Hay un lindo gatito El personaje de la historieta de Nik llegó a la pantalla grande con la forma de dibujo animado. El comienzo de Gaturro, la película impacta y entusiasma cuando la tridimensión acerca, hasta el choque en las narices del espectador, objetos y personajes: mariposas que saltan a la cara, hojitas que parecen caer en la fila anterior, cuerpos que se salen de la pantalla. La novedad exalta a chicos y grandes. En una presentación ágil y cantarina se ve a Gaturro -el famoso personaje creado por el ilustrador Nik, ahora en versión cinematográfica en 3D-, recorriendo la relación con su amada Agatha desde que eran niños, adelantando cuál será el tema central del filme: la conquista de la inasible gatita. El entusiasmo del arranque se frenará un poco cuando, ya comenzada la película, se ahonde en el “mundo Gaturrino” -sus amigos, su amor no correspondido-, para resurgir cuando aparezcan los humanos de la historia. Son ellos los dibujos más logrados y atractivos. Y es en su mundo donde la película adquiere ritmo y peso propio, especialmente cuando se mete en el mundo de la televisión, con sus urgencias y crueldades. Porque para lograr su ansiado objetivo, Gaturro intenta convertirse en un actor famoso. Este vaivén entre fluidez y ralentamiento se mantendrá en toda la película, cuyo nivel visual alcanza altos standares (coproducida por la argentina Illusion Studios, parte de la animación estuvo a cargo de la reconocida Toonz Entertainment, de la India). Algo poco habitual en la animación nacional. Donde mejor funciona la película es en las sutilezas, en los gags armados casi como cuadros de historieta. Por ejemplo, Gaturro pensando que está capacitado para actuar, al recordar su capacidad de poner “caras de yo no fui” cuando algún miembro de la familia con la que vive le reprocha pequeñas catástrofes cotidianas. O cuando imagina cómo debería ser el hombre de los sueños de Agatha. (Gaturro escalando al mejor estilo Tom Cruise en Misión Imposible , intentando triunfar en el Stand Up y demás). Es decir, cuando el director, Gustavo Cova (el mismo de Boogie, el aceitoso ) asume una narración cargada de ironía. Claro que, además, hay aventuras, números musicales e, incluso, moraleja: después de recorrer un largo camino, Gaturro entenderá que no necesita ser popular para ser querido.
Una historia predecible "Marmaduke" no aporta demasiado. La dirige Tom Dey. Si Hoollywood parecía haber agotado las historias de secundaria, con ganadores y perdedores, con fiestas "cool" a las cuales es difícil pertenecer, con antihéroe de preparatoria que intenta volverse popular para conquistar a la linda del lugar, Marmaduke representa otra opción: que todo eso le suceda a un gran danés y otros perros, tan parlanchines como él. En realidad la película supone el salto al cine de una famosa tira cómica de los años 50 creada por Brad Anderson y Phil Leeming. Esta historieta seguía las aventuras de un perro llamado Marmaduke que hacía las delicias de sus lectores, complicando la vida de la familia con la que vivía. El espíritu de la tira parece lograrse en los primeros 10 minutos de la película cuando el propio Marmaduke esboza un cuadro de situación presentando su vida con la familia Winslow: madre ama de casa, tres hijos y padre experto en marketing de alimento de mascotas. Puede resultar simpático conocer el punto de vista de un perro que plantea que en realidad es él quien saca a pasear a sus dueños para ayudarlos a ejercitarse o cuenta cómo la única manera de soportar el odiado baño semanal es salir corriendo mojado por toda la casa, para agregarle diversión. Sin embargo con la mudanza de la familia a la costa oeste, a Los Angeles -en busca de mejores horizontes profesionales para el padre-, la historia se instalará en el lugar común y en una especie de obsesión, la de hacerle hacer a los perros cosas de humanos: perros con anteojos de sol, perros "pinchando" discos, perros surfeando olas, perros cantando canciones de cuna a sus dueños. Con la trama encausada hacia las rivalidades entre las distintas bandas de perritos que conviven en una plaza (los ganadores son los que tienen pedigrí, los loosers, los perros "comunes"), la historia se vuelve absolutamente predecible: no falta la fiesta descontrolada que organiza Marmaduke para ganarse la simpatía de sus rivales, el ascenso y caída del protagonista canino y su posterior huida pensando que nadie lo quiere. Ni el consabido encuentro con un viejo perro sabio que le aconseja que vuelva a su casa. Así las cosas, la película puede resultar graciosa para chicos de 5 a 10 años, porque hay gags que están logrados, gracias al adiestramiento de los animales protagonistas. Aunque, algunas escenas puedan resultar quizás algo atemorizantes para los más chiquitos, por su tono realista, como cuando el perro patotero atemoriza a Marmaduke. No será sólo Marmaduke quien aprenda la lección. Su dueño, enfrascado en la búsqueda de ascenso social durante buena parte del filme, también tendrá la propia: ¡lo importante es la familia!
Aves sin destino Una animación argentina que no logra remontar vuelo. Es raro que una película que lleva por título Plumíferos, aventuras voladoras -protagonizada obviamente por diversas especies de aves- no logre transmitir la más mínima sensación de plumaje, suavidad o mullidez que acompaña a todo pajarito. Todo lo contrario, los animalitos en cuestión -en especial en los primeros planos donde queda en evidencia el grueso pixelado- parecen durísimos muñecos de madera. Es más, es raro que, en una película de animación destinada a todo público (dirigida en especial a los niños), los "dibujitos" causen más bien rechazo por sus diseños toscos, sus tonos tétricos, sus sepias tristes, sus ojos extra brillosos... Pero no sólo la estética y la animación resultan fallidas en esta película dirigida por los argentinos Daniel De Felippo y Gustavo Gianinni, a pesar de ciertos condimentos cools -esperables en un guión con participación de Diego Reinhold y Peto Menahem-, la historia es tan esquemática que pasado el planteo del conflicto, lo único que resta es esperar que la aventura llegue a su predecible final. Pero tarda, muchísimo. Un gorrión, Juan (con la voz de Mariano Martínez), sueña con ser un pájaro exótico para sentirse valorado y admirado. Una canarita, Feifi (Luisana Lopilato), fugada de su jaula, lucha por vivir en forma salvaje a pesar de haber sido criada en cautiverio. En el medio quedarán una competencia de vuelo, una persecución, una captura y una liberación en pandilla. Y chistes, muchos chistes (que no logran más que hacer esbozar alguna sonrisa), entre pajaritos, eso sí, de idiosincracia bien argentina. Lo único que resta (aunque se trate de una diversión fugaz) es entretenerse adivinando a qué actor famoso pertenece cada voz. Están Muriel Santa Ana, Carla Peterson, Mike Amigorena, Luis Machín, Esteban Prol, todos haciendo un muy buen trabajo. O (en una variante ya desesperada) "alegrarse" reconociendo en los dibujos de fondo el Rosedal, la cúpula del Planetario o alguna otra porteñidad.