¿Qué queda después del amor, de un matrimonio que no funcionó? Joachim Lafosse retrata en Después de nosotros la dolorosa agonía de una pareja que ya no mira para el mismo lado. Marie y Boris alguna vez se amaron y vieron un futuro en conjunto. Compraron y construyeron una casa y tuvieron dos hijas gemelas. Hoy, después de vaya uno a saber cuántas y qué cosas pasaron (¿acaso importa cómo se rompió algo que ya está hecho pedazos y no se puede remendar?), se encuentran distanciados, tan lejos como cerca, conviviendo forzosamente bajo un mismo techo. Porque Boris no tiene un sustento económico que le permita irse a vivir solo sin antes dividir en partes iguales el patrimonio de la pareja. Pero la mayor parte del patrimonio le pertenece a ella, que compró la casa. Aunque él fue quien gastó dinero y trabajo para reformarla. Así, gran parte del film gira en torno a la economía de la pareja (a la que alude el título original), porque vivimos en una sociedad y en una época donde sin eso no somos nada. El tema es que en el medio están las niñas, que son testigos de sus discusiones y sufren a veces en silencio y a escondidas, otras escondiéndose detrás de juegos. Lafosse utiliza una única locación (excepto cerca del final, cuando sucede algo importante que no conviene adelantar) y varios planos secuencias para retratar a estos dos personajes que van y vienen y casi nunca se encuentran aunque estén en un mismo cuarto. Si se encuentran, pueden terminar a los gritos, o quizás bailando, o quizás teniendo sexo sin importancia, o quizás volviéndose a gritar. Esa única locación no sólo torna al film algo cercano al drama teatral, sino que también genera cierta asfixia, claustrofobia, pero a la larga es donde siempre terminan volviendo, un personaje más, testigo del derrumbe de este matrimonio. Bérénice Bejo y Cédric Kahn son los encargados de ponerles el alma y el cuerpo a estos dos personajes tan complejos en su individualidad como en pareja. Bejo y su mirada triste, su impotencia ante un hombre al que ahora desconoce y alguna vez amó. Kahn y su aparente fragilidad y creencia en que quizás no todo está perdido, combinado con cierta dosis de aparente egoísmo. Lafosse deja ser a sus personajes y así entrega casi dos horas que a simple vista se perciben lentas, pero porque son duras y dolorosas, y terriblemente realistas. La película duele casi tanto como las ilusiones rotas. Los silencios, las palabras, los gritos, hasta las risas conforman de manera sutil este retrato sobre lo que ya no es. Después de nosotros es un drama áspero sobre qué sucede cuando la pareja ya no es una, sino dos personas que quieren ir por separado pero todavía no saben cómo ni con qué. Lenta como toda agonía, triste como todo desamor, bello como la música de Bach que musicaliza algunas de las escenas más importantes. No recomendable ni para una primera cita, ni para una pareja en crisis; sí para quienes buscan que el cine los haga sentir y de un modo tan cercano que asusta.
