Tomate un vino y olvidate Dos hermanos franceses llegan Buenos Aires, con la única intención de comenzar un viaje hacia Mendoza, rumbo al casamiento de un primo que se ha instalado en la región cuyana. Uno de ellos, acaba de ser abandonado por su esposa e hijos, el otro salió de un neuropsiquiátrico. Ni bien llegan, el primero descubre que le perdieron las valijas, el segundo trata de tomarse la situación con humor y levantarle los ánimos, aún perjudicando su propia salud. En el hotel donde paran conocen a Gonzalo, el típico argentino que se las sabe todas, aunque es bastante patético, ya que también fue dejado por la novia, que se ofrece como guía hacia las tierras mendocinas. Esta coproducción franco argentina se define como una típica road movie que mezcla comedia y drama. Ofreciendo en su primera mitad, una típica pintura turística de Buenos Aires, incluyendo el centro porteño y algunos antros de la noche, mejora un poco en la segunda mitad cuando se convierte en una road movie hecha y derecha. En Mendoza, los hermanos conocen viñedos de importantes familias, y al trío de “hermanos” (incluido el porteño Gonzalo) se suma una joven, hija de un hacendado, que se convierte en objeto de deseo de ambos franceses. Deluc cae en bastantes lugares comunes, pero nunca pierde la brújula de la historia. Fotografía notablemente los paisajes argentinos, y aprovecha el carisma de sus protagonistas, incluido Gustavo Kamenetzky como Gonzalo, acaso el cómic relief más efectivo del film. Generalmente estos personajes no suelen funcionar, pero la gracia innata de Kamenetzky es soberbia y acompaña muy bien al dúo protagónico compuesto por Duvauchelle y Rebbot. Paloma Contreras, demuestra un notable talento, muy natural y verosímil en su personaje. Sin el ingenio ni la intelectualidad de Javier Rebollo, Máriage á Mendoza, tiene varios puntos en común en su pintura de nuestro país y en algunos momentos narrativos con El Muerto y Ser Feliz. Por supuesto, que escasea de la cinefilia, las citas y la gran interpretación de José Sacristán, pero aún así tiene momentos de emoción y diversión genuina. Mucho vino, algo de sexo, un poco de locura. Una road movie clásica, intrascendente, simpática, aunque olvidable. Hacia el final, la aparición del cantante Benjamin Biolay, le da un toque de elegancia al elenco. Sin grandes pretensiones, Deluc consigue un producto digno. Otros realizadores, más galardonados y con trayectorias de mayor renombre intentaron filmar en nuestro país consiguiendo productos desastrosos, imposibles de mirar, empezando por Robert Duvall y Francis Ford Coppola. Deluc no es Won Kar Wai ni Gus Van Sant, pero al menos cumple con lo que pretende: divertir y tomarse un vino.
La película de Edouard Deluc que se estrena este jueves fue probablemente una de las más curiosas de las que se pudo ver en Les Avant Premieres, hace unos meses como preestreno. Curiosa quizás para nosotros, porque es una coproducción entre Francia y Argentina. Y sobre todo, porque está filmada acá, parte en Buenos Aires y otra, tal como lo indica su título original, en Mendoza. Dos hermanos aterrizan en Buenos Aires después de un viaje desde Francia. Uno llega enérgico y es quien intenta llevar adelante el viaje que los trajo hasta allí para el casamiento de su hermano, que será en Mendoza. El otro, llega deprimido y sin su maleta. Pero antes de partir hacia Mendoza, los hermanos tienen la posibilidad de parar en Buenos Aires, en un hostel de mala muerte pero atendido por un amable hombre, y conocer la ciudad. Una ciudad llena de personajes excéntricos por la noche, basura en las calles, y prostitutas que sólo querrán cantar y bailar. Y como esta película funciona como una road movie, luego los tendremos sobre la ruta. Un viaje en el que conocerán Mendoza, harán catas de vino, y aparecerá ella, una mujer que será el objeto de deseo de ambos, y es ni más ni menos que la actriz argentina Paloma Contreras. Si algo tiene en contra esta película, es que muchos guiños y referencias y chistes sólo los entenderemos nosotros, los argentinos, pero claro, eso no nos juega en contra. Pero además, como toda buena road movie, no se trata sólo de un viaje físico, sino que los protagonistas se irán transformando, o mejor dicho, mostrando quiénes son realmente, bajo esa coraza, o bajo sus mambos y decepciones. A grandes rasgos es una película divertida y que nos puede resultar muy interesante. Una opción refrescante, con el encanto de las comedias francesas, pero también con cierta picardía argenta.
