La chica Danesa, la nueva película del director ganador del Oscar cuenta la historia de la que se conoce como la primera operación de cambio de sexo en la historia. Gerda y Einar Wegener son un matrimonio de artistas pintores que se aman y entienden. Pero Einar no se siente completo, hasta que, posando para su mujer con prendas femeninas, algo despierta en él. Gerda es ante todo una mujer abierta y comprensiva, y le sigue el juego, incitándolo incluso a que aparezca en público como Lili. El problema es cuando teme perder el lugar que tiene, que sea reemplazado por alguien más, y siente que su mundo comienza a desmoronarse. La chica Danesa, que dirige Tom Hooper (ganador del Oscar por The King’s Speech) y escribe Lucinda Coxon basada muy libremente en la novela de David Ebershoff tiene muchas aristas que la convertirían en un film interesante y arriesgado. No obstante, Hooper apuesta a lo más seguro, a lo más clásico, y el resultado es una película apenas correcta que ni siquiera logra retratar la complejidad del tema en cuestión. Alicia Vikander en el papel de Gerda está fantástica, y es ella quien lleva la película, no es una actriz de reparto como los Oscars nos quieren hacer creer, al menos no en este caso. Su personaje es quien transita los cambios de un modo mucho más emocional que el de Einar/Lili, cuyo cambio es perceptible más desde lo físico. Porque en Einar conviven dos personas que luchan por prevalecer una sobre la otra. Eddie Redmayne, actor que también lleva un Oscar en su haber por interpretar a Stephen Hawkins, tiene el no fácil cometido de interpretar a este personaje tan ambiguo pero no logra aportarle toda la dimensión necesaria. Los personajes secundarios tampoco terminan de aportar demasiado, en especial Amber Heard, la amiga, la confidente, quien acepta inmediatamente y de manera divertida a Lili sin dudar. Y es que uno de los aspectos que le restan profundidad a La chica Danesa es justamente este, Einar/Lili nunca se ve muy rechazado o cuestionado cuando en su época no se conocían muchos como él, y siempre lo desconocido suele ser raro al principio. El diseño de vestuario es uno de los puntos a favor, no sólo porque efectivamente los personajes logran hablar a través de lo que llevan puesto, sino incluso por el juego de seducción, sutil, que se crea muchas veces de su mano. A la larga, La chica Danesa es una película apenas correcta, con algunas buenas interpretaciones, pero a la que le falta profundidad y arriesgarse. Por apostar a lo seguro termina cayendo en otra película más sobre un matrimonio que decide superar cada adversidad de la mano del otro.
Will Smith protagoniza esta historia “basada en hechos reales” (las comillas las agrego porque hay gente que tiende a ver estas películas creyendo que cada cosita que se muestra en ella sucedió de igual manera), en la piel de un doctor africano que llega a los Estados Unidos queriendo ser ante todo, americano. O al menos el concepto que él tiene de ser americano. Trabaja haciendo autopsias, entendiéndose más con los cuerpos fríos que los calientes, un día conoce un nombre: Mike Webster. De repente, algo muy americano a lo que él era ajeno, el fútbol, se introduce en su vida. Mike Webster, jugador, ídolo de los Pittsburgh, que a la hora de morir tiene poco más de 50 años, fallece en un aparente suicidio pero todo indica que hacía tiempo llevaba teniendo problemas que nunca le fueron diagnosticados. Bennet Omalu, el hombre al que interpreta Smith, una persona culta y estudiosa que tiene varios títulos en su haber, descubre que su cerebro estaba muy dañado a causa de los golpes, literales, que le dio su carrera como deportista. Un caso no es suficiente para crear una teoría, pero entonces se dan a conocer otras muertes extrañas de ex jugadores. Es entonces que a medida que va recolectando pruebas, comienzan a callarlo. El mundo del fútbol americano es demasiado grande y demasiado poderoso, y no se puede permitir que lo hagan ver como algo malo para la gente, si en realidad da tantas satisfacciones. Es así que la historia que cuenta “La verdad oculta” es realmente interesante y radica allí el atractivo principal de una película que a la larga no es más que un telefilm, menos provocador de lo que promete y con personajes pobremente construidos, demasiado unidimensionales. Los diálogos se tornan reiterativos (incontable cantidad de veces mencionan lo que es, o debería ser, ser americano, por ejemplo) y subrayados. Will Smith está bien, mucho más contenido de lo que acostumbra, pero su interpretación pide a gritos ser tomado en serio, y si es con una nominación al Oscar (la cual, claro, no obtuvo aunque mucho se especuló con eso), mejor. Resumiendo, a nivel cinematográfico no tiene mucho que ofrecer, incluso la dirección deja que desear, pero es interesante por el tema que trata y cuenta, que aún hoy se mantiene bastante oculto, sino prestémosle atención al éxito que implica el SuperBowl.
