Un viaje placentero J.J. Abrams vuelve a sembrar interés a partir de una secuela que no decepciona ni pierde el hilo en ningún momento. Star Trek 2: en la oscuridad sabe comprar al espectador otorgándole unas buenas dosis de entretenimiento pochoclero y un guión prolijo sin demasiados baches. La cinta nos mete de lleno en una verdadera aventura con excelentes tintes de ciencia ficción; clásicos y bastante vistos, pero que se muestran en sintonía con el transcurso del relato. Resulta importante destacar el hecho de que esta última entrega no tiene nada que envidiarle a la edición anterior e, incluso, hasta la supera en muchos factores. La historia, a diferencia de lo que viene sucediendo últimamente con muchos films del género, acierta en la escala y en el grado de entusiasmo que ocasiona: el ritmo se condice con el nivel de atención que suscita en el público, llevando la marcha por sí solo ascendentemente y sin plancharse en el desarrollo de la proyección. El reparto también ayuda a sumar unos cuantos puntitos al score; si bien Chris Pine sabe dirigir la batuta encarnando a un firme y a la vez atolondrado Capitán Kirk en la toma de decisiones, quienes se roban la película son Zachary Quinto y Benedict Cumberbatch, en ese orden. Quien ofició de joven cerebrito en Margin Call en esta oportunidad enlaza a través de la extraordinaria personificación de Spock, acertando en la frialdad, sinceridad y expresando, valga la paradoja, la inexpresividad del vulcano. Por otra parte, el protagonista de la gran serie Sherlock, es el encargado de impartir momentos de tensión e incertidumbre desde la interpretación del villano Khan. Cumplidora, entretenida y bien construida, Star Trek 2: en la oscuridad supera la expectativa y logra con su cometido, tanto en lo técnico (efectos, filmación) como en la trama. LO MEJOR: Quinto, Cumberbatch, la calidad del film. Aventurera, no aburre. LO PEOR: le sobran unos minutos. Algunas que otras exageraciones en ciertas resoluciones. PUNTAJE: 8,2
Aires de miniserie en un largometraje Causas y Consecuencias oficia de thriller-drama político, desbordante de diálogos mano a mano, miradas cruzadas y personajes que saben cosechar interpretaciones sumamente creíbles. Bajo la dirección (y papel protagónico, también) de Robert Redford, el film posee un reparto de ensueño, en donde Susan Sarandon, a pesar de su cortísima participación, se luce en las secuencias que le toca presentarse; Shia LaBeouf cumple en la piel de un periodista astuto, que rompe el molde y se adentra en la investigación; y la pequeña Jackie Evancho sorprende por su destacable caracterización a sus apenas 13 años de edad, como hija de nuestro sujeto principal. La historia narra, al principio intercalando material de archivo con ficción, la actividad movilizadora de izquierda de un grupo que recurrió a la violencia para manifestarse en oposición al gobierno estadounidense de los años setenta, como introducción a los hechos, y el futuro de cada uno de sus integrantes. Solarz (Sarandon) se entrega al FBI tras más de tres décadas del robo a un banco de Michigan que acabó con la vida de un guardia. Ágil e intrépido, el reportero Shepard (LaBeouf) decide indagar en el tema contactando a Grant (Redford) y develando la verdadera identidad de este terrorista devenido en abogado, refugiado en los suburbios de Albany, Nueva York. Esto despierta y alarma a la “Federal Bureau of Investigation”, iniciando una persecución frenética desde lo teórico y paulatina desde la filmación. El gran problema de Causas y Consecuencias radica en la lentitud en que ocurren los sucesos: la proyección parece transitar por una avenida colapsada, caótica, en donde nuestro auto no hace más que poner primera, adelantarse unos metros y volver a punto muerto. Existen dificultades para acelerar el ritmo, por lo que todo se va tornando cada vez más pesado y por momentos algo aburrido. El aspecto fuerte radica en las intervenciones de quienes conforman la nómina actoral, a base de unas expresiones absolutamente verosímiles, quedando la trama y el pasaje de los acontecimientos en la intrascendencia. LO MEJOR: las interpretaciones. Bien filmada. LO PEOR: no conecta. Le falta dinámica. No genera ganas de volver a verla. PUNTAJE: 5
