Dolor y gloria:
“Me gustan los Beatles y Almodóvar”. No se puede hacer más nada al respecto con gustos tan paganos. ¿Cuántas palabras pueden abarcar un universo tan infinito como el lenguaje de Almodóvar? ¿Puede un cineasta hacernos tener variaciones nuevas sobre sentimientos tan conocidos?
“Dolor y gloria” entra por completo como una panorámica. Fusión de las artes, juego de soy y no soy. Nos centramos, apenas comienza, en un director de cine más deprimido de lo que se puede estar. Pero siempre con esperanza. Flashbacks de su niñez, el pueblo, la sexualidad, el calor. Dolor en colores y comicidad. Un viejo rencor con un actor (podría ser cualquiera al fin y al cabo) con quien trabajó e hizo un éxito, lo lleva a destrabar este desastre paralizado. ¿Quién no ha estado así?.
Siempre la mujer, madonna, madre, refugio. ¿Autobiografía? Siempre una expresión artística lo es, no indaguemos más. Antonio Banderas creó un personaje puramente físico. A partir de este cuerpo que necesita sanar, nos cuenta esta historia. Magnífica actuación.
Una película para ver más de una vez, para identificarse más de una vez. Todos podemos llegar a identificarnos en algún momento de este pedazo de vida de alguien, de uno, de otro. Esta amante almodovariana la recomienda hasta decir basta.
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