Vaughn (Jeffrey Dean Morgan) es un humilde empleado en un importante casino que lucha día a día con hacer todo lo posible para que su hijita enferma de cáncer pueda seguir con el tratamiento. Pero éste es caro, se atrasa y recibe un ultimátum de que si no logra ponerse al día (y la suma es bastante grande) la van a tener que sacar de la lista de espera. Esto, claro, lo desespera, ella necesita ser el héroe de su hija y salvarla. La primera idea que tiene es la de pedirle a su jefe, con quien antes trabajó de manera más cercana pero su mundo oscuro (como su propio pasado) no terminó de agradarle y dio un paso al costado, un adelanto. Pero este jefe, apodado como El Papa, interpretado por el gran Robert De Niro, no es una persona que se deje guiar por lo sentimental y su frialdad le permite separar los negocios de lo personal. En resumen, su respuesta es no. Y además es despedido tras una discusión un poco violenta entre ambos. Pero cuando todo parece perdido, le llega una propuesta tan tentadora como peligrosa: robar una gran suma de dinero que entra cada semana en el casino, sabiendo que nunca va a ser denunciada por ser producto de lavado de dinero. El atraco deriva en un escape más torpe del esperado y terminan subiéndose a un colectivo y tomando de rehenes a sus pasajeros. Acá, la película comienza a parecerse demasiado a una “Máxima velocidad” pero sin esa onda “cool”, entretenida, que tenía la película de Jan de Bont. Al contrario, el film recae en constantes escenas trilladas y situaciones que se dan y resuelven de manera rápida y por lo tanto poco creíble. A la larga, “Bus 657” termina siendo una película de acción que intenta homenajear a ese cine de los años 80s, pero no hay grandes rasgos siquiera a nivel dirección, con una edición que deja bastante que desear. Algunas escenas pecan de parecer salidas de un telefilm. Las actuaciones también son todas bastante malas, ni siquiera Robert De Niro (que de todos modos no pudo evitar que su carrera hace unos años comenzara a estancarse) sale bien parado a excepción de sus últimos momentos en el film, donde logra redimirse un poco. A la larga este personaje también tiene una historia con su hija (Kate Bosworth, actriz que nunca logró despegar en su carrera) que necesita remendar. Trillada, con un comienzo apresurado pero aburrido, un desarrollo sin sorpresas y un final con la esperada vuelta de tuerca, dan como resultado una película de acción a la que incluso le falta más acción y suspenso y que no sirve para mucho más que pasar el rato.
