Mujeres de armas tomar Por momentos “Tarantinesca” desde los diálogos, por otros cine bizarro completamente asumido, con un elenco afiatado y dúctil para la propuesta, encabezado por Mirta Wons, Florencia Benítez y Ana Devin, el segundo opus de Matías Szulanski no se pone otro límite que la propia idea de divertirse. La trama mezcla géneros, se fragmenta para ganar fluidez y desparrama violencia desde el primer minuto con un ritmo sostenido, que también abre el espacio al humor negro y a una serie de tópicos oscuros para presentar una galería de personajes también oscuros. El resultado de este convite, cóctel explosivo de ultra violencia, ironía, cinismo y algo de homenaje a Roger Corman -entre otras referencias cinéfilas- es aceptable en términos narrativos. La fragmentación del relato, separado por capítulos, construye su propia lógica que, al percibirse el mecanismo, marca la regresión como punto de partida. Al romperse esa linealidad y cronología, los acontecimientos encastran en un rompecabezas en el que los personajes ganan personalidad, presencia y protagonismo, siempre desde el lado femenino. No estamos frente a heroínas en un mundo machista, sino a mujeres de armas tomar, con un cambio de roles respecto al género porque aquí son los hombres los elementos decorativos o los pretextos para las acciones de estas mujeres. Tanto en el sexo como en la utilidad de los cuerpos, la ecuación de cosificación -generalmente vinculada con lo femenino- se produce a la inversa. Es cierto que por momentos el film muestra los trucos y ya no hay sorpresa posible, aunque el desenfreno, desparpajo y ludismo en cada escena se agradece. Como expresara su director Matías Szulanski: detras de Pendeja, payasa y gorda no hay otra intención que el espectador salga de la sala entretenido, movilizado y con ganas de ver más.
La segunda película del director Matías Szulanski (“Reemplazo Incompleto”) cuenta la historia de Natalia López, alias la Gorda, quien contrata a dos mujeres para conseguir unos riñones para poder realizarle un trasplante a su hermano. Pero todo se complicará en esta comedia sangrienta, cuando el destino les juegue una mala pasada. “Pendeja, payasa y gorda” es un film transgresor de esos que no se suelen ver con frecuencia en la cartelera argentina. Mezcla la violencia explícita y sangrienta, con tensión, comedia absurda y humor negro, donde en su corta hora y cuarto el espectador se verá envuelto en esta entretenida historia. Lo mejor que presenta la película es la manera en la que se cuenta la trama, es decir, a partir de distintos capítulos que no siguen un orden cronológico, sino que tienen su propia secuencia, mostrando una parte del relato que se centra en un personaje en particular. Tal vez al principio parezca un poco confuso, y el público se deba adaptar a esta distribución, pero a medida que se desarrolla el argumento, uno le va encontrando el sentido, y en el momento culminante todo cierra a la perfección. El espectador termina con una muy buena sensación de que todo tenía una razón de ser, y la forma que toma el relato hace que la historia tenga un impacto mucho mayor al que podría haber tenido si se contara conforme a cómo se fueron dando los hechos. Además, esto genera que no se le otorgue toda la información “masticada” al público, sino que se lo involucra en la trama a partir de la necesidad de una mayor atención. En cuanto a los recursos técnicos y estéticos, “Pendeja, payasa y gorda” utiliza los elementos justos y necesarios para la realización del film, es una cinta sencilla y que va al punto constantemente. Por otro lado, el elenco conformado por Mirta Wons, Florencia Benitez, Ana Devin, Germán Tripel y Andrés Gil, se encuentra muy bien cada uno en su rol, aportándole esa pizca de violencia o humor, o una combinación de ambos elementos. En síntesis, “Pendeja, payasa y gorda” funciona debido a la forma en la cual se cuenta su historia violenta y graciosa, que genera un fuerte impacto durante su resolución, haciendo sentir al espectador que la trama cobró un sentido particular.
