ya se esté gestando en alguna oficina de Los Angeles, pero mientras tanto deberá ganarse la aprobación general tanto del público como de la crítica. No sería una sorpresa que así pasara, ya que el film fue estrenado en Cannes este año y recibió el pulgar arriba. Es que, al ver la película, se entiende por qué pasó la dura prueba de estrenar en el prestigioso y exigente festival francés.
Tenía tres posibles ideas sobre cómo encarar esta nota. Una era acerca de los denominados “proyectos paralelos”, films que son casi calcos y se realizan al mismo tiempo como Volcano (1997) vs. Dante’s Peak: La Furia de la Montaña (Dante’s Peak, 1997), Armageddon (1998) vs. Impacto Profundo (Deep Impact, 1998), y en este caso, el film en cuestión vs. War on Everyone (2016). Otra, consistía en embarcarme dentro de los géneros cinematográficos que Dos Tipos Peligrosos (The Nice Guys, 2016) trae aparejados y son dignos de mención; como el buddy movie, su derivación, el buddy cop movie, el film noir y la slapstick comedy. Como ultima variante, escribir sobre el curriculum vitae de Shane Black e ir detallando cómo se toman elementos de sus anteriores guiones y se plasman en éste. La mejor opción me pareció que sería destacar la autoconciencia en el cine y los guiños cinematográficos. Dos Tipos Peligrosos dialoga con el primer film de Shane Black como director, Entre Besos y Tiros (Kiss Kiss Bang Bang, 2005). En ambos policiales negros, en las fiestas y las piscinas se dan cita el mundo del jet set de Hollywood, un asesinato y la eventual aparición de un detective privado o como en este caso, dos, para resolver un crimen. Década del 70 vs. década del 80. Films convencionales vs. porno. La industria cinematográfica vs. la industria automotriz. Black apela a guiños hacia un film noir como Barrio Chino (Chinatown, 1974), en el que J.J. Gittes, el “private eye” interpretado por Jack Nicholson, sufría un corte en su nariz, índice de hacer metido -precisamente- su nariz donde no debía. Por el contrario, el Holland March de Ryan Gosling es un detective que carece completamente del sentido del olfato. Es también un guiño a la pérdida de memoria de Geena Davis debido a un golpe en El Largo Beso del Adiós (The Long Kiss Goodnight, 1996). Como para seguir hablando sobre los sentidos, Mrs. Glenn (Lois Smith), una anciana con anteojos “culo de botella”, es quien ofrece la única prueba del tambaleante caso, al destacar que ha visto a la actriz porno con vida a través de su ventana luego de haber sido asesinada. Como dupla, la de Gosling y Russell Crowe funciona muy bien. En cierta manera, Gosling le da lugar a Crowe para que pueda reinventarse e intentar sacar crédito de su costado cómico de manera relajada, desligándose de seguir siendo catalogado por haber interpretado a un gladiador. Black toma de Arma Mortal (Lethal Weapon, 1987) y El Último Boy Scout (The Last Boy Scout, 1991) la conjunción de parejas desparejas para generar destellos cómicos gracias a las diferencias. Es autoconsciente de cada uno de sus guiones: aquí están presentes los rasgos lunáticos del Martin Riggs de Gibson en el March de Gosling, la investigación de un político como en El Último Boy Scout y la utilización de un menor en tanto comic relief al igual que en El Último Gran Héroe (Last Action Hero, 1993). La superación de Black como director es notoria. Luego de Entre Besos y Tiros, saltar a una digna de superhéroes por encargo y ahora retomar un género que respeta y entiende tan bien, no es poca cosa.
Es una gran comedia de ésas que ya no se hacen Dos tipos peligrosos es una de esas películas que ya no se hacen. Heredero de las comedias de acción con patéticos detectives más propia de la década de 1980 que de estos tiempos de superhéroes y franquicias fantásticas, este film se pudo hacer gracias a la perseverancia de su coautor y director Shane Black (no casualmente guionista de Arma mortal en 1987) y al aporte de dos estrellas, Ryan Gosling y Russell Crowe, que aceptaron el reto de interpretar a dos torpes antihéroes que están siempre al borde del ridículo y sufren todo tipo de desventuras. Tras escribir y dirigir Iron Man 3, Black abandonó la factoría Marvel para regresar a su universo favorito con una historia ambientada en la Los Angeles de 1977, una urbe dominada por un tráfico imposible, una polución creciente y una fuerte degradación social. En ese sórdido contexto aparecen Jackson Healy (Crowe), un duro que se gana la vida quebrando huesos ajenos; y Holland March (Gosling), un detective privado, borrachín y padre (bastante ausente) de una simpática adolescente (Angourie Rice). Dos auténticos perdedores que, fruto de las casualidades, terminarán investigando juntos el asesinato de una actriz porno y buscando a una joven desaparecida para descubrir luego una gigantesca conspiración que incluye desde la industria del cine para adultos hasta la automotriz y actividades corrupciones que llegan al propio Departamento de Justicia. Black bebe (con elegancia y desenfado) de múltiples fuentes: de las buddy movies (películas de compinches de orígenes y características opuestas) tipo 48 horas, del espíritu de Un detective suelto en Hollywood, del humor físico y el absurdo de La fiesta inolvidable, del cine negro recuperado por Los Angeles: al desnudo (por allí hay un reencuentro entre Crowe y Kim Basinger), de la filmografía de Paul Thomas Anderson (sobre todo de Boogie Nights: Juegos de placer y Vicio propio) y de otra larga lista de citas y referencias. Fiestas fastuosas, perversiones varias, gags que van de lo más inocente a lo más extremo y mucha música soul y funk (hay hasta un homenaje a Earth, Wind & Fire) conforman el universo perfecto para el despliegue histriónico de los dos protagonistas (lo de Gosling jugando al slapstick es toda una revelación) y el disfrute cinéfilo de Black, un cultor de ese cine de "la vieja escuela" que, por suerte, aún se resiste a morir.
Una diversión extra retro Ryan Gosling y Russell Crowe son una pareja como las de antes en esta gran comedia de acción, bien setentista. El género de las películas de buddies o compañeros, por lo general policías, tiene en Dos tipos peligrosos un bienvenido aggiornamiento, aunque todo transcurra en 1977, en una Los Angeles bastante distinta a la actual y los protagonistas sean Holland March, un detective privado (Ryan Gosling) y Jackson Healy, un golpeador, más que matón, a sueldo (Russell Crowe). Ambos se cruzan y se asocian tras la búsqueda de Amelia, una chica que participó en un filme experimental y artístico (una porno) y hay muchos interesados en encontrarla. Varios de los que participaron en la película están siendo asesinados, así que hay que actuar con premura. Hay mucho de parodia, no sólo a los ’70 sino al cine de la actualidad, ya que por el ritmo y el desarrollo de las peleas el espectador siente que está ante un dibujito animado. Holland March parece (y lo dice) un superhéroe irrompible, como los muchos que hoy pululan por las pantallas de los multicines. En ese sentido, Dos tipos peligrosos se adelanta a su época... También March y Healy parece que no duermen nunca, y si uno resuelve todo más a las piñas, el slapstrick o humor físico es el que predomina. Desde pasar un revólver a un compañero y en el intento tirarlo por una ventana, a disparar forcejeando y matar a gente inocente, todo lleva a la risa fácil, la broma cursi y hasta el homenaje literal a Abbott y Costello cuando encuentran un muerto (uno de tantos). Y hay algo de amor por lo retro en el filme de Shane Black, que se propuso hacer una película como las que hoy no se hacen, pero con lenguaje subido de tono y acciones políticamente incorrectas. Porque lo que es central (la relación entre los personajes de Gosling y Crowe, más la hija del primero) podría ocurrir en el presente, o en cualquier década, pero que sea en los ’70 le sirve al guionista de la primera Arma mortal para demostrar su amor por el viejo cine. Ejemplo: crucial para el desarrollo de la trama es conseguir una película. No un DVD, no un DCP, sino una lata que contiene el filme en celuloide. Y ahí está Kim Basinger con menos arrugas que en los años ’70 para demostrarlo… Divertida aunque tal vez un poquito extensa, Dos tipos peligrosos es más comedia que filme de acción, aunque haya tiros, peleas y caídas.
El gran regreso de la pareja despareja. El humor del film escrito y dirigido por Shane Black, guionista de la primera Arma mortal, recurre de manera lisa y llana al absurdo y fluye de principio a fin con absoluta naturalidad, sin quitarles peso ni a la acción ni a la trama policial, que también tiene mucho de absurda. Fórmula de probadísimo éxito y de recurrencia histórica dentro de la comedia, el de las buddy movies –películas en las que dos personajes que encajan en el perfil de “pareja despareja” deben enfrentar juntos el conflicto central de una historia en común que acaba por unirlos– es un subgénero que depende de cuatro elementos fundamentales: un guión sólido que sepa moverse con inteligencia entre las reglas del género y la originalidad; dos actores con carisma; la buena química entre ellos; y un director que maneje con solvencia las tres piezas recién enumeradas. Hay que admitir que esos cuatro elementos también son fundamentales no sólo en las buddy movies si no en cualquier película, pero acá sólo importan en relación a estas y al estreno de Dos tipos peligrosos, en la que los cuatro ítems se cumplen de modo paradigmático. Una forma práctica de continuar sería analizando en orden los puntos expuestos, enumerando sus aciertos, sin embargo en este caso ese orden puede alterar el producto. No sólo porque el primero de los mencionados (el guión) y él último (el director) se encuentran directamente vinculados, en tanto el director, Shane Black, es también uno de los guionistas, sino porque además Black es uno de los pioneros dentro de una de las ramas más populares de las buddy movies. Las de buddy cops (policías compañeros/amigos) son aquellas películas en las que el dúo protagónico debe resolver un crimen. Esa pareja puede constituirse de muchas maneras, pero por lo general suelen ser un delincuente y un policía, o bien dos policías. En el caso de Dos tipos peligrosos se trata de dos detectives privados a quienes el destino reúne para resolver la desaparición de una incipiente estrella del porno, en plena década de 1970. Cada una de estas combinaciones responde a las películas fundacionales del modelo, que además se convirtieron en dos de los títulos más exitosos de los ‘80: 48 horas (Walter Hill, 1984), con Nick Nolte y Eddie Murphy como policía y criminal; y Arma mortal (Richard Donner, 1987), con Mel Gibson y Danny Glover en la piel de dos policías. Esta breve enumeración no viene al caso como mero recuento genealógico, sino porque existe una línea directa que vincula a uno de estos filmes con Dos tipos peligrosos. Ese eslabón es Shane Black, quien comenzó su carrera en Hollywood como guionista de Arma mortal, el gran modelo a seguir dentro del género. En sus siguientes trabajos su filmografía como guionista continuó más o menos por el mismo camino: tanto El último boy scout (Tony Scott, 1991) como El último gran héroe (John McTiernan, 1993) también son, a su manera, buddy cops movies. No menos interesante resulta que Dos tipos peligrosos responda a un modelo de cine muy cercano en su factura e intención al producido por el trío Donner-Scott-McTiernan, los directores de aquellos tres guiones de Black antes de convertirse él mismo en director. En ese sentido puede decirse que Dos tipos peligrosos es un film de estética retro por partida doble. Porque si bien su historia está ambientada (muy bien ambientada) en aquellos años ‘70 donde el brillo de la música disco se mezclaba con el ambiguo glamour de la explosión industrial del porno post Garganta profunda y los oscuros destellos de la euforia cocainómana –la droga de moda por entonces–, su matriz narrativa busca sus raíces en aquel cine de acción que se hacía en la década de 1980 y que entró en crisis tras la primera mitad de los ‘90. Por supuesto que la película no tendría forma de plasmar con éxito sus intenciones si, como se dijo, no contara con la colaboración de una pareja protagónica como la que conforman Russell Crowe junto a Ryan Gosling, que no podía funcionar mejor. La versatilidad de Crowe es conocida y ya se sabe que es capaz de cualquier cosa (en el buen sentido… y en el malo también). Su personaje de hombre sensible y endurecido revela una capacidad para la comedia que pocas veces antes en su prolífica carrera había aparecido con tanta potencia. Y Gosling también responde bien al reto de correrse un poco del rol de galán, para resolver bien el desafío de convertirse en el comic relief. El vínculo entre ambos permite que el humor de Dos tipos peligrosos, que no pocas veces recurre de manera lisa y llana al absurdo, fluya de principio a fin con absoluta naturalidad, sin quitarle peso ni a la acción ni a la trama policial que, por suerte, también tiene mucho de absurda.