Carol, la nueva película de Todd Haynes, una historia de amor prohibida entre dos mujeres basada en la novela de Patricia Highsmith y protagonizada por Cate Blanchett y Rooney Mara. Todd Haynes es uno de los directores más exquisitos que tiene el cine hoy en día, aunque nunca termine de ser reconocido como tal. Sus películas suelen tener un modesto éxito, son alabadas por la crítica, pero a la hora de la temporada de premios apenas logra colarse en algunas categorías. Con Carol parecía que eso iba a cambiar, no obstante su director no fue nominado a los Oscars y la película tampoco logró estar en la categoría principal. Pero eso es un detalle, porque ya sabemos que los Oscars no son criterio de nada. El realizador que supo retratar como nadie a figuras como Karen Carpenter, Bob Dylan y David Bowie, sin necesidad de hacer biopics, sino simplemente retratar sus mundos, decide esta vez adaptar una novela de la escritora Patricia Highsmith. Con esta novela como referencia, vuelve a retratar desde la esencia más pura en este caso una historia de amor. Un amor que no necesita un beso hasta pasada más de la mitad de la película, porque está presente en cada mirada, en cada roce de manos, en cada respiración entrecortada. Si es así como nos sentimos al estar enamorados… Las palabras sobran porque a la larga no todo se puede expresar con palabras. Y Haynes apela a esa sutileza, por eso es un director tan único. Haynes es alguien impecable en su trabajo, capaz no sólo de contar historias de un modo sutil pero totalmente efectivo, plasmando sensaciones sin subrayarlas, sino de construir imágenes que fortalecen cada una de esas historias. Es así que Carol no sólo cuenta con una cinematografía (a cargo de Ed Lachman) y puesta en escena muy cuidados, precisos sin ser sobrecargados, teniendo en cuenta que es una película de época pero que todo el tiempo se siente contemporánea, sino que su guión, escrito por Phyllis Nagy, está lleno de información no dicha en la superficie. En Carol predominan las miradas y los roces, y los diálogos acompañan la construcción de estos personajes. Por un lado tenemos a Carol, una mujer separada y con una hija, de apariencia fuerte y dominante, avasallante, interpretada de manera magistral por la inigualable Cate Blanchett. Y por el otro a Therese, la joven que aún no sabe lo que quiere (trabaja en una casa de muñecas, pero le gusta los trenes y sabe mucho de ellos porque lee al respecto aunque “tal vez no debería”, le gusta sacar fotos pero no cree ser buena y no se atreve a sacarle a las personas porque siente que puede estar invadiendo, está en pareja con un joven prometedor pero cuando aparece la posibilidad de un viaje en auto con Carol no duda en abandonarlo) pero no por eso no deja de intentar, despacio, a su tiempo, ver qué es para ella. “No sé lo que quiero, ¿cómo voy a saber lo que quiero si le digo sí a todo?”, reflexiona en algún momento. Rooney Mara aporta mucha autenticidad a su Therese, la verdadera protagonista (aunque Blanchett esté nominada como Actriz Principal y Mara en la categoría de Reparto), es a través de y con quien vivimos la transformación del personaje. A todas estas incertidumbres que se generan siempre ante una nueva relación, aunque todavía uno no la llame así, se le suman los prejuicios y barreras impuestos por la sociedad en una época que no acepta nada que les parezca fuera de la norma. La resolución, que por supuesto no adelantaré, no es más que lo que termina de posicionar a Todd Haynes como el director que es, capaz de contar historias de la manera más real posible, a sus tiempos. Son dos imágenes que lo dicen todo sin decir nada más. Porque como reza el tagline de su película, “Algunas personas cambian tu vida para siempre”. Y eso sucede cuando realmente nos enamoramos, y de Carol uno se enamora, y es de esas películas que se quedan con uno para siempre. Elegante y sutil por sobre todas las cosas, intimista y tan hermosa como devastadora, Haynes hace de esta historia aparentemente pequeña una gran película y logra reflejar como nadie el deseo entre dos personas. Las actuaciones de Blanchett y Mara le suman delicadeza a uno de los mejores films del año, Carol.
Charlie Kaufman vuelve a dirigir e incursiona en el stop motion con Anomalisa, película nominada como Mejor Película Animada a los próximos Oscars. El punto de partida para esta curiosidad del cine animado de este último año puede que sea tan simple que funcionara en un cortometraje. Michael Stone es su protagonista, un hombre casado, exitoso, con un hijo, pero que se siente solo y alienado. Ve a todos con las mismas caras, escucha a todos con las mismas voces. Es así que va dejando un rastro de personas lastimadas en el camino, personas a la que abandonó, porque no pudo evitarlo. Pero en esos 90 minutos que dura Anomalisa, ahora nominada en la categoría de Mejor Película Animada de los próximos premios Oscars, Kaufman trata con profundidad temas como la monotonía, la