Abrazo de gol Con una animación sublime para la industria cinematográfica nacional, Metegol definitivamente llama la atención de movida, animando y entusiasmando al espectador por su bella y colorida estética. Campanella, astuto y “bicho” como ningún director argentino, sabe lo que hace y cómo conquistar al público. Por algo supo cautivar al mundo con El Secreto de sus ojos obteniendo un muy merecido Oscar como mejor película de habla no inglesa. Y aquí, construye un universo en donde el entretenimiento, la chispa, los valores y las costumbres criollas se conectan, encajando a la perfección una pieza con otra. Para acentuar aún más las tradiciones de nuestro país, el creador de Luna de Avellaneda mezcla los mismos elementos que vimos en este film de 2004, jugando e involucrándonos a través de la sencillez y la cotidianeidad que vive el argentino, el porteño cuando se reúne en un bar, con gente de confianza, de barrio. A esto le agrega un metegol, y para emparentarlo todavía más con lo popular lo presenta a la vieja usanza, es decir, de plomo como solían ser antiguamente estos mini estadios de juego. Y como frutilla del postre e ingrediente quizás más bien comercial (si se permite el término) o atrayente, parece recrear el asunto con una especie de baño lúdico/carismático a los personajes similar al que adquieren los juguetes en la trascendente Toy Story. Entonces se hace presente la historia de Amadeo, un joven tímido, introvertido, con una habilidad extraordinaria para desempeñarse en el metegol. Invencible. Como todo bonachón y protagonista suele tener un rival, un muchacho tan vanidoso como detestable al que suelen llamar “El Grosso”. Este, al perder en un enfrentamiento con nuestro intérprete principal, jura vengarse al regresar al pueblo años más tarde desafiándolo a un partido de fútbol sin palancas ni jugadores de plomo… un duelo real, sobre el verde césped. Metegol oficia y funciona tanto para chicos como para adultos, brindando un espectáculo en el que la narración resulta ágil, por momentos graciosa (se pueden evidenciar algunos pequeños baches en algunos diálogos), con arquetipos minuciosamente edificados desde sus frases y conductas (por ejemplo El Beto, típico argentino agrandado, canchero, el “loco lindo”), con el plus de poseer marcadamente un mensaje moral, una nota de lealtad, compromiso, superación y, por si fuera poco, el amor como impulso motivador de acciones. Campanella lo hizo otra vez. LO MEJOR: la animación, la calidez y el carisma de los personajes. El sello del director, la mística que le imprime. Los valores que involucra la historia. LO PEOR: puede que no resulten del todo cómodos únicamente los doblajes de los sujetos más pequeños de la narración, en los primeros minutos del film. PUNTAJE: 8
Figurita repetida Películas como esta funcionan únicamente en su cualidad de pochocleras, para un público que busque disparos y explosiones en demasía y al cual no le importe o no se detenga demasiado en la absurdidad de sus resoluciones. Con una trama súper trillada, White House Down nos vuelve a sumergir en el peligro de que la Casa Blanca sea tomada por un grupo portentosamente armado, dispuesto a todo y despilfarrando municiones por doquier. El máximo mandatario (Jamie Foxx) debe ser salvado y mantenido a resguardo de los paramilitares, siendo el encargado de la riesgosa y destacadísima misión alguien que ni siquiera forma parte del equipo contratado por el gobierno (Channing Tatum). Cualquier similitud con Olympus has fallen es mera coincidencia. En este carnaval de sucesos poco creíbles, Roland Emmerich parece querer sacar chapa de su experiencia en efectos especiales e intenta impresionarnos con unas repetitivas y agotadoras muestras de detonaciones, mientras que, por otro lado y curiosamente, las balas impactan sobre las víctimas sin generar el derrame de siquiera una gota de sangre. Los films suman puntos y sorprenden por brindar o incluir, en determinadas instancias, algún que otro giro o elemento distintivo que le dé aunque sea un motivo al espectador para recordar la obra al menos favorablemente en algún sentido, pero lamentablemente White House Down tiene una performance tan sosa y previsible que hasta el más distraído puede verse venir y acertar qué va a ocurrir, quién se va a salvar y quiénes serán los que operen como traidores en el transcurso de los acontecimientos. Si Gerard Butler pudo solo contra un ejército en la resquebrajada Casa Blanca, Tatum también, y entonces todo cobra el aspecto de una copia más mala aún que la ilógica y mencionada precedentemente Olympus has fallen. LO MEJOR: el reparto se las rebusca para no desafinar tanto como la orquesta narrativa. LO PEOR: la constante sensación de “esto ya lo hemos visto”. Lo ridícula y absurda que resulta. Prácticamente igual a la protagonizada por Butler y Morgan Freeman. Dura dos interminables horas. PUNTAJE: 3,5
