El reencuentro Duelo de estrellas. Película entrañable que bucea en el mundo femenino a partir del reencuentro de dos mujeres, en apariencia disímiles pero que terminan configurando un universo único en el que cada una retroalimentará a la otra. La estructurada partera a punto de jubilarse (Catherine Frot) terminará por ceder al encanto y desprejuicio de la recién llegada Beatrice (Catherine Deneuve) mientras ajusta sus asuntos antes de comenzar una nueva vida plagada de sorpresas. Si bien se extiende en algunos puntos reiterativos, posee una honestidad y frescura que potencian su narración.
El reencuentro, de Martín Provost Por Marcela Barbaro Dos mujeres muy diferentes separadas por el tiempo y la ausencia de un hombre que las vincula. Claire (Catherine Frot) es una partera muy experimentada que ama su trabajo en el hospital. Es soltera, tiene casi cincuenta años y un hijo, Simón, quien pronto será padre. La otra mujer es Beatrice (Catherine Deneuve) quien reaparece luego de treinta años. Ella fue la amante de su padre, cuando Claire tenía trece años, y está sola en el mundo. No trabaja, juega al poker, le encanta el alcohol y la buena vida, el único problema es que está enferma. El reencuentro será clave en el cambio de rumbo que atravesarán sus vidas. Bajo el título local El reencuentro (nombre alternativo del original Sage Femme que en francés significa partera, comadrona) se aborda, nuevamente, el universo femenino tan frecuentado en la filmografía de Martín Provost. Presentada en el Festival de Berlín dentro de la Selección Oficial fuera de Competencia, la nueva película del director de Seraphine (2008) ganadora de siete premios César y Violette (2013) entre otras, parte de la historia de dos mujeres unidas por el vínculo de un hombre que ya no está, pero que ha dejado un hilo afectivo entre ellas. A diferencia de los títulos anteriores, donde las mujeres luchaban por alcanzar una realización personal, las nuevas protagonistas tienen historias más simples sin ese tipo de aspiración. Otra diferencia será el peso de esa figura masculina que, a pesar de no estar, se vuelve presente a lo largo de la película con un protagonismo central que movilizará el avance del núcleo narrativo. El peso del relato se inclina, principalmente, sobre Claire (una gran interpretación de Catherine Frot). La cámara no se aleja de ella, registra su lucha diaria: los nacimientos, las muertes, el refugio de su jardín, su problema de adaptación a los nuevos sistemas de salud, el hijo. En todo momento, hay una mirada cercana y de reconocimiento a su profesión, como bien expresa el realizador: “quería rendir homenaje a las parteras. Una de ellas me salvó la vida: al nacer estuve a punto de morir; buscaron sangre desesperadamente hasta que se supo que la comadrona tenía el mismo Rh que yo y podía darme sangre. Tengo, por tanto, sangre de comadrona por mis venas y eso es algo en lo que pienso a menudo… Dicho lo cual, quería rendir homenaje a la profesión al completo, ir más allá de mi pequeña historia para hacer una gran historia dirigida a todo el mundo.” Los personajes combinan estilos y personalidades muy opuestas que se complementan. Un pasado en común y el presente que las vuelve a unir en otra etapa muy distinta. Ese hecho será un suerte de bisagra en sus vidas que les permitirá saldar lo pendiente. A lo largo de la historia, el binomio vida-muerte será parte de la trama como un ciclo que se relaciona con la profesión de Claire: traer vida al mundo o, por el contrario, con la enfermedad de Beatrice. Al mismo tiempo, la ausencia del padre de Claire se intenta “revivir” mediante fotos, diapositivas y hasta con el parecido físico con Simón. El deseo de continuidad, de permanencia se intenta sostener a través del apego a la vida con acciones que se ejemplifican de distintas maneras. El goce de la libertad, en Beatrice; y la lucha por salvar vidas, en Claire. El realizador francés despliega con soltura y elegancia una puesta en escena correcta desde lo formal y cuidada estéticamente. La iluminación genera los distintos climas anímicos por los que atraviesan los personajes interpretados por actores de gran trayectoria. Deneuve, a pesar de los años, brilla con luz propia junto a la naturalidad interpretativa de Front. La química entre ellas será uno de los mayores logros de la película. La presencia de Oliver Gourmet, en un papel menor, funciona muy bien para descomprimir la tensión entre las protagonistas. El reencuentro tiene un buen comienzo que se debilita a lo largo de sus casi dos horas de duración. La reiteración de escenas, la monotonía discursiva, y el manejo no muy claro del suicidio –un hecho que va en contra de lo que se intenta revindicar-, le restan rédito a las expectativas iniciales. Lejos de estar a la altura de Seraphine o Violette, éste drama realista tienen momentos conmovedores, gran calidad visual y un destacado trabajo actoral. El REENCUENTRO Sage Femme. Francia, 2017. Dirección y guion: Martín Provost. Intérpretes: Catherine Frot, Catherine Deneuve, Olivier Gourmet, Quentin Dolmaire,Mylène Demongeot, Pauline Etienne, Audrey Dana, Marie Paquim. Productor: Olivier Delbosc. Música: Grégoire Hetzel. Fotografía: Yes Cap. Montaje: Albertine Lastera. Duración: 117 minutos.
