Simón Pier es un adolescente de 17 años que lo tiene todo, padres perfectos, una hermana pequeña que ama con locura y un sólido grupo de amigos. Todo parece funcionar en su vida excepto que esconde un gran secreto : es gay y no sabe como salir del closet ante su familia y amigos. “Yo soy Simón” es la nueva apuesta de los estudios Fox que apunta al público adolescente-adulto. Dirigida por Greg Berlanti (Arrowverse)y adaptada por adaptada por adaptada por Isaac Aptakery Elizabeth Berger (This is us), es una adaptación del bestseller de Becky Albertalli titulado “Simon vs the Homo Sapiens” publicada en 2015. Con un reparto de jóvenes y grandes estrellas entre las cuales se encuentran Nick Robinson (Jurasssic World, La quinta ola), Katherine Langford (Por trece razones), Alexandra Shipp (X-Men Apocalipsis), Keiynan Lonsdale (The Flash, Divergente) y Logan Miller (Si no despierto), Jennifer Garner y Josh Duhamel ,entre otros. La vida de Simón (Nick Robinson) es como la de cualquier otro adolescente, un estilo de vida envidiable a simple vista, una familia súper comprensiva y amigos increíbles,pero detrás de todo esto él se siente un extraño en su propia vida ya que esconde un gran secreto : es gay pero no sabe como enfrentarse al que dirán. Su status-quo cambia al encontrar en un blog anónimo a quien pareciera ser su alma gemela llamado Blue. En el intento por descifrar la identidad de Blue, Simón se termina perdiendo en un encuentro consigo mismo hasta que por un error alguien amenaza ese secreto que sólo le pertenece a él y en un intento por no lastimar a nadie termina haciéndolo. El uso de las redes sociales y el bullying que afecta la comunidad LGBT diariamente se hacen muy presentes a lo largo de la película y se ve muy bien reflejado. Cómo las plataformas online son un arma de doble filo en situaciones como estas son casi el centro del argumento. Es así que “Yo soy Simón” no se pierde en los clásicos clichés de películas adolescentes y sabe manejar la situación con bastante madurez gracias a su gran guion. Es una completa novedad en el género que merece bastante reconocimiento como también lo merecen Nick Robinson y Katherine Langford ya que sus sólidas actuaciones, pocas las de Langford a mi parecer, construyen muy buenas escenas. Una comedia dramática inteligente que sabe como llegar al corazón del espectador sin demasiadas vueltas. Cargada de guiños a la cultura pop y una banda sonora más que bien “Yo soy Simón” no decepciona, hace reír y más de uno va a soltar alguna lágrima.
Amar en los tiempos de hoy El gran Greg Berlanti es un experto en mixturar universos y resignificarlos en nuevos espacios. Con sus series ha logrado mixturar a los íconos de la cultura pop del pasado en las nuevas producciones a su cargo como lo hizo con Mark Hamill en The Flash, con Helen Slater en Supergirl o con Brandon Routh en Legends of Tomorrow. Berlanti conoce el mercado de los consumos culturales populares y no teme jugar con los mismos para lograr el efecto deseado. En este caso para su segunda película ha formado un dream team con jóvenes estrellas del universo de las series como lo son Katherine Langford y Miles Heizer de Por trece razones, Keynan Lonsdale de The Flash y el muy efectivo Nick Robinson en la piel de nuestro atribulado Simón. Basada en el best seller del mismo nombre de Becky Albertalli y adaptada por la dupla autoral de Isaac Aptaker y Elizabeth Berger (responsables de una de las mejores series del 2017 This Is US) Berlanti nos trae un coming of age perfectamente adaptado a los tiempos que corren. Los adolescentes ya no son llevados por sus padres al colegio, sino que manejan sus propios autos y previo paso por la cafetería de obligada visita se sumergen en el universo escolar tan amado y odiado a la vez. Simón es un joven que posee un grupo de amigos incondicionales y una familia bastante tradicional y comprensiva. Sin embargo, su vida no es totalmente plena dado que no es del todo honesto con su circuito más cercano con algo que lo condiciona en su vida social: es gay y aún no ha salido del closet. A pesar de lo ridículo y anacrónico de hoy día tener que pronunciarse sobre su sexualidad (más aún en una etapa tan llena de exploración como de pocas certezas sobre las elecciones sexuales). Simón siente que no es sincero con respecto a su actual elección sexual y eso lo atormenta a la vez que lo condiciona por no poder vivir acorde a sus gustos y preferencias, hasta que comienza a intercambiarse mails con un joven anónimo de su colegio que atraviesa su misma necesidad de revelarse y rebelarse frente al mundo. Con este puntapié inicial la historia recorre todos los elementos que constituyen el género del coming of age con la maestría de los que conocen y disfrutan del mismo. La amiga inefable, el rector molesto, los padres invasivos que intentan estar “en onda”, la historia de amor prohibido, la dictadura de la hormona urgente. Todo está presente en esta película que cumple con la cuenta pendiente de presentar al público masivo una historia de amor gay adolescente y de descubrimiento personal. El film ha logrado un muy cálido recibimiento dentro de la comunidad LGBTQ e incluso de algunos directores como Xavier Dolan quien ha dicho sobre la misma “…Vi tantas películas LGBTQ cuando era más joven, buscando desesperadamente respuestas… La mayoría de ellas fueron brillantes y estimulantes para el joven artista que quería ser, pero dejaron al joven que era pocas esperanzas. Suicidios, corazones destrozados, intimidación, ataques homosexuales… Love, Simon, en toda su seriedad, en toda su normalidad, muestra la lucha por salir del clóset, pero con una conclusión inspiradora para los adolescentes que verán Love, Simon, porque no se sienten ‘normales’. Quizás esto les enseñe que, incluso si su vida no es tan privilegiada como la de Simon, pueden hacer algo al respecto”. Y este no debe ser un dato menor dado que si bien es cierto que es necesario denunciar a través del arte todas las formas de abuso o de discriminación que padece la comunidad LGBTQ, también lo es que ella también necesita verse reflejada en historias de amor como las que supo darnos John Hughes en la década de los ochenta. Es por ello que Yo soy Simón es un perfecto coming of age con un protagonista gay que logra generar una empatía automática y enseñarnos que todos somos capaces de vivir una historia de amor que soñamos.
Si hablamos de Greg Berlanti, la primera asociación que hacemos del director, productor y guionista es con las series de televisión de superhéroes de DC como “Arrow”, “The Flash” o “Supergirl”. Pero también tiene una faceta que se encuentra en el otro extremo del género, las comedias románticas. En 2000 dirigió “The Broken Hearts Club: A Romantic Comedy”, sobre un grupo de chicos homosexuales que vive en West Holluwood, y en 2010 “Life as we know it”, film protagonizado por Katherine Heigl y Josh Duhamel. En esta línea, Berlanti vuelve a encarar una comedia romántica mezclada con un coming of age en “Yo Soy Simon”, una película que se centra en la vida de este protagonista que está transitando sus últimos días de la secundaria. Es un chico convencional, con una familia conformada por sus padres y su hermana menor, y tiene un grupo de amigos muy tradicional. Pero esconde un secreto que comienza a salir a la luz cuando, anónimamente, alguien de la escuela revela en un blog que es gay. Simon lo contactará, provocando una apertura nunca antes experimentada, haciendo que sus días cambien para siempre. Desde el primer momento podemos asegurar que con “Yo Soy Simon” estamos ante una hermosa adaptación del libro homónimo de Becky Albertalli (2015). Si bien aborda una temática tratada en varias oportunidades, se lo hace de una manera muy fresca y natural. Gran parte de este acierto tiene que ver con el guion, a cargo de los escritores de la serie “This Is Us”, un producto dramático muy efectivo que mezcla las desgracias humanas con una mirada a la belleza de la vida misma y a las oportunidades. En este caso se busca la misma forma de tratar la exploración de la sexualidad de Simon, porque aunque existan personajes que reaccionen de manera negativa a su identidad, la mayoría de ellos muestra una gran comprensión y afecto por su liberación. Un poco lo que pasa con la misma sociedad en la actualidad. Asimismo, la película no cae en ningún momento en golpes bajos, sino que busca priorizar la comedia para abordar el argumento, sin dejar la seriedad del tema de lado. De todos modos, tenemos instantes emotivos, que vienen sobre todo de las acciones románticas y sentimentales de los personajes, sobresaliendo la ternura más que la tristeza. Además, se le agrega el ingrediente del misterio, ya que Simon está en la constante búsqueda de la identidad de su amor secreto, adhiriéndole un elemento de intriga más atractivo y atrapante a la historia. Los papeles están muy bien definidos y desarrollados a lo largo de la trama. Nos encontramos con personajes que muestran una gran amplitud de matices, que van desde el protagonista hasta los roles secundarios. Nadie tiene la clave para hacer las cosas bien y las equivocaciones están a la orden del día. En este sentido, hay que destacar también al gran elenco que interpreta a dichos personajes, con el liderazgo de Nick Robinson que nos presenta a un Simon perfecto, con una sensibilidad, ternura y bondad, pero que también por querer mantener un status quo se verá obligado a realizar acciones de las que no se sentirá orgulloso. Lo acompañan de una muy buena manera los tres amigos en los roles secundarios, aportando distintas personalidades e historias, incluso Katherine Langford contribuye con sus vivencias adquiridas en la serie “13 Reasons Why”, un coming of age igual de poderoso y efectivo. Lo mismo ocurre con los adultos, Jennifer Gardner, Josh Duhamel y Tony Hale, quienes brindan su experiencia al film entre tantos jóvenes que dan sus primeros pasos. La música, la ambientación y la vestimenta generan el clima propicio para que se desarrolle la trama, priorizando los colores cálidos y el contexto de hogar y armonía. No observamos atmósferas hostiles dentro del film. En síntesis, “Yo Soy Simon” representa un muy atinado coming of age, el cual aborda el despertar sexual y una constante búsqueda de identidad a partir de una manera fresca e inteligente. El film logra crear momentos divertidos y emotivos a partir de personajes profundos que generarán una rápida empatía con el espectador, pero que le darán los matices necesarios para brindarle una mayor veracidad y naturalidad al relato. Una historia que atrapa por su ternura y calidez, sus mensajes positivos y optimistas, y un elenco que sabe llevar adelante un guion preciso y sólido.
