La secuela de John Wick (2014) empieza inmediatamente después del final de la primera parte. Nuestro personaje, termina ciertas cosas que han quedado pendientes, para volver a su casa, y ser visitado por Santino D’Antonio, que enterado de lo que paso, le reclama una deuda de sangre que no se puede negar a cumplir. Básicamente esa es la historia, sin entrar en muchos detalles (como el trailer, si no lo vieron, NO LO VEAN PORQUE SPOILEA DEMASIADO!), con la que Derek Kolstad (guionista de la primera) continua las peripecias y aventuras de nuestro “héroe”. Hacer una segunda parte de una historia tan simple como la primera, era complicado. Para ser sincero, cuando me entere que la iban a hacer, dije “para que?, la van a arruinar”. Y ahora, habiéndola visto, puedo decir, sin ninguna duda, que me equivoque. Y mucho. Lo fantástico de esta secuela es que no solo mantiene el nivel de la primera, sino que lo aumenta, por una cuestión que parecía secundaria antes, pero que explotan de una manera genial. El submundo criminal del que forman parte, que convive con nuestra realidad, pero que ignoramos. La manera en la que explotan esta híper realidad, en la que el Continental tiene sedes en todos lados, hay “sommeliers” de armas, sastres de elite para sicarios, su propia moneda y reglas, hace que no solo consigamos la dosis de acción que nos deben, sino que además, nos intriga este universo en el que nos van sumergiendo de a poco, siendo fascinante, extrañísimo, pero al mismo tiempo lógico dentro de la verosimilitud que fundo la primera parte. Sin entrar en detalles, las 2 horas son entretenimiento puro. Con mayores dosis de humor que la primera, personajes secundarios extraordinariamente interpretados por todos (Lawrence Fishburne, Ian McShane, Common, Lance Reddick, Franco Nero y Peter Serafinowicz), una escala mayor a nivel mundial, y Keanu Reeves en su mejor momento, esta película no solo cumple, sino que de mi parte, espero ansioso la próxima, o próximas, que ojala lleguen pronto, y mantengan este nivel.
Cuando llegó la primera entrega de John Wick, en 2014, pasó bastante desapercibida a nivel comercial. Fueron el boca a boca y las recomendaciones de amigos lo que nos acercó a descubrir que la película de Chad Stahelski es realmente una gema del cine de acción. Y como siempre, cuando se anunció la secuela, tuvimos miedo. Afortunadamente, aquellos temores fueron infundados. En primer lugar, véanla. Voy a procurar dar la menor cantidad de detalles posibles sobre la trama porque, si bien no hay nada que pueda ser considerado un spoiler a lo "Bruce Willis estaba muerto" en Sexto Sentido, es una película que merece ser disfrutada minuto a minuto sabiendo lo menos posible sobre ella de antemano. Reestablecido en una vida más tranquila después de los sucesos de la primera parte, John Wick (Keanu Reeves) aún debe un favor, que se rehúsa a cumplir. Pero Santino (Riccardo Scamarcio) no va a dejar su favor sin cobrar y busca la manera de forzarlo a colaborar. A partir de aquí, Wick debe mover todos sus hilos y volver a ponerse el saco para devolver lo que debe. Aunque, hecha la ley, hecha la trampa, la misión se complica y lo que inicialmente era devolver un favor desemboca en un regadero de sangre. Probablemente por la sobriedad en la interpretación de Reeves (o la comprobación de la teoría que es de madera actuando) y el cuidado de algunos detalles como la cantidad de balas que dispara antes de recargar el arma, John Wick se convierte en un héroe absolutamente creíble pero que a la vez juega con la hipérbole jamesbondiana en algunas poses "de tráiler" (la primera secuencia en el auto, por ejemplo), oscilando así entre un tipo que podría ser perfectamente real y un superhéroe. La magia que destila Keanu reside en la dosificación de estas dos caras, que generan un personaje tribunero a más no poder. Siempre les pedimos a las secuelas que sumen algo a la película original, y esta segunda parte cumple con ello. Nos deja ver qué hay más allá de Wick: quiénes mueven los hilos de su entorno, qué relaciones y entramados hay en esta especie de submundo clandestino a gritos que transita. Y no sólo debe enfrentarse a un peligro más grande, sino que los recursos con los que cuenta son más limitados, explotando justamente la parte más realista del personaje. Y al hacer presión sobre lo real, el superhombre asoma con más fuerza. Las coreografías de pelea tipo "uno contra todos" son impecables. Cada golpe y cada tiro cuenta, hay fallas, aciertos y algo de azar que se encadenan de una manera que te deja sin aire. Es él contra todos, de manera literal y efectiva. Y, por supuesto, no escatima en sangre. Las ruinas (como el subsuelo del boliche en la primera parte) y el agua vuelven a ser escenarios que contienen a sus objetivos; el agua en particular quizás como metáfora de bautismo, intrínsecamente ligado a una purga de pecados, pero no a través del perdón, sino del castigo. En lo personal y por motivos que no logro aún dilucidar, la película me genera cierta sensación mística, religiosa, como si estuviera viendo algún tipo de leyenda bíblica. Vaya uno a saber. Quizás por la presencia de Laurence Fishburne o por pequeños guiños de la trama que no vale la pena adelantarles, el espíritu de The Matrix está presente. No podés evitar sonreír cuando ahora, 18 años después, es Reeves quien, en otro contexto, le ofrece dos opciones (pastillas 😉) al otrora Morfeo. Igualando, si no superando la primera entrega, la música es impecable. Parte de la identidad de esta franquicia (¡con tercera parte casi confirmada!) pasa por jugar al contrapunto entre lo que suena diegéticamente y lo que sucede. Y que esta dualidad no se vea forzada es un mérito innegable. VEREDICTO: 8.0 - MATÁME, JOHN WICK, MATÁME Con una trama coherente y entretenida que actúa de soporte para profundizar más en el protagonista y en su entorno, John Wick 2 no decepciona y nos ofrece todo lo que esperábamos del personaje: tiro, lío y cosha golda, acompañadas de una muy buena banda sonora y, obviamente, un simpático perrito nuevo.
La venganza de John Wick no ha terminado aún. Además de intentar recuperar su auto robado, sus acciones despiertan el interés de viejos conocidos. Así es como vuelve a aparecer en su vida Santino, un aspirante a heredar el control de la mafia italiana, y con quien John tiene una deuda de sangre. Obligado por el deber y las reglas impuestas por esta corporación de asesinos, Wick deberá retomar sus viejos hábitos y saldar viejas deudas para por una vez de todas poder retirarse y vivir en paz. Luego de la enorme sorpresa que resultó John Wick, nos llega tres años después (o dos, dependiendo del país donde sean) la temida y ¿solicitada? continuación, de nuevo con Keanu Reeves dándole vida al temido babayega. Muchos nos temíamos que se manche tan buen film de acción retro (y que de paso había revivido la carrera de Keanu Reeves) con secuelas innecesarias o que traicionen el espíritu de la película original. Ante esto y sabiendo que estábamos ante una continuación y no una precuela, quedaban dos opciones: calcar la primera entrega casi cuadro a cuadro, o llevar la acción al plano que roce lo ridículo y hacer lo que vulgarmente se conoce como un delirio gracioso. Sí queridos lectores, los productores y responsables de esta entrega (que son los mismos que el film visto hace tres años) decidieron no solo hacer casi la misma película pero con otros personajes, sino que también optaron por hacer todo lo mas irreal posible, entrando en el terreno de los films protagonizados por Jason Statham o la querida Shoot´em Up. Así es como en John Wick 2: Un Nuevo Día Para Morir tenemos situaciones idénticas a Sin Control (recuerden que fue el nombre con el que nos llego a varios países John Wick), no solo por la idea o el estilo, sino por las coreografías y hasta la música. Entonces si la película es casi una copia de la otra, muchos se preguntaran si estamos ante un buen film. Por desgracia no, ya que perdemos el factor sorpresa, y a esta cinta le exigimos bastante más que a una de la que poco pedíamos. A esto hay que sumarle que el villano compuesto por Riccardo Scamarcio no le llega ni a los talones al padre e hijos rusos antes vistos. Solo destacamos la aparición de un actor que no fue usado en la campaña publicitaria y por ende no develaremos en esta review. John Wick 2: Un Nuevo Día Para Morir es una película de acción que cumple con el concepto de cine como entretenimiento y poco más. Todo lo bueno que nos presenta ya lo vimos en la anterior entrega, y las nuevas ideas en su mayoría fallan. Como secuela es una decepción, como film por si solo es ideal para pasar una tarde, mientras rezamos que la mas que obvia tercera parte repunte un poco.
John Wick (2014) fue una ráfaga fresca narrativa, que ingresó en el mundo de las películas de acción con un personaje que proponía un estilo clásico en el que la venganza posibilitaba, además, el disparador de la acción y la tensión, y también el refuerzo de estereotipos. Su propuesta honesta consolidó un film simple del cual ahora tenemos una nueva entrega plagada de acción, tiros y muchas muertes. Si en la primera Wick buscaba recuperar su vida, en esta entrega eso continua, y además se refuerza con la incorporación de nuevos personajes que, algunos, movilizarán al protagonista hacia un horizonte en donde matar es la única posibilidad de resarcimiento. Wick asesina a sangre fría, sin siquiera movérsele un pelo, y eso le rinde a Keanu Reeves, quien una vez más compone el papel con la poca expresividad que lo caracteriza, algo que no afecta a este relato de venganza, búsqueda y asesinatos. Ideal para fanáticos de la saga y el personaje.
Pequeño éxito de crítica y público al punto de convertirse rápidamente en film de culto en todo el mundo, la primera entrega de John Wick (Sin control en la Argentina) significó una brillante carta de presentación como director del reconocido stuntman Stahelski y un regreso con gloria como héroe de acción para el devaluado Reeves. Esta secuela ratifica y potencia los hallazgos de la película original para convertirse en un ejemplo de estilización visual, ejercicio autoconciente y apropiación lúdica de la violencia extrema. John Wick (estrenada en la Argentina hace poco más de dos años con el título de Sin control) sorprendió por su deliberada apuesta por la estilización, su nivel casi gamer de la violencia y la fascinación por el movimiento, todas características que remedaban al cine de John Woo y otros maestros del cine de Hong Kong de las décadas de 1980 y 1990. Dos años después, y otra vez con Chad Stahelski como director y el impertérrito Keanu Revees en el rol estelar, su secuela repite –y maximiza- esos méritos. El film comienza clausurando la primera entrega, es decir, con Wick terminando de masacrar a la banda que había robado su imponente Ford Mustang y, lo peor de lo peor, matado a su perrito. Es una escena que narrativamente aporta poco, pero que le sirve a la película para plantear cuáles serán sus armas: más violencia, más espectacularidad y una conciencia enorme del realizador acerca de la importancia de la vertiente física del relato. No parece casual que Stahelski haya forjado una larga trayectoria como doble de riesgo antes de incursionar en la dirección. Ya con su auto recuperado, a Wick lo visitará un capo de la mafia italiana con una oferta que no puede rechazar. Él, claro, la rechaza y como respuesta recibe un bazookazo directo al comedor. Una vez aceptado el trabajo, el asesino a sueldo irá en busca de la hermana del contratista. Ella tampoco es una beba de pecho, y el encargo no puede culminar de otra manera sino con él siendo perseguido por un auténtico batallón dispuesto a masacrarlo. A partir de ahí, John Wick 2 pone quinta marcha y no para: la primera balacera después de la escena de apertura es una de las más impresionantes que se hayan visto en años, en parte por la espectacularidad de las imágenes, pero sobre todo por la decisión de Stahelski de acompañar a su protagonista desde la espalda y prolongar las escenas más allá del corte habitual. Pero el film también tiene autoconciencia del absurdo generalizado y decide evidenciarlo en una tensa caminata de Wick y uno de sus perseguidores por un subte lleno de gente. Allí, entre disparos con silenciador, Stahelski dice –a él y también a los espectadores– que su película no es otra cosa que un ejercicio tan violento y sanguinario como finalmente lúdico.
