De odios y encantos Disney realiza una jugada fuerte con Maléfica, dándole un toque más oscuro y gótico, tanto a la historia como a la puesta en escena. Se trata de una de esas películas que divide opiniones, sin llegar a la categorización de films netamente controversiales o polémicos ni mucho menos. Angelina Jolie es la encargada de conquistar al público a partir del rol principal, redondeando un papel aceptable. Robert Stromberg es el director de esta cinta que nos interioriza en la vida de Maléfica, esa conocida villana que a causa de determinados acontecimientos se volvió seria y tenebrosa. Existe una atinada y más que cautivante utilización de la fotografía conforme al avance de la narración, alternando colores vivos o cálidos en las épocas alegres y filtros apagados o fríos en las etapas de resquemores y redenciones. Vale destacar que si bien puede resultar apta o disfrutable para prácticamente todas las edades, no se vuelca a lo infantil en los sucesos que expone. Salvando algunas contadas secuencias de intentos de chispa fácil de las que son partícipes las tres hadas, Maléfica no lleva un tono aniñado, siendo este uno de los elementos que permite que también funcione en espectadores adultos. La obra de Stromberg es poseedora de una primera media hora llevadera, pasajera, que transcurre con bastante agilidad. Quizás los problemas encuentren su espacio en las intermitencias que se van sorteando a lo largo de la historia, relevando momentos buenos y regulares. Como fábula dispuesta a sacar a la luz una mirada distinta de los hechos, la proyección se topa con algunos inconvenientes de fondo: así como aprovecha esa permisividad o libertad para darle al antiguo cuento de hadas algunos giros interesantes, no termina de exprimirlo por completo desestimando la posibilidad de plantar en la gran pantalla algunas circunstancias todavía más osadas y de mayor poder sorpresivo. Mención especial al rubro técnico, responsable de que la entrega sea más fácil de visionar, dándole una pincelada de encanto a partir de muy buenos efectos y de un abanico de colores que deleitan la óptica del observador. En lo que concierne a las interpretaciones, es acertado agregar que tanto Angelina Jolie como Sharlto Copley acaban concibiendo buenos papeles, aunque sin la fuerza necesaria que proporcione un plus de conexión. Maléfica es un relato de odios, resentimientos, venganzas y hasta arrepentimientos, que con una buena cantidad de componentes al alcance de su mano para descollar termina quedándose a mitad de camino, entre el universo de humanos y el páramo de seres encantados. LO MEJOR: todo lo pertinente a lo técnico. El comienzo, entretenido y sugerente. LO PEOR: no le saca el jugo necesario a la historia. PUNTAJE: 5,4
Tierra hostil Cine australiano que emerge bajo la manga de David Michôd, realizador de Animal Kingdom, en 2010. Aquí en The Rover, todo suena vacío, desangelado, vacuo. El desgano como denominador común en cuanto a personajes, imágenes, fotografía y dinámica de la historia. Un film que cuenta con el atractivo principal (y quizás el único) de reunir a Guy Pearce, Robert Pattinson y Scoot McNairy (este último de menor participación). El director nos adentra desde un primer momento en lo apagado y en lo solitario de una tierra de nadie en la que cada uno de los personajes se muestra desconfiado, abandonado y hostil, como en una suerte de resignación y mal acostumbramiento a un modo de vida tan monótono como insustancial. En ese árido y desierto sur de Australia unos sujetos se llevan el auto de Guy Pearce, y a partir de allí nuestro protagonista se dispone a perseguirlos hasta conseguir aquello que es de su pertenencia. Así, simple y sin demasiadas vueltas se desarrolla esta especie de thriller de ritmo sumamente pausado, que a veces abusa de su lentitud poniendo en peligro la fuerza de conexión para con el espectador. The Rover peca por su irregularidad al enlazar y desconectar casi continuamente. Entre una escena y otra existen pasajes que, más allá de su buena factura técnica por ciertos encuadres y planos, se estiran innecesariamente