rutina, la soledad. La búsqueda de algo que no sabemos qué es pero que parece ser esencial para nuestras vidas. Recuerda un poco a Perdidos en Tokyo de Sofia Coppola (incluso algún plano a la ventana del hotel y el reflejo en ella parece inspirado en esa película) pero también tiene algo surrealista como en trabajos previos de guionista como Eterno Resplandor de una mente sin recuerdos o ¿Quién quiere ser John Malkovich?. Un relato tierno, dulce, conmovedor, triste. Todo junto, porque así son las cosas más reales y más allá del virtuosismo del stop motion (probablemente Duke Johnson haya colaborado más en ese aspecto, donde radica su experiencia) todo en Anomalisa se siente muy verídico. Por ejemplo, en un momento decide retratar una escena de sexo y lo hace de tal manera que, más allá de estar protagonizada por muñecos, se percibe muy real especialmente en esos minutos que le dedica a tal. Y es que, claro, no es una película para niños. Sólo tres voces se escuchan a lo largo del film y cada una de ellas funciona. Jennifer Jason Leigh, la única voz de mujer en el film (aunque no la única mujer que aparece) llena con su voz de ternura y tristeza a su personaje, esa Lisa que sabe que es diferente, que no se considera linda ni inteligente, pero también por eso es especial, una Anomali(s)a. “Algunos muchachos tienen a una chica hermosa y la esconden del resto del mundo. Yo quiero ser de las que caminan en el sol. Las chicas sólo quieren divertirse”, canta ella en una de las escenas más hermosas y desoladoras del film. Porque Lisa encandila a su protagonista por sonar diferente al resto del mundo, el problema es qué va a pasar cuando eso que parece diferente se va a tornar normal para él y todo vuelva a empezar. Extraña, agridulce, Kaufman financió Anomalisa gracias a Kickstarter, porque la gente no pudo dejar de confiar en él. Y es que la historia puede haber sido contada muchas veces, pero como dijo Jim Jarmusch alguna vez: “No hay nada original, todas las expresiones humanas son variaciones infinitas, hay un número limitado de historias que puedes contar, pero hay un número ilimitado de formas de contar la misma historia”.Kaufman sigue aportando cosas nuevas al cine.
Dirigida por Afonso Poyart, este nuevo thriller promete desde el vamos un duelo entre Anthony Hopkins y Colin Farrell, es decir, no promete mucha sorpresa (no hay comparación entre estos dos actores, no importa cuánto me canse de defender a mi querido Farrell). Hopkins interpreta a John Clancy, un hombre que decidió aislarse del mundo y de su profesión cuando su joven hija falleció a causa de una leucemia. Pero cuando el agente Joe (Jeffrey Dean Morgan) se encuentra ante un caso de asesino serial difícil de resolver, decide acudir a él y convencerlo de volver al ruedo. Es que John no es un simple agente o detective, es un psíquico con visiones claras y precisas que podrían resolver el caso de una manera más sencilla. La compañera de Joe es Katherine (Abbie Cornish), quien no cree en esas cosas sino en la psicología. Pero lo interesante de esta confrontación de ideas sólo se da en los primeros minutos, luego todos aceptarán con mucha naturalidad las visiones de John. Hay una construcción estética muy cuidada en esta película, una intención por diferenciarse de los thrillers más convencionales. Por momentos dan ganas de acordarse de la serie Hannibal (no debería ni recordarles que Hopkins fue el primer Hannibal –bueno, el segundo teniendo en cuenta la película de Michael Mann de 1986 en la que dicho personaje se apellidaba Lektor por problemas de derecho), donde su protagonista también reconstruye escenas en su cabeza pero siempre a través de indicios (aunque sí tiene una facultad sobresaliente a la hora de interpretarlos que el resto no). Acá, John lo tiene un poco más servido, sus visiones son exactas –nunca se discuten-, aunque a veces incompletas y debe llenar huecos. También hay una intención de plantear un juicio moral que no conviene desvelar de antemano. Por último, el duelo que se promete se da, claro, a último momento, aunque lo cierto es que el personaje de Colin Farrell no aparece hasta muy (casi demasiado, diría) entrada la película. Un dato bastante interesante es que en un principio se pensó en tomar este guión y hacerle algunos cambios para que funcione como secuela de "Seven", thriller maestro de David Fincher del cual sin dudas esta película toma sus influencias. Fue justamente Fincher quien desestimó la idea. Resumiendo, "Solace" es un thriller apenas efectivo. Es decir, funciona como tal, pero no tiene más que ofrecer. Intenta demasiado (sí, peca de ser un poco pretensiosa por momentos) diferenciarse con secuencias muy enfocadas en lo estilístico. El problema es un relato que no logra desarrollarse de manera profunda, en la cual muchas cosas se suceden rápido y se siente que casi porque sí. Recomendable como placer culposo para fanáticos de los thrillers más convencionales y no mucho más.
