Literal “spin off” de la muy buena TE CREIS LA MAS LINDA (PERO ERIS LA MAS PUTA), la segunda película de “Che” Sandoval toma uno de los personajes de aquella opera prima –uno que aparecía en una sola aunque larga escena– y lo hace vivir su propia “noche infernal” por las calles de Santiago de Chile, en un esquema en cierto modo similar al del primer filme. Esta historia, más adulta y mucho más oscura que la anterior, es la de un personaje de “treintaypico” enfrentándose a situaciones cuyo humor no alcanza del todo a esconder la negrura y desesperanza de lo que le sucede. Es que a partir de las complicaciones de una amarga separación de pareja vamos descubriendo a un personaje que, interpretado por el también realizador Sebastián Brahm, esconde más secretos de lo que parece en un principio. soymuchomejorquevosCon un gran sentido del ritmo narrativo y un timing cómico perfecto (un curso en slang de la capital chilena vendría bien en estos casos al público porteño, o subtítulos), Sandoval sigue apostando a un registro de comedia urbana a lo DESPUES DE HORA que no es tan usual en el cine latinoamericano. Y, por eso, doblemente bienvenido en una serie de cinematografías donde el humor no sobra fuera del circuito de películas más comerciales…
La revolución llega en dos cuotas, una por año, en LOS JUEGOS DEL HAMBRE. Es por eso que ahora tenemos aquí SINSAJO – PARTE 1 que, para seguir con una tradición comenzada por HARRY POTTER y continuada por CREPUSCULO, sus productores han decidido dividir, por motivos obviamente comerciales, en dos partes. Esto es: lo que ustedes verán a partir de este jueves en los cines es media película, literalmente. Sí, dura dos horas como una película entera pero es solo la mitad. En todo sentido. Comparativamente, el último episodio doble de HARRY POTTER al menos tenía una estructura que más o menos justificaba esa decisión. Aquí no. Es una decisión comercial. Y punto. La película en sí es, digamos, por momentos intrascendente, en otros efectiva y en la mayoría de los casos, correcta. Con Francis Lawrence al mando, el mismo director de la anterior –la mejor de las tres, hasta ahora–, SINSAJO PARTE 1 cuenta los inicios del “proceso revolucionario” que se dio a conocer al final del último episodio. Katniss debe asumir el liderazgo de la revolución contra el Capitolio y el Presidente Snow, y lo hace un poco a regañadientes, más que nada porque los líderes tienen encarcelado a Peeta (el piccolo Josh Hutcherson) y no quiere atacarlos y poner en riesgo la vida de su amado, por más que el muchacho se haya, aparentemente, vendido al enemigo. Hasta que, claro, toma conciencia de la situación política que se vive en la mayoría de los distritos (bah, la aniquilación y destrucción casi total) y no le queda otra que asumir su rol de “Sinsajo”, la voz líder y carismática de este cinematográfico proceso revolucionario. hunger-games-mockingjayEn esta parte un tanto más gris y menos pop de la historia (ya no hay “juegos” y desapareció buena parte de la parafernalia mediática que se ligaba a eso), los apuntes que vuelven a poner la cuestión en términos “comunicacionales” son los más interesantes. En las dos primeras partes el tema del reality show se terminaba volviendo un poco agotador entre tanto personaje con peluca, maquillaje y cámaras ad hoc. Aquí, en el parco universo revolucionario en el que vive ahora Katniss (los líderes son encarnados por Julianne Moore y el finado Philip Seymour Hoffman, a quienes se los ve aburridísimos en sus papeles) todos visten un gris maoísta y tienen una seriedad a tono con la gravedad de la situación. Pero no son tontos y saben que la guerra se gana mediáticamente. Y en esas escenas está, ahora sí, lo más entretenido del episodio. Es que la batalla entre los rebeldes del subterráneo y oculto Distrito 13 y los poderosos del Capitolio es, más que nada, mediática y los combates se manejan interrumpiendo transmisiones televisivas. Lo mismo pasa con los propios revolucionarios, a los que Katniss tiene que arengar con “pantallas verdes” o siendo acompañada por un equipo de filmación a las zonas más afectadas, cuestión que resulte creíble para “el pueblo” todo lo que ella ve o hace. De hecho, la diferencia entre Katniss tratando de “actuar” su enojo