No es la primera adaptación que tenemos sobre los asesinatos de la familia Borden, no hace mucho tuvimos una serie con Cristina Ricci, que nos acercaba una historia de época retratando la vida de la mujer reconocida como “La asesina del hacha”. Este film protagonizado por Kristen Stewart y Chloe Sevigny, no busca aportar nuevos datos sobre este crimen, sino más bien centrarse en el drama familiar y en la relación de sus protagonistas Lizzie y Bridget. Basada en hechos reales, la historia tiene como objeto los asesinatos de Andrew Borden y Abby Durfe Gray en el año 1982, la única sospechosa del crimen ha sido Lizzie Borden y es en quien se centra este film. La historia comienza con dicho asesinato , una escena breve pero que nos pone en pantalla el final de esta historia. Luego hay un regreso en el tiempo para retratar con mayor profundidad el cómo se han dado las cosas , además de mostrar en escencia la personalidad de Lizzie y la relación que ha tenido con una de las empleadas domésticas. El film parece como si se olvidara por un momento el hecho del asesinato para intentar meterse en la piel de Lizzie Borden, un personaje que provoca cierta empatía, aunque su desarrollo es bastante lento. Es también este un relato feminista, que busca mostrar con énfasis el carácter de su protagonista, una mujer cuyas ideas van en contra de los pensamientos de la época, es por ello que existe una relación muy conflictiva con su padre, el patriarca de la familia y una figura respetada en su sociedad. Quizá lo mejor que deja este film son los momentos en que la protagonista interactúa con Bridget, la sirvienta con la que tienen muchas cosas en común, los abusos de su entorno y el de la misma sociedad. Uno de los aspectos que logra sacar adelante la cinta es la actuación de sus protagonistas, donde sobresale una Chloe Sevigny que hace de Lizzie un personaje cautivador y misterioso a pesar de que muchos conozcan su final. Así mismo, logra complementarse con Kristen Stewart, que si bien es un personaje más medido en su carácter, logra complementarse con su compañera con sus diálogos y escenas que denotan erotismo desde un acercamiento simplista. El director Craig William Macneill falla a la hora de encontrar una estructura narrativa que sea funcional al objetivo de la historia, que es llegar al momento del asesinato , algo que debió mostrarse con mayor dinamismo al haberlo anticipado desde el primer minuto. Si hay un buen trabajo en la fotografía y el diseño de vestuarios que se adecuan perfectamente a la época y a la tonalidad un tanto oscura del relato. El asesinato de la familia Borden es una película que parte de una premisa interesante aunque no aporte algo novedoso, el problema es que mantiene un desarrollo lento y que se olvida por momentos del conflicto principal de la historia. De todos modos llega a ser un film agradable gracias a las actuaciones de Chloe Sevigny y Kristen Stewart, que mantienen una química particular a través de sus sufridos personajes. Es un film que podría haber dado más de sí misma , pero que de todos modos mantiene el interés. Calificación 6.5/10
La justicia del hacha Dentro del folklore criminal norteamericano, sin duda una fuente inagotable de anécdotas y desvaríos, uno de los casos más famosos es el de los homicidios del 4 de agosto de 1892 de Andrew Jackson Borden y su esposa Abby Durfee Gray, quienes fueron encontrados asesinados con un objeto filoso que probablemente fuera un hacha, como se especuló en su momento porque la policía halló un ejemplar con el mango roto en el sótano de la casa de la familia Borden -sede de los crímenes- en la pequeña ciudad de Fall River del condado de Bristol en el Estado de Massachusetts. Lizzie Andrew Borden, la hija menor del hombre asesinado producto de un matrimonio anterior con Sarah Anthony Morse que derivó en 1863 en viudez, fue la única acusada formal ya que tanto la mujer como su hermana mayor Emma Lenora Borden no se llevaban bien con su madrastra Abby ni con su padre Andrew. La otra persona que estaba presente en la residencia durante el momento de la masacre, la sirvienta de 25 años Bridget Sullivan, no fue señalada como corresponsable y lo mismo ocurrió con los otros dos habitantes del hogar por entonces, la propia Emma y el tío materno de las mujeres, John Vinnicum Morse, ambos fuera de la casa circunstancialmente en el trágico día en cuestión. Si bien se confirmó que Lizzie había intentado comprar ácido prúsico en una farmacia local y el clan en su conjunto se enfermó aparentemente por ingerir comida en muy mal estado tiempo antes de las muertes, con Abby diciendo por ahí que “alguien” había tratado de envenenarlos, Lizzie sin embargo fue declarada inocente porque no se pudo encontrar ropa suya alguna manchada de sangre ni tampoco se pudo comprobar que el hacha hallada en el sótano fuese de hecho el arma utilizada en los célebres crímenes. Ahora bien, El Asesinato de la Familia Borden (Lizzie, 2018), la nueva película de Craig William Macneill, funciona como un thriller psicológico similar a la obra anterior del realizador, la también interesante The Boy (2015), en esta oportunidad sumergiéndose en el caso que nos ocupa y jugándose de lleno por la hipótesis de una supuesta relación lésbica entre Lizzie (Chloë Sevigny) y Bridget (Kristen Stewart), atracción mutua que se topó con el rechazo categórico por parte del autoritario, tacaño y distante Andrew (Jamey Sheridan) y de una Abby (Fiona Shaw) fundamentalmente interesada en la fortuna que amasó su marido en los rubros inmobiliario, textil, comercial y hasta bancario. Analizando el período previo a los homicidios y sus corolarios, el guión del debutante Bryce Kass construye un retrato íntimo del hogar de los Borden y de la disposición frágil y apesadumbrada de Lizzie. La claustrofobia e hipocresía del ámbito en común pasan al primer plano en consonancia con un típico estudio meticuloso de personajes en el que las agendas individuales de cada miembro de la familia se corresponden con una estructura de poder bien tajante: el patriarca viola sistemáticamente a Bridget por las noches con el conocimiento de una Abby que no hace nada, el tío de las hermanas es un fracasado que manipula a Andrew para hacerse con la administración del patrimonio del clan y Lizzie, quien padece sucesivos ataques símil epilepsia, es la única que dice la verdad y se muestra aguerrida frente a la figura masculina ya que hasta su hermana es una cómplice pasiva de todo lo ocurrido. Más allá de diversas libertades artísticas en algunos datos aislados, la trama respeta en suma las características principales de los crímenes y desparrama especulaciones bien sustentadas y coherentes. El ritmo cansino y sutil que impone Macneill sirve para sopesar tanto el sometimiento al que estaban condenadas las mujeres durante el período como el mismo fariseísmo social, con una mascarada de rectitud que esconde conductas cotidianas aborrecibles, y la infaltable cobardía burguesa de ejercer su sadismo contra estratos comunales o colectivos específicos juzgados dóciles e incapaces de defenderse, como las mujeres y las lesbianas (en el personaje de Stewart se suman la pobreza y un semi analfabetismo). El Asesinato de la Familia Borden es la mejor película posible considerando la cantidad de lagunas que arrastra el caso desde su génesis, un trabajo muy apuntalado además en la excelente labor de una veterana del cine independiente como Sevigny que hacía mucho tiempo no tenía una chance de brillar como la presente, ahora impartiendo justicia bajo la forma de un hacha…
