Nueva adaptación de la novela de Rudyard Kipling; El libro de la Selva y el clásico animado de Disney. Actor devenido en realizador, Favreau no teme ponerse tras las cámaras de una película familiar como Elf, una de súper héroes como Iron man, o una road movie indie como Chef. Y así tampoco temió tomar las astas de esta adaptación con un protagonista de carne y hueso (cuando de animales se trata, se recurre al CGI). Mowgli (interpretado por el debutante Neel Sethi) es un niño que tras ser abandonado (en circunstancias que él todavía desconoce) en la selva, es criado por animales. Principalmente protegido por una pantera con la voz de Ben Kinglsey, ésta lo deposita junto a una manda de lobos, donde encontrará su figura maternal en la madraza de aquellos cachorros, con la voz de Lupita N’yongo. Pero la presencia de un tigre con cicatrices en su rostro, y la voz de Idris Elba, que amenaza con asesinar al niño, deriva en un viaje a través de la jungla para “devolver” a Mowgli a su hábitat natural, junto a su especie. Así comienza un recorrido a través de la jungla y se topará con diferentes animales y personajes. Un oso perezoso que lo utiliza para conseguir miel (Bill Murray), una serpiente peligrosamente seductora que le brinda detalles de su pasado (Scarlett Johansson) y un orangután enorme y viejo conocido como King Louis (Christopher Walken). El guión es por momentos perezoso y caprichoso pero consigue de todos modos plantear lo que busca. El hogar como un lugar no físico donde está la gente (en este caso animales) que uno quiere, la necesidad de pertenecer a una comunidad, la importancia de llevarse bien entre diferentes especies (con mensaje muy similar a la reciente película de Disney, Zootopia), la valentía, el fin de la niñez, e incluso, aunque en esto no se termine de ahondar, la figura del hombre como amenaza para la naturaleza con su “Flor Roja” (el fuego). Con una animación cuidada y detallista, una enorme presencia vocal de cada uno de los actores que se prestaron (resaltándose principalmente Walken y Elba) y algún número musical en el medio, esta nueva versión no termina de ser lo suficientemente infantil ni tampoco estar dirigida exclusivamente a un público más adulto.
La ópera prima de Martín Shanly, realizador formado en la FUC cuya película compitió en el BAFICI del año pasado, es un retrato inquietante sobre una niña en transición a su adolescencia. Tal como lo indica su título, la protagonista tiene 12 años y transita el último año de la primaria. En la escuela le va mal, no logra congeniar demasiado con ninguno de los niños, tiene una madre aparentemente atenta pero que cuando Juana es más directa que nunca no la escucha concentrada en ella misma. En otras palabras, es distinta al resto y se destaca por no seguir los pasos esperados de quienes la rodean. “Las ideas no me vienen, me atacan”, confiesa en un momento. Por eso es enviada a terapia, a hacerse estudios de la cabeza y a clases particulares. A menudo el cine retrata lo difícil y caótico que es ser adolescente, pero no siempre se piensa en ese momento previo igual de difícil, cuando los cambios comienzan a hacerse notar, no sólo en el cuerpo, sino en una mente que comienza a funcionar de otro modo, con muchas más cosas. Lo que aquí logra su realizador es retratar con naturalidad esta compleja etapa, a través de escenas cotidianas en las que nunca parece suceder nada demasiado importante. A Juana no le pasa nada y le pasa todo. A la larga, ella no es ni se comporta como todos esperan que lo haga, pero a ella no le interesa ser igual al resto, no es que no tenga esa capacidad. La interpretación de Rosario Shanly (hermana del director) como Juana es cautivante desde esa naturalidad con la que su director busca retratar esta etapa. Su risa inapropiada, su mirada observadora desde afuera, su reacción ante los pájaros “demasiado lindos” (para ella, un defecto) que dibuja su madre, su andar enfundada en el disfraz elegido para ir a la fiesta a la que no fue invitada pero se las ingenia para que, sin temer a lo que se piense de que su madre haga de mediadora, finalmente la esperara, ni más ni menos que una vampiresa. Pequeños detalles que completan la construcción de este complejo y lleno de matices personaje que busca construir su propia identidad. Inquietante, aterradora de un modo sutil (incluso hay una secuencia onírica muy a lo David Lynch), Juana a los 12 es extraña y fascinante al mismo tiempo.
