El proceso de asimilación. Consideremos por un momento el lento deterioro retórico de los tanques hollywoodenses durante los últimos lustros y la banalización que trae aparejada, en especial en términos de la anulación del vigor discursivo del pasado en favor de una corrección política que la va de “canchera” pero que casi siempre resulta insulsa. La violencia y el sexo, a la par de la contextualización que la industria le asigna a ambos tópicos, son los barómetros principales a la hora de juzgar en qué situación estamos: desde los films de superhéroes hasta los péplums refritados a puro CGI, nos encontramos con un tono neutro que pretende dejar a todos contentos y nada tiene que ver con las hermosas barrabasadas formales de décadas anteriores (pensemos en la violencia pasteurizada actual -esa que no muestra los efectos dolorosos de su accionar- o en la ausencia total de desnudos y/ o una mínima corporalidad). De hecho, comparando el insípido estado del arte contemporáneo con representantes no muy luminosos de otros períodos, uno hasta llega a ver con buenos ojos -por ejemplo- a aquellos mamotretos de superacción de los 80 y 90, los cuales por lo menos se hacían un verdadero festín en torno a las bravuconadas de la derecha más hueca y aparatosa, lo que sin duda está mucho más cerca de esa furia imparable que debería primar en el ámbito artístico en general (el cine para “señoritas y señoritos” aburre en función de su levedad inofensiva y su ideología de amplitud multitarget). Mente Implacable (Criminal, 2016) invoca de manera explícita aquellas premisas ridículas de antaño y lo hace elevando el nivel de una incorrección que incluye algo de brutalidad seca y una tanda de asesinatos de pobres diablos y autoridades estatales de diverso calibre, un esquema sorprendente por estos días. Haciendo gala de referencias a Contracara (Face/Off, 1997) y El Hombre del Jardín (The Lawnmower Man, 1992), aquí el relato invierte el destino de Ryan Reynolds en la reciente Inmortal (Self/less, 2015): si antes era el receptor de la conciencia de otro personaje, hoy es él quien traspasa su intelecto y memoria a un tercero, en este caso nada menos que un psicópata/ presidiario muy rústico interpretado estupendamente por Kevin Costner. Desde ya que el trasfondo narrativo está vinculado a una nueva proeza en pos de detener a un villano que pretende consignarnos a esa anarquía que tanto temen los norteamericanos, todo con Tommy Lee Jones y Gary Oldman como los artífices de la transferencia de conexiones neuronales. La película ofrece un retrato del proceso de asimilación de turno y nos regala muchas escenas de acción alrededor de los intentos cruzados por controlar al protagonista. A decir verdad no estamos ante ninguna joya de séptimo arte -ni nada que se le parezca- y en ocasiones los 113 minutos del metraje se sienten un poco gratuitos, sin demasiada justificación dramática, no obstante la virulencia del personaje de Costner y el modo en que se mofa a lo bestia de los referentes de la CIA constituyen elementos disruptivos a favor de la propuesta. El director Ariel Vromen no llega al excelente nivel de su opus anterior, The Iceman (2012), pero aun así tiene el buen tino de sacarle el jugo al guión descontracturado de Douglas Cook y David Weisberg, un dúo cuyo trabajo más recordable hasta este momento era La Roca (The Rock, 1996), aquel otro baluarte de la testosterona delirante de tiempos no tan lejanos. Qué lástima que los estereotipos ya no estén al servicio del absurdo más desprejuiciado y films como el presente sean las excepciones en la trivialidad actual…
Una historia que no se puede negar que entretiene de principio a fin aunque se la pueda tildar de disparatada, Un consejo: no llegues ni un segundo tarde ya que no sólo te vas a perder una muy buena secuencia de acción, sino que lo indispensable para....
Tengo la cabeza loca Habría que hacer un estudio sobre cuántas veces le han practicado en sus películas al bueno de Ryan Reynolds operaciones extrañas a lo largo de toda su filmografía: tanto en In/mortal, como en Deadpool y ahora en Mente implacable Reynolds acude a la sala de operaciones para que le hurguen de mala manera y le cambien el cerebro o le metan superpoderes. En esta ocasión da vida a un agente de la CIA que es abatido en una operación encubierta. Antes de que sus recuerdos y vivencias profesionales pasen a mejor vida los Víctor Frankenstein de turno deciden extraerle todos sus recuerdos y traspasarlos a la cabeza de un exconvicto peligroso, uno de esos criminales en potencia a los que soplas y ya te están arreando. El cartel de actores que aparecen en la película es de los que quitan el hipo por su perfil alto: el citado Ryan Reynolds, Kevin Costner, Gary Oldman, Tommy Lee Jones, Alice Eve… incluso aparece por allí nuestro Jordi Mollá como villano de la función, un malvado que no pasará precisamente a la historia de los antihéroes dado su propensión al histrionismo y a la exageración. Quien lleva la batuta en el desarrollo argumental es Kevin Costner, recién salido de su participación en la megataquillera Batman V. Superman: el origen de la justicia. Se pasa media película con la mano en la nuca tocándose la cicatriz fruto de la laboriosa operación, y la otra media dando mamporros y huyendo de la injusticia en una serie de continuas persecuciones a pie o en vehículo más o menos afortunadas. Aunque lo que nos propone el guion (firmado a cuatro manos por los veteranos Douglas Cook y David Weisberg, responsables entre otras de Doble riesgo y La roca) no sea precisamente algo muy original (esta historia la hemos visto mil y una veces y la seguiremos viendo hasta que Hollywood desparezca) la acción entretiene y el ritmo no decae en ningún instante. Otra cosa es que a uno le guste otro tipo de cine más reflexivo o que al menos tenga cierta base empírica. Aquí ni lo uno ni lo otro. El libreto no admite una segunda lectura donde quedarían claras todas sus fisuras, y además la sinrazón de su planteamiento (a lo loco y con la mente de otro) se acentúa en un desarrollo convulso donde nada tiene ni pies ni cabeza. El protagonista, como si del Doctor Jeckyll y Mr. Hyde se tratase, a ratos se comporta de manera educada y en otros momentos se le cruzan los cables y se vuelve violento e inestable. El director del film, el israelita Ariel Vromen, ya ha demostrado con creces en sus anteriores trabajos tener al menos buen pulso a la hora de inyectar adrenalina a sus rocambolescas narraciones. En Iceman, por ejemplo, nos explicó a base de peleas y explosiones la doble vida de un padre que por la mañana era padre de familia y por la noche un temible asesino a sueldo. Pero poco más se le puede pedir. Mente implacable se ve de un plumazo y se olvida más rápido de lo que tarda Jericho Stewart, el héroe de la función, en dejar atrás su turbulento pasado a base de pastillas milagrosas. En definitiva nos hallamos ante un curioso híbrido que se mueve de manera solvente entre géneros aunque seguramente no acabe de contentar ni a los amantes de la ciencia ficción ni a los seguidores de los thrillers de acción al uso., ya que no se toma en serio ni a unos ni a otros. Pero algo de bueno tendrá el asunto cuando sus casi dos horas de metraje se pasan como un suspiro.
