Ópera prima de Alice Rohrwacher, Las maravillas gira en torno a la agridulce historia de una niña en medio de una familia de apicultores en un pueblo de Italia. El primer largometraje de Alice Rohrwacher es un drama con algunos toques de comedia, y por momentos algo surrealista. Se nota que Las Maravillas es una película dirigida por una mujer, ya que es una especie de oda a la femeneidad. Gelsomina tiene 12 años y es la mayor de sus hermanos. Su familia vive de la apicultura y está comandada por un padre autoritario que tiene a su mujer y sus hijas prácticamente esclavizadas trabajando. “Cuando no está él se respira”. Un día aparece un programa de televisión en busca del mejor productor local de alimentos y es ahí cuando aparece la bella Monica Bellucci, interpretando a su excéntrica conductora, como el ideal de belleza que la niña admira. Así como la actriz suele cautivar a la platea masculina, acá cautiva a la niña que de repente quiere ser algo más que una simple apicultora. Pero la primera persona que se le opone es su padre alemán. Con una buena fotografía a cargo de Hélène Louvart y unas locaciones de ensueño es que se decide contar esta historia que parte de un guión simple que no termina de profundizar en las emociones de los personajes. De hecho, los personajes adultos apenas están desarrollados. La narración fluye de manera lenta y más bien contemplativa. Gelsomina es inteligente e intuitiva y sabe que su futuro no está en ese lugar con los demás por eso se atreve a desafiar a su padre al entrar al concurso. Con un tono extraño, agridulce y por algún momento casi absurdo, es que Las Maravillas es una rareza, atractiva e interesante pero cuyas pinceladas no terminan de definirla y se la siente un poco despareja.
Dirigida por el desconocido Matt Brown, El hombre que conocía el infinito retrata la vida de un brillante matemático indio cuyo conocimientos provenían de su propio ser, sin haber tenido oportunidad de estudiar hasta que llega a la Universidad de Cambridge con su sueño de ser publicado. Es la época de la Primera Guerra Mundial y la ayuda del profesor G. H. Hardy derivará en una amistad impensada, entre el hombre que dejó su tierra y su familia y el solitario profesor ateo. Srinivasa Ramanujan (Dev Patel) no la tuvo fácil. Nacido en un país donde la gente no salía de allí (porque si lo hacía probablemente no iba a volver), recién casado en medio de otro matrimonio arreglado más en su sociedad, siempre sintió afinidad por los números, los consideró incluso sus amigos, con ellos se entendía. Pero allí, en ese lugar, no había futuro para alguien como él. Afuera, quizás tampoco. Al ser indio, nada parecía ser fácil para él ni acá ni en la Universidad de Cambridge, a la cual consigue entrar de la mano de un profesor escéptico pero que siente curiosidad por todo este conocimiento inmenso que Ramanujan parece tener. Es G. H. Hardy (Jeremy Irons) quien le dará la mano necesaria para que de a poco vaya logrando ser reconocido. Desde el título (de todos modos proveniente de la biografía escrita por Robert Kanigel), se percibe un film que quiere ser grande, importante. Como su protagonista, que ante los primeros rechazos se compara con Galileo Galilei. “Al menos tienes buena autoestima”, le contesta su amigo. Harto de estar en un lugar donde nunca va a tener el reconocimiento que necesita, escribe una carta a Cambridge y consigue ser invitado. Allí no se lo verá con buenos ojos y costará que entiendan y comprueben los conocimientos que lleva con él, más que nada por los prejuicios. Entre Ramanujan y Hardy, su mentor, hay una diferencia principal y enorme que tiene que ver con sus creencias. Ramanujan no tuvo oportunidades de formarse académicamente y cree que su conocimiento y relación con los números se suceden gracias a la presencia de un Dios. Hardy es un hombre de ciencia, no cree en ningún Dios al que no pueda comprobar, es además un hombre solitario entregado de lleno a su trabajo y sus estudios. Esta es quizás la arista poco profundizada más interesante que podría haber tenido el film. Tampoco se siente