en duración. Una película de miradas extensas, de diálogos escasos pero portadora de una banda sonora punzante y turbulenta de una peculiar extrañeza hipnótica. Se destaca Pearce, barbudo, desprolijo y descuidado en concordancia con su rol y con el resto de los participantes de este relato que se visualiza y sabe amargo, añejo. Robert Pattinson sorprende redondeando una más que aceptable encarnación, acompañando en gran forma a nuestro intérprete central y hasta logrando, en ese territorio incómodo y desaliñado, cierto poder de empatía por la mezcla de inocencia y sinceridad que exterioriza su personaje. The Rover es una proyección quizás no tan apropiada para el público común. Intermitente y densa, suma puntos cuando nos remitimos a la labor de su reparto y a todo lo que concierna al apartado técnico. Como historia, no aporta nada nuevo, se queda merodeando en ese polvoriento páramo que creó su director. LO MEJOR: las actuaciones. La banda sonora. LO PEOR: lenta, vacua, irregular, previsible. PUNTAJE: 4,5
La crispación Finalmente se estrena la esperadísima Relatos salvajes, tras esa postergación de una semana que no hizo más que alimentar la ansiedad y las expectativas en el público. Gran aparato promocional de un film que, de antemano, parecía que encastraba todas las piezas en su lugar, al reunir un reparto de ensueño, un tráiler potente y una serie de historias sugerentes. Todo bajo la manga de Damián Szifrón, una de esas mentes brillantes a la hora del desarrollo y de la creatividad. Un director minucioso y con un amplio abanico de conocimientos, algo que se percibe cada vez que nos topamos con una producción suya. El creador de la inolvidable serie Los Simuladores construye una película feroz, osada, violenta y desfachatada. Una propuesta brava que además sale airosa por su admirable riqueza técnica. En Relatos salvajes algo está por explotar. Todo el tiempo. Es una bomba a punto de ser detonada, con las consecuencias extremas que ello puede llegar a ocasionar. Seis episodios distintos que encuentran en común la locura, el desparpajo y el desorden de sus personajes ante situaciones que los desbordan. Ya no sirve tomar aire y contar hasta diez, los problemas y conflictos en los que se ven envueltas las figuras que componen cada mini historia superan su tolerancia, abriendo paso a que esparzan y desparramen de su interior los comportamientos y las acciones más bestiales. El director de Tiempo de Valientes ha demostrado ser sumamente hábil a la hora de destilar humor en las secuencias de sus creaciones. Con un estilo muy particular, la socarronería está a la orden del día en los relatos que nos exhibe. Una comedia negrísima, disfrutable, que incursiona casi constantemente en la sátira, en algunos delirios y hasta en el absurdo (especialmente en el capítulo que inicia la cinta) de un modo en el que el espectador se pueda sentir a gusto e incluso cómplice en determinadas circunstancias. Es cierto que existen episodios que tienen mayor vigor y poder de enlace que otros. Si bien en líneas generales cada uno tiene lo suyo y son bastante parejos en cuanto al espectáculo que brindan, es factible que el que le toca protagonizar a Érica Rivas, si bien no está nada mal concebido, no posea la misma energía que los demás a causa de un estiramiento de minutos al momento de darle un cierre. Relatos salvajes es atroz. Su reparto cumple con creces; da gusto ver a Ricardo Darín, Darío Grandinetti, Rita Cortese, Oscar Martínez y Leonardo Sbaraglia, entre otros, en una obra cinematográfica. Szifrón maneja la cámara con holgura y también los silencios de una forma exquisita para generar rigidez en cada historia. En oportunidades la tensión es tan prominente que da lugar a que cualquier cosa pueda suceder, inquietando en escalas crecientes al observador. Un film que conecta desde el arranque, que contiene una crítica social (siempre con su peculiar tono) y que no escatima a la hora de exponer mordazmente la corrupción. Imperdible. LO MEJOR: la sátira, las situaciones extremas de cada historia. Las actuaciones. Muy bien realizada. Bestial, salvaje, osada, entretenida. De tan tensa se vuelve impredecible. LO PEOR: el último episodio. Si bien es bueno no se equipara con los anteriores. PUNTAJE: 9