Con una ambientación en Los Ángeles de los años ’70, Shane Black retoma la tradición del “cine buddy” que ayudó a consolidar con su guión de Arma mortal (1987); lo hace con un twist paródico, menos saña y más dosis de comedia. El film arranca con un choque de personalidades: el detective Holland Marsh (Ryan Gosling) busca a una chica, Amelia, vinculada al asesinato de la actriz porno Misty Mountain, mientras el detective Jackson Healey (Russell Crowe) trabaja para que nadie la encuentre. Del choque, Marsh sale con un brazo enyesado, y el hecho signa una faceta bufonesca hasta ahora desconocida de Gosling. Como en toda historia pulp, hay algo más organizado y fuerte por encima del crimen y la desaparición, que demanda la alianza de los rivales. Luego, el film cae en lo previsible: persecuciones, explosiones y puñetazos de Crowe en una disco con música ídem. Pero Black mueve un par de hilos con gran pericia. El clima de época recicla clichés con gusto. Hay citas a The Death of a Chinese Bookie, de Cassavetes, y cuando una actriz reaparece con batido afro, Marsh se sorprende como si viviera en 2016. Otro crédito son las acertadas escenas slapstick de Gosling, y la inclusión de Rice como la astuta hija de Marsh. Esas ocurrencias compensan las falencias de un reciclado género.
Atractiva trama de novela negra y actores con buena química Con una trama que es una variación de la típica comedia policial con pareja despareja, el film se sostiene bien todo el tiempo, aunque por momentos da la sensación de que daba para más. A partir de los 80 Shane Black se convirtió en uno de los guionistas estrella de Hollywood, batiendo records por las sumas millonarias que pedía por sus argumentos. Películas de superacción como las "Arma mortal", "El último boy scout" o "El largo beso del adiós" tenían su típico sello, algunas con resultados más originales que otras, dado que él conoce la debilidad de los productores hollywoodenses por repetir fórmulas exitosas. Con el tiempo Black intentó dedicarse a dirigir sus propios guiones, y "Dos tipos peligrosos" es uno de sus principales intentos. El asunto es más o menos una variación de la típica comedia policial con una pareja de investigadores, pero no es exactamente un clon de "Arma mortal" dado que tiene elementos que la distinguen. Para empezar, la pareja protagónica conformada por Russell Crowe y Ryan Gosling no tiene nada que ver con la policía, ya que ambos son investigadores privados bastante distintos. Uno es un matón que cobra por darle palizas de advertencia a algún tipo malo o un deudor, mientras que el otro es un detective que trata de sacarles dinero a señoras mayores que buscan a algún pariente perdido. Por otro lado, el giro más atractivo de la película es la ambientación en 1977, que permite una trama llena de personajes con una idiosincrasia particular (por ejemplo, la precoz hija adolescente de Gosling). Dado que la química entre los dos protagonistas es buena, los detalles de época son divertidos y la trama bien de novela negra es atractiva, esta película se sostiene bien todo el tiempo, pero por momentos da la sensación de que daba para más. Probablemente debido a que el director y guionista nunca encuentra del todo el equilibrio entre el humor negro y el tono policial, dejando que los gags se queden a mitad de camino a medida que avanza la intriga con los típicos toques conspirativos propios de la época, más los pintorescos toques propios de la industria del cine porno que están estrechamente relacionados con la pesquisa de estos dos perdedores, que empiezan como rivales, pero que se van asociando a medida que avanza la historia. La que realmente se luce es la actriz adolescente Angourie Rice, así como la fotografía de Philippe Rousselot y la música basada en temas funky de David Buckley y John Ottman. Y en el medio hay una larga escena en una delirante fiesta de un magnate porno que no tiene desperdicio.
Si algo me sorprendió de "Dos Tipos Peligrosos" es lo gigante que es Ryan Gosling interpretando a Holland y riéndose de él mismo. Russel Crowe no es de mis actores favoritos pero si le tengo que dar una chance, es justamente a partir de ahora con esta película. Un guión diseñado para reír, con excelentes diálogos pero que no deja de lado la trama central... si bien los primeros diez minutos te atrapan como nadie, los que hacen correr la historia son ellos dos, los protagonistas. Banda sonora para el disfrute y para salir del cine con ganas de conseguir el cd o el vinilo y un director que es para destacar porque el resultado final es una muy buena peli para pasarla bien. Super recomendada.
Resulta irónico que en el momento en el que más se necesita una bocanada de aire fresco entre tantas franquicias superheróicas, sea Shane Black, el director de la tempestiva Iron Man 3, quien se despache una comedia de acción en solitario, la aventura de una pareja dispareja -si se quiere-, libre de efectos digitales a mansalva, héroes en trajes ajustados y sin amenazas del fin del mundo. The Nice Guys es lo más cercano que se puede estar a un viaje en el tiempo, a partir de los logos iniciales retro hasta la acción en 1977, con una recreación de época impecable y con un realizador al tope de su capacidad artística. Como si fuese su debut cinematográfico Kiss Kiss Bang Bang pero con mucho más presupuesto y presencia estelar, The Nice Guys retoma las mejores trazas de uno de los pioneros del nuevo cine de acción -fue el escritor de Lethal Weapon y Last Action Hero-. Hay dos personajes principales, muy diferentes en la superficie pero por debajo son los tipos agradables del título, que no tienen miedo a romper algunos huesos y patear algunos traseros con tal de resolver el misterio que se les presenta ante ellos. En su camino, hay un sinfín de sujetos con diferentes intenciones y una atmósfera grande, rebosante de colores, graciosa y excitante al mismo tiempo, que envuelve a la investigación con mucho espíritu y cantidades ingentes de diálogos rápidos y furiosos, marca ya registrada de Black. Tanto Russell Crowe como Ryan Gosling supieron aprovechar la oportunidad presente y están mejores que nunca. El primero es el recio héroe que no teme en trasgredir y atacar con tal de cumplir su trabajo, mientras que Gosling es un temeroso investigador privado que no le escapa a los ataques de pánico y escenas de llanto frente a una situación peligrosa. Son muy diferentes entre sí, pero eso hace que se complementen tan bien y sean reyes de la comedia física, siempre con un toque macabro de por medio que hará las delicias de aquellos que disfruten del humor negrísimo que presenta la película. Es una dupla que promete y cumple, y encima dejan con ganas de seguir viéndolos en más desventuras. La sorpresa no viene por el lado del equipo villano, que tiene a un Matthew Bomer como matón, actuando contracorriente de sus papeles usuales, pero que no resulta una amenaza de peso contra los héroes. Sino que llega por el lado de la joven hija de Gosling, que interpreta Angourie Rice. Lejos de ser un estorbo, resulta estimulante verla convertida en una tercera protagonista que envuelve a los hombres y les aporta una estupenda dinámica de grupo inseparable. The Nice Guys puede no ser maravillosa, pero llega en un momento crucial en donde las salas están saturadas de super-películas, y su viaje a épocas doradas del cine de acción es suficiente para incitar todos los sentidos. Shane Black no puede dar mal paso, y su peculiar manera de ver al cine de acción promete buenas cosas para su próximo proyecto, The Predator. Mientras tanto déjense cautivar por la dupla de Healy & March, que no serán decepcionados.
Del guionista de las primeras 4 películas de Arma Mortal, llega Dos tipos peligrosos de Shane Black. Con un guión sobresaliente, un dúo protagónico con mucha química y una cuidadísima estética de los años 70, llega la comedia Dos tipos peligrosos, con potencial para transformarse en uno de los más importantes films en estas vacaciones de invierno. Jackson Healy (Russell Crowe) es un detective privado desencantado de la vida, que va siendo contratado por anónimos que necesitan ayuda de todo tipo. Así, recibe el pedido de Amelia, una chica muy angustiada que se sabe perseguida. Healy irá entonces a buscar al hombre que la persigue, Holland March (Ryan Gosling). Y a pesar de que su misión era amedrentarlo, ambos terminan encarando juntos una investigación que será mucho más compleja de lo que imaginaban. Si bien el argumento suena más bien parecido al de un policial, el punto fuerte de este guión es que en realidad, es una comedia. Y es de hecho una muy buena. Con un muy marcado cinismo y muchos chistes tan originales como inesperados, un ritmo muy bien logrado, diálogos que superan el uno al otro, y aun mientras la trama político-policial de fondo va subiendo en importancia y complejidad, es siempre el humor negro y las impecables líneas del guión lo que priman, arrancando una risa detrás de la otra. Puntos extra para la pareja protagónica de Dos tipos peligrosos. En algunas películas Crowe resulta un poco sobrecargado, pero este personaje lo entiende perfectamente. De Gosling no hay mucho para decir, es sin duda el mejor actor de su generación y la precisión con la que elige los proyectos para los que trabaja es casi perfecta. Entre ambos logran dos cosas que sostienen la película. Por un lado, hacen creíble textos muy difíciles, que rozan lo políticamente incorrecto todo el tiempo. Y por otro lado, crean una química dentro de la estructura de pareja despareja que realmente aporta un clima genial. Shane Black, el director de la película, realmente demuestra conocer la fórmula del policial de parejas desparejas (fue guionista de las primeras Arma Mortal) y todo en su film es impecable, incluso la ambientación de época es realmente admirable, desde la fantástica elección de canciones, hasta la vestimenta, todo el film tiene esa nota festiva de la década del 70.
