Tensión + Paranoia = Miedo Cortita es en duración (casi 80 minutos) esta particular propuesta del joven realizador Benjamín Naishtat. Difícil resulta definirla dentro de un género en especial. Se puede decir que es un drama, quizás, que oficia de psicológico dado los retazos de intriga y de nervio que se esparcen sobre cada una de las situaciones que van aconteciendo de forma gélida, inquietante y oscura. También es complicado evaluarla en términos puntuables o del tipo calificativo buena-regular-mala, aunque lejos está de ser un producto que reúna mayor cantidad de elementos negativos que positivos. De hecho, el modo en que la película está filmada, con una estética interesante, ayuda o coopera a la hora de observarla con más atención. El relato nos sumerge en pequeños trozos de momentos en donde el temor contamina e invade el comportamiento de los seres humanos ante determinadas instancias que, por su extrañeza o por su cualidad de infrecuentes, suscitan conductas o respuestas en las que uno no sabe cómo moverse o actuar. Entre evento y evento se involucran diferentes personajes, de forma aislada, en una especie de mini fábulas; muchos de ellos comparten escena en algún que otro pasaje. No todo lo que ocurre en Historia del miedo tiene el mismo nivel de tensión, de hecho la intermitencia y la irregularidad entre disposición de unos y otros sucesos se percibe o se detecta con facilidad. Existe, para colaborar con la provocación propia de la proyección, elementos que juegan una pasada fuerte, como lo es el factor sonoro con la casi omnipresencia de ruidos derivados de alarmas, aspas de helicópteros y melodías agudas y punzantes. De igual forma se apela, además, a la inserción del silencio para generar resultados similares; la ausencia de lo estridente cobra protagonismo, cuando es necesario, abriendo paso a primeros planos, miradas y todo aquello que le corresponda a la función del ojo de la cámara, avispado e inteligente. A veces, es verdad, algunos corredores dan la apariencia de sonar de relleno. Su ritmo manso, lento y perezoso pero de naturaleza hipnótica requiere que el espectador esté armado de paciencia para visionarlos. Naishtat hace un paneo exploratorio sobre estratos sociales opuestos. La paranoia nace desde el interior para exteriorizarse frente a imprevistos de mayor y menor calibre, ya sea ante un corte de suministro de energía, un ascensor que se detenga o el acechamiento de algún sujeto intimidante. Los rostros, estupefactos, pasmados y los cuerpos inmóviles, reflejan la (no) reacción, el desconcierto y la incertidumbre. Una narración que no es para todos los públicos pero que lleva un sello distintivo gracias a la alternativa diferente que plantea desde el cómo. En Historia del miedo el denominador común es el asombro o la desconfianza hacia todo aquello que se exhibe como inusual o excéntrico, y nadie parece librarse de sentir esa incomodidad. LO MEJOR: el apartado técnico-sonoro. Sin ser una película de diálogos inquieta. Tensa, rara e hipnótica. LO PEOR: requiere tenerle paciencia por su tranco. Cuestiones irregulares. PUNTAJE: 6
Humor, crimen y pop en los ochenta La ópera prima de Natalia Meta está caracterizada por valerse de una producción brillante desde la puesta en escena. Se destaca el trabajo de ambientación logrado para plantar una estética que merodea en la oscuridad, en las luces de neón y que juega con el color fucsia en determinados escenarios para representar energía, entusiasmo y mucha vibra. Interesante encuadre ochentoso, con guiños a situaciones que tuvieron lugar en la época y con una crítica irónica hacia la corrupción y “adornos” de quienes ocupan posiciones de poder o rangos jerárquicos elevados en los sistemas judiciales-policíacos. El inspector Chávez (Demián Bichir) es el encargado de investigar un homicidio de trasfondo pasional-homosexual, ocurrido en una distinguida zona de Buenos Aires. El agente Gómez (“Chino” Darín), intenta cooperar en la resolución del crimen, aliándose a nuestro protagonista y alistándose en cada salida que pueda orientar a una pista para encontrar al asesino. Época en la que los cortes de luz también se daban con asiduidad, algo a lo que la directora recurre para contextualizar y sumergirnos en aquel entonces. La luminosidad desaparece. De repente se enciende la luz nuevamente. Lo mismo le ocurre a