Una de las grandes sorpresas cinematográficas del 2009, dentro de la producción inglesa, fue La desaparición de Alice Creed. Un excelente thriller independiente que representó la ópera prima de J. Blakeson y fue muy elogiado también por el trabajo de Gemma Arterton. Este año Blakeson debutó en el cine Hollywoodense con La quinta ola, que brinda otra trillada propuesta juvenil destinada principalmente a las viudas de Crepúsculo. Las espectadoras que extrañaban a Edward Cullen ahora podrán conformarse con Evan Walker, un clon burdo del vampiro que acá cumple un rol similar. En esta producción asistimos al clásico caso de un cineasta independiente que es tomado por los grandes estudios y su talento como narrador desaparece por completo al ser controlado por sus empleadores. Blakeson demostró en su ópera prima un excelente dominio del suspenso que acá brilló por su ausencia al tratarse de un film que copia la misma fórmula trillada que vimos en los últimos estrenos destinados al público adolescente. En este caso cambiaron las sociedades distópicas y los gobiernos autoritarios por el concepto de la invasión extraterrestre, pero el conflicto que propone este estreno es más de lo mismo. La trama está inspirada en la trilogía literaria creada por Rick Yancey que hizo muy poco por presentar una propuesta diferente en el género juvenil. La quinta ola tiene un buen comienzo en la primera media hora donde se presenta el conflicto que en principio parece interesante. La idea no es novedosa pero en estos primeros minutos el film logra ser entretenido. Lamentablemente el trabajo del director Blakeson decae por completo cuando el tono de la historia se mete de lleno en el estilo de los filmes Crepúsculo, con el nefasto y trillado triángulo amoroso incluido, que termina por dilapidar los pocos elementos interesantes que se habían presentado en la introducción de la trama. Los diálogos son terribles, especialmente en las escenas románticas, y parecen haber sido concebidos para una telenovela de adolescentes. Con un trabajo pobre en materia de acción y suspenso hacia la mitad del film el espectador puede descubrir enseguida que La quinta ola es irremontable y no le queda otra que asistir a la conclusión de una mala película. Chloë Grace Moretz, que es una actriz talentosa a la que le rebotan todas las balas, logra salir bien parada con su trabajo, ya que ella logra que su personaje conserve cierto realismo dentro de un argumento tonto cuyo conflicto carece de sentido. Tal vez en la literatura esta propuesta sea mejor, la adaptación para el cine es claramente una mala película. Dentro de las propuestas juveniles que se estrenaron en el último tiempo La quinta ola es la más olvidable de todas y si la dejás pasar en el cine no te perdés nada relevante.
La habitación es sencillamente una de las películas imperdibles que presenta la cartelera esta semana. Hasta que fue nominada al Oscar hace unos días no contó con gran difusión y es un film extraordinario que no puede ser ignorado. La historia es una adaptación de la novela homónima de Emma Donoghe, quien además se encargó de escribir el guión para el cine. Su trabajo estuvo inspirado por el famoso caso de Elizabeth Fritzl, la joven austríaca que fue secuestrada y violada por su propio padre durante 24 años, período en el que llegó a tener 7 hijos durante su cautiverio. La habitación no es una recreación de esos hechos sino que presenta una historia de ficción que trabaja esa temática. Jack es un niño de cinco años que vive en un cuarto con su madre, quien fue secuestrada por un criminal cuando tenía 17 años. Cuando la mujer descubre que su hijo tiene la edad suficiente para comprender la realidad que atraviesan, ambos desarrollan un plan para escaparse y recuperar finalmente la libertad. La habitación es una producción fascinante que a lo largo de su desarrollo fusiona diversos géneros. El director irlandés Lenny Abrahamson dividió la narración de la historia en dos partes. La primera mitad