“¿Quién mató a los Puppets?” es una película dirigida por Brian Henson, escrita por Todd Berger y Dee Robertson y protagonizada por Melissa McCarthy, Elizabeth Banks, Maya Rudolph, entre otros. La historia transcurre en un mundo donde títeres y humanos conviven, pero los primeros son vistos como ciudadanos de segunda clase. Cuando el reparto de marionetas de un famosos show televisivo infantil de los años 80 empieza a ser asesinado uno a uno, un detective caído en desgracia y convertido en agente privado tendrá que tomar el caso. La trama que nos presentan es simple y fácil de seguir, ya que desde los tráilers podemos ver el conflicto principal, averiguar quién está matando a los puppets. A partir de eso, vemos cómo Melissa McCarthy se roba el show junto al puppet principal llamado Phil Philips, a quien le da voz el actor Bill Barretta. Ambos tienen muy buena química y casi todas sus escenas son divertidas. También destacamos a Maya Rudolph, quien hace de secretaria de Phil, cuyo personaje también es muy entretenido. Nos encontramos con un elenco bastante bueno, en donde casi todos tienen su momento para tirar un buen chiste o realizar una escena bastante graciosa. Esto resulta ser un completo acierto, ya que vemos que los personajes no se sienten fuera de lugar o que molesten en medio de la trama. La cinta nos presenta bastantes chistes y situaciones morbosas que terminan dando mucha gracia al espectador, aunque también observamos que hay ciertos momentos de humor absurdo o gags repetitivos usados varias veces logrando aburrimiento. Hay muy pocas escenas en donde el filme trata de ponerse serio, en donde lo consigue, pero termina siendo arruinada por un momento de humor absurdo. Podemos ver en los aspectos técnicos que el vestuario y la caracterización de los puppets está bien lograda. También observamos unos pocos efectos especiales que son un acierto. La banda sonora no es tan notoria aunque sí resulta divertida y un poco nostálgica, ya que hay determinadas canciones viejas pero muy populares. En resumen, “¿Quién mató a los Puppets?” es una divertida y morbosa cinta de comedia que se dedica plenamente a hacer reír al espectador con una trama simple pero con un muy buen elenco.
El hijo mayor de Jim Henson, el creador de “The Muppet Show”, nos ofrece este peculiar film que busca satirizar el género del policial negro por medio de las conocidas marionetas que hicieron famosa a la compañía de su padre. “The Happytime Murders” es una comedia que mezcla a los títeres con actores reales en un mundo donde ambos conviven pero con un racismo incesante de los humanos para con los muñecos a quienes ven como ciudadanos de segunda clase. En este marco se da que el reparto de títeres de un famosos show televisivo infantil de los años 80 llamado “The Happytime Show” empieza a ser asesinado uno por uno. Es por ello que un agente de la policía de Los Ángeles (y Puppet) caído en desgracia y devenido en detective privado tendrá que tomar el caso para salvar a su hermano y a otras tantas marionetas que pertenecen al círculo de sus allegados y conocidos. Para ello deberá lidiar con su ex compañera de la policía, la detective Connie Edwards (Melissa McCarthy) con la cual no finalizó su relación laboral en buenos términos. A su vez, también deberá salvar a Jenny (Elizabeth Banks), la mujer que protagonizaba la serie infantil, que solía ser su novia en los años dorados del show. El largometraje de Brian Henson es una oportunidad desaprovechada para lo que podría haber sido un producto interesante. Si bien la trama es absurdamente atractiva, el resultado se queda a mitad de camino por medio de un guion no muy inspirado y con poco sentido del humor. A la película le faltan gags más hilarantes y la capacidad de reírse de sí misma. Es como que todo el esfuerzo está puesto en demostrar que es una obra para adultos intentando ser transgresora a través de chistes sexuales y escatológicos. No obstante, el film nunca rompe el molde y los chistes escasean para que pueda ser una especie de sátira del policial o una comedia propiamente dicha. Se la siente más como el policial al cual busca ridiculizar en lugar de la comedia que aspira a ser. El problema es que para marcar más el hecho del film noir le faltaría jugar un poco con los códigos estéticos y estilísticos del género, como por ejemplo la fotografía donde se podría haber motivado una clave más baja llena de contrastes y sombras pero que en definitiva termina siendo ambientado como un capítulo de “Plaza Sésamo”. Por el lado interpretativo, Melissa McCarthy, quien pertenece a esa categoría de actores y actrices que son amados y odiados por igual, está bien seleccionada para su papel y demuestra ser una comediante capacitada para realizar este tipo de roles desafiantes donde las fronteras entre lo absurdo, lo grotesco y lo verosímil son puestas en juego. En los personajes secundarios acompañan muy bien Maya Rudolph, Elizabeth Banks y Joel McHale que igualmente podrían haber sido explotados de mejor manera para exponer sus habilidades para la comedia. Como película de este estilo, podemos compararla directamente con el largometraje de Robert Zemeckis, “Who Framed Roger Rabbit” (1988), que tenía un argumento similar pero mejor expuesto y aprovechado el componente “fantástico” y/o “animado”. “¿Quién mató a los Puppets?” es un largometraje que podría haber sido mucho más certero de haber tenido un mejor aprovechamiento de la comedia y un guion un poco más perspicaz e irreverente en lo que respecta a su diégesis o mundo ficcional. Un relato que solo goza de pocos momentos de picardía y entretenimiento gracias al carisma de McCarthy y de los comediantes involucrados.
¿Quién mató a los Puppets? podría haberse llamado “El lado B de los Muppets”. Las famosas marionetas muestran las garras en esta comedia con altísimas dosis de humor sexual e incorrección política, ubicándose bien lejos del amiguismo y la voluntad colectivista de la rana Kermit, la cerdita Piggy, el oso Fozzie y el resto de la troupe de felpa. Dirigida por Brian Henson, uno de los hijos de Jim (creador de los Muppets), ¿Quién mató a los Puppets? es un film noir retorcido y deforme que transcurre en los bajos fondos de Los Ángeles, donde los puppets conviven en un mismo plano con los humanos, pero con categoría de ciudadanos de segunda. Ellos son perseguidos y siempre sospechados de delitos, marginados y mirados con desprecio. En ese contexto sobresale la figura de Phil Phillips, quien supo ser el primer puppet policía pero cayó en desagracia luego de un operativo fallido. Dedicado desde entonces a la investigación privada, recibe en su estudio a una mujer con una carta amenazante que lo encarrilla en una investigación cuya primera posta es un local de pornografía. Allí se rueda una película protagonizada por una vaca y otra por una perrita que latiguea a su dueño, en la que resulta la secuencia más divertida de todo el film. Allí se produce un supuesto robo que en realidad tiene como objetivo eliminar a uno de los actores de una vieja sitcom familiar protagonizada por puppets y humanos. Con los miembros de aquel programa cayendo uno tras otro como moscas, Phil deberá trabajar junto a su ex compañera Edwards (Melissa McCarthy). A partir de ahí, el film se convierte en una buddy movie, ese subgénero de parejas desparejas obligadas a unirse en pos de un objetivo en común. McCarthy tiende a absorber las películas en las que participa. Aquí, en cambio, se pone al servicio de un film con una búsqueda cómica basada en un exceso casi grotesco. El humor sexual está a la orden del día, con numerosos chistes relacionados con genitales, fluidos y hasta vello púbico, en el que quizá sea el homenaje más gracioso a Paul Verhoeven que se haya rodado. Muy difícil que una película con ese referente no sea buena.
Los Anti-Muppets En el arranque de ¿Quién mató a Los Puppets? (The Happytime Murders, 2018), de Brian Henson (Los Muppets en la isla del tesoro) se plantea el universo del film, uno en el que personas y puppets conviven en “armonía” pero con un sentido diferente sobre aquello que cada uno considera del otro. Para una persona el puppet debe mantener cierta coherencia y lógica, respondiendo a su propia materialidad de títere de felpa, cuando en realidad se presentan como seres viciados, corrosivos, alcohólicos, y detestables. En ¿Quién mató a Los Puppets? la otrora dupla de excelencia policial Phill (el muñeco) y Connie (Melissa McCarthy) deberán una vez más trabajar en conjunto muy a pesar suyo, para resolver la misteriosa muerte de los protagonistas de una sitcom, en su mayoría títeres. Presentados con trazos gruesos y con las peores características del mundo del orden y la ley, el relato los seguirá en su diaria convivencia y en la búsqueda del culpable de la muerte del elenco televisivo, incluyendo al hermano de Phill. Mientras intentan desentrañar quién está detrás de los asesinatos, la propuesta construirá un verosímil en el que los muñecos tienen sexo, se corrompen fácilmente por dinero y drogas, e intentan salir adelante escondidos en oscuros y lúgubres callejones, nada alejado de aquello que también las calles de la ciudad vive con los seres humanos. Todo es presentado con diálogos filosos y con escenas dinámicas que priorizan el humor negro y soez sobre la bondad característica de los puppets o títeres. Así, alejándose de la corrección política con la que anteriormente dirigió películas de la franquicia creada por su padre, Brian Henson se inscribe en la larga lista de realizadores que respetan a rajatabla los cánones de la nueva comedia americana, y particularmente, de un subgénero que tiene al sexo y la escatología como vector narrativo sin importar transgredir y arrasar con sus cimientos. Si hace algunos años La fiesta de las salchichas (Sausage Party, 2016) intentaba capitalizar, sin buen resultado, un público adulto para un producto realizado con animación digital y que buceaba en el “mientras las personas no están” de un mercado (puntapié inicial de Toy Story pero con juguetes y en una casa), en esta oportunidad Henson logra traspasar la barrera de género con ingredientes que potencian su mensaje con insultos, desnudos, y todo aquello que compone el submundo de los excluidos y la marginalidad. Sexo, drogas, humor negro, escatología por doquier, son los principales motivos de un relato que transita la comedia y el policial por partes iguales, algo que ya había hecho ¿Quién engañó a Roger Rabbit? (Who Framed Roger Rabbit, 1988) dentro del cine industrial, pero que en esta oportunidad intenta superar cualquier encasillamiento o mote que se le quiera poner con escenas arriesgadas y explícitas. Acompañan a los muñecos y Melissa McCarthy un elenco secundario con figuras como Maya Rudolph, Elizabeth Banks y Joel McHale, entre otros, quienes potencian el humor y la acidez de los diálogos, entregándose con todo a una propuesta distinta, repulsiva, entretenida, que no desea ser condescendiente con el espectador y mucho menos caerle en gracia, al contrario, intenta con su sucesión de sketchs y gags sacarlo de la zona de confort de las clásicas comedias actuales para llevarlo a un nuevo universo de lujuria y felpa.