Venganza absurda La segunda película de Matías Szulanski versa sobre la venganza con tintes de humor, bastante violencia y una característica que comparte con su antecesora: el absurdo. Pendeja, payasa y gorda (2017) comienza parafraseando a Confucio: “Si buscás venganza, cavá dos tumbas” y da paso a una chica preparando el terreno para un cadáver. Así, antes del minuto de metraje, inferimos que la trama girará en torno a revanchas personales que dejarán un reguero de cuerpos en el camino. La trama es así: la Gorda del título es Mirta Wons, una mafiosa que les encarga a la Pendeja (Ana de Vicentis) y a la Payasa (Florencia Benítez) conseguir un riñón para su hermano, un sicario que conoció mejores momentos y que no solo trabajó para su hermana sino también para Hernández (Claudia Schijman), enemiga jurada de la Gorda. Luego de su ópera prima, Reemplazo incompleto (2016), Matías Szulanski vuelve al ruedo con una estructura que remite directamente a Tiempos violentos (Pulp Fiction, 1994) y a Fargo (1996) o El gran Lebowski (The Big Lebowski, 1998) de los hermanos Coen por lo absurdo de algunas situaciones. Dividida en capítulos mediante intertítulos que sirven como guía, el relato partido irá tomando forma con el correr de los minutos. El nexo entre las historias que parecen individuales y que inexorablemente confluirán hacia el final en una sola es Martín, un drogón interpretado por Germán Tripel que trabaja para las dos mafiosas. De esta manera, Matías Szulanski desarrolla una historia de venganza con una buena dosis de situaciones absurdas. El peso del relato recae en las interpretaciones de Mirta Wons y Claudia Schijman, los dos personajes cuyo momento a solas resultará lo mejor de la película. Pendeja, payasa y gorda configura la búsqueda de una identidad por parte del director que comenzó con su experimental Reemplazo incompleto y que ahora se despacha con un film más asequible y digerible.
Pendeja, Payasa y Gorda: Tiempos Violentos. Finalmente llega el esperado opus ultra-violento del director Matías Szulanski y es todo lo que podés esperar y más. Natalia “La Gorda” López (Mirta Wons) contrata a dos chicas, Pendeja (Ana Devin) y Payasa (Flor Benítez) para que le consigan unos riñones para su hermano que está en las últimas. El trabajo es fácil: van a recoger un cadáver a la casa de Martín (Germán Tripel), le sacan los órganos y se los llevan a su empleadora. Todo podría ir muy bien, sin embargo, una serie de eventos desafortunados y un hecho que desencadena el entramado de historias secundarias, dan como resultado que tanto Pendeja (una chica de no muchas luces) y Payasa (una madre “luchona”, peronista y feminista a ultranza; que se cree con valores en una sociedad tan criminal como ella) se vean en una historia con ribetes mafiosos del que poco saben y de la cual son nada más que simples peones. "Para preparar la película tomé inspiración de Russ Meyer, Roger Corman, Charles Bukowski, Palito Ortega, Serge Gainsbourg, Joe Swanberg, Terry Richardson, los Ramones y todo el cocktail de los VHS y DVDs pirata con los que crecí en los ’90 y ‘00s y el vasto catálogo de cultura popular, bandas ignotas y películas increíbles que se encuentran en internet”, dice el director Matías Szulanski, y claro que vemos una mezcla hermosamente armónica de todo eso y más: el emponderamiento femenino y el “girl power” son la temática central de este film, en el que las mujeres toman la posta; pero no de una forma tan sana. Porque, digamos la verdad, en estos tiempos las mujeres deben tomar el poder contra el patriarcado con todas las armas que tengan; así sea de una forma que no sea la que más esperamos. Todo esto nos hace acordar, sí, a Faster, Pussycat! Kill!! Kill!! (1965), el clásico de culto de Russ Meyer donde un grupo de chicas son el peligro encarnado, y no solo para los hombres. Pero lo que más me llamó la atención de Pendeja, Payasa y Gorda, es la narración episódica; marca registrada de mis directores contemporáneos favoritos: Quentin Tarantino. Incluso la frase que aparece al comienzo del film nos remite directamente a Kill-Bill Vol. 1 (2003), pero si algo de “tarantinesco” tiene este opus, es sin lugar a dudas la violencia, los personajes de no tan claras intenciones, la música anacrónica pero pegadiza, los planos medios y contrapicados que tanto arte emanan en la cinta de QT por antonomasia: Tiempos Violentos (Pulp Fiction, 1994). Creo firmemente que con Pendeja, Payasa y Gorda, Matías Szulanski se la jugó y generó un producto audiovisual de una magnitud que solo el tiempo lo dirá; pero yo, aquí y ahora, me arriesgo sin miedo a perder, que será muy pronto un clásico de culto. ¡Y bien argentino, carajo!
