Parece que Aurora Venturini dejó la película a una semana de comenzar a filmar. Parece que fue amiga de Evita y de Sartre. Parece que conoció también a Camus y a Simone de Beauvoir. Es más, cuenta en una entrevista que la hija de Sartre se casó con Camus. Parece que es bravísima. De un humor particular. Parece que le gustan los bombones. Parece que una araña pariente suya, Ariadna, sabía leer y se acercó a un soneto y allí murió. Parece que Aurora estuvo en el infierno. Todo parece porque todo en Aurora es literatura, no verdad. Pero aclaremos algunas cosas que no parecen sino que son: escribió una treintena de libros en editoriales pequeñas o publicaciones personales, se recibió de Licenciada en Ciencias de la Educación y Filosofía, vive en La Plata y en el año 2007 ganó el premio Nueva Novela de Página 12 con el inquietante libro “Las Primas”. Dijo que le llego tarde el reconocimiento y tiene razón. Agustina Massa y Fernando Krapp quisieron hacer un documental sobre su figura. Le mandaron el guión. Ella aceptó. Lo corrigió y se entusiasmó. Pero rompió la guitarra en la mitad del show. Chau. No los quiero ver más. Igual Massa y Krapp continuaron ( por suerte!) y hoy podemos ver Beatriz Portinari, un documental sobre Aurora Venturini. Los directores logran algo dificilísimo: retratar la imaginería literaria de Venturini, potente y esquiva. Así también es ella. La película es original, genuina y dinámica. No sobran tomas ni testimonios. Todo está en su justa medida, mejor dicho en la medida que Aurora decide. Se la puede ver deleitándose ante el relato de su amigo cura que realiza exorcismos, tirando a la mierda un micrófono en la presentación de su libro, emocionada mostrando la foto de un viejo profesor o relatando su descenso a los infiernos. Todo eso está en el film y lo cuenta la protagonista. Los testimoniantes de su vida son igualmente atractivos y singulares. Merecería un mini documental su amiga y biógrafa Haydeé Bambill, quien posee un importante archivo de Venturini y anda armada, sí, así como lo leen: un regalo de Aurora que guarda en su bastón. Aurora sabe construir su personaje, y los directores supieron retratarlo. A nosotros solo nos queda entregarnos a las historias de una escritora, tal vez de las más originales de estas latitudes. Los rockeros que se hacen los malos rompen las guitarras al final de los recitales, Aurora ( que es muy punky como dice Mariana Enriquez) te rompe la cabeza con una historia que te cuenta cuando estás atenta escuchándola. Te rompe la cabeza, así. Y cuando algo ya no le cabe, no le cabe. No quiere quedar bien. No le interesa que le agrades, arreglate. Ella lo único que te ofrece son historias. Es tu problema si no le crees, tu problema si buscas la verdad. Porque ¿en serio vas a entrevistar a una escritora para buscar la verdad? Si hacemos eso, somos nosotros los equivocados, no Aurora. Porque Aurora es literatura. Y lo que demuestra que es un gran documental es que de lo primero que tenés ganas cuando salís del cine es de ir corriendo a internarse en sus libros, de seguir en sus mundos, en sus infiernos. De seguir a Beatriz Portinari hasta ahí.
El recorrido poético de tres internas de la Unidad 31 del Penal de Ezeiza que participan del taller de poesía de la ONG Yo no Fui coordinado por las poetas Maria Medrano y Claudia Prado. Sobre la película Lunas Cautivas o La poesía como arma cargada de futuro Como un golpe de viento que deshace la sombra, caí en lo negro, en el mundo insaciable. He sido.Luis CernudaLa Reja se estrella contra si misma y yo me estrello contra la reja Liliana Cabrera Nadie que ingresa desprevenidamente a una sala de cine a ver un documental que abordará una temática de encierro en el marco de un festival de Cine de Derechos Humanos que es cuando vimos la pelicula de Paradiso, espera salir de esa experiencia, renovado, conmovido y esperanzado. Sin embargo, esta no es una película cualquiera sobre el encierro. Entonces, la salida del cine es movilizadora. Y ya no se mira ni la cárcel ni la poesía de la misma manera. En su aspecto formal Lunas Cautivas narra el recorrido poético de tres internas de la Unidad 31 del Penal de Ezeiza que participan activamente del taller de poesía que brinda allí la ONG Yo no Fui coordinado por las poetas Maria Medrano y Claudia Prado. Pero si se está dispuesto apenas a inclinar el oído hacia la poesía que recorre la película, no sólo seguiremos ese recorrido poético sino que descubriremos el aspecto revolucionario y transformador de la palabra poética. Marcia Paradiso elige subtitular su película de la siguiente manera: Historias de poetas presas. Coherente y preciso con el planteo del film que no carga las tintas en el encierro sino en