Chávez en su mente, al seguir diferentes indicios desmoronando y renovando su confianza y su percepción en diversas instancias. La noche de boliches como distracción y entretenimiento, evocando una música pop que conquista y enlaza al espectador con melodías que supieron hacer sonar de gran forma los muchachos del grupo Virus. Sería quizás equivocado, o erróneo, si se permite el término, observar a Muerte en Buenos Aires como un neto policial de intriga o intentar elaborar un veredicto sobre este producto solamente analizándolo desde la seriedad que le remite a ese tipo de género en especial. En la cinta entra en juego el humor en porciones abundantes, descomprimiendo el asunto, jugando a una suerte de buddy film pero principalmente apelando a la sátira y a pasajes en donde lo bizarro se hace presente con bastante recurrencia. Es a partir de estos últimos elementos donde la película se hace más fuerte y disfrutable y desde los cuales es necesario examinarla para luego elaborar una opinión certera. Convence el mexicano Bichir y sorprende con una más que aceptable labor el “Chino” Darín, al igual que Carlos Casella. Los secundan actores que le aportan carisma a sus personajes, como es el caso de Hugo Arana, Humberto Tortonese y Emilio Disi; y con participación acotada pero solvente Mónica Antonópulos. Es cierto, si nos referimos a los puntos negativos, que la historia tiene algunas cuestiones o resoluciones que dan la sensación de no estar del todo pulidas, pero los apenas noventa minutos de metraje que posee, la destacable fotografía, el baño de sarcasmo y las interpretaciones hacen de Muerte en Buenos Aires un más que buen film. LO MEJOR: musicalización, estética, actuaciones. Llevadera, con bastante humor e ironía. LO PEOR: vueltas de tuerca o determinaciones faltas de fuerza. PUNTAJE: 8
Goji is the King! Esperada como pocas, Godzilla ha suscitado un grado de ansiedad elevado en el público a través de un aparato promocional de lo más intenso e inquietante de los últimos tiempos. Tras aquella proyección que no terminó de enlazar bajo la manga de Roland Emmerich, la historia adquiere una metodología distinta en cuanto al tono y a la forma de presentarnos los acontecimientos, esta vez desde la dirección de Gareth Edwards. Podrá gustar o ser odiada, debido a ciertas determinaciones de las que muchos disten. Las medias tintas tal vez queden un poco al margen en la balanza que dictamine la puntuación del film. En esta entrega se dejan de lado aquellos tintes de humor que intentaban amenizar la narración en la edición que protagonizaba Matthew Broderick y se invoca más hacia el flanco dramático, al incluir y al mostrarnos sucesos que giran en torno a la familia. En ese lazo, Bryan Cranston saca chapa de su nivel actoral para lucirse como Joe, un ingeniero radicado en Japón, en una planta en la que algo fuera de lo común acontece, cambiando rotundamente su vida. La elección de insertar en el reparto a la figura máxima de Breaking Bad es un elemento que juega fuerte a la hora de sumar adeptos a la convocatoria a las salas; oficia como un plus o condimento extra principalmente para fanáticos de la prestigiosa serie de Vince Gilligan. Acompaña el joven (inflado muscularmente) Aaron Johnson (Kick-Ass). Existe un factor en la película que obra como divisor de aguas en materia de opiniones, separando a detractores de defensores del producto dirigido por Edwards. Ese punto de inflexión tiene que ver con la no abundante aparición en escena del monstruo marino, precisamente el aliciente o atractivo primordial de la cinta. Gojira asoma algunas de sus escamas, deja ver su lomo bajo el agua, pero cuando el observador quiere ver su porte por completo, un movimiento de cámara nos traslada hacia otro lugar. Lo bueno se hace esperar, dicen, y eso es lo que ocurre aquí; la inquietud muta a un estado de admiración cuando Godzilla finalmente se destapa y, con todo su esplendor, acapara y conquista cada una de las miradas expectantes. Diferenciándose de Guillermo del Toro, quien no escatimaba en Pacific Rim al momento de la exhibición de peleas demoledoras que ocupaban bastantes minutos en pantalla, el realizador Edwards evita recaer en la repetición constante de enfrentamientos atronadores y escandalosos entre gigantes y simplemente nos va dando pequeños pero gratificantes sorbos de acción en los que