“Este documental está basado en hechos reales que parecen extraídos de una película”. Con esa leyenda comienza y somos advertidos sobre lo que vamos a ver a continuación. La película de Daniel Otero, basado en su propio libro, Maten a Gutiérrez, gira en torno al homicidio del subcomisario Gutiérrez, muerto de un tiro a mitad de su viaje en el tren Roca, pero cuyo cuerpo encontraron recién al finalizarse el recorrido. “A una época se la conoce por sus crímenes”. Y la década de los 90s se caracterizó principalmente por su impunidad. Gutiérrez vio algo que no tenía que ver, y algo parecido sucede a los pocos testigos del asesinato, que rápidamente son amenazados para cambiar sus testimonios, para ocultar la verdad, para proteger a alguien, o algo, algo tan grande como el Estado. “Se puede decir entonces que el crimen perfecto es cuando lo comete el estado”, se reflexiona. El crimen perfecto es el que queda impune. A través de testimonios de familiares, el primer juez de la causa, un testigo del crimen y un abanico de personajes la película se enfoca en retratar una época oscura, en la que desde su superficie el país parecía encontrarse bien cuando en realidad los de arriba tienen y aprovechan todo el poder a su favor. Además, el buen uso de suficiente material de archivo termina de contextualizar el crimen. El trabajo de investigación realizado por el periodista acá además realizador está muy bien logrado y el modo en que va conectando las diferentes capas de ésta lo hacen apasionante y dinámico. Se le cede tiempo a cada uno de sus testimonios, que a veces brindan datos mayores y otras veces además expresan el dolor y la impotencia que un crimen de este calibre e impunidad provocan. Un documental tan interesante como necesario, con un guión que efectivamente muestra una película que parece ficción, lo que la hace aún más terrible.
Se estrena, Recuerdos Secretos, la película del canadiense Atom Egoyan que vino a presentar el año pasado al Festival de Cine de Mar del Plata. En su premisa, Recuerdos Secretos recuerda (y mucho) a Memento, aquella película de Christopher Nolan en la que un Guy Pearce perdía la memoria a cada rato por lo que se tatuaba ciertos recordatorios. En la nueva película de Atom Egoyan, el protagonista principal sufre una pérdida de memoria pero que es debida a una demencia producto de su edad. Zev (Christopher Plummer) es un hombre ya muy mayor, que vive en un asilo de ancianos, hasta hace poco con su mujer recientemente fallecida a la que sigue llamando cada vez que se despierta.Un compañero suyo (interpretado por Martin Landau) con quien parece haberse vuelto muy cercano, le escribe una carta y le prepara todo para que pueda llevar a cabo cierto plan que armaron entre los dos, aunque a Zev se le olvide a cada rato (y tenga que volver a releer esa carta). El plan consiste en encontrar a un ex oficial de Auzwitsch que asesinó a sus familias. Es así que Egoyan bucea primero en el tema de la memoria, algo que nos da identidad, de allí al pasado, aquel que el protagonista al no recordar a veces no siente como propio, o lo siente deformado, pero luego se va introduciendo cada vez más en el tema del Holocausto y las heridas abiertas. La idea del realizador parece provocar, perturbar y sin duda lo logra, el problema es que mientras la primera mitad del film está construido con cuidado y en general de manera bastante sutil (hay algunas sobreexplicaciones, de todos modos), a lo último recae en vueltas tramposas y, si se las piensa demasiado, algunas poco verosímiles, rasgo importante cuando se tocan temas tan frágiles como siempre lo será el del Holocausto. Recuerdos Secretos es interesante, polémica, sí, discutible, sin embargo no tan notable como Egoyan en algún momento logró ser, ni siquiera tan provocadora. La actuación de Christopher Plummer está muy bien pero tiene ciertos problemas su personaje, destacándose mejor Martin Landau. El thriller con esta temática no termina de funcionar.
