Excelente documental de Ada Frontini centrado en el trabajo que una maestra hace con sus alumnos hipoacúsicos y sordos en un pequeño pueblo de Córdoba. Casi todo el filme transcurre en su estudio y sigue sus trabajos específicos con cada uno de sus alumnos (muchos de los cuales son brillantes, elocuentes y emocionantes), lo que se complementa con una charla/debate con un colega especialista en el tema y, sobre el final, con una reunión en una casa de campo de buena parte del grupo de alumnos en una “silenciosa” y por momentos conmovedora escena que funciona como resumen no solo del extraordinario trabajo de la maestra sino de la sutil y discreta belleza de esta gran película. Escuela-de-Sordos-800x360Con elementos mínimos, Frontini estructura una narración que emociona desde la simpleza: cada personaje es una historia, cada lección un pequeño drama, cada avance una emoción. Nada sobra en el filme y hasta el debate un poco más convencional que la maestra tiene con su colega aporta mucho porque apuesta por el lado humano de la ecuación. La larga secuencia final es, sencillamente, un prodigio de belleza. Ese lugar que remeda a un territorio fuera del tiempo, entre lo convencional de los ritos (el asado, el mate, etc) y la extrañeza que provoca el silencio en el que se producen las conversaciones, dan a la secuencia un tono elegíaco, de paraíso perdido, uno en el que todos logramos comunicarnos y conectarnos con la naturaleza sin violentarla.
Esta no es una crítica de LIBRANOS DEL MAL. En realidad, sí lo es, pero no en el sentido convencional. No me preocupa mucho darles detalles de la trama: hay un policía que descubre crímenes raros que hacen pensar en la apariencia de algo oculto y siniestro, hay una serie de personajes vinculados con ese algo oculto y siniestro y un pastor religioso que intentará ayudar al policía en cuestión a resolver el horrorífico entuerto. De la película se puede decir que arranca provocando cierto interés pero de a poco lo va perdiendo en una serie de vueltas de guión que solo están puestas para llegar a un enfrentamiento sangriento/religioso sobre el final. No es realmente buena, no es realmente mala. Es lo que es, discretamente competente. Lo que me despertó pensar el estreno de una película así tiene más que ver con el mercado del cine actual. Se trata de un filme de un presupuesto bajo para los estándares de Hollywood (unos 30 millones de dólares) y con un elenco de nombres reconocidos como Eric Bana, Joel McHale, Olivia Munn y Edgar Ramírez, entre otros, producido po Jerry Bruckheimer para Sony. Lleva recaudados 40 millones de dólares y cuando se siga estrenando en el resto del mundo seguramente terminará en una cifra digna y redituable, si bien no espectacular. Películas como LIBRANOS DEL MAL se han convertido en los últimos tiempos en lo que antes se llamaban “programmers”, esas películas medianas o chicas que los estudios sacaban al mercado entre los grandes tanques de mediados y fines de año. No se convertirán –salvo curiosos casos– en grandes tanques taquilleros y difícilmente peleen por premios Oscars. No, son las películas que salen, una tras otra, entre enero y marzo/abril y entre agosto y octubre, dejando las “butacas calientes” de las salas mientras esperan al próximo superhéroe de Marvel. deliver-us-from-evil2Con sus bastantes dignos niveles de producción, son las películas clase B de la actualidad. Y como en ese género se mezclan grandes películas, otras impresentables, y una gran mayoría –como ésta– a las que solo cabe calificar como aceptable: trucos vistos, personajes vistos, situaciones vistas, pero combinadas de manera tal que pueden resultar medianamente novedosas. El público que las consume con devoción (generalmente durante el primer fin de semana, luego caen raudamente) las acepta, las recomienda en mayor y menor medida, y el ciclo laboral sigue su curso. En otros años esos “programmers” solían ser policiales o dramas