Con la dignidad de la vieja escuela Kevin Costner y Tommy Lee Jones tuvieron su época de gloria en la década de 1990. Lo mismo podría decirse del modelo narrativo que hibrida suspenso con acción y algunos tintes de thriller psicológico, y del cual Mente implacable se apropia para redondear un film que no será buenísimo, pero cumple con eficacia sus módicos objetivos. Dirigida por Ariel Vromen (The Iceman), Mente implacable, genérica traducción local del mucho más poderoso Criminal original, comienza con la persecución del agente Billy Pope (Ryan Reynolds), a quien buscan para saber dónde ocultó a un hacker conocido como El Holandés, con el que negoció protección. La situación termina con Pope muerto y la agencia timoneada por el personaje del siempre eficiente Gary Oldman al borde de perder la pista. Salvo que logren extraer información del cerebro de Pope. La idea del Doctor Franks (Tommy Lee Jones) es hacer una transferencia neuronal desde el cerebro de Pope, activo gracias a una serie de estímulos eléctricos, a uno ajeno. Pero no a cualquiera, sino a uno que cumpla con requisitos poco habituales, tal como el del preso de máxima seguridad Jericho Stewart (Costner). El resultado de la operación es a priori exitoso. El problema es que Jericho podrá ser cualquier cosa menos un hombre fácil de controlar, y decide utilizar toda esa información para beneficio propio. El film no está producido, ni guionado, ni dirigido por Luc Besson, pero tranquilamente podría pertenecer a su factoría. Es, al fin y al cabo, un film de acción básico en su premisa y directo su desarrollo, con un antihéroe atribulado por su pasado que circula por las márgenes de una ciudad europea (en este caso Londres) con todo el aparato policial detrás, movido por el sentimiento de protección a una familia. Familia que en este caso no es la propia, sino la Pope. Vromen hilvana las distintas subtramas (el derrotero de Jericho, la búsqueda del El Holandés, sus amenazas a la alteración de la geopolítica mundial) con soltura, eficacia y tensión trepidante. Ese oficio y el aplomo de un Costner liberado de la trascendencia de varios de sus personajes emblemáticos convierten a este film en un digno exponente de un cine que, aun cuando no esté en plena vigencia, todavía tiene cosas para dar.
Como en los viejos tiempos Mente implacable (Criminal, 2016) es una película de acción de antaño con los recursos del cine contemporáneo, que además presenta a un protagonista en su mejor versión. Kevin Costner compone a ese extraño anti-héroe oscuro que no terminó de convencer en Un mundo perfecto (A perfect world, 1993), Wyatt Earp (1994) y Waterworld (1995), pero esta vez con el film justo para enaltecerlo: Básico, sin la ambición de aquellas cintas, pero con la fuerza arrolladora para potenciar su interpretación. Kevin Costner es Jericho, un convicto condenado en una prisión de máxima seguridad por su violencia para con el resto de la humanidad. El tipo no tiene sentimientos para distinguir el bien del mal comenta el director de la cárcel. A su vez es el único con una característica craneal atípica para recibir un trasplante neuronal. Resulta que el agente de la Cía. Billy Pope (Ryan Reynolds) murió pero en su cerebro -que aún funciona- hay información valiosísima para detener a un terrorista cibernético que la agencia de inteligencia comandada por Gary Oldman debe recuperar. La operación la hace el doctor Tommy Lee Jones (si, un elenco tremendo) y todo marcha viento en popa, salvo que Jericho no es un espécimen fácil de controlar. La película se las rebusca con una premisa tan prometedora como fantástica, aunque nada original. Hay varios puntos en común con la reciente Inmortal (Self/less, 2015) o incluso con Robocop (1987). La trama encuentra la forma de seguir dos ultra eficaces fórmulas del cine de acción: la del fugitivo (debe detener al terrorista antes de ser atrapado él mismo por la Cía.), y la del héroe (debe salvar a las damiselas en peligro, familia del portador de su nuevo cerebro). En tal estructura narrativa el personaje de Costner aporta frases rematadoras, cara de pocos amigos y gestos cortantes, proporcionando los momentos lúdicos/cómicos del relato. La película dirigida por Ariel Vromen con guion de Douglas Cook y David Weisberg sigue la lógica del cine de acción de los ochenta y noventa, con un protagonista de aquellos años con la rudeza para destrabar conflictos. El hombre enfrenta con su cuerpo (a fuerza de golpes de puño o herramientas rudimentarias) la oposición presentada. A su vez, el ritmo y el impacto de las escenas de acción son propios del cine actual, con un montaje vertiginoso que no da tiempo al respiro. Mente implacable logra lo que Luc Besson no pudo con 3 Días Para Matar (3 Days to Kill, 2014): resucitar al mejor Kevin Costner de los últimos veinte años y convertirlo definitivamente en el héroe de acción que nació para ser.
KEVIN COSTNER INOXIDABLE Mucha acción y un elemento de ciencia ficción original e improbable que uno está dispuesto a soslayar porque es una de espías hecha con todos los elementos de explosiones, ataques, fugas y muchos tiros y porque esta Kevin Costner un verdadero inoxidable que se banca la exigencia y compone bien su personaje. Nadie le pide Shakespeare. Un espía muere y está a punto a salvar al mundo de la destrucción total. Memos mal que esta Tommy Lee Jones y su técnica de trasplante de cerebro con memoria y emociones en un convicto peligroso que tiene una parte del cerebro sin desarrollar. Complicado. No importa se acepta y la acción hace lo demás con romance incluido. Peli pochoclera y entretenida.
Vergüenza de clase. En los primeros minutos de Mente Implacable asistimos a una secuencia de persecución con todos los elementos para que funcione: tiene tensión, adrenalina y hasta el suspenso en dosis justas. Es una pena que a continuación la historia se haga presente, y no por el hecho de situar la narración en un orden propio del género: la particularidad del guión hace que el verosímil -en cuanto a estiramiento- sea el rasgo principal de una película, en teoría, orientada a saciar esa necesidad de berretismo casi desaparecido del cine que se estrena -todavía- en salas de cine. La tensión del verosímil nace a partir de que un convicto irrecuperable, Jericho Stewart (Kevin Costner), es el único candidato para un experimento que consiste en “implantarle” los recuerdos de un agente de la CIA asesinado, con el objetivo de que termine una misión crucial. Jericho es tironeado tanto por los agentes de turno de la Central de Inteligencia como así también por un villano anarquista español (¿?) interpretado por Jordi Mollà. La rusticidad de este antihéroe es lo que se destaca en la interpretación de un viejo lobo como Kevin Costner, un actor que ha sabido mofarse de sí mismo y bajar los niveles de ambición que supo tener hace un par de décadas. De todos modos el asunto se sobrecarga de seriedad cuando el antihéroe Jericho asimila los recuerdos familiares del pobre agente, así brotan una serie de sentimientos que no poseía y objetivos más políticamente correctos que los de asesinar agentes, golpear a civiles inocentes y destrozar todo a su paso. El director Ariel Vromen (The Iceman) se enreda en los tonos, entre la gravedad y la liviandad de su historia, porque la transformación de Jericho de un animal salvaje a un héroe clásico y altruista tiene menos carga de verosimilitud que el propio experimento. Tampoco colaboran las genéricas secuencias de acción ni los gritos de Gary Oldman, mucho menos el inexpresivo rostro de Tommy Lee Jones, ambos desperdiciados en un elenco que parece el de un proyecto clase A de Hollywood. El estudio Millenium Films (que produce la película) tomó la posta de Cannon, aquella productora de los 80 que propiciaba felicidad envuelta en películas clase B con absoluta conciencia de limitaciones, pero también de estructuración de un entretenimiento erigido con nobleza. No es el caso de Millenium, que en los últimos años expone más su pobreza en el hecho de congregar a estrellas que en pulir sus guiones. Mente Implacable es la fiel demostración de lo que sucede en la actualidad con el estudio: tiene vergüenza de ser clase B y se disfraza de mainstream bajo el prestigio de sus elencos.
