lega a las carteleras Moonlight, la película de Barry Jenkins con un gran recorrido en la temporada de premios que cierra con ocho nominaciones a los Oscars. Una película pequeña y llena de emociones sobre un joven negro en el Sur de Florida a través de tres momentos claves y definitorios de su vida. Hay algo de Boyhood de Richard Linklater en Moonlight de Barry Jenkins. La idea de mostrar la vida de un joven desde que es niño hasta que se convierte en el adulto que se supone que tiene que ser. No obstante, acá el retrato termina sintiéndose bastante más crudo y doloroso, aunque igual de emotivo. Tres episodios y tres actores le sirven a Jenkins para delinear a su personaje principal. Alex R. Hibbert, Ashton Sanders y Trevante Rhodes son Pequeño, Chiron y simplemente Negro. Tres formas de llamar a un mismo personaje. Un niño callado que se escapa de su casa y en una situación de bullying (una constante en su vida) es rescatado por un traficante de drogas cubano (un estupendo Mahershala Ali) que se contradice con su propia profesión, dándole el refugio y el cariño que su madre drogadicta (una Naomie Harris alejadísima del glamour de las James Bond que rodó durante el corto rodaje de esta misma) no le da. Un adolescente que en pleno despertar sexual sigue siendo acosado y llevado hasta el extremo por sus propios compañeros, a la vez que sufre una pérdida muy dura. Un joven que se hizo fuerte porque no encontró otra salida y hoy es un traficante de drogas a la vez con un enorme vacío emocional esperando ser llenado. Algunas situaciones que retratan podrían haberse convertido de manera fácil y rápida en golpes bajos, Jenkins las narra con soltura y con cierta melancolía, como el azul con el que decide teñir algunos planos y, de una manera más metafórica, a su personaje principal. Cada uno de los tres actores protagonistas le imprimen su sello al mismo personaje. Los temas que trata el film son a veces tan gastados en el cine, como la marginalización, las drogas, el abuso y la homosexualidad, pero lo que podría haber resultado en un empalagoso melodrama termina rompiendo toda expectativa (y para mejor, como no suele suceder) y haciendo de Moonlight una película con un corazón enorme. Una experiencia demoledora y conmovedora al mismo tiempo. Imperdible.
Se estrena lo nuevo de la directora de Abrir puertas y ventanas, Milagros Mumenthaler. La idea de un lago es una película sobre la ausencia, la memoria y la identidad. Inés (Carla Crespo) está terminando de editar un libro que funciona como diario personal y archivo de una parte importante e imprescindible de su vida. También está embarazada y en una especie de ir y venir con el padre de ese bebé. Pero ese libro funciona como uno de los nexos necesarios con ese pasado que la sigue acosando a través de una ausencia: la de su padre, desaparecido durante la Dictadura. Sin ahondar en lo político, la película de Mumenthaler, inspirada libremente en Pozo de aire de Guadalupe Gaona, la muestra a Inés en esa especie de tiempo suspendido que parece ser su vida. En este presente, esta vez con la sensibilidad y todo lo que genera su incipiente embarazo, ella necesita alguna respuesta y acude a un banco genético aun ante la negativa de su madre, quien enfrentó esa misma ausencia de otro modo, uno más calmado, desde la negación. Al pasado, a esa infancia de Inés, acudimos a través de flashbacks con un tono onírico, a veces más alegre y surrealista (como con el auto que juega con ella) y otras más oscuro, como si proviniera de una película de terror. Ese cambio de registro tiene que ver siempre con la percepción desde la niñez, donde vemos las cosas de otro modo. La ausencia, ese vacío imposible de llenar, marca el relato de Mumenthaler. Entre esos flashbacks que funcionan como recuerdos, y ese presente en el necesita dar cierto cierre, a través de un libro que registre todo eso para la eternidad, o una respuesta tras lo inconcluso de una desaparición. Con una bella fotografía que además utiliza diferentes texturas para retratar las diferentes épocas, La idea de un lago es una película intimista, de tiempos aletargados y muchos silencios. Poética, delicada y melancólica.
