Historias que sólo existen al ser recordadas:
La fotografía como clave en la memoria
La memoria es una de las temáticas más abordadas por el cine latinoamericano a partir de los años 60’s. En su ópera prima, Julia Murat focaliza esta problemática mediante el conflicto generacional, ubicando la acción en un pueblo del norte de Brasil, lugar que parece haber sido olvidado por el tiempo.
Con la llegada de Rita, una joven fotógrafa, la historia da un giro fundamental capturando en ese pueblo fantasma una nueva mirada -la suya- sobre el mundo y la vida.
No es casual que la fotografía sea el elemento clave de la película. Más allá de la influencia estética, este recurso es utilizado fundamentalmente como registro de la memoria. Es el elemento disparador para recordar, investigar y sobre todo no olvidar. Al capturar con sus registros fotográficos, las existencias olvidadas de los habitantes de ese pueblo, sus historias volverán a ser recordadas. Esos registros tomados por el personaje son la clave de la memoria.
Las imágenes que vemos en la película son consecuentes con esta idea. Al comienzo de la historia, las actividades rutinarias que realiza el personaje central, Madalena, se van desarrollando mediante cámara fija, planos largos, como remitiendo a una postal. Secuencias de acciones que se repiten con algunas pequeñas variaciones, un guión escaso en diálogos y ausencia de luz artificial en las escenas, son algunos de los recursos utilizados por la directora para materializar la detención del tiempo y lograr fielmente lo que la película quiere transmitir.
El mundo de Madalena es un universo de postales fijas, detenidas, que corresponden a un pasado muerto. Rita, con su llegada, quiebra la estaticidad que vemos en la historia como en las imágenes, dándoles movimiento, color y vida.
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