demasiado por la relación con su mujer, que más allá de ser arreglada de antemano demuestran amarse y querer apoyarse continuamente. Incluso la presencia de la madre, posesiva y autoritaria, apenas está delineada, dejando en claro que las figuras femeninas no son el plato fuerte del guión, parecen más un adorno. “Hay patrones en todo”, entiende el matemático indio y eso parece aplicarse a esta biopic que peca de tener muchos de los rasgos comunes que suelen pertenecer al subgénero. Una figura engrandecida, que tiene que sortear difíciles retos, cuotas varias de drama (alguna enfermedad, alguna cuestión socio-política, alguna muerte, un poco de alguna o de todas), y finalmente, a veces más tarde de lo previsto para su protagonista, el necesario reconocimiento. Ramanujan fue sin dudas una figura importante en el mundo de la matemática, porque conocimientos suyos sirvieron para estudios todavía vigentes. En “El hombre que conocía al infinito” hay mucho y poco a la vez. Hay mucho material y buenas intenciones, pero todo se siente superficial. Carece principalmente de profundidad y sentimiento. Si bien quiere apelar a eso, no emociona, no se siente conexión, empatía con su protagonista. Frases hechas que parecen recitadas y le restan naturalidad a los diálogos, “Lo que está escrito en el destino, sucederá”, “El conocimiento suele venir de los lugares más humildes”, terminan de completar un film poco inspirado, interesante principalmente para conocer un poco más sobre una figura de la cual muchos no saben. Apenas correcta, con actuaciones convincentes pero sin sorpresas. Dev Patel no puede evitar quedar deslucido ante un grande eterno como es Jeremy Irons, cuya presencia le agrega color a este film.
Dirigida y escrita por Alex Jablonskis, Fascinación es un documental que refleja la tercera edad de un modo honesto y simpático. En Fascinación, la cámara al principio se fascina no sólo por Luis, el protagonista, un hombre ya mayor que vivió mucho y hoy está acompañado de sus perros y de su amigo durante casi cincuenta años, sino también por los objetos que inundan su casa, una cantidad increíble de reliquias que fue recolectando a lo largo de su vida, objetos de los que no pudo deshacerse, que guardan mucho valor económico pero uno emocional mucho mayor. Su amigo Paco le aconseja que es tiempo de deshacerse de algunos de ellos, que podrían ayudarlo a vivir mejor los últimos años de su vida, pero a él le duele dejarlos ir. Si bien en cierto modo recuerda a situaciones vistas por ejemplo en el programa Cazadores de tesoros de History Channel, donde un par de hombres recorrían casas como las de este hombre buscando comprar objetos con mucha historia para luego revenderlas (y en general les cuesta y tienen que pelearla porque son personas como Luis, que acumulan por el valor que estas cosas tienen para ellos y les es muy difícil desprenderse de ellos), esa idea de los objetos es por donde parte un documental que después va buceando en otras temáticas. Así vemos no sólo a un Luis entusiasmado contando las historias de los objetos que lo rodean y de los cuales se siente fascinado, sin que le importe nunca el valor económico, para él son cosas invaluables, como aquellas que lamenta haber perdido por diferentes circunstancias de la vida; sino que también se es testigo de cómo es la vida de un hombre que siente que en su familia, en su historia personal, ya todos se fueron menos él, y queda solo. La película parte entonces de las historias, primero de los objetos, luego las referentes a sus familias que el propio Luis va narrando, pero luego se enfoca en el retrato de esta amistad que sobrevivió tantas décadas, de la compañía imprescindible que pueden brindar unas mascotas; hasta tornarse más melancólica, perder un poco la simpatía inicial para derivar en la vejez, en cómo es ese último trayecto de una vida tan vivida. Sin muchos artilugios, la cámara sigue y se enamora de Luis, de su eterna vitalidad, y va desarrollando estas relaciones que lo rodean –el fiel amigo, las mascotas, y finalmente quien en cierto modo sigue su legado-.