Lo impensado sucede en esta película. Son las maravillosas marionetas creadas por Jim Henson, pero su hijo Bill durante años maduró una comedia con esos muñecos en un policial para el mundo adulto, con sexo, drogas y mucho humor chancho que sorprende y divierte. A esta altura no hay que aclarar que no esta dedicada a los niños, pero los adultos la pasarán como si lo fueran. Claro que la Rana René y Miss Piggy no son de la partida. Aquí esta solo el mundo oscuro y violento, el gusto por las drogas, la pornografía, la violencia y el humor en la otra cara de Los Ángeles donde hay que resolver quien es el asesino serial de estos puppets. En el guión de Todd Berger un puppet, Phill Phillips, el único muñeco que fue aceptado por la policía, es echado de la fuerza por un error y queda enemistado con su compañera humana. Se dedica a ser un detective solitario y pesimista (Un homenaje a Phillip Malowe) que llevado por una sensual clienta, deberá resolver un caso difícil. Para hacerlo tendrá que pedirle ayuda a la detective Connie Edwards, su ex socia de acción. La voz del protagonista es del gran Bill Barreta. De lado de los humanos Melissa McCarthy y su gran talento (también es productora del film con su marido) para mostrar como se borran las barreras del artificio humanos-muñecos. Se lucen especialmente la genial Maya Rudolph (como la secretaria de Phill) y Elizabeth Banks. Picante, grotesca, zarpada y muy graciosa (G.M.)
Lo que puede hacerse en honor a un padre tiene aristas inimaginables. Brian Henson es uno de los cinco hijos que tuvo el genial Jim Henson. Uno no es espiritista, pero el creador de los Muppets, en TV, y director de producciones fabulosamente fantásticas o fantásticamente fabulosas como El cristal encantadoo Laberinto no debería estar muy a gusto con lo que ha pergeñado su hijo. O, más que pergeñar o esbozar, con el resultado final de ¿Quién mató a los Puppets? No es porque tome en farsa a los Muppets, porque ninguno de los muñecos que aparecen aquí intervinieron en Los Muppets. Tampoco por la desfachatez, el humor grueso o las cuestiones explícitamente sexuales que tiene esta película. No. Lo que ocurre aquí es que se desaprovecha el universo que se puede crear combinando en una historia a muñecos y humanos en una historia para adultos, sí, pero que apela más a la guarangada y al mal gusto que a otra cosa. Cuando los muñecos que participaron de un exitoso programa de TV infantil comienzan a ser asesinados, un muñeco que tuvo relación con ellos y que dejo de ser policía para convertirse en detective privado comienza a involucrarse en la investigación. La policía Connie Edwards (Melissa McCarthy, que de Damas en guerra a esta parte no hace más que repetirse en las comedias hollywoodenses), que había sido su compañera, también está a cargo del asunto. Lo dicho: el humor es burdo y grosero, sexista y a veces escatológico. Si los personajes en vez de ser títeres fueran humanos tampoco habría demasiada diferencia, ya que la película también se pierde abordar de alguna manera la diversidad. En síntesis, una hora y media con chistes que tienen remates prehistóricos y vueltas de tuerca que no hacen más que retorcer la historia.
Pavada de bloque psicoanalítico: el director de esta salvajada escatológica con muñecos estilo Muppets (pero que no lo son) y humanos es Brian Henson, el hijo del creador de Los Muppets. Brian había hecho varias películas de Los Muppets, pero antes de que pasaran a ser de Disney, y ahora -entre otras cosas- hace morir con delirante fruición a muchos de estos seres de felpa. Debe aclararse que esto es un policial negro en el que abundan las referencias a Marlowe y a Chandler y a las versiones cinematográficas de los 70 de sus novelas. Y que también, y sobre todo, y feliz y salvajemente, es una comedia de alta potencia escatológica y -a su afelpada manera- sexual. Este policial satírico tiene momentos geniales del sublime arte de la puteada (Pauline Kael dixit) manejado portentosamente por Melissa McCarthy, que la investigación criminal hasta tiene intriga y que, bueno, ya no suelen hacerse películas así, de este nivel de riesgo y tan anómalas (con muñecos pero para adultos, sin marca previa, sin súperhéroes, apelando a tradiciones que no están de moda). Hay varios lazos -el rodaje de la película porno, por ejemplo- que la hermanan con otra salvajada de muñecos que parodiaba con amor y bestialidad a Los Muppets: la incombustible Meet the Feebles, de Peter Jackson. Si no llenan las salas para ver ¿ Quién mató a los Puppets? después no se pregunten quién mató a las comedias.
Los muñecos también son personas En un mundo en el que los humanos y las marionetas conviven, el detective privado Phil Phillips (Bill Barretta), famoso por haber sido el primer y único policía puppet de la historia, deberá resolver una serie de asesinatos que tiene como víctimas a los integrantes de The Happytime Gang, una antigua serie de los 80s protagonizada en su mayoría por puppets (incluido el propio hermano de Phil) y que tiene como única integrante humana a Jenny (Elizabeth Banks) una ex actriz devenida en stripper. Con el paso del tiempo el detective P descubrirá que no solo los asesinatos están vinculados con su propio pasado, sino que intentarán involucrarlo como el culpable. Para eso deberá volver a formar equipo con su antigua compañera humana, la detective Connie Edwards (Melissa McCarthy) con quien deberá dejar atrás las asperezas del pasado. Lo primero que hay que dejar en claro es que ¿Quién mató a los Puppets? No es una película para chicos. El trailer y su poster lo deja en claro pero el hecho de haya títeres en una película puede despistar a más de uno. De hecho, no solo no es una película para chicos, sino que es una película para adultos con contenidos que incluyen humor negro, asesinatos, drogas y sexo explícito entre títeres. Si, sexo explícito entre títeres, en una de las escenas más delirantes, bizarras y posiblemente la más divertida de toda película. ¿Quién mató a los Puppets? está dirigida por Brian Henson, hijo del famoso titiritero Jim Henson, creador de los Muppets y la versión estadounidense de Plaza Sésamo, quien durante más de 15 años estuvo trabajando en una película con títeres destinada a adultos. Claro, que no le fue fácil ya que la organización encargada en la actualidad de los derechos de los muñecos creados por Jim Henson intentaron hasta las últimas consecuencias demandar a Brian y evitar que esta película saliera a la luz, algo que finalmente no sucedió ya que el juez de la causa lo rechazó. Sin embargo, con la intención de despegarse al máximo de los personajes, no hay ninguna referencia más allá del poster con la frase “No Sesame. No Street”. La película falla en su punto más fuerte. El humor que maneja por momento es muy burdo y forzado y son realmente pocas las escenas que logran arrancar una carcajada legitima, claro que así está planteada desde su esencia, pero deja la sensación de que humor podría llegar a ser más inteligente, aun dentro de lo absurdo. Sin dudas lo más interesante es como está retratada la convivencia entre los humanos y los puppets, siendo estos últimos marginados y maltratados, como una fiel analogía de la discriminación que sufren las minorías en el mundo real. Seguramente la película podría haber sumado más puntos si, dentro del tono que se propuso, se hubiera abordado el tema con mayor profundidad y no dejarlo solamente para los gags iniciales. El elenco humano lo completan Maya Rudolph como Bubbles, la secretaria del Detective Phil; Leslie David Baker como el Teniente Banning y Joel McHale como el Agente Campbell, un agente del FBI obsesionado con incriminar a Phil por los asesinatos. Al finalizar la película, durante los créditos se pueden observar un clips con bloopers, algunos de ellos forzados como en Toy Story, y las técnicas utilizadas para dotar de movimiento a los títeres, dejando en claro el gran trabajo volcado en este aspecto, uno de los más atractivos de la película.
[REVIEW] ¿Quién mató a los Puppets?: Ridiculez absoluta o crítica social. Lo nuevo de Melissa McCarthy tiene una premisa que te deja dudando: ¿La mitad de la sociedad está compuesta de Puppets? Hay veces que nos presentan un film con una idea tan descabellada que es inevitable pensar “¿Están locos? ¿Cómo esto llegó a los cines? ¿Cómo pasó más allá de la etapa de desarrollo?” Ahora, el éxito de esos films depende de que les demos una oportunidad. He visto a más de una persona ir a ver un largometraje que les parecía insólito o ridículo sólo para hacerle la gamba a alguien que pensó ¿Qué es lo peor que puede pasar? Los he visto arrepentirse a más no poder. Y también los he visto llevarse una grata sorpresa. Yo me incluía entre los escépticos. Es imposible que un film que tiene marionetas como miembro del elenco no sea una ridiculez absoluta. Pero como suele suceder con los films donde algún tipo de animación y el formato live action se unen, el éxito depende de la historia. Ahora, vamos un paso a la vez y dejemos un par de puntos en claro. Primero y principal, la historia no es algo nunca antes visto. Por el contrario, retrotrae a las bases de las películas de detectives: un investigador privado, con un pasado truncado en la policía, recibe como cliente a una dama despampanante y luego todo se va al demonio. Sólo que en este caso, el investigador fue el primer puppet policía y luego de que lo despidieran, se creo una política por la cual ninguna marioneta podía ser policía a partir de ese momento. Además de que la femme fatale que le trae el caso con más muertes que él haya visto, es también una puppet a la cual están chantajeando por, acorde con ella, “su voraz apetito sexual“. Estos son dos de nuestro personajes principales, Phil Phillips (Bill Barretta) y Sandra White (Dorien Davies). La historia se desarrolla en su mejor estilo serio. Los personajes, ya sean Phil Phillips o la detective Connie Edwards (Melissa McCarthy), se toman a sí mismos muy en serio. Lo cual va perfecto con el estilo del film, considerando la comedia inherente en el simple hecho de que la mitad de la sociedad está constituida por marionetas. Pero no es para niños. No son los puppets, y no lo es la película, que aprovecha del hecho de que su personaje principal no es humano para ponerlo en situaciones que son, como mínimo, comprometedoras. Escenas que, de ser personajes humanos, no serían ni por asomo tan explicitas como lo son en este film, ya sea que hablemos de la primera escena del crimen, el hecho de que se drogan con azúcar o dulces, o de la escena de sexo en la oficina de Phillips. Lo que me lleva a la pregunta inicial es qué, detrás de toda la broma (en algunos casos barata) y la hilaridad misma que las marionetas presentan, hay una cierta critica a la discriminación en general. Se ve en la forma en que algunos puppets son maltratados, en como se los discrimina en cuestión de trabajos o simplemente en el hecho de que un error creo una política para impedirles ser policías. Aún así, la ridiculez llega a tal nivel que es imponible dudar que es una comedia. El elenco acierta con una Melissa McCarthy seria y elocuente al mismo tiempo, con una buena dosis de hilarante y decidida a logra que, a pesar de todo, te encariñes con su personaje. Por otro lado, tenemos a Maya Rudolph, que interpreta a Bubbles, la vivaz secretaria de Phillips. Ella le organiza la vida y el trabajo, además de ser leal a más no poder. No es difícil darse cuenta de que ya ha visto todo y nada la sorprende. Por último, entra las damas del elenco, tenemos a Elizabeth Banks, la actriz devenida en stripper luego de que el show que la lanzó al estrellato cayera en el olvido y la cuál es ex de Phil. Su rol es poco expresivo y no logra ser un personaje interesante pero está ahí por una razón y logra ese objetivo. Entre los hombres, destaca el agente Campbell, interpretado por Joel McHale. Él llega para arrestar a Phil porque, en su cabeza, no cabe duda que el cometió los homicidios (que incluyen a Larry, el hermano de Phillips) y que no busca otro culpable porque, ¿para qué? Una marioneta lo hizo. McHale logra ser alguien que te da ganas de golpear con mucha naturalidad. Con las ventajas de que el sexo explicito y las depravaciones son expuestas por muñecos, logra poner en pantalla grande algunos temas dudosos. Busca lograr la originalidad, pero termina siendo un poco cliché. En una mezcla bizarra entre un policial y una comedia. ¿Quién mató a los puppets? está lejos de ser una joya, pero logra su cometido: hacerte reír un rato.