del film se enfoca en el género de suspenso y describe la realidad cotidiana que viven los protagonistas secuestrados. Abrahamson utiliza numerosos planos subjetivos que representan la perspectiva del niño, con el objetivo de presentar el conflicto al espectador con más misterio. A través de los ojos de Jack poco a poco vamos descubriendo cuál es la verdadera realidad que atraviesan los personajes. A partir del momento del escape (esto no es un spoiler ya que está en el trailer y la sinopsis oficial) el film cambia de tono y se concentra más en el drama, donde la trama se relaciona con la lucha de los protagonistas por adaptarse nuevamente al mundo exterior. Un aspecto muy interesante de esta propuesta que no se trabajó tanto en el cine. Por lo general las películas que se relacionan con las temáticas de secuestros se centran en el caso policial, pero rara vez vemos como siguieron adelante las víctimas. En el film de Abramhason este es un aspecto importantísimo y brinda numerosos momentos emotivos que van a conmover a más de un espectador. Si esta historia hubiera sido concebida por Gaspar Noé (Irreversible) probablemente se hubiera registrado un aumento en el índice de suicidios. Afortunadamente el relato de la escritora Donogue deja abierta la puerta abierta para la esperanza y aunque el conflicto es perturbador, el film logra ser muy emotivo y nunca resulta agobiante. La habitación está sostenida por las tremendas interpretaciones de Brie Larson y ese tremendo talento que es el niño Jacob Tremblay. Si bien el chico tiene un talento natural no se puede dejar de resaltar el brillante trabajo de dirección que hubo detrás de su interpretación. Sobre todo porque se trata de un rol muy difícil que no cualquier niño podía llevar adelante. Por otra parte, Brie Larson ofrece una gran labor dramática con un papel muy exigente que atraviesa emociones extremas a lo largo de la historia. La gran virtud de La habitación es que logra que nos conectemos emocionalmente con estos personajes y los acompañemos en su búsqueda por la libertad que va más allá del caso del secuestro. No dejen pasar esta gran película que es uno de los mejores dramas que llegaron al cine en mucho tiempo y tiene merecidas todas sus nominaciones al Oscar.
En el corazón del mar recrea los hechos reales que inspiraron Moby Dick, uno de los libros más aburridos y agobiantes que se escribieron en la historia de la humanidad. Se requiere un enorme esfuerzo del espíritu humano terminarlo y si tenés la fortaleza para hacerlo, cuando llegás al final sólo deseás que la ballena mate de una vez a los bastardos que intentaban cazarla, así abandonás la obra de Herman Melville para siempre. El director John Huston narró con más entusiasmo en el cine este conflicto en el clásico de 1956, protagonizado por Gregrory Peck, en el rol del famoso Capitán Ahab. Por el contrario, la nueva película de Ron Howard, a diferencia de lo que venden los pósters, no se centra tanto en la ballena, sino en el conflicto de dos marinos por el mando de un barco que sufrió una tragedia en noviembre de 1820. Estos hechos luego inspiraron a Melville a crear la novela de Moby Dick. Chris Hemsworth es un marino curtido que desea tener el mando de capitán y Benjamin Walker (Abraham Lincoln: Cazador de vampiros), un capitán de la marina que no cuenta con gran experiencia en el mar. Ambos hombres, que provienen de distintas clases sociales, deben aprender a colaborar entre sí cuando una enorme ballena destruye el barco que tripulaban y los deja a la deriva en el océano. Moby (obviamente no se llama así en el film) aparece en un par de escenas pero no es un elemento clave del conflicto. La historia se centra más en el esfuerzo de los náufragos por regresar con vida a sus hogares que la amenaza de la ballena. Sin embargo desde los trailers promocionales se vendió una propuesta diferente. Creo que después de esa soberbia película que fue Rush quedaron muy altas las expectativas por ver otra gran producción