Diluvio, obsesiones y deseos Noé emerge con la imagen de Russell Crowe a la cabeza y bajo la manga de ese polémico director llamado Darren Aronofsky, encargado de imprimirle su sello a un relato bíblico, con todo lo que ello puede implicar. El realizador de Pi: Faith in Chaos, Black Swan y aquella durísima y excesiva obra de culto titulada Requiem for a Dream, entre otras, ha sabido ganarse acérrimos defensores y también detractores a lo largo de su carrera. Su cine no tiene medias tintas, divide aguas. Y este tipo de narraciones no escapa a la excepción, puesto que puede generar controversia dependiendo de qué lado se encuentre el espectador en cuanto a creencias y modos de ver los acontecimientos. Aronofsky, para muchos visionario, para otros un provocador, se toma sus libertades a la hora de representar en la gran pantalla la historia del Arca. Más allá de las opiniones diversas que pueda suscitar, resulta como mínimo cautivante observar con cautela y curiosidad la plasmación de los hechos desde la mirada del creador de The Fountain; el nacido en Brooklyn no se ata ni se encierra en lo literal y se anima, una vez más, a abrirle las puertas al debate. Para ello cuenta con un Russell Crowe de gran interpretación, con una conducta obsesiva y tenaz, encarnando a un Noé que muta y se enceguece con su cometido. También, con autonomía, le da vida a unos rocosos seres denominados Los Vigilantes y juega, favorecido por una estética más que sugerente, a brindarnos una serie de pasajes oníricos. Tampoco le tiembla el pulso al momento de añadirle una cuota de salvajismo y de crudeza a algunas que otras secuencias. El film, casi apocalíptico y con una inspección crítica hacia la conducta y la naturaleza humana, tiene sus intermitencias y declives. Si bien mayoritariamente la proyección se percibe interesante y hasta con buenas dosis de tensión, las más de dos horas de metraje le restan algunos puntos en lo que concierne a fuerza de enlace. El director nos libra de la armonía y se inclina hacia un espectáculo visual con instancias o tintes de cine pochoclero, y a la vez le agrega oscuridad a muchos de sus personajes, los mismos que motivados por sus deseos cultivan lenta e interiormente un espíritu rebelde. Noé es atrayente de antemano, desde el vamos, por tratarse de un texto sagrado, con todo lo que ello conlleva, y por la particularidad con la que un realizador controversial como Aronofsky pueda volcar su perspectiva, su panorama y su siempre especial estilo. LO MEJOR: propuesta jugada. Buenas actuaciones, principalmente de Crowe. Gran puesta en escena. Se presta a debates. LO PEOR: se hace algo extensa. Le sobran algunos minutos. PUNTAJE: 6,5
Aventura y chispa en el espacio Marvel sigue convocando gente a las salas. Parece haber encontrado la fórmula o, mínimamente, haberla perfeccionado para seguir fabricando productos tan rendidores como taquilleros. Algo llama la atención en Guardianes de la Galaxia ya desde su tráiler, difícil de definir. En dicho adelanto unos cuantos personajes de diferentes formas, especies e incluso colores se presentan como una sugerencia que aparenta y da pequeñas muestras de humor. James Gunn, su director, tiene gran mérito a la hora de moldear a esas personalidades en lo que concierne a cualidades carismáticas propias de cada uno, siendo tal vez el mayor acierto y lo que permite que el film se mantenga con una equilibrada vivacidad durante los 120 minutos de metraje. Una aventura cósmica sumamente entretenida y con un ritmo que destila energía en cada secuencia que se expone. Guardianes de la Galaxia no es lo mejor de Marvel ni mucho menos, pero claramente sabe cómo fusionar los elementos necesarios en su justa proporción para que el barco salga a flote y llegue a buen puerto. En este aspecto interviene una estética que por su pluralidad de tonalidades y sus vigorosos efectos especiales estimula al espectador a seguir la narración con animosidad. Chris Pratt encabeza