Adiós al fiordo… Sinceramente no hay muchas películas noruegas recientes que hayan tenido algún tipo de repercusión por estas pampas o que su estela se haya extendido por fuera de Europa: en el campo de los ejemplos positivos, podemos nombrar exponentes de género muy interesantes como Dead Snow (Død Snø, 2009), Trollhunter (Trolljegeren, 2010) y Cacería Implacable (Hodejegerne, 2011); en lo que atañe a los films más desparejos, sin duda los que llevan la bandera son los opus de Joachim Trier y el dúo Espen Sandberg/ Joachim Rønning. Hoy por suerte La Última Ola (Bølgen, 2015) no sólo se ubica dentro del primer grupo sino que además toma prestados los engranajes de un apartado hollywoodense hasta la médula, el cine catástrofe. Con un presupuesto diminuto para los cánones de Estados Unidos, la obra de Roar Uthaug fue un éxito de taquilla en su país con apenas unas “pinceladas” de CGI. En este sentido, vale aclarar que el director se autodefine como un clasicista y respeta a rajatabla una de las dos macro-opciones narrativas del género, la que divide al relato en dos mitades simétricas, la primera centrada en el desarrollo de personajes y la segunda en el cataclismo propiamente dicho (la otra alternativa ofrece desde el vamos la debacle y luego se concentra en una “road movie” a través de los escombros para salvaguardarse o rescatar a los seres queridos). La aventura gira en torno a Kristian Eikjord (Kristoffer Joner), un geólogo de una estación de monitoreo en Geiranger, un pueblito enclavado en un fiordo. Justo durante el día de su mudanza a una metrópoli para comenzar a trabajar en la industria petrolera, un enorme desprendimiento de rocas -producto del movimiento de las placas tectónicas debajo de las montañas- amenaza con sepultar a Geiranger vía un gran tsunami. La trama explora desde el naturalismo la relación de Eikjord con su familia (esposa y dos hijos) y sus compañeros laborales (para quienes es toda una autoridad en la disciplina en cuestión), poniendo de relieve de manera constante que sus buenas intenciones a veces contrastan con su carácter meticuloso y obsesivo para con el trabajo. De hecho, el film se toma su tiempo en lo referido a la presentación de la dinámica de los vínculos para tensar de a poco los resortes de la historia y finalmente desatar la tragedia en una secuencia nocturna en verdad excelente que no tiene nada que envidiar al mainstream norteamericano. La Última Ola supera a los mamotretos de Hollywood de los últimos años porque consigue crear empatía hacia el protagonista y su entorno cercano, lo que resulta una doble proeza si consideramos que la propuesta hace uso del mismo manojo de clichés de siempre del rubro. Obviando el heroísmo fácil y construyendo un verosímil de tono ameno, la obra entrega en su segunda parte un desarrollo ajustado y bastante seco, en consonancia con la calamidad que retrata, una que en Noruega -por cierto- parece sobrepasar la simple “eventualidad” y abrirse camino hacia una contingencia muy concreta en algunas regiones del país. Si bien el guión de John Kåre Raake y Harald Rosenløw-Eeg no brilla por su originalidad (sumado al hecho de que los diálogos son un tanto estériles), la ejecución a cargo del realizador es correcta y las actuaciones del elenco transmiten la convicción necesaria para sustentar el esquema dramático. Al igual que en el nacimiento de la configuración actual del cine catástrofe, durante la década del 70, la figura de un antihéroe veterano y/ o rebelde una vez más marca el pulso de la epopeya apocalíptica, hoy con el minimalismo como estandarte…
Alerta máxima. Cine catástrofe del bueno y que no viene de Hollywood…¿cuán raro puede sonar esto? La última ola es un conciso thriller noruego dirigido con pulso firme por Roar Uthaug que funciona como un entretenimiento bien acabado técnicamente pero que además intenta concientizar sobre las consecuencias que debemos pagar si seguimos abusando del medio ambiente. Los efectos especiales, la fotografía y el trabajo de los actores son algunos de los puntos fuertes de este estreno.
"Antes de la separación" Son muchas las películas que han tomado catástrofes naturales como punto de partida para narrar, además, historias sobre conflictos familiares, disputas, choque de intereses y demás. Por eso es más que interesante cuando propuestas como ésta, o en su momento “Lo imposible” pueden plasmar otros aspectos a los que Hollywood acostumbra. “La última Ola” (Noruega, 2015), dirigida magistralmente por Roar Uthaug (“Escalofrío 1 y 2”) es la nueva apuesta al cine de género, llevandonos a una montaña en los fiordos noruegos mientras un inesperado (o no?) tsunami acecha a todo. Un geólogo y su familia, a punto de mudarse a la ciudad, verán cómo su realidad cambia al ser atrapados por la catástrofe y perdiendo contacto entre sí. Lo interesante del relato, y en aquello que Uthaug reposa más tiempo, es en poder reflejar los momentos previos a la desesperación ante la inminencia de la amenaza. El guión, con habilidad, trabaja por capas narrativas, deteniéndose en aspectos relacionados al trabajo geológico, la vida social y la familia como punto neurálgico de una idiosincrasia anclada en la que vivir al borde parece ser la única posibilidad de supervivencia. Algunos clichés y lugares comunes, y cierta previsibilidad en resoluciones finales, hacen que el producto pierda la contundencia de los logrados efectos y actuaciones. Por una decisión de la distribuidora, la versión que se estrena es doblada al inglés, por lo que se pierde la naturalidad directa de las actuaciones.
La ola que te saluda Desde Noruega llega La última ola (Bolgen, 2015), film donde un geólogo se enfrenta ante un tsunami con la esperanza de sobrevivir y poder encontrar a su familia. El cine de catástrofes naturales, ya sea basado en hechos verídicos o puras ficciones que rodean lo absurdo, siempre perdura y está presente año tras año. Es probable que esto se daba a una mezcla de lo más funcional en el cine actual: impactantes efectos visuales combinado con una historia dramática de supervivencia, donde uno como espectador lo disfruta pero que jamás desearía estar en la piel de los protagonistas. Desde Lo Imposible (2012), hasta las más recientes Force Majeure: La traición del instinto (Force Majeure, 2014) y Terremoto: La falla de San Andrés (San Andreas, 2015), las historias que buscan abordar desastres ecológicos, y cada una con su propio punto de vista sobre el comportamiento humano, no escasean. Noruega, luego de la notoria Kon-Tiki: Un viaje fantástico (Kon–Tiki, 2012), un canto a la brillantez en la utilización de los efectos digitales, nos trae su propia historia catastrófica con La última ola, posibilitándonos experimentar este género cinematográfico desde la perspectiva de una nueva tierra. La última ola narra el día en donde un geólogo, interpretado por Kristoffer Joner (Revenant: El renacido), descubre que es un hecho el inminente derrumbe de la montaña Åkneset y la brutal consecuencia que eso conlleva: nada más ni nada menos que un peligroso tsunami. Desde ese momento, recurre en avisarle a la población de que huya pero su mayor inquietud es el estado de su familia que, en el momento del desmoronamiento, se encontraba alojada en un hotel cercano a la costa. A partir de ahí, el protagonista, ante la incertidumbre del bienestar de sus seres queridos, hace todo lo que esté a su alcance para concurrir a ayudarlos. La referencia más clara de esta película es, sin lugar a dudas, Lo Imposible. El lacrimógeno film dirigido por el español Juan Antonio Bayona se basa en la combinación de ciertos elementos hallados también en la película noruega: tsunami + familia desunida + búsqueda desesperada del padre de la familia por su esposa e hijos. Bien sabemos que la película española batió records de taquilla en España, fue reconocida por la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas con la nominación a Naomi Watts como mejor actriz y es recordada por esa escena manipuladora final donde el director logra que te broten las lágrimas como si realmente lo estuvieras viviendo en carne propia. Acá está la gran diferencia entre La última ola y el film citado. La obra escandinava, por más que tenga escenas repletas de acción, impactantes efectos especiales y un poderoso guion que te mantiene en vilo, no permite que nos involucremos en su totalidad. Bien sabemos que si algo caracteriza a la cultura latinoamericana es la pasión y la exteriorización de ello, quizás sea por eso lo distante a la identificación con los personajes que aparecen en La última ola. “Para las imágenes, hemos usado efectos visuales generados por computadora y efectos especiales sin intervención digital”. Con estas palabras define el director del film, Roar Uthaug, a la importancia de los deslumbrantes efectos especiales – ideales para la pantalla grande – y las razones en la obtención de ese realismo que permite sentir a la ola bien de cerca. Este trabajo lo posicionó como una revelación ya que, con un presupuesto absolutamente menor a los utilizados por los mainstreams, realizó una película de alto impacto visual que nada debe envidiarles a las grandes superproducciones de Hollywood. No es casual que él haya sido el elegido para manejar los hilos de la futura nueva versión de Tomb Raider (2017), con Alicia Vikander (La chica danesa) en el rol de Lara Croft. La última ola es un film ideal para disfrutar en las salas de cine. Los efectos visuales acompañados de los sonoros, nos sumergen en pleno tsunami y permite que el suspenso se apodere de nosotros. Estas perlitas europeas que tardan en aterrizar en estas tierras, tal como sucedió con Goodnight Mommy (Ichseh, ichseh, 2014) o 45 años (45 years, 2015), que son obras que valen la pena apreciar en los cines. Ya sea por ser espectador de un terror psicológico de lo más intrigante o por dejarse llevar con una conmovedora historia de amor en tiempos de vejez o, como en el caso que nos compete, ser espectador de una gigantesca ola que pone en riesgo la vida de miles de personas, estos films son una nueva bocanada de aire y funcionan como alternativa entre todas aquellas producciones de origen estadounidense. La última ola, sin recurrir a golpes bajos ni a engaños que bordeen los efectos visuales irrisorios, es una obra que comprueba que no hace falta tener un gran presupuesto para realizar un correcto film sobre catástrofes naturales. Ahora sí. Pónganse cómodos en sus butacas y sujétense fuerte. Aunque, pensándolo bien, no tanto. Así no estarán impedidos de que los arrastre una poderosa ola, de esas que vale la pena sentir.