NO SE METAN CON MIS COSAS Dos años atrás se estrenaba Sin control, una película que irrumpía en el sobrecargado firmamento del cine de acción presentando a John Wick, un formidable personaje cinético que resumía todos los tips del género pero estilizándolos, jugando con la idea de que no había que explicar demasiado, que había que abandonarse al puro placer de la violencia y a las referencias cinéfilas made in China, que llegaron a Occidente de la mano de John Woo a mediados de los ochenta. John Wick, interpretado por un Keanu Reeves en su mejor forma -su parquedad y gestualidad mínima son imprescindibles y funcionales para que el personaje funcione-, un asesino que se quiso salir del sistema gracias al poder del amor. Si, no hay vueltas de tuerca ni complejización del héroe en cuestión, se trata de mostrar de lo que es capaz el letal killer y solo falta una excusa, que viene de la mano de la pérdida de su chica por una enfermedad y después el destino, que lo cruza con el hijo de su antiguo jefe de la mafia rusa, que le roba su adorado Ford Mustang y sobre todo, que termina con la vida de su perro, último regalo de la finadita. Y así el retiro queda obsoleto en un segundo, JW se puso el traje oscuro de corte italiano, desenterró su arsenal y empezó a apilar cadáveres. John Wick 2: Un nuevo día para matar retoma la idea -se supone que lo que pasó en Sin control era apenas la consecuencia del asesinato del can- y todavía faltaba la parte del auto, que el protagonista recupera a sangre y fuego en el comienzo de la película. El principio es bien arriba y sigue subiendo, ahora son las complejas reglas de la lealtad y de la venganza de diferentes mafias de todo el mundo el combustible para que JW no deje de golpear, gatillar y apuñalar contra toda clase de matones del mundo, porque claro, él no tiene nada que perder. Esteticismo de la violencia, comedia seca, disparate mayúsculo de la mano del director Chad Stahelski, la saga -que sin ninguna duda ya es de culto-, tiene una clara autoconciencia de su fortaleza y en ese sentido no pretende agregar nada que no se inscriba dentro de los parámetros que sentaron sus bases en la primera película (la incorporación de Laurence Fishburne y Franco Nero son prácticamente cameos, guiños cinéfilos entre diferentes y calculados despropósitos). No hay momentos de reflexión, menos de culpa y claro, nada de redención. JW tiene que vengarse, el resto no es lo suyo. JOHN WICK 2: UN NUEVO DÍA PARA MATAR John Wick: Chapter Two. Estados Unidos, 2017. Dirección: Chad Stahelski. Intérpretes: Keanu Reeves, Laurence Fishburne, Franco Nero, Bridget Moynahan, Ruby Rose, Peter Stormare, Ian McShane, Common, Alex Ziwak, Margaret Daly. Guión: Derek Kolstad. Fotografía: Dan Laustsen. Música: Tyler Bates y Joel J. Richard. Edición: Evan Schiff. Diseño de producción: Kevin Kavanaugh. Distribuidora: Alfa Films. Duración: 122 minutos.
John Wick 2 es un excelente film de acción a pura adrenalina. Con peleas y tiroteos bien filmados y editados, es una película que todo amante del cine de acción de calidad disfrutará. En el año 2014 una película de acción con un pequeño presupuesto y sin mucha publicidad logró captar la atención del mundo. Hablamos de John Wick (aquí conocida con el título “Sin Control“), film que recibió la aprobación de la crítica, cosechó una taquilla millonaria y es considerado una de las mejores películas de acción de los últimos tiempos. La premisa era bastante simple, pero no por eso poco interesante: John Wick es un hombre reservado tratando de sobrellevar el duelo por la reciente muerte de su esposa. El hijo de un mafioso ruso roba su auto y mata a su perrito (el último recuerdo viviente de su esposa), pero para sorpresa de todos, ahí se revela que Wick es un legendario asesino retirado que pertenecía a una misteriosa organización secreta y no se detendrá ante nada ni nadie para cobrarse venganza por su mascota. Lo que sigue es una orgía de balas disparadas con precisión quirúrgica, peleas con cuchillos, persecuciones y artes marciales como pocas veces se ha visto en la gran pantalla. La clave del éxito del film está en su intérprete y sus realizadores: Compartiendo la silla del director están Chad Stahelski y David Leitch, dos de los mejores dobles y coordinadores de dobles de riesgo en Hollywood; y en el protagónico se encuentra al gran Keanu Reeves (Speed, 1994 y The Matrix, 1999) un actor que disfruta de hacer sus propias escenas de acción.
Nuevo perro, nuevos trucos John Wick 2 (John Wick: Chapter 2, 2017) es todo lo que uno puede querer de la secuela de Sin control (John Wick, 2014), el film de culto que signó el retorno de Keanu Reeves como héroe de acción. Dirigida por Chad Stahelski - quien en la trilogía Matrix coordinara las escenas de artes marciales y fuera el doble de riesgo del propio Reeves - y escrita por Derek Kolstad, no sólo es una película de acción impecablemente filmada sino que redobla la apuesta al peculiar mundo surrealista que la primera entrega apenas develaba. ¿Qué son las películas de John Wick sino films surrealistas vestidos de súper-acción? El mundo, aburrido y cotidiano como lo conocemos, es un campo de juego para una sociedad secreta de asesinos escondidos a plena vista que viven matándose a cambio de recompensas. Viven y mueren bajo dos reglas: la primera es que el Continental - la cadena de hoteles de lujo en la que la mayoría de estos asesinos viven - es el único espacio neutral, un oasis en medio de sesiones de asesinato y espionaje. La segunda, la que saca a Wick nuevamente de su retiro, son las deudas de sangre. La película abre con John Wick - un asesino legendario, infame a lo Keyzer Soze - atando los últimos cabos sueltos de la primera película y “negociando” la paz con Tarasov (Peter Stormare). Habiendo recuperado el último memento de su muerta esposa y conseguido un nuevo perro, Wick se dispone a vivir el resto de sus días en el mausoleo que es su casa. Entonces llega un ex compañero asesino, Santino (Riccardo Scamarcio), esboza su deuda de sangre (literalmente: un relicario embebido en la sangre del deudor) y envía a Wick a Roma a cumplir un último trabajo que trae consecuencias inesperadas. Si a la película le falta algo es el envión de la primera, que contaba una historia un poco más personal y se nutría del shock que resultaba la masacre del cachorro del protagonista (herencia de su difunta esposa). El nuevo film no posee un equivalente así de efectivo, así que es un poco más desenfocada. Se aprecia el detallismo con el que las viejas caras de la película anterior reaparecen en funciones similares, y la adición de enemigos a la altura de Wick como Aries (Ruby Rose) y Cassian (Common). Laurence Fishburne, el Morfeo de Matrix, se reúne con El Elegido en una escena simpática aunque la reunión es más circunstancial que otra cosa. Tras una temporada de acción mediocre en forma de Assassin's Creed (2016) y Resident Evil: Capítulo final (Resident Evil: The Final Chapter, 2016) es un placer ver una película tan estética y comedida como John Wick 2. Las locaciones son sitios fastuosos - mansiones, museos, galerías de arte, hoteles de lujo. En vez de cifrar la acción con cámara temblorosa y montaje hiperactivo Chad Stahelski la presenta elegantemente, con movimientos de cámara concisos y planos largos que centran la acción en vez de esconderla. La coreografía es impresionante pero también pragmática: vemos a Wick utilizando las mismas tácticas y tomas de lucha no porque sean sensacionales sino porque son prácticas. Van con un personaje disciplinado, ascético y harto de las inconveniencias. Son tan divertidas estas películas. Se parecen a lo que un niño imagina en medio de un juego violento durante el recreo. Todos los personajes se conocen y da la impresión que todos son amigos hasta que las reglas los enemistan. Su mundo está fabricado de caprichosos “no se vales” que tienen que ser observados por todos los partícipes, so pena de reclamar el arbitraje de mayores. Los árbitros de este mundo son los gerentes del Continental (Ian McShane en la sede de Nueva York, Franco Nero en la de Roma), que sancionan a los asesinos con el aplomo de profes decepcionados. Una pelea termina ni bien se pone un pie en estos hoteles, el tipo de “pido” inviolable que necesita cualquier juego de manos. Hasta los recursos que los asesinos usan - trocando monedas falsas entre sí y comunicándose con palomas mensajeras - recuerdan a la maña de niños que usan las sobras del mundo de los adultos para escenificar sus juegos. Chad Stahelski y Derek Kolstad probablemente no tenían ninguna intención de plantear tales paralelismos, de extrapolar la imaginación infantil en una película de acción ni de seguirla al pie de la letra en pos de comedia y surrealismo. John Wick 2 es una película sin reflexiones sobre nada en particular salvo las reglas de su propio mundo, pero para el caso lo mismo podría decirse de cualquier charada preescolar: el objetivo es plantear efímeramente una farsa, una realidad alternativa donde la gracia es seguir las reglas en vez de sufrirlas. John Wick 2 capta este aspecto del entretenimiento perfectamente.
John Wick 2: Soy Leyenda. Keanu rompe varias cabezas, se pelea con todos y sale ganando. Todo esto y mucho más es John “Soy leyenda” Wick 2 la nueva película del director Chad Stahelski. El señor Wick tiene graves problemas otra vez en la secuela del éxito, con el mismo nombre, que en 2014 que recaudó más de 86 millones de dólares. Nuevamente muchas personas desean matarlo después cumplir un favor que le debía a un integrante de la mafia italiana de asesinos a la que pertenecía (¿o pertenece?) John es una leyenda, un mito. Es el “fantasma”, el mejor asesino silencioso y eficaz. Hay distintos tipos de profesiones, pero la que eligió el señor Wick es una de las más complicadas a la hora de querer “jubilarse” osea, salir del círculo. Santino (Riccardo Scamarcio) le propone una última incursión en el crimen para saldar su deuda y desaparecer. Pero las cosas no van .ser tan fáciles, sino todo lo contrario y ahí brilla Keanu, repartiendo patadas, puñetazos y tiros. Existen diferentes fórmulas para hacer películas de acción, la mayoría de ellas se repite en un sin fin de películas.Algo así como Personaje violento + acto que despierta su violencia + venganza + tiros = película de acción, muy parecido a Taken (2008) siempre o casi siempre funciona bien si está bien realizado, desde el guión hasta las escenas de acción. Por suerte en este caso, las segundas partes pueden ser MEJORES. El director Chad Stahelski -conocido por ser doble de riesgo que participó además en Matrix y Matrix Recargado – se luce al filmar los combates cuerpo a cuerpo de una manera rápida y precisa, mucho plano secuencia y balas por doquier. Apenas comienza se desarrolla de una manera muy rápida y aunque el guión es dentro de todo simple, no se enredan mucho con las explicaciones extras de cómo se maneja “la liga de asesinos” – todo muy Ra’s al Ghul- algunas de las elecciones del personaje son un poco predecibles y se destacan mucho las escenas de acción. ¿Quién dijo que ser John Wick es fácil? Keanu brilla en las escenas cuerpo a cuerpo y disparando cualquier tipo de arma contra todo el mundo que lo quiere matar. Un hombre de leyenda. “Soy leyenda wick” . Un punto a destacar es el humor en la película, se mantiene el punto justo entre las bromas que se hacen los personajes, además se puede ver en el póster oficial ¿alguien le está preparando un traje “especial”? ¿qué tipo de gala le esperará al señor Wick? Muy recomendable para ir a ver este jueves y cortar con la dulzura del Día de San Valentín.