femeninos o comedias románticas, pero cada vez esos géneros son menos previsibles. Pueden producir un gran éxito pero también pueden ser víctimas del escarnio y el olvido. Los “programmers” hoy son, básicamente, el terror y la comedia-comedia. Algo como BUENOS VECINOS, digamos… A diferencia de esos otros dos géneros, las películas de terror viajan, tienen mercado internacional, trasladan sus sustos sin grandes complicaciones de comprensión. Y eso las hace más apetecibles a la hora de producirlas. No es casual que el elenco de LIBRANOS DEL MAL lo integren un latino, un australiano y dos celebridades televisivas como Munn y McHale, conocidos internacionalmente gracias a NEWSROOM y COMMUNITY, respectivamente. Producida por Jerry Bruckheimer, es el modelo de la película de terror que debería funcionar hoy. deliver-us-from-evil-eric-banaTras el éxito, en los últimos dos o tres años, de EL CONJURO, MAMA, la remake de POSESION INFERNAL, las dos partes de LA NOCHE DEL DEMONIO, las persistentemente exitosas secuelas de ACTIVIDAD PARANORMAL, POSESION SATANICA y SINISTER, por citar solo las más taquilleras, es claro que hay un público fiel que responderá a estos productos siempre y cuando se mantengan dentro de un presupuesto acotado y mantengan una calidad técnica profesional. El furor del cine de terror es cíclico y en estos años parece haber encontrado una meseta llamativa. Ya no son los grandes sucesos que llamaban la atención de un público no especializado a la manera de EL EXORCISTA o EL SEXTO SENTIDO, sino más bien un género, como las telenovelas televisivas, que tienen un público más o menos cautivo y que, salvo en algunos pocos casos trascienden a loa espectadores que no participan de ese circuito. Deliver-Us-From-Evil-Movie-2014-Eric-Bana-Joel-McHaleLIBRANOS DEL MAL, película que seguramente no saldrá de ese circuito, cumple con todos los requisitos del “programmer” de los estudios (incluyendo la última moda de supuestamente basarse en “casos reales”. Ocupar pantallas un par de semanas hasta que el próximo tanque ocupe su lugar. Como en el fútbol, dentro del mercado cinematográfico, cumple la función de ese jugador que no se destaca casi nunca pero siempre cumple. Aunque son etapas, claro. En unos años más volverán a agazaparse hasta tener a una nueva generación para sorprender con sus viejos trucos aplicados a nuevas tecnologías. La revista Forbes analizó el tema y concluyó que las películas de terror, como promedio, devuelven seis veces la inversión en el mercado norteamericano, cifra que asciende a 12 si se toma el mercado internacional. Y que en la relación costo/beneficio (ROI: Return On Investment) son las más exitosas de la industria hollywoodense. Así que habrá terror para rato. Esperemos que en medio del furor económico algunos recuerden hacer mejores películas…
Esa misteriosa cualidad de lo “verdadero” parece brotar desde el primer plano de esta película del debutante Hernán Rosselli acerca de la vida de un hombre que se dedica, irónicamente, al tráfico de billetes falsos. Lo “verdadero” está impreso en cada diálogo, en cada actitud, en cada imagen de este filme cuya impresión de realidad es tan fuerte que durante un buen tiempo uno siente que está ante un documental o algún tipo de ejercicio manejado con “cámaras ocultas”. No hay una nota falsa, no hay un plano fuera de lugar, no hay un diálogo que parezca extraído de un guión previamente escrito. Si el neorrealismo con el que el cine argentino viene coqueteando desde su renovación de mediados de los años ’90 buscara una expresión de máxima pureza, de destilaciñon absoluta, tendría que detenerse aquí: no se puede ir mucho más lejos que esto. mauroLo cierto es que Rosselli construye, con los devenires de su oscuro personaje (que tiene algo del Ratso de Dustin Hoffman en PERDIDOS EN LA NOCHE) a través de un mundo suburbano, un retrato impresionista de un negocio, de una “familia” y de un espacio social. Ese sur del