El fracaso en tanto maldición. El tono insulso y predecible es la característica más insoportable de gran parte del cine de animación de nuestros días y de los relatos épicos en live action que nunca bajan de las dos horas de metraje, cara y ceca de la misma moneda dirigida a niños, adolescentes y adultos que no maduraron (para algunos la sonsera y la irresponsabilidad constituyen una verdadera adicción). Pensemos por ejemplo en los “caminos del héroe” ultra pasteurizados símil Disney o en la interminable catarata de adaptaciones de cómics de DC/ Marvel: los purretes actuales -enfrascados en los productos mainstream- deben estimar que efectivamente todo el espectro narrativo se reduce al anclaje en las películas de acción con chistecitos fatuos y una pluralidad de personajes que se confunden entre sí gracias a este atolladero impersonal. Si nos sinceramos podemos afirmar que nadie esperaba demasiado de Enrique Gato, el realizador español responsable de Tadeo Jones, ese aventurero protagonista de dos cortos apenas potables y de un film en 2012, bastante limitado por cierto. A diferencia de aquella cruza de naturaleza paródica entre el ideario de Indiana Jones y la estética de Wallace & Gromit, Una Familia Espacial (Atrapa la Bandera, 2015) sí posee una identidad propia y hasta se toma su tiempo para construir un retrato muy afable de los Goldwing, un clan de astronautas que arrastra una maldición en torno al anhelo de pisar la Luna, con los rencores del caso: Mike pretende que su padre Scott y su abuelo Frank vuelvan a hablarse luego de décadas de un distanciamiento en el que mucho tuvieron que ver las jugarretas del destino. Como no habría película sin el viaje del jovencito como polizón al satélite de la Tierra, la ocasión se presenta cuando se reactiva el programa espacial de la NASA para intentar “ganarle de mano” a Richard Carson, el villano de turno, un magnate energético que desea volar a la Luna para extraer Helio 3 y destruir la bandera plantada por la misión Apollo XI, con vistas a tomar posesión del cuerpo celeste. Bajo la supervisión de Frank y junto a su amiga Amy, Mike deberá sobrevivir a una gesta en la que coinciden el afán retro en pos de surcar el firmamento y la ponderación del éxito a nivel profesional como un mecanismo de reconstitución del eje familiar, esquema a su vez condimentado con una crítica contra el monopolio de los recursos naturales y toda exclusividad relativa a la “camarada nocturna”. Por suerte el director obvia la estructura hollywoodense estándar hoy por hoy (basada en un popurrí de escenas de acción sin sentido, protagonistas escuálidos y latiguillos para lelos), privilegiando en cambio un ritmo narrativo sosegado que combina mucho desarrollo de personajes y un verosímil muy prudente en consonancia con los coletazos que suele generar la frustración en nuestro entorno cercano (el hecho de que el pivote de la historia sea el sueño de Mike de conciliar posiciones resulta un detalle gratificante). Lamentablemente la propuesta no va más allá de su corazón artesanal pero sin dudas señala un horizonte para la animación hispanoamericana, en el que el modelo estadounidense debería ser tomado sólo como referencia y no tanto en términos de un dogma que garantiza el triunfo en taquilla…
Una película con personajes muy simpáticos y carismáticos (aunque un poquito estereotipados) ideal para pasar un momento agradable en familia. El interés en el relato va creciendo a medida que transcurre la proyección, a pesar del guión...
Queda claro desde el principio (e incluso antes debido a la promoción) que Una familia espacial no es una producción de Disney, motivo por el cual sus personajes no trascienden pero eso tampoco es algo malo.Nos encontramos ante una co-producción española y norteamericana pero que en los papeles en una película ibérica (de hecho batió record de espectadores allá) pero no en identidad porque todo lo que ocurre es bien yanqui.No digo esto con mala intención ni para desacreditar nada, solo es algo que me llamó la atención.Ahora bien, desde lo técnico el film no tiene nada que envidiarle a las grandes producciones de Hollywood si comparamos presupuestos. La factura técnica es muy buena.Pero lo que destaco principalmente es el espíritu de aventuras, algo que no se ve mucho últimamente y que los más chicos van a disfrutar a full en el cine.Si bien hay muchos clichés y situaciones repetidísimas, no se opaca el entretenimiento aunque el producto final no asombre y sea olvidable.En resumen, Una familia espacial es un buen film para que chicos de alrededor de 10 años pasen un muy buen rato en el cine, y los padres también.