revolucionario en un estudio sin poder hacerlo bien y su enojo “real” en el campo de batalla parece una declaración a favor de un modelo de actuación frente a otro, una defensa del “Método”, de la investigación en el campo, en lugar de otras variantes más ligadas a la técnica actoral. Es una pena que los amargos revolucionarios de esta saga no hagan un spot cómico: ahí podrían aprovechar las mejores dotes actorales de Jennifer Lawrence, inutilizadas en esta saga que la tiene siempre ansiosa, enojada o preocupada… pero jamás graciosa. hunger-games-mockingjay2Ese ángulo de la historia –que se mantiene a lo largo de todo el episodio, pero por momentos se pierde un poco– es mucho más interesante que el conflicto en sí, que tiene una serie de ribetes un tanto previsibles: las idas y vueltas de Peeta y Katniss; su madre, su hermana y el perro de ésta (usado para una situación dramática de una manera obvia), los problemas de Gale (Liam no-quiero-ni-despeinarme-mientras-recito-mis- textos Hemsworth) y las especificidades del conflicto en sí. Cuando desaparece su ángulo mediático, la idea de una guerra que hay que vender como un producto, la película desaparece también, se esfuma, un poco como pasó en las secuelas de MATRIX que olvidaron qué era lo único original que tenía la saga. Aquí, por suerte, no se olvidan del todo y es de esperar –no leí los libros, así que no tengo idea– que ese “eco” siga jugando de maneras interesantes en el episodio final, que se estrenará exactamente dentro de un año, tan calculado como una publicidad del Capitolio…
Esta película explora la transición hacia la democracia en Brasil en la vida de un estudiante secundario de Salvador, Bahía, que milita, desencantadamente, en política y que se ve envuelto en continuos enfrentamientos con sus compañeros, ya que pone en tela de duda los beneficios reales de la apertura política en la escuela. Sus amigos son un grupo de anarquistas que tiene un programa de radio pirata y una chica con la que descubrirá algo parecido al amor. Con una estética clásica y una narrativa precisa, es el tipo de película que trabaja sobre los ’80 y el regreso a la democracia con una estética personal, romántica y ligeramente nostálgica a la manera de ciertas películas argentinas como INFANCIA CLANDESTINA o hasta la propia TANGO FEROZ, por citar algunos ejemplos comparables. (BAFICI 2014)
Como se sabe, octubre y noviembre son esos meses en los que se acumulan estrenos de películas argentinas desconocidas e inexplicables y que pasan totalmente desapercibidas. Como se sabe, también, en el paquete de estrenos se “escapan” muy buenas películas que, para el común de la gente, es difícil destacar dentro de ese montón de título. LA PAZ EN BUENOS AIRES, de Marcelo Charras, es una de ellas. Uno de esos títulos que no llaman la atención (de hecho, el título del filme es más bien anodino), pero que sirven para descubrir un universo fascinante y a un cineasta con una mirada propia. La película de Charras se centra en un hombre boliviano, que promedia los cincuenta años y que vive en Buenos Aires. Trabaja en una fábrica pero su pasión es enseñar a los jóvenes los secretos de la lucha libre. Es que Erasmo Chambi, tal es su nombre, fue una “celebridad” en el fascinante submundo de la lucha libre en Bolivia donde era conocido como El Ciclón. lapazenbaAhora, sobreviviendo en el Bajo Flores, lo que intenta es que hijo siga sus pasos y sea su heredero, aún en un contexto totalmente diferente. El filme se organiza a la manera de un documental de observación, con la cámara metiéndose en el mundo de este personaje “legendario” que supo tener su máscara, su fama y su gloria en La Paz lidiando con su nueva vida y con los pequeños sueños que le quedan, mientras recuerda su pasado de gloria y organiza nuevos combates de lucha para la comunidad boliviana que vive en esta ciudad. Charras consigue muchos momentos notables y el filme, con un espíritu generoso que jamás se toma con ironía ni el pasado ni el presente de estos personajes, va volviéndose no solo la historia de un curioso personaje, sino una sobre la inmigración y sobre la familia, el sostén que permite que El Ciclón, a su manera, siga existiendo. En el pasado y en el presente, como una herencia que pasa de padres a hijos.