Gran Buenos Aires tiene aquí su primer gran película, con Rosselli encontrando en ese mundo y personajes algo similar (y aún más imponente en su verosimilitud) a lo que Raúl Perrone o José Campusano encuentran en sus respectivos universos. Es una película sobre las peripecias de un pasador de plata trucha que pone un taller para falsificar billetes y luego se enamora poniendo en riesgo su empresa y sus relaciones personales. Pero más allá de la trama, lo que la película construye (desarma y rearma) es un universo de boliches nocturnos, ferias de ropa, bandas de metal, de calles suburbanas que parecen cobrar vida en la pantalla. mauro2Una película sobre el trabajo (da la impresión que estos falsificadores “actúan” demasiado bien su… trabajito), MAURO es la puesta en escena de una forma de vida y, como sin quererlo, de un país de economías paralelas –y vidas paralelas– en constante crecimiento. La película tiene algo de MUNDO GRUA y algo de BONANZA, en un estilo que la hace continuadora de la “primera ola” del nuevo cine argentino. Pero Rosselli –en su opera prima como director, él es montajista– no va por el lado de la contemplación ostensible, de cámaras fijas y planos largos. El mundo que retrata se mueve al ritmo nervioso y atribulado de su personaje. Va y viene, y se lleva puesto a los espectadores. Una opera prima notable y posiblemente el máximo “descubrimiento” del BAFICI desde EL ESTUDIANTE, de Santiago Mitre. (Crítica publicada originalmente durante el BAFICI 2014)
En algún momento, en los últimos diez años, los geeks pasaron a dominar el mundo (y no solo el de la cultura o el entretenimiento, pero esa es otra historia). Fue cuando una generación entera, alimentada a fuerza de un combo de incomprobables dimensiones de cultura pop (comic books, películas de género, videojuegos, canciones olvidadas de la música pop), tuvo peso dentro de la industria del espectáculo y logró trasladar sus particulares obsesiones al mundo entero. Y ese mundo, compuesto por consumidores también alimentados con una dieta similar, recibió esas obsesiones como mandatos: las celebró, las imitó, las transformó en religión. Lo que para los primeros grandes consumidores de esa mitología era una religión para pocos, secreta, de códigos, rituales e iniciados se transformó, en el siglo XXI, en lo que se da por llamar la cultura pop. Soy parte de esa generación y pasé por experiencias similares. Mi infancia fueron las STAR WARS, los SUPERMAN, LOS CAZADORES DEL ARCA PERDIDA y al día de hoy puedo tararear las melodías de John Williams sin saltarme una nota, de principio a fin. También jugaba a los viejos videojuegos (soy de la era del Pacman y el Space Invaders, mi PlayStation era el Atari de mi amigo Diego J. de Temperley) y escuchaba, sin ironía ni guiño cool alguno, todo el pop de los ’80… en los ’80. Pero en ese entonces, más allá del éxito atronador de algunas de esas películas, los adolescentes alimentados a fuerza de la cultura pop eran relativamente pocos. A mucha gente, más allá de algunos casos concretos que trascendían, le importaba poco y nada la minucia del consumo pop. Era, recuerdo claramente, un código compartido entre pocos. guardians2Esos pocos fuimos creciendo, muchos siguieron apegados a esos mitos y se transformaron en productores culturales, otros fuimos mutando de trajes sin perder del todo la pasión por aquello pero tomando cierta distancia. La pirámide fue creciendo y creciendo hasta que en los últimos años casi no hay otra cosa. El fenómeno Comic-Con lo deja en claro: lo que antes era una convención de freaks (trekkies, más que nada) hoy es el centro mundial del entretenimiento. Resumiendo una historia que merecería un análisis más largo llegamos a que en 2014 la película más esperada del año sea GUARDIANES DE LA GALAXIA, un producto de Marvel (empresa que refleja ese cambio que relaté antes a la perfección, de sello editorial para geeks a amos y señores de la taquilla en la