La historia está situada en La Ciotat, un pueblo cerca de Marsella que solía atraer mucho turismo por su puerto. Debido a su cierre hace 25 años, dicha afluencia decayó. A partir de esta situación, un grupo de alumnos de un taller literario y su facilitadora, Olivia Dejazet (Marina Fois), se reúnen varios días a la semana para debatir y componer una novela de suspenso. Pero, como la escritura nunca está exenta de cotidianidad, el guión también sigue a Antoine (Matthieu Lucci), uno de los alumnos, para cuestionar los alcances de tal actividad. El atelier, que formará parte del Festival de Cine Francés, atiende a preguntas sobre la utilidad de un taller de escritura frente a los conflictos culturales y políticos de sus alumnos. Sin buscar respuestas fáciles, se deja tentar por la composición de una novela de suspenso a varias manos. El desarrollo de esta actividad es la excusa para ahondar en las interacciones entre los participantes, sobre todo entre la facilitadora y Antoine, el alumno más rebelde del grupo y, en contraste, el más comprometido. El ambiente de los talleres literarios puede ser un cúmulo de creatividad que, bien orquestado, concluye en una creación que traduce en palabras y pone en perspectiva una o varias realidades. No obstante también puede conformar un ambiente muy aislado de la vida cotidiana de sus participantes. Laurent pareciera saber esto y por ello hurga en el resto de la rutina de Antoine: nadar en el mar, reunirse con sus amigos, visitar a su primo, encerrarse en su habitación a escuchar música y jugar videojuegos. Cantet juguetea incluso con la posibilidad de que la misma rutina del dúo se convierta en un film de suspenso debido al sospechoso retraimiento de Antoine y la curiosidad de Olivia. Pero no cae en la tentación de un final sorpresivo con muertes y sangre. En cambio, Cantet opta por un enfrentamiento con la propia esterilidad que puede asomar en un taller literario. No cae en giros que distraigan de lo verdaderamente importante. ¿Qué pasa si Olivia es exitosa en su taller, como confiesa desearlo en un principio? ¿Qué privilegio implica ser capaz de escribir bien una novela de suspenso y llevar a cabo un taller de escritura? Estos son interrogantes que se entrevén en la lectura que hace Antoine al final, frente a sus compañeros de taller y a la facilitadora. La suya es una reflexión sobre ese privilegio efímero que puede sentir la persona que escribe bien y que, al mismo tiempo, debe ser capaz de cuestionar tal sensación por encima de otras actividades que puede desempeñar. Visto así, el film fascina de la manera más humilde con un cierre sencillo sobre las capacidades que dejamos dormir para llevar una vida común y mucho más auténtica que los enredos intelectuales donde se entrampan los escritores. Sin convertirse en una crítica al oficio, El atelier es el retrato de una sociedad reunida en este pequeño taller, complicada por migraciones ancestrales y contemporáneas que han llevado a Francia a conflictos sociales frecuentemente evocados a lo largo del metraje. Y el objetivo de la película no es tomar posición, sino exponer discusiones breves para brindarle perspectiva a este pequeño pueblo. Dicha perspectiva aborda la vida a través de la literatura, subterfugio en el que unos se escoden y otros se enfrentan a sí mismos; esta vida de los mismos caminos recorridos a diario una y otra vez, del mismo puerto expuesto como estandarte abandonado del pueblo; vidas sin grandes pretensiones y extensos recuerdos de una historia conflictiva. Al final, es esta vuelta a la anonimia por la que Antoine opta lo que le brinda una fuerza quieta al film. Como sugiriendo que la vida escrita puede salvar, pero únicamente a través del engaño. En tal sentido, el trabajo mancomunado del elenco brinda confianza en los personajes sin grandes alardes actorales. Hay enfrentamientos y reflexiones al borde de los días, solo que el silencio los fijará en un conflicto sin solución, excepto que se elija un regreso a los quehaceres cotidianos.
Peligrosa curiosidad El Atelier (2017) abrió Les Avant Premiere. La película del respetado director francés Laurent Cantet, quien también pasó por Argentina para presentar el material, es tal vez la más astuta en la muestra. Escrita por su socio Robin Campillo, el intimidante relato invita al espectador a ser temerario y descubrir qué se esconde detrás de los textos de un joven aprendiz de guionista. Luego de pasar por el festival de Sevilla y Cannes (en la sección Una Cierta mirada) Les Avant Premiere consigue traer a nuestro país una pieza digna para festejar los 20 años de la muestra, algo así como la frutilla del postre. Ya habíamos tenido pruebas de que el dúo Laurent Cantet-Robin Campillo (director de la aclamada 120 pulsaciones por minuto (120 per minutos, 2017)), funciona muy bien. Sucedió con Hacia el sur (Vers le sus, 2006) y la ganadora de la palma de oro Entre los Muros (Entre les murs, 2008). Ahora vuelven a destacarse con la historia de un joven que asiste a un taller de escritura conformado por varios chicos, los cuales funcionan como representación social de la Francia actual. Un africano, dos musulmanes, la profesora con ADN europeo y, entre otros, Antoine, nuestro protagonista. Se le da muy bien, sobre todo a Campillo, esto de conformar un elenco coral, joven y enérgico, volcarlo en una clase, para luego desprender a uno del grupo e ir desglosándolo hasta transformarlo en la figura a seguir. Es así como descubrimos a este muchacho retraído, que no le interesa mucho coincidir con sus compañeros, y mucho menos con los padres, quienes casi no tienen peso en el argumento. Los que recuerden el rostro argumentativo en Elle - Abuso y seducción (Elle, 2016), no podrán dejar de imaginar en el papel de la profesora Olivia (interpretado por Marina Foïs) a Isabelle Huppert. El personaje le calzaría justo, no solamente en lo actoral, sino también por la historia, donde hay momentos en los que El Atelier parece ser hermana de la producción de Paul Verhoeven. Hay niveles de seducción moral-intelectual altísimos (y hasta alguna escondida pulsión sexual) que empieza a jugarse cuando la profesora observa lo atosigante que resulta ser su alumno para el resto. La plasticidad de Antoine para defenderse de sus polémicos textos sobre la violencia atrae a conocer al hermético personaje creado por estos dos realizadores de extirpe guionista. A pesar de su provocador y peligroso silencio, queremos saber más sobre su vida. La suma de todas las partes, a las que merecen ser agregadas ciertas características del cine de Michael Haneke (sobre todo en los momentos donde el chico espía a su profesora) construyen una película temeraria. Conocemos, al igual que Olivia, el peligro de sumergirse en la mente del joven, pero aun así decidimos continuar. Hasta las últimas consecuencias.