Cuando lo importante no es el destino sino el viaje Los hermanos protagonistas de esta coproducción franco-belga-argentina no podrían ser más distintos: Marcus (Nicolas Duvauchelle, casi un gemelo galo, lungo y desaliñado de Esteban Bigliardi) es pura extroversión y locuacidad; Antoine (Philippe Rebbot), en cambio, hace de la parquedad y el misterio una costumbre desde un reciente traspié amoroso. Ambos llegan a Buenos Aires como punto medio de su viaje a Mendoza, donde asistirán al casamiento de un primo. Ya en Capital conocen a un particular recepcionista de hotel, quien, después de recomendarle prostitutas y boliches, se confiesa fanático y conocedor del terreno cuyano y el buen vino, uniéndoseles en la parte final del viaje. El lector ya podrá imaginarse que Voyage, voyage es una road-movie repleta de situaciones que incluirán desde una parada conflictiva en el viñedo -regenteado por la ex del hotelero-, un interés amoroso compartido entre los hermanos con la hijastra de ella (Paloma Contreras), el robo del auto y su posterior recuperación a punta de pistola, hasta algún que otro secreto oculto y luego revelado para llegar a un final que, premisa básica del subgénero, conllevará a una transformación del trío. Sí, es verdad que suena trillado y a lugar común, pero Deluc logra insuflarle frescura y liviandad a todo el asunto evadiendo cualquier pintoresquismo. Alguien podrá refutar lo anterior diciendo que el Obelisco y los planos para el lucimiento del paisaje mendocino están presentes, pero es una hecho por demás lógico si se tiene que cuenta que los protagonistas miran el país con ojos foráneos. Deluc también reflexiona sobre la construcción de los vínculos masculinos, convirtiendo a Voyage, Voyage en una suerte de Entre copas en versión franco-argentina. Pero, a diferencia del film de Alexander Payne, el reacomodamiento de las piezas por momentos aquí genera cierto moralismo que empantana un poco el desenlace. Eso no quita que se trate de un producto más que digno. Al fin y al cabo, y como ocurre en las road-movies, lo importante no es tanto el destino sino el viaje.
Hermanos perdidos El relato de aventura siempre despierta cualquier tipo de interés si el mismo trae algo de absurdo. Más si todo comienza por el problema del lenguaje; es decir cuando los personajes principales son extranjeros que llegan a un lugar ajeno donde lo más difícil resulta ser el idioma. Justamente de eso habla Voyage Voyage (2010) película dirigida por el joven director francés Edouard Deluc que ha sido filmada íntegramente Argentina y que se cierne, más que nada, sobre la aventura cómica, dándole pequeñas dosis de drama, suspenso y de road movie, pero sin obviar que el humor es la herramienta que dará agilidad a un relato que solo parece interesarse en los dos personajes principales. Marcus (Philippe Rebbot) y Antoine (Nicolas Duvauchelle) son dos hermanos franceses que, sin hablar muy bien español, llegan a la Argentina, precisamente a Buenos Aires, pero con el fin de viajar a Mendoza pues están invitados a la boda de su primo. A partir de ahí todos se vuelve una odisea ya que no conocen mucho del lugar donde se encuentran y, aun peor, Antoine llega a Buenos Aires devastado ya que su mujer lo abandonó antes de viajar. Marcus, quien al mismo tiempo esconde un secreto sobre su estado de salud, hará que el viaje sirva para reanimar a su hermano. El guion se vuelve atractivo en cuanto a las peripecias que tienen que atravesar ambos hermanos ya que sobre ellos recae todo el peso dramático. El viaje sirve para poner énfasis en todo aquello que encierra su relación, como problemas de dinero, competencias, peleas y sobre todo, secretos. En ese aspecto la película tiene cierta originalidad al poner una pareja de hermanos varones y así dicho viaje les sirve para relacionarse mejor el uno con el otro. Hay dos puntos a tener en cuenta. En primer lugar, es interesante como se deja un poco de lado lo que aqueja a cada uno de los hermanos y se adentran en la aventura, y de cómo se ven el uno al otro. Marcus ve a Antoine como un joven apuesto que tiene mucho por delante mientras que Antoine ve a Marcus como un poeta viejo y en capa caída. Lo cual quiere decir que los hermanos comienzan a mirarse tal vez como nunca antes lo habían hecho. Y esa mirada se enriquece al estar acompañados por el simpático recepcionista (Gustavo Kamenetzky) del hostal en Buenos Aires y la hija (Paloma Contreras) de un hacendado que les da hospedaje en la ruta. Ese pequeño grupo comienza a vivir los propios problemas de grupo y en ello la película gana muchísimo. En segundo lugar, hay un constante aire de ligereza en el retrato documental y divertido sobre cada lugar al que llegan, pero nunca logra adentrarse del todo en nada, pues su interés está en la cotidianidad y lo risible. Aunque en reiteradas ocasiones, y de forma inevitable, necesita de sucesos de tensión y entonces ahí emerge un ambiente de predictibilidad con los problemas que reaparecen, sobre todo el de Marcus y su enfermedad secreta. Se puede concluir que la película quiere hablar de la aventura pero parece moverse entre los dos puntos mencionados y todo tiende a ser muy medido, más allá de que los hermanos dan la sensación de encontrarse perdidos. Pero nunca están en verdaderos problemas salvo hacia el final. Los hechos trágicos son resueltos con pasos de comedia, mostrando que el camino a sobrevivir en lugar de ser dramático es solo un terreno accidentado. Sin embargo, Voyage Voyage no deja de ser un producto agradable, sobretodo porque su interés principal está en el humor, en la amistad, y en lo absurdo que resulta cuando dos extranjeros enfrentan su atractiva lengua francesa a la cultura argentina.