nuestro heróe, fortachón y de aspecto intimidante, se mide con criaturas de dimensiones similares. Quizás con algunas fallas de guión pero con una interesante manera de abordar las situaciones y de explotar, como se citaba anteriormente, más el drama que las pinceladas de comedia y los brotes continuos de ardor y batalla, el film se hace vigoroso cuando Godzilla emerge. Se toma su tiempo, es verdad, algo que puede incomodar a muchos y no molestarle a otros. Allí es cuando la controversia dice presente. LO MEJOR: el modo de introducirnos en los hechos, bien contado. Los momentos de Cranston. Godzilla, de presencia fuerte, intimidante y admirable. LO PEOR: se percibe alargada hacia el final. No termina de saciar las expectativas tan grandes que generó con su promoción. PUNTAJE: 6,8
Super Daddy Ya todos conocen el particular y poco común estilo de Luc Besson en cuanto a la construcción de las historias. Aquí en 3 días para matar, el francés se encarga del guión y de la producción del film. El nexo lo hace con McG, responsable de la dirección. Quienes suelen ir a ver una proyección tramada por Besson sabiendo de qué van sus relatos y qué tipo de situaciones se entremezclan en ellos sin demasiado sentido de la lógica, es difícil que clamen por coherencia o sencillez. En esta entrega no hay excepciones pero tampoco grandes sorpresas que realcen el status o la calidad de lo que se expone en la gran pantalla. El arranque, demoledor, con mucha fibra, adrenalina, tiros y retumbes explosivos, juega una suerte de doble faz: una que aparenta enseñar un costado pochoclero y enérgico (algo que si bien luego no se pierde, lejos está de ser desbordante); y otra que deja entrever la línea humorística adoptada de ahí en adelante. Costner encarna a un padre ausente, muy ocupado por su trabajo (agente-espía), que al recibir el diagnóstico de una enfermedad terminal decide al fin comenzar a pasar tiempo con su hija. En el medio, recibe un último encargo que incluye le provean la dosis de un remedio que le permita sobrevivir y alargar su período de vida. Sin embargo, esta droga experimental, también puede ocasionarle alucinaciones. Alrededor de dos horas dura 3 días para matar, algo que, para el tipo de acontecimientos que hay por desarrollarse parece (y además se hace) extenso. Lo que inicialmente prometía ser otra narración dotada de municiones desparramadas y de un ritmo ágil y desenfrenado se va diluyendo con el correr de los minutos, virando hacia una serie de hechos que se dividen y reparten entre el drama, el thriller y la acción. Bocanadas o trozos diversos que transforman a la película en una suerte de “multigénero”, en el que el primero de los elementos mencionados recientemente cobra, curiosamente, más protagonismo que los otros. Quizás allí, en ese afán de abarcar varias temáticas a la vez es donde encontramos la dificultad central del producto escrito por Besson; el problema no es la exploración de diferentes subtramas o la indagación en rubros distintos, sino su intermitencia y falta de profundidad para abordarlos, detalles que desenlazan en ciertos pasajes al espectador. Interesante y entretenida aunque irregular, el film se gana unos puntos gracias a la sólida, carismática y convincente gran interpretación de Kevin Costner. LO MEJOR: la actuación protagónica. Entretiene. Agradable cuando se apela a determinadas instancias graciosas. LO PEOR: intermitente. Da la sensación de que se podría haber resumido en menos metraje. PUNTAJE: 6
Con mucha tela (de araña) para cortar La segunda entrega de esta reformulación o reboot de la historia del arácnido es completa. Como sucedía también en su predecesora, el desarrollo del film no escatima ni se limita al mero entretenimiento que porten las secuencias de acción y vértigo entre los edificios neoyorquinos; en El sorprendente Hombre Araña 2 hay lugar incluso para algunas que otras risas provocadas por atinados y justos gags, y espacio además para que la historia de amor entre Peter Parker y Gwen Stacy siga su curso, entre los vaivenes que tienen en sus vidas los personajes, apelando así a una emotividad más profunda de lo habitual en cintas de superhéroes. ¿La secuela supera a la primera parte de la nueva saga? En muchos aspectos es superior y, como se mencionaba antes, más abarcativa a la hora de incursionar y ahondar tanto en los