El circuito de Román:
Problemas neurológicos
La experiencia con la chilena El circuito de Román fue de verdad frustrante porque Sebastián Brahm, su director, tiene talento para construir tensiones sobre la disputa por el poder, pero que lamentablemente desperdicia por imbricar su drama sentimental con un rollo neurológico cuya mayor pretensión es la rimbombancia.
Hay maneras menos ostentosas de justificar la descomposición temporal de la acción dramática. Esos chispazos de pulseo político quedaron sólo en el contexto laboral del protagonista, Brahm jamás advirtió el potencial de esas esporádicas escenas. Allí es cuando El circuito de Román toma vuelo, pero, cual ave de corral, aterriza de inmediato. Y es que la película es básicamente un drama romántico, acicalado con trucos de guión que la enredaron en pos de complejidad.
Mal no me recordaron a Una mente brillante, siendo la película chilena incluso más chata. Coloquialmente, el adjetivo porteño “choronga” le encaja perfecto. Y es que este film al espectador ingenuo lo deja entre dos opciones perversas: o a) eres inteligente y entiendes el conflicto dramático por sobre las enredaderas del guión, o b) lamentablemente aún no estás capacitado para leer textos en diferentes niveles de complejidad. La respuesta es “N.A” (ninguna de las anteriores), pues el guión se enreda y se atavía de nomenclatura neurológica, para confundir adrede acerca de un drama sentimental básico, como el de una mujer entre dos buenos amigos.
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