Este filme es uno de esos que plantea una disyuntiva esencial ante la proyección. Por un lado, al pertenecer a un género bien establecido con leyes que lo fundan y que generan su disfrute, hay cierto regodeo en algunas situaciones que pueden ser criticadas por los detractores de este tipo de cine. Por otro lado, en cambio, hay una construcción, principalmente la de Kevin Costner como nuevo héroe de acción (en plan Liam Neeson), que terminan por elevar este producto menor a la categoría de culto. “Mente Implacable” (USA, 2016), de Ariel Vromen, con guión de Douglas Cook y David Weisberg, surge de una idea simple y a la vez compleja, tras la muerte de un implacable agente de la CIA (Ryan Reynolds), en manos de un siniestro asesino que escuda a un pirata cibernético. Razón por la cual, un jefe de la agencia (Gary Oldman) decide seguir adelante con un procedimiento descartado anteriormente, y que creó un viejo científico (Tommy Lee Jones), para poder recuperar los últimos recuerdos del fallecido, e implantárselos a otra persona, y así detener la amenaza del “anonymus” (Jordi Mollá). Ese “otro” al que deciden implementarle los recuerdos (cualquier similitud con la reciente “Inmortal”, también con Reynolds) no es nada más ni nada menos que una máquina de matar llamada Jerico (Costner), recientemente puesto tras las rejas y ubicado en una de las cárceles de mayor seguridad que conozca el hombre. Cuando se decide que la mente de Jerico será la ideal para implantar los recuerdos, una compleja trama comenzará a avanzar a lugares insospechados en los que la venganza del propio malhechor, más la memoria puesta en él, configurarán el material ideal para que la narración avance. Si bien el guión trata de construir un verosímil a fuerza de lugares comunes y estereotipos que potencian la acción, adrenalina, dinamismo y efecto necesario, algunos puntos sueltos, como los relacionados al acercamiento de Jerico a la ex mujer del agente Pope (Reynolds), terminan por disolver la propuesta. Kevin Costner aprovecha al máximo el juego que le proponen, regalando una creíble y contundente actuación como el renegado que se doblega ante las exigencias de la ley y que, en el fondo, sabe que deberá lidiar con otras cuestiones que no hacen al filme en sí mismo. Siguiendo la línea que abrió hace años Neeson para refundar su carrera, Costner sabe bien que en el último tiempo a fuerza de patada y pelea se está haciendo nuevamente un lugar en el cine, espacio que en la década del noventa del siglo pasado supo conquistar y apropiarse, pero que luego, con algunos bleffs comerciales como “Waterworld” o la imperfecta, vaya paradoja “Un mundo perfecto”, terminaron por sacarlo del éxito que supo tener. Pero Costner está de vuelta, y Jerico, le posibilita, más allá de la ridícula situación inicial disparadora de la trama, consolidarse como actor de género y volver a las grandes ligas. En un momento de “Mente Implacable” su personaje dice “soy el último vaquero de la ciudad”, y le creemos, porque en esa frase pensada por los guionistas, sabemos que hay una verdad irrefutable e ineludible, una afirmación que le permite trascender un producto correcto, dirigido con sobriedad y también con algunos recursos estéticos interesantes, pero que no deja de caer en algunos errores que le resta fuerza a la propuesta general.
Algo cambió dentro del cine de acción con la llegada del nuevo Siglo. Luego de un período corto en el que este género no fue muy bien recibido, llegaron las películas que asocian la acción explosiva a un aspecto juvenil y alineado; como si pudiesen ser modelos publicitarios part time y salvar el día a las piñas y tiros en sus ratos libres. Quizás sea la interrupción de la franquicia Los Indestructibles, quizás sea ese inesperado giro que pegó Liam Neeson en su carrera con Búsqueda Implacable, quizás no responda a nada de esto; pero Mente Implacable es una película que viene a poner las cosas en su lugar. Kevin Costner es de esos actores que tuvieron un temprano cuarto de hora, luego el destino le dio un revés, comenzó a ser vapuleado, y el tiempo lo reivindico como un ser de culto. Actor, guionista y director, el hombre tiene talento de sobra en los tres rubros, no acepto una discusión en contrario sobre esto, y también ha demostrado poseer una gran capacidad para auto parodiarse. En Mente Implacable Kevin es la estrella; lo lamento por quienes tenían la esperanza de ver a Ryan “Deadpool” Reynolds desplegar sus músculos otra vez. El director Ariel Vromen (The Iceman, Dánica, RX) y los guionistas Douglas Cook y David Weisberg idearon un film en donde los post cincuenta son los reyes. La historia comienza de la mano de Bill Pope (Reynolds) un agente de la C.I.A. tras la caza de un peligroso terrorista (Jordi Mollà). Pope es capturado, torturado y asesinado casi a punto de finalizar su misión. El jefe de la agencia Quaker Wells (Gary Oldman, a los gritos como siempre) no quiere/no puede darse por vencido y es así como se contacta con el médico neurólogo de investigación Dr. Franks (Tommy Lee Jones, que con los años va perdiendo las pocas muecas que siempre tuvo) para que le ofrezca una solución. Franks se encuentra en fase de desarrollo y prueba en animales de un experimento que permite transplantar la memoria de un cerebro aún activo dentro de un cerebro ajeno con similares características neuronales. El cerebro de Pope aún se mantiene mínimamente activo, pero hay un problema, el único que parece responder a sus características es un peligroso asesino llamada Jericho Stewart (Costner). Lo que sigue es el éxito del experimento, Jericho se siente perturbado por los recuerdos ajenos y se revela frente a quienes lo sometieron… pero también quiere impedir el tremendo plan del terrorista y sus secuaces. A Costner le alcanza con su primera aparición (en realidad la segunda contando una pequeña introducción pre-créditos) para meternos a todos en su bolsillo. Su interpretación de Jericho oscila entre esos gestos adustos y de pocos amigos que lo caracterizan, y una rabia descontrolada que puede ser entendida (y lo es) como sobreactuación, pero que calzan justo con el personaje. Jericho es un anti-héroe, con sangre fría, que casi prescinde de las armas de fuego en pos de cualquier elemento que se cruce en su camino, pero que también tiene sentimientos aunque quizás sean ajenos, o no, lo descubriremos. El resto del elenco, numeroso e importante, acompaña correctamente. Tenemos al Gary Oldman que queremos, ese que no conoce los gestos mínimos y la voz modulada. Tommy Lee Jones es quien más viejo se nota pero aún tiene cuerda para darnos un personaje fuera de la acción pero rebozante de carisma. Gal Gadot, como la viuda de Pope y dama en peligro para Jericho no cuenta con el suficiente tiempo en pantalla, pero convence en sus intervenciones. Párrafo aparte para la banda de villanos, de manual, de esos con planes y líneas de diálogos de malevolencia pura, que tantos nos gustan. Vroman (con una filmografía más que interesante que deberían revisar en su totalidad) se muestra competente para mantener un ritmo frenético permanente pero que jamás penetra en lo convulsivo. Todo se entiende, todo se disfruta. Tampoco hay necesidad de grandes escenas ampulosas ni desempeños físicos imposibles en brilloso slow motion, todo está en su justa medida para que el espectáculo sea saboreado. El guión de Cook y Weisber (dúo detrás de La Roca y Doble Traición) renuncia a la lógica y formalidad. El elemento de ciencia ficción sirve para introducir los personajes en la historia, a partir de ahí todo es terreno del suspenso y la acción en donde las coincidencia y los infortunios lejos de criticarse son celebrados. Los diálogos son aceitados, rápidos y más de uno para el recuerdo. Todo se desarrolla sin importar si es posible o no, es ficción y bienvenido sea que no se tomen en serio. Costner no es Stallone, Schwarzenegger, ni menos Van Damme, pero recupera a su modo el estilo del macho puro, que aún entrado en años, es capaz de cargarse unos cuantos villanos a la vez, sin correr, sin transpirar y volviendo a la noche a casa con el vinito para la cena. Los modelitos no hacen eso.