enfrentamientos, con sus efectos y demás, como en el trasfondo romántico. Este último aspecto vuelve a retumbar duro en el espectador, y mucho que ver en ello tienen los involucrados en el asunto y la forma en que nos enseñan su amorío. Andrew Garfield y Emma Stone le aportan credibilidad con una química que supera la media a través de una puesta en escena que, sin empalagar, cobra profundidad dramática y afectiva. Las miradas de uno hacia otro alcanzan para convencer al público, enlazarlo y por qué no hasta tensionarlo por las idas, venidas y complejidades de los adolescentes para sacar a flote el vínculo que los une y a la vez los desune. Se agradece un inicio que explora el alejamiento de los padres de nuestro protagonista, tirando la piedra de movida y recogiéndola más adelante para develarnos más detalles. Peter conserva resquemores por ese pasado inconcluso, al igual que los villanos de turno, con sus respectivos resentimientos y desasosiegos al sentirse invisibles (Max Dillon - Electro) o traicionados (Harry Osborn). El flanco malvado tiene un atractivo vigoroso e incluso agradable, dependiendo del personaje. Jamie Foxx, encarna a un sujeto por el que es fácil simpatizar, dado el costado inocente, si se permite el término, y carismático que le toca. Con su mutación a Electro, el hueso se torna duro de roer para Spidey. Por su parte, Dane DeHaan, con resentimientos que acarrea de un nexo conflictivo con su padre (casi como en el film Chronicle), sumado al evento que ocupa espacio en minutos más avanzados, interpreta a un Harry Osborn ojeroso y sin límites. Con ellos, Spiderman se ve envuelto en disfrutables momentos de adrenalina y batalla. El sorprendente Hombre Araña 2 deja un buen sabor. Más allá de una duración probablemente extensa, la película intenta justificar su metraje al sondear diferentes temas y situaciones que hacen a la historia del superhéroe arácnido y que resultan de utilidad para la mirada del observador. Como marca registrada de la casa, se aconseja ver lo que se muestra post créditos. LO MEJOR: abarca y toca varias temáticas. Entretenida, buenos efectos. Sumamente emotiva cuando aborda el romance. Las interpretaciones, los villanos. LO PEOR: incluso profundizando en varios eventos, más de dos horas de duración es bastante para este tipo de proyecciones. PUNTAJE: 7,9
Todo por un puesto Unos cuantos años tarde se anuncia en la cartelera argentina Exam, film británico que tuvo lugar en el 2009, siendo la ópera prima de Stuart Hazeldine. Una temática peculiar que ha sido explorada en películas como, por ejemplo, El Método, en la que participaban actores como Pablo Echarri y Eduardo Noriega. Un relato que guarda poca congruencia con la realidad si se lo analiza desde la exageración propia de las situaciones a las que son sometidos y en las que se involucran increíblemente (en ambos sentidos de la palabra, principalmente en el que refiere a lo inverosímil) sus personajes. ¿Hasta qué punto la intriga necesita ser forzada? Existen eventos que, incluso fuera de lo que se considere como admisible, el espectador está dispuesto a aceptar como pasables. Pero en esta ocasión, y quizás ese sea el mayor problema aquí, los acontecimientos que se sortean a lo largo del metraje van desmigajándose cada vez más hasta llegar al punto de atravesar, o más bien romper esa barrera que separa lo permisivamente inconexo de lo que suena más descabellado que negociable. No se puede dudar del efusivo y prometedor arranque que posee la proyección, en primera instancia con la presentación de cada postulante y algunos tics o pequeñas muestras de personalidad del carácter de cada uno. Lamentablemente, si bien el enigma prevalece, lo que transcurre se va tornando progresivamente antipático, quitándole así sentido a la narración. En Exam ocho candidatos para un puesto laboral compiten entre sí para tratar de hacerse con el ansiado cargo de una importante empresa. Una entrevista de trabajo que de movida se presenta enigmática, al valerse cada uno de los participantes de una hoja en blanco. Tienen ochenta minutos para responder una sola pregunta, un interrogante que aparenta nunca hacerse visible. Las condiciones para solucionar el planteo son opresivas y las consignas anunciadas inflexibles. Un guardia de seguridad los acompaña en la sala. Todos los condimentos que hacen a la sinopsis y al