La fuerza del silencio No te olvides de mí (2016), la ópera prima de Fernanda Ramondo, es una road movie que cumple con los requisitos del género y donde los personajes expresan más con la mirada que con la palabra. Mateo es un inmigrante italiano que sale de la cárcel en el verano de 1934. Con su pasado a cuestas, se dedica a robar gallinas y emprende la búsqueda de “El Rey”, un gallo que le permitirá ganar cualquier riña en la que participe. El azar pone en su camino a Aurelia y Carmelo, dos hermanos que van hacia el sur en busca de su padre. Fernanda Ramondo, guionista de El hijo buscado (2014), dirige su primera película y contó con Leonardo Sbaraglia en el rol de Mateo, un tipo que no deja las mañas pero que no será el mismo luego de emprender el viaje y cruzarse con los dos hermanos. Ramondo evita la vía fácil: no se deja seducir por la inmensidad de la llanura pampeana y deja a un lado los paisajes para centrarse en los personajes. En las miradas y, sobre todo, en los silencios. Se queda con aquello que no se dice pero que se expresa a través de una puesta en escena sobria y cargada de tensión por las relaciones del pasado que emergen de una breve conversación o de unas fotografías. En la crítica de Camino a La Paz (2015), la ópera prima Francisco Varone, Roger Koza definió a las road movies con precisión quirúrgica. Allí decía que la premisa de una película de este tipo es que los espectadores viajemos junto a los personajes y que, en el camino, aprendamos algo con ellos. Los protagonistas no serán los mismos al final del trayecto y nosotros tampoco. Esto se cumplía en aquel film y en No te olvides de mí sucede lo mismo. Ramondo se apega a las normas y el resultado es una película amena que discurre de forma natural.
¿Sexo débil? Concebido por sus realizadores como una “videocontemplación”, el documental reflexiona sobre el significado ordinario de la fragilidad y ofrece una nueva interpretación a través de las duras experiencias de las protagonistas, sin caer en golpes bajos. La Poética de la Fragilidad, dirigido por el argentino Nicolás Grandi y la india Lata Mani, comienza con una referencia a "Las mujeres fuertes pueden decir no", el poema de Marge Piercy. Luego continúa con dos acepciones del sustantivo fragilidad. A partir de ahí, los realizadores exploran el significado instalado en la sociedad y proponen una nueva mirada. Para cumplir con la premisa del film, la dupla se sirve de los testimonios de un grupo variado de mujeres, entre los que se destacan los de la co-fundadora de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora Nora Cortiñas, la activista y académica Angela Davis, la crítica y dramaturga Cherrie Moraga y otras artistas de diferentes nacionalidades que expresan su experiencia con el dolor. En La Poética de la Fragilidad las protagonistas excluyentes son las mujeres. Ellas son las portadoras del sufrimiento y serán quienes reflexionen sobre su condición al exponer sus pensamientos más íntimos sobre cuestiones que les dejaron una marca imborrable. Los realizadores le otorgan cohesión al film a través de una edición prolija y sin cortes abruptos. A través de sobreimpresos y planos detalles de los cuerpos, contemplamos los pensamientos y las reflexiones que emergen poéticamente, con total naturalidad. El jazz es una constante, así como los sonidos de la naturaleza, que tienen una fuerte presencia a lo largo de todo el metraje. La Poética de la Fragilidad es un original ensayo visual sobre el concepto socialmente aceptado de fragilidad que apela directamente al espectador y revela una mirada distinta y renovada de un tema universal.