El nuevo protagónico de Ben Affleck tras su interpretación de Batman viene ahora con dirección de Gavin O'Connor (el mismo de Pride and glory y Warrior) y lo pone en el centro de una historia oscura y compleja. Christian Wolff es un talentoso contador debido a sus magníficas e innatas habilidades con la matemática. Pero además sufre de una especie de autismo que lo lleva a tener una vida solitaria y sin emociones. Es por eso que también es un talentoso asesino, su verdadera profesión. En “El contador”, el guión de Bill Dubuque (guionista de The Jugde) nos introduce al mundo de Christian Wolff desde su infancia, que está marcada por el abandono de su madre principalmente y, vamos descubriendo a medida que se sucede el film, el objetivo que su padre tiene para él. Aunque desde afuera se vea que hoy no es más que un contador que aspira a clientes pequeños, la narración, de a poco y de manera fragmentada, con mucho uso del flashback, no sólo lo muestra en el presente que lo cruza incluso con una joven contadora que en realidad siempre quiso ser artista (Anna Kendrick), sino que además sitúa otro personaje a la caza de éste. Allí entra en juego J. K. Simmons junto a una nueva ayudante (Cynthia Addai-Robinson) y ambos personajes continuarán agregándole, o intentando, profundidad al relato. Es que “El contador” parece tener mucho para contar, y en ese afán se termina perdiendo un poco. Es un policial, un thriller, con acción pero también mucha carga dramática ligada a vínculos familiares. Su protagonista, Affleck, no falla como el inexpresivo y solitario Wolff, personaje sin dudas interesante, pero el agregado de secundarios como el de J. K. Simmons y Addai-Robinson y sus consecuentes trasfondos sobrecargan la narración, termina queriendo ser más que sólo un juego de caza. También hay un atisbo de algo lindo junto al personaje de Kendrick, pero éste termina un poco desdibujado, una pena. Jon Bernthal (famoso por su interpretación de otro personaje de cómics, The Punisher) brinda su aporte con un misterioso personaje del cual no conviene revelar mucho más. Hay muchas cosas, muchos personajes, pero por ejemplo nunca hay un villano claro. No es ése el único problema que tiene la película. Más allá de su tono solemne y oscuro, la trama rebuscada lleva muchas veces a situaciones inverosímiles y muchas veces por lo tanto involuntariamente graciosas. “El contador” termina siendo una entretenida y bien dirigida película de acción. En cambio, con el guión de Dubuque pretenden entregar un relato oscuro y complejo que se termina perdiendo a medida que el rompecabezas comienza a tomar su forma, no obstante para esto se apela al uso y abuso de flashbacks y escenas sobreexplicativas. Sirve para pasar el rato, lo cierto es que las dos horas de duración no se hacen notar.
Miss, la ópera prima de Robert Bonomo escrita junto a Juan Villegas y Santiago Giralt es una singular y chiquita comedia romántica. Roberto L. Makita interpreta a Roberto, quien prefiere ser llamado Robert, un treintañero desgarbado y con una anticuada forma de vestir. Es una persona solitaria pero también un romántico. Vive imaginando una película que algún día planea dirigir, donde él es el objeto de deseo de dos mujeres, y sueña con romper algún récord para entrar en su libro de cabecera, aquel que le hace creer que una persona normal es capaz de lograr algo increíble. Pero mientras trabaja cuidando la casa de una ex Miss Argentina y hace algunos laburos más como extra, conoce a Laura. Ella pasa frente a él sin mirarlo, sin tenerlo en cuenta, incluso lo pisa. Él se enamora perdida e inmediatamente. Laura, interpretada por la ascendente Malena Villa, es una joven aspirante a modelo, llegada a Capital desde San Clemente sin tener en realidad idea de qué quiere hacer con su vida. No tiene muchos amigos y en general se aburre, y no logra encajar tampoco en el mundo del modelaje aunque en realidad lo intente. Roberto es tímido pero no lo suficiente como para no acercarse a hablarle, y así logran ser algo parecido a amigos. Claro que él quiere algo más pero su poca o nula experiencia con mujeres lo asusta. La trama de Miss es pequeña, logrando que el film se vaya desarrollando principalmente gracias a la personalidad de su querible protagonista. Hay algunos secundarios que lo rodean que terminan de aportar humor a una película que cumple con las reglas de género sin caer en los gags y estereotipos más obvios y las interminables vueltas de sus protagonistas. En Miss no suceden grandes cosas pero para Roberto no hay nada más grande que ese amor que por fin aparece en su vida, y que todavía no logra ser correspondido. Con una cuidada y colorida puesta en escena que rememora al mejor cine independiente norteamericano y una banda sonora que por momentos peca de ser algo excesiva, Miss logra ser una agradable y nada pretenciosa comedia romántica.
