La encerrona de los blanquitos progresistas Si hay algo que le faltaba al terror actual, ese que de a poco viene recuperando el impulso y la variedad de sus mejores épocas, eran los films de tono satírico y/ o vocación social: a pesar de que el género casi siempre incluyó una capa de apuntes irónicos sobre el alcance comunal y político de los agentes de destrucción de turno, lo cierto es que se extraña mucho la causticidad de propuestas como Basket Case (1982), The Stuff (1985) o la extraordinaria Society (1989), de Brian Yuzna. Huye (Get Out, 2017) se ubica muy lejos de la malicia de la clase B de la década del 80 pero curiosamente nos devuelve una versión anterior de la misma táctica orientada a unificar al horror y la ciencia ficción con las parodias oblicuas para con la estupidez y miserias del ser humano, como si estuviésemos hablando de una mixtura entre The Stepford Wives (1975) y un típico capítulo de angustia suburbana de La Dimensión Desconocida (The Twilight Zone, 1959-1964), la obra maestra de Rod Serling. Esta maravillosa ópera prima de Jordan Peele, hasta hoy un actor y guionista especializado sobre todo en comedias, es sumamente sencilla a nivel de su premisa de base y allí mismo reside la destreza del realizador, en la ejecución concreta -léase puesta en escena y dirección de actores- de la andanada de momentos a plena incomodidad y desasosiego que la película nos plantea a lo largo de su desarrollo narrativo. La historia gira alrededor de una visita de fin de semana por parte de Chris Washington (Daniel Kaluuya), un joven afroamericano, y su novia blanca Rose Armitage (Allison Williams) a la remota casa de los padres de la chica, Dean (Bradley Whitford) y Missy (Catherine Keener). La excesiva hospitalidad de los anfitriones, unos clásicos demócratas que de tanta pose liberal terminan cayendo rápidamente en la ingenuidad, despierta de inmediato cierta inquietud en Chris, a lo que se suma la presencia de sirvientes negros que oscilan entre el autismo y la agresión. Desde el inicio el guión del propio Peele establece un contrapunto entre la sensación de hostigamiento del protagonista en un entorno hegemonizado por un grupo de blanquitos progresistas (circunstancia que incluye la habilidad de Missy para la hipnosis y una reunión bien freak con los allegados del clan) y las hilarantes conversaciones que Chris mantiene por teléfono con su mejor amigo Rod Williams (LilRel Howery), un oficial de seguridad de los medios de transporte norteamericanos (es a través de los soliloquios y la jerga de este personaje que el cineasta deja entrever su grata experiencia en el timing cómico, en especial exacerbando los modismos y la picardía realista de los negros como un “remedio” ante el ambiente de cartón pintado que rodea a Chris). El mayor mérito de Peele pasa precisamente por saber aggiornar un viejo recurso del terror, el centrado en un viaje hacia lo desconocido que deriva en pesadilla, jugándose por villanos que escudan su soberbia bajo la cordialidad. Llama poderosamente la atención la capacidad que demuestra el director en lo que respecta al apuntalamiento de esta encerrona paulatina sobre el protagonista, una emboscada creada a partir del desarrollo de personajes, las sorpresas símil thriller psicológico pausado y el gran desempeño de un elenco en el que se destacan Kaluuya y Howery. Si bien Peele coquetea con la posibilidad de que la trama funcione como una parábola acerca de una especie de retro racismo reconvertido en esclavitud lisa y llana, a decir verdad el foco del relato se concentra en la dialéctica de las apariencias y la corrección política de la clase media estadounidense, un enclave que -como señalábamos anteriormente- a veces termina haciendo tanto daño a los sectores marginados como el accionar de los fascistas delirantes que pululan en el norte: el recurrir a estereotipos étnicos y a argumentos vetustos a pura ignorancia suele poner en perspectiva el hecho de que el respaldo/ apoyo de determinados individuos o colectivos puede ser contraproducente para una causa de igualdad social. Huye es el ejemplo perfecto de ese cine de género valioso que duplica en eficacia a los convites arties en lo referido a un análisis astuto de la arrogancia y el oportunismo político de las elites capitalistas y todas sus prácticas lindantes con el maquiavelismo más estremecedor…
Costó 5 millones; recaudó 170 palos verdes. He allí el toque de Midas de Jason Blum - el mismo que produjera Actividad Paranormal, Insidious, Siniestro, Oculus, La Visita, Hush.... y una tonelada de películas de horror de boga -; pero, además de la receta cormaniana para generar películas muy baratas y altamente efectivas, el otro secreto de Blum consiste en darle total libertad creativa a los directores de turno. Es por ello que directores experimentados y cineastas noveles se acercan a su guarida, esperando su bendición para desatar sus proyectos mas atrevidos o peculiares. Con él probaron el género del horror tipos fogueados como Phil Joanou o Barry Levinson; M. Night Shyamalan resucitó su carrera en apenas dos filmes cuando todo el mundo lo daba por muerto; y hasta Joel Edgerton se atrevió a hacer sus pininos detrás de cámaras (aunque ya venía con una larga historia como guionista;él es el co-autor de The Rover entre otros proyectos). Ahora, en otra pirueta de stunt casting (o stunt hiring, sería la expresión mas adecuada), le da la oportunidad de oro a Jordan Peele, el comediante integrante de la dupla Key & Peele. El resultado final de semejante aventura es Get Out, un delicioso thriller paranoico que estremece y sorprende. No inventa nada nuevo, es cierto, pero está construido con una precisión pasmosa, y Peele lo condimenta con las dosis justas de humor y tensión para hacerlo altamente recomendable. En sí, Get Out es una mezcla entre Adivina Quién Viene a Cenar Esta Noche? y Las Esposas de Stepford. Una pareja birracial - él, moreno, interpretado con mucho carisma por el británico Daniel Kaluuya; ella, blanca y simpática, en el debut cinematográfico de Allison Williams, la cual parece una versión adolescente de Amanda Peet - se dispone a conocer a los padres de ella; la macana es que la chica no les advirtió a sus padres que su pretendiente es negro, con lo cual las tensiones están a la orden del día. Por suerte los suegros resultan ser mucho mas urbanos y civilizados que lo que Kaluuya pensaba, con lo cual las cosas fluyen con naturalidad - incluso su suegro le confiesa haber estado dispuesto a votar a Barack Obama por un tercer término si la circunstancia se daba -. Claro, hay cosas discordantes que ocurren en segundo plano, ya sea la existencia de una plana de servidumbre negra en esta familia de blancos liberales o, lo mas inquietante, es que los morenos se comporten de manera antinatural. Al principio Kaluuya piensa que es un problema de percepción suyo pero, cuando los comportamientos anormales continuan, los pensamientos conspirativos comienzan a atraparle. Para colmo su único amigo es un paranoico guardia de aeropuerto, el cual le dispara las cosas mas chifladas que primero se le vienen a la cabeza... las cuales, quizás, no estén tan erradas como parecen. Lo primero que te sorprende es la dirección. No sólo Jordan Peele se maneja con el aplomo de un veterano sino que tiene un vuelo visual propio de los grandes maestros. A la legua se nota que sus influencias primarias son De Palma y Hitchcock ya que hay escenas que parecen dirigidas por semejantes maestros. Por ejemplo, en el teaser vemos a un moreno hablando por teléfono mientras reniega que su auto se ha roto en una calle oscura y desolada de una barrio suburbano. Y mientras el tipo habla - en una fascinante toma hecha en 360 grados -, vemos como en el fondo hay un auto blanco que sigue de largo, se detiene, pega la vuelta y empieza a seguir al moreno. El protagonista no está enterado pero el público sabe, intuye, que nada bueno va a pasar - un depredador ha detectado una presa fácil y va a atacarla -, algo que termina por confirmarse un par de minutos después. El otro gran momento del filme es la fantástica secuencia onirica donde Kaluuya es hipnotizado y se hunde en un abismo - la cual me hace acordar a Spellbound (1945) - y la cual es asfixiante. Porque la gracia de Peele es que no necesita tripas, monstruos o efectos especiales para asustar, sino que lo suyo pasa por crear un clima enrarecido en donde nadie se porta con normalidad. Uno sabe que las cosas están muy mal cuando una persona empieza a hablar como un robot, vomitando frases amables mientras sus ojos no paran de llorar - el tono cordial de la voz no va con el dolor contenido que los ojos no alcanzan a camuflar -; o cuando Kaluuya sube las escaleras de la casona de sus suegros en busca de las llaves del auto para largarse... y todos los vejetes que han quedado en la planta baja - y que han venido a la fiesta - se congelan al unísono. Estre las respuestas elusivas y los comportamientos bizarros uno siente que el moreno protagonista está atrapado en algo que va mucho mas allá de su comprensión, y cuyo escape resulta imposible. Anticipar los detalles de la trama sería arruinar la experiencia, aunque ciertamente el tercer acto no es tan pulido como debiera. El problema no son los hechos o el desenlace (que es altamente satisfactorio), sino la hora de las explicaciones que parecen algo traídas de los pelos. Pero es una gota en el océano, cinco minutos de parlamentos que no termina de opacar la inteligencia de la puesta en escena. Get Out es genial en muchos sentidos; la tensión, las perfomances, la destreza visual del director, la inteligencia de los protagonistas - algo inusual en los filmes de terror -, el placer del desenlace. Al principio parece una alegoría racista pero Peele se da maña para dar vuelta todas las expectativas y generar una explicación alternativa que resulta delirante. Entre la gloriosa muñeca de Peele para manipular las circunstancias y el delicioso humor con que lo condimenta - especialmente, gracias al amigo paranoico del protagonista que arranca las mejores risas en los momentos mas incómodos -, resulta fácil calificar a Get Out como uno de los mejores filmes del 2017, y eso que aún no llegamos siquiera a la primera mitad del año. No sólo es altamente recomendable sino que convierte a Jordan Peele en un director a seguir, cuyos proyectos futuros - si su talento no se desbanda - prometen ser tan apasionantes como este filme.
Conoce a tus parientes. La historia de Huye podría ser la de una comedia dramática con comentario social si la premisa del comienzo no comenzara a torcerse en otra dirección. Como ocurría en la legendaria ¿Adivina quién viene a cenar? un joven negro debe conocer a la familia de su novia blanca. En aquella comedia brillante todos los prejuicios de un lado y del otro se exponían para finalmente cerrar con un discurso optimista contra el racismo. Pero claro, esta película se llama Huye y obviamente el clima no será el de la comedia, aun cuando la película tenga sus toques de humor. Cuando la joven pareja viaja a la finca que tienen lejos de la ciudad los padres de ella, un incidente menor pero sangriento con un animal en la ruta es el primer indicio ominoso del peligro que se avecina. Cuando conozca finalmente a los padres, el protagonista tendrá la tensión propia de conocer a una nueva familia, pero también elementos inquietantes que la rodean. Los empleados que trabajan para ellos, todos negros, son el primer comentario que la película lanza al mismo tiempo que algo que incomodará al joven protagonista. Quien no quiera saber nada de la trama puede dejar de leer acá. Luego de las primeras escenas, todavía dentro del terreno del realismo, se comienza a develar una trama siniestra y una conspiración que no se sabe hasta dónde llega. El terror y la ciencia ficción se unen en un guión muy sólido, no solo porque logra que lo inverosímil se vuelve creíble, sino porque cambia de género con una efectividad absoluta. Para cuando el juego haya sido desplegado del todo, el espectador ya comprará todo lo que la película le propone. Pero también el guionista y director pone especial énfasis en una puesta en escena, en un tiempo para el relato que muestra un excelente pulso para el género. Escenas que no tienen en un comienzo explicación logran perturbar y generar el clima adecuado, ya no solo para el perfecto entretenimiento sino también para el cuestionamiento de una sociedad racista en general. Como en muchos otros films del género, esa sociedad cerrada a la que accede el protagonista, es la metáfora de la ideología de ciertos grupos que forman parte de la sociedad en la que vivimos. El encierro en el cual transcurre la trama es una metáfora del mundo y los planes del grupo no son otra cosa que un cuestionamiento de una ideología imperante durante muchos tiempos que aún subsiste en muchos lugares. La combinación género con lectura social le queda muy bien a la película, que bien podría pertenecer a aquellos films paranoicos de fines de los 60 y primera mitad de la década del setenta. En todos los aspectos, Huye es una gran película.
Terror de buenísima calidad para no dejar pasar en la cartelera de cine. Los primeros casi sesenta minutos ofrecen puro suspenso clásico con mucho nerviosismo. Y a partir de allí comienza el género de terror en su mayor expresión con mínimos toques de...
La ópera prima del comediante Jordan Peele, a través de un relato de terror y fantástico, pone en relieve las contradicciones raciales que aún hoy en día persisten en nuestra sociedad. Un joven negro camina por las calles de un suburbio solitario. Mientras habla por teléfono con su novia, un auto blanco, en el que suena una canción melosa, lo persigue como sombra. Tras cortar la llamada y atemorizarse por la situación, de repente le cae un fuerte golpe en la cabeza y es raptado por el conductor del extravagante vehículo. Este es el acertado preludio de ¡Huye!, film que con el devenir de la historia irá adoptando multiplicidad de formas y acepciones. Tras el potente inicio, mientras se suceden los títulos en la pantalla, una música que parece sacada de un ritual masónico, mixturada con sonidos afroamericanos, nos dará una pista del rumbo futuro de la historia. Interrumpida la liturgia musical, aparece en pantalla una joven pareja interracial, Rose (Allison Williams) y Chris (Daniel Kaluuya), quienes se preparan para realizar un viaje. El plan es ir a pasar el fin de semana a casa de los padres de Rose, para que conozcan a Chris, quien insiste en que sus “suegros” sepan sobre su color de piel. La bella chica le resta importancia al asunto, diciendo que sus padres no son racistas y emprenden camino. Con una recepción que de tan cordial parece falsa, la pareja se instalará en la hermosa casa de fin de semana. Con el pasar de los días, Chris descubrirá que suceden cosas muy curiosas y casualmente se relacionan con su raza. Toda la gente de color que conoce, actúa de manera muy extraña, encima los de piel blanca tratan de conseguir su agrado con comentarios gregarios y fascistas. ¡Huye! comienza siendo una película que respira romance. Con el pasar del metraje va mutando, pasa a generar un clima de suspenso asfixiante, hasta explotar en un relato onírico —las secuencias en la que Chris entra en trance y cae en el vacío son alucinantes— también fantástico, con cuestiones de logias secretas y otras yerbas, hasta culminar en un derrotero a puro slasher. Y también es autoparódica, la conexión con el exterior de este mundo trastornado, es el mejor amigo de Chris, un jefe de seguridad que con humor descontractura la historia. Si bien ya hubo grandes films de “terror social”, como la fabulosa La noche de los muertos vivos de George Romero, con un guion inteligente y original, ¡Huye! se suma a este subgénero, exponiendo la cuestión del racismo, en un mundo aparentemente progresista, de manera tajante y radical, develando los perversos y sofisticados mecanismos que se evidencian en ciertos sectores del entramado social.
Huye: Miedo diario para algunos, entretenido terror para todos. El comediante Jordan Peele debuta como director con una cinta de terror que se enfoca en la tensión racial que pasivamente envuelve a la sociedad estadounidense moderna. Consumimos tantos productos del Imperio Norteamericano que podemos llegar a sentir vagamente familiares algunas problemáticas que particularmente esta lejos de aquejar nuestras tierras. Una de las cosas que esta cinta ejemplifica, es que incluso para los que viven dentro de esa realidad, si uno no la protagoniza jamás podra estar más que vagamente familiarizado con ella. Sobre eso se trata Huye (originalmente Get Out), sobre la vida de un joven afroamericano viviendo en una sociedad que recientemente empezó a desperezarse de la disparidad racial y de género. Sobre como esa sociedad busca equiparar, compensar y corregir su rumbo a los volantazos. Sobre como son, todavía, más afroamericanos que americanos ante el resto, vistos más como parte de una raza que de la sociedad en general. Solo de la mente de un comediante como Jordan Peele podria salir un concepto tan ingenioso, desarrollado más allá de lo mínimo necesario, como si se tratase de una rutina afinada tras meses de abucheos haciendo stand-up. Por suerte Peele posee la capacidad para, desde el guión y la dirección, darle la calidad necesaria para elevar la película a ser más que solo el concepto inicial. Con una fotografía que sirven para completar una excelente presentación, compartiendo cartel con, quizás la estrella de la producción, la gran banda sonora y un excelente elenco que va todavía más allá del solo servir la intrigante historia que se cuenta. Se trata de un film que vale la pena ver simplemente por lo interesante de la propuesta, pero que termina ofreciendo mucho más. Garantiza las ganas de dialogar luego de verla, y de mantenerse atento a lo que Jordan Peele haga en el futuro.