Cine catástrofe… que se disfruta En las antípodas de la reciente Día de la Independencia: Contraataque, esta película noruega genera empatía hacia los personajes y convence con su factura si se quiere casi artesanal . La última ola llega a la cartelera apenas una semana después de Día de la Independencia: Contraataque, punto más bajo de la filmografía de un director abonado a la destrucción masiva de ciudades y cuanto vestigio de civilización exista como el alemán Roland Emmerich. El film de Roar Uthaug no procede de Estados Unidos –aun cuando la versión doblada al inglés con subtítulos al español que se verá aquí invite a pensar lo contrario- ni mucho menos tiene a su disposición una batería de efectos audiovisuales, pero -sin embargo- es un exponente mucho más digno, artesanal, coherente y efectivo del siempre vigente cine catástrofe que el último film del realizador de 2012. La última ola se sitúa en un pequeño pueblito enclavado en la base de la montaña de Åkneset, una de las zonas turísticas más importantes de Noruega. Allí vive un geólogo a punto de dejar su trabajo para pasarse al negocio petrolero con su mujer y dos hijos. Las coordenadas simbólicas son las habituales, y lo que sucederá sobre la mitad del metraje, también: un movimiento abrupto de las capas geológicas genera un inminente tsumani que amenaza la totalidad de la población, desatando así la habitual estampida de vehículos tierra arriba. Uthaug dedica los primeros 45 minutos a mostrar la dinámica familiar y laboral del protagonista. La extensión es tan llamativa –sobre todo para el ojo acostumbrado a la vorágine de Hollywood- como funcional a la construcción de la empatía, elemento que Emmerich pareció haber olvidado y que aquí muestra lo indispensable que es a la hora de que el espectador se preocupe por la suerte de la familia. Pasadas las explicaciones científicas de rigor, la segunda parte del film estará dedicada al reencuentro después de la catástrofe. Uthaug frena parte de la potencia del relato estirando el previsible desenlace un poco más de la cuenta, pero mantiene una tensión constante a fuerza de un manejo tan clásico como efectivo de las variantes narrativas, al tiempo que la ausencia de grandes efectos especiales lo obliga a hacer una película rabiosamente analógica que hace de la destrucción una posibilidad cercana y palpable. Tan palpable como el barro que tiñe de marrón todo elemento captado por la cámara, detalle si se quiere pequeño, pero que ilustra a la perfección que el cine catástrofe podrá no dar sorpresas, pero sí una buena dosis de entretenimiento.
Es realmente sorprendente darse cuenta de que con la globalización, ya hay geografías que no podrán disputarse la exclusividad de ciertos géneros. Hollywood siempre fue el rey del cine catástrofe pero ahora, lentamente, comienzan a verse algunos desarrollos en distintos países que gozan de gran solidez técnica y pueden rivalizar con éxito con muchos títulos que genera el gran país del norte. "Bolgen" (título internacional "The wave"), es uno de estos exponentes de calidad que dan placer de conocer, máxime cuando sepas que es noruego. Si es cierto que los países escandinavos tienen escenarios naturales propicios, pensar en una historia como esta, fue un tremendo acierto de Roar Uthaug (de quien se dice dirigirá el re-boot de Tom Raider, nada menos), director que se reconoce fan de los clásicos (ver Irwin Allen y sus recordados trabajos como cineasta o productor: "The Poseidon aventure", "The towaring Inferno","The Swarm", "Earthquake" sin ir más lejos) donde el heroísmo, la tragedia y la energía estaban entrelazadas de manera efectiva y potente. Aquí la historia se instala en torno a una montaña, Akerneset , que tiene una constitución que no la hace particularmente segura. Más cuando está instalada en una zona donde cualquier derrumbe, podría afectar la villa turística instalada en Geiranger ya que provocaría un maremoto de grandes consecuencias. Allí, hay un puesto de observación dirigido por geólogos (hecho que se da en la vida real, así como las locaciones, acierto de producción) que hace de guardia para detectar anomalías. El hombre que llevará la acción es Kristian Eikjord (Kristoffer Joner a quien vimos en "The revenant" en un rol secundario) , científico del grupo quien comienza a sospechar que un hecho similar ocurrido varias décadas atrás (en Tafjord, precisamente), podría tener lugar en Akerneset si ciertas condiciones se producen. Kristian está dejando su puesto para irse a la actividad privada, lejos, pero siente que algo sucede en esa montaña que no lo deja partir con tranquilidad. Su mujer, Idun (Ane Dahl Torp), conserje de un hotel top de la zona, no tiene esa sospecha. También está lista para partir, aunque todavía sigue en su trabajo hasta que la mudanza final termine. Sin embargo, la tragedia acecha: hay indicios de actividad en el pico que señalan la proximidad de un derrumbe. Pero estamos en un lugar de descanso y como siempre en esta película, los secundarios preguntan..."¿por qué alarmarse si todo está bien?" No lo está. "Bolgen" es una película estructurada bien al estilo de los 70'. Héroe incomprendido por sus compañeros y autoridades, escenario volátil, tragedia y rescate de heridos. Pero todo esto aquí tiene lugar de manera armoniosa, inquietante y sagaz. La trama es interesante y si bien, es demasiado lineal, cada elemento que la compone está centrado y funciona. Hay buena química en la familia y también un buen aporte del resto del cast. Pero la trama no funcionaría si la escena principal no fuera realmente movilizante. Y desde el punto de vista técnico, "La última ola" es un deleite para los ojos. Su delicada construcción digital y física hacen que el film, sea un agradable sorpresa de principio a fin. Una película destacada, atrapante y que recomiendo no dejar pasar (esta cinta fue pre-nominada al Oscar el año pasado, dato a tener en cuenta). Si te gusta el suspenso, las atmósferas naturales y el cine catástrofe (al estilo "Lo Imposible"), esta es tu película para la semana, sin dudas.
TSUNAMI A LA NORUEGA Película catástrofe a la noruega, la primera de desastres en tierra escandinava. Es que en 1934, la montaña Aknesette se desplomo sobre el fiordo Geiranger y produjo un terrible tsunami de ochenta metros de altura. Sobre esa base histórica se construye este “desastre de película” que no se diferencia mucho de las amasadas por años por el faro de Hollywood. Un paisaje de una belleza única, una familia que decide una mudanza y justo ahí el desastre. Con historias cruzadas, miserias y heroicidades. Buenos efectos digitales y otros manuales. Innecesaria pero con su cuota de entretenimiento.
La última ola se desarrolla en una montaña, en medio de un fiordo noruego, cuando se desata un violento tsunami que destruye todo a su paso. Un geólogo, que había anticipado la hecatombe intentará salvar a su familia en medio del desastre natural. Aprovechando escenarios magníficos, el director Roar Utaug construye este drama de cine catástrofe que nada tiene que envidiar a las producciones de Hollywood. Obviamente con limitados efectos especiales y mucho menos presupuesto que las cintas de los grandes estudios, pero con un suspenso progresivo, buenas actuaciones y personajes construidos de manera creíble, la película resulta intensa y disfrutable. Una rareza del cine noruego que es bienvenida a la cartela vernácula.
Es cine de superacción a la noruega Terremotos, volcanes, tornados, tsunamis, erupciones, huracanes, inundaciones, aludes, avalanchas. Con su voz estruendosa, la naturaleza suele recordarnos de vez en cuando nuestra pequeñez en el universo. Siempre atento al espectáculo y, por cierto, con una intención bastante más utilitaria, el cine (Hollywood en particular) ha sabido prestar especial atención a esos y otros fenómenos naturales, al punto de haber desarrollado un formato que algunos llaman género: el cine catástrofe. Sin pretender oponerle una franca competencia (al menos no en términos de inversión), la industria noruega intenta con La última ola introducir alguna modificación al atender un poco más a la perspectiva humana y bastante menos a la espectacularidad de los efectos que suele proveer la computadora. Lo que logra con esa variación, que también incluye cierta merma en su carácter grandilocuente, es que el tsunami que está en el centro de este relato, sin perder su efecto estremecedor, se perciba como más creíble y por eso mismo, en cierto sentido, más inquietante. Mucho tiene que ver en ello el escenario real de Geiranger, la pequeña ciudad turística en un fiordo del oeste de Noruega, con la siempre amenazante presencia del Akerneset, el gigante rocoso cuyos desprendimientos causaron más de un desastre en el pasado. Precisamente en aquel que derivó en tsunami en 1934, destruyó la ciudad de Tajford y mató a 40 personas se inspiró Roar Uthaug para concebir esta historia. Como entusiasta del cine catástrofe, su propósito era combinar elementos de ese "género" con los de la realidad de la situación noruega, cuyos majestuosos paisajes favorecen, sobre todo en la primera parte, el lucimiento del fotógrafo John Christian Rosenlund, al mismo tiempo que Uthaug emplea un tiempo igualmente generoso al desarrollo de los personajes. Aquí no hay, como es habitual en el formato explotado por Hollywood, breves historias que pintan a cada uno de los personajes que se verán involucrados en el esperado desastre (como tampoco hay estrellas de distintas épocas para encarnarlos), no porque falten algunos clichés, sino porque han sido utilizados con moderación, y también con considerable inteligencia. Casi todo gira en torno de una familia: la del geólogo que está punto de mudar de trabajo y de ciudad (irá ahora a una empresa petrolera) después de haber dedicado años a vigilar el comportamiento de la montaña vecina y estar alerta ante cualquier irregularidad, tarea en la que lo secunda un experimentado equipo de especialistas. Con Kristian también están por viajar su esposa, la serena y sensata Idun, y los dos hijos de la pareja, un adolescente que no se despega de sus auriculares y una nena que no se despega de su osito de peluche. Todo irá alterándose en la medida en que aparezcan signos de que algo anormal puede suceder. Uthaug es fiel a su propósito: en su film no abundan los grandes golpes de efecto, pero sí hay una tensión creciente: como subrayó un crítico norteamericano, todo en el tsunami que el film reproduce se ve como un cataclismo natural, escalofriante, pero real, lo mismo que las reacciones de los personajes, incluidos los cuatro miembros de la familia, que -alguna concesión puede perdonársele al film- son sorprendidos por la catástrofe cuando están separados en lugares diferentes; la madre con el adolescente, el padre con la hija menor. Pero se agradece que, sin perder la tensión, se hayan ahorrado los grandes efectos visuales y las exageraciones en nombre del gran espectáculo y se haya preferido recrear la catástrofe tal como sucedería y tal como la ciencia lo pronosticaría. Un bienvenido realismo que gana en verosimilitud.