cómo esas mujeres se han convertido en poetas. Piensan en poesía, hablan de ella, la discuten, la disfrutan, se ríen con los versos. Las tres poetas presas en las que se basa la narración son Liliana, Lidia y Majo. Pero esos nombres son solo señaladores de un movimiento pequeño pero universal que se evidencia en cada encuentro. La cámara (manejada íntima y cuidadosamente por el equipo de filmación que compartió con las poetas los talleres más de un año y conoció de burocracias y obstáculos para poder lograr la comodidad para trabajar) sigue las bocas de ellas recitando sus poemas. Son los momentos de mayor emoción y también de mayor conmoción para los espectadores. La belleza contundente de algunos versos se erosiona y se funde con el dolor del encierro y lo perdido. La historia personal va trazando versos que se desprenden hasta universalizarse. ¿Y que otra cosa no es la poesía en ocasiones, sino eso: universalizar lo personal a través de la palabra? Poesía como un arma de defensa para enfrentar lo que vendrá, el futuro: las salidas transitorias, la vida después de la cárcel, los hijos, el amor, la sociedad. Un Yo Poético que se instala en cada verso para reinstalar un Yo ante la sociedad. Yo fui un poema de Luis Cernuda es el poema que abre la película y también el que elije María Medrano para leer y analizar en el taller. Es ciertamente, un golpe de viento que deshace la sombra: limpiar la sombra del encierro con palabras, saber de lo insaciable del mundo cuando el mundo te encierra. Yo no fui por Yo fui, reafirmando en esa tensión, la totalidad del estar en el mundo. Lo que se es y lo que no se es, lo que hice y lo que no hice, y lo que hago ahora. Ese es el espíritu de los talleres, un espíritu que la película sabe reflejar. Lunas Cautivas es un documental sobre la poesía. Sobre sus posibilidades y sobre su poder. Sobre las rejas que se estrellan y como escribe Liliana Cabrera, sobre los surcos invisibles en el mosaico, a los que es posible acceder si se está dispuesto a acercar la boca y exhalar.
El cuervo de al lado o sobre el film El Hombre de al lado de Mariano Cohn y Gastón Duprat “Lo que me dominó es el animal humano, el núcleo familiar, la familia, el hogar. Es darle al ser humano su cáscara”. Le Courbusier. Y una casa no era sólo una casa, ni un vecino sólo quien comparte la medianera. El Hombre de al lado, tercer largometraje de Cohn y Duprat, y ganador del premio al mejor largometraje argentino del último Festival de Cine de Mar del Plata, se interna con humor y profundidad en las relaciones de dos hombres con sus hogares y, en consecuencia, con los que comparten los límites de ese territorio propio. “Atrapar unos rayitos de sol” le pide, el personaje cabalmente compuesto por Daniel Araoz, a su vecino, que habita la única casa que Le Corbusier hiciera en Latinoamérica: Curuchet, en La Plata. Primer giro irónico del film: el hombre de al lado quiere un poco del sol que al otro le sobra. Intenta crear una abertura en el muro que los separa y los invisibiliza, y en este acto dispara no sólo la posibilidad de visualizarse sino de conocerse e interactuar. Es también la casa Curuchet única locación de una cuidada película que hace intervenir a la obra de Le Courbusier como un personaje más. Cada escena pareciera cuidar y continuar los lineamientos de esa preciosa arquitectura. Víctor (Daniel Araoz), verborrágico y envolvente tratará de transitar todos los caminos posibles para poder resolver el problema entre “amigos”, como buenos vecinos, invitando a Leonardo (Rafael Spregelburd) exitoso y “cool” diseñador de muebles a entenderse entre ellos para poder realizar una ventana en la medianera de la casa Curuchet…. Es ese conflicto el que moviliza escenas de encuentros y tensiones entre estos hombres, develando en cada uno la “arquitectura” del otro. Un ejercicio no menor en el cine argentino, siempre tentado a caer en discusiones filosóficas con aires de mayor profundidad; una tentación en la que parecen caer en su primer film (El artista) los directores pero que evitan airosamente en éste, y por ese mismo hecho, transforman su película en un lúdico disparador de discusiones sobre la modernidad, la propiedad y el otro-diferente. En este punto de la película, cuando el espectador se siente mimado visualmente e invitado a interesantes reflexiones desde el humor, un ripio final parece entorpecer lo que habría de ser una excelente expectación. Tal vez, tentados por otra dupla del guión y la dirección como los hermanos Cohen, un inesperado final propio de sus films, desajusta el final. Un vecino no es sólo quien habita a mi lado, puede ser el cuervo de al lado, aquel quien cambie algo de nuestra vida, aquel que nos prive del sol.