Entretenida y algo más La entretenida Tini: El gran cambio de Violetta explica el agotamiento de una etapa y el comienzo de otra en la vida artística de Martina Stoessel. Violetta, el personaje que Disney había creado en función del potencial de Martina Stoessel, se había agotado. El programa televisivo rindió en varias temporadas, las giras internacionales fueron muchísimo más allá de las expectativas y, por sobre todo, la protagonista creció lo suficiente como para dejar de ser una estrella infanto – juvenil. Había que pasar a otra cosa y se pasó: Stoessel abandonó el aura naif de Violetta y se montó en las altísimas plataformas de Tini. Y acompañó ese tránsito con la publicación de un disco y el protagónico de una película que explica todo el proceso de manera inteligente y con un guion consistente. Tini: El gran cambio de Violetta, tal el título del filme dirigido por Juan Pablo Buscarini, es funcional a esos propósitos industriales y un buen relato de ficción, que rinde tanto para el público cautivado previamente como para el espectador adulto que toca de oído y que apenas sabe que Violetta era la ídola de su hija hasta ayer nomás. Además, tiene el plus de comenzar con una mirada crítica hacia la misma industria que la concibe. Es que todo comienza con Violetta atormentada en un avión, junto a un mánager impiadoso que la ha aislado de la vida real, que no entiende cómo pueden llegar a afectarla los problemas personales simples como el estar alejada de su novio León (Jorge Blanco), sospechado de estar con otra mientras desarrolla su propio show en Los Ángeles (Estados Unidos). Partida al medio, Violetta anuncia el retiro y asume su desconcierto en carta abierta a los fans, lo que deja servido todo para un renacimiento. Es entonces que asoma la estrategia de Germán (Pablo Ramos), su padre, para que viaje al mediterráneo italiano y tome contacto con Isabella (la bellísima Ángela Molina), una vieja amiga que convirtió a una bella casona de Taormina, Sicilia (Italia) en un espacio de experimentación de jóvenes artistas. Allí, claro, Violetta no sólo supera un bloqueo creativo y se encuentra con el lado más íntimo de su yo, sino que conoce nuevos amigos y hasta desarrolla tensión erótica con el joven capitán de un barco. Si bien hay un cuadro de baile injertado casi de los pelos, las escenas, los zigzagueos del destino y hasta los lugares comunes se enhebran con precisión, capitalizando un contexto visual muy cercano al paraíso. En muchos aspectos, Tini: El gran cambio de Violetta no tiene conflictos en asumirse un producto: el galan y el contragalán son facheros, en el proceso de redescubrimiento de Violetta asoman solidaridad impostada y contradicciones varias. Sin embargo, prevalece el imperativo de legar algo “de calidad”. Mención aparte para Stoessel, que tiene pasta para surfear esta gran producción sin gestos ampulosos. Un caso raro de diva discreta e imparable fulgor.
Mamá Meryl la rockea Ricki and The Flash: entre la fama y la familia es un comedia llena de clisés aunque también con detalles para reivindicar. Ricki and The Flash: entre la fama y la familia, la comedia que tiene a Meryl Streep como rockera disfuncional, es un festival de lugares comunes con el que el director Jonathan Demme acaso busque alivianar su pesada foja de servicios y airear sus pasiones musicales. Vale recordar que éste es el hombre por detrás de El silencio de los inocentes (que instaló la antropofagia de Hannibal) y Filadelfia (dramón sobre un abogado con Sida, discriminado en la firma para la que trabaja), pero también de documentales insoslayables para el rock como Stop making sense de Talking Heads y Neil Young: Heart of gold, sobre el gigantesco guitarrista canadiense. Demme tiene todo el derecho a divertirse, como nosotros a observarle que se le fue la mano con los arquetipos. De todos modos, nos haría más nobles concederle que son de alto vuelo algunos encastres dramáticos, como una cena de reencuentro o la tensión erótica aún latente entre exesposos pese a que tienen todo resuelto entre sí. Además, Ricki Rendazzo es nada menos que la eficaz Meryl Streep, que aquí convence como frontwoman de una banda de covers, The Flash, que te rema en un bar angelino un repertorio que va de Tom Petty a Lady Gaga. Meryl se mune de una Fender Telecaster y se la percibe natural. Así como Ricki es cool en escena, aunque no famosa como sugiere la traducción del título, en la vida real es madre abandónica. No obstante, se le presenta la posibilidad de redimirse ante una llamada de su ex (Kevin Cline) procedente de Indiana, en la que le avisa que a Julie, la única hija mujer de ambos (interpretada por Mamie Gummer, hija de Streep en la vida real), la dejó su reciente esposo y está para atrás. Es precisamente el viaje de Ricky lo que activa el relato y los clisés, aunque también algunos detalles en la construcción del personaje central por parte de Streep que vienen bien para desacralizar algunos dogmas con respecto al rock en Argentina: no todos los artistas del género son necesariamente progresistas; en el filme, Ricky es conservadora, votó a Bush y justifica esa elección aludiendo al bienestar de "nuestras tropas", al tiempo que en su espalda lleva tatuada la bandera de su país. En fin, abraza esa causa como lo hizo en vida Johnny Ramone, por ejemplo. Aquí, lo políticamente incorrecto; en el otro extremo, puede ubicarse lo que Ricki dice al micrófono y en pleno show sobre el machismo recalcitrante de la cultura rock, utilizando a la figura de Mick Jagger como disparador. "Tiene hijos con cuatro mujeres distintas, a todos se los crío un batallón de niñeras. Ahora, siendo mujer del rock no te vayas a olvidar de un cumpleaños que te crucifican". Sólo falta agregar que Meryl Streep es la que toca y canta, y que su versión final de My love will not let you down, de Bruce Springsteen, es realmente emocionante. Tanto como la dedicatoria en los títulos al fallecido Rick Rosas, el bajista de The Flash que fue un emblemático instrumentista de Los Ángeles y colaborador habitual de Neil Young.
