Gloria Bell: Celebrando la vida. La remake de la chilena “Gloria” vuelve de la mano del mismo director, aunque hablar de esta película significa netamente alabar a Julianne Moore. Ya llegado a Hollywood, Sebastián Lelio se encarga de volver a llevar a pantalla grande su tan aclamada “Gloria” (2013). Manteniendo su esencia desde la soledad en consonancia con los placeres de la vida adulta, esta vez pone más énfasis en algunos detalles, como la sexualidad de esta mujer que quiere seguir sintiéndose deseada y descubriendo cosas por primera vez, aunque la edad (los hijos, la madre, el trabajo, los amores, el ex marido, o la vida misma) se la haga difícil. La historia muestra a una mujer de espíritu libre que, por el paso del tiempo y las circunstancias de la vida, se fue quedando sola. Gloria disfruta bailar en locales nocturnos a los que asiste con frecuencia. Una de esas noches, conoce a Arnold (John Turturro) y comienzan una relación amorosa. Pero el pasado del hombre es un fantasma enorme en el incipiente noviazgo. Julianne Moore es más que la protagonista de la película. Es el corazón que hace que “Gloria Bell” lata, sienta, vibre. Entre el drama y la comedia, aborda la historia desde la ferocidad de quien sabe que es la mejor en lo que hace. Este papel completamente introspectivo emociona y pasa a la lista de los mejores papeles de la actriz. Acompañada a la perfección por John Turturro, que siempre es un placer ver en pantalla. No es la primera vez que Moore continua proyectos comenzados por colegas, como en la secuela de “Jurassic Park” (1997), siguiendo a Laura Dern, o siendo Clarice Starling en “Hannibal” (2001), después de Jodie Foster. La música es un personaje más en la película y, casi tan protagonista como Moore o Turturro. Durante los 100 minutos suenan hits que remiten a, se supone, un pasado que fue mejor. Gloria canta siempre a los gritos “No more lonely nights”, de Paul McCartney, “All out of love”, por Air Supply, y “Total eclipse of the heart”, cantada por Bonnie Tyler, suponiendo una catarsis infinita de la mujer que no se victimiza, sino que se desahoga en el canto y el baile. Además, llama la atención el sonido constante de los celulares y la manera en que éstos generan una triste subtrama que aparta a los reales protagonistas. Con respecto al tema de la remake, son muchos los directores de la historia que se han copiado a sí mismos, por distintos motivos, ya sea porque la original ha quedado antigua, para hacer una nueva como en realidad hubiesen querido que fuese la primera, o simplemente por dinero. Entre ellos, Alfred Hitchcock (“The man who Knew too much”, 1934 – 1956), Frank Capra (“Lady for a day”, 1933 y “A pocketful of miracles”, 1961), Howard Kawks (“Ball of fire”, 1941 y “A son is born”, 1948), Michael Mann (“L.A. Takedown”, 1989 y “HEAT”, 1995), Takashi Shimizu (“Ju-On”, 2002 y “The grudge”, 2004), que en total terminó haciendo 6 versiones de su propia película. Ahora es el turno de Sebastián Lelio, ganador del Oscar por “Una mujer fantástica” (2017), que realizó una versión estadounidense de su “Gloria” chilena (por la que su protagonista Paulina García ganara el Oso de Plata a mejor actriz). Su trabajo anterior fue “Desobediencia” (2017), un drama oscuro sobre un triángulo amoroso y trágico en un ambiente judío ortodoxo. En cambio, en esta ocasión, la historia muestra a una mujer que no quiere dejar de amar la vida, lo que a priori puede hacer creer que no es de gran profundidad. Hasta que uno ve a Gloria y su despliegue en la vida. El conflicto se encuentra escondido en conversaciones y hechos cotidianos, en el paso del tiempo, en el no ser necesitado. Esta película celebra la vida. Deja el claro mensaje sobre el aprender a disfrutar los momentos de felicidad, por más piedras que tenga el camino. Cuando suene nuestra canción preferida, el clásico de Umberto Tozzi en este caso, hay que levantarse y bailar, sin que nada más importe.