Tsunami en los fiordos noruegos Tiene todos los condimentos de un thriller catástrofe, con belleza, ritmo, intriga, tensión y efectos. Espectacular desde la factura técnica y prolijo desde lo narrativo, La última ola, el filme de Roar Uthaug tiene todos los condimentos de un thriller catástrofe al mejor estilo Hollywood. Esa característica la vuelve una película global. Belleza, ritmo, intriga, tensión y efectos de realidad se transforman en una ola imparable, que sin embargo eclipsa las singularidades del cine nórdico, incluso la de los propios personajes de este drama. Con una larga historia de avalanchas, algunas desastrosas como la ocurrida en 1934, el filme comienza creando ese escenario de incertidumbre, de vigilia permanente en paisajes paradisíacos de laderas inestables. Hay un anclaje documental para esta película, que es local, pero que tiene un paralelo con Lo imposible, aquella increíble historia real del tsunami en Tailandia que ficcionalizó el catalán Juan Antonio Bayona. Aquí estamos en los fiordos de Geiranger, una paradisíaca villa que entra en temporada de turistas. Kristian, geólogo encargado de controlar los movimientos de la montaña, acaba de conseguir un empleo en una petrolera, y junto a su familia hace las valijas para mudarse a la ciudad. No es sencillo, han pasado su vida mirando esas montañas, un lugar que “tiene alma”. Nos pintan la aldea, y el centro de estudios que despide Kristian. Sabemos lo que él intuye, algo va a pasar aunque sus amigos le digan que somatiza la mudanza, que la montaña está tranquila. La fórmula es de manual. Un drama de familia, con Kristian, su esposa Idun, su hijo adolescente Sondre y Julia, la más pequeña, todos en tensión. Un paisaje único y una cuenta regresiva latente: los diez minutos que hay entre la avalancha en la montaña y el tsunami arrasando al pueblo. Y el grupo de geólogos que nos meten en la montaña y nos ofrece una explicación técnica en tiempo real. Todo funciona aún sabiendo lo que va a ocurrir. Incluso a pesar de la gesta heroica que vendrá después, de los cabos sueltos que se atan solos, de todo lo previsible que pueda ser el filme. ¿Qué tiene de nórdica esta ola? El paisaje, los nombres, los rostros, la atmósfera, pero poco y nada en los personajes. Apenas la valentía de las mujeres, una reivindicación mínima para esta monarquía democrática pero igualitaria con historias mitológicas como las valquirias, o esa barrera humana entre el miedo y heroicidad que tan bien trabajan los escandinavo, filtraciones sepultadas bajo un tsunami global que amenaza con taparlo todo.
Catástrofe que tiene lugar en un... “no lugar”. El director noruego Roar Uthaug hizo todo bien para ganarse un pasaje a Hollywood. Primero filmó una película de terror (Cold Prey, 2006); después una de fantasía para toda la familia (La montaña mágica, 2009); enseguida una de acción (Escape, 2012); y su último trabajo es La última ola, un exponente clásico del cine catástrofe. De las cuatro, esta es la única que se ha estrenado en Argentina, como seguramente lo hará la próxima, todavía en etapa de pre-producción: una nueva versión del popular videojuego Tomb Rider, esta vez con la ascendente Alicia Vikander interpretando a la heroína Lara Croft en lugar de Angelina Jolie, proyecto que representa el primer paso de Uthaug dentro de la industria estadounidense. Un salto a la meca del cine que La última ola justifica de sobra, en tanto en ella demuestra ser un director que maneja con suficiente soltura el estilo y los elementos narrativos típicos del mainstream norteamericano. Así, por un lado Uthaug demuestra que hoy en día puede rodarse una de estas películas y obtener un buen resultado incluso en cinematografías periféricas como la de Noruega. ¿Pero qué debe entenderse por buen resultado? Se diría que en estos casos alcanza con el hecho de realizar una construcción verosímil del escenario catastrófico y asimilar los tiempos narrativos propios del cine producido por los grandes estudios de estadounidenses para ingresar en esa categoría. En ese sentido, La última ola es una buena imitación de películas que en los Estados Unidos se realizan con presupuestos por lo menos diez veces superiores y ese es realmente un mérito. La contra de esa habilidad del director noruego es la impersonalidad. Es decir, la capacidad de construir una película que equivale dentro del cine a esa categoría de “no-lugar”, concepto creado por antropólogo francés Marc Augé (que casualmente pasó por Buenos Aires la semana pasada), para definir a los shoppings, los aeropuertos o las cadenas multinacionales de comida rápida, entre otros (no) lugares. Espacios homogéneos, fríos, vaciados de cualquier rasgo de identidad propia del lugar en el que se encuentra, que se reducen a ser apenas zonas de tránsito y que son idénticos entre sí, sea cual sea el lugar del mundo en que se los encuentre. El estreno local de La última ola acentúa ese carácter de “no-lugar” (¿”no-cine”?), quitándole a la película su último (único) rastro de identidad: la lengua. Nada menos que eso representa la decisión (que le corresponde al distribuidor internacional y no a sus representantes locales) de estrenarla en una versión que en lugar de ser hablada en noruego, su idioma original, lo hace en una copia doblada al inglés. Un gesto triste para un film que no es bueno ni malo, que puede ser visto hasta con cierto interés, pero al que no se le permite ni el lujo básico de contar con su propia voz (ni con la nuestra).
Las bondades de un largometraje suelen dirimirse en sus primeros quince minutos, veinte como mucho, pero La última ola es una anomalía. Versión noruega del norteamericano cine catástrofe, la película toma su tiempo antes de apretar el gatillo, y en este peculiar subgénero de acción, que parece dormitar y cada tanto se despierta como las calamidades de sus relatos, si no se maneja bien el tiempo previo es tiempo muerto. Este es el fracaso parcial del film: Kristian (Kristoffer Joner) es un geólogo que, de entrada, prevé el alud en una cadena montañosa cuyo consecuente tsunami afectará a un pequeño poblado y un resort de lujo. Su jefe no lo toma en serio; su familia, coincidentemente, deberá alojarse en el resort donde, con metáforas del Titanic, habrá de concentrarse el relato. Toda esta previsibilidad para el espectador se recompensa en la segunda parte, con escenas de cine catástrofe verdaderamente sanguíneas, tensión y circunstancias creíbles. La clara superioridad respecto del verosímil norteamericano es el justificativo de La última ola.
Made on a six-million-euro budget, the Norwegian drama has stunning digital effects and mise en scene Points: 8 First of all, the wave is awesome. More to the point, it’s a tsunami created by a major rockslide which crashes into the fjord and produces a huge wall of water that wipes out almost an entire Norwegian mountain village. Among those trying to survive, there’s a family of four: a geologist working at a warning centre, his wife who’s a hotel employee, their average skateboarding teenage son, and a cute little girl. There are others, of course, most of which will die rather sooner than later. Once the cataclysm starts to take place, people will only have 10 freaking minutes to run to the highest possible area in the mountain. And to think the people in charge of keeping an eye on the mountain had had early signs of the mayhem to come —as usual. Roar Uthaug’s The Wave is Scandinavia’s first disaster movie, as well as last year’s submission for the Best Foreign Language film to the Academy Awards. It’s based on events that occurred decades ago and it draws a possible scenario for the years to come since experts agree that considering the number of shaky mountains in Norway, it’s just a matter of time until something like this takes place. Whether such assessment is true or not is of little importance, for what matters is that as you watch the film, you are likely to feel it can actually happen. Geiranger is the name of the fjord. Leading Norwegian actors Kristoffer Joner and Ane Dahl Torp play Kristian Eikford and Idun —husband and wife —whereas Jonas Hoff Oftebro is Sondre, the teenage son, and Edith Haagenrud-Sande Julia, the young daughter. Though not fully fleshed out, their characters still are developed enough for a breathtaking thriller that adheres to the most common traits of the genre. And while it’s a cinch that J.A. Bayona’s The Impossible, which focuses on the aftermath of the impact of a tsunami, will come to mind while watching The Wave, it’s equally true that both movies are different in some key aspects. The Impossible is a disaster movie in a melodramatic key almost from beginning to end. The Norwegian feature is more of a realistic drama, if you will. In this sense, it’s easier and way more disturbing to relate to the characters in The Wave. Broadly speaking, human tragedy works better when you feel close to recognizable individuals. The sequence where Kristian tries to make sense of the devastation left by the tsunami while he desperately searches for his daughter is particularly striking. And so are Idun’s efforts to find her son who’s somewhere in the hotel where she works, right before the immediate impact of the wave. Also, except for the impact of the tsunami, unlike in The Impossible, here gripping suspense takes the place of grand spectacle in most of the movie. But perhaps it takes too long in setting up the very moment of the disaster —a little over an hour seems too much. Even more so when you have some 40 minutes until the end for the entire struggle to try to survive to unfold. That’s the main reason why you may feel you’ve been somehow shortchanged. Which still doesn’t prevent the movie from being better than most Hollywood disaster movies, which almost solely rely on never-ending digital effects, which end up being sort of boring. The Wave was made on a budget of six million euros but it doesn’t show. You’d think more money was put into the film, all the more so when the digital effects and the overall mise en scene are so stunning. Yet these special effects are used strictly when needed and for a brief amount of time —e.g. when the tsunami slams into the village— from different points of view. Other than that, the rest is the somewhat strong human drama. On the minus side, towards the ending The Wave goes Hollywood, right when you’d think it would challenge viewers with a more unsettling ending. With more darkness, that is. This is a moderate disappointment because up to that very moment, Roar Uthaug’s movie could’ve strongly set itself apart from others of this type. That doesn’t mean it’s not very good entertainment. For sure, it is. Production notes The Wave (Bolgen, Norway, 2015). Directed by Roar Uthaug. Written by John Kare Raake, Harald Rosenlow Eeg. With Kristoffer Joner, Ane Dahl Torp, Jonas Oftebro. Cinematographer: John Cristian Rosenlund. Production designer: Nina Nordqvist Music: Magnus Beite. Editor: Christian Siebenherz. Production company: Fantefilm Fiksjon. Running time: 105 minutes.