Este thriller psicológico basado en hechos reales pone en el centro de la escena a Lizzie Borden (Chloë Sevigny), una joven acusada de haber asesinado a su adinerado padre Andrew (Jamey Sheridan) y a su madrastra Abby (Fiona Shaw) con un hacha, suceso ocurrido en Massachusetts en 1892 que fue muy famoso en su época. Lizzie vivía con ellos y con su hermana Emma (Kim Dickens) en un clima de absoluta opresión y bajo reglas muy estrictas. Seis meses antes de los crímenes llega a la casa una nueva criada, Bridget Sullivan (Kristen Stewart), gracias a la cual Lizzie encontrará un alma gemela con quien sentirse acompañada y desahogarse de todas sus penas. La relación, que al principio se limita a una amistad plagada de confesiones y secretos, se va tornando más profunda y se transforma en un vínculo íntimo donde ambas se refugian, en el caso de Lizzie, del abuso psicológico que sufre por parte de su padre y, en el de Bridget, del abuso físico al que la somete su patrón. Lizzie se va encontrando cercada en todos los frentes: ante su rebeldía y el gran enfrentamiento que mantiene con su padre, es constantemente amenazada con ser internada en un psiquiátrico y, además, aparece su tío, un fracasado al que sólo lo mueve llegar a administrar la cuantiosa herencia de las hermanas, lo que tiene la anuencia de Andrew Borden. Esto hace que la joven denoste a su padre cada vez más y su furia creciente anuncie consecuencias trágicas. El guion ofrece, en el tempo justo, una radiografía exhaustiva de todos los personajes, relatando minuciosamente los hechos que sucedieron en los seis meses previos a los asesinatos. El director se juega por una hipótesis respecto a los crímenes, que puede ser tanto tomada como dejada, sin ser esta cuestión lo más importante del filme. Por el contrario, la película acierta en mostrar cómo, paulatinamente, se va creando el clima propicio que determinará el sangriento suceso, en una especie de espiral violento que ya no tiene retorno. Otro hallazgo está en la construcción del vínculo entre Lizzie y Bridget, que parece totalmente verosímil y justificado en la trama, ya que se retratan esas dos almas que se necesitan y se entregan, sin medir consecuencias, la una a la otra. En cuanto a las actuaciones, resulta notable Chloë Sevigny —productora de la película— encarnando a esa criatura sometida que no se deja avasallar y se rige por una autodeterminación temeraria, saliendo airosa de los numerosos primeros planos en los que aparece. Además, está bien acompañada por Kristen Stewart, quien se va afianzando en su carrera con papeles cada vez más arriesgados —entre ambos personajes surge una química que traspasa la pantalla. También es digno de destacarse el trabajo de Jamey Sheridan como un personaje execrable y autoritario. Se trata, en definitiva, de un thriller psicológico con todas las letras, que cumple a rajatabla las características del género: una película que no se queda en la superficie sino que da pie —gracias a sus múltiples aristas— a leer entrelíneas acerca de la sociedad de fines del siglo XIX y el sometimiento que padecían las mujeres en dicha época. Una apuesta inteligente y atrapante con un guion bien desarrollado que delinea con precisión a los personajes.
De mujer a mujer. Dirigida por Craig William Macneill y guionada por Bryce Kass, El asesinato de la familia Borden se estrenó en el festival de Sundance -en Nueva York- en enero de este año con grandes galardones. Es protagonizada por Chlöe Sevigny, quien encarna a la única sospechosa del asesinato de su padre y madrastra, ocurrido el 4 de agosto de 1892 en Fall River, USA. La acompaña Kristen Stewart en el rol de la sirvienta de la casa, Bridget Sullivan. Lo interesante de la forma en la que Macneill narró este hecho, que aún es recordado en Estados Unidos, tiene que ver con la relación de amantes que recrea entre la asesina Lizzie y su cómplice Bridget, en donde el ambiente era hostil y ambas sufrían abusos físicos y sexuales de Andrew Borden. En los primeros minutos, el espectador ya está al tanto del asesinato de dos personas; poco a poco le queda descubrir la relación que Lizzie y Bridget mantienen y el plan que juntas idearon para acabar con el acoso constante recibido por Andrew, principalmente. Referido a las actuaciones genera una dicotomía en mi opinión ya que noté a Chloë Sevigny sumergida en el papel de la asesina, quien además padece de convulsiones muy bien representadas y un desempeño notable en mostrarle al espectador esa necesidad incontenible de libertad; mientras que Kristen Stewart no genera afinidad con las características de su personaje. Quizás se deba a las constantes elipsis a las que se enfrenta el espectador para que la historia encastre en una hora y cuarenta y cinco minutos. Es válido destacar el diseño de la dirección de arte, vestuario y fotografía, al recrear escenarios de siglos pasados, puestas iluminadas por candelabros y el correcto manejo de la penumbra. La cinta resulta interesante, a pesar de una estructura y ritmo convencionales.
Este thriller psicológico está basado en el doble crimen de la familia Borden, ocurrido enFall River, Massachusetts, en 1892. En este tipo de producciones el espectador conoce cómo terminarán los hechos pero no cómo se llega a ellos en un desenlace macabro y estremecedor perpetrado con total premeditación. Algo similiar planteó Peter Jackson en su magnífica Criaturas celestiales. La película de Craig William Macneill -The Boy- aprovecha los resortes de una historia de época situando a los personajes en situaciones de extrema tensión y no juzgando sus acciones, sino haciendo hincapié n sus motivaciones. Lizzie Borden -Chloë Sevigny- vive una vida claustrofóbica -tenía que pedir permiso a sus padres para ir sola al teatro- y mantiene una tensa relación con su autoritario padre Andrew -Jamey Sheridan- y su madrastra Abby -Fiona Shaw-, una mujer que sabe mucho más de lo que calla y está interesada en la fortuna de su esposo prestamista. La rutina del hogar se rompe cuando Bridget Sullivan -Kristen Stewart, la actriz de la saga Crepúsculo-, llega a trabajar como mucama, dejando a su madre enferma y encuentra en Lizzie comprensión, apoyo y algo más. Con este planteo El asesinato de la familia Borden echa mano a los recursos del suspenso en una historia cíclica que va alimentando el clima de aparente tranquilidad del clan a través de una sucesión de oscuros episodios que incluyen odio, abusos y silencios. La familia "perfecta" y "respetada" tiene secretos y Lizzie está a punto de estallar. La tensión se mantiene a pesar del desarrollo lento de la trama, y el pacto que surge entre las dos jóvenes hace cuestionar al espectador acerca de quién es el verdadero culpable de los crímenes hasta el final en una lista que también acumula otros sospechosos. La ambientación y la fotografía suman atmósfera e interés a un relato que se va armando como un rompecabezas y se sostiene en las magníficas actuaciones de Sevingny como la mujer sufriente y adelantada a su época y una Stewart más frágil que también conoce el horror dentro de ese hogar.