Laurent Cantet, con el guión de Robin Campillo y el propio director, que se ocupa de la educación como en “Entre muros”. Pero en este caso con un taller literario, dictado por una escritora famosa a un grupo de seleccionado de estudiantes. En una primera parte esos chicos representan la composición de la sociedad francesa actual, con musulmanes, inmigrantes africanos, un chico con cierta simpatía por la extrema derecha, que discuten con la excusa de buscar el argumento de una novela sobre su ciudad, Ciotat, cercana a Marsella y Toulon. Al invocar recuerdos familiares reviven lo que fue ese puerto, un astillero importante que daba muchos puestos de trabajo, las luchas obreras y la comparación con la actualidad, un lugar olvidado que a lo sumo construye embarcaciones para gente muy rica. Pero también se discute sobre literatura, sobre el papel de la profesora, la importancia de la creación. En la segunda parte comienza una tensión muy especial entre la profesora y ese alumno que no concuerda con nadie, que gusta de las armas, que la espía, en un punto la acosa y amenaza. Construida con talento e inteligencia, con un suspenso que replica esa novela hecha a varias manos, con un fuerte ingrediente sexual y misterioso. Atractivo e interesante filme.
Laurent Cantet vuelve al cine con una historia que en una primera repasada posee muchos más puntos en común con “Entre los muros” que con sus predecesoras. Un grupo de adolescentes sin futuro aprenden a través de la escritura a potenciar sus habilidades o, directamente, dejarlas de lado. Sin la profundidad a la que nos tiene acostumbrados, esta irregular película no vuela como las anteriores, pero vuelve a reposar su mirada en los jóvenes y las posibilidades de un futuro.
Marcas sociales de un taller literario Una profesora de literatura y sus alumnos alimentan la descripción realista de un ámbito portuario en Francia, con una estructura que toma prestados elementos del thriller. Elegir ciertas palabras y no otras: esa es la cuestión central en la vida profesional de cualquier escritor. Y, desde luego, decidir cuál es la historia que se desea contar. Eso es lo que desea transmitirles a sus alumnos Olivia Dejazet, la escritora y circunstancial docente interpretada por Marina Foïs en El atelier, el último largometraje de Laurent Cantet que, a casi diez años del estreno de Entre los muros, es también su primera película rodada en Francia en mucho tiempo. Pero Olivia no es una profesora cualquiera y el grupo de jóvenes que asiste a sus clases no pertenece a una elite cultural. El lugar es La Ciotat, cerca de Marsella, una ciudad portuaria que supo ser en el pasado un centro de construcción de grandes navíos y que ahora, luego del cierre de una gran cantidad de empresas durante las últimas dos décadas, ha debido reconvertirse y dejar de lado esa idea de pertenencia a un sitio a partir de la ligazón con los pormenores del oficio. Los estudiantes del atelier de madame Dejazet son los hijos y nietos de esos trabajadores de puerto, constructores y artesanos marítimos –varios de ellos, a su vez, hijos y nietos de inmigrantes de países africanos–, habitantes de una Europa muy distinta a aquella conocida por las generaciones anteriores. Nuevamente con un guion coescrito junto a su habitual colaborador Robin Campillo (el director de 120 pulsaciones por minuto), Cantet intenta cruzar en El atelier –como ya lo había hecho en El empleo del tiempo– la descripción realista de un ámbito social, la preocupación por el estado de ciertas cosas y una estructura que toma prestados elementos del thriller o, si se quiere, del film de suspenso. En este caso, asimismo, la cuestión de la creación literaria adquiere un peso de enorme relevancia y es reflejo a su vez de la construcción narrativa de la película. Muchas preguntas. ¿Cómo crear un relato de tintes policiales que incluya una mirada política sobre ciertos hechos del pasado, como la férrea resistencia de los trabajadores portuarios al desguace de sus fuentes de trabajo? En esa creación colectiva de los alumnos, ¿puede incluirse la acuciante cuestión de los conflictos generados por las corrientes migratorias contemporáneas? ¿Y qué decir del resurgimiento de los nacionalismos más endurecidos y de su primo cercano, la xenofobia? Las discusiones entre los jóvenes –muchas veces intensas y, en algunos casos, hirientes–, la mirada colectiva sobre ese grupo de personajes (interpretados por actores sin experiencia previa en la pantalla) comienza a cederle el lugar a la relación entre la docente y uno de sus alumnos, Antoine (el también debutante Matthieu Lucci), un muchacho de tez blanca sumamente inquieto que, en algunos de sus ratos libres, se reúne con amigos a beber, a jugar a la videoconsola y a practicar tiro con un arma de fuego. La visita nocturna y sigilosa de Antoine y compañía a un campo de refugiados impone una primera nota inquietante, que a partir del momento en el que el muchacho comienza a seguir y a observar de cerca a Olivia adquiere tintes hanekianos (a pesar de ello, Cantet nunca echará anclas en las aguas crueles en las que suele bañarse el cineasta austríaco). El atelier alternará el punto de vista de ambos personajes –la mujer parisina y el muchacho de La Ciotat– al tiempo que el interés de la primera por el segundo –en principio como sujeto de investigación para una futura novela– comienza a tornarse un tanto peligroso. Más allá de la construcción de las jugosas