Gosling y Crowe, la nueva dupla de acción No se puede comenzar a hablar de esta película si no se lo hace primero de su guionista y director Shane Black. Este señor fue el que revolucionó y redefinió el género de las “buddy movies”, o películas de compañeros/amigos, y al que miles copiaron más adelante. Con tan sólo 22 años escribió y vendió el guión de lo que luego se convertiría en “Arma Mortal” (1987), en donde nos regaló a la dupla de policías conformada por Martin Riggs (Mel Gibson) y Roger Murtaugh (Danny Glover). Shane supo dar en la tecla y lograr brindarle una estética distinta a los filmes de acción agregándoles un humor muy particular. Rápidamente se convirtió en uno de los escritores más requeridos y hasta llegó a tener el récord del guión más caro vendido: $1.75 millones por “El último boy scout” (1991). Su marca registrada es usar un secuestro o desaparición como trama; combinar suspenso, acción y comedia con toques de humor negro; y poner a dos compañeros con personalidades completamente diferentes a trabajar juntos para resolver algún tipo de crimen. En su obra también se pueden encontrar estos hermosos títulos: “Escuadrón antimonstruos” (1987), “El último gran héroe” (1993), “El largo beso del adiós (1996), “Entre besos y tiros” (2005) y “Iron Man 3” (2013), en estas dos últimas también en el rol de director. Impresionante, ¿no? Bueno, ahora también podemos disfrutar de la genial “Dos tipos peligrosos” (2016). Los Ángeles, años 70. Una estrella porno muere en un terrible accidente de tránsito. Ese hecho hará que dos detectives privados crucen sus caminos, uno es Holland March (Ryan Gosling), ex policía, alcohólico, algo estafador, que tiene una hija llamada Holly (Angourie Rice), que es la que lo mantiene en la senda correcta y la que funciona como el cerebro. La tía de la actriz muerta sostiene que la vio viva y Holland toma su caso para ganar unos dólares de manera fácil, y así sigue pistas que lo llevarán a una chica llamada Amelia (Margaret Qualley). Ahí es donde aparece Jackson Healy (Russell Crowe), ex oficial militar, con valores, que cree que el mundo es una porquería pero que todavía se puede salvar, que fue contratado por esa misma chica para hacer que March no la siga. Healy se da cuenta de que algo más pasa cuando dos matones aparecen en su oficina buscando a Amelia. De esta manera los dos detectives unirán fuerzas y se verán inmersos en una conspiración de asesinatos que tiene raíces muy poderosas. Este proyecto primero se pensó como una serie de televisión, pero no prosperó porque el piloto parecía que no iba para ningún lado. Gracias a Dios podemos disfrutarlo en el cine. Lo que tenemos es un largometraje llevado con maestría, con una trama que gira en los momentos adecuados y que no nos deja respirar tranquilos. Shane Black conoce el cine acción, y también el sello de los filmes de esa época. La recreación es estupenda, con una ciudad que transpira decadencia y corrupción, mientras anhela los días de gloria. Así como Mel Gibson- Danny Glover, Bruce Willis-Damon Wayans o Robert Downey Jr.-Val Kilmer, la dupla Crowe-Gosling funciona, y tienen una gran química en pantalla grande. Pero la que se roba el filme es la joven actriz australiana Angourie Rice, que necesita ser el alma de la trama y lo logra con creces. No muchas veces tenemos la chance de ver películas de la vieja escuela “tan modernas”, atractivas, con buen humor, grandes escenas de acción y con tramas inteligentes, así que no dejen pasar esta oportunidad. Tiros, peleas, explosiones y hombres que patean traseros... ¿Qué más pueden pedir?
Un matón a sueldo depresivo y un patético detective privado se cruzan en la Los angeles de los setenta para investigar, aunque parecen muy poco idóneos para la tarea, la desaparición de una mujer. El admirado Shane Black -guionista de Duro de Matar, director de Iron Man 3- se da, y nos da, el gusto de sumergirlos en la LA de las novelas negras, cuando el porno era industria floreciente, sonaba la música disco y los investigadores seguían los pasos de rubias lánguidas y misteriosas. En ese marco irresistible, en el que Kim Basinger y Russell Crowe son presencia central y guiño cinéfilo, estos dos sujetos, pareja despareja, generan una comedia, más que divertida, desopilante. El gag, el slapstick y la comedia física clásica marcan el ritmo, pero no con aire de homenaje a nada, sino con un pulso espontáneo y vital, lleno de sorpresas, gentileza del estupendo trabajo de los dos protagonistas, Crowe y el fantástico Ryan Gosling. Hay alguna meseta, hacia la mitad, en la que el brillo se opaca un poco y las situaciones parecen estirarse más de lo necesario. Pero van a pasar los días y te vas a seguir riendo.
Crítica emitida por radio.
Ellos son una pareja muy despareja de detectives algo especiales. Se encuentra ambientada en los ’70 y en un principio no se llevan para nada bien, son muy diferentes pero luego se tienen que unir para una misión, encontrar a la jovencita Amelia Kuttner (Margaret Qualley) e investigar la muerte de una actriz pornográfica. Resulta agradable verla en escena a Kim Bassinger, es una jueza, dura pero algo extraña. La joven actriz Angourie Rice encarna a la hija del detective Holland March. Tiene buen ritmo, suspenso, humor ácido y entretiene. Cuando los espectadores los ve en acción resulta casi inevitable recordar películas como: “Arma mortal”, “Una pareja explosiva”, “Starsky y Hutch”, entre otras.
Shane Black, fanático de las buddy movies, nos retrotrae al setentoso Los Angeles de fin de década para presentar esta secuela espiritual de Entre besos y tiros (2005). Sin Robert Dawney Jr. ni Val Kilmer, aquí los colegas de métodos opuestos predestinados a trabajar juntos se encomiendan investigar el asesinato de una estrella porno. Qué lo logren o no, con el desarrollo de la película realmente pasará a segundo plano, siendo los diálogos y las situaciones que atraviesan en esta suerte de neo-noir lo más divertido de la cuestión. El guión elaborado por el propio director evidencia el talento de un realizador meticuloso e ingenioso en todo lo que hace hasta el detalle más mínimo de ambientación. El responsable de los guiones de Arma Mortal, Iron Man 3 y El último Boy Scout, entre otras, muestra que lo que él hace es cine de personajes. Y para eso necesita actores que respondan a las necesidades de su guión, algo que el carismático duo protagonista de Ryan Gosling y Russell Crowe ejecuta a la perfección. Su historia por momentos divaga y hasta puede volverse confusa, pero su mayor fortaleza radica en el atrevimiento de involucrar temas que no son comunes a Hollywood disfrazados como comedia detectivesca. Por momentos es políticamente incorrecta y aunque no logre profundizar sobre un villano de turno (que naturalmente no revelaremos), es curioso como la intriga con simpatía e inocencia arriesga a implicar intrincados casos de corrupción con grandes corporaciones. Algo que generaría sentimientos encontrados en el mismísimo Donald Trump a la hora de escoger bando.
Una Los Ángeles putrefacta Dos tipos peligrosos presenta otro dúo masculino extraordinario March (Ryan Gosling) y Healy (Russel Crowe) quienes investigan un misterioso crimen, en un relato muy original que estará cargado de acción y comedia. Por Denise Pieniazek La película Dos tipos peligrosos (The Nice Guys, 2016)- ambientada a fines de los ´70 en Los Ángeles, Estados Unidos- relata el encuentro de dos extraordinarios personajes que se unirán casualmente contra el crimen organizado. El dúo dinámico que se presenta en el film está compuesto por un detective privado -quien irónicamente carece del sentido del olfato- Holland March (Ryan Gosling) y un protector de jovencitas que hace justicia por mano propia, Jackson Healy (Russel Crowe). Los duetos masculinos son una constante en el cine del director Shane Black, en el cual frecuentemente prima una pareja de ordinarios antihéroes con coraje, como por ejemplo en Kiss Kiss Bang Bang (2005) -la cual dialogaba con la literatura Pulp y el cine de policial negro- o en la saga Arma Mortal, en la cual fue guionista. En el caso de Dos tipos peligrosos uno de los personajes es aparentemente el talentoso y el otro, el fracasado. Sin embargo, se producirá una alternancia cuyo resultado será un perfecto equilibrio. En consecuencia, es un estilema del director la conjunción de dos personajes masculinos opuestos pero complementarios entre sí. En la primera escena del film la muerte aparece escenificada, consecutivamente el crimen estará presente en todo el relato. March y Healy se conocen tras ir bajo las mismas pistas del misterioso crimen de una famosa actriz de cine porno “Misty Mountains”. Dos tipos peligrosos es un film lleno de guiños a la cultura popular y dialoga con varios elementos de la historia del cine. Un indicador de ello es la representación en la figura del doble femenino entre Misty Mountains y Amelia -algo bastante recurrente en el cine clásico, pensemos por ejemplo en Vértigo (1958) de Hitchcock. El film esboza una sociedad superflua en la que en rebelión a la misma algunos activistas utilizarán la industria pornográfica como recurso de protesta contra la contaminación. Si Taxi Driver (1976) mostraba con dramatismo lo putrefacto de las calles de New York en los ’70, The Nice Guys -situada en el mismo periodo pero mediante la comicidad- expone la corrupción del sistema de justicia y la superficialidad del sistema capitalista, rompiendo así con los ideales del “American Dream” (sueño americano). En esa sociedad escueta de valores, los niños y jóvenes son los que obran correctamente y representan un futuro utópico que se contrapone al corrompido mundo adulto. Dos tipos peligrosos es una propuesta original en demasía, cargada de acción, misterio y comedia, que nos mantendrán intrigados y entretenidos de principio a fin. En ella hay un equilibrio perfecto entre lo formal mediante una gran puesta en escena de época -incluso incluye falsas imágenes de archivo muy bien logradas- y la audacia narrativa. Todas las actuaciones son bien logradas, pero en especial se destaca la interpretación de Ryan Gosling. Incluso es posible que aunqueDos tipos peligrosos cierra en sí misma, tenga una secuela en el futuro, al menos eso se deja entrever con las puertas abiertas. Ficha Artístico/Técnica: Origen: Estados Unidos. Año Realización: 2016. Director: Shane Black Guión: Shane Black y Anthony Bagarozzi Elenco: Russell Crowe, Ryan Gosling, Angourie Rice, Matt Bomer y Kim Basinger. Dirección de Arte: Richard Bridgland. Dirección de Fotografía: Philippe Rousselot. Montaje: Joel Negron. Música: David Buckley y John Ottman. Productor: Joel Silver. Distribución en Argentina: Diamond Films. Duración:116 minutos. Fecha Estreno en Argentina: 30/06/2016
Una vez más el guionista y director Shane Black volvió a demostrar en el cine que es el maestro absoluto del género de la Buddy Movie. El creador de Arma mortal ya se había destacado como realizador hace unos años con su ópera prima Kiss Kiss Ban Bang (2005), protagonizada por Robert Downey Jr. y Val Kilmer, que había brindado una propuesta muy similar. Luego de filmar la fallida Iron Man 3, donde Marvel no le permitió brindar la visión que él había concebido para esa historia, Black volvió al territorio que mejor domina con una tremenda comedia policial. En este caso nos encontramos con una historia que trae al recuerdo esos cuentos de Ross MacDonald donde el conflicto se inicia con una situación sencilla para convertirse luego en un asunto mucho más complejo. La diferencia es que esta vez la resolución del misterio no corre por cuenta del intrépido investigador Lew Archer, sino por un equipo que integran un matón a sueldo de recursos intelectuales limitados (Russell Crowe) y el detective privado más idiota en la historia del género policial, interpretado por un inolvidable Ryan Gosling. La química entre los dos protagonistas, que ya se reflejaba en la original campaña de promoción que tuvo el film, acá brilla en todo su esplendor para ofrecer una excelente sátira del género policial y el cine de acción de los años ´70. Black de manera astuta presenta todos los clásicos elementos que solían ser parte de estos filmes pero los revierte a través del humor con situaciones desopilantes. La recreación que presenta el director de los años 70 es brillante y esto va más allá de la puesta en escena y los vestuarios. En Dos tipos peligrosos uno tienen la sensación de estar viendo esas viejas películas ridículas (pero gloriosamente entretenidas) que brindaba el director Eddie Romero en aquellos días, como el clásico Muerte súbita (1977). La dupla que forman Crowe y Gosling es impecable y el director Black supo aprovecharlos muy bien en una historia que no se limita a presentar un collage de escenas humorísticas sino que el conflicto está sostenido con una buena intriga policial. Sería injusto no resaltar la excelente interpretación de Angourie Rice, la gran revelación de esta película, quien interpreta a la hija adolescente de Gosling y se convierte en un miembro importante dentro de inusual equipo que forman los protagonistas. Dos tipos peligrosos es uno de los mejores estrenos del 2016, no la dejen pasar en el cine.