Se estrena la ópera prima de Luján Loicco, La niña de tacones amarillos, un retrato intimista sobre una joven. Pueblo chico, infierno grande. Hay muchas formas en que un pueblo puede hacer difícil la vida de una joven, especialmente de quien ya no es niña, pero aún no es mujer, de quien tiene ansias de salir al mundo pero vive encerrada, siempre confinada al mismo lugar. La gente, el lugar, el agobio. Isabel vive en un pequeño pueblo de Jujuy, tiene un hermano más chico y una madre laburante. La vida de ella cambia cuando se decide construir un hotel lujoso y comienza la obra. Esto le brinda trabajo a esa madre laboriosa y a Isabel la oportunidad de acompañarla y estar en contacto con otras personas, hombres, los obreros. Desde esas primeras escenas en que ella camina nerviosa somos testigos de ese machismo y violencia de género implícitas, a veces pasada por alto, a la que las mujeres estamos continuamente expuestas. Miradas lascivas, comentarios fuera de lugar, gestos innecesarios, o incluso, cuando ella aparece con vestido por ejemplo, acusaciones de provocarlos. El “no” que no se respeta como tal. Serán unos zapatos de tacón amarillos los que marquen el final de su etapa más pura e inocente, transición retratada con un timing adecuado, mostrando su curiosidad, su deseo siempre ante lo desconocido. Es que Isabel no pertenece a ese mundo tedioso y rutinario, no quiere hacerlo. Y en su determinación por ser, sentirse algo más, termina cayendo en situaciones incómodas, que tensan aún más la relación con su madre o la terminan alejando de sus amistades. El retrato que la realizadora Luján Loicco realiza de su protagonista es intimista y es en los detalles en que radica lo más logrado de este pequeño film. La naturalidad con la que se mueve su protagonista le imprime aún más corazón a una historia tan simple como compleja, en la que la metáfora se termina de construir con la llegada del hotel al pueblo y los cambios que esto conlleva.
Se estrena Tangerine, la nueva película de Sean Baker filmada con Iphones y protagonizada por dos transexuales. Sin-Dee acaba de salir de la cárcel. Lo primero que hace es ir a buscar a su amiga Alexandra, ambas transexuales, y luego a su novio. O pretende esto último. Porque se entera de que él la engañó y su mundo vuelve a desmoronarse. Pero si algo no es de hacer Sin-Dee es quedarse quieta y callar, al contrario, va en búsqueda de esa otra, esa mujer “de verdad” (es decir, nacida como tal), con la que él la está engañando. Todo esto sucede en Nochebuena. Filmada exclusivamente con Iphones, Baker delinea a sus personajes a través del seguimiento que hace a cada uno de ellos, protagonistas y secundarios que terminan de aportarle color al relato. Vuelve a tomar temas como la prostitución, esta vez de bajos fondos, y a diferencia de en Starlet, que se sucede de manera más calma, acá todo se da de una manera más frenética, acorde a la personalidad de su protagonista incansable. Sexo, amor, amistad, traición, temas que están en todos lados son acá tratados por Baker con la naturalidad que acostumbra, dejando ser a sus personajes. Las actrices Kiki Kitana Rodriquez y Mya Taylor (ésta última convertida ahora en la primera actriz transexual en ganar un premio mayor como actriz de reparto en los Independent Spirit Awards) no son experimentadas pero ambas aportaron a sus personajes cosas de sus propias experiencias de vida, lo que termina de imprimir realismo al film. Vale destacar además que Baker parece ser un gran descubridor de actrices, ya que en su película anterior le dio el primer protagónico a la modelo Dree Hemingway, y a Besedka Johnson, que actúa por primera vez a los 85 años, en su película anterior, Starlet, otro retrato sobre la amistad. Tangerine es divertida y conmovedora, hermosa y avasallante, así como su protagonista, incansable en sus ganas de sentirse querida y especial. También como su amiga, Alexandra, que pone todas sus ganas en un show que ni siquiera le ofrecieron hacer. Al fin y al cabo, no importa cuánta agua pase bajo el puente, son dos personajes que están juntos porque así tiene que ser, porque se entienden y acompañan incondicionalmente en este mundo cruel, “claro que es un mundo cruel, Dios me dio un pene”.