a un equipo de sujetos dispares encarnando a Peter Quill, conformando una buena performance. Zoe Saldana lo acompaña y cumple como Gamora. El resto merece una mención especial, puesto que son quienes representan los picos máximos en materia de conexión y enlace para con el público. Al rocoso Dave Bautista le toca interpretar a Drax, un tipo temible por su apariencia que se va soltando a base de algunas buenas intervenciones graciosas. Rocket, un mapache charlatán y Groot, una especie de árbol de grandes dimensiones hacen la diferencia para acabar convirtiéndose en el atractivo principal de la historia. Son estos dos últimos los que se llevan todas las miradas y ocasionan los momentos más ocurrentes de la cinta. No todo es color de rosa en la obra de James Gunn; si bien la mayoría de los gags funciona con creces, existen algunos que otros chistes que no explotan al carecer de ingenio o por acabar recayendo en ciertas dosis de infantilismo, por llamarlo de algún modo. También se dan determinadas resoluciones que por su naturaleza improbable se tornan discutibles, sobre todo hacia el tramo final. Guardianes de la Galaxia vale la pena, sobreponiéndose los puntos positivos a los negativos. Divertida, espontánea, chispeante y ágil, traslada sus acontecimientos con descaro y frescura, resultando una propuesta disfrutable. LO MEJOR: La diversidad de personajes. Groot y Rocket. La dinámica de la película. Colorida. LO PEOR: pequeñas determinaciones discutibles. Cuando los gags no funcionan (pocas veces). PUNTAJE: 7,4
¿Le gustó o no le gustó? Fabián Forte y Nicanor Loreti reúnen a este dúo bastante particular que despierta curiosidad en las personas, de acuerdo a cómo podrían llegar a desempeñarse aquí en Socios por accidente, una propuesta simpática pero poco novedosa que le abre las puertas a toda la familia. Muchos se acercan a las salas movilizados por esa inquietud que les infiere el hecho de ver a ambos personajes en el protagónico; otros, por considerarse netos seguidores de Pedro Alfonso o del propio José María Listorti. Antes que nada, remontémonos a los orígenes de cada uno. Listorti, locutor y humorista, ha sabido ocasionar, a lo largo de su carrera, sensaciones opuestas entre los fieles televidentes. Un tipo que ha suscitado carcajadas desde aquella degustación de bebida en supermercados en las épocas de Videomatch, sección que se denominaba “Jugo Loco”, en la que la gente probaba un sorbo de ese extracto de horrible sabor y, ante las caras asqueadas de los participantes, nuestro presentador lanzaba el famoso “¿le gustó o no le gustó?”. También se lo ha visto con elevados grados de desfachatez en cámaras ocultas a famosos, ya sea pronunciándose como un poeta o bailarín de poca monta, o sometiéndolos a situaciones hilarantemente vergonzantes. Pedro Alfonso, por otra parte, más contemporáneo, ha sido productor de Ideas del sur, siendo convocado al staff de Showmatch. Acercándose a la modelo Paula Chaves y tras el visto bueno de la mirada de Marcelo Tinelli, el joven oriundo de Mármol fue ganando terreno, hasta empezar a participar en certámenes de baile, dentro del show, denominados Bailando por un Sueño. En Socios por accidente, una suerte de comedia de acción estilo “buddy movie”, la fórmula a base del dúo principal funciona con intermitencias. Mientras que “Peter” encarna a un agente de Interpol, José María interpreta a un traductor de lengua rusa que debe prestar sus servicios para una misión peligrosa. El comienzo y los primeros cuarenta minutos poseen un ritmo afable. Quizás existan ciertas cuestiones previsibles y algunos gags que, de tan reiterativos, pierden un poco de fuerza, pero también vale destacar el timing de Listorti a la hora de arrojar determinados chascarrillos. El comediante opera como el componente de la proyección que mejores momentos saca a relucir. Los pasajes de humor quedan limitados esencialmente a su aporte, por lo que su presencia resulta determinante a la hora de conectar al espectador con los sucesos. La trama, sencilla y no del todo elaborada, tiene sus altibajos, puesto que la película no busca ahondar demasiado en la profundidad del guión sino simplemente agradar a través de circunstancias amenas y llevaderas. La historia pierde energía aproximándose al tramo final, sufriendo un leve declive en escenarios como el de la selva, por citar un ejemplo. Con pros y contras, Socios por accidente es entretenida en líneas generales, redondeando una performance regular. LO MEJOR: algunas instancias humorísticas, a cargo de Listorti. Pedro Alfonso cumple, a pesar de no poseer experiencia en el rubro. LO PEOR: intermitente, previsible, poco novedosa. PUNTAJE: 5,2