Película que llega desde Noruega y que propone lo que los grandes tanques de Hollywood nos tienen acostumbrados... Efectos especiales a más no poder, una familia separada en peligro y locaciones que son una belleza. ¿Logran el cometido/entretenimiento? Al menos conmigo lo lograron. Si bien arranca muy lenta, cuando se acerca el tsunami (momento que todos esperamos) explota la acción en todo sentido para mantenerte alerta en todo momento. Buenas actuaciones por parte del elenco y un desenlace "un poco sorpresivo" que aplaudo porque me gustó bastante. Si sos de ver pelis que llegan de otros países, "La Última Ola" es una buena oportunidad para reconocer que no solo los tanques pochocleros tienen venir sí o sí de EEUU.
Hubo una época en la que el cine catástrofe estuvo muy de moda. Pensando en frío, siempre recuerdo ese doblete que significó Volcano y Dante's Peak, en donde la lava se esparcía por todos lados y algunos incautos quedaban en el medio. Esta última tiene bastante en común con la película que nos compete, Bølgen, una catástrofe de origen noruego que nada tiene que envidiarle a producciones americanas. Los condimentos están todos presentes: geólogo en sus últimos días de trabajo en un pueblito hermoso, en medio de bellas montañas, una familia modelo pero con algunos problemas maritales de por medio, colegas que no atienden a razón cuando los signos de una catástrofe son más que inminentes y, por supuesto, el plato principal: la catástrofe, esta vez en forma de una ola gigante que arrasa con todos y todo. No hay nada novedoso, ni tampoco nada más cercano a la realidad que en algún momento pueda llegar a suceder. El director Roar Uthaug sabe lo que tiene entre manos, y encastra las piezas a la perfección para entregar un producto convincente y entretenido. El manejo de la tensión es muy interesante, más aún sabiendo del lado de la platea lo que sucede y lo que va a suceder. El terror está a la vuelta de la esquina, pero es imposible sacar los ojos de la pantalla teniendo paisajes tan espectaculares como los presentes, y sabiendo que esa paz y armonía no van a durar mucho tiempo más. Uthaug se toma su tiempo para posicionar todos los elementos en diferentes zonas para maximizar las problemáticas a superar, y cuando ya la situación no se puede estirar más, libera la acción que promete el título. Y esa promesa se cumple con creces, en escenas que capturan la desesperación de salvarse a toda costa a merced de una pared inmensa de agua que fagocita todo a su paso. La ola es muy efectiva, con una calidad digital que deja boquiabierto por la majestuosidad del evento y lo aterradoramente real que resulta. Parte de que se sienta en carne viva lo que sucede es que hubo un gran trabajo de parte de los guionistas John Kåre Raake y Harald Rosenløw-Eeg, para que los personajes se vean y actúen como seres humanos, generando empatía con su angustiante situación. Pero una vez que pasa el gran evento catastrófico, las secuelas para estirar la acción hasta el final se sienten a medio camino entre lo orgánico de la situación y el capricho de continuar un poco más. No es la culpa del elenco, que resulta muy convincente en todo tipo de situación, sino la mano del guión que los lleva a lugares aún más comunes del género. Kristoffer Joner es un excelente protagonista, creíble en todo momento, al que lo sigue una convincente Ane Dahl Torp como su esposa Idun, de mente fría y pensamiento rápido frente a la crisis, y su hijo adolescente Sondre, encarnado por Jonas Hoff Oftebro, el cual genera con su comportamiento puberto el tercer acto de la película, quizás el más caprichoso pero no menos sofocante del film. En una época en donde el cine catástrofe se reduce a una ola de tiburones -gracias SyFy por seguir patrocinando estupideces-, es aplaudible que se vuelva a las raíces de lo que significa este subgénero. En ese aspecto, Bølgen sale airosa al ser un espectáculo técnico maravilloso, terrorífico y emocionante al mismo tiempo, cualidades que parecían perdidas entre tanta parodia al género.
Desde Noruega, llega La última Ola, producción de catástrofes que tan acostumbrados nos tiene el cine de Hollywood; pero que aquí se apoya más en el suspenso, que en la grandilocuencia. Cuando cae el paso de montaña de Åkneset sobre el estrecho fiordo Geiranger en Noruega, se crea una violenta ola de proporciones bíblicas que amenaza con destruirlo todo a su paso, los lugareños intentaran sobrevivir pero esto es solo privilegio para los más fuertes. A una semana del estreno de El Día de la Independencia 2 de Roland Emmerich, la cartelera le da espacio a otra cinta de catástrofes. Pero a diferencia del exacerbado Emmerich y sus productos como El Día después de Mañana o 2012; en La última Ola; ya sea por falta de presupuesto o un cuidado trabajo en el guión, la tensión es la clave para profundizar en el suspenso del film En vez de dar de lleno los efectos especiales desde el primer minuto, La última Ola hace una larga introducción de los eventos y de sus protagonistas. Algunos pensaran un poco larga, pero esta hace choque con la correcta contraposición del poco tiempo que tienen los habitantes del pueblo para escapar de la catástrofe. Esta escena de a penas diez minutos, demuestra que con pocos recursos se puede lograr el suspenso buscado (consideren que este film costo 100 veces menos que la mencionada Día de la Independencia 2). El drama familiar por momentos evoca a la cinta Lo imposible de Juan Antonio Bayona, ambas consecuencias de un tsunami. Pero a diferencia de esta, aquí el protagonista Kristian, hace uso de sus conocimientos en geología para sobrevivir y encontrar a su familia. Este es otro aspecto logrado de la cinta, sea o no cuestionable; los detalles de investigación del evento son creíbles; y en ningún momento se sienten forzados para la construcción del film.
La superproducción Noruega incursiona el género catástrofe siguiendo fielmente la fórmula del género, sacando gran partido de sus majestuosos paisajes, con buenas actuaciones y efectos especiales que no tienen nada que envidiar a los grandes estudios de Hollywood. La ultima ola es el más reciente trabajo del director Roar Uthaug -quien muy pronto dirigirá el reboot del famoso videojuego Tomb Raider, protagonizado por la también nórdica Alicia Vikander-, que se adentra en el genero de cine catástrofe apostando a los imponentes y bellos paisajes noruegos, cierta inspiración en El día después de mañana y Lo imposible y un gran talento para saber hacer uso de los recursos con los que cuenta, desplegando una estructura tremendamente eficaz, simple y predecible, pero que atrapa al espectador de principio a fin. Partiendo de una base real ocurrida en la comunidad de Tajford -Noruega- en 1934, cuando los desprendimientos de montaña en uno de sus fiordos ocasionó un tsunami de más de 40 metros que acabó con la vida de 47 personas, la trama se ubica en la comunidad del estrecho fiordo noruego Geiranger, donde un grupo de científicos se encargan de monitorear cualquier desplazamiento milimétrico que sufra la montaña de Åkneset, ya que su desprendimiento podría causar un tsunami de más de 80 metros que en menos de 10 minutos llegaría al pueblo arrasando todo a su paso. Allí, un geólogo -Kristoffer Joner- a cargo del reducido personal del centro de vigilancia está a punto de dejar su empleo y marcharse del el pueblo junto a su familia para trabajar en la industria petrolera, pero irregularidades en las mediciones llaman su atención y un mal presentimiento se va concretando poco a poco hasta desatar la catástrofe. La ultima ola cuenta con una progresión dramática bien dosificada que no acaba con la ola y sus devastadoras consecuencias -efectos especiales que duran lo justo y necesario-, sino que se convierte en un survival donde simplemente hay que huir o tratar de refugiarse antes de que todo suceda y luego el padre sale en busca de su familia, sin transformarse en el inverosímil héroe del estilo La Roca en Terremoto: La falla de San Andrés que rescata a media comunidad, y que enfrentará como puede las desproporcionadas fuerzas de la naturaleza para reunir a su familia. Con actuaciones mas naturales y creíbles que ayudan a mantener la tensión de cada escena, el innegable carisma de su intérprete principal -Kristoffer Joner, uno de los actores Noruegos mas reconocidos-, y una fotografía que saca gran partido de las impresionantes e imponentes localizaciones naturales noruegas, La ultima ola es una digna y disfrutable película del género catástrofe cuyos efectos especiales no tienen absolutamente nada que envidiar a superproducciones de Hollywood, y demuestra claramente el talento de su director para optimizar los recursos con los que cuenta.
Con mucho menos presupuesto que un tanque estadounidense se puede hacer cine catástrofe. Y del bueno. Si tiene dudas, vaya a ver La última ola, que se ocupa del antes, durante y después el desprendimiento del fiordo noruego de Geiranger, que provocó un tsunami devastador. El director se concentra y observa tan bien a sus personajes, el geólogo héroe y su familia, que cuando llega la catástrofe estamos ahí, con ellos. En su simpleza, La última ola llega al hueso del género: una crónica de la naturaleza en estado de furia.
Crítica emitida por radio.
Nos encontramos una vez más frente al cine catástrofe, donde ningún ser humano se encuentra preparado para estas situaciones extremas, atrapados por una inmensa ola de 80 metros, donde va creciendo la tensión, el temor y los momentos conmovedores. La acertada fotografía pertenece a John Christian Rosenlund. Contiene: Impresionantes efectos visuales, escenas de acción, una estética atractiva, un buen trabajo de cámara, el director además utiliza muy bien la gama de los grises, azules, una amplia paleta de colores y un cielo casi siempre nublado. Una de las fallas se encuentra en el guión.
