Llega a salas El apóstata, la co-producción con España que dirige el uruguayo Federico Veiroj. La premisa de El Apóstata, la última película del director de La Vida Útil, Federico Veiroj, es simple: un joven que decide apostatar de la Iglesia Católica. Apostatar sería algo así como renunciar, pero formalmente. Gonzalo Tamayo (interpretado por Álvaro Ogalla) en medio de una crisis personal decide entonces apostatar, que esa religión ya no lo representa y comienza los trámites para que su nombre ya no figure en ningún registro de la Iglesia. Tamayo es una persona poco constante con las cosas de su vida sin embargo cuando un día decide apostatar, pone todo su énfasis y ganas en esa meta. Sin embargo la Iglesia, su gran antagonista, no se lo quiere hacer fácil y en el camino otros aspectos de su desordenada vida comienzan a tomar cierto protagonismo. Problemas con sus padres, una prima de la cual está enamorado, una vecina con su hijo y la relación que entabla con ellos, son algunas de las cosas con las que el muchacho tiene que lidiar. El film más que sobre la religión se trata sobre el cambio que su protagonista va sufriendo, un personaje en crisis con él mismo antes que con cualquier otra cosa. Con una banda sonora interesante y muy bien utilizada, El Apóstata se mueve entre diferentes tonos de comedia (a veces más costumbrista, a veces más agridulce, a veces más irónica, a veces más surrealista) que se hilan con precisión gracias a la interpretación principal del actor Álvaro Ogalla. No es un dato menor además que mucho del film esté basado en sus propias vivencias. El apóstata es entonces una película bien dirigida, contada (a través de flashbacks de una carta que envía su protagonista) y actuada. No obstante, ese riesgo interesante que hace al bucear entre diferentes tonos, no se percibe del todo en la trama principal, además de que en algún momento todo se siente un poco apresurado, incluso la resolución. El Apóstata no deja de ser una película pequeña con una historia pequeña (el enfrentamiento a la institución de la Iglesia como bien resalto anteriormente es más una excusa para retratar la profunda necesidad de cambio que tiene su protagonista) pero sin dudas efectiva y entretenida.
Amigos de armas, la nueva película de Todd Phillips, se aleja de sus comedias predecesoras para entregar una historia más oscura aunque de un modo que logra que sea divertida. Basada en la historia real de dos jóvenes y enfocada principalmente en el artículo escrito por Guy Lawson para la Rolling Stone, Amigos de armas relata cómo David Packouz y Efraim Diveroli se hicieron ricos traficando armas desde la pantalla de una computadora. Miles Teller y Jonah Hill como Packouz y Diveroli son los dos actores que dan vida a estos muchachos que se la pasaban fumando porro y consiguiendo pequeños negocios que irían en aumento. Es que eligen el momento justo para introducirse en este mundo, con Bush como presidente y sin escatimar gastos para las guerras de Afghanistan e Irak. Todd Phillips entiende la comedia y eso ya nos lo demostró. No obstante, con Amigos de Armas, entre múltiples y explícitas referencias a Scarface y escenas con sus personajes drogados o viviendo situaciones absurdamente peligrosas, el realizador muestra una faceta menos conocida y así entrega un film que más allá de hacer reír deja un sabor amargo. Es cierto que el tema de la guerra y las armas destinadas a ellas es demasiado serio y complicado, y que aquí el retrato de estos dos personajes, especialmente en quien se apoya el punto de vista, Packouz, es ligero. Sin embargo Phillips no se aleja de la realidad, sólo se aprovecha de una historia que parece más bien salida de la ficción y a la que no le vendría mal un recordatorio en el medio, a lo Pain and Gain, de que lo que estamos viendo sí sucedió así. “Con un solo trato, dos fumones de Miami Beach se habían transformado a sí mismos en los comerciantes con menos probabilidades de muerte de la historia”; “Los dos amigos, veinteañeros apenas, eran ahora responsables de uno de los elementos centrales de la administración de la política extranjera de Bush”, se explicaba en aquel artículo. Jonah Hill se luce como Diveroli especialmente porque tiene en sus manos un personaje de muchos matices y facetas. Diveroli es tan actor como él, siempre convincente y capaz de hacerte creer lo que él quiera que creas (como decía Tony Montana: “Siempre digo la verdad, aun cuando miento”). Miles Teller también está muy bien como Packouz, esa persona “muy inteligente y muy ambiciosa pero que no tenía idea de qué hacer con su vida”, como lo describe Lawson; aquel viejo amigo al que no vio en años y a quien Diveroli arrastra a su mundo cuando se da cuenta de que necesita un compañero. Bradley Cooper como el eslabón necesario para concretar el gran negocio y quien luego va a marcar también su destino, y Ana de las Armas (la española de Knock Knock) como la mujer de Packouz terminan de completar el elenco. Amigos de armas dura dos horas y sin embargo éstas nunca se sienten. Porque empieza como una comedia, quizás de las que esperábamos del director, y de a poco ésta va creciendo hasta convertirse en una fábula más oscura. Divertida, inteligente y cínica, en proporciones adecuadas.