Si uno vio HISTORIAS EXTRAORDINARIAS, de Mariano Llinás, notará inmediatamente la influencia más que evidente de esa película en ésta, especialmente en el uso de la voz en off, que hace un juego similar –aunque no tan logrado– a la de la argentina. No sólo eso, también el concepto de road movie extravagante y “en abismo” es relativamente similar en esta película española rodada en la Argentina que se estrena aquí recién ahora, más de dos años después de su debut mundial en el Festival de San Sebastián. Aquí hay un hombre, un asesino a sueldo (José Sacristán), que sufre un cáncer terminal pero no quiere pasar sus días en un hospital y, en un viejo Falcon, se lanza a realizar un último “trabajito”. En el camino (que va de Buenos Aires a Córdoba y de ahí a Santiago del Estero y Tucumán) se le une una mujer que también parece escaparse de algo. Van sin destino fijo, con una sola “obligación”: conseguir morfina, o lo que sea, para mitigar el dolor del protagonista. mdq 1 el muertoLa película describe ese viaje y algunos encuentros con curiosos personajes, pero principalmente se centra en el contrapunto entre la voz en off y la relación entre los protagonistas a lo largo del viaje. Sobre el final, cuando la necesidad apremia y ciertos personajes cobran un rol importante e inesperado, la película alcanza una dimensión emocional que supera las limitaciones del jueguito previo. Al público local algunas observaciones sobre el país le podrán parecen simpáticas (o bien obvias), lo mismo que los lugares por los que pasan los protagonistas. Es, en cierta manera, como un cruce entre el cine de Llinás, el de Carlos Sorín y aquellas anárquicas road movies godardianas de mediados de los ’60: una película (la narrada) sobre una película (la que vemos) sobre otras películas: metaficción simpática, pero al borde de morderse la cola.
Curioso como dos best sellers recientes pueden tener suertes y tratamientos tan diferentes como son los casos de GONE GIRL y BEFORE I GO TO SLEEP. La primera, que se conoció aquí como PERDIDA, fue dirigida por David Fincher con todo el presupuesto y los lujos posibles. Se estrenó como un tanque de taquilla y lo fue en muchos países (aquí no pasó nada, un misterio). La otra novela, casi tan popular en el mercado de la literatura policial como la otra, se estrena ahora en varios lugares del mundo pero, pese a un elenco de grandes nombres (Nicole Kidman, Colin Firth, Mark Strong) llega como oculta, escondida. Una película chiquita con actores conocidos. Uno quisiera poder decir que la película chiquita le ganó a la grande pero no, lamentablemente no es así. Con todos sus problemas narrativos, PERDIDA es una película atrapante y potente. ANTES DE DESPERTAR no es ni una cosa ni la otra. Este filme dirigido por Rowan Joffe (una elección que tal vez sea el motivo principal de la diferencia entre las dos películas), que tiene un buen historial como guionista pero no tanto detrás de cámara, se contenta con ser, casi, una película de cámara, un thriller de intriga de corte hitchcockiano que debería reemplazar en sutileza, elegancia y misterio lo que la otra tiene en ambición. Trata, pero no lo logra. before-i-go-to-sleep.10113725.87La visualmente oscura película se centra en Christine (Kidman), una mujer que a partir de un accidente que tuvo 13 años atrás sufre una enfermedad que le hace perder la memoria de todo lo vivido al despertarse cada mañana desde entonces. Es como si cada amanecer la vida –al menos desde ese accidente– comenzara de nuevo. Pero su marido Ben (Colin Firth) está ahí para ayudarla: cada mañana, pacientemente, le explica mediante un álbum de fotos y contándole de su situación, quién es ella, quién es él, qué es lo que le pasó, lo que le pasa y lo que le volverá a suceder al otro día. El truco del guión da para reflexiones casi filosóficas a la manera de HECHIZO DEL TIEMPO, pero la novela prefiere llevar el asunto para el lado del thriller y el suspenso. Christine se está haciendo ver, a escondidas de su marido, con un terapeuta que trata de ayudarla a superar su trauma (Mark Strong), quien la llama cada mañana cuando el marido sale de su casa y tiene otra forma de guiarla a través de sus recuerdos: grabando en una cámara de video todo lo que va viviendo cada día previo para así poder “recordarlo” al