escenas de discusión en clase –durante la cuales se debaten cuestiones formales, pero también se habla sobre el ataque terrorista en el club Bataclan– y de una excelente secuencia en la cual los estudiantes recorren los abandonados talleres portuarios, El atelier nunca termina de forjar su objetivo autoimpuesto, esto es que el choque entre la escritora parisina de clase media y el joven de familia trabajadora encarne en una dialéctica donde se pongan en tensión distintas miradas sobre el mundo. Hay algo superficial e incluso trivial en la manera en la cual el film termina describiendo a esos dos personajes: la pequeñoburguesa que escribe novelas violentas, pero no logra comprender las motivaciones de determinadas reacciones más allá de lo puramente literario, y el muchacho obsesionado con el culto al físico y los cuerpos militares de elite que parece estar a un par de años de ingresar a un partido de extrema derecha. La escena climática es el mejor ejemplo de esa imposibilidad simbólica, a tal punto que termina pareciéndose al texto amateur de los alumnos de un taller literario.
El francés Laurent Cantet vuelve a la exploración de la realidad y de las generaciones jóvenes -como sucedió en la laureada Entre los muros- con la historia de un taller de escritura donde chicos de clase obrera, bajo la tutela de una escritora consagrada, deben construir un thriller. Uno de los jóvenes es especialmente conflictivo y eso desata toda clase de tensiones. El film funciona muy bien en su naturalismo, pero intenta abarcar demasiados temas (vida digital, falta de futuro, racismo, etcétera) y, en ello, pierde fuerza.
El estupendo director de Entre les murs o Recursos Humanos vuelve a interesarse por la dinámica entre los distintos actores de un aprendizaje. El atelier se mete en la de un grupo de adolescentes que participan de un taller literario, dictado por una escritora exitosa -Marina Foïs-. Allí hay chicos que vienen de contextos sociales difíciles, y entre todos juegan, o trabajan, a construir una ficción. Habrá tensiones, entre ellos y con la profesora, que van ganando terreno en esos juegos de palabras, y no mucho más hay, y conviene, decir sobre el argumento. Sí, una película francesa de gente hablando, pero filmada por un director que ha demostrado su capacidad para hacer de eso un artefacto tan atrapante como cualquier ficción bien contada. Aunque El Atelier es menos ágil y atractiva que sus films anteriores, más áspera y densa, en su dispositivo intelectual puesto en escena.
El atelier, de Laurent Cantet Por Gustavo Castagna Estimulante retorno del mejor Cantet luego de divagar en guiones ajenos y en historias divorciadas de su mundo. Ocurre que el director de Entre los muros (aquí la entrevista) vuelve a bucear en la paleta multicultural e ideológica de la Francia de estos días a través de un grupo de jóvenes coordinados por una novelista y profesora (estupenda y bella Marina Foïs). Como hiciera en aquel film premiado en Cannes, Cantet establece un debate dialéctico entre opiniones contrastantes que anclan en ese micromundo que caracteriza a Francia, y no solo a este país, sino a buena parte de la Europa contemporánea. Puntos de vista diferentes, discusiones sobre el mundo global y sus pretensiones y alcances económicos y religiosos, desenmascaran a un paisaje, que en el caso del cine de Cantet, se circunscribe a aspectos teóricos y reflexivos, ajenos a la acción. Sin embargo, entre los alumnos, sobresale Antoine (Matthieu Lucci, notable novedad actoral), con un pasado y presente al borde de lo ilegal, a través de un personaje que fusiona realidad y ficción y que no abandona la tensión que se establece entre la literatura y lo “real” Este personaje – también “teórico” – y en constante enfrentamiento con la profesora y coordinadora será el eje conductor durante la segunda parte de la película. Acá El atelier coquetea con la tensión sexual entre ambos personajes ubicados en dos universos ideológicos contrapuestos. A Cantet se lo presume cómodo mostrando los paseos de Olivia (la profesora) por las playas de Ciotat (ciudad anclada entre Marsella y Toulon), acaso tratando de discernir el enigma que tipifica al joven “rebelde”, tal vez exhibiendo una sutil curiosidad que excedería el aspecto teórico para, de alguna manera, sustituirlo por el deseo sexual y así estar a solas con Antoine. En esas escenas la película roza los cuerpos pero termina eligiendo las miradas profundas e inquisidoras entre los dos personajes, volviendo a ubicar a la interrogación teórica y a las pulsiones que se establecen entre la literatura y la realidad por encima de la concreción del deseo (no solo sexual, también ideológico y / o político). Interesante propuesta de Cantet que revalida aquella importancia dentro del cine francés que había adquirido con Recursos humanos y El empleo del tiempo. Cabe aclarar que en el guión de El atelier reaparece su colaborador Robin Campillo, de quien este año se conociera la galardonada 120 pulsaciones por minuto. Entones, ¿se estará ante el dúo perfecto dedicado a describir una zona borrosa y poco contemplada en la cinematografía francesa? Por los resultados, más que seguro. EL ATELIER L’ atelier. Francia, 2017. Dirección: Laurent Cantet. Guión: Robin Campillo y Laurent Cantet. Fotografía: Pierre Milon. Producción: Denis Freyd. Intérpretes: Marina Fois, Matthieu Lucci, Florian Beaujean. Mamadou Doumbia, Mélissa Gilbert. Duración: 113 minutos.