Marco Berger y Martín Farina se unen para realizar esta película con el indiscutible sello Berger. En Taekwondo un grupo de muchachos se juntan a pasar unas vacaciones en una quinta de Ezeiza, un lugar con todas las comodidades porque en algún momento funcionó como punto de encuentro de personas que querían dejar de fumar y necesitaban reemplazar el deseo del cigarrillo por otras distracciones. Son todos varones, jóvenes, desinhibidos. El deseo flota en cada escena. Berger ya demostró que es capaz de retratarlo como pocos en nuestro cine, y acá no es la excepción. A veces menos sutil que otras, el film desprende mucha naturalidad, esto logrado principalmente gracias a las actuaciones. Los directores dejan a sus personajes ser, estos son llevados a través de situaciones con alcohol, porros, juegos, conversaciones sobre sexo, infidelidad, etc. Van y vienen, congenian, se entienden, se divierten. A la hora de filmarlos, a estos personajes y principalmente a estos cuerpos, Berger apuesta a su estilo inconfundible. Lo homoerótico presente hasta en situaciones que a simple vista no lo tendría. Sí hay casi un abuso de planos de bultos y miembros masculinos, creando planos donde casi cualquier excusa parece servir para centrarse en ellos. Entre tanto personaje masculino al principio el foco se pierde entre ellos pero luego la narración encuentra el modo de centrar la atención más que nada en un personaje. Así se sucede de manera natural y entretenida. Casi dos horas de película en algún momento comienzan a sentirse un poco reiterativas para llegar a una resolución que no necesita mucho más que unas pocas palabras (una pregunta precisamente) y una acción. Una resolución que no necesita de clichés, sobreexplicaciones ni situaciones obvias hasta llegar a ella. Sí una tensión sexual que a medida que la película se sucede se incrementa, una vez más, sintiéndose siempre de un modo muy natural. Sí da la sensación de que le sobran algunos minutos al film, especialmente en la segunda mitad. Después de Mariposa, la primera película de Berger protagonizada por un personaje femenino pero cuyo relato no le escapa a temáticas tratadas a lo largo de toda su filmografía, Taekwondo es un regreso por la senda precisa y marcada que el realizador transita, aunque esta vez lo haga acompañado, por el director del documental Fullboy. Un cine maduro, a simple vista trivial, pero quizás porque desde eso trivial es que mejor y más natural le sale retratar estas historias.