Con los méritos del buen cine clase B. Como en el fútbol, al cine clase B se lo suele emparentar con el descenso, con la baja calidad, como si esa B significara que una película que no integra la lista de favoritas de Hollywood en términos de producción y promoción también estuviera por debajo, necesariamente, de los estándares de calidad cinematográfica o narrativa. Es cierto que este tipo de cine, justamente por no estar sometido a la presión de tener que responder a la confianza desmedida de los productores, suele permitirse el lujo de tomar los caminos menos “nobles” de lo extravagante, lo absurdo o incluso lo ridículo. Pero eso no significa que los resultados no puedan ser tanto o más honrosos que los de aquellos casos que cuentan con el apoyo absoluto de la industria, muchas veces maniatados por su apego a las improbables fórmulas del éxito. En cambio otros como Mente implacable –tal el berretísimo título local de Criminal, de Ariel Vromen–, a veces resultan una opción más atractiva justamente porque tienen menos que perder y no le temen a la posibilidad de no dar la talla, de fracasar y hasta convertirse en parodias de sí mismas. Ya de por sí los policiales atravesados por una vena fantástica o por una arteria de ciencia ficción están a un paso de desbarrancar en ese tipo de abismos. Sobre esa cornisa hace equilibrio Mente implacable y aunque a veces queda colgando en el vacío, nunca se cae. O sí, pero para cuando eso ocurre ya se ha disfrutado de lo mejor. ¿Que la historia no es nada original? No, tampoco tiene ese mérito. Pero lo tiene a Kevin Costner que, liberado de la falsa corona que le calzaron en Hollywood hasta mediados de los ‘90, ahora puede permitirse hacer lo que se le antoja. Justamente por eso, por hacer lo que se le antojó en la excesivamente maltratada Waterworld (1995), fue que se quedó sin la corona a costa de mantener la dignidad. Si no fuera por la presencia de Costner, por ese carisma que no le han podido quitar, tal vez Mente implacable no valdría la pena. Si no fuera él quien cargara con la responsabilidad de interpretar a ese sociópata al que le implantan la memoria de un espía moribundo para poder atrapar a un anarquista que amenaza con hacer volar el mundo, seguramente el film perdería buena parte de su atractivo. Todo un mérito si se tiene en cuenta que el reparto es generoso en estrellas de todas las edades, incluyendo a una leyenda como Tommy Lee Jones, un hábil todoterreno como Gary Oldman, Ryan Reynolds como galán joven y Jordi Mollá, que le vuelve sacar punta a su personaje de psicótico. Acción, humor, una trama un poco loca, momentos emotivos que en otras manos hubieran resultado involuntariamente cómicos: casi todo funciona bien con Costner, incluso cuando no siempre las cosas sean del todo verosímiles. No importa: Mente implacable hace realidad la fantasía de tener 12 años otra vez y de estar mirando una de Sábados de Superacción. Eso logra el buen cine clase B.
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En la actualidad la productora Millenium Films es la gran heredera de lo que fue en los ´80 la compañía Cannon, fundada por Menahem Golam y Yoram Globus. De hecho, el presidente de esta empresa, Avi Lerner, fue el responsable de algunos clásicos de Cannon como Allan Quatermain y la ciudad perdida del oro (1986) y El Guerrero americano 2 (1987). Con la productora Millenium Lerner en los últimos años desarrolló, entre otras propuestas de acción, la saga Expendables, la última entrega de Rambo y los filmes de ninjas con Scott Adkins. A lo que voy con esto es que cuando te sentás a ver una propuesta de esta productora, que suele enfocarse en el género de acción, ya sabés que no vas a ver una película que se va a debatir en las universidades. Por consiguiente, analizarla como si fuera un documental de Michael Moore es una tontería que deriva en análisis exagerados. En Estados Unidos esta película fue destruida por la prensa local y la verdad que está muy lejos de ser tan terrible como anunciaban los críticos. Criminal es una historia que le queda chica al reparto reunido, que incluye grandes actores como Kevin Costner, Gary Oldman y Tommy Lee Jones, pero eso no significa que el film sea malo. La película fue dirigida por el cineasta israelí Ariel Vromen, quien hace poco estrenó The Iceman, la biografía del asesino a sueldo Richard Kuklinski, que llegó a los cines locales. En este caso construyó un thriller de acción que se alimenta de la mitología de Frankenstein con un tratamiento moderno. Un detalle que está representado en personaje de Costner, quien es la figura más destacada de esta película. Afortunadamente el director Vromen ofrece secuencias de acción decente sin la necesidad de abusar de los efectos digitales que es uno de los males que afecta a este género en estos días. Criminal no es precisamente una película imperdible pero brinda un buen entretenimiento que se disfruta si uno acepta la propuesta sin muchas exigencias.
"Mente implacable" es para los amantes del cine con memoria de corto plazo: así como la ves, te la olvidás. [Escuchá la crítica completa].
