Reivindicando el melodrama cursi Zhang Yimou fue, con películas como Sorgo rojo (1987), Esposas y concubinas (1991), Qiu Ju, una mujer china (1992) o La reina de Shanghai (1995), uno de los artífices de la renovación del cine de su país con aquella Quinta Generación que sorprendió en esos tiempos al mundo entero. Esta película -un melodrama noble y premeditadamente ampuloso ambientado en los primeros años '70 de la infame Revolución Cultural- recupera la mejor versión de un realizador que parecía haberse refugiado para siempre en una producción a gran escala sin demasiado riesgo ni implicancias personales. Luego de una etapa concentrada en épicas históricas con énfasis en las artes marciales y las escenas bélicas (La casa de las dagas voladoras, La maldición de la flor dorada), que resutaron tan bellas como impersonales, Zhang Yimou retomó el cine autoral de aspectos más sociopolíticos con Regreso a casa (Coming Home), film protagonizado por su actriz-fetiche Gong Li que de manera algo demorada y casi azarosa llega ahora a un par de salas argentinas. Denostada tras su presentación en la sección oficial (fuera de competencia) del Festival de Cannes 2014 por un sector no menor de la crítica que la consideró cursi y vulgar, Regreso a casa encontró luego -con una mirada algo más atenta y distanciada- algunos defensores, entre los que me encuentro. Regreso a casa, incluso con los lugares comunes del género (ay, ese pianito omnipresente), es un melodrama hecho y derecho: clásico, descarnado, visceral, de esos que no le temen a exponer los sentimientos. Puede que no sea heredera directa de un Nicholas Ray ni llegue a la contundencia de Los puentes de Madison, pero créanme que -si se vencen los prejuicios iniciales- hay chances ciertas de que hasta el más cínico de los espectadores pueda descubrir la esencia del film. La historia arranca en la primera mitad de los años '70 con un prisionero político (Chen Daoming) que se escapa de la cárcel y regresa de incógnito a su ciudad. Su esposa (la siempre extraordinaria Gong Li) y su hija adolescente (una bailarina interpretada por Zhang Huiwen) son conminados por las autoridades comunistas a delatar a su familiar. Al poco tiempo, es detenido nuevamente. Tres años más tarde, con el fin de la Revolución Cultural (1976), el hombre es liberado pero al regresar al hogar descubre que su mujer sufre de una amnesia (parcial) y no lo reconoce en absoluto. Las diversas tácticas que el protagonista (con la ayuda de la joven) irá utilizando para ingresar de a poco a la intimidad de la casa y estar el mayor tiempo posible con ella conforman el eje principal de un film que es, sí, poderoso y conmovedor en su exploración de la memoria, el dolor y la memoria. Los escépticos también deberían darle una oportunidad...
En "Regreso a casa" el cineasta chino Zhang Yimou narra la historia de amor de una pareja resquebrajada por la amnesia y la Revolución Cultural China. El emblemático director chino Zhang Yimou plasmó sus historias de amor, sumisión y lucha de poderes a través de relatos que también imponen siempre un marco histórico y social convulsionado. Desde sus primeras creaciones como Sorgo Rojo, La linterna roja y Adiós a mi concubina hasta La casa de las dagas voladoras y La maldición de la flor dorada, Yimou combina el clima nostálgico y dramático con una estética de construcción pictórica en cada fotograma que deja su sello inconfundible y acompañado, claro está, por su musa inspiradora, la actriz Gong Li. En Regreso a casa -Coming Home- el cineasta narra la historia de amor de una pareja resquebrajada por la amnesia y la Revolución Cultural China -1966-1976-. En la trama aparecen la profesora Wanyu -Gong Li- y su hija Dandan -Zhang Huiwen-, dedicada a la danza y en una feroz lucha por conseguir el papel protagónico en una obra, mientras su madre recibe la noticia de la fuga de su marido Lu Yanshi -Chen Dooming-, detenido como un preso político. Pero la vida de ambas da un giro radical cuando la hija no consigue su rol como consecuencia de la fuga de su padre, quien regresa a casa y se encuentra con una mujer que recuerda muy poco de su pasado. La espera y la memoria colectiva son trasladadas a la pantalla grande entre un clima familiar alterado y una nieve que también derrite las esperanzas de los personajes. Con cartas, vigilias en una estación de tren y la música como único elemento movilizador de la historia, Yimou logra un atrapante equilibrio dramático que, si bien no llega a la altura de sus otros trabajos, deja en claro que se trata de un artista de la narración que ahora pone su foco en los tópicos de la separación , el reencuentro y la esperanza de que Wanyu recupere su mente luego de casi veinte años de distanciamiento. El film, lejos de caer en golpes bajos o situaciones lacrimógenas, describe minuciosamente cómo los grandes acontecimientos sociales y políticos afectan y transforman las vidas de gente que fue separada sin explicaciones y deja en el camino sueños, afectos y esperanza. Los laberintos del pasado dicen presente en una película con grandes actuaciones.
