Duelo antagónico Emocionante, atrapante y técnicamente impecable. Poco hay para reprocharle a Rush, es que si posee puntos negativos, de un solo visionado no se divisan fácilmente; por el contrario, hay que hurgar demasiado para hallar las falencias de esta aventura que no se limita sólo al mundo de las carreras automovilísticas. Daniel Brühl (Bastardos sin gloria), hace de Niki Lauda; Chris Hemsworth, del lado totalmente opuesto, encarna a James Hunt. Este biográfico apela constantemente al juego antagónico entre estos dos eternos rivales que se vieron las caras por primera vez en Fórmula 3, algo así como las divisiones menores de la gran categoría. Ron Howard idea un film en donde el atractivo principal está puesto en la rivalidad incompatible, en todo punto de vista, entre ambos personajes. El austríaco, incorruptible desde la conducta y la responsabilidad con su trabajo; el británico como hombre de la noche, el alcohol y los excesos. El andar solitario y retraído de Lauda en oposición al flanco amiguero y poblado de acompañantes de juergas de Hunt. La seriedad de Niki y su cautela ante el peligro; la impulsividad de James frente al riesgo, en una permanente cercanía a la muerte que él mismo asocia con la capacidad de hacerlo sentir más vivo y enérgico. Se desafían, se chicanean, ironizan y no dejan de estar pendientes el uno del otro. El hecho de conseguir el campeonato mundial a veces hasta parece quedar chico comparado con el efecto que genera derrotar e imponerse al enemigo. Una historia en la que el vértigo y la adrenalina de las secuencias de Fórmula 1 se condicen con la fuerza que portan los dramas personales y las cuestiones privadas de los corredores. Con la tragedia al acecho y con una increíble similitud en la adaptación de los hechos verdaderos a la pantalla grande, Rush emociona, entusiasma, entretiene y paraliza. La capacidad del director para volcarle crudeza y realismo a las situaciones está tan bien lograda que conmueve incluso a quienes conocen de memoria lo que había sucedido a mediados de los setenta. Dos personalidades. Dos celebridades, tan dispares como carismáticas y competitivas. Cada uno sabe en su interior que necesita del otro, no sólo para odiarlo, sino también para hacerse de un motor que lo motive al crecimiento y a la superación. En el fondo, y más allá de todo rencor y refunfuño, se admiran. Y el espectador agradece, mientras disfruta. LO MEJOR: las interpretaciones. El parecido físico que se obtiene con los reales. Las secuencias de carrera, a puro vértigo. La rivalidad, diálogos memorables. LO PEOR: podría haberse mostrado más acerca de Lauda que de Hunt. PUNTAJE: 8,2
Sylvester Dean Anderson Nostalgia. El director sueco de El Rito se jacta de reunir a dos enormes héroes del cine para construir un thriller carcelario pochoclero, poco pretencioso y con mucha acción dotada de buenos guiños ochentosos. El enfoque está puesto principalmente en lo que puedan ofrecer en cada participación los buenos de Arnold y Sylvester. La historia, sin ser rebuscada ni mucho menos, peca de a ratos por su inverosimilitud, especialmente en determinaciones que lo vinculan a Stallone como si fuese una especie de Macgyver musculoso y venoso. Es que en Escape imposible, el ícono de Rambo interpreta a un experto en salirse con las suyas para fugarse de todo tipo de prisiones, hasta que se halla envuelto en el mayor desafío de su vida, al ser secuestrado y llevado a una cárcel de tecnología y seguridad superiores a cualquier otra. Allí comienza a hacer migas con un recluso respetado en el establecimiento, el gran Schwarzenegger. Destacable resulta el ritmo que posee el film. No decae un solo minuto y no da lugar alguno al más mínimo esbozo de pestañeo o bostezo. Las situaciones y los personajes colaboran a la hora de hacer pasar un rato agradable al observador, sobre todo a aquel fanático de todo producto dinámico en donde los enfrentamientos y los acontecimientos se vayan dando por sí solos sin dejar demasiado espacio al uso del razonamiento. Escape imposible sí que se deja ver. Tampoco acaba siendo una obra imprescindible, imperdible. También es cierto que si no fuese por la presencia de los dos sacos humanos de masa muscular que marcaron épocas en el cine, el resultado hubiese sido bastante peor. A fin de cuentas, una proyección disfrutable, divertida y hasta con alguna vuelta de tuerca que vale la pena remarcar. LO MEJOR: pochoclera. Arnold y Sylvester. Se pasa rápido por su ágil narración. LO PEOR: determinaciones poco creíbles, casi fantasiosas. Curtis ’50 Cent’ Jackson y su poco aporte actoral, al que nos tiene acostumbrados. PUNTAJE: 6,5