A partir de la historia de un hombre afroamericano que es invitado a pasar un fin de semana en la casa de los padres de su novia blanca, la opera prima del actor y comediante combina cine de terror y sátira social para armar una muy inteligente e inquietante película de género sobre el racismo. La combinación de sátira social con elementos de género es una tradición cinematográfica clásica de Hollywood. Si hay algo que los filmes de terror y ciencia ficción han sabido hacer es incorporar a sus tramas –de manera más o menos sutiles, según el caso– los problemas políticos, sociales o económicos que los circundaban en el momento de su creación. Así, desde LA INVASION DE LOS USURPADORES DE CUERPOS a VIVEN!, de EL DIA QUE LA TIERRA SE DETUVO a LA NOCHE DE LOS MUERTOS VIVIENTES (y todas sus secuelas), el género ha sido una suerte de termómetro de los miedos y conflictos de las distintas épocas. Ultimamente, sin embargo, empujadas por el fenómeno de las secuelas y por tramas más interesadas en generar golpes de efecto que en ir un poco más en profundidad respecto a los motivos y las causas de los temores colectivos, las películas de terror han abandonado –salvo excepciones– su costado social. ¡HUYE! es un intento de retomarlo con todas las fuerzas y es de esperar –a juzgar por el enorme éxito de público y crítica que la película tuvo en Estados Unidos– que sea el inicio de un giro en el mercado de cine de terror. El filme de Jordan Peele (un muy conocido comediante, cocreador del show humorístico televisivo KEY AND PEELE) no solo incorpora esas temáticas sino que se puede decir que se ubica casi por afuera del género tal como se lo concibe actualmente, prefiriendo la sugestión, el suspenso y hasta la risa nerviosa que el shock terrorífico, que recién llegará en su última parte. A su manera, es una película sobre el racismo mucho más inteligente, radical y potente que cualquiera de las que suelen estar nominadas año a año a los Oscars, incomodando al público respecto a sus puntos de vista “progresistas” y tratando de ir a los misterios más profundos del odio/envidia racial. Tras un inicio que nos anticipa que estamos ante una película de género (un hombre negro es secuestrado en un elegante suburbio blanco), ¡HUYE! parece girar rápidamente y convertirse en una comedia con toques bizarros acerca de la visita de Chris (Daniel Kaluuya) a la casa de los padres de su novia blanca, Rose (Allison Williams, la coprotagonista de la serie GIRLS). Chris está preocupado porque Rose no les ha dicho a sus padres que su novio es afroamericano, pero ella le asegura que no tiene motivo. Sus padres son progresistas, universitarios, personas que han viajado por el mundo y que “habrían votado por Obama una tercera vez si hubieran podido”. Y al llegar queda claro que tiene razón: los Armitage (Catherine Keener y Bradley Whitford) son el colmo de la amabilidad y el (excesivo) buen trato, especialmente él, que hasta usa cierto “slang” para dar la impresión que está al día con la cultura negra. Pero de a poco Chris comienza a sentir que hay algo que no funciona del todo bien ahí. Los dos empleados negros de la casa (un jardinero y una mucama) tienen comportamientos un tanto extraños y casi robóticos, con una naturalidad estudiada e inusual. La madre de Rose es una psiquiatra que dice que puede curar a Chris de su adicción al cigarrillo y, si bien él no quiere someterse a una sesión de hipnosis para lograrlo, ella termina “forzándolo” a hacerla. ¿El resultado? Chris se cura de la adicción, pero cada vez se siente más incómodo con su entorno. Todo se enrarece aún más cuando al otro día llega a la casa un grupo grande de amigos de los abuelos de Rose (que fallecieron) a una reunión anual en su homenaje. Todos también parecen amables pero su excesiva cordialidad, algunos comentarios fuera de lugar y otra presencia igualmente espectral (de un “brother” que en un momento tenso le dice a Chris la frase que da título al filme) llevan al protagonista de la incomodidad al miedo. De allí en adelante se irán revelando los secretos de esta particular situación, cuyo universo trae a la mente a una mezcla de películas tales como SABES QUIEN VIENE A CENAR?, EL BEBE DE ROSEMARY, THE STEPFORD WIVES y hasta TERCIOPELO AZUL. Peele bebe de fuentes muy diversas en su filme. Utiliza la ironía y paranoia de autores como Luis Buñuel y Roman Polanski mezclados con la ácida mirada política de George A. Romero y John Carpenter en un escenario que, como el del citado filme de David Lynch, parece perfecto y atildado por fuera pero esconde horribles secretos por dentro. La historia se irá revelando de a poco, pero es claro de entrada que el foco está puesto en las veladas formas de racismo que se esconden actualmente bajo una suerte de condescendiente progresismo. Admiración y envidia transformadas en odio, miedo disfrazado de comprensión y empatía con “la causa”: el objetivo de Peele es desnudar esa reconversión del racismo (y de la esclavitud) en apropiación cultural. La película funciona como relato de suspenso y sátira, lo cual implica que los elementos más típicamente terroríficos son pocos y están utilizados de manera un tanto irónica. Si bien sobre el final se vuelve una historia de supervivencia y horror, siempre está claro que el eje de Peele está más en jugar con los detalles específicos (la “metáfora del algodón”, la historia del abuelo de la familia, las conversaciones telefónicas de Chris con un amigo suyo –el único que está afuera de la casa y sabe que allí pasa algo raro–, su relación con Rose y con su alcohólico hermano) que en horrorizar al espectador de maneras convencionales. De todos modos, cuando las cartas se revelen, allí demostrará que también está capacitado para manejar los resortes del género más puro y duro. Una película inusual para el estudio Blumhouse (responsable de exitosas sagas de terror como LA NOCHE DEL DEMONIO, THE PURGE, ACTIVIDAD PARANORMAL, SINIESTRO y otras hechas a partir de bajísimos presupuestos y muchas regadas de ingeniosos comentarios sociales), ¡HUYE! también testea a los espectadores a poner a prueba su propio y disfrazado racismo. La película no apuesta a la comodidad del “pensamiento correcto” y progresista de películas como 12 AÑOS DE ESCLAVITUD o TALENTOS OCULTOS, en las que uno puede empatizar con el sufrimiento de los protagonistas negros a manos de hombres blancos horribles y trogloditas ya que es fácil allí tomar distancia de ellos. Aquí es la propia admiración racial de cierta “clase iluminada” –la misma que escucha hip-hop, votó a Obama, viaja a Africa y admira a atletas y basquetbolistas negros– la que es capaz de generar las más inquietantes formas de esclavitud contemporánea.
Huye: Adivina quién viene a cenar. Sublime. Perfecta. Terrorífica. Agobiante. Sobran adjetivos para calificar la nueva obra de Jordan Peele, la maravillosa Huye (Get Out, 2017). El cine de género norteamericano (o el cine norteamericano en general) hace años que viene falto de ideas. No hacen más que generar remakes, adaptaciones y, de nuevo, remakes. Por eso adoramos que mentes como la de James Wan, o la vuelta del mejor M. Night Shymalan con, por ejemplo, Fragmentado (Split, 2017) nos sumerjan en esas pesadillas oscuras atemporales y aculturales. Quién iba a suponer que este año tendríamos otra sorpresa, y que vendría del lugar menos pensado: la comedia. Porque Jordan Peele, director de este film, es un comediante muy famoso de yankilandia. Nadie esperaba que este manjar de demonios internos y oscuros entramados saliera de la cabeza de un tipo que te hace reir. Doble sorpresa. Si a eso le sumamos que se asoció con la productora Blumhouse, ya un ícono del cine de género actual de bajo presupuesto, sabíamos que algo bueno debía salir. Pero no algo TAN perturbadoramente hermoso. Cuando vi el tráiler por primera vez (y no había ninguna señal de estreno local) quedé tan estupefacto que la sensación de ver ya mismo ese producto era tan ferviente como cuando te baja la presión y necesitas comer algo salado. Sabía que esa película sería un éxito en cualquier parte del mundo, porque notaba la atmósfera opresiva que se le quería dar al producto y es algo que en un film de horror nunca puede faltar para que te sientas agobiado y quieras cerrar los ojos, pero aún así, seguir viendo lo que va a suceder. En el comienzo, vi que la premisa venía empapada del film de Stanley Kramer al cual hago referencia en el título de esta review, y que muchas veces y muchos años después, fue tanto parodiada como homenajeada en distintos géneros cinematográficos: la pareja interracial que debe hacer frente a la familia de uno de ellos (generalmente a la familia blanca y adinerada). En este caso sucede exactamente lo mismo pero con un condimento especial, el cine de terror o thriller. Pero no es un terror de monstruos o seres sobrenaturales. No señor. El terror que se vive y se palpa en el film es el que se vive y se palpa desde hace décadas en suelo estadounidense: el terror de ser una persona negra. Uno de los aciertos de Jordan Peele (quien también escribió el magnífico guión) es conjugar géneros y se sientan orgánicos y no forzados. El casting es otro logro que, al conocer un poco la filmografía de los actores principales, uno se va dando cuenta que la mayoría se ha destacado en papeles cómicos o personajes con tonos amables. Aquí, uno de los ejemplos más perfectos de versatilidad es Catherine Keener en un papel sumamente pertubador. El choque de culturas, quizás risueño en el primer acto del film, va desapareciendo a medida que la trama se va alejando de los tópicos comunes, y sin caer en la obviedad del susto fácil, nos va lentamente metiendo en un juego siniestro. En una de las primeras escenas, Chriss (interpretado por el inglés Daniel Kaluuya) se queda estupefacto viendo como un ciervo al costado de la ruta lucha por aferrarse a la vida, luego de haber sido atropellado por él y su novia, Rose (Allison Williams, también magnífica). esa misma imagen se repetirá una y otra vez, cada vez que quede solo. Cada vez que recuerde la culpa por la muerte de su madre. La vulnerabilidad del ciervo es la misma que muestra Chriss, pero también la fortaleza de aferrarse al vida a pesar de su naturaleza y la de los demás. Como decía anteriormente, el film conjuga los pasos de comedia (sarcástica), el thriller, los homenajes a films como Invasion of the Body Snatchers (1978), e incluso el drama racial, condimentado con la excelente fotografía de Toby Oliver (The Darkness), la música de Michael Abels y la excelente dirección de Peele, que sabe como utilizar los espacios reducidos en nuestra contra y darnos buenas sorpresas con constantes vueltas de tuerca en la trama, hacen que Huye (Get Out, 2017) sea una de las sorpresas del año y, quizás, se convierta en un nuevo clásico para revisitar muchas veces más.
“Get Out” llega finalmente a nuestras salas y se encamina a convertirse en una obra de culto. Jordan Peele (guionista de “Keanu”) es un artista que viene del ámbito de la comedia (dato vital para entender el approach y el tono del film) y en esta ocasión debuta como director para brindarnos un interesante retrato de la sociedad norteamericana y el racismo. Hace años que el país del norte vive conflictos relacionados con la discriminación, creando una tensión racial que se ve pero no se intenta solucionar. Peele nos ofrece su visión práctica del panorama que viven los ciudadanos afroamericanos. Un joven afroamericano visita a la familia de su novia blanca. Para Chris (Daniel Kaluuya) ha llegado el momento de conocer a los futuros suegros, por lo que ella lo invita a pasar un fin de semana en el campo con sus padres, Missy (Catherine Keener) y Dean (Bradley Whitford). Al principio, Chris piensa que el comportamiento “demasiado” complaciente de los padres se debe a su nerviosismo por la relación interracial de su hija, pero a medida que pasan las horas, una serie de descubrimientos cada vez más inquietantes lo llevan a descubrir una verdad inimaginable. ¿Qué nos entrega “Get Out”? Un retrato vibrante y atrapante donde la incomodidad y el hostigamiento que aqueja al protagonista se transmiten al espectador. Un film que pretende ser una cinta de terror/thriller no mediante efectos o jumpscares (sobresaltos) como es habitual, sino mediante un terror o miedo real bien fundado en cuestiones sociales reales y latentes en Estados Unidos. El director demuestra ser un gran narrador al mezclar el miedo con el sarcasmo y el humor ácido (provocando alguna carcajada en el espectador con un posterior sentimiento de culpa aparejado). La fotografía de Toby Oliver acrecenta ese clima gélido y esa atmósfera asfixiante y angustiante. Por el lado de la banda sonora, también se realiza un buen trabajo a la hora de crear contrapuntos para ampliar la efectividad de las situaciones (tal como se muestra en la escena inicial). El elenco es excelente y sirve para elevar el enorme trabajo que se hizo en el guion. Daniel Kaluuya se carga al hombro el film para transmitir esos sentimientos de incomodidad e impotencia que vive su personaje a lo largo de toda la película. Párrafo aparte merece Catherine Keener (“¿Quieres ser John Malkovich?”), que nos otorga un papel difícil (inusual en relación a lo que nos tiene acostumbrados), convirtiéndose en una formidable fuerza opositora. “Get Out” representa un relato inteligente de visión obligatoria debido a la crítica social que funda con solidez y soltura. Una obra necesaria que nos hace reflexionar sobre una realidad que debe ser reconocida. Un thriller agudo y retorcido que sirve para manifestarse frente a la discriminación, la xenofobia, y el comienzo de la administración de Donald Trump. Puntaje: 4,5/5
Hay un halo de misterio que envuelve a la propuesta de Jordan Peele que potencia cada plano y cada secuencia. Porque en una simple lectura este thriller termina por desnudar mecanismos de violencia y racismo que, inexplicablemente, siguen enquistados en la sociedad. Si de la simple ecuación Pueblo de los malditos+The purge, se termina por configurar un adrenalínico y tenso relato, que apoyado en una banda sonora que eleva la acción a niveles insospechados, termina por configurarse una de las grandes sorpresas cinematográficas del año.
Es el debut como director de un conocido comediante y guionista estadounidense Jordan Peele. Su película es de terror psicológico, con un humor oscurísimo, y mucha agudeza en la observación, para arremeter con un tema difícil como es racismo hacia los negros en EEUU. Ese racismo es el disparador de toda una trama que abreva de los grandes clásicos del terror. El comienzo es el resumen de todos los afroamericanos en EEUU, caminar por esos perfectos barrios, con grandes casas, todas habitadas por blancos. El sentimiento de peligro aflora de inmediato y en este caso se concreta de manera contundente. Después uno asiste a la historia de un fotógrafo negro, de novio con una chica blanca que se apresta a conocer a sus suegros, que ignoran el color de su piel. Su novia lo convence de que sus miedos son infundados, la llegada es con todos los abrazos y aceptaciones, lo mismo pasa con los amigos de la familia. Pero los pocos negros del lugar tienen algo muy raro. Y desde el teléfono su amigo, de seguridad de aeropuertos comienza a elaborar las teorías mas alocadas. Con homenajes a películas como “El bebe de Rosemary”, a las esposas perfectas y dóciles de “Stepford wives”, a “Los usurpadores de cuerpos” y muchas más. Todo parece ser de una forma y es de otra, las vueltas de tuercas no quitan la mirada inteligente a una sociedad que muchas veces solo tiene el barniz de la tolerancia y la integración. Pero el horror esta presente hasta el último minuto, como un plato fuerte para el espectador que ama el género y que en general debe conformarse con bodrios clase “Z” hechos en serie. Este caso es un verdadero lujo. Gran elenco: Daniel Kaluuya, Alison Williams, Catherine Keener y muchos más talentosos. No se la pierda.