de Ron Howard y En el corazón del mar resultó una experiencia diferente. No es para nada una película mediocre pero la historia no enamora ni entusiasma como lo hizo la biografía de los automovilistas Niki Lauda y James Hunt. Rush fue apasionante por la naturaleza del conflicto y la personalidad de los protagonistas que estaban impecablemente desarrollados. El nuevo trabajo del director lamentablemente está construido con personajes que no despiertan ningún tipo de entusiasmo y la historia termina siendo olvidable. No ayudó tampoco el enfoque narrativo que eligió Howard para desarrollar el relato. Toda la aventura de los marinos es un largo flashback que surge en una conversación que tiene un sobreviviente de la tragedia con el escritor Herman Melville, interpretado por Ben Winshaw, el nuevo Q de la saga Bond. Desde la primera escena ya se le revela al espectador el destino que tuvo la tripulación del barco Essex y eso atentó muchísimo con el suspenso de la trama. Durante los 122 minutos que dura el film, Howard brinda algunas secuencias de acción interesantes que mitigan el aburrimiento, pero en general gran parte del conflicto gira en torno a la relación entre los náufragos y la odisea que enfrentan luego de perder el barco. Una experiencia con la que es difícil conectarse emocionalmente como espectador debido a que los personajes no son atractivos. No obstante, cabe destacar la interpretación de Chris Hemsworth, quien nuevamente tuvo la oportunidad de mostrar su talento en un rol más dramático donde toma distancia de los héroes de fantasía que lo hicieron famoso. Desde los aspectos técnicos En el corazón del mar tiene las cualidades que uno está acostumbrado a ver en la obra de este director. La fotografía es fantástica, hay un uso decente de los efectos digitales y el formato 3D, y las pocas secuencias de acción están muy bien realizadas. Por lejos, los momentos más destacados del film. Sin embargo, la película brinda una historia que rápidamente queda en el olvido y no te inspira a volver a verla como ocurre con los mejores trabajos de este cineasta.
Por segunda vez en el año los colombianos son los responsables de aterrar a las familias norteamericanas. Hace poco se estrenó en la cartelera una propuesta muy similar con Julia Stiles, Desde la oscuridad, que también giraba en torno a una maldición y unos fantasmitas resentidos que habitaban el mismo país latinoamericano. La cabaña del Diablo es otra película mala que trabaja con una incompetencia notable el género de terror. La dirección corrió por cuenta del español Víctor Martínez, cuyo prontuario laboral incluye películas horrendas como Return to House on Haunted Hill (2007), Reflejos 2 (2010) y Hellraiser: Revelations (2011). Todas producciones mediocres que terminaron directo en dvd, el destino que merecía también La cabaña del Diablo. Martínez no evolucionó en absoluto como realizador en estos años y nuevamente brinda una película pobre que copia fórmulas trilladas y no logra capturar la atención del espectador con su narración. Otra vez una familia lucha con una posesión demoníaca en una región rural de Colombia. Salvo por el diseño de producción de la casa donde tiene lugar el conflicto y la fotografía, no hay grandes méritos técnicos en este film que es aburrido por su falta de creatividad a la hora de abordar el género. El reparto, que incluye actores norteamericanos y latinos (entre ellos la ex Miss Colombia, Carolina Guerra), brinda un trabajo decente y al menos en este estreno no hay inconvenientes en ese aspecto. A La cabaña del Diablo le juega en contra su historia y la narración del director que es extremadamente predecible, debido a que sigue la misma fórmula que vimos en centenares de filmes parecidos. No entiendo por donde pasa el placer de mirar una película de horror que carece de tensión y suspenso. Seguramente habrá gente que se enganche con esto. En mi caso me cuesta recomendarla y no me parece una opción para invertir una entrada al cine.
