Heridas, pastillas y desorden familiar Unánime es la opinión acerca del reparto glorioso que reúne Agosto. Las disparidades aparecen y las voces se diversifican cuando nos remontamos al desarrollo de la proyección. Un melodrama familiar de ritmo lento, dialogado, discutido y gritado. Todos contra todos. La armonía como antónimo por excelencia del relato. La ambientación y la fotografía acompañan la opacidad turbulenta de las controversias que se dan entre los intérpretes, pero también satura. Se trata de una obra escrita por Tracy Letts, ganadora de premios como el Pulitzer, que supo ser bien exprimida de forma exitosa en teatros de varios países. Cinematográficamente, John Wells toma la batuta desde la dirección y traslada las situaciones a la gran pantalla. Y cuando parece contar con todos los artilugios necesarios como para triunfar, la película acaba resultando una aglomeración de grandes figuras que, entre opulencias y exageraciones actorales, se queda en el camino por su reiteración de sucesos vinculados a la disputa constante. La trama nos remite a la sorpresiva desaparición de la figura paterna (Sam Shepard) en una mansión que parece estar brotada de malas vibras. Su esposa (Meryl Streep) y adicta a las pastillas, recibe la visita de sus hijas, con sus respectivas parejas (y ex también) y demás parientes asociados. Una vez situados todos allí, comienza una interminable suerte de culebrón que se acentúa en escenas como en la que cada uno de los integrantes del elenco comparte la mesa. Una historia de rencores, de miradas fuertes y reproches ácidos, en donde la personalidad femenina se resalta como la más fuerte y verborrágica, pero también y en contraposición a estos impulsos, como la más sufrida. Desenfundar un conjunto de recriminaciones y críticas hacia la otra persona está a la orden del día, de modo tan acentuado y monótono que agobia y cansa al espectador. Nadie duda de Meryl Streep, ni de sus condiciones para construir y compenetrarse con el papel que le toque. La protagonista se muestra mordiente, sincera, firme pero a la vez exagerada, ampulosa. Si bien aquí no defrauda, su sobreactuación puede suscitar, en muchos, la pérdida de enfoque o interés en el producto. Un drama que más allá de sus interpretaciones sabe más agrio que dulce. Caprichosamente perezosa, Agosto transita una media hora inicial al borde de lo soporífero, tornándose algo más apetecible una vez pasados los primeros sesenta minutos, pero sin ocasionar esa extrañeza hipnótica de enlace con el público que alcanzan las narraciones de un ritmo similar. LO MEJOR: el reparto. LO PEOR: repetitiva, monótona. Agobiante, extensa y lenta. Olvidable. PUNTAJE: 3,5
Madre misericordiosa Otra película basada en hechos reales. Un drama que narra una crónica que es mucho más desgarradora desde cómo verdaderamente se lee que aconteció que de la forma en que es volcada a la pantalla. Philomena, súper nominada, enuncia viles acontecimientos y se anima a criticar a la iglesia católica y a su cerrado pensamiento, pero también destila valores y una muestra de condonación que quizás pueda encolerizar a muchos. Philomena Lee (Judi Dench) es una señora irlandesa que, en su adolescencia, quedó embarazada. Ha “pecado”, entonces, bajo mandato y costumbres del convento, su hijo Anthony fue dado en adopción. Tras cincuenta años rompe el silencio y revela su secreto. Nuestra protagonista entabla relación con el periodista Martin Sixsmith (Steve Coogan de sobria interpretación) y juntos emprenden viaje hacia la búsqueda de Anthony. Bajo la dirección de Stephen Frears, el film transita afablemente cuando nos enseña la contraposición entre sus personajes principales que, a pesar de sus claras diferencias ideológicas-religiosas, mantienen un buen feeling. El ateísmo versus la fe imponderable. Martin cuestiona todo lo que tenga que ver con la adoración a Dios; Philomena (y este es el aspecto que menor empatía puede en algunos generar con la figura que encarna), a pesar del terrible episodio que padeció, no pierde la fidelidad hacia el dogma. Ella se compadece de todo y elude cualquier sentimiento asociado al odio, al