El director Martin Provost reúne a dos actrices que se lucen en un film sensible y reflexivo. Claire (Catherine Frot) tiene una vida bastante estructurada que se reparte entre su trabajo como partera y los intentos por compartir más tiempo con su hijo. Pero cuando regresa Béatrice (Catherine Deneuve), la antigua amante de su padre, su vida se desequilibra y surgen numerosos aspectos que deberán resolver. El reencuentro (Sage Femme, 2017) se centra en las problemáticas que aparecen cuando los vínculos no fueron bien resueltos; cuando quedaron cuestiones sobre las que dialogar y el tiempo parece reforzarlas. Como el efecto del rencor, el perdón y la obligación son ejes fundamentales en los vínculos afectivos, lo que plantea el argumento genera una identificación inmediata porque puede trasladarse a otras circunstancias. Provost presenta una historia verosímil que puede llegar a incomodar por esa característica, dado que la reflexión es inevitable. Deneuve y Frot le aportan elegancia a una película que se enriquece con su interpretación. Y cada escena que comparten es un duelo actoral que el público agradecerá. Tanto el llanto como la risa están presentes en El reencuentro. Una mezcla de sentimientos que es más compleja de lo que aparenta.
Las dos protagonistas son lo mejor de esta comedia dramática demasiado correcta y académica. El director de la multipremiada Séraphine –ganadora de 7 César, entre ellos los de Mejor Película y Actriz- y de Violette incursiona ahora en el terreno de la comedia dramática, pero de tintes indudablemente optimistas, en esta historia sobre el reencuentro de dos mujeres opuestas aunque unidas por un pasado en común. Estrenada fuera de competencia en la última edición del Festival de Berlín, El reencuentro sigue a Claire (Catherine Frot), una partera adorada por todos que lleva una vida tranquila y feliz en las afueras de una ciudad, hasta que recibe el llamado de Beatrice. Ella supo ser la mujer de su padre en su infancia y adolescencia, pero después de la separación desapareció sin dejar rastros. Incluso ni siquiera sabe que él murió hace varios años. Beatrice vuelve dispuesta a saldar cuentas con su pasado justo después de saber que tiene cáncer. Para Claire no es un momento muy fácil: está en pleno proceso de enamoramiento de un camionero (rol inhabitualmente alegre para Olivier Gourmet, actor fetiche de los hermanos Dardenne) y su hijo acaba de anunciarle que la hará abuela. La película hilvana las distintas vertientes del relato con eficacia y fluidez, aunque nunca logra quitarse el corsé de un guión de hierro, más preocupado por empatizar con la platea que por construir y describir la complejidad de sus personajes ni mucho menos sus relaciones. Hay algo profundamente enigmático en el hijo de Claire, que es igualito a su abuelo y piensa en abandonar la carrera de Medicina, que -sin embargo- el film desaprovecha dejándolo en la condición de detalle argumental. Lo mismo con el personaje de Gourmet, que de tan bonachón se vuelve plano. Provost ya había demostrado sentirse cómodo en las arenas del cine académico, y acá vuelve a hacerlo filmando con pompa y cierta grandilocuencia que contradice el tono íntimo que propone el relato. En una Catherine Deneuve perfecta en su mezcla de elegancia y decadencia, de necesidad a la vez que entrega, y su indudable química con Flot, están los pilares sobre los que termina descansando este film correcto, quizás demasiado, al que le falta un poco más de carácter huracanado de Beatrice.