Muñecos hechos de incorrección política El origen es los Muppets, pero el resultado es bien distinto. Con temáticas a las que la gran mayoría le huiría, la película de Henson Jr. es un festival que no se queda en la provocación. Una advertencia de entrada: quien se acerque a ¿Quién mató a los Puppets? buscando una recreación contemporánea de Los Muppets, que mejor se quede en casa. Aquí no están las canciones pegadizas, ni el espíritu anarco–familiar, ni mucho menos la voluntad colectivista y amistosa de la rana Kermit (ex René), la cerdita Piggy, el oso Fozzie y el resto de la troupe de marionetas creadas por Jim Henson a mediados de los ‘50 y conocidas a raíz de Plaza Sésamo y The Muppets Show. Tampoco ese humor inocente y metadiscursivo en el que se movieron los programas televisivos y las películas. De aquel universo queda apenas la idea de un mundo en el que humanos y marionetas conviven en un mismo plano, con la salvedad que ahora los felpudos son ciudadanos de segunda categoría. Lo son en el sentido más cruel y político del término, convertidos en víctimas de redadas, sospechas y menosprecios constantes por parte de la mayoría de carne y hueso. Y como en todo mundo violento y marginal, las drogas y el sexo son, antes que ocasionales placeres, monedas de intercambio. De (y sobre todo con) eso se ríe ¿Quién mató a los Puppets? Y vaya si se ríe. Brian Henson es uno de los hijos de Jim. A principios del milenio creó un show que mezclaba improvisación y un humor escatológico, sexual, políticamente incorrecto y revulsivo. El espectáculo pasó por teatros y tuvo una adaptación audiovisual como serie web, y ahora llega a la pantalla grande como una expansión. Una expansión de metraje, desde ya, pero también de límites éticos y estéticos a la hora de hacer reír utilizando materias primas a las que nueve de cada diez directores le huirían: se trata, pues, de una película que tranquilamente podrían haber guionado a diez manos John Waters, los hermanos Farrelly y la dupla Matt Stone y Trey Parker, los creadores de South Park y Team America: World Police, en la que nada casualmente sus protagonistas eran marionetas. Phil Phillips es un arquetipo de detective noir, un tipo caído en desgracia luego de ser el primer puppet en llegar a la policía, solitario y adicto al azúcar (que aquí se aspira en líneas de espesores y longitudes que Tony Montana envidiaría) que ahora trabaja como investigador privado. Hasta su pequeña oficina llega una señorita puppet con una carta amenazante cuyo emisario debe descubrir Phil. La primera pista lo lleva hasta un negocio de pornografía que abarca toda la cadena de venta. La comercialización, desde ya, pero también la producción: justo llega mientras filman una escena que involucra ubres de una vaca lactante y otra que tiene a una dominatrix canina latigueando e insultando a un hombre. Zoofilia, zarpe, humor sexual y explicitud visual: cuatro cosas que pocas comedias mainstream se atreverían a tratar, condensadas en una única secuencia. ¿Mero acto de provocación, de caprichosa insubordinación a lo establecido? Lo sería si las ganas de provocar e insubordinarse estuvieran por sobre los intereses de la película. Pero aquí, con un timing perfecto y un notable grado de inventiva, es imposible hablar solo de gesto. A lo sumo, de cómo un gesto puede convertirse en una gran pieza cómica. Un tironeo en ese local despertará el olfato de Phil, para quien es difícil atribuirle la categoría de robo a un golpe que deja unos cuantos cadáveres –que en lugar de vísceras tienen felpa– pero ni un dólar faltante en la caja. Lentamente irán sucediéndose diversos crímenes hilados por la participación de las víctimas en un viejo programa estilo sitcom que Phil investigará en los bajos fondos angelinos junto a la detective Edwards (Melissa McCarthy), una ex compañera de la Policía con la que las cosas no quedaron precisamente bien. La que sí está bien es McCarthy porque, a diferencia de casi siempre, no intenta convertirse en centro de atención ni absorber la película, sino que se pone a su servicio. Con esos personajes opuestos unidos por un objetivo en común, el relato abrazará diversas situaciones propias de las buddy movies, ese subgénero cómico–policial sobre parejas desparejas obligadas a trabajar juntas, siempre manteniendo bien alto los estandartes de lo excesivo y la provocación (¡la eyaculación infinita de Phil!), siempre riéndose con fuerza de aquello que muchos repulsan. Porque los felpudos serán suaves y blandos, pero cachetean con mano de hierro.
Cuando el reciclaje no alcanza. Han pasado ya 30 años desde que Robert Zemeckis pateó el tablero de la cordura para entregar un proyecto como ¿Quién engañó a Roger Rabbit?, una película tan ambiciosa como divertida, que al día de hoy se mantiene en la memoria de muchos y dejó la puerta abierta para continuar con filmes similares en su desempeño. Brian Henson, quien en otras oportunidades incurrió en el universo de los Muppets, llevó a cabo la dirección de esta cinta que, si bien cumple su cometido, a veces peca de pretenciosa. La historia se desarrolla en una ciudad donde los muñecos (puppets) conviven con los humanos. La discriminación está a la orden del día, dando por sentado que los mismos han nacido para ser ciudadanos de tercera clase. Uno de ellos es ex policía devenido en investigador privado, que se verá envuelto en una serie de asesinatos cometidos hacia los protagonistas de un viejo programa televisivo. Junto a su compañera (Melissa McCarthy) tendrán que descubrir el origen de esos crímenes, así como también limar alguna que otra aspereza. Si bien la idea de incluir muñecos de felpa en una película no es novedosa y de alguna manera remite (incluso desde su póster) al entrañable Plaza Sésamo, estamos ante una historia por momentos adulta y a la vez infantil. El humor negro y escatológico se da de patadas con la inocencia de algunas escenas que aportan su cuota emotiva a la cinta, pero no se sustentan en nada teniendo una historia tan simplona. Melissa McCarthy interpreta un personaje ya conocido y visto hasta el hartazgo, por supuesto, es el que mejor sabe hacer. La voz de Bill Barretta, quien se pone detrás del puppet protagonista, lleva adelante una narración divertida y ligera, saliendo airoso lo mejor que puede. El inconveniente con ¿Quién mató a los puppets? no se centra solamente en sus fallas de guion o en algunos chistes sin sentido, sino que, como ya dijimos antes, pecar de pretencioso es uno de los errores garrafales para una película que no se asume como seria ni pretende serlo. El mensaje moralista de ciertas escenas y diálogos hacen que el filme sea un ensamble de géneros, pasando de la comedia absurda al drama más predecible y banal. Si bien es cierto que no se le puede exigir mucho a una película de este estilo, al menos se le podría solicitar que deje de lado los moralismos y enfoque sus cañones en una buena cuota de humor. Por lo demás, es sólo una cuestión de tomarla con la ligereza que merece.
¿Quién mato a los puppets? es la nueva película dirigida por Brian Henson, hijo de Jim Henson, creador de Los Muppets, aquellas marionetas que saltaron a la fama después de protagonizar un show de televisión conocido como Plaza Cesamo. En este caso también hay muñecos que interactúan en el mundo real con personas de carne y hueso, pero a diferencia de los anteriores está destinado a un público adulto, ya que es una parodia al género policial, en un caso parecido a ¿Quién engañó a Roger Rabbit?. La protagonista es la comediante estadounidense Melissa McCarthy, que interpreta a Connie Edwards, una detective de la policía de Los Angeles que debe resolver junto a un puppet llamado Phil Phillips que trabaja como investigador privado una serie de crímenes de varios puppets que formaron parte de un exitoso programa de televisión de la década del ’90. Esto es posible porque la película transcurre en un mundo en el que ambas especies conviven diariamente, pero las marionetas son discriminadas por los seres humanos, lo que hace que muchas de ellas vivan en la marginalidad y busquen subsistir trabajando en actividades ilegales. Entre los puntos a favor vale la pena destacar al personaje de Phill Phillips, una versión “puppet” de Phillip Marlowe, llama la atención lo bien que pudieron construir y otorgarle expresividad con unos recursos tan limitados a este investigador privado desencantado del mundo y marginado por su condición de marioneta. Lo mismo ocurre con otros personajes arquetípicos del cine policial, como la femme fatale, las estrellas televisivas en decadencia que sueñan con una segunda oportunidad, los mafiosos y los informantes, todos ellos diseñados con el sello de calidad que otorga el apellido Henson. Pero ¿Quién mató a los puppets? tiene también varios puntos que le juegan en contra y no le permiten ser la obra maestra bizarra y original que pudo haber sido. El primero de ellos se encuentra en que transcurre en la actualidad de una ciudad de Los Angeles limpia y luminosa, que esconde sectores marginales donde viven estos “puppets” discriminados por la sociedad. Porque una estética sórdida y similar a la de Sin city, hubiera marcado mejor un contraste entre un pasado ideal visto en la televisión y un presente donde Jenny, su conductora interpretada por Elizabeth Bankstrabaja como stripper. El segundo gran problema que tiene esta película a mi parecer es que en su afán de hacerla para adultos recurre demasiado a los chistes sobre sexo y drogas, pero la mayoría de ellos son verbales, y desaprovecha el gran potencial de generar gags físicos con los que se lucieron estos personajes cuando se apuntó al público infantil. Y el segundo problema con el humor de esta película es que la exageración y repetición de situaciones obscenas en muchos casos termina se explicando por lo que dejan de ser graciosas y pasan a ser desagradables porque se pierde el factor sorpresa. En conclusión “¿Quién mato a los puppets?” es otra película orientada a un público adulto que hace interactuar a personas reales con marionetas, los casos anteriores más conocidos fueron Howard, un nuevo héroe y las dos películas de Ted. Pero a diferencia de estas últimas no se anima del todo a la incorrección política, y parece no confiar del todo en sí misma, por lo que desaprovecha muchas situaciones que la hubieran hecho mucho más interesante.