rencor, reemplazándolo con el perdón. El director recrea unas cuantas secuencias en Súper 8 que reflejan recuerdos por aquel niño acogido por padres norteamericanos. Imágenes acompañadas de melodías que refuerzan la nostalgia pero a la vez y con el correr del metraje, reiterativas. Frears acierta cuando evita recaer en sentimentalismos empalagosos pero falla en los momentos que vira bruscamente hacia un intento de humor que, en su afán de quitarle dramatismo al asunto, entorpece la percepción del espectador. Con las actuaciones del dúo que va a la cabeza de la cinta, Philomena suma puntos y cobra mayor atención y calidad. En cuanto al desarrollo, al relato le falta completar la fuerza emotiva o bien el salvajismo (por decirlo de algún modo) que se requiere en este tipo de historias y que aquí alcanza sólo en contadas secuencias. LO MEJOR: las interpretaciones. El contraste entre los protagónicos. LO PEOR: repetitiva de a ratos, cuando se invoca al pasado. La falta de una escala elevada de conmoción. Poco aprovechada teniendo en cuenta tamaño suceso real. PUNTAJE: 4,5
Ese extraño gusto por la nostalgia Refinada y sobria, la última película de Paolo Sorrentino es una invitación al deleite visual. Los planos, la dirección de fotografía y la estética que sugieren las imágenes son de un calibre altísimo. La historia, elegante aunque con excesos que pueden hacer perder el interés en ella, cuenta con unos cuantos pasajes extrañamente hipnóticos. En La gran belleza hay una introducción que parece justificar el visionado del film para aquellos que no la disfruten. Una apertura poética con un leve panorama de Roma, seguido de una de las mejores secuencias de fiesta de los últimos tiempos, en donde la combinación entre la música (con el rémix Far L’amore de Bob Sinclair y Raffaella Carra que motiva e incentiva a pleno) y el desenfreno de los participantes de la celebración juegan una pasada impactante. A lo Fellini, Sorrentino desmenuza temores y deseos del ser humano, en una narración en la que la palabra decepción parece ser el denominador común en cada individuo. Jep Gambardella (un enorme Toni Servillo) es un escritor que ha sabido cosechar una obra literaria suprema, pero en la actualidad de la proyección parece moverse sin demasiado optimismo, asistiendo asiduamente a reuniones, cenas y juergas con sujetos que sufren la misma crisis de la mediana edad que nuestro protagonista. En diálogos que parecen más bien lecciones dialécticas, la melancolía y el desencanto por una “dolce vita” que en verdad se presume vacía prevalecen con notoriedad. A Jep le preguntan por qué no ha vuelto a escribir un libro, a lo que responde que ha salido demasiado de noche. Las fiestas de las que forma parte el intérprete principal constituyen un modo de aislarse de toda frustración, sentimiento que reina en cada uno de los personajes en algún sentido de sus vidas. Todo tiempo pasado ha sido mejor, parece ser uno de los lemas de la cinta; la añoranza por lo vivido y el dejo a nada de una actualidad llena de reuniones y jolgorio pero insustancial en sí misma. Y en el medio, la búsqueda hacia una gran belleza que, entre el arte y la atracción por el sexo opuesto, aparenta no hacerse presente. Sin embargo, la lámina de preciosismo con la que el director forra su obra, no acaba siendo suficiente cuando la cuestión se torna excesiva y repetitiva, con tintes casi surrealistas y un desenlace en parte insulso que es factible que deje un sabor semi amargo en las pupilas gustativas del espectador. LO MEJOR: la estética, impecablemente filmada, la fotografía y los planos. Diálogos inteligentes, brillante y admirable actuación de Servillo. LO PEOR: extensa y de a ratos tan repetitiva que hace perder el atractivo. PUNTAJE: 7,3
