Un campeón en problemas Producto pensado para el público familiar a partir de una historia que combina los toques de acción con las dosis de emoción que requiere este tipo de propuestas. El film comienza en Medellín, Colombia, donde Alex (Mariano Martínez) un boxeador debe escapar de las garras de un marido enfurecido, para luego trasladarse a Buenos Aires. En la ciudad se reencuentra con quienes había abandonado años atrás: su entrenador (Emilio Disi), sus compañeros y también conoce a un hijo de ocho años - que vaya casualidad- está al cuidado de Bruno (Federico Amador), el actual campeón del mundo y rival del protagonista. Filmada en 3D, y a excepción del escape del inicio con sillas que vuelan hacia cámara, el uso de este formato se ve poco aprovechado incluso en las escenas que se desarrollan sobre el cuadrilátero. La trama contrasta dos mundos diferentes (el pobre y bueno vs. el rico y altivo) y coloca en primera plano la historia del niño que debe ser reconquistado por su padre biológico. Previsible. lacrimógena, ingenua y entretenida en su desarrollo, La pelea de mi vida sabe donde golpear al espectador en este amplio muestrario que incluye además las virtudes turísticas de Tigre. Mariano Martínez se convierte en el luchador arriba y abajo del ring en esta película armada para su lucimiento, bajo la batuta de Jorge Nisco, el mismo de Comodines y High School Musical: El Desafío.
¡Hay alguien en mi cuerpo! Al fin una película de terror que no recurre al registro de la "camara en mano" y sigue los pasos del relato clásico, sin la necesidad de tantos efectos especiales. Lo justo y necesario. En ese sentido, Posesión Satánica (The Possession) es un logrado trabajo del realizador danés Ole Bornedal (Just Another Love Story, Líbranos del mal) que asusta con buenas armas y crea el clima adecuado para este tipo de realizaciones. Desde la producción, el nombre de Sam Raimi también hace lo suyo, considerando que hace años filmó Diabólico. Trasladar a la pantalla el tema de las posesiones diabólicas es, casi siempre, un arma de doble filo porque mucho se ha visto desde el clásico de William Friedkin, El exorcista, que lanzó a la fama a una por ese entonces desconocida Linda Blair. En esta película, supuestamente basada en sucesos reales, una niña ve cómo su mundo cotidiano deja lugar a una extraña criatura conocida como "Dibbuk". Un matrimonio recién separado (Jeffrey Dean Morgan y Kyra Sedgwick) reparte su tiempo entre sus dos hijas, la pequeña Em (Natasha Calis) y otra adolescente, pero lo que el padre ignora es que una extraña caja negra adquirida en una subasta cambiará la vida de la pequeña y las de todos. El tema del Mal liberado en la Tierra y personificado en una pequeña (al igual que en La profecía) se despliega con fluidez narrativa, sumergiendo al espectador en el misterio que encierra la caja. La misma va alterando los comportamientos (y la suerte) de sus propietarios. El comienzo impacta y deja lugar a una sucesión de escenas en las que el terror irrumpe y un espíritu maligno, escondido en el cuerpo de la niña, dice presente. Invasiones de insectos, rituales judíos, juegos constantes de luces y sombras, médicos especialistas y un desenlace en la morgue que pone los pelos de punta, son algunas de las sorpresas que encierra la "caja feliz".
El mundo íntimo femenino Si hay algo que no puede negarse es que la película de la realizadora polaca Malgoska Szumowska es altamente provocativa por el tema que aborda, aunque la forma de hacerlo no siempre resulta convincente. Elles retrata el mundo íntimo de Anne (Juliette Binoche), una periodista de la revista que da título al film, madre de dos hijos, que se ocupa como puede de ellos (uno menor, adicto a los videojuegos y otro adolescente, cercano al consumo de drogas) y de un marido ausente. Anne emprende una investigación para escribir un artículo sobre prostitución estudiantil, y a través de flashbacks aparecen sus entrevistas con dos chicas universitarias que ejercen el oficio más viejo del mundo, Alicja (Joanna Kulig ) y Charlotte (Anaïs Demoustier ), que pertenecen a clases sociales diferentes. Ese contacto despertará su mundo íntimo. Con este planteo, la realizadora tiene un buen material entre manos (ni que hablar de Binoche, una actriz de múltiples recursos) para explotar los deseos de la protagonista y de su entorno. Sin embargo, todo se reduce a una sucesión de escenas sexuales (fuertes) y mucho morbo que resultan inncesarias para comprender la humillación a la que se someten las chicas que financian sus estudios gracias al uso del cuerpo. Elles tiene buenas interpretaciones y muestra un panorama familiar donde reina la incomunicación y donde la comida también funciona como elemento de unión de piezas que funcionan por separado. Una mirada que habla sobre la búsqueda del deseo en sus diferentes formas y el descubrimiento de la autosatisfacción. Lástima que la excitación no siempre se traslada al público.
