El filme noruego es una continuación de La última ola, incluso tiene a los mismos personajes, pero esta vez se ambienta en Oslo, que se convierte en el epicentro del desastre. Con un clima oscuro y situaciones más realistas que las vistas tres años atrás en Terremoto: La falla de San Andrés, con Dwayne Johnson, la película muestra el derrotero de su protagonista en medio del caos y cómo sobrevivió después de la tragedia. La película está protagonizada nuevamente por Kristoffer Joneren el rol de Kristian Eikjord, el geólogo preocupado por el gigantesco movimiento sísmico que se acerca luego del desastre ocurrido en la ciudad en 1904. Pero nadie le cree mientras arrastra el trauma de lo vivido anteriormente. La historia pone el acento en el desarrollo del personaje central con un tono lúgubre y fiel al espíritu de la propuesta que claramente tiene otros tiempos comparada con el cine hollywoodense. Con la intención de recuperar a su familia -Ane Dahl Torp y Jonas Oftebro- de la que se mantiene alejado, la desesperacíón aparece en el segundo tramo del filme donde el desastre se vive a través de logradas escenas de cine catástrofe a pesar del acotado presupuesto. En ese sentido, hay dos momentos que mantienen la tensión hasta el desenlace: el ascensor en el que quedan atrapados Kristian y su ex esposa, y un vidrio gigantesco que comienza a rajarse por el peso de la hija que podría caerse al vacío desde lo alto de un edificio destruído.
Una eficaz propuesta francesa de los hermanos David Foenkinos y Stéphane Foenkinos que explora los comportamientos venenosos de una mujer de mediana edad que ve a su entorno como una amenaza constante. En Algo celosa, Nathalie -una estupenda Karin Viard- es una profesora universitaria de literatura divorciada que deja de ser encantadora y comienza a padecer esos sentimnientos negativos, los celos, con aquellos que la rodean: desde su hija adolescente de 18 años que practica ballet y está de novia; pasando por su nueva conquista amorosa, su mejor amiga y también cae en sus redes la nueva novia de su ex marido. Nathalie navega a través de esta crisis de los cincuenta de una forma graciosa, emotiva y políticamente incorrecta que encuentra en la película el tono adecuado, combinando gags y la cuota dramática necesaria que se adueña del relato en su segundo tramo. El acierto es el correcto balanceo de situaciones, la conducta de Nathalie que es rechazada por su entorno y el diseño de los personajes secundarios que aparecen en los momentos justos y agregan el condimento justo. Con la intención de profundizar en las erráticas conductas humanas -los diálogos entre Nathalie y su amiga-, los realizadores exploran las diferentes situaciones que presentan con cotidianeidad que las acerca al espectador. Entre conversaciones y conflictos que estallan entre madre e hija, la conducta tóxica de la protagonista también extiende sus redes a todos los ámbitos, generando rechazo, sufrimiento y soledad por parte de su círculo más íntimo.
Una película de terror sobrenatural ambientada en una morgue puede provocar escalofríos y, más aún, cuando el cuerpo que ingresa parece estar a "medio exorcizar". En Cadáver, el director Diederik Van Rooijen debuta en el cine norteamericano con el guión de Brian Sieve -de la serie Scream- y muestra que el límite entre la vida y la muerte es muy delgado, explotando los recursos de un subgénero que siempre dio buenos réditos en boleterías. Megan Reed -Shay Mitchell- es una ex-policía que arrastra las culpas de un caso e ingresa, a través de una amiga, a trabajar en la morgue del Boston Memorial Hospital en el turno nocturno. Lo más interesante del filme ocurre al principio con el exorcismo que se le practica a la joven Hannah Grace -Kirby Johnson- y cuando su cuerpo es trasladado luego al sótano del establecimiento. Entre luces parpadeantes, un clima sombrío y un tono sobrenatural de exorcismo, el relato juega con los sonidos extraños, el escozor que produce estar en contacto con los muertos y con una presencia que altera la percepción de realidad de la protagonista. La trama incluye una galería de personajes secundarios episódicos que se convierten en víctimas de la presencia demoníaca pero va perdiendo el clima claustrofóbico, amenazante y pesadillesco que logra al comienzo, dejando lugar al suspenso y al impacto visual de los efectos -bien logrados pero vistos hasta el hartazgo-. En comparación con La morgue-2017-, de Andre Ovredal, y en la que padre e hijo realizaban autopsias y descubrían un secreto aterrador, Cadáver pierde la oportunidad de helar la sangre como prometía.