Vin Diesel vuelve para la tercera parte de esta saga, XXX: Reactivado, dirigida esta vez por D.J. Caruso. Xander Cage no está muerto como creían, y cuando precisan de su ayuda para salvar a la Patria, decide regresar junto a su grupo de amigos, hacerlo por Gibbons. La misión es encontrar la Caja de Pandora, un dispositivo con el cual se puede controlar cada satélite y es un arma letal en manos de la gente equivocada. En el film de todos modos nunca parece haber un villano claro, mejor dicho, constantemente se nos revela alguien nuevo como tal. Mientras tanto tenemos incontable cantidad de peleas, con cuchillos o con armas, y persecuciones, en auto, moto o sobre el agua. Todo esto con un reparto conformado por gente de todo el mundo, donde, entre tanta mujer, el protagonismo mayor se lo lleva la india Deepika Padukone. Ruby Rose (ahora decidida, parece, a ser estrella de acción tras verla en la nueva de Resident Evil) y Nina Dobrev (The vampire diaries) hacen lo que pueden con un guión que no las ayuda en absoluto. Vin Diesel se desenvuelve sin problemas en este tipo de películas, el resto del elenco nunca parece terminar de sentirse cómodo, en especial Toni Collette, inentendible que haya decidido ser parte de esto. Samuel L. Jackson aporta también su encanto en sus escasos minutos en pantalla y hasta se permite homenajear a su Nick Fury. En este mundo las mujeres son todas delgadas, jóvenes y lindas (y visten shortcitos y tops), incluso Toni Collette, la mujer más “normal” de la película, está enfundada en ceñidos trajes. Y todas se derriten inmediatamente por los músculos de Vin Diesel. Hay algunos momentos de humor absurdo que, de ser mejor explotados, podrían convertir a esta película más en una parodia que en un exponente propio del género de acción. No obstante en el fondo quiere ser tomada en serio y ahí tiene todas las de perder. Durante gran parte de esta tercera entrega, parecería que se obvia la segunda XXX, aquella que no contó con Vin Diesel en su reparto. No obstante, en algún momento aparece el guiño que confirma que efectivamente existió en este universo. Grandilocuentes escenas de acción, diálogos pobres y una variedad de personajes desaprovechada, XXX: Reactivado apenas funciona como una película de acción pasatista.
Theodore Melfi (St. Vincent) dirige Talentos Ocultos, esta historia desconocida sobre tres mujeres negras que fueron imprescindibles para que en 1969 la NASA pudiera mandar al hombre a la luna. Taraji P. Henson, Octavia Spencer y Janelle Monáe interpretan a tres mujeres que trabajan en la NASA, como unas llamadas “computadoras”, calculadoras humanas, en el sector designado para la gente negra. Una, es una experta en las matemáticas desde muy pequeña, otra sueña con ser ingeniera en un mundo donde ni siquiera una mujer tiene acceso a ese tipo de estudios, mucho menos una negra, y la otra aspira a ser supervisora de unos programadores de la por entonces nueva tecnología de IBM. Cuando el jefe matemático interpretado por Kevin Costner busca ayuda entre estas calculadoras, llega Katherine (Henson) y de a poco comienza a hacerse notar por la rapidez y solidez de sus cálculos, y por el modo de entregarse al trabajo aun teniendo que soportar no tener un baño para su gente en ese edificio, lo que la hacía correr varias veces al día, o que tuviese una jarra de café separada del resto, pero quizás lo peor ocurría cuando ni siquiera le dejaban firmar los cálculos que hacía con su nombre. Al mismo tiempo, Mary (Monae) descubre lo que quiere ser, ingeniera, y decide incluso ir a juicio para que le permitan estudiar. Dorothy (Spencer) recibe constantes negativas ante su deseado ascenso (entra en juego acá Kirsten Dunst quien aun en pocos minutos de pantalla siempre logra destacarse) pero eso no le impide hacer aunque sea a escondidas aquello que sabe y quiere, hasta que se lo reconozcan. Las tres forman un trío de mujeres fuertes y decididas, nunca dispuestas a doblegarse ante el racismo ni el machismo que predomina en esa sociedad. El film bucea entre los tres personajes sin ahondar más que lo necesario en la vida personal de cada una de ellas. La vida de Katherine, viuda con hijos pequeños y una incipiente posibilidad de romance con un coronel interpretado por Mahershala Ali (nominado al Oscar por su trabajo en Moonlight), toma un protagonismo apenas mayor que el de resto pero la decisión del director de centrarse en el trabajo es sin dudas acertada. Talentos Ocultos es un agradable e interesante relato, el problema es que a veces no puede evitar caer en lugares comunes de estas películas que parecen hechas para colarse en la temporada de premios. A nivel actoral el film está muy bien logrado, de hecho se acaba de alzar con el premio a Mejor Elenco de Película en los SAG Awards. Henson está mucho más contenida de lo que suele y eso le juega a favor, y Monáe, que recién ahora empieza a trabajar en cine, demuestra tener un carisma imprescindible para la pantalla (se la puede ver también en Moonlight). Otro buen trabajo es el de Kevin Costner, ese jefe que antes que nada necesita que la gente haga su trabajo y bien. Entretenida, con un buen equilibrio entre drama y comedia, ligera a la hora de desarrollar un contexto más político (hay mucho hincapié en lo social, claro, pero no mucho sobre lo que empezaba a cocinarse con la Unión Soviética), Talentos Ocultos revela ese mundo desconocido que no deja de ser imprescindible para que aquel otro del que todos somos testigos sea posible, esa cara oculta de la NASA. Una simpática y necesaria historia de esfuerzos y valentía que en dos horas de duración nunca aburre.