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“¿Quién mató a los Puppets?”, de Brian Henson Por Jorge Bernárdez Si hubo un policial negro que hizo convivir a los dibujos animados con los seres humanos, ahora tenemos un policial negro que combina al mundo de los puppets o títeres con gente. La película de animación ¿Quién engaño a Roger Rabbit? era perfecta, esta de los títeres no lo es pero el camino de los hechos artísticos está lleno de cosas fallidas. ¿Quién mató a los Puppets? es la película de los herederos de los Muppets, detrás de esta película se encuentra el hijo de Jim Henson, uno de los dos creadores de aquellos muñecos legendarios que desde hace un tiempo son propiedad de Disney. Es fácil pensar que para Brian Henson, la Rana René, el Oso Figueredo y Miss Peggy eran muñecos con los que jugaba de manera desenfadada y haciendo con ellos cosas que su padre Jim jamás habría puesto en esas situaciones. Phil Phillips es un puppet que fue policía, pero que lleva años alejado de la fuerza porque cometió un error que le costó la vida a un humano. Phil trabaja ahora de investigador privado y se maneja en un límite escabroso donde humanos y puppets intercambias favores sexuales. En el comienzo de la película, una pelirroja fatal lo contrata para que averigüe quién la está chantajeando. En paralelo, al elenco en pleno de The Happytime Gang -una comedia que fue furor y en la que se planteaba la vida en común de humanos y muñecos-, empieza a ser asesinado. La policía de Los Angeles junta a Phil con su ex compañera Connie (Melissa McCarthy) y les encarga la investigación. La comedia se desmadra cómo no puede ser de otra manera cuando se junta lo que sería el lado oscuro de los títeres y comediantes que han pasado por Saturday Night Live, cómo Maya Rudolph que es la secretaria de Phil. Comedia negra y escatológica a la que claramente no le importa nada la corrección o no de lo que pone en la pantalla, aunque por momentos satura un poco el juego. Pero sí, el juego es sacar una risa o una sonrisa, incluso corriendo el riesgo de irse al pasto. ¿QUIÉN MATÓ A LOS PUPPETS? The Happytime Murders.Estados Unidos, 2018. Dirección: Brian Henson. Intérpretes: Melissa McCarthy, Elizabeth Banks, Maya Rudolph, Joel McHale, Cynthy Wu, Leslie David Baker, Jimmy O. Yang, Colleen Smith, Pamela Mitchell, Mitch Silpa, Brian Palermo, Drew Massey y Dorien Davies. Guion: Todd Berger y Dee Robertson. Fotografía: Mitchell Amundsen. Música: Rupert Gregson-Williams. Distribuidora: Diamond Films. Duración: 91 minutos .
Cuenta la leyenda que en 1990, el legendario Jim Henson, creador de los Muppets, murió de manera sorpresiva a sus 54 años. Su legado, es decir, su empresa, fue adquirida por el emporio Disney en 2004 para manejar personajes y nuevos productos en relación a esa franquicia. Sus hijos, (Jim tuvo 5), se fueron disgregando en el medio sin mayor suerte y los famosísimos muñecos animados, fueron resucitados desde otro lugar, ya lejos del esplendor de los 70' y 80' donde eran estrellas de la televisión para niños. Brian, uno de los varones de la familia, fue el más cercano a su padre en términos artísticos. Dirigió alguna peli incluso dentro de la compañía, y ahora, con mucha agua corrida bajo el puente, ha decidido llevar a las clásicas marionetas a un lugar desafiante: el mundo de la comedia escatológica adulta. ¿El resultado? Díficil decirlo. Tengo sensaciones encontradas con "The Happytime Murders" (¿Quién mató a los Puppets?). Por un lado, me gustan las movidas con riesgo. Creo que utilizar la matriz de los Muppets desde lo físico (sorry, pero la comparación es sólo a nivel descriptivo) y combinarla con el desparpajo de una Melisa McCarthy encendida, era una apuesta intensa a priori. Ese universo, donde las marionetas conviven con humanos, se mostraba riesgoso a la hora de aventurar cómo funcionaría. Lo hemos visto eficaz en pelis familiares,... pero en comedias negras subidas de tono... La cuestión es que con una modesta producción pero mucha tenacidad, Brian Henson decide plantearnos una historia clásica de policial negro, donde un ex-policía echado de la fuerza regresa para resolver un crímen, junto a una antigua compañera de trabajo. En esa vuelta, ambos mostrarán todos los atributos esperables a una "buddy-movie", pero aprovechando a fondo el carisma de McCarthy para llevar toda broma a un punto extremo donde pocos pueden llegar. Phil (el muñeco, con la voz de la versión en inglés de un niño, Ryan Tran) y Connie (McCarthy) son dos colegas que hace un tiempo atrás, compartieron tarea como detectives. El primero, fue el único exponente de las marionetas dentro de los servidores de la ley, ya que no es tan frecuente que, a pesar de vivir juntos, los humanos cedan tantos espacios. Phil es astuto, oscuro y misterioso. Connie, un desastre total. Un crimen es el punto obligado de reunión, una vez que el ahora investigador privado, decide ir a fondo con la cuestión y necesita ayuda. Todo lo que se imaginen en cuanto a escenarios de corrupción, drogas, pornografía y demás ilegales, irán desplegandose a medida que el film avance. Los compañeros intentarán seguir el derrotero criminal de los responsables, pero harán mucho ruido a la hora de avanzar en la dirección esperada. Henson hijo entiende mucho de marionetas y logra retrotraernos a esa ambiente delirante que tenían sus envíos con "Los Muppets": mucha dinámica, movimiento de manos, gritos y buenos efectos sonoros. Todo eso está presente. McCarthy aporta su peso en cuanto a maximizar el alcance de lo escatológico, incómodo y poco sutil. Está ahí para mostrar su delirio e incomodarnos, y le sale, como siempre, más que aceptablemente. Desde el punto de vista argumental, hay muchas cosas que me dejan pensando que, a pesar de las buenas intenciones, "The Happytime Murders" no alcanza los niveles esperados para una cinta que maneja tan prestigiosos muñecos (aunque no sean "oficiales", desde ya). Intenta llevar ese mundo infantil y dinamitarlo dentro del esquema de las comedias negras policiales. Logra diluir su fuerza porque tiene a una comediante cuyo histrionismo barre la pantalla cada vez que aparece y tampoco muestra riqueza a la hora de explorar las relaciones en ese escenario donde marionetas y humanos, pretenden convivir en equilibrio. La siento, incómoda y de a ratos aburrida, como típica comedia de esas que ya me resisto a ver, donde se cree que la suma de gags físicos deben resolver deficiencias del guión. Desde ya, creo que es una movida interesante para los fans de la franquicia que no se puede nombrar, pero hay que ir advertidos que nada de lo que verán, es para la familia ni los niños. "The Happytime murders" es un producto desafiante, desparejo y singular. No me cerró pero tiene el crédito abierto por intentarse a combinar universos particulares, desde una óptica distinta, que pretende reposicionar las clásicas marionetas que fueron hit en nuestros días mozos (snif!). No creo que esté logrado, pero si buscan algo de diversión, puede verse sin problemas.
"Esta comedia negra puede funcionar o no según cómo le caiga al espectador una siniestra parodia de los personajes que alegraron su niñez. Nos referimos a los muñecos creados por Jim Henson en programas y películas de culto como "EL show de los Muppets" o "Plaza Sésamo", que en esta comedia son vilipendiados a más no poder por el hijo del creador de tanta magia marionetística, Brian Henson. "The Happytime Murders" imagina un universo paralelo donde los seres humanos y los muñecos tipo "Sesame Street" conviven con la mayor naturalidad, aunque es a una policía humana, interpretada por Melissa McCarthy, la que tiene que investigar quién está matando a las marionetas de un antiguo y famoso programa. El humor negro y sobre todo la parodia de los Muppets es lo que en principio toma por sorpresa al espectador y lo hace reír o, como se dijo antes, tal vez indignar, eso depende del temperamento de cada uno--, pero lo cierto es que luego de la sorpresa inicial la película se queda un poco corta en gags y en desarrollo argumental, aunque lo cierto es que los chistes buenos bien justifican la entrada.
¿Quién mató a los Puppets? es una película tan anacrónica, tan completamente ajena al cine actual, que es entendible que desconcierte a más de uno. De hecho, en este mismo instante, la crítica estadounidense la está destruyendo, lo cual no es de extrañar si tenemos en cuenta que entre los promedios más bajos de un sitio como metacritic se encuentran grandes comedias como Billy Madison, Freddie cayó en la cuenta (o Freddie Got Fingered, la única película que Tom Green dirigió y una obra maestra descomunal) y El triunfo de los nerds (o A Night at the Roxbury). Pero, como decíamos, ¿Quién mató a los Puppets?, ya desde su punto de partida, recuerda a noventadas como Dino Cop (Theodore Rex, buddy movie con Whoopi Goldberg y un dinosaurio), Gnomo Cop (A Gnome Named Gnorm, del gran Stan Winston) e incluso las buddy movies entre humanos y perros de fines de los ’80 y comienzos de los ‘90 (léase, Socios y sabuesos, K-nino y, ohpordiós, Top Dog, con Chuck Norris). Y más allá de eso, hay algo en el tono de la película, en su humor festivamente guarango, que recuerda a otras épocas. Al contrario de algunas comedias de los últimos años en las que la subtrama policial bajaba el nivel general de la película por lo perezoso del asunto (hola, Noche de juegos), Brian Henson -hijo de ya saben quién y director de grandes obras como Una Navidad con los Muppets y Battleground, este último un episodio de la miniserie Nightmares and Dreamscapes, basada en cuentos de Stephen King, sobre una batalla campal entre William Hurt y unos juguetes- conoce los géneros a la perfección y sabe muy bien cómo integrarlos. La película arranca como un film noir y tiene en su protagonista, el títere Phil Phillips (la película imagina una ciudad de Los Ángeles donde los “puppets” conviven con los humanos pero son considerados ciudadanos de segunda), un gran émulo de Philip Marlowe; un ex policía devenido detective privado que se la pasa fumando -la película nos regala varios planos bellos repletos de humo- e incluso se encarga de la narración en off. Luego llegamos al momento en que Phil debe volver a unirse con la detective Connie Edwards (Melissa McCarthy), su ex compañera en la fuerza, para investigar los asesinatos del elenco de una vieja sitcom llamada The Happytime Gang, la primera en reunir títeres con humanos, y es aquí donde la película deviene en buddy movie. Lo magistral de ¿Quién mató a los Puppets? es que funciona como un gran noir y como una gran buddy movie; Henson les da a estos dos géneros, que en cualquier otra película de estas características estarían presentes como mera cita, el mismo peso que a la comedia. Y como comedia, ¿Quién mató a los Puppets? es antológica. Ya de por sí las escenas del local porno y del garche entre Phil y una clienta, que deriva en un lechazo épico por parte de nuestro héroe, deberían pasar a la historia. En especial esta última, ya que tiene que competir con aquella enorme sex-scene marionetil en Team America: World Police de Trey Parker y Matt Stone y sale más que airosa. Pero toda la película goza del mejor timing posible, y no solo desde lo visual sino también por el lado de los diálogos, repletos de improperios hermosos cortesía del guionista Todd Berger. Pero tal vez lo más meritorio de ¿Quién mató a los Puppets? sea el hecho de que Henson haya logrado una película así de salvaje a partir de una narración concisa pero no apresurada, a puro clasicismo.