1953. "Ya viene..." aseguran los niños que llevan adelante el juego de "El hombre de la medianoche" en el lúgubre ático de una vieja casona. Siguiendo las reglas y a merced de una criatura monstruosa, sólo una niña sobrevive y la acción pasa a la actualidad. Alex Luster -Gabrielle Haugh- toma un receso escolar para cuidar a su abuela -Lin Shaye, la actriz de la saga La noche del demonio- que vive recluída en su habitación y que fuera la niña sobreviviente. Y el juego se repite cuando la adolescente encuentra el juego en el ático e invita a un amigo a pasar la noche en el lugar. Demonio de medianoche es un producto híbrido que llega con dos años de retraso y no asusta a pesar de tener un par de escenas logradas -un error imperdonable hacer hablar al monstruo en cuestión- que hacen que la criatura despierte los temores más profundos de sus víctimas en una casona bajo la luz de las velas, según la regla del juego. Una idea remanida que encontró mejores resultados en Ouija y que también intentó reflotar sin éxito Siete deseos, y que ofrece aquí una variante pobre -objetos que permiten el ingreso del mundo fantástico y monstruoso- sin el lucimiento de los personajes. En la trama aparece también Robert Englund -Freddy Krugger- en el papel del médico de la familia, perdido entre sus parlamentos y en medio de adolescentes que temen a la figura sombría que adquiere diferentes formas para inquietar al espectador. No hay mucho más en esta producción clase B del director Travis Z que se agota en la mitad de la historia, sortea las reglas de supervivencia que plantea y ofrece un epílogo que se convierte además en el lugar común del género de terror, entre espejos de plata, sombras amenazantes, círculos de sal, un suicidio y relojes que marcan la hora "equivocada".
Este thriller psicológico está basado en el doble crimen de la familia Borden, ocurrido enFall River, Massachusetts, en 1892. En este tipo de producciones el espectador conoce cómo terminarán los hechos pero no cómo se llega a ellos en un desenlace macabro y estremecedor perpetrado con total premeditación. Algo similiar planteó Peter Jackson en su magnífica Criaturas celestiales. La película de Craig William Macneill -The Boy- aprovecha los resortes de una historia de época situando a los personajes en situaciones de extrema tensión y no juzgando sus acciones, sino haciendo hincapié n sus motivaciones. Lizzie Borden -Chloë Sevigny- vive una vida claustrofóbica -tenía que pedir permiso a sus padres para ir sola al teatro- y mantiene una tensa relación con su autoritario padre Andrew -Jamey Sheridan- y su madrastra Abby -Fiona Shaw-, una mujer que sabe mucho más de lo que calla y está interesada en la fortuna de su esposo prestamista. La rutina del hogar se rompe cuando Bridget Sullivan -Kristen Stewart, la actriz de la saga Crepúsculo-, llega a trabajar como mucama, dejando a su madre enferma y encuentra en Lizzie comprensión, apoyo y algo más. Con este planteo El asesinato de la familia Borden echa mano a los recursos del suspenso en una historia cíclica que va alimentando el clima de aparente tranquilidad del clan a través de una sucesión de oscuros episodios que incluyen odio, abusos y silencios. La familia "perfecta" y "respetada" tiene secretos y Lizzie está a punto de estallar. La tensión se mantiene a pesar del desarrollo lento de la trama, y el pacto que surge entre las dos jóvenes hace cuestionar al espectador acerca de quién es el verdadero culpable de los crímenes hasta el final en una lista que también acumula otros sospechosos. La ambientación y la fotografía suman atmósfera e interés a un relato que se va armando como un rompecabezas y se sostiene en las magníficas actuaciones de Sevingny como la mujer sufriente y adelantada a su época y una Stewart más frágil que también conoce el horror dentro de ese hogar.