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Mucho le debe Voyage, voyage (o Mariage à Mendoza , su título original) a la frescura y la energía de Philippe Rebbot, o sea Marcus, el grandulón barbudo y desgarbado que desde el comienzo del film, recién bajado del avión que lo trajo de París, habla por teléfono en una rara mezcolanza de francés, inglés y español con invariable y marcado acento galo. No ha venido solo. Por ahí cerca, tratando de sobrellevar los efectos de una borrachera adquirida en el viaje, anda su hermano menor Antoine (Nicolas Duvauchelle), más menudo y bonito, pero inmutable en su impávido gesto de aflicción. Tal expresión tiene su razón de ser: está en pleno duelo tras una inesperada y forzosa ruptura sentimental: poco antes de partir, su mujer lo ha abandonado. Justamente ahora en que los dos están aquí para asistir a la boda de un primo en Mendoza, y de paso conocer algunos atractivos del país, incluidos los vinos cuyanos y los meteoritos que les han dicho abundan en el Valle de la Luna y son considerados piedras de la suerte. Marcus hará todos los esfuerzos imaginables para levantar el ánimo de su hermanito y empujarlo a disfrutar del viaje. En realidad, todo no es más que una excusa para que los dos hermanos de caracteres tan opuestos, que no han vivido hasta ahora demasiadas experiencias juntos y se conocen relativamente poco, emprendan una aventura llena de variadas y casi siempre imprevisibles peripecias como corresponde al modelo de la road movie, al cabo de la cual su relación habrá experimentado sustanciales cambios, y el director de la película habrá expuesto sus reflexiones y/o puntos de vista sobre la fraternidad tema central, los lazos familiares, la soledad, el amor, la melancolía y la solidaridad. El expansivo y simpático recepcionista del hotel donde se alojan (Gustavo Kamenetzky) es el primer personaje que les sale al encuentro y se suma al plan de viaje (se dice cicerone experto y también sabe de vinos, de hermanos y de matrimonios fracasados). Después, cuando se pongan en marcha, habrá otras figuras que se incorporarán a la comitiva, la más importante de las cuales es una bella muchacha desenvuelta y sexy (Paloma Contreras) que no tardará en despertar el interés de los dos franceses, La relación entre ellos experimentará una brusca alteración. La melancolía cambiará de manos; la alegría de vivir, también. Si en términos de anécdota (venida, como los personajes y algunos actores, de su corto ¿Dónde está Kim Basinger? , premiado en Clermont-Ferrand en 2009), el film flaquea en algunos sectores, el director Edouard Deluc compensa esas debilidades con la tierna, generosa mirada que echa sobre sus criaturas y tiene, como se ha dicho, apoyo fundamental en Rebbot, que hasta el citado corto era prácticamente un desconocido en Francia. También se lucen Paloma Contreras y Kamenetzky, y son bien aprovechados por el fotógrafo Pierre Cottereau los escenarios naturales.
Afirmarse en la libertad El punto de partida es ¿Dónde está Kim Basinger? (2009), curioso cortometraje que el realizador francés Edouard Deluc filmó en nuestro país. Con algunos actores de ese trabajo y recurriendo a la comedia estilo road-movie, Voyage, voyage muestra a dos hermanos de diferentes características: el exaltado Marcus (Rebbot) con su cuerpo largo y torpe, y el silencioso Antoine (Duvauchelle), a quien acaba de dejar su esposa. Están en el país porque deben concurrir al casamiento de un primo (el cantante Benjamin Biolay), es decir, son dos extranjeros en un territorio que desconocen, razón para que Voyage, voyage pretenda convertirse en una comedia simple, directa, y por qué no, en un viaje iniciático concebido en una geografía que por momentos actúa como postal turística. Como el corto anterior, el primer largo en cine de Deluc es extraño por su tono descontracturado, con escenas felices y otras que no merecen recordarse, pero que aun en sus puntos bajos, transmite cierta sensación de "película libre" que envidiarían otros ejemplos genéricos. Aparecerá un conserje de hotel (Kamenetzky) y una mujer que se prende rápidamente a la aventura de los hermanos (Contreras), como dos personajes que se afirman en la libertad y simpatía a la que alude la trama. Y, por supuesto, las clásicas obturaciones dramáticas que requiere una road-movie, donde la felicidad le deja un pequeño espacio a la tristeza y melancolía. Y habrá borracheras, bailes, robos, cuestiones azarosas, planteos entre los dos hermanos, recuerdos por la madre muerta y algunas líneas de cocaína en la previa del casamiento. Voyage, voyage es una película menor pero consciente de su categoría. No es poco.