Nuevo rostro para un agente perseguido Realizar una cuarta entrega de la saga de Jason Bourne sin su protagonista original, Matt Damon, y sin el realizador de las dos últimas, Paul Greengrass, significaba un desafío. Todo indica que la historia continuará ahora de la mano de Jeremy Renner, un nuevo agente, mezcla de Rambo y McGyver, quien se verá perseguido por ser parte de una feroz operación para conseguir al "hombre perfecto". Sin embargo, ningún cabo debería quedar suelto. Aaron Cross es la pieza de este complicado rompecabezas (Bourne en las entregas anteriores intentaba averiguar que había detrás del programa secreto de la CIA, Treadstone) que se mueve entre el consumo de drogas y pastillas. Aunque el film se toma su tiempo para explicar diversas situaciones, tampoco queda demasiado claro el pasado del protagonista. El relato cuenta con la dirección de Tony Gilroy (Michael Clayton; Duplicidad), quien expande el conflicto central imaginado por las novelas de Robert Ludlum. Acá Cross se unirá a una doctora (una siempre espléndida Rachel Weisz) para emprender un escape vertiginoso. La acción se traslada de Alaska a Filipinas con velocidad y en el bando antagónico (y muy poco confiable) se encuentran los personajes de Edward Norton (con un rol acotado), Stacy Keach, Oscar Isaac y los veteranos Joan Allen, David Strathairn y Scott Glenn, quienes retoman con pequeñas apariciones sus personajes. Sin superar a las tres entregas anteriores, la película acierta en los momentos en los que Cross se ve acorralado: la secuencia de los lobos en un clima helado o la extensa persecución final a bordo de una moto, se llevan los aplausos y crean tensión. La pérdida de la memoria que tenía Damon es reemplazada por una nueva droga que va dejando cadáveres por doquier y un inescrupuloso equipo que no duda en apretar el gatillo cuando las papas queman. Es entretenida, pero no es la mejor de la saga.
Disparatada mirada sobre la paz Una bienvenida comedia que parte de una premisa absurda y se va convirtiendo con el correr de los minutos en una sátira pólitica entretenida e inteligente. La acción de Cuando los chanchos vuelen se ambienta en la Franja de Gaza, zona de conflictos si los hay, donde el pescador palestino Jaafar hace lo imposible para sobrevivir. Ante la falta de trabajo y los reclamos constantes de su mujer que necesita dinero para el hogar, el mundo del protagonista cambia radicalmente cuando encuentra entre sus redes a un cerdo. Sí, a un chancho, animal prohibido para los judíos y los palestinos. Jaafar tiene la idea de venderlo pero su plan se transforma en una verdadera pesadilla cargada de situaciones disparatadas y obstáculos cuando se ve obligado a ocultar al animal. El film de Sylvain Estibal, una coproducción entre Bélgica, Francia y Alemania, logra una buena pintura de personajes y la despeseración es la que atraviesa el relato en medio de una trama que se mueve entre soldados, camuflajes, intentos por deshacerse de la presa y la necesidad por la supervivencia. Después del planteo inicial, el tono del film se pone más serio, aunque nunca deja de divertir, para instalar el tema de los enfrentamientos constantes, el comercio que se da entre las colonias enemigas y separadas por un alambrado, y "el servicio" especial del que Jafaar saca provecho para ofrecerlo a una joven de los campos rivales. Cuando los chanchos vuelen construye una sátira política en favor de la paz entre los pueblos y, paradójicamente, lo hace a partir de un animal prohibido para ambas culturas que finalmente sirve de vínculo para mitigar tantas peleas religiosas. El film tampoco se ahorra terroristas que le colocan a Jaafar un saco de explosivos, una casa alterada por la presencia del chancho (disfrazado de oveja) y soldados que matan el tiempo mirando (y sufiendo) telenovelas brasileñas que tienen éxito en un lugar de extrema pobreza.