AL OTRO LADO DEL ARCOIRIS Si Los muppets nos han enseñado, aún con su dosis de ironía amable y sin desconocer la maldad circundante, sobre las bondades de la integración y donde las buenas acciones llevan necesariamente a un mundo positivo, ¿Quién mató a los puppets? surge como una continuación en sordina de ese universo, donde la integración ha sido un cuento y en el que los amables títeres de paño sobreviven como pueden en barrios marginales y discriminados del resto de la sociedad. Si todo esto puede parecer demasiado cínico, no lo es porque su director, Brian Henson, no es más que el hijo del gran Jim Henson, creador de Los muppets, y su amor por estas criaturas no es algo que esté en duda. ¿Quién mató a los puppets? es una comedia negrísima, llena de puteadas y escatología, una pieza freak y en apariencia imposible en este cine industrial donde todo tiene que estar prediseñado y basado en la experiencia de un público cautivo. ¿Quién mató a los puppets? es también un film noir, como en su momento lo fue ¿Quién engañó a Roger Rabbit?, otra obra maestra de lo anormal, también construida sobre el revés de un universo luminoso, pero que fue mejor recibida en una época donde la fantasía se permitía la oscuridad (estos chicos post septiembre 2001 no quieren saber nada con la muerte). La película de Brian Henson arranca con la voz en off de Phil, el puppet protagonista, un detective privado que en la senda de sus grandes colegas de la literatura negra atraviesa una etapa de plena decadencia. Su mirada sobre el mundo que lo rodea es oscura, tanto como lo es la propia experiencia de los otros puppets que habitan una Los Angeles absolutamente desangelada: están los que siguen empecinados con cantar y bailar, aunque los humanos los golpeen hasta arrancarles los ojos. Como todo buen noir, nuestro protagonista terminará involucrado ingenuamente en una trama que lo superará y donde el sexo y las drogas aparecen como válvulas de escape al vacío existencial, pero también como moneda de cambio entre los personajes. ¿Quién mató a los puppets? construye su trabajo de contraste entre la alegría y la pesadumbre a partir de The happytime gang, un viejo programa televisivo de los 80’s que en la ficción del film fue emblema en su época al hacer explícita la integración entre humanos y puppets, y que hace recordar un poco al viejo ciclo creado por Jim Henson. Es el asesinato de sus ex protagonistas lo que pondrá a Phil en el camino de la investigación y a la película la hará ingresar en otra vertiente del policial como es la buddy movie, con la inclusión de Melissa McCarthy (brillante, como siempre, y sumándose lúdicamente al juego en su versión más bardera) como una agente que no se lleva del todo bien con el detective privado. Lo notable de la película es que no sólo se recuesta en múltiples códigos genéricos a la vez que ironiza con la posibilidad de ver a títeres en situaciones absolutamente escatológicas, sino que sabe construir una trama policial con su debido misterio y contiene grandes momentos de comedia: una larga eyaculación de Phil es una obra maestra del timing cómico y la incomodidad; también lo que hacen McCarthy y Maya Rudolph, una dupla que recupera la locura de las viejas parejas del cine cómico. Con los materiales a mano, Brian Henson se podría haber visto tentado de hacer virar su historia hacia lugares más placenteros, pero no lo hace. Y fiel a los códigos del noir el mundo seguirá siendo, cuando termine la historia, un lugar invivible, más allá del módico éxito de sus protagonistas. ¿Quién mató a los puppets? nunca se traiciona, es consecuente con lo que quiere contar y se anima a ir mucho más allá de lo que muchas películas supuestamente provocadoras van. El grado de locura y de incorrección política de la película, que hace convivir los universos de John Watters y los hermanos Farrelly, es no sólo un concepto qua hace girar la comedia por caminos imprevisibles, sino también la forma de mirar el mundo desde un lugar oblicuo, diferente y poco agradable para la mirada conservadora. Si lo muppets nos mostraban la bondad del mundo sin abandonar la tristeza de lo que en verdad nunca será, ¿Quién mató a los puppets? es un escupitajo ácido al ojo de la moral y la ética bienpensante. Nos lleva de la mano al otro lado del arcoíris y nos suelta la mano para perdernos en las calles de una insania descomunal.
Humor desaforado, a veces escatológico con timing impecable. Vaya uno a saber si esta película va a tener suerte o no, dado que tiene “muñequitos” pero no es para chicos. Brian Henson es no sólo el hijo de Jim Henson, papá de “Los Muppets”, sino que dirigió varias películas de “Los Muppets”. Acá, fuera del paraguas Disney narra la historia de un mundo donde marionetas y personas conviven, y alguien anda asesinando cruelmente a las ex estrellas peluditas de un programa infantil. Entonces una detective privada ex policía y un muñeco-cana y adicto al sexo van por el caso. Pues bien, amigos, lo que sigue es humor desaforado, a veces escatológico (recuerda mucho el segundo largo de Peter Jackson, salvo que ahí no había humanos, “Meet the Feebles”) pero puesto en pantalla, en general, con timimg impecable. Todos los actores son grandes comediantes (McHale y Maya Rudolph, Community y SNL respectivamente, respeto por ellos) y los muñecos, delirantes.
Cuesta muchísimo entender qué le pasó a Brian Henson para realizar la obra más decepcionante de su carrera, ya que hasta la fecha había logrado mantener vivo con honores el legado de su padre. Un artista que más allá de su apellido logró trascender por su cuenta con producciones estupendas, como las películas que hizo para chicos con los Muppets y esa maravillosa adaptación humanista de Jack y las habichuelas mágicas (con Matthew Modine). No puedo olvidarme que también nos brindó la mejor y más fiel versión de Alicia en el país de las maravillas (con Tina Majorino y Martin Short) y la serie de culto Farscape. Una propuesta de ciencia ficción cuyo contenido humorístico luego sería replicado en los cómics de los Guardianes de la Galaxia de Marvel. Al ver ¿Quién mató a los Puppets? queda la sensación que Henson hizo la película luego de sufrir una lobotomía o tal vez una abducción extraterrestre, ya que no parece una obra del artista que sigo desde hace décadas. Puedo entender su intención de querer explotar comercialmente el estilo de comedia zarpada que desde hace unos años viene saturando este género pero el resultado final no termina de convencer. La idea de narrar una propuesta con marionetas para adultos no es nueva ni revolucionaria. De hecho, el propio Jim Henson lo hizo en 1975 con el piloto The Muppets: Sex and Violence que contenía referencias sexuales y parodiaba con un humor más picante los contenidos de ese momento en el cine norteamericano. Sin embargo, ningún canal aceptó la serie y recién cuando el programa se orientó a un público más familiar los personajes se instalaron en la televisión. Años después, en 1989, Peter Jackson brindó una polémica sátira de los Muppets, como fue Meet The Feebles, que incluía varias escenas repugnantes y retorcidas. No obstante, a lo largo de la trama al menos había una variedad de las situaciones humorísticas que se presentaban, además de plantear una parodia brutal de la industria de Hollywood. La gran debilidad de ¿Quién mató a los Puppets? no pasa por el humor vulgar o las situaciones de mal gusto que presenta, sino por tratarse de una película estancada en la redundancia. El film de Brian Henson se desinfla 10 minutos después de los créditos iniciales porque no sale de los chistes de penes y drogas y la mención de la palabra “fuck” cada 30 segundos. El tratamiento de la comedia es realmente muy pobre y se limita a un chiste que se repite hasta el hartazgo y genera que la trama se haga interminable, pese a que dura 91 minutos. La sátira al policial negro apenas llega a ser explorada porque el foco está puesto en la idiotez y los momentos más graciosos se incluyeron en el trailer. Si ver a un muñeco aspirando crack o eyaculando sobre una puerta te parece desopilante tal vez te alcance para pasarla bien en el cine, pero la realidad es que el contenido humorístico es bastante limitado. El film se termina de hundir con el casting de Melissa McCarthy, quien una vez más vuelve a interpretar, literalmente, el mismo papel que hizo en todos sus trabajos para el cine hasta la fecha. La actriz no es graciosa y con esta labor termina por cansar al brindar más de lo mismo. Ese mundo bizarro donde las marionetas conviven con los humanos abría un montón de posibilidades para explorarlo a través de la sátira. Lamentablemente, Henson en este caso prefirió satisfacer al club de fans de Seth Rogen. En resumen, el concepto del film no era malo, pero su ejecución resultó decepcionante, ya que se podía esperar un contenido más creativo en base a los buenos antecedentes del director.
Decepción. Eso sentí a ver esta película, porque tenía bastantes ganas. El tráiler me había encantado y causado mucha gracia. De hecho, ahí radica el mayor problema: todo lo mejor del film se encuentra en el tráiler. No dejaron nada gracioso para la película. Me reí nada más en las escenas que ya había visto en los avances. Amén de eso, es imposible escribir sobre este film sin nombrar a Quién engañó a Roger Rabbit (1988) y Ted (2012), porque es una amalgama de ambas. Y es genial que el responsable sea Brian Henson, hijo del legendario Jim Henson, quien fue el creador de Los Muppets y responsable de grandes películas tales como The dark Crystal (1982) o Laberinto (1986). Aquí parodia la obra de su padre, pero no llega a darle la vuelta como hicieron los realizadores de Ted en la primera entraga. Aquí, salvo por un par de chistes no hay impacto. Se percibe con buenas intenciones, pero desalmada. No logra lo que se propone. Las voces y el cast encabezado por Melissa McCarthy están bien. Pero se encuentra en sintonía con el resto de la cinta, le falta… En definitiva; ¿Quién mató a los puppets? Es una buena idea, pero mal ejecutada.