día anterior. Así ella podrá, en cierto modo, ayudarse a recordar lo que pasó antes de su nuevo “borrón y cuenta nueva”. Lo que probará ser central a la trama es que, tal vez, uno de ellos (o los dos) le estén mintiendo y las cosas no sean tal como parecen ser, o como le cuentan a Christine que son, desde el accidente para acá. Before-I-Go-To-Sleep-2La segunda mitad será más un thriller de investigación un tanto moroso, que nunca llega a trasladar desde la puesta en escena, las intrigas que el guión (que, ya que estamos, tiene algunos puntos de contacto con MEMENTO) plantea. Y ni siquiera el elenco de talentosos y carismáticos actores logra levantar al filme del tono tirando a tedioso que lo envuelve, casi, de principio al fin. ANTES DE DESPERTAR se sostiene, apenas, por la intriga de saber finalmente, quien es el que miente y cómo, de qué manera ese pasado se le ha construido falsamente a Christine para ocultar otras cosas, pero la película no logra salir de ese nivel básico de intriga y llevarlo a algo acerca de la naturaleza de los personajes o de sus relaciones. Es una pena que no lo logre porque los elementos (potencialmente hitchcockianos) están todos allí, y si bien Joffe logra armar alguna que otra escena que sorprende y mantiene cierta intriga narrativa hasta casi el final, nada de lo que pasa termina siendo demasiado relevante. Si PERDIDA intentaba tomar un caso policial dentro de una pareja para hacer una reflexión sobre el matrimonio, Joffe prefiere mantenerse siempre pegado a la ilustración del guión, al seguimiento de la trama. Se agradece, en cierto modo, que tenga intenciones más discretas (no todos los thrillers deben apuntarse a hablar sobre “el estado de las cosas”), pero con el potencial que la trama tenía para jugar con ciertas ideas (lo real y lo verdadero como relato) da la sensación de que la película se queda corta, a mitad de camino entre lo que es y lo que podía haber sido.
El arranque del filme nos hace imaginar que pronto vendrá el caos. Una familia sueca posa –sus miembros enfundados en uniformes de esquí– para un fotógrafo que los fuerza a abrazarse, a sonreír, a mirar de tal o cual manera a la cámara y entre sí. Están en un resort de los Alpes franceses al que han ido a pasar unas vacaciones invernales y si bien todo parece normal entre ellos –en la, digamos, versión escandinava de la normalidad–, que el director Ruben Östlund haya decidido arrancar la película con esa escena hace temer lo peor. Y lo peor sucede, pero no de la manera que un espectador –acostumbrado a este tipo de relatos europeos de burgueses en problemas– lo espera. En realidad, lo peor es mínimo, casi imperceptible y será debatido luego entre la pareja y algunos otros pasajeros del hotel hasta el cansancio. Entre sesiones de esquí, comidas y juegos en el cuarto, la familia parece estar pasándola muy bien hasta que en un desayuno en un sector abierto y alto del hotel (una especie de terraza), una avalancha de nieve parece venirse con todo hacia ellos. En el momento en que la pantalla comienza a ponerse en blanco y todos a gritar, mamá Ebba toma a los niños y se tira al piso. Papá Tomas agarra el iPhone y sale corriendo. force_majeure_ruben_ostlund2No es más que un susto, después de todo. Lo que llegó al restaurante no fue más que el polvo de la calculada avalancha (de esas que se hacen para llenar de nieve los lugares que no tienen), pero las diferentes actitudes de los padres generan el comienzo de un sismo (¿avalancha?) emocional que se desarrollará a lo largo del resto de la película. Al principio todos tratan de actuar como si nada hubiera pasado. Pero las caras no son las mismas. Cuando Ebba –en una circunstancia pública e incómoda– saque a la luz el tema, el conflicto saldrá afuera, complicándose cuando Tomas no admita haber hecho nada malo excusándose en un “no recuerdo” o “no fue para tanto”… Östlund juega un juego riesgoso en FORCE MAJEURE: ponernos a seguir a una familia burguesa en principio bastante poco interesante para tratar de ir despedazándola de a poco. Es un punto de vista narrativo que suele ser cruel y molesto (en la línea Michael Haneke y Lars Von Trier, por citar algunos casos), pero que Östlund evita gracias a dos notables decisiones. Una, puramente cinematográfica: si bien el filme tiene características