última década) de segunda línea, cuyos personajes hace poco tiempo eran desconocidos pero hoy son tratados como los rostros de los próceres en el Monte Rushmore. El poder del consumidor geek (el fan acérrimo, el obsesivo, el enciclopedista de estos universos de fantasía) es hoy enorme y casi fascista: tienen el peso para determinar, en cierta medida, cuáles películas pueden funcionar y cuáles no. Y se construye esos productos en función de satisfacerlos, de no despertar jamás su inagotable ira. Si te parece que hay demasiados personajes y es un poco confuso el universo de GAME OF THRONES ni te molestes en quejarte: se ha conservado a todos ellos para que no se fastidien los fans de los libros. Si una novela corta como EL HOBBIT se transforma en tres películas es para que entre hasta lo que Tolkien escribía en sus cheques bancarios y es mejor que no digas nada. No hay queja posible. Hollywood tiene una larga historia en destrozar este tipo de preciados bienes culturales (no hay que ir más allá de BATMAN Y ROBIN) y el temor de volver a ese pasado oprobioso nos hace entregarnos de pies y manos a los custodios de la santidad de la minucia pop, a los “Lords of the Geeks“. guardians4¿Pero qué pasa cuando un espectador con cierto agotamiento del subgénero y una paciencia y tolerancia un tanto menor a la de ellos debe enfrentarse a un producto como GUARDIANES DE LA GALAXIA? ¿Cómo hace para valorar el sacrosanto esfuerzo de consagrar a iconos menores de la galaxia Marvel y a la vez no terminar agotado y rascándose la cabeza ante el producto en sí, o al menos parte de él? ¿Cómo se sostiene en todo momento el interés cuando se cuida religiosamente una enredada mitología cruzada que debe respetarse a rajatabla aunque solo parecen poder entenderla unos pocos? Pensaba en estas cosas cuando veía, de arranque nomás, el mundo de la película de James Gunn, que conecta ese fanatismo de los ’80 (Peter Quill, el protagonista, es después de todo un niño de esa época, abrochado a un “walkman”) con el dominio geek actual a la manera de un MAGO DE OZ para los fans de los escombros del pop, la historia de un chico que se escapa de una situación familiar traumática a través de una fantasía con seres intergalácticos. Veía perros parlanchines, árboles “tolkenianos”, seres con rostros verdes, azules y rojos, raros peinados no tan nuevos y una galería de personajes estrambóticos con vestuarios almodovarianos y más que pensar en STAR WARS y la Cantina de Mos Eisley se me cruzaban las imágenes más absurdas de FLASH GORDON reconvertidas por el diseñador de producción de JUEGOS DEL HAMBRE. Una ensalada completa, una opera espacial que trata de consumir todo y regurgitarlo en plan bulimia pop. guardians5Gunn es consciente del límite con el absurdo con el que coquetea su película y tiene el buen tino de aportarle una enorme dosis de humor auto-referente e irónico, que a veces funciona y a veces no. Si la película te pierde en su larga serie de nombres de héroes, villanos, planetas, naves y objetos supuestamente peligrosos que pasan de mano en mano es de esperar que la nostalgia musical (armada para tipos de más de 40 como yo) y el humor te den un bastón del que agarrarte, aunque sea en base a chistes sobre FOOTLOSE y John Stamos. No es el recurso más sano (y es más de lo mismo en cuanto al universo referencial), pero si de algo hay que agarrarse, vale. GUARDIANES DE LA GALAXIA –curiosamente para el género, que tiende a dedicar la segunda mitad de sus películas a encontronazos físicos tan brutales como interminables– mejora en su segunda mitad ya que el mapa de personajes decisivos se limita (nuestros cinco antihéroes y un par de villanos), ciertas emociones con las que uno se puede conectar salen a la luz, las escenas de acción no abruman al estilo TRANSFORMERS y el promedio de efectividad de las bromas empieza a subir. No es que se transforme en una obra maestra –Gunn no parece tener una gran noción de cómo