El rey de la selva regresa sin fuerza a la jungla Desde hace más de una década que se venía planeando realizar otra película del personaje creado por Edgar Rice Burroughs. Varios guionistas, escritores y actores fueron pasando a lo largo de todos estos años por este proyecto que finalmente se concretó con este filme titulado “La leyenda de Tarzán”. Tiene 102 años el rey de los monos, y si bien pudo sobrevivir a lo largo del tiempo, la dificultad para llevarlo a la pantalla grande seguramente radicaba en tratar de hacer un largometraje con una historia interesante y atractiva en un mundo cinematográfico plagado de películas con miles de efectos especiales y acción trepidante por doquier. No olviden que es un pobre tipo que corre por la selva en taparrabos (bueno, en este caso con pantalones largos). El planteo de la película es en principio interesante, ya que nos sitúa a Tarzán (Alexander Skarsgård) viviendo en Londres como John Clayton III, Lord Greystoke. Hace varios años que vive allí junto a su amada esposa Jane (Margot Robbie) y sus días en la jungla no son más que un recuerdo. Y en un camino inverso a la historia que siempre han contado en los filmes sobre él, esta vez no sale de la selva sino que vuelve a ella cuando el Parlamento requiera sus servicios como emisario comercial en el Congo. Duda mucho en hacerlo –y acá es cuando el realizador David Yates no puede evitar contar la historia que todos conocemos y hemos visto millones de veces y mediante flashbacks comienza a hacerlo- pero finalmente decide ir a la tierra que lo vio nacer. No irá solo, ya que lo acompañará su esposa –aunque él no quiera– y George Washington Williams (Samuel L. Jackson), que es un norteamericano que tiene muchas dudas de lo que está ocurriendo en ese país que está bajo el mando del rey Leopoldo II de Bélgica. Y no hace mal en dudar, ya que allí están saqueando las tierras, masacrando a los animales y esclavizando a los nativos. Y que Tarzán haya sido invitado es parte del plan del capitán belga Leon Rom (Christoph Waltz), que lo entrega a cambio de un tesoro para su monarca con el que podrían poner en marcha unos planes bastante nefastos. La película de Yates tiene un buen arranque, entretiene, propone escenarios maravillosos y alguna que otra escena de acción que promete. Pero rápidamente se va diluyendo esa sensación de estar ante un filme que va a cautivar nuestro interés y se vuelve un tanto aburrido. Tal vez si hubiesen profundizado los tópicos que muestran (esclavitud, el imperialismo, el abuso sexual al personaje de Waltz cuando era niño por parte de un cura) el rumbo hubiese sido un poco más interesante. Por ejemplo, Rom está basado en un soldado belga que vivió en el siglo XIX en África y usaba cabezas cortadas de congoleses para decorar sus camas. A Skarsgård se lo ve un poco tieso en el papel, Robbie está y Waltz y Jackson tienen mucho oficio, pero uno llega a creer que tenían que pagar alguna deuda y por eso aceptaron estar en esta película. Tampoco ayudan mucho algunos efectos especiales que se notan inverosímiles (hay varios de ellos en muchas escenas) y, esto es muy, pero muy, personal y quisquilloso: el grito característico de Tarzán da un poco de pena. Es una lástima que el largometraje se vaya desinflando como un globo y que en la última media hora se torne totalmente previsible y sin sorpresas. Quién sabe, tal vez veamos a Tarzán cruzando la jungla nuevamente de liana en liana, pero esperemos que con mejor suerte. Por las dudas, llamen a Chita para que lo acompañe.