La expresión “femicidio”, hoy escuchada y leída constantemente en los medios de comunicación, tiene su razón de ser gracias al caso de Corina Fernández. Una mujer que tras recibir tres tiros de parte de su ex marido, tras muchas denuncias y órdenes de alejamiento que no resultaron efectivas, logra tras un juicio que él vaya preso y así deje de darle miedo algo tan simple como salir a la calle. El realizador Gabriel Arbós, en una época donde el índice de violencia machista sigue siendo enorme pero al menos es un tema del que se habla más, estrena esta película, a medio camino entre el documental y la ficción, centrado en la experiencia de vida de la propia Corina. Ella misma da testimonio a cámara de su historia, que creyó que iba a ser de amor en un principio y derivó en una de terror, con quien fue su marido y padre de sus hijas. A sus propias palabras se le intercalan dramatizaciones que le dan vida a momentos que Corina vivió y hoy recuerda y se enfrenta. No me mates está claramente dividida en dos. La primera media hora abarca la relación tóxica que tiene con este hombre que sin necesidad de agredirla físicamente se la pasa violentándola de manera psicológica. Escenas de celo infundadas, un control excesivo para con ella, palabras de desprecio incluso hacia sus hijas, son sólo algunas de las cosas que tuvo que vivir y sobrevivir Corina. Pero cuando él actúa por primera vez de manera violenta y física, ella decide dejarlo. Y no es así como termina su historia, porque ahora le toca el difícil proceso judicial. Incontable cantidad de denuncias que parece que nadie lee, una orden de alejamiento que no se cumple y el miedo tras las constantes amenazas de muerte por parte de él derivan en la traumática situación que casi le cuesta la vida. Y ahí tampoco termina la película. No me mates retrata cada proceso, el juicio, el después, la vida ahora. A nivel audiovisual, No me mates es un producto bastante flojo, donde muchas veces las dramatizaciones no aportan nada más que lo que hace el testimonio de la propia Corina. Las actuaciones de Ana Celentano y Alejo García Pintos no terminan de funcionar en un film que no respira mucho cine y parece más bien un episodio de algún programa televisivo. De hecho, el film dura apenas poco más de una hora. Pero en este caso, quedarse con esto sería injusto. Porque la razón principal de ser de esta película es la de dar voz a la mujer que sufre de violencia en su hogar sólo por el hecho de ser mujer. La propia Corina, que en el final de la película se reencuentra con ella misma, es decir con su personaje, ella decide contar la historia con el fin de pedir que las cosas cambien para que esto no se repita. Claro que es un camino largo y todavía falta mucho por transitar pero ella aconseja: “que no se callen”. Un film que se debería ver, una historia que merece ser escuchada.
La nueva película de Disney sigue la línea que retomaron este año El libro de la Selva y Mi buen amigo gigante. Esta vez sin un director de tanto renombre, David Lowery, quien dirigió una bella película claramente inspirada en Terence Malick, Ain't Them Bodies Saints. La excusa es una remake de la película de 1977, en la cual el personaje al que se refiere desde el título de la película es un dibujito animado. En este sentido, la construcción del dragón desde lo visual, la película se adapta a nuestros tiempos, donde creer en la magia parece cada vez más difícil y se intenta entonces que se torne lo más realista posible. Mi única crítica con respecto a esta parte del film es que el dragón, al ser peludo y no escamoso como los que viven en nuestra imaginación colectiva, en muchos planos cercanos no parece precisamente un dragón. Más allá de este detalle, a la larga menor, los efectos están muy bien logrados. La historia comienza justamente como una simbiosis entre las dos películas de Disney mencionadas anteriormente. Pete es un niño que viaja en el auto con sus padres camino a una aventura mientras lee un libro sobre un perro, Elliot, que se pierde. Y entonces en menos de cinco minutos, la película ubica a su protagonista en la situación en la que siempre están los personajes principales de Disney: tras un accidente los padres se mueren y él se queda solo. En el bosque. Y su única compañía pasa a ser un dragón, enorme y poderoso pero cariñoso con él y con la virtud de poder camuflarse. Los años pasan y la película nos presenta a los otros protagonistas. Aparece en escena Grace (Bryce Dallas Howard), una guardabosque y madre de una nena que lucha con la empresa que quiere talar árboles en aquel bosque que tanto ama y cree conocer. Como el pueblo es pequeño y todos se conocen y están relacionados, es el hermano de su marido el que vendría a ser el villano en esta película. Grace se crió con las historias que su padre (Robert Redford) le contaba, en las cuales aseguraba haber visto un dragón pero al crecer dejó de creerlas, ahora sólo cree en lo que ve. Y un día lo ve a Pete, quien estuvo seis años sobreviviendo en ese bosque. Mi amigo el dragón es entonces una película para toda la familia, mágica aunque también peca, me imagino para un público pre adolescente incluso, se sentirse un poco atrasada. El hecho de que en la película no haya tecnologías o de que su narración no esté cargada de acciones podría alejar a un espectador acostumbrado a un cine más efectista. La interpretación de Oakes Fegley como el niño protagonista es un gran hallazgo. Logra reflejar muchas emociones y estadíos de una manera precisa. Bryce Dallas Howard, lejos del estereotipo que Hollywood quiere imponer constantemente, es una mujer normal, madre y trabajadora, con ideales, hermosa. Robert Redford termina de aportar con su innegable presencia. A la banda sonora por momentos se la siente un poco invasiva en su afán de reforzar lo emotivo, lo mismo con algunos lugares comunes en los que cae la trama, pero no por eso deja de funcionar como la película nostálgica que es. El film emociona, tiene magia. Y eso es algo que agradecer. Cierra esta especie de trilogía de Disney de una manera muy concisa y grata.