Yo soy Simón, de Greg Berlanti Por Paula Caffaro Aunque un poco torpe, el intento de Hollywood por demostrar una apertura hacia los temas que incumben a los millenials, por ejemplo, la homosexualidad, Yo soy Simón, es una película que, como inicio, está bien. Se sabe que los comienzos son difíciles y si se los observa en retrospectiva, seguro, mejorables. Y este es el caso de este film teen basado en la novela de Becky Albertalli: Simón vs the Homo Sapiens Agenda. Simón es un chico “normal” y se empeña en hacerlo saber, sobre todo a nosotros, los espectadores. Asiste al colegio y tiene un fiel grupo de amigos con los que pasa su tiempo en una ciudad tranquila alejada de las grandes urbes. Sin embargo, Simón oculta un secreto, que pronto saldrá a la luz de la manera menos pensada. El problema de Simón no es el contenido, sino la forma. Su dilema no es aceptar su homosexualidad, sino su forma de comunicarlo. Y es en este punto donde el film se pone interesante cuando adopta un recurso muy visto en el cine (el intercambio de misivas) pero re versionado a las épocas que corren: en la secundaria a la que asisten este grupo de adolescentes hay un blog homólogo al famoso WikiLeaks pero, obviamente, con contenidos relacionados a la vida en la institución educativa. Es precisamente el movimiento de entrada y salida de correos de la casilla de Gmail lo que le aporta al film su cualidad más rica: su propuesta lúdica. Lejos de todos los prejuicios a los que este tipo de historias nos tienen acostumbrados (más tratándose de su origen ultra conservador), Yo soy Simón, aporta a la cinematografía de su estilo, una mirada nueva y tierna acerca de una cuestión cada vez más visible en el universo de los adolescentes: el momento de “salir del closet” con todo lo que aquello significa. Si bien, como decía al comienzo, el film peca muchas veces de torpeza, y ciertas recurrencias a lugares comunes, logra poner en el centro de atención una problemática actual que se transforma en un mensaje inspirador tanto para adolescentes como para adultos mayores. Yo soy Simón, es un signo de apertura que ojalá se siga explorando, hasta que por fin ya no importe qué somos, sino quienes somos. YO SOY SIMÓN Love, Simon. Estados Unidos. 2018. Dirección: Greg Berlanti. Intérpretes: Nick Robinson, Jeniffer Garner, Josh Duhamel, Katherine Langford. Fotografía: John Guleserian. Montaje: Harry Jierjain. Estados Unidos, 2018.
Mostrarse tal cual uno es “Yo Soy Simón” (Love, Simon, 2018) es una comedia dramática dirigida por Greg Berlanti y escrita por Elizabeth Berger e Isaac Aptaker. Está basada en la novela para jóvenes adultos “Simon vs. the Homo Sapiens Agenda”, que constituye el debut literario de Becky Albertalli. El reparto incluye a Nick Robinson (Ben Parish en “La Quinta Ola”), Alexandra Shipp (Storm en “X-Men: Apocalipsis”), Katherine Langford (Hannah Baker en la serie “Por Trece Razones”), Logan Miller (Kent McFuller en “Si No Despierto), Jennifer Garner, Josh Duhamel, Jorge Lendeborg Jr., Talitha Bateman (Janice en “Annabelle: La Creación”) y Keiynan Lonsdale (Uriah en “Divergente”). Es la primera película de un gran estudio (Fox) que se focaliza en una relación adolescente gay. Simón Spier (Nick Robinson) es un chico como cualquier otro: tiene una familia compuesta por su mamá psicóloga (Jennifer Garner), un padre que siempre tiene algún chiste para destacarse (Josh Duhamel), una hermanita que ama cocinar (Talitha Bateman) y un perro juguetón. Aparte no se puede quejar de sus amigos Leah (Katherine Langford) y Nick (Jorge Lendeborg Jr.), los cuales conoce desde la infancia, o de Abby Suso (Alexandra Shipp), que entró a la secundaria hace unos meses pero ya es parte del grupo. Sin embargo, Simón esconde un gran secreto: es gay. Cierto día, otra persona homosexual, con un nombre falso, publica un texto en la web escolar, por lo que Simón se interesa y comienza a mandarse mails con él desde una cuenta falsa. Por un despiste de Simón en la computadora de la biblioteca, Martin (Logan Miller), otro compañero de instituto, descubre los mensajes que se mandan y decide realizar un chantaje. Éste consiste en que Simón debe ayudarlo a que Abby se fije en él, sino Martin publicará las capturas de pantalla de los mails. Desesperado por proteger su secreto, Simón aconsejará para su conveniencia a sus amigos, a la vez que intentará descubrir quién es el sujeto detrás de la pantalla del cual se está enamorando. Con un cast de variadas figuras reconocidas en el mundo teen, la cinta se destaca por lo necesaria que es en los tiempos que corren. Su mayor acierto está en el guión, que tiene un ritmo ágil lleno de chistes inteligentes que consiguen sacar más de una carcajada. Casi todos los actores dan interpretaciones correctas, por lo que nos es fácil empatizar desde el comienzo. Sin embargo, tanto el director del colegio como el chico que hace el chantaje pueden volverse insoportables: sus personalidades se vuelven demasiado torpes, y lo que al principio daba gracia cuando ya se torna repetitivo cansa. La película toca un tema tan importante como lo es la identidad, el ser auténtico y sentirse cómodo con quien uno es. Por más que se le dé un aire súper positivo, que puede llegar a sentirse poco realista, el filme sirve tanto para chicos como para grandes. En el primer caso logra que los jóvenes no teman a los prejuicios y se animen a hablar con sus seres queridos. En el segundo, hace tomar conciencia de que, como adultos, debemos saber que la persona sigue teniendo la misma forma de ser con la que lo conocimos, por lo que no hay argumento que justifique el tratarlo de una forma diferente. “Yo Soy Simón”, por la manera en la que está contada, entretiene al espectador ya que éste, como Simón, también intenta descubrir quién es el que manda los mails. A la vez tiene su momento dramático muy bien ejecutado, en especial con una charla del protagonista con su madre. Si te gustan las historias que dejan buenos mensajes y aparte te hacen pasar un buen momento en el cine, no dudes en ir a verla con tus amigos o familia.
Certera radiografía adolescente. El film que nos ocupa está Basado en el superventas publicado en 2015 Yo, Simon Homo sapiens, obra escrita por la autora norteamericana Becky Albertalli, una psicóloga clínica que ha tenido el privilegio de ayudar en terapia a docenas de adolescentes inteligentes, originales e irresistibles. También ha trabajado durante siete años como codirectora de un grupo de apoyo para niños con identidades sexuales no conformistas. Vive en Atlanta con su marido y sus dos hijos, donde escribe ficción juvenil contemporánea. "Soy como tú", el guapo y dulce adolescente de la escuela secundaria Simón Spier (Robinson) anuncia con naturalidad al comienzo de esta novedosa y refrescante película sobre un joven que está aprendiendo a exhalar después de toda una vida de contener la respiración. A primera vista, Simón parece ser solo otra cara en la multitud milenaria, un adolescente aparentemente blanco de pan blanco en una película de iniciación de edad de John Hughes (es decir, una que presenta a niños de color). Pero este joven de 17 años esconde un secreto que lo distingue de todos los demás que conoce: es gay. Aunque Simón proviene de una familia cariñosa (con Garner y Duhamel interpretando a sus padres, ¿quién podría pedir mejores genes?) Y disfruta de la compañía de un grupo muy unido de amigos de apoyo, no obstante, no puede reconocer su orientación sexual al mundo. Un pavor innombrable pero poderoso lo detiene, uno que informa una angustia que experimenta todos los días. Como él ingeniosamente (y sin embargo, casi con tristeza) observa en la secuencia más astuta de la película: ¿Por qué las personas heterosexuales no tienen que salir también? Hay mucho sobre Love, Simon para separar. Para empezar, cuando un conocido friki drama dramático amenaza con el cierre de Simón, a menos que se sienta con una amiga, es difícil imaginar cómo este tipo aparentemente agradable podría tan fácilmente engancharse en mentiras y engaños simplemente por puro terror de la verdad. Del mismo modo, la intimidación que experimenta Simón una vez que es salvajemente cibernético es incuestionablemente mezquino, pero algunos espectadores pueden percibir despectivamente como recubiertos de azúcar dadas las consecuencias más atroces que otros niños LGBTQ regularmente sufren en circunstancias similares. Pero si esta película engañosamente simple trata sobre cualquier cosa, independientemente de si te identificas como gay o heterosexual o de otra cosa, se trata de cómo el miedo y la vergüenza pueden pudrir el alma. Como alguna vez un dramaturgo isabelino aconsejó (aunque en un contexto ligeramente diferente), que usted mismo sea cierto. Dejando a un lado las fallas, hay algo verdaderamente revolucionario en este romance de la gran pantalla Romeo y Romeo, mientras Simón corteja a un compañero de escuela anónimo que conoció en línea con la esperanza de encontrarse con él algún día. Al igual que Tom Hanks y Meg Ryan antes que ellos, Simón y el Sr. Right finalmente se encuentran, no en lo alto del Empire State Building, sino en el vértice de una rueda de la fortuna a la vista de un mundo que han mantenido a distancia durante toda su vida. Es un final feliz cliché, uno que has visto innumerables veces antes, pero nunca de esta manera. Y para aquellos jóvenes que se identifican con Simón, solo pueden imaginar lo que significará para ellos ver algo así en una película de Hollywood convencional. Porque cuando estos dos chicos finalmente se besen por primera vez, sin duda sentirán que la Tierra se mueve, solo un poco. Love, Simon se posiciona como el tipo de historia de amor adolescente PG-13 alegre y corriente que Hollywood ha estado desarrollando durante años, con la excepción innovadora de que su personaje principal es gay. Otras palabras para describir las características notables de Simón no saltan a la mente. La película (basada en la novela para adultos jóvenes de Becky Albertalli) tiene un buen corazón y una misión de inclusión que vale la pena, pero sus esfuerzos por hacer que Simón (Nick Robinson) sea un adolescente no amenazante a menudo lo hacen sentir genérico, especialmente a raíz de películas como Moonlight y Call Me By Your Name. Simón vive en un hogar elegante pero de buen gusto, ama a su adorable hermana menor y sus padres perfectos (Jennifer Garner y Josh Duhamel). En la escuela, está en buenos términos con todo el alumnado, incluido el director (Tony Hale). Simón, ni rápido ni furioso, conduce una camioneta Subaru, que usa para recoger a sus amigos y comprar bebidas Starbucks en el autocine. Mueven la cabeza y escuchan con alegría las canciones de los Bleachers, una banda dedicada, como la película, a revivir la estética de John Hughes de los años ochenta. Sin embargo, al mirar este desfile de seguridad y bajo límite de velocidad de la regularidad suburbana lumpen, comenzamos a preguntarnos si el director Greg Berlanti (TV's Arrow y Riverdale) ha enfatizado la sexualidad a expensas de la personalidad. Hablando de Bueller, Simón habla mucho, a menudo directamente con nosotros. Da un monólogo desarmadamente cómico sobre su orientación sexual, un secreto que intenta compartir con amigos y familiares, tan pronto como encuentre las palabras o el entorno correcto. El título se refiere a su relación epistolar con un compañero de estudios, también en el armario, también a punto de salir. Los dos intercambian correos electrónicos anónimos y, a medida que los mensajes se vuelven más frecuentes e íntimos, Simón se enamora y hace sutiles esfuerzos para aprender la identidad del escritor. Esto se complica cuando otro estudiante adivina el secreto de Simon y lo chantajea, exigiendo que Simón arregle una cita con su bella amiga (Alexandra Shipp). Esta es una subtrama inventada, pero alienta a Simón a afirmarse: está confundido acerca de muchas cosas, pero sabe que tiene derecho a estar a cargo de su propia historia, a salir en sus propios términos. Pocos se sorprenden del secreto de Simón, aunque alguien cercano a él dice que ella notó que su estado de ánimo se había oscurecido en los últimos meses. ¿Tenía? ¿Quieres decir que hubo un momento en que él estaba aún más feliz y más ajustado? En general, es un tipo muy afortunado. Hay un breve momento en el que Simón aguanta una tarde oscura del alma, y se ve obligado a ir solo a Starbucks, pero no se preocupe. La película lo pone en camino con una inevitable ovación de pie.