Jorge y Mabel forman una pareja que está en plena separación. Ambos están desnudos en la cama, intentando amarse por última vez. Cuerpos que se buscan y no se encuentran son el puntapié dramático del primer largometraje de Mónica Lairana -actriz que se coloca nuevamente detrás de cámara luego de sus cortos Rosa y María-, quien espía de una manera cruda y despojada el mundo privado e íntimo de esta pareja mayor. La Cama es una osada apuesta desde lo visual, con la presencia de dos actores -Sandra Sandrini y Alejo Mango- casi siempre desnudos frente a los ojos del espectador en un relato que los coloca como protagonistas. Un cine que propone la contemplación y que no siempre resulta cómodo para el espectador en su posición de voyeur. En esa zona difusa se mueve la directora para narrar las horas crepusculares de una pareja que va desmantelando el hogar con el cartel de "Venta" de la casa y también sus emociones a través de situaciones cotidianas, como revisar discos, mirar fotos, mover muebles y ducharse, y en las que el tiempo parece detenerse. En una casa cuyas paredes están atravesadas por escasos rayos de luz en un verano muy caluroso, como los que quizás alguna vez iluminaron sus días, ellos esperan al camión de mudanzas mientras dividen sus pertenencias. Sobre las acciones contenidas, los silencios y los gestos es donde Lairana construye el universo de esta propuesta que escapa a las convenciones del cine tradicional con dos personajes que, a pesar de distanciarse, parecen necesitarse hasta en los más pequeños detalles.
El director Martín DeSalvoconstruye un sólido relato carcelario sobre un hecho político poco conocido y ocurrido en 1956, transitando con comodidad los resortes dramáticos de una historia que combina suspenso, encierro y traiciones. Los dirigentes Héctor Cámpora -Carlos Belloso-, Jorge Antonio -Lautaro Delgado-, John William Cooke -Rafael Spregelburg- y Guillermo Patricio Kelly -Diego Gentile- son trasladados a la Unidad XV en Río Gallegos en el marco de la Revolución Libertadora y luego del derrocamiento de Perón. Con un registro en blanco y negro que transmite la angustia y palidez de los presos, el filme tiene el acierto de generar tensión e interés al confinar a cuatro hombres disímiles entre sí en sus ideales políticos y unidos para poder escapar de un sistema carcelario corrupto -el director del penal es Germán Da Silva- y de un guardia sin escrúpulos. Entre el deteriorado estado físico de Cámpora hasta el primer intento de fuga de Kelly y la aparición de Esmeralda -Mora Recalde-, la esposa de Jorge Antonio que cumple un rol fundamental en la trama y cuyos bienes fueron expropiados por la Revolución Libertadora, decide dejar la comodidad de su hogar y viaja para ayudar a su marido. Cuatro personajes importantes de la historia peronista intentan sobrevivir al frío del lugar, a las paredes descascaradas, al maltrato y a la comida que reciben como premio, aún sabiendo que su destino es la muerte. En el contraste entre los planos abiertos y el espacio claustrofóbico reside la riqueza de un relato que si bien es de tints políticos nunca deja de lado el cine de género. A la correcta ambientación de época se suman las convincentes actuaciones, entre confesiones, compañerismo y la ayuda menos pensada que potencia el suspenso de la propuesta.
Este drama criminal funciona en todas sus facetas gracias a la batuta del director británico Steve Mc Queen -ganador del Oscar por 12 años de esclavitud y también entregó la impactante Shame-, quien expone las vidas de un grupo de viudas dispuestas a todo. El filme, una adaptación de la serie británica homónima emitida entre 1983 y 1985, cuenta con el guión del realizador y de Gillian Flynn -Perdida-. Los límites de la moral y la corrupción política se ven desdibujados a través de una serie de personajes que quieren sacar su propia tajada en esta película que tiene el mérito de guardarse un giro inesperado. Con más suerte que el elenco femenino de la híbrida Ocean´s 8, Viudas está ambientada en Chicago con cuatro mujeres que aparentemente no tienen nada en común a excepción de una deuda heredada por las actividades criminales de sus difuntos maridos. Y está Verónica -Viola Davis en una actuación inolvidable-, que al descubrir una libreta con los planes criminales inconclusos de su difundo esposo decide llevarlos adelante con la ayuda de sus compañeras Alice -Elizabeth Debicki-, la esposa maltratada; Linda -Michelle Rodriguez- y Belle -Cynthia Erivo- y forjarse un futuro con sus propias reglas. Todos sus maridos murieron durante un robo. Entre las presiones de políticos de Jack Mulligan -Colin Farrell- y un brutal asesino- el siempre convincente Daniel Kaluuya, el actor de Huye!- que responde a la voluntad del candidato opositor y quiere el dinero para sus campañas políticas, la intriga no se hace esperar mientras una sensación de peligro inminente se adueña de la trama -Verónica y su perrito amenazados-. Con este marco el realizador también enciende la crítica social sobre problemas raciales y de género en los Estados Unidos. El relato comienza con Verónica y su marido Harry -Liam Neeson- en una escena de cama abruptamente interrumpida por otra con la escena de un violento robo. Lo cotidiano convive con la delincuencia de una manera brutal en este film que combina acertadamente todas las líneas argumentales y los personajes -como la niñera devenida en mujer entrenada para el robo-. También aparece Robert Duvall como el padre de Mulligan pero es Viola Davis quien lleva adelante el relato y enhebra las vidas de estas amas de casa desesperadas listas para cumplir su planificada misión.