editar una escena de acción de forma del todo comprensible–, pero posee suficientes imágenes potentes y situaciones tensas como para mantener nuestra atención hasta esos puntos suspensivos que son hoy los finales de cualquier película de Marvel. guardians3Lo más rico de la película, tal vez, sea su celebración de cierta tradición trash, de Clase B, que hace que por momentos uno sienta estar viendo una versión carísima de alguna saga menor de ciencia ficción de los ’50, con su trama de western (antihéroes de distintos orígenes que se terminan uniendo pese a odiarse de entrada) y sus personajes que parecen salidos de sagas mitológicas del más puro peplum. Hay un juego en eso que es apreciable, pero que no termina de resultar del todo convincente. Lo cierto es que más allá del placer mayor o menor que cada espectador obtenga con el producto –algo que tendrá que ver con su generación, su afinidad con el género y su enganche con el tono irónico– es dable pensar que películas como GUARDIANES DE LA GALAXIA testean hasta qué punto no hemos entrado en un callejón sin salida respecto a un subgénero específico. Si los productos de la cultura pop los siguen dictando los geeks que llenan el Hall H de la Comic-Con habrá que aceptar que uno –que es y fue fan de similares productos, pero también se reconoce un poco agotado de tanto todo el tiempo– se quedará más afuera que adentro de productos como éste y de sus incontables secuelas y universos expandidos. Aún cuando en el continuo loop del reciclado vuelvan objetos preciados de nuestros viejos tiempos como MAD MAX.
Una joven solitaria que trabaja en un supermercado termina en un hospital donde conoce a una peculiar y simpática familia compuesta por una madre, enferma, y cuatro hijos que la cuidan en ese mismo hospital. La chica, sola, termina yendo a vivir con ellos y a funcionar como una curiosa madre sustituta de los niños, ante los problemas cada vez más severos de salud de la señora. Sin empujar –al menos hasta el final– el contenido más dramático del filme, Sante-Luce opta por un tono casi de comedia costumbrista, ocupando buena parte del relato en la bastante caótica convivencia familiar y en las desventuras de los distintos niños en relación con la algo opaca y callada protagonista. El tono es amable e invita a la identificación (los pedidos y reclamos, siempre en tono cariñoso, de la madre a sus hijos son muy realistas), aunque por momentos se exagera un poco en esa candidez en un estilo que recuerda a cierto cine indie americano. La fotografía es de la extraordinaria Agnes Godard, habitual colaboradora de Claire Denis.
Retornando a la zona del Delta del Paraná, donde filmó su anterior película (EL SUEÑO DEL PERRO), Pécora trabaja esta vez en un registro más clásico, de tipo policial, para contar la historia de un criminal (Germán de Silva) que se llega hasta esa zona, herido, escapándose de viejos cómplices y tratando de encontrar un botín de un robo anterior, escondido en el lugar. Una vez allí entabla relación con las dos mujeres (Susana Varela y Mónica Lairana) que lo alojan en una posada. La búsqueda, la tensa espera por la potencial llegada de los otros hombres y las disputas que surgen a partir de la relación con las mujeres son los ejes de esta narración tensa, oscura, reminiscente del cine negro. Con mínimos elementos narrativos y pocos diálogos, Pécora y su elenco se las arreglan muy bien para transmitir una sensación pesadillesca, entre el relato policial más clásico y otro un poco más poético que trata de capturar las sensaciones íntimas del atribulado protagonista. La trama tiene algunos puntos de contacto con TODOS TENEMOS UN PLAN, la película que Viggo Mortensen filmó hace algunos años en la Argentina, pero con menos elementos narrativos aquí se consigue un resultado más efectivo y potente. Seca, densa y, finalmente, trágica, MAREA BAJA es una muy sólida película de un realizador para seguir teniendo en cuenta.