Cada vez que se estrena una película como Navidad con los Cooper uno no puedo dejar de sentir una enorme tristeza por la pérdida de John Hughes. Un artista que sabía llegar al corazón de la gente con personajes humanos y queribles con los que te podías conectar aunque pertenecieran a una cultura diferente. Dentro del género navideño, Mejor sólo que mal acompañado (1987) sigue siendo uno de los grandes clásicos que combinó a la perfección el drama con la comedia. Son esa clase de películas que las podés ver 30 años después de su estreno y las disfrutás por el guión y la labor de los protagonistas. Una situación diferente presenta Navidad con los Cooper, una producción que quedará en el olvido antes del 31 de diciembre. El film se vende como una comedia, tanto en el póster como en los trailers, pero en realidad se enfoca más en la drama y relega el humor a un plano secundario. Los Cooper son una familia integrada por personajes que no generan empatía y llevan vidas insulsas que no tienen ningún atractivo dentro de un relato de ficción. A lo largo del film El director Jessie Nelson (Mi nombre es Sam) se encarga de narrar distintas subtramas que confluyen en una cena navideña. Un anciano (Alan Arkin) que se enamora de una joven camarera (Amanda Seyfried), un hombre separado (Ed Helms) que no sabe que hacer con su vida luego de perder un trabajo, una escritora liberal (Olivia Wilde) que lleva un desconocido a su casa para presentarlo ante sus familiares como su novio, un matrimonio que le oculta a los hijos su inminente divorcio para pasar las fiestas tranquilos ( John Goodman y Diane Keaton) y una mujer madura (Marisa Tomei) que acarrea viejos resentimientos hacia su hermana mayor desde la infancia. El problema es que ninguna de estas historias logran a ser interesantes y tienen un desarrollo acelerado. Es decir, se trata de personas que cuentan con serios conflictos emocionales y solucionan todos sus inconvenientes en una breve reunión familiar para descubrir que sus mediocridades después de todo no son un gran problema. El reparto reúne muchos artistas talentosos que lamentablemente se encontraron en este proyecto donde el único personaje agradable es el perro de los Cooper. El resto de los integrantes la verdad que no son la mejor compañía para pasar una noche de Navidad. Por otra parte, el sentimentalismo del conflicto resultó forzado y el humor tampoco consigue que la película sea más llevadera. En apenas 56 minutos, Soffia Coppola este año brindó una propuesta mucho más entretenida en el especial navideño que filmó con Bill Murray para Netflix. Una producción que recomiendo disfrutar antes que este estreno que es un intento fallido por emular Realmente amor, la gran película de Richard Curtis que capturó con más honestidad sentimental el espíritu navideño.
Esta nueva versión de Macbeth quedará en el recuerdo como una de las adaptaciones más ambiciosas que brindó el cine desde el épico Hamlet de Kenneth Branagh. Una de las historias más populares del dramaturgo inglés que tuvo numerosas interpretaciones dentro de ese arte. En lo personal siempre me engacharon más las películas que toman la obra clásica de Shakespeare y la trasladan a una cultura diferente. Mis tres grandes favoritas, que aprovecho para recomendar y funcionan como un gran complemento de este estreno, son las siguientes. 1-Trono de sangre (1957). Tremenda película de Akira Kurosawa donde la tragedia de Macbeth es desarrollada en el japón feudal de los samuráis. 2-Men of respect (1991). Una muy buena adaptación que quedó en el olvido y solía ser un clásico del cable. En este caso la historia se trabajó dentro de la subcultura de la Mafia italiana. Peliculón con Dennis Farina, Stanley Tucci, Rod Steiger y John Turturro en el rol principal. 3-Joe Macbeth (1955). Una versión muy interesante que adapta la trama de Shakespeare a través de un policial negro ambientado en la era de los gángsters de Chicago en 1930. Obviamente la esposa del protagonista es la gran femme fatale. La nueva película de Macbeth que llega a los cines se caracteriza por trasladar con mucha fidelidad la obra tradicional de teatro. El film del director australiano Justin Kurzel narra esta tragedia con mucho respeto a la fuente original y capturó como no se hizo en otras versiones toda la brutalidad y violencia del conflicto. Como ocurre con la fuente literaria, el film se centra en la historia de quien fuera rey de los escoceses entre 1040 y 1057. La tragedia de Shakespeare en realidad es una