La historia del trabajo como agente encubierto más importante de la carrera de Robert Mazur es sin dudas muy cinematográfica. Para poner en contexto, a fines de los 80 las autoridades de EE.UU. estaban desesperadas por liquidar la red de narcotráfico que comandaba Pablo Escobar y designan a Mazur para infiltrarse en el cartel simulando ser un experto en lavado de dinero. El trabajo que Mazur y equipo realizan es sin dudas minucioso y llevó su tiempo (unos años) y sacrificios personales. Mazur se convirtió en Robert Musella. La película que dirige Brad Furman (director de la olvidable Runner Runner) está basada en el libro escrito por el propio Mazur, acá interpretado por el enorme Bryan Cranston. En dos horas, el guión de Ellen Sue Brown (dato de color: es la madre del director) desarrolla a modo de thriller el proceso que Mazur lleva a cabo queriendo acercarse lo mayormente posible a Pablo Escobar. Claro que no es un trabajo solitario, y además del FBI cuenta principalmente con la ayuda de su compañero Emir Abreu (John Leguizamo, siempre relevado a papeles secundarios) y luego también con el de una agente que terminará haciéndose pasar por su prometida, Kathy (Diane Kruger). La vida de Mazur pronto se convierte en el día a día de Musella, su verdadera mujer e hija quedan alejadas de él teniendo cada vez menos contacto, y él se encuentra entrando en aguas cada vez más oscuras. Preciso y cuidadoso, detallista. Así es el trabajo que realizan estos agentes para poder simular en tiempo real otra vida que no es la suya, y a la vez poder estar atentos y, por ejemplo, lograr grabar conversaciones. Un trabajo en el que no sólo sucede que tanto él como su presunta futura mujer se acercan cada vez más no sólo a una sociedad, sino a personas, individuos que confían en ellos y los ven como amigos; sino que el trabajo no es lo único que constantemente pende de un hilo, porque cualquier movimiento equivocado puede derivar no sólo con un resultrado frustrado sino con el fin de sus propias vidas; acá ponen en juego literalmente sus propias vidas. Furman intenta imprimirle esa tensión, esa constante sensación de riesgo, a su película, un thriller que navega entre la acción y el drama. No lo logra todo el tiempo pero sí consigue escenas y secuencias bien logradas en contraste con algunas otras que parecen salidas más bien de un telefilm o una serie de televisión poco lograda. Cranston, aunque se lo siente un poco más grande de edad de lo que su papel demanda (la edad es un problema que los hombres no suelen tener en Hollywood), se luce como un Mazur que entiende que tiene que ser más Musella que él mismo, aunque cuando lo deje llegue a extrañarlo; logra pasar de un estado a otro, de una personalidad a otra, sin perder credibilidad. Kruger está correcta y Leguizamo sin dudas aporta lo que la película necesita de su personaje, algo de humor al mismo tiempo que corazón. Benjamin Bratt y Elena Anaya (como uno de los mayores socios de Escobar y su mujer), entre otros, acompañan sin desentonar. Narrativamente, el guión se preocupa más que nada por desarrollar el proceso del operativo y falla en profundizar más en sus personajes, siendo más bien marionetas del trabajo a cubrir. Para quienes no conozcan la historia no pienso relatar mucho más de lo que sucede en la película, pero sí resaltar que la resolución quizás necesitaba un poco más de fuerza, es un momento importantísimo del operativo y todo sucede rápido. Hay momentos previos más emocionantes que aquel, y no es justo para la magnitud que tiene que tener ese cierre. El infiltrado así no aporta demasiado a quien le interese exclusivamente la figura de Pablo Escobar, sino más bien el mundo en el que se supo manejarse. Como película de espionaje le falta un poco más de suspenso y oscuridad, a lo John Le Carre. Aun así ésta se sostiene por una trama interesante (con la típica sensación de que parece salido de una película más que de la propia realidad) pero sobre todo por un Cranston que nunca falla.