Cédric Jimenez dirige este thriller francés llamado Conexión Marsella, protagonizado por Jean Renoir y que pone en foco el mundo de las drogas. La ópera prima de Jimenez es un retrato duro y frío sobre el mundo del narcotráfico entre las décadas de los 60 y 70. Cuando el juez de menores Pierre Michel (Jean Dujardin) es ascendido al cuerpo contra crimen organizado, se encuentra con un mundo oscuro y peligroso. Su objetivo es eliminar La French connection a la que el título original hace título, una banda de Marsella conformada por un importante mafioso. A la vez, Pierre, un tipo honesto y trabajador, comprometido a las causas, lucha contra adicciones del pasado que de repente parecen ser sustituidas por otras relacionadas a su nuevo trabajo: su vida personal poco a poco comienza a desmoronarse, a correrse del centro mientras se empeña cada vez más en intentar agarrar a esta banda. Pero la tarea de Pierre no es nada fácil, ese mundo es turbio y es difícil conseguir algo ateniéndose a las reglas. Conexión Marsella no funciona exactamente como remake de aquella película de William Friedkin de 1971, aunque sí está basada en el mismo libro de Robin Moore, lo que hace esta vez el novel director es enfocarla desde otro lado. Basada libremente en hechos reales, como lo indica la leyenda al comienzo, es de suponer que se toman varias licencias poéticas. El guión se encarga de relatar cada trama a su tiempo, de manera sutil. No obstante, es cierto que siempre tenemos la sensación de que a esta historia ya nos la han contado. Además, hay que decir que está muy bien filmadas y ciertas escenas remiten al buen cine de acción, y clásico, de Hollywood (el film de todos modos tiene un presupuesto parecido al de aquellas películas, no es que nos encontramos ante un pequeño film franco-belga). La banda sonora termina de aportarle un lindo plus. Conexión Marsella es un buen e intenso thriller, está bien actuado, aunque es cierto que las más de dos horas de duración en algún momento comienzan a notarse y pueden ser un poco más extensas de lo necesario.
Vivimos continuamente conectados, a través de un celular, una computadora, o algún portátil por el estilo. Vivimos conectados sin necesidad de tenernos cerca. Y eso a veces es lindo y otras veces perjudicial. Puede llevarnos a aislarnos, a la incomunicación, a no concebir otro modo de relacionarnos con la gente. Películas que intentan representar esta problemática, las hay muchas. Incluso en nuestro país, hasta la televisión expuso diferentes ideas en un programa del que quizás pocos se acuerden, “Conflictos en red”. La película que nos compete, Internet Junkie, que abrió el último Festival de Cine Inusual, explora este mundo virtual y sus redes a través de diferentes personajes situados en diferentes partes del mundo (Argentina, Mexico e Israel, para ser más precisos), pero conectados entre sí a través de nuestra bendita internet. Dirigida y escrita por Alexander Katzowicz, la película sigue a varios personajes que se van interconectando entre ellos. Entre otros, un hombre seductor que se arma una vida que en realidad no tiene y le ayuda a conquistar mujeres. Una madre de familia que no puede dejar la computadora a través de la cual skypea con una amiga a la distancia, hasta el punto de no escuchar a sus hijos y haber dejado a sus padres abandonados en un asilo. Una joven que no encuentra otro trabajo que el de venderse sexualmente a través de una cámara web. Otra que seduce y tiene sexo compulsivamente con cuanto hombre se cruza en su camino. Las historias se van tejiendo a su tiempo y al final logran cada una un cierre correcto. El tono elegido mayormente es el satírico, sí estamos ante una sátira ante todo. Pero por momentos también decide ponerse más dramático, especialmente cerca del final, para subrayar la idea de la alienación que puede producir esta constante conexión a través de lo virtual. También es cierto que no se la siente lo suficientemente moderna, como si la película perteneciera justamente a la época del mencionado anteriormente “Conflictos en red”, donde prepondera la conexión a través de computadoras y no tanto, como hoy en día, de cualquier dispositivo, celulares sobre todo, de menor tamaño. Entretenido, divertido y con un guión que más allá de ciertas acciones forzadas logra funcionar, y es imposible no sentirla real.