Un film que más que una película de terror, podría ser de ciencia ficción y por qué no, una comedia. Huye, costo 5 millones de dólares y ya lleva recaudado 200 millones. Nada mal. Pero qué tendrá esta película que tanto cautiva al público? A juzgar por la primera escena, Huye podría ser una épica película de terror. Los condimentos están: la noche, un hombre (negro – se aclara porque tiene que ver con la trama) caminando, algo perdido, un auto que pasa en una dirección, vuelve y comienza a andar al lado de este muchacho. Todo condimentado con una música explosiva, que realmente uno piensa: wow, esta película me va a volar la cabeza. Y la música del film, es destacable. Una banda de sonido que acompaña, rara, pero genera un clima muy interesante. Huye, es puro suspenso, todo el tiempo parece que va a pasar algo, y tarda mucho en pasar, y cuando pasa, no es la gran cosa. Insisto que se parece mucho más a una peli de ciencia ficción que a una de terror. El “miedo” se intenta dar con recursos vistos en innumerables películas: la parejita viajando en un auto por una ruta, broma va, broma viene y “pum” un animal golpea la trompa del auto. Una persona, en la oscuridad que pasa sorpresivamente de un cuarto al otro, con un “chan” que nos sobresalta, un hombre en la oscuridad corriendo con las palmas estiradas cual serial killer, y así otras más. Destaco con gran entusiasmo la actuación de Daniel Kaluuya. El trabajo de este hombre es para elogiar. No solo levanta el film, sino que logra con sus gestos, su mirada y cambios de humor, un personaje glorioso. Huye, seguramente seguirá cautivando a los espectadores, y logrará mantenerlos en vilo durante la proyección, eso es otro punto a favor. Sin embargo, cuando esa espera no termina dando una recompensa que convenza, uno se puede sentir un poco defraudado.
Cuando el terror se viste de negro. El debut como realizador de Peele tiene algo de sátira social, de thriller paranoico y del terror más desmelenado. ¿Fundación del black horror? Desde ya que no, teniendo en cuenta que en plena fiebre del blaxploitation de los años 70, hubo un Drácula negro llamado Blacula. Pero lo cierto es que de allí en más hubo más bien pocos realizadores afroamericanos dedicados a hacer cine de terror desde una perspectiva específicamente racial. Hasta el punto de que ni Spike Lee lo intentó. Y ahora de pronto aparece el menos pensado, Jordan Peele, cómico televisivo conocido en Estados Unidos por su dúo con su colega y amigo Keegan-Michael Key (en la primera temporada de la serie Fargo hicieron de dos detectives no muy brillantes), quien sobre guion propio produce el que se considera el debut más promisorio en el género en lo que va del año. ¡Huye! tiene algo de sátira social, de thriller paranoico y, claro, del terror más desmelenado. Ése que termina en una o varias mesas de operaciones, con aparatos extraños listos para concretar experimentos aun más extraños. Peele dice haberse inspirado sobre en The Stepford Wives, aquella novela de Ira Levin que conoció dos versiones en cine (años 70 y 2000). Recordemos: una recién casada (Katherine Ross, Nicole Kidman) llega con su marido a un lugar paradisíaco, donde las mujeres se comportan de manera ideal… para sus maridos. Resultan ser robots, y la protagonista deberá escapar de ese destino. Como en ambas versiones de The Stepford Wives, ¡Huye! está fotografiada con diafragma abierto y colores netos, resaltando la luminosidad de este paraíso. El joven fotógrafo afroamericano Chris Washington (Daniel Kaluuya) es invitado por su novia blanca Rose Armitage (Allison Williams) a pasar unos días en casa de sus padres, calmando sus inquietudes en el sentido de que no son racistas. Los padres de Rose, Dean (Bradley Whitford, conocido por su papel en The West Wing) y Missy (Catherine Keener, una de las musas del indie de los 90 y 2000) son la gente perfecta para pasar un fin de semana en su casa: tienen plata, instrucción y amabilidad. Dean es neurocirujano y hubiera votado a Obama por un tercer período si hubiera sido posible; Missy es psiquiatra, especializada en hipnosis. Lo que es un poco raro, y ellos lo reconocen, es que esta gente tan progre tenga personal de servicio de raza negra. Más raro aún, teniendo en cuenta que la casa, y la propiedad en su conjunto, evocan alguna de aquellas white mansions de Savannah o Tennessee, de tiempos del esclavismo. Pero lo más raro de todo es la conducta de los criados. Walter observa al recién llegado con resentimiento, y Georgina de pronto se queda abstraída, con ojos duros. El contacto con un amigo encenderá una alarma definitiva. La película de Peele es ambiciosa, sobre todo para una opera prima, y el realizador y guionista sale airoso. Cruza géneros con acierto (al mismo tiempo que aumenta la paranoia al interior de la finca, en el exterior crece la figura de Rod, el amigo de Chris, torpe agente de seguridad de transporte aéreo, que funciona como contrapeso cómico), logra muy buenas escenas de miedo (la carrera de Walter hacia cámara, en medio de la noche, pone los pelos de punta, y es lo más sencillo del mundo; la lotería con señas es una extravagancia) y en el terreno de la política racial desliza un par de comentarios de gran audacia. Uno es el de la letal envidia al hombre negro; otro, el de la poca confiabilidad de los liberals, que cuando se dan vuelta pueden ser de temer. Finalmente, claro, el hecho de que el protagonista negro se llame Washington, como el padre de la patria.
Huye: una reflexión sobre el miedo Las tensiones raciales en los Estados Unidos representadas a través de la dinámica que se produce cuando una chica blanca lleva a su novio negro a la casa de sus padres: con esta premisa se podría hacer un drama oscarizable, como en su momento ocurrió con ¿Sabes quién viene a cenar? (1967), de Stanley Kramer. Aunque seguro que el intento no redundaría en una película tan fascinante, divertida y efectiva como lo es Huye. Jordan Peele, hasta ahora conocido como un gran comediante, aborda este tema desde su género favorito, el terror. El guionista y director crea un clima de suspenso y paranoia dándole un nuevo contexto a clichés como el suburbio aparentemente pacífico en el que pasan cosas extrañas, el sótano como espacio predilecto del horror, los sonidos que sobresaltan al espectador, entre otros. La combinación de estos elementos con el humor, que aparece en los momentos de mayor tensión, y con el drama, inherente al conflicto racial persistente en la sociedad norteamericana, le dan al film una bienvenida originalidad. La puesta en escena es brillante, pero son las actuaciones las que se erigen en pilar de la película. Catherine Keener y Bradley Whitford están perfectos como siempre, y Allison Williams prueba que tiene mucho para ofrecer más allá de Girls. Pero quien se roba la película es Daniel Kaluuya, quien con su impactante expresividad, la solidez de su presencia y los matices emocionales que logra transmitir confirma que es un talento al que hay que prestarle mucha atención.
Familia política de terror Un joven negro conoce a los padres de su novia, rica y blanca, y la experiencia resulta peor de lo esperado. Una situación que da miedo: conocer a la familia política. Y si entre esa parentela y el candidato hay una notoria diferencia social, económica, étnica, religiosa o cultural, ese miedo está a un paso de convertirse en pánico. El tema dio para muchas comedias a lo largo de los años , pero aunque Jordan Peele viene de ese mundo como actor y guionista (se hizo conocido por la serie de sketches Key & Peele) en su opera prima eligió abordarlo con los códigos del terror. Chris Washington es un fotógrafo artístico de Nueva York que emprende un viaje de fin de semana con su novia para conocer a los padres de ella, que viven en una retirada mansión a un par de horas de la ciudad. La cuestión es que él es negro y ellos, blancos (y ricos). Pero no hay problema, porque son políticamente correctos. Un punto de partida ideal para que Peele señale con mordacidad y un fino sentido del humor la ineludible cuestión racial en la sociedad estadounidense. Porque en su intento por mostrarse libres de prejuicios, esta gente bienpensante no hace más que desnudarlos, con elogios hacia Obama o Jesse Owens como otra versión del “tengo un amigo judío”. El mensaje es claro: ocho años de un presidente negro no alcanzan para acabar con siglos de discriminación. La incomodidad es permanente. Y también el misterio. Hay mucho de El bebé de Rosemary en esta familia y su grupo de amigos, gente en apariencia “normal” pero que vista de cerca da escalofríos (como nos puede pasar con cualquier vecino, colega o circunstancial compañero de transporte público). Pero, ¿son realmente siniestros o, influido por ese sentimiento de extranjería, Chris está imaginando demasiado? La presencia de otros tres negros en la casa no hace más que exacerbar sus temores: su comportamiento es extraño. Suele ocurrir: a la hora de las explicaciones, se diluye bastante de la magia creada anteriormente. La referencia deja de ser Polanski y pasa a ser el Tarantino más sangriento y el cine de terror más gore. Pero la tensión y los nervios de punta siguen ahí, tan presentes como el eterno conflicto entre blancos y negros.
Sin duda alguna Huye es una de las grandes sorpresas del año y es por eso que la película llega un poco inflada. “El mejor film de 2016” dicen en varios lados y -obviamente- es una exageración pero no por ello deja de ser genial. Así como en el pasado reciente el terror indie sorprendió con cintas tales como The witch (2015), The babadook (2014) e It follows (2014), ahora le toca a esta ópera prima dirigida por Jordan Peele, quien es actor y arrancó de manera formidable en la gran silla. Habrá que seguirle la carrera de cerca. Construye muy buena tensión y suspenso, pero pongo en duda la originalidad ya que percibí mucho estilo de Kevin Smith en cuestiones de comedia. Más aún en la combinación de géneros que el director hizo en Tusk (2014) que no fue estrenada en Argentina. Salvo eso el resto es una construcción brillante. Otro aspecto no menor para rescatar es el tema racial y como es abordado de diferentes aspectos durante toda la película. Más si se tiene en cuenta los diferentes conflictos que hubo recientemente en Estados Unidos y la pesada historia desagradable con la que cargan. El elenco es otro punto fuerte. Y suma que la gran mayoría son casi ignotos. Catherine Keener logra dar miedo con muy poco. Solo su mirada y movimientos. Un personaje muy logrado. Lo mismo sucede con Allison Williams (famosa por la serie Girls), cuyo personaje da un par de giros muy sorprendentes. Huye es una película que sobresale de la media y que garantiza pasar un gran momento en el cine. Su única contra es la expectativa que el potencial espectador puede tener por los laureles que trae de afuera. Así que cuanto más virgen de comentarios de llega a la sala mejor.
“Huye” (Get Out, 2017) cuenta la historia de Chris (Daniel Kaluuya), un fotógrafo afroamericano que es invitado a conocer y pasar un fin de semana con la familia de su novia Rose Armitage (Allison Williams) y un grupo de amigos de los padres. Durante su estadía, Chris descubre que los Armitage y su grupo de invitados ocultan algo detrás de su fachada cosmopolita y amigable. Con una muy buena actuación de Kaluuya (Sicario, Johnny English Reborn, Kick-Ass 2), la película gira en torno a las extrañas experiencias que el protagonista tiene durante el fin de semana como invitado de sus suegros. Durante su estadía con ellos, Chris conoce a varias personas, incluyendo a dos empleados afroamericanos y a un grupo de invitados de los padres de Rose. A medida que pasa el tiempo, Chris empieza a notar que debajo de la amabilidad y buenas maneras del grupo, algo está terriblemente mal. El resto de la familia Armitage es interpretada por Katherine Keener (Virgen a los 40, Capitán Phillips, Hacia Rutas Salvajes) como Missy, la madre de Rose; Bradley Whitford (Billy Madison, La Cabaña del Terror, Perfume de Mujer) como su padre, Dean; y Caleb Landry Jones (X-Men: First Class) como Jeremy, su hermano mayor. “Huye” es la ópera prima de Jordan Peele (Keanu,Key & Peele), quien a pesar de contar una historia interesante, tarda demasiado tiempo para ponernos en situación. Del tiempo de cinematografía, se toman 35 minutos (en realidad casi 45’) para que empecemos a ver realmente por dónde va la película y a qué apunta. Whitford y KeenerPapá (Bradley Whitford) y mamá (Katherine Keener) Las actuaciones de la familia Armitage y de sus invitados son tibias, cuando mucho. Bradley Whitford está muy apagado en este papel, donde pasa casi desapercibido. Pasa lo mismo con Katherine Keener, quien a pesar de interpretar un rol un poco más protagónico que Whitford, se luce poco. A fin de cuentas, es una película con un buen argumento que no es resuelto de una manera que resulte atrapante al espectador. Sin embargo, estamos seguros que Peele logrará darnos una buena próxima película cuando tome su ritmo.
Great Again No es ninguna gran revelación comparar a ¡Huye! (Get Out, 2017) con The Stepford Wives (1975). Aún si los avances no arruinaran la trama, la propia película no pierde ningún tiempo en invitar la comparación. Ambas cuentan historias de terror en clave de sátira social en las que el lugar más siniestro y opresivo del mundo es el suburbio del hombre blanco, sólo que aquí el motor es racismo en lugar de sexismo. Ésta es la ópera prima de Jordan Peele, mejor conocido como la mitad del dúo cómico Key & Peele. Se descubre como un capacitado director de miedo, concentrado más en la construcción de atmósfera y no tanto en sustos baratos, aunque no puede dejar desperdiciar cuanta oportunidad cómica se presenta, por lo que ¡Huye! queda al borde de ser una parodia de sí misma. Hay un extraño balance de risa y miedo en esta película. El protagonista es Chris (Daniel Kaluuya), un hombre negro en una relación con Rose (Allison Williams), una mujer blanca. Chris viaja un fin de semana a conocer a los padres de Rose. ¿Saben que es negro? Rose no cree que importe. “Mi papá hubiera votado por Obama una tercera vez si hubiera podido,” le reprocha. Cuando llegan el padre (Bradley Whitford) rechaza una primera impresión racista (emplea afroamericanos para las labores domésticas) con la misma frase, y la madre (Catherine Keener) ofrece hipnotizar a Chris. Algo anda mal. Algo anda mal y no cabe la menor duda de que no se trata de simple paranoia, porque la película empieza con la escena que empieza. Nos dejamos seducir por las operaciones de tensión e incomodidad que la trama va generando - en particular, la perturbadora obsecuencia con la que la comunidad burguesa de gente blanca recibe y adula a Chris por el mero color de su piel. Pero una vez que la pantomima termina - y es una lástima que termine - la historia pierde fuerza y la película pasa a mostrar en vez de sugerir y a explicar en vez de mostrar. El final definitivamente no está a la altura de lo que ¡Huye! promete durante su primera mitad. Una de las grandes revelaciones de la película, acerca de cierto personaje, se hace dos veces. Asimismo se nos enseña dos veces el oscuro secreto de la familia de Rose: la primera vez es de manera ingeniosa, durante un silencioso partido de bingo que posee resabios de otra cosa; la segunda consta de mostrarle un par de videos explicativos a Chris. Como si Jordan Peele (escritor y director) no estuviera convencido de sus propias dotes y por cada sugerencia que hace tuviera que repetir y aclarar para los que se sientan al fondo. El desenlace en sí concluye con tal levedad que amenaza con deshacer el impacto del mensaje de la historia. Teniendo en cuenta estas y otras decisiones que debilitan el guión, y más allá de que todos reconocemos la trillada “fábula Stepford”, es insoslayable el hecho de que ¡Huye! logra algo que pocos films de su calaña apenas intentan hacer: alimentar una historia de miedo con patologías humanas en vez de cucos y poltergeists, utilizar el género para postular una crítica social y en medio de todo encontrar la gracia y el horror de la cuestión. Si ¡Huye! no es tan buena como podría haber sido, ojalá inspire películas parecidas y en lo posible mejores.