Llega a las carteleras Un hombre perfecto y con él un thriller francés dirigido por Yann Gozlan y protagonizado por Pierre Niney. Un hombre perfecto, el segundo largometraje de Yann Gozlan (Captifs), narra la historia de Mathieu, quien tiene veinticinco años pero ya sueña con convertirse pronto en un exitoso escritor. Con la frase de Stephen King como cabecera, y colgada frente a su escritorio como eterno recordatorio: “Escribe 2500 caracteres por día”, logra terminar su primera novela pero al enviarla a la editorial la respuesta es de rechazo. Manteniendo otro trabajo, uno que le resulta aburrido y desinteresado, llega de casualidad a un manuscrito autobiográfico perteneciente al hombre que falleció y de quien se encargan de vaciar su habitación. Al leerlo, se siente fascinado y, al principio, inspirado. Pero cuando las palabras no salen y las ideas no caen, decide transcribirlo y así lo convierte en “su” novela. Ésta se transforma en un éxito inmediato y le permite acceder a aquella mujer a la que vio y escuchó una vez y con quien quedó embelesado (interpretada por Ana Girardot). Tras esta introducción, la narración salta a tres años después donde todo parece, a simple vista, ir bien para él, como siempre había soñado. Pero mientras visitan la casa de la adinerada familia de su pareja (aquella mujer a la que pudo conquistar con su libro editado bajo el brazo), él no deja de recibir llamadas de la editorial y anticipos que él consume pero cuyo trabajo, es decir, un nuevo libro, nunca entrega. No obstante, éste es el menor de los problemas cuando en una firma de libros aparece un hombre que conoce su secreto y comienza a chantajearlo. Mathieu siempre se muestra dispuesto a cualquier cosa para salirse con la suya y el guión le pone un montón de peripecias, una tras otra, que terminan conformando un relato muchas veces inverosímil y ridículo. Lo que no hace, por ejemplo, es desarrollar personajes secundarios. Sería muy difícil en circunstancias normales empatizar con alguien como Mathieu, quien se muestra constantemente egoísta, capaz de salirse con la suya a costa de cualquier cosa y de cualquier persona. No obstante, Gozlan logra, al posicionar la perspectiva siempre desde su protagonista, que la distancia entre espectador y antihéroe sea estrecha. A la larga, Un hombre perfecto es una historia retorcida que podría haber sido mucho más oscura con un poco más de riesgo. En su lugar, el director opta por la ironía y logra así un producto desparejo, que funciona como thriller pero con el que se pierde interés sobre todo en los últimos tramos.
El director de Lo Siniestro, Sergio Mazurek, regresa al cine de género con Ecuación, los Malditos de Dios. Y lo hace con parte del team Buenos Aires Rojo Sangre, con la ayuda de nombres como Fabián Forte, Daniel de La Vega y Pablo Parés, por ejemplo, en distintos rubros técnicos. En Ecuación, la trama gira en torno a una premisa muy simple: la muerte. Su protagonista es un médico, Hermes (interpretado por Carlos Echeverria), que de repente se encuentra rodeado de muertes, en la calle, en el tren en el que viaja y, claro, en el hospital donde trabaja, donde una racha de fallecimientos lo acecha desde hace varios días. Muertes que no sólo le llaman la atención a Hermes por la cantidad y acercamiento, sino porque cada vez que una de éstas se sucede, hay un misterioso hombre rondando la escena. A partir de que se vuelve consciente de esto, Hermes se sumerge en un estado que no termina de entender. Tiene pesadillas constantes hasta el punto de a veces no distinguir qué es real y con su pareja de ya cinco años se encuentra en crisis. Ciertas situaciones y detalles lo terminan llevando a investigar qué sucede realmente, quién es esta persona y así llega a historias sobre Dios y unas extrañas criaturas. Si bien no conviene adelantar mucho más de la trama, lo cierto es también que ésta se torna constantemente reiterativa y, en su resolución, sobreexplicativa. Seguimos a Hermes paso a paso a través de diferentes personas a las que acude, pero la mayoría de ellos no aportan más que datos menores, haciendo que el film se vaya sintiendo largo, estirado. Hay algo interesante en la idea de lo circular pero queda sólo en eso. Hablar de Ecuación, es inevitablemente hablar de algunos problemas que se perciben a primera vista. La construcción de climas es pobre, nunca se llega a sentir esa sensación ni de misterio ni de terror (aunque es verdad que es algo muy complicado para nuestro cine muchas veces). Las actuaciones son todas bastante flojas, hasta una actriz como Paula Siero queda deslucida, diciendo sus líneas sin pasión y como si fueran recitadas; y muchos de los otros personajes hasta pueden causar gracia sin quererlo por lo berreta que se la sienten a esas interpretaciones. A nivel estético se nota que hay un bajo presupuesto, pero en varias escenas logra sortear ese percance; la dirección es bastante notable. A la larga, a Ecuación se la percibe amateur. Es una película que sólo puede funcionar en un marco como el del mencionado Buenos Aires Rojo Sangre, con gente que busca especialmente entretenerse con un cine de género sabiendo que no siempre se van a encontrar con una calidad alta pero sí es muy probable que con buenas ideas. Acá, la idea queda desaprovechada y la película termina siendo uno de los intentos más vanos y flojos de hacer cine de género en lo que va del año. Una pena.