adaptación libre de la vida del Rey de Alba que llegó al poder tras matar a Duncan I de Escocia. Un detalle interesante de esta película es que los actores, muy especialmente Fassbender y Marion Cotillard, quien encarna a una excelente Lady Macbeth, llegan a interpretar diálogos completos de la obra teatral en inglés antiguo. Algo muy inusual que no se había dado en adaptaciones interiores y fue un riesgo que tomaron los realizadores. Mirar esta película sin subtítulos sería un experiencia muy complicada para quienes no dominan el lenguaje de Shakespeare. No sólo porque es difícil de comprender, sino que además genera que el film se haga un poco denso. Si bien muchos diálogos fueron editados para darle una mayor fluidez narrativa a la película, hay varias escenas clásicas de este conflicto que son recreados tal cual las concibió Shakespeare. Obviamente la película también incorpora algunas situaciones adicionales, pero jamás llegan a distorsionar el espíritu de este relato como lo hizo aquel desastre de Orson Welles de 1948 donde masacró el texto original. Ahora bien, tal vez algunos lectores se pregunten por dónde pasa el atractivo de volver a disfrutar en el cine una historia que ya se filmó en varias ocasiones. La nueva adaptación vale la pena por el brillante tratamiento visual que le dio el director Kurzel a esta producción. Nunca viste a Macbeth con el despliegue visual que presenta esta versión. Ya de por sí la puesta en escena y la gran labor de fotografía de Adam Arkapaw (True Detective) son un espectáculo aparte. Me gustó mucho como la paleta de colores que tiene la estética del film se va modificando a medida que Macbeth empieza a enloquecer y ese hombre recto que era se oscurece por completo. Por otra parte, las secuencias de acción son bastante intensas y estuvieron impecablemente filmadas con un buen uso de la cámara lenta. Otro detalle que hace diferente a esta adaptación de las versiones previas es que el film del director Kurzel explora con más profundidad la psicología de Macbeth y sus conflictos internos en lugar de concentrarse únicamente en su esposa, la gran villana de la historia. No sé si es una propuesta para todos los públicos, pero el amante de Shakespeare la va a saber valorar y en mi opinión es una gran película que merece su recomendación.
Lo más del lindo de Episodio 7 es volver a disfrutar una historia de esta saga con la inocencia de desconocer por completo el conflicto y el destino de los personajes. A diferencia de las películas que comprendieron la primera trilogía, donde uno ya sabía cómo iba a terminar el argumento, en este caso nos encontramos ante una trama nueva que hasta el día de hoy fue muy protegida por Disney. Algo muy inusual que no es moneda corriente en Hollywood. Sobre todo por la facilidad con la que se filtra la información en internet. Con Episodio 7 lograron que la gente llegue a los cines con la intriga de conocer la nueva historia, sin arruinar la experiencia en los trailers promocionales. Por consiguiente, creo que las reseñas deberían seguir el mismo camino si bien en nuestro caso nos impide analizar la película con una mayor profundidad. Pero bueno, opinar sobre algunos detalles importantes de la historia significaría arruinar la experiencia de Episodio 7 al lector que no la vio. Si sos muy fanático de Star Wars y no pudiste conseguir entradas para este fin de semana mi recomendación es que te retires de las redes sociales y medios de comunicación hasta que tengas vista la película. En Twitter ya aparecieron algunos rengos mentales que revelaron el spoiler más importante de este episodio. No vale la pena. Entiendo la expectativa y las ansias que hay por este estreno, pero menos mientras menos información tengas más vas a disfrutar la experiencia. En este reseña opté por destacar algunos aspectos generales del film sin incluir ningún tipo de spoiler. J.J.Abrams cumplió en brindar una película memorable cuyo éxito radica en volver hacernos disfrutar en el cine una aventura de Star Wars. Seguramente si me pusiera a digerir más el film, cosa que no tuve tiempo de hacer porque esta vez lo vimos a horas del estreno, seguramente le encontraría algún detalle que podría ser discutido. En esta primera visión en caliente creo que es un espectáculo fascinante que retoma el espíritu de la trilogía original al mismo tiempo que adiciona novedades interesantes. En primer lugar hay que destacar que Episodio 7 finalmente redimió a las mujeres dentro de la saga, una deuda pendiente que