Rescate cultural En Lantéc Chaná (2016), el documental dirigido por Marina Zeising (Habitares, 2014), se registra la supervivencia de una lengua que se creía extinta. En la página web de la UNESCO existe un apartado donde se deja asentado aquellas lenguas que se encuentran en peligro por no quedar registro alguno del idioma o ante la inevitable muerte de sus hablantes. A través de un filtro que se aplica por país, un mapa ubica la zona donde se habla el idioma en peligro y la cantidad de personas que lo utilizan Una de esas lenguas es el chaná. Blas Wilfredo Omar Jaime es el último hablante vivo de esta lengua y en el documental se registra la unión de este con Pedro Viegas Barros, investigador y lingüista del CONICET, en primer lugar para confirmar la veracidad del caso y, como veremos más adelante, confeccionar un diccionario chaná-español. Lantéc Chaná es un documental valioso y original pero, en lugar de tratar la temática con entusiasmo, adquiere un tono solemne del que le cuesta salir y opaca la figura de su protagonista y el enorme desafío que tiene por delante. En palabras de la narradora, se habla sobre la brutal matanza de los pueblos originarios en manos de los españoles y luego en las dos campañas del desierto. En el año 2016, no quedan dudas del papel de los conquistadores y de los argentinos que llevaron adelante el plan de exterminio para borrar cualquier rastro de los habitantes originales de nuestro país. La narración parece apuntar siempre al mismo lugar, descuidando a Blas Jaime y su apasionante historia como único guardián de la lengua, y por ende, de la cultura de sus antepasados. No obstante lo señalado, Lantéc Chaná posee un valor inconmensurable que quedará como una fuente de consulta sobre un tema apasionante.
Frente al mar Gastón Klingenfeld ofrece su mirada sobre los trabajadores del puerto de Rawson y centra la atención en la familia dueña de la embarcación más antigua. Lejos de retratar la actividad de manera pintoresca, Legado del mar es un relato honesto sobre un oficio que se hereda. Bahía camarones es un pequeño pueblo que se encuentra 262 kilómetros al norte de Comodoro Rivadavia y 252 kilómetros al sur de Trelew. La principal actividad económica es la pesca y el nombre se debe a que en la bahía se hallaba una especie singular de camarones. Hasta allí llevó su cámara Gastón Klingenfeld, el director de Legado del mar (2017) que a través de los protagonistas relata un trabajo duro pero gratificante. En camarones, pone el foco en la familia Iglesias, propietarios del Pica I, el barco más antiguo de la flota amarilla de Rawson. En la voz de Juan Iglesias, el que inició la actividad, y de su hijo Leonardo, continuador del legado, conoceremos las vicisitudes de un oficio peligroso. Es curioso que en el documental se encuentran dos niveles de relato: por un lado, tenemos la visión del pasado idealizado en la voz del padre y, por el otro, la del hijo que preferiría que sus descendientes se dedicaran a otra cosa. Klingenfeld encuentra el equilibrio justo y le dedica el tiempo exacto a cada una de las miradas. Asimismo, otras dos voces se destacan: la de una mujer cuya familia se dedica de lleno a la pesca y la de una madre cuyo hijo desapareció en el mar. La palabra “desaparecido”, tristemente conocida por todos los argentinos, se hace presente de forma constante. Sin embargo, aquí los ausentes son víctimas de las incontrolables fuerzas de la naturaleza, fuente de vida y a la vez causa de sufrimiento de los protagonistas. Podríamos comparar este documental y, a la vez, diferenciarlo de Ama-San (2016), el de la portuguesa Cláudia Varejão, donde se registra a un grupo de mujeres buzo que se dedican a la pesca. Allí, además de seguirlas durante la faena, la realizadora se mete en su mundo privado para observar cómo balancean ambas esferas en su vida diaria. En Legado del mar de Klingenfeld, por el contrario, son los protagonistas quienes hablan a cámara y el oficio de la pesca es el tema excluyente. El acierto es retratar el tema de la forma más honesta posible, sin idealizarlo ni caer en golpes bajos.