Cerebro de Reynolds no encuentra paz En una película del año pasado Ben Kingsley moría y le dejaba el cerebro a Ryan Reynolds. Ahora en "Mente implacable" es Reynolds el que le deja sus neuronas a Kevin Costner, aunque a favor de este delirante thriller de acción y ciencia ficción hay que reconocer que las circunstancias son diferentes. Reynolds es un agente de la CIA que está tratando de detener a un hacker que puede controlar todos los misiles de la OTAN. Cuando muere en medio de un tiroteo, su jefe, Gary Oldman, llama al científico Tommy Lee Jones, que desarrolló un trasplante de neuronas experimental para que avance ipso facto hacia el nivel humano. Lamentablemente, el único candidato para receptor de las neuronas -y por lo tanto, la memoria- de Ryan Reynolds es un criminal ultraviolento preso en una cárcel de máxima seguridad que interpreta Kevin Costner. Por supuesto, el terrible Jericho -así se llama el personaje de Costner- se escapa de sus captores de la CIA para hacer desastres de todo tipo y calibre, sólo que a medida que el transplante se afianza va recordando cosas, y más aún, asimilando las emociones del personaje de Reynolds, que era un buen muchacho decidido a salvar el mundo. La premisa de "Mente implacable" permite una rara mezcla de superacción con fantasía y absurdos toques humanistas que, no por totalmente ridículos, dejan de ser bastante entretenidos. La película consigue también que dos actores como Tommy Lee Jones y Kevin Costner hagan personajes a contrapelo de sus habituales physiques du rol. Costner consigue volver convincente su delincuente troglodita que se va humanizando paulatinamente, y sin duda éste es uno de los atractivos de un film que, por otro lado, ofrece un par de excelentes escenas de acción, bien filmadas y en algún caso con una espectacularidad sorprendente.
Mente Implacable nos presenta un argumento muy original: las memorias y habilidades de un agente muerto de la CIA le son implantadas a un convicto peligroso e impredecible. Mitad thriller de acción, mitad cinta de ciencia ficción, con referencias a clásicos como Dr. Jeckyll y Mr. Hyde, y filmes modernos como Contracara, la película está filmada con gran pericia por Aril Vrones, plagada de escenas de alto impacto, suspenso y hasta cierto humor negro. Kevin Costner en el papel principal retoma la senda de sus mejores trabajos, y lo hace acompañado de un elenco de ensueños: Gary Oldman, Gal Gadot, Tommy Lee Jones y Ryan Reynolds. Con cierto tono cercano a las películas de acción ochentosas, es esta una noble muestra de cine 100% pochoclero, montado de manera vertiginosa, resulta directo, entretenido y osado.
Dr. Jeckyll y Mr. Hyde Bill Pope (Ryan Reynolds) es uno de los mejores agentes de la CIA. Se encuentra en una importante misión en la que debe detener a un peligroso terrorista llamado Xavier Heimdahl (Jordi Mollá) quien trabaja en un software que podrá controlar el armamento más poderoso del mundo desarrollado por un hacker conocido como El Holandés (Michael Pitt). Pero Pope es atrapado y luego de ser torturado, muere. El director de la CIA, Quaker Wells (Gary Oldman), decide continuar con la investigación y llama al Dr. Franks (Tommy Lee Jones), quien resulta ser un neurólogo que está desarrollando un ambicioso proyecto que consiste en trasplantar la memoria de un cerebro aún activo dentro de un cerebro ajeno con similares características. El problema es que el sujeto con las condiciones necesarias para llevarlo a cabo es el asesino Jericho Stewart (Kevin Costner), quien pasó la mitad de su vida en la cárcel. Nueva época del cine de acción donde trae a los héroes más inesperados, a partir del envión que dio Liam Nesson con Búsqueda Implacable (Taken, 2008) y sus secuelas, ahora Kevin Costner es en Mente implacable quien se pone a patear traseros. También pasó por esta faceta en 3 días para matar (3 Days for Kill, 2014). Costner está muy lejos de Jason Statham y es consciente de sus limitaciones, pero está muy bien. El guion escrito por Douglas Cook y David Weisberg tiene un acierto fundamental, y es el hecho de no tomárselo nunca en serio: la película es lo que se ve, no hay subtextos solemnes ni críticas al sistema, entretiene y punto. Los diálogos y algunos personajes son bastante cliché pero no son un gran problema dentro del contexto. El elenco formado por varios actores reconocidos se centra en Kevin Costner que es lo mejor de la película, mientras que Gary Oldman, Tommy Lee Jones y Gal Gadot, como la mujer del agente muerto, son los que mejor acompañan. Dirigida por Ariel Vromen, quien también estuvo detrás de cámaras en la interesante The Iceman (2012), Mente implacable es un película correcta, que entretiene y si ella misma no se toma en serio, ¿por qué habría de hacerlo el espectador?
Disparatado e incongruente Un complejísimo éxito quirúrgico (un completo trasplante de memoria de un cerebro a otro resuelto casi tan fácilmente como una operación de amígdalas) es indispensable para que la rebuscadísima intriga de Mente implacable pueda desarrollarse. Pero ya se sabe que la CIA todo lo puede, incluso recuperar los secretos que uno de sus agentes, sin proponérselo, se ha llevado a la tumba, y que el espectador puede tener tanta buena voluntad como para tomar en serio ésa y otras "originalidades" que a esta altura tienen más de atrevimiento que de novedad. También se sabe que hay directores que con sus incoherencias (¿o serán distracciones?) son capaces de ir añadiendo a lo largo de cerca de dos horas de proyección nuevas incongruencias, algunas tan artificiosas o disparatadas que, en lugar de acentuar la tensión o el suspenso que haría presumir un caso relativamente vinculado con la ficción científica, producen risas involuntarias. Que todo esto suceda en un film con un elenco tan cotizado como éste que encabezan Kevin Costner, Gary Oldman, Tommy Lee Jones y Ryan Reynolds resulta tan inexplicable como la propia historia si es que puede llamársele historia a esta interminable y confusa suma de equívocos que escribieron Douglas Cook y David Weisberg y que Ariel Vromen empeoró a fuerza de querer convertirla en un film de acción, para lo cual ayudan, por ejemplo, la presencia de un hacker conocido como "el Holandés" y una enorme suma de dinero proveniente del pago de un rescate. En realidad, el mayor (tal vez el único) enigma que propone la película se refiere al motivo por el cual el notable elenco aceptó comprometerse con este olvidable producto.
El director Vromen (“The Iceman” -“El hombre de hielo”) sabe mezclar bien el thriller, la ciencia ficción y la acción y esto puede convencer a los espectadores para que la elijan. Tiene un muy buen elenco y cada uno de ellos componen muy bien sus personajes: Gary Oldman, Ryan Reynolds, Tommy Lee Jones y Kevin Costner (sobrevive a todo). Además se encuentra el actor Ryan Reynolds quien tiene solo una pequeña participación. Lo que sigue es bastante adrenalina, violencia, escenas gore, disparos, peleas brutales, golpes, secuestros, explosiones, algunas escenas de sexo y diálogos fuertes. No le da respiro a los espectadores y su metraje te pasa rápidamente. Cumple con el género y entretiene.