en mi opinión tenía esta franquicia hasta la fecha. Sí bien en el pasado la Princesa Leia y Padmé Amidala tuvieron algunos momentos destacados, el foco de atención nunca estuvo puesto en ellas y dentro de las tramas contaban con un marcado rol secundario. La nueva película cambió esta situación de manera radical y la misteriosa Rey, interpretada por una brillante Daisy Riley, es quien se roba literalmente esta producción con un personaje fuerte que será muy interesante de seguir en las entregas que se vienen. Inclusive se pueden ver personajes femeninos entre los villanos, algo que tampoco tenía antecedentes en la saga, donde el dominio de la Fuerza parecía ser un don destinado a los hombre. Sí, en las precuelas que se vieron a comienzos del siglo 21 aparecían jedis femeninos pero eran extras. En esta nueva trilogía todo indicaría que esta cuestión apunta a recompensar esa falta de equilibrio que siempre tuvo Star Wars en este aspecto. Otro detalle notable, que en lo personal me enganchó mucho, es que el film explora con más profundidad algunos personajes que nunca tuvieron relevancia como las historias personales de los Stormtroopers que estaban de relleno para ser abatidos por los héroes. El personaje de soldado Finn y su historia de vida es muy interesante y también sobresale entre las novedades de la historia. Una de las grandes claves de esta película es que J.J.Abrams y los productores fueron muy acertados con el casting que conformaron, un aspecto muy debil que tuvieron los últimos trabajos de George Lucas. La dupla que conforman Daisy Riley y John Boyega tiene muchísima química y desde el momento en que se cruzan sus caminos en el conflicto uno quiere verlos juntos en esta aventura. Obviamente el gran placer de esta entrega pasa por volver a encontrar a Harrison Ford, Carrie Fisher y Mark Hamill en esos roles icónicos que convirtieron a esta franquicia en una gran pasión para mucha gente. Es imposible no emocionarse cuando los volvemos a ver en la pantalla una vez más dentro de este universo de ficción. El lado oscuro me tienta para profundizar en este tema pero no voy a ceder. En términos generales me quedó la sensación que Abrams hizo una película donde se cuidó de no decepcionar al público con esos elementos que generaron tanta discordia en las precuelas de Lucas. El film tiene algunos momentos de humor pero están muy bien insertados en el argumento y nunca llegan a ser estúpidos. Por otra parte, las secuencias de acción, que no abusan del CGI, estuvieron muy bien desarrolladas y mantienen el entusiasmo y la adrenalina de los filmes originales. La narración de Abrams no decae en ningún momento y el misterio que gira en torno al conflicto hicieron que la película sea fascinante y entretenida de la primera a la última escena. Seguramente no faltará la gente que le busque la quinta pata al gato y encuentre algún motivo para quejarse. Por mi parte creo que Episodio 7 es un tremendo relanzamiento de esta saga que cumple en brindar la dosis de fantasía y aventuras que uno espera de Star Wars. A disfrutarla como corresponde en una buena pantalla de cine. Eso sí, lleven pañuelos porque los van a necesitar.
En Juego demoníacos encontramos la contracara de Los hijos del Diablo, el otro estreno de terror que llega a los cines esta semana. Se trata de una producción de la Republica Checa que sin ningún tipo de creatividad refrita las películas de terror hollywoodenses sobre documentales falsos y cintas encontradas. En este caso la trama está relacionada con el caso real del asesino serial Andrei Chikatilo cuyo espíritu vuelve para matar más gente en Ucrania. Una estupidez de proporciones épicas que toma un hecho policial terrible para crear un film aburrido e incompetente que se limita a copiar numerosas películas malas que vimos en el últimos tiempo. Una vez más refritaron la fórmula de El proyecto Blair Witch para fusionarla con el subgénero de historias de caníbales en un film que no consigue generar situaciones de tensión y mucho menos de terror. El típico caso donde un par de vivos se tiran a la pileta para ver si la pegan con una película que pueda hacer plata por el simple hecho que están de moda este tipo de formatos. No importa el contenido ni la intención de hacer algo creativo. Se copian otras películas de manera burda porque dan por sentado que la gente va a pagar la entrada al cine. Juegos demoníacos no vale la pena y esa entrada en la que vas a gastar dinero la podés invertir en un espectáculo más gratificante.
