Venom:
TUVE TU VENENO
Aunque sea pronuncian bien “symbiote”...
“- Las frecuencias sonoras son su debilidad.
- ¿Es algo así como su kryptonita?”
Este intercambio entre Eddie Brock y Anne Weying, el personaje interpretado por Michelle Williams, es todo lo que tienen que saber para ver el tipo de rigurosidad, cariño y cuidado que tiene Venom, el nuevo bochorno de la errática relación entre Sony y Marvel. Todo en la previa auguraba un mal resultado, pero nada nos podía preparar para regresar a principios de la década del 2000 y ver una película que parece no haber aprendido nada de lo mucho que evolucionó el género comiquero en todos estos años.
Venom tiene varios problemas pero el principal de ellos es su falta de identidad. Nunca termina de decidirse por qué tipo de historia contar; no sabe si ser una comedia, una película de terror, una de redención y un antihéroe o seguir el formato más clásico de las películas de Marvel… el resultado es que no termina siendo nada de eso. Tal como el simbionte antes de adherirse a un huésped, Venom es una obra amorfa, atonal y anárquica en el peor de los sentidos. Nunca sabremos si la visión de Ruben Fleischer fue aplastada por las intenciones de Sony o si realmente él mismo no fue capaz de darle algún tipo de personalidad a una película que quedará en el averno donde la esperan desastres como Catwoman o Linterna Verde.
La no identidad de Venom es un problema aún mayor porque la trama y los personajes no salen a su rescate. Muchas veces es al revés, donde a una historia predecible se la puede salvar con un estilo único, con buena edición y con una gran dirección; este claramente no es el caso. Venom nos cuenta la vida de Eddie Brock, un intrépido reportero que viene teniendo un éxito considerable contando aquello que las grandes corporaciones no se animan a hacer. Resulta que un día el medio para el que trabaja, le da la posibilidad de entrevistar a Carlton Drake, una especie de Elon Musk obsesionado con la ciencia y con mejorar/salvar a la raza humana. Drake, como buen villano, en realidad sólo quiere cumplir sus delirios de grandeza y ser el primero en manejar el terreno de los bienes raíces en el espacio. En uno de los viajes que hacen sus cohetes, su equipo recupera de un cometa lo que conocemos como el simbionte y lo traen a nuestro planeta. Sale mal. Cuando Eddie va a entrevistar a Drake, no se guarda nada y le pide que se haga cargo de varios muertos en el placard que tiene por experimentos fallidos. Al bueno de Brock lo sacan a patadas y lo echan de su trabajo. Pero como si fuera poco también lo deja Anne, su prometida que es abogada y cuya firma, oh casualidad, estaba trabajando para el villano de turno. Como a Eddie no le importó nadie más que él y su cruzada por conseguir la verdad, se queda solo y desempleado, cayendo en el alcohol y descuidándose por completo. En su punto más bajo de soledad y suciedad, por hechos que no voy a spoilear (aunque no se esperen ninguna revelación que les cambie la vida), el simbionte termina conectando con Eddie y ahí es cuando Venom como entidad empieza a tomar forma.
Más allá de algunas cuestiones ridículas con la trama, algo que no termina de engranar nunca son las motivaciones de los personajes. Nadie se siente como si tuviera un verdadero propósito en esta historia más allá de llamarse Tom Hardy y haber firmado un contrato para ir al set de grabación todos los días. El villano atrasa décadas, incluso con toda las ganas que Riz Ahmed le pone; Michelle Williams está completamente desperdiciada y si bien no es la damisela en peligro, tampoco termina de asentarse como un buen personaje. Quizás lo más rescatable sea Venom en sí; el ida y vuelta entre Eddie y el simbionte puede que nos saque alguna sonrisa y su relación evoluciona en el lapso de prácticamente una noche, pero por lo menos funciona si suspendemos el verosímil lo suficiente. Lamentablemente esa buena dupla no hace olvidarnos que durante gran parte de la película Eddie Brock es un torpe, un inútil que nunca parece estar en control de la situación y que por momentos hasta recurre a la comedia física para intentar forzar un chiste. Tom Hardy se cargó al hombro todo lo que tuvo que ver con el rodaje y la promoción de Venom y aunque valoro todo su esfuerzo, siento que es en vano.
Porque ni siquiera nos quedan grandes secuencias de acción para llenar nuestros ojos de pochoclo. No hay una escena memorable, no hay nada que nos maraville y nos sorprenda. Más allá de la poca creatividad para hacer persecuciones, los efectos especiales están definitivamente en una categoría inferior a lo que este género nos tiene acostumbrados, un aspecto más que problemático cuando tu personaje principal es puro CGI. No van a fondo con la violencia y terminamos con una versión ultra edulcorada de un Venom que cuando le pinta se come a una persona entera. Cada transición parece forzada y mal ejecutada, la musicalización no ayuda y ni siquiera es claro lo que está sucediendo en pantalla. Es como si estuviéramos viendo las peores partes de la saga Transformers donde no se sabe qué pedazo de chatarra es un Autobot o un Decepticon pero con Venom saltando de lado a lado.
Venom es incluso peor de lo que pensábamos. Absolutamente nada funciona: ni sus personajes, ni su historia, ni sus efectos, ni su mitología. Para colmo cierra con todo el optimismo de una escena post créditos planteando una secuela que dudamos que llegue (o que quizás sucederá bajo el ala 100% Marvel). Sony desperdicia esta segunda oportunidad de reintroducir a uno de los personajes más emblemáticos del universo de Spider-Man y sepulta toda chance de que lo veamos en un futuro cercano. Sólo queda esperar a que Into The Spiderverse nos salve de este mal trago.
LO MEJOR
Los 5 minutos de Spiderverse que pasan al final
Por lo menos no lo ensucian a Spidey
LO PEOR
Todo lo demás
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