Estrenándose de manera pertinente días antes de su beatificación, llega Cura Brochero de Lorena Chuscoff y Pablo Gómez. “Esta es una película con mezcla de documental”, dice el actor que en Cura Brochero interpreta al director de la película que están haciendo sobre ese personaje. Es curioso que en realidad, no sólo la película que llegó este jueves a cartelera no es ninguna mezcla de documental, es una historia ficcionalizada, sino que ni siquiera la que vamos a ver que ellos realizan lo es tampoco. Cura Brochero, dirigida por Lorena Chuscoff y Pablo Gómez, es una película sobre unas personas que hacen una película sobre el cura en cuestión. Pero no sólo de Brochero se trata el film. Lo que quieren contar sus realizadores es la historia de un hombre, perdido en la vida, desesperanzado, que tiene la oportunidad de interpretar a esta figura y si bien su motivación inicial no es otra que el dinero, luego va conectándose hasta llegar a una resolución donde prácticamente la película le salva la vida. Es interesante el juego del metalenguaje, la idea de no caer en el típico retrato de la figura principal. No obstante, más allá de una puesta en escena y dirección notables, las actuaciones son bastante pobres y es difícil mantener el interés durante todo el relato. El problema principal sea quizás que está dedicada al espectador creyente, demasiado dirigida a un público especial, y por momentos termina sonando más a panfleto. “Somos tus hermanos, estamos para cuidarte”. “Sí, la verdad necesito ayuda”. Es predecible, obvio y demasiado subrayado todo. El atractivo principal que puede tener Cura Brochero es la de conocer un poco más (o conocer, al fin y al cabo, como al actor que antes de interpretarlo no sabe quién es) al cura gaucho, el cura del pueblo, que fue el primero nacido y muerto en nuestro país en convertirse en santo. Una película hecha a todo pulmón y con las mejores intenciones, pero demasiado cerrada y con actuaciones pobres.
En su nueva película Las Inocentes, Anne Fontaine vuelve a contar una historia basada en hechos reales, con un tópico complejo y delicado. A Anne Fontaine le interesan los personajes femeninos y fuertes. Su más claro ejemplo se veía en Coco Avant Chanel, donde retrató a la ya mítica diseñadora de moda desde un costado personal y alejado de las biopics con aire a telefilm. En Las Inocentes vuelve a basarse en personajes que existieron, y acá decide retratar la vida en un convento de monjas polacas que fueron abusadas por soldados soviéticos y la gran mayoría se encuentran ahora embarazadas de ellos. También están solas, escondidas, resguardadas, hasta que una de ellas, desesperada por la situación crucial de una de sus hermanas, sale a buscar ayuda y así conoce a Mathilde. Mathilde trabaja para la Cruz Roja francesa y arriesga su trabajo y su vida en más de una ocasión para poder ayudarlas, también en silencio y a escondidas, a medida que salen a la luz otros secretos del lugar. Mathilde no es religiosa (“Con la ayuda de Dios no es suficiente”, intenta hacerle entender a quienes se niegan en un principio su ayuda) pero es mujer y es por eso que de a poco se va creando afinidad entre la joven y las monjas. Pero a la cabeza está la madre superiora, rígida y madre de todas las decisiones a las que el resto debe obedecer. El film va delineando las diferentes relaciones y sus