Una cuestión de género y géneros Una mujer fantástica (2017), el quinto film del realizador de Gloria (2013), es un cautivador derroche de género a la vez que una crítica social mordiente a la sociedad chilena actual sobre la crueldad de la discriminación hasta de los más vulnerables. Una mujer fantástica comienza como una historia de amor entre dos personas que tienen una conexión íntima y sensual. Orlando (Francisco Reyes) es 20 años mayor que Marina (una extraordinaria Daniela Vega). Es propietario de una empresa, mientras que ella trabaja como camarera. También es una talentosa cantante que actúa en clubes y cultiva la lírica. Después de celebrar el cumpleaños de Marina, él se despierta sintiéndose mal. Acaba en el hospital en donde muere a causa de un aneurisma. La mujer fantástica que da título a la cinta, Marina, se esfuerza en superar la pérdida de su pareja a pesar de los intentos de su familia por expulsarla. La protagonista de la historia de Lelio (en colaboración con Gonzalo Maza) recorrerá una odisea entre terrores de intolerancia, a través de una sociedad conservadora y sorteando los ataques psicológicos y físicos continuos de los miembros de la familia del fallecido. Marca el tono de la trama la secuencia inicial, que da cuenta de la majestuosa belleza de las Cataratas del Iguazú, sugiriendo que la belleza de la naturaleza a veces reside no en una tranquilidad armoniosa sino en una fiereza inestable. Así, Lelio entra en su historia con calma, en la siguiente escena, acercándose a un hombre que descansa en una sauna. La antítesis lograda con esta yuxtaposición refleja el tono del metraje que seguirá: un brutal torrente de resistencia, desdén e intolerancia se desatará contra Marina, una mujer que se pierde en un océano de cambio, obligada a reafirmar su propia identidad, a la que encarna con desgarro, volatilidad y una contención escalofriante. Lelio homenajea a Louis Malle, toma prestados tropos de Alfred Hitchcock y del portugués João Pedro Rodrigues y aderezando su conjunto con una malicia latente al más puro estilo almodovariano para avanzar con paso firme y seguro en su ecléctico universo cinematográfico condimentándolo con toques de maestros, logrando así no sólo su propia identidad artística sino también reconocimiento de su originalidad y autoridad.
Una mujer fantástica es claramente otro retrato sobre los bordes que construyen el universo femenino y la identidad del “ser mujer” como un hecho activo, personal y social al mismo tiempo. En Gloria (2015), Leilo eligió como frontera, como límite paradigmático la franja etaria del personaje central: Gloria es una mujer en toda la plenitud de su deseo pero con 60 años. Una edad que conlleva toda una connotación íntima, pero ante todo una fuerte mirada – sancionatoria- de la sociedad. En Una mujer fantástica el director redobla la apuesta sobre la tensión moral que existe entre lo femenino y la carga social, esta vez juega a investigar lo femenino en términos de genitalidad frente a la identidad de género: o sea esta vez nuestra protagonista es una joven mujer transgénero. Marina está tan llena deseos de vivir la libertad del amor como aquella Gloria con sus 6 décadas y toda su vitalidad. El argumento se centra en contarnos como Marina vive un romance intenso y estable con proyectos de pareja Su amado es Orlando, un hombre varias décadas mayor. Se aman, de eso no hay duda. Ni hay secretos de quién es cada uno y cómo viven su deseo. Pero luego de una noche de festejo por el cumpleaños de la joven de manera azarosa y trágica Orlando se descompone y muere apenas arriban a la clínica donde Marina lo lleva desesperada en su afán por salvarlo. Lo interesante que se desarrolla en la trama a partir de este conflicto es que dada su condición transgénero Marina es desplazada como sujeto del duelo, por todos los que son parte del mundo de Orlando, incluso también para la sociedad y sus instituciones (médicos, policías, etc). Ella es observada como un ser perverso, indefinible en su condición sexual, sospechosa de haberle causado la muerte a su amado y, ante todo, indeseable de ser vista o aceptada como mujer. Con pocas palabras más quiero destacar la emotividad narrativa que logra Lelio con las imágenes: los primeros planos y su sensible mirada, los reflejos de Marina en los espejos, su imagen multiplicada según los distintos puntos de vista desde donde se la mira a través de la lente y en toda la película. Porque la cámara no deja ni por un segundo en paz es a esta “mujer fantástica”. Es esta película una de esas historias que hace homenaje a un cine Latinoamericano que no conoce de límites, ni fronteras. Por Victoria Leven @victorialeven
Homofobia a la chilena En esta oportunidad nos encontramos frente a un film al que tranquilamente aplica aquel chiste de Woody Allen en el que se nos informaba lo triste que resulta cuando la familia de nuestra pareja está… viva. Efectivamente, la protagonista de Una Mujer Fantástica (2017) debe lidiar con la parentela de su novio -ex esposa e hijo, sobre todo- cuando éste fallece de repente a causa de un aneurisma, lo que se convierte en una verdadera cruzada en pos de asistir a los servicios fúnebres para poder despedirse. Peor aún, al hecho de ser catalogada como “la otra” dentro del ámbito familiar se suma que la chica en cuestión, Marina Vidal (Daniela Vega), es una travesti unos cuantos años menor que el difunto, Orlando (Francisco Reyes), circunstancia que saca a relucir el conservadurismo católico repugnante de buena parte de las sociedades latinoamericanas en general y de la comunidad chilena en particular. Una vez más el realizador Sebastián Lelio se despega de sus primeros trabajos, los cuales tenían un aire lejano a Ingmar Bergman y Joseph Losey, para volcar el asunto hacia el mismo terreno de su película anterior, la también interesante Gloria (2013): aquí el cineasta mezcla un naturalismo sutil para los diálogos con una serie de episodios -entre oníricos y algo crudos- símil Rainer Werner Fassbinder que condimentan un viaje muy intenso en el que uno de los propósitos de fondo pasa por reivindicar los derechos de colectivos sociales eternamente marginados y/ o postergados. Así como en Gloria contábamos con una protagonista que bordeaba los 60 años e iniciaba una relación con un hombre también de la tercera edad, soportando la autonomía o dependencia de cada uno para con sus respectivas familias, hoy el eje es un amor no aceptado por un clan sumido en la negación más pueril. Dejando muchos detalles en el tintero para conservar un halo de misterio en torno a Marina, el guión del propio director y Gonzalo Maza, su colaborador principal desde hace ya muchos años, pronto transforma el ninguneo de la familia hacia la joven en acoso liso y llano (utilizando como excusa que Orlando tenía golpes en su cuerpo al llegar a la clínica porque se cayó en la escalera del departamento que compartía con la protagonista, su parentela -todos de la alta burguesía santiaguina- le envía a la policía para que investigue si la muerte se dio en medio de una pelea) y luego en una crueldad bien ridícula (la violencia física viene de la mano del hijo de Orlando, quien agrede cobardemente entre insultos homofóbicos, y su homóloga conceptual llega cortesía de la ex esposa del susodicho, una bruja irrespetuosa que hará todo lo posible para impedir que Marina concurra al funeral). A pesar de lo que uno podría pensar a priori alrededor de la decisión de la propuesta de centrarse en las consecuencias/ reacciones negativas de un “vínculo prohibido” en una sociedad muy retrógrada como la chilena, en realidad el convite no llega a ser del todo un alegato LGBT explícitamente político tanto por el preciosismo de fondo (sobresale en especial la fotografía de Benjamín Echazarreta y la prodigiosa banda sonora de Matthew Herbert) como por ese distanciamiento concienzudo al que nos referíamos anteriormente (en este sentido se nota mucho que tanto Maza como Lelio son turistas en el territorio gay y ello repercute en un exceso de autoindulgencia formal en algunas secuencias con el claro objetivo de “ingresar” al circuito de los festivales internacionales a través de la opción de restar visceralidad y sumar poesía vía las fantasías de Marina con volver a ver a Orlando). De todas formas, mediante la estrategia de explorar el recuerdo doloroso y a la vez placentero del amante desaparecido, Una Mujer Fantástica consigue diferenciarse de gran parte del cine homosexual precedente, sin duda más en sintonía con el retrato del devenir de la relación propiamente dicha; pensemos en obras fundamentales como Ropa Limpia, Negocios Sucios (My Beautiful Laundrette, 1985), de Stephen Frears, Maurice (1987), de James Ivory, Mi Mundo Privado (My Own Private Idaho, 1991), de Gus Van Sant, Secreto en la Montaña (Brokeback Mountain, 2005), de Ang Lee, o la reciente y maravillosa Llámame por tu Nombre (Call Me by Your Name, 2017), de Luca Guadagnino. La actuación de Vega, ella misma una mujer transgénero, es otro de los puntos fuertes de la película porque logra un trabajo muy contenido que se encuadra dentro de la burguesía protagónica y hasta por momentos parece funcionar como una versión apaciguada y bien melancólica de aquellas travestis de clase baja de la excelente Tangerine (2015), de Sean Baker. El opus de Lelio, a la par de las realizaciones de su compatriota Pablo Larraín (aquí actuando como productor, junto a su hermano Juan de Dios Larraín), viene a confirmar la vitalidad y relevancia de un cine chileno que no le teme a señalar los componentes más reaccionarios de una nación tan oscurantista como la Argentina… recordemos para el caso la oposición que suscitó el divorcio o la que generan ahora mismo el aborto y la eutanasia.
