Capitán América: Guerra civil:
Nuestro fanático residente de la “Casa de las Ideas” analiza el estreno desde su perspectiva.
NOTA: este análisis no tiene spoilers. Todo lo que voy a hablar está en el tráiler o pertenece a los primeros minutos de la película. Y aún ahí hay ciertas sorpresas que no voy a arruinar. TRANQUILO que no te voy a contar el final.
Capitán América: Civil War es la culminación lógica del “método Marvel” de hacer cine: una maquinaria narrativa imparable que no sólo está entre las mejores películas de superhéroes de todos los tiempos sino que lleva a su conclusión lógica arcos narrativos enteros, sin traicionar nunca la esencia de los personajes - mientras las Avengers de Joss Whedon sumaban personajes sin sentido, Civil War le da a cada uno no solamente un rol sino una función: en el combate, en la historia, en la textura de la película.
Como todo blockbuster que se precie, Civil War empieza con una (magistralmente narrada) secuencia de acción, la captura de Crossbones en la ciudad nigeriana de Lagos. Esta incursión deja un tendal de víctimas inocentes que los gobiernos internacionales (es raro que nunca se hable de Estados Unidos en una película protagonizada por el Capitán América) ya no están dispuestos a tolerar: luego de una serie de acuerdos se llega a la conclusión de que los seres más poderosos del mundo serán controlados por las Naciones Unidas, quieran o no. Tony Stark sí quiere. Steve Rogers no.
Me pongo marvelita un rato. Desde ya, el punto de partida se aleja bastante de la miniserie de 2006 “Civil War”, y sin revelar muchos detalles, puedo decir que está muy lejos del cómic de Mark Millar y Steve McNiven - para mejor. Más allá de los muchos logros de la “Civil War” original, la motivación de los protagonistas está mucho más clara en la película, que funciona más como una continuación de la adaptación del “estilo Brubaker” que hacía Capitán América 2: el Soldado del Invierno.
Yendo todavía más allá, a pesar de que el tráiler parece indicar complots y maniobras políticas la historia se centra claramente en dos hombres, o mejor dicho en dos formas de hacer las cosas. Ni Iron Man ni el Capitán están dispuestos a ceder en sus puntos de vista, porque los dos están de acuerdo en algo: sus respectivas habilidades (y las de sus “teams”) no los hacen dioses, sino sirvientes de la gente que los necesita. Gran poder, gran responsabilidad.
Y no es lo único en lo que están de acuerdo. El muy buen guión de la dupla Fergus y Ostby recalca constantemente lo difícil que es este quiebre para los dos líderes. Se conocen, se parecen, se aprecian. El feroz individualismo de cada uno hace que no puedan ceder un milímetro en sus filosofías, que por suerte se distancian de las ideologías políticas que Millar sí reflejaba en “Civil War”. El conflicto entre estos dos superhéroes es claro y específico, pero la profundidad de las ideas generará debates por años entre los fanáticos.
Pero esto también es una falla. Mientras la pelea entre Batman y Superman recibió la crítica (lógica) de que su pelea podía resolverse con cuatro palabras dichas a tiempo, aquí se dicen muchas palabras (TANTAS palabras) pero el conflicto deja lo verbal muy pronto y se vuelve físico con una intensidad salvaje, que deja una sensación un poco incómoda, como si matar a un ex-aliado para no dejarlo escapar fuese un resultado aceptable. Una lectura subversiva podría ser que la película dice que cuando no hay enemigos los superhéroes tienen que pegarle a ALGUIEN, aunque sea un amigo, pero no creo que esas sean las intenciones de los narradores. En uno de los pocos aspectos en los que la peli de Batman y Superman superan a esta épica marveliana, cuando esos dos dioses terrenales se pelean, se detestan, ven al otro como un villano. En este caso pareciera que las peleas son brutales porque así son las peleas en una película de superhéroes hoy, y en un momento la vorágine de destrucción es tal que el cerebro se duerme y todo pierde su impacto.