Laura Casabé dirige un nuevo exponente del cine de género nacional. Basado en un cuento de Samanta Schweblin, La Valija de Benavídez es un thriller con tintes de comedia negra enfocado en Pablo Benavídez, un artista frustrado, un profesor que dejó de enseñar, siempre bajo la sombra del artista que supo ser su padre. Cuando en un momento de crisis acude a su psicólogo, de repente se encuentra en un laberinto donde es difícil distinguir qué es real. Guillermo Pfening es el protagonista de este film que juega mucho con la figura del artista. Representa este mundo desde un costado más bien cínico. Jorge Marrale da vida a este doctor que en realidad es mucho más que eso, capaz de manipular a Benavídez hijo dentro de su peculiar residencia, un lugar que alberga artistas para que tengan dónde y cuándo inspirarse y trabajar en sus obras. Norma Aleandro es la terrible crítica de arte y curadora que marcó el rápido final de la carrera de Benavídez hijo, pero a quien todavía puede llegar a impresionar en una nueva oportunidad. La otra gran protagonista del film es la valija a la que alude el título. Aquella con la cual Benavídez llega buscando refugio y de la cual no quiere separarse, hasta que la pierde porque aparentemente allí dentro está su gran obra de arte. En algún momento, todo ese buceo que hace su protagonista a través de recuerdos y traumas (relacionados con su padre, con su profesión o con la novia a la cual dejó repentinamente) se siente un poco extenso y reiterativo, pero al mismo tiempo funciona para que se acreciente la tensión y la intriga, hasta llegar al revelador final, potente y al mismo tiempo tan veloz que al aparecer los créditos éstos se sienten apresurados, como si hubiesen aparecido antes de tiempo. La valija de Benavídez es entonces un film entretenido y con buen manejo de intriga, divertido y mordaz en su sátira del mundo de las artes plásticas. Hay una factura técnica muy lograda y las actuaciones en general (quizás Marrale es el que menos sobresalga más allá de su interesante personaje) son bastantes buenas. El guion pierde un poco en su desarrollo, cuando se torna algo reiterativo o, más allá de la corta duración del film, se siente estirado, y en una resolución que más allá de su potencia y sorpresa, no brinda mucho tiempo para desarrollar. Interesante, curiosa, efectiva sin lograr sobresalir más allá de su jugoso argumento y un buen exponente del cine de género nacional, y sitúa a su realizadora (quien dirigió El hada buena, Una fábula peronista) como alguien a tener en cuenta siempre.