Aventuras y encuentro Dos hermanos franceses, Antoine (Nicolas Duvauchelle) y Marcus (Philippe Rebot), llegan a la Argentina para asistir al casamiento de un primo en la provincia de Mendoza. Antoine está deprimido por su reciente separación, y Marcus, el mayor, decide tratar de entretenerlo para que disfrute del viaje de la mejor manera posible. Sin embargo, aunque la depresión de Antoine sea la más evidente, para su hermano y para todos los que lo ven, Marcus, en silencio, también carga con problemas. Esta comedia agridulce es el primer largometraje del francés Edouard Deluc, y básicamente describe las desventuras de estos hermanos y los acompañantes que se les van uniendo en el camino, hasta que llegan a la fiesta. Con un ritmo muy bien manejado, el guión va alternando las secuencias más cómicas, sostenidas sobre todo por el personaje de Gonzalo (Gustavo Kamenetsky), el conserje del hotel porteño que decide unirse a la travesía, con las más dramáticas, que tienen que ver con las vidas personales y la relación entre los hermanos. Son casi inevitables las situaciones humorísticas que tienen que ver con la incomprensión lingüística (Marcus es el único que habla algo de castellano), algo que siempre funciona en las películas de extranjeros en tierras nuevas. Realizada de forma muy simple, sin arriesgarse en el aspecto estético, Deluc se limita a tomar como marco los paisajes de Mendoza y San Juan para narrar el encuentro profundo de Antoine y Marcus a través del recorrido por este país para ellos extraño, con las diferencias con respecto a lo conocido que eso implica. En el trayecto, además de los momentos divertidos, aflorarán las angustias, los miedos, el dolor que cargan desde hace tiempo, consolidando, incluso con la competencia por una mujer de por medio, la relación fraternal. Un filme por momentos intimista, con mucho de road-movie, que resulta cálido y simpático a la vez.
Un fraternal viaje iniciático El filme es una road-movie, en la que Marcus (Philippe Rebbot) y Antoine (Nicolas Duvauchelle), loshermanos viven una serie de aventuras, durante su viaje en nuestro país. El cineasta francés Edouard Deluc quería hacer una comedia ligera que hablara de la amistad, las pérdidas y los afectos y lo logró. En "Voyage, voyage", sus protagonistas son dos hermanos franceses, que deciden hacer un viaje juntos, para asistir al casamiento de uno de sus primos radicado en la provincia de Mendoza. El filme es una road-movie, en la que Marcus (Philippe Rebbot) y Antoine (Nicolas Duvauchelle), loshermanos viven una serie de aventuras, durante su viaje en nuestro país. Marcus y Antoine poco tiempo atrás perdieron a su madre. Eso afectó mucho más al primero, que sufre ciertos problemas nerviosos. Mientras que a Antoine, su mujer lo abandonó poco antes de emprender el viaje a la Argentina. Los hombres primero llegan a Buenos Aires, pasean unos días por nuestra ciudad y luego con la compañía de Gonzalo (Gustavo Kamenetzky) uno de los dueños del hotel en el que se hospedan, que simpatiza con ellos, viajan a Mendoza. EL ROBO DEL AUTO En la capital provincial deciden alquilar un auto y pasar la noche en un hotel de la ciudad, en el que conocen a Gabriela (Paloma Contreras), una chica que es guía de turismo y casi de inmediato se siente interesada por Antoine. Como la atracción es mutua, la joven decide acompañar a los hermanos hasta la casa del primo, en las afueras de Mendoza. El robo del auto alquilado, obliga a los hermanos a ir a la caza de los ladrones, finalmente logran recuperar el vehículo y poco después retoman el camino hacia la casa de Xavier (Benjamin Biolay), el primo, en la que Marcus y Antoine y sus acompañantes Gonzalo y Gabriela parecen sentirse como en familia. El director Edouard Deluc logró algunos gags típicos, producidos por los malentendidos que provoca el idioma extranjero, los que sirven de apoyo a situaciones de un humor ingenuo. A la vez que aporta cierto tono de crítica, cuando muestra a un joven porteño, que invita a los franceses a conocer chicas en un decadente cabaret céntrico, en el que intentan quitarles el dinero a los extranjeros. Entretenida y con un ligero clima festivo, la película cuenta con magníficas actuaciones de los franceses Philippe Rebbot (Marcus) y Nicolas Duvauchelle (Antoine). Junto a ellos se destaca una sensual Paloma Contreras, en el papel de Gabriela.