Intrusos, molestos y de temer No estamos solos en el universo, y lo desconocido es mucho más temible que curioso. Scott Stewart consigue tensionar sorprendentemente. Se toma su tiempo, es cierto, pero cuando su escalinata aborda la cima del cerro, el suspenso se mete en la piel del espectador. También es real que se expone durante pocos minutos, no obstante se hace visible de manera efectiva y sin demasiados enredos ni determinaciones rebuscadas. Los elegidos emplea casi la misma fórmula que la mayoría de las historias que involucran a una familia acosada por constantes sucesos sobrenaturales, aunque aquí la invocación a espíritus pesados parece tomarse unas vacaciones, reemplazándola por la presencia de alienígenas. La lentitud con la que todo transcurre, extrañamente no le juega para nada en contra a la proyección, por lo que se aprecia un buen recurso en cuanto al modo de narrarnos los acontecimientos mediante la apelación a una suerte de “mini” subtramas que van desde la rebeldía y la fase exploratoria adolescente hasta la rutinaria vida de pareja en donde la retroalimentación parece pender de un hilo. Pero lo destacable y atrayente de Dark Skies se centra en la amenaza extraterrestre: sin ser escabrosa, obra con un tono tan oscuro como tenaz. ¿Cuál es el motivo perseverante del acecho de estos seres espaciales? Miedo, escepticismo y un sinfín de dudas se entremezclan hasta sobrepasar la mitad del film. Entonces Stewart despierta y se da cuenta que no le queda mucha más soga para terminar de abrazar al producto y con un acertado lanzamiento culmina anudando al público. Aunque no trascienda y probablemente sea más olvidable que memorable, cuando se arriba al clímax con sonidos chirriantes e iluminaciones sugestivas, el nerviosismo toma gran forma y acaba convenciendo al observador. LO MEJOR: actuaciones convincentes. Simple pero efectiva. El suspenso llegando al final. LO PEOR: el desenlace. Tarda en llegar al apogeo. PUNTAJE: 6
Rompiendo huesos, parte dos Esperadísima secuela de la violenta y sorprendente Kick-Ass, esta suerte de comedia negra que combina acción, superhéroes y mucha adrenalina. ¿Se cumple el famoso dicho que reza que las segundas partes no superan a las primeras? Discutible, pero lo que sí queda claro es que esta última edición no tiene nada que envidiarle a la iniciadora de la saga. Sin escatimar en sangre ni en secuencias crispadas, Jeff Wadlow parece encontrar el punto justo de cocción a la hora de montar cuadros estremecedores con menor grado de exceso. También sabe que la dinámica es un traje que le sienta bien en demasía a la historia, por lo que la película no decae un solo minuto y mantiene al público entretenido durante todo el metraje. Nuevamente, el personaje de Hit Girl se lleva todas las miradas, los aplausos y eleva la admiración de sus seguidores. La pequeña heroína es la verdadera y principal razón por la que Kick-Ass atrae y contagia. Y aquí hay una importante y destacadísima labor de la responsable de encarnar a la niñita de peluca violeta. Chloë Grace Moretz desborda de carisma y permite que el espectador disfrute, ría y se sienta seguro cada vez que ella aparece en escena; aniquilando villanos con su bestial y peculiar modo o incluso desarrollando una faceta aislada de la vida de superhéroe (rol que se muestra en este capítulo involucrándola en la cotidianeidad escolar). La inclusión de un nuevo personaje interpretado por Jim Carrey le da un baño de frescura a la narración, aunque quizás erróneamente no se le dé la participación necesaria como para aprovechar más al actor cómico de las mil y una gesticulaciones. El humor negro sigue haciéndose presente en Kick-Ass 2, y la reunión de dos grupos distintos de sujetos disfrazados con una imperiosa necesidad de imponerse como paladines termina resultando un elemento sugestivo. Quienes comulgan con Kick-Ass y quienes intentarán destruirlo bajo órdenes de un torpe y bien caracterizado bellaco bajo el seudónimo de “Mother Fucker” (ex Red Mist). Entretenida, disfrutable y con unas cuantas dosis cruentas de enfrentamientos, la cinta cumple con su cometido, incluso tornándose turbia cuando se llama a la tensión. LO MEJOR: Hit Girl nuevamente. Acción, bien filmada. Divertida. Un ritmo frenético. LO PEOR: se desaprovecha el personaje del coronel encarnado por Carrey, al no darle un mayor tiempo de colaboración que hubiese resultado atractivo. PUNTAJE: 7,2