El mito, al detalle Antes que nada, una advertencia: este documental es largo, dura más de dos horas y es de lo más minucioso. Vale avisar por cuanto ha sido programado en algunas salas locales en horarios de trasnoche y será inevitable que, a la salida, el espectador se encuentre con la madrugada golpeándole la frente. Eso sí, tendrá la más completa aproximación al mito, el primero construido en la cultura rock desde el Tercer Mundo. Marley es el tácito del párrafo anterior. Es el filme sobre la vida más que sobre la obra de Bob Marley que realizó el director Kevin MacDonald (El último Rey de Escocia), luego de que Martin Scorsese dijera "no" por problemas de agenda y de que Jonathan Demme dijera "paso" tras vivir algunos desencuentros sin retorno con los celosos guardianes del legado del músico jamaiquino. Les pongamos nombres propios a estos "ángeles": Rita Marley, primera esposa de Bob; Ziggy Marley, hijo de Bob y de Rita; y Chris Blackwell, propietario del sello Island y principal responsable del alcance global de la música de Bob. Fueron ellos, precisamente, quienes le permitieron a MacDonald contar con el "valor agregado" que en definitiva exhibe Marley en relación a otros documentales: las imágenes exclusivas, los testimonios de todos, la cronología exacta. Por otra parte, el triunvirato permitió la revelación de datos no siempre funcionales a la canonización de Marley como "santo invicto", como un rasta de comportamiento ejemplar y sin ninguna agachada. En este punto, resulta valioso que se rescate el testimonio de Bunny Wailer en relación a la primera gira por Inglaterra, en la que The Wailers no percibieron haberes por cuanto se trató de una movida "promocional". "Como rasta, me parecía inconcebible esa jugada de un empresario babilónico. No la acepté y me fui; mis compañeros no razonaron como yo", dice Bunny a cámara, insinuando que Bob era un copado pero también ambicioso, y que tenía la palabra "éxito" entre ceja y ceja. No le baja el pulgar con idéntica fuerza a Peter Tosh, quien siguió de gira pero se bajó poco después. También hay cierta condena por parte de su hija Cedella Marley, hermana de Ziggy, por considerar que Bob fue un padre ausente y no siempre adorable, con una llegada nula en cuanto estrella apetecible que puede terminar en pareja con una Miss Mundo (Cindy Breakspeare, otra de sus tantas mujeres y con aparente buena relación con Rita, tiene regulares aportes en la película), y en cuanto rasta sin respeto hacia la institución matrimonial, que terminó sus días con 11 hijos de siete relaciones distintas. El resto del material sí tiende a exaltar la figura de Marley atendiendo todas las instancias de su curva existencial: su conflictiva vida de niño mestizo (padre inglés y blanco, madre jamaiquina y negra, separados por una importante diferencia de edad); su tránsito del campesinado al gueto urbano de Trench Town, en Kingston; sus despertar musicale y progresos sostenidos; su éxito puertas adentro; su autoexilio en Estados Unidos; su éxito puertas afuera; su nuevo autoexilio a Inglaterra, ya como estrella de rock; sus sueños concretados como tocar en África; su capacidad para pacificar a una Jamaica convulsionada (haciendo caso omiso, incluso, a que fue víctima de un atentado), y así hasta que el cáncer lo consumió. McDonald ha logrado imprimirle ritmo al muestreo de la gran cantidad de información acumulada, y ha optimizado los audios de entrevistas históricas a Marley para contextualizar cada capítulo de esta vida fascinante. Vida fascinante que merecía una aproximación definitiva como ésta.