Electrizante tsunami escandinavo Este es un raro ejemplo de cine catástrofe, que relata un desastre natural poco común fuera de Escandinavia: el tsunami producido por la fricción entre las placas ubicadas bajo la montaña y entre los fiordos noruegos. Un geólogo es el encargado de monitorear junto a un equipo de especialistas los signos que da la montaña y, justo cuando se está por mudar junto a su familia desde su hermoso pueblo turístico a una ciudad donde se dedicará a la industria petrolera, las señales empiezan a cambiar como para sospechar lo peor. Pero, como el protagonista está un poco estresado por el cambio de trabajo y la mudanza familiar, sus colegas no se preocupan todo lo que deberían. Si la situación de un funcionario local o un científico tratando de llamar a una alarma general en un pueblo turístico suena familiar, es debido a que es uno de los recursos más utilizados del género, con ejemplos que van desde "Tiburón" a "Volcano". Lo cierto es que, más allá del cambio de geografía y del tipo de catástrofe, esta película no ofrece variantes muy originales dentro del género. Pero este gran éxito de taquilla del cine noruego -y primer film escandinavo de cine catástrofe- está muy bien filmado y tiene un muy buen pulso narrativo, sobre todo en la primera mitad del film donde logra acumular tensión a medida que se suman los signos de lo que está por ocurrir. Y la verdad es que los dos actos que se ocupan específicamente de la ola del título (que no tiene nada que ver con el film homónimo de Peter Weir de 1977) son realmente electrizantes, y los efectos especiales para describir una avalancha de agua de 80 metros de altura son muy eficaces. La historia de los esfuerzos del geólogo y su familia por sobrevivir y reencontrarse luego del desastre no son tan interesantes, pero al menos hay que reconocer que las actuaciones son sólidas y el director Roar Uthaug siempre sabe ubicar la cámara en el sitio apropiado. No es el aporte más imprevisible dentro del género, pero sin dudas logra hacer pasar una hora y media de constantes sobresaltos en medio de paisajes tan bonitos como peligrosos.
OLA DE FRIO Hay un cierto tipo de atractivo en el sub-genero del cine catastrofe que radica, según quien escribe, en dos factores que no solo actuán en sincronía, sino que lo hacen sinergicamente. Es decir, el uno sin el otro inclinaría la obra hacia otro genero totalmente distinto. Por un lado tenemos la atraccion cuasi-morbosa de la destrucción grandilocuente y sin logica, que todo explote, se destruya y vuele por los aires aleatoriamente y que encima lo sobrevivamos. La otra cara de la misma moneda responde al drama en el cual se encuadran estas catastrofes y que contendrá el desarrollo mas grueso de la pelicula (mas allá de la calidad de su ejecución). Sin esta retroalimentacion entre los mencionados elementos, cualquier largometraje se convertiría en un documental (sin el drama) o en un drama (sin la catastrofe). El caso de La Última Ola (Bølgen, 2015) no es diferente en su esencia. La cuarta pelicula de Roar Uthaug se basa en los hechos sobre la montaña Åkneset (Geiranger, Noruega), la cual tarde o temprano colapsará dejando caer piedras lo suficientement grandes como para provocar olas de hasta 80 metros. Y Kristian (Kristoffer Joner), un geologo metodico y obsesivo, lo sabe y presiente que esa catastrofe está mas cerca que lejos. Sin embargo, aceptó un trabajo en la ciudad como petrolero y está pronto a mudarse con su familia. Sin embargo, La Última Ola incorpora esos elementos dramáticos y hasta documentales en diferentes tramos. Con respecto, la introducción advierte acerca del tsunami ocurrido a principios del siglo pasado (ilustrado por fotos de la epoca) y que es mas que probable que siga ocurriendo, dando a entender que la pelicula se basa en hechos reales. La parte dramatica, en cambio, tiene a Kristian como eje en su relación con su familia, su trabajo y su futuro. Con un hijo adolescente (Jonas Hoff Oftebro) con el que mantiene una relacion tirante por el desarraigo que implica la mudanza, una hija pequeña (Edith Haagenrud-Sande) y una esposa (Ane Dahl Torp) con la que tiene una crisis de pareja -no explicita-, Kristian deberá lidiar con sus compañeros de trabajo, que consideran paranoicas sus consideraciones sobre el colapso geologico. Aj9nP3rZ11KgvrLzOObL5VKjgJD La Última Ola avanza tranquilamente en su construcción de lo inevitable, logrando un suspenso que si bien no es incomodo, es constante y logra su climax en la escena donde aparece la famosa ola (recuerden esto en los momentos previos previos a esa aparición). Esto se destaca en primer lugar por los colores fríos y apagados que elige Uthaug y realza la experiencia cuando el plano es general. Sin embargo, el director elige pasar la mayor parte de la pelicula en ambientes cerrados, sin que esto transmita algun tipo de claustrofobia ni agobio. La Última Ola consigue algunos buenos momentos cuando nos muestra la naturaleza en su maxima expresión, ya sea en el CGI o en los paisajes, pero conserva esa frialdad de colores cuando intenta retratar a una familia que lucha por sobrevivir a una catastrofe y a si misma.
La última ola es una película noruega que le devuelve la dignidad perdida al género del cine catástrofe. Cuando este tipo de historias inició su período dorado en Hollywood, en los años ´70, los filmes estaban sostenidos con repartos que reunían actores importantes y guiones decentes que fusionaban muy bien el drama con el suspenso. La gran obra maestra del género, que en mi opinión es La torre del infierno (con Steve McQueen y Paul Newman), es un claro ejemplo de esta cuestión Hoy este tipo de propuestas se volvieron más tontas y el foco de atención únicamente está puesto en los efectos especiales. Después la historias suelen estar plagadas de situaciones ridículas y personajes olvidables como vimos hace poco en Terremoto: La falle de San Andrés y En el tornado. Afortunadamente este film europeo está más en sintonía con el trabajo que presentó el director español J.A. Bayona en Lo imposible (Naomi Watts), donde el drama humano y el suspenso están perfectamente equilibrados. El director Roar Uthaug hizo un gran trabajo al evitar los clásicos clichés del cine hollywoodense y de ese modo su relato adquirió mayor realismo. El drama personal que viven los personajes principales llega a ser atractivo por la manera en que la narración del film inserta al espectador en el horror que genera la amenaza de un tsunami. Por otra parte, los efectos especiales son impecables y esto también fue un elemento clave para consolidar ese enfoque realista que buscó el director en esta historia. Una buena producción que no defraudará a los seguidores del género.
Temor, temblor y agua La película de Roar Uthaug es un ejemplar tan distante como obediente del género que popularizó Hollywood. La primera película que viene a la mente al combinar catástrofe geológica y origen nórdico es la excelente Fuerza mayor (2014), el filme sueco que en realidad partía de una avalancha para desplegar las radicales consecuencias del fenómeno en la integridad moral de un matrimonio joven. El caso de la noruega La última ola de Roar Uthaug es el caso opuesto, en tanto respeta el género a rajatabla, reivindica el grupo familiar como entidad indivisible y eleva al padre –y, en un casi igualitario segundo lugar, a la madre– al estatus de héroe que es capaz de darlo todo y abandonar diferencias y cavilaciones para salvar a los suyos. El escenario es el prístino pueblo de Geranger, situado en una región elevada donde una voz en off advierte con tono documental que en 1905 hubo una avalancha seguida de un tsunami y que ese desastre podría repetirse. El geólogo Kristian Eikjord (Kristoffer Joner) empaca sus cosas a punto de mudarse a otro lugar con su familia. A la vez que su hijo adolescente y mujer lo cuestionan, Eikjord percibe con su olfato científico que algo malo está por pasar. Sus colegas no le creen, a pesar de los números rojos que titilan en pantalla. La tensión narrativa y formal construida en esa primera mitad con elementos mínimos (y baratos, en contraste con las superproducciones de Hollywood) es lo mejor de La última ola, donde más se luce una sobriedad septentrional capaz de despertar milimétricos sismos en una temática abordada hasta el cansancio por la industria estadounidense. En ese sentido, la escena clave es cuando se enciende la monótona pero intensa alarma del pueblo, la prueba literal de que el suspenso funciona mejor con la manipulación gradual de capas (tectónicas) visuales y sonoras que con el abuso de estridencias megalómanas. Después vendrá una ola gigante de impecable detallismo digital que, como toda ola, traerá consigo también un quiebre y un alisamiento. La segunda parte de La última ola será una carrera contra el tiempo al revés (primero era para escapar al exterior en las alturas, ahora para rescatar a seres queridos en una profundidad acuática de interiores), en un antes y después que recuerda a la verídica y potente Lo imposible de Juan Antonio Bayona, aunque aquí la familia es todo y las instituciones de rescate están ausentes. Casualmente ahí el filme se sumerge en lo previsible y deja de ser una amenaza para el género, que tiene en La última ola a un ejemplar distante pero obediente.
Hay un fiordo en Noruega con un pueblito en su bahía. Hay una montaña que puede deslizarse hacia el agua y generar una ola gigante que haga puré el pueblo. Y sí, ha de pasar y hay solo diez minutos diez para irse. Notable manejo del suspenso y de pocos pero excelentes y precisos efectos especiales para dejar al espectador en estado de tensión permanente. Así da gusto: los personajes nos importan y por eso es que también nos importa el film.
Todo pasa y todo queda El cine catástrofe llega ahora desde Noruega y de la mano del director Roar Uthaug que desembarcó en Argentina con "La última ola". Ese subgénero tuvo su pico de popularidad en los 70, con algunas películas que marcaron su época como "Terremoto" o "Aeropuerto", entre muchas otras. Cuarenta años después resultan rentables con ejemplos como "San Andrés" o "Lo imposible", con Naomi Watts. La previsibilidad es uno de los flancos débiles de estos productos con una casi idéntica estructura narrativa. "La última ola" se ajusta casi en su totalidad a esa premisa en la que ya no cabe esperar demasiadas sorpresas. Esta vez se trata de una falla latente y muy real que amenaza a un idílico pueblo recostado sobre un fiordo y que es monitoreada de forma permanente. El héroe, un abnegado geólogo a punto de mudarse, y dejar sus amado trabajo en la montaña, sabe, observa los signos de que algo está mal. Unas gotas de agua en una ladera le dan la pista. Y a partir de ese momento al promediar la película se desencadena la famosa catástrofe que a diferencia de otros filmes se concentra solamente en el protagonista, su mujer y sus dos hijos, quizás por una cuestión de presupuesto.