Pequeño gran fenómeno de taquilla, esta película chiquita y concisa da una ingeniosa vuelta de tuerca al cruzar el film de zombies, en una de sus variantes, con el tema del racismo y la discriminación hacia los afroamericanos. En su primer film como director y guionista, el comediante Jordan Peele apuesta a lo directo, con un libreto depurado cuya simpleza contribuye al impacto: Huye es una película realmente terrorífica, sin necesidad de efectos ni monstruos. O, precisamente, porque lo monstruoso está en lo humano, es la locura racista. Huye gira en torno del fin de semana en que una pareja -Rose Armitage, blanca e interpretada por Allison Williams, la Marnie de Girls, y Chris, que es negro- viaja a conocer a la familia de ella. "¿Saben que soy negro?", le pregunta él con la inquietud de la perspectiva de conocer a los suegros. "No, pero no son racistas", dice ella casi indignada por la pregunta. Cuando llegan, está claro que el matrimonio Armitage es demasiado buena onda para ser real, y rápidamente los detalles (una mirada, un comentario fuera de lugar, el descubrimiento de que el servicio, en el caserón familiar, está compuesto sólo por negros) van confirmando que Chris acaba de poner un pie en una pesadilla. No conviene adelantar mucho más, porque Huye es como esas novelas policiales que se leen tan de un tirón que uno no se da cuenta de que invirtió dos horas de su vida. Como el experimentado cineasta que no es, Peele arma su relato con prolijidad, aunque también con demasiadas explicaciones innecesarias. Pero su cuento de terror creciente contiene humor satírico (imaginen la reacción de la policía cuando llega una denuncia de blancos secuestrando negros), inteligencia y furia. Bienvenidos a último terror político. Deja los pelos de punta.
LA FAMILIA DE MI NOVIA Una gran peli de terror que es mucho más que un rejunte de sustos. Tal vez lo tengan a Jordan Peele por su lado más humorístico, como actor básicamente, y la graciosa mitad de “Key & Peele”. Como muchos intérpretes, decidió probar suerte tras las cámaras y se despachó con “¡Huye!” (Get out, 2017), un “thriller social”, como él mismo lo describió, que dejó a más de uno boquiabierto tras su paso por el Festival de Cine de Sundance. Peele juega con el misterio, el terror y los prejuicios, sin dejar de lado el humor y las críticas sociales en plena administración de Donald Trump. La historia gira en torno a Chris Washington (Daniel Kaluuya), un joven fotógrafo afroamericano que decide conocer a la familia de su novia Rose (Allison Williams), muy caucásicos ellos, durante un fin de semana en su casita alejada de la ciudad. El muchacho tiene sus reservas, obviamente, pero también la seguridad de su compañera de que todo va a salir muy bien, y de que papá Dean votaría por Obama unas cuantas veces más si pudiera (¿?). Desde el primer minuto que Chris pone un pie en este coqueto vecindario, todo parece extraño y fuera de lugar. La familia de Rose es encantadora, y hasta suele tratar de maravillas a sus “sirvientes” de color. Sí, Peele juega con los estereotipos y, aunque estemos en pleno siglo XXI, nos logra poner incómodos, al igual que el protagonista, que trata de dejar pasar estos pequeños detalles, y disfrutar de los paisajes que rodean la casa. La visita se complica un poco más ya que coincide con una reunión anual de vecinos, un grupo estrafalario de vejetes muy blanquitos que no hacen más que admirar las múltiples cualidades del muchacho como si se tratara de un espécimen que todos quisieran poseer. A Chris no le quedan dudas de que algo extraño ocurre en el lugar y, a pesar de compartir las inquietudes con su chica y su amigo Rod (LilRel Howery), un oficial de aeropuertos que tiene sus propias teorías, tal vez sea demasiado tarde para escapar de lo que el destino le tiene preparado. Peele, director y guionista, utiliza todas las herramientas del género con sabiduría, pero le agrega la incomodidad constante de no saber con certeza para dónde nos lleva el relato. Poco y nada se puede decir sin caer en spoilers, pero las opciones son infinitas, aunque nunca deja de flotar en el aire esa noción de xenofobia y violencia sigue imperando en la sociedad americana. La propuesta de una parejita interracial, aunque estemos en el año 2017, se nos presenta como extraña y “exótica”, y aunque fluye con total naturalidad en la gran ciudad, se convierte en otra cosa una vez que traspasa la frontera de esta comunidad tan particular. ¡Huye! Tiene suspenso, sus buenas dosis de gore, y un choque de lenguajes y culturas que juega a propósito con el lugar común para sumar momentos humorísticos bastante perturbadores. La trama sigue siendo un oscuro relato de terror, pero el realizador aprovecha para deslizar cierta crítica social que nos afecta a todos y todas, sin importar la raza, sexo o nacionalidad. Con un presupuesto acotado (apenas cinco millones de dólares) y los recursos muy bien utilizados, Peele nos sumerge literalmente en los miedos y las culpas de su protagonista –los presentes y los pasados-, que le pueden jugar en contra. Nos obliga a pararnos de su lado y experimentar sus emociones, al mismo tiempo que nos planteamos y analizamos nuestros propios prejuicios.
¡Huye!, de Jordan Peele A Jordan Pelee se le filtra la comedia. A sabiendas de que entre los géneros el terror tiene fama de ser difícil, este reconocido actor (y voz) de múltiples personajes de comedia apuesta por una propuesta compleja. Los primeros minutos prometen, pero pronto nos desconectamos al perder la empatía con los personajes. Chris es negro y sensiblemente, lidia con la compleja situación de tener una novia blanca, Roce. Ciertas categorías hacen de sostén resonando en la trama: afroamericano, caucásico, etc. No resulta difícil perder la conexión con la historia, se dificulta la empatía en la lejanía de lo que se entiende por discriminación. La diferencia entre nuestra idiosincrasia y la idiosincrasia yankee pesa y le cuesta caro a la película. Aun así y a pesar de no estar plenamente interiorizados en el tema, la historia se sigue. Tocando una temática de corrección política extrema, como lo son los problemas raciales en EEUU, Pelee por momentos pierde el estribo. Lo que se plantea como un film de terror, roza lo absurdo y confunde continuamente. Hipnosis, cirugías craneales, robo de cuerpos: temáticas del más clásico cine de clase B, que con nostalgia vemos fracasar en la pantalla. La historia norteamericana tiene muchas zonas de conflicto, y la esclavitud afroamericana da tela desde hace rato para las producciones cinematográficas de resonados nombres. Esta propuesta no se aleja de las anteriores, sin poder desembarazarse de lugares comunes a los que arriba el tema. El ario señor siempre encuentra nuevos modos de someter y hacer de su propiedad la fuerza, el cuerpo y el alma de la hermandad negra. Un cast compuesto por caras conocidas, de ciertas series, compone una escena plagada de caricaturas. Ciertamente hay que destacar el trabajo musical que propone la película, único complemento que logra dotar de dinamismo y tensión a las escenas. Sin ningún tipo de incomodidad, ¡Huye! nos expulsa, sin llegar siquiera a ser provocadora. ¡HUYE! Get Out. Estados Unidos, 2017. Guión y dirección: Jordan Peele. Intérpretes: Daniel Kaluuya, Allison Williams, Catherine Keener, Bradley Whitford y Caleb Landry Jones. Fotografía: Toby Oliver. Edición: Gregory Plotkin. Música: Michael Abels. Diseño de producción: Rusty Smith. Duración: 104 minutos.
Vídeo Review
Si bien a Huye! (Get Out 2017) se la presenta como película de terror, no encaja de lleno en ese género. En caso de querer definirla, no podría pertenecer a un solo género en particular porque lo tiene todo: suspenso, drama y hasta ciencia ficción. Incluso, es difícil de comparar con otras películas aunque, si se pudiesen combinar La Familia de mi Novia (Meet the Parents 2000), Las Mujeres Perfectas (The Stepford Wives 2004) y la personalidad de Monsieur Calvin J. Candle (papel de Leonardo Di Caprio en Django Unchained 2012) se aproximaría bastante al resultado final de este nuevo film. También, si se hila mas fino, podría tranquilamente encajar como un nuevo capitulo de Black Mirror, la serie de antologías distópicas cuyo propietario es Netflix. Ya mencionada la serie británica, el papel protagónico del largometraje le corresponde al actor inglés Daniel Kaluuya, responsable de uno de los mejores episodios de la serie (15 Millones de Méritos, 1×02). En esta oportunidad Daniel interpreta a Chris Washington, un fotógrafo afroamericano que se pone de novio con Rose, una chica blanca de una familia de buen nivel económico. Luego de cinco meses estando en pareja, Rose le propone a Daniel ir a pasar un fin de semana a la casa de campo de sus padres, los Armitage. Pero a los pocos minutos de su arribo a la casa, Chris empieza a notar muchas cosas extrañas, como por ejemplo las actitudes de las únicas personas negras que estaban en la propiedad, el jardinero y la mucama, teniendo comportamientos como si fuesen gente autista. Al conocer a sus suegros, las cosas se empiezan a poner mucho más que incómodas, ya que estos resultan ser tan puristas como Voldemort y, por supuesto, son bastante racistas. Un neurocirujano y una psicóloga componen este matrimonio peculiar, a la familia la completa el hermano menor de Rose, que también es doctor y se lo nota más preocupado por comparar negros y blancos que por saber cómo fue la vida del pobre Chris. La idea del fin de semana especial y agradable empieza a derrumbarse cuando una fiesta sorpresa se da en la casa y todos los amigos blancos de los Armitage llegan a la propiedad. Por supuesto, del mismo palo que sus suegros, Chris se enfrenta a constantes preguntas e interrogantes dignas del siglo pasado sobre su color de piel. Chris decide no seguir permitiendo que se lo trate tan despectivamente y decide escapar de la fiesta, pero lo que no sabia es que mientras él fue a aclarar sus pensamientos a las orillas del lago mas cercano, ellos estarían planeando qué hacer con él, al mejor estilo de La Purga (The Purge 2013). ¡Huye! es una película donde el director expone el racismo de una forma totalmente novedosa, viniendo de un palo tan diferente como lo es la comedia, Peele diseñó una historia espeluznante donde reflejó el sometimiento que existe, por parte de la sociedad blanca, hacia los negros. No es casualidad que este film haya salido en estas épocas, donde la población estadounidense se encuentra sumamente dividida por todo lo que provoca la asunción de Donald Trump y lo que éste representa en la sociedad. De hecho, en varios segmentos de la película, para poder empatizar con Chris, se utiliza el concepto de “yo hubiera votado a Obama de nuevo, pero no se pudo”. Si bien se arma una trama donde el terror queda en la superficie y no abarca enteramente el film, es una historia que tiene comedia, cosas sobrenaturales y un terror gore y violento al estilo de Evil Dead (1981). Se notan varios cambios en el eje del argumento donde, a pesar de que se avisora que lo peor puede pasar, aumenta los deseos de ponerse de lado de Chris y que agarre las valijas y raje de ahí. Se pinta un panorama de “es el protagonista negro contra todos, que vengan de a uno “. Esta película está totalmente bien dirigida, guionada y actuada. Y esto es un muy buen síntoma porque no está esa estrella rutilante que se lleva todas las luces de la producción. Es más, el costo del film fue de solo ¡5 MILLONES DE DOLARES! Cifra que en algunos tanques hollywodenses solo puede ser abarcado al sueldo de un actor. Una película que dura 104 minutos, raramente puede convencer sin dejar cabos sueltos, pero este no es el caso. La historia tiene un principio, desarrollo y final dignos de las mejores películas que tratan temas tan delicados como el racismo, claramente con la demencia y el odio llevados a su mayor extremo.
Jordan Peele es un actor que ha desarrollado su carrera dentro de la comedia, en su mayoría en shows de sketches norteamericanos, aunque parece no haberle temblado el pulso a la hora de escribir un guión y ponerse a cargo de la dirección, su debut en este rol, de Get Out. Lo llamativo es que tampoco dudó en alejarse del género humorístico para dar un giro de 180 grados hacia el terror y el suspenso. Lo cierto es que el film pergeñado completamente por su mente, ya estrenado en Estados Unidos, se ha puesto en boca del público y la crítica -lleva recaudados más de 200 millones de dólares habiendo invertido solo 4 para su realización-, ya sea por su temática o por su originalidad.
El prejuicio racial como tema del terror El film es una especie de comedia negra espeluznante, que parte de la premisa del clásico “¿Sabes quién viene a cenar”, que protagonizó Sidney Poitier en los años 60. "Huye!" empieza un poco cómicamente, al estilo de la clásica fábula antirracista "¿Sabes quién viene a cenar?", y avanza hacia climas progresivamente más oscuros que combinan "Raíces" con "The Stepford Wives", superando cualquier fantasía contra la intolerancia imaginada por Rod Serling en su serie "Dimensión Desconocida". Hay una linda parejita de jóvenes que van de visita a la casa de la familia de ella. A él le preocupa que su novia no le haya contado a sus padres que es negro, algo que en Alabama aun hoy podría ser un problema. Pero ella le asegura que sus padres son cualquier cosa menos racistas; de hecho, en la majestuosa mansión típicamente sureña, el joven encuentra que su futuro suegro es un ferviente militante de Obama. Pero hay otros detalles, entre curiosos y perturbadores, como el extraño rictus de los empleados afroamericanos, o la insistencia de la madre de su novia, una psiquiatra, por hipnotizarlo. La llegada de otros amigos de la familia de la novia empieza a volver más preocupante la situación del pobre novio, que en un punto percibe que está metido en una auténtica trampa infernal. El director y guionista Jordan Peele logra una excelente opera prima con una historia original y conducida con un excelente pulso narrativo, mucho humor negro y, sobre todo, con más cerebro que gore, aunque ambos elementos explotan al unísono en el final. Ningún fan del cine fantástico debería huirle a esta película.
Desafiando las cansinas y repetitivas superproducciones de Hollywood sobre el género llega "Huye", un interesante y entretenido Thriller que flirteando con los tópicos del terror y pinceladas de humor negro explora el racismo en la sociedad norteamericana post Obama, poniendo de manifiesto que con poco presupuesto, sin estrellas y con una historia bien contada también se llega al éxito. Huye marca el debut en la dirección de Jordan Peele -actor, guionista y humorista conocido sobre todo por sus colaboraciones con Keegan-Michael Key-, con Jason Blum como productor -todo un experto en películas baratas y rentables como Fragmentado, de M. Night Shyamalan-, arrasando la taquilla norteamericana al lograr el Nº1 del box office USA tras recaudar 33,37 millones de dólares, cifra magnífica considerando que apenas costo 4,5 millones. Un singular thriller que parte de una historia sencilla -cita o inspiración de Sabes quien viene a cenar?, la comedia norteamericana de 1967 dirigida por Stanley Kramer y protagonizada por Spencer Tracy, Katharine Hepburn, Sidney Poitier y Katharine Houghton, donde la discriminación racial era el eje central del relato cuando la hija de un matrimonio liberal anunciaba su casamiento con un médico afroamericano-, que se nutre de los tópicos del terror en un relato que va atrapando al espectador no en base al susto ni efectos especiales, sino a los inquietantes personajes cuyas apariencias, miradas y sonrisas ocultan algo que no termina de encajar y que intrigan tanto a su protagonista como al espectador, que disfrutará mas del film cuanto menos sepa sobre su argumento. Así es como Chris, un joven afroamericano, viaja junto a su novia Rose un fin de semana a la casa de campo de los padres de ella para conocerlos. Pero allí descubrirá los verdaderos motivos de la invitación. A pesar de la previsibilidad de la historia y algunos clichés del genero, Jordan Peele sabe mezclar y dosificar bien los tópicos del thriller y el terror con pinceladas de humor negro, lo onírico y hasta toques gore sobre el final, manteniendo el ritmo y la tensión en todo momento. No falta el homenaje a las películas americanas de terror ambientadas en los idílicos suburbios estadounidenses como Halloween, de Carpenter, con un principio que también recuerda al osado film Te sigue -2015-, con ese personaje perdido caminando por un típico barrio residencial americano donde todo parece amenazante, al igual que cada unos de los personajes que aparecerán. Con una fotografía y banda sonora que acompañan la generación de climas inquietantes y sin estrellas como protagonistas, Huye pone la mirada afroamericana sobre esa sociedad blanca que respira racismo, por lo bajo o por lo alto y que sigue ocultando la esencia del racismo en una sociedad como la norteamericana en la era post Obama. Daniel Kaluuya -Black Mirror- dando vida a Chris, que transmite desconfianza y confianza con una facilidad asombrosa; junto al paseo por la casa -especie de museo al racismo- donde la burla no tiene límites con el padre de la novia, Dean -Bradley Whitford-, adulando a Barack Obama y preocupándose que tener un ayudante y una ama de llaves afroamericanos refleja mal en él como un autoproclamado liberal; su madre Missy -Catherine Keener- especialista en hipnosis para dejar el hábito de fumar y una cucharilla perpetuamente arrastrada en su taza de té, son escenas para destacar. Huye es un thriller que flirtea con el terror durante todo el relato, aunque nunca termina de dar el salto a algo más perturbador, y con algunas pequeñas incoherencias sobre el final que pueden cuestionarse pero que no alcanzan para desmerecer este singular y entretenido film.