Es siempre curioso, llamativo cómo un hecho real puede ser narrado desde una perspectiva distinta -novedosa o no, ésa es otra historia- con el paso del tiempo, o según las circunstancias o la óptica que tiene, en este caso, un realizador. Porque las crónicas de la época -1892- dan cuenta de un brutal asesinato de un matrimonio, los Borden del título, y el director Craig William Macneill tiene, imagina y ofrece tal vez desde el presente otra visión. La película se titula en el original Lizzie, que es el nombre de la hermana menor de los Borden, interpretada por Chloë Sevigny (Los muchachos no lloran). Es una familia rica, que ha amasado una fortuna, pero que se niega a disfrutar de los beneficios de la modernidad como, por ejemplo, la luz eléctrica. La casona a la que llega Bridget (Kristen Stewart) para emplearse como doméstica, se encuentra iluminada con velas. No hay una buena relación entre Lizzie y su madrastra (Fiona Shaw, la tía Petunia de Harry Potter), y menos con su padre Andrew (un siempre serio y con el entrecejo apretado Jamey Sheridan). Lizzie teme, y con razón, que éste le deje toda la fortuna familiar a su vil hermano John (Denis O'Hare). Hay algo, o mucho, de patriarcado en esta película. Porque el Señor Andrew, quien no permite que Lizzie salga sola de noche, y puede transar si regresa a la medianoche, es severo, manipulador y machista, y se aprovecha sexualmente de Bridget. Que en esa casa haya como un caldo de cultivo para perpetrar un asesinato se veía venir desde el título. Basado, sí, en un hecho real, El asesinato de la familia Borden tiene una estructura de encierro, es casi hermética. Transcurre casi toda dentro de las paredes de la casa, en los límites que impone el padre. Lizzie sufre cierta enfermedad, y está claro que en cualquier momento el padre decide internarla y apartarla de la familia. La hermana mayor de Lizzie (Kim Dickens, de Fear the Walking Dead), mucho que no pincha ni corta. Y este último verbo mucho tendrá que ver con la trama. El asesinato... se sostiene en las interpretaciones de Sevigny y Stewart, antiheroínas de un relato del pasado visto, analizado y contado con ojos del presente. Pero en cierto momento algo se desbanda, y lo que parece una denuncia contra el patriarcado y el machismo toma otra coloratura. Lo verán, o no, si deciden ver este drama con tintes de thriller.
Incómoda en su propio hogar “El Asesinato de la Familia Borden” (Lizzie, 2018) es un thriller psicológico dirigido por Craig William Macneill y escrito por Bryce Kass. Basado en hechos reales, el reparto incluye a Chloë Sevigny, Kristen Stewart (Camp X-Ray, Personal Shopper), Jamey Sheridan (Sully, Battle of the Sexes), Fiona Shaw (Petunia Dursley en Harry Potter), Denis O’Hare, Kim Dickens, entre otros. La cinta tuvo su premiere mundial en el Festival de Cine de Sundance. 1892, Fall River, Estado de Massachusetts. Lizzie Borden (Chloë Sevigny), de 32 años, vive en una espaciosa casa junto a su padre Andrew (Jamey Sheridan), su madrastra Abby (Fiona Shaw) y su hermana mayor Emma (Kim Dickens). A pesar de estar en una buena posición económica, Lizzie no la pasa para nada bien ya que le resulta imposible congeniar con su padre, el cual está siendo manipulado por John (Denis O’Hare), el tío de las jóvenes que busca quedarse con la herencia de Andrew. Incomprendida por su familia, y con ataques epilépticos que no hacen más que acrecentar sus nervios, Lizzie encontrará alguien en quien confiar en Bridget Sullivan (Kristen Stewart), la sirvienta analfabeta a la que su madrastra insiste en llamar “Maggie”. Cuando Lizzie se entere del calvario que está viviendo Bridget allí, la tolerancia hacia sus padres se irá agotando al mismo tiempo que la idea de acabar con ellos se convertirá en una opción cada vez más tentadora. El homicidio de Andrew y Abby Borden que ocurrió el 4 de agosto de 1892 ya fue expuesto en diversos libros, series, películas para la televisión e incluso teatro. Por otro lado, hasta el día de hoy la figura de “la asesina del hacha” sigue siendo relevante en el folklore estadounidense. Diversas son las teorías frente al caso, por lo que es para destacar el enfoque que le dio Craig William Macneill a su película. El director tuvo como objetivo que el espectador sea testigo del día a día dentro de ese hogar que por fuera luce pulcro y blanquecino, pero que por dentro se asemeja a un infierno para las dos mujeres protagónicas. Así es como conoceremos en detalle a Lizzie, su forma de ser, su carácter completamente distinto al de los demás habitantes de la casa Borden y el comienzo de una relación con la única persona que entiende por lo que está atravesando. De esta manera se hace fácil empatizar con ella y entender qué es lo que la llevó a actuar de una forma tan salvaje. Con un ritmo pausado y una atmósfera llena de misterio, el filme logra sostenerse gracias a las interpretaciones de Sevigny y Stewart. Con solo ver sus expresiones faciales uno logra darse cuenta de la incomodidad que sufren al estar dentro de esas cuatro paredes donde está mal visto expresar lo que uno piensa en voz alta, donde muchos prefieren hacer la vista gorda a lo que realmente sucede para no meterse en problemas ya que, en esa época, era impensado contradecir al hombre de la casa. La película respeta bastantes detalles que ocurrieron en la realidad así como se toma otras libertades que nunca llegaron a confirmarse por lo que siempre se mantendrán en el ámbito hipotético. Sin embargo, la verosimilitud está presente en cada escena, lo que genera que el interés se mantenga a pesar de que en cierto punto se note que no hay tanto contenido por desarrollar. “El Asesinato de la Familia Borden”, buen cambio de título para la cinta en nuestro país, quedará en el recuerdo por una secuencia en particular, en la cual más de uno deseará retirar los ojos de la pantalla. Aunque la historia tenga otras adaptaciones, la manera en la que está contada aquí es correcta y digna para los que quieran conocer más sobre la psicología de Lizzie Borden.