tráiler del film son, por lo menos, atrayentes, despiertan curiosidad. La fotografía y la atmósfera angustiante colaboran. Cada sujeto saca a relucir su carácter y sus cualidades a la hora de afrontar la problemática en cuestión. Allí afloran temperamentos y roles dispares; el líder, el retraído, el especulativo, el tenaz. El trabajo en equipo versus la conducta individualista suprema. Hazeldine sobrealimenta los sucesos, los engorda con recetas poco nutritivas y desbordantes de pimientos absurdos. El menú, con una apetitosa entrada, sigue su curso volviéndose tan poco gustoso en los platos siguientes que acaba tornándose finalmente desaborido para el paladar. Exam juega al drama psicológico y, si bien sus intérpretes cumplen bien con su cometido desde lo actoral, falla en el cómo, resultando insuficiente para dejar satisfecho al observador. LO MEJOR: la idea en general. La duración. La presentación. LO PEOR: pierde el hilo. Todo se torna más descabellado e inverosímil de lo aceptable. Historia desaprovechada. PUNTAJE: 4,7
Cuarteto carismático… y revolucionario La última propuesta del director Lionel Baier tiene sus instantes de gracia y de picardía. También pierde el hilo, en breves pasajes, y apuesta, en alguna que otra secuencia, al cambio de tono para no estancarse en un solo tipo de matiz. El sarcasmo está a la orden del día y los intérpretes colaboran mucho y positivamente en este aspecto. Todo se desarrolla durante 85 minutos. De impecable ambientación y situada en 1974, La gran noticia no es una comedia de carcajadas, sino de momentos de chispa. Pinceladas y acertados bocadillos que no se extienden más de lo necesario en la premisa buscada. Un estilo de humor particular, sazonado con el siempre gustoso recurso a la sátira. El cuarteto principal congenia gracias a la buena química y al carisma de cada uno de los personajes. Valérie Donzelli, llamativa, le aporta el toque sensual, provocador y desafiante al grupo. Y por eso se destaca. Aquí encarna a una periodista obsesiva con conseguir su propio programa, que es enviada a Portugal para compartir la cobertura radial con un reconocido en la profesión (Michel Vuillermoz), un hombre con crecientes problemas en su memoria. Al equipo se suma un técnico (Patrick Lapp) y más adelante un joven portugués que maneja el idioma francés (Francisco Belard). La bajada de línea que le realizan a quien comanda la emisora se justifica en el hecho de enseñarle a la gente el flanco positivo de lo que acontece en el mundo. Las personas no tienen ganas de levantarse de su cama con noticias que hablen de guerras y conflictos, parecen inculcarle a quien lidera la encomienda de radiodifusión. Entonces les solicita a sus enviados que se encarguen de divulgar la ayuda suiza a países con dificultades. En el viaje, y de trasfondo, estalla la Revolución de los Claveles. La película gana puntos cuando apela a la ironía, componente que se hace presente desde la primera secuencia de la narración, hasta en los diálogos de quienes interactúan y en diversas situaciones que ocupan lugar a lo largo de la proyección. Los cuelgues e inconvenientes a la hora de rememorar eventos por parte de Michel Vuillermoz, así como también su deficiente portugués, son factores que juegan una agradable pasada para el espectador. Incluso siendo poseedora de un metraje escaso, La gran noticia no acarrea un nivel de enlace parejo y quizás ese sea uno de sus déficits más importantes. Algunos cambios bruscos (pocos, por cierto) en cuanto al tinte que parecía primar en el relato tampoco acaban resultando de los más atinados. En líneas generales, Les grandes ondes es un film de pasillos amenos, de ritmo agradable pero que no aporta nada sobresaliente dentro del género. LO MEJOR: las actuaciones. El recurso a la sátira como modo de humorada. LO PEOR: pierde el fuelle en algunos momentos. No genera entusiasmo para volverla a ver. PUNTAJE: 5