Jugando a ser rudos El póster de Killing Season parece indicar que algo no va andar del todo bien, quizás por cuestiones que no son fáciles de explicar y que radican lisa y llanamente en la percepción. Dos grandes, sí, como Travolta y Robert de Niro, pero a veces y por más empeño que estos dos monstruos le pongan a las actuaciones, si el desarrollo de la historia desborda de ridiculez, difícil resulta sacar a flote a la pequeña canoa cinematográfica. Su director nos invita a navegar sobre ella, pero hundirnos parece inminente. La trama es simple, para nada enredada y, positivamente, entretenida. Al menos hasta la mitad del metraje. Un ex militar (Robert de Niro), frío, solitario y con karmas post guerra reside en una cabaña alejada de todo urbanismo. Un soldado de origen serbio (John Travolta), emprende viaje hasta su morada, conservando en su interior una flameante sed de venganza. En tonos amigueros, entrando en confianza y entre trago y trago la relación se distiende, permitiendo al turista europeo romper el hielo y proponerle a su enemigo llevarlo a cazar. A partir de allí, entre malezas y árboles, se da inicio a una ferviente batalla cuerpo a cuerpo. Más allá de los protagonistas, Killing Season tiene dos puntos a favor, y quizás uno de ellos (el entretenimiento) se desmorone durante los últimos treinta minutos; que sólo dure poco menos de hora y media es un alivio para el público. El problema esencial de la proyección parece ensancharse y hacerse más profundo que incluso las sangrientas heridas que sufren los participantes de este ¿thriller? o intento de, y tiene que ver con las ridículas y poco coherentes determinaciones o escapes que se rifan entre los oponentes. De Niro y Travolta se torturan, se persiguen pero no se ejecutan. El jaque de uno hacia otro nunca termina de ser mate; los muchachos parecen tomarse demasiado tiempo para dar la puntada final y las formas de zafarse (aún cuando parece imposible) son tan absurdas que provocan la anulación total de la tensión y del suspenso que en algún momento del film se supo crear. En escala decreciente, Killing Season acaba enmarañándose en su propia liana de desconciertos, desaprovechando la capacidad de dúo protagónico estelar. LO MEJOR: dura poco. Pese a todo no aburre. LO PEOR: la lógica se toma sus vacaciones. Descalabro de resoluciones ridículas y poco verosímiles. PUNTAJE: 4,6
Amigos y chasquidos que dicen mucho Divertida comedia que expone en pantalla, a puro estilo argento, el reencuentro, los desamores y una fresca bocanada de liberados y geniales diálogos de un grupo de treintañeros bastante bloqueados, inconscientemente, en cuanto a madurar y darse cuenta de la edad que poseen. El protagonista es Juan (Walter Cornás), quien tras separarse recientemente parece emanciparse de todo compromiso retornando a las reuniones amigueras, trasladándose en skate de un lado a otro, portando este elemento un valor simbólico de despojo y albedrío juvenil. Entre anécdotas, ironías y pláticas amenas entre los participantes, cada uno de ellos parece almacenar más de un infortunio amoroso en su historial, abordando la temática en una sintonía tan verosímil que permite que muchos se sientan identificados con los personajes. Juan trabaja con Luciana (Carla Quevedo en destacable y sorprendente encarnación) una joven difícil de descifrar, de apariencia naif, inocentona y conductas zonzas, que para nada van con el carácter y el modo de ser de nuestra figura principal. Pero hay algo que lo cautiva y lo compenetra con ella, quizás por oposición o percepción, sin embargo Juan comienza a enamorarse. Por momentos parece distinguirse, entre la niebla que separa la cámara de la puesta en escena, a un De Caro inmerso en la piel de quienes llevan a cabo las interpretaciones, con ese peculiar e inteligente humor, incluso cuando alguno cita la palabra “maestro” como fiel a su vocabulario. Angustias, alegrías, chasquidos como código para indicar la intensidad de un beso, juegos para conquistar mujeres, menciones cuasi nerds a los videojuegos, retratos satíricos y muy bien cimentados del loser argentino, algunos elegantes recursos técnicos y una banda sonora disfrutable sonando con Cosmo de fondo (vale mencionar el tema El dueño del sueño) fundan los motivos particulares para que 20000 Besos cumpla, sin llegar a trascender. LO MEJOR: el reparto en general, principalmente Quevedo y Alan Sabbagh. Los momentos graciosos, con ese peculiar sentido del humor impreso por su director. LO PEOR: parece faltarle algo al remate del film. PUNTAJE: 7