Quienes vieron la primera estarán encantados. Quienes se inicien con lo que ocurre con este asesino a sueldo que pertenece a una elite, a una especie de hermandad o sindicado de matones y mafia que se manejan en lugares elegantes y cumplen reglas pero después se atacan sin piedad, un buen descubrimiento. En esta segunda parte el director Chad Stahelski, que comenzó como doble y ahora es un director que sabe mucho del tema, que fue doble de Keanu Reeves en The Matrix, brinda un film de acción frenética, como un ballet de violencia, con una descarga de balas que inundan la sala de cine. No es un director que exagere con los efectos de computadora, prefiere largas escenas ejecutadas con precisión milimétrica y con un protagonista que entrenó con obsesión artes marciales y eso se nota. Por otra lado armas de todo tipo, cadáveres regados por doquier, escenarios tan increíbles como las Termas de Caracalla, mucho despliegue visual y ni un respiro. Apenas para saber que a John no hay que robarle el auto y mucho menos quemarle la casa para obligarlo a cumplir un pacto de sangre. Pero tampoco ponerle un precio a su cabeza. Un cine de pura adrenalina con un Keanu Reeves perfecto acompañado por Ricardo Scamarcio, Laurence Fishburne (cuanta nostalgia de The Matrix), Franco Nero, John Leguizamo. Para los amantes de la acción un plato fuerte, pura pelea, pocos diálogos.
John Wick 2: Me Cag* en la Logica. Tras recuperar su auto en un intenso tiroteo, John Wick, otrora asesino a sueldo, se dedica a vivir una pacífica existencia junto a su perro. Pero la paz le durará poco, dado a que Santino D’Antonio, el hijo de un mafioso, viene a cobrarle un favor que John le debe, y que este deberá pagar. El favor en cuestión es asesinar a su hermana, quien es la sucesora al liderazgo de la mafia italiana, para que Santino pueda ocupar su lugar. Esto dara inicio a una persecución que él sabe tendrá fin únicamente si elimina a D’Ántonio El guión no tiene una motivación fuerte. El villano no es fuerte; es un pelele hijito de papá con unas líneas de dialogo que más que infundir temor dan risa. Aparte, si la hermana es una capomafia tan grosa, y John Wick era tan amigo, ¿por qué no unen fuerzas para sacarlo del medio al energúmeno este que se sabe se va a pasar las reglas de la organización por donde el sol no brilla?, en vez de desarrollar las cosas como lo terminaron haciendo. La película desprecia la más mínima idea de lógica; de haberlo hecho se terminaba a los 30 minutos, máximo 45. No hay manera de sostener una película de 2 horas con todas estas incoherencias. Ah, cierto, me olvidaba: escenas de acción, tiros y cosha golda, eso creen los realizadores que quiere la gente Bang, Bang, Bangity, Bang; Guns, Guns, Guns (decir esto último con voz de Clarence Boddicker en RoboCop). El público, incluso el común denominador masivo al que apunta la mayoría de los productos hollywoodenses, es mas inteligente que eso. Estoy dispuesto a aceptar que una persona gatille 30 disparos de un arma que sólo permite 7 o 15 en el cargador. Estoy dispuesto a tolerar que con un sólo disparo se pueda hacer explotar un auto. Pero no estoy dispuesto a aceptar que haya un intercambio de disparos en pleno público y nadie se inmute, aunque esas armas tengan silenciador y sea un público de asesinos más que habituados a las armas de fuego. La sola presencia de una tendría que: o cagarte de miedo y hacer que te cubras, o sacar la tuya y estar en guardia. No puedo dejar pasar en una película donde hay decenas de tiros en la cabeza, a alguien que después de recibir uno en la misma, se levante como si nada para que el protagonista le meta otro tiro en la cabeza que finalmente lo mate. Si la idea era hacer un chiste, no tiene una onza de gracia. Es como si esta película quisiera repetir las buenísimas coreografías de la primera película, y si eso les sale bien, piensan que les van a perdonar todo lo demás. Las comparaciones son odiosas pero en este caso son inevitables; los propios creadores se olvidaron que lo que hizo grande a John Wick no fueron SOLO las escenas de acción. Fueron escenas de acción que partían de una motivación emocional clara que nos hacía identificar y hasta querer al personaje de Keanu Reeves. Reeves entrega una muy eficiente interpretación; el entrenamiento de armas y artes marciales que tuvo previo al rodaje salta a la vista. Su compromiso es notorio en cada escena. Respecto de Riccardo Scamarcio, quien da vida al villano, estoy dispuesto a extenderle un manto de piedad, porque ni un intérprete shakespereano hubiera sacado adelante al paupérrimo villano que le tocó interpretar. Dios mío, como descuidaron a Laurence Fishburne; el actor entrega unas exageraciones tan grandes, que un mínimo de dirección de actores como la gente se podrían haber evitado. La asociación con Matrix hace que el espectador pague por ver. Pero no podes esperar que esa asociación te sostenga una escena. La película mantiene la estética de su original; es decir que evita la agitada cámara en mano y el montaje picado de la mayoría de las películas de acción actuales, en favor de un trabajo fluido de cámara con los cortes justos y necesarios para que se pueda apreciar la acción. Aunque debe decirse que en esta ocasión hubo un trabajo de diseño de producción más elaborado. Conclusión: Aunque posee eficientes escenas de acción, el aspecto narrativo de John Wick 2 deja muchísimo que desear. Los realizadores se durmieron en sus laureles y entregaron el polo opuesto, a nivel calidad, de lo que supieron conseguir con la primera.
Los amantes del cine de acción pueden guardar los frascos de Prozac porque el regreso de John Wick no defrauda en absoluto. Luego de tanta basura que llegó a la cartelera dentro de este género, como las continuaciones de El mecánico (Jason Statham) y xXx, por fin no encontramos con una película que rescata la gloria perdida que tuvieron estas producciones entre los años ´70 y ´90. La aparición de Buster Keaton, el padre de los dobles de riesgo, en los créditos iniciales no se incluyó por una simple casualidad. Las historias de John Wick fueron realizadas por artistas que aman y respetan el cine de acción. Por esa razón el fan del género la disfruta desde otro lugar, porque sabe que propuestas de este nivel no son moneda corriente entre las ofertas de los grandes estudios de Hollywood. Como ocurrió en los años ´70, las películas más creativas de este estilo hoy surgen en el circuito independiente, que es el lugar donde los realizadores evaden la presión de tener que cuidar el tratamiento de la violencia para que los espectadores de 13 años puedan pagar la entrada al cine. El director Chad Stalheski, quien sigue siendo un doble de riesgo activo, en esta labor supo estar a la altura de la presión que generaba la continuación del film original. La primera entrega fue un soplo de aire fresco en el género ante tantas decepciones y replicar el mismo impacto en el público no era sencillo, ya que la novedad del personaje a esta altura se desvaneció. Stalheski optó por el camino correcto y utilizó la continuación para explorar con más detalles ese submundo fascinante de asesinos a sueldo que rodean a Wick. El conflicto tal vez no tienen el mismo peso que el film anterior pero contribuye a desarrollar un poco más el mundo en el que se desenvuelve el protagonista. Una particularidad que amé de la primera entrega es que la historia no era completamente seria y presentaba algunas situaciones absurdas muy divertidas. En el segundo capítulo levantaron la apuesta en ese aspecto y personajes nuevos como el "somellier" de las armas de fuego son brillantes. Creo que la escena desopilante en la que Wick sale a comprar armas en Europa será una de las más comentadas a la salida del cine. El director logra construir un balance perfecto entre la comedia y el suspenso y el relato se vuelve mucho más emocionante hacia el final por las consecuencias que generan las acciones de John Wick. Desde los aspectos técnicos nos encontramos ante una obra de primer nivel que le da una cátedra a directores y estudios de Hollywood sobre cómo trabajar el género en serio. Stahelski hizo todo bien y presenta un film que es un elixir para el amante del buen cine de acción. Los efectos digitales imperceptibles (como deben ser), coreografías de pelea impecables, donde se puede apreciar con claridad los movimientos corporales de los actores, tiroteos brillantes que fueron editados con una coherencia narrativa y persecuciones que nos recuerdan por qué el Ford Mustang es el auto más grande del cine. El tributo que le rinde Stahelski al director Robert Clouse y Bruce Lee, en una secuencia que homenajea Operación Dragón, es la cereza de la torta. Y como si esto no fuera poco tenés en el reparto a uno de los gigantes más queridos del cine italiano, especialmente dentro del spaguetti western. John Wick 2 es uno de los grandes estrenos de este mes y recomiendo disfrutarla en la pantalla grande.
El último inmortal. Llena de tiros y de persecuciones llega el estreno de “John Wick 2” con dirección de Chad Stahelski y escrita por Derek Kolstad. Keanu Reeves es el protagonista y vuelve al ruedo en un rol que le sienta muy bien. John Wick se encuentra viudo y retirado en su mansión. Acompañado por su perro y su auto… pero con una importante deuda pendiente y una visita que lo hará regresar. Aunque esa idea no sea de su agrado. Con altísimas traiciones por la codicia del poder al estilo Shakespeariano y también tomando algo de la tragedia griega, nuestro héroe -súper asesino de asesinos- quedará enfrentado prácticamente a todo. Film lleno de acción con situaciones muy graciosas donde hay una suerte de parodia a la misma mafia que por momentos nos hace recordar algún pasaje de la fantástica cinta “El Padrino”. Es interesante ver cómo está dividido ese submundo delictivo/criminal en diferentes corporaciones manejadas siempre por un líder. Desde los niveles más bajos hasta los más altos de la sociedad. Con imágenes impactantes acompañadas por una muy buena banda sonora, un elenco sólido y bien elegido “John Wick 2 un nuevo día para Matar” es una película que entretiene y divierte. Para quienes les gusto la primera esta segunda no los va decepcionar. Y para los fanáticos les queda casi garantizado el chapter 3 de esta secuela.