Joe Coughlin nunca quiso ser un gángster. Tampoco convertirse en un asesino. No le gusta la violencia. Pero la vida parece haberlo llevado a ese lugar cuando le es arrebatada la mujer de la cual se enamoró. Y de a poco, Joe Coughlin va inmiscuyéndose en un mundo que no le agrada pero en el cual logra desenvolverse, y convirtiéndose en alguien que no termina de gustarle. Somos el resultado de las decisiones que tomamos, y Coughlin no va a ser la excepción. Cuando se está dentro de ese mundo, ¿hay posibilidad de un final feliz? La nueva película de y con Ben Affleck, adaptada de una novela literaria de Dennis Lehane (a quien Affleck ya adaptó en su primera y mejor película, Gone baby gone), pone en foco al mundo gángster desde la perspectiva de un soldado de la Primera Guerra Mundial que tras robar bancos y enamorarse de la mujer (Sienna Miller) del mafioso local más poderoso, termina convirtiéndose en aquello que odia para poder vengarse. A medida que Coughlin se torna más poderoso, su mundo se torna más violento y sanguinario. Pero también logra volver a enamorarse y con aquella mujer (Zoe Saldana) se encuentra una vez más frente a aquello que quiere ser vs. aquello en lo que se está convirtiendo. Adaptada por el propio Affleck, el guión bucea entre diferentes temas y tonos, la religión, el amor, la moral, la venganza, la amistad, la ambición y en algún momento se pierde entre tanto que quiere abarcar. Algo parecido sucede en los últimos veinte minutos, con un último tramo recargado de falsos finales. Affleck sabe de cine y acá como director es donde mejor se desenvuelve, entregando algunas secuencias realmente buenas, especialmente aquellas de acción, ya sean las de persecuciones como las de los tiroteos. Hay en general también un muy buen trabajo con los diálogos, siendo los de las escenas románticas los que menos se lucen, mientras que junto a Messina y a Elle Fanning (del reparto femenino, es la que mejor logra destacarse), por separado, se consiguen momentos inolvidables. Resumiendo, Vivir de noche es una película que en cierto grado le queda grande a Ben Affleck. Así como el actor ya pudo demostrar una sólida faceta como realizador con una filmografía no muy extensa, en Vivir de noche nos entrega una buena película que sin dudas podría haber aspirado a más. Quizás en su afán de querer abarcarla desde cada costado (como director, como guionista y como protagonista) perdió un poco el eje. De todos modos, no deja de ser un film rico e interesante.
Dirigida por Nadia Benedicto, Interludio es una pequeña película sobre la transición y el autodescubrimiento al que puede llevar. En Interludio, Sofia y sus dos hijas hacen un viaje a la costa. El destino es Lucila del Mar. No es verano y apenas hay gente en esa playa, en esos días fríos. Sofía viaja escapando de una separación que le resultó repentina y, claro, es definitiva: su ahora ex marido es homosexual. Mientras las dos niñas, en realidad una es pequeña y la otra adolescente, congenian y pelean, Sofía se encuentra en una especie de trance. Es joven y está perdida. La película de Nadia Benedicto sigue a estos tres personajes, en conjunto y por separado, y así va retratando cómo enfrenta cada una sus miedos. La más chica, a los extraterrestres, a los que cree ver en un par de mellizos que recogen basura en la playa. La adolescente, que empieza a descubrir quién es y conoce a una chica con la cual empieza a relacionarse. Y la madre, que llora a escondidas e intenta reprimir los deseos que un joven técnico que va a su casa para intentar arreglar el televisor le provoca. Así, las tres de a poco van descubriéndose a sí mismas, cada una desde el lugar y en especial en el momento de la vida en que se encuentra. Ese momento de transición entre una etapa y la que viene. “¿No sabés lo que significa normal?”, le preguntan a Sofía cuando intenta estacionar de la mano contraria. Y mientras ellas en su momento dudan, y quizás se crean raras, o incomprendidas (o teman sentirse así), lo cierto es que los conflictos y el modo que tienen o encuentran de enfrentarse a ellos son sumamente identificables. A veces no se trata más que de tirarse o no tirarse a la pileta, o al mar, aunque sea invierno. Porque muchas veces las cosas que más queremos, son también las que más miedo dan. Hay además en Interludio un gran uso de la banda sonora, y la directora hasta se permite bucear en escenas más surrealistas que terminan de reflejar el estado emocional en el que se encuentra su protagonista. Interludio es una pequeña película filmada de manera bella y con una historia tan simple como efectiva. Tres sensibles y simpáticos retratos femeninos que se tornan uno.