Durante 1966 y 1976, Mao Tse-Tung impulsó en China la llamada Revolución Cultural. El objetivo era eliminar los vestigios del capitalismo y la burguesía que aún quedaban en el Estado y en los partidos políticos, para dar lugar al pleno desarrollo del marxismo. Como consecuencia se produjo una “caza de brujas” y a aquellos que iban en contra del comunismo, o tan sólo parecían hacerlo, eran tomados como prisioneros y enviados a campos de trabajos forzados. En este contexto transcurre la historia del último film del director chino Zhang Yimou, Regreso a Casa. Feng (interpretada por la bella Gong Li) es separada de su esposo Lu (interpretado por Daoming Chen), a quien envían a un campo de trabajos forzados como preso político. Ella deberá criar a su pequeña hija Dan Dan (la bailarina Zhang Huiwen), esperando con ansías el regreso de su marido. Zhang trae una historia desgarradora, a diferencia de sus películas más famosas como Héroe y La Casa de las Dagas Voladoras, que resultaban inolvidables por su hermosa cinematografía, sus vivos colores y sus tomas, que parecían cuadros sacados de alguno de los mejores museos del mundo. En esta ocasión construye el relato con colores opacos y centrándose en los gestos de sus protagonistas a través de primeros planos. No es una historia sobre la Revolución Cultural, ni siquiera sobre la vida en la China de entonces. Aunque el contexto es importante para la trama, el centro y lo movilizador del film pasa por la historia de amor de Feng y Lu. Luego de estar diez años separados, Lu es liberado y puede regresar a su familia pero diez años es demasiado tiempo. Su hija que tenía tres años cuando se fue, ahora tiene trece y no conoce a su padre. Su amada esposa ha sufrido un terrible trauma y no logra reconocerlo. Regreso a Casa es una historia de devoción, de amor infinito y de sacrificio. Amor de la hija hacia sus padres. De Lu hacia su esposa, quien a pesar de que no le reconoce, no se deja desanimar en pos de seguir buscando la forma de que ella acepte su regreso. De Feng por su esposo, esperando su retorno todos los días y extrañándolo aún más que cuando se lo arrebataron por primera vez. Es desgarradora, es movilizadora y es de esas películas que se quedan con el espectador aun mucho tiempo después de haberla visto.
La eterna espera. En una China atravesada por la Revolución Cultural transcurre la historia de amor entre Feng (Gong Li) y Lu (Daoming Chen), narrada en Regreso a Casa, el anteúltimo film del reconocido Zhang Yimou. Su director nos tiene últimamente acostumbrados a películas en donde las pasiones y las dagas se unifican mediante el esplendor del color. Sin embargo, en este film retorna a dramas más sencillos desde la puesta en escena y sin luchas filosóficas contra la gravedad, pues aquí el tema central es más terrenal: el reencuentro entre dos personas que se aman. Lu es llamado “traidor” ya que se opone al gobierno de turno, por lo cual es perseguido y debe alejarse de su familia, compuesta por su esposa Feng y su hija Dan Dan (aspirante a ser una gran bailarina). Lu se pierde toda la infancia de Dan Dan, quien lo desprecia y le guarda mucho rencor: su padre es el único que no utiliza un prendedor con el busto de Mao. Debido a objetar con insistencia los ideales del poder gobernante, Lu es enviado como preso político a un campo de trabajo y durante años permanecerá aislado de su familia. La vida sigue para las mujeres, pero desde ese punto traumático -clímax del film- en el que él es arrestado, Feng ya no será la misma. Una vez que la Revolución Cultural China ha terminado, Lu vuelve a su hogar a reunirse con su familia, sin embargo el encuentro no será como esperaba, ya que Feng posee un trauma tan grande que se volverá más bien un desencuentro. En este largometraje la poesía de los sonidos de la naturaleza y de los trenes resulta fundamental, asimismo lo es la música proveniente del piano en la casa de Feng, la cual permitirá un breve momento de conexión de la pareja en un mismo tiempo y espacio. Pues Lu tendrá la paciencia y la sabiduría que caracteriza a los orientales para entender lo que le está sucediendo a Feng, quien se ha quedado arraigada en el pasado. No sólo Feng ha cambiado, sino también el vínculo con su hija se ha quebrado, circunstancia que vamos comprendiendo mediante el excelente manejo de Yimou en la dosificación de la información. En un relato conmovedor de redescubrimiento y de reconocimiento posterior a una situación traumática (lo cual nos remite lejanamente a Hiroshima Mon Amour), el amor hará que Lu no desista y acompañará a Feng a encontrarse con su yo del pasado.