Las heridas de la violencia social Además de la gran cantidad de nominaciones y premios que Una Mujer Fantástica (2017) viene cosechando alrededor del mundo, el film catapultó al realizador chileno Sebastián Leilo al cine norteamericano, ya que luego de la próxima Disobedience (2017), adaptación de la exitosa novela de Naomi Alderman, ahora mismo se encuentra filmando la remake para Estados Unidos de Gloria (2013), que será protagonizada por Julianne Moore en el personaje originalmente interpretado por Paulina García, actriz que también viene trabajando a nivel internacional en films como La Cordillera (2017) y Little Men (2016) En Una Mujer Fantástica, el repentino colapso de su pareja, Orlando (Francisco Reyes), a causa de un aneurisma, expone a Marina Vidal (Daniela Vega), una mujer transgénero, cantante lírica de amplio repertorio y moza de un bar, al rechazo de la mayor parte de la familia de su pareja y de las instituciones sociales, o sea los médicos, la policía y la sociedad chilena en general, situación de humillación y violencia social y de género que la pone en un estado muy vulnerable y acongojado. Sospechada de haberle causado heridas a Orlando durante el episodio Marina descubre que ella es objeto de un rechazo visceral por parte de una sociedad que la cataloga como un efecto de la depravación. Además, cuando la ex esposa y el hijo de Orlando le piden a Marina que abandone el departamento en que vivía con su novio y devuelva el auto, la familia conoce por primera vez su identidad y la violencia contenida desata el dolor por la pérdida, que rápidamente se torna en odio y encono contra ella. Mientras soporta los golpes y la intimidación de la familia de Orlando, Marina realiza su propio duelo y se obsesiona con la llave de un casillero de un sauna al que Orlando acudía regularmente, que encuentra casualmente entre los objetos de su ex pareja, tal vez una última aventura que la mujer se propone para despedir la memoria de su pareja, que se aparece constantemente enfrente de su camino como recordatorio de que el amor a veces es pasajero pero que su intensidad puede aumentar con la ausencia. El director chileno crea un film sobre la identidad femenina y trans y el contexto reaccionario que le rodea en una sociedad estratificada con enormes diferencias sociales y de clase, donde la aceptación de la relación entre Marina y Orlando es una quimera. El guión de Leilo junto a Gonzalo Maza, con quien también coescribió Gloria, está redactado a la medida de Daniela Vega, quien realiza un trabajo extraordinario, entregando una actuación arriesgada, valiente y natural sobre el derrotero de la identidad trans en su país y la lucha cotidiana por la aceptación y la igualdad. Con gran realismo Una Mujer Fantástica narra el paso del rechazo a la discriminación que cede su espacio al odio y a la violencia. El acoso de todo tipo que Marina vive y la dificultad para amar y ser amada conviven con la angustia ante el maltrato y la necesidad de estar alerta constantemente. Sebastián Leilo entrega así una obra de escenas tan penetrantes y profundas como dolorosas y sensibles que describen las distintas reacciones del conservadurismo ante lo que consideran grotesco y lo que no pueden o desean comprender, indicio en realidad de su mirada sesgada y perversa, incapaz de ver la belleza, para encontrar de esta forma el gatillo del odio de una clase que se cree justificada a avasallar los derechos de todos como si aún viviera bajo la estela en la dictadura genocida que promocionó y sostuvo hasta donde pudo.
Contra la hipocresía social Tras su triunfo en el festival de Berlín, en donde ganó el Oso de plata al mejor guión, “Una mujer fantástica”, brillante película del director chileno Sebastián Lelio, llega ahora a las pantallas argentinas. El guión fue coescrito por Lelio con su cómplice Gonzalo Maza, quien le ha acompañado ya en sus dos películas anteriores Gloria 2013 y Navidad 2009. Después del gran éxito internacional de Gloria (Oso de plata en Berlín a la mejor actriz para Paulina García), Lelio y Maza nos ofrecen un nuevo retrato de mujer, pero en esta ocasión se trata de una joven transexual, Marina (Daniela Vega, cantante en un cabaret y amante de un hombre mucho mayor que ella, Orlando (Francisco Reyes). Una mujer, Marina, a través de la cual vemos reflejados, como también en Gloria, los miedos, el conformismo, la intolerancia, la hipocresía moral y las falsas apariencias de la sociedad chilena contemporánea. La película empieza con varios planos de las impresionantes cataratas de Iguazú, evocación de un viaje que Orlando había prometido a Marina, y que nunca podrán llevar a cabo, ya que él muere repentinamente al levantarse de la cama. Ese cincuentón, industrial chileno separado de su mujer, se muere así en los brazos de una joven transexual que le conduce al hospital más cercano. El siempre posible escándalo inquieta a la adinerada y muy católica familia del empresario, y las circunstancias de la muerte despiertan los prejuicios y el morbo de los policías encargados de la investigación. Se pone en marcha así una doble tensión policial y social, que tienen el mismo denominador común: la intolerancia y los prejuicios hacia esa joven transexual, en la que unos y otros ven la encarnación del mal. Marina se ve repentinamente privada de todo, de su amante, súbitamente fallecido, amenazada por la familia del difunto, privada de domicilio, de auto y hasta de su fiel perro lobo, el único que finalmente no juzga su transexualidad. El director opta en su puesta en escena por una bien lograda mezcla de géneros que van de lo policiaco, a la crónica social, con acentos de melodrama y musical, para abrir y cerrar esta tónica historia de resistencia y de lucha por la libertad individual frente a la hipócrita moral burguesa de esa sociedad chilena, en donde se desarrollan los hechos. La puesta en escena de Lelio no opta abiertamente por ninguno de esos caminos, sino que se apoya en la fantasía, la fuerza y el carisma que emanan de su personaje, logrando una mirada bien original y genuina sobre el que se vuelve tema esencial de la película: una fábula sobre la tolerancia, la generosidad y las ganas de vivir frente a la hipocresía social que nos rodea. Marina, resiste, contra la violencia de unos y la incomprensión de los demás, pelea contra viento y marea y nos ofrece su sensual, convincente y perturbadora imagen de mujer, con carnet de identidad masculino, que tan solo pide que la traten como lo que es: un fantástico ser humano. La protagonista que lleva sobre sus espaldas todo el peso de la película es Daniela Vega, transexual chilena, que no es actriz profesional y había entrado en contacto con el equipo de la película para servir de consejera en el proceso de la elaboración del guión. Sin lugar a dudas un valioso hallazgo cinematográfico y humano. En el reparto encontramos también a excelentes actores del cine y del teatro chilenos como Francisco Reyes, Luis Gnecco, Amparo Noguera, Antonia Zegers, o Alejandro Goic, que acompañan con brío esta estupenda aventura germano chilena, en cuya producción han participado también el director chileno Pablo Larrain y la directora alemana Maren Aden.
“Una Mujer Fantástica” se centra en la relación entre Marina y Orlando, una joven camarera y aspirante a cantante y un hombre 20 años mayor que ella. Una noche, luego de festejar el cumpleaños de Marina, Orlando comienza a sentirse mal, a tal punto de terminar en una sala de emergencias y fallecer poco tiempo después. Pero en vez de poder vivir el duelo como cualquier otra persona, a Marina se la señala como el blanco de sospechas por esta misteriosa muerte. No es porque ella haya hecho algo, sino simplemente porque es una mujer trans y será atacada y cuestionada tanto por la familia de su difunto novio como por todos aquellos que la rodean. En primer lugar, hay que destacar la maravillosa labor de la actriz trans Daniela Vega, que compone a una mujer fuerte, pero que a la vez vive con esa lucha constante y propia del contexto en el que se encuentra inmerso, donde se discrimina su identidad sexual a través de acciones, miradas, comentarios o simplemente dejándola de lado. En este trabajo de composición del personaje también tiene mucho que ver el mismo director y guionista Lelio, quien le dio una gran riqueza al papel, con muchos matices para explorar. Es importante que se traten este tipo de temáticas dentro del cine. Si bien son cuestiones que están cada vez más en boga, todavía no se le cedió un lugar tan relevante; no son muchas las películas que abordan estos asuntos. De todas maneras, se siente como que la cinta chilena no busca convertirse en estandarte de una causa, sino que particularmente cuenta la historia de Marina y su situación personal, que tranquilamente podría ser la de otras tantas, pero acá no se intenta luchar por un bien mayor, sino conseguir una aceptación entre los que la rodean. En síntesis, “Una Mujer Fantástica” es una muy buena película que nos llega de Chile, la cual a partir de un ritmo intenso, incluso con algunos tintes policiales y de suspenso, nos cuenta la historia de una mujer trans que debe vivir ciertas situaciones injustas, discriminatorias y desagradables para luchar por ser aceptada en un mundo en el cual comenzó a abrir su cabeza, pero que todavía le queda un largo camino por recorrer.
Un grito de liberación. Un pedido de comprensión y apoyo en medio del dolor. Sebastián Lelio (“Gloria”) nos introduce en el mundo de Marina (Daniela Vega) por sorpresa, casi tan abruptamente como la pérdida que ella sufre. Mientras procesa todo lo que le está sucediendo, los obstáculos, la falta de respeto, la mirada hacia otro lugar no hacen otra cosa que fortalecerla y empoderarla. Lelio vuelve a hablar de mujeres, en este caso de una que debe afrontar el desprecio de la sociedad. Su lucha ubica al film en una propuesta de género sin caer en lugares comunes, y con un acercamiento narrativo (sonoro, de puesta, etc.) al Almodovar más reflexivo. Daniela Vega enorme para una historia con destellos oníricos que potencian aún más su historia.
Una Mujer Fantástica: Lo fantástico de la aceptación. Finalmente se estrena la película chilena favorita a quedarse con el galardón a Mejor Película Extranjera en la próxima entrega de los premios Oscars. Los últimos años el cine chileno fue brindando grandes películas, Una Mujer Fantástica no es la excepción. El director Sebastián Lelio (Gloria, Disobedience) nos ofrece un relato magnífico que viene a profundizar ese clima de intolerancia, homofobia y creciente discriminación que rodea a las sociedades latinoamericanas contemporáneas. El largometraje cuenta la historia de Marina (Daniela Vega), una joven camarera aspirante a cantante, y Orlando (Francisco Reyes), veinte años mayor, quienes planean un futuro juntos. Tras una noche de fiesta, Marina lo lleva a urgencias, pero él muere al llegar al hospital. Ella debe entonces enfrentar las sospechas por su muerte. Su condición de mujer transexual supone para la familia de Orlando una completa aberración y buscan apartarla mediante el destrato y un nivel de violencia que va escalando a medida que avanza la trama. Ella tendrá que luchar para convertirse en una mujer fuerte pese a la opinión ajena, e irá combatiendo contra la segregación en busca de la aceptación y el reconocimiento. Lo primero para destacar del film es la tremenda interpretación que ofrece Daniela Vega. Un papel difícil de encarnar por todo lo que conlleva la narrativa, en la que seguramente haya mucha autorreferencia y catarsis en la interpretación de la actriz, como en todo proceso artístico, puesto que aquí la situación se ve muy sentida y vehementemente construida, en una clara alusión a las experiencias personales. El guion escrito por el mismo Lelio y Gonzalo Maza nos adentran en una historia de amor que de un día para el otro se convierte, por esas vueltas del destino, en una situación dignas de un policial (cuando comienzan a sospechar de ella en la muerte de su pareja) y luego en un profundo drama con raíces antropológicas y sociales. El opus de Sebastián Lelio no solo se destaca a nivel narrativo e interpretativo sino que además cuenta con una impecable realización técnica donde sobresale la dirección de fotografía a cargo de Benjamín Echazarreta y la música compuesta por Mathew Herbert que ayudan a construir esa atmósfera opresiva que rodea a la protagonista en busca de una tan merecida aceptación. Una Mujer Fantástica representa un film de protesta ante la intolerancia y la ignorancia que rodean a la sociedad chilena en particular y al mundo entero en un plano más macro. Una cinta que sorprenderá por su honestidad, sus buenos valores y su decorosa compasión.