Como una suerte de aprendiz del personaje impulsado por Liam Neeson en Búsqueda implacable, Jennifer Garner encarna a Riley North, una madre que toma las armas y enciende la venganza contra aquellos que terminaron con la vida de su familia en Matar o morir, la nueva película de Pierre Morel -De París con amor-, un especialista en el género de acción y discípulo de Luc Besson. En esta nueva realización, la acción está a la orden del día y no pierde tiempo para desatar tiros, peleas y enfrentamientos varios. Un salida nocturna al parque de diversiones se convierte en tragedia cuando su marido Chris -Jeff Hephner- y su hija Carly -Cailey Fleming- son asesinados a balazos. Este filme sigue los pasos de la exitosas sagas John Wick, con Keanu Reeves y El justiciero, con Denzel Washington, típicos exponentes del cine de los setenta y ochenta que, en este caso, convierte a Riley en una mujer decepcionada con el sistema judicial que deja libres a los asesinos de su familia. El filme cumple su cometido y entrega lo que promete sin apartarse de los convencionalismos del género ni profundizando demasiado en los personajes. Ello actúan porque la trama lo pide -Riley es el ama de casa que luego de salir del coma se supone que entrenó y puede controlar todo-. La trama también impulsa la investigación de los detectives de turno -John Gallagher y John Ortiz- para seguir los pasos de la enfurecida ama de casa, combatir y encontrar a un traicionero de la fuerza policial y enfrentar al capo narco junto a todo su ejército de secuaces mientras el nuevo "ángel vengador" encuentra el refugio y el apoyo de un grupo de homeless. Garner se pone la película al hombro con un personaje hecho a su medida y deja abierta la puerta a una secuela. Que los malvados se vayan poniendo en fila...
En épocas de Halloween otro asesino enmascarado llega a la pantalla en este relato de terror que sigue la fórmula de exitosos "slasher" de los años setenta y ochenta. Hell Fest se desarrolla en una feria dedicada al terror donde los visitantes son asustados por diferentes monstruos y atracciones. Un grupo de adolescentes llega al lugar para divertirse y pronto descubre que un extraño personaje enmascarado no forma parte del staff del evento y empieza a desparramar sus víctimas en una noche en la que la diversión se confunde con los alaridos reales. Con ecos de Carnaval del terror -Fun House, 1981-, la película dirigida por Tobe Hooper, Hell Fest retoma ese escenario para que los personajes vivan emociones intensas, entregando un producto que no escapa a las reglas del género y que encuentra momentos logrados como la escena de la guillotina o la adolescente atrapada en el baño del parque junto al asesino. No hay nada nuevo bajo el sol y al parecer al director Gregory Plotkin-quien antes filmó la olvidable Actividad Paranormal: La dimensión fantasma y fue también editor de Huye- no parece preocuparle demasiado, convirtiendo a sus criaturas -uamigos y una pareja que planea su reencuentro en el lugar- en presas de un asesino despiadado que se mueve como el Michael Myers de Halloween. El acertado diseño de arte conduce a los visitantes hacia un tren fantasma plagado de sustos y al espectador a una amenaza que se hace real con el correr de los minutos y de la que parece difícil escapar. El cazador y sus presas entran en un juego diabólico que abre la puerta para una continuación en esta historia que no disimula sus fallas -las dos chicas en lugar de escapar se meten en el túnel del infierno- pero entrega un entretenimiento liviano para los seguidores del género. En el film de terror de Hooper, el slogan era "Paguen para entrar. Recen para salir", que acá se sigue al pie de la letra con su estilo "gore" y acumulación de cadáveres.