Una gran película es la brasileña AVANTI POPOLO, de Michael “Misha” Wahrmann, la ganadora de la sección CinemaXXI del Festival de Roma 2012. En ella, el realizador nacido en Uruguay, que vivió muchos años en Israel y ahora vive en San Pablo, Brasil, desde hace diez, cuenta los encuentros y desencuentros en una misma casa entre un padre y un hijo, mientras escuchan raras canciones de los años ’70, ven filmaciones en Super 8 que cuentan la historia familiar y juegan con el perezoso perro del padre. avantipopolo1-600x337Eso es apenas la punta del iceberg de lo que pasa en el filme, que transcurre en su mayoría en una casa y siempre con la cámara tomándola, fija, desde casi el mismo ángulo, generando casi la idea de ser un cuadro casi sin movimientos. Esas no-conversaciones entre padre e hijo, esas películas que se muestran contra la pared, irán dando a entender que hay algo en el pasado de esa familia, que en los ’70 fue militante, que no alcanza a salir a la luz en palabras y que podemos adivinar en las imágenes. Una historia de silencios respecto al pasado oscuro que de algún modo alcanza a todo el país. Entre canciones, algún paseo en un muy curioso taxi y un genial momento de humor cuando el hijo va a visitar a un “superochista” que le cuenta su muy particular Dogma 2002, Wahrmann va encontrando la forma de referirse a esa fractura familiar que se produjo entonces, de la cual se conservan algunos elementos pero de la que no se habla. Escenas de viejas películas, más canciones y referencias laterales a un pasado duro pintan esta zona espinosa que la idea de “la alegría brasileña” no siempre transmite ni, casi, deja ver. Que hay una zona de silencio, de miedo, de fractura emocional, siempre al borde de estallar. (Versión extendida de la crítica publicada durante el Festival de Roma 2012) (En el Gaumont, todos los días a las 19.35 y en el Artecinema, a las 13.50 y 18.45. El estreno de ““Avanti popolo” da comienzo a un programa de estrenos brasileños mensuales que continuará en agosto con la premiada “O som ao redor“, de Kleber Mendonca Filho)
Hay películas que son más fáciles de entender en función de su producción que de su resultado final. Uno tiene la impresión que TODO LO QUE NECESITAS ES AMOR es una de esas películas que se vendieron solas: tanto los actores, como los productores, como el equipo técnico, los guionistas y hasta sus parejas deben haber dicho que sí, encantados, a la propuesta de irse unas semanas a una coqueta villa en Sorrento, Italia, a filmarla. ¿Quién se negaría? Bellísima ciudad cercana a Nápoles –excelente clima, comida, bebida, lo que se les ocurra–, seguramente fue un asunto muy convincente a la hora de armar el filme danés. De hecho, uno supone que Pierce Brosnan aceptó encantado, más por eso que por tener a una ganadora del Oscar como directora. Hemos visto muchas películas como ésta, virtuales catálogos turísticos para quienes quieren disfrutar a la distancia de paisajes maravillosos y ponerse en la piel de los personajes de alguna liviana historia de amor en la cual “el regreso al terruño”, al pueblo chico, sirve como excusa para casi todo. Eso, claro, y la idea antiquísima ya de que en estos lugares las personas revelan su “verdadero ser”. loveisall2Algo así sucede en este filme que sigue a los miembros de dos familias que van a Sorrento a la boda de sus respectivos hijos. Pero, con Susanne Bier como directora (la misma de CORAZONES ABIERTOS, HERMANO, DESPUES DEL CASAMIENTO y la ganadora del Oscar EN UN MUNTO MEJOR), la película ni siquiera podía ser una amable farsa de romances veraniegos en Italia. Debía, de algún modo, convertirse en un tracto un tanto serio que incluyera enfermedades terminales, guerras, traumas familiares y otras yerbas. Brosnan es el dueño de la finca, un viudo que solo piensa en el trabajo (vende las frutas que allí produce con su