Siempre hay que celebrar la llegada de nuevos distribuidores a la escena cinematográfica local, y doblemente debe ser el festejo cuando se decide iniciar el difícil camino de encontrarse con el público con un producto de calidad. Con “Regreso a casa” (China, 2014) de Zhang Yimou, Village Cines decidió, de la mano de su gerenta Silvia Baum, incursionar en el mundo de la distribución y no sólo ya de la exhibición. Cuenta la propia Baum que durante una proyección de Pantalla Pinamar pudo ver la película y casualmente estaba al lado de la representante local de la distribuidora mundial quien le confirmó la no llegada a pantallas del producto. Ante esta situación y sabiendo las cualidades del filme, Baum comenzó una serie de negociaciones, las que terminan, afortunadamente, con la llegada de “Regreso a Casa” a salas del Village Recoleta, pero también a otros cines. “Regreso a Casa” tiene menos de Yimou que otras películas precedentes, pero al dedicarse de lleno a construir un potente relato sobre la memoria y los oscuros y misteriosos mecanismos que sobre ella operan, termina por erigir un filme con una fuerte impronta visual y pocos diálogos. La película se basa en la novela de Yan Geling “El penal Lu Yanshi”, enfoncada en Lu (Chen Daoming) un preso político que luego de muchos años regresa a su hogar para reencontrarse con su mujer Feng (Gong Li) y su hija (Zhan Huiwen), y así poder terminar la vida tan anhelada juntos. Pero al regresar, y luego de mucho tiempo, Lu se enfrenta a una dura realidad, Feng padece de un incipiente Alzheimer, por lo cual no lo reconocerá y con esto sus planes se desmoronarán. En una primera etapa del filme, la historia muestra como una joven Dandan (Huiwen) intenta conseguir, sin éxito, el papel principal en una obra de propaganda en medio de la revolución cultural y política de su país. Enterados los miembros del partido dominante del pasado de su padre Lu, quien vive en la clandestinidad para evitar ser apresado por el régimen, intentan negociar con ella para que revele información sobre el paradero de Lu. Sin medir las consecuencias, Dandan menciona el encuentro que Lu tendrá con Feng con el que intentarán remediar los años de separación entre ellos, y cuando éste tiene que suceder termina con el arresto de Lu delante de sus ojos y los de su madre. Con el correr de los años Dandan es expulsada del hogar maternal y es la persona que recogerá a Lu luego de su salida de la cárcel, y también será la encargada de contextualizar la situación de Feng, quien no logra ubicarse en tiempo y espacio a pesar de los esfuerzos de la joven por comentarle todo a diarios. Lo que sí Feng tiene en claro es el eterno y único amor que tiene por Lu, pero al no reconocerlo, se generará un proceso de sentido y continuo trabajo por parte de éste y la joven para encontrar de alguna manera la posibilidad de reconocimiento por parte de Feng. Yimou apela a imágenes poéticas y a una banda sonora emotiva para narrar esta dura y sentida historia en la que la memoria, una metáfora de aquello que el gobierno intentó hacer al “lavarles” la cabeza a la población, será el ideal a conseguir luego que el regreso a casa se cristalice.
El regreso de Zhang Yimou A fines de los ochenta y principios de los noventa, para el público argentino -y para los festivales europeos-, el cineasta chino más reconocido era Zhang Yimou. Qiu Jiu, una mujer china y Esposas y concubinas tuvieron estrenos grandes, en salas de gran capacidad. Y también se estrenaron Judou y Sorgo rojo, tal era el furor por Yimou. Más tarde se estrenaron algunas otras de sus películas, pero ya Yimou no era el mismo, en parte porque su cine había perdido filo, en parte por su incursión en el mainstream de acción (Hero, La casa de las dagas voladoras) y, además, por la emergencia, a fin de siglo, del que aún hoy es el principal nombre del cine chino hacia el mundo, Jia Zhang-Ke, que renovó las formas y hasta puede afirmarse que hizo envejecer rápidamente las de Yimou. Yimou, junto a su actriz fetiche -y ex esposa- Gong Li, ha hecho del melodrama su lugar de pertenencia, de mayor frecuentación. Con Regreso a casa -un título que bien puede interpretarse como una referencia a su filmografía-, vuelve a convocar a Gong Li después de varios años y regresa al melodrama. Estamos ante una historia que incluye la represión y la persecución del Partido Comunista chino durante la Revolución Cultural, la delación político-familiar en pos de una promesa de ascenso artístico, y el peso de la propaganda y las estructuras represivas (hay, tal vez, algún eco módico de Doctor Zhivago, de David Lean). Pero ésa es la primera parte, el punto de partida -y, extrañamente, casi de llegada en términos resolutivos- para el posterior predominio del drama de reencuentro entre la pareja de Lu y Feng. Lu, preso durante años por algún "crimen ideológico", finalmente sale en libertad. La pérdida de la memoria y la búsqueda del reconocimiento -tópicos centrales en el melodrama- se convierten en los ejes de la mayor parte del metraje, en la que los rasgos menos atractivos -o que más han sido averiados por el tiempo, por los devenires del cine contemporáneo- del estilo de Yimou desgastan más la narrativa. En la insistencia en la reiteración argumental se hacen más trabajosos los énfasis interpretativos, algunos zooms y esas formas -que incluyen una utilización de la luz tal vez untuosa, pero de una perfección notable- un tanto envejecidas del director, que cuando cuenta con mayor velocidad y variedad, como en el primer tercio, recupera sus credenciales como narrador potente, como ese que impactó -o impactaba- a principios de la última década del siglo pasado.