Dos grandes actrices, dos Catherine, Deneuve y Frot, en una trama de complicidades femeninas, de odios que se transforman en comprensión. Una de ella es partera, tiene un hijo con el que se comunica poco, una madre de relación imposible, y un trabajo que ama pero en el que se avecinan cambios hipermodernos que no comparte. Del pasado llega una mujer que fue amante de su padre, que supuestamente destruyó el matrimonio que tenía con su madre y a la que ella aprendió a odiar. Esa “otra” es una mujer vital y pasional que esta en la ruina y enferma. Y entre las dos urdirán una suerte de complicidad de mujeres grandes, un poco de vuelta de muchas cosas. Una que odia la posibilidad de cambio para peor en su profesión de partera, antes que ingresar a un hospital lleno de aparatos modernos que no necesitan las parturientas prefiere dedicarse a otra cosa. Y hasta atreverse a una aventura amorosa que en otro momento hubiese ignorado. La otra confía en el azar, se enreda en su falta de previsión, se atreve a decisiones críticas. Lo cierto es que Deneuve y Frot son una delicia con sus interpretaciones y ellas son el principal atractivo para verlas en acción. Heroínas grandes incomparables.
El reencuentro: encuentro de grandes actrices En principio, dos personajes que se supone que no tendrán nada en común. Al contrario. Todo, empezando por sus personalidades, sus estilos de vida y sus experiencias, ha contribuido a subrayar las diferencias entre las dos mujeres. Y no sólo porque entre las dos ha habido un hombre -el padre de una, el que fue amante de la otra, muerto quizás a consecuencia de su abandono-, sino por la ternura y la delicadeza con que el autor -el guionista y director Martin Provost- construye la historia de su reconciliación. Claro que cuenta con la decisiva colaboración de dos actrices formidables y con la química entre ellas, que se vuelve decisiva con el avance de la relación. Llama la atención que hasta aquí ningún otro cineasta haya adivinado que era tanta y tan perceptible la proximidad que las dos más famosas Catherines del cine francés -Deneuve y Frot, si bien en los titulos el orden se presenta a la inversa- eran capaces de establecer esa estrecha y secreta conexión entre dos personajes que no necesitan valerse de palabras para traducir sus sentimientos aunque no siempre estén dispuestas a exponerlos. Claire ejerce con verdadera pasión su profesión de partera en una maternidad próxima a ser cerrada. No es casual que el film comience con una escena de parto, sobre todo si poco después se sabrá que Béatrice, la que fue amante de su padre, padece una enfermedad incurable. Vida y muerte se alternan aquí, como sucede en la vida y en este sensible relato.
No sé para qué volviste... Catherine Deneuve y Catherine Frot componen a una partera y la ex amante de su padre. Hay gente que tiene suerte al volver a cruzarse en la vida con quienes le marcaron la suya. Ese reencuentro puede ser agradable o ingrato, de acuerdo a cómo haya sido esa marca que llevan en la piel. A Claire (Catherine Frot), que Beatrice (Catherine Deneuve) quiera volver a tomar contacto con ella le toca, le remueve, más el estómago que el corazón. Perdieron contacto hace muchísimos años, cuando Beatrice abandonó a su padre, y éste al poco tiempo de la separación se suicidó. Pero Beatrice no es la madre de Claire, que tiene una vida apacible, todo el mundo la quiere, es partera en una maternidad que está por cerrar y su hijo le presenta a su novia, que le dice que la va a convertir en abuela. Justo en medio de todo esto, más un vecino de la campiña (Olivier Gourmet, de las películas de los hermanos Dardenne), camionero y pequeño granjero querible, a quien Claire empieza a mirar con otros ojos, aparece Beatrice. La recién llegada no sabe nada de la muerte de su amante, y si regresa es para arreglar situaciones que quedaron (mal) abiertas. El motivo: tiene un tumor cerebral. Con tanta complejidad, o si se quiere, con personajes que están atravesando situaciones traumáticas, el director Martin Provost (Séraphine y Violette) intenta construir una comedia dramática con más comedia que drama. No hay, empero, mucho de qué reírse, y si no fuera por Deneuve, que sigue mostrándose glamorosa aún cuando su personaje deba impostar más de lo que es, y por Catherine Frot (protagonista de Marguerite, sobre la peor soprano de la historia en la versión francesa), la proyección languidecería a poco de haber comenzado. Pero allí están las dos actrices tratándole de dar más carne y sangre a personajes esquemáticos. Pero quienes más sufren de parálisis imaginativa en su construcción son Olivier y Quentin Dolmaire (Simon, el hijo de Claire). Tanto uno como otro pudieron ser más que satélites de Claire y generar algo más que empatía. Con todo, El reencuentro se deja ver, uno espera que la estrella de Belle de jour vuelva a aparecer en pantalla cada vez que el guión se olvida de ella. A sus 73 años, mantiene su charme, y marca a su personaje.