Yo soy Simón tiene la intención de abrirse de cara al mundo, de abrirse con los demás y sobre todo, con uno mismo y sentirse cómodo con quien uno es. Basada en la novela titulada “Simon vs. the Homo Sapiens Agenda” de la escritora estadounidense Becky Albertalli, esta nueva coming of age nos envuelve en el mundo de Simón, un joven de 17 años que está por terminar la secundaria y con todo el mar de dudas que esto conlleva, se le suma el hecho de que es gay. Como es costumbre, lamentablemente, en todas las latitudes del globo, este hecho muchas veces produce un rechazo generalizado y margina a quienes confiesan sus sentimientos, quizás es por eso, que Simón, lo mantiene en secreto. La película, protagonizada por Nick Robinson (Simon Spier) y un gran elenco de renombre como Josh Duhamel y Jennifer Garner, en el papel de sus padres Jack y Emily, nos introduce en el mundo de Simón, un joven al que no le falta nada. Con una familia amorosa y presente en todo momento, grandes amigos y una buena posición social, pareciera que Simón tiene todo lo que se “necesita” para ser feliz. Aún así, dentro suyo siente un gran vacío ya que guarda solo consigo mismo el secreto de que él es gay. Dentro de un mundo de prejuicios y bullying automático, él decide hacer todo el esfuerzo posible para que nadie se entere de su sexualidad hasta que se encuentra con un chantajista que descubre su secreto más preciado y el hará lo imposible para que nadie se entere, incluso, perder a sus seres mas queridos. Cuando alguien se refiere a películas que deben hacerse y distribuirse de una manera fuerte y global, básicamente se refiere a producciones como esta. Yo soy Simón (Love, Simon), es una película que necesitaba hacerse. Por como se transmiten las emociones del protagonista, más de uno podrá verse reflejado en las desventuras de Simón. Grandes aciertos por parte del director Greg Barlanti hacen que esta dramática adolescente con tintes de comedia, no se torne aburrida y predecible, y desde un primer momento se puede sentir una empatía colosal con los personajes, sobre todo con el protagonista principal. Dentro del elenco de notables mencionados, los que toman los roles más importantes, son los mas jóvenes. Obviamente Nick Robinson hace un papel fantástico en su interpretación, para aquellos que no hayan leído la novela en la que se basa este film, Nick es la viva imagen del Simón del libro. Su grupo de amigos entre los que se encuentran Leah Burke (Katherine Langford), Abby Suso (Alexandra Shipp) y Nick Eisner (Jorge Lendeborg Jr.) haciendo un trabajo genial por donde se los mire. Desdramatizando en los momentos justos con una dosis de humor necesario, no hay momentos en donde los chistes o gaggs queden mal. El resto de los personajes, “los de relleno”, también están muy bien y le dan un plus a la película en los momentos necesarios. Uno de los puntos “flojos” si se quiere, es la resolución. En el camino que recorre la historia, se transmite una idea de inclusión y aceptación, sobre todo de uno mismo sin importar los que los demás piensen. Para este excelente y hermoso concepto original, da la sensación de que al fin y al cabo uno no puede hacer las cosas solo. Películas como esta o como Lady Bird (2017), son necesarias para estos tiempos de cambio mundial. Con un mensaje claramente esperanzador de cara al futuro, Yo soy Simón tiene la intención de abrirse de cara al mundo, de abrirse con los demás y sobre todo, con uno mismo y sentirse cómodo con quien uno es.
Simón (Nick Robinson) tiene 17 años, dos padres que lo aman (Josh Duhamel y Jennifer Garner), una simpática hermana menor y un fiel grupo de amigos que lo acompañan en el último año del colegio secundario. Simpático, inteligente, agraciado, el protagonista parece tener una existencia idílica. Sin embargo, hay algo en su interior que lo incomoda, lo inquieta, lo angustia. Simón es gay, pero no se anima a decírselo a nadie. Esa contradicción íntima, esa represión, ese pánico que lo inmoviliza no le permite sacar sus mejores atributos, expresarse con todas su energía y sus capacidades. Tras el éxito y los premios de una película independiente comoLlámame por tu nombre, Yo soy Simón tiene el mérito de ser una de las primeras producciones provenientes de uno de los grandes estudios de Hollywood (Fox) en narrar con absoluta honestidad, con mucho corazón y sin medias tintas una típica historia coming-of-age, pero de un adolescente que "sale del closet" para vivir su sexualidad sin culpas. En principio, la película amaga con un tono trágico, épico y solemne, pero por suerte el director Greg Berlanti se permite apostar por el humor, jugar con los estereotipos (equívocos y enredos) de la comedia romántica y apelar a un tono casi de sitcom que le sienta bien. En definitiva, se trata de describir el viaje interno y externo de un joven en busca de su identidad y su destino. Con el espíritu de los clásicos ochentistas de John Hughes, pero con la impronta de este nuevo milenio.
Cómo salir del closet Construida a partir del molde de la comedia adolecente de pretensión más “cool” que zafada, Yo soy Simon, de Greg Berlanti, cuenta la historia del muchacho del título, miembro de una familia modelo de la clase media alta estadounidense, quien desde la primera secuencia revela a través del recurso de la voz en off que tiene un secreto que, con los años, se ha convertido en una carga. Se trata de su propia identidad sexual, a la cual ha mantenido oculta no sólo de sus padres, de su hermana y de su grupo de amigos más cercano, sino que hasta parece haberla escondido de sí mismo, encerrando sus propios deseos en el terreno de las fantasías. Lejos del modelo descontrolado de clásicos como Porky’s (Bob Clark, 1981) y similares, Yo soy Simon intenta moverse dentro del universo adolescente por caminos similares a los que recorren películas como la reciente y más que interesante Yo, él y Raquel (Alfonso Gómez-Rejón, 2015), pero sin llegar a ese nivel de delicadeza e ingenio. A diferencia de aquella, en donde los personajes resultaban atractivos a partir de la complejidad de su construcción, acá tanto la historia como los protagonistas responden a los arquetipos básicos del modelo hollywoodense de clases. No importan el reflejo inclusivo de incorporar a la trama amigos negros o judíos (incluso negros y judíos al mismo tiempo) o personajes de origen indio, o que el argumento recorra el delicado momento de la salida del ropero de un adolescente, ni que el guion aproveche para meter chistes oportunos a partir de todo eso. No importa porque da lo mismo: se trata de una historia propia del universo social de los blancos, donde todos actúan como tales y todo responde a un modelo en donde la integración es apenas una pátina superficial. Un trámite que aspira a ampliar el universo de públicos posibles. Sin embargo, a pesar de los pocos sutiles subrayados musicales o de lo acotado del universo construido, hay algo en Yo soy Simon que provoca una reacción empática. Pero no se trata de un impulso que surja de la historia contada, sino más bien de las características de su protagonista. Simon, ese chico que a los 10 u 11 años descubre que le gustaban los chicos soñando con Daniel Radcliffe y que ante la insistencia onírica decide arrancar el poster de Harry Potter de la pared. El adolescente que cuando por fin encuentra el amor es a la antigua, a través de un intercambio de cartas (no importa que ahora se las llame correos electrónicos). A pesar de haber sido rodeado de un mundo chato y unidimensional, el protagonista consigue hacer que su historia genere interés y que, quizá, el espectador necesite llegar hasta el final de la película para saber cómo termina su historia de amor. Otro mérito de Yo soy SImon consiste en contar la historia de un chico gay sin caer en estereotipos reduccionistas ni caricaturescos. Un detalle nada menor para una película en la que los estereotipos no solo sobran sino que estorban.
Una comedia de amor ideal para almas adolescentes y románticas, con la única diferencia de que se trata de un chico gay que se enamora de alguien a quien no conoce y que todavía no esta listo como para contarle al mundo su preferencia sexual, definida hace muchos años. Él cursa el último año de la secundaria, tiene un grupo de amigos incondicionales, padres comprensivos, pero hasta que no se enamora prefiere guardar su “secreto”. La trama frecuenta cada uno de los clichés del género, equívocos, momentos de baile, climas melosos. La única y fresca diferencia es la naturalización de los conflictos de este chico que se ve chantajeado por un compañero que lo amenaza con rebelar su condición y su amor anónimo, si no le facilita la conquista de una de sus amigas. Un hecho fortuito hace que la verdad salga a la luz y la vuelta de tuerca es que sus amigos no se extrañan y solo le reprochan ciertas falsedades que cometió para satisfacer a su extorsionador. Un primer amor gay con los mismos mecanismos que hicieron famosos y tan trajinado al género. Ideal el protagonista, un seductor Nick Robinson que tiene el encanto suficiente como para ganarse al público. El director Greg Bertolini se basó en la novela best seller de Becky Albertalli, le otorgó el tono amable a todo el filme, con un buen elenco Jennifer Gardner, Josh Duhamel, Katherine Langford, Alexandra Shipp. Un entretenimiento que sostiene el relato, que no corre riesgos, pero tiene el valor de ser la primera comedia romántica para adolescentes donde el tema es una amor gay que posee la cualidad de seguir abriendo cabezas para un público joven.
Identidad y búsqueda sexual Dentro del género coming of age, Yo soy Simón (Love, Simon, 2018), de Greg Berlanti, transita su narración entre lugares comunes con la convicción de establecerse como una película generacional de referencia sobre la identidad y búsqueda sexual para los millenials y subsiguientes. La adaptación cinematográfica del best seller de Becky Albertalli se centra en Simón (Nick Robinson), un joven diez en todo lo que se propone, buen amigo, mejor hijo, fiel hermano, excelente alumno, pero que tras todas esas cualidades y características se esconde un secreto que lo angustia y lo lleva siempre a replantearse su existencia: revelar o no su orientación sexual. El dinámico relato buscará, entre la posibilidad de contar y el conocimiento del espectador sobre su identidad, la tensión necesaria para avanzar con el conflicto y generar el cliffhanger necesario para mantener el interés hasta el último momento de la propuesta. La duración, excesiva, juega en contra a la transmisión sólida y potente del mensaje: la posibilidad de aceptación propia y luego de los demás, de la intimidad y la sexualidad. Greg Berlanti plasma en una primera parte de Yo soy Simón las características del protagonista, su entorno familiar y el estrecho vínculo con sus amigos, como una manera de ir sembrando los cimientos sobre los cuales la pena de Simón por no revelar aún su verdadera orientación sexual configuren el principal obstáculo para el joven. En el segundo segmento, el guion profundizará, con el contexto ya planteado, cómo un posteo en un blog escolar dispara un intercambio de mails. Todo se complicará cuando alguien encuentre, por casualidad, el ida y vuelta de mails, y decida chantajear a Simón para conseguir su propio beneficio. Con un elenco de actores provenientes, en su mayoría, de series y películas pensadas para público adolescente, el principal logro de Yo soy Simón es el de trabajar con la identidad sexual en el marco de un gran estudio como Fox. Los logrados trabajos de intérpretes secundarios (Tony Hale, Natasha Rothwell), y el humor que sobrevuela la historia de búsqueda de Simón, son los puntos más interesantes de un film que refuerza su origen buceando en clásicos de los años ochenta de John Hughes algunas referencias, y las traslada a la actualidad, con una banda sonora efectiva y un mensaje sanador acerca de las personas y sus decisiones pero que se queda a medio camino con su puesta casi televisiva y débiles actuaciones protagónicas.