de psicodrama con momentos casi teatrales (en la mejor tradición escandinava que va de Ibsen a Bergman), la puesta en escena es por momentos casi abstracta, transformando el lugar en algo más parecido al hotel de EL RESPLANDOR, de Stanley Kubrick, con algunas escenas enrarecidas en su tono, con planos muy largos y una preferencia por ángulos y decisiones formales poco convencionales. ForceMajeureRubenOstlundPero el elemento principal que transforma a FORCE MAJEURE en una muy buena película es que Östlund no toma la posición de un entomólogo que disecciona a los personajes desde afuera, casi como un juez que lo sabe todo sobre la clase media alta y les va a dar una lección (a la manera de Haneke). No, aqui de a poco aparece una notable empatía con los personajes, especialmente el de la madre, que no sabe cómo manejar su decepción: puso su vida en construir una familia y de golpe se encuentra con un acto cobarde y egoísta de su marido que le tira todo su castillo de naipes al piso. Y el propio marido, más que un monstruo (que, en cierto sentido, lo es) se va revelando más bien como un hombre incapaz de analizar sus actitudes, de tener una mínima autocrítica. Pura sonrisa falsa (el permanente lavado de dientes de la familia es una metáfora, hasta un poco obvia, de esa necesidad de ser socialmente correctos y aceptables), ninguno quiere hundirse en sus propias miserias para ver porqué a veces actúan como actúan. Pero –alcohol mediante, como suele pasar en estos casos y más aún en estas tradiciones culturales– no les quedará otra… Östlund es un cineasta clínico y frío que hace películas-tesis sobre comportamientos humanos, imaginando las reacciones que tendríamos ante circunstancias complicadas y adversas. Su anterior, PLAY, era un ejemplo claro, pero más cruel, de este punto. Lo atrapante de esta película no está solo en ser testigos de cómo va avanzando esa crisis matrimonial, sino en cómo ese incidente tiene –al igual que la avalancha– un carácter expansivo: la familia se lo pasará luego a una pareja amiga a la que le cuentan lo que pasó (ella le cuenta; él, diríamos aquí, “se hace el boludo”) y esa pareja empezará a cuestionarse a sí misma a la manera de un “qué pasaria si…”. Lo mismo, espera Östlund, debería suceder con los espectadores de esta llamativa, curiosamente estructurada y compleja película. forcemajeure3Poner en discusión los roles masculinos y femeninos en una pareja, la idea de la responsabilidad familiar versus el “sálvese quien pueda”, la persistente “conveniencia” de la negación versus la necesidad de explorar los temas a fondo, son temas que el filme plantea claramente y que seguramente repercutirán en cualquier pareja, con o sin hijos. El tono ligeramente humorístico que Östlund usa en algunas escenas complicadas pondrán en situaciones incómodas a los espectadores, que se encontrarán tal vez riéndose en momentos en extremo dramáticos. La apuesta es complicada, pero es claro que Östlund no intenta burlarse del drama de los personajes sino más bien jugar con las incomodidades de los espectadores. Hay escenas llamativas en el filme (una fiesta descontrolada que perturba a Tomas, una genial escena de Tomas y su amigo bebiendo al borde de la pileta que deriva en una confusa situación) que sacan a FORCE MAJEURE de la estructura día a día casi mecánica que tiene. Y hay algo raro que sucede también con el trato de los niños: en una escena Östlund los muestra insoportables y dominadores, casi una pesadilla para todo padre, para luego ponerse en su lugar y empatizar con ellos cuando ven que el edificio familiar se va derrumbando creando, acaso, los momentos más emotivos del filme. Los varios finales de la película no están a la altura del resto: no solo por la cantidad (el filme parece terminar tres veces por lo menos) sino por ofrecer una sensación acaso demasiado tranquilizadora en una película que hasta allí usó la confusión y perturbación emocional como motor principal. De todos modos, esa “tranquilidad”, queda claro, nunca es tan así. Si bien hay algo narrativo al final que remite a un modelo clásico –hacer catársis, enfrentar los miedos, posible resolución–, la sensación de que cualquier incidente puede volver a encender la mecha no se va nunca. Ya quedó instalada en todos ellos. Y en todos nosotros.