Una familia espacial, una nueva propuesta animada que llega a los cines. Es difícil encontrar largometrajes animados que escapen a la estética y temática de los grandes estudios. De la mano del creador de la saga de Tadeo (desconocida para las salas argentinas) llega Una familia espacial, la historia de Mike, un niño que en un intento de acercar a su padre y su abuelo, termina en medio de una cruzada de los Estados Unidos por impedir que un malvado magnate reescriba la historia al mismo tiempo que monopoliza los recursos energéticos de la Luna. La película es una muy básica fábula sobre las relaciones humanas, que no genera demasiado interés para los adultos pero que tiene todos los ingredientes para entretener a los chicos. Un villano exageradamente carismático al mismo tiempo que malvado, efectos especiales y escenas de acción y emoción por doquier. Aunque palidezca ante las producciones a las que estamos acostumbrados, Una familia espacial es un producto que está por arriba de la media y que, sin generar el fanatismo que los grandes personajes de Disney o Fox pueden lograr, lograra atrapar al público infantil que se acerque a las salas. Para llevar a los más chicos en lo que queda de estas vacaciones de verano, y asegurarse que se diviertan al mismo tiempo que se emocionan con Una familia espacial.
Del mismo equipo que entregó la satisfactoria experiencia de Tadeo Jones, llega otro film animado con ciertos puntos en contacto con aquella oda a Indiana Jones. No caben dudas que a la dupla Enrique Gato, Jordi Gasull, director y guionista respectivamente de ambas propuestas, le gustan los films de aventuras hollywoodenses. Esta vez homenajean uno de los hechos históricos más trascendentales del país del norte, y probablemente, del mundo, la llegada del hombre a la Luna. El protagonista es Mike Goldwing, un niño de 12 años, perteneciente a una familia de astronautas con algunas dificultades en el pasado. Hay un villano que, mediante un artilugio temporal, pretende borrar la idea de que el hombre llego al satélite terrestre mediante el robo de la bandera yanqui que los tripulantes del Apolo XI plantaron en ese suelo, todo con el propósito de quedarse con una fuente de energía importante. Mike, quiere reivindicar a su familia, se inmiscuye en la NASA, y viaja a la Luna junto a su heroico y conflictuado abuelo, y a su mejor amiga Amy, para impedir los maléficos planes. En la Tierra, los agentes de la NASA, su familia, y otro amigo, Marty (en este caso un inventor que nos hará acordar a Los Goonies) serán los encargados de guiarlos. Hay también un lagarto chico, propiedad de Marty que viaja junto al trío, y hará las veces de comic relief. Hay buenos mensajes, un cuidado en los detalles importantes, y cierto ritmo que pese a decaer por momentos nunca llega a aburrir. La calidad de la animación mejoró aún más que en la sobresaliente Tadeo Jones, siendo ese su punto más alto. No sucede lo mismo con su guión que inmediatamente nos hará recordar a dos propuestas también provenientes de Europa rindiéndole pleitesía al país de tiras y estrellas, Planeta 51 (también española) y Fly me to moon (holandesa). En este caso, el argumento pone el mensaje por sobre las formas. Hay ciertas cuestiones que solo los más chicos podrán tomar como posibles, muchas casualidades, personajes pintados con el trazo grueso del histrionismo, y recalcamos, mucho amor a un país que no es el propio. A diferencia de Tadeo Jones, que homenajeaba y se tomaba en solfa en partes iguales la creación de Spielberg y Lucas; Una familia espacial (que en España se conoció como Captura la bandera) abandona cualquier burla, no solo porque es menos graciosa que Tadeo, sino porque se juega de pleno por la corrección política. La sociedad está descreída que realmente el hombre haya llegado a la Luna (la teoría de Kubrick, siempre presente en el inconsciente), y los personajes de Una familia… tienen como misión hacer que no queden dudan de la veracidad de aquella epopeya. Hablamos de un film entretenido, logrado desde lo técnico, agradable a la vista, y con el suficiente dinamismo como para atrapar a las distintas edades (aunque el tomo sea claramente para niños menores a los doce); si el análisis queda ahí, la propuesta es satisfactoria. Entonces, es mejor no indagar en el más allá.