Una de las películas más presentes en esta temporada de premios (ni más ni menos que con 12 nominaciones al Oscar), es "The Revenant", lo nuevo del mexicano Alejandro González Iñárritu, un realizador capaz de generar las más dispares emociones en el espectador. Intento siempre ser lo más objetiva posible cuando se trata de este realizador, pero lo cierto es que su cine y yo no logramos congeniar. "The Revenant" me parece un mejor producto que lo que fue "Birdman" (ganadora el año pasado como Mejor Película en los Oscars), pero eso no es decir demasiado de todos modos. El film comienza de manera prometedora. En medio de una expedición de cazadores de animales para vender sus valiosas pieles, estos son atacados por un grupo de nativos. Pero la trama comienza realmente cuando el personaje interpretado por Leonardo Di Caprio (un hombre de pocas palabras, de sabia apariencia, en quien el comandante confía plenamente, y quien viaja junto a su hijo mestizo) es atacado salvajemente por un oso y no puede continuar el camino junto al resto. Sin embargo no es acá cuando se termina la travesía de Glass, el personaje en cuestión. Porque una traición producto de un personaje que desde un principio demuestra que no lo quiere para nada, interpretado por Tom Hardy como otro de esos personajes poco cuerdos que parece disfruta interpretar, lo deja sin nada pero a la vez lleno de fuerzas y deseos de venganza. La película basada libremente en la novela de Michael Punke y escrita por Mark L. Smith intenta abarcarlo todo. No es sólo una historia de venganza propiamente dicha, sino también un retrato sobre la posición del hombre junto a la naturaleza, lo pequeño que podemos ser ante ésta y también el uso y abuso que a veces hacemos de tal. Es acá cuando el director no teme mostrar imágenes poco amigables, en escenas que siempre se sienten más extensas de lo necesario (y a veces hasta inverosímiles). Así, Iñárritu quiere abarcar más de lo que es capaz. Sus influencias son claras, Malick y Herzog principalmente. Pero el desarrollo de su película se termina sintiendo estirado, aburrido y reiterativo. Y como siempre, no puede ser sutil, subrayando mensajes y metáforas. La fotografía de Emmanuel Lubezki es de lo mejor que tiene para ofrecer el film, tomada sólo con luces naturales. Por otro lado, las interpretaciones. Leonardo Di Caprio ya demostró hace años que se merece un Oscar, pero la Academia no lo ha querido demasiado aunque parece que este es el año en el que finalmente se alzará con el premio. Merecido, claro, porque él se entrega por completo a su personaje, pero honestamente ha tenido mejores performances a lo largo de su carrera. Tom Hardy también está nominado, aunque con menos posibilidades, como actor de reparto y lo cierto es que su nominación tampoco está regalada. Otra interpretación a tener en cuenta es la de Domhnall Gleeson, actor que viene haciéndose tímidamente su lugar en la industria, y apareciendo hoy en cuatro de las películas con nominaciones al Oscar (además de la película en cuestión, Star Wars: El despertar de la Fuerza, Ex Machina y Brooklyn). A la larga, "The Revenant" es una película que se siente artificial y forzada, se la siente pretensiosa una vez más. Tiene sus méritos pero al final se queda a medio camino en su indecisión. Muchas escenas innecesarias (además de las poco agradables que menciono anteriormente, los flashbacks sobran casi todos), un muy buen comienzo, un desarrollo extenso y pobre, y una resolución que repunta pero no lo suficiente terminan de hacer de esta película algo que no llega a la altura de lo que uno espera con sus reconocimientos (aunque se podría recordar que tiene más nominaciones que premios ganados por ahora, lo que no la sitúa entre las más favoritas para llevarse el premio mayor de los esperados Oscars).