Premiada en Berlín, candidateada al Globo de Oro a la Mejor Película Extranjera y al Oscar por la misma categoría, Una mujer fantástica se perfila como una de las películas más trascendentes de Latinoamérica. Una trascendencia que, claro, viene dada en buena medida por la identidad sexual de su protagonista. ¿Golpe de efecto? No, en absoluto. El cine es capaz de poner en relieve temas o abordajes contemporáneos, sensibles, y es evidente que las múltiples sexualidades y/o formas de vivenciar la sexualidad son hoy en día motivo de debate en el mundo entero. Su director, Sebastián Lelio, ha alcanzado un nivel de internacionalización importante, dado no sólo por este film, sino por su anterior película rodada en Chile, Gloria, estrenada en numerosos países y fuente de una remake que él mismo dirigió y que protagoniza Julianne Moore, ni más ni menos. La mujer fantástica del título es Marina (Daniela Vega), una joven trans que está en pareja con un empresario bastante mayor que ella, con quien mantiene un vínculo sólido. En las pocas escenas que comparten, se hace evidente que se aman y planean una vida en común. Pero ese plan queda trunco cuando él muere de forma súbita, y entonces ese momento de inicial idilio que nos presenta en film deviene en un penoso derrotero para Marina, quien queda bajo la prejuiciosa mirada de la ex mujer de su pareja, su hijo, y todos los agentes constrictores con los que debe mediar (el médico, los carabineros, una agente judicial, etc.). Marina reclama su derecho a despedir a un ser querido, un pedido que se ve obturado por una sociedad que, aún en pleno proceso de apertura, sigue arraigada en la heteronormatividad. Una mujer fantástica tal vez sea el producto audiovisual más visible en relación a los debates LGTBI en Chile, pero no es el único. Así lo ponen de manifiesto películas como Nunca vas a estar solo, de Álex Anwandter, inspirada en el caso Zamudio, o Naomi Campbel, de Camila José Donoso y Nicolás Videla, entre otras. Si el film de Lelio ha alcanzado el nivel de distribución que logró es porque trabaja con emociones primarias, auténticas, que operan desde la conmoción y la identificación con su personaje principal. En las escenas más impactantes todo el pathos de Marina se transmite de forma fluida a la platea, y el director no teme apelar a recursos que rozan lo onírico (el enfrentamiento con el viento en una vereda de Santiago, por ejemplo) para graficar la lucha y las convicciones de su criatura. En otros pasajes apela al orden de lo sublime, homologando de alguna manera la fuerza vital de las Cataratas del Iguazú (nodales para la compresión semántica del drama) con el rostro de Marina mientras realiza su canto lírico. Ella pide que se la llame por su nombre y no por aquella nominación que aún persiste en su documento de identidad; es amable pero si debe levantar la voz, lo hace. Soporta estoicamente la ira de los familiares de su ex, y lejos de violentarse con ellos intenta tan hacer valer lo que le corresponde. Ella, la mujer fantástica, pertenece a la estirpe de personajes que impactan por su nobleza y se hacen más valiosos por su sensibilidad, y en ese punto hay que agradecerle a Sebastián Lelio la mesura con la que la hace transitar los diversos estadios hasta su mejor resolución, que finalmente llega. Váyase a saber qué hubiera hecho un Lars Von Trier con tamaño drama. Más allá de cómo aparece dosificado el componente dramático, la clave de la película está en la piel de Daniela Vega, soberbia intérprete que logra esa alquímica empatía que no siempre se transmite en la pantalla. Casi sin experiencia actoral, se hace notorio su romance con la cámara, que en más de una ocasión la encuentra mirando frontalmente, u observándose en uno o varios espejos, aunque nosotros sepamos, claro, que ella es única.
Una mujer fantástica: Detrás de todo, solo hay una mujer. Daniela Vega compone a una mujer valiente en una historia de amor de pareja, y más importante aún, de amor propio frente a una sociedad que no acepta aquello que no entiende. Una mujer fantástica es la favorita para llevarse el Oscar a mejor película extranjera. Una Mujer Fantástica confirma el excelente momento que está pasando el cine chileno, y en lo individual, las grandes cualidades de su director, Sebastián Lelio, para presentar en pantalla mujeres fuertes, insoslayables, capaces de todo y más por sus convicciones. Ya lo había demostrado con su película Gloria (2015) y ahora, de la mano de Daniela Vega (actriz protagónica y asesora en cuanto a los temas de género y transexualidad) conforman una dupla que eleva esta propuesta cinematográfica a la categoría de películas que deben verse. Con una trayectoria breve pero contundente, Una Mujer Fantástica viene de ganar el premio por Mejor Guión en el Festival de Berlín y es la elegida para representar a Chile en los Premios Oscar como mejor película extranjera. Asimismo se ha llevado también el Goya como Mejor Película Iberoamericana. Pero estos lauros -merecidos por cierto- son tan solo la punta de un iceberg inmenso de lo que el film lleva consigo. Daniela Vega es Marina Vidal, una joven mujer transexual que reparte su tiempo entre su trabajo de camarera, sus clases de canto lírico y su relación amorosa con Orlando (Francisco Reyes), un hombre veinte años mayor que ella. Luego de un festejo, él se descompone y ella lo lleva al hospital. Aquí ya comienza de frente y sin tapujos la realidad con la que debe vivir Marina día tras día, la incomodidad de la gente por su condición, el desprecio por no entender la diferencia, los chistes absurdos y los insultos denigrantes ante la falta de empatía del otro por no aceptar a quien no entiende. Ese otro se pone de manifiesto en la figura de la detective quien deduce que luego del accidente fatal de Orlando, la relación que ellos mantenían solo podía llevarse a cabo dinero mediante, en la figura de la familia del difunto quien lo desprecia a él por elegir una relación con una mujer transexual y abandonar esa vida “normal“ junto a su esposa e hijos -el mismísimo hijo que la humilla en cada oportunidad-, y claro, la sociedad, aquella masa ignorante que ve en Marina esa monstruosidad reflejada, propia de una ignorancia que necesita de manera urgente empaparse de cultura. Como bien menciona la actriz del film, “no alcanza con la ley de género (aún no declarada en Chile), es preciso un avance en la educación y en la cultura de los pueblos para dar un paso avasallante en lo que al tema de los derechos humanos para toda la comunidad transexual y homosexual refiere”. El trabajo de Daniela Vega es monumental: se apodera de la pantalla, de cada plano, gesto, silencio, los cuales hacen de Marina una mujer que sufre, pero no se victimiza; una mujer maravillosa con una valentía capaz de soportarlo todo y reinventarse a cada minuto, tras cada golpe o giro del destino que deba enfrentar. Hay un logrado trabajo de arte y fotografía, una gama de colores desplegados en comunión con una visión optimista que la película desprende, a pesar de todo, y de todos. Marina y Daniela. Aunque queda bien claro que este es un argumento de ficción y no un documental, más allá que cada situación proyectada haya existido más de una vez en la realidad; son dos caras de una misma moneda. Dos mujeres que a través del arte buscan doblegar la barrera del odio y la discriminación y estar más cerca del amor. Esta película es un paso gigante hacia ese camino.
Una mujer joven pierde a su pareja, un hombre mayor. La familia de este la ralea por su condición de transexual. El film es un melodrama bien clásico, sí, pero es mucho más que eso: se trata de una celebración y de la historia de una persona luchando por fidelidad a sus emociones. Es cierto que la actuación de Daniela Vega es extraordinaria y vital, pero también que el director Lelio sabe cómo crear un mundo alrededor de ella. Notable y disfrutable film.
Sebastián Lelio, ya un reconocido director chileno, se arriesga nuevamente con temas que provocan y a la vez hacen reflexionar sobre la hipocresía, la intolerancia y la dignidad de las personas en esta película que producirá empatía sin golpes bajos. La relación entre Marina y Orlando se ve truncada por la muerte de este último. Ese hecho es el desencadenante de las desventuras de la cantante que se ve acorralada por la familia del difunto. El drama parece normal ante los desplantes de la ex esposa y el hijo mayor de Orlando pero uno no se explica por qué tanto empecinamiento con la joven. A través de un guión (que resultó ganador del Oso de Oro en el Festival de Berlín) y una estética que desde las sutilezas de los marcos que rodean al personaje femenino hace que vayamos enterándonos que lo que más molesta a todos y por lo que Marina es expulsada y repudiada, es por su condición de transexual. Es excelente el trabajo de Daniela Vega, -quien es Daniel de nacimiento-, y que está tramitando su documento de identidad como Marina que es la que expresa sus sentimientos: desde una honda tristeza hasta la bronca por el denigrante trato de funcionarios policiales y la impotencia ante la imposibilidad de despedirse de su amor. Uno va acompañando a la protagonista en su búsqueda desesperada por reafirmar su condición de mujer extraordinaria como reza su título, encontrarse con su verdadera voz y dejar de esconderse de la sociedad que se dice normal. El director hace una crítica a las etiquetas que les ponemos a las personas y, como decía antes, esto se ve en carteles, dibujos, tomas en las que se ve un "prohibido", "área sucia" o señales de tráfico que obligan a ir en una dirección. Una película conmovedora e inteligente, que no cae en estereotipos y que lleva la marca de su autor en la crítica social de su tiempo.