Cine de acción puro y autoconsciente. La secuela mantiene el desprejuicio de la original y le adosa comicidad para resaltar el absurdo de la propuesta: el asesino a sueldo retirado es obligado a volver al ruedo otra vez, ahora para matar a la hermana de un viejo socio italiano. Internet da para todo. Hace unos meses circuló por redes sociales una infografía con “estadísticas” sobre la asombrosa performance de John Wick en Sin control (2014). La placa aseguraba, entre otras cosas, que ese asesino a sueldo retirado y obligado a volver a raíz del robo de su auto y el crimen de su perrito (¡!) había usado ametralladoras, pistolas, revólveres, sogas, cuchillos, bombas e incluso un lápiz, y disparado 163 balas (122 de las cuales dieron en el blanco y casi una cincuentena en cabezas ajenas) para apilar un total de 77 cadáveres. Este cronista no llevó adelante un conteo similar, pero puede asegurar que el promedio de víctimas por minuto de John Wick 2 es cuanto menos similar. También que mantiene su desprejuicio, una estilización deliberada y le adosa una comicidad que evidencia el carácter absurdo de la propuesta. Es, entonces, cine de acción puro, duro y rabiosamente autoconsciente. Lo particular es que esa autoconciencia también se manifiesta no mediante guiños o elementos metadiscursivos (para eso están los superhéroes y su universo a cada película más clausurado y endogámico), sino desde la clarificación de su forma: acá la cámara está donde tiene que estar, en el momento que tiene que estarlo. Otra vez con el ex doble de riesgo Chad Stahelski en la dirección y Keanu Revees en el protagónico, John Wick 2 –que aquí se estrena con el jamesbondiano subtítulo de Un nuevo día para matar– hace lo que deberían hacer todas las secuelas: expandir en lugar de replicar. El film continua edificando sobre bases ya solidificadas un mundo con reglas propias, funcionamientos particulares e incluso códigos de convivencia. En ese sentido, el Wick de Revees –actor que sigue siendo de madera: acá mueve todos los músculos menos los de la cara– es un héroe de acción contemporáneo a la vez que anacrónico en sus métodos, un tipo más digno del cine de John Woo de los 90 que de la parquedad usualmente sombría de Liam Neeson o Jason Statham. El film encuentra a su protagonista prácticamente en el mismo lugar donde lo había dejado la entrega anterior, es decir, cargándose al ejército de matones que había robado su adorado Ford Mustang. Lo hace a puro autazo, piñas y disparos, rodando el suelo, saltando y corriendo, delimitando así su terreno de juego y las coordenadas básicas de lo que vendrá: un frenesí que, a diferencia de lo que suele suceder, no es un mero revoleo de chapas y cuerpos, sino el registro de una coreografía más ensayada que un ballet del Bolshoi. Ya recuperado el auto, a Wick lo visitará un viejo socio italiano dispuesto a cobrarse un favor. El avisa que no, que todo bien pero que quiere retirarse, y como respuesta recibe un bazookazo en el comedor. Razón más que suficiente para volver al ruedo. La misión implicará boletear a la hermana del contratista y, con esto, embarrarse otra vez con la mafia. Y vaya si se embarra. El enfrentamiento posterior al de la apertura es filmado con una brutalidad salvaje mediante una cámara que sigue a su protagonista desde su espalda, dando una sensación de continuidad e inmersión absoluta, digna de quien, como Stahelski, sabe de qué se trata trabajar con los cuerpos. El realizador elige planos conjuntos que se extienden más allá del corte habitual, haciendo de las balaceras una experiencia cinética construida por el movimiento interno antes que por el montaje. Analógico y sanguinario (las cabezas explotan sangre), el film es igual de salvaje que sus asesinos profesionales. Ellos, sin embargo, tienen la extraña cualidad de saber adherirse a las convenciones sociales, decisión tan absurda como efectiva en su comicidad: allí estarán, entonces, caminando como cualquier civil por la estaciones de subte mientras se disparan con silenciadores y esperan el momento para, una vez a solas, agarrarse a trompadas.
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Para los fanáticos de la acción Si el género de acción no le mueve ni un pelo y la violencia extrema y estilizada al modo de los films realizados en Hong Kong y los videojuegos más crudos le da rechazó, entonces John Wick 2: un nuevo día para matar, no es para usted. En cambio, si la perspectiva de ver a Keanu Reeves repartiendo patadas, piñas, puñaladas y balas lo entusiasma, ésta es su película. Como ya sucedía en la primera parte de la saga del asesino a sueldo con corazón de oro y puntería infalible que interpreta Reeves, aquí los caídos a su paso se acumulan y las escenas de acción demuestran la habilidad del director, Chad Stahelskium, con el género. Experto doble de riesgo durante años -lo fue de Reeves en la trilogía Matrix-, el realizador consigue que las batallas campales que pone en escena se comprendan y sean tan entretenidas como fáciles de seguir, algo que sucede poco en otros exponentes del cine de acción actual. Claro que más allá de las numerosas peleas y el fantasioso submundo mafioso creado por el guionista Derek Kolstad el mayor hallazgo de esta secuela son sus pinceladas humorísticas aportadas por apariciones breves pero significativas de Peter Stormare como un mafioso asustado del "cuco" Wick, Laurence Fishburne en el papel del rey sin corona del bajo mundo neoyorquino, Peter Serafinowicz como un peculiar sommellier e Ian McShane repitiendo su interpretación como Winston, juez y verdugo del universo criminal en el que habita el letal Wick.
Un buen baño de sangre A los 52 años, Keanu Reeves pasa por su mejor momento como héroe de acción. John Wick no tiene paz. Por más que él se esfuerza en buscarla, el destino le niega a este asesino a sueldo una jubilación anticipada. Si en la primera parte la vuelta al trabajo de John fue para liquidar un centenar de mafiosos rusos en venganza por el asesinato de su perrito, en esta superadora segunda parte lo devuelve al yugo diario el reclamo de una vieja deuda de sangre. Por suerte, las cuestiones emocionales quedaron en el pasado para esta secuela: a este perfecto asesino le alcanza como motivación el malhumor que le provocó haber sido levantado a la fuerza de su siesta. Y, una vez que despertaron al demonio que lleva adentro, parece imposible volver a dormirlo. Keanu Reeves demostró hace más de un cuarto de siglo en Punto límite que podía ser una gran estrella de acción, mucho antes de convertirse en una de las más grandes de Hollywood gracias al éxito de Matrix. Más allá del guiño de Keanu hoy a aquella trilogía frente a los ojos de Lawrence Fishburne, la relación de John Wick 2 con la saga de las hermanas Wachowski es directa gracias a Chad Stahelski, aquí director y en aquel entonces apenas el doble de riesgo de Neo. John Wick 2 roza la perfección gracias a las coreografías orquestadas por el cineasta. La película potencia la sensación de estar jugando a la play que tenía la primera entrega y combina una deslumbrante persecución en auto, un sinfín de piñas y, el plato fuerte, tiroteos infinitos de John Wick contra el resto del mundo. Estos combates armados estimulan la jugabilidad gracias al cambio de escenarios cual niveles y a que el protagonista, mientras se pasea liquidando enemigos sin detenerse ni al recibir algún disparo, va recogiendo nuevas armas y recargándolas a medida que las vacía. Pocas escenas de acción son tan hermosas en el cine actual como el clímax en un salón de espejos, que enseguida traen a la memoria al Orson Welles de La dama de Shanghai y, sobre todo, al Bruce Lee de Enter the Dragon. La única limitación de John Wick 2 está en la necesidad de dejar bien claro, hasta volverlo redundante, que no habrá dos sin una tercera parte. Lo mejor de esta secuela tiene que ver con desentenderse de la réplica del original para expandir ese universo en cada secuencia de acción. Tal vez sea gracias a eso que aquí no sea necesario sufrir el asesinato de un cachorro inocente para poder relajarse y disfrutar un buen baño de sangre.
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Su nombre es peligro Cuando conocimos la primera entrega de John Wick, estrenada en nuestra cartelera como Sin Control (John Wick, 2014), los amantes del cine de acción festejaban la llegada de un blockbuster que se destacaba por su ingeniosa capacidad para insertarnos en un submundo de asesinos profesionales con un atractivo inverosímil. Tanto la estructura narrativa que planteaba su guionista Derek Kolstad, como el movimiento acelerado que imponían sus directores Chad Stahelski y David Leitch, refrescaban el vaciamiento de la violencia como espectáculo en la actualidad. La propuesta nos presentaba al legendario John Wick (un Keanu Reeves que retomaba los componentes del one man army), un asesino a sueldo retirado que acababa de enviudar y que se enfrentaba con los mafiosos que robaban su preciado Mustang Boss 429 y asesinaban al cachorro que había recibido como legado de su difunta esposa. En John Wick 2: Un Nuevo Día para Matar (John Wick: Chapter 2, 2017) nuestro temerario ejecutor deberá saldar su deuda con un antiguo empleador que le ordena liquidar a una importante mafiosa en Roma, afrontando sus consecuencias. Para Sin Control la dupla de Stahelski y Leitch (dos reconocidos dobles de riesgo y directores de segunda unidad) revisitaba las arquitecturas de John Woo y Park Chan-wook, además de inspirarse en los westerns de Sergio Leone y Sam Peckinpah, para referenciar sus tecnicismos. En esta segunda oportunidad Stahelski es el encargado de reincorporar ese tratamiento, aunque descartando su dramatismo para enaltecerlo como caricatura, incluyendo instancias irrelevantes como la secuencia con Laurence Fishburne como personaje secundario invitado. John Wick 2 conserva el estilismo de su antecesora (la fotografía en locaciones atractivas), ampliando el universo de su argumento (el desarrollo del entramado clandestino) y potenciando la intensidad de su imaginario (el digitalismo de las ejecuciones). Stahelski perfecciona las acrobacias y las balaceras como simulando programar un videojuego ligeramente coordinado que sobresale en pantalla. John Wick 2 se comporta como una secuela gratificante, con conocimiento de sus capacidades y satisfaciendo las demandas del espectador hambriento de adrenalina.
La primera película de John Wick sorprendió con sus criminales civilizados y un lenguaje sencillo pero contundente. El universo creado por los directores Chad Stahelski y David Leitch y el guionista Derek Kolstad -que se inspiró en filmes como Ronin (1998) y el clásico spaghetti western Érase una vez en el oeste (1968)- consiguió que Sin Control (John Wick, 2014) sobresaliera en el cine de acción contemporáneo. John Wick 2 (John Wick: Chapter 2) es una muy buena secuela que vuelve a lo que funcionó la primera vez: escenas con grandes peleas cuidadosamente coreografiadas, diálogos breves y eficaces, y su propia mitología.