Se trata de un film español de animación, destinado -como puede inferirse- a su explotación internacional. Seguramente con el propósito de repetir el éxito de Tadeo, el explorador perdido, el film del mismo director, Enrique Gato, estrenado en 2013 entre nosotros y visto por más de 3.000.000 de espectadores en su país (y otro tanto, según se dice, fuera de él). Así las cosas, en Una familia espacial -como en su película antecesora- nada deja traslucir su origen hispano, ni en el cuento que relata, ni en los personajes, ni en los escenarios, ni en toda su concepción formal. No tiene, pues, por qué sorprender que el chico protagonista se llame Mike Goldwyng, ame el surf, circule por ambientes presumiblemente estadounidenses y sea hijo y nieto de astronautas. El film está más atento a remedar las fórmulas tradicionales de aquel origen que en encontrar un lenguaje propio. Y mezcla un juego infantil -atrapar la bandera con una historia de improvisados miniastronautas. Se comprende, pues, que cuando las circunstancias lo aconsejan el pequeño Mike se enrede, junto con sus tres amigos próximos una futura periodista, un gordito bastante torpe y un lagarto mascota-, en una especie de novedosa carrera espacial, en este caso no entre países, sino entre nuestros héroes y un lunático millonario, pretencioso y maligno, que quiere conquistar la Luna para apoderarse del helio que le daría el dominio del mundo entero, entre otras cosas. La historia no brilla por su ingenio ni por su originalidad; apenas mantiene cierto dinamismo, con módicas dosis de humor y un ritmo vivaz. Tal vez puedan percibirse en esta nueva aventura algunos progresos de Gato en el terreno de la animación, más fluida. Los más chicos podrán encontrar en el relato un aceptable pasatiempo.
Buen dibujo, que parece de Hollywood pero es español Si no fuera por los nombres de los integrantes del equipo, que aparecen al comienzo y al final, casi todos ibéricos, cualquiera diría que este dibujo animado es norteamericano. Personajes, ambientes, situaciones, mística, estilo y un montón de detalles así lo hacen pensar. También la historia, en le que un niño, hijo y nieto de astronautas, participa de una renovada carrera espacial rumbo a la Luna. El libreto juega con tres factores encadenados: el desafío de demostrar que el hombre realmente llegó a la Luna en 1969, la urgencia de evitar que el malo de la película llegue, robe la evidencia y reclame la propiedad del satélite para su explotación, y, tercero, la necesidad de recomponer la familia. Es que el padre y el abuelo no se hablan desde hace añares. Además, también hay otros problemitas a tener en cuenta. Y otros personajes, como los amigos y los rivales del chico, y los asistentes del malo, los asesores de la presidenta de EE.UU. (en efecto, la presidenta, con peinado a lo Hillary), etc. Y los televidentes, esa masa que va para donde le orienten la antena. Un detalle valioso: ahora la carrera no será entre dos Estados imperiales, sino entre un Estado y un empresario. Entre el interés público y el negocio privado. Y monopólico, porque el fulano quiere explotar el helio 3 del satélite. Y tres veces repite su máxima: "Nada es arbitrario si te convierte en millonario". Simpática persona. Del otro lado también tienen una máxima, pero no la diremos. Acá se enfrentan una nave de última generación y un Saturno 5 rescatado del depósito. Un equipo impresionante y un pibe (amigo del héroe) que se las ingenia con chatarra eléctrica y electrónica. Ah, y también una piba. Imposible llegar a buen puerto sin ella. Y además, una lagartija ayudante que dan ganas de tener en casa, porque capaz que hasta sabe cebar mate y todo. No corresponde contar más. Hay una aventura tras otra, ritmo mantenido, gracia amable, muy respetable nivel técnico y mucho amor a la vieja tecnología. Los chicos van a entretenerse sin quejas, los abuelos recordarán viejos tiempos, los del medio recordarán de pronto "Los goonies", "Jinetes del espacio", etc., y hasta el dibujo nacional "Teo, cazador intergaláctico", y todos van a sentir un poquito de emoción con ese asunto de los lazos familiares. Autor, Enrique Gato, el de "Las aventuras de Tadeo Jones", que acá se llamó "Tadeo, el explorador perdido". Y ésta, en su país, se llama "Atrapa la bandera", que para el caso es la que quedó en la Luna, la prueba que el malo quiere destruir. Ahora bien. Por esa bandera, y otras cositas, más de uno dirá que esta película es pro norteamericana. ¿Y qué bandera querían que aparezca en la Luna? ¿La de Aldosivi? Como dice la piba en cierto momento (y ahí le sale la españolita del alma), "¡Erez un bruto!".