Cuenta con una narración solida, tiene buen suspenso, tensión e intriga, muy buenas actuaciones, hay secretos, mentiras y sorpresas. Es la opera prima de Jordan Peele, quien se arriesga en una película de terror diferente. Un thriller psicológico, con toques de ciencia ficción y sátira, una buena dosis de humor, con una interesante crítica social y política, ante una sociedad hipócrita.
No es la originalidad de la trama, sino los riesgos que toma Jordan Peele (director primerizo que muestra aquí un enorme potencial) para desenredar un guión repleto de misterios, lo que hace que Huye se sienta fresca, impredecible y de una relevancia insoslayable para los tiempos que corren. La historia comienza con un joven armando su valija para ir a visitar a la familia de su novia, que lo observa con algo de sorna. Si resulta incómodo a veces conocer a los suegros, a eso Chris (un sublime Daniel Kaluuya) tiene que agregarle un factor tabú: él es negro, ella no. Y en una sociedad que le dispara dos veces a los afroamericanos, y después hace las preguntas, su nerviosismo es más que comprensible. Así y todo, el gran novio le pone el pecho a la situación y se decide a enfrentar a sus preconceptos. Después de todo, lo suyo no deja de ser un prejuicio también. No pasará demasiado tiempo, claro, para que el pobre Chris comience a replantearse el porqué no escuchó las palabras de su mejor amigo, un agente de seguridad aeroportuaria muy paranoico que quiso decirle que todo ésto era una mala idea. Conviene no adelantar demasiado los múltiples giros que el film de Peele desarrolla: basta con decir que la visita familiar se desenvuelve peor aún que la de los Fockers ("La familia de mi novia") y aunque hay bastante humor negro, no se trata aquí de una comedia. El nuevo realizador desenfunda un enorme talento para el suspenso, siendo así la primera gran revelación del año. Al menos en cuanto a un género que, por lo general, no depara demasiadas sorpresas.
Sálvate mientras puedas Chris Washington (Daniel Kaluuya) es un joven negro que va a pasar un fin de semana con su novia Rose (Allison Williams) a una finca que tienen los padres de ella. Missy (Catherine Keener) y Dean (Bradley Whitford) parecen ser los suegros perfectos pero de a poco Chris va descubriendo que ocultan algo. Llega a la cartelera argentina la película que fue un éxito en Estados Unidos, con un presupuesto por debajo de los 5 millones de dólares, logró recaudar 194 millones en todo el mundo y aún faltaba estrenarse en algunos lugares como nuestro país. Hay que destacar un pequeño error en la venta de la película, intentan hacernos creer que es terror pero es mucho más que eso, es muchos géneros en una pero no se trata de meter en una licuadora un poco de todo sino que su guionista y director, el comediante Jordan Peele, pone algo de comedia negra, algo del thriller, algo de terror, otro poco de ciencia ficción, bastante de crítica social y llamado a la reflexión sobre la discriminación y la situación de los afroamericanos. Todo eso le funciona a la perfección en pantalla. No es casualidad que haya llegado justo en la era Trump cuando parece crecer la ola de racismo y xenofobia en Estados Unidos. Tampoco es casualidad que el apellido del protagonista sea Washington, como el Padre de la Patria estadounidense. La película atrapa desde el comienzo, en una de las primeras escenas la joven pareja viaja tranquilamente en el auto manejado por ella y chocan con un ciervo que aparece de repente en la ruta. Eso será el punto de partida para que el pobre Chris comience a meterse en laberinto. La música y la fotografía son claves para describir que en realidad ese lugar no es tan apacible como aparenta. ¡Huye! es sobresaliente en todos los aspectos y claramente se perfila como una de las sorpresas del año, aunque vale la advertencia que aquellos que esperen ver sangre y tripas o buscan sustos, se equivocan, hay un trabajo más sutil y mucho más disfrutable.
Huye es una de las producciones más interesantes que brindó Jason Blum, el productor que en la última década monopolizó prácticamente el género de terror en Hollywood. Blum fue responsable de sagas como Actividad Paranormal, La noche del demonio y La purga y el año pasado alcanzó el récord de 16 películas estrenadas en un período de 12 meses. Por supuesto no todas las cosas que produce son buenas pero cada tanto presenta alguna propuesta atractiva. En este caso se trata de la ópera prima del comediante Jordan Peele, quien desarrolla un gran thriller de horror donde explora la temática del racismo de un modo original. Durante gran parte del conflicto el director consigue capturar la atención por la manera en que trabaja el suspenso y la tensión entre los personajes. Huye es un film muy particular porque el 80 por ciento de la trama se concentra en conversaciones y situaciones de misterio. Sin embargo, Peele consigue atraparnos por completo en su relato gracias a su dominio del suspenso y un reparto que logró hacer interesantes a estos personajes. Daniel Kaluuya, el protagonista de esta historia, le dio aportó una gran humanidad a su papel, quien logra generar empatía por el modo que evita los clichés que suelen tener estos roles. El nivel del reparto en general es muy bueno y se luce en un papel inusual Catherine Keener, actriz relacionada con el cine independiente que no suele trabajar en esta clase de propuestas. En Huye me gustó mucho la manera en que se construyó el misterio que se esconde detrás de la familia que recibe con entusiasmo y una mentalidad abierta al novio negro de su hija. Las situaciones de tensión que luego se desarrollan entre los personajes estuvieron muy bien trabajadas y califica entre los más destacado de la labor de Jordan Peele. La película fue muy elogiada en Estados Unidos por la manera en que se expresa sobre el racismo, pero en lo personal no creo que sea el elemento más fuerte de este estreno. Los elogios son pura basura de corrección política e ignoran el hecho que el director abordó la segregación racial de un modo extremadamente simplista. El mensaje de Peele se resume en que los blancos son la peor escoria del planeta y envidian a la raza negra que es superior y más inteligente. Cuesta bastante tomar en serio el comentario social de este film que por supuesto queda bien alabar en los medios. El racismo es mucho más complejo que el enfoque que presenta Huye, cuyos diálogos humorísticos también generan que el relato no sea tomado demasiado en serio. No obstante, la película logra ser muy atractiva hasta que se revela el misterio del conflicto que es muy tonto y carece por completo de sentido. El atractivo que tenía el argumento se desinfla bastante en los cinco minutos finales donde el director optó por cerrar el film con una resolución más trillada. De todos modos, sin ser una obra impecable, la ópera prima de Peele es muy entretenida y merece ser tenida en cuenta por los aficionados del género.
Este es un film sobre el racismo: hay un muchacho negro en pareja con una chica blanca, deciden ir a ver a los padres de ella a un pueblito tranquilo y el discurso sobre la corrección política se empieza a resquebrajar. Pero cuidado: lo que hace el realizador Jordan Peele es tomar todas esas películas sobre el racismo y hacer la propia riéndose de sus lugares comunes, y para ello crea un film de terror que ejerce con fuerza el humor. Hay mucho de “Las mujeres perfectas” en la historia, pero eso es en parte la base para la parodia, porque la discriminación de la que se habla es el desfase entre el discurso políticamente correcto y la realidad que suele recubrir. Y es donde el cine se vuelve pertinente, porque las imágenes y las acciones son las que muestran la verdad que se oculta tras las palabras. Notable e inteligente, “Huye” es una pequeña joya, una película inesperada.
BLUM Y SU MALDITO MARKETING Alabada por la crítica -tal vez no muy especializada en el género de terror- y un amplio porcentaje de espectadores que la postulan como lo más fresco y mejorcito del horror de lo que va el año, lo cierto es que ¡Huye! se queda a medio camino con una trama bastante predecible que pierde el interés durante su transcurso narrativo. Una vez más, el productor Jason Blum -cuyo estudio viene arrasando con Fragmentado, de M. Night Shyamalan y que abraza a directores emblemáticos del cine de miedo como Oren Peli o James Wan., apoya el debut de Jordan Peele, actor conocido por su faceta cómica. Aquí, un joven afroamericano de novio con una chica blanca visita a sus suegros progres disfrutando de un fin de semana en la casa de campo familiar, bien aristocrática por cierto, donde es recibido con los brazos abiertos. Ante tanta “sospechosa” cordialidad y un aire enrarecido, el protagonista y el espectador empatizan de forma inmediata. La sensación de incomodidad creciente se reafirma con la aparición de otros personajes negros que trabajan como servidumbre de aquel lugar. Personajes paranoicos y siniestros que parecen estar más cerca de la esclavitud -o del manicomio- que de un trabajo “cama adentro”. Pero parece haber una respuesta cálida para toda duda o interrogante que se le presente al personaje principal, quien no muy conforme y husmeando aquel “confortable” hogar descubrirá la “siniestra” verdad que guarda sus paredes. Con muchas secciones de hipnotismo y algunas otras referencias imposibles de compararlas con el buen cine de Hitchcock, lo que realmente nos brinda Peele es suspenso tibio pero entretenido. Claro que la película gana en una temática social sumamente presente en la actualidad de Estados Unidos, donde aún existe discriminación y hostigamiento para con diferentes etnias y/o culturas que hace muchísimo tiempo conviven en el suelo norteamericano. Sin embargo, los prejuicios siempre salen a flor de piel entre los sectores más conservadores que encabezan viejos y jóvenes por igual. Más aún si se tiene en cuenta que en muchos estados la coacción ejercida por las fuerzas de seguridad federales continúa implantando violencia y represión hacia estos sectores. Todo ello en una era con un máximo referente xenófobo como el presidente Donald Trump. Donde pierde ¡Huye! es en mantener la tensión propuesta en el inicio, volviéndose redundante y aburrida. No guarda ese tinte de misterio y paranoia que supieron contener films como El culto siniestro (1973) o La llave maestra (2006), que pueden ser comparados de cierto modo con el film en cuestión. Por momentos, la película descansa en pasajes de humor ácido o “negro” que salvan la monotonía propagada en el desarrollo. Pero… esto no es suficiente. Y es que ¡Huye! tal vez peca en su duración y en actuaciones poco creíbles que sin embargo son reconocidas, como las de Catherine Kenner, Caleb Landry Jones y Allison Williams. Lo cierto es que productoras como Blumhouse manejan excelentemente sus trailers, que luego no hacen justicia con lo vendido o peor aún, como en este caso, revelan casi toda la trama del largometraje. Como siempre digo, para disfrutar sin altas pretensiones para algunos y una grata sorpresa para otros. ¡Huye! vino a sentar la grieta cinematográfica en el terror.
Este filme viene precedido por la muy buena acogida por parte del público y del periodismo, el primero se demuestra en la recaudación, el segundo en las críticas que ha recibido. La obra abre con un plano largo, la cámara que sigue a un personaje en una calle oscura, en donde el mismo hablando por celular dice que no es ni un buen lugar ni una buena hora para que un negro transite en solitario. La cámara va registrando con sutileza el recorrido del personaje, el sonido y la música, hacen lo propio hasta que lo sutil se transforma en violencia extrema. Corte. Titulos. Nos muestran en montaje alterno a dos personajes: Chris Washington (Daniel Kaluuya) acicalándose frente al espejo; Rose Armitage (Allyson Williams) transita despreocupada con el desayuno a cuestas por las calles de la gran ciudad. Cuando se encuentran, en la puerta de la casa de Chris y terminan de presentárnoslos como pareja, él negro, ella blanca, algo del orden de las miradas, del juego especular, nos dice, también sutilmente, que no está todo bien. Se le suma a la incertidumbre el hecho que ambos viajaran para que ella presente a su novio y aparece en escena Rod Williams (LilRel Howery), un guardia de seguridad, el mejor amigo de Chris, casi hermanos, desde la infancia, también negro. Lo que en principio aparecía como una versión trastocada (por la primera escena) de “¿Sabes quién viene a cenar esta noche?” (1967) se va a ir convirtiendo, mezcla de géneros incluida, en una película del genero del terror, diferente, casi un soplo de aire bastante fresco por sobre la media a la que nos tienen acostumbrados. Siempre de manera sutil nos va dando información que instala el suspenso, ya que si se sospecha hacia dónde va nunca se tiene certeza. Hasta que comienza el principio del fin del relato. Nada es lo que parece en ese ambiente acogedor que lo recibe a Chris, secretos y mentiras de toda familia. Más ocultos que falacias. Una de las aperturas de lam realización es hacia el género fantástico, la simple expresión del título “¡Huye!”, siempre y cuando uno lo pueda tener presente, obtiene una facultad desestructurante, pues simultáneamente se establece como una enérgica imputación política sobre las contradicciones raciales que todavía subsisten en el gran país del norte. Una clase media-media alta tecnológica y científicamente de avanzada, ideológicamente bastante retrograda. El filme es atrayente a partir de un muy buen guión, bien contado, creando la atmósfera necesaria para que su verosimilitud se constate, aportando clímax en los momentos justos desde el diseño de sonido y banda musical. Buenas actuaciones y diseño de arte que cumple su cometido, sin demasiadas búsquedas al respecto.
La amenaza blanca. De situar a negros en personajes temibles a ofrecerles roles independientes del color de su piel, para, finalmente –y después de demasiado tiempo–, dar vuelta el tablero y presentarlos como víctimas de ciudadanos blancos de buenos modales y opiniones razonables: resultado de ese recorrido es este film de suspenso, que se alza sin retórica en una fábula sombría sobre el racismo. Ópera prima del exitoso actor televisivo Jordan Peele (1979, New York, EEUU), sus intenciones iniciales no se hacen explícitas, desenvolviendo situaciones típicas de un relato romántico en el que el joven se prepara para conocer a los padres de su novia, con el aditamento de que él es afroamericano a diferencia de ella y su familia. Inclusive al arribar al lugar, el confort y la afabilidad no permiten esperar sobresaltos. Ciertas pistas, sin embargo, van evidenciando que algo extraño late en ese ámbito aparentemente cálido: un susto en la ruta y algunos personajes que van apareciendo progresivamente, sobre todo una mucama de sinuosa sonrisa, otros criados negros y el hermano de la novia, algo sacado. Es así como se llega al último tercio de la película, cargado de agitación y brillantemente concebido. La estructura es clásica, con posibles referencias a maestros del género (ese barrio ominoso del comienzo parece remitir a Halloween, los sueños que se confunden con la realidad y ciertos toques gore traen recuerdos de distintos momentos de las filmografías de Carpenter o Brian De Palma). No falta el habitual amigo que, lejos del lugar de los hechos, comienza a preocuparse por el destino del protagonista, además de aportar dosis de humor que se agradecen. Pero ¡Huyen! no se destaca sólo por el buen uso que hace de esas fórmulas ni por la pertinente decisión de incorporar los teléfonos celulares a la trama, sino también por la viscosa sensación que transmite en algunos momentos en que hipnosis, pesadilla y culpa arremeten casi sin diferenciarse. La complicidad entre los negros, que aflora por encima de todo, y la desconfianza en instituciones muy respetadas en el país del Norte (la Policía, la Ciencia, la familia, el matrimonio) suman posibilidades de interpretación. Por circunstancias que es mejor no detallar aquí, los actores se ven obligados a sutiles cambios de registro, saliendo todos maravillosamente airosos: desde el expresivo y simpático Daniel Kaluuya en el rol principal hasta la siempre convincente Catherine Keener (recordada por películas como Hacias rutas salvajes, Capote o ¿Quieres ser John Malkovich?), capaz de agregar a su sonrisa confiable el inefable estremecimiento del tintineo de su cuchara en el interior de una taza de té.