La película que abrió Les Avant Premiere y que formará, por supuesto, parte del Festival de Cine Francés está dirigida por Laurent Cantet y nos traslada a La Ciotat, un pueblo costero que solía atraer turistas hasta que el puerto cierra. En ese lugar un grupo de alumnos de distintas nacionalidades comparte la idea de escribir una historia de suspenso comandada por la guía y famosa escritora Olivia Dejazet (Marina Fois). En los numerosos y calurosos días de verano, el curso toma distintos caminos, desde la discusión acalorada hasta el intercambio de opiniones más tranquilas, mientras Olivia intenta oficiar de mediadora, a veces con éxito. Otras, no. El otro gran protagonista, además de Olivia es Antoine (Matthieu Lucci) un adolescente de apariencia tranquila pero con un torbellino en su interior. En su vida cotidiana va a nadar, sale con su primo, vive en familia, escucha música y escribe. Pero hay algo en él que lo hace cuestionar cada idea de sus amigos que hace que no le caiga bien a nadie, es más, están más tranquilos cuando él no está. Un día trae un fragmento escrito por él que genera incomodidad por lo violento y a partir de allí todo cambia. Su obsesión por Olivia y una tensión sexual entre ellos que hace que llegue a espiarla y un poco más (que no voy a adelantar acá) hacen de El Atelier un film distinto por donde se lo mire. Nuestra Opinión: Muy Buena Raquel Flotta Prensa --->https://www.youtube.com/watch?v=0uWIa14RFHw ACTORES: Marina Foïs, Matthieu Lucci, Florian Beaujean. GENERO: Drama DIRECCION: Laurent Cantet ORIGEN: Francia.DURACION: 114 Minutos CALIFICACION: Apta mayores de 13 años con reservas FECHA DE ESTRENO: 12 de Abril de 2018
Tras la fallida experiencia con otros guionistas en Regreso a Itaca, el director francés Laurent Cantet volvió a trabajar con su anterior colaborador, Robin Campillo (que a su vez es el director de la multipremiada 120 pulsaciones por minuto), para un film que en su forma y en su esencia remite a Entre los muros, película que le valió la Palma de Oro en el Festival de Cannes 2008. Marina Foïs interpreta a Olivia, una novelista de prestigio que viaja a La Ciotat, pequeña ciudad entre Marsella y Toulon, para dar un taller literario en el marco de un programa de inserción social con la participación de siete jóvenes que representan y sintetizan la diversidad étnica y religiosa de la Francia actual. El realizador de las notables Recursos humanos y El empleo del tiempo filma las discusiones con los mismos dispositivos que antes utilizara para registrar las charlas estudiantiles de Entre los muros, y el resultado es igual de valioso, ya que los muchachos y las chicas van exponiendo sus contradicciones y frustraciones, sus incomodidades y rencores. Durante la segunda mitad, la película se concentra en la relación entre la profesora y Antoine (Matthieu Lucci), un joven rebelde y provocador. La tensión sexual entre ambos y las cuestiones políticas que los rodean llevan la trama hacia nuevos rumbos (no siempre del todo convincentes), aunque El atelier jamás pierde su intensidad, su inteligencia ni su humanismo. El mejor Cantet, por suerte, está de regreso.
Laurent Cantet no es ningún extraño para los consumidores de cine francés. Sus películas Recursos Humanos (1999) y Entre los muros (2008) dieron a conocer a un director con una mirada humanista en sus historias, que nos juzga a los personajes y las distintas pluralidades de opiniones. L’Atelier es su nuevo trabajo en donde vuelve a trabajar con los temas que le interesan. Un grupo de personajes trabajando mientras la cámara los filma como si de un documental se tratara, algo que ya había desarrollado en Entre los muros. Lejos de los artificios del cine, los actores se mueven naturalmente y logran que se deje pensar que lo que se ve es en realidad una interpretación. De ahí que lo que dicen los personajes sobre la política, la violencia racial e inclusive temas banales suenen tan reales. Pero también como los protagonistas que trabajan sobre una novela de misterio en un taller, Cantet ensaya cierto tipo de cine suspenso ligado a Alfred Hitchcock con una conseguida tensión entre los dos personajes principales. Esto termina siendo lo mejor de esta nueva incursión del director francés en el cine, son esos pequeños momentos que le dan vida a una película que constantemente hace pensar en otras de sus obras. No ayuda que el conflicto del personaje principal interpretado, eso sí convincentemente, por Matthieu Lucci, sea tan poco atractivo, sobre todo en comparación con el personaje de Marina Fois que brilla en cada escena opacando a los demás actores. Al final de la película en una especie de despedida del personaje principal y porque no en parte discurso del propio director argumenta el porqué de su conflicto y problema: La respuesta es sencilla: Estaba aburrido ¿Esta Cantet aburrido de su cine y de sus temas? O ¿está buscando alguna manera de mezclarlo con otros géneros? L’ Atelier no es una mala película pero no es lo mejor de su director, alguien que logro que el drama humano, los pensamientos de sus personajes y su acercamiento a los distintos grupos sociales sea interesante.