La nueva película de Whit Stillman, director indie muy interesante que no trabaja tanto como nos gustaría (su película anterior, la comedia “Damsels in distress”, es del 2011 y acá sólo se la vio en un Bafici), lo vuelve a reunir con Kate Beckinsale y Chloe Sevigny. Las protagonistas de “Last Days of Disco” ahora se calzan trajes de época y dan vida a una novela menos conocida de Jane Austen, “Lady Susan”. La Lady Susan a la que hace referencia el título de la obra literaria (la película tiene el mismo título con el que se estrena en nuestro país pero en inglés claramente) está interpretada por una Kate Beckinsale mejor desenvuelta que la mayoría de sus veces en la pantalla grande. Es divertida, encantadora, mentirosa, interesada y sobre todo, manipuladora. Es también una busca vida, en cierto modo. Recientemente viuda y con una hija a la que prefiere tener alejada y a quien no logra entender, al mismo tiempo quiere que tenga un buen pasar económico, pero también quiere conseguir uno para ella misma. Casarse para ella es un trámite, aunque su hija no piensa lo mismo y se enoja por querer ser obligada a esposar a quien no ama ni desea. Claro que hablamos de una época en la que los matrimonios arreglados o por conveniencia eran algo muy común, así como también estaba mal visto a una mujer sola. Mientras planea su buen pasar y el de su hija, llega a la casa de su concuñada para quedarse con la excusa de querer conocer a la familia cuando en realidad su economía pasa por un momento delicado. Al llegar a este hogar, casa de campo, en medio de una pareja sencilla y entregada al otro, de a poco comienza a revolucionar este hogar. Una posible conquista a la que inmediatamente logra poner en la palma de su mano y la irrupción de su hija a quien echaron de la escuela revolucionan a la propia Susan, quien en realidad nunca cede al pánico sino que siempre tiene un as bajo la manga. Chloe Sevigny es la amiga fiel y confidente, una mujer tan cínica como la propia Susan y con quien juntas tienen los mejores diálogos de una película. Esta es la película más cara que hizo Stillman y esto se debe principalmente al arte y vestuario, y sin dudas logra un retrato de época visualmente muy bello pero además, “Amor y amistad” es una opción divertida y fresca, más allá de un comienzo que descoloca con la presentación de todos los personajes, que en su momento no son más que un conjunto de nombres y rostros que nos va a tomar su tiempo aprender. A medida que avanza toma ritmo y se pone mucho mejor. Fabulosa Kate Beckinsale con su personaje dispuesto a todo para lograr su cometido. Una heroína con la cual no siempre estaremos de acuerdo sin embargo es admirable la fortaleza de este personaje femenino que a la larga va a terminar saliéndose con la suya.
Puede que por sí solo el nombre de Luciana Piantanida no suene demasiado pero mientras trabajó como guionista de algunas películas de Adrián Caetano y como productora ejecutiva de “La larga noche de Francisco Sanctis” (ganadora en el BAFICI), ahora presenta su ópera prima, la cual, claro, escribe además. “Los Ausentes”, que empieza como una película de terror, tiene una historia muy pequeña a la que accedemos de a poco, por partecitas, se nos revela a su tiempo. Observamos a una pareja joven que espera un hijo, y a dos hombres que buscan alojamiento, uno que perdió a su mujer (literal, se la pasa buscándola), y otro que tuvo un accidente y trama algo que todavía no sabemos qué es. Estos tres personajes se encuentran en vísperas de Carnaval en un pueblo de provincia. Rodada en Beguerie, Piantanida aborda su película desde lo onírico, casi pesadillezco. Por eso no todo lo que vemos lo entendemos siempre, o accedemos a algunas cosas sólo por partes. Además la fotografía opta por pocas luces (natural o artificial) y en general se está casi en penumbras. Los sonidos también juegan un papel preponderante, algunos ambientales y otros distorsionados justamente como si estuviéramos en medio de una pesadilla. Es así que en escenas de multitudes, la cámara se acerca a algún personaje, recortando mucho de lo que rodea. La tensión y esta atmósfera onírica están construidas muy bien, sin dudas se perciben desde el primer minuto. Pero la trama que se va desvelando a su tiempo en algún momento cae en escenas reiterativas o que no aportan más que para el hincapié de mantener este clima tan especial. Recién en el último minuto se respira aire fresco, mientras que antes más allá de la cámara seguir principalmente a esos tres personajes (de la pareja se enfoca en la mujer, interpretada con mucha solvencia por Jimena Anganuzzi) lo estético distancia un poco. Una propuesta interesante, una historia rodeada de misterio, “Los ausentes” es fiel al estilo que propone. No obstante en algún momento la poco más de hora y media que dura la película también comienzan a pesar, como ese aire denso al que apuesta la película. Lo sensorial prevalece, y a la larga la trama termina revelándose mucho más sencilla de lo que uno esperaba.