Siempre es difícil el retorno al hogar El film registra los intentos de reconciliación entre Lu, quien estuvo veinte años en “rehabilitación” en China, su mujer amnésica y una joven hija a la que apenas conoce. El final erosiona de un golpe lo que la película había intentado construir pacientemente. El sitio oficial de la cadena de salas Village, a su vez distribuidora del film en nuestro país, afirma que el género en el cual podría encuadrarse el último largometraje del chino Zhang Yimou es la “comedia romántica”. Nada más alejado de la realidad: en Regreso a casa no hay prácticamente momento alguno de humor y el romance brilla por su ausencia, al menos en el sentido que tradicionalmente se le adjudica a la palabra. Si hay algo romántico es su forma, cercana a una posible definición de melodrama. Y si de retornos se habla, la película es en sí misma una vuelta a las fuentes emocionales y políticas de la primera etapa de Yimou, uno de los máximos representantes de esa “quinta generación” de realizadores que, hace ya tres décadas, surgía en una China que dejaba atrás el período de la Gran Revolución Cultural Proletaria para comenzar lentamente su coqueteo con el capitalismo socialista. El Yimou de Sorgo rojo, Qiu Ju, una mujer china y Esposas y concubinas –ese artista oficial que, sin embargo, tuvo algún que otro problema con las autoridades censoras–, y que a partir de su exitoso film de artes marciales Héroe y de las nuevas reglas del mercado cinematográfico parecía haberse perdido para siempre en la jungla del wuxia de diseño digital y proyección global.Pausada e intimista –a pesar de su convulsionado trasfondo histórico–, Regreso a casa traslada una porción de la expansiva novela de Geling Yan (la autora de Las flores de la guerra), concentrándose en la última parte de ese relato, a partir del momento en el que su protagonista, Lu, regresa al hogar luego de una sentencia a veinte años de “rehabilitación”. El guión de Zou Jingzhi presenta a los personajes en una primera y extensa secuencia que se permite una moderada crítica a uno de los períodos más represivos de la China comunista, al tiempo que sienta las bases del tono melodramático de lo que está por venir en su clímax: el encuentro abortado entre Lu y su mujer Feng en una atiborrada estación de ferrocarril. Son los años de la Revolución Cultural, claro está, y el joven intelectual es enviado a un campo en Qinghai para su recuperación ideológica. Elipsis a mediados de los años 70: Lu vuelve para encontrarse con una joven hija que apenas conoce y una esposa que, amnesia mediante, no lo recuerda en absoluto. De allí en más, Regreso a casa registra los intentos de reconciliación luego de veinte años de ausencia, con la enfermedad de Feng transformada en conveniente alegoría.Pautada por los espacios cerrados de un departamento y un pequeño galpón que hace las veces de improvisado hogar para Lu, la cámara de Yimou (con un uso constante y algo errático del zoom) concentra toda su atención en los rostros de sus actores, Gong Li y Chen Daoming. Por cierto, Li es no sólo la ex pareja del realizador, sino la protagonista absoluta de casi todos sus primeros largometrajes y aquí –fuertemente maquillada para avejentar sus rasgos– interpreta otro papel de enorme potencia, tanto en sus momentos de explosión emocional como en aquellos otros, más frecuentes, de intensidad reprimida. El film logra destilar en su primera mitad la sensación de amargura, desazón y resignación de una generación condenada a la separación y la frustración personal ante los caprichos represivos del Estado, aunque para ello los personajes –más allá de las buenas performances del dúo central– se resignan a no superar el estado de meras cáscaras simbólicas, vehículos para la transición de esas ideas. La repetición de temas y situaciones hace que Regreso a casa circule luego en una espiral emocional que desemboca en una coda sensiblera y esencialmente pueril, que erosiona con un golpe de diseño de guión lo que había intentado escribir pacientemente con otra clase de argumentos.
Zhang Yimou y una mirada sobre la historia de un núcleo familiar atravesado por el dolor, la injusticia y la locura, que tiene como trasfondo los dolores irreversibles que provocó la revolución cultural en la sociedad china. Grandes actuaciones de Gong Li y el resto del elenco.