En "Dos tipos peligrosos" un investigador privado y un matón de alquiler unen fuerzas para desenmarañar una red de corrupción que abarca la industria pornográfica y automovilística de Los Ángeles a fines de los 70s. Un rudo. Un inútil. Una investigación los une a las patadas. Los mantiene fuera de la ley. Por dinero, resarcimiento y humanidad avanzan para encontrar al villano. Torpemente se encuentran cada vez más cerca. Podría ser la premisa de cualquier película de acción/ cómica, pero en este caso “Dos tipos peligrosos” planta también una gran propuesta desde el guión. Es todo una cuestión de equilibrio: muchos gags cuando la acción se transforma en tensión, finales de escena inesperados cuando corren varios minutos de generalidades, héroes inesperados y contrafiguras con carisma que se alejan de los estereotipos. De productos conocidos, una pizca de creatividad es la delgada línea entre un filme del montón y uno invencible. Juntos a la fuerza Todo comienza con el detective privado Holland March (Ryan Gosling), que busca, como parte de su investigación, a Amelia (Margaret Qualley). La joven, que no quiere ser encontrada, le paga al matón a sueldo Jackson Healy (Russell Crowe) para que lo amedrente. Sin embargo, hay más gente que quiere encontrarla y cuando tienen una pista con Healy e intentan matarlo, todo cambia. El matón se cruza nuevamente a March para entender en dónde se metió, y juntos emprenderán la investigación para saber qué secretos esconde la joven. La corrupción y el sistema de justicia metidos en el conflicto parecen ser algo muy grande para estos dos tipos del montón, que sólo intentan sobrevivir. El dúo casi será trío gracias a la gran actuación de la pequeña Holly (Angourie Rice), hija -y madre- de Holland. Ryan Gosling y Russell Crowe llevan el filme a un nivel de comicidad hilarante, pero no exagerado, sino en su justa medida, rodeando el absurdo, pero dejando que el guión, que irá de un lado a otro con el correr de las escenas, se luzca y el espectador, además de pasarla bien, vea una buena historia. Su director, Shane Black, ya es un experto en este tipo de filmes (fue guionista de “Arma mortal” y “Arma mortal 2”, “El último gran héroe” y dirigió “Iron Man 3”) y tiene tanto talento que se mueve dentro del género que todo resulta conocido, pero fresco a la vez.
Infalible comedia de acción Pocos podrían discutir a esta altura que Shane Black es uno de los padres de las “Buddy Movies”. Y menos lo harían luego de ver Dos Tipos Peligrosos (2016). El otrora guionista de Arma Mortal (Lethal Weapon, 1987) y El último boy scout (The Last Boy Scout, 1991) demuestra una vez más su destreza en el género y se despacha con una propuesta disparatada, inteligente y muy divertida. Dos tipos peligrosos es la típica película de “parejas desparejas” en la que dos personalidades diametralmente opuestas unen esfuerzos para resolver un crimen. El dúo protagónico, en esta ocasión, lo integran el veterano Russell Crowe y el multifacético Ryan Gosling, y ambos deben desentramar una compleja red de corrupción que vincula la desaparición de una adolescente con la industria automotriz, la pornografía y el departamento de justicia de justicia de los EE.UU. El problema es que Gosling y Crowe son detectives privados de poca monta, y, además de ser diferentes entre sí, son rudos, toscos y algo rústicos (cada uno a su manera) en el arte de develar misterios. Envueltos en una conspiración repleta de asesinatos, traiciones y giros inesperados, su torpeza policial hará que el caso se vaya resolviendo a pesar de ellos y no gracias a ellos. Justamente, es esa colisión permanente entre personalidades y la aplicación de métodos poco ortodoxos lo que hace tan entretenida a esta película, dando lugar a todo tipo de situaciones bizarras y exageradas verdaderamente desopilantes. MV5BMTg5MDgwMjEwNl5BMl5BanBnXkFtZTgwMDMxODM5ODE@._V1_SX1500_CR0,0,1500,999_AL_ Una de las cosas interesantes de este film ambientado en los 70s -más allá de la calidad actoral y el timing humorístico del director- es que Jackson Healy (Russell Crowe) y Holland March (Ryan Gosling) generan empatía aún siendo personajes bastante despreciables. Por más deshonestos e inescrupulosos que sean, estos antihéroes resultan queribles, lo cual es un tanto perturbador. La única reserva moral la constituye la hija adolescente de Holland (Angourie Rice), que los asiste y guía en la investigación. En cualquier caso, lo que subyace en todo momento es un sólido guión, cuya estructura hace creíble toda la historia. A la excelente química de la dupla protagónica se le suman altas dosis de acción y violencia muy logradas desde lo formal. En conjunto con los gags físicos y el tono absurdo que recubre toda la trama, Dos tipos peligrosos conforma un coctel explosivo que espontáneamente nos reenvía a aquellas exitosas Buddy Movies y series de TV de los 80’. Dos tipos peligrosos, el film de Shane Black, es entretenimiento del bueno: preciso, inteligente, ingenioso, bizarro y algo patético, con actuaciones sobresalientes y un guión sólido; una excelente oportunidad para ejercitar los músculos de la cara durante dos horas y no pensar en otra cosa más que en el divertimento personal.
Ryan Gosling y Russell Crowe protagonizan una película que hace del anacronismo una estupenda comedia de acción, ambientada en Los Ángeles de 1970. El primer impulso crítico es la duda, casi la sospecha sobre el resultado de una película de detectives ambientada en los años 1970. Después de tantas series de tevé y los estereotipos que de vez en cuando resucitan, Dos tipos peligrosos suena a título olvidable. La cuestión está en la empatía de una dupla de actores que ponen su oficio al servicio del entretenimiento y el buen humor. La película de Shane Black reúne a Ryan Gosling y Russell Crowe para un guion lleno de astucia, guiños y diálogos divertidos. Jackson Healy (Crowe) y Holland March (Gosling) se asocian por interés, porque es inevitable ya que todos los caminos conducen a Amelia, una chica desaparecida después de la muerte de una estrella porno. Los Ángeles con el viejo paisaje urbano es el escenario de la corruptela que el dúo va descubriendo en torno a la industria cinematográfica, a las automotrices y las vanidades que estallan en las mansiones con piscina.Los dos detectives comparten su talento. Ellos van encontrando tipos duros, mafias con mucho cotillón que Healy, claramente el circunspecto y concentrado, desbarata a golpes y tiros. Mientras tanto, March es borrachín y tarambana, de pocas luces y con una hija, Holly, de 13 años, que lo aventaja en inteligencia. Angourie Rice logra un personaje fresco, sin caer en la pedantería de la niña que se entromete en el negocio de los adultos. La pequeña es claramente la tercera integrante que prefiere no perder de vista a su padre, para cuidarlo de sí mismo. No hay solemnidad en el tratamiento del género en el que lo bizarro arma el cóctel con la violencia física, de historieta por los momentos extremos. La naturalización de esa violencia es el factor contemporáneo de la película que plantea el caso de manera naif. Shane Black demuestra su oficio como guionista, aprovechando al máximo la popularidad de los actores que se aventuran en un terreno clase B, por los gags y el tratamiento de la acción. Gosling sorprende por la performance como una especie de chiflado que se cae, se golpea, sangra, fracasa, se levanta, vuelve a caer, siempre rodando. Para él, Healy es la pared donde apoyarse. Escenas como la de la protesta contra la contaminación, arengando a los chicos que se hacen los muertos, es un paso de comedia estupendo. La fiesta, donde suponen que está Amelia, es también un escenario magnífico para chistes rápidos, con una estética drag queen, música disco y el apunte setentista en esa fauna del cine porno para todos los gustos. Sutileza y brutalidad conviven en la comedia que además, convoca a Kim Basinger en el rol de una alta funcionaria de justicia. La película divierte al apostar a los antihéroes interpretados por dos actores de primera línea.
LA VERDAD, A TIROS Y PUÑETAZOS CONTRA LA MENTIRA Si uno analiza la carrera de Shane Black, no es difícil descubrir que ha sido una montaña rusa, que ha abarcado instancias de gran éxito -entre finales de los ochenta escribiendo las dos primeras entregas de Arma mortal- con otras de casi completo ostracismo -entre la segunda mitad de los noventa y la primera década del milenio, donde sólo hizo Entre besos y tiros-, a la que ahora se suma una etapa de vuelta al centro de la escena a partir del éxito de Iron Man 3. Lo que siempre se mantuvo en su filmografía, tanto como guionista -que es donde ha sido más constante- como director, es una coherencia muy fuerte, donde siempre se giró en los distintos niveles y superficies de verdades y mentiras. A Black le interesan las distintas modalidades de hipocresías y honestidades, en lo temático, narrativo y hasta estético. Por eso sus películas pueden poseer secuencias definitivamente pertenecientes a la comedia, con un gran despliegue de lo hilarante e insólito en consonancia con lo espectacular, pero también momentos donde lo que prima es el drama y un tipo de violencia que no es gratuita porque refleja el real impacto en los cuerpos de las personas. Y siempre, siempre, el mal, el enemigo a combatir es la mentira, a partir de los lazos humanos rotos, lo dañinos que pueden ser los artificios, los dobles discursos y los ocultamientos de las esferas de poder. En contraposición, la verdad se impone como la única respuesta, a través de la amistad, el amor, la honestidad en lo que se dice y el profesionalismo: Martin Riggs y Roger Murtaugh (Arma mortal); Joe Hallenbeck y Jimmy Dix (El último boy scout); Jack Slater y Danny Madigan (El último gran héroe); Harry, Gay y Harmony (Entre besos y tiros); e incluso Tony Stark en su encuentro con el niño Harley en Iron Man 3 son criaturas imperfectas pero honestas, directas en sus acciones, o que deben aprender a serlo. El rudo y a la vez sensible matón que es Jackson Healy (Russell Crowe) y el torpe, borracho pero también inteligente detective privado que es Holland March (Ryan Gosling) se agregan a ese listado de individuos sinceros a su distintiva manera en Dos tipos peligrosos, que comienza de una forma que deja bien en claro que el mundo al que asistiremos tiene sus porciones de horror: lo que vemos es una muerte y su escenificación posee un componente violento que no deja de apelar a lo insólito. A partir de ahí, lo que veremos será a dos tipos metiéndose cada vez más profundo en el ámbito de la pornografía, descubriendo (y también protagonizando) hechos que evidencian vínculos cuando menos complejos con la política y la industria. La oscuridad está siempre ahí, acechando a lo largo de todo el relato, y hasta se podría pensar que este film podría haber sido realizado perfectamente por cineastas “importantes” que quisieran hablar sobre los manejos de poder y la violencia como componente esencial de la vida en una ciudad como Los Angeles. Pero Black no la hace tan fácil, su operación es más compleja, aunque pueda parecer simplista: lo que a él le interesa es hablar de las relaciones humanas, de las amistades que se generan en el medio de las piñas y puñetazos, de cómo un pasado terrible puede reconvertirse en un presente más claro a partir de hacerse cargo de los defectos propios. El humor (negro y caricaturesco según la circunstancia) y las situaciones dantescas no son meras herramientas para causar risa en el espectador y hacer avanzar la trama (que lo hacen, y muy bien), sino cimientos dentro de un posicionamiento ético y moral: la risa y lo grotesco conectan a los personajes, los confronta con todo un universo donde lo que impera primariamente es la mentira y el sostenimiento de las apariencias. Por eso no es casualidad que la pornografía le sirva a Black como telón de fondo, pero no para ponerse moralista, sino para reivindicar la desnudez, literal y metafóricamente: si hay ciertas estructuras político-económicas que en la película deben ser desnudadas en todas sus miserias, Hollywood, parece decirnos el cineasta, debe empezar a descontracturarse un poco, a dejar los cálculos de lado y abrazar la espontaneidad de los cuerpos. Y esa visión también se nota en las estupendas actuaciones de Crowe y Gosling, dos actores que muchas veces han caído en el maniqueísmo dramático destinado a obtener la fácil consideración crítica y hasta algunos premios, pero aquí se permiten escapar a muchos de sus fantasmas interiores. Si Crowe vuelve a darle entidad a su cuerpo desde las actitudes violentas pero también la reflexividad tierna sobre sus deberes y actitudes, lo de Gosling es notable por cómo subvierte concepciones sobre su propia figura a partir de una torpeza física que no elude la posibilidad de la inteligencia. Escenas como la del baño demuestran que se puede decir mucho sobre dos personajes y los lazos que establecen en apenas un minuto. Pero Black demuestra acá una dosis extra de sensibilidad en el papel de la hija de Holland, porque su interactuación con su padre y Jackson enriquece tanto desde lo infantil como desde lo femenino a esos dos hombres que están en un camino de indudable aprendizaje. Dos tipos peligrosos, con esa mixtura humorística que va desde lo ácido a lo dulce, sin eludir lo directamente delirante como coherente oposición a un poder que se cree impune desde sus mentiras, es una anomalía dentro del cine actual. Es una película que reflexiona sobre las capas de artificio pero que nunca resigna la honestidad para con el espectador. En su risa, en la diversión que construye, hay un rictus de amargura, pero también fe en otras formas de contar historias: sin cálculos, sin hipocresías, sin poses, sino con la sana ambición de cautivar, confiando en esa máquina de verdad que puede ser el cine.