Cuestión de piel Esta película es una de las mejores apuestas de la cartelera. Suspenso y terror en estado puro. El de Jordan Peele es un gran debut, sobre todo si se tiene en cuenta la baja calidad de las películas de terror que se estrenan cada jueves. ¡Huye! (Get out, en su título original) es un sólido thriller que, además de mantener al espectador hipnotizado en la butaca, se las ingenia para meterse con un tema que en Estados Unidos siempre es coyuntural: el racismo. Mientras en el gobierno está Donald Trump, cuyo prejuicio racial es de público conocimiento, la ópera prima de Peele cuestiona su política y le hace frente con inteligencia. ¡Huye! tiene el nervio del cine de terror que tanto nos gusta. La película arranca con un prólogo digno de John Carpenter para luego contar una historia que tiene a una chica de tez blanca y a un chico afroamericano como la joven pareja protagonista, y a una extraña familia burguesa norteamericana como centro y metáfora del mal. La película plantea un tema serio y lo desarrolla de manera inteligente con los recursos del género. Chris y Rose se preparan para ir a conocer a la familia de ella. Él está nervioso porque su color de piel no coincide con el de ella. Cuando llegan a la mansión de los padres de Rose, Chris se encuentra con unos individuos extravagantes. La madre es una psiquiatra experta en hipnosis, el padre no para de hacer chistes políticamente incorrectos y los sirvientes se comportan como autómatas programados para obedecer. A Chris no le convence la familia de su novia. Todo a su alrededor es de una extrañeza preocupante. ¡Huye! es un entretenimiento efectivo que tiene la dosis justa de humor y un sorprendente manejo del suspenso. El director tiene la habilidad para ir soltando de a poco la rienda de su brioso y terrorífico corcel negro, que arranca con un galope y termina corriendo en un baño de sangre justiciero. Para Jordan Peele, el trasfondo del estallido de violencia es el racismo de su país. Pero hay un problema con la mirada del filme y es que adopta la misma óptica que cuestiona: la de los norteamericanos blancos. Y lo hace cuando plantea una superioridad genética de los afroamericanos, codiciada por las demenciales familias millonarias. Si el problema es que los norteamericanos blancos se creen superiores a los norteamericanos negros, la película no hace más que invertir el racismo. Peele sigue viendo el mundo a través de la falsa dicotomía blanco y negro.
Los peligros de la corrección política. Nadie tenía en los planes que Jordan Peele, más conocido por su faceta de comediante gracias al dúo que conforma junto a Keegan Michael-Key (director de Keanu), pudiera generar un batacazo de taquilla y crítica con una pequeña cinta independiente de género. ¡Huye! fue presentada inicialmente en el Festival de Sundance de este año, donde recibió loas de un público generalmente entusiasta de este tipo de propuestas. No obstante, el triunfo en el festival de cine independiente más grande del mundo no asegura el éxito masivo en el circuito comercial, ejemplos recientes como La Bruja o Te Sigue son prueba de ello. Films excelentes pero que quedaron atrapados en la lógica del culto y el nicho especializado. ¿Por qué ¡Huye! cruzó la frontera del mainstream? La respuesta está en una simple palabra: equilibrio. Empecemos por el argumento, que si bien no es novedoso tampoco es tradicional en su concepción. Pareja interracial en la era de la corrección política; novia caucásica de clase privilegiada propone un primer acercamiento entre sus padres y su reciente novio afroamericano. Este último, acostumbrado a la discriminación e incomodidad del estamento blanco de la sociedad, es introducido en un nuevo contexto aparentemente inocuo y progresista e incluso no advierte comportamientos extraños de sus suegros y cuñados porque entiende que es parte de su rol como elemento de fascinación racial. Poco a poco las cosas se ponen cada vez más extrañas en esta casa familiar y el título del film se hace cada vez más evidente. Desde el vamos tenemos una trama accesible pero con un giro temático que funciona a favor del desarrollo de la historia, El subtexto está ahí claro para que se entienda e incluso el espectador debe comprenderlo para seguir los acontecimientos posteriores. Ácida y efectiva: El segundo aspecto donde entra en juego este mencionado equilibrio es en el tono. Peele sabe muy bien que hay una relación evidente entre el terror y la comedia, como dos fuerzas que oscilan constantemente. La risa es uno de los mecanismos frente al horror y me animaría a decir que toda buena película del género no se termina por tomar 100 % en serio. El humor aquí rodea constantemente los eventos de la trama pero no los arruina ni deja sin efecto la tensión del suspense. El director (y también guionista) la “clava en el ángulo” con el tono, es una de las principales razones por la cuál ¡Huye! es entretenida y fluida de principio a fin. Por último, el balance en las interpretaciones, con un estoico realismo a pesar de lo rídiculo y exagerado de los eventos, aspira a que el espectador se mantenga involucrado en la sátira sin denunciarla en ningún momento. En otras palabras, lo que Peele logró es un casi perfecto engranaje en el que participan la sátira, el suspenso, la acción, el humor y la crítica social. Todo con un objetivo en mente: mantener al receptor inmerso en el film. El engranaje es casi perfecto porque a fin de crear este efecto de accesibilidad, Peele otorga en bandeja la denuncia social y se lo da masticado y “en cuchara” al espectador. Posiblemente, el debate racial también haya sido uno de las razones por la cuál el film se ha mantenido en boca de todos desde su estreno en el gigante del norte. Conclusión: ¡Huye! es un film altamente entretenido y logrado en casi todos sus aspectos. Sin embargo, deja escapar la oportunidad de elevarse por sobre la media al tener demasiado en cuenta al público.
No leas esta crítica si tenes pensado ir a verla. No es porque vaya a hacer un spoiler, pero esta es una de esas películas que es mejor no saber nada al momento de verla. Una historia original e interesante. Mal contada leí por ahí, pero la verdad que me pareció muy interesante y atrapante, llevando la tensión en un crescendo y manteniéndola. Tiende a volverse predecible en cierto punto, pero no deja de darte ganas de seguirla viendo. Tiene sus toques de comedia para hacer más frenar un poco con la tensión, momentos distribuidos a lo largo de los 103 minutos de la cinta. El racismo parece ser el foco de la película, un trato hacia los “negros” distinto, miradas que dicen mucho, silencios que dicen todo. No es una película que te va a mantener al borde de la butaca todo el tiempo, pero logra captar tu atención cuando parece que ya la había perdido. Las actuaciones están bastante bien, cumple la fotografía. La banda sonora acompaña y contribuye a los momentos de tensión, a veces usándola como método de “susto” (en realidad buscando el “salto” del espectador) Mi recomendación: Es una película que hay que darle su oportunidad, pero sino la ves en el cine no te perdes de nada.
Como se suponía, la Norteamérica de Trump da que hablar y mucho. Está claro que la sociedad estadounidense está sufriendo enormes cambios a nivel político y social tras la elección de un polémico candidato conocido por sus declaraciones xenofóbicas y actitudes bastante retrogradas para quien no sea un auténtico americano. Y Hollywood en general, conocido por su mirada más progre e inclusiva del mundo, no iba a tardar en responder. Es así que podríamos considerar la opera prima del comediante Jordan Peele, ¡Huye!, y su inesperado éxito en la taquilla en Estados Unidos, como la primera (y seguramente no la última) película definidamente antisistema de la nueva era. Pero lo meritorio de ¡Huye! no es eso en sí mismo, sino que su comentario social aparezca bajo el disfraz de una clásica película de terror y paranoia como las que los estudios solían hacer en los años 60 y 70, con La invasión de los usurpadores de cuerpos y La noche de los muertos vivos como ejemplos claros. No es arbitraria la mención a la película seminal de George A. Romero de 1968, ya que tanto aquella en su momento como ¡Huye! ponen al frente la cuestión de las tensiones raciales que aún subsisten en la sociedad norteamericana. En ambas nuestro héroe es un hombre de color que debe luchar frente a un entorno hostil que no acepta su condición y quiere destruirlo a como dé lugar, aunque es cierto que Peele no es Romero y su película hace más obvio su mensaje sobre la intolerancia. Como si fuera una versión terrorífica de Adivina quién vino a cenar, ¡Huye! cuenta la historia de una pareja interracial conformada por el joven afroamericano Chris y su novia blanca Rose. Cuando ella lo convence de ir a conocer a sus padres a su finca privada en las afueras de la ciudad, el aire cada vez se vuelve más incomodo. La falsa amabilidad progresista de los futuros suegros (“hubiéramos votado por Obama por tercera vez”, repiten una y otra vez), el hecho de que todos los sirvientes de la casa sean de raza negra y actúen de forma extraña y robótica, además de otras cuestiones como sesiones de hipnosis por parte de la madre, generan en Chris una extraña sensación de inseguridad y rareza que quien conoce las reglas del cine de terror sabrá leer como indicios de que todo está por explotar. Lo interesante del guion escrito por el propio Peele es la forma en que se toma su tiempo para ir generando esa misma incomodidad en el espectador. A la manera un poco del cine del primer Michael Haneke, el director asusta con herramientas simples y sin exagerar mucho en cuanto a tensión se refiere. No hace falta que muestre imágenes sangrientas o efectos de sonido extraños para entender que estamos ante un ambiente raro, solo basta mostrar a la sirvienta o al jardinero como para dejar en claro que algo no está bien en ese lugar. Sobre el final, cuando el director ya se vale de los clichés clásicos del género y pone demasiado en evidencia el mensaje de odio racial, ¡Huye! se resiente un poco, pero por suerte Peele no se toma todo demasiado en serio; personajes como el del policía amigo del protagonista entregan liviandad e ironía en un relato que de por sí ya es bastante siniestro. El tiempo dirá si la opera prima de Peele fue una base fundadora de varios filmes de protesta que vendrán durante el mandato de Trump o si se trató de un fenómeno aislado que capturó un momento crítico de los Estados Unidos. Lo cierto es que, mientras la critica venga disfrazada de un relato entretenido y bien narrado como este, será bienvenida.
Antes de comenzar la critica per se, hay que saber ciertas cosas. Huye, es la opera prima de Jordan Peele. Jordan Peele es parte de un dúo cómico, que se llama Key and Peele. Huye es una película de bajo presupuesto (para USA, 4.5 millones). Y Jordan Peele es negro. Sabiendo todo esto, el valor de la película crece de manera exponencial. Empecemos con el dinero. Huye aterrizo en la taquilla mundial para romper todas las reglas. Así como en 1992 El Mariachi tomo el mundo por asalto, parece que Huye esta destinada a hacer lo mismo, y ya paso la marca de los 210 millones de dólares. 43 veces lo que salio. Para ponerlo en contexto, en cuanto a porcentajes, seria como si Guardianes de la Galaxia 2, hiciera 8600 millones de dólares. Sigamos con el género. Una película de bajo presupuesto de terror, generalmente implica chicos de vacaciones, un loco con una motosierra, un bosque, mujeres con poca ropa y mucha sangre. Esta película es una alegoría a la esclavitud, al racismo que todavía existe en Estados Unidos, pero siempre escondido bajo una apariencia de civilidad, y las relaciones humanas tanto familiares como amorosas. A esto se suman las actuaciones. Los protagonistas, son primerizos, con poca experiencia en cine, o siendo este su debut, y descoyan. A ellos, los rodearon de grandes actores, que potencian todo, logrando que la película este plagada de grandes actuaciones, y de esa manera, nos comprometamos con lo que pasa, empalicemos con el protagonista, y suframos con el. Con una historia simple (Una chica que presenta a su novio afroamericano a sus padres sin haberles avisado que es negro), inteligentemente dirigida y escrita, los toques mas que necesarios de miedo y humor, y una bajada de línea clara pero a la vez sutil, Huye es una de las sorpresas mas gratas en lo que va del año.
“Cuando haces las cosas bien, te va bien”… Este es el lema de Jordan Peele (MADtv, Key and Peele, Keanu) y esta es la idea que lleva a todo sus proyectos. Peele, comediante de pies a cabeza, nos trae un film que se aleja de sus comedias simpáticas y pasatistas, esta vez el director se centra en los conflictos raciales de una manera sutil y novedosa, sin perder su sentido del humor. Get Out! (nombre en inglés) es una de las sorpresas del año. Con un argumento simple, la película cuenta la historia de Chris (Daniel Kaluuya), un joven afroamericano y su visita a la familia caucásica – y misteriosa - de su novia Rose (Allison Williams). Desde el comienzo el guión escrito por Peele tiene una fuerte carga sobre las diferencias culturales ya que vemos a un Chris inseguro por la decisión de Rose de no avisar previamente a sus padres el color de piel de su nuevo novio. Además todo cuestionamiento que Chris hace a su novia cae en respuestas como “mi padre es fanático de Obama". Cuando por fin la reunión se lleva a cabo, Chris está convencido de que los padres de la joven (Chaterine Keener y un irreconocible Bradley Whitford) son “buena gente”, hasta ahí todo bien, pero el extraño comportamiento de la sirvienta y el jardinero de la familia (ambos afroamericanos) empieza a ganar peso sumado al uso de la palabra hipnosis. Hay que aclarar que Get Out! no es una película de terror, la fantasía de monstruos “Lovercraftianos” o de clase “Cronenbergs” no se va a divisar en ninguna parte del film, la película recae en la manipulación de la psiquis, el racismo y sobre todo en la incertidumbre de un ambiente sospechoso y desconocido. Para ser una película de suspenso, los elementos utilizados para sorprender al público están aprovechados al máximo y el uso de sangre se usa en los momentos justos y necesarios, nada más y nada menos. El film de Peele va en línea con The Skeleton Key del año 2005. Una cosa que hay que destacar de Get Out! es su humor. El encargado absoluto es el actor LilRel Howery el cual interpreta a Rod, el mejor amigo de Chris; Cada vez que Rod entra en pantalla la película se convierte en un estallo de risas por la manera en que hace sus descargos sobre la vida, su trabajo y su extraña obsesión con relacionar absolutamente todo con “esclavos sexuales”. Rod es el “comic relief” del film pero también es la voz de la razón, en un sentido bizarro obvio; LilRel Howery se roba la película y más de uno va a querer tener un amigo como Rob. La ambientación es un gran protagonista en esta película, el juego de “misterio en casa de campo” está presente en todo momento y se solidifica al incluir en escenas claves a los vecinos de la familia de Rose; encuentros cada vez más extraños con personas cada vez más excéntricas advierten que en definitiva las cosas no están bien. Las dudas sobre de que va el film posiblemente caigan rápido, puede que lo predecible gane presencia rápidamente, pero aun así el entretenimiento está garantizado. Cada tanto aparece un proyecto misterioso con poca campaña de marketing y con un enfoque simple pero sorprendente. Con un aire indie Get Out! logra destacarse como un gran película con un mensaje contundente. Una de las sorpresas del año y absolutamente recomendada.
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“Votaría a Obama por tercera vez”, le dice Dean (Bradley Withford) a su yerno negro Chris (Daniel Kaluuya); el director y guionista Jordan Peele utiliza ese diálogo para hacer avanzar la narración (junto con la frase “my man” Dean tratará de ganar la confianza de Chris) pero, a su vez, como catalizadora de la sátira social que propone. Una sátira antiliberal más ajustada a la sociedad post-racial de los años de Obama que a la actual realidad antiminorías de la administración Trump. “Los negros están de moda” dice en otra frase genial un blanquísimo asistente de la fiesta/aquelarre, para que Chris devuelva una de las tantas perfectas muecas de incomodidad. Es que Chris se encuentra en la casa de los padres de su novia blanca, en plena puesta en sociedad de su relación interracial; ya que no sólo está siendo presentado a su familia política sino también a los asistentes de una supuesta gran reunión anual. La sátira mencionada trabaja siempre al mismo nivel que la construcción del suspenso; las ideas de Peele (tanto en cuanto a la relación del progresismo blanco con la cultura negra como en lo relacionado al sufrimiento de una minoría) nunca se escuchan por un megáfono y reside allí parte de su genialidad y de la grandeza del buen cine de género crítico que sabe trabajar al mismo tiempo clichés, dispositivos, tópicos e ideas sin que se pisen ni separen. Más allá de los ecos del terror paranoide de la extraordinaria El Bebé de Rosemary (Rosemary’s Baby, 1968), el héroe nos recuerda más al Ben de La Noche de los Muertos Vivos (Night of the Living Dead, 1968) o al Django de Tarantino que a una joven Mia Farrow. Acá no habrá sometimiento sin lucha física ni una amarga resignación. Huye se configura como una blaxploitation de horror; y no sólo por la lucha de su héroe negro sino porque, más allá del cuidado en la composición de los planos, hay un gran homenaje al más desprolijo -en un buen sentido- cine fantástico y al más violento cine de terror (sobre todo si pensamos en el desenlace). Haciendo una mezcla interesante entre Ira Levin y Lovecraft, y pasando de pasajes oníricos a lo concreto de un cráneo reventado -con una Catherine Keener que vuelve a meterse en una cabeza como en la gloriosa ¿Quieres ser John Malkovich? (Being John Malkovich, 1999)-, Peele arma un relato que seguramente estará entre lo mejor del año del cine popular. No podemos no mencionar que Huye es otra apuesta de la factoría Blumhouse, productora responsable de gran parte del horror americano contemporáneo y que cuenta en sus filas con algunas de las mejores películas de terror de los últimos años como Sinister (2012), de Scot Derrickson, o Los Huéspedes (The Visit, 2015), de M. Night Shyamalan. Productora que supo construir su mini-imperio con el negocio de la mediocre saga de Actividad Paranormal (Paranormal Activity, 2009), triunfo que la constituyó como especialista en producir películas de bajo presupuesto pero ponerlas a rodar bajo el actual sistema de estudios, y que brinda, cada tanto y como en este caso, ese cine de género que tiene algo para decir sobre el mundo.