Yo soy Simón le suma un giro a la típica comedia de adolescencia suburbana: más que una comedia gay, una crónica sobre la salida del closet. Simon (Nick Robinson) tiene todo lo que un teenager puede querer: una familia tipo perfecta, un cuarto espectacular, un grupo de amigos y su primer auto. Pero tiene también su pequeño gran secreto. Tan bien guardado que no lo adivina nadie: su mejor amiga está enamorada de él y sus padres esperan que presente novia. Cuando un compañero postea un anónimo declarando su homosexualidad, Simon inicia, vía mail, su primera relación honesta... y privada. Con su buen elenco de jóvenes actores, y buen ritmo, la película narra ese juego de enredos en el que se va poniendo cada vez más en juego la posibilidad de cambiar secreto por asunción. Hay una mirada inteligente sobre las dinámica de los grupos, y las familias. Y, desde la voz en off, confesional, de Simon, hay varios momentos realmente divertidos, aunque el conflicto insista en resolverse -disolverse- entre pequeños estallidos de complacientes finales felices y pre digeridos.
Love, Simon tiene mucho de manual y probablemente ahí es donde resida su principal fortaleza. El protagonista se merece su gran historia de amor, aquel ideal romántico de los clásicos -y que el cine refuerza año a año con estrenos genéricos que repiten esos lineamientos-, pero con la particularidad de que es un joven de 16 años homosexual que no ha compartido con nadie su secreto. Es como si el director Greg Berlanti se preguntara por qué la elección sexual de su personaje debiera condicionar el rumbo de su película y se negara a aceptar ciertas condiciones. Simon es un chico corriente, con una realidad que lo agobia en silencio, por lo que su paso a la pantalla grande se hace con un respeto por los elementos tradicionales de un film coming of age norteamericano, con un leve cambio en los ingredientes de la fórmula. Chico conoce a chico.
Esta historia se inicia con las vivencias de su protagonista, un joven adolescente llamado “Simon” (Nick Robinson, “Todo, Todo”, “Jurassic World”); vamos viendo varios chicos, que no sufren hambre, ni desempleo, ni violencia familiar y no tienen problemas económicos. El problema que siente el protagonista gira en torno a cómo Simón le revela a sus seres queridos y amigos que es gay, siente los miedos y las angustias lógicas pero desea que sepan lo que eso significa para él. En su desarrollo el tema se toca de manera diferente a otras películas sin hacer un drama o buscando distintas subtramas. Se termina mostrando como debe ser como algo natural. Cuenta con una buena fotografía, encantadora banda sonora y una atractiva estética. Robinson logra una muy buena interpretación, cabe destacar la actuación de Jennifer Garner (“Juno”, “Si tuviera 30”), como la madre del protagonista esta genial, le da buenos toques emotivos y el resto de las actuaciones resultan encantadoras, su argumento en ningún momento cae en golpes bajos, es bastante entretenida, divertida, emotiva y como algunas comedias románticas tiene su clichés.
Basada en el best seller homónimo, "Yo soy Simon", responde a un típico coming of age actual. Pero falla a la hora de contradecirse en sus planteos. Cuenta la “leyenda”, que allá por 1943, cuando se estrenó el clásico argentino "Safó, Historia de una pasión"; en realidad, su director, Carlos Hugo Christensen, estaba queriendo encubrir la historia de una relación homosexual, imposible de ser llevada al cine en esos momentos. Por suerte, los tiempos han cambiado, y hoy en día, el cine de temática LGBTIQ está más vigente que nunca, con propuestas de todo tipo que atraviesan los géneros y subgéneros más diversos. (Casi que) no quedan tabúes por vencer en el séptimo arte respecto al amor o sexo entre personas del mismo sexo. "Yo soy Simón", de alguna forma, es deudora de esta apertura. Una película de un estudio grande, dispuesta a convertirse en un gran éxito, con un target de audiencia masiva como el joven, y con un personaje gay como protagonista central. Todo sería para celebrar… hasta que la película comienza, y en segundos nada más, la voz en off de Simón (Nick Robinson), nos hace dudar de haber celebrado. Basada en el best seller "Simon vs. the Homo Sapiens Agenda" (traducido acá con el mismo título de la película) de Becky Albertalli, "Yo soy Simón" cuenta precisamente la historia de Simón, un adolescente común, como vos, como yo, como cualquiera… salvo que tiene un gran secreto, es gay. Pongamos el freno. Esto es casi textualmente lo que nos dice el protagonista en off como primera frase, aún antes de verle siquiera la cara. Una persona común pero gay; repito, PERO gay. Básicamente de esto tratará toda la película. ¡Ay! Simón no se animó a contarles de su “condición” a su grupito de amigos del colegio compuesto por Leah (Katherine Langford, la suicida de "13 reason why"), Abby (Alexandra Shipp), y Nick (Jorge Lendeborg Jr.). Menos que menos, se animó a decirles a mamá psicóloga Emily (Jennifer Garner), papá apenas homofóbico Jack (Josh Duhamel), y la hermanita aprendiz de chef Nora (Talitha Bateman). Todo iría más que bien, hasta que una serie de hechos comienzan a suceder, todos juntos. Primero, hay un blog escolar en el que los chicos divulgan chismes anónimos. Allí, aparece un chico, apodado Blue, que relata estar en la misma situación que Simón, es gay y no se anima a salir del closet. Hay un gay, hay otro gay; listo, tienen que enamorarse, aunque sólo se escriban y nunca profundicen demasiado. La película no necesita más que saber que los dos son gays para enamorarlos. Hay otro chico gay en la escuela, pero como es más abierto y es afeminado, no sirve, no es amigo de Simón, es sólo decorado. Segundo, un compañero de Simón, Martin (Logan Miller) está enamorado de Abby, aunque esta no le presta mucha atención, porque Martín es muy nerd y porque Abby y Nick son los dos afroamericanos y entonces tienen que estar juntos. Simón va a chatear con Blue a la biblioteca del colegio y se olvida Gmail abierto, Martin va después de Simón, se entera de todo y chantajea a Simón con que este haga cualquier cosa para que Abby se fije en él, sino todos sabrán el secreto de Simón. Estos son los dos caminos por los que transita "Yo soy Simón", por un lado, el protagonista tratando de descubrir quién es Blue, y topándose con varios chicos que insinúan poder serlo del modo más ambiguamente gay posible. Por el otro, Simón tratando de tapar su sexualidad cumpliendo los deseos de Martin, aunque tenga que vulnerar a sus amigos. Dirigida por Greg Berlanti, con más experiencia como un mecenas de la TV, que como director (cuenta en su haber con otro cliché en forma de largometraje llamado Bajo el mismo techo), "Yo soy Simón" es un film técnicamente prolijo. De ritmo sostenido, con un tono liviano de comedia, personajes que intentan ser comic relief como el director, la profesora de musicales (convenientemente lesbiana), y Martin – tres personajes mucho más interesantes que Simón y que merecen su film aparte –, y un protagonista carismático. No hay mucho que reprochar de "Yo soy Simón" como película en ese aspecto. Pertenece a un grupo de films de una era post Nicholas Spark. Aquella que adapta best Sellers juveniles de tono romántico y coming of age, como "Bajo una misma estrella", "Ciudad de papel", "Todo Todo", o "Yo antes de ti". También hay mucho de la serie "Glee" (incluido un musical sacado de la galera y muy ofensivo) o "13 reasons why" -más allá de la Leah y otro actor más –. Hasta podríamos decir que es mejor que aquellas al no apostar a golpes bajos ni un tono pretendidamente dramático, melancólico, edulcorado. El asunto es el mensaje que deja a la generación a la que va dirigida. El colegio es burdamente variopinto a lo United Color of Benetton (incluído los colores que usan). No hay clase humilde, ni gente “fea”; el protagonista no solo maneja su auto para ir al colegio, es una van familiar. Todos tienen buenas intenciones, aun los que cometen actos errados, como Martín. Permanentemente se baja sentencia sobre lo que está bien o está mal, y hasta es capaz de juzgar abiertamente a Martin (por favor, rescaten a ese personaje y denle una mejor película para él, lo amamos) por cómo se viste y por sus gustos nerd vintage. En este punto, las películas de John Hughes recaían en los mismo; pero pasaron más de treinta años. Las escenas están plagadas de clichés, y hasta llegan a decirnos con beneplácito cómo debe vestirse y actuar un gay; o acepta con gracia los chistes homofóbicos de Jack por el sólo hecho de que no sabe que su hijo es gay. Para una película que promulga el ser aceptado por como uno es, se ve con bastante soltura el no aceptarse. Nick Robinson le aporta frescura a Simón, pero el personaje es sólo definido por ser gay. Nos dicen que es común, normal (¡Ayyyyyy!), pero que es especial, por ser gay (¡Noooooo!). Lo mismo sucede con el resto de los personajes, todos simpáticos y alegres, pero definidos por el puro cliché de guion y funcionalidad alrededor de Simón. Por último, más anecdótico, el misterio alrededor de Blue, es bastante obvio, aunque lo disimulen. Cuando "Secreto en la montaña" se presentó como EL film LGBTIQ en 2005, varios sentimos que en realidad se trataba de un film timorato, pacato, a la medida de un Hollywood que quería ser inclusivo, pero solo un poquito (lo que pasó en la ceremonia de los Oscars de esa temporada nos dio la razón). Yo soy Simon transita el mismo camino, es una carta de presentación masiva al ser aceptado… pero no se olviden que siguen siendo especiales, son comunes, pero con la marca rosa impregnada.