Dentro de la cartelera local, los productos nacionales abundan en los circuitos no comerciales. Son esas películas a las que poca gente tiene en cuenta, con difusión casi a pulmón y si duran más de dos semanas en cartel es un logro absoluto. Ya no es culpa solamente de los tanques que provienen de afuera, sino de la amplia oferta que se superpone una y otra vez, usualmente siguiendo los mismos lineamientos aburridos de manual. Lo que hace que Pendeja, Payasa y Gorda, el segundo largometraje de Matías Szulanski, se destaque por encima de la media. En un ambiente árido y rebosante de propuestas similares, esta comedia bizarra se lleva las palmas por la osadía con la que cuenta su macabra y divertida historia. Quizás piensen que el título se refiere a una sola persona, pero en verdad son tres. La Pendeja (Ana Devin) es, claro, una joven intrépida, curiosa y temeraria, mientras que la Payasa (Flor Benítez) es una madre de tres hijos que reparte su tiempo entre trabajos tan diversos como stripper de salón, animadora de fiestas infantiles y el motivo que las une: conseguir un par de riñones para el moribundo hermano de la Gorda (Mirta Wons) y así reconciliar su distanciada relación. Desde los primeros minutos se sabe que dicho plan no saldrá para nada bien y con el correr del tiempo la película irá develando los motivos por los cuales este atraco criminal no resulta como ellas lo planean. Comenzando de manera brutal y terminando igual, Pendeja… le debe muchísimo al cine de Quentin Tarantino. Szulanski lo sabe y hasta homenajea en la manera en la que filma, escribe y edita. El ejemplo argentino más cercano que tenemos es el de Nicanor Loreti y su Diablo, o su reciente Kryptonita, donde el cine de género se ve reconfigurado con sabor local para obtener resultados magistrales. La trama cuenta con escenas bestiales, algunas por demás hilarantes, y los diálogos acompañan en cada segundo la locura que propone el director. El marco narrativo no es lineal y es tarea extra del espectador unir el macabro rompecabezas que les espera en los tímidos 75 minutos de insanía fílmica. No hay una protagonista absoluta, todas tienen su espacio de gloria, pero si hay que destacar a alguien es a la Gorda de Mirta Wons, que junto a la Hernández de Claudia Schijman tiene la mejor escena, algo que ocurre a minutos de comenzada la película. No quita que en el camino Devin y Benítez acumulen momentos histéricos, manejándose a través de la ciudad como si fuesen las dueñas de la calle. Pendeja, Payasa y Gorda es cine pulp en su máxima expresión, que demuestra una vez mas que saliendo de la zona de confort se pueden lograr pequeñas gemas, ahí donde el resto no arriesga.