Tensión en el océano Basada en hechos reales y con una atinada dirección de Paul Greengrass, Capitán Phillips sorprende con un relato vibrante que crece en nerviosismo a medida que los minutos avanzan. El director despliega su gran pulso narrativo a la hora de trasladar los acontecimientos a la pantalla certeramente, cooperando con la suba de tensión al valerse de una amplia gama de recursos técnicos. El film nos remite a la historia de Richard Phillips (Tom Hanks), el capitán que comanda el buque carguero Maerks Alabama. En su expedición oceánica, el navío es interceptado por un grupo de piratas somalíes dispuestos a llevarse un buen motín de dinero. Se trata del primer asalto (exitoso) a un barco con bandera estadounidense desde comienzos del siglo XIX. Capitán Phillips porta la audacia aventurera de películas como Kon-Tiki, por remitirnos a un ejemplo reciente de odisea en las aguas, pero traspasa ese simple encasillamiento por encuadrarse mayoritariamente dentro del thriller. Y allí entran en juego elementos como el suspenso, la rigidez, la negociación, la toma de rehenes, entre otros. Tom Hanks es el principal sostén de la proyección. Nuestro protagonista expresa con total naturalidad y verosimilitud extrema sus sensaciones. Se preocupa, se incomoda, se angustia y se emociona. Con fruncir el ceño o con una mirada basta para comprenderlo. Y para creerle. Una fantástica actuación que le otorga un plus a lo que Paul Greengrass ya nos cuenta más que aceptablemente. Y los secundarios lo escoltan, colaborando gratamente para cerrar un producto redondo. El creador de The Green Zone sabe aportarle un grado de tirantez a la cinta que se mantiene, en líneas generales, uniforme durante todo el metraje. Quienes ocupan el rol de villanos llevan la característica de la peligrosidad casi impredecible de sus acciones. Sujetos nerviosos, poco fríos para manejarse, amenazando constantemente y en una postura firme-ciega en cuanto a la persecución de sus objetivos. Todo encaja perfecto en la creación de una atmósfera tensa que ocasiona y conserva la expectación del público. LO MEJOR: Tom Hanks. Cómo se narra la historia. Entretenida, con aires de buen thriller. Nerviosismo. LO PEOR: su duración, algo extensa. PUNTAJE: 8
Viejitos piolas Últimamente al gran De Niro se lo ve en este tipo de papeles triviales, autoparódicos. En Last Vegas se le suman Michael Douglas, Morgan Freeman y Kevin Kline. Cuatro vejetes inmiscuidos en una comedia menor, de tono simpático y sin mayores atractivos que la mera presencia de sus protagonistas. La historia, trillada, parte de una anécdota de nuestros intérpretes principales cuando niños. La placa nos enseña que, 58 años más tarde, algo los volverá a reunir: Michael Douglas anuncia su casamiento con una mujer a la que prácticamente dobla en edad, organizando qué mejor celebración que una despedida de soltero en Las Vegas. Si se la analiza como un producto que invita al puro entretenimiento, la película es pasable, agradable y pasajera; tampoco posee una dinámica o desenfreno importante en sus escenas como para enlazar con fuerza al espectador. Si se la observa como comedia (género en que se encuadra), Last Vegas tiene sus pros y contras: no se trata de una cinta de carcajadas aunque alterne entre buenos y muy buenos gags; por otro lado, esos tintes humorísticos de a ratos pecan de previsibilidad, de inofensivos y de ampliamente conocidos. Curiosamente, los momentos más divertidos quedan a cargo de Kevin Kline, concibiendo al personaje con mejores salidas y pases a la humorada. Robert De Niro no necesita esforzarse demasiado y le basta con sus clásicos ceños fruncidos y alguna que otra mueca que destile disgusto hacia una determinada situación. A Douglas le toca el rol más canchero de los cuatro, mientras que Morgan Freeman se percibe sobrio dentro de sus pasajes jocosos. No hay nada que nunca se haya visto en el desarrollo argumental de la proyección, de hecho Jon Turteltaub le añade unas pizcas de drama y romance que desvían un poco la atención hacia una ladera que roza lo cursi. Factiblemente a la narración le falte el mismo vigor que al estado físico de las figuras, en un film que refleja burlonamente los achaques de la vejez y resalta la lealtad y los códigos de la amistad. LO MEJOR: lejos de sus papeles recordables, pero los cuatro protagonistas. Algunos que otros momentos graciosos. LO PEOR: no innova. Le falta fuerza, los gags son mayoritariamente tibios. Predecible. PUNTAJE: 6,1