Lo primero (siempre) es la familia... Una producción animada española sin demasiadas sorpresas, pero que entretiene con nobleza. Una familia espacial (Atrapa la bandera, España/2015). Dirección: Enrique Gato. Voces: Dani Rovira, Michelle Jenner, Carme Calvell, Javier Balas, Camilo García, Toni Mora, Marta Barbará, Fernando Cabrera, Xavier Casán Y Oriol Tarragó. Guión: Jordi Gasull, Neil Landau y Javier Barreira. Música: Diego Navarro. Edición: Alexander Adams. Distribuidora: UIP. Duración: 94 minutos. Apta para todo público. Podrá cambiar el origen y las técnicas de animación, pero la mayoría de los films infantiles con estreno comercial giran en derredor de las mismas ideas: la familia, las responsabilidades, el crecimiento y, en los últimos años, una pátina de conciencia ecológica políticamente correcta. Una familia espacial recorre todos esos tópicos con profesionalismo y placidez para convertirse en una película que, sin ser extraordinaria, cumple sus módicos objetivos. Financiado con dinero español, el film de Enrique Gato (Las aventuras de Tadeo Jones) tiene como protagonistas a Mike, Scott y Frank, nieto, padre y abuelo de una familia de astronautas que vuelve al ruedo después de que la NASA se disponga a enviar una misión espacial rumbo a la Luna con el objetivo de ganarle de mano al villano de turno, quien aspira a apropiarse de ella para extraer sus recursos naturales. Una picardía infantil de Mike terminará convirtiéndolo en pasajero de la nave junto a su abuelo. A partir de esa anécdota, Una familia espacial desandará los caminos habituales de este tipo de producciones, matizando la reconciliación y los valores familiares con una correcta vertiente humorística. Ciertos ribetes de reclutamiento sobre el final confabulan contra este film que, sí, no ofrece nada demasiado novedoso en el horizonte de la animación contemporánea, pero que logra entretener con nobleza y sinceridad.
De abuelos, padres e hijos La animación española sigue viviendo un gran momento, y con Una familia espacial (Atrapa la bandera, 2015) dirigida por Enrique Gato (Tadeo el explorador perdido), reafirma su lugar dentro del panorama actual de las historias infantiles universales. Todo comienza cuando un niño intenta, primero develar un misterio que ha separado por más de cuarenta años a su padre de su abuelo, y luego tratar de conseguir su lugar en el mundo de la carrera espacial, para evitar que un siniestro empresario de la energía, llamado Richard Carson, termine por “ensuciar” la historia de la Nasa y los viajes a la luna. Una familia espacial se posiciona como un producto diferente, con una historia que atrapa por su lograda animación 3D y su intenso trabajo sobre los escenarios en los que los personajes circulan, con un aura retro (sobre todo en los electrodomésticos) y una puesta más moderna (en la tecnología que utilizan Mike y sus amigos) que aggiornan su propuesta y la distinguen. La búsqueda de la respuesta a los interrogantes que Mike siempre se hizo sobre su padre y su abuelo, la necesidad de afirmar su identidad como miembro de una familia y también de un equipo, y el amor y la amistad como motores de la vida, son tan solo algunos de los puntos que este entretenido film tiene para trabajar. Una propuesta diferente para la cartelera animada actual.