El cine de Quentin Tarantino fue una influencia nefasta en muchos realizadores. Eso no quiere decir que no haya buenas películas tarantinescas (sin ir más lejos Rob Zombie logré eso en The devil’s rejects), pero en general tienden a ser las menos. Esto ocurre con Pendeja, payasa y gorda, cuyo homenaje al realizador americano es más que evidente; como una especie de Pulp Fiction del conurbano y peronista, “un Tarantino del tercer mundo”. Lo que falla en esta película de Matías Szulanski no es sólo lo forzado de todo lo que ocurre, esta situación border, exagerada, ridícula y que coquetea hasta con lo trash. Lo que falla es que pasados los primeros 20 minutos todo se vuelve indiferente. La historia, contada en fragmentos que van de adelante para atrás, bien canchero, aburre porque no hay por dónde sostenerla. Al no importar los dramas de los personajes tampoco importan ellos. Las escenas son simplonas y ridículas y nos hacen preguntarnos el por qué de esto. La respuesta es que acá lo que importa es lo cool, como alguien que vio las películas de Tarantino y quiso copiar sus diálogos. Pero evidentemente falta la dimensión política, la humanidad en los personajes, el humor hasta tierno y la inteligencia en la puesta de escena. En el film, los protagonistas son o desagradables o muy desagradables. Los diálogos explican cosas que podrían decir las imágenes, y en su afán de desagradar muchas de las acciones son incoherentes, porque si… Y no. No suma en nada, no molesta ni incomoda. Los actores dan lo mejor de sí, son convincentes en sus papeles, es algo innegable y junto a la banda sonora lo único salvable de una película que juega incluso con la conciencia social pero que suena más a un ‘’quiero quedar bien’’ que a una crítica feroz. Es esa autoconsciencia adolescente la que habla de lo limitado del director para con su material; de cómo trabaja literalmente con su guión. Sin ir más lejos, vean cómo muchas escenas son sólo un plano general con tal personaje hablando. Esa manera simplona de filmar, lejos de la inteligencia clase B es lo que hunde a esta película, la que la condena. Ha habido casos en que se logró con éxito esta fórmula… Para eso está el cine de Nicanor Loreti, responsable de Diablo (2011) y Kryptonita (2015), donde trabajaba sobre lo mismo, pero triunfando en lo que se proponía. Pendeja, payasa y gorda termina fracasando en ser una imitación del cine de Tarantino hecho en Argentina. Es una película que no atrapa con su historia, ni con sus personajes y que deja en la mente esa idea de que el cine norteamericano sigue siendo mejor y que habría que dejar de imitarlo, o al lo menos saber integrarlo, ya que bien usado puede dar una gran película como Relatos Salvajes y no esta payasada.
La diversión, el ritmo desenfrenado, los homenajes a las fuentes citadas por el director que van de Roger Corman a Palito Ortega, pasando por Los Ramones a Rus Meyer, y las mujeres de armas tomar como las provocadoras de todo un mundo violento, que no da respiro, que no tiene tiempo de otras consideraciones salvo las reglas del hampa de cumplir o morir, ser aliado o enemigo en un segundo. Una jefa mafiosa decide encargar a dos mujeres jóvenes, la payasa y la pendeja, un par de riñones para regalárselos a su hermano enfermo y así firmar la paz con el. Alterando la narración lineal, yendo de atrás para adelante la trama se despliega como un rompecabezas infernal donde las torpezas se amontonan, la poca inteligencia se hace evidente y todo se encamina a un entretenimiento infernal que no da respiro y donde no falta ninguna pieza. El director y guionista Matías Szulanski logró lo que se propuso, mantener la tensión durante todo el film, entretener y que el espectador se quede con ganas de mas. Contó con un elenco cómplice y talentoso: Mirta Wons, Flor Benitez, Ana Devin, German Tripel y sigue los nombres. Una ciudad de la furia habitada por seres torpes que comprenden la ley de la calle.