Tipos rudos Patrick Hughes le da vida a esta tercera entrega netamente pochoclera, orientada a un público específico, ese que viene aguardando hace tiempo para volver a verle las caras a viejas y prestigiosas estrellas que han dejado su huella en el mundo del cine. Los Indestructibles 3 no es para todos los gustos, sin embargo abarca y cubre un gran porcentaje de espectadores que se acercan a las salas a simplemente dejarse llevar por los estruendosos sucesos que se desarrollan y exhiben a base de explosiones, tiroteos, derroche de municiones, saltos y golpes. Una saga que comenzó bajo la manga del propio Stallone, como director y además como líder de la batuta en el protagónico. Quienes la critican acusan una alta previsibilidad y un guión pobre; con otra vara la miden sus seguidores, justificando que lo importante en este tipo de proyecciones radica en el simple hecho de observar a grandes íconos de la industria cinematográfica, juntos y en acción. La base está. Se mantiene el mismo equipo de mercenarios que prevalecía y propinaba golpizas en las ediciones anteriores, esto es, con Stallone, Jason Statham, Terry Crews, Dolph Lundgren y Randy Couture. Lógicamente, también Arnold Schwarzenegger conserva su rol. Aquí tampoco se pierde la inclusión de nuevos y reconocidos rostros; así como entre la primera y la segunda parte figuras de la talla de Van Damme, Bruce Willis, Chuck Norris y Mickey Rourke hacían sus apariciones, en Los Indestructibles 3 le toca el turno a Harrison Ford, Wesley Snipes, Antonio Banderas y Mel Gibson, este último como Stonebanks, conformando una agradable y carismática interpretación como el villano de la historia. En la película no hay sorpresas, acontecimientos inesperados ni ingeniosos giros argumentales. Todo se mueve al son del desparrame de cartuchos, metrallas y a aquellas cuestiones que permiten otorgarle dinamismo y adrenalina a la narración, algo que ya desde el arranque se hace presente con una entretenida secuencia. No hay nada novedoso o que se salga de la vaina respecto de los episodios precedentes. Los diálogos, entre sencillos y con algunos que otros leves momentos de chispa, simplemente cumplen con la función de ocupar algunos minutos más y darle un respiro a las escenas de acción. No hay demasiada tela para cortar en el film. Una saga que llama la atención y atrae a partir de la parafernalia que acarrean los nombres que constituyen el elenco. Los Stallone, los Schwarzenegger, los Statham y los Gibson son los que le dan ese toque distintivo y es gracias a ellos que el producto suena algo mejor que si se tratase de actores menos afamados. Los Indestructibles 3 acaba siendo más de lo mismo, casi una suerte de placer culposo que cobra mayor dimensión por las mencionadas glorias del cine. LO MEJOR: el reparto, la dinámica de la historia. La aparición y performance de Mel Gibson. LO PEOR: no aporta nada nuevo. Es más extensa que las anteriores, algo que le juega en contra a la hora del enlace con el espectador. PUNTAJE: 6