Policías ácidas y espontáneas Disfrutable comedia que mezcla la vieja fórmula de constituir un protagónico a partir de un dúo policial con chispa e incongruente entre sí, tanto en características como en modos de resolver las situaciones. Bullock y McCarthy son opuestas. Físicamente, en cargos y en sus maneras de obrar. Una pareja despareja que funciona cuando ponen en juego todas sus armas y espontaneidades en una dura y peligrosa misión que las une. Insultos, palabreríos, disputas, burlas, humor negro y buena musicalización son los condimentos especiales de este entretenimiento cinematográfico. La química entre las intérpretes contagia mientras le da dinámica y agilidad a los acontecimientos. Interesante también resulta el componente que va por afuera del lado cómico de la historia, en donde algunas pinceladas de violencia y acción dejan sus manchas artísticas en la pared narrativa de la cinta. Pero The heat no es pura vivacidad y posee algunos aspectos negativos que, al detectarse con facilidad, perjudican y reducen el score final del film. Uno de ellos radica en su extensa duración: este tipo de películas suele encasillarse en parámetros de un metraje que raramente supere los noventa minutos, de modo que el relato no se entorpezca virando en la redundancia, pero el empecinamiento de Paul Feig, su director, alarga la aventura hasta llegar prácticamente a las dos horas de proyección. Otro punto en contra tiene que ver con las reincidencias: cuando se fuerzan los gags a base de reiteraciones o estados de histeria del personaje de McCarthy (por encima de la media en cuanto a impulsividad), las secuencias pierden frescura y dificultan la lectura del espectador, quitándole ese flanco enérgico que predomina en gran parte de la cronología. Amena, divertida y con actuaciones pegadizas, The heat acaba siendo un producto satisfactorio, sin mayores galardones. LO MEJOR: el feeling entre Sandra Bullock y Melissa McCarthy. Entretiene, no se limita sólo a lo humorístico. LO PEOR: le cuesta cortar ciertas instancias graciosas a tiempo, antes de opacar los chistes por sus iteraciones. PUNTAJE: 6
DON’T LET GO Ficción, aventuras, drama, tensión. Alfonso Cuarón crea un clima apabullante, en donde la estética y el envolvente sonido son las estrellas de esta impactante obra cinematográfica. De lo mejor del 2013, la película aborda una peripecia espacial de un modo alucinante, como pocas veces se ha visto en este tipo de historias. Logra que el espectador se sienta lo más cercano posible a flotar en el espacio, con todo el terror y la desesperación que ello conlleva. Ryan Stone (Sandra Bullock) y Matt Kowalski (George Clooney) se encuentran reparando un satélite fuera de su nave. Él, jugueteando, siempre hablando en un tono pícaro, despreocupado y ducho en este tipo de asuntos. Ella, apenas comenzando y haciéndose camino como astronauta. Aquí la presentación de los personajes, a través de un plano secuencia majestuoso y sin desperdicio alguno propiciado por Cuarón. Pero algo rompe el esquema y un accidente inesperado hace destrozos, quedando Matt y Ryan ondeando en la perturbadora gravedad. A partir de allí la narración somete al observador a dejarse llevar por un mundo de sensaciones, invitándolo a recorrer el inmenso cosmos en la piel del dúo actoral (más que nada en Bullock), en lo que podemos denominar como cine-experiencia. Con una trama directa y poco rebuscada, la cinta nos pone los pelos de punta a partir de la creación de un universo tenso, tirante, en donde los momentos de suspenso resultan claustrofóbicos. La impresión de quedar boyando en la inmensidad intimidante del espacio y con la pérdida de conexión con cualquier tercero que pueda socorrer a nuestros protagonistas es inigualable. Y aplastante. El desconcierto, el temor y la exasperación que se construye se engrandece gracias a una puesta en escena sublime y un sonido arrollador. Pero no todo es magnífico en Gravity, aunque se le puede dejar pasar. El guión no es precisamente su plato fuerte, y aunque brille por el virtuosismo extremo de su imagen y sus efectos y nos impregne unos cuantos pasajes en la mente, puede dejar una pequeña sensación de que algo le ha faltado. LO MEJOR: un espectáculo visual. Intimidante, tensa, con una interpretación brillante de Bullock. Sonido envolvente. Se crea una atmósfera inmejorable, compenetrando al espectador en la historia. LO PEOR: probablemente lo simple que es la trama. PUNTAJE: 8,8