Seis personajes de seis diferentes partes del mundo viven seis historias, dirigidas por seis directores distintos, que confluyen en un solo lugar: Pamplona durante el festejo de San Fermín. Cada uno de sus directores, Daniela De Carlo, Julieta Lima, Gustavo Lipzstein, Antonello Novellino, Nobuo Shima y Nacho Ruipérez, son los encargados de seguir y filmar a su personaje. Esto permite que la película tenga puntos de vista distintos aunque cada uno bien personal, el problema reside en su conjunto. Hay historias con mejor desarrollo que otras, algunas cumplen aun con su cierre y a otras se las sienten desdibujadas. Por un lado tenemos a Vittorio, fotógrafo italiano que carga una mochila de su pasado que involucra a su padre a punto de morir; Kalani, una bailarina haiwaiana que busca escapar de un futuro marcado por lo que dicta su madre; Malena, joven argentina, enferma crónica; Guido, jugador de fútbol que supo ser una estrella y hoy, tras una grave lesión en la rodilla, sólo encuentra trabajo con una publicidad; Oliver, periodista norteamericano con una pareja a la cual siente que quiere pero no logra comprometerse aunque se obligue; y Sagrario, una viuda española a la que el pasado la sigue acechando con mucho dolor. Cada uno de ellos llega, tiene que llegar, a ese San Fermín, a esa fiesta que es una celebración, un descontrol y también algo riesgoso. Caos, podría ser la palabra. Todos parecen necesitar algo fuerte que los mueva para que puedan continuar o cambiar algo de sus vidas. En el medio, encuentros y desencuentros, conexiones, llamadas que no se reciben, celulares que se pierden. Hay una intención clara y honesta de retratar relaciones en un mundo tan caótico, pero lo cierto es que el resultado termina sabiendo a poco. La aparición y sobre todo desaparición de personajes secundarios en general es azarosa; la banda sonora por momentos tiñe a la película de algo más bien cursi, no hace más que subrayar sensaciones; y si bien la estructura funciona, cada línea argumental por separado a veces no termina de convencer en sus resoluciones. A la larga, Blue Lips es un interesante experimento (aunque la peculiaridad de que seis personas dirijan la película surgió más que nada por la falta de presupuesto) cuyo mayor atractivo es más que el retrato de choque de culturas al que apela, el de la fiesta de San Fermín, tan amada como odiada, pero que sin dudas es todo un evento.
“No estás solo en esto” es una frase que a cualquiera haría sentir bien. Saber que no estamos solos, hay otro que comparte una pasión, un gusto, un placer, un problema, una sensación, lo que sea. Compartir. Acompañarse. De eso se trata principalmente este documental que llega los próximos jueves de marzo al Centro Cultural de la Cooperación. Para quienes no lo saben, Milagros Amondaray es una conocida crítica de cine y periodista de espectáculos que actualmente trabaja para la versión online del diario La Nación. Es allí donde creó y lleva a cabo el blog de cine, titulado Cinescalas. Y es también cuando, de manera no premeditada y sorprendiendo a todos y especialmente a ella misma, de repente un sitio que utilizaba principalmente para expresarse, a través del cine, supo reunir una comunidad de gente de diferentes lugares y edades pero que tenían en común esa misma pasión por el cine. Porque el principal atractivo que tiene ese sitio es que no es un simple blog de crítica de cine. El modo que elije abordar cada película en cuestión es siempre el más personal y subjetivo posible y esto permite que uno pueda identificarse o no, pero den ganas de discutirlas, comentarlas, recomendarlas. Y porque es sobre todo personal es que, especialmente a partir del post dedicado a “El lado luminoso de la vida” donde su escritora plasma cuestiones más íntimas, funciona también como punto de reunión para gente que entró, leyó y se quedó y hoy se suma a relatar sus experiencias a través de los cientos de comentarios que cada post genera. "Lisbeth Salander se apoyó contra la almohada y siguió la conversación con una sonrisa torcida. Se preguntó por qué ella, a la que le costaba tanto hablar de sí misma con gente a la que veía cara a cara, podía confiarle, sin la menor preocupación, sus secretos más íntimos a una pandilla de chalados completamente desconocidos de Internet". Esa sensación que Stieg Larsson supo describir al definir otro rasgo de la protagonista de la serie Millenium, no nos es ajena, al menos no a una gran parte de la gente. Lo cierto es que se vive mucho virtualmente. Pero Cinescalas no es sólo virtual y hoy se materializa en forma de película. Es así que la propia Milagros, con el financiamiento de toda la comunidad a través del crowfundind, decide contar la historia de este sitio que supo cambiar vidas, mientras éstas convergían en este punto de encuentro. “No estás solo en esto” es el conjunto de algunos testimonios que representan a la gente que día a día se sienta a leer y comentar sobre cine especialmente, pero también música, literatura, series, y claro, la vida misma. Y como la idea de crear este blog surge de un momento particular y difícil en la vida de Milagros, es que la película tiene una primera mitad con las historias más oscuras y una segunda con más luz y optimismo, como modo de reflejar que de lo malo puede surgir algo bueno. Además de los testimonios, la película recoge imágenes de San Antonio de Areco y algunas del viaje que realizó para poder llegar a miembros de diferentes partes del país y esto, sumado a la bella música, le aporta un brillo especial. Es que a la larga, “No estás solo en esto” es una película chiquita, que se hizo desde el centro de Cinescalas, y tiene mucho corazón. Hoy no puedo ser objetiva y me llena de orgullo ser aunque sea una pequeña parte de ella.