modos de Mathilde para con las diferentes chicas, pero también en su trabajo y vida personal, con el doctor para el que trabaja. Mathilde no es una mujer que hable demasiado, o mejor dicho, sólo habla cuando tiene algo para decir, y si bien seguramente tendría mucho para decir sobre esta nueva situación en la cual se encuentra también sabe que ellas confían en que guardará su secreto. Y en su trabajo parece relegada a un lugar de ayudante cuando su trabajo con las monjas demuestra que tiene mayores conocimientos y capacidades. El marco de ese invierno de 1945 que parece interminable, de esos bosques nevados de Polonia y recién concluida la Segunda Guerra Mundial, termina de agregar cierta distancia y frialdad que se siente durante gran parte del montaje. Es quizás por eso que su resolución resulta un poco apresurada y abrupta, principalmente por la calidez que de repente desprende. Las Inocentes es un drama bien logrado, austero, pero peca de tibio a la hora de retratar una historia tan oscura y sórdida. Conmovedora y amarga al mismo tiempo, con buenas actuaciones y una trama que merecía ser contada, la última película de Anne Fontaine demuestra mucha madurez además.
Llega a las salas Agosto final, un documental sobre Raúl Barón Biza y Myriam Stefford que va más allá de esta historia para hacernos testigos también de la búsqueda de identidad del propio director Eduardo L. Sánchez. En la ruta 5 se alza un monumento, con forma de ala de avión, en homenaje a Myriam Stefford, mandado a construir por su esposo Barón Biza tras su trágica muerte. Ese monumento al amor llama la atención de Eduardo L. Sánchez (director y guionista) quien, de a poco, se va introduciendo en una historia que, además de mezclar mucho la realidad y la ficción, lo termina involucrando personalmente. En este documental los actores Daniel Aráoz y Emilia Claudeville dan vida a los dos protagonistas en las escenas ficcionalizadas de un modo muy teatral, para terminar de completar escenas sobre las que se han hablado y escrito pero de las que nadie ha sido testigo. De manera literal estas incorporaciones tiñen de mayor dramatismo a una historia que, ya de por sí, tiene mucho de cinematográfico pero, sobre todo, de misterio. A través de un profundo trabajo de investigación, Sánchez reconstruye la historia de estos dos personajes y su relación. Una mujer que presumía de ser actriz y, en su afán de buscarle un lado más aventurero a la vida, se convierte en aviadora y se pone como meta la ambiciosa idea de unir catorce provincias piloteándolas. Tarea que nunca vería cumplida tras un accidente que también dejó muchos agujeros y misterios por resolver. Y un hombre alegre y fiestero, millonario escritor que se enamora perdidamente pero que tras la pérdida de su mujer se hunde cada vez más en los vicios y la depresión, siendo luego recordado de la manera más trágica por haber atacado a su segunda mujer con ácido. Con diferentes voces -en su mayoría expertos y algunos cercanos a los lugares que guardan los mayores secretos de esta historia- y desde diferentes lugares del mundo es que se va construyendo, desentrañando a estos personajes y lo que sucedió, con versiones que a veces se contradicen y se cruzan entre sí. En el medio, Sánchez se ve conectado con su propia búsqueda personal e intenta conocer aquello que su madre nunca le permitió saber.