(También emitida en AM 910, Radio La Red y en www.partedelshow.com.ar) Dos mujeres unidas por un hombre muerto hace tiempo (hija y segunda pareja) se reencuentran 30 años después de la desaparición de la última de ellas. Están en situaciones distintas: la hija es partera y tiene una vida gris y ordenada, y la otra tiene cáncer, es adicta al juego y está absolutamente sola. Catherine Deneuve y Catherine Frot (“Marguerite”), dos de las mejores actrices francesas, son las protagonistas de este film que transita el drama con pinceladas de comedia, y mucho de lo que sucede funciona como metáfora entre la vida y la muerte. La complejidad de la psicología de los personajes y las excelentes actuaciones son los puntos a favor en una película algo previsible y excesiva pero igualmente conmovedora y entrañable.
Ruptura y cambio El realizador de El reencuentro (Sage Femme, 2017) propone con su film una mirada sobre los vínculos femeninos y el ajuste de cuentas con el pasado. Se trata de una película un tanto esquemática, en la que se destacan Catherine Frot y Catherine Deneuve. Evidentemente, Martin Provost empatiza con los relatos centrados en vivencias y conflictos de las mujeres. Sus films previos (Séraphine, 2008; Violette, 2013) dan cuenta de ello y El reencuentro lo ratifica. Trasladado al París actual, Provost nos presenta la historia de Claire (Catherine Frot), una partera que recibe el llamado de Beatrice (Catherine Deneuve), una antigua pareja de su padre. El reencuentro al que alude el título es el de ambas; la primera, con una vida bien establecida; la segunda, con el deseo de ajustar cuentas con el pasado antes de morir (le acaban de detectar un tumor cerebral). La película es una comedia dramática y el género, por momentos, parece encorsetar o reprimir lo dramático durante los momentos cómicos y lo cómico durante los dramáticos. En parte esto se debe al largo camino transitado por este tipo de estructuras de guión sobre “personajes opuestos que se reencuentran y forzosamente deben convivir o pasar un tiempo juntos”. Provost le extrae lo mejor a estas dos actrices que aquí logran destacarse. Pero en varias secuencias se hace evidente cierto esquematismo que le resta espesor al drama. La progresión en el relato está dada por el impacto emocional que genera esta aparición en la vida de Claire, a quien su entorno inmediato le genera otras “sorpresas”; las que le da su joven hijo y la aparición de un hombre en su vida (el gran Olivier Gourmet, que apareció en varias películas de los hermanos Dardenne y aquí abandona su habitual máscara para encarnar un rol más simpático). Beatrice es su opuesto, pero también la representación de las pulsiones vitales reprimidas de Claire; la primera es desaforada, vital y fabuladora, la segunda es mesurada y normativa. Y a diferencia de la partera, el personaje de Deneuve no tiene una biografía tan “transparente”; gran parte de las objeciones que le hará la hija de su ex pareja refieren al modo abrupto en el que se alejó de su vida y lo dejó en la ruina emocional. Es claro que el fuerte de la película está en el dúo protagónico, cuyo foco de interés deteriora el desenvolvimiento de los roles secundarios. El duelo actoral deja bien parada a cada una de sus partes, más allá de que el final nos dé la sensación de que todo terminó como debe terminar.
Claire Breton es una experimentada partera, madre soltera de un estudiante de medicina, que vive sola, come sano, no fuma ni bebe. La mujer, una estupenda Catherine Frot, parece poner todo su corazón en su increíble trabajo, trayendo niños al mundo. Sólo en el jardín que cultiva parece desacartonarse y permitirse la risa franca. Así se encuentra con una antigua amante de su padre, que se suicidó poco después de que ella lo dejara. Por ese recuerdo doloroso, Claire accede a encontrarse con gran reticencia. Pero Beatrice -gran trabajo de la gran Catherine Deneuve, en un papel ideal- es una mujer en decadencia, enferma de cáncer y maestra en el arte de disimular la ruina con glamour. La nueva película del director de la premiada Seraphine es una complaciente crónica de esta relación, que arranca con desconfianza y termina con profundo afecto, mientras parece traccionar otros cambios en la vida de Claire. Sin sorpresas ni grandes pretensiones, una película concebida para gustar y emocionar que gusta y emociona gracias a su mayor virtud: la performance de sus fantásticas intérpretes.