Simpática y con lindos paisajes Edouard Deluc debuta con esta comedia cuyo título original es "Voyage á Mendoza". Dos franceses llegan a Ezeiza rumbo a la provincia cuyana, pero primero quieren comprar vino en Cafayate y conocer el Valle de la Luna. Cosas del cine, la finca mendocina que terminan visitando es, inocultablemente, una finca salteña. Como acá es difícil pasar ese detalle por alto, la obra se rebautizó "Voyage, voyage". No está mal, porque hay dos viajes: el que hacen los franceses por estos lares, y el que hacen dentro de ellos mismos. Es que son hermanos, pero últimamente se conocen poco. El mayor cuida del menor, que sufre mal de amores. Pero él también tiene sus propios problemas. Cuando se hagan evidentes, ambos hermanos se entenderán mejor. Hay un momento de seriedad en la película, que la hace crecer, como crece uno de ellos ante esa circunstancia. El resto no es tan serio que digamos, no sólo por el aire de levedad propio del relato, sino porque parece estar hecho a los tirones, improvisado sobre la marcha, casi como una filmación amateur. Por suerte se va haciendo simpática, el protagonista nos cae bien y el director muestra simpatía y buena intención, aunque a veces la pifie, por ejemplo con un episodio muy fallido en un burdel porteño (cosa rara, porque con similar anécdota había hecho años atrás un corto muy logrado, "¿Dónde está Kim Bassinger?"). En cuanto al director de fotografía, desperdicia la ocasión de lucirse con los paisajes, pero en cambio hace lucir muy bien a la coprotagonista Paloma Contreras, que compone una criatura libre y seductora, de brillantes ojos negros, piel preciosa, una voz que desarma a cualquiera, digamos, "una belle argentine" en toda su extensión. "No ha tomado los hábitos, todavía", dice alguien comprensivamente, cuando ve que se le escapa de las manos para coquetear con alguien nuevo. Por este personaje, Paloma se ganó el premio Orchidée Passion a la mejor actriz del Festival du Film Francais de la Réunion, allá en el Indico, y podría ganarse unos cuantos más acá, y varios corazones en todas partes. Elenco, Philippe Rebbot, comediante en ascenso, Nicolas Duvauchelle, actor y modelo, Gustavo Kamenetzky en rol de comedido, César Bordón, el músico Benjamín Biolay como fachero reflexivo, Poli Sallustro y Monique Sordre muy simpáticas en un bar, Sofía Wilhelmi, Bernarda Pagés. Locaciones, Cafayate, Coronel Moldes, Salta capital, y otros rincones de "la linda".
Franceses sueltos en tierra mendocina El título sensiblero y la línea argumental podrían haber dado por resultado uno de esos forzados pastiches de postal turística. Y, sin embargo, el film funciona y ofrece varios buenos momentos, sobre todo por las características de sus personajes. Casi al mismo tiempo, dos cineastas europeos se vieron atraídos por las rutas argentinas hasta el fin. En El muerto y ser feliz, el madrileño Javier Rebollo viajó de Buenos Aires a Salta, con José Sacristán como asesino a sueldo en estado terminal. La película se presentó en la última edición de San Sebastián, abrió el Festival de Mar del Plata en noviembre pasado y tiene pendiente su estreno local. Para su debut en el largometraje, el francés Edouard Deluc eligió un recorrido más acotado, lejos de las ambiciones de absurdo no del todo logradas de Rebollo, redondeando una road movie pequeña, modesta y crecientemente cálida. El título original es Mariage à Mendoza, a la que a algún genio del marketing se le ocurrió ponerle, para su distribución internacional, el nombre de una de las grandes torturas infligidas por el pop francés a los oídos del mundo, suponiendo tal vez que esos oídos temblarían de gozo al escucharlo. Voyage Voyage (¡ay!) es la clase de película que Hollywood manufactura, empaqueta y vende, y en otras manos puede recobrar algo del orden de lo humano. Los hermanos Marcus y Antoine llegan a Buenos Aires para partir en unos días rumbo a Mendoza, donde asistirán al casamiento de un primo con rubia argentina. Marcus y Antoine, claro, no podrían ser más distintos. Antoine (Nicolas Duvauchelle, que a los treinta y pico actuó ya en películas de Jacques Rivette, Alain Resnais, Claire Denis y André Téchiné) es el “normal” de los dos, con profesión muy de clase media (es profesor de tecnología) y familia ídem. Con su metro noventa y pico, una desprolijidad a toda prueba, aire ido y anteojos culo de botella, Marcus (Philippe Rebbot, que colaboró en el guión) es, claro, el frikón, el piñón suelto, el loquito de la familia. Sucede que a Antoine su querida esposa acaba de dejarlo en la calle, por lo cual desembarca en Ezeiza en estado lamentable, mientras que Marcus resulta estar más loco de lo que se creía. Pero