Siga a esa carretilla Propuesta oriunda de Paraguay, suelo poco explorado y escasamente conocido en materia cinematográfica. 12 cajas asoma como un exponente digno de ser recordado por su gran puesta en escena, por su fuerza y por su vertiginoso ritmo, principalmente ese que en su arranque, a puro vigor y a pasos galopantes sumerge de lleno al observador en la historia. Película que puede ser enmarcada como un thriller con momentos o tintes de acción, que a la vez mezcla algunas que otras secuencias de humor de tono socarrón. Dirigida por Juan Carlos Maneglia y Tana Schémbori y nominada a Mejor Película Hispanoamericana en los Premios Goya de 2012, arriba un poco tarde a las salas argentinas. Los directores nos enseñan lo arduo que puede resultar el trabajo en algunos sectores de su país, así como también las miserias del mismo. Víctor es un jovencito carretillero que trabaja en un mercadito en el que la competencia por “ganarse el mango” se deduce y se percibe agitada. Nuestro protagonista se nubla y se aísla cada vez que enfoca su vista en la televisión; sueña con aparecer en ella. El punto de inflexión se da cuando le encargan el transporte de siete cajas cuyo contenido desconoce. Como anticipo le entregan la mitad de un billete de 100 dólares, de modo que una vez concluida la encomienda pueda recibir la mitad restante. En el camino, las cosas se complican más de la cuenta. Si hay algo por lo que realmente se justifica el visionado del film es por su ágil, trepidante e hiperactivo comienzo. La media hora inicial porta una energía y una frescura contagiosa que enlaza espontáneamente al espectador con los sucesos. Esta presentación es factiblemente el punto más alto de 7 cajas. Pero como ocurre con todo pico o auge, en algún momento la estabilidad cambia de rumbo y el declive se hace manifiesto, en este caso de un modo no tan vertical, permitiendo así el mantenimiento de la expectación para quienes observan del otro lado de la pantalla. Existen pasajes en los que diferentes sucesos alarman o incrementan la tensión. El abanico de variantes que se utiliza para crear esa sensación de nervio funciona favorablemente, sobre todo en lo que concierne a la primera mitad del relato. El problema quizás esté dado en el grado de pesimismo o en el carácter perjudicial, contraproducente de cada uno de los acontecimientos que se exhiben. Todos los personajes parecen tener una dosis elevada de mala suerte, infortunio o lo que sea que los haga verse envueltos en un sinfín de oportunidades adversas, algo que a la larga puede terminar impacientando o molestando más de lo necesario al público. Los realizadores paraguayos nos muestran, entre verdades e ironías, el funcionamiento de una determinada zona, en donde nadie es de fiar y el ritmo de vida se siente tan duro como desmoralizador. No escatiman a la hora de despotricar contra el mecanicismo o el accionar policial, aplicando unas cuantas y, mayoritariamente, buenas rebanadas de comedia negra (como se ha visto en otras tantas narraciones) que encierran una burla hacia la inoperancia de esa fuerza en particular. 7 cajas acaba redondeando una buena performance. Llevadera, entretenida aunque algo intermitente desde el segundo tramo en adelante, resulta una propuesta más que interesante. LO MEJOR: el comienzo, vertiginoso, explosivo. Buena puesta en escena. Las situaciones y la tensión. LO PEOR: pierde inevitablemente el ritmo hacia la segunda mitad. PUNTAJE: 7
Primates al ataque Uno de los estrenos más esperados del año emerge de la mano de Matt Reeves, director de aquella película de corto metraje titulada Croverfield, en el 2008. Exigente el desafío de esta entrega, teniendo en cuenta la buena sensación que había dejado su predecesora al combinar la frescura que supone el inicio de una nueva saga con elementos de aventura y también drama, para añadirle profundidad a la historia. Aquí, sin James Franco pero con Jason Clarke y Gary Oldman, el relato se vale de un plus de tensión y acción aún mayor para disfrute del observador. Un virus ha ocasionado una pérdida enorme en la vida humana. El caos predomina en la sociedad mientras los simios han sobrevivido e incluso logrado expandirse. Evolucionaron a niveles elevados. Poseen una capacidad de raciocinio increíble. Ellos quieren mantener su comunidad en paz, lo que implica la no presencia – invasión de los hombres. Siguen a un líder, al gran César, principal responsable del crecimiento primate. Cualquier mínima disputa o “acuerdo” incumplido entre ambas especies puede ser motivo de desconfianza, y con ella la germinación de una guerra. Reeves, de buen pulso narrativo, nos