De la mano del director de "The Boy", Charles William Macneill, "El asesinato de la familia Borden" es una fría aproximación a uno de los sucesos criminales más famosos de la historia estadounidense. Así como nuestra (es uruguaya pero la queremos como nuestra) Natalia Oreiro soñó con interpretar a la estrella de la bailanta Gilda, y pugnó hasta conseguirlo. Chloe Sevigny hacía años que tenía un personaje en mente al que ponerle el cuerpo, la famosa asesina Lizzie Borden. Luchó por hacerse con los derechos, por encarar la producción, hasta pensó alguna vez en autodirigirse, y finalmente lo logró. Chole Sevigny es Lizzie Borden en la pantalla. ¿Pero quién es Lizzie Borden? Para los que buscan referencias en todo, es la figura femenina que aparece en el jurado que enjuicia a Homero Simpson cuando termina comiéndose la tentadora rosquilla que le consiguió Flanders Satanás. Lizzie es conocida popularmente como la asesina del hacha. El 4 de agosto de 1892, presuntamente, aunque nunca fue condenada, asesinó a su padre y a su madrastra, empuñando el arma de marras de un modo frío y calculador. Tan frío como el resultado de El asesinato de la familia Borden. Craig William MacNeill tiene como único antecedente en el cine, The Boy. No, no la del muñeco que aparentemente cobra vida. Un thriller (muy) dramático, independiente, sobre un niño que crece en un pueblo rural, salvaje, y expresa conductas que revelan un costado muy oscuro. En su segunda película como director, MacNeill vuelve a hacer gala de un modo narrativo que decide inclinarse más por el drama que por la vertiente de género que insinúa la premisa; aunque de un modo menos críptico, y con menos sublecturas que en su ópera prima. En realidad, "El asesinato de la familia Borden" nos habla más de la represión, del querer y no poder, de la sangre contenida; más que de la sangre derramada. Como si se tratase de un capítulo largo de Mujeres asesinas; el film comienza exponiéndonos el crimen. Ya sabemos cuál es el resultado, y a raíz de las imágenes, podemos hacernos una idea por dónde vendrá la mano, olvídense de algo realmente jugado. Tal cual sucedía en el unitario de Pol-Ka, iremos conociendo varios aspectos de la vida de Lizzie Borden, haciendo foco en lo emocional, específicamente en la relación que esta entabla con Bridget (Kristen Stewart), la empleada doméstica con la que creará un potente lazo. Los Borden son una familia respetada, de alto nivel, y Lizzie, por supuesto, es la oveja negra. Es incomprendida, y mantiene una conflictiva relación con su padre Andrew (Jamey Sheridan), y mejor ni hablar de Abby, la madrastra (Fiona Shaw). Bridget es el único refugio, aunque ni siquiera eso es bien visto. En el guion de la debutante Bryce Kass, Lizzie es una mujer de avanzada, progresista, que busca liberarse de las ataduras para vivir una vida como quiere, pero sufre constantemente las consecuencias de la represión. El crimen será visto como el único escape. Todo nos lleva a sentir empatía por Lizzie y a comprender el por qué de los hechos cometidos. Nuevamente, similar a lo que sucedía en la serie argentina. Ya existen otras adaptaciones de la historia de Borden, como la reciente miniserie con Christina Ricci, que por una cuestión de extensión permitió un mejor desarrollo de las aristas del personaje. "El asesinato de la familia Borden" peca de un tratamiento demasiado solemne para un personaje supuestamente apasionado que vivía bajo las reglas de la represión. Como si el mismo MacNeill se impusiese esas reglas, el film discurre con una lentitud y una tranquilidad que no le permiten elevarse más allá del drama de época que cae en la trampa de escandalizarse por las mismos elementos sobre los que proclama liberación. En el elenco, Chole Sevigny, por supuesto, brilla, aunque ya la hemos visto componer roles similares a este. Una actriz adorada por el cine indie estadounidense, especialista en personajes parcos, de expresiones mínimas, de gran pesadumbres; todo lo que es Lizzie Borden. Kristen Stewart se ubica por debajo de Sevigny, aunque supera la media de sus criticadas composiciones habituales. La química entre ellas no es la más lograda, pero cumple. Del resto del elenco, Fiona Shaw impone su talento; aunque ninguna adquiere la dimensión necesaria en el guion. Charles William MacNeill logra en "El asesinato de la familia Borden" una propuesta correcta, elegante, refinada, de tonos opacos, y composiciones adustas. Pero sin el riesgo, la vena, y sobre todo, la pasión y pulsión que el hecho merecía. Es correcta, demasiado correcta.
Basada en hechos reales llega la historia de la Familia Borden compuesta por un padre rígido y autoritario, Andrew Jackson Borden, casado en segundas nupcias con Abby Durfee Gray y sus hijas, Lizzie Borden (la gran Chloe Sevigny) de 32 años, soltera y su hermana mayor Emma Borden,también soltera, fruto del matrimonio anterior de su progenitor con Sarah Morse. La relación entre Lizzie y su padre es desastrosa ya que ella tiene ideas de avanzada, es fuerte, cuasi feminista para la época y su padre es dominante y no concibe que levante vuelo, salga sola y tenga ideas propias. En ese momento llega a la casa la tímida Bridget Sullivan como empleada doméstica de 25 años, casi analfabeta, sumisa y, como se estilaba en la época (1892) además de limpiar soporta los abusos sexuales de su patrón en silencio. Su esposa lo sabe, pero calla. En el epicentro de la historia, que transcurre en Fall River, Massachusetts, está el interés amoroso entre Bridget y Lizzie, la fortuna de la familia que es disputada por todos, hasta por el tío John Morse y lo expuesto anteriormente. El 4 de Agosto de 1892 el matrimonio fue asesinado brutalmente con un hacha. Lo que sucede en el juicio sería spoilear todo, y si no saben la historia...Lo mejor es la recreación de época, las actuaciones de Sevigny y Stewart (más contenida, pero así es su rol) y el vestuario. Buena dirección de Craig William Macneill. ---> https://www.youtube.com/watch?v=ZJN4kV8F9AI ---> TITULO ORIGINAL: Lizzie ACTORES: Kristen Stewart, Chloë Sevigny, Kim Dickens. Fiona Shaw, Denis O`Hare. GENERO: Drama , Biográfica . DIRECCION: Craig William Macneill. ORIGEN: Estados Unidos. DURACION: 115 Minutos CALIFICACION: Apta mayores de 16 años con reservas FECHA DE ESTRENO: 29 de Noviembre de 2018 FORMATOS: 2D.