Esta película chilena (con coproducción alemana) compite por mejor film extranjero para la entrega de los Oscar. Dirigida por Sebastian Lelio. Con su guión y de Gonzalo Maza, protagonizado por Daniela Vega, Francisco Reyes, Luis Gneco. Un poderoso film que pone blanco sobre negro, la incomprensión, el racismo de la alta clase chilena con respecto a una mujer transexual. Es que la historia comienza mostrando la felicidad de una pareja, un acomodado empresario que planea una vida junto a una camarera y cantante, veinte años mas joven. La muerte prematura del hombre hace que esa pobre mujer deba soportar todas las humillaciones: de la policía que la toma por sospechosa, de la familia del difunto, que la desprecia de raíz y que solo quiere apartarla de las propiedades del hombre, del entorno del empresario que se permite la violencia más irracional. Y en trabajo de Daniela Vega es realmente excepcional, no necesita palabras para expresar la hondura de su dolor, la medida de sus sufrimientos y miedos, la víctima de ese sistema de apariencias cruel e idiota. Daniela, cantante de opera y actriz, militante a favor de los transexuales, hace aquí una labor ya mereció premios y elogios en todos los festivales internacionales donde se presentó el film. Un director sensible para mostrar una sociedad cerrada, un amor que transgrede y recibe a cambio solo la violencia de los demás y una actuación que conmueve profundamente.
Una mujer fantástica, de Sebastián Lelio Por Gustavo Castagna Una buena película y una excelente actriz. Una actriz notable por encima de la película. Un protagónico que representa y constituye la misma película. Pienso y no encuentro otra explicación o somera respuesta al asunto: Una mujer fantástica ES Daniela Vega, como Gloria, anterior título del director chileno Sebastián Lelio, ES y será recordada por Paulina García, su estupenda protagonista. Aquella mujer de casi sesenta años y este personaje trans: vidas paralelas, porqué no, rechazo social y desprecio, un contexto que oprime y corroe, las apariencias que deben gobernar para que una sociedad no se sienta incómoda por sujetos extraños. Pero Una mujer fantástica parte desde una fatalidad, un momento trágico que quiebra la felicidad de la pareja de Marina y Orlando (él 30 años menor que ella), tipo casado con hijo y enamorado y gozando junto a su mujer trans (Daniela Vega). Desde allí comenzará la odisea de Marina, soportando los insultos directos o figurados de propios y extraños, las miradas que aniquilan, el desdén de un entorno (familiar, social, público y privado) que no acepta a una mujer que toma decisiones, que se la jugará entero por la legitimación y el respeto a su viudez, a la encrucijada de no salir del centro de una historia que es suya y que le pertenece. Lelio sabe cómo manejar las piezas de un relato que oscila entre la búsqueda de la corrección política (junto a una aceptación general que incluye el visto bueno del mercado de festivales) y los esfuerzos por no convertir la historia en un alegato directo solo destinado a la militancia LGBT. En ese ida y vuelta narrativo, donde se insinúa la autoconciencia de su director y del coguionista Gonzalo Maza por imponer la historia individual de Marina por encima del cuerpo y corazón comunitario y militante, Una mujer fantástica gana puntos pero también, por momentos, se convierte en una película convencional. Buena y convencional, pero sin demasiados riesgos formales y temáticos que no vayan más allá de una historia de vida. Un ejercicio interesante, por lo menos en mi opinión, sería comparar el film de Lelio con el reciente estreno de 120 pulsaciones por minuto. Compararlas en cuanto a búsquedas estilísticas, pretensiones de mercado, tratamiento temático, personajes, contextos. Mientras alguien se dedica a semejante ejercicio, el 4 de marzo es más que probable que Una mujer fantástica gane el Oscar a mejor película no hablada en inglés. No van al Mundial de Fútbol pero apostaría que esa noche más de uno cantará “Chi-chi-Le-le-le”. UNA MUJER FANTÁSTICA Una mujer fantástica. Chile/Alemania/España/Estados Unidos, 2017. Dirección: Sebastián Lelio. Guión: Sebastián Lelio y Gonzalo Maza. Producción: Sebastián Lelio, Pablo Larraín, Juan de Dios Larraín y Gonzalo Maza. Intérpretes: Daniela Vega, Francisco Reyes, Luis Gnecco, Aline Küppenheim, Nicolás Saavedra, Amparo Noguera, Trinidad González, Néstor Cantillana, Alejandro Goic, Antonia Zegers. Duración: 104 minutos.
Publicada en edición impresa.
Una mujer fantástica: relato valiente y fascinante Una mujer fantástica pelea por sus derechos, conserva su dignidad, defiende su identidad, afronta las dificultades con entereza y coraje. Marina, la entrañable protagonista de esta emotiva película chilena. Como mujer trans debe enfrentar todos los obstáculos imaginables: los de la burocracia institucional, más exigente con ella que con otros, y los de la familia de su pareja, un hombre maduro recién fallecido de un aneurisma inesperado y letal. Sebastián Lelio, quien ya había puesto en el centro de la escena a otra mujer valiente y decidida en la celebrada Gloria (2013), hace girar la historia alrededor de un centro de gravedad cargado de una energía vital arrasadora: Daniela Vega, la actriz trans que asume el rol protagónico con una convicción pasmosa. También se da el lujo de batir en una misma coctelera elementos del thriller, el melodrama y el realismo de perfil sociológico sin que la narración pierda coherencia ni fluidez. Incluso logra colar algún pasaje onírico que remite al cine de Luis Buñuel y suma un matiz más sin que nada suene discordante. Los enemigos de Marina son torpes, violentos y, sobre todo, muy hipócritas. Ella lo sabe y tiene lo necesario para presentarles batalla: su inteligencia y también su cuerpo, al que Lelio se acerca con sutileza, elegancia y una fascinación amorosa que contagia.
La mujer que al amor sí se asoma El filme chileno escapa a clisés y saltea tabúes con un personaje transgénero valiente y sumamente real. Hay algo que une a Gloria con Una mujer fantástica. No es sólo que las creó y dirigió el chileno Sebastián Lelio. Es que Gloria y Marina son mujeres independientes, que no quieren vivir como les dicen, ni soportan hacerlo de acuerdo al gusto de los otros Gloria (Paulina García) era una divorciada que bordeaba los 60 y se negaba a que la jubilaran en la vida, Marina es una joven transgénero, que acaba de mudarse al departamento de su pareja, un hombre mayor que ella, cuando éste, sorpresivamente, sufre un ataque y fallece. A partir de ese momento, con el cadáver aún tibio, Marina va a ser maltratada, de palabra y en los actos, por las autoridades y la familia de Orlando, a excepción de su hermano (Luis Gnecco, Neruda en el filme homónimo). Lo que diferencia a Marina no es su género sino su valentía. Ese es el gran punto en el filme de Lelio. El director contó que lo que lo motivó no fue sólo la línea argumental de la pérdida de un ser querido, sino que el o la protagonista fuese reprobada por la familia del fallecido, y que fuera transgénero. Pero Lelio ordena un juego casi como de opuestos: la ausencia de Orlando marca a Marina, tanto como su aparición lo hace con su familia. El no estar y el estar, y allí el realizador recalca, subraya más que el dolor un sentido de pertenencia. No es sólo de identidad. Daniela Vega logra una composición acabada. Más que con sus palabras, pareciera que junto al director hubieran elegido la gestualidad, la expresión de su cuerpo para transmitir emociones, no siempre primarias. El director pocas veces se suelta, esto es: no le da rienda al personaje, como para que no se desboque. La muestra con sutileza y veracidad. Y así maneja mejor la dramaticidad de las escenas. Lelio no trata a Marina como tal vez lo hubiera hecho Almodóvar. No es rápida de reflejos, no retruca de inmediato. Hasta la iluminación del filme es diferente. El personaje se da cuenta de que, pese a su dolor, saca lo peor de la familia de su pareja, y queda como si la pérdida no tuviera solución, ni para unos ni para ella. Una mujer fantástica también habla de la madurez de un cine chileno, sí, mayoritariamente for export, pero que gracias a su paso por festivales internacionales hoy aspira a ganar el Oscar al mejor filme hablado en idioma extranjero. Sería un fuerte reconocimiento no solamente por el tema que aborda, sino a una cinematografía que intenta abrirse paso con su propio andar.
Con el auspicio de OtrosCines.com llega finalmente a los cines argentinos la película chilena galardonada en importantes festivales como los de Berlín, San Sebastián y La Habana, triunfadora en los premios Goya de España y en los Fénix del cine iberoamericano, y una de las principales favoritas a ganar el Oscar al Mejor Film en Idioma No Inglés el próximo 4 de marzo. El nuevo trabajo del director de Gloria aborda una historia ligada a la identidad sexual y la violencia de género con mucha eficacia, contundencia y nobleza de recursos. Tras el éxito mundial de Gloria (2013), Sebastián Lelio y su coguionista Gonzalo Maza duplicaron la apuesta con un film todavía más audaz e igualmente eficaz como Una mujer fantástica. En principio, hay algunas conexiones entre ambas películas: protagonistas fuertes y decididas a enfrentar la hipocresía, la doble moral, la mirada paternalista, condescendiente o abiertamente despreciativa y represora de buena parte de la sociedad chilena de clase media-alta. La heroína de Una mujer fantástica es Marina Vidal (consagratorio trabajo de la actriz trans Daniela Vega), quien deberá enfrentar los prejuicios, los condicionamientos, las presiones, las manipulaciones o directamente la violencia cuando su amante Orlando (Francisco Reyes), un hombre de 57 años, divorciado y de buen pasar económico que había decidido convivir con ella y viajar juntos al exterior, muere en circunstancias inesperadas. Desde las reacciones en el hospital por parte de médicos y policías hasta las de su ex y los familiares de Orlando queda claro que la sociedad chilena no está preparada para aceptar a una mujer como Marina: muchos prefieren mirar para otro lado “para no hacer escándalo”, pero su presencia, sus actitudes, su forma de ser incomodan e irritan a más de uno. La idea de cuidar las formas, de mantener las apariencias, sobrevuela todo el film, así como las diferencias sociales y de clase, la codicia y los abusos del poder. Lo bueno de Lelio y Maza es que, cuando podrían haber caído en la denuncia obvia y discursiva, prefieren concentrarse en los aspectos humanos (e íntimos) de Marina. A la dupla se la ha cuestionado desde algunos sectores de la crítica con el sello, la sombra del “crowd-pleaser”, como si eso fuera de por sí algo malo. Es cierto que tanto Gloria como Una mujer fantástica buscan la identificación, la empatía y hasta podría decirse la solidaridad del espectador, pero no siento que haya golpes bajos o artimañas demagógicas para lograr esa complicidad. Es un cine diáfano y sensible, que conecta emocionalmente sin banalizar ni bastardear la problemática. En estos tiempos en los que la diversidad sexual, la identidad y la violencia de género son de los temas más en boga apelar a un cine popular e inteligente a la vez para concientizar con recursos nobles resulta un hallazgo no menor.