empresa basada en Copenhagen) y abandonó la idea de tener una relación seria y duradera. Ida (Trine Dyrholm) viene de atravesar un cáncer y se topa con que el idiota de su marido tiene sexo en su propia casa con una chica más joven del trabajo. Todos ellos –además de otros parientes y amigos– se van a Sorrento al casamiento de la hija de ella con el hijo de él, lugar donde entre reproches y conflictos, nacerá un amor y otros se complicarán. loveisall1Da la impresión de que TODO LO QUE NECESITAS ES AMOR no tiene muy en claro qué tipo de película quiere ser. Parece el resultado de una batalla entre un grupo que quería una comedia de daneses burgueses de vacaciones románticas en Italia (algunos actores, de hecho, parecen actuar en esa película) mientras otros buscaban una versión un tanto más amable de LA CELEBRACION, otra película de la misma empresa (Zentropa), en la que el caos familiar arruina un importante evento social. Lo que quedó es algo así como una versión para televisión de ese filme (o una mala mezcla entre eso e ITALIANO PARA PRINCIPIANTES), en la cual la célebre compañía productora danesa que inventó el Dogma parece burlarse de sí misma. La película es bastante banal, muy poco creativa, dramáticamente complicada sin necesidad, obvia por donde se la mire y casi no se nota química alguna entre los protagonistas. Lo curioso es que, a juzgar por la poca gracia que se siente en las escenas, hasta da la impresión que ni siquiera la pasaron tan bien durante el rodaje (la cara de fastidio y de poca onda de Brosnan parece más del actor que del personaje). Podrá tener su éxito local si es que el mercado sigue existiendo para esta mezcla de folleto turístico con trama para mujeres de más de 40 que sueñan con que tipos como Brosnan se enamoren de ellas. Pero como drama no convence. Como comedia, tampoco. Como película, menos aún.
LORE es la segunda película sobre las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial en estrenarse en pocas semanas en la Argentina después de IDA. Ambas películas tienen muchos puntos en común. Por un lado, llevan por título el nombre de sus protagonistas, en ambos casos dos chicas (en el caso de IDA un poco mayor que aquí) que, en circunstancias muy distintas, se van enterando de la verdadera naturaleza y brutalidad de la situación. Por otro, una puesta en escena personal que trata de diferenciarse de la mayor parte del clásico formato “qualité” utilizado para acercarse al cine histórico, especialmente el ligado con el de los horrores de la guerra. LORE, dirigida por la australiana Cate Shortland, pone su centro en los hijos de una pareja alemana que, al terminar la guerra, ve como su mundo se derrumba. El padre, un oficial nazi, vuelve al hogar y junto con la madre se ven obligados a destruir toda evidencia de su pasado ante la mirada extrañada de Lore, la hija mayor, para luego mudarse a una cabaña. El padre vuelve al frente y suponemos que muere allí, a la madre no le queda otra que entregarse a las autoridades y a la hija mayor le queda una misión por cumplir: atravesar 500 millas hasta Hamburgo para llevar a sus cuatro hermanos (una niña, dos niños y un bebé) a la casa de la abuela. lore 1El filme de Shortland tendrá la lógica de una road movie con elementos tanto de western como de película de terror. La desesperación de la adolescente al mando del grupo de chicos es evidente, lo mismo que la mezcla de desprecio, brutalidad y horror con los que se encuentra. Lore, educada en el odio a los norteamericanos, a los judíos (cree, como muchos, que el Holocausto es una mentira y las fotos de los campos de concentración se hicieron con actores posando) e incapaz de valerse por sí sola, no será el personaje más simpático del mundo, pero eso es también lo que le da a la película un punto de vista inusual, que es ir viendo como los prejuicios de esa generación