El mundo de la cocina es caótico. Lo vimos en Masterchef (para quienes somos ajenos a ese mundo en la vida cotidiana) y no siempre lo percibimos igual en las películas. Bueno, en "Burnt", sí vamos a hacerlo. Adam Jones (Bradley Cooper) es una persona que viene de salir de una difícil época de descontrol y drogas. Ya recuperado, rehabilitado, quiere recuperar su lugar en el mundo de la cocina. Para eso recurre a su viejo socio, interpretado por el alemán Daniel Bruhl. Su objetivo: conseguir la tercera estrella de Michelin, algo casi impensable para la mayoría de los que se dedican a esto, por su dificultad. Pero él está seguro de poder lograrlo y así arma un equipo con algunos viejos conocidos y una cocinera que rápidamente logra fascinarlo con sus platos. El film tiene mucho de food porn, claro. Y la verdad, es que tiene mucho de todo. Muchos personajes desfilan a su alrededor, y así no logra ninguno estar bien delineado. Uma Thurman, Alicia Vikander, Emma Thompson y Lily James son tres claros ejemplos de cómo Steven Knight (el guionista) no sabe construir personajes femeninos reduciéndolos así a estereotipos. Es cierto que los pocos minutos de pantalla que tienen cada una de ellos no ayudan a hacer fácil este trabajo. Y Sienna Miller interpreta a la cocinera que enamorará a Adam Jones, no sólo con el paladar. "Burnt" es una comedia que no es muy graciosa, y un drama culinario que nunca termina de desarrollarse. Hay un efectivo retrato a la hora de mostrarnos qué sucede en la cocina de un exitoso y elegante restaurante, las presiones, los griteríos y los platos que pueden estallar contra una pared cuando uno no es capaz de soportar todo eso. Aunque Adam Jones necesita el caos en su vida, necesita algo fuerte que quizás en otro momento le daban las drogas y las fiestas, el protagonista reemplaza una adicción por otra. El problema es que ese caos también se refleja en el relato de una manera menos efectiva, donde los conflictos se resuelven de manera fácil y predecible. Otro problema que tiene el film, es que sus personajes no son muy agradables, quizás el desarrollo no ayuda a que así sea, cosa que pasa con otra película del director, John Wells, "August Osage County". Porque lo cierto es que el personaje que interpreta Bradley Cooper, quien lleva la película, nunca nos logra caer bien. A la larga, "Burnt" es una película para pasar el rato y no mucho más. No hay profundidad en sus personajes ni en sus conflictos, aunque sí sirve para conocer un poco el funcionamiento del mundo culinario.
La historia de “La habitación” está basada en un hecho real pero construida en la novela escrita por Emma Donogue (quien además se encarga de escribir el guión de su versión cinematográfica) a través de la ficción con el fin no de contar la historia de un secuestro, sino de indagar en relaciones filiales, en especial en el de una madre con un hijo, y desarrollar una diferente perspectiva sobre el mundo en el que vivimos. Dirigida por Lenny Abrahamson, director que hace unos años nos regaló una hermosa rareza llamada “Frank” (inédita en nuestro país), sorprendió primero con un premio en el festival de Toronto y luego haciéndose imprescindible en cada entrega de premios, no sólo con su película en sí, sino con las interpretaciones de sus dos protagonistas que se entregan brillantemente a sus complejos personajes. Brie Larson es Joy, una joven que alguna vez tuvo una vida normal hasta que fue secuestrada y mantenida encerrada durante largos siete años en un diminuto cuarto que tuvo que hacer de hogar. Ahora vive con su hijo, que acaba de cumplir cinco años, y que no conoce otro mundo más que el que se halla dentro de esas cuatro paredes, y ambos son visitados cada noche por el Viejo Nick, el hombre que los mantiene encerrados. Larson es una joven actriz que ya ha demostrado sus talentos tanto para la comedia como para el drama pero resaltándose especialmente en este último, siendo antes de esta película, “Short Term 12” su mejor ejemplo. Pero la sorpresa real del film es la del niño que le toca interpretar a Jack, este niño que vive aislado del mundo, Jacob Tremblay. Tremblay es capaz de generar mucha emoción a partir de una mirada, de un gesto, o incluso con la voz en off que se percibe quebrarse en determinados momentos. Puede saltar de transmitir el miedo de su personaje, a su alegría, su ira, su confusión o su tristeza. Con una puesta en escena más bien minimalista, acorde a la historia que se quiere contar, “La habitación” puede dividirse fácilmente en dos partes. La primera siendo la que retrata esta convivencia casi asfixiante por momentos, pero que a la vez se percibe cotidiana en la relación entre madre e hijo, cotidiana hasta el momento de la noche, en que él debe dormir en el armario porque sufren la visita del viejo Nick. La segunda, trata más bien sobre la posibilidad de adaptarse a situaciones nuevas, o a situaciones que quedaron tan lejanas que resultan ajenas. Sin decir mucho más de la trama, porque lo interesante del film pasa por ir descubriéndolo todo junto su protagonista, Jack, vale decir que “La habitación” es una gran película que explora antes que nada las relaciones filiales. La figura de la madre como figura principal, pero también la del padre, y no sólo a nivel biológico, que a la larga es la menos importante, sino quiénes son realmente los que están y actúan como tal. “Un padre es un hombre que ama a su hijo”. “La habitación” es tan simple como compleja. Su historia es chiquita pero todo lo que sucede se ve enorme, como lo ven los ojos de un Jack que se crió creyendo que el mundo era un lugar muy pequeño y que cosas que nos resultan tan cotidianas a todos para él sólo eran producto de algo irreal como la televisión. Profunda, conmovedora, desgarradora, intensa, “La habitación” es una gran película que sin dudas merece la atención que repentinamente se posó sobre ella. Así también como se merecen ser reconocidos sus dos protagonistas, que se ponen la película a cuestas, que se entregan completamente a esta experiencia y nos brindan dos de las mejores interpretaciones del año. Recomendadísima, imperdible diría.