EL CLUB DE LA PELEA No es casualidad que las películas de acción más destacadas de los últimos años tengan un tratamiento del plano en movimiento que descansa en los extremos. Por un lado, tenemos a la saga Bourne de Lyman (Identidad Desconocida, 2002) y Greengrass (La Supremacia Bourne, 2004 y Bourne: Ultimatum, 2007) que, especialmente con este último, poseía un retrato frenético y descontrolado de la coreografía de acción, la cual transmitía una sensación de proximidad y nervio pocas veces visto. Del otro lado, tenemos a la franquicia que nos ocupa hoy. Con (la primera) John Wick, Stahelski planteó las tomas con la cámara fija y el plano entero que permitía apreciar la pericia y el detalle de la acción, factor que capturó la atención de más de uno. Más allá de de las preferencias personales, ambos estilos apuestan por objetivos diferentes pero llegaban al mismo punto. Lo atractivo de la primera entrega radicaba en el hecho de ir directo al grano, sacando las escenas de acción. Era acción pura que no perdía tiempo en introducciones ni desarrollos narrativos considerables. Para John Wick 2: Un Nuevo Dia para Matar, la cosa no difiere demasiado: el mítico asesino es llamado para hacer honor a una deuda que tenía con un ex-colega, desde sus tiempos activos, y es cuando se rehúsa que comienza el problema y se pone precio a su cabeza. Desde el vamos, John Wick pierde un poco su fuerza y comparte el mismo inconveniente que la saga Bourne. Con (la perezosamente llamada) Bourne, la última del 2016, vemos exactamente lo mismo que habíamos apreciado en la trilogía original: el ex-agente corriendo por toda Europa, la trama de espías exprimida hasta el sin sentido y el mismo tipo de escenas de acción. Y Stahelski no piensa diferente. Es en la repetición cuasi idéntica de la formula que ambas películas pasan a ser una copia de si mismas, arruinando la novedad que alguna vez fueron, edulcorando el resultado global. Sin embargo, Keanu Reeves y la película entregan lo que le piden: cráneos destrozados con una pasmosa precisión, coreografías desplegadas con una destacable intensidad (considerando los limites físicos de Reeves), una narrativa precisa que no se excede ni tropieza en ningún momento (pero tampoco regala nada), y una subtrama de personajes creíbles que, sobre todo, no caen en la representación grosera y grotesca que inundó el principio del nuevo milenio. John Wick sigue siendo entretenimiento puro y del mejor. Pero esta película ya la vimos. por Pablo S. Pons
John Wick: Chapter Two es precisamente lo que uno espera de una secuela. Más grande y ambiciosa, expande la mitología de la original mientras ofrece nuevas e impactantes secuencias de acción que ponen en evidencia a la mayoría de los films del género que llegan en el año. Puede faltarle algo de la contundencia de la primera, pero no por ello es menos especial. Cuando el director Chad Stahelski manifestó que tenían ideas de sobra para superar la acción de la otra, no había que tomar sus palabras a la ligera. Este segundo capítulo hace gala de su presupuesto duplicado pero sin perder el foco, manteniéndose centrado, creíble y anclado en un mundo original al que no le faltan sorpresas.
Hasta el espectador más pasivo se imaginó después de haber visto la arrolladora película que Chad Stahelski y David Leitch estrenaron hace 3 años que John Wick no se iba a quedarse tranquilo. El personaje interpretado por Keanu Reeves vuelve a hacer lo imposible para retirarse de una vez del trabajo de toda su vida, en un film que no solo es igual de directo y frenético que el anterior, sino que, aunque a veces pueda resultar contraproducente, expande el universo en el que transita.
Hace dos años nos sorprendíamos con una película de acción que respiraba mucho del estilo clásico del género. Una historia sencilla pero efectiva, una puesta sin gran despliegue que daba lugar a la acción humana, y algo así como el rescate de una estrella que estaba quedando en el olvido. John Wick (que acá conocimos como Sin Control) dejó satisfecha a la platea que no esperaba más que otro producto de los que salen de a montones, y se encontró con algo artesanal, con gracia y carnadura. El anuncio de la secuela no se hizo esperar, y hoy podemos hablar de John Wick 2: Un Nuevo Día Para Matar. La historia comienza situándose justo donde nos dejó la anterior, a modo de darle un cierre al guion anterior, con Abram (Peter Stormare en ese tipo de personajes que parece se los hacen para él) intentando cumplir la venganza contra el personaje del título, nuestro anti héroe (Keanu Reeves). Claro que esto ocupará no más de quince minutos iniciales para luego sí, hablar de la nueva historia; todo, todo, está pensado para que lo que vimos en la anterior entrega (esto huele a saga que continúa y continúa) lo dejemos a un lado y nos adentremos en lo que John Wick 2 tiene para ofrecernos. John tiene todo preparado para su retiro de una vez por todas, las deudas han sido sadadas, el nuevo perrito está sano y salvo, y pareciera que por fin puede enterrar su pasado bajo tierra (literalmente). Pero no pasan muchos minutos, ni en el metraje ni en la historia, para que nos digan que no, que no todas las deudas han sido saldadas; y el nuevo acreedor golpea a la puerta de Wick. Santino D’Antonio (Riccardo Scamarcio) quiere reclamar el trono que según se merece heredar dentro de la mesa grande de la mafia italiana; trono que su difunto padre no le legó. Para eso, necesita de John, quien le debe alguna deuda. El pedido es simple, debe asesinar a Gianna (Claudia Gerini), la heredera y hermana de Santino. John Wick 2 repite equipo, Chad Sttahelski en la dirección (sin la colaboración desacreditada de David Leitch) y guion de Derek Kolstad; repite protagonista y algunos personajes (como los encarnados por Ian McShane y Lance Reddick, y hasta una aparición pequeña de Bridgette Moynahan); pero lo que no repite es el esquema. Decía Scream 2 en esas reglas establecidas para las secuelas, que las segundas partes intentan hacer todo más grande. Esa regla se cumple en John Wick 2, desde el momento en que termina la primera historia, hay un quiebre en el relato y en las formas, viaje a Italia y a toda Europa mediante. John Wick 2 es más grande, y mucho más torpe. El despliegue escénico es mayor, se destacan grandes escenarios abiertos, puestas fastuosas, y hasta el arte coreográfico de las escenas de acción es más “imponente”; pero las premisas huelen a excusas, y las resoluciones a “había que cerrarlo de algún modo”. Si la primera entrega se mantenía en una regla de mafias que parecían un grupo familiar de conocidos, y escenarios cotidianos (para los estadounidenses, claro); esta secuela está decidida a traicionar todo lo que construyó su primera entrega y lo que los espectadores podrían esperar; convirtiéndose en algo más cercano a una entrega más de El Transportador. Si la venganza por un perro muerto, el recuerdo de una amada fallecida, y el robo de un automóvil clásico, constituían un punto de venganza empático, aquí no hay con qué sentirse compenetrado; es más, la premisa de venganza es más bien contradictoria. Plagada de escenas que traspasan el ridículo involuntario, y con una meda hora que se estira muy por demás (en su plan de más que la anterior, dura media hora más, cuando sus ideas apuntaban a que durara media hora menos), John Wick 2 puede convertirse en una experiencia no muy cómoda si no se entra en su juego de pirotecnia fastuosa y sin mucha lógica. Reeves salva a su personaje, este ser de pocos gestos y voz apagada es ideal para él, y le suma un gran entrenamiento físico que se nota, verlo a él es lejos lo mejor de la propuesta. No siempre ir a más significa mejores resultados, John Wick 2 se olvida de lo que hizo memorable a la primera, y se convierte sí, en otra más de acción vacía de las que salen miles por año. Por suerte el perrito está a salvo.
Keanu Reeves vuelve a encarnar al implacable sicario en una secuela que redobla la apuesta y trae más acción y adrenalina que la primera entrega John Wick, un despiadado asesino profesional tiene que salir de su retiro por pedido de un ex asociado que planea hacerse con el control del gremio de mercenarios internacionales al que pertenece. Obligado por un juramento de sangre, Wick viaja a Roma para enfrentarse contra los colegas más letales del mundo, mientras descubre que su cabeza también tiene precio. La primera película era sorprendente, fresca y muy divertida. Keanu Reeves hacía gala de su histrionismo y habilidad con las artes marciales para componer a este empático asesino a sueldo. Y en esta secuela, no defrauda y trae de regreso al personaje valiéndose de su carisma que traspasa la pantalla. Con momentos de acción perfectamente coreografiados, un elenco de secundarios sólidos y una estética atrapante, este es un espectáculo de balas, puños y cuchillos que no da respiro. La tensión y el humor muy negro se dan la mano para lograr una película que bebe de lo mejor del cine clase B sin descuidar jamás ninguno de los rubros técnicos (algunos de ellos muy bien diseñados como la fotografía, el montaje y los efectos de sonido). John Wick mata y mata (es imposible calcular la cantidad de cadáveres que se acumulan a lo largo del metraje) pero la historia está tan bien contada, que nunca se vuelve ni reiterativa ni redundante. En este ballet de acción y sangre, Reeves es un danzarín experto al que el traje negro le calza perfecto. Entre tantas reiteraciones, secuelas, precuelas y remakes, el nacimiento de una franquicia como esta, trae una bocana de aire fresco a un género que parecía más muerto que cualquiera de los enemigos de John Wick.
Los que tuvieron la suerte de ver en cine “Un día para matar” saben qué esperar en esta segunda entrega, salvo que aquí no se muere ningún perro. Aquí se cuenta, por una parte, el origen de este mega preciso asesino que interpreta Keanu Reeves con satírica seriedad y, también, un encargo que lo lleva –cómo no– al filo de la muerte. Para el amante de los datos, Keanu vuelve a encontrarse con Laurence Fishburne, su partner en la trilogía Matrix, y hay algo de autoconsciencia nunca subrayada en ese asunto. Ahora bien, lo que hace que esta película no sea otra exposición de señores reventando a señores consiste en el exquisito (pero no meramente ornamental) gusto del realizador Stahelski para iluminar, filmar y montar la acción. Más allá de la bella idea de una sociedad universal de asesinos, una invención literaria que no habría desagradado a Chesterton, aquí más desarrollada que en la película original, Stahelski comprende que lo que hace que veamos estas peleas y matanzas es la emoción tanto nerviosa como plástica que nos presenta. Por un lado, los tiros “duelen” al espectador –es la forma en que se filman–. Por otro, los cuerpos danzan y se mueven con una elegancia ejemplar. Pero lo vemos al salir del cine: mientras tanto, somos parte de un juego divertido y casi abstracto. Cine puro que juega solo al cine. Pruebe sin prejuicios.
Una vez más tenemos en pantalla a John Wick (Keanu Reeves) un personaje que gustó en su primera entrega, viudo, que vive con su fiel compañero: un perro, un ser poco simpático pero que llena la pantalla con sus luchas bien coreografiadas, el buen uso de las artes marciales (algunos recordaran al inigualable Bruce Lee), una estupenda acción que no da respiro, tensión y humor muy negro. Cuenta con un buen montaje, efectos visuales, banda sonora y fotografía. Su desarrollo es atrapante y un elenco de secundarios sólidos. Queda abierta para una tercera parte.