The horror is back El Conjuro emerge resucitando a un género que pedía a gritos una entrega de tamaña calidad que ocasione lo que el público objetivo le reclama al rubro: temor. James Wan (Saw e Insidious) se las ingenia soberbiamente para interiorizarnos en un relato terrorífico mientras nos deleita a partir de manejos de cámara exquisitos y una ambientación inmejorable, combinando una buena cantidad de efectivos travellings con secuencias de poca iluminación para aumentar la tirantez y el nerviosismo en cada pasaje del film. El Conjuro es un gran ejemplo de cómo diferenciarse o construir un muy buen producto con una historia que cuenta más o menos lo mismo que lo que nos brindan las cintas de terror clásicas: la típica casona abandonada a la que se muda una familia (los Perron) y en donde suceden todo tipo de acontecimientos sobrenaturales vinculados a espíritus y/o presencias demoníacas. Nada nuevo desde la teoría, pero muy distinto desde la práctica, en esta cinta la tensión y el horror vuelven a pisar fuerte amedrentando al observador de un modo similar al que supo hacerlo la antiquísima El Exorcista. La clave radica en su despliegue narrativo, en sus modos de sumergirnos en una tétrica y siniestra crónica que, además, se jacta de estar basada en hechos reales. El director le imprime una rigidez importante al jugar inteligentemente con la insinuación; aquí no pasa todo por el intercambio entre susto y sobresalto, sino por la edificación creciente de sensaciones que incomodan al espectador, en oportunidades a partir de escenas en donde la oscuridad prima y dependemos del fuego de un fósforo para ir visualizando parcialmente cada zona, con la amenaza o tentativa constante de que algo pueda aparecer repentinamente; en ocasiones con la conjugación de notas graves, chirridos de puerta y pisos de madera crujientes intercalados con ausencias de sonidos y la sola presencia sonora de los pasos o la respiración del protagonista en cuestión. Y a veces ese recreo al que se nos somete forma parte de un simple esbozo que opera como prueba o movilización de temor, incitando al miedo y a la seducción terrorífica de manera constante. Vale destacar las muy buenas actuaciones de Vera Farmiga y Patrick Wilson especialmente (Ed y Lorraine Warren), en este film repleto de tensión, profanación, nerviosismo y presencias de objetos y muñecos sugerentes tétricamente hablando. Lo mejor de terror de los últimos años. LO MEJOR: logra el objetivo sin quedarse en la media de lo que se ofrece típicamente en el género. Todo no ocurre porque sí y solo para generar saltos; existen buenas argumentaciones. Cómo se juega con la insinuación. Técnica y estética visual. Sonido. Tensión. LO PEOR: en algunas instancias se abusa de los lugares comunes. PUNTAJE: 8
Logan y los japoneses Quizás producto de otro bien logrado pero engañoso tráiler o tal vez haya sido obra de la creación de una expectativa mayor, pero al fin de cuentas esta entrega cinematográfica de Marvel entusiasma muy poco. Wolverine entra en calor en la primera vigorosa secuencia, cuando salva la vida de Yashida, impactando de lleno en el público y dejándole una grata impresión debido a sus impecables efectos especiales. Hasta allí e incluso unos cuantos minutos más la historia parece ir encaminándose por buen rumbo, pero tramos próximos a la llegada de nuestro protagonista a Tokyo, el sendero se visualiza nebuloso, desconcertante no desde el punto atrayentemente enigmático que suelen mechar en su contenido algunas películas, sino desde la desorientación que ocasiona en el espectador. Entonces comienzan a hacerse más presentes unos cuantos diálogos más lentos que motivadores, aspecto que le quita tirantez al relato. Los factores que mantienen a flote esta proyección se basan en la propuesta (o más bien obsesión) de Yashida hacia Wolverine de “extirparle” su inmortalidad argumentando que al fin podría tener sueños, formar una familia y una muerte honorable, a lo que el mutante, terco como de costumbre, se rehúsa. La oncóloga del moribundo nipón cobra mayor protagonismo al resultar ser una pieza clave del plan