Piadoso melodrama devuelve a la pareja Zhang Yimou-Gong Li Tras largos padecimientos, un hombre vuelve al hogar y encuentra que su amada, de tanto esperarlo y padecer, se ha vuelto amnésica. Ya no lo reconoce, pero él tratará de acompañarla aunque sea fingiéndose otro. Ese es, grosso modo, el argumento de este suave y tocante melodrama con que el maestro Zhang Yimou retoma ciertos asuntos muy cercanos a su corazón y su conciencia cívica. Retoma además su relación artística con la formidable Gong Li, que aquí actúa "a cara lavada", dejando ver en su rostro y sus hombros las marcas del tiempo. Ella, que fue la carita más linda de todo el cine chino. Sería bueno recordar, otro día, las películas que director y actriz hicieron juntos, desde "Sorgo rojo", bellísima, intensa y terrible, hasta "La maldición de la flor dorada", costosa y artificial aunque entretenida. Dicho sea de paso, en esa línea de gran espectáculo él condujo también la memorable inauguración de las Olimpíadas de Pekin y algunas otras cositas por el estilo. Y en una línea de espectáculo sencillo, el hermoso "Amor bajo el espino blanco", que acá sólo se vio en una fugaz muestra de cine. Tanto en esa obra como en la que ahora vemos, se describe el dolor de una pareja destruída por la locura colectiva de la Gran Revolución Cultural Proletaria. Pero aquí hay algo más grave todavía: parte de esa locura está dentro de la casa, en la actitud fanática y arribista de la propia hija. El asunto abreva en "El criminal Lu Yanshi", de la escritora Geling Yan, pero sobre todo en la parte final de esa novela, poniendo el acento en la cariñosa y sufrida relación del marido con su mujer que ha perdido la memoria. Según dicen, algunos observadores chinos interpretan esa amnesia como una metáfora de la autocensura que las viejas generaciones se impusieron para seguir vivas pese a todo lo que sufrieron. Esa interpretación es más que válida. Y también es válida la manera de contar esa historia. Es un melodrama contenido, piadoso, y naturalmente triste. Chen Daoming acompaña a Gong Li sin forzar los gestos. Huiwen Zhang, con su expresión altiva, promete ser una buena actriz joven, así como la película entera nos promete un regreso de Yimou al nivel de antes. Y la música de Qijang, despaciosa, dolida, es casi otra protagonista. El conjunto emociona, y obliga a revisar la historia de los años 60 y 70.
Primero lo primero: "Camino a Casa" solo vas a poder disfrutarla en los cines del Village Recoleta y haceme caso, permitite ver esta obra de arte porque no tiene desperdicio. El mismísimo Steven Spielberg (que lloró - viéndola - durante una hora) dijo textual: "es poderosamente conmovedora; la más profunda y detallada de los últimos tiempos", por ende, ¿haría falta que te diga algo más? Si sos de consumir películas que cuentan historias de amor a través del tiempo, en donde hay lugar para lagrimear y disfrutar de una fotografía hermosa acompañada de una banda sonora totalmente acorde a los sentimientos planteados, esta es tu película. Las actuaciones de los dos protagonistas son magistrales, sobre todo lo que hace Gong Li, quien interpreta a Feng Wanyu, una mujer tan tan tan enamorada de su marido que te va a llegar directo al corazón. Como dije antes, una perlita que solo vas a poder disfrutar en el Village Recoleta, por eso, hacete un tiempo y apostá al amor.
Es una historia profunda, conmovedora, tierna, con una buena artística, atractiva, habla de las relaciones humanas y de la familia .Es ideal para corazones sensibles. Se muestra la frialdad de un régimen político y una sociedad castigada por eso. Con tres grandes actuaciones: Chen Daoming, Gong Li y Zhang Hulwen y la exquisita mano del cineasta chino Zhang Yimou. El amor verdadero puede traspasar cualquier frontera y obstáculos.
RECUERDOS DEL PRESENTE La “revolución cultural” de China fue un periodo de agitación política y opresión social, lanzada por Mao Zedong en los 60’s fue también la contracara del “flower power”, una década oscura que muchos chinos aún hoy preferirían olvidar. El nuevo drama de Zhang Yimou “Regreso a Casa” tiene -precisamente- algo que decir acerca de la tragedia de olvidar. La película comienza con una viñeta de propaganda, un ballet militar, las jóvenes chinas disfrazadas de soldados y haciendo piruetas con armas de utilería. Una de las bailarinas es la hija de Lu, su mayor ambición es ser la protagonista de la coreografía, no un soldado de relleno. Lu (Chen Daoming, el emperador de “Hero” 2002) se ha escapado de uno de los infames campos de “reeducación”. Su hija con la esperanza de avanzar en su carrera, le dice a la policía que su madre Feng -una Gong Li irreconocible- planea una cita secreta con Lu en la estación de tren. La única forma en que un Lu oculto puede encontrar a su esposa es saliendo entre la multitud. Aunque seguro de ser capturado, él pasa de las sombras a la luz, y no será el último acto de amor que haga por su esposa. En muchas películas esta escena sería el final culminante. Aquí, sólo establece la verdadera historia, años más tarde luego que los excesos de la revolución cultural han dado lugar a su fin, Lu, declarado “rehabilitado”, regresa a su familia, ese momento que debería ser de felicidad se convierte en perplejidad: su esposa no lo recuerda. La frustración que siente Lu al no poder ser reconocido se traslada al espectador. Y todo este drama familiar está enmarcado en un comentario social más amplio sobre un tiempo de resistencia y reconstrucción en China. El director Zhang Yimou y su actriz-musa (su octavo film juntos) construyen escenas que desde la quietud y la intimidad narran el conflicto interno y los sentimientos que subyacen en cada momento de sus vidas y confluyen en una escena final difícil de olvidar. Los ojos de Feng brillan de dolor y al mismo tiempo esperanza por lo que vendrá, en ese mundo gris de emociones apagadas por su amnesia que resulta una analogía de la negación colectiva y una estrategia de supervivencia para aquellos que apenas si pueden seguir después de pérdidas que son demasiado dolorosas para recordar.