Lizzie Borden pasó a la historia como "la asesina del hacha". Acusada a fines del siglo XIX de matar brutalmente a su padre y a su madrastra en la pequeña localidad de Fall River (Massachusetts), fue finalmente absuelta por la Justicia de su país, pero su caso se transformó en una morbosa cause célèbre que todavía hoy despierta controversias. Chlöe Sevigny venía persiguiendo la idea de protagonizar esta historia hace un buen tiempo (por lo menos desde 2015, cuando HBO lanzó la serie The Lizzie Borden Chronicles, con Christina Ricci en el papel principal). Y lo logró, al asumir la producción de este film que generó controversia en el Sundance Festival, y al elegir personalmente a su guionista. Ese marcado interés se tradujo en una actuación fenomenal, a la altura de lo que esta notable actriz suele rendir, pero potenciada esta vez por la evidente química que logró con Kristen Stewart, capaz de construir con ella una relación sutilmente erótica, sugestiva, llena de matices. Entre todos los enfoques posibles de la macabra historia, Sevigny eligió la clave feminista: su papel es el de la víctima de un asfixiante patriarcado, lo que pone a la película en abierta sintonía con la actualidad. El eficaz trabajo de fotografía y el virtuoso diseño sonoro acentúan el clima de opresión y convierten a la lúgubre casa donde transcurre la acción en un (inquietante) personaje más del relato.
Fall River, Massachusetts, 1892. Lizzie Borden, semianalfabeta, epiléptica y ya casi solterona, encuentra a su padre tirado en el sofá con la cabeza destrozada. Luego la criada y una vecina comprueban que la madre tampoco está muy presentable que digamos. Pero más tarde alguien ve a Lizzie quemando un vestido supuestamente tinto en sangre. Nace la sospecha. Hay arresto, juicio, y absolución por falta de pruebas. Aún así, Lizzie Borden queda para siempre en la memoria popular como “la asesina del hacha”. Sobre este hecho los norteamericanos acumulan canciones infantiles, cuentos, piezas de teatro, películas, especiales de televisión, un musical y hasta visitas turísticas a la casa del crimen. Todavía discuten si la mujer era una ingrata o estaba loca. Y siempre hay quienes quieren reinterpretarlo todo. Así en esta versión producida por Liz Destro, Naomí Despres y Chloe Sevigny, con protagónico de esta última, Lizzie es una pobre joven dominada por el padre machista y degenerado y ninguneada por la madrastra y el hermano, hasta que llega bien elegante una criada irlandesa que le enseña a leer, le descubre el amor lésbico y se queda limpiando la ventana mientras la inocente criatura se desnuda para no ensuciar la ropa, y empieza a los hachazos como forma de enfrentar la sociedad patriarcal. La propuesta es moderna, lo mismo que la música. Las actrices son lindas, la fotografía es preciosa, la ambientación es bastante paqueta y la dirección luce refinada. El ritmo es deliberadamente despacioso, se va tensando de a poco, luego vendrá el remate, aunque sin demasiada fuerza.
Basado en el homicidio de la familia Borden en la ciudad estadounidense de Fall River en 1892, el thriller indie se adentra en la vida de Lizzie (Chloë Sevigny), la hermana menor del clan y en el periodo previo a los crímenes. La película -que se presentó en la última edición del Festival de Sundance- comienza seis meses antes de los asesinatos del patriarca y su nueva mujer, con la llegada de la nueva criada a la casa de los Borden, Bridget (Kristen Stewart). Maggie (el nombre que le designan cuando empieza a trabajar para la adinerada familia), una inmigrante irlandesa, no tarda en entablar una buena relación con la contestataria e independiente Lizzie. Lizzie, que es una adelantada para la época, se anima a ir sin compañía al teatro rompiendo con algunas convenciones sociales. Y hasta es capaz de desafiar a su perverso padre, Andrew (Jamey Sheridan), quien abusa de Bridget por las noches. BUENAS ACTUACIONES La segunda película de Craig William Macneill retoma la historia de Lizzie Borden que en varias oportunidades fue llevada a la pantalla. La más reciente fue en 2015 con la serie de televisión "The Lizzie Borden Chronicles", protagonizada por Christina Ricci. El filme gótico, que se siente un poco más largo de lo que dura, se desluce al no desarrollar con profundidad el aspecto psicológico de los personajes. Sin embargo, y teniendo en cuenta esta característica, las actuaciones sí realzan el relato. Chloë Sevigny ("Los muchachos no lloran") es perfecta para este papel y Stewart y Sheridan hacen lo suyo y se lucen en la cinta. Lo más interesante de "El asesinato de la familia Borden" es que ofrece una versión actualizada de esta historia en relación al empoderamiento femenino. Una película que se enfoca en la opresión que siente la protagonista por parte de su tirano padre y en cómo llega hasta las últimas consecuencias en una lograda escena gore.
El director, productor y guionista Craig Macneill es el responsable de este thriller psicológico, que narra una historia basada en hechos reales, y de la cual tuvo un contacto muy particular durante su niñez en Nueva Inglaterra, al vivir cerca de Fall River, lugar donde transcurre la misma. Durante su infancia, el asesinato de la familia Borden era un tema que se solía tocar cuando se hablaba de homicidios e historias aterradoras, sin embargo, el director de “The boy” (2016), decidió encarar el filme para contar, mas allá del asesinato en sí, las condiciones sociales y personales que rodeaban a Lizzie Borden, personaje principal del relato. Ambientada en 1892, “El asesinato….” nos presenta a los Borden, una poderosa familia de cierto nivel conformada por un padre dominante, su esposa, y dos hijas adultas que sufrieron no solo la pérdida de su madre, sino que también deben lidiar con la figura autoritaria de su padre. Lizzie (Chloe Sevigny), una de las hijas, no solo lleva una vida claustrofobica y solitaria, si no que sufre ciertos ataques que aparentemente no tienen una explicación médica: las peleas con su padre y su particular forma de ver la sociedad en la que vive la vuelven “la oveja negra” de la familia. La inesperada llegada de Bridget Sullivan (Kristen Stewart) cambiará la cotidianidad de Lizzie, y le dará el impulso y la confianza para llevar adelante una serie de decisiones que sola no hubiera podido afrontar. Macneill logra construir este vinculo a lo largo de la película con planos que recorren la intimidad de los mundos de ambos personajes y lo que pasa entre ellos cuando se encuentran, el director no le teme a la escenas arriesgadas, al contrario, las utiliza de forma inteligente y en buena dosis, evita lo obvio y no abusa de los recursos que plantea. Los flashbacks y flashforwards se complementan con el relato, que se toma su tiempo en profundizar con detalle las expresiones corporales, faciales, y los planos cortos que exhiben las emociones que los personajes atraviesan. El trabajo ambientación y dirección de fotografía son dignos de destacar, y mas allá de que la película no nos invita a recorrer diferentes locaciones (pues la historia se desarrolla prácticamente en la casa de los Borden), se logra crear el clima de intimidad y angustia que el relato contiene. Los trabajos de interpretación y composición de Chloe Sevigny y Kristen Stewart son impecables. “El asesinato…” es un filme muy bien logrado, que logra generar suspenso y seducir con sus actuaciones. Calificación: Muy buena. Manuel Germano