se chocan con la realidad. En el camino encontrarán con una serie de personajes –especialmente uno, que tiene documentación judía, y que los ayuda a atravesar incontables zonas boscosas (curiosamente los personajes jamás atraviesan grandes ciudades, moviéndose por bosques, refugios y zonas desoladas y fronterizas entre los bloques británicos, soviéticos y norteamericanos de la Alemania de posguerra)– que la irán haciendo a Lore entender un poco más lo que ha estado sucediendo alrededor suyo. A la vez, su despertar sexual (y la atracción que despierta en muchos hombres) complicará un poco más las cosas. Lore 2La película no solo se diferencia de otros filmes en cuanto a los escenarios en los que transcurre. Shortland elige narrar los hechos de una manera impresionista, combinando imágenes más en torno a sensaciones de la protagonista que a una lógica narrativa clásica. Muchas veces evitando transiciones y explicaciones, la australiana utiliza un formato algo clipeado y plagado de epifánicos planos detalle que hacen recordar a algunas cosas de Terrence Malick, al cine de la escocesa Lynne Ramsay o su propia compatriota Jane Campion para narrar el viaje desde lo que parecen ser las impresiones de su confundida protagonista adolescente. El trabajo de orfebrería es ambicioso, delicado y atrapante, aunque por momentos peca de un preciocismo algo excesivo, especialmente en lo que respecta a las escenas más cruentas (este filme tiene bastantes, si bien están narradas de esta forma algo touch and go) y al manejo algo confuso de la información. Es un sistema lógico y consistente con el personaje ya que uno puede suponer que la misma falta de información precisa (qué está sucediendo, cómo y porqué; los lugares que atraviesa y las cosas horrendas que ve a su alrededor) es la que maneja la protagonista, pero de todos modos por momentos puede llegar a ser agotador. Lore 3Otro logro de Shortland (LORE es su segunda película tras SOMERSAULT, de 2004) es que la protagonista nunca hace ningún esfuerzo por caernos simpática ni apuesta por nuestra compasión. Es claro que su situación es desesperante –andar viajando cientos de kilómetros con tres niños y un bebé a cuestas, con apenas unas joyas para canjear por comida–, pero la mirada de Lore es una mezcla de confusión y orgullo, entre desafiante y abrumada, jamás permitiéndonos saber bien qué le pasa por la cabeza. Esa ambigüedad, solo traicionada en su más obvia actitud sobre el final, es lo que le da al filme un interés extra: la generación de Lore es una que tendrá que lidiar con las consecuencias de las tremendas actitudes de sus mayores. Y les tomará muchos años poder hacerlo.
Un documental algo complicado en su estructura, que cuenta tres historias casi simultáneamente, o más bien tres partes/etapas de una misma historia. El filme trata, por un lado, sobre dos veteranos de la Guerra de Malvinas que, en 2006, regresan al lugar en el que pelearon en 1982. Por otro, se cuenta el viaje a las islas de los dos documentalistas del filme, en 2011, con la intención de ver lo que pasó en esa visita de 2006. Lo hacen acompañados por una mujer que conoció y filmó a los soldados en su viaje, y entabló una fuerte relación con ellos (el material que vemos de ese viaje lo filmó por lo general ella y es bastante casero). A su vez, la tercera pata –central– es la guerra en sí y los ecos que produjo en todos ellos. Recuerdos, entrevistas, historias personales (uno de los soldados se relaciona sentimentalmente con esta mujer, con consecuencias imprevisibles) se mezclan en una interesante aunque un poco confusa historia. El aspecto más intrigante del filme es mostrar un costado diferente y no tan “blanco y negro” de lo que sucedió en la guerra y de la posición de algunos de los ex combatientes al respecto. (Crítica publicada durante el Festival de Mar del Plata 2012)