Cuatro amigos adolescentes deciden tomarse sus vacaciones de primavera para ir al festival de Coachella pero antes deciden hacer un pequeño tour satánico (es decir, por lugares con historias oscuras) en Los Angeles. La premisa se parece a la de casi cualquier película de terror adolescente, pero esto del tour podría haberla convertido en un producto interesante. La verdad es que, lo digo de una, “Satanic” no funciona. No funciona en conjunto ni cuando uno comienza a desmenuzarla intentando encontrar algo interesante. Por un lado, la historia puede ser demasiado simple, pero en una película con más agallas podría haberse convertido al menos en un festín para el fanático de género. Acá no sólo el guión estira su planteamiento aproximadamente media película (para resolverla también de un modo apresurado, todo lo rápido que antes no pasaba la trama), sino que ni siquiera tiene escenas de terror o gore memorables, es que casi no las tiene. De hecho, las muertes nunca se ven, decisión arriesgada que, otra vez, en alguna película bien pensada podría haber funcionado, con un buen manejo de tensión por ejemplo, pero no es este el caso. Por el otro, personajes y actuaciones, que van tan juntos como separados. Los adolescentes, especialmente en las películas de este género, suelen parecernos cortos de luces, pero acá esto es con más razón que nunca. Ejemplifico: en medio de su tour satánico se chocan con un personaje extraño y peligroso, no sólo deciden seguirlo sino que cuando lo hacen no se preocupan de protegerse ni mantenerse a una distancia prudente o apagar la luz del celular para que no los vean. Salvo un personaje (interpretado por Sophie Dalah) que aparece de manera precisa para que funcione el plot twist, el resto tiene diálogos y acciones tan tontos que uno realmente no puede esperar a que se mueran. A nivel artístico, el film comienza con unas imágenes de archivo de películas viejas sobre cosas relacionadas al satanismo… bueno, todo eso parece tener una función más bien decorativa, porque durante el resto de la película ni se vuelve a ellas ni la película en sí parece ser influenciada al menos estéticamente por ellas. Satanic no es original y se la siente trillada, excepto en una resolución que en realidad se puede interpretar como abierta pero también se la siente cobarde. Es aburrida y está protagonizada por un grupo con el que es imposible empatizar con alguno de ellos. Además el guión, que debería sostenerla como todo buen esqueleto, es flojo y lleno de agujeros. Olvidable.