sumerge desde el arranque en el interior de la cotidianeidad de los simios, enseñándonos sus costumbres, hábitos y resaltando lo que prevalece entre ellos: la unión, el compañerismo. Una congregación con atributos de familia. Como el propio César se encarga de manifestar en varias oportunidades. De repente, ese inicio de apariencia mansa y de pasos lentos sufre un quiebre ante la primera aparición humana en territorio de los monos. La música se agudiza, las miradas se entrecruzan con el mismo nervio entre los participantes de la acción que el que moviliza al espectador. Algo se ha roto. La amenaza toma posesión y es motivo de preocupación. Quién empieza embistiendo. Quién termina atacando. Quién es el bueno. Quién es el malo. Reeves juega con el público y lo invita a inclinar hacia un lado u otro la balanza y sacar sus conclusiones, o simplemente permite que se deje llevar por su sentido de percepción o “simpatía” hacia uno u otro personaje de cada especie a partir de los acontecimientos que se van sorteando, con cambios, a lo largo de las poco más de dos horas de duración del film. El planeta de los simios: Confrontación tiene de todo. Aventura, acción, fuertes enfrentamientos y además una cuota dramática que cala hondo. Este último aspecto, tan necesario como en el episodio anterior, funciona como una pequeña fosa que lleva hacia los sentimientos encontrados de las figuras que intervienen en la proyección. En cada bando existe la rebeldía, la traición y la manipulación. Los simios crecieron tomando lo mejor de los seres humanos en cuanto a capacidades cognitivas y racionales. A veces, estas habilidades también pueden transportar a lo oscuro. Primates versus hombres. Notable película. LO MEJOR: la historia. La diversidad de situaciones que se exploran. Drama, acción, entretenimiento. La puesta en escena. Elementos técnicos. Tensa. LO PEOR: lleva sus pasajes predecibles. PUNTAJE: 8
Extraños primeros planos Iván Fund es el director de Me perdí hace una semana, un film de apenas 70 minutos de duración que posee la particularidad de resultar muy difícil de ser sometido a un análisis severo, no porque lo que se exponga sea complejo ni mucho menos, sino por el modo de manifestarse que posee el realizador a través de la cámara y de las escenas que nos presenta. La película apela a los silencios, a cabezas gachas y a miradas que dan la sensación de abstraerse en la nada misma. Fund nos enseña distintos personajes que se relacionan o dialogan sin demasiada trascendencia. Michi es un tarotista gay que ha perdido a su perro. Probablemente los momentos de mayor calidez estén bajo su cargo, por su impronta, espontaneidad y chispa para intentar sacar adelante secuencias en donde las charlas parecen no dirigirse hacia ningún lado. Michi se conecta con la gente que vive en su barrio. La inexpresividad de los personajes procura que detectemos que cada uno de ellos no se siente netamente realizado. Los primeros planos abundan, se hacen extensos y no le aportan mayor profundidad al relato. No hay una trama definida, la proyección no busca precisar una historia determinada sino ahondar en las relaciones interpersonales. Lo que consigue Fund es ganar realismo, puesto que cada una de las instancias que monta expresa la cotidianeidad, los quehaceres y lo intrascendente que puede resultar una simple cena, un despertar, o una caminata por los alrededores del vecindario. Lo mismo ocurre en los diálogos; cada vez que observamos a los intérpretes sentados en una mesa manteniendo una plática la impresión que tenemos es que alguien ha dejado encendida la filmadora sin que los participantes se hayan dado cuenta de ello, para registrar la ocasión. Sin embargo, pese a la elevada cuota de naturalidad que acarrean los acontecimientos (muchos de ellos bastante alargados), la narración no conduce hacia un puerto de enlace para con el espectador, tornándose el asunto todavía más trivial. LO MEJOR: los momentos del personaje de Michi. LO PEOR: film frío, lento, manso y que se hace pesado a pesar de su corta duración. Diálogos que no conducen hacia ninguna parte. PUNTAJE: 3