LA MENTE ES DEL OTRO Lejos quedaron los tiempos en los que una idea o un guión exitoso merecían una remake luego de diez años -como mínimo- de estrenada su versión original. Detrás llegaron las películas de similar premisa con estreno simultáneo o en el mismo año como ocurriera con Furia en la montaña y Volcano (1997), Impacto profundo y Armageddon (1998), o las más recientes Capitán América: guerra civil y Batman Vs Superman (2016). Y tal parece que en la actualidad la moda pasa por ir reciclando los guiones en base a los de producciones muy recientes, utilizar los mismos actores en papeles que son casi el calco de los que interpretaran meses atrás y así lograr, quizás de rebote, una recaudación similar a la del producto original. Tal es el caso de Mente implacable que resulta un mix con los mismos ingredientes y muy pocos aditivos de la reciente Inmortal, en la que Ben Kingsley ocupaba el cuerpo de Ryan Reynolds sin permiso y 3 días para morir, en la que el agente mercenario interpretado por Kevin Costner tenía un tiempo muy breve para cumplir una última misión que implicaba asesinar blancos asignados, salvar su vida y recuperar a su familia. Incluso esta última también se parece demasiado a la reciente Term life en la que un ladrón (Vince Vaughn) se ve forzado a ser padre en medio de tiroteos y peleas con la misma actriz en ese mismo rol que en la antes mencionada (Hailee Steinfeld). Evidentemente el juego de los seis grados de separación en el cine de Hollywood se da con mucho menos recorrido y a prueba de los espectadores más desmemoriados. Yendo en concreto a Mente implacable, entonces, ya sabemos a grandes rasgos con qué nos encontraremos. En principio con el agente especial del FBI Bill Pope (Reynolds) que es el único que sabe el paradero de un hacker con información trascendental de seguridad nacional. Cuando es asesinado a los pocos minutos de iniciada la película, su jefe (un Gary Oldman desbordado) decide probar un experimento por el cual un peligroso asesino convicto con cierta predisposición física (Costner) puede recibir los recuerdos del agente muerto y recuperar la información que necesitan. Por supuesto que todo se les irá de las manos y el asesino, ahora con habilidades y conocimiento de un agente entrenado, estará libre y con su sola conciencia -o falta de la misma- para resolver qué quiere hacer con su vida y con las de quienes se interpongan en su camino. Para ello contará con la ayuda del científico creador del experimento (un sobrio Tommy Lee Jones) y de la viuda del agente (la sólida Gal Gadot) que reconocerá en él a su esposo fallecido a pesar de su nuevo envase. Es evidente la intención de querer consolidar a Kevin Costner como al nuevo héroe de acción maduro que tan en boga están desde que el sesentón Liam Neeson comenzara a rescatar a su hija a los tiros con más virulencia que Nazarena Vélez denunciando los peligros a los que están sometidos los suyos en TV. Pero esto no le quita mérito a un entretenido film de acción que no sólo reúne a grandes figuras sino que recrea cada situación más que clásica en este tipo de historias y logra quitarlas del cliché. Gal Gadot vuelve a estar fresca y creíble en ese pequeño personaje que le toca y hasta Alice Eve, cuyos músculos faciales suelen estar paralizados, puede darle algo de emotividad a su participación. Jordi Mollá también repite personaje convirtiéndose en un tipo de villano que debiera tener el mismo nombre en cada película en la que lo encarna para darle cierta mística a su estereotipada aparición. Y también está Ryan Reynolds cuyo papel es prácticamente un cameo y hasta precario homenaje al que hiciese en Inmortal. Sobrevuela el deseo del realizador de no ahondar tanto en el terreno de la ciencia ficción y así no dejar afuera al espectador que busca el policial de acción crudo y sin más fantasías que la de la pirotecnia desmedida (de la que tampoco hay en exceso). Llegado el caso esta nueva versión de Jericho Stewart con recuerdos implantados de Pope que compone Costner también podría ser un viejo contacto/amigo/informante del agente que ha recibido el simple legado de proteger a la familia del difunto -y el combo de información que esto incluiría- y no habría demasiado que reclamar, la excusa tecnológica es más que digerible. En resumen, nada nuevo aparece en esta Mente implacable pero tampoco se lo anhela. Si se practica el ejercicio de adivinar qué vendrá luego de cada escena se podrá comprobar la cantidad de historias del estilo que hemos visto y así y todo esto no le quita cierto disfrute culposo. Porque si cuesta evitar querer ver películas de acción tan remanidas como ésta, no sos vos ni soy yo; es él, que decidió ser otro por un rato para que disfrutemos sin cuestionamientos de ninguna clase.
Memorias de un asesino Mente implacable es una película que combina acción y ciencia ficción para contar la historia de un condenado a muerte que tiene otra oportunidad. "Si me lastimas, yo te lastimo más”. La primera frase de Mente implacable condensa el espíritu y la filosofía del cine norteamericano de acción, en el que siempre está la doble apuesta, el ir por más, el ser más violento, la venganza como única posibilidad. Es en esta tradición en la que la película de Ariel Vromen se hace fuerte. El máximo acierto del filme, protagonizado por Kevin Costner y con un elenco de estrellas consagradas (Gary Oldman, Tommy Lee Jones y Ryan Reynolds), es esa fusión de tradiciones y géneros que tan bien les sale a los norteamericanos, dando como resultado una especie de ciencia ficción de acción (Terminator, Misión imposible, Búsqueda implacable). El cine de acción tiene que ser una fiesta y no tiene que tomarse tan en serio (aunque se tiene que hacer con seriedad) y la sangre debe chisporrotear hasta la platea y las explosiones deben ser estruendosas y la balacera debe ser vibrante y las persecuciones en auto deben ser vertiginosas aunque duren poco. Mente implacable no sólo cumple con los requisitos sino que, además, pega duro sin vacilar. La cámara de Vromen se centra en la acción y los movimientos de los personajes cuando lo tiene que hacer, y da paso a la violencia más extrema en el momento justo. Tampoco escatima en esos lugares comunes necesarios para bajar un cambio (la incorporación de la mujer hermosa y la hija a las que hay que proteger por sobre todas las cosas). Jericho (Kevin Costner) es un criminal condenado a muerte, un inadaptado que desprecia a la humanidad. La CIA lo somete a un experimento, le trasplantan la memoria de uno de sus agentes recién fallecidos para una misión. Debe atrapar a un hacker (Michael Pitt) que tiene una clave para activar unas armas nucleares. El problema es que el verdadero malo de la película, “el anarquista”, lo quiere encontrar primero. En la cabeza de Jericho empiezan a convivir dos memorias, la de Bill (Ryan Reynolds) y la de él. Es una lucha de recuerdos y personalidades constante. Jericho comienza a hacer la rutina de Bill, hasta que va a la casa de su esposa. Sí, las actuaciones son un tanto melosas pero respetan la convención del momento cursi (si fueran creíbles desentonarían con la propuesta general). El giro de la película tiene que ser necesariamente conservador, para que el círculo sea perfecto. Jericho empieza a sentir como Bill. No pretende ser un héroe, y adentro suyo sabe que lo más importante es el corazón de una chica.