El conflicto llega a su pico con la batalla en el aeropuerto que vimos en los tráilers, que es simplemente una obra maestra de la acción cinematográfica. Hay tres, cuatro grupos de héroes peleando en puntos distintos pero siempre sabemos dónde está cada uno, qué está haciendo, cuál es el plan y dónde está el objetivo. La elección de héroes no es casual, los poderes están bien equiparados… el combate superheroico como mecanismo de relojería.
Y sin embargo, la mejor escena de la película también es la peor. La violencia escala, cada golpe se hace más fuerte, y los personajes pierden su volumen, su peso, su realismo. Los poderes se desatan y los héroes más coloridos (Spider-man, Ant Man) se vuelven caricaturescos, polígonos rojos y azules que son pura construcción digital. Lo mismo ocurre con Iron Man y War Machine, marines espaciales de Halo perdidos en una fiesta de disfraces. Los primeros minutos son pura emoción (“¿se van a pegar?”), que evoluciona a una preocupación real por nuestros héroes (“¡se van a matar!”) y que termina en una fiesta de polígonos que no podría importar a nadie. Los héroes de carne y hueso de Marvel pierden su humanidad en el exceso de una escena matemáticamente perfecta y carente de alma.
Por suerte la película se recupera a fuerza de correctos giros narrativos y un reenfoque en el conflicto principal. La última media hora es satisfactoria y (casi) quita el mal gusto de la escalada previa, además de sumar ciertos matices al personaje del Capitán América - y a Chris Evans, que por primera vez sostiene sus escenas frente a un Robert Downey Jr. sublime. Aunque el duelo de superhéroes tiene sus fallas, el duelo actoral es un placer de principio a fin.
"La mejor escena de la película también es la peor."
Marvel sigue apostando por los actores, y los Avengers están más que preparados para lo que el guión les tira. Aunque Scarlett Johansson y Anthony Mackie están un poco desperdiciados, sorprende la ternura de las escenas entre Visión y la Bruja Escarlata, una línea de los cómics que jamás me imaginé que estaba en los planes de Marvel Studios adaptar. Lo de Black Panther (Chadwick Boseman) y Spiderman (Tom Holland) es un robo a mano armada. Los dos actores toman control de sus escenas respectivas y es imposible prestar atención a lo que está pasando a los protagonistas de la película. Holland tiene el naturalismo de Maguire y el entusiasmo de Garfield, superando a los dos actores en una escena inolvidable con Tony Stark. Y lo de Boseman es algo especial, encontrando la nobleza anticuada de su personaje sin tocar ni un segundo el ridículo.
Tan buen elenco hace que destaque todavía más el talón de Aquiles de la película, que es justamente la manzana de la discordia: Bucky, el Soldado del Invierno. El Capitán América sacrifica todo por proteger a su amigo. Se convierte en fugitivo de la justicia, separa a Los Avengers, rompe su amistad con Iron Man, y a pesar de que uno sea #TeamCap, es difícil estar del lado de él. Y no porque Bucky sea una bomba de tiempo (lo es), sino porque Sebastian Stan tiene todo el carisma de un guante de lavar la ropa usado. Si esta película fuera una bolsa de surtido de Terrabusi, sería esa galletita marrón, larga, seca, que te sale justo cuando querés una mini Melba.
Es difícil encontrar puntos flojos en Civil War, y mi corazón marvelita se emociona al ver esta galaxia de superhéroes tan bien elegidos y desarrollados, pero creo que los que terminamos eligiendo Marvel sobre DC todavía sentimos que hay algo que falta en estas adaptaciones, un poco más de vuelo visual que rinda homenaje a los cómics originales. Marvel Studios logró dar a los superhéroes esa dimensión humana que nació con Stan Lee, pero todavía falta lo cósmico, lo majestuoso, la belleza de las imágenes por la belleza misma. Falta Kirby.
Al principio decía que Civil War estaba entre las mejores películas de superhéroes de todos los tiempos, y a pesar de que ciertos aspectos de su realización no me convenzan, mantengo ese punto de vista. Con Civil War, Marvel Studios logra equilibrar grandes personajes con décadas de historia, los requerimientos de una película de alto presupuesto moderna, y una complejidad narrativa que hace honor a los cómics originales.
Ver ficha de la critica