La película Veloz como el viento de Matteo Rovere gira sobre dos hermanos corredores de autos y los lazos familiares que a veces amenazan con quebrarse. Giulia tiene 17 años y de repente se encuentra ella sola a cargo de su hermano menor cuando su padre y mentor en su profesión, corredora de carreras, fallece. Esta partida trae de regreso a su hermano mayor, un hombre perdido entre las drogas que abandonó la casa hace mucho tiempo y hoy parece volver sólo para reclamar algo de lo que perteneció a su padre. Giulia tendrá 17 años pero es una mujer fuerte y madura y sólo acepta que su hermano Loris se quede con ellos para no tener que, a causa de su minoría de edad, separarse de su pequeño hermano. Veloz como el viento es así más que nada el retrato de una familia rota a la que quizás todavía se la pueda volver a componer. No obstante, el marco elegido para contar esta historia basada en un hecho real, es el de las carreras de auto. Giulia encuentra su única oportunidad de salvar la casa ganando una carrera para la que su padre no terminó de formarla, y de repente Loris, quien en su momento también supo dedicarse a eso, será quien en cierto modo reemplazará ese lugar vacío. Todo lo relatado hasta acá podría hacer creer que nos encontramos ante un drama más bien de estilo televisivo cuando en realidad el producto final es algo totalmente diferente. Por un lado, tanto la narración como la producción hacen de esta película algo que parece salido del mejor cine de Hollywood, especialmente las escenas rodadas sobre la pista de carrera. Por el otro, más allá de tratar tópicos que tocan la fibra sensible de cualquier ser humano (el tema de la familia no le puede ser ajeno nunca a nadie), se hace con mucho humor y corazón. Y quien pone su mayor cuota es sin duda Stefano Accorsi, uno de los actores italianos más prolíficos que tiene el cine actualmente. La película que dirige Matteo Rovere abarca así muchos temáticas, pero siempre de manera prolija y sin descuidar ninguna de ellas. Un film muy sólido de dos horas de duración que se pasan volando y que se siente tan italiana como universal al mismo tiempo. Veloz como el viento logra convertirse en un relato bien contado, entretenido y emocionante, que aunque por momentos apela a lugares comunes se destaca por hacerlo de un modo que se siente propio. Muy recomendable.
La ópera prima de María Eugenia Fontana es el musical Bien de familia que gira alrededor de una familia que intenta volver a unirse. Lo primero que se puede decir de la película de María Eugenia Fontana, es que la idea de hacer un musical en nuestro país todavía es rara y novedosa. Bien de familia es además una película chiquita, que demuestra que no necesita grandes locaciones ni coreografías multitudinarias para lograr su cometido. Con una muerte, la del padre, comienza esta historia en muchas partes cantadas. Esa muerte pone a dos hermanas en situaciones más incómodas y presionadas, y trae de vuelta al pueblo a Marcos, el hermano que se fue porque su padre nunca lo hizo sentir del modo que necesitaba sentirse con su padre. En escena tenemos a la hermana responsable y trabajadora, pero también autoritaria y bastante reprimida; la hermana menor, que intenta imitarla pero no se esfuerzan en hacerle saber que las cosas no le salen bien y la tía que fue como desterrada de la familia por rara es la única que de repente se le acerca; el hijo que regresa al pueblo algo así como por obligación y sólo piensa en querer irse al mismo tiempo que conoce a una chica que inmediatamente le gusta. No obstante el otro protagonista es un tren de la alegría. Perteneció al hombre que acaba de morir y los hermanos no se ponen de acuerdo para venderlo y la lucha se verá reflejada más que nada sobre este objeto. Si bien es un musical, en Bien de familia no predominan las escenas cantadas pero sí las hay unas cuantas, algunas más mejores que otras. Se destaca principalmente una en la que la hermana menor junto a su mejor amigo cantan sobre la caza en el bosque al mismo tiempo que Marcos tiene sexo salvaje con la chica que acaba de conocer y quedó encandilado; una secuencia muy lograda tanto a nivel narrativo como visual. Sin embargo, en otras, quizás también a causa de un presupuesto acortado, el abuso de planos cercanos no termina de aprovechar la idea del musical como tal. Otro problema es que en conjunto, el guión tiene un buen planteo inicial pero luego no termina de aprovechar lo que sugiere y la resolución termina sintiéndose apresurada al mismo tiempo que previsible. Sin dudas, Bien de familia es una propuesta arriesgada y con buenas intenciones. Curiosa aunque floja a nivel guión, interesante para quienes quieran ver algo diferente sin muchas pretensiones.