Condenado a no ser Jafar Panahí está molesto, cansado del encierro. La cámara lo enfoca entretanto desayuna, se prepara un té, recibe al delivery de comida y alimenta a su iguana. También conversa telefónicamente con su abogada, se asesora y se informa. La situación lo inquieta y no es para menos. El iraní quiere hacer cine pero no puede. No lo dejan. Mientras aguarda el veredicto final en su casa, nos cuenta acerca de algunas de sus películas anteriores, de puestas en escena, secretos y fragmentos que hasta reproduce en unos DVDs. La sentencia consta de 6 años de prisión y 20 de prohibición para dirigir. Panahí no mató ni robó a nadie pero cometió un “delito”. Al menos eso dictaminan desde la justicia. Jafar pensó distinto, apoyó a un grupo político opositor al de turno; entonces lo encasillan en conceptualización de “actividades contra la seguridad nacional”. El artista al que le cortaron las alas. De eso se trata. Sus ideas están intactas, pero no las puede exteriorizar o materializar en una proyección que se lleve a cabo desde su dirección. No puede culminar de esculpir sus obras ni ordenar siquiera un “corten”. Pero el creador de El espejo se las rebusca y no toma la cámara: para ello lo llama al documentalista Mojtaba Mirtahmasb y le delega dicha función. Y a partir de allí da sus testimonios, despliega conocimientos y hasta se da el gusto de recrear secuencias del producto que no le permitieron concebir. Toma unas cintas y en un santiamén construye un escenario mientras ensaya, con énfasis y el guión en su poder, un puñado de diálogos. Y se frustra, se pregunta por qué puede contarlo pero no desarrollarlo. Se percibe natural, tampoco escandaliza ni se victimiza. Es fin de año y los fuegos artificiales suenan fuerte. La gente está de festejo, en contraste con Jafar. Él juega con su celular, utiliza el modo de video y conversa con su colaborador. Y por las dudas aclara, que esto no es una película. LO MEJOR: la propuesta, distinta, natural, sincera. La utilización de un audiovisual como modo de denuncia y forma de expresión. Los conocimientos del director. LO PEOR: no funciona más que como un producto diferente que despierta curiosidad. PUNTAJE: 7
Negociando con Travers Saving Mr. Banks (el título local no termina siendo certero) resulta interesante por la línea narrativa con la que la propuesta se vuelca en la pantalla. Disney se publicita a sí misma desplegando un abanico de condimentos que en su conjunción cierran un producto afable. La historia trata sobre la escritora P. L. Travers (Emma Thompson) y su dura negociación con Walt Disney (Tom Hanks) respecto de la cesión de derechos para la adaptación a la gran pantalla de la novela que creó acerca de Mary Poppins. Al bueno de Walter lo favorece una mala pasada económica de nuestra protagonista y, tras años de persecuciones e insistencias, la encuentra en sus oficinas a fin de concretar la producción. Pero Travers porta un carácter difícil de llevar y el asunto se va tornando cada vez más complicado. La prolijidad es un aspecto sumamente destacado en la película. No hay nada que esté fuera de lugar ni de tiempo, ni tampoco se perciben pasajes de grandes lagunas argumentales. El plato fuerte se sirve a partir de la enorme actuación de Emma Thompson, cimentando un personaje que irrita por su terquedad y sus modales tan rígidos como detestables. Es que para Travers no hay peros que valgan y cada detalle tiene que hacerse como ella lo solicite, con una puntillosidad prácticamente insoportable. Los secundarios no desentonan (y sí entonan afinada y simpáticamente unas cuantas melodías pertinentes a la adecuación musical de Mary Poppins) pero quien también desempeña un trabajo importante aquí es Tom Hanks, con una presencia que se siente agradable en cada participación en el relato. Técnicamente no hay nada que reprocharle y si bien la dinámica no es de lo mejor, se hace mayormente entretenida gracias al carácter de los diálogos y de las situaciones que se acontecen. John Lee Hancock apela además a unos efectivos flashbacks que nos permiten conocer el pasado de Travers, su niñez a cargo de un padre animoso con sus hijas pero con un revés vinculado al alcoholismo. Por medio de esos instantes podemos conectarnos con el costado afectivo y sentimental de Travers, una persona de apariencia fría y reticente con una infancia severa. Saving Mr. Banks encuentra el equilibrio en lo emotivo: no recae en cursilerías pero tampoco conmueve a grandes escalas. Se trata de una cinta correctísima, cuidada y amena que no llega a trascender ni a calar hondo en el espectador. LO MEJOR: la interpretación de Emma Thompson y Tom Hanks, en ese orden. Bien filmada, se narra de una manera que convence y agrada. LO PEOR: no funciona más que como un producto llevadero. PUNTAJE: 7