Hacía tiempo que no se estrenaba comercialmente algo de Zhang Yimou, el realizador chino internacional. Este melodrama ambientado en plena Revolución Cultural gira alrededor de cómo la Historia se introduce en la vida privada y la modifica irremediablemente. Más que el contexto social o político, lo que importa es esa traza universal. Y, obviamente, que Gong Li es la Meryl Streep de Asia, claro (con lo bueno y lo malo que ello implica, sepa el lector comprender).
Para disfrutar el género de terror en su mejor expresión del año Con el estreno de “Regreso a casa” parecemos asistir a otra etapa en la vida artística del director Yimou Zhang en la cual vuelve a revisar una parte de la historia reciente de China, tal como lo hiciera al principio de su filmografía pero esta vez con un contexto directo que obra como factor omnipresente de su historia: La transición entre la última Revolución Cultural y los años posteriores. Lu Yanshi (Chen Daoming) es buscado por las autoridades luego de escaparse tras diez años de encierro. Su momento furtivo lo lleva a tratar de volver a hacer contacto con Feng (Gong Li), su esposa, y con su hija Dandan (Huiwen Zhang) a quien apenas conoce. Arreglan para reencontrarse, pero todo es frustrado por las autoridades lo cual provoca un shock en Feng. Terminado ese régimen, Lu es liberado como preso político, pero su esposa ha quedado en un estado cíclico en el cual cada tanto va a la estación de ferrocarril a buscar a un esposo que no llega nunca, sin darse cuenta que lo tiene al lado. Con una generosa puesta y recreación de época, algo que en el cine de Yimou Zhang siempre es una caricia para la vista y el alma, el guión, basado en la novela de Yan Gelin, hace eje en la memoria, en los ideales estancados y en la consecuencias de cualquier régimen en la capacidad de pensar de las próximas generaciones. En este sentido, la presentación de Dandan, la hija, se vuelve fundamental para la historia como el catalizador del conflicto, pero también como la respuesta al intento de emplazar la coyuntura socio-política de la época, sin dejar de poner la inocencia como el motor impulsor. La niña se rompe el alma para quedar como protagonista del elenco de un ballet escolar que además supone la gloria o la deshonra para ella, en pleno régimen de Mao Zedong. Ser “la hija de…” es lo que signa su destino por encima de su talento, y en ese contexto su fidelidad al partido también la ha despojado del vínculo con la figura paterna. Al encontrarse con él, al comienzo su camino ético se bifurca. Denunciarlo podría entenderse como su prueba de devoción hacia el Partido, pero también como la renuncia a la relación padre-hija que, por otro lado, nunca existió. En el otro costado de la trama está la relación entre Lu y Feng. Se adivinan sus etapas como pareja, todas ellas marcadas por los acontecimientos históricos. La memoria de la mujer (shockeada por un golpe tanto anímico como físico) quedó detenida en ese tiempo, trazando una metáfora sobre la incapacidad para superar la opresión de las ideas. Allí es donde el texto cinematográfico enriquece su contenido para transformarlo en una verdadera lectura y visión de una época que sin dudas marcó un antes y un después en la historia. Según las palabras de Yan Gelin la gente es más víctima que responsable de la política. Más allá de la multiplicidad de lecturas, “Regreso a casa” se configura como una preciosa historia con tintes dramáticos muy bien logrados por las estupendas actuaciones de todo el elenco, en especial por la pareja protagónica. En la superficie podrían encontrarse reminiscencias con “El regreso de Martin Guerre” (Daniel Vigne, 1982) y “Como si fuera la primera vez” (Peter Segal, 2004), porque ambas jugaban, por un lado con la duda y la congoja ponderadas por el deseo de ser y la soledad, y por el otro con la amnesia emocional. Este estreno aprovecha algunos de estos elementos (porque no falta humor en esta realización) y los potencia para explicar y agigantar las dos palabras del título. Los regresos no son fáciles y casa, en tanto hogar, es un lugar gigante. Lleno de vacíos, de omnipresencias externas al seno dispuestas a influenciar en las rupturas y también en las reconstrucciones.