Yo soy Simón: Serás quién debas ser… “Antes que nada ser verídico para contigo mismo. Y así, tan cierto como que la noche sigue al día, hallarás que no puedes mentir a nadie.” Hamlet, 1.º acto, escena III Pienso en una lista de films sobre la temática LGBTQ, en las que el asunto es visto desde varios puntos de vista aunque generalmente bajo los mismos términos; el despertar sexual y la rebeldía que supone amar a quien elegimos a pesar de convenciones sociales y familiares, acompañado de una inusitada violencia por parte de los otros. Siempre la mirada adulta a situaciones adolescentes; crítica a los radicales conceptos sociales, en que los protagonistas deben luchar por saberse ellos, aceptarse. Drama, historias de iniciación ocultas, sombras y miedos. Pero los tiempos cambian. Call Me by Your Name (2017) es sinónimo de esto. Ya no es trasgredir un mundo, sino a penas las propias limitaciones para amar, es una cuestión interna, propia. Una decisión que por defecto modificará a otros. Quizás por eso, y más allá de lo manida y convencional, Love, Simon de Greg Berlanti (que vuelve al cine después de la malvenida Life as We Know It – 2010) es una bocanada de aire fresco en el tema. Simon Spier es un joven 16 años que no se atreve a revelar su homosexualidad. Pero un día, uno de sus correos electrónicos llega a manos equivocadas y las cosas se complican extraordinariamente. Historia que bebe de la novela escrita por Becky Albertalli, titulada “Simon vs. the Homo Sapiens Agenda“, todo un sarcasmo a la conocida “agenda homosexual”; término que fue empleado frecuentemente por los conservadores en los debates acerca de la situación de los derechos LGBT en los Estados Unidos. Hoy en día caída en desuso la afirmación, como algunos de los tópicos que trata el mismo libro y que, a pesar de sus buenas intenciones, la película utiliza, dejando cierto sabor a demodé en su visionado. Pero y a pesar de ello, que podríamos ejemplificar con el único chico gay visible de la escuela, interpretado por Clark Moore con todos los cliché al uso. Lo interesante del film es la propuesta de base: una “comedia romántica de secundaria” en la que un chico encuentra el valor de ser a través de otro y del que de a poco se irá enamorando. He aquí, lo que hace de Yo soy Simón una novedad. Es la historia de un chico que se enamora de otro, en medio de una serie de conflictos que no llegarán al drama, pues se apela a la ternura y a la comprensión de un mal entendido que nada tiene que ver con la elección. Son, entonce otros los miedos; una confusión que surge más de su temor que de la realidad social de su entorno. La vie d’Adèle – Chapitre 1 & 2 (2013), Beach Rats (2017), son un feroz alegato a lo que deben enfrentar las personas cuando contradicen el sistema imperante. Mientras que Simón es la delicada historia de amor de un adolescente que debe romper desde adentro para alcanzar la confianza de saberse completo. Yo soy Simón es ligera y no por eso intrascendente, Greg Berlanti que sí ha logrado interesantes productos en la televisión, y creemos que por eso ha sido el director elegido, hace de esta película una risueña comedia pop. Sutil en la construcción del drama, logra que la salida del clóset del personaje sea más una aventura que algo desolador. Sumado a un elenco que traza personajes tiernos y que más allá de lo remilgados en sus conflictos, logran la simpatía del público. Es en definitiva una coming of age, del despertar de la identidad propia en la que el conflicto puede ser superado sin terribles y angustiantes cicatrices, en la que el amor puede salvarlo todo, de que él puede estar esperándote a un banco de distancia… Eso también es interesante de ver y vivir.
Simón es un chico de colegio secundario común y corriente salvo por un detalle que le esconde a todos, incluyendo a su familia, amigos y novias: es gay. Esta comedia dramática va describiendo bien al protagonista y su entorno, y avisando sobre las circunstancias que terminarán obligando al protagonista a salir del ropero y explicarle a todos su condición sexual como sucede en estos tiempos, esta revelación estará relacionada con las redes sociales-. Simón se sobrepondrá a sus temores y vivirá su nuevo y verdadero yo, y de esto es de lo que trata esta película de Greg Berlanti que, por momentos, no se apartar demasiado de la típica estudiantina hollywoodense. A favor de la película se puede señalar la buena actuación de Nick Robinson como el problematizado Simón, además de presentar algunos excelentes pasajes cómicos, como cuando el protagonista imagina un mundo donde los que tienen que salir del ropero son los heterosexuales y no los gays. Pero, a medida que Simón revela su condición, el asunto empieza a volverse más melodramático, y recorre todos los lugares comunes del caso hasta llegar a las conclusiones "correctas" y esperables.
Es un poco complicado comenzar a hablar (o en este caso escribir) sobre Yo soy Simón sin antes hacer una pequeña salvedad/aclaración. En estructura, desarrollo y puesta es una película coming of age común y corriente, y ya hemos visto muchas veces algo así. Pero no podemos ignorar el hecho que trate sobre un personaje gay, justamente porque la historia gira alrededor de ello. Así que nos encontramos ante una historia original pese a no serlo. ¿Se entiende? Tomaré como ejemplo a la reciente nominada al Oscar Llámame por tu nombre. Que también es una coming of age, y también gira alrededor de una historia de amor entre personas del mismo sexo. La diferencia radica que en aquella película no había un alegato per se, sino que este ocurría como consecuencia. Primaba la relación entre los protagonistas, su deseo, la sexualidad y la complicación de su vínculo en un pueblo italiano en la década del ’80. En Yo soy Simón, hay una declaración de intereses desde el vamos porque la película imita en todo a una cinta de John Hughes pero reemplazando la famosa fórmula “boy meets girl” (chico conoce a chica) por “boy meets boy” (chico conoce a chico). Y está perfecto que así sea. Es necesario y lo celebro. Necesitamos más de estas historias como espectadores. Ahora bien, también sucede que nos encontramos ante una magnífica coming of age. Tiene todos y cada uno de sus elementos bien explotados, y todos los clichés bien aprovechados. Gran elección de casting la de Nick Robinson, a quien ya vimos laburar en roles similares pero “más clásicos” en The kings of summer (2013) y Everything, everything (2017), y de talla más comercial en Jurassic World (2015). Lleva muy bien toda la película. Le creés. Su papel en apariencia es fácil, pero requiere de buena pasta actoral para sobrellevarlo de esa manera. Lo mismo sucede con su familia: Jennifer Garner ya se ha convertido en una “buena madre cinematográfica”, rol que le sienta cómodo y que aquí explota bien. Pero el que sorprende es Josh Duhamel, a quien estamos acostumbrados a verlo en otro tipo de roles. Aquí es el protagonista de la escena que más te moviliza. En cuento a los amigos de Simón, casi todos están bien, pero se quedan atrás por momentos. No por los actores sino por el rol que se les dio. Incluso a Katherine Langford, muy popular por ser la protagonista del hit de Netflix 13 reason why. En cambio, Keiynan Lonsdale (de la serie The Flash y la saga Divergente) directamente es malo actuando. No le creo nada nunca y aquí no es la excepción. El director es Greg Berlanti, amo y señor de las series en Warner, responsable del llamado “Arrowverse”, y quien le ha dedicado gran parte de su carrera a explorar los sentimientos de los adolescentes. Hacía varios años que no dirigía una película, la última que había hecho fue Bajo el mismo techo (2010). Buen film que balanceaba la tragedia y la comedia. Ahora no repite fórmula pero se centra en los sentimientos como base de su relato con una narrativa muy simple. Su trabajo es correcto, pero no deja de ser un telefilm. Yo soy Simón es una muy buena película. Te divierte, te emociona y te hace reflexionar. Soy amante y experto sobre este género y me hubiese encantado tener más exponentes así, sobre diversidad, pero de corte comercial, en los ‘80s y ‘90s. Pero bueno, mejor tarde que nunca. Traten de no perderse esta película.
Simon Spier es un adolescente común y corriente. Vive con su familia integrada por su padre Jack, su madre Emily y su hermana menor Nora. El entorno de apariencia idílica es interrumpido por una confesión personal: es gay. No porque esto suponga una ruptura con los valores culturales, familiares e institucionales, sino porque, como todo secreto, responde a la dominación total de los miedos personales del sujeto. Salir del closet es en definitiva toda una epopeya para Simon. Lo deja bien claro cuando cuenta que un alumno de la escuela donde asiste reveló su homosexualidad a los 9 años, acentuando su valentía. Un día Simon se entera de que un estudiante confesó en línea su homosexualidad, pero sin revelar su identidad y escondiéndose bajo el seudónimo de “blue”. Tras este acto Simon corresponde íntimamente al misterioso personaje y, luego de una conexión instantánea, comienzan un romance. El conflicto se entabla cuando su amigo Martin descubre los correos y lo chantajea para conseguir una cita con Abby, una de las mejores amigas de Simon. El joven accede a dicha demanda creando una enorme falacia, manipulando a su entorno sin medir las consecuencias. Yo soy Simón (Love, Simon; un título más acertado sería Con amor, Simon) parte de un universo cinematográfico particular ya que evade eficazmente los parámetros que suele exhibir el cine con temáticas de homosexualidad. En ella hay mucho de la mejor tradición de la Nueva Comedia Americana (Ligeramente Embarazada, Virgen a los 40, Adventureland), dejando en claro el tono en solfa que esgrime sin resaltar las solemnes tragedias humanas que narran este tipo de films (como sucede en Moonlight o en Secreto en la Montaña). Simon afirma constantemente que todo en él y su entorno familiar es de paso, perfectamente normal como el de cualquier otro, salvo (y ese “salvo” es lo particular a resaltar) por su secreto: el protagonista no se avergüenza de ser homosexual, y dentro de su ser lo expresa libremente, sin hacer culpógena la estadía del espectador en su mundo, aunque teniendo en cuenta las repercusiones que conlleva. El secreto solo se aplica a los seres que lo rodean y no al espectador cómplice de sus peripecias, de su carrera entre la verdad y la mentira y del suspenso que ello implica. Un barniz casi de aventura que, sabemos, no experimentará vueltas de tuerca sorprendentes sino más bien el goce por ver cómo ese joven de caminar medio tosco resuelve la tragedia invisible que lo estremece. Una tragedia ligada a los miedos de la revelación; el peso de la carga sobre la inseguridad como estigma funcional a la pubertad avanzada. Ese es su verdadero enemigo. Yo soy Simón es un coming of age sobre la transición de un adolescente (y la adolescencia en general) hacia la joven adultez, con sutiles cargas sexuales y la inocencia que puede revestir un muchacho de 16 nacido bajo un seno familiar casi perfecto (su familia parece cercana al progresismo sin demandas por la derecha o la izquierda). Un relato de superación clásico que arrastra la costumbre de aquellas comedias románticas juveniles de los 80. No se puede soslayar la influencia de John Hughes, realizador de El Club de los Cinco (1985) y Se Busca Novio (1984), donde los dramas existenciales de la adolescencia aparecen por obra del entorno familiar y escolar bajo signos de tempana angustia. Desde lo formal el film orquesta una suerte de mirada sobre el cine de manera inconsciente ya que enfatiza la importancia de una puesta en escena -la que lleva a cavo Simon protegiendo su secreto- si lo que se quiere es engañar (no por nada en el colegio montan una obra de teatro sobre el film Cabaret). Simon se convierte en una especie de director que maneja a gusto a sus amigos y familiares, generando situaciones y decidiendo por la suerte de cada uno, construyendo el relato bajo su puesta en escena. Ese mundo se transforma entonces en su película, que existe por obra y gracia de sus demandas emocionales y psicológicas. El cine es ante todo un engaño al ojo y a las percepciones del espectador: el arte de saber manipular. Por momentos la película engaña al espectador ya que puede ser más arriesgada de lo que parece. Ejemplo: en una escena Simon se disfraza de John Lennon (a quien frecuentemente se le adjudicaban tendencias homosexuales) para una fiesta. Lo más interesante es el metalenguaje que se genera a partir de un chiste cuando sus amigos no reconocen el personaje, confundiéndolo con Jesús. Más adelante, como una especie de Neo-Jesús, Simon renacerá y será otro, liberado y liberando involuntariamente a quienes no se animaban a salir del closet. Yo soy Simón genera una enorme camaradería para con el espectador, pues la construcción de personajes –criaturas profundas, ambiguas, misteriosas, inseguras, simpáticas, contradictorias- nos ancla definitivamente en un relato donde las emociones priman sin la necesidad del temible golpe bajo y sin cuestiones moralistas sobre la sociedad o la cultura norteamericana. Nick Robinson como Simon emana una seducción elocuente, convirtiéndose en protagonista total sin desbordes ni derroches. Imaginen lo arriesgado que puede ser y el tono con que se cuentan los hechos que la humorada sobre el final, en la cual Simon aguarda a su amor en el parque, parece (y lo es) políticamente incorrecta a niveles hiperbólicos. Simon parecía ser un bodrio cuasi televisivo, con enseñanza y mensaje alegórico moralista y maniqueo incluido; pero no, a mí también me engañó. Touché.