El director español Enrique Gato -"Tadeo, el explorador perdido"- entrega un producto que se mueve entre la nostalgia y la acción a partir del tema de los viajes espaciales y la recomposición familiar. El director español Enrique Gato-Tadeo Jones, El Explorador Perdido- regresa a la pantalla grande con otra película de animación que combina de manera efectiva el reordenamiento familiar y la aventura espacial a través de situaciones que dejan bien plantada la bandera del entretenimiento.Una familia espacial sigue la historia de Mike Goldwing, un surfista de 12 años hijo y nieto de astronautas, que lucha por impedir que se lleve a cabo el malvado plan del millonario Richard Carson, quien quiere colonizar la Luna y explorar sus recursos. Con el fondo de los intentos de la NASA por reflotar los lanzamientos espaciales luego de la expedición del Apolo XI, Mike y Amy, su inseparable compañera y periodista del colegio, parten luego de un rígido entrenamiento y de una serie de equívocos, como infiltrados en un cohete junto a su abuelo en una alocada misión.La animación resulta atrapante desde el comienzo -con una vertiginosa carrera de surf- y trae personajes que intentan recomponer los alterados vínculos familiares. Con la ayuda del creativo Marty y un pequeño lagarto con ganas de ser Godzilla, la película entrega una hora y media de pura diversión y nostalgia con un tema original que sirve de marco para el acercamiento de tres generaciones.Todo se articula a partir de una idea histórica y Gato entrega un entretenimiento destinado a toda la familia que se acerca a las producciones mainstream de los grandes estudios por el nivel técnico que muestra la animación, rica en detalles y el diseño de los fondos. Con varios obstáculos durante la travesía -el cohete tripulado por los salvadores de la Tierra y otro comandado por el villano de turno-, el fallido rodaje de una película en blanco y negro sobre el alunizaje, y la aparición de la Presidenta de los Estados Unidos, todo está en función de una trama que desarrolla bien cada uno de los conflictos que presenta.
Casta de lunáticos Casos y cosas de la lógica de mercado: de producción ciento por ciento española, Una familia espacial (Atrapa la bandera es su menos ganchera gracia original) fue pensada con ánimos “internacionalistas”. Su historia transcurre en los Estados Unidos y una mirada atenta a los labios digitales de los personajes permite confirmar que “hablan” en idioma inglés. Se puede ir más lejos y afirmar que el segundo largometraje de Enrique Gato –de manera similar a su anterior Las aventuras de Tadeo Jones– ha sido creado, muy a conciencia, a la sombra del estilo de animación mainstream que domina los mercados de todo el mundo y, en particular, del tipo de relato que ha hecho de los estudios Pixar uno de los más exitosos de las últimas dos décadas. Tres generaciones de hombres de una misma familia y las ansias de viajar a la Luna: el abuelo, astronauta retirado; el padre, cosmonauta activo sin misión; el hijo soñador, cuya meta en la vida parece ser la de restablecer el vínculo entre los mayores de su familia, quebrado por alguna rencilla del pasado remoto que sólo se revelará en detalle sobre el final.Conflictos familiares, escenas de acción, la idea de aventura imposible como meta y medio. Una familia espacial cumple a rajatabla con esa promesa desde la primera escena, en la cual Mike y sus dos amiguitos kitesurfistas pierden al juego de atrapar una bandera sorteando las olas, hasta la persecución final sobre la superficie lunar, donde otro estandarte –el mismísimo que Armstrong, Aldrin y Collins dejaron plantado en 1969– debe ser recuperado para demostrarle al mundo que ese viaje no fue una invención de Kubrick (quien, sí, aparece caricaturizado en un par de planos, clásico gag para adultos cinéfilos). Pero lo hace como quien ocupa casilleros o tilda ítem en una lista. El guión escrito a seis manos y la dirección de Gato se esmeran tanto en no defraudar o aburrir, en cumplir las teóricas expectativas de su potencial público, que el film se siente como una repetición apenas correcta y profesional de un patrón o modelo preexistente.Hay un villano, claro está, un capitalista salvaje dispuesto a todo con tal de llegar al satélite terrestre antes que la NASA (de extraño parecido físico a Buzz Lightyear), un comic relief encarnado por un gordito nerd con amplia experiencia en tecnología analógica y una chica que se revelará como eventual interés protoamoroso del pequeño protagonista. Y referencias no tan veladas tanto a la Apolo 13, de Ron Howard, como a los Jinetes del espacio de Clint Eastwood. Nada nuevo bajo el sol, narrado con algo de pericia y cierta pereza, animado con profesionalismo y marcado por el pánico a no seguir las reglas al pie de la letra. El final atolondrado demuestra que lo único importante era llegar al destino sin llamar demasiado la atención, aunque... ¿quién colocó convenientemente varios trajes espaciales tamaño infantil en la cápsula? Una familia espacial es una modesta muestra de rutina cinematográfica: no molesta ni empalaga, no emociona ni forja recuerdos.