Primavera, la última película de Santiago Giralt es una comedia con renombrado y enorme elenco. Toda familia es un mundo. Incluso Wes Anderson, desde el póster de Los excéntricos Tenenbaums, definió a la familia no como una palabra, sino toda una oración. Y ese mundo de incontable posibilidades es el que eligió Giralt para su última película, Primavera. Desde el punto de vista de un niño de once años (interpretado por Angelo Mutti Spinetta, hijo de los frecuentes y aquí también presentes colaboradores de Giralt, Nahuel Mutti y Catarina Spinetta), la película retrata momentos tan caóticos como divertidos como bien pueden ser cumpleaños, casamientos, fiestas de disfraces e incluso el mundo del teatro desde bambalinas. Giralt no sólo recurre a temáticas (la mencionada del teatro) sino también a recursos audiovisuales que ya demostró saber manejar en películas anteriores, por ejemplo los largos planos secuencias, acá más difícil de lograr entre galería tan extensa de personajes. Personajes como la mamá embarazada e histérica por los cambios hormonales (Cata Spinetta), un novio/ex novio (Mike Amigorena), su ex marido gay (Nahuel Mutti), un muchacho más joven que la coquetea constantemente (el Chino Darín), una especie de hada madrina financiera (acá entra en escena Moria Casán con todo lo que eso implica) y una actriz con insoportables aires de diva (Luisa Kuliok) son sólo una parte de esto que es Primavera. Al tener un punto de vista específico, el guión también se permite ahondar en temáticas más propias y personales como ese primer amor que el protagonista empieza a vivir con su consecuente despertar sexual. Más allá de algunas virtudes de realización (Giralt dirige y filma muy bien), el film no puede evitar sentirse berreta, grasa (con algún cameo final que no hace más que intensificar esta idea). No obstante, lo cierto es que estamos ante una comedia que apuesta más al tono kitsch que a otra cosa, con algo de Almodóvar incluso. El principal acierto de Primavera probablemente sea el hecho de que retrata este mundo lleno de curiosos personajes del modo más natural, es una oda a la diversidad sexual. Pero también es cierto que no presenta ningún conflicto específico (sólo algunos pequeños que sirven como excusa para que el film se desarrolle como tal) y a la larga se termina pareciendo a una larga sucesión de sketchs televisivos, algunos mejores que otros. Divertida, arriesgada en su retrato, pero también despareja, Primavera apuesta al exceso: muchos personajes, muchas situaciones, sobreactuaciones, enredos. Sirve para pasar el rato.
El director de El otro y Sólo por Hoy, Ariel Rotter, estrena su última película, el drama de época La Luz Incidente. La luz incidente de Ariel Rotter, con fotografía de Guillermo Nieto, está filmada en blanco y negro, de manera elegante y con encuadres y travellings cuidados. Sigue principalmente a su protagonista, una Luisa interpretada de manera sublime por Erica Rivas. Luisa sigue en duelo de una pérdida que la dejó a cargo de sus dos hijas pequeñas. Pero ella debe rehacer su vida, todo a su alrededor indica que tiene que encontrar la forma de reinsertarse. En su casa sólo hay presencia femenina. Ella, sus hijas, la señora que ayuda en la casa y su madre, la abuela de las niñas, y quizás su amiga. Luisa intenta lidiar con lo que le queda como puede, a su tiempo, poco a poco. Es una mujer de clase alta, vida acomodada, pero no por eso puede permitirse, especialmente en esa época y ante esos ojos, afrontar lo que le queda sola. Cuando en una fiesta, en la que no quiere estar, conoce a un hombre que tampoco quiere estar ahí, Luisa, de manera tranquila siempre, y apoyada por los consejos de las señoras, comienza a hacerlo entrar en su vida. Pero este hombre (interpretado por el ascendente Marcelo Subiotto) rompe con esa aparente tranquilidad, con esos tiempos aletargados. Ernesto, el personaje en cuestión, se presenta como una opción saludable e ideal, lo que ella se supone que necesita. Es incluso quien brinda un poco más de frescura y cierta comicidad en algunas partes del relato. Pero su ansiedad lo lleva a presionar a Luisa para tomar decisiones de suma importancia rápidamente. Erica Rivas interpreta a un personaje de pocas palabras, muchos silencios, una mujer muy contenida que por dentro seguramente grite y llore. Una mujer cuya simple mirada expresa sentimientos como tristeza, miedo o incluso enojo o descontento. El trabajo de arte de la película es destacable, uno no se da cuenta inmediatamente que está en otra época, porque la recreación es de manera sutil. Sutil, palabra que define perfectamente a La luz incidente, no hay nada sobre explicado, subrayado, las cosas fluyen a su tiempo. No obstante, la película se queda un poco estancada hacia el último tercio, da la sensación de que no termina de desarrollarse, y a la larga termina encontrando su mejor recurso en lo visual, faltándole un poco de profundidad al relato. Es bella, muy bella a nivel visual especialmente pero también sonoro, está muy bien actuada pero da la sensación de dejar mucho en la superficie. Una película sobre el duelo, sobre la pérdida del amor, sobre una recomposición que a veces toma más tiempo del esperado, vacíos que no se pueden llenar. Un film sutil, delicado, elegante, hecho de silencios y gestos principalmente, y por lo tanto más sugerente que otra cosa. Eso es La luz incidente.