EL HUMOR ANTE EL DOLOR Greg Berlanti vuelve a utilizar el humor para desdramatizar las vicisitudes que les transcurren a los personajes. Al igual que en Bajo el mismo techo, la comedia le permite explorar sobre los mandatos preestablecidos y le da un corte a todo lo que pueda ser excesivo. El drama y el romance aparecen en su justa medida gracias a determinadas escenas y personajes que saben interrumpir la situación y resignificarla. Yo soy Simón cuenta la historia de un joven que no se anima a revelar su elección de género por el ambiente hostil que observa. Pero esta frase, que resume la película, no tiene nada que ver con el tono con el que es narrada. El film no se centra en explotar el malestar del adolescente sino en dar cuenta de lo absurda que es nuestra sociedad. El hecho de estar toda la película expectante hacia los movimientos y acciones de cualquiera de los personajes para descubrir quién es el enamorado secreto de Simón, muestra cómo no existe una característica que haga gay al gay. Cada uno de los chicos podía ser el usuario a develar, sin importar quién y cómo fuera. También se muestra al estereotipo de homosexual, el único de los jóvenes que ha “salido del closet”, como dicen ellos, en el que vemos cómo toma una postura exagerada de características socialmente aprehendidas como femeninas para poder sobrellevar su elección. Por miedo a ser rechazado, toma un “papel”, actúa ser de una forma para lograr crear un lugar donde pareciera no haber espacio. En la escena en la que Simón se imagina cómo sería que los heterosexuales tuvieran que explicar a sus familias que les gustan las personas del sexo contrario, vemos cómo se desnaturalizan los mandatos desde la comicidad. La reflexión sobre cómo nos comportamos como sociedad está dada de la mano de la dinámica de los jóvenes. Los modelos de belleza es otro de los aspectos que se mencionan y que vemos cómo están funcionando a la hora de relacionarse entre los adolescentes. Aparece así la joven que tiene éxito con los chicos por su belleza, pero que en realidad nadie conoce de verdad. Hay, en relación a esto, un momento clave para el film -que parece tener un guiño a Aquellos viejos tiempos por la utilización de la mascota del equipo como vehículo de risa y próxima desgracia- en el que uno de los jóvenes, no muy popular entre sus pares, declara su amor a esta muchacha codiciada por todos. Hay, centrado en ese muñeco, que tiene vida por un hombre, una mirada del espectador que se debate entre que obtenga su triunfo o que pierda su objetivo de forma desastrosa. En escenas como esta podemos observar cómo el film se sirve del humor para poder hablar de una desgraciada decepción, que responde a los estándares de belleza. Aunque la chica encuentra en este adolescente a una persona que realmente la escucha, decide rechazarlo y salir con uno de los más populares. Si bien Nick Robinson no interpreta a un personaje que resulta cómico, termina generando comicidad por sus posturas estructuradas y su seriedad ante escenas de exposición corporal como es el baile en el que él imagina cómo declara su sexualidad. Otro de los actores esenciales para poder generar un clima cómico es Tony Hale, el director. Este personaje se lleva todos los créditos, su excentricidad otorga una muestra exagerada de la distancia entre los adultos y los jóvenes. Tiene toda la onda, pero no llega a comprender los intereses de los jóvenes en lo más mínimo. Y sumado a esto, cuenta con la particularidad de tener expresiones y gestos muy graciosos.
Cómo salir del armario y resultar ileso - Publicidad - La película de Greg Berlanti (transposición del best-seller juvenil de Becky Albertalli) retrata la “salida del closet” de un adolescente. Por más que caiga en subrayados innecesarios, Yo soy Simón resulta un más que digno entretenimiento, dirigido claramente al espectador más joven pero disfrutable para cualquier edad. Tal vez porque la idea es acentuar ese momento en el cual un muchacho asume su orientación sexual, en Yo soy Simón todo parece “resuelto”; hay una familia de clase media alta bastante progre, un grupo de amigos cuyos mayores problemas pasan por el ensayo de una obra escolar, y –sobre todo- hay una biografía sana, lo que augura un buen futuro si todo sigue su cauce normal. Pero a Simón le falta algo, y eso que le falta es nada más ni nada menos que “salir del closet”. Vive tenso, esconde esa parte de su vida como un secreto inconfesable y, en medio de ese estado, otro chico (otro como él) revela de forma anónima (vía web) que está pasado básicamente por lo mismo. Junto a una firma apócrifa también adjunta una dirección de e-mail, que se convertirá en la puerta de acceso a una relación epistolar pero en la era de los millenians. En 1997 se estrenó la película Es o no es (In & out, Frank Oz), una comedia que comenzaba cuando un profesor interpretado por Kevin Kline, a punto de casarse con una compañera de trabajo, era “deschavado” por un ex alumno, quien al recibir un Oscar por su composición de un personaje gay le agradecía haber sido una de sus fuentes de inspiración. Por más que parezca un giro ciento por ciento digno de una comedia, la secuencia fue tomada del discurso pronunciado por Tom Hanks al recibir el mismo premio por su interpretación en Philadelphia. Es o no es mostraba un largo beso entre el personaje de Kline y otro hombre, algo que en aquel entonces no era demasiado frecuente en la pantalla grande. Hoy, más de dos décadas después, una película como Yo soy Simón resulta casi naif, y lejos de escandalizar o generar escozor es una puesta a tono con los tiempos aperturistas que corren, por más que sobren en el mundo ejemplos de fobia a cualquier sexualidad disidente. Debe quedar bien claro que el film de Berlanti no cuestiona el patriarcado ni muchísimo menos el american way of life. No le interesa hacerlo y está en todo su derecho. Hasta se podría imaginar una secuela en la que Simón se casa y se enamora de otro… Su vivencia pasa no sólo por revelar su secreto, sino también por conocer a aquel joven que, mail tras mail, lo enamora más. Aquí hay algo interesante: la película no cuestiona la posibilidad de enamorarse sin conocer face to face al objeto de ese amor. Y es ahí cuando asume tal vez su mayor riesgo, en el que formula un pacto de credibilidad -más que de verosimilitud- con el espectador, quien tendrá que aceptar que ese tipo de vínculo es posible y se puede resolver con un happy end. En términos generales, podemos decir que Yo soy Simón supera esa prueba gracias a la empatía de su personaje principal, compuesto por Nick Robinson, ni galán ni looser. Secuencia tras secuencia consigue que nos pongamos de su lado, que seamos sus compinches, que sintamos todo el peso de tener que buscar indicios de quién es el que se roba poco a poco su corazón, como si se tratara de una aventura transportada de alguna novela de Jane Austen, pero escrita hoy y con una singular vuelta de tuerca.
Estar cómodo dentro de la propia piel es uno de los más grandes desafíos humanos; y no pocas veces uno no lo abraza por el temor a lo que pueda hacernos la mirada de los otros. La orientación sexual es uno de estos desafíos, una aceptación personal en donde se enmarca la película Yo Soy Simon. Alguien a quien amar Simon Spier es un adolescente relativamente feliz. Tiene buenos amigos y una familia que lo quiere. Sin embargo guarda un secreto: es gay. La historia se complicará cuando en el blog de su escuela se publique una carta de un compañero que se declara como tal: Simon empieza a mantener correspondencia con él, algo que empieza a cambiar su vida y al mismo tiempo pone en riesgo todo lo que conoce. El guion tiene a favor, primero, que sabe mantener el misterio, ya que la revelación del amante misterioso es algo completamente impredecible hasta el final. Segundo, que es rico en conflictos internos: toda la paranoia y la desesperación que sufre el personaje provienen casi siempre de lo que maquina en su propia cabeza. Tomando esto a colación, es necesario entender que Yo Soy Simon es una historia sobre el “salir del closet” en pleno siglo XXI, donde la homosexualidad es, en muchos casos, aceptada, tolerada e incluida. Por dicha razón uno podría pensar que el entorno del protagonista puede llegar a pecar de ser demasiado rosita por tener amigos que lo quieren, docentes tan dedicados como centrados, y una familia muy abierta de mente. No obstante, ese es el punto: esta película no propone una cacería de brujas, porque la homosexualidad simplemente no está vista con esa lente en la actualidad (o por lo menos en el universo de esta historia). Si el protagonista corre el riesgo de perderlo todo son por cuestiones morales completamente ajenas a la de la orientación sexual. Esta es una historia de autoaceptación pura y dura. Si incluso en estas circunstancias, menos condenatorias que en otras épocas, hay algo que el temor del protagonista nos quiere decir, es que si bien hemos avanzado mucho todavía nos queda camino por delante. En materia técnica la película es prolija; el trabajo de cámara y montaje responde al lucimiento actoral sin mayores artilugios, por lo que no hay mucho que analizar. El apartado actoral, por otro lado, encuentra en su intérprete principal, Nick Robinson, su punto más alto. Una labor como esta, tan rica en conflictos internos, necesitaba de un actor de gran capacidad para transmitirlos y generar empatía en el publico respecto al dilema que atraviesa el personaje, un desafío del que Robinson sale bien parado. Conclusión Aunque puede pecar por momentos de ser demasiado idealizada, Yo Soy Simon es una historia que trata su problemática desde una lente actual; no tanto como un estigma social, sino como una cuestión de autoaceptación. Su prolija narración y actuaciones suman lo suficiente para que llegue a buen puerto.
Una comedia diferente sobre un adolescente gay La película de Greg Berlanti se introduce en el interior de una comunidad estudiantil para contar el conflicto interno de un joven preocupado por el qué dirán Simón es un chico de 17 años con una familia que lo ama y todo lo que pueda querer o necesitar al alcance de la mano. Sin embargo, algo lo preocupa: es gay y no sabe como decírselo ni a sus padres, ni a sus amigos. Él siente que revelar su verdadera esencia causará el rechazo y las burlas de todos a su alrededor. Cuando comience a ser extorsionado por alguien que ha descubierto su "secreto", su vida cambiará radicalmente y deberá luchar contra sus propios prejuicios. Play A diferencia de otras historias que han tocado temas similares y se desarrollan en ámbitos escolares, con tintes más trágicos, Yo soy Simón es una comedia luminosa, que en su tono casi naif, revela algunas de sus muchas virtudes. Sin la necesidad de apelar a escenas crudas o de extremo bullying, el filme deja claro su mensaje sobre la inclusión y la aceptación de la propia identidad. La modernidad de la puesta y los escenarios no impiden que la película remita a clásicos de los ochenta como El Club de Los Cinco, un filme al que Greg Berlanti parece homenajear en más de una secuencia. Este atractivo exponente del género "coming of age" cuenta con todos los tópicos que se esperan: un protagonista empático (fantástica labor de Nick Robinson); una amiga confidente; profesores variopintos y padres preocupados por el bienestar de sus hijos. Pero jamás cae en la caricatura y los estereotipos, luce natural y creíble. Cálida, encantadora, la película es un clásico instantáneo con la que nuevas generaciones de espectadores se sentirán identificados, emotiva, sin caer en golpes bajos. Todos somos Simón.