Un puñado de mujeres, una venganza, un encargo, y toda la violencia que se pueda encontrar en una película; son los insignias de "Pendeja, Payasa y Gorda" de Matías Szulanski. El año pasado, Matías Szulanski se encontraba presentando su ópera prima Remplazo incompleto, la cual jugaba con un humor negrísimo y hasta incómodo alrededor de la muerte. Como si la necesidad de filmar le corriese por las venas, ya cuenta con su segundo opus, "Pendeja, Payasa y Gorda". Si bien ambos trabajos presentan marcadas diferencias, sobre todo en los tonos; no es extraño marcar varios paralelismos. El humor negro, lo cuasi caricaturesco, y el amor por el under, dicen nuevamente presente. Pendeja, payasa y gorda es una película descarnada, trash, y salvajemente divertida. Una de esas producciones que no se ven todos los días en la gran pantalla. Pendeja, Payasa, y Gorda; no son las características de una mujer, son tres mujeres. Empecemos por Natalia “La gorda” López (Mirta Wons, triunfante), una capo mafia que debe conseguir un riñón para su hermano, un sicario de poca monta que también trabaja para la otra mafiosa, Hernández (Claudia Schijman). Para esto, contrata a dos chicas, Pendeja (Ana Devin) y Payasa (Florencia Benitez). Ellas deben retirar un cadáver de la casa de Martín (Germán Tripel), otro que trabaja para ambas mafiosas, y extirparle los órganos. Por supuesto, todo será complicaciones. Estas dos féminas jóvenes tiene personalidades contrapuestas. Pendeja es más inocente y hasta algo “quedada”. Payasa es el rostro del feminismo, fuerte, aguerrida, madre, y peronista. Entre la dos hacen un buen balance. Es imposible enumerar la cantidad de referencias que maneja Pendeja, Payasa, y Gorda. Todo un catálogo de amor por el cine estilo clase B y directo a video está ahí. Algunas películas que son obras de culto popular, y otras para más memoriosos. Lo más llamativo de "Pendeja, Payasa, y Gorda" es, sin lugar a dudas, su estructura narrativa. No hay una construcción lineal de hechos. Presentada en capítulos que mantienen una conexión entre los personajes, pero narrativamente independientes, va y viene en el tiempo, manejando los tiempos de un modo flexible. Por momentos pareciera que hay cosas que no tienen que ver con nada. Paciencia, al final todo cobrará sentido. Es inevitable decir que este modo en que es estructurada nos trae a la memoria Pulp Fiction: Tiempos Violentos. El mundo de los mafiosos del bajo mundo con sus códigos (pero trasladado a la idiosincrasia local), y la violencia extrema, gritan a rabiar una admiración por la segunda película de Tarantino. Pero tampoco deja de lado el amor hacia Corman y su estética deliberadamente barata y sucia, incoherente; y a Russ Meyer y sus Faster, Pussycat! Kill! Kill! Y Supervixens. El mundo de Pendeja, Payasa y Gorda es el femenino, el de las mujeres fuertes empuñando armas y tomando las decisiones. Una referencia local inmediata podría ser la gran Madraza estrenada este año. Pero a diferencia de ese film, aquí no son mujeres abriéndose camino en un mundo de hombres; este es un mundo en el que las mujeres son las que pisan fuerte… la cabeza de los hombres, como en un film de Meyer. Cierta estética camp, aunque sucia, y trash punk, también nos lleva a Russ Meyer o al John Waters de los inicios. Mirta Wons se luce como La gorda Natalia, los mejores momentos corresponderán a ella. Pero también se destacan el resto de las actrices femeninas, Devin, Benitez y Schijman. Todas entran al juego que promete la película, y cumplen con lo que propuesta pretende. Los hombres, si bien no están en un nivel actoral bajo, quedan relegados en el guion. "Pendeja, Payasa y Gorda", resulta una bocanada de aire fresco en la cartelera. Una de esas películas que nos sentimos orgullosos puedan acceder a un estreno en salas. No tiene ningún reparo en mostrar lo que quiere, no hay límites, ni narrativos, ni estéticos; y a esa anarquía responde con un resultado destacado. Matías Szulanski demuestra ser un realizador atento a los detalles y con una gran claridad a la hora de saber qué es lo que quiere contar. Pavada de mérito para alguien que en poco tiempo ya se anotó dos películas a tener en cuenta.
La trama mezcla varios géneros, es una comedia negra clase B, con personajes oscuros, dinámica y sangrienta. Se meten bien en la historia: Mirta Wons, Florencia Benítez y Ana Devin, tiene algo de sátira, humor negro y con toques Tarantinescos. Un film diferente.