El atelier del título es lo que acá llamamos un taller literario. En este caso, un taller de verano cumplido entre una autora de novelas policiales y un puñado de jóvenes desocupados. Para ellos es la posibilidad de ganar puntos en una planilla de vacantes y de paso aprender algo. Para ella, es la ocasión de ganarse unos euros mientras elabora una nueva obra, todavía verde. Hay algo más: la editorial que la contrata espera que de ese taller salga una novela colectiva digna de ser publicada. Eso es interesante. Los chicos viven en una ciudad que perdió su principal fuente de trabajo. Barajan entonces una historia relacionada con despidos y venganzas, o acaso algún "accidente" mortal más o menos justiciero. Todo iría bien, si no fuera por un amargo buscapleito que arruina cualquier propuesta. Un tipo altanero, bien formado, blanco (el único blanco del grupo). La escritora le pone especial atención. Y descubre un costado inquietante. Parece solitario pero tiene ciertas amistades. También tiene un revólver. Muy representativo el comienzo, con el videojuego de un guerrero medieval tirando mandobles al aire. También los dos finales. Y entre medio, una buena cantidad de charlas y situaciones interesantes, bastante creíbles, para masticar a la salida. Buenos intérpretes, casi todos noveles, y buen autor, Laurent Cantet, el de "Recursos humanos", "El empleo del tiempo" y "Entre los muros".
Quien pasó por un taller de escritura sabe que allí afloran, en los textos, en las discusiones, en sus lecturas, qué motiva a sus asistentes y también sus logros, egos y frustraciones. El atelier hace pie allí, para luego brincar, pegar el salto hacia lo que a Laurent Cantet le interesa más: cómo confronta y articula la sociedad, en particular la francesa. Hay en la presentación un tono muy similar a la de Entre los muros, la película por la que Cantet ganó la Palma de Oro en Cannes en 2008. Esto es, cómo en un ámbito de educación se aprenden otras cosas. Los que participan del atelier tienen edades disímiles y presentes también muy diferentes. Habitan La Ciotat, en el sur de Francia, y si el cierre de un astillero allá en los años ’80 dejó heridas en los habitantes, los jóvenes viven más en el aquí y ahora. Y aquí y ahora, en Francia, conviven distintas culturas y realidades sociales y económicas. No sólo de raza y religión. El atelier es un filme coral, hasta que Antoine (Matthieu Lucci), un chico que dice lo que piensa, comienza a despegarse. El habla con vehemencia, desconfía de los que vienen de otras tierras. Los actos terroristas están más que de telón de fondo, recortando la escena. ¿Es, tal vez, un ciudadano promedio? De a poco va tomando más protagonismo, incluso que Olivia (Marina Foïs), la escritora que acepta el desafío de estar al frente del atelier. Ella comienza a (pre)ocuparse por Antoine, y la relación entre ambos gana también interés en el espectador, hasta que… Cantet volvió a trabajar con Robin Campillo (el director de 120 pulsaciones por minuto) en el guión, y es evidente que ambos no sólo se entienden de maravillas, sino que saben estructurar los diálogos, hacerlos creíbles, por más que haya o no improvisaciones en el set. El atelier es una película para oír, o leer el subtitulado: todo lo que se dice es material de discusión.
Todo gira en torno a los pobladores de la Ciudad de La Ciota, ubicada al sur de Francia. En esa zona hace varios años cerró un astillero, una fuente laboral muy importante para todos los pobladores. Por lo tanto surge un taller de escritura patrocinado por la escritora Olivia Dejazet (Marina Foïs), allí asisten siete jóvenes, donde hay: un musulmán, un español y un africano. Ellos charlan, discuten, piensan historias para escribirlas y no tarden en salir a la luz los problemas sociales y raciales. Uno de los jóvenes del grupo Antoine (Matthieu Lucci) hace ejercicios cuidando su imagen, mira videos relacionados con las armas y el ejército francés. Es rebelde, provocador, se mueve sin miedos, va sacando sus frustraciones, sus broncas y las manifiesta en las clases. A lo largo del film el director se toma sus tiempos para darnos una buena presentación de los distintos personajes, la cámara los sigue, se van construyendo diálogos fuertes, interesantes, vivaces y enérgicos, con sugestivos primeros planos y consta de buenos giros dentro de su desarrollo. Cantet es un director humanista, comprometido, que conmueve y te hace reflexionar, aunque esta no resulte la más lograda de su filmografía. Tiene algunos puntos en común con “Entre los muros”.
Laurent Cantet (ganador de La Palma de Oro en el festival de Cannes) presenta en la decima edición de Les Avants-premieres un film que muestra la relación de una famosa escritora de novelas (Marina Foïs) con un singular alumno (Matthieu Lucci) de su taller de escritura. L’atelier (título original) construye el suspenso en base a sospechas vacías hacia un individuo demasiado extraño para ser culpable. La película presenta personajes antipáticos que se expresan por medio de xenofobia, frases racistas y acciones lamentables. Estamos ante una película que se destaca por mostrar lo más bajo del razonamiento humano adentro de una sencilla sala de un taller de escritura. El film de Cantet no logra alejarse de una tenaz exclamación negativa hacia partidos políticos o diferencias raciales, es tanto el “barullo” sobre estos temas que la película termina resultando densa y efímera. Las actuaciones de Foïs y Lucci, los protagonistas del film, son correctas pero no llegan a marcar un grado positivo por los constantes fallos en el guión a cargo de Robin Campillo y el propio Cantet. L´atelier genera un grado altísimo de expectativas de resolución pero a la hora de llegar el momento de la verdad, todo se derrumba y se presenta una pregunta culminante: ¿a dónde fueron mis dos preciadas horas?. Pero no todo está perdido en esta película: la fotografía a cargo de Pierre Milon mantiene un hermoso enfoque autóctono en el film. Resulta precioso ver los parajes de La Ciotat, un pequeño pueblo cerca de Marsella y lugar referencial en este film; Vemos playas, puertos y hermosas aguas que tientan e invitan a la mente a recorrer este pueblo; lamentablemente todo estos paisajes quedan opacados por la repulsión que generan sus propios habitantes. L’atelier es un film que trata de ubicar el apellido Cantet en un cine deluxe proveniente de Francia; de todas formas lo único que logra en su final es que el público eleve sus muñecas para alcanzar la visión en las manecillas del reloj.