Emotivo film francés sobreuna partera y su madrastra Una partera dedicada con todo amor a su trabajo se encuentra de golpe con la mujer que, 40 años atrás, fue su madrastra, una señora sólo dedicada a sí misma. Son dos caracteres contrapuestos pero con buenos recuerdos en común, que ahora más o menos reviven. También hay otras cosas en común: el drama que esa mujer provocó y del que recién ahora se entera, y un futuro incierto. El hospital donde trabaja la partera está por cerrar. Y la otra sufre un cáncer y no tiene dónde caerse muerta. ¿Ahora se acerca a la hijastra para saldar deudas, o para sacar beneficios? Siempre fue una vividora pero necesita algo parecido a una familia. La interpreta Catherine Deneuve, bien. Catherine Frot es la partera, muy bien, y el protagónico es todo suyo aunque figure segunda en el cartel. Su personaje, la verdad, es más interesante, y tiene un hermoso cierre de vida laboral, cuando llega a la sala de partos una chica que ella ayudó a nacer 28 años antes. Dato curioso: lo que cuenta esa chica lo vivió el propio director de la película. Por eso quiso dedicar su film a las parteras (eso significa el título original de esta película). Martin Provost es el director, el mismo de "Séraphine" y "Violette", dos buenas biografías aquí oportunamente estrenadas. Lo que ahora vemos no está a la misma altura, se alarga y se desinfla un poco, pero el tema y las actrices lo sostienen debidamente. En papeles de apoyo, Olivier Gourmet (el vecino), Pauline Etienne (la chica), y, en una sola escena, Myléne Demongeot, rubia sexy de tiempos ya lejanos.
Doble química con chispazos de cosa viva. Por un lado, El reencuentro es una película sembrada de cartas marcadas, como un campo minado. La tragedia que marca el pasado de la partera Claire Breton (Catherine Frot) y el futuro de la examante de su padre, Béatrice Sobolewski (Catherine Deneuve). La relación entre ambas, que pasa, estilo buddy movie, del perro-y-gato a la complementación mutua. La aparición de un oportuno príncipe azul de la clase trabajadora, el camionero Paul (Olivier Gourmet), que vendrá a rescatar a la bella durmiente Claire de su largo sueño amoroso. Si El reencuentro fuera sólo eso, no valdría nada. Pero además de la trama burbujea en la película escrita y dirigida por Martin Provost (Séraphine, Violette) una doble química, que produce chispazos de cosa viva. Una es la química Frot-Deneuve; la otra, la química Frot-Gourmet. Lo que se genera en ambos casos es de esas cosas que no se escriben ni se ensayan ni se dirigen, sino que se experimentan. Con técnica, sí. Pero una técnica al servicio del personaje, de la escena, de la historia. Hija de un campeón olímpico de natación y madre soltera de un estudiante de medicina, Claire es obstetra en una clínica que está por cerrar porque los números no dan, pie para una vertiente social puesta en la historia de modo algo tangencial. Claire recibe un llamado de Béatrice Sobolewski, examante de su padre, que quiere reencontrarlo después de mucho tiempo porque tiene algo para comunicarle. Pero no está al tanto de una circunstancia que le impedirá verlo. Claire tiene motivos para estar resentida con ella y Béatrice se sigue comportando como una nena consentida, llevando un nivel de vida que no está en condiciones de sostener. De allí en más, entre ellas será un portazo y una caricia, hasta que éstas se hagan más frecuentes que los primeros, cuando comprendan que tienen más para darse que para quitarse. Mientras tanto, Claire, que hace años que no está con un hombre, irá bajando las defensas muy de a poco frente al convincente Paul, que sabe cómo tratar a una dama. Aunque no es tan conocida en la Argentina, tal vez algunos recuerden a Frot por Marguerite (2015), donde hacía el mismo personaje de la cantante pésima que Meryl Streep hizo después en Florence Foster Jenkins. De mejillas inflamadas y ojos empequeñecidos, la actriz tal vez no brille pero jamás deja de estar al servicio del personaje, en todas sus facetas. Aquí pasa de una máxima severidad a un par de escenas de sexo de convicción total. Maquillada con el exceso que últimamente la caracteriza, los carrillos inflados hasta el punto de que a veces parece estar comiendo cuando no, Catherine Deneuve sigue dando clases de economía dramática, resolviendo los requerimientos más extremos de la escena –una noticia luctuosa, un insulto, un capricho, un recuerdo encantador, el síntoma de una grave enfermedad– con los gestos más mínimos. En el extremo opuesto al de los personajes que suele hacer para los hermanos Dardenne, el alguna vez obeso Olivier Gourmet está tan encantador como galán mayor y popular que dan ganas de dejarse seducir por él.