Julianne Moore está brillante en esta nueva versión de la “Gloria”, de Sebastián Lelio. Y estuvo muy acertada cuando decidió protagonizarla solo si la dirigía el mismo Lelio. Lógico, porque, además de haber escrito la obra, es un lúcido observador del carácter femenino, conciliador de arrojos y sutilezas, y guía eficaz de las actrices en el camino del éxito, como lo prueban Paulina García en la “Gloria” original, Daniela Vega en “Una mujer fantástica”, Rachel Weisz y Rachel Adams en “Desobediencia”. Y también hace lucir a las mujeres detrás de cámara, en este caso Natasha Braier, argentina, directora de fotografía, y Soledad Salfate, chilena, editora. “Gloria”, algunos la recordarán, expone las andanzas de una señora divorciada, con hijos grandes, trabajo estable, que de noche sale a bailar y divertirse con la música de su juventud y el entusiasmo sexual que no pudo liberar en su juventud. En eso ella no tira la toalla, sino otra cosa. Por ahí puede que se consiga un novio estable. O que deba enfrentar achaques y frustraciones. Como sea, por algo se llama como se llama y se identifica con el tema que la nombra. “Gloria Bell”, que ahora vemos, cuenta lo mismo. Inclusive hay escenas idénticas. Pero, puestos a mirar en detalle, no cuenta lo mismo. La de Paulina García era más zafada, le veíamos hacer cosas impropias de una señora con toda dedicación y posterior resaca. La de Julianne Moore es más discreta, más formal, aunque la actriz muestre las formas. También difieren los contextos. La primera transcurría en el Chile posterior a la dictadura, se percibían sus ecos, las ganas de disfrutar eran más urgentes, y bien podía temerse que un candidato fuera un exservicio. La nueva transcurre en EE.UU., la vida canta y ríe ya por rutina, y el fulano es un exmarine sin que nadie se aflija por eso. Como sea, en ambos casos la mujer es más piola que el tipo. Lelio sabe cómo halagar a su público (y en la adaptación al gusto americano lo ayuda la escritora y comediante Alice Johnson Boher).
Una película sobre la libertad, con tono libre. Lo que la hace distinta es la actuación de Julianne Moore. No es demasiado frecuente que un director sea responsable de la remake americana de su propia película no estadounidense (Haneke con Funny Games es un caso, pero no común), así que esta versión un poco “a lo Hollywood” que Sebastián Lelio logra de su film chileno Gloria es de arranque una rareza. Es más raro porque, en lugar de ceder a los condicionamientos de la gran industria, la película ajusta aquello que necesita ajustarse para mantenerse fiel en espíritu e historia a la película original. O sea, es igual de buena y, a la vez, diferente. Lo que la hace distinta es la actuación de Julianne Moore, que entiende perfectamente a esta mujer libre que pasa de las relaciones deportivas a encontrar el amor (en un gran John Turturro) o algo que se le parece. (Leer también: Cine: cuáles son las películas imprescindibles que hay que ver) El ambiente nocturno que elude ex profeso cualquier sordidez para plantear el gran dilema contemporáneo: ¿se puede vivir en pareja o en familia en una época donde podemos satisfacer solos hasta nuestras más íntimas necesidades? Una película sobre la libertad, con tono libre.