Acción ochentosa e imparable "Vos regresaste muchas veces" le dice Bruce Willis a Arnold Schwarzenegger en esta secuela que ahora dirige Simon West y reúne a un elenco multiestelar. Difícilmente se vuelvan a juntar. Los indestructibles 2 echa mano a todos los recursos del género de acción para sorprender y mantener al espectador pegado a la butaca. Y lo consigue gracias a una catarata de acción imparable que tampoco deja de lado los toques humorísticos y las referencias a Rambo y Terminator. Concebida como un producto del género, como los que se hacían en las décadas del setenta y ochenta, el film se ve realista gracias a su arsenal pirotécnico (no digital, a excepción de los litros de sangre que saltan por doquier) y a su potente elenco, en el que faltaría sólo Steven Seagal. Pero él apareció en Machete, de Robert Rodríguez. Barney (Sylvester Stallone) recibe una nueva misión del misterioso Mr. Church (Willis) para encontrar una caja que tiene la ubicación de toneladas de plutonio que podrían cambiar el equilibrio de poder en el mundo. Pero algo sale mal y la venganza será el motor para que el grupo formado por Lee Christmas (Jason Statham), Gunnar (el gigantesco Dolph Lundgren), Toll (Randy Couture), Maggie (Yu Nan) y Hale (Terry Crews), persigan sin descando al villano de la historia encarnado por el astro belga de las artes marciales, Jean-Claude Van Damme. Los indestructibles 2 no descubre la pólvora pero sí logra trasladar al espectador al juego que propone la trama, con las apariciones de Chuck Norris (una suerte de salvador cuando las papas queman) y, con menor desempeño, Jet Li. Todo está listo para la acción y para los chistes que los personajes (o, mejor dicho, los actores) se lanzan entre ellos ("Somos piezas de museo") y que hacen referencia al paso de los años. El resto es puro entretenimiento y cada uno, sobre todo Stallone y Statham, tienen su lucimiento por separado. Rodada en escenarios naturales de Bulgaria, Rusia y Francia, la película cuenta con un cameo del tenista Novak Djokovic. La película sigue los clichés del género al pie de la letra (destrozos varios, armas de todo tipo, pueblos oprimidos liberados por los héroes en cuestión y villanos de temer) y deja en claro que las arrugas no quitan las viejas mañas.
Vampiros a caballo Aprovechando el nombre de Tim Burton desde la producción y con la dirección del ruso Timur Bekmambetov, la película aborda la figura del Presidente Abraham Lincoln en este combo de terror vampírico, fantasía y aventura. Como una suerte de Van Helsing, Abraham Lincoln (Benjamin Walker) arrastra desde niño el asesinato de su madre y, movilizado por la venganza, se lanza contra un ejército de vampiros que intenta adueñarse del país en tiempos de esclavitud. De joven inexperto se transforma, entrenamiento mediante con su compañero Henry Sturges (Dominic Cooper), en un ágil cazador con hacha en mano dispuesto a todo. Y forma un equipo con su amigo de la infancia Will Johnson (Anthony Mackie) para terminar con el villano de turno (Rufus Sewell). Entre combates en campos de batalla y un cargamento de "plata" que amenaza con terminar con las "criaturas de la noche", el director de Se Busca y Guardianes de la noche construye una película que no siempre convence por el recurso repetitivo de las luchas ralentadas al estilo Matrix y por el escaso suspenso que generan los malvados de la historia. Abraham Lincoln: Cazador de Vampiros sabe aprovechar el recurso del 3D en algunas escenas, pero peca de exagerada en la secuencia de la cabalgata y en el final, desarrollado a bordo de un tren, donde todo está llevado al límite y los efectos quitan realismo al desenlace. El resultado es un film que se aleja del espíritu lúgubre que le hubiese impreso Burton y todo se ve como un ingenuo desfile de colmillos, balas de plata, vampiros a caballo y piruetas que dejan abierta la puerta para una continuación.
Entre la espada y la pared El director Luc Besson se destacó siempre en el género de acción (últimamente se lo ve más en su rol de productor) y con esta coproducción entre Francia y el Reino Unido hace foco en la activista de Birmania, Aung San Suu Kyi. La fuerza del amor (The Lady) aborda la faceta más íntima de esta mujer que luchó contra la tiranía de una dictadura, sufrió un eterno arresto domiciliario desde 1989 hasta el 2010 (justamente cuando se estaba rodando esta película), y recibió también el Premio Nobel de la Paz. Besson nunca se olvida del entretenimiento en esta historia de amor que combina política, intriga y drama familiar. Sobre ese trípode se sostiene esta realización de más de dos horas que puede pecar en algunos momentos de drama edulcorado, pero que pinta el universo de esta mujer que sufrió en carne propia la prohibición, la separación de su familia (el esposo y los dos hijos) y el exilio en su propio hogar a pesar del enorme apoyo popular con el que contó. Las convicciones, los ideales y el amor por los suyos la llevaron a estar entre la espada y la pared ("Si no esta lucha sería en vano") y siempre al borde de las agresiones de los militares, los verdaderos villanos del relato. La película cuenta con el protagónico de Michelle Yeoh (La Monia: La tumba del emperador Dragón) y David Thewlis (Caballo de guerra) en el rol de Michael Aris, su marido, un experto en temas tibetanos. Sus excelentes composiciones hacen creíbles las situaciones y transmiten el dolor que atraviesan sus personajes. Entre campos minados por los que caminan inocentes, la radio como vía de comunicación con el resto del mundo (cuando no le cortan la luz) y la envolvente banda sonora de Eric Serra (un habitual colaborador de Besson), la película es una biografía respetuosa que plantea un profundo dilema íntimo de una mujer que puso color a un país oscuro donde reina el terror.