Hachazos contra el patriarcado Desde mitad del Siglo XX, la historia verídica de Lizzie Borden ha experimentado diversas representaciones en los formatos más inesperados: desde la literatura, la televisión y el cine, hasta el teatro musical y el ballet. La infame mujer se volvió un mito a lo 42 años, cuando fue acusada –y absuelta- de asesinar con un hacha a su padre, un rico terrateniente, y su madrastra en Massachusetts, en el año 1892. El asesinato de la familia Borden (Lizzie, 2018) trae el caso de vuelta a la pantalla grande, poniendo el acento en las relaciones intrafamiliares y la fragilidad mental de la propia Lizzie Borden. Chloë Sevigny (Los muchachos no lloran, 1999) interpreta a la atormentada mujer, en un proyecto que tomó de forma muy personal, poniéndole el hombro durante muchos años. Kristen Stewart, de marcada popularidad gracias a la saga Crepúsculo y Personal Shopper (2016), interpreta a la criada que vive en casa de la familia Borden, con quien Lizzie comienza una relación demasiado cercana para lo estándares de la mentalidad conservadora del Siglo XIX. Esta relación y los infames asesinatos se vuelven el corazón de un relato no lineal, que hace de la fragmentación un recurso sumamente efectivo para mantener a los espectadores en suspenso, incluso cuando más de uno podría ya conocer la historia. Es la primera vez que se cargan las tintas sobre una relación íntima entre Lizzie y la criada de la familia, dicho vínculo desarrollado por el guionista Bryce Kass como una de las tantas formas de ejemplificar cómo la sociedad patriarcal de aquel entonces minimizaba o directamente anulaba el rol de las mujeres tanto en el orden público como privado. Chloë Sevigny se luce dando vida a una mujer tal vez adelantada para el conservadurismo de la época, que no estaba dispuesta a dejarse llevar por delante, cueste lo que cueste. Kristen Stewart prueba ser un complemento acertado, y sigue dando señales de ser una actriz que aprendió a elegir muy bien sus roles, conforme se fue alejando del costado más banal de la industria. Todo transcurre dentro del hogar familiar, y la sensación de encierro experimentada por las protagonistas es palpable escena tras escena. El clima pesado se vuelve ominoso conforme pasamos de una secuencia a la siguiente, anticipando una tragedia anunciada cuya información nos es proporcionada a cuentagotas. Narrando una historia conocida de un ángulo renovado, El asesinato de la familia Borden nos mete de lleno en lo más íntimo de un relato que no necesita de golpes bajos ni momentos shockeantes para generar intriga en torno a un hecho que, 126 años después, parece seguir dejando tela para cortar.
Una casa que se parece demasiado a una prisión Aquí se sabe poco y nada sobre los crímenes de Andrew Jackson Borden y su segunda esposa Abby Durfee Gray, pero son una auténtica leyenda en un país con toda una mitología alrededor de la violencia como los Estados Unidos. Los cuerpos fueron encontrados con incontables hachazos en sus cabezas en un caserón de un pequeño pueblo del estado de Massachusetts en agosto de 1892. Aun cuando él tuviera unos cuantos enemigos producto de sus negocios con la compra de tierras a campesinos que no podían pagar sus créditos hipotecarios, todas las pistas señalaron como potencial culpable a su hija menor, y fruto de su primer matrimonio, Lizzie. Una culpabilidad que, sin embargo, nunca fue probada en la Corte, por lo que hasta hoy los crímenes permanecen impunes. Estrenada en el Festival de Sundance de este año, El asesinato de la familia Borden no indaga, como su título local haría suponer, en los pormenores de la causa ni en la investigación policial, sino en el complejo entramado familiar establecido puertas adentro de una casa donde el patriarca movía los hilos con mano de hierro, haciendo y deshaciendo a su voluntad. La primera escena transcurre inmediatamente después del hallazgo de los cuerpos, cuando Lizzie (una Chloë Sevigny a cara lavada) testimonia ante la policía con evidente nerviosismo, para luego retroceder seis meses hasta el primer día de trabajo de la joven irlandesa Bridget (Kristen Stewart, siempre enigmática y melancólica) como parte del servicio de mucamas. Las órdenes son claras: se hace lo que se le pide y está prohibido extralimitarse. Esa opresión opera como punto de encuentro entre ella y esa hija menor que no sólo carga con el mote de oveja negra de la familia sino también con una epilepsia que debilita aún más su posición frente a un padre intransigente y gélido. Tan gélido como la paleta de colores elegida por el director de fotografía Noah Greenberg, que ilumina los espacios con tonalidades claras pero sin brillo, como si en ese fuera de campo constante demarcado por las paredes externas de la mansión se viviera un día nublado eterno. Descastadas y solitarias, las dos establecen un vínculo que va de la curiosidad a una atracción física que no tardará en materializarse, para disgusto de un padre que por esas casualidades que suceden en el cine justo las ve. Resulta difícil saber si la relación entre ellas se debe a la consumación de un deseo genuino o a una manera de marcar las líneas de la cancha donde se disputa el juego de poder que las une aun cuando no lo parezca, pues el director Craig William Macneill apuesta por una distancia emocional con esos personajes que de dan monolíticos por momentos resultan impenetrables hasta para el propio guión. Ese carácter enigmático tiene más sentido en el último tercio, que inicia en el mismo punto donde arrancó la película pero ahora avanza hacia adelante. Los encuentros posteriores entre ellas, sumado a un largo flashback explicativo destinado a poner las piezas faltantes del rompecabezas en su lugar, coronan un relato que deja flotando el misterio sobre la verdadera personalidad de Lizzie, quien tranquilamente podría ser tanto una lunática como una víctima del maquiavélico sistema que papá Borden se encargó de construir y, por qué no, de terminar.
“El asesinato de la familia Borden”, de Craig William Macneill Por Jorge Bernárdez La historia de Lizzie Borden es en cierto aspecto un clásico relato folklórico. Lizzie fue conocida como “La asesina del hacha” a pesar de que no fue condenada por la muerte de su padre y su madrastra, que aparecieron masacrados en la casa donde vivía la familia Borden. Los asesinatos no fueron castigados y la razón fue que cuando el jurado se reunió a debatir el caso no pudo creer de esa familia tan acomodada surgiera una asesina feroz. En la película Chloë Sevigny interpreta a la tortuosa Lizzie y Kristen Stewart asume el papel de Bridget Sullivan, la humilde chica de servicio que trabajaba para la familia Borden y que entabló algo más que una amistad con Lizzy. El costado sexual de la historia de “La asesina del hacha” surgió mucho tiempo después, cuando los historiadores ahondaron en los aspectos que no aparecían en los legajos del juicio. Lizzy tenía ataques epilépticos y una personalidad intrincada que la ponía en la mira de su padre, que era un poderoso hombre de negocio muy conservador que no soportaba las excentricidades de esa hija que a los 32 años, era una persona que no se adecuaba a las convenciones sociales de la época. La película dirigida por Craig William Macneill se apoya en el ambiente opresivo en el que vivía Lizzie, a quien el padre amenaza con que la haría encerrar en un hospital o en un instituto donde pudieran tratarla. La llegada de Bridget es para Lizzie un aire nuevo dentro de esa casa donde vivía y que descubre un impulso amoroso, que por supuesto, era algo que al padre no le cabía en la cabeza. El relato es violento y asfixiante, las actuaciones de Stewart y Sevignny transmiten la ansiedad del impulso amoroso que no podía mostrarse y que solo encontraba escasos momentos para el encuentro. Así que en su oscura singularidad, La muerte de la familia Borden es casi una experiencia que vale la pena transitar. EL ASESINATO DE LA FAMILIA BORDEN Lizzie. Estados Unidos, 2018. Dirección: Craig William Macneill. Guión: Bryce Kass. Intérpretes: Chloë Sevigny, Kristen Stewart, Jay Huguley, Fiona Shaw, Jamey Sheridan, Kim Dickens, Denis O’Hare, Jeff Perry, Tara Ochs, Jay Huguley. Producción: Chloë Sevigny, Liz Destro y Naomi Despres. Distribuidora: Diamond Films. Duración: 105 minutos.