El ballet de la muerte En la segunda de John Wick, la acción se traslada a Roma. Y la fórmula sigue siendo impecable. Nuestro comentario de la película protagonizada por Keanu Reeves. Hay algo de placer culposo en ver a John Wick matar a gente a rolete y tiene que ver con el registro. Cuando la primera parte se presentó hace dos años, parida por los coordinadores de dobles de Matrix en un nuevo rol cinematográfico, John Wick traía una brisa de aire fresco al género de acción a la par que resucitaba a Keanu Reeves del ocaso post Neo con un papel que le calzaba como un guante. Ver al sicario John Wick era ver un cómic en movimiento, un ballet perfecto de gun fu (la técnica que popularizó Jon Woo en Hollywood), una “coreo” de balas lúdica y entretenida, y todo ello desencadenado por los clichés del género y fundamentado en uno de los grandes móviles humanos: la venganza. Este segundo capítulo, traducido aquí como Un nuevo día para matar, mantiene el nivel inicial, no pierde en absoluto el registro ni la visualidad. Sin embargo, se atenúa mucho en términos de frescura, baja que luego se reforzará con el afianzamiento del guion y un poco más de humor. La narración comienza a renglón seguido de la anterior. Cuando Wick se cree liberado de sus compromisos a los que volvió por motu propio, aparece en su puerta Santino D'Antonio (Riccardo Scamarcio), heredero de la mafia italiana, para cobrarse un favor. Wick, que ya blanquea los ojos cada vez que alguien pone a prueba sus intenciones de retiro, se ve en seguida arrastrado a un nuevo laburo que, es obvio a esta altura, tiene que ver con matar… a todos. La acción se traslada entonces a Roma, pero con una pasadita previa por el hotel Continental de Nueva York, esa suerte de zona franca para el submundo criminal, donde existen sommeliers de armas y se paga con monedas de oro. Reeves, que ya no buscará venganza y se moverá solo por deber, mantiene intacta la esclerosis verbal que lo caracteriza, pero honra con creces la destreza física que requiere el héroe. Total, a su alrededor danzan personajes pintorescos (Lawrence Fishburne, Ian McShane, Franco Nero) que equilibran con carácter su falta de expresividad. La fórmula sigue siendo impecable. Un imperdible para amantes del género.
LOS BRILLOS Y SUS MÉRITOS Se podría decir que John Wick 2: un nuevo día para matar es efímera y no sería una equivocación o exageración. Tampoco un cuestionamiento. De hecho, esta secuela –que supera en eficacia y hasta complejidad a su antecesora- se hace cargo del lugar que ocupa, con desparpajo y alegría, encontrando allí sus mayores méritos: es un espectáculo hiperbólico, donde la exageración es la norma, pero también la fisicidad y el profesionalismo. Uno de los méritos más sustanciales de John Wick 2: un nuevo día para matar es que consigue una razón de ser como secuela –e incluso como paso intermedio rumbo al cierre de lo que será una trilogía-, a pesar de que la primera entrega parecía culminar la historia de su protagonista. Lo hace a partir de un relato que potencia no tanto al personaje del título sino al universo que lo rodea y habita, repleto de asesinos, mafiosos, entidades que nuclean a mafias, proveedores de criminales, hoteles que albergan delincuentes y hasta homeless que resultan ser tipos no precisamente muy santos. El John Wick que encarna Keanu Reeves con notable efectividad y compromiso, y que debe volver a las andadas cuando alguien le aparece en la puerta de su casa para cobrar ese tipo de deudas ineludibles, es una especie de envase vacío en diversos sentidos y vías: para los otros personajes, puede ser el cuco –“el Hombre de la Bolsa”, como le dicen varias veces-, el instrumento para ciertos fines, el representante de otros tiempos, la leyenda de la que todos hablan; para el espectador, es el vehículo para adentrarse en un mundo donde todo es brillo, superficie, fantasía lustrosa, códigos irrompibles –y que están para romperse-, lo que quisiéramos que fuera el submundo marginal. El director Chad Stahelski muestra ser astuto y hasta inteligente, apoyándose en el conciso y preciso guión de Derek Kolstad, pero también en todo un conjunto de filiaciones, que se acumulan desde el inicio, con una cita muy particular (y explícita) a Buster Keaton. La presencia de ese ícono del spaguetti western que es Franco Nero no es casual, porque podemos verlo como una especie de antecesor y modelo a seguir para John Wick. Algo similar se puede decir de la aparición de Laurence Fishburne: no solo es un guiño a Matrix, también lo es a un cine donde no importan los sentimientos o la política, sino las peleas y tiros. De hecho, John Wick 2: un nuevo día para matar busca recuperar cierto espíritu del cine de acción de los noventa, donde la exageración se imponía al realismo, la reflexividad escaseaba y los que dominaban el paisaje eran tipos como John Woo o Tsui Hark –verdaderos coreógrafos y compositores de la imagen-, a la vez que dialoga con el cine oriental del nuevo milenio y representantes como Johnnie To. Por eso John Wick 2: un nuevo día para matar, cuando deja el lastre de ciertos diálogos demasiado ceremoniosos, privilegia el plano de conjunto y hasta los planos generales para diseñar la acción, apelando al montaje en el cuadro, otorgándole una fluidez inusitada a la narración y las imágenes que la componen. Y en base a eso, consigue algunas secuencias notables, que están entre lo mejor de los últimos años, como la que transcurre en las catacumbas del Coliseo o la que se desarrolla en una exposición de espejos en un museo. En esa configuración narrativa, donde el relato progresa saltando de una escena de alto impacto a otra, esta secuela interpela a la saga más emblemática de los últimos tiempos: la de Bourne, con especial énfasis en Bourne: el ultimátum. Es una interpelación problemática, porque si en los films del asesino amnésico la acción está pautada por la política y la cámara en mano, el seguimiento a Wick está atravesado por un romanticismo simplón pero funcional y la steady cam. Donde ambas franquicias parecen darse la mano es en el final de John Wick 2: un nuevo día para matar, marcado por la desolación y la paranoia, y que es el puente perfecto para la tercera parte.
Dirigida por Chad Stahelski, la película protagonizada por Keanu Reeves es una aceptable secuela que los amantes del género disfrutarán. El asesino John Wick (Keanu Reeves) vuelve al ruedo para ayudar a un antiguo socio. En esta segunda parte debe viajar a Roma, ciudad en la que tiene que enfrentarse con los homicidas más peligrosos del mundo. John Wick: Un nuevo día para matar (John Wick: Chapter 2, 2016) se centra en cómo el protagonista realiza múltiples asesinatos. En ese sentido, lo que hay que destacar es la forma en la que están filmadas las batallas: especialmente, la escena que se desarrolla en un salón de espejos. Reeves se compenetra con su personaje. Y su interpretación, junto a la dirección de Stahelski, logra que algunas peleas se asemejen a coreografías en las que sobresale el estilo. La película continúa el sarcasmo de su antecesora. Aspecto que le aporta dinamismo y la hace llevadera, teniendo en cuenta que mayormente está conformada por escenas de acción.
Un film de visión obligatoria en pantalla grande, pues por más buen equipo que tengas en tu casa, nunca va a causar el mismo impacto. Para aquellos que tomen contacto con esta historia por primera vez, sepan que no es una película de acción convencional, sino que está más cerca de la....
John Wick 2: Un Nuevo Día para Matar _ I´ll kill them, I´ll kill them all _ Of course you will Desde Identidad desconocida (The Bourne Identity, 2002) el cine de acción penaba de un verdadero Badass Heroe. Es natural que con el correr de los años, la figura del héroe fue sofisticándose al punto de dejar vetustos y obsoletos a nuestros queridos John McClane, John Rambo, John Spartan y demás otros Johnes. En la actualidad se intenta transformar hechos inverosímiles en posibilidades inverosímiles. Por eso el antihéroe moderno es herido, engañado y se encuentra, siempre, al borde del colapso. Sin embargo, de alguna manera (im)posible, logra escapar triunfante del dulce beso de la muerte, y gracias a aciertos de directores y guionistas, lo creemos. John Wick 2_EntradaJohn Wick 2: Un Nuevo Día para Matar (Chad Stahelski) es potente, intensa, extremadamente física y violenta; incluso más que la primera. Atrapante. En esta oportunidad, Baba Yaga se ve forzado a salir de su retiro (again & again) debido a una deuda ineludible contraída con la camorra italiana cuyo incumplimiento es morir. Está de más decir que el acreedor de dicha deuda no tiene códigos y tampoco le desea nada bueno a John. Este leitmotiv es suficiente para desencadenar un frenesí asesino implacable, el cual es sencillamente indetenible. El primer capítulo de esta (por lo menos) trilogía, además de dar cátedra en lo que respecta a filmar una película de acción, fue muy cómico. Humor que el director, Chad Stahelski, no deja de lado. En algún punto y lejos de lo pésima que fue Ocean´s Twelve, tiene en común el Euro Trip alucinante. Porque más allá del cliché, el recorrido por el viejo mundo nos da una idea de lo groso que es John Wick (Keanu Reeves), y al desarrollarse, el film cobra mayor sustancia. El refinado universo John Wick llegó para quedarse Los antagonistas principales están caracterizados por Riccardo Scamarcio (Santino), el rapero Common (Cassian) y la bella Ruby Rose (Ares). Entre los buenos (al menos hasta la huida de la plaza) repiten Ian McShane (Winston) y John Leguizamo (Aurelio). Lauren Fishburne como Bowery King tiene un paso desabrido por el grueso de la trama, no es así el caso de Lance Reddick como Charon. Está claro que el refinado universo John Wick llegó para quedarse, donde los modales y los códigos están por sobre toda venganza. Hechos por los que debemos estar agradecidos, pues por consecuencia dan inicio al capítulo final. . . . . . SPOILER ALERT . . . . . El perro no muere.
Una Siesta de Dos Horas A veces a uno se le recomiendan películas de manera encarecida, con la esperanza de la otra persona de que a uno le guste tanto como a él o ella. Uno con las expectativas altas después de recibir comentarios positivos sobre la obra acude al cine más cercano (o a la plataforma donde esté disponible), para degustar lo que está seguro será una buena experiencia. Muchas veces las recomendaciones resultan fructíferas, aunque rara vez un film tiene el mismo impacto en uno como en la persona que nos la recomendó. Lo que me pasó con John Wick fue el caso totalmente opuesto. La película no sólo me pareció vacía de contenido, sino que me resultó aburrida en cuanto a su forma, insulsa en cuanto a su impacto e innecesariamente repetitiva y llena de clichés. Y hoy me veo aquí, viendo en el cine la secuela de una película que no me gustó del todo, que me pareció aburrida y somnífera, pero con esperanzas de que su segunda parte mejore. Y la verdad estaba muy equivocado al tener esperanzas. Muchos opinan que el punto fuerte de John Wick, así como de su secuela (película que hoy nos compete) pasa por su acción, sus coreografías de pelea, y su estética. Pero quiero retrucar esta afirmación al decir que en primer lugar las coreografías de la primera son increíblemente repetitivas y recurren todo el tiempo a los mismos movimientos, excepto en las secuencias con disparos que son un poco mejores y más creativas. Por suerte en John Wick 2: Un Nuevo Día para Matar, por momentos, se le da giros interesantes a las locaciones donde se lucha. En segundo lugar, su estética es un cascaron vacío para un film que no está diciendo absolutamente nada, no tiene ninguna posición sobre el mundo y no hace comentarios interesantes. En John Wick 2 se intenta plantear una historia más profunda y se falla rotundamente. En John Wick 2 se intenta plantear una historia más profunda y se falla rotundamente. El problema en la saga John Wick, entonces, es que cuando no se dice nada, es aburrido y cuando se dice algo, es absurdo. John Wick 2: Un Nuevo Día para Matar no es una buena película ni de cerca, quizás la primera parte fuera un poco más zafable, pero en esta secuela terminan de enterrar lo que para mí es una de las peores sagas de acción modernas. Y esto lo afirmo en proporción a las veces que cabeceé de sueño en la sala.