“Cazafantasmas”: Cuatro chicas a la altura del desafío No es nada fácil meterse con un clásico. Los defensores de las remakes, reimaginaciones, relanzamientos o reinicios de largometrajes que fueron un éxito en el pasado (deben ser contados los dedos de una mano las películas que fueron un fracaso y tuvieron una nueva versión) defienden esto aduciendo que nuevas generaciones merecen ver estos filmes actualizados, o que se mejoran gracias a las nuevas tecnologías. Si fuera tan cierto, no se encargarían tan arduamente de homenajear al filme original con guiños todo el tiempo o tratando de que aparezca algún actor emblema de ese largometraje. Los años ochenta nos dieron muchas comedias que tal vez no fueron del todo buenas, pero sí se quedaron en nuestros más tiernos recuerdos. Una de ellas fue “Los cazafantasmas” (1984), que era muy original, estaba bien filmada y narrada y contaba con comediantes que pasaban por su mejor momento. Cinco años más tarde llegó “Los Cazafantasmas 2” (1989), a la que no le fue tan bien, y en este 2016 es el turno de esta nueva propuesta llamada “Cazafantasmas”, que podría haber sido un desastre total pero no está del todo mal. Erin Gilbert (Kristen Wiig) es una académica que está a punto de lograr un puesto importante en la Universidad de Columbia. Pero antes de que suceda eso sale a la luz un libro que escribió años atrás en donde hablaba de su creencia en la existencia de fantasmas. Va entonces en busca de la coautora de esa obra, su amiga de la adolescencia Abby Yates (Melissa McCarthy) quien, a diferencia de ella, sigue estudiando lo paranormal. Mientras Erin trata de convencerla de que saque el libro de internet en donde se encuentra a la venta (NdR. si lo buscan, van a encontrar que pueden comprarlo por 15 dólares. En serio), van a ir junto a Jillian Holtzman (Kate McKinnon), experta en ingeniería y ayudante de Abby, a una casa en donde registrarán por primera vez la presencia de un fantasma. Así comenzarán su nueva empresa que ofrece atrapar almas en pena a la que se unirán Patty (Leslie Jones), una empleada de la MTA (Autoridad Metropolitana de Transporte) que conoce la ciudad de Nueva York y su historia al dedillo. Y también Kevin (Chris Hemsworth), un buen mozo pero inservible recepcionista. El equipo va a tener que hacerle frente a una amenaza paranormal que va a aterrorizar la ciudad. Durante muchísimos años estuvo en carpeta la posibilidad de hacer una tercera parte de esta saga, que no se concretó nunca por diversos motivos. El director Paul Feig -“Damas en guerra”,” Chicas armadas y peligrosas”- tomó la posta y nos brinda una comedia que, hay que decirlo, provocó mucho revuelo en las redes sociales. A Feig le sienta muy bien trabajar con actrices y esta no es la excepción; ayuda mucho que la tiene a Melissa McCarthy contenida y sin que se exceda mucho, y cuenta con un gran trabajo de Wiig y, sobre todo, McKinnon (se roba la película). Punto a favor también la labor de Chris Hemsworth. El largometraje utiliza elementos de la original pero no es una copia, de hecho los personajes son distintos. Hay buenos chistes y situaciones cómicas bien logradas pero en la última hora el filme va cayendo y no remonta. Hay homenajes para todos los gustos entre apariciones especiales, diálogos y demás –estén atentos porque algunos son muy sutiles– y quédense hasta el final de los créditos que hay una escena que contesta si habrá una secuela o no. Y si hay una segunda parte, ¿a quién van a llamar?
Scrat, el especialista en líos, está de vuelta Un poco más de 2808 millones de dólares. Esa es la cifra de recaudación a nivel mundial que obtuvieron en conjunto “La era de hielo” (Ice Age, 2002), “La era de hielo 2” (Ice Age: The Meltdown, 2006), “La era de hielo 3” (Ice Age: Dawn of the Dinosaurs, 2009) y “La era de hielo 4” (Ice Age: Continental Drift, 2012). Un número nada despreciable que colocó a Blue Sky como la tercera compañía productora de filmes animados por computadora detrás de Pixar y Dreamworks Animation; y convirtió a la saga en la segunda franquicia cinematográfica animada más taquillera en la historia. Era de esperarse entonces que nos llegara una quinta película, titulada en esta oportunidad “La era de hielo: Choque de mundos” (Ice Age: Collision Course, 2016). El inefable y grandioso Scrat, en su eterna misión de buscar y guardar su bellota en un lugar seguro, llega accidentalmente hasta una nave espacial que lo lleva al espacio. Esto no sería tan terrible si no fuera porque, gracias a su torpeza y su muy mala suerte, provoca que un gigantesco asteroide se dirija a la Tierra. Tan grande que puede acabar con la vida en el planeta. Por su parte, nuestros viejos conocidos están atravesando diferentes situaciones. Peaches (Keke Palmer), la hija de Manny (Ray Romano) y Ellie (Queen Latifah), se está por casar y esto vuelve loco al mamut. Sid (John Leguizamo) no logra encontrar el amor verdadero, o también se podría decir que lo encuentra en todos lados pero no es correspondido. Y por último, Diego (Denis Leary) y Shira (Jennifer Lopez) están pensando en tener sus propios cachorros. Todos estos problemas quedarán un poco de lado cuando toda la manada –que también incluye a las zarigüeyas Crash (Seann William Scott), Eddie (Josh Peck) y Abuelita (Wanda Sykes)– sea alertada por la