Mente propia, sentimiento ajenos Desde que Liam Neeson sorprendió a propios y extraños con su interpretación de Bryan Mills en la saga Taken, los héroes de acción tardíos se han vuelto tan populares como redituables. Actores de la talla de Sean Penn en The Gunman o Denzel Washington en El Justiciero, han sabido cargarse a ejércitos enteros, incluso en ocasiones simplemente a puñetazo limpio o con armas improvisadas. Kevin Costner ya había formado parte de este selecto grupo de estrellas maduras que, gracias a sus años de experiencia, se vuelven asesinos implacables (aparentemente una palabra obligada en títulos de esta índole). Lo hizo con su participación en la fallida 3 Días para Matar, film que como la mayoría de este ¿sub-género? salió de la mente de Luc Besson. Si nos dejamos guiar por el avance y el nombre que eligió la distribuidora para su estreno en Argentina, Mente Implacable (Criminal en su idioma original) podría ser uno más en esta creciente lista de películas. Pero sería un error creer eso. Bajo la dirección de Ariel Vromen (The Iceman), Mente Implacable termina siendo un entretenido thriller con buenas dosis de acción y espionaje y con un anti-héroe al frente que, en manos de Coster, resulta un personaje sumamente atractivo y original que no podría estar más alejado de los convencionalismos a los que nos venía acostumbrando el género. Cuando conocemos a Jericho no hay ni una pizca de nobleza en él. Es un criminal condenado que, debido a un fuerte golpe en la cabeza cuando era un infante, creció sin la capacidad de reconocer emociones básicas como el odio, el amor o la compasión. Esto lo vuelve el candidato perfecto para probar una nueva técnica médica desarrollada por el Dr. Franks, que permite el traspaso de recuerdos de una mente a otra. Cuando el agente Bill Pope es asesinado cumpliendo su deber y deja este mundo con un valiosa información en su cerebro, el gobierno obliga a Franks a probar su técnica por primera vez en un ser humano y así, Jericho termina con los recuerdos de Pope en su cabeza. Pero al estar todavía en una etapa experimental, nadie sabe bien como funciona todo esto. En un principio la operación parece haber sido un fracaso, y mientras Jericho es transportado de nuevo a prisión logra escapar y se vuelve un peligroso fugitivo. Su motivación será encontrar unos $10 millones de dólares que Pope había escondido y desaparecer para siempre, pero pronto se verá peleando contra dos bandos opuestos que quieren la información alojada en su cabeza, y también contra su propia voluntad. Poco a poco los recuerdos de Pope comienzan a salir a flote, y no sólo los que guardan el secreto para prevenir el fin de la civilización tal como la conocemos, sino también todos los que involucran a su esposa e hija. Recuerdos que despiertan en Jericho sentimientos que nunca antes había experimentado y lo harán ir en rescate de una familia que nunca tuvo en primer lugar. Mente Implacable es una película que funciona para el lucimiento de su actor principal. El de Jericho es un papel que se parece a ningún otro en la carrera de Kevin Costner. Es un anti-héroe que, en un primer momento, no busca más que la satisfacción personal. No hay hija secuestrada ni le importa los planes del villano de turno para destruir al mundo, sólo quiere un dinero que ni siquiera le corresponde. Y hasta que la conciencia de Pope empieza a hacer de las suyas, irá por la vida rompiendo códigos sociales y los huesos de cuanto inocente tenga la mala suerte de cruzarse en su camino. De esta manera es Costner quien tiene el personaje más atractivo y el único con un mínimo de complejidad y desarrollo. Si bien es algo que a primera vista podría resultar un problema, Vromen sabiamente decide nunca centrarse en otros personajes más que lo justo y necesario. Obviamente ayuda -y mucho- que los personajes secundarios estén a cargo de actores como Gary Oldman, Tommy Lee Jones, Ryan Reynolds y hasta la Wonder Woman Gal Gadot, quienes le aportan algo de peso a papeles unidimensionales que no son más que peones en el juego de Jericho. Conclusión Más un thriller de espionaje internacional que un film de acción, Mente Implacable es principalmente un claro recordatorio de por qué Kevin Costner solía ser una de las estrellas más importantes de Hollywood durante los 80 y 90. Si bien no se aleja demasiado de otras propuestas similares, hace mérito suficiente con su colección de talentosos intérpretes en su elenco secundario y presentando un anti-héroe atractivo e interesante, aplicándole así una vuelta de tuerca original, a una fórmula sobreexplotada en los últimos años.
Lo mejor de esta película en la que los recuerdos de un agente de la CIA se implantan en un condenado a muerte para que pueda llevar adelante una misión es el elenco, que incluye a tres tipos a los que siempre es un placer mirar en la pantalla: Gary Oldman, Tommy Lee Jones y Kevin Costner. Sí, bueno, también está Ryan Reynolds. La trama un poco enrevesada no es una molestia y el placer de la aventura aparece de a ratos de manera noble. Difícil aburrirse con algo así.
Esta producción se adscribe directamente en ese subgénero de las Buddy Movies, instalado ya desde la década del ’50, cuando Jerry Lewis y Dean Martin compartían cartel y argumento, siendo su principal característica la relación establecida entre los dos hombres dejando a un lugar secundario la relación con alguna mujer. Si bien todo esto aparece en la película que nos convoca, también existe en ella la posibilidad de verse como una relectura de la clásica novela de Robert Stevenson “Dr. Jekyll y Mr. Hyde”, pues este es el principal artilugio presentado y la razón de la progresión dramática del filme, de hecho hay una clara referencia a la novela citada. Esta intertextualidad, como para darle un nombre, así impuesta, cuenta con el beneficio de parecer no tener un límite de agotamiento, bien realizada, se presenta como atravesada por cualquier relato bien contado En apertura aclarar que el engaño al que quieren implicar al espectador desde un principio da por tierra con el verosímil implantado. Abre con una imagen de nuestro protagonista, o de uno de ellos al menos, Jericho Stewart (Kevin Costner) que es encontrado parado en una playa, su pensamiento es escuchado e instalado como una voz “se metieron con mi mente, pensaron que sabían que iba a decir, pero se equivocaron”. A partir de ese momento, recurriendo a un gran flash back, volvemos al principio de la historia que nos quieren contar, Bill Pope (Ryan Reynolds) un agente secreto de la C.I.A. es perseguido por Xavier (Jordi Mollá), un “anarquista” español, termina siendo asesinado por el malo por antonomasia de origen europeo. (Aclaración necesaria, los yankees nunca comprenderán que es un anarquista, para ellos es sólo un loco que quiere romper con el orden establecido para obtener todo el poder) Muerto Bill Pope, sin develar el secreto, su jefe inmediato superior Quaker Wells (Gary Oldman) recurre a un antiguo colaborador de la agencia, el Dr. Franks (Tommy Lee Jones), quien ha estado experimentando con la transferencia de memoria. Por una de esas cuestiones explicadas científicamente, con menor rigor científico que la presencia de Jan Stroop (Michael Pitt) en la película, sólo Jericho, un convicto, asesino despiadado, con menos moral y empatia que Anton Chigurth, está preparado para poder trasplantársele la memoria del fallecido Pope. Lo que el bueno del Dr. Franks no tuvo en cuenta, ya que todas las pruebas de laboratorio se hicieron en ratas, es que junto con la memoria intelectiva se le transfiere la memoria emotiva y cultural, incluyendo a Jill (Gal Gadot) y Emma (Lara Decaro), esposa e hija respectivamente del bueno de Pope. Es aquí donde la lucha interior se le presenta a Jericho. En realidad esto que debería haber sido un simple preámbulo es sólo la excusa para luego instalarnos en un clásico filme de acción muy bien contado, con un montaje acorde al género y con claras referencias a obras como “Cara a cara” (1997) o “Deja vu” (2006), entre otras. Todo sostenido por las actuaciones, un muy buen trabajo de Kevin Costner, dualidad de sentimientos, manejo corporal y recursos histriónicos no muy comunes en sus performances anteriores, acompañado por dos grandes actores como Tommy Lee Jones y Gary Oldman, También se lucen Ryan Reynolds, quien se gano mis respetos desde su protagónico en “Entrerrado” (2010), y Gal Gadot. En síntesis, una cinta entretenida, con algunos minutos de más, no demasiados, con cierta vuelta de tuerca bien ajustada, que cumple con lo que promete. Un último punto que me llamo la atención es el nombre de los personajes; Jericho me recuerda a las murallas de la biblia que se derrumbaron por las trompetas de Josué; Pope se traduce como el Papa ¿La cercanía a Dios? ¿El conocimiento de la verdad?; Quaker Wells, ¿la imagen de la cajita de cereal, una referencia a Orson o a la empresa Fargo? (Por la plata baila el mono?); Por ultimo y más significativo, el Dr. Franks, el único que no tiene nombre, sólo apellido, ¿no le hace referencia al personaje creado por Mary Shelley “Frankenstein’? O como dice mi colega Iván, estoy gastando pólvora en chimangos.
