Un mundo seguro:
Patricio Podestá (Carlos Belloso) es un capo de la TV Argentina. Acostado en una cama de dos plazas, está observando en su laptop las cámaras de seguridad que enfocan a la chica que le va a practicar sexo oral (y de paso aspirar a algún puesto en la tele). Mientras se consuma el hecho (el primero) Patricio tiene una visión de lo que parece ser el recuerdo de un hecho de inseguridad (lo asaltan). La paranoia se apodera de él y termina aceptando ser conejillo de indias de un departamento ultramoderno e inteligente que supuestamente es “mas seguro que las pirámides de Egipto” según reza el slogan que escucharemos mil veces durante la película. Al llegar al edificio es acosado por el conductor de un programa de chimentos que al parecer sabe algo más oscuro y terrible que sucedió la noche del asalto.
Patricio se encierra en el departamento y mientras lo va conociendo, su obsesión casi fóbica por el afuera se va transformando en una pesadilla.
En realidad esta especie de resumen persigue la idea de contar algo de lo que trata Un Mundo Seguro porque la película en sí lo pone mas difícil. Bastante mas difícil.
La inexistente dirección de arte y de fotografía logran una estética de albergue transitorio barato que tiñe los dos únicos escenarios de forma tan parecida que da la sensación de que el set era el mismo y sólo cambiaron de lugar algunas paredes de telgopor pintado. Lo mismo sucede con la “modernidad” del edificio Your Home Your World. Un lugar de decoración tan minimalista que Podestá no encuentra ni la heladera (aunque luego aparece un pedazo de queso que sobró del catering del equipo técnico).
Como el espantoso guión no resuelve lo que intenta plantear, el espectador verá a Carlos Belloso hablar, hablar y hablar contando todo lo que piensa y siente su personaje mas todo lo que muestra la cámara volviendo todo redundante por partida doble. No contento con esto, el director Eduardo Spagnuolo decidió que cada actor haga lo que quiera como si se hubiera filmado la catarsis y el proceso de búsqueda del personaje en lugar del trabajo final. Entonces podremos ver a Antonio Birabent (quién deberá tener una seria charla con su representante) gesticular y exagerarlo todo como si le hubieran dado una purga antes de filmar. Lo mismo sucede con su partenaire en la conducción del programa de chimentos (Carla Crespo) que insiste en querer sacarse la ropa y hacer chistes horribles mientras se mueve un poquito mejor que un playmobil.
El hecho de ver a un personaje aislarse en un lugar de extrema seguridad, que empieza a sentirse prisionero del mismo por no tener las claves de acceso, termina por instalar el departamento como otro personaje más que termina por ser el antagonista de la estupidez humana.
De todos modos, el tema de los códigos de seguridad para acceder o salir no son tan relevantes (literalmente es lo que ocurre).
Un Mundo Seguro termina siendo la versión seria de un sketch de Cha Cha Cha, pero con la misma producción. Nunca el espectador tendrá la posibilidad de entender el espacio en el que se desarrolla la acción. Ni dentro ni fuera de campo, lo cual es otro de los factores que va en desmedro de la utilización del espacio y la comprensión general de lo que pasa. Para el momento en el que Belloso le entra a una montañita de cocaína y se baja una botella de agua (en la etiqueta dice Vodka pero no se nota) la vergüenza ajena esta cómodamente instalada en la retina. Lo suficiente como para reír por no llorar. 82 minutos eternos, mal contados, mal filmados y por consecuencia, mal actuados. Un mamarracho que no deja lugar a la esperanza considerando que si se cumple lo de la gacetilla de prensa, será el primer estreno argentino de 2012. Para cualquiera que quiera darle una chance a nuestro cine, por favor empiece con otro título.
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