Escrita y dirigida por Felipe Martínez Amador, llega a carteleras esta comedia colombiana que pone en foco a tres hermanos provenientes de una familia acomodada económicamente, con una madre fallecida hace unos pocos años y un padre al que más allá de sus buenas intenciones los hijos lo sienten bastante ausente, siempre más preocupado por su trabajo que por ellos. Chicos que nunca tuvieron que esforzarse para tener nada, que hacen lo que quieren porque pueden, que dan rienda suelta (y se lo permiten) a cada uno de sus caprichos. Hasta que, después de que los tres en simultáneo pero por separado se mandaran una importante (como un casamiento poco conveniente con un hombre mayor y sin un eje aparente en la vida para su única hija mujer, o que descubrieran al menor en la biblioteca de la escuela teniendo sexo con una compañera), el padre sufre un infarto (bueno, un pre infarto) que lo lleva a cuestionarse el modo de criar a estos irresponsables. Y entonces sucede lo inesperado. Su empresa es denunciada por malversación de fondos, su casa y cosas son embargadas, y de repente se encuentran sin ningún lujo y con la noticia de que ahora, al menos los mayores, van a tener que salir a trabajar, por primera vez en la vida. Todo su mundo se les cae abajo, y ahora tienen que salir literalmente al mundo. Así, cada uno irá aprendiendo lecciones pero sobre todo esta desgracia los une como nunca antes se vieron unidos. El film, que es una remake de una película mexicana, Nosotros Los Nobles, apuesta principalmente a la comedia familiar, con situaciones cómicas a veces desde lo absurdo, a veces desde lo obvio, pero también se permite indagar en otras temáticas más graves. No obstante, la idea parece ser siempre la de hacer pasar un buen rato, y es por eso que al final algunos temas se presentan pero nunca son ni un poco profundizados, como la bulimia o la dislexia, situaciones que el padre de repente se encuentra y dejan en evidencia que efectivamente no les estuvo prestando la atención necesaria. Con aires de telenovela, hay enredos familiares y amorosos, engaños varios, idas y vueltas, enojos y abrazos y besos. Incluso hay algunas apariciones que seguramente sean valiosas para la gente de su país de origen pero acá, al igual que todo el elenco, no son más que rostros desconocidos. Un film con buenas intenciones y divertido, aunque también se torne muy predecible todo el tiempo, y desaproveche oportunidades de profundizar en ciertos personajes y acciones. Y es que al final, lo que importa es la familia.
Una novia de Shanghai, dirigida por Mauro Andrizzi, una peculiar comedia fantástica situada en China. Lo nuevo de Mauro Andrizzi, Una novia de Shanghai, es una comedia ante todo, aunque tiene tintes románticos y de fantasía. Pero su mayor curiosidad radica en las locaciones y producción: sucede en Shanghai, tal como su título lo indica, y además el equipo tanto técnico como actoral es principalmente asiático. Así de curiosa como suena, lo es. Este film comienza con una breve explicación sobre los casamientos fantasmas, aquellos cuerpos que a veces son enterrados en conjuntos para que no descansen solos. Y también nos aclara que remover un cuerpo es delito. La idea de las novias y del casamiento también aparece inmediatamente, con imágenes de varias novias posando para sacarse fotos supuestamente espontáneas del día de su boda. Pero los verdaderos protagonistas son Johnny y Hugo, dos amigos que sobreviven como pueden, durmiendo bajo el puente o robando para dormir bajo un hotel de mala muerte. Justamente cuando logran esto segundo, es que caen en la habitación donde de manera muy reciente se quedó un hombre mayor que falleció y dejó parte de su equipaje allí. Esa misma noche él aparece, en realidad algo así como su alma, es invisible pero se lo oye y siente, y les pide a estos dos amigos un enorme favor: que roben el cuerpo de su enamorada –un amor prohibido que tuvo en vida- para dejarlo en el puerto y allí viaje a donde está actualmente el suyo, y así puedan estar juntos aunque sea en la eternidad. Ambos se sienten un poco conmovidos por la historia de amor, pero es la promesa de un tesoro lo que los lleva a aceptar la misión. Así comienza el recorrido de estos dos personajes, que sueñan con una vida mejor, y a quienes luego se le suman dos mujeres. El resultado es una comedia con tono bastante kitsch. Ni siquiera el conflicto, o las peripecias que van sufriendo hasta lograr su cometido, son demasiado difíciles, a la larga cada peripecia la resuelven inmediatamente. Su guión es simple. A nivel visual también, aunque hay una intención, se la siente pobre, con excepción de unas pocas escenas mejor logradas. Una novia de Shanghai es simpática pero no mucho más, al menos sus protagonistas muestran ser optimistas hasta el final, lo que le aporta un granito más a una película con buenas intenciones.