Amor, dolor, amnesia e injusticia Zhang Yimou presenta una visión sobre la china maoísta, en su filme “Regreso a casa” (“Gui Lai”), nada disímil a lo ya conocido por la historia. Pero la diferencia reside en que ese universo dictatorial lo enfoca en los seres humanos que lo padecieron y qué conoce muy bien. Zhang Yimou nació en Xian (China) en 1950, con motivo del estallido de la Revolución Cultural, tuvo que trabajar como pastor y peón en una fábrica textil. En 1982 se graduó en fotografía en el Instituto de Cine de Pekín y colaboró con Zhang Junchao en “Ocho y uno” y con Chen Kaige en “Tierra amarilla” (1984) y “El gran desfile” (1986). En 1987 debutó como director con “Sorgo Rojo”, Oso de Plata en el Festival de Berlín, y dirigió por primera vez a Gong Li, su actriz fetiche y esposa. “Semilla de crisantemo” (1990) le valió una nominación a los Oscar y la Espiga de Oro en la 35 Semana Internacional de Cine de Valladolid y, en la siguiente edición “La linterna roja” consiguió el Premio a la Mejor Fotografía en Valladolid y el León de Plata en el Festival de Venecia, certamen donde conquistaría el León de Oro gracias a “Qiu Ju, una mujer china” (1992). En 2008 dirigió las ceremonias de inauguración y clausura de los Juegos Olímpicos de Pekín. “Regreso a casa” es una historia de reencuentros y olvidos, pequeña en su estructura, pero grandiosa en su contenido, ambientada en la Revolución Cultural y en aquellos años de fanatismo despiadado. En ella se cuenta las vicisitudes del condenado político Lu Yanshi (Chen Daoming, uno de los actores chinos más talentosos de su generación), un intelectual, que escapa en un traslado de presos, que es nuevamente encarcelado y luego liberado al terminar la Revolución Cultural. Cuando regresa a su casa, descubre que su mujer sufre un particular tipo de amnesia – los recuerdos se enlazan en fragmentos de la realidad - ; no lo reconoce y continúa esperando el retorno de su esposo sin darse cuenta de que está a su lado. El filme plantea varias problemáticas: la censura, el miedo, la delación a través de los amigos y familiares, en este caso: la hija Dan Dan (Zhang Huiwen, actriz-modelo-bailarina), la marginación, el abuso de poder y especialmente que nadie escapa al gran ojo inquisidor y qué el que tenía el poder en un momento, en otro también puede caer en desgracia. Zhang Yimou, con “Regreso a casa”, retoma la esencia de sus primeros filmes de corte político e histórico, y especialmente en esta realización revela una vez más su enfoque crítico a los períodos oscuros de la historia de su país en el siglo XX. Como también la necesidad del gobierno comunista – que ha dado un fuerte viraje a su política para promover un dinámico desarrollo capitalista en este siglo- de olvidar el pasado, aunque no del todo. El régimen maquilló el rostro de sus millones de ciudadanos, pero debajo de él aún quedan cicatrices. El realizador muestra la contradicción entre un país que avanza, y que a su vez aspira y precisa que el pueblo cambie de mentalidad. A través de su protagonista Feng WanYu, más envejecida por el sufrimiento que por la edad, el director realiza una paráfrasis de la contradicción entre gobierno y pueblo. Entre lo que éste desea y la amnesia provocada a todo un país por las purgas ideológicas. Wanyu, perdió la memoria, pero no del todo, su vida transcurre entre retazos de un pasado y fragmentos de su realidad actual. Wanyu es interpretada por una excelente Gong Li, quien preparó su rol reuniéndose con intelectuales que habían perdido la memoria, de quienes estudió su comportamiento, sus movimientos y forma de hablar. “Regreso a casa” está adaptada de la novela “El criminal Lu Yanshi”, de la norteamericana Yan Geling, que por la intercontextualidad de su relato recuerda por momentos la pieza “Esperando a Godot” de Samuel Beckett y “En busca del tiempo perdido” de Marcel Proust. Ese esperar y ese buscar en “Regreso a casa” nos muestra de manera poética el amor verdadero, incondicional, envuelto de tradición y simbolismo. Por otra parte, es una narración intimista, con silencios, tiempo detenido, y espacios de opresión (los lugares donde viven los protagonistas: las casas, el salón de baile, el cuartucho en la fábrica, un puente cuya puerta se abre y cierra con la llegada del tren). Mediante sus personajes, Zhang Yimou, ejemplifica emociones contenidas, que confirman sentimientos puros e inquebrantables. Ella representa la cultura y la tradición. Un símbolo de ese antiguo mundo es la máquina de coser, instalada en un rincón, el piano desafinado en medio de un salón casi desvencijado, algunas flores secas y libros empolvados. Nada es casual para el realizador, todo el entorno tanto afuera como adentro es la metáfora de un país, el suyo. Como el puente que separa no sólo dos mundos, sino la realidad de pasado y presente y que además es distintivo de una cultura que se desvanece, de una identidad perdida. Beckett utilizaba la interacción de sus personajes para simbolizar el tedio y la carencia de significado de la vida moderna, ambos temas fundamentales del existencialismo. Zhang Yimou recurre a este artilugio para focalizar la degradación del ser humano en manos de un sistema. El crítico Vivian Mercier