La familia Borden vive en un pequeño poblado, donde según el patriarca familiar, son vistos de reojo debido a los extraños comportamientos en sociedad de Lizzie. Cuando la nueva criada, Bridget “Maggie” Sullivan llega a la casa, Lizzie empieza a entablar una cada vez más cercana relación con ella, mientras turbios secretos familiares comienzan a salir a la luz, llevando todo a una perturbadora resolución. El asesinato de la familia Bordenrecrea los trágicos hechos que llevaron a Lizzie Borden a ser considerada la primera asesina en serie mujer conocida en Estados Unidos. Pero en lugar de regodearse en el atroz acto, el film decide mostrarnos qué es lo que llevó a la hija menor de este hogar, a ser considerada bajo tal terrible mote. Es por esto que El asesinato de la familia Borden se sustenta, casi principalmente, en las actuaciones de su elenco, sobre todo en la de sus dos protagonistas femeninas, Chloe Sevigny y Kristen Stewart; quienes a priori parece que no trasmiten demasiado, pero a los pocos minutos podemos ver, como pese a parecer dos témpanos de hielo; las mujeres están sufriendo un infierno por dentro. Por desgracia debemos mencionar el peor fallo de esta película, y es que pese a durar apenas una hora cuarenta de metraje, el relato sufre unos bajones de ritmo tremendos, logrando que la historia parezca del casi el doble. Además, debemos sumar, que al final se muestra un extenso e innecesario flashback, mostrándonos que fue lo que realmente pasó, en lugar de jugar con el espectador para que este saque sus propias conclusiones. Pero como dijimos, El asesinato de la familia Borden no se regodea en el crimen en sí, y por ende, no estamos ante un policial clásico, sino que el drama cobra prioridad en el relato. Sobre todo, en lo referente a la relación que tenía Lizzie con su conservador, pero a la vez manipulador padre. Eso sí, quizás estemos ante uno de los personajes más desechables e innecesarios del año, porque Emma Borden, solo está en la película, porque en verdad existió en los sucesos reales, y no porque aporte algo a la trama. El asesinato de la familia Bordentermina siendo una buena película, pero es de esas que cuesta recomendarla, ya que tampoco es una maravilla, o perdurará en la memoria de los espectadores. Solo podemos decir que cumple en mostrarnos los hechos (para muchos desconocidos) que llevaron a tal masacre, un par de buenas actuaciones y no mucho más. Apenas destacable en una época del año donde no tenemos grandes estrenos.
Inspirada en un hecho real, todo comienza en el 4 de agosto de 1892 en Fall River, Massachusetts (Estados Unidos), mostrando algo trágico que pasó en una enorme mansión, un hecho policial que tuvo una gran repercusión. El relato se traslada a cuatro meses antes para conocer un poco mejor y ver como se llega a ese día negro. Una familia adinerada y muy conocida por sus negocios, Andrew Borden (Jamey Sheridan, “En primera plana”) vive con sus dos hijas: Emma Borden (Kim Dickens, "Perdida". Un guión que no la deja destacar) y Lizzie Borden (Chloë Sevigny, "El muñeco de nieve"), al ser viudo se casa con Abby Borden (Fiona Shaw, "Harry Potter y las Reliquias de la Muerte - Parte 1”) pero sus hijas nunca aceptaron a esta mujer. Ellas viven bajo un régimen autoritario, severo y bajo un reglamento, en esa casa se vive aun con luz a vela, a pesar que ya existe la luz a gas, la que más se opone a todo es la rebelde Lizzie cuyos días van a cambiar cuando ingresa a trabajar como criada de Bridget Sullivan (Kristen Stewart). A partir de ese momento es como que se encuentra con su hermana gemela, se acompañan, se descubren y construyen un vínculo muy fuerte. Pero a pesar de todo esto Lizzie sufre por parte de su padre el abuso psicológico y Bridget, el físico por parte de su patrón, debe callar y no puede denunciar a un hombre tan poderoso. Las mujeres en esa época viven al margen de todo, deben someterse a las costumbres, donde el hombre dominaba y si las esposas eran engañadas debían callar. Pero la mala relación entre su padre y madrastra se acrecienta en la vida de Lizzie, ante una fuerte discusión Andrew la amenaza con internarla en un psiquiátrico, era una excusa perfecta porque ella sufría ataques de epilepsia algo que no se conocía mucho entre la sociedad. Y para colmo aparece el tío John Morse (Denis O'Hare, "Dallas Buyers Club: El club de los desahuciados") un vivo que pretende administrar y sacar sus ganancias de esta familia. La trama cuenta con la valiosa actuación de Chloë Sevigny (productora de la película) apoyada por varios primeros planos, logra una estupenda interpretación Jamey Sheridan, al igual que Denis O'Hare, esta correcta Kristen Stewart y resto acompaña bien. A pesar que varios espectadores conocen el desenlace y aunque tenga cierta lentitud, es una apuesta inteligente, atrapante, llena de misterio y de teorías, proporcionando una visión de los hechos, es un drama que va mezclando el thriller, espeluznante, dentro de una atmósfera gótica asfixiante, con una correcta ambientación de época, fotografía y perfectas tonalidades. Este personaje fue conocido dentro de las crónicas policiales como "La asesina del hacha", también se vio en otras películas y hasta en la televisión incluyendo un capitulo de los simpsons.