BUSCO MI DESTINO No es una obra maestra, pero sí una película súper necesaria. A Greg Berlanti, seguramente, lo tenemos más presente por ser el artífice del Arrowverse y una gran cantidad de series “juveniles”, mayoritariamente, de la cadena The CW. Como director, no tiene grandes títulos en su haber (“El Club de los Corazones Rotos”, “Bajo el mismo Techo”), pero se tomó como tarea muy personal la adaptación de la novela young adult “Simon vs. the Homo Sapiens Agenda” (2015) de Becky Albertalli. Berlanti es abiertamente homosexual, un cuarentón que aboga por los derechos LGTB cada vez que se le cruza la oportunidad y, suponemos, se identifica bastante con Simon Spier (Nick Robinson) y su disyuntiva a la hora de “salir del closet”. No, no estamos en la Edad Media, pero para un adolescente, de por sí, ya cargado de presiones sociales, debe resultar un paso gigantesco (y terrorífico) anunciarle al mundo que no es como todos creen. Ni mejor, ni peor, ni siquiera “diferente”; peor incluso en pleno siglo XXI estas cuestiones siguen teniendo peso, mucho más para alguien que está atravesando todos los cambios de la pubertad. Por ahí pasa la importancia de esta dramedia romántica que no habla de futuros distópicos, ni de jovencitos enamorados con enfermedades terminales; aunque sí resulta ser la primera película producida por un gran estudio que se hace eco de estos temas y de cierta ignorancia que todavía traen aparejados. “Yo soy Simón” (Love, Simon, 2018) se centra en el muchachito del título, un adolescente como tantos otros de cualquier secundaria de Atlanta (Georgia), querido por su familia y sus amigos que, entre cambios hormonales, esconde un gran secreto: Simon es gay, pero jamás se lo dijo a nadie… ni tampoco sabe cómo hacerlo. Todo cambia cuando se cruza con los mensajes de Blue, un estudiante de su escuela que decidió “confesar” de forma anónima su homosexualidad, a sabiendas del escrutinio social de sus compañeros. Para Simon esto resulta una suerte de alivio, y comienza a intercambiar misivas con el pseudónimo de “Jacques”. Mientras la amistad entre los dos muchachitos va creciendo, Spier no puede evitar fantasear con su Romeo y tratar de descubrir quién de sus compañeros es el misterioso ser que se encuentra al otro lado de los mails. Pero a pesar de todo, Blue no quiere darse a conocer, ni dar el siguiente paso en esta relación, por los mismos temores que refrenan a Simon. Temores que pronto se vuelven pesadilla, cuando el pibe más insoportable de la escuela, Martin (Logan Miller), descubre la verdad y comienza a chantajearlo. Simon accede a “emparejarlo” con su amiga Abby (Alexandra Shipp) sólo para que su secreto no salga a la luz, pero en el proceso complica la amistad con sus compañeros –sobre todo, su mejor amiga Leah (Katherine Langford, la suicidada de “13 Reasons Why”)-, creando una serie de malos entendidos que no van a caer muy bien. “Yo soy Simón” no evita ciertos lugares comunes de las historias adolescentes y, a pesar de que suma diversidad y mantiene bien arriba la discusión sobre los prejuicios y la empatía, todavía sigue mostrando un abanico bastante limitado en cuanto a representación. Sí, son todos demasiado “lindos y flacos” en esta escuela. La única excepción parece ser Ethan (Clark Moore), estudiante abiertamente gay que no esconde ninguno de sus manierismos. Ponele. Lo más interesante de esta historia es la naturalidad de su protagonista (un actor demasiado acostumbrado a este tipo de comedias románticas, pero con “chicas”). Nunca se siente forzado ni sobreactuado, a diferencia de una familia (papá Josh Duhamel y mamá Jennifer Garner) demasiado perfecta y de manual, o ciertos estereotipos escolares de los que no puede escapar. Lo divertido, al contrario, es cuando la trama se entrelaza con las fantasías de Simon, que imagina diferentes caras y escenarios para ese romance tan perfecto, aunque evasivo. “Yo soy Simón” no llega ni a las dos horas de duración, pero el tiempo se siente demasiado, sobre todo cuando empieza a estirar el verdadero conflicto y se detiene en esos malos entendidos con sus amigos, relaciones periféricas o las recetas que prepara la hermana menor del protagonista. En cambio, podría concentrarse mucho más en el momento de la revelación, profundizar en la relación (y aceptación) de sus padres, o evitar a personajes demasiado extraños y exagerados como el vicedirector Worth (Tony Hale), que intenta ser más compinche que figura de autoridad para el alumnado. Podríamos decir que estos detalles son lo de menos porque su valor reside en otro lado. La historia escrita por Elizabeth Berger e Isaac Aptaker se la juega por expresar este amor adolescente, pero también todos los miedos y frustraciones que conlleva en una sociedad que, todavía, no parece estar del todo preparada. Igual, “Yo soy Simón” siempre se concentra en lo positivo para no desanimar a aquellos miembros de la audiencia que puedan identificarse con el relato de estos chicos que aún no decidieron dar ese gran paso. No, una película no les va a cambiar la vida, pero volvemos a esa vieja nueva discusión donde todos se tienen que sentir representados en la pantalla, ya sean mujeres, afroamericanos, adolescentes homosexuales o cualquier tipo de minoría que suele caer en estereotipos mal llevados en vez de convertirse en protagonistas naturales de cualquier tipo de narrativa. LO MEJOR: - Todo el mensaje que propone. - La naturalidad de su protagonista. - Que le abre las puertas a otras historias similares. LO PEOR: - No escapa de ciertos lugares comunes. - Sí, se hace un poco densa.
Simón Spier (Nick Robinson) tiene un secreto… esa es la frase que mueve todos los hilos argumentales de la nueva película de Greg Berlanti (Life as We Know It, The Broken Hearts Club). Simón Spier tiene un secreto y todo su mundo puede caer, o al menos eso el cree… Simón es un chico “normal” (es como él se describe en voz en off ante los espectadores), tiene amigos, una familia que lo apoya en todas sus decisiones pero el joven de 16 años tiene miedo de salir del closet, sí, el gran secreto de Simon es que es homosexual. Un gran punto a favor que tiene esta película es que no trata al espectador como idiota y lo fuerza a bancarse el cuentito de que hay algo monumentalmente diferente entre el protagonista y nosotros, los espectadores. Simón aclara que es como cualquier otra persona no obstante su único problema es el temor, miedo a que su “puesto” en una escala social aceptada se venga abajo. Nadie sabe el secreto de Simón, pero por un mensaje desconocido en la red social privada de los alumnos de su escuela, Simón se da cuenta que hay alguien que siente igual que él. Love, Simon (título original) trata, sobre todas las cosas, del vínculo y posterior revelación de quién está detrás de los misterioso cibermensajes. La película muestra cómo Simón poco a poco evalúa las posibilidades de sus “Enigmaticos candidatos”. En estas situaciones el film de Berlanti, que favorablemente trasmite simpatía hacia el personaje principal, sus amistades y familias, y que invoca el espíritu de John Hughes (the Breakfast Club, Pretty in Pink) con numerosos aires de coming-of-age, se transforma en algo embarazoso de ver: no sabemos quién le escribe a Simón y por momentos tememos que sea un pedófilo acosador el que lo haga y eso incomoda un poco; afortunadamente estas situaciones de un “posible” groming son limitadas y si bien logran trastabillar a la película, no la hunden por completo. Con un excelente cast de jóvenes talentos – entre los grandes se encuentran Jennifer Garner y Josh Duhamel – la película se nutre constantemente con la química del conjunto en pantalla. Nick Robinson junto a Logan Miller (interpretando al bufón de la escuela, Martin) sostienen las mejores escenas de la película y sin dudas – si logran separar positivamente el camino de la fama con el descontrol – se convertirán en grandes estrellas; también acompañana muy bien Katherine Langford (13 reasons Why), Alexandra Shipp (X-men: Apocalypse) y, sorpresa, Tony Hale (Arrested Development). Love, Simon es una película que muestra la vida de un joven gay mezclando la cultura pop actual; muestra los pros y contras de esta cultura pero por cuestiones de época la película no logra tener el impacto absoluto que busca. De todas formas se puede disfrutar como entretenimiento pasajero y tiene la distinción de poseer una simpática mirada diferente de las cosas sin llegar al factor shock o dramático innecesario que pueden poseer este tipo de películas. Valoración: Buena.
El cineasta Greg Berlanti, co-creador de series como The Flash y Arrow, presenta Yo soy Simón: una película basada en el best-seller homónimo de Becky Albertalli. Simón es un joven de 17 años que, a simple vista, tiene una vida común y corriente. Tiene una familia de clase media tradicional y comprensiva y un grupo de amigos incondicionales. Todo parece normal en la vida del protagonista pero, como anticipa al comienzo de la trama, “tiene un secreto gigantesco”: es gay y, hasta el momento, no se animó a decírselo a nadie. Todo se modifica cuando intercambia un mail con Blue, un joven de su instituto que, de forma anónima y a través de un blog, comunica que es homosexual. Simón comienza a hablar día tras día con Blue. Le cuenta cómo descubrió su orientación sexual, sus miedos y sus deseos. Por un tiempo todo continúa con la monotonía de siempre, hasta que un día alguien descubre su secreto. Esa persona comienza a chantajearlo y a amenazarlo con contar toda la verdad en caso de que no haga lo que le pide. Simón no sólo tiene miedo de que esta persona cuente todo -ya que es algo que sólo a él le corresponde cómo y cuándo decirlo-, sino que también teme por cómo podría afectar esto a su nuevo amigo/amor virtual. Yo soy Simón logra plantear la diversidad sexual de una manera correcta, focalizándose en el discurso de la igualdad. No cae en los clichés en los que durante muchísimos años fueron encasillados los homosexuales: afeminados, buen gusto en la moda, personalidades extrovertidas. Tampoco se muestra un personaje atormentado por su preferencia sexual -otro lugar común en estos casos–. Simón, tal como dice él al inicio, es un joven común y corriente al que simplemente le gustan los hombres. Si bien la película podría considerarse algo innovadora dentro de lo que es el coming of age (FOX es el primer gran estudio de Hollywood en realizar una producción del género protagonizada por un joven homosexual), el guion cae en casi todos los lugares comunes habidos y por haber: jóvenes con hormonas disparadas, amigos secretamente enamorados, bravucones que se burlan de los más débiles, etcétera.