Volvió el cine de acción En "Mente implacable", las memorias y habilidades de un agente muerto de la CIA le son implantadas a un convicto peligroso e impredecible. Es de las mejores opciones para ver en cartelera gracias al vértigo impreso en las tomas. Entre tanto filme rebuscado, que busca identidad en donde no debe -cuestiones de género y degeneración- y proyecto ambicioso sin profundidad, de vez en cuando surgen películas que no intentan cambiar el mundo, que no se atan a la búsqueda inconsciente de la trascendencia y que, sin el esfuerzo por ser originales, son únicas de todas maneras. Por ello, el estreno de “Mente implacable” nos recuerda a aquellos filmes de la década del ‘90 que rebalsan de acción y te hacen pasar un muy buen momento y nos dejan un personaje que seguramente recordaremos. Por qué es hay que verla En este caso, Kevin Costner será un mal héroe pero heroico al fin, que comenzará como un criminal y se transformará en una vital herramienta para mantener la paz mundial. Jericho (Costner) no discierne entre el bien y el mal por lo que carece de sentimientos, debido a un golpe recibido en la niñez, pero que gracias a ello puede ser el único receptor posible de una parte del cerebro del agente de la Cía, Billy Pope (Ryan Reynolds), asesinado por no dar información que solo él conocía para fraguar los planes de un terrorista español. La cirugía, realizada por el Dr. Franks (Tommy Lee Jones), era un procedimiento experimental para recuperar la memoria del agente, y si bien el criminal sobrevive, al despertar le dice al jefe de Pope, Quaker Wells (Gary Oldman) que no recuerda nada. Sin embargo, tiene todos los conocimientos y habilidades del entrenado oficial y los utiliza para escapar. No pasará mucho tiempo para que todos se den cuenta de la mentira de Jericho y tanto los terroristas como la CIA lo busquen por todos lados. Con una inolvidable actuación de Costner, un elenco de grandes estrellas y un guión correctísimo en densidad de acción, humor y drama, “Mente implacable” es uno de los mejores filmes de 2016, y si bien no será publicitado como un gran “tanque”, es de las mejores opciones para ver en cartelera gracias al vértigo impreso en las tomas, grandes escenas de acción y verdadera noción de lo que debe ofrecer un largometraje de su género en sus 110 minutos de duración.
Revolución cerebral Con un argumento sólido y prometedor, "Mente Implacable" trae a la pantalla grande una historia de acción que fusiona elementos del cine de acción clásico con recursos del cine contemporáneo. Con Kevin Costner a la cabeza y un reparto de lujo en el que desfilan Ryan Reynolds, Gary Oldman y Tommy Lee Jones, el filme cuenta una historia intrigante propia de un thriller psicológico pero con escenas de acción que le aportan dinamismo de principio a fin. La trama se focaliza en Jericho (Costner), un convicto condenado en una prisión de máxima seguridad por su comportamiento violento contra toda la humanidad, pero tiene una característica particular en su cráneo para recibir un transplante de mente. Así, Jericho es elegido para recibir la mente de un agente de la CIA que falleció y dejó en la mitad su misión: detener a un terrorista cibernético que planea un ataque mortal. Una película de mucha acción, escenas de persecuciones interminables y con una cuota de comicidad que aporta Costner con sus frases rematadoras. El acierto del filme, que recuerda a otras del género, como "Robocop", es cómo logra entrelazar elementos de la ciencia ficción, la biotecnología y el drama en su máxima expresión.
“Mente implacable” (criminal) se estrena este jueves con un elenco de lujo y multiestelar. Kevin Costner es Jerico Stuart, un loco que se la pasó en prisión mas de la mitad de su vida, que no mide sus impulsos y no siente empatía por nadie. Sin embargo puede ser muy útil, por su perfil psiquiátrico, a la lucha contra el terrorismo de estado. Hay muchas películas que abordan el tema de los hackers que pueden tener el dominio del mundo a través del manejo de las armas nucleares, pero este film nos propone abordarlo desde otro lugar, con una mirada diferente. Esta cargado de mucha acción, con tiros y explosiones, y también hay lugar para el amor y la emoción. Impecables los trabajos de Gary Oldman como el jefe de la CIA y también el de Tomy Lee Jones como el “demente” doctor, que dedicó toda su vida al estudio de lo que podríamos llamar el implante de recuerdos. Si te gustan las películas de acción “Mente Implacable” es una muy buena opción, logra combinar lo mejor de varios otros films. Claro está, recomendada para ver en pantalla grande.
Nuestro Kevin favorito, el gran Costner, es en este thriller un psicópata con trauma cerebral, encerrado bajo siete llaves y liberado para un experimento: insertar en su cabeza la información sustancial que contenía la de un agente de la CÍA muerto. Claro que Costner no puede ser villano, como develará este disparatado film de acción a medias de espías y a medias ciencia ficción, bastante más violento de lo imaginable y con más clichés del género de lo recomendable. Aunque con grandes estrellas -Michael Pitt, Tommy Lee Jones, Ryan Reynolds, Gary Oldman, Gal Gadot-, si la película funciona a pesar del absurdo de su propuesta es gracias a la tremenda presencia de Costner, un actor clásico capaz de elevar al más común de los materiales.
Crítica emitida en Cartelera 1030-sábados de 20-22hs. Radio Del Plata AM 1030