Con la dirección, del guionista, productor y montajista chileno nacido en Argentina Pablo Larraín (“Jackie”, Neruda”) y Maren Ade (“Toni Erdmann) en su equipo de producción. Recientemente fue seleccionada para representar a Chile como la Mejor película extranjera en los Premios Oscar. Cuenta el romance que mantienen Marina Vidal (Daniela Vega) y Orlando Ornetto (Francisco Reyes), él es 20 años mayor, eso no impide que se amen, se tratan con mucho amor, están atravesando un gran momento, en una cena de cumpleaños, Orlando le regala un Voucher a las cataratas de Iguazú, en pocos días viajarán. Pero todo se ve empañado cuando en la madrugada, Orlando sufre un infarto cerebral. A partir de ese momento a Marina, el mundo se le viene abajo y no tendrá ningún derecho sobre él. La familia le reclama las llaves del departamento donde vivían, le quitan el perro que él le había regalado y tratan de borrar todo vínculo entre ellos, sienten vergüenza. Además sufre todo tipo de humillaciones, la policía la somete a un examen corporal porque Orlando tenia algunos golpes en su cuerpo, pero eso no es todo por su condición de transexual muchos son los que le dan la espalda a Marina, entre ellos varios familiares de Orlando que nunca aceptaron esa relación, se sienten avergonzados. Nos encontramos con una gran dirección de actores. La actuación de Daniela Vega es maravillosa, lucha, es valiente, no se victimiza, muy expresiva, en distintas situaciones casi sin decir palabra lo dice todo, tiene una mirada muy precisa, una gran actitud corporal, un momento encantador con su profesor de canto (Sergio Hernández) y situaciones valientes. Ante una sociedad chilena tan conservadora, el espectador capta cada ofensa, transmite su sufrimiento y resulta muy conmovedora. Una mujer fantástica ganó el Goya a la Mejor película iberoamericana y el Oso de Plata a Mejor guión.
Como sociedad toda, todavía nos falta. Nos falta preocuparnos por el otro y dejar de ser egoístas. Aprender que cada vida es un mundo, un microcosmos de eventos que nos llevan a ser las personas que somos y no hay dos personas iguales en el mundo. La tolerancia ante el camino de vida del otro es una materia pendiente en muchos y es el estandarte de guerra que presenta el director Sebastián Lelio en Una Mujer Fantástica, que va de camino a incinerar la próxima entrega de los Oscar en el rubro Mejor Película Extranjera.
Valioso relato sobre la discriminación La actriz y cantante transexual cimentó su prestigio internacional gracias a esta película. Santiago de Chile. Mariela tiene una linda relación con un señor mayor, que prefiere estar con ella y no con su familia. Pero esa vida placentera se destroza en una sola noche. Aneurisma, le explican. Y empieza el drama. Primero con los médicos y la policía, que sospechan algo y la humillan. Enseguida, con los parientes del difunto, que la aborrecen y la hostigan como si fuera un bicho. Es que Mariela no solo es "la otra". Hay "algo peor". Es transexual. Ese detalle contribuye a la actual fama de la película en el mundo, pero el drama que cuenta es más amplio. Describe el vacío enorme que siente una persona cuando pierde al ser amado. Y la angustia y la rabia que le vienen, cuando por alguna mezquina razón le impiden despedirse. Cuando la basurean. Y la fuerza que esa persona saca de sí misma para resistir tanta tristeza y tanta ofensa. Eso es lo más valioso. Cómo hace alguien de cualquier raza, o condición social, o elección política o sexual, para sobreponerse. Y para imponerse, en cierto sentido. A veces la película peca de irregular, de esquemática, o reiterativa. Se le pueden criticar algunos recursos expresivos, quizá prescindibles. Pero igual engancha. Maneja con sobriedad un tema grave, tiene como mínimo una secuencia notable (a propósito de un llavero) y como máximo una actriz excepcional, la cantante trans Daniela Vega, ya vista en "La visita", sobre un chico que vuelve al pueblo convertido en chica.
El cine chileno y su excelente calidad vuelven a decir presente de la mano de su representante en los Premios Oscar a Mejor Película Extranjera. Una Mujer Fantástica no es solo el título de esta película, sino un adjetivo que aplica a varios de los logros del film. Odisea de una Mujer Natural Marina es una mujer transgénero que vive en pareja con Orlando, un hombre mucho mayor que ella. Una noche Orlando se despierta sintiéndose mal y Marina lo lleva al hospital donde termina muriendo de un aneurisma. Las cosas se empezarán a complicar cuando la policía empiece a investigar a Marina por los incidentes de aquella noche y la familia de Orlando le impida poder asistir al entierro. El guion de Una Mujer Fantástica es uno sólido y rebosante de conflictos. La protagonista no lo tiene fácil en ningún momento, siendo discriminada, sospechada y condescendida a cada paso de su odisea. Es una historia que toma la problemática de género y la convierte en un conflicto dramático sostenido e interesante en vez de ser un golpe bajo. Mucho de esto se debe a que la protagonista está desarrollada como un ser activo que no se victimiza, un ser que lucha, y eso le permite ganarse al espectador. Es de aplaudir el ingenio de los guionistas para introducirnos a la historia a través del punto de vista de Orlando en vez de hacerlo a través del de su protagonista. De este modo, su condición de transgénero es solo un detalle más de su personaje y no algo que acapara la atención. En materia visual es de admirar el uso del color y la enorme delicadeza de la puesta en escena donde cada encuadre, cada movimiento de cámara, cada corte, cada selección musical, contribuye a detalles fundamentales para el desarrollo de la historia y de su protagonista. En materia actoral, la película descansa en los hombros de Daniela Vega, una mujer que trasmite seguridad en una labor interpretativa que arrasa con todos los enormes desafíos que el guion le pone adelante. Conclusión Una Mujer Fantástica es una odisea única sobre una problemática actual que escapa en todo momento al golpe bajo. Una narración sólida, con una puesta en escena elegante y una protagonista poderosa, hacen que la propuesta sea altamente recomendable.
Un retrato de la condición humana Paralelamente a la historia de una transexual que debe enfrentar los prejuicios sociales, la película que competirá la semana próxima por un Oscar trata sobre la identidad y las miradas, propias y ajenas, expuestas a la fuerza de lo natural. Como si contuviera en su interior una fuerza ingobernable, la película Una mujer fantástica del cineasta chileno Sebastián Lelio, viene causando conmociones a su paso desde el mismo día de su estreno, ocurrido exactamente hace un año en la edición anterior de la Berlinale. En aquel momento fue centro de innumerables elogios, dentro de una competencia de la que también participaban trabajos de directores consagrados como el finés Aki Kaurismaki, el coreano Hong San-soo y de la que resultó impensada ganadora En cuerpo y alma, de la húngara Ildikó Enyedi. Doce meses después la situación se repite como un deja vú: Una mujer fantástica y En cuerpo y alma vuelven a competir, esta vez por el Oscar a la Mejor Película en Lengua Extranjera. Y la de Lelio vuelve a ser la favorita, incluso por encima de su principal competidora, The Square, del sueco Ruben Östlund, ganadora de la Palma de Oro en el festival de 2017. El quinto trabajo de Lelio, que además marca la cuarta y hasta ahora última colaboración en el guión con su compatriota, el crítico de cine Gonzalo Maza, narra la historia de Marina Vidal, una mujer transexual que sufre la muerte de su pareja y que a partir de ahí debe enfrentar el rechazo y las distintas formas de violencia a la que la someten la ex mujer y los hijos del muerto. Pero aunque esa es su estricta sinopsis, debe decirse que en realidad la película se trata de otra cosa. O de otras cosas: sobre la identidad y la forma en la que esta se constituye; sobre la mirada, las propias y las ajenas, que van moldeando distintas formas de percepción; y, sobre todo, acerca de las fuerzas opuestas que intervienen en dichos procesos. Entonces no es casual que Una mujer fantástica comience con una serie de planos de las cataratas del Iguazú, que retratan una fuerza de la naturaleza para representar aquello que no puede ser negado. La fuerza de lo incontenible, de lo que siempre ha estado ahí y cuya presencia no se puede ignorar. La fuerza de aquello que se impone por sí mismo. El guión volverá muchas veces sobre esta idea, poniendo en escena diferentes fuerzas naturales: un mural con la foto panorámica de un vendaval marino azotando una escollera; una lluvia torrencial que lo moja todo y todo lo penetra. Un viento furioso que en un momento cercano al clímax del relato le impedirá a Marina, cuyo nombre también da cuenta de una fuerza natural incontenible, seguir avanzando por la calle, en una de las escenas más hermosas de la película. Alegorías significativas para contar la historia de esta mujer trans que, es cierto, se enfrenta a fuerzas enormes que se oponen y hasta se niegan a darle una entidad humana. Pero que sobre todo dan cuenta de esa fuerza natural que no necesita de la certificación de nadie para validar su existencia, porque posee la potencia necesaria para imponerse y bastarse por sí misma. La fuerza de lo que es, de lo que ya es imposible negar. Una mujer fantástica es un film sobre la condición humana, sobre la forma en que la sociedad sostiene un canon conservador acerca de qué se entiende y que se incluye dentro de lo humano. Y, por supuesto, qué es lo que se deja afuera de dicha categoría: lo inaceptable, lo indeseable, lo monstruoso. Esa duplicidad también recorre de punta a punta todo el relato, a través de una serie de juegos con los reflejos que el director va intercalando a lo largo de la narración, pero que tiene dos momentos de particular (y tal vez hasta excesiva) elocuencia. En uno se la ve a Marina desnuda, recostada con un espejito circular apoyado sobre su entrepierna, que le devuelve el reflejo de su propia cara. En el otro la protagonista se cruza en la calle con dos hombres que transportan un espejo enorme, que al ondular no consigue ofrecer un reflejo estable de su cuerpo, sino una serie de imágenes deformes. Uno de los grandes méritos de este trabajo de la dupla creativa que integran Lelio y Maza es conseguir traer a escena aquello que hasta ahora estuvo condenado a ese fuera de campo de lo humano, para darle, quizá por primera vez, una representación cinematográfica autónoma. El otro es haberle confiado el rol protagónico a la actriz trans Daniela Vega, ella misma una fuerza natural capaz de sostener de manera soberbia el peso contundente de la película.