Duelo de veteranos Un póster llamativo desde lo improbable de ver a dos señores grandes en un ring, con la trayectoria que ambos tienen, y un tráiler que no dice nada como elementos promocionales de un film que, lisa y llanamente, convoca por la curiosidad que genera la mera cuestión de observar a estos grossos en acción, enfrentándose a trompadas limpias. Pero una vez más y, como dice el refrán, del dicho al hecho hay mucho trecho. La historia, simplona y trillada, nos remite a la fuerte rivalidad entre Henry (Sylvester Stallone) y Billy (Robert De Niro). Cada cual ha sido derrotado en una ocasión por el otro, quedando la que oficiaría de desempate pendiente tras el inesperado retiro de Henry. Las vueltas de la vida los vuelven a medir en una última pelea. La tercera es la vencida. Peter Segal intenta sacar a flote la proyección a base de guiños y referencias a Rocky y Raging Bull, pero en este caso todo se limita a lo paródico intentando hacer sonar las situaciones de modo simpático. El inconveniente se da en que el tono de cada pasaje es prácticamente el mismo en cada oportunidad; si bien algunas ocurrencias resultan en parte graciosas (especialmente las que quedan a cargo de Alan Arkin), muchos gags se sienten forzados e incluso inocentes, inofensivos. A lo mencionado el director le añade una pequeña pizca de romance al incluir a Kim Basinger como Sally, quien tuvo su historia amorosa tanto con Billy como con Henry. Ajuste de cuentas se burla amenamente de la vejez y de sus consecuencias físicas. Sin embargo, estos dos viejitos piolas han perdido destreza y musculatura pero no las mañas, por lo que se aprovecha para ocasionar momentos de chicanas verbales y mini enfrentamientos previos al “gran día”, siempre con la misma acentuación que, en su afán de hacer reír, se tornan repetitivos y predecibles. A los tropezones y dando la apariencia de engrosar el metraje con eventos que ofrecen más y más de lo mismo, la película nos lleva (al fin) a lo que oficiaría de circunstancia más esperada, al clímax, al anhelado mano a mano. Pero la desilusión se hace presente y es más grande todavía cuando lo que debería levantar la performance del producto acaba convirtiéndose en una especie de lección moral comandada por el inverosímil de cada suceso que se manifiesta. LO MEJOR: Stallone, De Niro y Arkin. Lo que se muestra luego de los créditos finales. LO PEOR: predecible, sin cambio de ritmo, monótona, inocente y decepcionante. Ni siquiera la pelea está a la altura de lo que se esperaba. PUNTAJE: 4
El patriota De Alec Baldwin, pasando por Harrison Ford y Ben Affleck hasta llegar a Chris Pine. Diferentes estilos para encarnar a Jack Ryan. Más allá de cuestionamientos acerca de si da o no la talla para el papel, no se puede dejar caer todo el peso sobre el joven que ofició de Kirk en las Star Trek de J.J. Abrams si el guión se enmaraña dentro de sus propias lianas argumentales. De hecho, Pine cumple y probablemente sea de lo más rescatable de la proyección. En esta oportunidad, nos adentramos en el accidente que sufre Jack y cómo tras una ardua rehabilitación conoce a Catherine (Keira Knightley). Nuestro protagonista es contratado como analista bursátil de la CIA, tarea con la que descubre extraños movimientos bancarios vinculados a fines terroristas. Así es como Ryan se ve obligado (y movilizado por un patriotismo siempre exacerbado) a calzarse el traje de agente e inmiscuirse en una riesgosa misión en tierra rusa. Kenneth Branagh, director del film, no está nada mal como villano y, aunque no sobresalga, consigue