Inseparables La fuerza de una buena historia sumada a la solidez de sus intérpretes centrales demuestran que no hace falta mucho más para conquistar al espectador. Amigos intocables (Intouchables) fue un éxito en Francia (convocó más de 19 millones de espectadores) y está basada en la historia real de Philippe Bozzo di Borgo, un millonario que quedó tetraplégico a raíz de un accidente. La película plasma la relación que se teje entre Philippe y Driss (Omar Sy), un joven negro de los suburbios de París que ingresa en un mundo desconocido cuando comienza a trabajar como su asistente y le devuelve las ganas de vivir. Con este esquema sencillo, los directores Eric Toledano y Olivier Nakache, quienes vienen trabajando juntos desde hace años y de quienes acá no se conocen sus películas, exploran una relación laboral que se va transformando en una amistosa cuando entran en juego los afectos y la contención. El rasgo más atrapante y emocionante del film es cómo se unen estos dos mundos antagónicos: el aristócrata que lo tiene todo menos la posibilidad de moverse por sí solo y el joven que también arrastra un complicado panorama familiar y laboral. La pregunta que se hace el relato es si realmente es sana esta relación tan cercana que, por momentos. priva a Driss de desarrollar su propia vida. El relato hace gala de sus climas que navegan entre el humor y el drama más intenso y despiadado, pero sin golpes bajos, arrastrando los conflictos de sus dos personajes al centro de la emoción. Támbién resulta funcional y envolvente el uso de la música que va llevando a los protagonistas de un lado a otro. Philippe ve girar el mundo desde su silla de ruedas a a partir de un gran trabajo de Francois Cluzet (con cierto parecido a Dustin Hoffman), mientras que Driss cobra vida gracias a la conmovedora interpretación de Omar Sy. Dos actores al servicio de dos criaturas inseparables que deben tomar distancia. La escena final, ya sobre los créditos, deja ver a los verdaderos protagonistas.
La punta del iceberg Esta producción de Argentina Sono Film y España aborda un caso policial ocurrido en la década del cincuenta para contar una historia en la que se mezclan el romance, la política y los toques de humor. Atraco!, coescrita por Marcelo Figueras, Piti Español y Eduard Cortés, cuenta con la dirección de éste último, y comienza con el robo de una joyería que planifican cuidadosamente dos hombres disfrazados de militares. La acción irá hacia atrás y situará a estos dos personajes (Guillermo Francella y Nicolás Cabré) que empiezan a trabajar para un General argentino (Daniel Fanego) radicado en Panamá, en una trama que esconde secretos, joyas de Eva Perón y una visita de la mujer de Franco a la joyería en cuestión. El relato se mueve al ritmo del mambo y cruza varios géneros acertando en la creación de climas y en la cuidada reconstrucción de época para narrar un asalto (arreglado) que no sale como estaba planificado y que sólo es la punta de un iceberg, de un mecanismo más complejo, en el que dirán presentes la política, la aparición de una enfermera enamoradiza y de otras relaciones por descubrirse. Atraco funciona cuando se pone en marcha la investigacíon policial que se lleva adelante sobre el caso que tiene un gran impacto en la sociedad de la época, pero también pierde el rumbo cuando entran en juego demasiados elementos. Los protagonistas, armados y uniformados que asaltan el negocio de la Gran Vía madrileña, colocan en primer plano a la "pareja despareja": un profesional que se desempeñó como guardaespaldas de Eva Perón y a un joven inexperto que acepta esta "propuesta" de trabajo, y que le sienta mejor que no hacer nada. Guillermo Francella sigue con el camino actoral que demostró en El secreto de sus ojos, con un personaje duro e inseguro que también se permite (sin desbordes) sus momentos de humor jugados con astucia a través de su mirada. Por su parte, Nicolás Cabré, arrastra las morisquetas de la televisión y, recién al final de la película, parece encontrar al personaje. El que realmente se lleva los aplausos es Daniel Fanego, un hombre de duras decisiones que se ve atrapado entre la espada, el asma y la pared, y es quien enciende la mecha de la historia. Una apuesta arriesgada desde el vamos y con una idea muy interesante que se explota al máximo desde lo policial cuando no se deja tentar por el ritmo del mambo.