Bienvenido a casa, Keanu Hace tres años se estrenó la primera John Wick de la mano de Chad Stahelski y David Leitch en su debut directorial. Antes de John Wick, Stahelski y Leitch habían trabajado como directores de segunda unidad y, principalmente, dobles de cuerpo y coreógrafos. Esto es fundamental para lo que será la mayor virtud de John Wick, tanto la primera como la segunda: su manejo de la acción. Pero vamos de a pasos. Aprovechando la libertad que les dio crear algo de cero, sin las ataduras de una adaptación, sin deberle fidelidad a ningún molesto grupo de fans, Stahelski y Leicht tomaron la idea del sicario glamoroso y elegante y la aplicaron con claridad y eficacia (algo que, por ejemplo, las películas basadas en el juego Hitman no lograron hacer). La acción era fluida, con coreografías largas y demenciales, con poca preocupación por el realismo y más énfasis en ser creativas y vistosas. La acción estaba enfocada en los movimientos de los personajes, con pocos cortes y predominancia de tomas largas y planos abiertos para poder apreciar a fondo la coreografía de la situación, casi como si estuviéramos viendo un ballet en lugar de una matanza sangrienta. La trama era simple: un hombre busca venganza. No hacía falta nada más. Ante todo, John Wick era una película en la que se notaba que los responsables se estaban divirtiendo mientras la filmaban, poniendo el foco en lo que más disfrutaban y mejor sabían hacer. A pesar de contar con la mitad de su equipo creativo (David Leitch no participa de la secuela), la acción se sigue sintiendo fresca, en el mismo tono que la original, un poco más repetitiva por momentos, pero sin dejar de privilegiar la grandilocuencia de los movimientos de sus personajes. Siguiendo el manual básico de la secuela de acción, John Wick 2: Un nuevo día para matar es parecida a su predecesora, pero más grande. En lugar del hotel de sicarios en Nueva York, John se hospeda en la sucursal de Roma. En lugar de tener un cachorro, John tiene un perro grandote. En lugar de ser un hombre que busca venganza, John es un hombre que debe un favor, es traicionado, busca venganza, la consigue y es perseguido por un ejército descomunal de asesinos a sueldo. En lugar de tener que matar a un ruso malcriado, tiene que matar a los líderes de una de las organizaciones criminales más grandes del mundo. La secuela no agranda las cosas gratuitamente, las agranda en pos de seguir divirtiéndose más. El mundo de los sicarios que plantean las películas es de un glamour y una sofisticación desmesurada, completamente ridícula, y la secuela aprovecha que ya tiene las bases planteadas para expandirlo y darle más profundidad, más sofisticación, más glamour, más locura. En esa explosión del universo creado hay, también, algunos tropezones más de los que había en la primera, en particular con las reglas que rigen ese mundo criminal que parece tan organizado, pero el tono decididamente más juguetón de esta segunda parte logra que se le perdonen esos pequeños errores. Es muy gratificante que en un momento en el que el cine de acción y aventuras está bajo el reinado absoluto de las adaptaciones de superhéroes (que, vale aclarar, yo disfruto particularmente) y de reboots, surja una saga completamente nueva y original. Original no solo por sus personajes y sus historias, sino también por la manera en la que está contada. Las dos películas de John Wick tienen identidad propia, tanto en lo visual como dramáticamente. Es particularmente gratificante, entonces, que esta frescura venga comandada por Keanu Reeves, a quien queremos mucho. Nos llena de orgullo que a sus cincuenta y dos años se presente nuevamente como la estrella de una franquicia y cimente su lugar como uno de los actores de acción más grandes de los últimos tiempos.
Vuelve el héroe de acción del momento con una secuela que no deja cráneo sin perforar. “John Wick” fue una de las grandes sorpresas del año pasado, aún habiendo llegado a nuestras tierras cuatro meses después de su estreno original en los Estados Unidos. Chad Stahelski y David Leitch, dos ex dobles de riesgo, debutaron detrás de cámara con una película que aún hoy, después del impacto inicial, cierra por todos lados: “John Wick” es un paseo de violencia coreografiada con una historia sencilla pero identificable, una construcción del universo con estilo comiquero increíblemente atractiva y un estilo visual impecable. Gran parte de los aplausos, sin embargo, se los lleva el excelente guión de Derek Kolstad (otro ignoto), que convierte a estos mafiosos en Dioses griegos, dándole a cada uno su lugar en el Monte Olimpo que resulta ser el hotel Continental. Y aunque muy probablemente en la cabeza del guionista y los directores rodaba la idea de convertir la película en una franquicia, la realidad es que “John Wick” tiene un final perfecto, completando la catarsis y redención de este antihéroe de buen vestir – con la obtención de un nuevo compañero y todo. Pero la recepción del público y la crítica le garantizaron a Keanu Reeves (el nuevo héroe de acción por excelencia) la posibilidad de volver a engominarse el pelo y seguir bajando muñecos a diestra y siniestra. Llegamos entonces a “John Wick 2: Un nuevo día para matar” (“John Wick: Chapter 2”), que retoma la vida del protagonista apenas semanas después de los eventos de la original. Ya completamente recuperado, John está a la caza de la única presa que le queda: su auto. Los primeros minutos entonces nos dan no solo un pequeño avance de lo que vendrá, sino también ponen al día a los que se hayan perdido la primera película. El infalible Peter Stormare es Abram, tío de Iosef (el hijo del capomafia Viggo que comenzó todo este quilombo) nos recuerda en el mito de “El hombre de la bolsa” y el error de su sobrino mientras desde su oficina escucha los disparos y los gritos de dolor de sus hombres. Pero John realmente quiere abandonar esta vida de violencia. Es todo lo que siempre quiso. Tuvo un vistazo del otro lado de la medianera y ahora ya no le interesa volver atrás. Sin embargo, el playboy italiano Santino D’Antonion (Riccardo Scamarcio), gran responsable de que John pudiera cumplir esa tarea imposible de la primera película (la misión que le permitió salir del negocio) vuelve a cobrar su deuda. Y en el universo de John Wick, las deudas se pagan. Kolstad, nuevamente a cargo del guión, sabe una de las cosas que mantuvo cautivo al público en la original es la mitología que creó para este sofisticado mundo clandestino, y por eso la secuela lo expande para mostrarnos una verdadera red subterránea de información y servicios y presentar un número aún mayor de variopintos personajes. Descubrimos entonces que el Continental no es apenas un hotel sino una cadena de hoteles alrededor del mundo, que los contratos se solicitan a través de un sistema de operadoras que se manejan casi enteramente con un sistema análogo de recepción y archivo, que Laurence Fishburne es el Rey de la cultura vagabunda con contactos en todos los puntos de Nueva York y que existe una Hermandad de Asesinos. Sommeliers de armas, sastres de alta costura bélica y cartógrafos son algunos de los personajes que nos ofrecerán una mirada más en profundidad dentro de esta caja de Pandora que es el mundo de la mafia y los asesinos. Por supuesto, toda esta exposición hace que la película sea no solo más larga que la original, sino que obliga al (ahora solitario) director Chad Stahelski a bajar un poco la cuota de frenetismo. Afortunadamente, aún con sus dos horas de duración, John Wick 2 consigue un atractivo balance de acción y pausa: cuando Keanu no está cargándose a una decena de enemigos con todo lo que tiene cerca, está mostrándonos algún detalle más del universo que habita que puede ser relevante en ese momento o más adelante en la historia. Las coreografías y la dirección de las escenas de acción continúan siendo el plato fuerte de la franquicia. Stahelski conoce de la materia y no precisa de una edición por cortes o movimientos bruscos de cámara para transmitir la sensación de frenetismo. De hecho, si bien John es una bestia infalible, los combates cuerpo a cuerpo y las balaceras siguen sientiéndose pesados y metódicos. Cada golpe tiene su intención y la utilización de los recursos a su alrededor (no solo por parte de John, sino también de sus enemigos) es magnífica y justificada. El ballet violento y visceral de la primera película continúa siendo casi surreal pero, siguiendo las convenciones de Hollywood, sube un par de puntos para hacerlo aún más explícito – a punto tal que más de uno se retorcerá en el asiento ante algunas de las ejecuciones. La secuela, además, nos muestra algo que queríamos ver: enfrentamientos con asesinos capaces de hacerle frente al protagonista. Si bien John Wick deja un mar de cuerpos por donde pasa, son generalmente carne de cañón. Pero ver al protagonista sobrevivir frente a un decena de tipos que quieren cobrar el contrato que pesa sobre su cabeza es fascinante, no solo porque son las secuencias más imaginativas, sino porque (como la primera ya insinuaba) estas máquinas de matar están entre nosotros. Como dije antes, la mitología griega pesa fuerte en el imaginario de John Wick y nada lo deja más en claro que cuando dos o más gigantes colisionan en medio de una muchedumbre sin poner en la balanza las vidas civiles. Ruby Rose (que clavó en este 2017 la trilogía “Resident Evil: Capítulo Final”, “xXx: Reactivado” y esta) y el ex-rapero Common son las dos caras nuevas más importantes en este aspecto – ambos asesinos (Ares y Cassian, respectivamente) y ambos detrás de John por diferentes motivos. De los dos, es Common el que quizá le imprime un poco más de personalidad a su personaje, no solo por los atractivos intercambios con Wick, sino también porque Cassian es otro vehículo de algunas de las convenciones y “reglas” de este mundo ficticio – un mundo más bello y evocativo que nunca. La fotografía de Jonathan Sela (“A good day to die hard”, 2013) le daba a la película un aspecto sucio pero sofisticado, y la utilización de tonos cálidos en la gama del rojo representaba el viaje de un hombre que, literalmente, desentierra su pasado para volver a meterse en el infierno del que tanto le costó salir. Esta vez la tarea queda en manos de Dan Lausten (“Crimson Peak”, 2015), quien llena de tonos fríos los escenarios (en su gran mayoría subterráneos) para reforzar un concepto que podemos leer también en falta de expresividad del personaje: John Wick es un muerto caminante, tanto por la recompensa por su cabeza, como por las decisiones que lo han obligado a tomar una y otra vez desde que lo conocimos. El enfrentamiento final, en medio de una exhibición de arte llena de espejos, tiene un trabajo de cámara e iluminación extraordinario, y es para verlo varias veces. “John Wick 2: Un nuevo día para matar” no cuenta con el peso emocional y el efecto dominó que generaba la escalada de situaciones de la primera película, pero es una digna secuela que se enfoca en engrandecer la leyenda del protagonista, mientras que expande la mitología de este fascinante mundo de asesinos a sueldo. Como Hollywood manda, más presupuesto significa más locaciones, escenas de acción más grandes y más personajes – aunque no todos funcionen igual de bien u orgánicos. Eso sí, la película es más dura que la primera y este concepto de “gun-fu” corre el riesgo de volverse una glorificación de la violencia extrema a niveles casi sádicos. Si les gustó la original, van a disfrutarla. Si Keanu Reeves repartiendo headshots con auto aim a diestra y siniestra no les mueve un pelo, hay una enorme oferta en las salas.