En el 2013, se viralizaba un corto de terror que en menos de tres minutos lograba erizar la piel. El responsable fue David F. Sandberg, quien gracias a ese corto consiguió realizar su primer cortometraje ni más ni menos que bajo la producción de James Wan, uno de los nombres más importantes que tiene el cine de género actualmente. Cuando las luces se apagan es el resultado de un guión escrito por Eric Heisserer (guionista de Destino Final y la remake de Pesadilla) que le crea una historia alrededor de esa figura que aparecía en el cortometraje. Es que el motivo principal por el que funciona el cortometraje (que se puede encontrar online fácilmente y recomiendo ver) es que genera con muy pocos recursos, una buena iluminación y puesta de cámara especialmente, toda una atmósfera de miedo y misterio. Una mujer (la esposa del director, que aparece al comienzo del largometraje) que cada vez que cada vez que apaga la luz ve una extraña figura acechándola, ése es todo el argumento que tiene el corto. Para la película se le crea un trasfondo y así tenemos a una mujer “loca” que habla sola por las noches, su marido, su pequeño hijo y una hija más grande que ya no vive en casa. Maria Bello interpreta a esta madre que genera especialmente en su hijo menor, la duda de si lo que le pasa a ella, esa enfermedad mental que le diagnostican, será hereditaria genéticamente. Teresa Palmer es la hija independiente que se alejó de esa familia pero no es capaz de asumir compromisos como uno tan simple como un noviazgo oficial. Cuando la madre queda sola con su pequeño hijo, ella acude a rescatarlo sólo para verse envuelta también en medio de algo tan inexplicable como aterrador. Es así que el argumento, al igual que en el corto, gira alrededor del miedo que puede provocarnos la oscuridad, un miedo tan universal como creíble. Cosas que creemos ver mientras las luces se apagan, porque no todo se ve igual entre las sombras. En este aspecto, el film está bien logrado a nivel estético, aunque si vieron el corto no tiene mucho más para sorprender. Están además los infaltables golpes de efectos que pueden generar algún saltito. Quizás a modo argumental, se podría haber ahondado en esto un poco más desde lo psicológico. Las actuaciones son buenas, pero el guión termina cayendo en lugares esperados y, sobre todo, sobreexplicados. El fantasma de Mama también ronda (curiosamente otro largometraje basado en un corto) aunque acá el personaje de Diana, el fantasma, monstruo o esa cosa rara que se aparece en la oscuridad, tenga menos dimensiones. La resolución también deja gusto a poco, no obstante hay que decir que la película cumple, funciona como película de terror y el guión cierra. Una ópera prima más que aceptable. Lo cierto es que en su primer día de proyección en los Estados Unidos, la película ya había recaudado su presupuesto. Por eso no sorprende que una secuela esté confirmada.