eso se sabrá bastante más adelante. La parte argentina está representada por Gonzalo (Gustavo Kamenetzky), conserje de hotelito con una desgracia siempre a mano para contar, que de modo algo caprichoso se sumará al viaje de los franceses, y Gabriela (Paloma Contreras), hija de la nueva pareja de la ex esposa de Gonzalo, que harta de su madre biológica y padre postizo, tras un incidente de éstos con el trío se sumará al vetusto Fairlane de los amigos, en tren de aventura. Aventura que incluye un alto componente de coqueteo a dos puntas. Coproducida por la compañía del realizador Diego Lerman, fotografiada con savoir faire y planificada y editada con fluidez y coherencia, Voyage Voyage hace una finta elegante a los peores clichés de esta clase de emprendimientos: las postales turísticas, la mirada eurocéntrica, la forzada convivencia entre actores de uno y otro lado. En lugar de ello desarrolla, sin perder el medio tono, la imprevisibilidad del viaje. Si Gonzalo funciona como puente entre Antoine y Marcus, es porque tiene algo de ambos. Parece el tipo más medio-pelo del mundo, una especie de taxista de a pie, pero a medida que el viaje avance se irá revelando como peligroso tiro al aire. Deluc sabe mantener un tono que contiene tanto la herida “normalidad” de Antoine como la torrentosa imprevisibilidad de Marcus, capaz de levantar polvo a primera hora de la mañana, envuelto en una bata raída y con el cepillo de dientes en la mano derecha, para correr a los que le robaron el Fairlane. Versión francesa del Cosmo Kramer de Michael Richards, el desarticulado y siempre ansioso Philippe Rebbot es una de esas presencias magnéticas a las que es imposible no seguir, de plano en plano. En minishort o sin él, Paloma Contreras está lo suficientemente sexy como para justificar que Marcus se desmaye literalmente al verla. Algo menos justificada parece la presencia del nouveau chansoniste Benjamín Biolay, apareciendo unos minutitos nomás, casi en tiempo de descuento, como primo casamentero.
Publicada en la edición impresa del diario.
Una coproducción argentina francesa de Edouard Deluc, un film de aventura, de caminos: dos hermanos franceses llegan a nuestro país, para participar en Mendoza del casamiento de un primo. Tienen que superar varios obstáculos, conocerse, fundamentalmente, sorprenderse con Buenos Aires primero y Mendoza después, sobrevivir chapurreando el idioma, hacerse de aliados (un conserje y una chica que busca huir) de su hogar. En el mientras tanto, espacio para el humor, el conocimiento entre hermanos, el amor y los secretos mejor guardados. Despareja pero fresca y bien actuada.
Dos hermanos provenientes de Francia llegan al aeropuerto de Buenos Aires. Marcus (Philippe Rebbot) trata de comunicarse en idioma “fran-glés-ñol” con alguien en Mendoza para avisar que llegaron. Su hermano Antoine (Nicolas Duvauchelle), anda con mal de amores, aunque parezca que se está recobrando de una resaca gigantesca. Los dos vienen al casamiento de un hermano en la provincia del vino. Antoine se mueve más arrastrado por Marcus que por convicción propia, y deberán encontrar la forma de llegar antes de la boda. Claro, suceden todo tipo de vicisitudes hasta que se suben a un auto y encaran la segunda parte de la narración, cuyo escenario será la ruta junto a un par de compañeros ocasionales. El primero es un portero (Gustavo Kamenetzky) que aporta grandes dosis de humor con su personaje de impronta desinteresada, y la segunda es una chica (Paloma Contreras) que instala “la segunda oportunidad” en aspectos sentimentales. Al final todos queremos amor, parece ser el hilo conductor. La mayor virtud de “Voyage Voyage” es el no intentar ser lo que no puede. Esto dicho en términos de producción: economía de recursos pero con habilidad para usarlos, y sobre todo una dirección sólida de Edouard Delouc (quien también escribió el guión). Ante todo está la historia para contar, luego la forma de hacerlo. Siguiendo estas simples premisas la película se convierte en una agradable comedia con tintes dramáticos que no tiñen el resultado final ni ofrecen todo masticado para la lágrima fácil. Es una película de actores y claramente esto es otro de los puntos fuertes. Más que destacar a uno u otro, lo importante es el funcionamiento en equipo para que los vínculos crezcan y sean creíbles, en la naturalidad con la que el elenco aborda cada personaje está el secreto de no parecer forzado. Uno desearía mejor suerte para éste tipo de realización que pasa por la cartelera porteña. En todo caso es de esperar que el público responda y las dos o tres funciones que tenga “Voyage voyage” lo sean a sala llena. Calificación: Buena. (Iván Steinhardt).