Crítica emitida en Cartelera 1030 –Radio Del Plata AM 1030, sábados de 20-22hs.
Crítica emitida por radio.
Rajá, negro, rajá ¡Huye! es una película de terror social en la que el monstruo son los otros, pero también es una comedia satírica y un estudio sobre el racismo. Los fans del cine de terror son gente rara. Pagan el precio de una entrada para someterse a los caprichos de un director perverso. Arrellanados en sus butacas acumulan tensión, se remueven incómodos, desvían la vista ante lo intolerable, saltan asustados, suspiran aliviados. ¿Por qué alguien querría entregarse voluntariamente a semejante aeróbic emocional? Hay una explicación biológica, dicen “los estudios”. Parece que a ese baño de adrenalina le sigue la liberación de endorfinas y opioides, y esas sustancias producen una sensación placentera. Pero aun así, a muchos este argumento hormonal-hedonista no los convence y esquivan al cine de terror porque lo consideran berreta: los protagonistas son “víctimas bobas”, que en vez de optar por soluciones obvias (huir inmediatamente, llamar a la policía), avanzan curiosos hacia su propia aniquilación. ¡Huye!, la primera película como director de Jordan Peele (una de las mitades del dúo cómico Key & Peele), es al mismo tiempo, varias películas. Es, fundamentalmente, una película de terror clásica -el subidón de adrenalina-, pero también una comedia satírica, y también un estudio en profundidad sobre las distintas formas del racismo. Esto último podría hacerla parecer pesada o pedagógica, pero no: se trata de entretenimiento perfectamente ejecutado, disfrutable de punta a punta, que además puede pensarse y discutirse largamente (conviene reservarse tiempo para un café post película). La película quiere ser un éxito de taquilla y una película de culto a la vez. Lo primero ya lo logró (recaudó 170 millones solo en Estados Unidos), y va camino de lograr lo segundo, si se piensa en la cantidad de artículos de opinión y debates en foros que generó. El argumento es sencillo y está tomado directamente de ¿Sabes quién viene a cenar?, el clásico de 1967 en el que una joven blanca le presenta su novio negro a sus padres, supuestamente tolerantes. En ¡Huye!, los padres, que no saben que el novio de la hija es negro, lo reciben con algarabía y abrazos. Y con una exagerada hospitalidad. Tan exagerada que resulta incómoda, y por momentos muta a morbosa, cuando en una extraña fiesta los invitados, todos blancos y ricos, parecen fascinados con la potencia física y sexual del novio. ¿Son raros, analfabetos emocionales con poco contacto con alguien que no sea blanco y rico, o son, simplemente, peligrosos? En ese vaivén ambiguo se hamaca la película. Al fin y al cabo, hospitalidad y hostilidad comparten la misma raíz etimológica. Pero antes de mostrarnos a la pareja protagonista, hay una escena que funciona como prólogo, donde se ve a un joven negro caminando de noche por una calle vacía, en un suburbio. Está perdido, no logra ubicarse con el GPS del celular. Un auto pasa lento, gira en U y frena. No hagas nada estúpido, se dice él, seguí caminando. Lo están siguiendo. Hoy no, pide él, susurrando, casi rezando, yo no. Una figura enmascarada baja del auto, lo inmoviliza, lo desmaya, y lo mete en el baúl. Este prólogo encapsula la película entera. Entendemos en esos pocos minutos iniciales que estamos en terreno clásico (la figura enmascarada que surge de las sombras y ataca es un tropo típico del género terror), pero esos tropos serán usados para hablar de cuestiones más amplias (la escena es una obvia referencia a Trayvon Martin, el joven negro asesinado en 2012 por un guardia de seguridad, en un suburbio blanco). Esa pequeña escena introduce también el tono y el estilo del director: está filmada en un traveling continuo y flotante, la cámara se adelanta a la víctima, duda, gira, retrocede y vuelve a girar, y la tensión crece en el ida y vuelta entre la víctima en primer plano y el peligro que se insinúa en la profundidad de plano. Peele no es un director canchero, y este virtuosismo técnico es un comentario existencial: solo vemos con nitidez lo que tenemos cerca, pero algo titila borroso allá atrás. Cada uno eligirá cómo ajustar el foco (no es casual que el protagonista sea fotógrafo, y que vea mejor a través de la lente de su cámara que con los ojos desnudos). Terror y horror suelen usarse como sinónimos, pero no lo son. El terror es la sospecha creciente de que algo está mal. El horror es, en cambio, la comprobación de que ese mal existe. Es entonces cuando descubrimos cómo funciona (y a veces es demasiado tarde). En ¡Huye! ese terror es social, el monstruo es los otros, esa red de vínculos que debería sostenernos pero que puede también asfixiarnos y matarnos. Esa asfixia, ese encierro tiene acá un ritmo pausado, porque el director quiere que nos identifiquemos con el protagonista, que vivamos a través de él la experiencia de ser negro hoy en Estados Unidos (y, con apenas leves cambios de coordenadas, ser gay, mujer, pobre, extranjero, etc). Y para que esa identificación no se rompa, debemos verlo como alguien inteligente, no como la típica “víctima boba” de las malas películas de terror. Si algo extraño pasa, se le prende una alerta amarilla o naranja, y luego vemos al protagonista evaluando y decidiendo, ¿me voy o me quedo? Si no huye es porque lee estas señales como microagresiones, es decir, gestos racistas dispersos, accidentales. El terror funciona manipulando nuestra botonera biológica y ancestral. Hace millones de años vivíamos en un mundo atiborrado de amenazas. Frente a la aparición de un peligro repentino, por ejemplo un depredador, nuestras respuestas instintivas son básicamente dos: luchar o huir. De esas dos maneras responden las víctimas en una película de terror cuando aparece el monstruo. Si el terror es social, como en ¡Huye!, estas respuestas pueden pensarse también en su dimensión social. Peele confesó en una entrevista que había decidido hacer la película cuando se dijo, hace unos años, que la llegada de Obama a la presidencia inauguraba una era post-racial, y el racismo se convertiría en un residuo vintage de negros demasiado quejosos. No deberíamos tolerar estas incomodidades, parece sugerir la película, esa tolerancia puede ser una trampa, y la paranoia es, a veces, inteligencia. Se nota que la película fue hecha por un fan del terror. Hay referencias a clásicos del género como El resplandor, La noche de los muertos vivos, Aquí vive el horror (The Amityville Horror), El bebé de Rosemary, Halloween, etc. También hay un uso inteligente del diseño de sonido (los sonidos de la intemperie -el ruido del viento o de los grillos-, aparecen y desaparecen, convirtiendo en tensión algo que debería calmarnos). Hay también ironías oscuras (prestar especial atención a cómo funciona el algodón, ese algodón que los esclavos del Sur recogían en las plantaciones). Hay también diálogos y gestos que se leen de una manera distinta en una segunda visión, cuando entendemos realmente lo que se está diciendo. La película tiene, además, el mejor título posible. En inglés es Get Out, que se puede traducir como se tradujo (¡Huye!) o mejor, más argentinizado, más urgente: “¡rajá!”. Pero “get out” se se usa también cuando sentimos que nos están tomando el pelo, que alguien nos está haciendo una broma. Es un “¡¿me estás jodiendo?!”. ¿Deberíamos rajar (porque vivimos en una de terror), o se trata solo de una broma, más o menos pesada, (porque vivimos en una comedia)? ¿Somos víctimas del mal o del absurdo? ¿Son dos versiones de lo mismo? Esa ambigüedad es en este caso generadora de tensión, pero también multiplicadora de significados.
El cine de terror en la actualidad, cuando no recurre a remakes o reboots espantosas como Blair Witch y bucea en la originalidad, suele dar grandes frutos. Dentro de las mejores películas del año pasado podemos nombrar a The Witch y Don't Breath por ejemplo, y sin lugar a dudas ¡Huye! (Get Out en su título original) se acomodará tranquilamente en las listas de las mejores de 2017. Chris (Daniel Kaluuya) acepta la propuesta de su novia Rose (Allison Williams) para hacer una visita de fin de semana a la casa de los padres en las afueras, a modo de presentación formal. Uno de los primeros temores de Chris es cómo reaccionarán sus suegros al hecho que él es negro, y Rose... bueno, no. Al llegar (después de una secuencia muy inquietante en la que atropellan un ciervo en la ruta), Chris cae en cuenta que sus temores eran infundados, ya que sus suegros Dean (Bradley Whitford) y Missy (Catherine Keener) son completamente hospitalarios y cordiales... al principio. El trato que los padres le dan comienza a enrarecerse y con ello todo el clima en general. Parecen esconder cosas, ocultar alguna intención detrás de tanta amabilidad. Chris, en primera instancia, duda si realmente lo quieren manipular o si está hipersensibilizado por el temor inicial que tenía de no ser aceptado. Tarda en convencerse que esta intuición negativa es cierta porque tanto Rose como su mejor amigo Rod (LilRel Howery), con quien habla de manera regular por teléfono, se ocupan de tranquilizarlo y disipar los temores. Cabe aclarar que la aparición de dos sirvientes negros, que parecen lobotomizados, mostrándose a veces agresivos y a veces completamente ausentes, le inclinan la balanza para el lado de la certeza. Sí, definitivamente algo pasa. El miedo que desarrolla el protagonista es, en el fondo, el miedo por ser negro, y de alguna manera plasma el miedo que, aún hoy, en el año 2017, muchos habitantes de los Estados Unidos siguen teniendo. Sabe que hay una conspiración en el entorno, pero no tiene muchos elementos para descubrirla porque todos se escudan en la cordialidad, desacreditando sus acusaciones. La atmósfera se va volviendo más y más opresiva, aparecen elementos de ciencia ficción que encajan perfectamente y ayudan al relato a avanzar. La comprobación de los indicios pone a prueba la inteligencia de Chris, que recurre a todos los recursos a su alcance para atar cabos y tratar de escapar: da gusto ver una víctima en una película de terror que analiza cómo salvarse y actúa en consecuencia. Además de la trama, inteligente y bien construida, Jordan Peele (en su debut como director, siendo conocido principalmente por su programa de comedia, Key & Peele) muestra un gran dote narrativo, sabiendo cómo generar climas, mostrar contrapuntos, acompañar a los personajes. No se trata solamente de poner la cámara y que los actores digan el diálogo: hay secuencias visuales que no tienen nada que envidiarle a Alfred Hitchcock, por ejemplo. Lo mismo la mezcla de sonido y la musicalización, la película en su conjunto te atrapa, te inquieta, te altera. VEREDICTO: 9.0 - ¡VINIIIII! ¡Huye! parte de una premisa relativamente novedosa, respaldándose en personajes tan siniestros como creíbles en el bando antagonista y, jugando con la dosificación de la información que nos brinda sobre sus intenciones, logra atrapar toda tu atención y llevarte a recorrer un camino que, efectivamente, es aterrador.
Horroroso racismo… Es difícil hacer una crítica exhaustiva de Get out sin incurrir en spoilers, por lo que voy a ser breve y sintético: es, sin lugar a dudas, uno de los exponentes más originales y efectivos en su género en años, a la par de Don´t Breathe. Misteriosa, oscura y por momentos aterradora, Get out incomoda al espectador de principio a fin con una trama inesperada y personajes inquietantes, recurriendo fundamentalmente al suspenso y al terror, aunque de tanto en tanto incorpora también alguna que otra dosis de humor. Quizás no se trate de una perla del cine, pero en un género ajado y repetitivo, propuestas como estas revitalizan a la audiencia. Get out merece verse, sin lugar a dudas.
Cómo escapar de la morada del lobo La ópera prima de Peele, es un ácido comentario sobre el lugar social del negro en Estados Unidos. Gran pulso narrativo. Hay un final memorable en la historia del cine. Es el de La noche de los muertos vivos (1968), la de George Romero, la película que inició de verdad el fenómeno zombie. Allí, luego de sortear las más macabras variantes, el protagonista no podía evitar algo peor: la bala del hombre blanco. De esta manera, el héroe (negro) del relato, se volvía un maniquí puesto a disposición de las hordas humanas, blancas, con rifles. Una serie fotográfica le adosaba a los créditos del film, un aire reminiscente al de aquellas imágenes que de sí hacía el Ku Klux Klan. Zombie o negro, lo mismo da. Con esta vertiente juega el notable film del comediante Jordan Peele, vuelto aquí un artesano del suspense, con conciencia de cine y pizcas de películas memorables. Porque así como el film de Romero admite un eco pertinente, también lo hacen otros, geniales, como Yo dormí con un fantasma (1943), de Jacques Tourneur ‑con su zombie negro, de noche húmeda y ojos blancos‑, o la mismísima Scream 2 (1997), en donde el realizador Wes Craven se lo pasaba en grande, junto a personajes negros conscientes de la manipulación a la que eran sujetos, para sin embargo caer otra vez en la misma trampa. Este engaño con advertencia es parte de la propuesta de ¡Huye!: hacia la morada del lobo se dirige el apenas cauto de Chris (Daniel Kaluuya), negro y con novia blanca. Es a la familia de ella a quien habrá de conocer, de vida reposada, casi idílica, en uno de esos suburbios de localización imprecisa, situado entre la ciudad y su afuera, ámbito ideal que el cine de Steven Spielberg sabe privilegiar y el de Tim Burton repudiar. Todo está bien, hay sonrisas y bienvenidas, pero sin embargo no todo culmina por encajar. O por lo menos, son detalles apenas desequilibrados los que enmarañan el encanto: sirvientes negros, fiesta de recepción almidonada, miradas de sospecha y comentarios irónicos. Además de un juego de lotería que esconde un ritual. Puesto que no todo es lo que parece, no habrá mejor fortuna que persistir en el intento. Obcecación que es también la del espectador: querer saber qué pasa, qué es lo que se esconde tras esta amabilidad pulcra, en donde los poquitos negros que aparecen exhiben modales y vestuarios raros, además de miradas perdidas y reacciones inesperadas. Hábilmente, ¡Huye! troca en película grotesca, en donde el escenario puede volverse instalación de experimentos bizarros. Así como lo lograba Jonathan Demmeen su remake de El embajador del miedo, cuando una pared falsa revelaba al encargado de trepanar cerebros. Aire similar, cómo no, al de los vericuetos que tramaba el Victor Frankenstein de Peter Cushing, con sus cerebros intercambiables, para los films de la productora británica Hammer. Pero también, ¡Huye! es variación pretendida de lo que bien podría ser un episodio de la serie televisiva La dimensión desconocida, en donde los ingredientes para pulsar el relato y resaltar momentos macabros que develen algo mayor, están a la vista pero sin remedio que los evite. Como si se tratara de la casa de chocolate y dulces con los que la bruja de los cuentos de hada tienta los niños. Hacia ese lugar se dirige Chris, pero con una sorna que el film esgrime para herir la vanidad e inseguridad de los hombres blancos. En suma, podría pensarse ¡Huye! como una gran bufonada sobre los lugares comunes del blanco promedio, satisfecho en su mediocridad y tendiente a la violencia organizada. Ahora bien, para llegar allí, el mejor momento del film estará en su punto medio, en la suspensión que logra entre lo cierto e incierto, entre el sueño y la vigilia. Situado en ese límite impreciso, Chris no sabe dónde está, qué es lo que sucede, y el efecto de extrañamiento puede estirarse cuanto se desee. Más allá de la resolución alcanzada, lo cierto está en que ese deseo difuso, de degradación y sujeción del otro, persiste y es verosímil. Lo que equivale a un comentario mordaz sobre el lugar social del negro en Estados Unidos pero también, por derivación, en tanto mirada de alerta ante la pequeñez mental con la que se justifican tantos privilegios sociales.