Abnegación por marcar un camino Neil Burger supo alcanzar el pico de su línea filmográfica con la brillante obra protagonizada por Edward Norton, El Ilusionista. En aquella oportunidad su narración guardaba lugar en el 1900, con un drama de época que intercalaba magia con intriga. Aquí, en Divergente, la historia se sitúa en un tiempo mucho más adelantado, en otro de los tantos futuros post apocalípticos que nos suelen enseñar en diversas películas, principalmente en aquellas enmarcadas dentro del género de ciencia ficción. Un relato intermitente, con altibajos, en el que se expone una crítica hacia la amplia brecha que separa a quienes se encuentran en una posición de poder vigorosa de quienes ocupan estatus más débiles. Los que ejercen autoritariamente dominio y los sometidos. A partir de allí, como punto de inflexión entra en juego la rebeldía como elemento movilizador. Basado en la novela que lleva el mismo título que la proyección, el film nos interioriza en un mundo distópico, en el que los seres humanos están categorizados según su personalidad y su elección dentro de distintos frentes: Abnegación, Osadía, Cordialidad, Verdad y Erudición. Nuestra protagonista, Beatrice (o Tris, como se hace llamar), bajo la interpretación de Shailene Woodley (de aceptable labor aunque dé continuamente la sensación de no portar la presencia y la expresión necesaria para el papel), es Divergente, y esto supone una amenaza para los mandamás del sistema, dado su variabilidad a la hora de obrar y pensar. La pregunta, con la temática sabida de antemano y aún más con el desarrollo de los acontecimientos se cae de madura al hallar una clara asociación entre esta cinta y la taquillera Los juegos del hambre. Las cartas puestas sobre la mesa son prácticamente las mismas. Desigualdad social, arbitrariedad y órdenes dictatoriales que bajan por capricho desde los rangos que detentan mayor nivel de riqueza y, como si fuera poco, una heroína como revolucionaria. Cualquier similitud con la saga protagonizada por Jennifer Lawrence, ¿es mera coincidencia? Divergente tiene un arranque interesante que crece en ritmo a medida que vamos conociendo a Tris y al duro panorama que debe enfrentar para sobreponerse a las trabas y dificultades con las que se va topando. Probablemente su trasfondo romántico peque de cursi y colabore para que la dinámica se baje de un hondazo hasta arribar al tramo final. La película no aporta nada nuevo a un tipo de historia que se siente amena en su comienzo y pesada y bastante previsible en el recorrido que deriva de la mitad hasta el desenlace. LO MEJOR: una buena manera de empezar el relato. Bien filmada, entretenida esencialmente hasta la mitad. LO PEOR: muy predecible. No innova demasiado. Más de dos horas de duración resulta extenso para lo que hay por contar. PUNTAJE: 5
El amo de la sátira Segunda entrega de un relato que supo conquistar a muchos amantes de este peculiar estilo de hacer humor. Adam McKay engendró en el 2004 la primera parte de la historia del carismático y desternillante presentador de noticias Ron Burgundy, bajo la interpretación de Will Ferrell. En aquella oportunidad, todo tenía lugar en los años setenta; mientras que aquí, nuestro protagonista se ubicará en la etapa ochentosa. Ron y Veronica Corningstone llevan adelante, desde la conducción, uno de los noticieros más importantes y afamados del país. Una dificultad surge en la relación cuando a Veronica la ascienden y a Ron lo despiden, desvalorizándolo. A partir de allí, a Burgundy le cuesta encontrar y retomar el rumbo, hasta que lo convocan de una flamante cadena denominada GNN. El canal innova al lanzar la metodología de 24 horas diarias de noticias. Ron ve la oportunidad de volver a ser y acepta la propuesta, lógicamente citando a su conjunto de audaces compañeros para formar un equipo intrépido, extravagante y alocado para desparramar información con su característico y chispeante tono. Anchorman 2: The Legend Continues tiene un target bien definido. Constituye ese apartado de comedias absurdas que tanto gustan a un cúmulo de personas y al que tan poco sabor le encuentran determinados paladares cinéfilos. El film porta la energía y el desenfreno necesario para desenfundar una serie continua y casi infinita de bocadillos, uno tras otro y, como marca registrada de la casa, cada gag más disparatado que su precedente. La tendencia aquí, en el espectador que disfruta de estas jugosas y singulares historias, es la de descostillarse de risa por el simple hecho de lo delirante y poco lógico que pueda tornarse o plantearse una situación, respuesta o secuencia. En el film, todo puede suceder: podemos presenciar al personaje de Steve Carell dar un discurso en y de su “propio velorio”, a Will Ferrell alimentando a un tiburón con un biberón e, incluso, en