que se lo mire con cierta empatía por su desempeño. Es quien actúa como motivo de empuje para que nuestro héroe mueva todas sus fichas para desenmascararlo e impedir una devaluación monetaria digna de generar una catástrofe financiera en Estados Unidos. Lógicamente, intervienen una suerte de mini subtramas (por decirlo de alguna manera) elaborados de forma muy poco minuciosa para complicar tanto la estadía como los objetivos del bueno de Jack. A la película no se le puede cuestionar el mantenimiento de un ritmo agradable y que engancha mucho más por la fluidez de los acontecimientos que por sus resoluciones. Y precisamente este último punto es el más decepcionante en esta cinta que combina un poco de thriller con acción y espionaje: las determinaciones elegidas no sólo contienen un grado de inverosimilitud y ridiculez cuestionable, sino que además son tan inocentes como algunos comportamientos del personaje que interpreta Keira Knightley. En definitiva, Código Sombra: Jack Ryan se puede disfrutar si nos enfocamos a dejarnos llevar por el entretenimiento que nos ofrece, gracias a su dinámica y si nos proponemos hacer la vista gorda a todo aquello que escape a su solidez argumental. LO MEJOR: mantiene un buen ritmo, entretiene. LO PEOR: vueltas de tuerca ausentes, resoluciones criticables, poco creíbles. PUNTAJE: 5
Mini caudillo Un arranque potente y efusivo se difumina lentamente con el correr de los minutos, no solo en nitidez sino también en intensidad. Esa decaída obra como uno de los problemas fundamentales del film; la extensión del metraje no se condice con lo que ofrecen sus escenas. Esa incapacidad para ocasionar inquietud en el espectador resulta uno de los aspectos más flojos del relato. El juego de Ender nos remite a la novela más famosa y premiada de Orson Scott Card, en un futuro en el cual existe una escuela militarizada (y espacial) encargada de preparar ampliamente a una cierta cantidad de niños a fin de defender una venidera invasión a manos de alienígenas que reciben el nombre de insectores. Proveniente de una familia experimentada en el rubro bélico, Ender Wiggin (Asa Butterfield) se presenta como “el elegido” según la mirada del coronel Hyrum Graff (Harrison Ford). El jovencito no solo posee un gran potencial con aptitudes para la destreza y el pensamiento lateral, sino también una actitud avasallante y tenaz. Muchos tramos de la historia están dedicados a la simulación y entrenamiento a base de videojuegos, similares a los utilizados hoy en día en consolas como la Playstation 3 y Xbox, entre otras. Nuestro protagonista incursiona en ese mundo virtual empleando su inteligencia para desplegar un abanico de estrategias, algo que no hace más que maravillar a Graff, bajo la interpretación de un Harrison Ford que, si bien empieza en buena forma, va perdiendo solvencia y credibilidad en su personaje conforme avanza la proyección. Y he aquí otros de los puntos poco pulidos, el tema de las actuaciones. El papel mayoritariamente robótico que le toca a Asa no termina de convencer por lo forzado que se percibe. Pero probablemente el caso menos verosímil esté a cargo de Nonso Anozie, en una caracterización de un sargento casi caricaturesca, cuando en verdad debiera infundir respeto y temor en sus súbditos. Pero el gigante (mide más de 1,90 m.), con unos gritos que no guardan para nada relación con su expresión gestual, aparenta mostrarse más bonachón de lo que su puesto le ocupa. La dinámica sufre altibajos y todo parece limitarse a secuencias en donde las prácticas son utilizadas para acaparar el interés del público, fallidamente dado su monotonía y falta de sorpresa aunque de gran factura técnica si nos remontamos a sus efectos especiales. El peso cae por completo sobre Ender, y el modo en que le llueven loas y elogios de toda índole actúa como inclinación hacia un mensaje más esperanzador y prometedor del que se tendría que volcar y reflejar para suscitarnos, al menos, un poco de nerviosismo. LO MEJOR: los primeros minutos tienen mucha fuerza y enganchan. LO PEOR: todo se cuenta de modo poco sorpresivo. Las actuaciones, la falta de tensión. PUNTAJE: 4,7