Cuando un atelier es mucho más que un simple atelier Perdido, desorientado, se puede sentir un adolescente luego de terminar el colegio secundario. Pasar esa etapa es complicada para cualquiera. Cada uno lo asimila de distinta manera. Unos se adaptan mejor que otros. Y en ésta historia que se desarrolla en Francia, en realidad, puede ocurrir en cualquier otro país. Realizada por Laurent Cantet en un puerto de la costa francesa llamada La Ciotat, el film describe las actividades que realizan siete adolescentes durante un curso de integración social. La tarea que les fue encomendada es estudiar en un taller de escritura de novelas dirigida por la profesora Olivia (Marina Foïs), quien es una reconocida escritora, pero le interesa y le gusta además involucrarse en la enseñanza del arte de escribir. El grupo de estudiantes es heterogéneo, hay negros, blancos, musulmanes de origen árabe, etc. Cada uno de ellos vuelca su problemática durante las clases, en las que se dedican a pensar y escribir una historia policial. Y esos conflictos no sólo afectan la labor que tienen sino también la relación entre los compañeros. Entre ellos hay uno que se destaca por sus pensamientos radicalizados y la confrontación permanente con todos, especialmente con la profesora. Antoine (Matthieu Lucci) es un rebelde, vive con sus padres y no tiene amigos. Mantiene ciertos vínculos a través de un primo mayor que él, compartiendo sus amistades. El director delineó muy bien las personalidades y actitudes de los protagonistas, junto a los diálogos exactos de cada una de los personajes, como para que los choques permanentes sean justificados y creíbles. La incomodidad entre ellos flota en el ambiente durante cada escena. Cuando comenzaron las clases en el taller parecía ser que estábamos en presencia de un simple y educador espacio, en más de un sentido, para desarrollar la creatividad narrativa de jóvenes de clase media en una provincia francesa. Porque las exposiciones de las ideas guiadas por Olivia, eran atractivas para observar y entender un poco cómo es el proceso de construcción de una novela. Pero con el transcurso de los días se transformó en otra cosa, en un duelo profesora-alumno, donde ambos exponen fuertes personalidades para sostener sus convicciones, pero, donde uno dará el paso al costado indefectiblemente. “El atelier” se convirtió, finalmente, en una herramienta de autoconocimiento que ayudó a Antoine a cambiar su vida drásticamente.
Se estrena El atelier, la nueva película de Laurent Cantet, director de Recursos humanos, El empleo del tiempo, Bienvenidas al paraíso y Entre los muros. Un trabajo que analiza el avance de la ideología de ultraderecha entre los adolescentes franceses. Existe una gran diferencia entre Laurent Cantet y otros directores contemporáneos que focalizan su mirada en el cine social y político. Mientras que un Ken Loach o un Costa-Gavras exhiben su posición e ideología política sin matices, Cantet trabaja desde la ambigüedad. Su mirada, generalmente, no se enfoca en el héroe, sino en el personaje en crisis, en el personaje dubitativo que se encuentra en una encrucijada ideológica y personal. Si bien es fácil relacionar a El atelier con Entre los muros porque ambas comparten un espacio de expresión y discusión entre jóvenes de diversas etnias raciales, sociales y religiosas, el tono elegido en esta oportunidad es netamente ficcional. Aún cuando la mayoría de los adolescentes son intérpretes sin formación ni experiencia profesional, Cantet apuesta por una narración más clásica que se traduce también en la puesta en escena. El protagonista es Antoine -notable debut de Matthieu Lucci- , un joven de clase media que desea entrar en el ejército. Antoine vive en La Ciolat, una ciudad portuaria cuya principal fuente de empleo era un astillero que cerró hace varios años. No muy lejos de donde se encontraba dicho astillero, el protagonista comienza un taller de escritura de policial, dictado por la escritora Olivia Dejazet -impecable trabajo de Marina Fois-, que reúne a un grupo de jóvenes multiétnicos que tiene como meta escribir una novela con las características mencionadas. Queda claro desde los primeros minutos que las voces de los jóvenes van a ser fundamentales para que Cantet demuestre los prejuicios raciales en los que se encuentra la sociedad francesa hoy. El miedo que quedó latente después de los atentados en París trajo como consecuencia una ola de xenofobia que proporcionó una excusa a los partidos de ultraderecha para influir sobre la mente de la juventud. Cantet, en conjunto con el coguionista Robin Campillo -director de la multipremiada 120 pulsaciones por minuto– dotan a su protagonista de talento para la narración. No solamente sabe escribir sino que además tiene mayor imaginación y noción de los códigos del género que el resto de sus compañeros, lo que despierta la curiosidad de la profesora. Pero la manera de expresar sus ideas en forma descarnada y resentida con la comunidad musulmana, denotan la influencia que las ideas de derecha tienen sobre su mentalidad. Los conflictos que van in crescendo con sus compañeros y su personalidad individualista, negadora y egoísta crean un malestar en la clase que proporcionan a la escritora una motivación por entender los orígenes que llevan a un joven con talento a convertirse en un estereotipo del personaje ultranacionalista. Cantet no empatiza con su personaje, pero proporciona una hipótesis sobre el desequilibrio emocional de la juventud francesa que busca como escape la violencia y el odio. La influencia de youtube, los videojuegos y las propagandas políticas de representantes ultraderechistas impactan sobre el personaje que, como todos los protagonistas del director, entra en una encrucijada cuando Olivia desea hacerle notar que su postura es hipócrita. Cantet no se calla y también demuestra, a través de ella, la hipocresía de la burguesía francesa. El tono del film pasa paulatinamente del drama intimista al thriller obsesivo. Sin embargo, se notan las limitaciones que el realizador francés tiene con el género policial y sobre el desenlace ciertas situaciones resultan forzadas. El fuerte de Cantet es el debate liso y directo. Las escenas dentro del atelier son dinámicas y exhiben un abanico de realidades que son un reflejo de los miedos, la identidad y las incertidumbres de la nuevas generaciones. El argumento de la novela dentro del film también le proporciona a Cantet motivos para darle a La Ciolat protagonismo, no sólo como contexto sino también como medio de denuncia -al estilo de Recursos humanos– de la crisis que sufrió toda la ciudad a partir del cierre del astillero y mostrar cómo esto influencia en el comportamiento de la juventud.