A la última película de Sebastián Lelio conviene entrar con precaución. El comienzo, de una plenitud infrecuente, con personajes que participan de una felicidad sin grietas, anuncia algo terrible por venir. Orlando sale de una sesión de masajes y va a buscar a su novia a un club nocturno. Cuando llega, Marina está cantando con su banda: él se sienta y los dos se miran; en apenas dos planos el director establece la situación amorosa de la pareja. Como ese, Lelio se permite una gran cantidad de prodigios fílmicos apenas perceptibles, como cuando Orlando entra al bar y la cámara lo sigue hasta una mesa: no se sabe bien cómo, pero el actor Francisco Reyes es capaz de moverse a un ritmo propio que contrasta con el movimiento homogéneo del resto del lugar y sus habitantes. La seguridad de Orlando, su aplomo, mucho antes del primer diálogo, se construye en esa breve caminata: la madurez de un hombre que posee una temporalidad propia. Lo que sigue no hace más que confirmar y ensanchar lo que ya habían mostrado las imágenes: del club los dos van a cenar a un restaurante chino. Charlan poco pero plácidamente, como si trataran de estirar el momento demorando las frases. Marina cumple años, los mozos le cantan el feliz cumpleaños en chino, Orlando saca unos pasajes de la billetera: se van de viaje en unos días. La película retrata con total normalidad la unión de un hombre mayor con una mujer trans: todo indica que los dos se sienten a gusto en la relación y que nada ni nadie del entorno se fija en la naturaleza de la pareja. Vuelven al departamento de él, cogen y se duermen. Pero la paz no podía durar. Él se despierta con un dolor, ella trata de ayudarlo: entre caídas, nervios y corridas Marina lo lleva al hospital, pero es tarde, Orlando muere a los pocos minutos. De ahí en más, la película (nominada a Mejor película de habla no inglesa en los próximos Oscar) devela su verdadera cara: un drama contenido acerca de una mujer trans que debe lidiar con el desprecio de la gente que la rodea y con las sospechas de la familia de Orlando y de la policía, que no descartan que haya podido ser la responsable de la muerte. La identidad de la protagonista actualiza lo que en realidad es un viejo motivo: el de la mujer sola y acorralada que se defiende como puede de las agresiones de sujetos e instituciones. Precaución, se dijo al comienzo, no solo por el giro del relato, sino también por el tono que se apropia de la película a partir de ese momento. Si Gloria contaba la historia de una mujer que se extinguía plácidamente casi sin darse cuenta, en su última película Lelio sigue a una mujer que recién comienza, que todavía está haciéndose. Marina pasa a ser señalada y maltratada por todos: los doctores de la guardia la miran con desconfianza, la policía que investiga el caso la somete a preguntas y revisiones médicas, la familia de Orlando se acerca a ella movida menos por odio que por una curiosidad mórbida. El conjunto promete otro cuadro políticamente correcto sobre las dificultades de ser una mujer transexual en una sociedad conservadora. Pero de a poco Lelio desvía el rumbo y todo se enrarece: de ese cuadro más o menos realista, la película abraza un exceso que incluye desde un secuestro y una golpiza inverosímiles hasta una fantasía musical que hace acordar a un número de Cantando Bajo la Lluvia. El sistema estético del director se contamina y transforma: la puesta en escena mantiene un evidente toque de distinción visual (de un preciosismo virtuoso, a veces un poco exagerado), pero de las escenas cotidianas del principio ahora se pasa a acompañar el estrepitoso hundimiento emocional de la protagonista, que puede incluir el caminar perdida de noche y bajo la lluvia, una visita impuntual al cementerio en un día de sol o los golpes descargados contra una bolsa de arena. La caída y el envilecimiento de una mujer como espectáculo, forma que el cine toma (y mejora) de la novela del siglo diecinueve y que el director maneja con total soltura. El recorrido un poco grotesco de Marina, sumado a su travesía sin un orden dramático nítido, sugiere que a Lelio le interesan los artefactos cinematográficos extraños: un drama femenino de un almodovarianismo discreto, apenas audible, con toques a lo Rebollo. Solo que Marina es una mujer con piano: la pasión por la música y la presencia de un simpático profesor de canto parecen rescatarla de la espiral a la que la arrastra el guion. Esa vorágine blinda la película contra cualquier intento de comentario sobre el mundo: Marina no se pregunta por su identidad, no se cuestiona a sí misma, no duda, y la caracterización decadentista de la familia de Orlando nunca termina de transformarse en un retrato de clase. Una Mujer Fantástica amaga con el formato de denuncia social, con sus lugares comunes y su galería típica de ultrajes y villanos (de los que sobresale la detective, un personaje fascinante que parece sacado de un policial negro), pero se trata solo de eso, de un embuste, una pista falsa. El comienzo funciona en verdad como umbral hacia otra cosa: un viaje alucinado que sumerge al espectador en su mundo sinuoso de derivas y excesos nocturnos donde no faltan, por otra parte, escenas luminosas y la posibilidad de redención.
Resuena el bolero Periódico de ayer de Héctor Lavoe, la letra punzante, tensa, retrata el desamor de una relación que está marchitando o que está por terminar. El ánimo romántico, melancólico, se impone en la mirada fija de Marina Vidal (Natalia Vega) hacia Orlando (Francisco Reyes) quien desde la tribuna de un coqueto hotel en Chile la mira atónito, enamorado. Ella le dedica con su mirada y fija posesión frente a este hombre maduro, buen mozo que no la detiene. “Orlando mi amor”, le dice Marina y en esa primera línea, el melodrama indefectiblemente comienza a surgir como espacio retórico. Marina Vidal es una chica trans de no más de treinta años, Orlando tiene alrededor de cincuenta y lagos, desde el punto de partida de Una mujer Fantástica, el director chileno Sebastian Lelio, muestra a una pareja enamorada. La primera secuencia es romántica y nos remontan al binomio excepcional de deseo/amor que nos supiera trasmitir Pedro Almodovar en Tacones Lejanos o la Ley del deseo. Y como devenir, de esa noche de pasión – esta primera parte de la película es valiosísima y la mejor- la muerte inesperada de Orlando – esto no es spoiler, allí arranca el conflicto de la película-. El culebrón pone en centro a Marina quien debe enfrentarse con la familia de Orlando. Lelio, lleva al extremo esta persecución feroz en contra de esta mujer, liderada por Gabo, el hijo mayor de Orlando y de Sonia, su ex mujer. Es importante resaltar que la clase acomodaticia de Orlando, pone en juego a personajes ambiciosos que se comportan de manera violenta con Marina y todo es por el dinero. La hipocresía de la clase media alta se muestra de manera sórdida. Lelio – y esto me evocó al melodrama de Arturo Riptein, más específicamente en La reina de la noche– nos muestra la descomposición física y moral de la sociedad. Natalia Vega hace una interpretación suprema, su personaje transita el duelo en medio del maltrato, la soledad de su tristeza la pone en el centro de la historia, debe reconstruirse por la pérdida del ser amado y librar batalla a la familia de Orlando. La atmosfera se vuelve sofocante y por momentos el surrealismo le quita a carga emotiva a la película, además hay ciertas elipsis que entorpecen el relato. Ese comienzo con sonido a tragedia, va perdiendo fuerza a medida que avanza la trama y esto es una lástima. Pero Natalia Vega se pone la película sobre sus hombros y le da el carácter de Ave Fénix a Marina Vidal, una mujer que sufre por la pérdida de su amor.
EL DUELO. Nunca fue una sombra de cualquier planta más querida y más encantadora, ni más dulce. Ombra Mai Fu, George Frideric Händel Los premios son tan claramente arbitrarios y subjetivos que muchas veces uno se pregunta para que existen. Sin duda premiar una película es destacarla, más allá del gusto de cada persona que elige premiarla. No se estrena mucho cine chileno en Argentina aun siendo un país limítrofe. Entonces los premios internacionales y una nominación al Oscar a mejor película extranjera permiten que llegue a las salas de nuestro país. Lo más importante de todo es que se trata de una gran película y que un estreno en cine siempre es una puerta a que luego llame más la atención en los demás formatos que el espectador pueda verla. Una mujer fantástica empieza contando la historia de Marina (Daniela Vega) una joven camarera aspirante a cantante y Orlando (Francisco Reyes), un hombre veinte años mayor. Están enamorados y planifican un futuro juntos. Pero una noche el sufre un ataque y muere en el hospital al que ella lo lleva de emergencia. La muerte del hombre que amaba es el comienzo de un derrotero para Marina. Por ser una mujer transexual en el hospital es vista de mala manera, como una sospechosa, incluso termina siendo investigada por la policía. Los familiares de él le piden que deje el departamento, el auto y que por favor no se acerque a la iglesia donde hacen la ceremonia velatoria. Aunque la relación entre ella y Orlando no estaba oculta, tampoco estaba del todo blanqueada, lo que deja a Marina en una situación vulnerable, además de sufrir la pena de amor de perder a su pareja. Desde el paternalismo amable de algunas personas, a la amenaza real y concretada de violencia física, Marina enfrentará un mundo hostil y prejuicioso. La película con su propia existencia y la de su actriz responde a esto. Ella es una camarera que además es cantante lírica y está lejos del universo sórdido al que han sido marginadas las personas transgénero. Marina y este film son un arma contundente y definitiva para vencer todos los prejuicios que hay en la sociedad. Una mujer fantástica es una historia de amor, de coraje, de tenacidad. Lejos de ser un film de quiebre, la película tiene una heroína absolutamente convencional, con la que fácilmente cualquier espectador se puede identificar. Cualquier espectador deseará, como ocurre con el cine clásico, que la protagonista salga victoriosa de su lucha. Obviamente Daniela Vega realiza una actuación acorde a la ambición de la película y de su carisma depende gran parte del resultado final.