El héroe escandinavo La última ola es una película noruega de cine catástrofe que sigue al pie de la letra, y muy bien, las reglas del género. Los géneros establecidos tienen el poder mítico de las fábulas perfectas. Son fórmulas que parecen provenir del principio de los tiempos, que con sencillez aparente han transformado al cine en el espectáculo épico por excelencia. Digo lo de “aparente” sencillez porque no hay nada más difícil que seguir una fórmula, que crear un relato ateniéndose a reglas preestablecidas, el equivalente cinematográfico de componer un soneto. Las películas de cine catástrofe ponen a un grupo de personas en la situación de tener que sobrevivir a un desastre natural o un accidente a gran escala. Familias que se separan, líderes positivos y negativos, solidaridad y egoísmo ante la inminencia de la muerte, la fe y el destino son algunos de los temas de fondo: las buenas películas de cine catástrofe lo saben. Y aunque el espectador pueda no darse cuenta a simple vista, las películas que pongan en juego todo esto con un guión cristalino y fluido serán las que mejor aprovechen la tensión inherente al género. Después de todo, quien haya visto La aventura del Poseidón recordará la muerte de Shelley Winters hasta el fin de sus días. El noruego Roar Uthaug logra con La última ola construir un relato que cumple con todas las reglas: presentación de los personajes y las relaciones entre ellos, un crescendo dramático hasta que se desata el desastre y la tensión por momentos insoportable en varias escenas en las que no sabemos quién va a sobrevivir y quién no. Es una película contundente, que no se extiende con finales superfluos ni se aparta demasiado de los personajes principales: la familia Eikjord. El lugar es Geiranger, un pueblo turístico al oeste de Noruega a orillas del fiordo del mismo nombre y al pie de la montaña Åkerneset. La montaña está constantemente vigilada por un grupo de geólogos que monitorean sus movimientos: el peligro es que un derrumbe sobre el fiordo provoque un tsunami que haga desaparecer a todo el pueblo. Uno de esos geólogos es Kristian Eikjord (Kristoffer Joner), el héroe, que está -previsiblemente- en su último día de trabajo. Su mujer Idun (Ane Dahl Torp) trabaja en el hotel del pueblo y tienen dos hijos: el adolescente algo problemático Sondre (Jonas Hoff Oftebro) y la nena Julia (Edith Haagenrud-Sande). Kristian aceptó un trabajo en la ciudad, pero está obsesionado con esa montaña a la que observó durante años en su aparente quietud, en su imperceptible movimiento. Una discusión familiar de último momento lleva a que la familia se separe esa última noche: Sondre va con su madre al hotel, y Julia va con su padre a dormir a la casa vacía. Esa noche, por supuesto, se desata el desastre y Kristian deberá ejercer su papel heroico para reunir a su familia sana y salva. El dominio de Uthaug para las escenas de catástrofe está a la vista, sobre todo a la hora de imaginar los planos: la ola invencible apareciendo por detrás de una montaña, el hotel siendo devorado por una masa de agua. Pero hay que señalar como uno de los logros mayores la presencia de Kristoffer Joner (lo vimos en un pequeño papel en El renacido), un tipo que sin demasiado esfuerzo tiene el porte del héroe común, como si fuera un Kevin Costner noruego. Después está todo lo que tiene que estar: las decisiones equivocadas que llevan a determinado grupo a la muerte, el heroísmo de la gente común, las puertas que se abren a callejones sin salida, los chicos en peligro y unos últimos diez minutos en los que Uthaug extiende la agonía -o demora la salvación, no vamos a espoilear- con un sadismo hermoso. Resulta natural que luego de La última ola, Uthaug haya sido convocado por Hollywood. Dirigirá a la sueca Alicia Vikander en el reboot de Tomb Raider. Recordando lo flojo de las dos películas de Angelina Jolie, esperamos con ansias esta solución escandinava a los problemas hollywoodenses. Aclaración final: la película es noruega, hablada en noruego, pero la distribuidora Impacto Cine tomó la curiosa decisión de estrenarla doblada al inglés. Según ellos, lo hicieron “guiados por los agentes de venta internacional”, porque entienden que así evitan “cierto prejuicio respecto al origen”. Supongo que las razones económicas habrán sido cuidadosamente analizadas y sé también que los que detestamos el doblaje somos minoría, pero es inevitable lamentar que una película como esta, que se consigue para bajar pero que es mejor ver en cine, no se pueda ver en su forma original.
Es curioso hasta qué punto la milimétrica estructura de un thriller norteamericano puede adaptarse a realidades y situaciones muy diferentes. LA ULTIMA OLA es una película que pertenece claramente al género llamado “cine-catástrofe” y, salvo el perrito, tiene las mismas características que se pueden ver en una película hollywoodense. Hay, sí, un par de diferencias: el presupuesto es menor y, por eso, el costado humano pesa un poco más que los efectos especiales. En ese sentido se puede decir que remeda más al cine catástrofe de los ’70 que al de los ’90 en adelante, marcado por la estética bigger and louder de Roland Emmerich, desde DIA DE LA INDEPENDENCIA hasta, bueno, DIA DE LA INDEPENDENCIA: CONTRAATAQUE. La estructura es clara y programática: Kristian es un geólogo que se está despidiendo de su trabajo en un centro en el que se miden y analizan los movimientos de las montañas que rodean un lago ya que, se sabe, una fractura en la cadena montañosa provocaría un tsunami que, en apenas diez minutos, liquidaría la única ciudad que está allí, la pequeña pero muy bella y turística Geiranger. La última vez que eso sucedió, cuentan al principio del filme, fue en 1905. Pero se sabe que es sólo cuestión de tiempo y están preparados por si sucede. Justo cuando Kristian está por irse con su familia (mujer con la que tiene una relación tensa, hijo adolescente con el que también y pequeña niña que lo idolatra) se empiezan a ver movimientos raros en el fondo del mar que captan los sensores. Kristian quiere alertar a la población pero el jefe de la base le dice que está exagerando y que nada pasará. Las idas y vueltas de esta situación hacen que la familia tenga que pasar una última noche allí –padre e hija en la casa que dejan, esposa e hijo en el hotel en el que ella trabaja– y, obviamente, esa noche será la que se provocará el derrumbe que derivará en tsunami y que se llevará todo puesto mientras los habitantes, que no fueron avisados a tiempo, tratan de escapar. La mejor parte del filme es la primera mitad en la que, más allá de los obvios clichés del género, la película se toma su tiempo –a la antigua– para ir creando suspenso de a poco y explorando la vida de la familia y la base en la que Kristian trabaja. Y, aunque breve, el tsunami y el caos que provoca resulta tan espectacular como aterrador. Especialmente porque los noruegos, en lugar de fugarse desesperadamente y a lo loco, avanzan prolijamente con sus autos por la única ruta hacia el supuesto lugar seguro (las alturas) haciendo una sola y taponada fila, pero sin jamás cruzarse a la vía contraria. No sea cosa de perder los modales ni romper las reglas, aún en las situaciones más angustiantes… El resto del filme es un tanto más convencional y se centrará en el intento de búsqueda y reencuentro de los dos bloques familiares separados, con la estructura clásica del “rematrimonio” como disparador: como se sabe, no hay nada mejor que un gigantesco accidente natural para reparar lazos familiares dañados. LA ULTIMA OLA es la tercera película de Roar Uthaug, tuvo un presupuesto de apenas 6 millones de euros (una película similar costaría diez veces más en Hollywood) y es claramente lo que en la industria se llama un “calling card” del director: una carta de presentación para ser llamado por Hollywood. Dicho y hecho: Uthaug hará la nueva versión de TOMB RAIDER que protagonizará su vecina escandinava, la sueca Alicia Vikander.
En Noruega hay 300 montañas inestables. Cualquier desprendimiento puede provocar un gran maremoto. La pequeña ciudad de Geiranger, se encuentra bajo la constante amenaza de la montaña Åkerneset que, de caer al fiordo, provocaría consecuencias fatales como sucedió en la ciudad de Tafjord en 1934 donde fallecieron 40 personas. En La última ola de Roar Uthaud se parte de éste escenario para desarrollar la primer película de desastres en los países escandinavos. Kristian (Kristoffer Joner) integra el grupo de geólogos que trabajan en el Centro de monitoreo local. Su experiencia lo lleva a descubrir irregularidades en los sensores de la montaña. El peor presentimiento parece confirmarse: los indicadores son los mismos que provocaron el derrumbe en Tafjord. Kristian carga con el deber de proteger a su familia y a los habitantes del lugar. La carrera contra el tiempo comienza antes que el impacto llegue. laultimaSujeta a las reglas del subgénero de cine catástrofe o disaster film, La última ola muestra la influencia de sus predecesoras hollywoodenses: El día después de mañana, Impacto profundo, Lo imposible y San Andreas, entre otras. Las alusiones intertextuales en determinadas escenas, y la misma resolución en los conflictos dramáticos no dejan de remitir al universo de los films citados. La estructura de esta clase de film es sencilla y responde al formato clásico de guion: hay un orden y statu quo inicial en la vida de sus protagonistas que será desequilibrado frente a la catástrofe. A partir de ese hecho, los personajes lucharan para recuperarlo. Fin. Sin embargo, la película se diferencia del cine norteamericano por su falta de espectacularidad, y eso es un logro que no la vuelve menos entretenida. Con una alta dosis de acción y suspenso, la tensión dramática se refuerza con la banda sonora y el subrayado de los momentos más intensos. El ritmo se sostiene sin grandes ni sofisticados efectos visuales, al contrario, la película intenta construir un relato más cercano a los hechos reales. En palabras de su realizador, Roar Uthaug: para las imágenes, hemos usado efectos visuales generados por computadora y efectos especiales sin intervención digital, tanto por separado como simultáneamente, como en una escena en la que se ven de frente dos personajes sentados en un coche: cuando el agua impacta, los efectos visuales son relevados por trombas de agua que fueron arrojadas realmente sobre los actores a fin de lograr una mayor verosimilitud. La población local nos ha ayudado mucho en el rodaje: durante tres tardes seguidas, 85 extras corrieron incansablemente por Ørneveien, una carretera que bordea el fiordo de Geiranger antes de ascender hacia las cumbres. El entusiasmo con el que participaron me emocionó de verdad. Apta para los amantes del cine catástrofe, la gran producción noruega pone el acento en la naturaleza como la verdadera protagonista. La supervivencia, el “sálvese quien pueda”, la solidaridad, la histeria colectiva, el líder emergente y el enfrentamiento del hombre vs. la naturaleza serán algunos de los tópicos que encontrarán. Nada, que no responda al grito apocalíptico de: “Vamos a moriiirrr!”. LA ÚLTIMA OLA The Wave, Noruega, 2015. Dirección: Roar Uthaug. Intérpretes: Roar Uthaug, Kristoffer Joner, Ane Dahl Torp, Eili Harboe, Jonas Hoff Oftebro, Herman Bernhoft, Edith Haagenrud-Sande. Guión: John Kåre Raake, Harald Rosenløw-Eeg. Fotografía: Lucas Martelli. Música: Magnus Beite Fotografía: John Christian Rosenlund. Duración: 104 minutos.