apetitosos cameos, ver coincidir en escena a Will Smith, Jim Carrey y hasta al propio Liam Neeson, todos desde la lógica caricaturesca y sarcástica que prima en la cinta. ¿Algo tiene sentido en Al diablo con las noticias? Prácticamente nada, y de eso se trata, puesto que, valga la redundancia, ese es el sentido o eje movilizador de la proyección, el de disparar y ejecutar una broma tras otra desde el delirio que acarrea de antemano cada circunstancia. Si bien no todos los momentos tienen el mismo nivel de gracia y algunos pecan de repetitivos, el recurso a la sátira hacia los medios masivos de comunicación y a los programas dispuestos a sacar al aire y desvirtuar cualquier información con total de reinar en el rating es válido, dinámico y gozoso. LO MEJOR: el sinsentido propio de las situaciones para hacer reír al espectador. El reparto, las carcajadas de Carell, las caras de Will Ferrell. El tono satírico de la narración y los cameos hacia el final. LO PEOR: quizás más extensa de lo que debiera ser un film de este tipo. En instancias abusa de la iteración de chistes. PUNTAJE: 7,5
Eugenio se busca; sueño se persigue Daniel Burman tiene un modo particular de narrar los acontecimientos que ocupan lugar en sus proyecciones. Esto no quiere decir que posea un estilo complejo, rebuscado, confuso ni mucho menos; simplemente trata de explorar, de modo afable, ameno y a veces en demasía manso, las relaciones afectivas entre los personajes que constituyen sus obras. En ocasiones, al director de Dos hermanos, le cuesta decolorar el gris de las circunstancias que expone, alejándose del blanco y del negro, sin terminar de profundizar con el vigor necesario que se requiere para conmover y enlazar de lleno al público. En El misterio de la felicidad, Santiago (Guillermo Francella) y Eugenio (Fabián Arenillas) comparten todo tipo de experiencias. Son amigos desde hace apróximadamente tres décadas. También son socios en un local de electrodomésticos. El vínculo que los une parece pegarle o percibirse más fuerte en Santiago. Este mira a su colega, le brillan los ojos, sonríe y disfruta de cada momento que vive en compañía de Eugenio. Son más que compinches. Abren el negocio al unísono, desayunan, almuerzan, apuestan en el hipódromo, festejan, escuchan la misma emisora radial (cada cual desde su auto mientras viajan ambos vehículos pegados), se ríen del mismo chiste y se hacen cómplices al asentir observándose ante la humorada. Todo prácticamente de forma coreográfica. Además juegan al padel, almuerzan y cenan. Eugenio y Santiago no son pareja. Pero a veces, dicen, un amigo es la mejor pareja. Laura (Inés Estévez), la esposa de Eugenio, parece agobiarlo con tanto palabrerío. La mirada de este buen hombre lo dice todo. Algo lo invade. Santiago, lo conoce casi de taquito. Casi, porque un día, Eugenio desaparece de la faz de la tierra, sin previo aviso. No atiende llamados, no dejó ninguna nota. Y la búsqueda y el enigma emergen. La película no acaba de encuadrarse con claridad en un género específico. Es que así como le cuesta excavar en un desarrollo sólido de los eventos que se van sorteando a lo largo de la narración, de igual forma le ocurre a la hora de definirse como drama, comedia dramática o romance. La falta de fuerza emotiva necesaria para enternecer, si se permite el término, es uno de los aspectos tal vez mayormente desaprovechados. Desde el flanco que apela a lo cómico, El misterio de la felicidad se vale de una apreciable y pequeña pizca de salidas o bocadillos bien logrados. Las interpretaciones son estables y creíbles. Francella, la figura central de historia, convence y se muestra comprometido con su rol. Inés Estévez se hace firme desde lo insoportable, de a ratos, de su personaje, mientras que a Arenillas le basta con poca participación para hacerse entender a base de la expresividad que sugieren sus miradas. Vale destacar la colaboración del carismático papel que le toca a Alejandro Awada, de acertada tarea. Diálogos interesantes y frases bien construidas se presencian en una cinta que, redondea una performance aceptable, con falencias y con un desenlace que, dependiendo como se lo contemple, oscila entre lo ingenioso y lo discutible. LO MEJOR: amena en su desarrollo. Las actuaciones. Muy prolijamente filmada. LO PEOR: le cuesta conmover, sin fuerza emotiva. PUNTAJE: 6,5