El nuevo filme del realizador argentino/peruano/suizo cuenta la historia de Diamond Santoro, una veterana estrella de rock nacional de los años sesenta (de la banda ficcional “Los Hermanos Santoro”), quien viaja al Amazonas tras el sueño de su hermano, muerto en circunstancias misteriosas a comienzos de los setenta, truncando así sus sueños de estrellato rockero. La película mezcla flashbacks de su juventud con el viaje por la ruta que Diamond emprende junto a la por entonces novia de su hermano, quien se mudó a Iquitos, y los problemas que encuentran allí. Una mezcla de biopic de rock, road movie herzoguiana y trip psicodélico (la razón del viaje de Diamond a Perú es, también, probar la droga mística ayahuasca para “limpiarse” de su complicada historia), PLANTA MADRE tiene también algo de thriller cómico, ya que los protagonistas (el elenco incluye a Camila Perisé, Nicolás Mateo y Rafael Ferro, junto al protagonista, el veterano artista Robertino Granados) son perseguidos por peligrosos narcos. Conmovedora y cautivante por momentos –-especialmente durante los flashbacks y la historia personal de Diamond–-, y algo más bizarra una vez que llegan a las profundidades del Perú, se trata de un relato original con mucha música muy buena (una mezcla de rock setentoso compuesto especialmente por Ariel Minimal y cumbia psicodélica peruana que conviene conseguir como soundtrack) y un asombroso sentido de lugar.
De lo mejor de la reciente producción brasileña, esta película cruza una y otra vez las fronteras entre documental y ficción para narrar la historia de un hombre que se viste de mujer por las noches para ser maestro de ceremonias en fiestas gay (“Castanha” es su nombre) y al que se lo ve en su vida cotidiana, más que nada en su relación con su madre, quien con sus observaciones y comentarios se termina convirtiendo en casi tan protagonista del filme como él. La relación entre ambos, el trabajo y los sueños de estrellato por lo general frustrados de él (aunque tiene una nueva oportunidad) se combinarán con la tensión que genera la presencia circundante de otro miembro de la familia, adicto, que vive en las calles pero vuelve siempre a pedir dinero o a robar. Partiendo del documental más puro de observación (vemos las protestas callejeras en Brasil por TV), la película va integrando estos universos de ficción en los que se mueve Castanha: del escenario al backstage, de sus pruebas como actor hasta el manejo de su drama familiar que también se mueve en terrenos limítrofes entre ambos registros. Una gran película que pasó por la Berlinale y estuvo en competencia en BAFICI.