Escuchá el audio haciendo clic en "ver crítica original". Los domingos de 21 a 24 hs. por Radio AM750. Con las voces de Fernando Juan Lima y Sergio Napoli.
LA OLA ESTA DE FIESTA EN NORUEGA Con antecedentes como Lo imposible o la floja clinteastwoodiana Más allá de la vida, entre otros, no parecían existir demasiadas chances de la aparición de nuevas películas que narren historias sobre tsunamis devastadores que arrasen ciudades. Y menos que la historia se apoye en la separación familiar, más allá de cualquier conflicto doméstico, que provocan estos fenómenos cuando al retirarse sólo dejan devastación, confusión y muerte. El en caso de La última ola, película noruega con un presupuesto muy lejano al hollywoodense, todos los engranajes funcionan al no pretender hacer del fenómeno un atractivo especial de efectos especiales que ya estamos cansados de ver. De hecho la historia fluye de manera tan sólida y tranquila en ese pueblo montañoso, que el interés pasa por la relación entre los personajes más allá de lo que les espera o de lo que podemos intuir que les sucederá. La historia comienza cuando Kristian Eikjord, geólogo empleado de la oficina que controla los movimientos que pueda tener la montaña Åkneset, al filo del fiordo Geiranger, se despide de sus compañeros afectuosamente y prepara su mudanza para irse junto a su familia a probar suerte en otra ciudad tentado por otra oferta laboral. El pueblo tiene muy pocos habitantes pero una gran afluencia turística que pasa por las manos de Idun, esposa de Kristian y manager del principal hotel del lugar. Luego de ir a trabajar por última vez, el hombre detecta algunas irregularidades que lo llevan a pensar que puede suceder algo terrible con la montaña. Como es de esperarse nadie le cree y su estado cuasi paranoico lo lleva a descuidar a sus hijos para colectar más pruebas mientras su madre cumple su última jornada laboral. Cuando finalmente se desata el caos, ya es demasiado tarde para todos. Si en algo se diferencia La última ola de cualquier otra del género es en el desarrollo de sus personajes, el delineamiento de sus personalidades para nada complejas pero muy empáticas y que logra que realmente el espectador sufra con lo que les suceda, aunque sus rostros no nos sean tan familiares como ocurre en el resto de las mainstream del género, ni existan chistes de ese humor tan americano e inoportuno para descomprimir aún en las situaciones más escabrosas. Sin embargo es curioso cómo no puede evitar compararse el descrédito que sufre el personaje de Kristian con el que padeciera también el interpretado por Pierce Brosnan en Dante’s Peak, la furia de la montaña y su enfrentamiento con las autoridades de un pueblo al borde de un volcán al que él creía de inminente erupción. O bien pensar en Ewan McGregor con su niña en brazos buscando desesperadamente al resto de su familia tras otro tsunami en Lo imposible, fotograma que se copia con fidelidad absoluta en el poster promocional de esta realización que nos ocupa sin que sea nada casual. Son antecedentes que también pueden tomarse como guiños porque hay que reconocer que homenajes aparte, La última ola es superior a ambas y pudiese haber existido prescindiendo de cualquier antecedente similar. Por otra parte, la fotografía y efectos especiales resultan tan sobresalientes que se convierten en un valor agregado a la Noruega, país que nos acostumbrara tiempo atrás al minimalismo del danés Lars Von Trier y ahora se anima a proponernos otras cosas que, a diferencia del dogma, no se oponen a lo propuesto por la industria sino que lo toman y revalorizan. Porque esa ola omnipotente que crece, avanza y se impone como personaje marca el punto de inflexión que no propone que la historia comience recién allí, como pasa en los títulos que cité anteriormente, sino que logra que todo evolucione y se transforme en otra película en la que los cambios en la escena son tan radicales que el juego consiste en observar qué ha pasado con los personajes y cómo las prioridades en sus vidas pasarán a ser otras mucho más ligadas a la supervivencia. El director Roar Uthaug, que años atrás regaló el inquietante thriller vikingo Escape (Flukt, 2012) acaba de ser fichado y está en plena preproducción de una nueva entrega-reboot de Tomb Rider con Alicia Vikander. Nada hace pensar que pueda revolucionar la forma de hacer cine con otra mirada que diste de la acostumbrada en la industria, pero es de esperar que aporte cierta frescura, una “nueva ola” que sin tener la fuerza del tsunami que describe en esta, presumiblemente arrase también en taquilla.
La tierra tiembla Éste filme es un más que interesante exponente del cine catástrofe, tan caro para los corazones de los productores hollywoodenses, con la única salvedad que es una realización noruega no tiene nada que envidiarle a sus competidores de los EEUU. En este sentido el costo de esta producción no llega al diez por ciento de lo que es la media en la meca del cine, hablando siempre de este mismo género. Situación que no se percibe en ningún momento, posiblemente debido a la pericia de los técnicos y al correcto guión y dirección de sus hacedores principales. La realización abre con escenas documentales de hecho ocurridos a principios del siglo XX, por lo que el verosímil no es necesario construirlo, se mete de lleno en el tema a que se referirá la película con ese simple recurso, basada en la predicción cierta de que hacia la mitad del fiordo, hay una ladera que caerá en algún momento en los próximos 20 años, y podría causar un tsunami que alcanzaría a la pequeña población de nombre Geiranger, que realmente existe, donde en invierno viven 250 personas, y en verano es un punto turístico muy importante. Luego de esa presentación traslada la acción a la actualidad, en donde el despliegue de la dirección de fotografía y el diseño de sonido, conjuntamente con la banda sonora, son de una calidad increíble. En relación especifica con la banda de sonido habría que decir que, a lo largo de todo el filme, la misma está dentro del orden de la empatía con las imágenes, dando cuenta del espacio físico donde se desarrollaran las acciones, que es un lugar casi de ensueño, un paraíso perdido en medio de los fiordos noruegos. Salvo en ese inicio, donde juega de manera contrapuntística con el tema que va a desarrollar, la música va instalando, y solo con ese recurso le basta, la subtrama narrativa que es la que impulsará la acción de los personajes a partir de su construcción afectiva. Es en este punto donde el filme da cuenta de hacer uso de todos los elementos recurrentes en este tipo de producciones, todo ronda dentro de una familia común inmersa en una situación que por ser previsible no deja de ser extraordinaria. Ubicada en la montaña Åkneset, en el fiordo noruego de Geiranger, la historia se desarrolla el mismo día en el que un violento tsunami de más de 80 metros apastará todo a su paso. Entre las posibles víctimas un geólogo, que había previsto la posibilidad inminente de lo que finalmente ocurre, pero que no es escuchado ni por su jefe ni por la gente del equipo de trabajo por ser considerado alarmista. Ante esta circunstancia decide trasladarse con su familia a una ciudad cercana, para estar a resguardo. En esos preparativos se encuentra cuando se produce el movimiento telúrico, se ve atrapado en medio de este desastre natural e iniciará una carrera contra el tiempo para salvar su vida, y la de sus seres queridos. Los momentos de mayor tensión se principian en el instante en que la montaña comienza a arrojar resultados ‘preocupantes’ a los expertos, pero ya es tarde, sólo diez minutos para ponerse a resguardo, estos momentos previos a la destrucción general durante el desmoronamiento de la ladera de la montaña, y la posterior ola de 80 metros son de una calidad visual increíble, en este punto la previsibilidad deja paso al asombro por las imágenes, con muy buenos efectos visuales que nunca se perciben artificiales, ayudado por la música, que aplica de la misma manera que las imágenes del tsunami. Todo esto se permite ver pues está sostenido desde el guión, si bien algunos diálogos son demasiados clichés, y las actuaciones, todas muy convincentes; lo que va en beneficio de sostener el interés. Sólo se podría señalar un par de cuestiones negativas, algunas referidas al producto en si mismo y otras a la elección realizada desde la exhibición. Están todos los personajes reconocibles en estas producciones, salvo mínimas diferencias, y se podría equiparar en este sentido con “Dante’s Peak. La furia de la montaña” (1997), el héroe, sus afectos primarios, el intendente que sólo ve lo económico a través del turismo, el jefe en situación de antagonista humano, y un final que tiende hacia lo dramático de manera innecesaria. Respeto de la exhibición, la producción se estrena hablado en ingles, se nota demasiado el doblaje, las voces quedan despegadas de los personajes y de los planos sonoros, pero esto no es responsabilidad del filme. (*) Realizado en 1948 por Luchino Visconti.