En sus primeros minutos, ¿Quién mató a los Puppets? amaga con tomar un camino interesante: en los barrios de Los Ángeles, los muñecos llamados puppets son discriminados y agredidos por los humanos. La película muestra una ciudad intolerante con los peluches, y un nuevo caso de muerte de uno de ellos llega a la oficina del expolicía y ahora detective privado Phil Philips, la marioneta azul que será la protagonista principal. Pero esos primeros minutos de sátira social, de noir sucio y criminal, se desvanecen muy pronto y todo se convierte en un pastiche plano y carente de ideas. Lo que podría haber sido una efectiva metáfora de la violencia contra las minorías, es sólo una insignificante comedia que se cree irreverente y provocativa. Quien secunda al muñeco Phil en la investigación de los asesinatos de los títeres es Melissa McCarthy en el papel de la detective Connie Edwards. McCarthy hace todo lo posible por ser graciosa y nunca termina de encajar: se la nota incómoda, sobreactuada, por momentos sin timing, desorientada, casi como si no supiera qué hacer para remontar lo irremontable. Hasta un niño de primaria se aburriría con las cosas que le hacen hacer a la consagrada actriz. ¿Quién mató a los Puppets? posa de retorcida y es tan correcta, anodina y conservadora como cualquier producto infantil de Disney. Lo más osado que puede hacer su director, uno de los hijos de Jim Henson, creador de los Muppets, es ordeñar una vaca como si se la estuviera masturbando, mientras despide a chorro sus fluidos. La película intenta ser una buddy cop (ese subgénero en el que sus dos protagonistas deben trabajar juntos para resolver un crimen, al tiempo que entablan una amistad) pornográfica y sórdida, y mostrar el mundo marginal en el que se mueven los personajes. Pero resulta ser un filme chato, mecánico, predecible, que copia y pega planos de otras películas (el más reconocible es el cruce de piernas de la muñeca rubia recordando al personaje de Sharon Stone en Bajos instintos). Los supuestos chistes escatológicos y escandalosos en realidad son gags inofensivos como pompas de jabón. Y la poca gracia de las escenas se debe a que están protagonizadas por los simpáticos muñecos, que siempre ridiculizan todo lo que los rodea. ¿Quién mató a los Puppets? es un producto anodino e intrascendente, hecho por una fábrica que cada vez desprecia más el cine.
Una apuesta jugada por un humor para mayores, la simpatía que siempre generan estos personajes de goma espuma y lo bien que quedan estos elementos juntos. Que el título no los confunda, no se viene la tercera parte del nuevo reboot de Los Muppets, esos pequeños y amigables títeres llenos de colores, sentimientos e incluso variedad de razas de animales, que a lo largo de los años han sabido inundar la pantalla con canciones, chistes físicos aptos para todo público y casi siempre, una gran moraleja reveladora. En esta oportunidad, los que verán acción en la gran pantalla, no son la rana, el oso y la cerdita, sino que serán sus primos lejanos, los Puppets. Si bien en su estructura física, estos muñecos son bastante similares a los creados por Jim Henderson, todo el ambiente a su alrededor es totalmente diferente. La convivencia entre los Puppets y humanos, es de lo mas dificultosa, ambos se tratan con hostilidad y hasta hay un alto grado de discriminación entre ellos. Claro está, no en todos los casos es igual, ya que incluso trabajan juntos, tienen affaires amorosos y conviven lo más bien. Bajo estas características y en este marco se da ¿Quién Mató a los Puppets? (The Happytime Murders, 2018), una película que mezcla comedia con un tono demasiado subido con ironía casi todo el tiempo y las situaciones más hilarantes que se les puedan ocurrir con una película detectivesca que nada le podría envidiar a David Lynch. En esta combinación de géneros, que suele ser más normal de lo que en un primer vistazo puede parecer, tendrá una de las caras femeninas que se asocian inmediatamente a la comedia, Melissa McCarthy. Interpretando a la detective Connie Edwards, una agente de la ley que el protocolo se le es esquivo. Mientras que por el lado de los muñecos parlantes, estará Bill Barretta, un famoso titiritero estadounidense quien dará vida a Phil Phillps, un puppet que de dedica a ser detective privado, luego de que lo bajaran de su cargo de oficial de policía, por un incidente que tuvo cuando eran compañeros con Connie. Los caminos de nuestros protagonistas volverán a cruzarse, una vez que empiezan a sucederse un par de asesinatos misteriosos, vinculando a nuestro protagonista de goma espuma con cada una de estas muertes. Phil y Connie deberás unir fuerzas e intentar dejar las diferencias de lado, para resolver este misterioso caso. En una película plagada de humor negro e irónico, ¿Quién mató a los Puppets? resulta ser un mejor filme del que uno puede pensar. Si bien estas criaturas rellenas de felpa, siempre van a ser amigables y dulces, el choque que en un momento produce de que sean todo lo contrario impacta un poco, pero luego, al acostumbrarse, termina resultando algo totalmente compatible. Hay varios pasajes en donde los chistes parecen sacados del peor talk show del mundo y otros de muy buena resolución. El problema de ambos viene cuando se da la constante reiteración de ellos. Ni hablar de momentos bizarros que hay para tirar al techo, pero ahí el director Brian Henson, supo jugar con la delgada linea de lo bizarro y lo vulgar para que su obra no se vea arruinada. A pesar de que el guión no deslumbra en ningún aspecto y de que el “misterio” tiene poco de misterioso, la película corre sin problemas por la gran dinámica que se presenta. Un gran acierto de esta producción, es el tiempo que dura. Suele pasar que estas comedias suelen alargarse inexplicablemente para desarrollar ideas sin sentido o solamente para estirar, pero ese no es este caso. Solo una hora y veinte bastan para contar una historia que si bien presenta fallas, no las agiganta y sigue, y eso es valorable. En cuanto a las actuaciones, Melissa McCartney se lleva todos los aplausos. Claramente es la más reconocida de un elenco que incluye actores con un largo curriculum, ella es la estrella sin lugar a dudas. McCartney ha demostrado a lo largo de su carrera que este es el humor que le gusta practicar y se nota. La naturalidad de algunas situaciones, por menos graciosas que parezcan, en su poder pueden lograr que mas de uno se pase la película riendo a carcajadas. Mención aparte para el grupo encargado de hacer que los títeres cobren vida. El director Brian Henson, es incluso un muy respetado titiritero que hoy por hoy comanda la Jim Henson Company (La de los Muppets) y al mismo tiempo, es hijo de Jim y Jen Henson, titiriteros por excelencia. Por ende, la excelente puesta en escena queda mas que justificada. Cabe destacar, que esta compañía de muñecos fue la encargada de facilitar los movimientos de grande personajes de la cultura pop como por ejemplo, los amigos coloridos de David Bowie en Laberinto (Labyrinth, 1986) y ni hablar de todas las películas de los queridos Muppets, de ahí su llamativo parentesco. Para pasar el rato esta película cumple con todos los requisitos. Una apuesta jugada por un humor para mayores, la simpatía que siempre generan estos personajes de goma espuma y lo bien que quedan estos elementos juntos. ¿Es chocante? Sí. ¿Es graciosa? También, muy graciosa.
Una ola de asesinatos de ex estrellas de televisión, un policía retirado cree que existe una conexión entre las muertes se dispone a resolver el caso. Pero su mayor problema no será este, sino que la sociedad ya no confía en los puppets. Melissa McCarthy y Bill Barreta protagonizan The Happytimes Murders, la nueva película de las famosas marionetas, pero esta vez orientada a un público adulto, cargado de humor negro y escenas explicitas que jamás esperaríamos ver protagonizadas por estos peludos personajes.
Dirigida por Brian Henson y escrita por Todd Berger con una historia ideada junto a Dee Austin Robertson, ¿Quién mató a los Puppets? es una comedia policial que se sucede en un mundo donde los puppets y los humanos conviven. Brian Henson fue director de las películas de los ’90 The Muppet Christmas Carol y Muppet Treasure Island. El hijo del reconocido Jim Henson (Laberinto) acá apuesta a otra historia que combina muñecos y humanos pero con un registro muy diferente, dedicada de manera exclusiva a un público adulto, ya no familiar. Y no a un público adulto porque pretende ser seria y oscura sino porque esto le permite poder jugar con el humor a través de lo políticamente incorrecto. En este mundo planteado en ¿Quién mató a los Puppets?, los muñecos conviven con los seres humanos pero lejos quedó su época de gloria. Es que al ponerse a la altura de los humanos y dejar de entregarse a una vida dedicada solamente a cantar, bailar y hacerlos divertir, quedaron relegados y marginados. Eso mismo le pasó a Phil, quien a diferencia de la mayor parte de los suyos quiso dedicarse a una vida distinta y ser policía hasta que una situación que salió del peor modo no sólo lo alejó a él de su oficio sino que metió a todos los puppets dentro de una misma bolsa y ahora ninguno puede ni siquiera soñar con ser policía. Phil es detective privado y trabaja, no obstante, a veces, ayudando a la ley, siempre de manera discreta. Cuando empieza a investigar un caso que le trae una seductora puppet a su oficina, pronto se ve inmerso en una investigación más grande y peligrosa: los protagonistas de una famosa serie de televisión ochentosa -protagonizada por puppets y una actriz de carne y hueso- entre los cuales se encuentran viejos amigos, su propio hermano y hasta un amor inconcluso, comienzan a ser asesinados. Eso lo reúne junto a una vieja compañera (Melissa McCarthy en un papel que ya le vimos interpretar muchas veces pero, hay que decirlo, suele funcionarle), probablemente la última persona con la cual quisiera trabajar. A nivel guion, la película apuesta a la típica película de dos detectives dispares unidos por un mismo objetivo. La estructura es clásica y sin embargo durante el último tercio no logra resolverse de una manera más dinámica y se termina sintiendo apresurado y hasta algo tirado de los pelos. Pero ¿Quién mató a los Puppets? no está tan interesada en ser esa comedia policial entre dos personajes que terminarán siendo compinches sino que juega con eso de ser una película con muñecos pero dirigida al público adulto, con un humor irreverente y de incorrección política. Y acá lo que podría haberse convertido en una atractiva propuesta se queda a medio camino. Mientras que las escenas que a nivel comedia mejor funcionan son las que suelen apostar por lo extremo y lo exagerado, el film no logra mantener ese mismo tono y se pierde en escenas de un humor más básico y aburrido. En el medio irán apareciendo varios personajes, algunos de carne y hueso y otros tantos rellenos de algodón. Entre los del primer grupo se destacan Maya Rudolph y Elizabeth Banks, dos mujeres distintas pero que, cada una a su modo, logran combinar fortaleza y ternura. Como curiosidad, durante los créditos se podrá presenciar un poco cómo es que se construye la magia, es decir cómo se ruedan las escenas con los muñecos y algunos de los trucos visuales. No de manera académica, claro, sino con humor, así como tantas otras comedias terminan con imágenes de los actores riéndose, tentándose y hasta arruinando tomas.