La fórmula del amor. Eso es lo que viene buscando Christopher Nolan en sus películas “personales” como la reciente EL ORIGEN y la actual, INTERESTELAR. No, el hombre no se dedica secretamente a las comedias románticas disfrazándolas de ciencia ficción. Lo que el británico busca en sus películas parece ser encontrar esa fórmula literalmente: la ecuación matemática, la que requiere de pizarrones, cálculos, conocimiento de física cuántica, teoría de la relatividad y diversas otras áreas de los altos estudios. Debe haber, supone Nolan, un número mágico que solucione todos estos asuntos aparentemente tan complicados: el pasado, el futuro, porqué los hijos se pelean con los padres, los padres con los hijos, las esposas suelen morirse antes de tiempo y Michael Caine no envejece nunca. Nolan está obsesionado con eso y, lamentablemente para todos nosotros, no parece que su búsqueda vaya a terminar pronto. INTERESTELAR, más que cualquier otra cosa, es una película de ciencia ficción en la que el más cerebral de los cineastas trata de explicarnos cuestiones como el amor y los sentimientos, y cómo nos alteran la vida –y las decisiones que tomamos– más allá de lo imaginable. Y no, no puede. Lo intenta de mil maneras: mezclando Isaac Newton con Dylan Thomas, los descubrimientos de Albert Einstein con textos que parecen sacados de canciones románticas de los ’80, una granja de película de los ’30 (o de la versión Shyamalan/Spielberg de la “América profunda”) con la visión futurista más enrevesada desde que a Stanley Kubrick se le dio por meterse con los malogrados “starchilds”. Impacta, por momentos, pero no mueve un pelo. interstelarEl modelo del director de EL CABALLERO DE LA NOCHE es Kubrick, sí, pero también Spielberg, EL MAGO DE OZ, el citado Shyamalan y toda la bibliografía que su hermano guionista encontró acerca de cómo la humanidad sobrevivirá el día que el planeta termine por partirse en mil pedazos. Pero los Nolan saben –aseguran que saben– que las películas sobre complejas soluciones científicas a asuntos humanos deben tener un eje, digamos, humano. El problema es que ése suele ser el lugar donde se les presentan todos los conflictos: cómo “bajar” una serie de ideas propias de una clase universitaria sobre Agujeros Negros, Fuerzas Gravitacionales y el Teorema de la Singularidad de Penrose-Hawking, y hacer un con eso un drama entre personas. Y no lo consiguen. El problema es que tampoco consiguen lo otro: transformar esas ideas en imágenes que funcionen por sí mismas. Asumamos que, como el propio Kubrick, Nolan es un cineasta frío que tiene dificultades para manejarse con las emociones humanas más clásicas y tratemos de disfrutar la película como una fascinante exploración interespacial pura y dura. Pero tampoco logra envolvernos en eso porque se ve obligado todo el tiempo a hacer algo que podríamos denominar techposition. En la jerga cinematográfica “exposition” es el término que se usa cuando los personajes más que dialogar se explican el uno al otro (y, fundamentalmente, a la audiencia) qué es lo que está sucediendo en la trama. En GAME OF THRONES, de hecho, inventaron un hermoso término que es la “sexposition” que no tiene que ver con posiciones sexuales sino con la cantidad de escenas en las que, mientras tienen sexo con bellas prostitutas que hacían dietas fibrosas en Westeros, los personajes se (y nos) explican lo que está pasando entre los Lannister, los Stark y la amenazante Daenerys Targaryen y su trío de díscolos dragones. interstelar4El techposition de los filmes de los Nolan es decididamente irritante y saca a cualquier espectador de la posibilidad de meterse de lleno en sus películas (salvo en las de Batman que, por suerte, casi que se explican solas). Un astronauta le cuenta a otro qué es lo que está haciendo cuando es obvio que es algo que deberían haber hablado antes, una escena dramática tiene que arruinarse con frases como “descubrieron cómo hacer nuestras tres dimensiones dentro de sus cinco dimensiones” (no pregunten, ya la escucharán) y sienten la necesidad de que todos los movimientos interplanetarios que los protagonistas hacen para salvar, ya no a la Tierra sino a sus habitantes, sean entendidos y puedan ser explicados en clase y aprobados por un profesor. No hace falta. La ciencia ficción tiene algo de magia y esa “fórmula” del amor debería tenerlo también. Solo basta mirar GRAVEDAD, la película de Alfonso