Aunque su deseo era retirarse de su profesión de asesino a sueldo, Jonathan Wick (Keanu Reeves) tampoco lo ha podido lograr en esta segunda entrega -de lo que claramente se convertirá en una saga del estilo Duro de Matar- y en esta oportunidad debe enfrentarse a mafia entera y el conjunto de todos los asesinos de la ciudad. Con efectos realistas, sonido impecable y peleas coreográficas bien ensayadas, Keanu Reeves vuelve a dar vida al bueno de Wick, aunque es imposible no pensar en Neo (su célebre personaje de Matrix). Evidencia de ello es que la película en sí tiene varios guiños hacia el film de los hermanos Wachowski, incluyendo la aparición de Laurence Fishburne en el papel de Bowery King. Este capítulo dos se trata de una película entretenida, exagerada, y hasta contada en código de video juego: un ejemplo claro y muy divertido es el uso de las monedas de oro en la misma. Sirven para comprar armas, sobornar a un mendigo o pagar un trago en un bar. Todo en este universo vale una moneda de oro, o a veces varias. Las múltiplas vidas del protagonista también parecen dar fe de ello: en determinado momento el personaje recibe dos tiros en el abdomen, se "hace arreglar" y sigue peleando. Y luego, claro, los clichés que sin embargo no molestan: los disparos en plena calle no llaman la atención de nadie y la policía básicamente no existe. John está dirigida por el audaz Chad Stahelski, quien -no casualmente- trabajó como doble de Keanu Reeves en Matrix (1999) y ya había dirigido la primera parte en 2014. Sin demasiadas pretensiones más que entretener a fuerza de tiros y golpes, la película no defrauda.
El hecho de que el cine de acción esté pasando un momento tan decadente hoy en día es alarmante. Muchas de las propuestas que se estrenaron últimamente brindan un entretenimiento tan vacío y poco ameno que muchos perdemos las esperanzas de ver algo decente continuamente. Cuando hace un par de años “John Wick” (donde acá le dieron el trillado nombre de “Sin Control”) se estrenó en las salas argentinas vimos una luz de esperanza: Representaba una película con unos momentos tan increíbles, que nos quedaron ganas de verla una y mil veces más y, más importante aún, una secuela, que por fin llegó. Y lo hermoso de todo esto es que “John Wick 2” es aún mejor que la primera, y eso es algo que no se ve muchas veces en el cine actual. “John Wick 2” arranca con una nueva historia que no difiere mucho de lo que fue la premisa de su primera entrega, y sin embargo eso no nos importa, ya que apenas el film empieza nos vemos sumergidos en la espiral de brutalidad y sangre que Keanu Reeves despliega, apoderándose de nuevo de su personaje y de las ganas de ver morir muchas personas con sus habilidades. Esta segunda parte expande mucho más la mitología del mundo de los asesinos, de la cual sólo habíamos percibido una pequeña parte en aquel film y que nos dejó con ganas de más. En esta oportunidad vemos que el grupo de sicarios abarca todo el mundo, en cualquier ámbito, pueden estar escondidos en cualquier parte sin que nos demos cuenta y eso nos brinda unos cuantos momentos maravillosos que te van a sacar más de una sonrisa. El balance de la acción con muchos momentos de comedia está excelentemente manejado. Sin ir más lejos, la broma al “Papa” es algo tremendo. Keanu Reeves vuelve a estar impecable (sin ser un actorazo) como Wick, ya creando una leyenda misma con este personaje y con todo lo que puede narrar y lograr con una simple historia de venganza. ¿Por qué no mencioné la misma hasta ahora? Redundante. Creo que es hora de que nos demos cuenta de que, cuando nos sentamos a ver dos horas de pura acción es para disfrutar de un festín de violencia y no para profundizar en todos los huecos argumentales que la misma puede tener. Las escenas de acción a cargo de Chad Stahelski (que se nota su mano como doble de acción) son impecables y la manera de coreografiar las armas con las peleas es algo sublime. Tiene momentos que nos gustaría rebobinar una y otra vez sin perdernos ni un detalle, donde por momentos hasta la fotografía resalta. Y no hay mucho más para decir. Al que le gusta este tipo de propuestas y llegó hasta acá ya está convencido, y el que no, tiene muchas otras opciones en cartelera para revisar. “John Wick 2” es un festival de acción, balas, sangre, muerte y rememoración al cine de acción de los 80 y 90 que tantas alegrías nos dio y nos sigue dando de vez en cuando. La principal razón por la que este estreno se celebra, y por la que, si sigue este camino, esperamos con ansias una tercera parte. Puntaje: 5/5
John Wick (2014) reunió todos los lugares comunes de las películas de acción estadounidenses: un protagonista que pela solo contra cientos de hombres, un villano extranjero que habla demasiado y lidera un grupo mafioso, frases hechas, grandes explosiones, entre otros. Tal vez sea por eso que la historia del legendario asesino que fue obligado a regresar del retiro para vengar una muerte haya funcionado tan bien en su primera entrega. Porque fue simple, directa y al grano. Tiros, lío y a otra cosa. Quizás, por ese motivo, los productores hayan decidido utilizar la misma receta para llevar a cabo John Wick 2, la secuela dirigida por Chad Stahelski que rompe el mito de las segundas partes y crea un producto que supera ampliamente al anterior. Los encargados del proyecto no solo recurrieron a la misma historia, sino que potenciaron esos mismos clichés y apostaron a enaltecer todos los méritos de la primera entrega -gran acierto- mejorando y poniendo todo el énfasis en escenas de acción de gran calidad. El film logra al ciento por ciento su objetivo principal: entretener al espectador durante dos horas. ¿De qué va la historia de John Wick 2? Básicamente es un calco de lo que se vio en la primera entrega. En esta ocasión, que comienza inmediatamente después del final del film anterior, Wick (Keanu Reeves) se ve obligado a regresar nuevamente del retiro para cumplir con una promesa. Un favor que selló con sangre y por el cual Santino D’Antonio (Riccardo Scamarcio), jefe de la mafia italiana, buscará obtener los servicios del legendario asesino. Sí, es el mismo argumento, aunque esta vez el motivo no está tan tirado de los pelos y concuerda más con la personalidad y códigos de lo que se supone es un sicario profesional. ¿Por qué la trama no es tan burda y chata como la primera? Simplemente porque en esta oportunidad la historia se sumerge un poco más en el pasado de Wick y, además, como punto destacable y superador, muestra y resuelve los hilos que hay detrás de la organización mundial de asesinos. El Hotel Continental, el sofisticado lugar que nuclea a todos los sicarios, conforma un universo fascinante que, sin dudas, es de lo más interesante y novedoso dentro de la película. Keanu confirma una vez más que las escenas de combate y pelea son las que mejor le sientan, es decir, aquellas en las que no tiene que hablar ni mantener un diálogo por mucho tiempo. A sus 52 años, el actor que personificó a Neo en la trilogía de The Matrix (1999 y 2003), interpreta a un hombre seco y frío que por momentos pareciera que no tuviera músculos en la cara y que hablara solo con monosílabos. No obstante, la seriedad, los trajes finos, los buenos autos -muy del estilo de Jason Statham-, sumado a un andar cansino y falta de palabra, decantan en un personaje querible y pintoresco, pero que a la vez impone respeto. Por otro lado, Stahelski logra resolver de manera efectiva e impecable las escenas de acción, muchas de las cuales derrochan tiros y sangre en grandes cantidades. Las coreografías de pelea son perfectas, casi reales, y seguramente dejarán sin aliento a más de uno. Además, la película recrea nuevamente esos colores oscuros, densos y revueltos que se pudieron ver en la entrega anterior y, también, mantiene esa esencia de cómic negro y suburbano. Muchas veces las secuelas tienen que luchar contras las comparaciones, y suelen salir perdiendo. Sin embargo, John Wick 2 quiebra la teoría y supera el nivel de la original a fuerza de excelentes escenas de pelea, sangre y tiros. Un cóctel perfecto para los amantes del género, muchos de los cuales habían quedado huérfanos y deambulando en búsqueda de una historia de acción simple y entretenida. Keanu aseguró que el estreno de una tercera entrega dependerá de las recepción y aceptación del público. Teniendo en cuenta las primeras impresiones, los fanáticos de Wick ya la deben estar esperando.
Mitología asesina… Los primeros 20 minutos de John Wick 2 no son una introducción, sino más bien un epílogo; la rimbombante conclusión de una primera entrega que impactaba cinematográficamente, pero que decepcionaba en lo argumental. Entre piñas, patadas y tiros, se sepultan las motivaciones banales e inverosímiles que supo tener el protagonista y surge una leyenda. El hombre de la bolsa regresa en un capítulo más intimista y complejo, sin resignar el entretenimiento. Ya no es por un perro ni por un auto. John Wick 2, sin tener una trama sofisticada, logra explorar un universo ficcional sumamente interesante, gracias a un guion bien elaborado que apuesta por personajes enigmáticos y conflictos bien presentados. Narrativamente, hay años luz de distancia entre esta película y su predecesora, pero no así en la dirección de las escenas de acción, donde Chad Stahelski deja en claro que en apenas unos pocos años se ha convertido en uno de los mejores cineastas en el género, junto con los hermanos Russo. John Wick 2 repite todo lo bueno de su capítulo presentación y modifica lo que no funcionaba. Como resultado, esta secuela es una exquisita y adrenalínica incursión en el submundo de los asesinos a sueldo, que logra crear una mitología e instalar como epicentro de ésta a su inexpresivo pero magnético protagonista. Para divertirse sin culpa.
Se consolida un buen producto! "John Wick 2" marca la vuelta del nuevo Bryan Mills de la gran pantalla. En su momento fue el delirio que generó ese padrazo que rompió huesos y mató a todo el que se interpusiera en su camino para recuperar a su hija de una red de trata internacional. Aquel film iba directo a la acción y nos mostraba a un tipo bueno, desesperado pero a la vez increíblemente frío que no pararía su masacre hasta lograr salvar a su amada hija. Keanu Reeves con su John Wick tiene una historia y motivaciones muy distintas, pero recuerda mucho en su naturaleza fría pero de buen corazón al Brian Mills de Liam Neeson. En esta ocasión John se ve obligado una vez más a volver a la escena luego de que un antiguo colega le reclamara un favor reglamentado por el código de la mafia y luego pusiera precio internacional a su cabeza. El pobre John Wick que siempre está tratando de vivir una vida tranquila, es coaccionado a volver al asesinato y nosotros los espectador por supuesto saltamos de alegría y queremos verlo más áspero que antes y matando a más personas. Esta segunda entrega devela más detalles acerca del mundo secreto del crimen organizado y eso nos encanta. Sommeliers de armas, costureros de trajes para matar, hoteles neutros en los que los asesinos pueden descansar al lado de otros criminales despiadados sin correr peligro y más locuras que parecen sacadas de un cómic o manga. La dinámica es mejor que en la primera entrega, la acción toma más vuelo aún y se incorporan nuevas caras a la escena. El director Chad Stahelski ("John Wick") sigue creando hermosas coreografías de violencia que nos dejan extasiados y esperando ver nuevamente en acción cuanto antes a nuestro anti héroe. Debido al gran éxito que está teniendo ya se ha anunciado una tercera parte. Ojalá siga por este camino y nos entregue una increíble trilogía que no caiga en los lugares comunes de otras sagas de acción que se fueron desinflando con el tiempo. Muy recomendable!