Una pava nazista sin hervir Lucía Puenzo logra ambientar notablemente la narración, valiéndose de su capacidad técnica y correctos recursos estéticos para darle un tono dramático y fino a la fotografía del film. Pero a veces, lo que resulta apreciable para la óptica humana, no se condice con la línea argumental. Wakolda nos remite a la historia de Lilith (Florencia Bado en destacable actuación), una niña de 12 años con problemas de crecimiento. Sus padres (Diego Peretti y Natalia Oreiro) hospedan en su hostería a un misterioso médico alemán (Álex Brendemühl). Éste, en la piel del acérrimo y perverso nazi Josef Mengele, parece obsesionarse con la pequeña a fin de someterla a tenaces experimentos que la ayuden a ganar unos centímetros más de longitud. Difícil de descifrar, el alemán intenta seducir y subir escalones en confianza desembolsando efectivo sin tapujos, ya sea por adelantado para su alojamiento o bien invirtiendo en negocios asociados a la familia. Pero hay algo que nunca cierra, y el flanco siniestro del doctor se va descubriendo poco a poco. Con una dinámica lenta, mansa pero sin aburrir, Wakolda se toma su tiempo para enlazar y enganchar plenamente al espectador. El relato encuentra su punto de equilibrio llegando a la mitad del metraje, pero luego empieza a decaer mientras se ahoga en su dificultad para cambiar de marcha, quizás en su afán por abarcar varios subtramas como el paso hacia la adolescencia y la mirada despectiva hacia el otro, elementos que más allá de estar bien contados, enfrían el eje central de la cinta. Un drama que goza de interpretaciones creíbles y afable pulso, con rasgos de buen cine y un trabajo de fotografía virtuoso. Un producto que de tan cuidadoso falla a la hora de cosechar suspenso, dejando una sensación de desaprovechamiento, sobre todo en lo que respecta a la tensión que se podría haber suscitado si se hubiesen pulido mejor las escenas en donde el personaje encarnado por Brendemühl debería invocar al horror y a la monstruosidad tan aberrante que formaron parte de su ser. LO MEJOR: dirección, ambientación, actuaciones. Gran calibre técnico. LO PEOR: decae con el correr de los minutos. Falla cuando debe generar tirantez. PUNTAJE: 5,6
Aventuras oceánicas Kon-Tiki termina resultando un más que ameno producto. Basado en hechos reales, el film noruego posee una base sólida como una roca en cuanto a estética visual, encontrando en la mitad del relato su plato fuerte y más apetitoso. Obstinado y encerrado en su terquedad, Thor Heyerdahl está dispuesto a comprobar una teoría en la que se halla abocado hace tiempo, intentando demostrar cómo indígenas sudamericanos pudieron arribar a la Polinesia miles de años atrás. Sin financiación de terceros al tildar su idea de descabellada, nuestro protagonista reúne un equipo de cinco hombres para embarcarse por cuenta propia y llevar a cabo una travesía tan peligrosa como emocionante. Con un ritmo apreciable y una más que lograda puesta en escena, la película posee la condición de sumergir al espectador de lleno en una aventura admirable, haciéndolo partícipe y transportándolo a estados a través de los cuales pueda meterse en la piel de los personajes y experimentar diversas percepciones. Thor, como líder y conductor del grupo, no acepta que la balsa sea construida con elementos más avanzados que los utilizados por los propios nativos, asumiendo así un compromiso más riesgoso y real con la causa. A partir de allí y con un abanico de trances a enfrentar, estos audaces muchachos comienzan a toparse con diversas controversias que van surgiendo. Tiburones, tormentas y debilidades de su navío los acechan, generándose un clima tenso y en instancias agobiante. Kon-Tiki es una historia de superación y de un esfuerzo sobrehumano, tenaz, así como también una estampa acerca de valores, compañerismo y trabajo en conjunto. Una hazaña bien contada, que en su desarrollo encuentra los puntos más críticos y de mayor nervio, aunque no acabe de ocasionar una sensación de saciedad. LO MEJOR: agradable de ver, estimable. Bien narrada. Los pasajes de tensión. Lo interesante que resulta la aventura. Actuaciones. LO PEOR: no pule del todo la emoción. No invita a verla nuevamente. PUNTAJE: 7