Desde la lejana Noruega finalmente llega los cines La Última Ola, película que fue seleccionada por el país nórdico para competir en la categoría Mejor Película de Habla no Inglesa en la última edición de los Premios de la Academia. Cine catástrofe, una montaña que acecha todo un pueblo, un geólogo y toda su familia en peligro, ¿qué puede salir mal? Mujeres y niños primero La Última Ola abre el juego presentándonos una serie de fragmentos de noticieros noruegos en los que se detallan sucesos análogos a lo que ocurrirá en la película: un geólogo y su familia viven en el fiordo de Geiranger, un paradisiaco pueblo entre montañas de Noruega. Pero el día en que el geólogo Kristian y su familia deciden mudarse del apacible poblado, se desatará algo que todos sabían que iba a pasar, pero sin conocer cuándo iba a ocurrir. Hay que resaltar un detalle que resulta ser de fuste acerca de esta cinta: La Última Ola fue todo un acontecimiento en los cines noruegos, no sólo por el éxito que tuvo y los records que batió, sino porque no deja de sorprender que con un presupuesto tan acotado (6.4 millones de dólares) se hayan lanzado a la aventura de producir una cinta de cine catástrofe, algo que sólo estaba reservado para los tanques de Hollywood. Por suerte, esta propuesta noruega no defrauda y el resultado es bastante satisfactorio. Alrededor de esta propuesta hay varias aristas que merecen ser destacadas: comenzando por su carismático protagonista (quien guarda un cierto parecido con Daryl de The Walking Dead), y –exceptuando al tronco que interpreta al hijo– todo el elenco está bien elegido. Los paisajes son una caricia a la retina: cada escena está cuidada al detalle, y eso se nota en la fotografía y en los espectaculares escenarios. Absolutamente todo está colocado con absoluto puntillismo. El pulso narrativo que le impregnó el director Roar Uthaug hace que los primeros compases de la cinta resulten un tanto flemáticos, lo cual no quiere decir que sean aburridos, todo lo contrario. Pero cineasta decide tomarse un buen tiempo para desarrollar los personajes y construir la relación tan cercana que existe entre la familia protagonista. Sin perjuicio de todo lo anteriormente detallado hay que nombrar los graves defectos que terminan asolando un poco la experiencia que busca brindar esta propuesta: existen un sinnúmero de actitudes totalmente imbéciles que cometen los protagonistas, varios agujeros de guión, y la cinta se torna un tanto predecible, y si bien todo esto forma parte del lado oscuro de esta propuesta, la película no deja de brindarnos una hora y cuarenta de puro entretenimiento. Algo que Hollywood a veces no puede lograr ni con sus toneladas de dólares. Como dato de color vale resaltar que Roar Uthaug, el director de esta cinta, será el encargado de dirigir a la ganadora del Oscar, Alicia Vikander en el próximo reinicio de la saga de Tomb Raider. Conclusión Sin caer en un discurso panegírico, tenemos que decir que La Última Ola es una propuesta de cine catástrofe distinta que brinda un poco de aire fresco a este género. Imponentes paisajes, buenas actuaciones, una música que pone los pelos de punta, y cada detalle cuidado al máximo componen una producción digna de disfrutar en la pantalla grande. Eso sí, no esperen grandes secuencias de efectos especiales, porque las que hay resultan pocas, aquí todo es más artesanal, y eso agrada.
Si hay algo que tienen en su contra los filmes de este género es que ya sabemos de antemano que va a ocurrir una catástrofe. Esto nos da a nosotros como espectadores una ventaja y una desventaja a la película. Ésta parece reducida a una serie de fases redundantes hasta que ocurre lo esperado. Incluso tenemos al protagonista principal que dice y repite lo que está por ocurrir pero nadie le cree. En otros casos hay sus excepciones, pero todas estas condiciones ocurren en Bolgen al pie de la letra lo que le resta fuerza a la historia y, sobre todo, a la primera parte de la película, a pesar de uno que otro plano interesante que simboliza la mudanza de Kristian (Kristoffer Joner) y de su familia. Después todo se convierte en una persecusión por la supervivencia: no sólo por huir de la ola, sino también por no morir ahogados después de que la ola pase. Y es aquí donde los efectos visuales cumplen su cometido y son creíbles. Además las decisiones de los personajes para sobrevivir son bastante sorprendentes porque parecieran llevar a una vía sin salida. Sin embargo, posteriormente la película vuelve a caer en las casualidades de las películas de su género; facilidades como una linterna bien ubicada o unos golpes que se escuchan perfectamente a pesar de la distancia (y el agua) entre quienes los hacen. Todo esto da para un final dramático y prolongado que cansa un poco porque sospechamos que será un final feliz. A fin de cuentas, a pesar de sus buenos efectos, ésta es otra película de desastre que no destaca de las otras. Incluso aunque sea noruega, se nos fue presentada con doblaje en inglés así que, entre los requisitos del género y el idioma, pasaba por una película norteamericana. Si bien es cierto que es el primer filme de desastres hecho por Noruega y que fue escogida para representar al país ante los Óscars, no mantiene un suspenso ante lo que pueda ocurrir y la acción de la parte intermedia se desvanece en un drama. Siempre queda imaginar la desolación que se debe sentir en estos casos donde la naturaleza arrasa una ciudad y uno es de los pocos sobrevivientes, pero el filme en sí no invita a estas reflexiones sino que se centra a poner en movimiento la trama hasta llegar a su final complaciente.
Hay dos maneras de interpretar a Bolgen: una, de que se trata de una estupenda (e inteligente) película de cine catástrofe, manufacturada fuera del circuito standard (y repetitivo) de los estudios de Hollywood. La otra es que se trata de un filme sobre una familia de asesinos seriales, los cuales utilizan la excusa del tsunami en el fiordo para matar un montón de gente. Dejo a criterio del espectador ver la película y tomar partido por alguna de las conclusiones propuestas. Es notable ver cómo la península escandinava ha crecido cinematográficamente en los últimos años, sea con Dead Snow y secuela, o la genial trilogía Millennium. Y lo más curioso de todo es que muchas de sus producciones rayan en el cine fantástico (como Let the Right One In) quizás por un deseo de seducir a audiencias masivas (como la norteamericana) esquivas a productos extranjeros (en el caso de los yanquis, odian leer subtitulos y la industria del doblaje es pésima: carece de actores experimentados y no posee la experiencia suficiente como la que tienen - para el castellano - los dobladores mexicanos y venezolanos). También es posible que, como los ingleses, sea un pueblo amante de los relatos fantásticos. El punto es que aquí se han largado con una de cine catástrofe - género trillado y dominado por los yanquis - y han manufacturado un producto inteligente, plagada de buenos personajes, conclusiones lógicas y efectos especiales potables. No, no va a competir con 2012, pero se deja ver mas que bien. ofertas software para estudios contables En sí, La Ultima Ola (que no debe confundirse con la obra de Peter Weir de 1977) está plagada de clichés - el tipo que anticipa el desastre y es el único que ve las señales, la gente reticente (incluyendo su familia), el idiota que mete la pata y hay que rescatar a último momento (en este caso, su desobediente hijo adolescente), piruetas gimnásticas para sortear los restos del desastre y llevar a los sobrevivientes a un lugar seguro, etc - pero, al tener mas asidero científico (el tema del colapsamiento de las montañas bordeantes a los fiordos y la provocación de un tsunami es una realidad inminente y ya ocurrió a principios del siglo XX) y tener caracteres algo mas pulidos, naturales y carismáticos, la cosa funciona mejor. No es un drama de stock sino que hay visos reales en esta familia, y por eso los personajes nos importan cuando viene el desastre - 12 minutos de un glorioso tsunami, el cual se desarrolla en tiempo real y es una secuencia pródiga en tensión y vuelo artístico -. Sí, al final hay un par de pirotecnias narrativas propias de Hollywood, pero el 99% está hecho con mucha calidad. (alerta spoilers) Quizás mi mayor problema es que la familia del protagonista sale indemne de semejante evento... y con el costo de vidas ajenas. El peor ofensor de los sentidos es el pendex que hace de hijo del protagonista (Sondre), el cual basurea al padre, hace lo que se le canta, provoca que sus padres se peleen entre ellos y, al estar en su mundo, provoca un montón de desgracias de manera involuntaria. El pibe es responsable de casi 60 muertes él solito. Contemos: un autobús lleno de turistas que no puede salir a tiempo porque van a buscarlo y el flaco está boludeando en el sótano del hotel donde trabaja su madre; la veterana turista que aboga por ayudar a su madre y termina ahogada; el esposo de la turista, que queda medio turulato después de perder a su mujer y al cual la madre debe ahogarlo para que no "lastime" a su preciosa criatura. Entre eso y haber dejado solo a su padre en el momento que más lo precisaba, uno fácilmente podría calificar a Sondre como el villano del filme, igual o mas letal que el mismo tsunami por culpa de su patético egoismo adolescente. (fin spoilers). Quizás el último tercio tiene demasiadas coincidencias y cosas traidas de los pelos, pero los dos primeros tercios son de una eficiencia impecable. Las pequeñas señales, el evento catastrófico, las decisiones que deben tomarse en cuestión de segundos (¿Kristian debe ir a un sitio mas alto y salvar a su hija, o debe ir con el resto de su familia e improvisar un refugio en medio del valle que está a punto de ser arrasado por la ola gigante?), el drama humano de la supervivencia (ver el desastre y cargar con el dolor de las pérdidas humanas en su conciencia al saber que podía haberse alertado con suficiente antelación como para producir una evacuación masiva; abandonar a su hija para ir en una búsqueda de un resultado tan imposible como extremadamente doloroso; el milagro a costa de un enorme sacrificio... son cuestiones reales y desconocidas para los rutinarios filmes de género made in Hollywood, los cuales hubieran despachado a un símil de Charlton Heston a hacer proezas sobrehumanas y rescatar a una enorme cantidad de gente mientras le hace pito catalán a la catástrofe. En la vida real las decisiones producen consecuencias y uno debe convivir con el efecto de ellas, aunque las mismas se transformen en un espectro que nos perseguirá el resto de nuestras vidas. Es por todo ello - y salvando sus defectos - que The Wave es una película altamente recomendable, desbordante de inteligencia y emoción y en donde los efectos especiales quedan relegados a un segundo plano ya que lo que importa es el drama humano - auténtico y emotivo, aún cuando el relato caiga en un par de trucos hollywoodenses que se sienten ajenos a la naturaleza realista de la historia -.