comadreja Buck (Simon Pegg), que resurge del Mundo Perdido, de que el mundo está llegando a su fin. Pero él tiene un plan que podría salvarlos: ir hasta un lugar donde anteriormente se estrelló un asteroide del mismo tamaño y encontrar allí la clave para ayudar al grupo a detener la amenaza. No hay dudas de que esta saga ha logrado regalarnos personajes entrañables y muy queridos. Y seguramente también tiene a los más desenfadados y los que tienen un nivel de locura importante. Y ese es el mayor capital de este filme. El problema que acarrea esta película es que a lo largo de todos los largometrajes se fueron sumando demasiados personajes. Como son todos importantes, pierde demasiado tiempo queriéndole dar lugar a todos. La famosa frase sostiene que “el que mucho abarca poco aprieta”, y este es un ejemplo perfecto para aplicarla. Ni hablamos sobre si lo que plantea la historia tiene un poco de coherencia porque, claramente, no es así, ¿pero a quién le importa, no? Esta vez también hay nuevos bichos como Julian, el futuro flamante esposo de Peaches; los dinopájaros –Gavin y sus hijos Roger y Gertie–, que son los malos de la historia; Brooke, el nuevo interés amoroso de Sid; y Shagrillama, el jefe de Geotopia, que es el lugar adonde se dirigen todos los amigos en busca de respuestas. Mucha comedia física, algunos gags divertidos, algunos chistes sólo para adultos y no mucho más para este filme que tiene un poco de olor a gastado. ¿Es una buena elección para los más pequeños? Por supuesto, los chicos disfrutan siempre. Los adultos, por su parte, tendrán que soportar estoicos. Tal vez vaya siendo hora de congelar por algunos años a todos estos hermosos personajes. Por el bien de la saga.
Gosling y Crowe, la nueva dupla de acción No se puede comenzar a hablar de esta película si no se lo hace primero de su guionista y director Shane Black. Este señor fue el que revolucionó y redefinió el género de las “buddy movies”, o películas de compañeros/amigos, y al que miles copiaron más adelante. Con tan sólo 22 años escribió y vendió el guión de lo que luego se convertiría en “Arma Mortal” (1987), en donde nos regaló a la dupla de policías conformada por Martin Riggs (Mel Gibson) y Roger Murtaugh (Danny Glover). Shane supo dar en la tecla y lograr brindarle una estética distinta a los filmes de acción agregándoles un humor muy particular. Rápidamente se convirtió en uno de los escritores más requeridos y hasta llegó a tener el récord del guión más caro vendido: $1.75 millones por “El último boy scout” (1991). Su marca registrada es usar un secuestro o desaparición como trama; combinar suspenso, acción y comedia con toques de humor negro; y poner a dos compañeros con personalidades completamente diferentes a trabajar juntos para resolver algún tipo de crimen. En su obra también se pueden encontrar estos hermosos títulos: “Escuadrón antimonstruos” (1987), “El último gran héroe” (1993), “El largo beso del adiós (1996), “Entre besos y tiros” (2005) y “Iron Man 3” (2013), en estas dos últimas también en el rol de director. Impresionante, ¿no? Bueno, ahora también podemos disfrutar de la genial “Dos tipos peligrosos” (2016). Los Ángeles, años 70. Una estrella porno muere en un terrible accidente de tránsito. Ese hecho hará que dos detectives privados crucen sus caminos, uno es Holland March (Ryan Gosling), ex policía, alcohólico, algo estafador, que tiene una hija llamada Holly (Angourie Rice), que es la que lo mantiene en la senda correcta y la que funciona como el cerebro. La tía de la actriz muerta sostiene que la vio viva y Holland toma su caso para ganar unos dólares de manera fácil, y así sigue pistas que lo llevarán a una chica llamada Amelia (Margaret Qualley). Ahí es donde aparece Jackson Healy (Russell Crowe), ex oficial militar, con valores, que cree que el mundo es una porquería pero que todavía se puede salvar, que fue contratado por esa misma chica para hacer que March no la siga. Healy se da cuenta de que algo más pasa cuando dos matones aparecen en su oficina buscando a Amelia. De esta manera los dos detectives unirán fuerzas y se verán inmersos en una conspiración de asesinatos que tiene raíces muy poderosas. Este proyecto primero se pensó como una serie de televisión, pero no prosperó porque el piloto parecía que no iba para ningún lado. Gracias a Dios podemos disfrutarlo en el cine. Lo que tenemos es un largometraje llevado con maestría, con una trama que gira en los momentos adecuados y que no nos deja respirar tranquilos. Shane Black conoce el cine acción, y también el sello de los filmes de esa época. La recreación es estupenda, con una ciudad que transpira decadencia y corrupción, mientras anhela los días de gloria. Así como Mel Gibson- Danny Glover, Bruce Willis-Damon Wayans o Robert Downey Jr.-Val Kilmer, la dupla Crowe-Gosling funciona, y tienen una gran química en pantalla grande. Pero la que se roba el filme es la joven actriz australiana Angourie Rice, que necesita ser el alma de la trama y lo logra con creces. No muchas veces tenemos la chance de ver películas de la vieja escuela “tan modernas”, atractivas, con buen humor, grandes escenas de acción y con tramas inteligentes, así que no dejen pasar esta oportunidad. Tiros, peleas, explosiones y hombres que patean traseros... ¿Qué más pueden pedir?