Viajar, viajar Las mejores películas no se pueden explicar. Pero una película inexplicable no es necesariamente buena. Voyage, voyage pertenece al grupo de las cosas inexplicables a secas. La trama refiere que dos hermanos franceses llegan a la Argentina para asistir al casamiento de un primo que va a celebrarse en la provincia de Mendoza. Uno de los hermanos es letrista de canciones (una perversión francesa), paciente psiquiátrico y enamoradizo full time. Del otro no se sabe cuál es su ocupación; solo que aterriza en Ezeiza vomitando, ya que tiene una resaca infernal, y está triste porque su mujer lo dejó. Como tienen unos días libres antes de la boda, los hermanos deciden salir a reventar las noches de Buenos Aires. Salen a bailar, intentan levantar unas chicas en un boliche y terminan en compañía de unas prostitutas que se demoran misteriosamente en acceder a tener comercio carnal con ellos, por lo que no les queda más remedio que salir corriendo sin pagar la tarifa reglamentaria. Voyage, voyage tiene una comicidad anémica, en realidad toda la película es un intento de hacer comedia que insistentemente fracasa, y acaso la convicción secreta de que una película es poco más que un par de actores más o menos simpáticos sueltos por ahí haciendo monerías. Modesta y todo como es, la fórmula podría funcionar, pero el director tiene una falta de timing notable para resolver cualquier situación que debería llevar a la risa y en cambio concluye como una mueca congelada ante su propia inoperancia. Y ya se sabe que tratar de hace reír sin conseguirlo es la mayor calamidad que puede sufrir una comedia. La película ensaya entonces los pasos de una road movie desfalleciente, donde no hay un programa de conocimiento personal, ni mucho menos indagación alguna del mundo, sino una profusión elemental de paisajes y un inventario de gracejos mínimos, piruetas decorativas de clown y algún que otro arrebato presuntamente reflexivo acerca de la importancia de la familia de sangre en el orden social. Voyage, voyage no tiene un gramo de astucia pero tampoco tiene nobleza. Sus personajes se pierden en los planos, más que nada porque la película se desentiende de ellos, como si el director considerara que definitivamente no les da la talla para habitar un espacio que no sea el del desconcierto o el ridículo. El final con Benjamin Biolay en su carácter de estrella invitada, metiéndose nervioso unas líneas de merca y maldiciendo su matrimonio por adelantado, es una nimiedad curiosa que no alcanza a torcer el destino de la película. Para Voyage, voyage el cine no constituye el territorio de la aventura sino el de la constatación resignada de la propia banalidad.
Una historia cálida, simpática e intimista. Esta es una historia sencilla que emociona y deja un claro mensaje. Los protagonistas son dos hermanos franceses Marcus (Philippe Rebbot) y Antoine (Nicolas Duvauchelle), que llegan al aeropuerto de Argentina para asistir a la boda de un primo de nombre Xavier (Benjamin Biolay, trabajo en “Alguien Tiene Que Ceder”) que vive en Mendoza. Vemos a Antoine en un estado deplorable, pero bien vestido contrasta con su hermano que se encuentra vestido en un tono informal, este por ser el hermano mayor se encarga de todo. Ellos han perdido parte de su equipaje y se hospedan en un modesto hotel propiedad de Gonzalo (Gustavo Kamenetzky), donde surgen una serie de situaciones cómicas porque el dueño del hotel está viviendo casi las mismas complicaciones que sufre Antoine. El espectador no tarda en descubrir que Antoine acaba de ser abandonado por su esposa e hijos, pero existen algunos secretos; luego llega el paseo típico por el centro porteño, las mujeres, prostitución, la diversión y una noche en un antro de la capital. Llega el momento de emprender el viaje a Mendoza, pasando por Salta y el Valle de la Luna, (la esplendida fotografía de Pierre Cottereau) aquí comenzarán una road movie llena de situaciones inesperadas. Quien los acompaña en forma de guía es Gonzalo, un ser carismático de quien vamos conociendo bien su historia y sus sentimientos. Ellos juntos vivirán una gran aventura, en ese recorrido conocerán una hermosa y atractiva mujer de nombre Gabriela (Paloma Contreras), que también será parte del grupo y donde nos mostrará que su deseo es tener una vida diferente y para esto logra fugarse de su casa. Cada uno de los personajes vivirán la aventura mas soñada, también surgirán los deseos que despiertan en estos dos hermanos la presencia de Gabriela. Estas andanzas servirán para que ambos hermanos recuperen el tiempo perdido, conociendo uno un poco más del otro. Se va mezclando la comedia y el drama, a pesar que Edouard Deluc cae en lugares comunes, resulta agradable porque entretiene. Se apoya en el valioso paisaje argentino y el carisma del elenco, ya que Duvauchelle y Rebbot forman un buen dúo protagónico, el primero con una vida media perdida y el último que salió de un neuropsiquiátrico y demuestra tener un gran corazón; Gustavo Kamenetzky ofrece todo su carisma, Paloma Contreras, vuelve a mostrar una vez más todo su talento y profesionalismo. Esta es una coproducción entre Francia y Argentina. Una vez más la Provincia de Mendoza y el bello paisaje argentino son protagonistas como lo fue hace muy poco con el estreno de la película "Vino para robar" de Winograd. Posee mucho de la picardía Argentina, constituye un entretenimiento y nos brinda la oportunidad de pasar un grato momento.
