La mujer sin piano:
La Mujer sin Piano divierte y entretiene sin dejar de asombrar por la composición sus planos originales y hasta novedosos. Rosa (Carmen Machi) es una ama de casa de principios del siglo XXI que decide un día como cualquier otro no dejar que los días sean como cualquier otro. La oposición rutina/casualidad o, si queremos, sometimiento/libertad se juega profundamente en la nueva película de Javier Rebollo.
Sabremos que el azar, luego de escuchar al director hablar, no solo esta puesto en la narrativa, sino a su vez en un proceso donde determinadas circunstancias del rodaje generan otros procedimientos y abren hacia nuevas particularidades: “Carmen Machi, la protagonista, no quería filmar, estaba cansada, venia del teatro […] y yo seria un mal director si decido filmar con la actriz en esas condiciones” por lo que encuentra como solución dejar ir al resto de los actores y filmar desde otro lugar, físico y conceptual, la relación entre Rosa y el bar al cual asiste, realizando una especie de, como dice el propio director, “Homenaje a la cocina grasienta española”, generando al mismo tiempo una forma narrativa sumamente interesante.
El uso metafórico del lenguaje pictórico es claramente otro de los más destacables atractivos de la película. Rebollo traza líneas transversales entre los lenguajes a través de la influencia por la pintura tanto literal como simbólicamente.
“En la película hay puntos suspensivos constantes” explica, y esto funcionara como ley durante la hora y media que el espectador esta sentado en su butaca frente a una pantalla que cree en cualquier momento podría estallar, pero que, sin embargo, nunca nada termina de suceder. En este sentido, es muy claro el final abierto que deja la película para ser completado por el espectador, puesto que, como bien decía Rebollo “son ustedes los que van a acabarla”.
Luego de la función el director nos cuenta acerca del proceso de creación y es allí donde literaliza lo autobiográfico de su obra: el personaje de Rosa esta inspirado en su madre; Francisco, el polaco, en un albañil que ha trabajado en su casa durante dos meses, de quien se ha hecho amigo y además convocó en una primera instancia para la película, pero que tras sufrir severos problemas de epilepsia y viendo el grado de complicación de salud que esto podría significar, Rebollo pidió que se alejara.
Finalmente, el director explica: La Mujer sin Piano no es más que una expresión absurda y en ningún momento intenta convertirse en un relato solemne sobre la melancolía humana.
En esta película que se caracteriza por su narrativa sumamente original y su riqueza fotográfica y compositiva, Javier Rebollo nos invita a viajar en una experiencia excepcional y nada pretenciosa.
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