El filme del director Matías Szulanski, cuenta la historia de un grupo de mujeres que aceptan trabajos sucios. Mujeres dispuestas a todo por conseguir al chico que les gusta, mujeres con personalidades fuertes, mujeres jefas. En este cuento no hay lugar para el sexo débil y los hombres que las secundan sólo acompañan las decisiones que ellas toman. El protagonismo es absolutamente femenino. El elenco está compuesto por Flor Benítez (Payasa), Ana Devin (Pendeja), Macarena del Corro, Denise Yañez, Florencia Benítez, Ana Victoria de Vincentis, Fernando Miró, Claudia Schijman, Victoria Alsúa, Andrés Gil y el reconocido German Tripel. Sin embargo, el destaque es para la actriz Mirta Wons, quien personifica a Natalia “la gorda” López, y es la encargada de romper y volver a unir la historia. ¿Que constituye al relato para que el relato sea tal? El relato presupone la temporalidad, pero, en este caso, la temporalidad se quiebra. La descripción de la primera escena nos sitúa en un tiempo lineal y continuo, pero con los cambios que van sucediendo, el relato se fragmenta y distorsiona. Por esto el director elige contar la historia por capítulos, tomando diferentes partes, como una especie de rompecabezas. El trabajo de unirlas queda para al público. Ésta fue una excelente elección para narrar un cuento, en el sentido de que si lo hubiera hecho respetando los cinco elementos obligatorios del relato (la situación de equilibrio del comienzo, degradación de la situación de equilibrio, estado de equilibrio constatado, búsqueda de equilibrio y restablecimiento del equilibrio) sería una historia más, sin ningún matiz, y con poco que entregar al espectador. Szulanski marca la diferencia de manera acertada y divertida. Si bien la película posee una gran cuota de violencia, no deja de ser festiva, bizarra y hasta se las rebusca para entregarnos algunas escenas en la que predomina el suspenso. Pendeja, Payasa y Gorda, termina conformando una comedia negra independiente, que además de divertirnos, nunca deja de sorprendernos. Por Mariana Ruiz @mariana_fruiz
1, 2 ultraviolento Pendeja, Payasa y Gorda (2017), no solo es el título de la segunda película de Matías Szulanski –Reemplazo Incompleto (2016)- sino también, los sobrenombres de las tres protagonistas de esta interesante y violenta propuesta cinematográfica que nos convoca. La historia trata sobre Gorda (Mirta Wons) quien contrata a dos chicas de, digamos, muy pocas luces, para hacer un trabajito, tienen que ir a buscar un muerto a lo de Martín (Germán Tripel) para sacarle los riñoñes y llevárselos. El hermano de la Gorda está enfermo y los necesita para un futuro transplante. Con una premisa tan clara y concisa, por supuesto que lo que deviene es una serie de eventos que se complican uno tras otro. Todo lo que pueda salir mal, bueno, saldrá peor. La historia principal se irá entreverando con otras de índole secundario, y el humor negro, la violencia y la comedia serán los platos fuertes de esta jugosa y valiente propuesta del cine argentino. Valiente porque es posible que no sea para el público en general (no porque no lo merezca) sino porque veneramos el género de comedia violenta, sangrienta, si viene de la mano de maestros como Tarantino pero si la afrenta es local, allí el público se reserva. Ojalá no sea la suerte de este gran film, porque tiene todos los méritos para ser no solo un producto de entretenimiento de gran calidad sino también una pieza de culto. Szulanski toma algo del gran Quentin en dividir el relato en distintos episodios, no necesariamente ordenados cronológicamente, algo así como un memento nacional, dando lugar al espectador que vaya construyendo la trama a través de estos personajes tan dinámicos que van y vienen, que obeceden pero que se la juegan por lo suyo. Allí radica lo mejor, en correrse del cuento lineal y apostar a una estructura distinta que funciona perfecto, una narrativa inteligente que cuenta en las interpretaciones de todo el elenco un apoyo fundamental. El trío femenino es impecable: Wons como Gorda construye una mujer letal, Ana Devins como Pendeja aporta una cuota de ingenuidad y comedia cruda digna del aplauso, y Flor Benítez como Payasa completa una terna formidable de interpretaciones tan reales como efectivas. Una celebración encontrarse con esas historias pequeñas con un enorne trabajo detrás, un contar distinto al borde de lo bizarro, pero alineado con un género que cada vez pisa más fuerte en nuestro cine argentino y que merece el reconocimiento y el apoyo de la sala llena.