En una industria actualmente plagada de secuelas y remakes, ya no sorprende ninguno de los nombres que vuelven a reinterpretarse. "Punto límite", película de 1991 dirigida por Kathryn Bigelow y protagonizada por Keanu Reeves y Patrick Swayze, contaba la historia de un policía novato que se ve infiltrado en un grupo de surfers sospechosos de ser una pandilla de ladrones de banco. Pero más allá de la trama principal, el film representa ideas sobre la anarquía como modo de vida, o más bien, resalta la importancia de tomar las decisiones que queremos y arriesgarnos, y a la vez está filmado de manera tan cool como auténtica, al igual que como están retratados los personajes, con los cuales uno siente empatía con facilidad. En esta nueva versión del 2015 todo resulta demasiado artificial y superficial. Si bien la trama tiene muchas diferencias, éste no es uno de los problemas. Todos los demás sí lo son. Primero, la actualización se da desde detalles sin mucha importancia, como la idea de ser famoso a través de youtube, por ejemplo. El mensaje, la idea de vivir de manera libre, pretende ser el mismo pero se siente totalmente forzado. Este grupo comandado por Budhi (Swayze en su versión original, Edgar Ramírez ahora) se caracteriza por ser libre, bohemio, casi hippie en su estilo de vida... a excepción de que viven de un excéntrico magnate árabe y se la pasan en fiestas lujosas y tienen todos los medios para viajar alrededor del mundo con todo el equipo. Buscan completar el camino de Ozaki, compuesto por ocho pruebas alrededor del mundo una más peligrosa que la otra. A la vez, intentan devolverle algo a la naturaleza en cada una de ellas. Por otro lado, la construcción de personajes es muy pobre, cayendo en lugares comunes, en líneas de diálogos entre cursis y sobre explicativas. No sólo no sentimos nunca ese "bromance" que se genera entre Reeves y Swayze, sino que incluso el único personaje femenino es totalmente innecesario. Incluso su protagonista, Utah (Luke Bracey), que acá se convierte en policía tras sufrir una pérdida practicando deportes extremos, buscando quizás estabilidad en su vida, tiene tanta poca coherencia que si bien hace eso para alejarse de ese mundo que quiere dejar atrás, no duda un segundo en volver a él junto a Budhi. Es cierto que esta película, estrenada en 3D, parece más preocupada por lo visual. Es así que se aprovecha el principal cambio en la trama con respecto a la original, el hecho de que ya no son sólo surfers sino deportistas de alto riesgo, para mostrar interminables escenas que están enmarcadas desde altísimas montañas nevadas hasta cataratas dispuestas a ser escaladas. Su utilizó gran parte del presupuesto allí y deciden aprovecharlo pero lo cierto es que al rato ya cansan y termina pareciendo que estamos viendo algún programa de cable y no mucho más. A la larga, "Point Break" 2015 no falla simplemente como remake, sino como película sola. Incluso el montaje se siente improvisado, amateur. La película está dirigida por Ericson Core, quien fue director de fotografía de "Rápido y furioso", película que a simple vista comparte elementos de la trama. Superficial y vacía, totalmente olvidable.