dijo de “Esperando a Godot: “nada ocurre, dos veces”, en efecto, la espera de Wanyu nunca es igual cada día 5 de cualquier mes, y nada ocurre para mejorar su situación. Y como diría Beckett: “La palabra es lo que tenemos”, y tanto la autora de la novela como el director del filme sostienen ese principio, al escribir de diferentes maneras y formas el nombre de Lu Yanshi ¿Por qué recuerda a “Esperando a Godot” el filme? Porque en él hay tres personajes desvalidos que intentan comunicarse a través de miradas y gestos que a veces no tienen ninguna intención sino que parecen instalarse en una vida ingenuamente absurda. Y al asomarse al vacío de su propia nada existencial los protagonistas caen en la angustia y la desesperanza. Wanyu, se pierde en su amnesia, Lu Yanshi, busca que su mujer recuerde y la hija Dan Dan que su madre la perdone por haber denunciado a su padre. Pero, además sintetiza un itinerario ideológico de una jovencita que comienza con el dogma y culmina en el desencanto. La acción de “Regreso a casa” es lineal, casi estática, hasta teatral. Los silencios y los falsos movimientos son recurrentes, ya que la acción de la película consiste en esperar que pase la amnesia, en Godot, que éste llegue. Son los cambios de la conversación lo que permiten el movimiento escénico y la tensión dramática, que a su vez hace hincapié en el tiempo, que es circular. La no acción, como en Godot, es una acción. Los personajes son hacedores de su invalides y no hacedores de la misma, todos están paralizados: madre, padre, e hija. Están obligados a depender unos de otros y esto los convierte en esclavos de su imposibilidad. La obra contiene el paradigma del pensamiento posmoderno a través de su ruptura con las convenciones en cuanto al lenguaje y la construcción dramática. El guión intenta dar cuenta de una nueva mirada sobre una realidad ya fijada por la historia. es un claro ejemplo de absurdo político. El filme se enfoca hacia la crítica social, política y humana, cuya crisis se percibe en todos los discursos ideológicos. Porque en cierto modo refleja la crisis de valores del hombre contemporáneo en cualquier punto del planeta. “Regreso a casa” es un filme bellísimo, tierno, conmovedor, inquisidor, cuyos personajes nacen dotados de un estado civil, una familia y una profesión, y terminarán por ir perdiendo, de manera progresiva, todas las características de ser humano, para convertirse en extrañas criaturas, a medio camino entre el insecto y el fantasma.
Zhang Yimou siempre tuvo en Argentina gran recibimiento. De su filmografía, conformada por una veintena de peliculas, casi la mitad tuvo estreno comercial en el país, empezando por Sorgo Rojo (1987), Oso de Oro en Berlin, Ju Dou (1990) o Esposas y Concubinas (1991), o mas cerca, La maldición de la flor dorada y Amor bajo el espino blanco El cine de Yimou, es estético y espectacular, preciosista en su puesta en escena pero sencillo en la composición de los planos, suficientemente equilibrados en su contenido y en la marca de sus puntos de vista. Sus historias se nutren de la historia de su país, y de cómo los hechos políticos repercuten, en las distancias humanas, en el tiempo en que las personas dejan de verse pero luchan hasta el final para reencontrarse, aún cuando es demasiado tarde. Regreso a casa‘ (‘Gui lai’) se había preestrenado en Pantalla Pinamar de este año, está protagonizada por Gong Li y resulta una película fiel al estilo Yimou y que extrañamente parecía que no iba a tener estreno local. Cosas del mercado. Desde el jueves pasado, en los cines porteños. Regreso a casa narra la historia de la profesora Wanyu y su hija, Dandan, en plena Revolución Cultural. La niña compite por el papel protagonista en un montaje en la escuela de danza, mientras su madre recibe la noticia de la fuga de su marido Lu Yanshi, preso político. Por esto, Dandan es descartada para el papel principal y tras un encuentro con él, lo delata, cosa que provoca su nueva detención. Yu caerá entonces en un estado de amnesia que afectará sus vidas para siempre. La escena del encuentro frustrado de la pareja en la estación de tren sirve de nudo para un antes y un después en esta historia en la que la China de Mao es vista por Yimou desde el lugar de la familia de un preso político, un momento que conoce bien. Nacido en 1950 en Xian, Zhang Yimou tuvo que trabajar como pastor y peón en una fábrica textil, como Dandan, tras el estallido de la Revolución Cultural. Esa escena abre una segunda parte en el film que, argumentativamente, es la más sustancial, pero que en la insistencia de Lu para que su mujer lo reconozca, se hace algo repetitiva y hace perder ritmo a la pelicula. Hay que prestar atención a la abundancia de temas de las patologías sobre la memoria individual en el cine actual, incluidas Still Alice o Ave Phoenix que podrá verse esta semana. Perfecta visualmente, la pelicula de Yimou es una alegoría de cierta ingenuidad de la modernidad histórica, trayendo al menos dos regresos al hogar: la de la hija rebelde y la del intelectual castigado, una historia de la China particular, esa China que hoy es potencia mundial y que vivió durante los 60´uno de los momentos históricos más relevalentes del siglo XX.