Saluden al señor Shane Black. No solo es un gran guionista (Arma Mortal, las cuatro) sino un director que maneja la ironía y la violencia con absoluta soltura, creando espectáculos donde ambos confluyen tanto en personajes inolvidables como en un humor a toda prueba. Lo hizo en su debut como director Kiss Kiss Bang Bang (no estrenada aquí) y en su segundo film, la sardónica Iron Man 3. Con Dos tipos... toma sus tópicos de gente que no podría estar junta pero tiene una misión por delante y da vuelta el tópico con la ayuda gigante de Russell Crowe y Ryan Gosling (el segundo, mejor de lo esperado). La película es un policial negro que se disfraza de comedia, y lleva un pequeño caso miserable a una enormísima confabulación con absoluta destreza, sin desviarse de su meta y, esto es clave, sin impedirle al espectador de gozar del mundo que pone en pantalla, esos setenta casi sobreactuados por el diseño que funcionan como contrapunto irónico del comportamiento de los (anti)héroes. Queda claro, de paso, que cuando Crowe se divierte con lo que está haciendo (y aquí parece autoparodiarse: su personaje recuerda en cierto punto al que hizo en Los Angeles: al desnudo) la película mejora.
Detrás de las pistas Shane Black lo hizo de nuevo. El creador de "Arma mortal" regresó a la pantalla grande con una comedia policial explosiva y suspicaz. Ryan Gosling y Russell Crowe logran crear una química que funciona -y muy bien- y recuerda a la dupla que generó el éxito de los 80 de la mano de Mel Gibson y Danny Glover. Esta Buddy Movie tiene muchos puntos a favor y casi ninguno en contra: el reparto, que además incluye a la diosa Kim Basinger, el guión que se destaca por su ingenio a cada minuto y la trama que resulta efectiva y concluyente. Además, el contexto en el que se sitúa la historia, que está anclada en la década del 70 enriquece el filme donde priman descapotables lujosos, mansiones de época y smokins por doquier. Lo cierto es que como fiel representante del género, esta película de amigos prioriza el vínculo que existe entre este detective alcohólico (Goslyng) y un asesino a sueldo (Crowe), que van fortaleciendo a través del relato. Y a este dúo se le suma Angourie Rice, que interpreta a la hija adolescente de Goslyng y asume un rol fundamental en la trama compensando las escenas violentas con su dulce inocencia. Los tres trabajarán juntos en el caso de una joven desaparecida que se relaciona íntimamente con las estrellas del cine porno y que yace bajo una conspiración de las grandes esferas. Una comedia policial que recrea un universo de hermandad y acción en pos de la justicia al mejor estilo "Starsky & Hutch", en la que todas las piezas encajan y aseguran un policial entretenido que podría tener su segunda parte.
Buenos Muchachos Las Buddys Movies (películas de compañeros) tienen una mística particular. ¡Tantas bellas películas de duplas desparejas! Esas con desequilibrios físicos, diferencias de carácter, plenas de amor/odio. Si se bucea más profundo hay una consecuencia maravillosa: la buddy cop movie (cuando la pareja está conformado por policías, detectives y etcétera). Arma Mortal (Lethal Weapon), 48 Horas (48 hs), Armadas y peligrosas (The Heat), Tango y Cash (Tango & Cash) y muchas otras. Las acertadas, siempre están sazonadas con mordacidad, violencia y humor negro. Y para aquel que sabe sacarle el jugo, es un terrero de infinitas posibilidades. En este punto entra Shane Black. El director de Dos tipos Peligrosos (The Nice Guys) tiene en su haber una obra exitosa (Iron Man 3) pero debería ser apreciado por bastante más que eso. Para empezar, por dos joyas de los años 90 como El Ultimo Boy Scout (The Last Boy Scout) y Arma Mortal. Ácidas, oscuras y divertidas por donde se las mire, Black firmó ambos guiones y nos regaló films de antología. Más acá en el tiempo, la muy disfrutable Entre Besos y Tiros (Kiss Kiss Bang Bang) fue, en algún punto, su sala de ensayo como director. Es en ésta donde se puede leer el mismo entramado (y reflejo) de Dos Tipos Peligrosos. En ambas películas, el oscuro parque de diversiones llamado Los Angeles, es el terreno de operaciones. Una ciudad resplandeciente (y por ende con una capacidad cegadora abrumadora) que no puede ocultar su sordidez. Esta vez la dupla es Gosling y Crowe. El flaco y el gordo. Un blandito conocido por su efecto en el público femenino a pesar de los intentos (a veces acertados) de películas más duras. Siempre va a ser el de Diario de una Pasión (The Notebook) y Loco y Estúpido Amor (Crazy, Stupid, Love). Y esa mole australiana llamado Russell Crowe, pesando ya no se cuanto, un actor áspero y de acción. En esa partida entre sex symbol y gordinflón (hoy Crowe muestra una barriga carnavalesca, de una festividad y satisfacción anormal en un mundo de hollywoodense cada vez más adepto a la anorexia cinematográfica) es de donde se erige la película. Sin una buena dupla, una buddy movie es fallida. Por eso, Dos Tipos Peligrosos pica en punta y cumple con creces. Black nos sube a una novela pulp, anacrónica y nostálgica. El motor de la trama es la desaparición de una joven, mismo leitmotiv de Entre Besos y Tiros. Ese hecho comienza una serie de acontecimientos que lleva al cruce entre el golpeador pagado Healy (Crowe) y el detective privado March (Gosling). Ambos, patéticos por diferentes razones, van a empezar a desandar el turbio universo angelino. Con Idas y vueltas, misterios a resolver, y las casualidades (un perfecto detalle para mostrar que ellos son arrastrados por la historia y no la determinan por completo) que van surgiendo a lo largo del relato, Black nos sube a una novela pulp, anacrónica y nostálgica. Gosling cumple, Crowe dignifica. Black se divierte. Nosotros también.
Apenas unos días después de que un par de generaciones cinéfilas sintieran que una parte de su niñez se iba junto a Bud Spencer, se estrena esta película que recupera el espíritu de las películas con parejas improbables, pero lo más importante, recupera la década del setenta para una historia donde el cruce de géneros no parece acabarse nunca. Dos detective privados, uno como tipo que se gana la vida golpeando gente para hacerle llegar mensajes explícitos (interpretado por un desopilante Ryan Gosling) y el otro que trabaja en el cuidado de jovencitas (Russel Crowe), se unen para buscar a una joven actriz porno con ideales ecologistas. La búsqueda se hace a través de Hollywood mientras se entrecruzan la mafia de Las Vegas, el mundo del cine porno, la industria automotriz de Detroit y en suma, los intereses de los Estados Unidos de América que ya sabemos que hoy pueden estar representados por la United Fruit y mañana por la producción de autos. A todo esto, la madre de la chica que buscan los protagonistas es una importante funcionaria de Justicia de los Los Angeles, nada menos que Kim Bassinger. dostiposA lo largo de la película, Crowe y Gosling se divierten y divierten al espectador con una aglomeración de golpes, persecuciones, muertes al paso y grandes momentos de comedia. Las referencias de época y los chistes cinéfilos alcanzan hasta para que Gosling muestre su veta de comediante, homenajeando a Lou Costello. El director Shane Black ya demostró como director con títulos como Entre besos y tiros o como guionista de Arma mortal y El último Boy Scout, entre otros títulos, que definitivamente sabe cómo entretener. Quizás al espectador de gustos más selectos estaría más cómodo si el film se definiera como una parodia de aquel cine conspiranoico de los setenta o en todo caso, la mirada un cínica hacia todo aquello. Pero no importa, porque Dos tipos peligrosos hace que uno salga del cine con una sonrisa, como cuando terminaban aquellas películas menores en las que Bud Spencer hacia de Bambino y repartía piñas de manera contundente. 4ojookDOS TIPOS PELIGROSOS The Nice Guys. Estados Unidos, 2016. Dirección: Shane Black. Elenco: Ryan Gosling, Russell Crowe, Matt Bomer, Kim Basinger, Angourie Rice y Margaret Qualley. Guión: Shane Black y Anthony Bagarozzi. Fotografía: Philippe Rousselot. Edición: Joel Negron. Duración: 116 minutos.