Los primeros minutos de este estreno presagian sin eufemismos la catástrofe: la superficialidad con la que se tratará el tema y la tonelada de edulcorante a masticar a lo largo de casi dos horas. Una eternidad, dado el concierto de obviedades expuesto en el guión de Elizabeth Berger, Isaac Aptaker y Becky Albertalli. Resulta increíble que hayan necesitado tres guionistas para una historia que parece escrita por estudiantes de primaria. En off, Simon (Nick Robinson) empieza a contar (y el director Greg Berlanti a mostrar al mismo tiempo) que “mi vida es normal, como la tuya”. Sonamos. No hemos escuchado la primera decena de palabras y el texto asume la definición de “normalidad” con el espectador en forma arbitraria y, por supuesto, pensada para que no pensemos. Dicho en tono empático, eso sí. Vive en una linda casa en los suburbios, tiene padres comprensivos, (Jennifer Garner y Josh Duhamel), una hermana que ama, (Talitha Eliana Bateman) y tres mejores amigos Leah (Katherine Langford), Nick (Jorge Lendeborg Jr.) y Abby (Alexandra Shipp) que lo quieren y contienen. Va a un taller de teatro, buen pibe, buen estudiante… ¿Y el conflicto? También es anunciado sin sutilezas: “soy gay y no sé cómo decirlo”. Seis minutos de película y ya sabemos todo lo que va a pasar en esta “normalidad” de “Yo soy Simón”. Con el problema de Simón anunciado así, es difícil querer seguir el hilo. Su voz en off sobre explica todo, subraya hasta detalles sin importancia. La única línea bien escrita y compaginada está dentro de la introducción: “¿Por qué ser heterosexual es lo predeterminado?”, seguido de un montaje en el cual varios chicos y chicas confiesan serlo ante sus padres horrorizados. Qué interesante hubiese sido desarrollar eso precisamente. Pero no. Para colmo el contexto socioeconómico tampoco es un problema, es decir todo ocurre en un lugar en el cual la gente no se pelea, no hay desocupación, ni guerra, ni protestas. Nadie toca bocina o cruza en rojo, los extras que pasan por la calle sonríe, nadie choca con el auto, ni un punga hay que al menos le afane la billetera. Ningún compañero de Simón se droga ni es alcohólico, el preceptor es más bueno que un Teletubbie. En fin. Ante la ausencia total de conflicto, más que el problema anunciado, no queda otra que esperar a ver cómo hace éste chico para salir del armario. El escapismo es estar en contacto con un bloggero que parece tener el mismo problema y sirve como anclaje emocional. Nada más. El resto son montajes con música pop y risas de comercial de gaseosas para tratar el tema de la identidad sexual con una liviandad pasmosa. Se puede entender como una incursión en la temática LGTB pensada “para toda la familia” pero no es excusa para escribir mal y dirigir peor.
Simon es un un adolescente gay que desea contarlo y tiene un plan. Pero un descuido lo lleva a ser chantajeado con estropear ese plan. Para evitarlo, tiene que lograr que un chico poco agraciado salga con una chica de su clase. Es decir, estamos en el plano de la comedia de secundaria y en el coming of age, y hay varias curiosidades: primero, que la homosexualidad no es el núcleo del asunto sino una herramienta de la trama, lo que muestra que los tiempos han cambiado. En segundo lugar, que el guión logra darle a todos los personajes una dignidad y una complejidad que excede lo necesario para que la historia avance. Tercero, que no hay ningún subrayado que obligue al pensamiento políticamente correcto: nuestras simpatías y deseos simplemente son llevados por una historia bien narrada. Y cuarto, siempre hay espacio para la emoción y para el humor. Bastante por encima del promedio de la comedia adolescente contemporánea.
CUESTIÓN DE ¿NORMALIDAD? Now I’m running and I can’t stop anywhere I go I think about it everyday and night I can’t let go Man, I’m never the same We were shot gun lovers I was shot gun running away So come a little closer There was something I could tell ya You were such a rollercoaster And a killer queen you are Bleachers- Rollercoaster Ni bien comienza Yo soy Simón, el protagonista describe su vida y entorno como algo normal apoyándose en breves escenas que remarcan dichas palabras repetidas dos veces en pocos minutos: padres comprensivos aún casados, hermana menor que ensaya recetas con ellos para convertirse en chef, un lazo inmejorable entre los cuatro, amigos confiables (incluso Abby, la joven que conoció hace pocos meses), una casa grande y una habitación con un espacio especial para la cama king size que la envuelve en una atmósfera única gracias a las paredes cubiertas con pintura para tiza repletas de mensajes, canciones, recordatorios, palabras y más canciones. Ese mundo perfectamente articulado –contenido, incluso– se tensiona cuando el joven mira por la ventana al hombre que corta el cesped. “Soy normal como vos pero tengo un gran secreto”. De esta manera, la última película de Greg Berlanti propone dos ejes temáticos bastante contrapuestos. El primero tiene que ver con la dificultades que experimenta Simón no sólo para exteriorizar su preferencia sexual, sino también para reconocerse en ella. Para esto, el director se vale de dos estrategias que articulan el presente con el mundo de la imaginación: el blog institucional con noticias y chismes al que acceden alumnos, docentes y directivos y las idealizaciones sobre la posible identidad de Blue, quien dejó un mail tras declararse homosexual. Incluso, bailan I wanna dance with somebody de Whitney Houston con remeras de colores emulando los filmes musicales de los 70 y 80. El segundo plantea una mirada estereotipada y hasta naif respecto a esta supuesta normalidad. Debido al monólogo del comienzo, la pregunta que surge inevitablemente es ¿qué significa ser normal? ¿Cuáles son los parámetros del director para establecer que una familia raramente tan unida en los tiempos actuales responde a esta lógica? ¿O por qué tener un secreto implica un corrimiento de la regularidad? El colegio se exhibe como lugar repleto de modelos fijados: chicas populares que imitan poses sumergidas en los celulares, los deportistas, el directivo que busca establecer contacto con los adolescentes o las fiestas en las casas. Yo soy Simón sondea vías para retratar el descubrimiento de uno mismo, el vínculo de uno con los demás, la libertad para conversar y sentirse a gusto, la confidencialidad y el peso de no saber cómo expresar el conflicto interno hacia los seres queridos. A veces sólo se necesita “saber ver y escuchar” y Simón parece saberlo en exceso. Su nombre lo confirma. Por Brenda Caletti @117Brenn
Una comedia adolescente para el nuevo milenio; algo así como un filme de John Hughes para el siglo XXI. Es otra de esas historias del coming of age (como le dicen los estadounidenses cuando el protagonista madura a lo largo del relato y se encuentra a sí mismo), con la novedad de que el personaje de turno es un chico a punto de salir del closet. Ciertamente es una historia edulcorada y bien intencionada - desde la discriminación hasta la adaptación a la sociedad con su identidad sexual asumida, pasando por el momento de revelación ante los padres, están narrados con demasiada corrección - pero, considerando los tiempos que corren, supone un gran avance. ¿Cuándo un filme sobre la vida romántica de un gay supuso un éxito mainstream?. Es un signo de los tiempos que vienen, de la corrección política, de la tolerancia... y de que las historias románticas siempre atraen, sin importar la identidad sexual del protagonista. Honestamente la primera impresión de Nick Robinson no es muy favorable. El hermano mayor de Jurassic World suena tosco y no parece muy expresivo, pero el chico empieza a sentirse mucho mas cómodo a medida que avanza el relato y, al final, termina siendo carismático y encantador. Es un chico bueno que vive en una familia demasiado buena - madre sicóloga, amorosa y comprensiva; padre bromista y sensible; hermana querible -, con lo cual el shock de salir del closet no debería ser demasiado dramático - mucho mas realista hubiera sido poner a un grupo de gente conservadora, chapada a la antigua, con padre machista y gritón, pero acá la idea es pasar un grato momento con un grupo de personajes simpáticos -. La traba es mental, y el gran giro dramático (bastante artificial, por cierto) es que uno de sus compañeros de escuela descubre la identidad sexual de Simon por mero error... lo que le permite chantajearlo para que le acerque (forzadamente) a concretar una cita con una de sus mejores amigas. Es que Simon ha descubierto un anónimo en el blog de la escuela, en donde hay otro chico gay que también está apresado en el closet. Mails anónimos mediante, comienza una amistad que se transforma en un romance electrónico... hasta que el meterete de turno descubre un correo mal cerrado de Simon y se entera de su secreto. Los enredos por el chantaje del entrometido divierten hasta ahi nomás; lo que apasiona es el crecimiento de la relación entre el chico y su par anónimo, el intento de descubrir quién realmente es dentro de su circulo de amigos, y el lento proceso de salir del closet. Eso da pie a algunas escenas emocionantes, en especial el discurso de Jennifer Garner que le da a su hijo diciéndole que lo peor ya pasó, que él sigue siendo el mismo chico adorable de siempre, y que ahora puede respirar y ser feliz, ser auténtico porque conoce al fin su verdad. Con situaciones simpáticas, buenas perfomances y una historia tratada con tacto Con Amor, Simón es una linda comedia romántica. Hasta ahora el cine se ha empeñado en vendernos historias de amor con lesbianas (salidas de la portada de algún magazine de modas) porque resulta mas tolerable (y hasta ratonero) para el público masculino. Pero Berlanti rompe un tabú que parecía imposible y sabe vender un romance gay apto para todo público, con el plus que emociona mas allá de la identidad sexual del espectador.
Gay Pop "Love, Simon" es una película que podría catalogarse como revolucionaria porque viene a traernos una comedia romántica gay de características mainstream, destinada a millennials y centennials que ya suman una gran cantidad de la población mundial, y que no se distribuyó por las vías independientes y limitadas sino que se le dió un tratamiento de estreno popular como a cualquier comedia romántica de la factoría hollywoodense. Eso puede no parecernos extraño a priori, pero si revisan hacia atrás, son pocos los títulos de temática gay que obtuvieron una distribución masiva de este tipo. Dicho esto, creo que como película del género funciona bien, entretiene, tiene algunos momentos de buen cine pero no logra escapar de varios clichés y tampoco introduce algo notorio además de tratarse del descubimiento del amor entre dos jóvenes del mismo sexo. Lo más positivo es que muestra situaciones, miedos y ansiedades de alguien que aún no ha podido salir del clóset y les de un tratamiento fresco y empático. Alguien que no sea gay puede entender perfectamente el concepto de lo que se está mostrando en la historia e incuso puede ayudar a varios que ven a la homosexualidad como algo malo a ponerse en lugar de esa persona y quizás cambiar algunos prejuicios. La naturalidad con la que se plantea la dinámica es un punto fuerte de la propuesta. Encadenado a esto viene también un aspecto ya no tan positivo, y es que se le imprimió tanta dulzura a los personajes y su entendimiento de lo que le está sucediendo a Simon, que puede parecer por momento poco verosímil o que ya avanzamos 20 años más en la aceptación de las diversas formas de sexualidad. La reacción de los personajes secundarios, como los familaires y amigos, al saber que es gay es más de sorpresa que de decepción y enojo, pero todos sabemos que aún en estos tiempos modernos la salida pública del clóset no es tan fácil como plantea la película. Entiendo que es parte de la dinámica de la comedia romántica, pero creo que hubiera tenido más peso plantear los conflictos con mayor dureza y realidad sin perder los momentos de risas y emotividades. Por otro lado las acutaciones no fueron tampoco de las mejores que podemos ver ya que se exageraron bastante para acenturar ciertos mensajes. Concluyendo, creo que es un film entretenido con buenas intenciones que por momentos logra conectar bien con los espectadores, pero que en poco tiempo será olvidado por la mayoría de ellos.
Crítica emitida por radio.