CHUAVECHITO, CHUAVECHITO Asesinatos, lujuria, drogas, marionetas... ¿lo qué? Los Muppets fueron, son y serán personajes irreverentes, cuyos productos, no siempre están orientados a los más chicos. Incluso aquellas películas dirigidas por Jim Henson como “El Cristal Encantado” (The dark cristal, 1982) o “Laberinto” (Labyrinth, 1986) son fantasías bastante oscuras para el público más menudo. Admitámoslo, los grandes lo pasamos muchísimo mejor (y entendemos todos esos dobles sentidos) cuando se trata de Kermit, Miss Piggy, Gonzo y compañía. Será por eso que Brian Henson –hijo y heredero del talento de papá Jim- decidió irse para el otro extremo con “¿Quién Mató a los Puppets?” (The Happytime Murders, 2018), comedia detectivesca no apta para menores… ni mayores impresionables. Henson y el guionista Todd Berger toman los elementos más clásicos del policial negro para plantear esta sátira protagonizada por Phil Phillips (Bill Barretta), ex policía –el único puppet que logró convertirse en oficial- devenido en detective privado, que trata de sobrevivir y ayudar a los suyos en medio de una Los Ángeles muy poco tolerante cuando se trata de sus habitantes más afelpados. En este universo alterno, humanos y títeres conviven, aunque no muy amistosamente. Los tiempos cambiaron y las criaturas peludas dejaron de ser adorables, convirtiéndose en ciudadanos de segunda, totalmente marginados, despreciados y discriminados por sus pares de carne y hueso. ¿Les suena conocido? En esta realidad, los puppets no tienen muchas opciones, más allá de trabajos de cuarta o caer en el vicio de la “azúcar”. No es chiste, literalmente, es caramelo molido. Phil decide aceptar un nuevo caso, y mientras sale a buscar pistas sobre los chantajistas de su clienta Sara (Dorien Davies), queda metido en medio de una masacre marioneteril perpetrada en un local de pornografía. El muñeco no es sospechoso a los ojos de sus ex compañeros oficiales, pero Connie Edwards (Melissa McCarthy) no guarda el mejor de los recuerdos de sus días de patrulla junto a Phillips. El teniente Banning (Leslie David Baker) los obliga a trabajar juntos y pronto, con la colaboración de la marioneta y un segundo homicidio/accidente, descubren que las víctimas están conectadas con The Happytime Gang, un show infantil de la década del ochenta donde solía trabajar el hermano de Phil. El elenco de la serie empieza a caer como moscas, y Edwards y Phillips deberán dejar de lado sus diferencias para resolver el misterio que pronto pone al títere en la mira del FBI. “¿Quién Mató a los Puppets?” es, en esencia, una buddy cop movie bien guarra, con la única salvedad de que los chistes sobre sexo, drogas y cualquier barbaridad que se les ocurra viene de la mano de las marionetas… y de McCarthy, bastante acostumbrada a estos personajes sin ningún límites de conducta. Acá, el gore (¿lo podemos llamar así?) no tiene que ver con tripas ni sangre, pero ojo con el vellón que vuela por los aires. Estos puppets tienen vida propia, sufren, gozan y mueren si algún can feroz se encapricha con sus partes, y muchas veces tienen sentimientos más profundos que los humanos que los desprecian. Phil es el clásico detective honorable del film noir, con la ingenua secretaria incluida (Maya Rudolph), esa femme fatale que le quita el sueño, y una voz en off que lo sigue hasta al baño. A Melissa ya la vimos interpretar a la oficial ruda, maleducada y un poco “marimacho”, pero acá se ríe incluso de ella misma (también es productora del film), y de esa imagen que construyó con gran parte de sus papeles, tal vez, demasiado consciente que no encaja en los parámetros de “belleza” hollywoodense. Igual, quien ríe último, ríe mejor, ya que es una de las actrices mejor pagas de la industria gracias a esta “marca registrada” que se creó que, nos puede gustar o no, pero funciona dentro del mercado norteamericano. Como cualquier policial negro que se precie como tal, los realizadores deciden mostrarnos una ciudad decadente, llena de antros lúgubres y delincuentes de ambos lados. Todo tiene un olorcito a retro como si se hubiera estancado en el tiempo (la década del ochenta, tal vez, o incluso antes), elementos que ayudan al contraste -y a destacar la incompetencia del FBI con el agente Campbell (Joel McHale) a la cabeza-, y a construir esta sátira que en ningún momento da concesiones, y así se entiende el disgusto de Disney ante la perspectiva de que las actitudes de estos “muñecos” puedan confundirse con las de los verdaderos Muppets, de los cuales tienen los derechos, obvio. Acá, no hay personajes conocidos, pero nadie puede negar el parecido que estos simpáticos protagonistas guardan con las creaciones de Henson padre. ¿La diferencia? El humor políticamente incorrecto que enarbolan, sí, incluso mayor al de sus congéneres. “¿Quién Mató a los Puppets?” es bizarra a la enésima potencia, exagerada y extrema, graciosa y digerible, justamente, porque no estamos ante un elenco conformado completamente por seres humanos. La trama policial y el misterio marcan el ritmo de la historia y de los chistes, pero nadie puede dejar escapar las analogías en épocas de un gobierno tan racista como el de Trump. El entretenimiento y las risas están asegurados, aunque no es la brillantez que uno quisiera esperar, ya que no puede (ni quiere) evitar los lugares comunes del humor más escatológico, en vez de refinar ese tipo de comedia que venimos disfrutando desde hace más de cuarenta años. LO MEJOR: - Que no se impone ningún límite. - Las analogías que construye. - Imposible no enamorarse de estos losers de peluche. LO PEOR: - Sacando los muñecos, no deja de ser una “comedia sarpada”. - A Disney NO le gusta esto.
Las combinaciones perfectas suelen ser combinaciones refinadas y complejas. Encontrar el equilibrio ideal entre dos universos distintos es un acto de magia que esconde inteligencia y talento. Tan complejo es lo que hace The Happytime Murders que el título local tropezó y cayó en un ridículo ¿Quién mató a Los Puppets? Demasiado cine para poder venderlo de forma clara. Tal vez deberían haber elegido justamente eso, promocionarla como lo que es: una película extraordinaria. En una ciudad de Los Angeles de auténtico clima de film noir, la historia comienza siguiendo al detective privado llamado Phil Phillips. Phillips es una marioneta –literalmente- en un mundo donde los humanos y los muñecos coexisten de forma tensa. Los muppets no tienen el mismo estatus social de los humanos pero aun así, todos comparten la ciudad. Phillips tiene una oficina como la de Humphrey Bogart en El halcón maltés (o cualquier otro film noir clásico hasta la actualidad), una secretaria humana que lo ama secretamente y un trauma del pasado que lo ha dejado a afuera de la policía de Los Ángeles donde él trabajaba. Cuando llega una femme fatale –o puppet fatale, para ser más exactos- llega a encargarle un caso queda claro que Phillips se meterá en un problema más grande de lo que parece. Phillips quedará en el medio de un asesinato múltiple en una tienda porno y pronto descubrirá que alguien está matando a los protagonistas de un éxito televisivo llamado The Happytime Gang, una vieja sitcom de los ochenta protagonizada mayormente por muñecos. La investigación lo conectará con su antigua compañera del servicio policial Connie Edwards (Melissa McCarthy) con quien aun tiene cuentas pendientes. Juntos son el dúo de investigación más clásico que se puede imaginar, bien al estilo del policial negro de las décadas de los sesentas y setentas. Este guión podría haber sido protagonizado por Steve McQueen, James Coburn, Lee Marvin, Charles Bronson, Clint Eastwood, Angie Dickinson o James Caan. La película la podría haber dirigido Don Siegel o Jean-Pierre Melville. Pero claro, además de ser un perfecto policial de aquellos años, la película es una comedia y no cualquier comedia, sino una comedias con muppets, sí, con los muppets de la línea de Jim Henson. De hecho la película está dirigida por Brian Henson, el hijo del creador de esta clase de muñecos. Algunos creen que puede ser una falta de respeto, incluso hasta llegaron a sufrir una demanda de la empresa productora de Sésamo Street. Sesame Workshop consideró ofensiva la línea promocional que decía “No Sesame, all Street“. Por suerte no ganaron, porque obviamente era una tontería. Todo lo bueno del mundo del policial y todo lo bueno del mundo de los muppets se combina en esta historia. El ya de por sí bastante irónico estilo de diálogos del film noir se combina con chistes delirantes producto de la existencia de muñecos en esta clase de historias. Un humor completamente adulto atraviesa la historia y no es otra cosa más que la versión graciosa de las tramas de venganza, sexo y violencia de los policiales de este tipo. Todo funciona, todo es gracioso y a la vez dramático e incluso tiene la profundidad y la melancolía propia de esta clase de títulos. Es una película de otra época que se salva de ser una pieza de museo debido al humor irreverente y anti solemnidad de los personajes y las escenas. Citar, entre muchos films, a Bajos instintos es un guiño ideal para delatar el puritanismo de espectadores y críticos, incapaces de manejar una película con tantas aristas complejas. Finalmente es ridículo pensar que esta película no forma parte del mundo de los muppets. Sí es una película adulta, pero no solo está hecha por muchos de los que han hecho los muppets durante décadas, sino que además es la prueba final de que los muppets eran en serio. Jim Henson no se tomaba a la ligera sus personajes ni los consideraba una tontería. Es por ese motivo que hacer una comedia adulta, con sexo y violencia no hace más que corroborar que los muppets son una forma de arte tan digna como cualquier otra y que por lo tanto pueden protagonizar toda clase de historias. De hecho Brian Henson dirigió anteriormente dos películas de Los Muppets adaptando clásicos como Charles Dickens y Robert Louis Stevenson. No estamos frente a un film maldito, simplemente a una película que corre el riesgo de ser menospreciada. El menosprecio es algo que la gente que se ha dedicado a la comedia desde el comienzo del cine hasta la actualidad ha tenido que enfrentar. Mientras tanto siguen haciendo maravillas como The Happytime Murders.