Una historia atractiva desde lo visual, ideal para quienes tengan un espíritu aventurero. Muy graciosa, se desarrolla a puro entretenimiento. Es posible que a algunos chicos y grandes les encante conocer la luna y tener otras experiencias, por lo tanto si elegís este film tenes la posibilidad de dejar volar tu imaginación e ingresar a un viaje muy especial.
Show me the money Del mismo director de Una familia espacial, Enrique Gato, se conoció tiempo atrás Tadeo, el explorador perdido. Era un film simple que abordaba emociones básicas, pero tenía el acierto de asimilar el cine de aventuras hollywoodense y aplicarlo coherentemente en su diseño. Lo que se creaba allí era un sistema que hacía de las referencias (fundamentalmente esa síntesis que fue Indiana Jones) un código que era base y a la vez relanzamiento de las aventuras del protagonista, un albañil que deseaba ser aventurero. Pero la película tenía una esencia fundamentalmente española en la utilización de un tipo de humor propio de las tiras cómicas de aquel país, como pueden ser un Mortadelo y Filemón. A todo esto, el director hace gala de recursos técnicos que instalan a su animación en un lugar digno. Una familia espacial es un poco la continuación estilística de aquello. Otra vez tenemos la proeza técnica, incluso aumentada, donde la animación no sólo luce bien sino que además fluye con el relato. Pero hay una decisión que resulta fundamental para entender el fracaso artístico de esta producción. Una familia espacial se asume interesantemente como un tipo de historia que sólo puede ocurrir en EE.UU., ese país donde los mitos fundacionales se ensamblan con el ansia de avance y la modernidad; digamos como los japoneses pero con un sentido menos trágico y más cristiano. Los protagonistas son una familia de astronautas, con padre e hijo distanciados, mientras el nieto sufre y desea reunirlos a todos. Lo que se interpone entre todos -generando el milagro familiar- es una nueva misión lunar dirigida por la NASA, enfrentada a un villano que con la excusa de ir a desnudar la mentira de la llegada del hombre a la Luna en el 69 va en busca de un combustible para generar su gran negocio. Esta empresa, por lo tanto, reúne a los viejos y a los nuevos astronautas. ¡Eureka! No hay nada de malo en lo básico de los conflictos y en cómo el cine español reproduce sistemas que el cine de animación actual olvidó hace un par de décadas. Tenemos un villano despótico y bondiano, y una familia amable y de buenos sentimientos. Lo típico. El problema fundamental de Una familia espacial es que aquella idea de revisitar conceptos extemporáneos e insertarlos en una lógica cultural propia -aquello que salía muy bien en Tadeo Jones- luce aquí no sólo imposible, sino que lleva a la película a ser ambientada en EE.UU., con personajes norteamericanos y una profusión de banderas con barras y estrellas que ni Michael Bay, vea. Esto, en definitiva, habla de otra cosa: de un producto que tiene demasiadas ganas de ser comprado y distribuido en EE.UU., de ser aceptado y asimilado en un ejercicio de travestismo cultural inusitado. Que lo que moviliza a los personajes sea el hecho de sostener la historia de la bandera yanqui en la Luna, es un ejemplo de sumisión sorprendente. Y ya ni siquiera importa lo ramplón de su mensajes a favor de la familia. Si bien el cine industrial universal echa mano de todos esos recursos que el cine Americano ha legado a la humanidad, la forma en que lo hace este film, dejando de lado cualquier rasgo personal e identitario, es también una de las formas horrendas de cipayismo cultural. Estrenada con ímpetu en España, también es una síntesis de cómo el cine de aquel país sufre el dilema de querer ser un Hollywood europeo. Un asunto de mercados, taquilla, producción. El cine, bien gracias.