La otra escuela La educación es un tema siempre presente en la cotidianeidad. Escuela Trashumante (2017) pone el foco en cómo unos docentes exiliados se propusieron adaptar el calendario y los métodos a las necesidades de la comunidad y no a la inversa. El año pasado, el diario La Nación recogió la historia que una maestra compartió en su blog donde relataba cómo una niña se presentó a dar examen para pasar de curso y manifestó “no saber nada”. La docente comenzó a indagar a la alumna hasta que dio en el clavo y adaptó la evaluación a los conocimientos prácticos que poseía sobre el cultivo de frutillas. La niña aprobó y pasó de año. Alejandro Vagnenkos (Jevel Katz y sus paisanos, 2005) registra un año escolar en la Escuela N° 6 de Huncal en Neuquén. Allí, dos maestros exiliados de la dictadura emprendieron la misión de hacerse cargo de una escuela que con 70 años de historia no había visto egresar a ningún alumno. Y esto se debía principalmente a la actividad económica que desarrollaban los habitantes de la comunidad mapuche Millain Currical: la cría de cabras y ovejas. El principal desafío fue el de acomodar el calendario escolar para disminuir la tasa de inasistencia. El resultado fue positivo pero el trabajo continúa. Vagnenkos realiza una labor minuciosa entrevistando a los protagonistas y registrando todo un año lectivo. A diferencia del excelente Los sentidos (2016), de Marcelo Burd, donde la atención se centraba en un matrimonio de docentes en su actividad cotidiana, Escuela Trashumante revela la historia reciente de esta escuela y mira hacia el futuro, que presenta un claro desafío para la comunidad. El documental se encuentra dividido en capítulos que coinciden con el calendario escolar. El director registra cada suceso con la misma minuciosidad y hace foco sobre una alumna y su padre, delegado de la escuela y criador de cabras. Allí encuentra la comunión entre las dos actividades, que están intrínsecamente unidas. Otro gran acierto es cómo el paisaje se configura como un protagonista más. Esto se evidencia en el tiempo que Vagnenkos le dedica a través de planos abiertos y la forma en que la cámara permanece impávida ante la imponencia de la geografía adversa. Escuela Trashumante es un testimonio valioso sobre el proceso educativo en una comunidad donde la escuela tuvo que adaptarse a las necesidades del lugar. El director logra transmitir esa posibilidad de cambio y el poder transformador de la educación.
Cantar para vivir En El ídolo (Ya tayr el tayer, 2016), Hany Abu-Assad, responsable de las premiadas El paraíso ahora (2005) y Omar (2013), toma distancia de sus anteriores obras y realiza una biopic del primer palestino que resultó ganador del programa Arab Idol en Egipto. Mohammed y su hermana viven en la Franja de Gaza y tienen un sueño en común: actuar en la ciudad de El Cairo. Junto a sus amigos, se dedican a recaudar dinero para comprar sus primeros instrumentos y ofrecer sus servicios en fiestas de casamiento. Con el pasar de los años, Mohammed tendrá una oportunidad concreta cuando surja la posibilidad de presentarse en el programa Arab Idol. Hany Abu-Assad divide la narración en dos partes. Primero seremos testigos de los años formativos de Mohammed y de cómo la tragedia marcará su destino para siempre. Luego, ya adulto, hará lo que esté a su alcance para salir de Gaza y triunfar en Egipto. Todo esto se da en el contexto del interminable conflicto palestino-israelí que Hany Abu-Assad ilustra con constantes planos de las ruinas que evidencian la violencia. El director se aleja de El paraíso ahora (2005), donde contaba cómo dos refugiados palestinos de Cisjordania planeaban un ataque suicida contra un colectivo israelí, y de Omar (2013), donde vivimos el día a día de un palestino integrante de la resistencia que arriesga su vida por amor. Mientras la primera obtuvo el Globo de Oro a película en lengua no inglesa y fue nominada a los Oscar, Omar consiguió una mención especial del jurado de Cannes en la sección Un Certain Regard pero perdió el Oscar a mejor película extranjera ante La grande bellezza (2013) de Paolo Sorrentino. Hany Abu-Assad opta por el camino de la película biográfica tradicional y el resultado es distinto de sus trabajos previos. Aquí vemos cómo en la primera mitad del film el Mohammed niño enfrentará diferentes dificultades concernientes a su núcleo más íntimo y en la segunda mitad deberá cruzar la frontera para llegar a Egipto. Es en esa secuencia donde el director no logra construir una tensión acorde a lo que relata. La entrada a El Cairo, que previamente parecía la misión más difícil a la que se enfrentaría, queda condensada en unos pocos minutos. Hany Abu-Assad construye un relato con paciencia pero la resolución no le hace justicia a la hora previa. El ídolo busca trascender al personaje para darle un tinte épico. Si bien el logro personal es importante, Hany Abu-Assad se esfuerza en demostrar que Mohammed pone sobre la mesa la discusión en torno a los habitantes de la Franja de Gaza y que su triunfo sería una victoria para todo el pueblo palestino.