Jake Szymanski, quien de a poquito se está metido en el mundo del cine pero ya está dentro del de la comedia hace rato (con algunos capítulos de series dirigidos e incluso la película hecha para televisión con Andy Samberg, 7 days in hell), dirige esta comedia norteamericana que apela a los recursos más básicos pero con la menor gracia. Hablemos primero de los protagonistas. Zac Efron es más que un cuerpo moldeado, pero no siempre le permiten que pueda demostrarlo; bueno, acá estamos ante uno de esos casos. Anna Kendrick y Aubrey Plaza son dos actrices lindas y cool; bueno, acá son lindas pero son un desastre, no sólo por ser dos personajes que, como en realidad los cuatro protagonistas, no han encontrado aún qué quieren ser y no han podido convertirse en los adultos maduros que se supone que todos algún día tenemos que ser, sino que además de interpretar a personajes poco agradables lo hacen desde un costado innecesariamente exagerado, sin un atisbo de esa naturalidad o frescura que las caracteriza. Y por último, Adam Devine, el que menos se luce, y menos tiene con que (y no hablo a nivel apariencia física, sino de talento actoral), gesticulando hasta el extremo la mayor parte del film. Hablemos ahora de la trama. Está basada en hechos reales. Bueno, está basada en un hecho real. Bueno, está basada principalmente en una anécdota. Dos jóvenes solteros deciden poner un anuncio en internet para encontrar cada uno una pareja a quien llevar para el casamiento de su hermana. Lo curioso es que el anuncio se viraliza y ellos consiguen sus cinco minutos de fama. Bueno, este detalle que genera la idea para esta película no se queda más que en eso, en un detalle. El guión no se aprovecha para nada de esto y gracias si le dedica también unos cinco minutos. En cambio, la idea termina girando alrededor de estos dos hermanos que en las fiestas suelen ser un desastre y arruinándolo todo, siendo forzados por sus padres para que lleven una pareja decente con la esperanza de que este casamiento pueda salir bien. Y claro, no va a salir nada bien. Hablemos entonces del guión. De chistes que no funcionan y no van a funcionar no importa cuánto nos los quieran imponer. De líneas de diálogos sin gracia. De vueltas de tuerca predecibles. De escenas sin sentido que no aportan nada ni a la historia ni a la comedia. Porque lo cierto es que hay que decirlo, si bien es bastante básica no logra hacer reír tanto como uno esperaría. Y allí radica el peor de sus problemas. Lamentablemente, Mike and Dave es una película que intenta ser provocadora pero se queda más bien sólo en lo vulgar y lo bizarro, lo cual no estaría mal si tuviera algo más que ofrecer. Su ritmo frenético ayuda a que se pase rápido pero el resultado es más bien una comedia floja y olvidable, que no logra acercarse por ejemplo a Los Rompebodas, a la cual refieren, o a Buenos Vecinos, la primera, en donde Zac Efron sí pudo mostrar su torso pero también que cuando quiere y cuenta con un guión a favor, puede ser memorable.