Como el punto más alto de esta película podemos mencionar que cuenta con las excelentes actuaciones de las francesas Catherine Deneuve y Catherine Frot. Una de ellas tiene una vida ordenada, rutinaria y algo gris y por el otro lado la vida de Béatrice es diferente, adicta al juego, está sola y enferma, las vueltas de la vida hace que se reencuentren después de varios años. Nos vamos metiendo es sus mundos con buenos diálogos, momentos conmovedores, tiernos, íntimos y con algunas pinceladas de humor. Es simple, algo previsible y disfrutable.
La última película de Martin Provost está protagonizada por dos Catherines: Frot y Deneuve. Ellas dos son el alma de El reencuentro, con dos papeles opuestos que terminan complementándose. Claire (Frot) es partera, su vocación es ayudar a mujeres, jóvenes especialmente, a tener hijos. Ella también tiene un hijo, aunque ya está grande y de a poco la vida que él va armando se va alejando de la dependencia de ella. Beatrice (Deneuve) siempre fue una mujer de buen vivir. Amante de la buena comida, la bebida, el cigarrillo, los hombres. Su vida estuvo marcada por una necesidad constante de libertad, pero hoy descubre que tiene un tumor en el cerebro y eso la lleva a buscar reconectarse con un pasado que quiso dejar atrás. Un día Beatrice llama a Claire, la hija del hombre del que ella estuvo enamorada pero a quien dejó por no poder brindarle él la vida de placeres y libertad que ella ansiaba. Hoy se encuentra con esta mujer y el pasado le da una cachetada cuando descubre que su partida generó mucho más daño que el que podría haber imaginado. Más allá de que Claire no quiere saber nada con ella en un principio, de a poco comienzan a descubrirse y conocerse y, así, cada una va llenando en la vida de la otra un vacío con el que se habían acostumbrado a convivir. La mujer habituada a la rutina y una vida ordenada versus aquella que necesita de los excesos para sentirse viva. Si bien la historia de El reencuentro fue contada muchas veces, la película de Provost lo hace desde una sensibilidad y con cuotas de humor que alivianan temas duros y dolorosos como la muerte y las consecuencias que devienen de las decisiones tomadas en el pasado.
Ni tanto ni tan poco Una compleja historia familiar es el punto de partida de “El reencuentro”, la última película del actor y director Martin Provost, de quien el año pasado se conoció “Violette”. Como en aquel caso, en “El reencuentro” Provost va de lo macro a lo micro, como si se aproximara lentamente de una toma panorámica a un plano detalle. En “El reencuentro” enfocaba en la relación entre Violette Leduc y Simone de Beuvoir, desde el punto de vista de Leduc y ahora describe el vínculo entre Claire (Catherine Frot), una mujer madura, y Béatrice (Catherine Deneuve), la amante de su padre fallecido. El mundo perfectamente ordenado de Claire, partera en una pequeña clínica que ama su profesión, tambalea antes la posibilidad de quedar sin trabajo, sumado a la paternidad inesperada de su hijo y a la reaparición de Béatrice. Uno de los aciertos de Provost, también guionista del filme, es abordar circunstancias dramáticas sin olvidar el humor, además de atreverse a delinear personajes comunes y en apariencia bastante conservadores que, sin embargo, sorprenden con facetas de extravagancia, ironía y falibilidad. Como la vida misma.
Una mujer en crisis, a punto de perder su trabajo de años, se encuentra con la reaparición de la amante de su padre. A partir de esto, se desarrolla un duelo actoral entre Deneuve y Frot realmente excepcional, donde se ponen en escena toda clase de sentimientos hasta el reconocimiento mutuo. Una de esas películas realizadas desde dentro de los personajes, donde el pequeño gesto realista crea un mundo en cada escena.