Detectives ridículos y melancólicos Una mirada crítica y lúdica sobre el cine, el mundo Hollywood, y la corrupción. Con elementos del policial negro, Dos tipos peligrosos dice lo que otros ya no: el cine es el medio de expresión por excelencia. Hay que cuidarlo. La dupla es esencial al cine norteamericano. Es la expresión minimalista del recurso más básico: plano/contraplano. La figura más clara es la del duelo, propia del western: el bueno contra el malo, el blanco contra el negro (indio/latino, etc.). En algún momento, un mismo plano contendrá a los contrincantes. Es el momento del equilibrio, del contraste maniqueo, del suspenso que precede a la resolución y normalización: el disparo del bueno mata al malo. El espacio vacío habrá de ser vuelto a ocupar por otro malvado. Hay oportunidades donde uno y otro logran un acuerdo, tal vez solidario, afín con sus intereses. Sea porque hay algo peor, sea porque sobresale la comprensión del mantenimiento del statu quo. También porque ciertas veces hay una toma de conciencia compleja: es lo que logra, por ejemplo, El tren de las 3.10 a Yuma, el western de 1957 de Delmer Daves, a través del vínculo forzoso entre el campesino y el criminal (Van Heflin y Glenn Ford). Uno y otro culminan por hacer lo que funcionarios de la ley, bandidos y ciudadanos no desean: respetar la norma. Las más de las veces, la dupla suele ser conciliadora. Por eso, hay que buscar asilo en una cinematografía diferente para verla agónica: es el caso de Figuras en un paisaje (1970), de Joseph Losey, cineasta estadounidense expulsado por el macartismo, capaz de recrear en esta película inglesa el clima de persecución, a través de dos fugitivos que se detestan (Robert Shaw y Malcolm McDowell). Desde ya, hay variaciones. Algunas notables, fundacionales. En este sentido operan 48 horas (1982), de Walter Hill, y Arma mortal (1987), de Richard Donner. En la primera, policía (serio y blanco) y criminal (chistoso y negro); en la segunda, policía (serio y negro) y policía (demente y blanco). Las dos, grandes películas. Capaces de releer los lugares comunes, de devolver brío a lo que se ha decidido nombrar como buddy movies. Por eso, que sea Shane Black, el guionista de Arma mortal, quien esté detrás de Dos tipos peligrosos, vuelve importante su atención. En primer término, Dos tipos peligrosos da cuenta de una decisión auto consciente, que es la de revisar el género así como de situarlo de manera cómplice en los años '70. Desde el vamos, lo que se aprecia es la ciudad de Los Angeles, desde la vista del cartel tan famoso que dice "Hollywood" pero que, sin embargo, está roído, bastante roto. El año es 1977, y no es cualquiera. Está a punto de estrenarse La guerra de las galaxias, con ella la debacle será revertida al dar final a la incertidumbre de no saber hacia dónde dirigir la producción fílmica. Es un momento límite, que permite al film de Shane Black hundirse en el abismo multicolor, sórdido y festivo, del cine pornográfico. Lo hace a través de un matón a sueldo, de piñas suficientes (Russell Crowe), y un detective de poca monta (Ryan Gosling), cuya hija adolescente demuestra mayor sentido común. Hay una mujer desaparecida, motivo para el logro de esta unión desigual: Jackson y Holland (Crowe y Gosling) no se aprecian demasiado, pero deben unir fuerzas. El asunto, se decía, los conduce al cine XXX. A propósito, no es cualquier momento para este tipo de cinematografía. Se trata de la década gloriosa de producciones como Garganta profunda y El diablo y Miss Jones. Films con lugar de exhibición en las mejores pantallas, por primera vez. Taxi Driver, de Scorsese, permite entrever esto. Para el caso, otra película admirable es Juegos de placer, donde Paul Thomas Anderson retrataba esplendor y caída del cine porno o, mejor, del cine todo. Estas películas (pornográficas o no, lo mismo da) eran financiadas por la mafia. Entre otras cosas, lo llamativo de Dos tipos peligrosos es cómo juega con tales circunstancias, las adscribe a la ficción propuesta, y las liga al comportamiento siempre deshonroso de las grandes corporaciones. Sigue pasando. De esta manera, el film arroja una mirada ácida sobre las formas financieras que prevalecen en Hollywood. Como corresponde al género -que es buddymovie, pero también de reminiscencia noir-, la victoria debe ser amarga, de celebración inconclusa. Pero esto no es todo, lo mejor descansa en la tesis que el film postula: el cine es el medio de expresión por excelencia. Es por eso que los intereses en juego lo tienen arrinconado, sojuzgado, sometido a cumplir normativas económicas, morales y estéticas. El director debe ser un contrabandista de ideas, ha apuntado Scorsese, y es eso lo que se señala y recrea en esta película de investigadores torpes y cómicos, que persiguen el custodio de una película que dice (y muestra) lo que otras no. De paso, la dupla que componen Gosling y Crowe es bárbara. Lo que hace el gordinflón de Crowe es magnífico, porque se asume físicamente como está. Despreocupado de una imagen atlética que ya tuvo y vaya a saberse si recuperará. ¿Qué falta hace? El caso de Gosling es sorprendente. En verdad, su rango actoral tuvo un paso superlativo tras su colaboración con el danés Nicolas Winding Refn, en Drive y Sólo Dios perdona. Dos obras maestras. Acá se lo pasa en grande al ridiculizarse y lograr gags de magros momentos slapstick, a veces remedos malos de Los Tres Chiflados. Visto lo absurdo del caso, lo curioso es que funciona. Más aún al encontrar contrapunto -y de esto se trata- en las miradas resignadas de su hija (Angourie Rice, un hallazgo) y de Crowe. La secuencia de la fiesta, momento bisagra del film, es un logro particular. Tiene algo del humor de Blake Edwards, también por ofrecer una mirada introspectiva (así como lo hacía La fiesta inolvidable) acerca del cine y sus celebraciones alcohólicas, drogadictas y mafiosas. Es decir, nada hay librado al azar en esta película que se mete con el mundo de cartón pintado de Hollywood, con saña y melancolía. Y a no confundir, el chiste de matiz étnico, ciertamente despectivo, que guarda el diálogo final, es una exteriorización en forma de guiño irónico. Es una gracia incorrecta que, en verdad, está devuelta al propio género cinematográfico; así como lo hiciera Johnny Depp en El Llanero Solitario: por querer hacer de su indio comanche un hombre inteligente, el atrevimiento le costó al film un fracaso financiero. Así las cosas.
'Dos tipos peligrosos': Rusell Crowe y Ryan Gosling en una comedia que no convence Dos tipos peligrosos es uno de esos casos en el que es difícil detectar ese elemento que no funciona. Tiene todo: dos grandes actores, una buena historia y grandes pasos de comedia; sin embargo, cuando estos instrumentos tocan juntos, hay uno que desafina. Quizá porque esa hibridación entre policial y comedia —narrativamente— no se logra equilibrar. La película cuenta la historia de dos detectives privados, uno alcohólico que vive con su hija adolescente (Ryan Gosling), y el otro, un tipo duro, quien cobra por dar palizas (Rusell Crowe), que por cuestiones del azar se cruzan y terminan implicados en la investigación de la sospechosa muerte de una actriz porno y la desaparición de una joven. A medida que el relato avanza se torna más oscuro e imbricado y ese tono cómico del principio se disipa. El guionista a cargo de esta “comedia” setentera de detectives es nada menos que Shane Black, director y guionista de la archiconocida Arma Mortal (1987), aquella en la que la dupla Gibson/Glober era infalible. Está bien que esta última no remitía a la típica body cup de los años setenta y, a diferencia de Dos tipos peligrosos, el género que prevalecía —la acción— estaba bien definido. También hay que destacar los aciertos de la trama, comenzando por el papel de la hija de Goslin, Holly (Angourie Rice), rol clave en el film, ya que ella sienta los pies sobre la tierra en las situaciones. En medio de la torpeza de su padre, Holly es la única que dilucida las pistas más férreas en la investigación. Así como tomarse esa libre licencia de permitir que, de la nada, aparezcan elementos fantásticos, como la presencia del fantasma de un ex presidente. A pesar de lo mencionado hay algo que no cuaja, hay disrupciones que entorpecen la cadencia del relato, como la excesiva verborragia en los diálogos y esa combinación de géneros que, en este caso, no se logra armonizar.
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Buenos muchachos Acá dicen que son peligrosos, pero en realidad son macanudos. The Nice Guys, en su título original, es el regreso de Shane Black tras su breve paso por Marvel con Iron Man 3 (2013). Black fue el guionista de clásicos del buddy-cop como las Arma Mortal (1987) o El último Boy Scout (1991), y director de Kiss Kiss Bang Bang (2005), una de las mejores del género. Russell Crowe y Ryan Gosling son ahora los compañeros dispares, y no es poco mérito lo que Black logra con ambos. Crowe es Jackson Healy, el serio de la dupla, un fixer (alguien que te “arregla” inconvenientes), enorme, bruto y algo chandleriano (de Raymond, no el de Friends) que arrasa como búfalo con cada problema. Pero la sorpresa es Gosling, que vuelve a demostrar que es un gran comediante (como ya se veía en Loco y estúpido amor) con la que fácilmente es la mejor interpretación de su carrera. Su Holland March, detective torpe, frágil y bastante perdedor, resulta una excelente oportunidad para el despliegue de sus capacidades para el humor físico. La escena en el baño con cigarrillo y arma o el intento de acceder a un local rompiendo una puerta son gags perfectos, con un timing imposible de planificar, pura naturalidad y coordinación. La química entre ambos protagónicos es innegable, sus diálogos y miradas siempre en el momento preciso. El segundo gran descubrimiento es Angourie Rice, que interpreta a la hija del personaje de Gosling, Holly. Como una buddy más, Holly se entromete en la aventura a pesar de los deseos del padre, a fuerza de sed de aventura. El verdadero cerebro de la banda y dotada de mucho carisma, Rice es uno de esos descubrimientos que auguran grandes carreras, un talento fresco lleno de posibilidades. Al comienzo, en una secuencia inicial que ubica temporal y espacialmente el film y plantea todo su ambiente, un auto atraviesa un hogar violentamente. Así como bestia cae la trama y así avanza toda la película, a los tumbos atravesando asesinatos, tiroteos y tramoyas políticas. Entre el noir (con esa trama de polución ambiental que recuerda a Chinatown) y el absurdo, las muertes y desapariciones que unen a los protagonistas son un mcguffin consciente que Black no intenta ocultar, una excusa para sus escenarios y situaciones. La ambientación de Los Ángeles en los 70s, cada evento y cada esquina, es aprovechada y lograda como pocas veces (y no vengan con ese bodrio célebre de Inherent Vice). La escena de la demostración pacífica, con activistas fingiendo estar muertos con máscaras de gas, es un gran ejemplo de cómo agarrar una escena necesaria narrativamente (la búsqueda de información) y aprovechar un elemento del universo del film (los activistas) para desarrollarla en una situación que además de útil sea inmersiva y humorística. The Nice Guys es una fiesta para Black, cada secuencia un mundo para explorar y una nueva manera de jugar. Si Black, al que claramente le cuesta conseguir filmar, vuelve sobre su tema habitual, no es por repetición o run for cover sino por goce. Su tercer largometraje como director es una película que construye su mundo con devoción para compartir su fascinación con nosotros y entretener, la celebración absoluta de una pasión y un delicioso pedazo de pastel.