El 4 de agosto de 1892 Lizzie Borden (presuntamente) asesinó a su padre y a su madrastra, para luego comparecer ante un juzgado como la principal sospechosa. Más de cien años y dos décadas después, su historia continúa siendo rescatada como un ejemplo de la opresión del hombre por sobre las mujeres. Opresión que, desde hace tiempo, se instaló ya en la sociedad con un término mucho más específico: patriarcado. Puede que la historia sea oportunista, sí, pero eso no quita lo interesante del caso, que tiene como protagonistas a dos mujeres víctimas de un mismo hombre: padre, en el primero de los casos, patrón en el segundo, aunque la diferencia aquí es mínima). Así, Lizzie Borden, hija (Clöe Sevigny), se alía con Bridgitte, empleada doméstica (Kristen Stewart), para vencer a un enemigo común, aún cuando la metodología para llevar esto a cabo es motivo de disputa entre ambas. No se trata esto de un spoiler: el director Craig William Macneill presenta el asesinato ya desde la primer escena, dejando en claro que su intención es adentrarse en la cabeza de estas dos mujeres, y comprender qué las llevó al premeditado estallido de violencia. Aunque por momentos redunda en la sobredescripción de las penurias de Lizzie, El Asesinato de la Familia Borden es una película prolija que, sin bajada de línea explícita (aunque sí evidente) atrapa desde el género thriller. Partiendo de un caso abierto (a Lizzie Borden no se la condenó por el crimen, irónicamente, por un prejuicio machista, y sólo se la presume culpable en una relectura de la historia), Macneill prefiere asumir que su interpretación es la válida y a cambio en lugar de un whodunit (suspenso que se concentra en el “¿quién lo hizo?”) por un whydunit (“¿por qué lo hizo?”).
La historia de Lizzie Borden (una mujer sospechosa de matar a su familia a hachazos y salió libre a fines del siglo XIX) ha dado lugar a múltiples adaptaciones. Aquí, con algún eco lejano de “La Ceremonia”, aparece el posible amor (sexual) entre Lizzie y una criada, y al sexo en sí como desencadenante del caso. Historia de represión y liberación en clave sórdida, hay algo de “aggiornamiento” políticamente correcto que molesta, pero el suspenso funciona bien.
Como barril de pólvora Basado en hechos reales, no es la primera vez que la historia de esta tragedia es llevada al cine. Todavía sin aclarar, los responsables de la nueva traslación hacen hincapié en las versiones que más se sostuvieron Que toma a la hija menor de la Familia, Lizzie Borden (Chloë Sevigny) como principal sospechosa. Sin embargo el texto fílmico, a partir de instalarse como un gran racconto, rupturas temporales mediante, profundiza en las vivencias posibles y cuestiones intimas del personaje. Esta idea de construir el relato sostiene el suspenso a partir de lo no dicho, el filme abre con el descubrimiento de algo que altera a Lizzie y se traslada a 6 meses antes. Al interrogatorio a la que es sometida. Es por eso que por momentos parece que hay dos narradores, el omnisciente de siempre, el director y el otro, ella omnipresente, sin solución de continuidad ni saltos que perturben el curso de la historia que nos es contada. El resultado es la inmediata empatia con esa joven que en el momento de los eventos transitaba la tercera década de su vida, ya casi declarada solterona. Lizzie a partir de su presentación, construcción y desarrollo del personaje, es mostrada como una mujer que va adelantada a su época, afianzado esto además por la relación demasiado cercana que establece con Bridget Sullivan (Kristen Stewart), la mucama de la familia. Ambas comparten un mismo derrotero en la vida de maltrato y opresión. En el caso de la finalmente acusada de los asesinatos que nunca pudo establecerse fehacientemente. El filme se termina instalando en un muy buen ejemplo de thriller psicológico, sustentado por la muy buena dirección de arte, la fotografía, la escenografía y el vestuario puestos al servicio de la narración. La elección del tratamiento, cada plano dura lo que debe durar para instalar la información necesaria a fin de ir instituyendo un camino sin retorno. Sin embargo lo más importante termina siendo la actuación de la actriz nominada al Oscar por “Los muchacho no lloran” (2000), sobre ella recae todo el peso del filme y sale airosa, muy bien acompañada por Kristen Stewart y el resto del elenco. Todo puesto al servicio de un marco que va proporcionando la idea de que algo está por suceder, ya sabemos que es así, sin embargo cuando explota las formas, el cómo, lo establecen, sorprende. (*) Realizada en 1998, por Goran Paskaljievic.
DRAMA POR SANGRE Un suceso basado en hechos reales hace 126 años puede aún seguir siendo un interesante relato contado desde otra perspectiva más dramática, opresiva y, por qué no, cuasi justificativa de eventos a posteriori. Este es el eje central de El asesinato de la familia Borden, que aprovecha para desglosar una historia criminalística cuya principal culpable quedó absuelta más por su status social de época que por falta de evidencias. Un evento que marcó a la opinión pública de Estados Unidos de finales del Siglo XIX pero que, sin embargo, en este film es resuelto a través de un drama dentro de una sociedad ultraconservadora y de autoritarismo masculino. Lizzie Borden -interpretada soberbiamente por Chloe Sevigny- es la hija menor y “solterona” con una hermana en las mismas condiciones de una familia acomodada, cuyo padre patriarcal se rehúsa a utilizar los avances de la tecnología del momento más por un perfil tacaño que por adherir a una filosofía romántica del pasado. También rondan por allí una vieja madrastra que tiene una relación chocante con Lizzie y un muy siniestro y codicioso tío que sueña con hacerse de la gran fortuna de los Borden. A esa casa llega una joven (Kirsten Stewart) como empleada doméstica, siendo explotada por su patrón en contraposición a un interesante y tal vez enriquecedor lazo de amistad con Lizzie. En medio de esa opresión y hermetismo latente en ese caserón, Lizzie desafía en toda ocasión social a su padre, al mismo tiempo que le muestra la mayor amabilidad a Lizzi, enseñándole que las mujeres deben ser respetadas en sus derechos. El film de Craig William Macneill opta por dos historias paralelas que se entrelazan y van y vuelven en el tiempo. Por una parte, la amistad entre estas dos mujeres de diferentes estratos sociales, y por otra, el clima de hostigamiento infundado por el jefe de hogar hacia las féminas que habitan en ese hogar, con conductas que abarcan el autoritarismo, engaños y violaciones. Un ambiente asfixiante propicio para que este drama con mezcla de thriller pida a gritos una heroína que traiga justicia a esa agravante situación. El realizador logra con su perspectiva mantener el suspenso aún para el público conocedor de esta historia, que queda distraído en la primera etapa dramática de sufrimiento hogareño para luego sorprenderse -una vez más- junto a quienes desconocen este caso histórico con lo mayor crudeza posible. Y opta por humanizar a Lizzie Borden como una mujer de una fuerza y entereza que a pesar de su enfermedad epiléptica se desborda a una resolución inteligentemente premeditada. De esta forma, le quita todo ese halo psico-killer que caracterizó a la figura de Borden como parte de la cultura folklórica de Estados Unidos. El asesinato de la familia Borden -un título que no simboliza auténticamente al film- es un claro ejemplo de otras visiones más humanizadas que se contraponen a mitos de personajes seriales conceptuados como bestias aborrecibles. Con ello, el director no busca tomar una postura sino otorgar una visión creativa y diferente, con una vuelta de tuerca más productiva y madura.
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