El director Martin Provost, ganador del premio “Cesar” (el equivalente al Oscar, pero francés” por “Sheraphine” (2008), nos trae una historia de redención de culpas, sin expiación de las mismas, de la posibilidad de amistad, que nunca es tarde para enamorarse con tiempo para instalarse en hacer lo correcto, denunciando la decadencia de principios morales y éticos en la vida actual. Todo esto en sus casi dos horas de duración. Claire Breton (Catherine Frot) es una mujer que ha dedicado su vida a transformar en arte su profesión de partera, rondando los cincuenta años, a punto de quedarse sin trabajo, sigue como si fuese el primer día. En ese devenir cotidiano intentando no automatizarse, recibe el llamado de Beatrice Sobolevsky (Catherine Deneuve) la antigua amante de su padre. Ambas tienen secretos propios que las unen e ignoran las verdades del otro lado. Beatrice es una enferma terminal, en principio constituida como un personaje narcisista, irreverente, se enfrenta y trastoca la hasta el momento controlada vida de Claire, (madre soltera). Una no sabe del odio que le profesa la otra, ya que la hace responsable de la muerte de su padre, treinta años de separación entre ambas. Sin embargo, por necesidad de cerrar cuentas con su pasado por un lado, y la posibilidad de sacar hacia afuera, decir lo que hay que decir a quien hay que decírselo, transformara todo en una relación inesperada de amistad y compañerismo. Choque de personalidades bien definidas, la alocada Beatrice, encontrando todavía placeres en las pequeñas cosas que da la vida, y la lucha por respirar de Claire. En realidad todo gira en su derredor, ella es punto de encuentro de todas y cada una de las historias, incluida la de su hijo. En ese recorrido, influencia de una sobre la otra, es que Claire comenzara a darse cuenta que sigue viva, que la posibilidad del amor no está cercenada, acepta la irrupción en su vida de Paul Baron (Olivier Gourmet), el hijo de su vecino fallecido. El filme se sostiene principalmente por el duelo actoral, la increíble Catherine Deneuve demuestra porque sigue siendo la dama del cine francés, con una actuación arrolladora, haciendo sobre todo creíble su personaje, y Catherine Frost, ese rostro visto muchísimas veces, reconocible nunca repetido en los gestos, herramientas histriónicas en su haber, no se queda en simple partenaire, le dota a su composición el tono adecuado para balancear la relación entre ambas. El aporte de Olivier Gourmet es importante para sostener un poco el interés que se va perdiendo luego de la primera hora. No por la previsibilidad sino por lo redundante del relato. De corte estructural y narrativo extremadamente clásico, apoyado en un buen trabajo de fotografía y montaje conservador, pero correcto sin tomar riesgos, y es justamente esta ausencia absoluta de búsquedas estéticas, de rupturas, lo que le da un tono de aplacamiento al texto.
COMPRESIÓN REVITALIZADORA “¿Qué harías si alguien del pasado volviese, alguien que te lastimó?”. La pregunta de Claire visibiliza dos cuestiones: por un lado, el conflicto de la trama de El reencuentro y, por otro, su propia esencia. Por más que se presente como una mujer seria, establecida y segura, su mundo comenzará a navegar por un rumbo incierto a nivel emocional, laboral y con su hijo, cuando se reencuentre con la amante de su padre. De esta forma, Claire transitará ciertas crisis en su estructurado modo de ver y experimentar el mundo. Su opuesto es Beatrice Sobolewski, la amante en cuestión, personaje que llevará al límite las experiencias de vida, incluso las más delicadas. El director Martín Provost se encarga de exhibirla con importantes joyas, haciendo apuestas o comiendo algún plato rico en calorías acompañado de un buen vino. La relación entre ambas se rompió debido a 30 años de ausencia, con una muerte de por medio. Entonces, la culpa, la necesidad o el miedo son algunos de los condimentos que se utilizarán para retratar el encuentro, un tema cliché que se construye por pequeños momentos previsibles y monótonos dispuestos para crear un efectismo en el espectador. Por otro lado, el director plantea un extraño paralelismo entre las mujeres respecto a la figura masculina, ya que ambas, tanto en el pasado como en el presente, se ven sobrepasadas por los vínculos. Beatrice reconoce que Antoine Breton fue el único hombre al que amó y queda atónita con el parecido de su nieto; Claire, en cambio, es más reservada para demostrar los sentimientos hacia su hijo o al recuerdo del padre. De esta manera, parecería que Provost apuesta a un doble acercamiento entre las protagonistas basado en el uso de diálogos, motivos o representaciones comunes y en el intento de equipararlas sentimentalmente como una nueva vía vincular. Las cuentas pendientes del pasado regresan para aliviar las deudas y aprender nuevas lecciones. Más vale tarde que nunca. Por Brenda Caletti @117Brenn