Lograda comedia para presentar a dos nuevos personajes Suele relacionarse el término “refrito” con algo negativo. En términos culinarios sería como volver a poner, en aceite hirviendo, una milanesa que ya ha sido cocida, o lo que es peor, usar el mismo líquido todo el tiempo para cocinar las siguientes lo cual le dará un gusto indudablemente rancio. Habremos de hacer una merecida excepción con éste estreno porque justamente del “refrito” es de lo que se ríe “Dos tipos peligrosos”. El chiste de la traducción contradictoria del título original (“los buenos tipos”) corre por cuenta de nuestro país. Con mucho ingenio, y hasta con una nostálgica mirada a la ficción televisiva de los años ‘70, hay material para entrar al cine y salir con una buena sonrisa. “Buddie movie” es el término que define una peli sobre dos personajes, en principio antagónicos, pero que después terminan queriéndose. Por ahí queda alguna olvidada en este análisis preliminar, pero acaso estamos frente al mejor ejemplo desde “Arma mortal” (Richard Donner, 1986) a esta parte. Aquí se cuenta la historia de cómo Jack (Russell Crowe) y Holland (Ryan Goslin) terminarán trabajando juntos a pesar de cada uno al principio y luego en equipo. El primero es tosco, con poca capacidad de razonamiento pero incorruptible a fuerza de piñas. El otro va tratando de sobrevivir como detective tomando casos insólitos, casi aprovechándose de la vehemencia de alguna anciana. Claro, ambos se mueven en el sub mundo de Los Angeles, y lo hacen porque es el contexto post Vietnam que alguna vez deparó la mayor estadística de crímenes en esos años. Hasta aquí es bien conocido el argumento. Se vio una y mil veces, pero la insistencia tiene que ver con la siempre vigente posibilidad de hacerlo mejor. Estamos frente a una fina mixtura pop entre la comedia de enredos, el policial propiamente dicho, y hasta con un costado melodramático en la relación padre-hija. Sin dudas el homenaje más potente es a la serie “Starsky y Hutch” (1975-1979) la cual es parodiada desde la forma de hablar, de correr y de pegar piñas, hasta la capacidad deductiva para resolver los casos. Es más, si juntáramos la soberbia “Boogie nights: noches de placer” (Paul Thomas Anderson, 1997) con “Vicio propio” (2014) del mismo realizador, y un par de discos de Frank Zappa y Kool the Gang tendríamos un mosaico interesante para cualquiera con la intención de conocer la cultura del esos años. El director amaga con algo interesante en los primeros cinco minutos. Una posibilidad de construcción de personaje que luego es desterrada (admiración icónica en la niñez para luego trabajar sobre ese factor) a favor de otro tipo de relato, y sin embargo esto no quita un comienzo bárbaro. No en vano hablábamos de “Arma mortal” (y también podría citarse la fenomenal “48 horas” (Walter Hill, 1982), cuyo comienzo tiene un par de puntos de conexión con éste estreno. En aquella, veíamos una modelo (volcada a la industria porno) semidesnuda y drogada en un lujoso apartamento, piso 20. La niña, presa de su estado, se tira y aterriza en el techo de un auto (escena memorable). Aquí también la pornografía ocupa su lugar. Vemos un niño levantarse a la noche en su casa, en los suburbios, y tomar una revista cuya modelo de tapa termina “aterrizando” con su auto, atravesando su hogar en dos, sólo para terminar aparentemente muerta y desnuda en el patio ante la mirada incrédula del niño. Así decide el director irrumpir en la mente del espectador quien comenzará con las primeras de muchas sonrisas que obtendrá a lo largo del metraje. La presentación de la dupla protagónica también tiene su montaje paralelo, para luego ir hacia el punto de giro que clasificaría como policial propiamente dicho. Vestuario, dirección de arte y ni hablar de la acertadísima supervisión de la banda de sonido, completan un combo notablemente respetuoso de la idea de contextualización y caracterización de un proyecto. Más allá de todo este armado, está claro que Shane Black ama reírse como director, y por carácter transitivo ama hacer reír. Desde la secuencia inicial hasta una suerte de homenaje a aquél corto de “La Pantera Rosa” en el cual muerta de hambre perseguía una moneda que nunca podía alcanzar (acá como si fuera un beso al cine es persiguiendo una torta de película), el director nunca abandona el concepto humorístico otorgándole buenos diálogos, timing y dinámica narrativa cuando el guión lo requiere. No es casualidad, créame. Estamos hablando justamente del guionista de otras “buddie movies” como la citada saga con Mel Gibson y Danny Glover, además de la brillante “El último gran héroe” (John McTiernan, 1993), o “El último boy scout” (Tony Scott, 1991). Conoce muy bien el paño en el que juega y esta vez (tanto tiempo después) vuelve a armar un libreto que divierte mucho. Parece irónico hablar de frescura en una producción cuyo tiempo transcurre casi cuarenta años atrás. Dan ganas de ver más. Dan ganas de ver otro caso llevado a cabo por estos dos personajes. Se divirtieron mucho en el rodaje. Se nota. Se agradece. Y se pide volverlos a ver.
Dos películas excelentes que están en cartel transcurren en el mismo año: 1977. Y ambas tienen directores tan capaces que pueden incluso recrear un aire de época mucho más allá de los decorados. Son películas actuales, no anacronismos nostálgicos ni ejercicios de estilo oxidados, pero sí tienen el encanto, el poderío del cine de los setenta. Estos milagros se materializan bajo la dirección de James Wan y Shane Black, que ya habían demostrado varias veces su valía en sus carreras. No es sorpresa entonces que El conjuro 2 y The Nice Guys (bueh, acá le dicen Dos tipos peligrosos) sean así de tersas, de excepcionales, de emocionantes. En ellas está el espíritu del cine, que todavía no se rinde. En El conjuro 2 Wan repite el esquema narrativo de la uno, vuelve a hacer una de terror sin trampas, sin golpes arteros, con una construcción sobria del miedo. Cada secuencia va un poco más allá, construye no sólo la amenaza del mal sino, y sobre todo, la empatía con los personajes, con la familia amenazada y también, y esta vez con mayor importancia, con la pareja de investigadores, los Warren. Lorraine (Vera Farmiga) y Ed (Patrick Wilson) tienen química evidente. Se prueba durante todo el relato, desde el principio, cuando Lorraine empieza con las premoniciones que amenazan a su marido, cuando ambos charlan por separado con la chica que sufre el acoso sobrenatural y le dicen la misma frase, al modo del cine clásico, con ese aplomo, con esa confianza en la ficción. Porque de eso hablamos, entre otras cosas, al hablar del cine americano de los setenta: un cine que tenía a mano la sabiduría clásica, la capacidad narrativa asentada, un modo de producción decantado y a la vez pasado por una crisis de identidad como la de los sesenta y una nueva generación de cineastas que ya pudieron entender ese período de gloria y supieron apropiarse de él de forma personal, con miradas singulares. Y cuando Ed le canta a Lorraine “Can’t Help Falling in Love” se evidencia esa ganancia de las grandes películas, ese ir más allá: la película de terror que también puede operar de manera brillante como película romántica, con un arrebato emocional al que se llega sin necesidad de forzar situaciones ni dar grandes golpes. En El conjuro 2 el relato fluye con tal convicción que Wan se permite, otra vez, la rareza argumental de la 1. Esta es una película de terror en la que, a diferencia de lo que pasa en el género… No, como estamos en el siglo XXI no vamos a incurrir en eso del spoiler, que tanto preocupa a tanta gente. Wan hace una película que sigue enseñanzas que están ahí para ser aprendidas y utilizadas, pero la mayoría del terror contemporáneo prefiere rapiñar otro tipo de recursos, de mucho menor valía, de raíces mucho menos nobles. Shane Black, uno de los creadores fundamentales de Hollywood de las últimas tres décadas -ojalá fuera más prolífico con este nivel de calidad- presenta en The Nice Guys el nada corriente logro de una comedia policial en la que los elementos no solo no se repelen sino que congenian. Para eso, dispone un casting sorprendente: Russell Crowe ya ha dado muchas muestras de que puede funcionar en este perfil, pero lo de Ryan Gosling es una revelación cómica, una consagración; y la chica Australiana Angourie Rice tiene un potencial innegable, un carisma descomunal. The Nice Guys es, además, una película de extraordinaria inteligencia para plantear temas de los setenta con corrosión, con momentos desopilantes como el de los “muertos” de la protesta. O esa capacidad para desparramar muertes sin prolegómenos, de forma seca y brutal. El modo seco, crujiente, claro, directo de la entrada de los chistes, esa velocidad, ese timing, están en toda la película, hasta el final, sin reblandecimientos. Por último, The Nice Guys se permite poner como objeto fundamental de una trama a puro MacGuffin a una lata de celuloide. Esta tercera película de Black como director podría haber sido un gran éxito hace treinta o cuarenta años -porque las comedias podían serlo- y hoy en día es un producto de mediano alcance que no tiene chances de triunfo frente a los éxitos globales como las series de superhéroes, las adaptaciones de best sellers e incluso las felices excepciones del terror como El conjuro. Tampoco frente a los productos animados más teledirigidos, como por ejemplo esa secuela inadmisible por haragana, por explicativa, por inane, por artera, por una molicie narrativa de la que recién se despierta en los últimos 15 minutos. Una de esas secuelas animadas que antes se admitían como productos televisivos y ahora se lanzan globalmente e inundan las pantallas (que les quedan) grandes. Esas cosas como Buscando a Dory, que olvidaron el juego y el placer del cine en aras de la repetición machacona de naderías.
SOCIOS POR ACCIDENTE No debería sorprender lo de Shane Black, guionista ni más ni menos que de las cuatro películas de la saga Arma mortal, y sin embargo sorprende. Quizás porque su tono hace que Dos tipos peligrosos sea una película distinta… Su aire vintage no apunta a la ya gastada nostalgia sino que resulta revitalizante. Mitad policial negro, mitad comedia, hay en Dos tipos… dosis similares de violencia e ironía. Acaso sea la fórmula que define a Shane Black, ya como director o como guionista, pues de eso también hay en Kiss Kiss Bang Bang y en Iron Man 3. Ocurre que, al igual que Arma mortal, Dos tipos peligrosos es una buddy movie y en este territorio Black se mueve como pez en el agua. Jackson Healy (Russell Crowe) y Holland March (Ryan Gosling) son los miembros de la “pareja dispareja” y hay que decir que si el primero lo hace muy bien, el segundo directamente asombra. El actor de Drive se saca la camiseta de galán y se pone la del borracho desastroso que lo acerca a la figura del comic relief. Healy y March, dos detectives privados en Los Ángeles a fines de los 70, deben resolver el misterioso caso de la muerte de Misty Mountains, una famosa estrella del porno. Los ronda el nombre de una tal Amelia (Margaret Qualley, a quien ya hemos visto como Jill en la gran The Leftovers), quien parece ser la pieza clave para resolver la incógnita y descubrir, de paso, que hay mucha mugre escondida bajo la alfombra. Baste decir que el mismísimo Departamento de Justicia, liderado por Judith Kuttner (Kim Basinger), podría estar involucrado. Ubicada en las mismas coordinadas espacio-temporales que la Inherent Vice de Paul Thomas Anderson, estrenada el año pasado, pero desde géneros distintos y disímiles maneras de narrar, The Nice Guys también transcurre entre hippies y criminales. Se evidencia en ambas la idea del cine como lugar de resistencia. Verlas a modo de dítpico quizás sea una experiencia tan atrayente como gratificante.//∆z
Una lograda comedia de acción con una carismática dupla. Las buddy movies modernas habrán nacido con las 48 Hrs. de Walter Hill, pero se perfeccionaron y se volvieron lo que son en la actualidad de la mano de un caballero llamado Shane Black y un guion que le produjeron allá por el lejano 1987 titulado Arma Mortal, bisagra trascendental del género de acción si las hay, junto a Duro de Matar, por supuesto. Empezado el nuevo milenio, Black hizo la transición a la dirección, y tras probar su suerte como director con la lograda Entre Besos y Tiros y la modesta Iron Man 3 (ambas con Robert Downey Jr.), llega a las salas su tercer opus Dos Tipos Peligrosos. Dos tipos audaces Los Angeles 1977. Una joven llamada Amelia contrata los servicios de Jackson Healy, un golpeador profesional, por decirlo de alguna manera, para que le saque del camino a Holland March, un investigador privado contratado para seguirla. Después de un primer altercado que lo deja a March con un brazo quebrado, termina uniendo fuerzas con Healy cuando Amelia misteriosamente desaparece. Mientras tratan de dar con su paradero se dan cuenta que no son los únicos que la buscan. El guion de la película sigue una estructura de tres actos bastante decente, con una trama sostenida en el marco de la mejor novela negra, donde la química entre los dos personajes protagonistas es el plato fuerte. Las diferencias entre ellos, así como las desventuras que los involucran en la resolución del caso, desembocan en sendas situaciones humorísticas, algunas inscriptas desvergonzadamente en el marco del humor negro. No obstante, debe aclararse que tiene dos puntos en contra notorios: la inverosimilitud en alguna que otra escena y que el tercer acto está demasiado alargado para su propio bien. Una de las claves de Dos Tipos Peligrosos, su principal atractivo para traer espectadores, está en la dupla de Russell Crowe y Ryan Gosling. Todo lo que sospechan y esperan de ellos es verdad. Su química es innegable; verlos discutir, pelearse y confrontar los obstáculos de la trama no tiene precio. Ambos desbordan un carisma cómico enorme que hace cómplice al espectador desde la primera escena. Mención aparte merece Angourie Rice como la despierta y aguda hija del personaje de Gosling. Por el costado técnico, tenemos una propuesta estética que se propone y consigue sumergirnos en la década del 70, con sus colores de neón en la fotografía y una dirección de arte que nos sumerge en la época del disco hasta en el más mínimo detalle, en particular durante una escena que transcurre en una fiesta en la casa de un productor de cine porno. Conclusión Dos Tipos Peligrosos llega a suficiente buen puerto por obra y gracia de una dupla protagónica con carisma tanto en el papel como en la pantalla. Su guion no va a sobrevivir ningún análisis, pero que el disfrute que se siente en cada fotograma y en cada carcajada es innegable. Si la eligen, mal no la van a pasar.