Los hijos del Diablo es uno de los estrenos más decentes que pasaron por la cartelera este año dentro del género de terror. Algo que no es un detalle menor si tenemos en cuenta la cantidad de filmes mediocres que lograron llegar a los cines en el último tiempo. En este caso nos encontramos con una buena producción independiente que representa el debut como cineasta de Corin Hardy, quien será el responsable de la próxima remake de El cuervo. En realizador presenta un cuento de horror que está muy influenciado por viejas leyendas del folclore irlandés que no siempre se centran en historias felices de hadas y gnomos. La película de Hardy se nutre claramente del cine de Guillermo del Toro y Sam Raimi, muy especialmente los primeros dos episodios de Evil Dead, para construir el misterio que gira en torno a un bosque irlandés que solía ser un territorio sagrado. El director se toma su tiempo para construir el conflicto y afortunadamente le escapó a las escenas trilladas de sustos gratuitos para capturar la atención del espectador a través del misterio. A Los hijos del Diablo le jugó a favor el hecho de tener un buen reparto donde llegan a destacarse Joseph Mawle (Abraham Lincoln: Cazador de vampiros) y Bojana Novakovic (Al filo de la oscuridad) y un gran trabajo desde los aspectos técnicos. Un campo en donde sobresale la fotografía y los efectos especiales que fueron muy efectivos en los momentos más intensos. Tal vez la película hubiera sido más interesante si en la segunda mitad de la trama se conservaba el misterio del bosque y no se le revelaba al espectador la amenaza oculta de manera tan gráfica. Toda la intriga que había construido el director luego se diluye cuando descubrimos lo que habita en ese terreno sagrado de Irlanda y el film pierde fuerza al volverse un poco más predecible. No obstante, el trabajo de Corin Hardy cumple con la intención de brindar un buen entretenimiento y su ópera prima merece una oportunidad.
A la hora de reseñar esta película creo que es necesario separar bien el personaje de la obra cinematográfica. La vida de la activista paquistaní Malala Yousafzai y su lucha por la educación de las mujeres en su país debe ser una de las historias más inspiradoras y admirables que se conocieron en el mundo en el último tiempo. A los 17 años Malala se convirtió en la persona más joven en recibir el Premio Nobel de la Paz y su valentía al enfrentar el régimen talibán en su país casi le costó la vida en un intento de asesinato que sufrió en el 2012 y del que afortunadamente logró recuperarse. Su historia de vida y la causa por la que lucha es admirable y apasionante, no sólo por la edad que tiene, sino por la pasión con la que emprende esa tarea. Ahora bien, que un documental se enfoque en ella no significa necesariamente que sea una gran película dentro de este género. Me interesa aclarar esto porque este estreno recibió críticas infladas más por Malala y lo que representa en el mundo actual que por la película concreta que brinda el director Davis Guggenheim. La verdad que Él me nombró Malala no es un gran documental y debido al enfoque hollywoodense y endulcorado que eligió el cineasta se perdió la oportunidad de analizar a fondo la historia de esta joven y las causas por las que lucha. Guggenheim, quien fue responsable del film ganador del Oscar con Al Gore, Una verdad incómoda, en este caso eligió una narración no lineal para presentar un "grandes éxitos" de la vida de Malala. El film alterna las apariciones públicas de la chica con los momentos cotidianos de su vida familiar que nos permite contemplarla en un ámbito diferente. El director Guggenheim optó por brindar una biografía complaciente y al retratar el personaje desde el bronce se perdió la posibilidad de ahondar de un modo más visceral la lucha de la Malala y el contexto social y político que generó su activismo alrededor del mundo. La narración del documental hace todo lo posible por alejar al espectador del verdadero horror del régimen talibán y la opresión que se ejerce sobre las mujeres y hasta se incluyen unas bellas secuencias de animación para recrear algunos momentos duros de esta historia. Sumado a la melodramática música de Thomas Newman, el film de Guggenheim parece más interesado en amplificar a Malala desde el mito que en revelar con profundidad la historia de esta joven. La gran decepción con este documental es que no aporta absolutamente nada nuevo que no se pueda encontrar en el perfil de la chica en Wikipedia o en videos de You Tube. En este punto es donde falla el trabajo de Guggenheim como realizador, quien se limitó a editar los grandes momentos de la activista en un film que nunca profundiza los tema que expone. En su desesperación por alabar la figura de Malala se perdió la oportunidad de conocer más sobre ella y las causas por las que lucha. Obviamente el tema está presente pero el documental nunca va al hueso en estas cuestiones y se estanca en el perfil indulgente. En resumen, Malala Yousafzai es grandiosa y su lucha despierta admiración y respeto, la película de David Guggenheim no tanto.