Para ser sincero, hubo poco tiempo de decantación respecto de éste estreno. Tal vez no salgan a la luz los avatares internos de cómo hace uno para ver todo lo que renueva la cartelera vernácula, pero a título de confesión, caro lector, esto está bastante desorganizado. Si cualquiera de nosotros le mostrase la agenda de proyecciones, usted pensaría que todo es una mentira cercana a la credibilidad de la FIFA. Cuando se supondría que un mercado competitivo leal debería permitir a todas las distribuidoras tener lugar para dar a conocer sus apuestas, antes de que estas lleguen a la sala, la experiencia indica lo contrario. Esto no supone una justificación de nada, pero hay días en los cuales, a la misma hora matinal, pero en distintas salas, se exhiben hasta tres próximos estrenos, con lo cual se hace imposible la visualización y mucho menos la decantación en función de su análisis. Para sentar un ejemplo bizarro, “Zoolander 2” (con la trascendencia que tiene esta secuela) no tendrá funciones de prensa, con lo cual, si usted lee una crítica de su estreno el día jueves 11 en algún medio gráfico, radial, digital o televisivo será: o bien una opinión producto de la imaginación del que firme la crítica (ya que teóricamente no la vio) o hay medios con privilegio. “Una familia espacial” por ejemplo, llega a los ojos de quién escribe varios días después del acostumbrado jueves de marras, cuando lo ideal sería al menos dos días antes. Poca anticipación, superposición de proyecciones, poca organización, distribución digitada… puede ser cualquier cosa, pero vamos allá; algo tendrá de ventajoso como, por ejemplo, presenciar la obra con el público al cual está dirigido esto. Volvió a la carga Enrique Gato, el director español ganador del Goya 2012 a mejor película animada, estrenada aquí como “Tadeo, el explorador perdido” (2012), puso toda la carne al asador para despacharse con un producto que lejos de parecer hecho en España por su tecnología industrial, apunta al mercado internacional para meterse en la discusión taquillera. Además, acaba de ganar el Goya 2016 con esta producción con lo cual hay varios pergaminos bajo el brazo. El millonario Carson (muy, pero muy millonario) está convencido que nadie viajó nunca a la luna. Todo fue una farsa y para probarlo va a ir él mismo a la luna a la que usará para explotar su riqueza mineral. Esta trama, de por sí planteada como una interesante aventura, sufrirá un intento de boicot por parte de Mike, una amiga y su abuelo. ¿Su abuelo? Sí, lo que pasa es que lleva años peleado y separado del papá de Mike. Cuando el espectador se entera de esto, supondrá bien al adivinar si este viaje va a ser la excusa para contar cómo Mike intentará ser el nexo para la reconciliación. Esta idea tampoco está mal, y hasta se podría decir que bien llevada es una de esas que fácilmente se pueden emparentar con la profundidad que suele ser marca registrada de Pixar. Sin embargo, el guión de Patxi Amezcua, Jordi Gasull, Neil Landau y Javier Lopez Barreira se queda en resolver el conflicto sin tomar riesgos a partir de una construcción de los vínculos que no pasa mucho más allá de lo nominal. Por otro lado, la dirección de Enrique Gato tampoco le da lugar a esa posibilidad porque está enamoradísimo del logro técnico y de las referencias a la cultura icónica norteamericana, lo cual va en desmedro del costado dramático de “Una familia espacial”. Hasta en el diseño del personaje del camaleón parece tener una mirada hacia la ardilla de la saga “La era del hielo” (2002/2012). El cuento se cuenta, por ese lado no hay problema. Tal vez, ver a chicos levantarse un rato para correr por el pasillo podría decantar en pensar sí no le sobran algunos minutos. No sabemos si el dinero hace la felicidad, lo que es seguro es que en cine no garantiza la excelencia.