Galardonada en numerosos festivales y nominada a mejor película extranjera en los premios Oscar 2018, Una mujer fantástica no es un film oportunista que busque ahondar en los consabidos vórtices de conflicto y lucha que la modernidad atraviesa en tanto trata ciertas cuestiones, por el contrario dimensiona desde la identidad (propia y de su personaje), sin que la denuncia explícita sea su piedra angular. Que existan temas delicados habla más de una inoperancia subjetiva del espectador y de una estructura social monopolizada, que de una delicadeza propia del tema en cuestión. Las condiciones determinantes las propone el entorno: el entorno es el que reduce, el que delinea los márgenes (y la marginalidad) del cuerpo-individuo, el que suaviza con humillante timidez o encarcela con brutalidad. Una mujer fantástica lo deja claro. Marina (Daniela Vega), joven camarera y cantante, es transexual y no hay delicadeza condescendiente ni impostada solemnidad en ese retrato. Hay pasión, asperezas, deseos, libertad. Hay vida. Marina planea un futuro junto a Orlando, hombre divorciado, veinte años mayor que ella. En vísperas de unas vacaciones en pareja, luego de pasar una noche con su amada, Orlando tiene un problema cardíaco y llega muerto al hospital. El suceso nos dejará, con crudeza pero sin abusos, una certeza: ningún prejuicio es inocente. Marina es, para el entorno, mucho más que un tema delicado. Marina es una posible criminal. La contracara es exacta: Una mujer fantástica también es la historia de ese muerto no aceptado por quienes se supone que lo aman. Marina es igual de desprestigiada que su amante. Es la elección de ambos, su voluntad, la que se menosprecia, la que recibe el castigo silencioso, el manto negro de la vergüenza. Marina debe lidiar no sólo con el estereotipo del prejuicio declarado, sino con el juicio aún indemne de quien no ha abierto a discusión un paradigma que muta y se transforma. La lucha no es por una identidad que la protagonista ya ha sabido comprender. No hay un periplo ejemplificador, torpe en justificaciones, sí un retrato transgresor y actual, universalizante y, desde el oficio narrativo, inclusivo y valiente. Sebastián Lelio logra ser atemporal con los requisitos constructores: la injusticia, la ignorancia, el egoísmo y la visión social imperante siguen siendo el peligro. La artista transexual Daniela Vega -no sólo involucrada actoralmente sino que colaboradora del proyecto desde el germen del guion-, se luce dando forma a un personaje que no pide nuestra compasión. Sus deseos, sus miedos, su realidad no apelan a la construcción del mártir, sino a la concreción de una individualidad cautivadora que late con su propio ritmo y color.
MARINA CONTRA EL MUNDO Marina está de novia con Orlando. Una noche, Orlando comienza a sentirse mal y Marina intenta hacer todo lo posible para llevarlo rápido a una clínica. Sin embargo, Orlando muere de un aneurisma. Este trágico desenlace para una historia de amor podría suceder en cualquier película, pero lo que hace diferente a Una mujer fantástica de Sebastián Lelio es que Marina es una mujer trans y todo lo que sería un duelo natural comienza a ser un acoso por parte de una sociedad que no la acepta y por sobre todas las cosas no acepta los cambios. Así, en este film chileno, la protagonista comienza a sufrir todo tipo acusaciones: los policías que la persiguen por creer que tiene la culpa de la muerte de Orlando, los doctores la juzgan, la familia del muerto la obliga a devolver el auto y la echan del departamento que compartían. Pero ella, sin importarle nada y contra todos, seguirá adelante para poder despedir a su amor. Una mujer fantástica maneja un registro parecido a algunos films de Pedro Almódovar, haciendo del personaje de Marina eje central y poniendo a su alrededor todos los pruritos que se tiene sobre los transexuales: una identidad que gran parte de la gente no quiere darle, nadie sabe cómo tratarla, le dan la mano o un beso, le dicen su nombre del documento o la llaman por el nombre que ella eligió. Lo bueno de la película de Lelio es que si bien cae en algunos tópicos (la escena de la disco), evita la sordidez y pone a una mujer que sigue para adelante por más que toda la sociedad la juzgue. La película es Marina (enorme actuación de Daniela Vega) y queda representado en el plano final, cuando canta un hermoso tema lírico.
Nominada al Oscar como Mejor Película Extranjera, la nueva creación de Sebastián Lelio, relata la historia de Marina (Daniela Vega, extraordinaria), una joven trans que vive un apasionado amor con Orlando, un empresario veinte años mayor. Marina se gana la vida como camarera y cantante, esto último como hobby, en clubes, aunque lo suyo es el canto lírico. Luego del festejo de su cumpleaños, donde Orlando la agasaja llevándola a un restaurante y a bailar, él se descompensa, y aunque Marina lo lleva con celeridad al hospital, muere. Ahí comienza un verdadero desgaste para Marina, la familia de Orlando la discrimina, lo mismo la policía, que sospecha de ella respecto a la muerte de su pareja, sólo por su condición sexual. Y ella demostrará a cada paso por qué es una mujer fantástica en el mayor sentido de la palabra. Soportando injusticias, intolerancia y humillaciones, muestra una gran parte de la sociedad chilena actual acerca de lo diferente. El guión de Sebastián Lelio y Gonzalo Maza refleja con gran realismo una temática pocas veces vista en el cine que trae un aire fresco, que es interesante para debatir, y entender otros tipos de amor. Abrir la cabeza. Vuelvo a hacer hincapié en la muy buena actuación de Daniela Vega.
Todo un filme maniqueo por donde se lo mire, desde la presentación del los personajes (del personaje) y sus antagonistas, hasta el desenlace mismo. También se huele la manipulación sobre el espectador en tanto puesto a juez de una historia que ya vista desde otras variables, un sujeto no deseado por la familia de su pareja que ante la muerte de éste debe hacerles frente para obtener lo que supone le pertenece. Ahora, y aquí, se lo pone en juego sobre cuestiones íntimas, la sexualidad y/o el sexo. La previsibilidad del texto se despliega desde el titulo y el afiche sumado a los primeros minutos de la cinta, donde la contradicción se hace presente, o al menos el planteamiento de cuando un ser humano debería pasar a tener el rotulo de fantástico. Marina (Daniela Vega) es una joven camarera aspirante a cantante en pareja con Orlando (Francisco Reyes), veinte años mayor, tienen un presente y planean un futuro juntos. Una noche, justo la del festejo del cumpleaños de Marina, en la mitad de la misma, Orlando se descompensa. Marina lo levanta, lo viste, y lo traslada a un sanatorio, pero él muere al llegar al hospital. El sentido común (el menos común de los sentidos) dicta que ante tal situación, la de la descompensación física, sin motivo aparente, visible o justificado, lo óptimo sería llamar a una ambulancia, “No muevas al paciente”, el acto casi “heroico”, presenta al personaje, siendo benévolos, sin demasiada lucidez. No es Paris. Solo sirve para luego presentar un conflicto, Marina todavía no es Marina, y Orlando tenía, hasta conocerla, una familia y una vida ordenada por lo que la sociedad manda. A esa situación debe enfrentarse, la discriminación y las sospechas por su muerte. Su naturaleza de transexual supone para la familia de Orlando una completa anormalidad. El guión por momentos entra en una meseta insalvable, repitiendo escenas que nada agregan, algunas de factura lamentable, como la de la violencia física ejercida por los hijos y sobrinos de Orlando sobre Marina, no continuada ni resuelta. Tampoco hay desde el esquema mismo de producción, la dirección de arte, incluyendo la fotografía e iluminación, la puesta en escena, el diseño de sonido, la banda sonora, la posición o manejo de la cámara, nada que se presente como ruptura, ni original, o novedoso. Todo parece un “tour de force” del personaje, en enfrentamientos contra la familia de Orlando, sobre la cotidianeidad para algo que se supone circula por el interior de cada uno, como lo es el transitar por el duelo ante la perdida de un ser querido. Pero si hay algo que no ayuda para nada en mantener el interés es la performance de Daniela Vega, que se interpreta a si misma, repitiendo lo realizado en su anterior aparición, “ La visita ” (20p14), ella es así. No hay emociones, ni cambios ni sensaciones encontradas, ni miedo, ni rabia, ni amor, ni desden, no hay ni despierta nada, sólo las acciones que demanda el guión. Sólo en un momento cambia su rictus facial, lágrimas en su rostro, en un primer plano, mientras su postura corporal aparece como forzada, practicada, tratando de ser más femenina que las mujeres que no necesitan demostrarlo. Tampoco ayuda demasiado el resto de las actuaciones, sólo se despega de la mediocridad establecida en la película Luis Gnecco como Gabo, el hermano comprensivo y condescendiente de Orlando. Daniela Vega es en la realidad cantante lírica, el film parece toda una justificación para terminar mostrándola tal cual un Farinelli del siglo XXI, demasiada manipulación toda junta, creo. Simultáneamente el producto se presenta especulador, cuando no pretencioso, desde la idea de denunciar desde una particularidad a una generalidad, emplazamiento nunca trabajado durante el desarrollo, a una sociedad, la chilena, anquilosada en lo más retrogrado del pensamiento. Pero no hace falta aburrir para establecer un discurso, por más progresista e inclusivo que se procure.