Martin Hodara, quien trabajó como asistente en películas de Fabián Bielinsky y fue quien terminó dirigiendo La Señal junto a Ricardo Darín, vuelve a juntarse con el reconocido actor para entregar un drama tosco y oscuro sobre los secretos que guarda una familia. Darín es sólo una tercera parte del trío protagónico conformado además por Leonardo Sbaraglia y la actriz española Laia Costa (la protagonista de esa gran película alemana que es Victoria). Entre los tres, sin muchas palabras pero con gestos, silencios y miradas conversan e interactúan. Todo empieza con una muerte, la del padre. Eso lleva a que dos hermanos que hace años que no se ven, se reencuentren. Uno, Marcos (Sbaraglia) regresa a reclamar parte de su herencia, para la cual hay que vender una casa en medio del bosque que vale unos millones de dólares. El otro, Salvador (Darín), no está dispuesto a irse de aquel lugar. Marcos necesita su parte de la herencia para la vida que tiene planeada junto a su mujer, con quien espera un hjjo. El pasado dejó muchas heridas y marcó la vida de estos dos hermanos, y cada uno lidió con eso de la forma que pudo; lo que no pudieron fue volver a encontrarse el uno al otro. Hay un par de personajes secundarios, interpretados por Dolores Fonzi y Federico Luppi, que ponen su granito a la historia pero al final quedan un poco relegados. En Nieve negra lo principal es la construcción del clima, de misterio e incomodidad. Una atmósfera densa y fría, con Andorra como marco, y esa nieve que no deja de caer. La narración fluye a su tiempo, haciendo que en algunos momentos, especialmente toda la primera parte, se torne lenta. Pero al final, la revelación de parte de ese pasado que los atormenta y los persigue junto con la decisión de afrontar este nuevo descubrimiento del modo que mejor encontramos, hacen de Nieve negra un thriller oscuro. La trama termina siendo pequeña y simple en su forma, el hincapié está en desarrollar estos lazos familiares quebrados, y cerca de la resolución todo se torna un poco rápido, lo contrario al resto de la película. Rápido y hasta un poco sobreexplicativa. Laia Costa es una revelación a la que no conviene perder de vista. En su actuación reposan muchas facetas hasta llegar aquella que la muestra tal cual es en realidad. Sbaraglia cumple y Darín demuestra una vez más que es un actor en mayúscula, con un personaje mucho más tosco y menos agradable a los que suele interpretar, y lo hace sin mucho más que unos gestos, con sólo unas pocas palabras. De impecable factura técnica y de la mano de un guión demasiado básico, Nieve negra es un thriller que cumple, por momentos un poco lento en su afán de construir un clima cargado de intriga. Sin dudas, será una película convocante.
La nueva película de Disney tiene en el centro a una joven no princesa que no busca amor ni espera ser rescatada, sino que siente el llamado del océano y necesita –su necesidad personal es lo más fuerte- cruzar el arrecife y embarcarse en una aventura que la llevará a lugares impensados. Moana es joven pero su futuro parece estar ya escrito. Sin embargo, ella espera algo más de la vida que quedarse siempre en el mismo lugar, cumpliendo su mandato. El océano la llama desde pequeña pero también siempre le enseñaron que había muchos peligros allí, especialmente cruzando el arrecife. Su padre es el principal oponente al espíritu valiente e inquieto de la joven, pero encuentra en su abuela, considerada loca por el resto de los habitantes, la confianza y el aliento necesario para animarse. Enmarcada en la antigua Polinesia, y con referencias a leyendas provenientes de ese lugar, Moana cuenta la travesía que emprende su protagonista junto a un semidios, Maui, que se muestra creído y egoísta al mismo tiempo que no encuentra otra opción que acompañarla, ya que él tiene que recuperar un objeto valiosísimo que perdió a causa de su ambición. Entre los dos se genera una relación muy divertida de ver, y si a eso le sumamos al tercer acompañante, un pequeño gallo con cierto retraso mental que le impide realizar las actividades más básicas como comer, el resultado son varios gags que le brindan mucho humor al relato. En cuanto a animación, el film despliega una escenas muy bellas y un buen diseño de personajes y sus expresiones (el detalle de los tatuajes de Maui que se mueven también aporta), así como también de los lugares (como el mar, que es un personaje más). Una de las secuencias más atractivas, a nivel visual y a nivel entretenimiento, es la protagonizada por Tamatoa, a quien da voz Jermaine Clement (el de Flight of the Conchords y uno de los protagonistas de What we do in the shadows). En una película a la que quizás le sobren números musicales, el que protagoniza este cangrejo es de lo mejorcito del film. Los mensajes, como siempre en las películas de Disney, son claros. Se resalta la importancia de ser una misma, de dejarse guiar por nuestros deseos internos, de la amistad, pero sobre todo de encontrar nuestro lugar en el mundo. Moana está dirigida por dos conocedores del universo de Disney, Ron Clements y John Musker, incluso se permiten tras los créditos referenciar una de sus películas anteriores (no se las cuento pero lo captarán inmediatamente si se quedan hasta que terminen los créditos). Las voces y canciones originales funcionan y algunas canciones son más pegadizas que otras, de todos modos es probable que la mayor parte, quizás en su totalidad, de las funciones se den dobladas al español. Antes de que empiece el film, se proyecta el corto Inner Workings, un simpático relato sobre la necesidad también de escaparle a los moldes, en este caso a la rutina que aburre y agobia y consume nuestro espíritu. Resumiendo, Moana es una película para disfrutar entre chicos y grandes. El guión no tiene muchas sorpresas, subrayando algunos mensajes y sin poder escaparle a ciertos clichés, sin embargo es correcto. Divertida y simpática, al mismo tiempo que conmovedora, Moana es especialmente ideal para quienes aman el océano y tienen espíritu viajero.
