El turista:
Dos viajeros con facha perdidos en Venecia
Angelina Jolie y Johnny Depp protagonizan la segunda película de Florian Henckel von Donnersmarck, un film en el que a la dupla le sobra belleza pero le falta química. La trama gira en torno a un ladrón anónimo al que ella ama y él suplanta sin querer.
Transcurrido aproximadamente un cuarto de “El turista”, Elise Clifton-Ward, personaje que encarna la cada vez más despampanante Angelina Jolie, le muestra a Frank Tupelo, interpretado por el carismático Johnny Depp, una medallita del dios romano Jano, que tiene dos caras.
Entonces, comenta que es un regalo de su madre para recordarle que todos tenemos un costado bueno y otro malo, y que debemos aceptar esa dualidad en quienes amamos. Desde esa perspectiva, se vuelve difícil encarar un comentario certero sobre esta “remake” del film francés “Anthony Zimmer”, que se estrena hoy en las salas de cine.
Primero, porque querido es su director, el alemán Florian Henckel von Donnersmarck, cuya ópera prima, “La vida de los otros” (Alemania, 2006), ganó un Oscar al mejor film extranjero en 2007 y es una de las películas más exitosas del cine alemán, al menos desde “La caída”.
Segundo, y fundamentalmente, porque tanto Jolie como Depp son actualmente dos de los actores más cotizados de Hollywood y han hecho méritos para ganarse una butaca en la sala que es el corazón de las audiencias.
Claro que lo antedicho se debe a que la expectativa generada por “El turista” no encuentra satisfacción al verla. En principio, porque al tándem Depp-Jolie le sobra pinta pero le falta química, aunque el diálogo que se da entre ellos sobre un tren rumbo a Venecia, cuando se conocen en el film, amague con ponerle calor al celuloide: Jolie camina por el pasillo del larga distancia y, siguiendo las órdenes de un amante prófugo, busca compañía; tumba miradas hasta dar con la distraída de Depp, un simpático profesor de matemáticas que fuma de un cigarrillo electrónico. Entonces, se sienta frente a él y le dice: “Invítame a cenar.” “¿Quieres cenar conmigo?” “No me lo preguntes.” “Cena conmigo.” “No me lo ordenes.” Y mientras la escena continúa, la sala se puebla de ratones. Marche un flautista de Hamelín...
Sin embargo, es la falta de solidez del guión lo que la vuelve una película más para una tarde dominguera de DVD, en casa, que para un fin de semana en el cine. La sinopsis --ya era hora de aclararlo-- presenta a Elise, una mujer enamorada de un estafador anónimo, ex bancario que le roba unos cuantos millones de dólares a un gángster. Desde entonces, Alexander Pearce, el hombre misterioso, está prófugo, y es buscado no sólo por la mafia sino por la Interpol, que quiere cobrarse unos impuestos. Para desorientar la búsqueda de unos y otros, Pearce le ordena a Elise que elija en un tren a Venecia a un tipo cualquiera, para que los policías y los gángsters crean que ese tipo es él, post cirugía plástica, claro. Y la desafortunada víctima es Frank, un turista norteamericano que termina más involucrado en el asunto (y en Elise) de lo que debe.
A pesar de algunos giros con gancho, esa debilidad en el texto de “El turista” hace que uno no sepa, a ciencia cierta, si se encuentra frente a una comedia romántica, una de acción, un drama, una de suspenso o un híbrido entre esos géneros, y ese es el intrincado dilema en el que cae incluso el confiable sitio web The Internet Movie Database.
Como lo más fuerte viene por el lado del humor, con un Depp implicado en situaciones divertidas, la etiqueta andaría por el lado de la comedia. Incluso, por el del documental publicitario, debido al grato trabajo de fotografía sobre una Venecia deliciosa que incentiva las ganas de salir a vacacionar. Sobre todo, con Angelina de acompañante.
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