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Las buddy movies son las películas de compañeros. Dos hombres o dos mujeres – las “buddy femeninas” son mis preferidas, recordemos la contemporánea y genial The Heat (Armadas y Peligrosas) con la dupla Bullock/McCarthy – se encuentran envueltos en una trama que los obliga a estar juntos. La empatía entre ambos suele ser hostil al principio, pero a lo largo de la película, la amistad y la fraternidad copan la pantalla para emparentarlos en una relación de afición.El código de las buddy es simple: nos presentan, nos llevamos mal, pero como tenemos que resolver algo juntos comenzamos a aliarnos, obviamente sin perder las chicanas de un personaje a otro. Este tipo de películas datan de los comienzos del clasicismo, siendo mi dupla masculina predilecta la del gran Jerry Lewis y el adorable Dean Martin. Los gags y el slapstick poseían a esta pareja que filmaron juntos más de quince películas (That’s My Boy y 3 Ring Circus son de culto para mí). La comedia veloz de bofetadas, empujones, patadas, balazos, se adueñaba de una trama basada en la relación física. Uno de los personajes es racional y el otro es el llamado “tiro al aire”. Dean Martin era el que tenía que contener las locuras de Mr. Lewis. Las situaciones disparatadas, los romances ocasionales de los dos con diversas señoritas y la resolución de un problema por parte de estos opuestos, siempre se constituyeron en una fija en el cine mainstream. En los ochenta, Lethal Weapon, del gran Richard Donner (hacedor de clásicos como Scrooged, Superman y The Goonies) irrumpió en el género con gloria. Shane Black – director de The Nice Guys (Dos tipos peligrosos) – escribió el guión de este metraje que llevo al éxito a Mel Gibson y a Danny Glover. Los chistes inocentones y la explotación del cine de acción, generaron un suceso que tuvo tres secuelas.Donner (uno de los mejores directores del género) y Black hicieron de Lethal Weapon un exitazo. El tufillo ochentoso del género de acción; el soundtrack impecable (temazos de Michael Kamen y Mark Ayres fueron de la partida) y la buena química entre Glover y Gibson –el “Martin Riggs” de Gibson quedará en la historia del cine y de mi corazón- inspiraron y ampliaron el universo del género. Tal fue la fama de las aventuras de Martin y Roger, que Shane Black se coronó como uno de los mejores escritores de historias de compañeros. Por eso estamos felices y celebramos su regreso con The Nice Guys, película que también dirige.En la película, Russell Crowe y Ryan Gosling son Jackson y Holland respectivamente. Jackson es un “ajusta cuentas” tosco, melancólico, solitario; y Holland es un detective al que las cosas no le están saliendo demasiado bien, alcohólico y padre de una adolescente – esta niña se come la película- que tiene como lema que la felicidad no es lo suyo (lo tiene hasta tatuado). Los dos son perdedores, pero como toda película de anti héroes, la comicidad trasforma lo errático en gracia. Nada puede salir mal en este film: es una buddy, está Black atrás del bacalao, está Crowe con su carisma monocorde que tanto adoramos y está Gosling, a quien le sienta bárbara la comedia (su personaje en The Big Short de Adam McKay es increíble así que ya viene calentando los motores en el género). Jackson y Holland se convierten en compañeros y tienen que buscar a Amelia, una jovencita de la que poco sabemos en los primeros minutos de metraje. La intriga que plantea Black se convierte en absurdo y delirio. La ambientación setentosa – los créditos iniciales son geniales- acompañada por una playlist que incluye a Bee Gees y The Temptations, realzan una película con chistes memorables – la muletilla de Holland sobre Hitler es graciosísima- y un timing que no decae en ningún momento.The Nice Guys es quizás el regreso con gloria de las buddy, la pareja principal resulta y deja al espectador con ganas de que el juego siga. Es una lástima que Black no filme más seguido, pero apostamos que pronto se viene The Nice Guys 2.
Shane Black es un gran escritor de dialogos. A él le debemos el epitome de la comedia policial Arma Mortal y su colaboración en títuloa independientes pero igual de eficaces como Kiss Kiss, Bang Bang. The Nice Guy es otro valioso aporte al género. El tipo arma otra pareja despareja y la mete de lleno en el mundo de la pornografía de los años 70, desbordante de personajes exóticos y asesinos pintorescos. Es como ver a Riggs y Murtaugh metidos en una escena de Boogie Nights, plagados de coches antiguos y prendas colorinches tan copadas como decadentes. La trama no se entiende demasiado y parece salida de una novela de Raymond Chandler: nena rica metida en la pornografía y quienes conocen su identidad terminan convertidos en fiambre. En vez de Philip Marlowe tenemos a Russell Crowe haciendo de Russell Crowe - pendenciero, cínico, explosivo, silabeante - y a Ryan Gosling, el cual hace su mejor imitación de James Gardner en The Rockford Files. No usa armas, el aviso del diario se ve igual al de la serie de culto de Gardner y hasta guarda una pistola en la azucarera. A ellos se le une Angourie Rice, una quinceañera que se roba todas las escenas en las que participa. Es mas despierta que el padre y es de armas tomar, además de que resulta imposible que acate una orden paternal. A la chica le gusta la aventura y por eso se mete en cada jaleo del cual salva su trasero raspando por un par de milímetros. oferta software de facturacion electronica Todo en The Nice Guys es diversión: los intercambios de Crowe y Gosling, las ocurrencias de Rice, el retorcido asesino de Matt Boomer; pero quien se lleva las palmas es Gosling, quien hace de cobarde épico y mentecato de primer nivel. No puede entender como la chica de la cual se ha enamorado le apunta con un arma y está dispuesto a asesinarlo, tiene una debilidad pasmosa con el alcohol (después de dos tragos termina bañándose desnudo en una piscina llena de sirenas en una especie de Mansión Playboy), y cuando descubre un cadáver chilla como Curly de Los Tres Chiflados. Veleta y de estómago débil, Gosling es un as en las escenas cómicas y es una de las mejores cosas que tiene la película. Con sus disparates, sorpresas y trama difícil de entender, The Nice Guys es una delicia para el espectador. Es de esas películas en donde uno se ríe con ganas y disfruta de las desventuras de este par de palurdos, en donde la única despierta es la niña a la cual su inconsciente padre la involucra en sus peligrosos jaleos. Recomendadísima para el fin de semana.
Risas, trompadas y tiros. Luego de haber brillado en los 80´ y los 90´, la buena comedia policial prácticamente desapareció de la pantalla grande en las últimas décadas, salvando ciertas excepciones. Shane Black, quizás uno de los máximos promotores de este subgénero cinematográfico, logra resucitarlo y reivindicarlo con The Nice Guys. Más satírica y menos dramática que Arma Mortal, esta nueva entrega del cine negro policial esconde una gran comedia y viceversa, difuminando los límites entre géneros. Si bien no tomarla del todo en serio es casi un reflejo para el espectador, The Nice Guys posee un guión lo suficientemente elaborado como para tampoco tomársela en broma. Hay buenos chistes y muchas situaciones jocosas, pero también hay logradas escenas de acción, sin ahorro de violencia o sangre. The Nice Guys es una grata y singular propuesta para quienes buscan humor, acción y una pizca de suspenso en dosis iguales. Está muy bien dirigida e impecablemente protagonizada por una dupla que sin lugar a dudas dará que hablar, como en su tiempo lo hicieron Mel Gibson y Danny Glover.
Acción ácida con Shane Black "The nice guys" es el nuevo trabajo del director Shane Black, responsable de títulos como "Iron Man 3" y "Kiss Kiss Bang Bang". Éste último film tiene una onda bastante parecida a KKBB, con mucho humor negro y acción, nuevamente con dos figuras fuertes y talentosas como son Russell Crowe y Ryan Gosling. Partamos de la base de que si sos del tipo de espectador que no gusta demasiado de las bizarreadas y/o las buddy movies probablemente te caiga un poco pesada. Hay varias situaciones inverosímiles y que están satirizadas al extremo con el objetivo de darle un toque de ridiculez y clase B a la película. Si estás esperando una interacción típica de compañeros de aventuras y acción, este film no es para vos. Ahora, si te gustó KKBB y estás abierto de mente para meterte en la dinámica que propone Shane, vas a encontrar que el producto tiene algunos muy buenos momentos, es inteligente y divertida. No es la historia más interesante, ni va a trascender más allá de un buen rato de cine distinto, pero creo que vale la pena darle una oportunidad. "The nice guys" trata sobre dos detectives privados muy particulares que se ven unidos en el trabajo de tratar de mantener a salvo a Amelia, la hija de una alta funcionaria del Gobierno, cuya vida corre peligro de muerte por saber cosas turbias de las mafias instaladas en Los Angeles, California. Entre medio de esto, sucede prácticamente de todo. Hay violencia explícita, mucho humor negro, un revival de lo que fueron los 70s y el despliegue de interpretación que hacen nuestros dos protagonistas. Completan el cast Kim Basinger, Matt Bomer y Margaret Qualley, que están sólidos y suben un poco más el nivel de la propuesta. Una película para disfrutar de dos grandes actores en roles distintos de los que nos muestran habitualmente.