Paula es una joven tranquila y callada, y la niñera de una familia rural bonaerense de bien. Un matrimonio joven con varios hijos a los que no les prestan demasiada atención, para eso está la niñera. Pero Paula se encuentra en aprietos al quedar embarazada, y nadie parece querer ayudarla. El padre del bebé nunca está, la interrupción del embarazo está muy fuera de su presupuesto, su patrona no le brinda el adelanto que ella pide, y ni siquiera cuando quiere vender su motito, lo único que tiene, le va bien y le terminan ofreciendo mucho menos de lo que esperaba. La película se sucede entre silencios, planos y contraplanos, sin banda sonora extradiegética, situaciones reiterativas, que van retratando la opresión femenina de una manera cruda. Paula va y viene continuamente, esconde todo lo que le pasa, especialmente esa panza que cada vez amenaza con asomarse más, y parece que más que vivir, existe. No se podría decir que es un personaje que espera que la solución de un modo u otro le llegue, se mueve por donde puede, entre quienes la escuchan aunque sea a partes, pero también de a poco todo parece indicar que no, que esa solución no va a llegar. El problema principal de la película dirigida por Eugenio Canevari es que presenta un conflicto interesante pero no lo deja ser, no termina de desarrollarlo, da la sensación de que no evoluciona y la hora y pico que dura la película se termina sintiendo anodina y con una resolución apresurada. Es un ensayo que funciona como tal pero que a nivel narrativo le falta fuerza. Hay en la trama también detalles, algunos más sutiles que otros, que en sí solos podrían parecer pequeños, sin embargo ayudan a fortalecer ideas. Y además, la construcción de una atmósfera angustiante y opresiva es más que efectiva, con una fotografía sin pretensiones y el uso del sonido (con el silencio como uno de los recursos principales). Paula es una película intimista y chiquita, y al mismo tiempo poderosa. Lamentablemente sus tiempos aletargados y un conflicto que no termina de funcionar la dejan un poco a medio camino. Interesante ópera prima.
Vuelve Steven Spielberg al cine familiar con El buen amigo gigante. En El buen amigo gigante Steven Spielberg es protagonista de varios reencuentros: Mark Rylance, ganador del Oscar por la anterior película del director, Puente de Espías; John Williams componiendo la banda sonora; guión de Melissa Mathison (quien escribió E.T. y a quien está dedicada esta, la última película que escribió antes de fallecer en noviembre del año pasado). Pero además, El buen amigo gigante también significa dos primeros encuentros: con Roald Dahl y con Disney. El resultado es una película encantadora a simple vista, bastante infantil sin embargo, capaz de retratar temas tan adultos como la soledad, la marginación y la amistad. La trama comienza de manera sencilla. Sophie (interpretada por una niña llamada Ruby Barnhill, que hace su debut en el cine ni más ni menos que con este protagónico) es huérfana y vive en un orfanato donde no se halla. Por las noches no puede dormir, así que se distrae paseando sola por el edificio o leyendo en su cama iluminada con una linterna. En medio del silencio de su cuarto, es más susceptible a oír y percibir lo que sucede en la calle. Y cuando se anima a salir, descubre primero a través de una mano grande como un cubo de basura, y luego se revela como un “monstruo”. Éste inmediatamente la rapta, sabe que no puede dejarla ahí después de que lo haya visto. Así empieza la aventura. Sophie es raptada por este gigante que la lleva a una tierra desconocida para los humanos, donde vive con otros de su especie, aunque él sea el de menor tamaño. Es que al poco tiempo de llegar al hogar de este gigante, Sophie descubre primero que no es un monstruo malvado, y segundo, que los de su propia especie lo burlan y lo marginan, y claro, se quieren comer a la niña a la que él protegerá. La primera parte de la película es sin duda la más atractiva, especialmente a nivel visual. A Mark Rylance lo podemos reconocer aunque su personaje tenga unas orejas exageradamente grandes. Mientras que los otros gigantes sólo cuentan con las voces de actores como Jermaine Clement y Bill Hader. No obstante, es en la segunda mitad donde la historia parece avanzar. Cuando los ahora amigos, Sophie y El buen amigo gigante, BFG por sus siglas en inglés, descubren el plan de los otros gigantes que consiste en raptar y comerse a los niños de Inglaterra. Como BFG trabaja con los sueños, logra hacer una especie de inception a la reina y acuden a su ayuda. A partir de este momento, las secuencias en el castillo son más bien de un humor simplón, demasiado infantil, y que quizás hasta parece salido de sketchs. No obstante, más cerca del final, el film vuelve a lograr su fuerza inicial. Es cierto que a grandes rasgos, El buen amigo gigante no está entre los mejores trabajos de un director que hace películas de buenas en adelante, y que su narración y su humor entre infantil y demasiado tradicional puede no llegar a atrapar al espectador más acostumbrado a un cine “infantil” donde todo sucede de manera más rápida y efectista. Eso la convierte en una película que probablemente sea mejor apreciada por los adultos que por los niños. El buen amigo gigante es un cuento lleno de magia, con buenas actuaciones y la imprescindible banda sonora de John Williams, aunque es posible que en algún momento comiencen a hacerse sentir las dos horas y que algunos gags sean demasiado infantiles.