La nueva película de David Frankel, director desparejo, más reconocido por la gran El diablo se viste a la moda y la inesperadamente lacrimógena (pero llena de corazón) Marley & Me, se juntó con un elenco multiestelar para contar una historia que en realidad son varias y que apelan más que nada a lo emocional. El tiempo, el amor y la muerte son quizás los protagonistas principales de esta historia que comienza con un Howard (Will Smith) lleno de energías puestas en su trabajo sólo para que unos minutos después (y tres años en la ficción) lo encontremos devastado, deprimido, perdido entre dominós y aún con trabajo gracias al apoyo incondicional de sus amigos y compañeros de trabajo en esa agencia de publicidad. Es que perdió a su hija pequeña y eso le hizo darse cuenta de que el tiempo y el amor sobre todo no eran sus aliados como creía. Pero si quieren seguir con trabajo, sus incondicionales compañeros tienen que hacer algo porque de él depende lo que venga. Cuando lo mandan a seguir y descubren que él le manda cartas al tiempo, al amor y a la muerte, no tienen mejor idea que contratar a un grupo de actores del under que luchan por conseguir financiación para su proyecto teatral, para que interpreten a cada uno de ellos. Helen Mirren, Keira Knightley y Jacob Latimore son estos tres actores que de pronto, tras dudar un poco, negociar otro tanto, se convierten en la Muerte, el Amor y el Tiempo respectivamente. Así, a lo Charles Dickens, enfrentan a un Howard que de a poco comienza a dudar de su cordura a la vez que intenta acercarse a un grupo de autoayuda para gente que pasó por pérdidas similares a la suya, comandada por Naeomi Harris. Como si todo este rompecabezas sin sentido no tuviera suficientes piezas, cada uno de estos amigos y compañeros que tienen la intención de ayudar a Howard lidia además con sus propios problemas. Kate Winslet interpreta a una mujer que siempre quiso ser madre pero por su trabajo lo fue postergando hasta llegar a un momento de su vida en que cada vez parece menos posible. Edward Norton es un hombre que por una relación extra marital sin importancia terminó divorciándose y eso la alejó mucho de su hija a la que intenta volver a acercarse. Y Michael Peña lucha por conseguir el mejor futuro para su mujer e hijo, sabiendo que una enfermedad lo acosa y en poco tiempo él ya no estará para ayudarlas. Todo este rejunte de lugares comunes y golpes bajos terminan de conformar a Belleza Inesperada. Will Smith en su intento de ser un actor tomado en serio y acercarse a la temporada de premios vuelve a ser fallida, no sólo porque todavía no logra desplegar una faceta actoral destacable, sino que tampoco sabe elegir proyectos que lo hagan despegar. El guión de la película es tan flojo que sorprende que actores de la talla de Helen Mirren, Kate Winslet, Edward Norton y Keira Knightley hayan decidido ser parte del proyecto. En Belleza Inesperada todo se siente forzado, por lo tanto es imposible sentir emoción genuina. Incluso no sólo la revelación (tramposa) del final, el film presenta incontable cantidad de situaciones inverosímiles. Aburrida y absurda, sólo apta para quien disfrute dramas lacrimógenos sin pedir demasiado a cambio.