La peli de dos franceses de viaje por Argentina Voyage, voyage, de Edouard Deluc, es una ópera prima extemporánea. Esencialmente, es una road movie, no sólo porque los personajes viajan sino porque el carácter transitorio de la experiencia de viaje es contundente. Las buenas películas de viaje tienen un espíritu moderno y afirmativo: en la naturaleza fugitiva del tiempo se afirma algo, se dice sí mientras todo sucede; no hay una meta a seguir ni un destino a obedecer. El viajero se lanza, inventa algo, vuelve a empezar. Dos hermanos parisinos llegan a Argentina. Estarán un rato en Buenos Aires y asistirán al casamiento de un primo que vive con su mujer argentina en Mendoza. Marcus escribe letras de canciones; Antoine es, según dice su hermano mayor, muy bueno con la tecnología, aunque su aspecto inicial es calamitoso. Recién separado, Antonie permanece dopado, una técnica efectiva para evitar el dolor. Los hermanos pararán en un hotel de segunda categoría, irán a un par de bares guiados por el conserje, y una noche visitarán un burdel. Después, de nuevo guiados por el conserje, viajarán, camino a Mendoza, al Valle de la Luna. En pleno viaje, una mujer muy joven (la hijastra del conserje) se unirá al grupo, y llegarán todos juntos al casamiento. Hay de todo: revelaciones personales y familiares, un par de tiros, una encamada, algunos robos, un novio aterrorizado que para calmar su incertidumbre toma unas líneas de cocaína. Sin embargo, lo que importa es la renovación de los vínculos a la luz de un descubrimiento. Deluc sugiere que en todo viaje (iniciático) la identidad de los viajeros se redefine por la imperceptible pero influyente inadecuación entre paisaje, lenguaje y psicología; de ahí que su mirada sobre Buenos Aires y Mendoza no sea turística, aunque Marcus se saque dos fotos con el obelisco de fondo. La simpatía de los intérpretes es ostensible. Es evidente que Deluc profesa un amor igualitario por todos sus personajes, y por eso Philippe Rebbot, que interpreta a Marcus, y el talentoso y reconocido Nicolas Duvauchelle pueden adueñarse de las escenas con total libertad. Es en la interacción afectiva entre los hermanos, siempre cambiante y dialéctica, donde evoluciona secretamente la película, construida a partir de un contrapunto entre personalidades y estadios anímicos. Voyage, voyage es una película tan amable como ligera. La prepotencia de la cotidianidad apenas se insinúa en este cuento inverosímil sobre dos hermanos que, a pesar de ser sobrevivientes de sus propias vidas, creen tener el derecho de volver a imaginarlas. Una ilusión atendible, un deseo de la gran mayoría silenciosa.
Dos hermanos (uno un tanto deprimido) deben viajar de Europa a la Argentina para asistir a una boda. Lo interesante del film es, primero, que elude el lugar común turístico y utiliza las locaciones con sentido dramático (lo que implica que las entiende). Lo segundo, el ritmo constante y el buen humor que rodea a estos personajes, dos perdedores en una road-movie que no carece nunca de intensidad. La simpatía de los actores permite que uno se una a la aventura sin reservas.
Rutas argentinas Marcus y Antoine, dos hermanos peleados con la vida, viajan a la Argentina para asistir al casamiento de su primo Xavier (el músico Benjamin Biolay) con una mendocina. Durante la estadía en Buenos Aires, antes de partir a Mendoza, Marcus (Rebbot) muestra su adicción a los medicamentos y Antoine (Duvauchelle) una insoportable angustia por su separación; tratan de amoldarse a la noche porteña pero su único lazo social es Gonzalo (Gustavo Kamenetzky), un prototípico comediante de spot publicitario que los acompañará a Mendoza, en una suerte de road movie llena de disparates. La película, ópera prima del francés Edouard Deluc, juega con la idea del desadaptado que encuentra norte en tierra extraña (una idea simbolizada en Biolay, fanático adoptivo de Buenos Aires, y en el propio Deluc, que filma su primer largo a 15 mil kilómetros de su patria); pero mientras lo ideal hubiera sido un tratamiento entrañable de los personajes, a la manera de Sorín o Kaurismaki, Mariage à Mendoza (título original) resulta dantesca, como si Capusotto y Montalbano filmaran The Hangover. La actuación de Rebbot, haciendo de europeo desorientado, es lo único ameno en este inexplicable film.
Publicada en la edición digital #254 de la revista.