EXUBERANCIA DE FELPA Como si se tratara de una propaganda de los años 40 o 50 de las virtudes del sueño americano, las primeras imágenes de la película intercalan variados momentos cotidianos y transitorios de la supuesta convivencia armónica de los ciudadanos hasta que la lente se afina y la voz en off destruye cualquier ilusión: “la gente de Los Ángeles tiene algo en común que los aúna y es que no son puppets”. Entonces, las mismas escenas de paseos en auto, salidas luego de la escuela, cruces de calle, parejas o la circulación peatonal exhiben que el entrecruzamiento de zapatos de cuero y felpa ya no se sostiene en la idolatría o ternura, sino en una guerra silenciosa cargada de aislamiento, separación y partes de tela desgarradas. Las marionetas terminan despojadas de su inocencia para encarnar los aspectos más nocivos en un cóctel de favores sexuales, violencia, escatología, caídas en desgracia y excesos de droga azucarada. En medio de ese universo polarizado se produce un asesinato múltiple en un local de producción y venta de contenido pornográfico. Uno de los cuerpos mutilados pertenece a Mr. Bumblypant, miembro del exitoso show televisivo The Happytime Gang y conocido del ex policía devenido en detective privado Phil Phillps, quien se encontraba en el lugar siguiendo la pista de un caso. A partir del crimen, el pasado empieza a acecharlo con la aparición de su antigua compañera Connie Edwards, situaciones replicadas, fantasmas internos, recuerdos de las salidas con los integrantes de la banda durante el esplendor del programa e indagaciones personales acerca de las muertes a gran escala dentro de las sombras de la ley. El director Brian Henson se mueve en una reconfiguración del cine negro con guiños y alusiones a personajes emblemáticos, gestos distintivos y filmes clásicos que se combinan con grandes niveles de irreverencia, humor adulto, dosis de sexo salvaje, fluidos, violencia y droga; un combo que si bien tiende a desafiar los límites, desaprovecha la ruptura de esquemas que propone, limita a los personajes humanos y convierte varias veces al sexo en vulgaridad. El encuentro en la oficina de Phillips tiene dos momentos que ejemplifican los extremos: al principio juega el ardor de los cuerpos de tela con lo prohibido y la ironía de una imparable eyaculación emulando a El exorcista; luego, la insistencia de una nueva descarga alrededor del estudio, la mujer apoyada en el vidrio de la puerta, la secretaria junto a los policías sin saber qué hacer hasta que la mujer se va, los hombres ingresan y se topan con los resabios de un prolífico goce. Si bien existen ciertas reminicencias a ¿Quién engañó a Roger Rabbit? ya que en ambos casos cohabitan humanos con personajes de otras materialidades cuestionados por los primeros y un homicidio fomenta la interacción entre un investigador y una marioneta/caricatura, los tonos, los mundos y las maneras de habitarlos difieren en gran medida. Principalmente porque la película de 1988 utiliza matices sugestivos y se distinguen con claridad los personajes “buenos” y “malos”, mientras que en la actual todo es explícito, exagerado, obsceno en ocasiones y los personajes son ambiguos dentro de un universo corrompido, violento y cínico. En segundo lugar ¿Quién mató a los puppets? postula un espacio común habitado por los variopintos ciudadanos, cuya línea divisoria resulta imaginaria y hasta de rango social, mientras que en la anterior coexisten Los Ángeles, Toontown y el pasaje constante entre un mundo y el otro. De esta manera, se subraya una separación inherente a cada especie que se difumina cuando suceden hechos importantes en cada lugar. Por último, Henson postula numerosas muertes de títeres y Robert Zemeckis se focaliza en fallecimientos humanos, más allá de que pueda ocurrir la de algún dibujo. Del sueño americano ligero, armónico y adecuado a los excesos más desorbitantes de encuentros entre personas y marionetas o felpas entre sí, lenguaje obsceno, homicidios en masa de un antiguo éxito comercial y droga no tolerable para el común de los mortales. Los cócteles tientan pero también embriagan, sobre todo, en cantidades violetas, azucaradas, lascivas y de salpicaduras de relleno por doquier. Por Brenda Caletti @117Brenn
(Advertencia: esta crítica está plagada de términos gráficos, porque así es la naturaleza del filme reseñado) Graciosa y chocante. Dos calificativos mas que adecuados para The Happytime Murders, la subversiva comedia del hijo de Jim Henson que se atreve a llevar al mundo de marionetas – creado por su padre – al extremo mas adulto que puede permitir el cine mainstream. Porque acá tenemos muñecos masturbándose y eyaculando como si fuera un chorro de crema inagotable; orgías de peluches y encuentros interraciales entre marionetas y humanos (sean del mismo sexo o no). La grosería abunda y, aunque buena parte de los dardos dan en el blanco, otros te resultan shockeantes. La imagen de la vaca siendo masturbada a ocho manos por un pulpo, y la visión de los peluches siendo destrozados a escopetazos tiene un impacto mucho mas fuerte de lo que uno piensa… y eso que hablamos de muñecos imitando el mundo de los adultos. Honestamente me resulta difícil calificar a The Happytime Murders. Acá hay un par de ideas inspiradas – como en ¿Quién Engañó a Roger Rabbit?, figuras de entretenimiento infantil (en el filme de Robert Zemeckis, dibujos animados; acá, marionetas) tienen vida propia, con la diferencia que los de Henson se portan como adultos, están plagados de vicios y conviven con los humanos y, aunque suelen ser estrellas del cine y la televisión, no dejan de ser figuras despreciadas, perseguidas y castigadas, debiendo vivir en guetos o convivir con otras minorías (Phil Philips, el protagonista, tiene su oficina en el Barrio Chino); el subtexto sobre racismo salta a la vista – pero cuando Henson se va a los extremos, no termina de hacerme feliz. Se dispara a lo burdo y chocante, y eso que uno no es un puritano. La historia en sí no es un alarde de originalidad; es otro de esos reciclados de los policiales negros, donde los miembros de un antiguo programa de televisión (que ahora es un gran éxito en la sindicación, años después de ser cancelado) empiezan a ser asesinados uno por uno, y un muñeco ex-policia (devenido detective privado) termina involucrándose accidentalmente en el caso, más cuando su hermano actor termina siendo masacrado en el jacuzzi de su casa destrozado por una jauría de perros. Quizás ése sea un ejemplo bastante claro de los dilemas de The Happytime Murders, el por qué tiene que ser tan explícita en una escena que – en un filme con humanos – debería pertenecer a una película de terror serie Z. Ver al muñeco siendo desmembrado mientras está a los gritos de dolor y horror dista mucho de ser una secuencia graciosa. PortalColectivo, tu guia de colectivos urbanos en internet: recorrido de lineas de Capital Federal, Gran Buenos Aires y principales ciudades del interior de Argentina Es posible que el mayor drama del filme sea que pretende ser subversivo (algo que no me parece mal en absoluto), pero en un vehículo de 40 millones de dólares dotado de estrellas reconocidas y distribuido en el circuito mainstream. Cuando Peter Jackson hizo Meet the Feebles (un filme que tiene muchísimos puntos en común con la cinta de Brian Henson), sabía que era lo suficientemente atroz como para no poder ser exhibida en un cine normal, quedando relegada al circuito grindhouse y el redescubrimiento en los estantes de los videoclubes. Fritz el Gato salió en una época en donde Hollywood coqueteaba con la pornografía, y la idea de hacer una película de dibujos animados con contenido adulto sonaba revolucionaria. Pero Brian Henson no va por el circuito indie, y así es como se topa con la muralla de la crítica conservadora norteamericana, amén del repudio masivo del público. No es que la gente no esté preparada para el filme (estamos en el nuevo milenio, hemos dejado de ser pacatos y hasta la pornografía ha pasado a ser un producto de consumo masivo); es que la película, cuando decide irse de mambo, lo hace mal y de manera tan shockeante que no es para cualquiera. The Happytime Murders es un filme que clama a gritos ser objeto de culto; pero aunque cumpla las condiciones (fue un fracaso de taquilla y tiene una temática tan original como heterodoxa), es demasiado dispar para entrar en la categoría. Muchos chistes calzan (y Melissa McCarthy vuelve a probar que es una actriz incombustible, dotada de una gracia enorme no sólo para sobrevivir esto sino para darle los únicos chispazos de comicidad el filme), pero hay serios problemas de tono en unas cuantas escenas (sobre todo, las de los asesinatos y las de sexo), y la historia no es redonda. No me parece justo que el muñeco detective derrote al villano porque es como si esquivara la deuda karmática que le corresponde. En todo caso es un filme bizarro que con el tiempo encontrará su público… o terminará archivado en el rincón mas oscuro del videoclub cercano a su casa.
Melissa McCarthy hace equipo con la voz de Bill Barretta en un policial con marionetas.
a película de Brian Henson (si, el hijo de) plantea una ciudad de Los Ángeles donde los Puppets, marionetas con vida propia, conviven con los seres humanos pero son considerados ciudadanos de una categoría inferior. Ayi Turzi ya la vio y te cuenta qué le parece. ¿Quién mató a los Puppets? es una película quizás compleja de abordar. La trama sigue a Phil Phillips (una especie de Phillip Marlowe en versión marioneta azul) que carga con un pasado donde mató por error a otro puppet, siendo desafectado de la fuerza policial y reconvirtiéndose en investigador privado. Una masacre en una tienda que vende películas pornográficas y juguetes sexuales tiene como consecuencia su reincorporación, al menos temporal, a la policía, otra vez como compañero de Connie Edwards (Melissa McCarthy): es que parece ser que no fue un robo fallido y alguien anda detrás de los puppets integrantes de The Happytime Gang, una sitcom exitosa años atrás. Hasta acá parece una pavada. Pero no. Primer advertencia, no es una película infantil. Y lo menciono porque, a pesar de su clasificación +16 años, había muchos niños en la sala, viendo como el dueño del local asaltado filmaba una película porno en la que un pulpo ordeñaba a una vaca, por ejemplo. La trama es un policial clásico, con pequeñas referencias no forzadas a los films noirs y con una búsqueda de química estilo buddy cop movies entre sus dos protagonistas, pero no deja de ser una comedia incorrecta políticamente por donde se la mire. Chistes subidisimos de tono, sexo explícito entre las marionetas y un lenguaje que no se priva de decir nada acompañan a la investigación policial sin saturar ni hacernos perder el foco de atención. Por momentos recurre a algunos juegos de palabras o gags que podríamos llamar bobos, blancos o inocentes, y esto puede generar dos cosas: o abre el espectro a un espectador un poco más naif, o hace bufar al que espera que la película esté a las chapas con chistes de pijas todo el tiempo. Se podría decir que visualmente es discreta, por momentos incluso tiene una imagen un poco lavada. Los muñecos, a pesar de su construcción de felpa, se alejan de los tonos estridentes que estamos acostumbrados a ver en otras producciones. Lo que podría ser una búsqueda de identidad visual más adulta, de acuerdo al perfil de la película, termina generando que uno se olvide de los personajes en detrimiento de recordar algunos pequeños detalles, sobre todo violetas. Y esto hay que decirlo: McCarthy no está en su mejor momento. Se la ve cansada, apagada, como desganada. Esperemos que vuelva al nivel de, por ejemplo, Damas en Guerra (2011). La conclusión es: si quieren ver una comedia incorrecta y delirante, y van a saber perdonarle que por momentos peque de burda, ¿Quién mató a los Puppets? Es para ustedes. Si se horrorizan cuando alguien dice “verga” o denuncian algún posteo en redes sociales porque les indigna que “con eso no se jode”, no la vean. Les va a doler la panza del enojo.