en esta suerte de leyenda de “mortalizar al inmortal”, debilitando a nuestro héroe poco a poco. Uno de los motivos por los cuales The Wolverine no se acerca siquiera al nivel de sus anteriores ediciones vinculadas a X-Men radica en la falta de tensión que poseen los acontecimientos: en ningún momento se incomoda al espectador invadiéndolo de nerviosismo. Más allá, también, de algunos fallos de guión y un final discutible, la carismática y sobria presencia de Hugh Jackman y las muy buenas escenas de pelea hacen que la película apruebe tan justo como si Wolverine rasguñase el puntaje con la punta de sus garras de adamantium. LO MEJOR: los momentos de acción. El mano a mano arriba del tren bala. La secuencia que nos presenta Marvel (como es habitual) en los créditos. LO PEOR: no enlaza, no genera atracción plena. Posee altibajos. PUNTAJE: 6
Googleros viejos Guionada por uno de sus protagonistas (Vince Vaughn) y dirigida por Shawn Levy, The Internship nos adentra en la historia de dos vendedores con métodos comerciales bastante tradicionales y anticuados que se quedan sin empleo y no tienen mejor idea que inscribirse en una pasantía extremadamente competitiva para puestos de trabajo en Google. La película cuenta con dos razones principales por la cual divierte, agrada y logra mantener al espectador firme en su lugar: Vaughn y Owen Wilson. El dúo cómico rema y rema en un mar de amenos acontecimientos (a pesar de la presencia de oleajes bastante previsibles) con prácticamente la misma iniciativa y espíritu que le ponen en la ficción del film. Aprendices fuera de línea comete el mismo error que las comedias de los últimos tiempos al no conseguir suscitar mínimamente tres o cuatro carcajadas, que es lo que tanto espera el público encontrar cuando va a ver proyecciones de este género. Sin embargo, se puede rescatar algún que otro muy buen gag y el apreciable dinamismo que se aplica para que el rumbo de la narración no sufra demasiados altibajos, más allá de unos pequeños e innecesarios recursos cursis híper vistos en determinadas secuencias. Alternando entre unos cuantos clichés, ratos bastante entretenidos y un mensaje moral de trasfondo destinado a promover el trabajo en equipo, la iniciativa y la “caradurez” de ser emprendedor para obtener lo que uno quiere, The Internship aprueba con lo justo y alcanza para hacernos pasar gratos minutos. LO MEJOR: el dúo protagónico. Meterse en el mundo Google, la competencia nerd. Entretenida. LO PEOR: no nos sorprende en cuanto a resoluciones. En instancias apela a sentimentalismos que no funcionan en este tipo de películas. PUNTAJE: 6,1
Acción, efectos y punto Esta última entrega de Guillermo del Toro, director mexicano que supo destacarse por El Laberinto del Fauno, entre otras, nos permite visualizar una historia de calce Hollywoodense orientada a una temática bastante abordada últimamente: la peligrosidad del fin del mundo a manos de extravagantes criaturas que no hacen más que ocasionar destrucciones y asolaciones de ciudades enteras en tan solo cuestión de minutos. En Pacific Rim hay mucho del clásico estereotipo de film japonés inclinado al enfrentamiento entre una suerte de robots manejados por seres humanos. Aquí, estos androides enormes denominados Jaegers parecen ser la única alternativa de defensa ante los invasores Kaijus, unos extravagantes y gigantes monstruos bastantes duros de roer. Interesante resulta el aspecto humano resaltado en los pilotos en cuanto a la conexión o lazo que debe unirlos para combinar fuerza, músculo y destreza en el combate; mientras que del lado “fofo”, pensante y cerebral encontramos a dos nerds científicos tan impulsivos como competitivos que aportan el costado carismático y levemente humorístico a la narración (Charlie Day y un excelentemente caracterizado Burn Gorman). De trama sencilla y sin la contribución de nada sorprendente o llamativo, Titanes del Pacífico goza de unos FX que, si bien son formidables, no logran impactar netamente al espectador. Se abusa, como se esperaba, de la devastación indiscriminada de edificios, autos y todo aquello que esté en el camino del urbanismo propio de cada ciudad. Entretenida aunque en su incursión final algo pesada por su previsibilidad, la cinta no logra ocasionar estados de suspenso y tensión dignos de devorarnos las uñas. Así y todo, aprueba gracias a su atractivo reparto actoral y a algunas que otras buenas secuencias de batalla. LO MEJOR: los científicos, efectos. Se agradece la pequeña participación siempre bienvenida de Ron Perlman. LO PEOR: no sorprende, no tensiona, no ofrece nada nuevo. Se hace extensa. PUNTAJE: 6