Cuarón que con mínimas explicaciones técnicas nos ponía en cuerpo y alma allí con Sandra Bullock, su casco y sus cables, y no nos importaba demasiado si los chinos manejaban sus naves para la derecha o para la izquierda. O cualquier película hollywoodense en la que la “química” entre dos protagonistas no se explica en un pizarrón sino en las miradas entre un actor y otro, la forma de entenderse cuando hablan, en su sentido del humor compartido. Nolan no entiende qué quiere decir todo eso y tal vez no le importe. Quizás en el futuro descubra un brebaje que permita salvar a la humanidad del desastre –o al menos que Huracán logre volver a jugar en Primera de una vez por todas–, pero lo cierto que por ahora solo logra arruinar sus propias películas. interstelar3Y lo digo de una manera, si se quiere, dolorosa, porque es claro que Nolan es talentoso, es inteligente y hasta puede ser brillante. Pero no tiene sensibilidad alguna para tratar con personas. Se nos dice que INTERESTELAR es la historia de un grupo de astronautas que viaja a otras galaxias con la intención de encontrar un mundo habitable para la raza humana y se nos plantea, como conflicto principal, las dificultades de los protagonistas (Matthew McConaughey, especialmente) de separarse de sus seres queridos (sus hijos, ya que aquí también, mamá murió) en pos de un potencial bien a la humanidad –salvar a todos aún a costa de perder a los propios– o perecer en el intento. Pero en la película casi nunca se siente, emocionalmente, esa dualidad. Se habla (todos lo hacen, varias veces, hasta repitiendo un clásico poema de Thomas) y los personajes se plantean a sí mismos si deben hacer lo que les dicta la lógica o el corazón, pero casi nunca eso vibra como emoción real. No lo logra el talentoso Matthew ni la fácilmente lacrimógena Anne Hathaway, ni tampoco Jessica Chastain, que encarna a la hija de McConaughey (ya entenderán cómo) ni otros actores que aparecen “sorpresivamente” más adelante en la historia. La película puede tener imágenes fascinantes, pero así como al principio un personaje declara que la llegada a la Luna fue falsa –un invento para quebrar económicamente a la entonces Unión Soviética–, uno siente exactamente lo mismo viendo INTERESTELAR. Se le notan los hilos, los cables, la construcción. Es una película tragada por su propio guión, atorada por él, como si Christopher no pudiera decirle a su hermano Jonathan que no hace falta un chart que explique las paradojas espacio-temporales de los agujeros negros (al final, más que entenderlas nos confunden, aunque sería spoilear hablar de eso) y que si la película conecta y los personajes nos interesan, nos da igual cómo funciona el Campeonato Mundial de Galaxias y lo que tarda cada una en dar una vuelta sobre sí misma y ganar la Medalla de Oro… interstellar-6Spielberg lo sabe hacer como nadie –vean sino INTELIGENCIA ARTIFICIAL, que nos hace llorar a moco tendido y no recordamos los trucos que unieron a los personajes al final, y ni hablar de ENCUENTROS CERCANOS DEL TERCER TIPO que la entendí perfecto a los nueve años–, Cuarón está demostrando ser un maestro en este terreno y en algún momento hasta lo supo hacer Shyamalan. Pero Nolan no puede. Tal vez teme que el Ejército de Geeks con Anotadores y a la Armada de Ingenieros Espaciales vengan con sus propios PowerPoints a discutirles la relación entre un minuto en un agujero negro y un año en la Tierra, y entonces se ve obligado a mostrarnos que hizo los deberes. Los Nolan seguramente haya sido los mejores alumnos de todas las clases a las que concurrieron, de eso estoy convencido. Y seguramente también impresionaron a sus profesores con sus conocimientos. Lo que no creo es que hayan logrado interesar demasiado a sus compañeros “no especializados” con sus 500 páginas para explicar cómo funciona un ventilador de techo, digamos. Y ni hablar de su relación con el sexo opuesto: tan nerds y obsesionados con los detalles son que cualquier cosa que se parezca a una mujer o bien está muerta, o queda varada en el espacio, o es una madre o una hija, con quienes las relaciones son utópicas o conflictivas, pero que no incluyen nada parecido a lo sexual. El amor, para los Nolan, es una cosa que se pasa de padres a hijos, como los tomos de la Enciclopedia Británica o la Breve Historia del Tiempo, de Stephen Hawking. Estrechándoles las manos, claro, como buenos caballeros británicos que son.