HUIR DEL CLICHÉ SOCIAL Chris Washington (Daniel Kaluuya) es fotógrafo y negro, y Rose (Alison Williams), su novia blanquísima y de ojos color cielo, lo invita a pasar el fin de semana a la casa de su familia para hacer la correspondiente presentación en sociedad. Si bien Chris se plantea la posibilidad de que algo pueda llegar a salir mal, no le queda otra que acceder al viaje que lógicamente devendrá terrorífico. La familia Armitage parece ser más amable de lo que en realidad Chris suponía, entonces logra relajarse hasta que descubre que en la casa, tanto el jardinero como el ama de llaves, además se ser negros, se comportan de un modo por demás extraño. Es así como a partir de este primer síntoma de extrañamiento, Get out comienza a desplegar su trama la cual tiene más de un punto de conexión con las formas estructurales de la saga The Purge. El terror social que propone Get out se acerca más a su propia parodia que cualquier otro registro dentro del género. Y ese detalle es el que provoca un alejamiento del universo interno del film. Es decir, una vez dentro del tempo de la narración, un viraje en el modo del relato genera distancia y repetición de acciones a la hora del desenlace. Además, su propuesta temática (el racismo) más allá de quedar de modè, se ampara en su tono paródico para poder digerir con ligereza algunos aspectos muy controversiales que algunos norteamericanos piensan en tanto materia de políticas inmigratorias y xenófobas. Siempre es más fácil decirlo con humor y “auto bullyng”, que dejar al descubierto lo que de verdad se tiene como paradigma (aún si justificar el color de piel de su director). Por eso Get out, si bien está bien realizada y su banda sonora se lleva los laureles, en el momento del nudo pega un giro esperado que deviene en un final no tan satisfactorio. Por Paula Caffaro @paula_caffaro
A Chris, el protagonista, le toca atravesar una situación bastante incómoda. Hace cuatro meses que está saliendo con una chica y es tiempo ya de conocer a su familia, blancos de buen pasar que viven en un apartado suburbio de casas grandes y amplios jardines. Ella ya le mencionó que es el primer novio negro que tiene, y los padres aún no lo saben, por lo que los motivos de temor, con razón, no son pocos. Ya en el camino un policía le pide los documentos, y cuando llegan surge otra circunstancia desafortunada: más allegados a la familia, perfectamente blancos, llegan para celebrar un gran encuentro, por lo que la incomodidad se potencia. Pero es verdad que en la cercanía también hay otras personas negras: el jardinero, la limpiadora, así como un hombre “de compañía” de una señora mucho mayor. Es simplemente brillante la forma en que el director y guionista Jordan Peele maneja la tensión, sobre todo durante la primera mitad de la película. La situación presentada es tan creíble, tan terriblemente real, que demuestra lo mal que el racismo enquistado puede hacer sentir a una persona que se atreve a asomarse, intentando ser aceptada o simplemente pasar desapercibida, en un gentío de petulantes hombres ricos. Por detrás de las buenas formas, de las preguntas “inocentes” que le hacen, de las sonrisas, del trato acentuadamente amable, se percibe cierta incomodidad, pensamientos insidiosos, prejuicios indisimulables. Si los blancos ya se comportan de forma extraña, los negros (la servidumbre, en definitiva) también lo hacen. Las brechas sociales, los roles ancestrales, el impostado progresismo, hacen evidentes los cortocircuitos ocurridos en la mente de cada interlocutor de Chris. “El problema no es lo que dicen, es cómo lo dicen”, intenta explicarle en determinado momento a su novia, luego de una seguidilla de circunstancias profundamente desagradables. Hasta ese momento la película podía ser perfectamente leída como una notable y afilada denuncia social, pero llegada la mitad del metraje el planteo se convierte en algo completamente diferente. No hablaremos de ese giro del guión, pero cierto es que el tono cambia radicalmente para adentrarse por completo en los terrenos del thriller más trepidante. Desde ese momento la anécdota se presta para otros tipos de lecturas, más metafóricas, sobre cómo los lugares reservados históricamente para los negros apenas han cambiado, más allá de los logros sociales. La inteligencia y el conocimiento de los recursos cinematográficos que tan sutilmente fueron utilizados durante la primera mitad explotan desde entonces hacia el más atrapante cine de género, y con una eficacia similar. La tensión se acentúa y las escenas de acción, cortas pero intensas, juegan su papel de alivio catártico luego de momentos angustiosos. Ahora bien, también es en esta segunda mitad que comienzan a soltarse algunas hilachas, y que el relato comienza a hacer un poco de ruido. El realismo de la propuesta lleva a que ciertos elementos que escapan a la lógica sean más cuestionables –aquí sí convendría que el que aún no haya visto la película dejara de leer–, como el hecho de que, con el simple flash de un teléfono, el protagonista pueda romper el perpetuo estado hipnótico en el que se encuentran ciertos personajes. Es decir: un relámpago, un fuerte pantallazo, una luz intensa intermitente y otras circunstancias cotidianas podrían sacarlos del trance todos los días. No es lo único ni parece tan importante, pero esas pequeñas incoherencias atentan contra la perfección de una película que sobresale en un sinfín de aspectos, y que definitivamente hay que ver.
Uno de los más grandes éxitos de terror de este año, ¡Huye! Llega finalmente a nuestra cartelera con algunos meses de retraso y luego de certeras dudas sobre su arribo a nuestras salas. ¡Huye! Viene precedida de una fuerte campaña publicitaria que la elevó a la categoría de ser casi un fenómeno sorpresivo. ¿Es en realidad ¡Huye! una renovación dentro del cine de terror? Lo primero que llama la atención es la presencia detrás de cámara de Jordan Peele, conocido como actor comediante tanto en cine como en televisión. Este dato no será menor en el tono escogido para ese film que se ubica en una línea fina entre el terror, el suspenso y tintes de comedia; ¡Huye! Se caracteriza por ser un film relajado pese a sus momentos de gran tensión. Lo cierto es que sus antecedentes son bastante simples de encontrarlos. La novela de 1972 The Stepford Wives, de Ira Levin, es uno de los best sellers de género más famosos de los últimos cincuenta años; y por supuesto, no ha sido ajena al cine. La historia de un pueblo de suburbio en el que las mujeres eran remplazadas por robots de perfecta conducta marital, maternal, y como amas de casa; tuvo su primera y célebre adaptación en 1975; tres secuelas directas en el que no solo volvieron las esposas robots, sino que se las cambió por los hijos, y por los esposos; una nueva versión en clave de comedia realizada en 2004; más otras adaptaciones encubiertas o indirectas como Disturbing Behavior o Perfect Little Angels. ¡Huye! Cómodamente se halla dentro de estas últimas. Chris (Daniel Kaluuya) se encuentra encaminando una relación seria con Rose (Allison Williams), a ambos se los ve feliz y es hora de que Chris conozca a sus futuros suegros. Esto podría ser La familia de mi novia, pero hay algunos datos particulares, Chris es afroamericano y tanto Rose como su familia son caucásicas. Esto solo, pone en gran nerviosismo a Chris que debe viajar a un suburbio de clase acomodada a conocer a este matrimonio y al hermano de su novia. Missy y Dean Armitage (Catherine Keener y Bradley Whitford) se muestran amigables y educados, aunque algo exigentes, ambos pertenecen al mundo de la psicología y la neurociencia; y parecieran no tener ningún conflicto con el color de piel de Chris. Jeremy (Caleb Landry Jones), el hermano menor sí es un poco más conflictivo. Pero algo raro hay en esa comunidad, (casi) todos son de piel blanca, y los pocos que hay de piel negra ocupan una posición servil totalmente aceptada con condescendencia. Son jardineros, empleadas domésticas, o amantes complacientes de mujeres mayores ¿Chris viajo varias décadas en el tiempo? No, y los Armitage tienen mucho que ver con la situación de ese suburbio. Los hilos de ¡Huye! se ven desde el principio, con solo haber visto algunas de las adaptaciones o referenciales de Stepford Wives sabremos qué es lo que traman los Armitage. De todos modos, ¡Huye! no necesita de gran originalidad para mantener altos estándares.
Un renovado terror psicológico "Get Out" o "Huye" como se llamó en nuestro país, es una de esas películas inesperadas por las cuales damos gracias los que nos gusta el cine. Primero que todo es un gran exponente del género de terror que viene muy bastardeado desde hace muchos años (con algunas excepciones claro), aunque estos últimos dos ha comenzado a dar algunos signos de recuperación. Con tanta basura "cámara en mano" reciclada de otras basuras del mismo estilo, tener una película audaz como esta es gratificante. Por otro lado es formidable el hecho de que siendo un film de bajo presupuesto, sólo 5 millones de dólares, haya logrado desde un buen guión e interpretaciones convincentes el éxito que tuvo y se haya posicionado en lo mejor que va del año. ¿Qué es lo mejor que tiene "Get Out"? Lo más atractivo es en mi opinión la dinámica del film. Ese juego entre comedia y suspenso psicológico es lo que la hace distinta y disfrutable. Siempre estamos sedientos de metraje, esperando con mucha ansiedad que nos vayan develando el corazón de esta loca historia. Hay un elemento fantasioso como en la mayoría de las películas de terror, pero ese elemento está manejado de una manera que es creíble, que nos hace comprar que se trata de una pesadilla que quizás podría llegar a sucederle a alguien. Los momentos de miedo son bien tensos y efectivos porque están fundados sobre un terror psicológico con elementos de realidad y no tanto en el elemento fantástico. Por otro lado tenemos las interpretaciones de los actores que son bastante buenas también, sobre todo Catherine Keener que la vemos en un rol distinto de los que suele tener, y un Daniel Kaluuya que se planta como revelación. ¿Qué es lo no tan bueno de "Get Out"? Debo decir que los subrayados obvios donde se explica la naturaleza de lo que está sucediendo. Creo que sobre el final cae en demasiadas explicaciones que no eran necesarias y esto delata una posible baja confianza en el producto, al menos desde el estudio que aprobó las escenas explicativas innecesarias. El final del film si bien es lo más explosivo de la propuesta y desenmaraña el secreto oscuro que guarda el guión, es un tanto torpe y pierde un poco de fuerza. De todas maneras, este aspecto negativo no es lo suficientemente fuerte como para bajar demasiado la calidad de la película. Una muy buena opción para los que gustan del cine de terror y están aburridos de tanto demonio y exorcismo.
Últimamente suelo desconfiar de las películas del género que tienen pósters con diseños minimalistas y tipografías cuidadosamente elegidas. Inevitablemente las asocio a esta camada de nuevas películas sofisticadas sobre las que ya me expresé varias veces. Cuando empieza ¡Huye! ya se puede sentir que ese plano con steadycam de la caminata por el suburbio busca referenciar a Halloween y que se note, y segundos más adelante la tipografía del título está quizás demasiado cuidada y espaciada para encajar de forma muy elegante sobre el fondo de árboles pasando en la ruta, así que mi predisposición no puede ser peor. Lo que sigue después es todo eso dándose vuelta para terminar destruyendo mi mala predisposición y una excelente y temible película de terror. Este texto va a estar repleto de spoilers. Sería un poco difícil escribir sobre una película que depende tanto de sus resoluciones y vueltas sin revelar los detalles centrales de la trama, así que voy a asumir que el que lee lo hace a conciencia. ¡Huye! parece una película muy rosquera, y un primer visionado puede ser por momentos confuso. Sabemos que la familia algo trama, pero no sospechamos que Rose es parte de eso también, entonces muchos puntos hacen ruido. Todo el sistema de verosimilitud puede entonces molestar hasta el momento en el que se confirma lo que no temíamos: ella también es parte, y con eso, se revela también su peor costado. En ese momento la película se vuelve aún más terrible. Pero si tan solo nos detenemos a tomarnos en serio lo que se está poniendo en juego, ¡Huye! es una película despiadada sobre la zombificación, como también lo fue en su momento La Serpiente y el Arco Iris de Wes Craven (1988). Ahí la zombificación era una clara forma de poner en escena una doctrina política de terror, acá la zombificación es una forma de posesión que tiene fines culturales y liberales. Pero en síntesis, las dos películas se ocupan de que los procedimientos de zombificación sean experimentados desde el punto de vista más incómodo de todos, el de la víctima que atraviesa la progresiva pérdida del control de las cosas y de su condición de sujeto. Por eso son películas desesperantes, trabajan con la impotencia. Una de sus partes más efectivas está en toda la construcción de mirada que la película articula, y para eso nos sumerge, sin obligarnos a verlo, en todo el aspecto cultural que puede haber alrededor de la idea de un negro dirigiendo una película de terror sobre negros. Eso también es muy importante siendo que lo que se pone en juego es la subjetividad: su posesión, su uso, su posible pérdida. Por eso ¡Huye! necesariamente debe trabajar con la mirada, y así es que entramos al mundo de su protagonista fotógrafo a través de las imágenes que vende, colgadas en su piso a modo de galería, con un blanco y negro tan estereotipado como los universos de barrio bajo que retrata. Chris es un artista de categoría, que afeita su rostro negro con espuma blanca mientras espera a su novia que parece recién salida de un episodio de Girls. La Nueva York de esta película es la demócrata liberal, donde toda mirada es respetada y las diferencias no son visibles (al menos por cómo se contemplan en el lenguaje). Para Rose, así manifiesta, es inverosímil preguntarse por el posible problema de que Chris sea negro, así como también es inverosímil que el policía le pida documentos a Chris. En ese sentido, sabiendo el final, la película construye personajes brutales. Tanto Rose como su familia arman una fachada sostenida por los elementos más progresistas de la cultura norteamericana. Es una puesta en escena, pero quizás deberíamos creerle al padre cuando dice que Obama fue su presidente favorito. Los objetivos de la zombificación son culturales y liberales, y hasta cierto punto estéticos. Requieren de una vida en aparente plenitud para los afroamericanos, ¿y qué gobierno mejor que el de un presidente negro del Partido Demócrata? Lo escalofriante de todo eso es que entonces estos personajes no necesariamente mienten todo el tiempo, y la línea entre la verdad y la mentira es igual de difusa que la que hay entre el racismo declarado en un individuo y el racismo estructural oculto en una sociedad. Cuando aparece el personaje de Jim (Stephen Root), el millonario ciego, la cosa se organiza todavía más. Además del peligro que supone esa zombificación en sí, todo se encauza y vemos una consecuencia concreta, lo que completa el proceso: usurpar el cuerpo para usurpar la mirada. Jim busca poseer un ojo que no tiene. Tal es la manera que tiene la película de capitalizar esa materia prima negra. Hay un constante terror a esa consecuencia, en la que una posible mirada negra es arrebatada. Incluso el personaje de Rod, el amigo, funciona como un aparente peón de la cultura blanca al ser caracterizado, en superficie, como el convencional negro acompañante. Finalmente sucede algo, por suerte, inesperado y polémico, y la resolución de las cosas termina mostrando que las peripecias de Chris fueron producto de su corrimiento hacia lo blanco (su máscara de espuma blanca), y que la salida fue gracias a Rod. No es una lección, es una contradicción productiva: sostener la subjetividad es también hablar y mirar desde donde se está, aunque trágicamente implique hablar y mirar desde donde lo han puesto a uno. ¡Huye! es la gran película de terror del 2017, sin dudas. Casi toda su lectura puede irse hacia la concretamente político pero no hace de su política una fachada, sino todo lo contrario. Tan solo necesitamos ver el final alternativo y compararlo con el que finalmente quedó para agradecer que no haya caído en una visión alegórica del sistema carcelario. ¡Huye! es política porque es más que eso, y también porque es una película decisionista: nos vamos de la película con Chris en el auto, y los bandos en esa lucha quedaron claros, dejando a Rose en el asfalto, para que muera de frío y miedo.