Amanecer rojo, atardecer ridículo Esta remake de aquella película protagonizada por Patrick Swayze en los ´80 no hace más que jugar con las incongruencias de su patético guión intentando camuflar dichas fallas con la acción y los tiros que ocupan gran parte del film. Estados Unidos, de buenas a primeras despierta con la invasión inusitada de Corea del Norte, cuyos soldados (si se los puede llamar así) arman una batahola importante capturando curiosamente a ciudadanos tanto de alto rango jerárquico como a personas cualunques (a estas últimas como si fuese al azar, mientras otras almuerzan o toman un café mansamente en algún Subway, por ejemplo). Pero, para complicación de los norcoreanos, Chris Hemsworth, un marine que supo estar en la guerra de Irak, lidera y construye un mini ejército conformado por su hermano (Josh Peck) y un puñadito de jovencitos inexpertos que nunca en su vida han tomado un arma más que virtualmente en alguna edición de Call of Duty. Red Dawn tiene un arranque agradable, con bastante dinámica y fuerza. Casi que los primeros treinta minutos se pasan bastante rápido y permiten mantener al espectador, dentro de todo, enfocado. Pero a partir de allí, la cinta empieza a tornarse cada vez más sentimentalista, cursi y, especialmente, ridícula. La forma en que estos chicos se desenvuelven ante adversarios que pueden considerarse como expertos en materia militar es extremadamente inverosímil, incoherente y absurda. Las trampas que le juegan para robarle sus armas o sumar puntos en la batalla son más similares a un juego de niños de 10 años que a un enfrentamiento de tamaña peligrosidad. Además, tras un “training” de pocos días, los novatos parecen manejar el armamento mejor que cualquier caudillo experimentado; ni que hablar de sus “habilidades” para fabricar y detonar bombas a tiempo. Lamentablemente, el film transita sin ton ni son, sin vueltas de tuerca ni sucesos impredecibles y hasta parece que su hora y media aproximada de duración se hace interminable y tediosa para el público. Para colmo, el final se presenta simulando conllevar una secuela. LO MEJOR: los primeros treinta minutos. Alguna que otra maniobra de acción de Chris Hemsworth. LO PEOR: los 60 minutos restantes. Predecible, termina aburriendo y haciéndonos desear el desenlace de una buena vez. PUNTAJE: 2,5
Mi noble favorito Si bien es difícil superar (o igualar) el nivel de la primera entrega referente a las aventuras de Gru y sus “secuaces”, Mi villano favorito 2 no se queda tan atrás logrando una muy buena performance a base de un entretenimiento y una espontaneidad destacables. En esta oportunidad, nuestro protagonista se aleja de sus maléficos y originales planes para dedicarse al cuidado de las tres huerfanitas que lo ablandaron en la primer película y también a la producción de jaleas muy poco gustosas. La liga anti villanos contacta a Gru para tratar de hallar y capturar al creador de un suero de transmutación que puede ocasionar un caos en el mundo, indexándole como compañera a Lucy, con quien nuestro ex villano comenzará a involucrarse sentimentalmente. El punto fuerte del film se aloja en el divertidísimo y acelerado ritmo que posee el relato, dejando vacante el bostezo y el aburrimiento; y el aspecto clave radica en las apariciones de los Minions, probablemente los bicharracos más simpáticos y carismáticos de las últimas cintas de animación. Los monstruitos amarillos cobran mayor participación en la proyección y compran al espectador a partir de su encantadora, graciosa y extrovertida naturalidad para desenvolverse en cada escena que les toque hacerse presentes. Si bien resultaba más agradable ver a nuestro personaje principal como un “canalla querible”, este nuevo costado más noble no le sienta nada mal y no le hace perder toda su mística atrayente. Mi villano favorito 2 goza, además, de una musicalización fuerte y dinámica, incluyendo en una secuencia temas pegadizos como Where Them Girls At de David Guetta y Don´t Stop The Party de Pitbull. LO MEJOR: los Minions, la animación (como siempre). Graciosa, con un ritmo impecable. Funciona en niños y adultos. LO PEOR: la idea o trama no es de lo más original. No supera al primer film. PUNTAJE: 7,4