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Olivia Dejazet (Marina Fois) es una escritora conocida que llega hasta La Ciotat, una villa portuaria al sur de Francia, para llevar a adelante un taller de escritura. A éste se presentan adolescentes a quienes, como una forma de integración social, se les propone escribir una novela. Cada uno, a partir de su historia personal, acerca sus ideas en torno a ese proyecto, pero es Antoine (Matthieu Lucci) quien se destaca, y no de una forma positiva.
El atelier es la nueva cinta del destacado cineasta francés Laurent Cantet, recordado por la realización de grandes películas como Recursos humanos, El empleo del tiempo y Entre los muros (o La clase), en donde supo retratar diferentes instancias de tipo social y laboral, con una mirada certera y categóricamente elaborada. Si bien Entre los muros es considerada por muchos su obra más completa, es difícil elegir una de las tres producciones, ya que cada una tiene rasgos sumamente válidos, y lo ubican a Cantet como uno de los realizadores más interesantes y más comprometidos del cine moderno. Otro dato a destacar es que en esta ocasión cuenta con la colaboración en el guión de Robin Campillo, director de la reciente 120 pulsaciones por minuto, quien contribuyó previamente en los guiones de El empleo del tiempo y Entre los muros. En El atelier la trama se centra un taller de escritura, brindado por Olivia (Marina Fois), una famosa novelista, que parece estar más interesada en ese tipo de experiencias, que en su trabajo actual. La idea del taller es poder concebir en conjunto un thriller policíaco, con la ayuda de la sumatoria de ideas y voces de sus participantes, un curioso grupo de jóvenes en donde visualiza un poco la multiplicidad de etnias que viven en la actualidad en territorio francés, en la pequeña ciudad de La Ciotat, ubicada al sur de Francia, para ser más exactos.. Lo que en un comienzo se manifiesta como un grupo amistoso, en donde el devenir de ideas parece poder tomar forma e ir en una misma dirección, las expresiones, pensamientos, y manifestaciones de Antoine (Matthieu Lucci), uno de sus integrantes, empezará a funcionar como foco conflictivo, no logrando desequilibrar la estabilidad del grupo, pero dejando en claro la diferencia de concepción de la vida y posibilitando su salida del mismo. Deja en evidencia cierta disconformidad, ciertas preocupaciones y una percepción muy distinta al resto en cuanto al contexto social. Estas marcadas discusiones y claras diferencias, serán el motor que llevara a Olivia a acercarse e interesarse de mayor manera por el joven, sus actividades, sus ideales y su mismo entorno. Pese a ser una idea sumamente interesante, dotada de todos los detalles que la historia pide y contar con dos actuaciones acertadas y bien delineadas, como las de Marina Fois y Matthieu Lucci, El atelier no termina de ser del todo convincente. Quizás no se percibe la fuerza de sus cintas previas, donde Laurent Cantet supo manejar una mayor fuerza y convicción, y en donde la narración misma nos permitía adentrarnos en las situaciones. Se percibe cierta denuncia al racismo siempre presente, pero podemos decir que el abordaje termina siendo un poco escueto. Vale resaltar que la cinta sostiene el ritmo durante sus casi dos horas de metraje, brindando información de manera progresiva, conforme suceden las diferentes acciones, exceptuando algún que otro momento de breve densidad, donde la película no llega a estancarse.