El camino del héroe La figura de Hugo Chávez ha sido objeto de varios documentales y hasta de una serie de ficción producida por Sony. La directora María Laura Vásquez busca en Chávez infinito (2017) contar cómo este militar llegó al poder y devino en presidente y, sobre todo, el legado que persiste entre sus seguidores. El documental arranca con Chávez dirigiéndose al pueblo para hablar sobre su enfermedad. Sin que le tiemble la voz, habla como si estuviera frente a un familiar o a un amigo. Ese es el disparador elegido por la directora argentina María Laura Vásquez, colaboradora de Oliver Stone en Al sur de la frontera (2009) y Hugo, mi amigo (2014). En Chávez infinito, la realizadora recoge los testimonios de aquellas personas que se sintieron representadas por el líder venezolano y que, desde su lugar, buscan transformar la realidad. Es evidente que Vásquez apela a la emotividad y deja de lado al político para centrarse en su costado más humano. Algo parecido a lo que hacía Oliver Stone en su documental pasa aquí. Vásquez presenta a Chávez sin cuestionarlo. Hace un recorrido sobre cómo se encontraba Venezuela en la década del 80 y cómo surge el nombre de este militar que el 4 de febrero lideró un fallido golpe de estado a un gobierno democrático. Solo en un tramo, uno de los entrevistados habla acerca de lo incómodo que se sentía cuando escuchaba sobre un militar que se identificaba con la izquierda. Pero es apenas un atisbo de lo que podría haberse convertido en un tema más que interesante para continuar la investigación. La directora se centra en los protagonistas, cada uno con su posición bien demarcada dentro del proceso de transformación, pero no queda lugar para la autocrítica. En el documental se trasparenta que los problemas que afrontan los venezolanos se generan por intereses extranjeros, nunca por el propio accionar. Y es esa falta de autocrítica la que terminó propiciando el nacimiento de los partidos con un carácter marcado de derecha que gobierna buena parte de los países latinoamericanos. En Chávez infinito se trasluce el camino del héroe pero con una pequeña desviación: desde la mirada del documental, el líder afrontó dificultades pero siempre ocasionadas por los otros y solo la muerte pudo frenarlo.
Tierra de nadie David Bisbano adapta la pieza teatral homónima de Rafael Bruza sobre un encuentro fortuito entre dos personas que están en constante búsqueda. Modesto Alvarez (Gonzalo Urtizberea) corre. En el vasto e interminable paisaje pampeano trota llevando el atuendo de un maratonista. Tropieza con un alambre de púa que vaya a saber quién puso ahí, se levanta y cura sus heridas. Solo se detiene para comer nueces y escuchar a Haydn. No pasará mucho tiempo hasta que se encuentre con el Dr. Villafañe (Roly Serrano), historiador y filósofo, obsesionado con el presente y con dejar testimonio de su pensamiento a través de una teoría que revolucione el conocimiento. Juntos, emprenderán la búsqueda para conseguir lo que cada uno desea. Modesto quiere terminar la maratón y Villafañe encontrar el presente que le es esquivo. Al primero le interesa el futuro y, al segundo, el ahora. Los protagonistas de El cruce de La Pampa se enfrentan al paisaje que se configura como un personaje más del film. Este los pondrá a prueba en forma reiterada y hará que por momentos la relación se vuelva ríspida, lo que les permite a Gonzalo Urtizberea y a Roly Serrano entregar una actuación magnífica. David Bisbano (Rodencia y el diente de la princesa, 2012) es paciente para construir una narración que trata sobre dos modelos de pensamiento diametralmente opuestos. Si bien la película es una comedia con un marcado tono fantástico, el tema alcanza una profundidad bien desarrollada en la adaptación de la obra de Bruza. El realizador pone en primer plano los dos modelos y no toma partido por ninguno. Será el espectador el que deba analizar cada uno de los argumentos expuestos y decidir con cuál se siente más persuadido.