CONVIVENCIA FORZADA La principal virtud de esta comedia dramática colmada de convencionalismo radica en la química actoral que logra el triángulo conformado, no desde lo romántico sino desde lo interpretativo, por Catherine Deneuve, Catherine Frot y Olivier Gourmet. Actores que se han ganado un espacio de prestigio y que cuentan con ese encanto que da la experiencia, en parte por la autoconsciencia que cae tanto sobre el espectador como desde el realizador y el mismo intérpretes. Pero hasta aquí no hemos añadido nada demasiado novedoso para alguien que haya visto al menos Los paraguas de Cherburgo, La cena de los tontos o algunas de las obras más memorables de los hermanos Dardenne. Son tres intérpretes que lucen con la gracia y el carisma que a esta película le falta, porque más allá de contar con un elenco de lujo el resultado es soso, previsible y las casi dos horas que transita el film se hacen eternas por decisiones formales que toman distancia con la sensibilidad que necesita el relato y una superficialidad notable en algunos diálogos. La película nos pone en la piel de Claire (Catherine Frot), una partera que trabaja en una pequeña maternidad, llevando una vida estable que la aparición de Beatrice (Catherine Deneuve) vendrá a remover al apelar al pasado que las dos comparten. Este es el eje del film, aunque la crisis del personaje de Claire también está enmarcada por el eventual cierre de la maternidad y una serie de cambios en la relación con su hijo, al que crió como madre soltera. La tensión no tarda en darse ya que Beatrice es la ex amante de su padre y el chivo expiatorio de Claire para explicar su posterior suicidio cuando lo abandonó, además de tratarse de mujeres radicalmente opuestas en su forma de pensar. Sin embargo, las circunstancias las llevarán a tener que convivir forzadamente, algo bastante común en las buddy movies. Digamos que por si fuera poco material para un culebrón, sumemos que Beatrice está muriendo de cáncer intentando sostener una vida para la cual ya no es solvente, procurando mantener un nivel al que ya no puede acceder. El encuentro parte de la necesidad comunicar a alguien que se está muriendo y reconciliarse con su pasado, mientras que Claire se encuentra navegando un presente lleno de transiciones y cambios. A priori la propuesta es atractiva, el problema radica en que su ejecución apuesta al diálogo de una forma previsible y excesiva, apelando a la tradicional estructura del plano/contraplano en un film en el que las emociones y la forma en que se comunican esas emociones es fundamental. El resultado es endeble en este aspecto y la escasa riqueza visual lleva a empobrecer la propuesta y hacer que aparezca un melodrama televisivo con actores que se encuentran en otro registro. Por otro lado, en un film que aborda temas de una densidad tan compleja (a veces exitosamente, eso hay que reconocerlo) sorprende la superficialidad de diálogos como el que se da hacia el desenlace en una moderna clínica de maternidad a la que Claire va a solicitar trabajo: la torpeza en su ejecución recuerda a la ficción que podemos ver en la televisión local cuando se pretende instalar un “mensaje”. En definitiva, El reencuentro es una película intrascendente con un elenco que rescata con su química algunas secuencias, pero termina resultando extensa y, debido a carencias visuales y un guión que se apoya demasiado en convencionalismos, resulta en personajes bidimensionales en una trama que, a priori, prometía.
Para los que no vieron "Seraphine", (y "Violette" de paso), les cuento que desde Francia tenemos a un director y guionista interesante por descubrir, Martin Provost. La primera de las mencionadas ganó arrasó hace unos años una entrega de premios en su pais (se llevo 7 Césars) y eso le dio prestigio y proyección internacional. "Sage femme" no es un salto cualitativo en su carrera como las anteriores, pero sí es una buena cinta para conocer más sobre el universo femenino en los tiempos que corren... Claire (Catherine Frot) es una partera muy eficiente en su trabajo. La gente la quiere y aprecia por sus excelentes cualidades profesionales. Vive en fuera del gran ruido y lleva una vida rutinaria. Todo eso va a terminar cuando reaparece en su vida, Beatrice (Catherine Denueve). Esta mujer fue la esposa de su padre muchos años, pero una vez que se separaron, se alejó de sus vidas. De hecho, no sabe que sucedió con el padre. Pero quiere transitar la ultima parte de su camno en paz. Tiene una enfermedad que amenaza con llevarsela y no quiere que le quede ninguna asignatura pendiente. Busca a Claire para conectar con esa parte que dejo hace tiempo y que puede ayudarla a afirmarse en el difícil momento que atravesa. Claro, Claire está en otro momento. Ella está comenzando un romance y además, pronto tendrá un nieto. Provost intenta con relativo éxito mostrarnos como el universo femenino se muestra a la hora de explorar la amistad y las relaciones familiares. Trabaja sobre la naturaleza del vínculo y explora algo de la rica vida interior de sus protagonistas. Sí, no todo se sabe (y nos gustaria que hubiera más de esto en el metraje) pero está bien. Hay algunos secundarios que aciertan el tono y sus lineas, otros que no aportan lo necesario. Pero lo que si impacta es la solidez de la relación en cámara que dan Denueve y Frot (qué más podemos decir de ella como actriz?) y el análisis de lo vincular. Es efectivo. Si Provost no logra conmoverte con lo que trae, esta bien. Quizás su perspectiva desnaturaliza algun aspecto de la narración, pero todo con fines aceptables. Logra contar una historia con soltura apoyado en dos grandes actrices.