(RE) CONOCERSE “Siempre se empieza de cero. Arriésguense”, insta Olivia, docente del curso y novelista, para que los jóvenes se animen a escribir unas líneas. Más allá del incentivo diegético que se amolda a la gran cantidad de subtemas, microrelatos y hasta guiños trazados por Laurent Cantet, parecería que el mismo director se propone estimular al público en una suerte de rastreo y reconocimiento del complejo trabajo en capas del filme. En un primer acercamiento, el foco se encuentra en el despliegue de las dos historias paralelas: por un lado, las reuniones y debates del taller de escritura; por otro, la vida cotidiana de Antoine, uno de los chicos que asiste al espacio. El director contrapone los polos colectivo/individual y público/privado para reforzar las emociones, las dudas, las ideologías y las búsquedas de los personajes. De esta forma, los relatos encuentran puntos de conflicto y de intercambio entre sí a tal punto que debatir cómo aparece el cuerpo o qué es lo que ve el asesino de la futura obra policial se equipara al contenido virtual consumido por Antoine como videojuegos, discursos políticos o propagandas para alistarse en el ejército. Además, ambos utilizan algún nexo acuático como sostén ya sea el astillero, el puerto o un yate –como lugar del crimen– o el mar –como sitio de relax del joven–. Esta gran capa habilita el análisis de otros aspectos de El Atelier que tienen que ver con la exhibición de conflictos políticos, sociales y culturales de la actualidad francesa puesto que los temas que aborda el grupo juvenil exceden a lo puramente ficcional. Allí se plasma el terrorismo, la inmigración, el material que circula en las redes, la violencia, el legado histórico y la renovada lucha entre la izquierda y la derecha desde la mirada de las nuevas generaciones y de la multicuralidad ya que en el curso hay chicos con ascendencia árabe, negra y blanca e, incluso, se evidencia cierta discriminación por parte de ellos hacia la docente cuando dicen que tiene un acento parisino y no le entienden cuando habla. Por último, la película plantea el contexto del país y europeo – uno de los videos menciona la pérdida de la identidad del continente y de sus tradiciones debido a la apertura de fronteras y al mestizaje– desde lo puramente cinematográfico. No es casual que el sitio elegido sea la Ciotat, donde se registró el famoso corto de los hermanos Lumiére La llegada de un tren a la estación de la Ciotat replicado en numerosas obras o la inclusión de un fragmento que emula La salida de la fábrica Lumiére en Lyon –considerada la primer producción de la historia del cine– en versión renovada porque se muestra una moto en lugar de la bicicleta. También juega con fragmentos de diferentes texturas audiovisuales, el voyeurismo y con la ya obsoleta oposición entre documental y ficción trabajada desde la escritura versus la vida cotidiana o los registros caseros. Cantet, entonces, estimula tanto a los personajes como a los espectadores en la búsqueda de la identidad, la pertenencia y los límites no sólo para determinar las singularidades, sino también al ser social impregnado en la historia. Sólo es necesario dar el primer paso. Por Brenda Caletti @117Brenn
La pluma y las armas La Ciotat es una hermosa villa mediterránea, antiguamente famosa por un astillero donde se construían inmensos navíos. El astillero cerró hace varias décadas, pero la lucha sostenida por los trabajadores locales permitió que el puerto se mantuviese activo, evitando de esta forma la ruina del pueblo. De todas formas, su calidad de vida se ha deteriorado en los últimos años; como tantas otras ciudades y regiones francesas olvidadas, el desempleo y la exclusión van en aumento, y la perspectiva para los que allí viven es sumamente incierta. Justamente en el sur de Francia hay cada vez más gente atraída por la extrema derecha, y no es de extrañar que los discursos extremistas convenzan a jóvenes sin un futuro claro. El taller literario del título es impartido por Marina (Olivia Dejazet), una exitosa escritora parisina. Los asistentes son jóvenes con problemas de conducta, hijos o nietos de los trabajadores del puerto; se trata de un grupo variado étnicamente, en el que fluye la creatividad pero también la confrontación. Justamente lo que parece estar buscando la escritora, quien publica novelas policiales violentas y está preocupada por la poca sustancia y credibilidad de sus personajes. Este taller y sus airadas discusiones parecen ser su forma de entrar en contacto con una juventud fervorosa, imparable y conflictiva; la sustancia ideal para nutrir sus relatos. De entre todos los alumnos, seguramente el más brillante sea Antoine (increíble el joven actor Matthieu Lucci), un muchacho especialmente dado al enfrentamiento, quien pareciera empeñado en cuestionar todo lo que es dicho en el taller, y especialmente si es algo proferido por los musulmanes presentes. La escritora comienza a sentir un particular interés por el muchacho, fascinación que es igualmente retribuida. Pero lo que podría haber sido una colaboración provechosa y hasta armoniosa pasa a convertirse en un creciente conflicto para ambos: el ego de la escritora y la honestidad brutal del muchacho chocan de la peor manera, lo que deriva hacia puntos de tensión extrema. El director Laurent Cantet (autor de las notables El empleo del tiempo y Entre los muros, entre otras) y el guionista Robin Campillo (quien a su vez fue director de la laureada 120 batements par minute) llevan la situación a un punto sin retorno, en la que las consecuencias podrían ser nefastas para ambos. Se explora notablemente una adolescencia apática, aburrida, proclive a los excesos y a la transgresión de límites, en la que la violencia, las armas y los discursos xenófobos podrían prender y diseminarse. Una escena notable muestra al muchacho enfrascado en un videojuego en línea, mientras una voz en off cuenta la forma en que, décadas atrás, los muchachos de ese mismo pueblo se abocaban a la lucha sindical; se imponen las grandes diferencias en cuanto al sentimiento de comunidad y a la orientación de energías en una época y la otra. Sobre el final (siguen spoilers) se hace lugar al optimismo y ambos protagonistas son redimidos. Ella al no denunciar al muchacho, él cumpliendo con su parte del taller, dejando cierta enseñanza a los demás y colaborando finalmente con tareas para el puerto. Laurent Cantet expone, con sutileza y habilidad, cómo esos mismos muchachos conflictivos podrían ser capaces de grandes cosas si tuvieran los estímulos necesarios, pero por sobre todo, si los trataran con un mínimo de respeto.