Adolescencia interrumpida Lo que no se perdona (2015), la ópera prima de Cristian Barrozo, es un film sobre la adolescencia y el paso a la adultez marcado por la violencia. Leandro (Alvaro Massafra) se encuentra en una posición delicada. Proveniente de una familia de clase media, frecuenta al Gordo Ovalle (Roly Serrano), un delincuente que regentea un prostíbulo y utiliza a menores de edad para realizar algunos de sus trabajos. A la deriva, Leandro deambula por el pueblo y evade las responsabilidades diarias. No asiste a la escuela, destrata a su madre y el único lugar donde puede estar tranquilo es con sus amigos, aunque las diferencias con uno de ellos no tardarán en aparecer. Además de dirigir, Barrozo es el responsable del guión. Las conversaciones que mantiene Leandro con sus compañeros están dotadas de una naturalidad poco frecuente. Del mismo modo, las líneas de diálogo del personaje interpretado por Roly Serrano y por sus socios criminales carecen de ampulosidad. En cuanto a lo visual, la mayoría de los planos encuentran al protagonista de espalda. De esta manera, el realizador nos hace partícipes del deambular constante de un adolescente que no encuentra su lugar en el mundo. Las figuras de autoridad representadas en la madre, la policía y la maestra, quedan fuera de campo o desenfocadas. Los rostros nunca se muestran en su totalidad. El adulto que goza del mismo tratamiento que el protagonista es el Gordo Ovalle. Allí, en ese aguantadero, la tensión irá in crescendo hasta el desenlace, donde Leandro deberá tomar la decisión que sellará su destino y marcará el paso definitivo al mundo de los adultos.
El retorno Julieta Ledesma dirige y escribe Vigilia (2016), un drama sobre el regreso del hijo al hogar y las consecuencias que tiene en el seno familiar. Después de la guerra, Santiago (Pablo Ríos) vuelve a su casa familiar. Ernesto (Osmar Núñez), su padre, se mantiene distante y su madre (Mirella Pascual) no lo reconoce. La sequía pegó fuerte en la zona y afectó a todos pero principalmente a los animales. Luego de que Arón, el perro familiar, se vuelve una amenaza para los animales del campo, Ernesto lo sacrifica. Ahora deberán lidiar con las apariciones del perro que regresa de la tumba y amenaza con destruir a la familia. La ópera prima de Julieta Ledesma es un drama familiar. Si bien de la sinopsis se infiere un tono fantástico, Vigilia es un film sobre el regreso del hijo y la espiral de locura que se produce cuando se altera la estructura subyacente en la intimidad de esta familia que parece aislada del resto del mundo. Egresada como Diseñadora de Imagen y Sonido de la Universidad de Buenos Aires y con el mediometraje ¡Al fin, mi vida! y el corto El Plan Perfecto (2006) entre sus trabajos previos, Ledesma realiza un film que impacta en cuanto a lo visual. Sus secuencias, secundadas por una banda de sonido tenue, acentúan el clima opresivo en el que se desarrolla la acción y tienen un efecto hipnótico. El doble regreso al hogar, el del hijo y el del perro, operan cambios en la casa que parece estar rodeada de un halo de misterio onírico. La cámara se mueve lentamente entre los ambientes y el suspenso irá in crescendo con el correr de los minutos. Sobre el final, la directora jugará con lo representado y hará que nos cuestionemos sobre la verosimilitud de lo visto. Vigilia, el debut de Ledesma en el largometraje, es prometedor y la postula como una directora a la que no debemos perder de vista.