Anoche, en el Dolby Theatre de Los Ángeles durante la entrega de premios Oscar, Chile conquistó un doble hito histórico. Por un lado, la película Una mujer fantástica le dio al país trasandino su primer Oscar a Mejor Película Extranjera. Por otro, su protagonista, la actriz Daniela Vega, se convirtió en la primera mujer trans en presentar a uno de los nominados en el escenario de la mayor ceremonia del cine de Hollywood. El film de Sebastián Lelio, cineasta nacido en Mendoza pero que se considera 100% chileno ya que vive allí desde los 2 años, enarbola una comprensiva y sensible mirada sobre la temática transgénero. Sin apelar a golpes bajos, ni caer en un tono de denuncia discursiva, la película acaba de desatar un cimbronazo en la arcaica escena política del país vecino. Sebastián Piñera está a días de comenzar un nuevo mandato presidencial, y se jacta de que no liderará la tramitación del proyecto de ley de Matrimonio Igualitario presentado por la saliente presidenta, Michele Bachelet. A su vez, en cuanto a una necesaria Ley de Identidad de Género, Chile acusa también un retraso. Eso sí, a horas del triunfo del film de Lelio, el próximo Secretario de Gobierno, Gonzalo Blumel, afirmó que es necesario avanzar cuanto antes sobre el tema. Más allá del Oscar, Una mujer fantástica ha funcionado como obra catalizadora de las necesidades de la comunidad LGBTQ, en una nación que se ha caracterizado por una larga herencia homofóbica, seguramente producto de sus extendidos períodos de dictaduras militares. Sin entrar de lleno en el territorio del spoiler, lo que se puede contar es que la oscarizada película comienza con imágenes de las imponentes cataratas del Iguazú. Más tarde, en la trama sabremos algo sobre ese destino, pero desde el arranque esos planos nos introducen en la tempestuosa historia de Marina (Daniela Vega), una mesera trans que tiene una relación de pareja con Orlando (Francisco Reyes), un hombre varios años mayor que ella. La irrupción de un hecho tan trágico como inesperado, colocará a familiares y ex mujer de Orlando en un encarnizado enfrentamiento con Marina. ¿Renunciar o luchar? Sólo hasta aquí conviene adelantar los acontecimientos que desarrolla la galardonada película chilena que actualmente está en cartelera en la Nave Universitaria. Más allá de su enorme valor cinematográfico, Una mujer fantástica traza una certera pintura sobre los larvados niveles de conservadurismo de buena parte de la clase media chilena. El relato coloca a su protagonista principal en medio de un puñado de encrucijadas, en las que convergen su desgarrador drama intimista y viscerales brotes de resistencia. El abordaje de la temática trans se enuncia desde el lugar que corresponde en una era como esta, evitando la binaria mirada de género a partir de la genitalidad; y desglosando la vida cotidiana de Marina con absoluta naturalidad. En el camino, Sebastián Lelio va derribando unos cuantos clichés. El vínculo entre un hombre que ha dejado a su esposa para comenzar un romance con una chica trans, no está sujeto estrictamente a lo sexual, sino que se trata de una relación de pareja; una historia de amor desprejuiciada. Un vínculo incondicional, en el que Marina queda en una clara desventaja social, sin ningún tipo de marco legal que ampare la filiación con su novio. La película no necesita detenerse a despotricar por la falta de igualdad de derechos en Chile. Desde la odisea de su protagonista, se desprende el aguerrido contenido de esta joyita narrada con una sensibilidad fuera de serie para los estándares del cine actual. Una mujer fantástica no se regodea en las desgracias de su heroína urbana, sino que dignifica su historia; que es a su vez la historia de millones de chicas trans en este planeta. Un mundo de color y dolor. Un film arropado de emoción, que a su vez es sinónimo de un cine tan combativo como político. Una mujer fantástica / Chile-Estados Unidos-Alemania-España / 2017 / 103 minutos / Apta para mayores de 13 años con reservas / Dirección: Sebastián Lelio / Con: Daniela Vega, Francisco Reyes, Luis Gnecco, Aline Kuppenheim, Nicolas Saavedra, Amparo Noguera, Nestor Cantillana, Alejandro Goic, Antonia Zegers, Sergio Hernandez .
Nominada al Oscar a mejor filme extranjero, la nueva película del realizador chileno de “Gloria” se centra en una mujer trans cuya pareja muere y la familia de él la rechaza y margina por completo. Con una gran actuación de Daniela Vega, la película es un drama con elementos de suspenso acerca de las distintas formas que puede tomar la violencia de género. La línea que une a UNA MUJER FANTASTICA con GLORIA, la anterior película de Sebastián Lelio –que también fue parte de la competencia internacional de Berlín y que le reportó el premio como mejor actriz a Paulina García– tiene que ver con contar con una protagonista femenina decidida respecto a lo que quiere en su vida y sin pudores ni temores de enfrentarse a la mirada descalificadora, hipócrita o condescendiente de algunos. En la anterior película era una mujer que descubría, a una edad en la que ciertos mandatos imponen que las personas deberían “sentar cabeza” y/o “madurar”, tener la vida y la libertad de una mujer de 30 años menos. Aquí la situación es similar y, a la vez, un poco más compleja: Marina es una mujer trans que no se amilana ante el desprecio, el rechazo o la falsa comprensión con la que se choca ante una situación inesperada que la descoloca por completo. Marina está en pareja con Orlando, un hombre que se acerca a los 60 años, divorciado, que ha decidido vivir con ella, mas allá del rechazo y hasta el disimulado disgusto que a su ex mujer, hijos, amigos y/o parientes eso pueda causarle. Parece una historia de amor perfecta: se los ve felices, pasándola bien y a punto de irse a pasar unas vacaciones a las Cataratas del Iguazú. Pero Orlando tiene un aneurisma cerebral mientras duerme, ella lo lleva lo más rápido posible al hospital y el hombre muere allí. A Marina la situación le presenta aristas más que incómodas, especialmente a partir de la mirada de los otros (médicos, policías, familiares de él, etc), quienes tratan, con un tacto un tanto hipócrita, de alejarla del lugar. Ella, si bien entiende esa complejidad y no se lanza a combatirla de entrada, comienza de a poco a sentir que esa “corrección” y “amabilidad” con la que la trataban era solo una pantalla para no generar, en principio, ningún escándalo por “lo delicado de la situación”, como le dicen. Pero el asunto se torna más denso y hasta violento cuando varios de los personajes empiezan a desenmascararse y a maltratarla: la echan de la casa en la que ambos convivían, se quedan con el perro que tenían, con el auto y ni siquiera le permiten despedirse de Orlando, ni en el velorio ni en el entierro. Y Marina (una excepcional Daniela Vega, una actriz trans que hace unos años vimos en LA VISITA), que durante buena parte del filme trata de cuidar las formas para evitar este tipo de maltrato, pierde el miedo y se lanza a defender lo que le corresponde. Algunas cosas concretas, sí, pero principalmente su dignidad y su derecho a despedirse de su ser amado. UNA MUJER FANTASTICA no llega a ser un policial si bien hay elementos de la trama que podrían llevar la situación para ese lado. Parte de la investigación de la muerte la pone como sospechosa (Orlando, antes de morir, se cae por una escalera y tiene lastimaduras varias en el cuerpo y la cara), pero nadie quiere escándalos por lo que el asunto no termina de explotar por ese lado. Por momentos coquetea con una zona musical más, si se quiere, “almodovariana”, pero tampoco va del todo hacia allí. El eje más punzante que tiene el filme es el tema de las falsas formas de la “corrección política”, de los comportamientos de una clase social alta que sabe que hoy no puede o no debe decir o hacer ciertas cosas –a partir de ciertos cambios culturales–, pero que cuando las máscaras se caen dejan ver su lado más, si se quiere, conservador y tradicional. En algunos casos hasta sacando afuera una violencia reprimida. Lelio tiene especial cuidado en no transformar a su película en un relato truculento acerca de la violencia de género en el sentido más tradicional del término. Sí, UNA MUJER FANTASTICA es un filme sobre la violencia de género, pero con otros modos y con otro punto de vista. El realizador de GLORIA puede pecar a veces de demasiado cauto a la hora de hacer crecer la tensión y la película hasta puede perder alguna fuerza dramática en la ultima parte tal vez por no atreverse a soltar más las amarras de sus contenidos personajes, pero en medio de un cine (especialmente, de un cine latinoamericano) que ha abusado del shock al espectador y de la violencia gráfica, ese “pudor” se agradece. Esa misma violencia, además, se cuela por lugares más sutiles y sinuosos, como una escena en la que Marina debe desnudarse ante la policía. Seguramente un sector más militante de la comunidad LGBT sentirá que la película no va lo lejos que debería ir a la hora de producir choques culturales mas fuertes entre los protagonistas, de enfrentarlos a su propia hipocresía de una manera más directa, pero la elección de Lelio es otra. Lo que Marina quiere, finalmente, es ser aceptada como una mujer, como viuda, y no necesariamente convertirse en bandera de una causa por más justa que sea. Y hacia allí va la película y Marina, hacia la búsqueda de una aceptación que en los papeles parece estar muy cercana pero a la que todavía –invirtiendo los términos de un viejo slogan publicitario– le falta un largo camino por recorrer…
La mirada de los otros La vida de Marina es más o menos como la de una chica corriente. Trabaja como cantante en el bar de un hotel, estudia canto lírico, tiene un novio y una perra. Pero Marina no resulta un chica corriente para la familia de su novio, un empresario textil mayor que Marina, quien es una chica trans. Aunque siempre sobrellevó con estoicismo las miradas, los gestos y las palabras ambiguas dirigidas a su sexualidad, después de determinada circunstancia, el equilibrio de su mundo se desvanece en unas horas. El director Sebastián Lelio llevó nuevamente al cine chileno a las primeras planas con esta película que viene de ganar en Berlín y en los Goya y que en marzo competirá por el Oscar a mejor película de habla no inglesa. Lelio, que suele reflejar a mujeres fuertes en sus películas como fue el caso de "Gloria", regresa con un filme sensible y duro al mismo tiempo, que por momentos cede a los clichés de clase y a las escenas de melodrama, pero que tiene una una clara y elogiable intención de mostrar la fortaleza en medio de la adversidad. Marina no se embandera en su condición de trans, sino que la vive con naturalidad. El hallazgo de Lelio es lograr que sea la mirada del otro los que delineen conflictos que en realidad ella no tiene, pero que sí parecen consustanciales a un segmento de la sociedad de la que el director muestra varios defectos, el mayor de los cuales es la hipocresía.
Crítica emitida por radio.
Ganador del Premio Goya a Mejor Película Iberoamericana y nominado al Oscar en la categoría Mejor Película Extranjera, el film del director chileno Sebastián Lelio refleja las adversidades a las que tiene que enfrentarse una mujer transexual. Marina (Daniela Vega) y Orlando (Francisco Reyes) viven su amor sin darle explicaciones a nadie. Pero un hecho inesperado hace que ella se exponga, una vez más, a la fuerte mirada de la familia de él y de la sociedad. Una mujer fantástica (2017) es una película de coyuntura, que no pasará desapercibida en un momento en el que se lucha por la igualdad de género y la libertad de elegir. Los espectadores atraviesan, junto a la protagonista, la violencia, el desprecio y los prejuicios a los que se enfrenta cotidianamente. La actuación de Vega traspasa la pantalla: el amor, la desconfianza y la bronca se perciben en su mirada con mucha naturalidad. Y en el mismo sentido, Lelio consigue escenas muy pensadas, con una estética sublime que se agradece. Sensible y sentimental, dramática y realista, Una mujer fantástica sirve de disparador para reflexionar sobre lo que verdaderamente ocurre en la sociedad. Y en especial, sobre temas de los que sólo se habla y no se terminan de aceptar.