Nacido en Mendoza, en 1974, Sebastián Lelio es un cineasta, guionista y productor nacionalizado chileno. Su lente cinematográfica es una de las más interesantes que ha brindado el cine de autor a lo largo del último lustro. El reciente estreno de “Gloria Bell” valida los pergaminos de un realizador sumamente interesante de analizar. Luego del suceso de “Una Mujer Fantástica” en 2017 (película chilena que ganara el Oscar a la Mejor Producción Extranjera), Lelio realizó su transición al cine de habla inglesa, respaldando una década de trabajo en la producción de cortos y largometrajes. Su debut en el cine extranjero se llevó a cabo con la magnífica “Desobediencia” (2018), un drama protagonizado por Rachel Weisz y Rachel McAdams. Un año después, regresa a la pantalla con una película cuyo trailer promocional erróneamente sugiere una comedia romántica de lo más convencional. En absoluto, “Gloria Bell” es una delicia cinematográfica que ofrece un producto pensante, potenciando el lucimiento de la enorme Julianne Moore. Con su más reciente film, Lelio se anima a una empresa que pocos realizadores han llevado a cabo con elogiosa suerte. Filmar una remake de un propio film (algo para directores de la talla de Alfred Hitchcock o Cecil B. De Mille no fue una novedad), en este caso haciendo mención al plus que significa reversionar la propuesta mediante una transición idiomática. Al momento de su estreno, la “Gloria” original contó con la producción del cotizado -y coterráneo- Pablo Larrain (“Jackie”) y obtuvo nominaciones al Premio Oscar, en tiempos donde la talentosa figura de Lelio comenzaba a ser tomada en serio por el mundillo de Hollywood. La trama nos lleva directo hacia la pista de baile. Allí suena la canción homónima a nuestra protagonista, icónica canción de la desaparecida estrella pop Laura Branigan (también leit motiv sonoro del film de Adrian Lyne “Flashdance”, en 1983). A lo largo del film, también sonarán otros clásicos temas que animaron las discotecas de aquellos años, convirtiéndose en la banda de sonido de una generación: “Never Can Say Goodbye” de Gloria Gaynor, “September” de Earth, Wind & Fire, “A Little More Love” de Olivia Newton-John, “All Out of Love” de Air Supply y “No More Lonley Nights” de Paul McCartney. En la piel de Gloria se coloca la inmensa Julianne Moore. En el enésimo protagónico para el recuerdo que aborda en su prolífica e impecable trayectoria. Cinco veces nominada al Oscar y ganadora de la preciada estatuilla por “Still Alice” (2015), el caso de Moore es digno de destacar. En tiempos donde, a cierta edad, Hollywood suele ser lo suficientemente cruel con sus estrellas envejecidas, las divas del celuloide del pasado cuarto de siglo pugnan por hacerse de papeles de valía. Salvo, claro, que se llamen Meryl Streep. Sin embargo, allí esta Moore dignificando su talento imperecedero gracias a films recientes como “Mapa a las Estrellas” o “Suburbicon”. Su talento jamás deja de sorprendernos. Mostrando el ímpetu y la osadía necesarias como para encarnar un rol desafiante, allí está el talento de Moore, fulgurante. Se pone en la piel de una mujer llegando a sus sesenta años, en plena crisis existencial y afrontando el abismo de aquello que se busca ‘por venir’ mientras la propia existencia calcula el tiempo transcurrido perdido en la quimera de encontrar aquello que llamamos ‘felicidad’. En ese cruce de caminos se encuentra nuestra heroína, mujer maravilla de carne y hueso, que brinda sensibilidad, hondura e intensidad a un tiempo cinematográfico dominado por super héroes de plástico y esquemas argumentales acartonados. En las antípodas, Lelio es un cineasta original, que exhibe dinamismo y buen gusto estético a la hora de posar la cámara sobre su protagonista o seguir sus pasos. Y Moore se entrega al juego de ser observada y desmenuzada. La pelirroja musa de Neil Jordan en “The End of the Affair” no teme a brindar un desnudo en cámara a sus casi sesenta años. Tampoco a volver a abrir su corazón a un hombre que no estará a la altura de las circunstancias, el siempre delicioso John Turturro. El idilio que vive Gloria la despierta de un largo letargo. Vuelve a sentirse plena sexualmente y a compartir sueños a cumplir, no obstante la ilusión pronto se desvanece. Se da de bruces contra su propio vacío cotidiano, al que intenta llenar infructuosamente con nimiedades; también intenta hacer las pases con su pasado y sus vínculos. Ve a sus pares envejecer, a sus hijos crecer y se pregunta que quedó reservado para ella. Parece flaquear, pero sabe que rendirse no es una opción, y allí se convierte en la heroína de su propia fortuna, entregándose al rescate de sí misma. Reflexiva y tragicómica, “Gloria Bell” ofrece una mixtura genérica infrecuente. La espléndida Moore sabe como dotar de sutileza y honestidad brutal a más de un pasaje revelador, reflejando dudas, miedos y frustraciones con las que se identificará cualquier mujer que haya atravesado esos vaivenes del corazón. Corriendo en la persecución de su destino, hace realidad la letra de esa canción que resuena, como un mantra, en su cabeza. Este auténtico hallazgo cinematográfico dentro de la cartelera hollywoodense, posee el buen gusto y la emotividad de la que suelen carecer las licuadas propuestas románticas con aire de fábula dorada. Bravo por tu audacia, Julianne.