Alimenta tus placeres culposos Placeres culposos. Hay una cierta gama de películas que pertenecen al grupo que engloban estas dos palabras. Son esas obras que de tan malas o mediocres, o que a veces tienen tramas irrisorias o inentendibles, con el tiempo terminan de alguna manera “gustándonos”. Esos filmes que nos encontramos en el cable años después y no podemos dejar de mirarlos y nos sacan una sonrisa. Quedan en nuestros corazones y pasan a la categoría de clásicos. Un poco de eso pasó con “Día de la Independencia” (Independence Day, 1996) porque, digamos la verdad, ganar la batalla contra una civilización alienígena avanzada usando un diskette con un virus pide mucho de nosotros los espectadores. Pero, por supuesto, el plus que tiene esa gran obra –placeres culposos dijimos– es que el director alemán Roland Emmerich había vuelto a poner sobre el tapete un género que había tenido su momento de gloria décadas atrás: el cine catástrofe. El largometraje se convirtió en el mejor exponente de ese cine en esa década y el realizador, en un experto en la materia. Siguió por esta senda regalándonos cosas como “Godzilla” (1998), “El día después de mañana” (The Day After Tomorrow, 2004) o 2012 (2009). No sorprende entonces que llegue esta secuela llamada “Día de la Independencia: Contraataque” (Independence Day: Resurgence, 2006) porque, por un lado, reivindica a su antecesora (hoy convertida en un clásico cumpliendo dos décadas), sigue haciendo cine catástrofe (unos de los muy pocos; a nivel mainstream seguramente el único) y también porque le dieron casi el triple de presupuesto que en la primera (200 millones de dólares contra 75, claro que la original fue la que más recaudó en 1996: $817.400.000). Después de la terrible batalla contra los extraterrestres, los humanos han tenido veinte años para llorar a sus muertos, pero también para prepararse ante un posible nuevo ataque. Los países dejaron sus diferencias de lado y han logrado trabajar en conjunto para elaborar un programa de defensa utilizando tecnología alienígena que quedó en la Tierra. Con esto pudieron desarrollar nuevas armas, aviones, armamento e instalar fortificaciones militares de avanzada en la Luna, en otros planetas y en el Aérea 51. Pero parece que nada de esto puede llegar a servirles cuando, nuevamente en un nuevo 4 de julio, una fuerza alienígena sin precedentes llegue a terminar el trabajo inconcluso. ¿Podrán repelerlos esta vez? Jeff Goldblum (David Levinson), Bill Pullman (Thomas J. Whitmore), Judd Hirsch (Julius Levinson), Vivica A. Fox (Jasmine Dubrow-Hiller) y Brent Spiner (Dr. Brackish Okun) son los únicos sobrevivientes del elenco anterior (por si se lo preguntan, Will Smith pidió demasiado dinero y le bajaron el pulgar). Y con la incorporación de Liam Hemsworth, Maika Monroe y Jessie T. Usher es más que suficiente para esta primera secuela en la carrera de Roland Emmerich. Es que acá lo más importante y lo que destaca es la mano del realizador para hacer la película: conoce perfectamente el género, sabe lo que quiere contar, cómo hacerlo, con qué actores cuenta (incluso hace que Hemsworth parezca un buen actor) y no quiere vender algo que no es. Eso hace que maneje con maestría todo el largometraje y moldee esta obra pochoclera a su antojo. Roland sabe que no va a ganar el Oscar ni tampoco pretende que nosotros lo creamos. Es honesto con lo que nos brinda y eso ya lo destaca entre tanto pretencioso que anda dando vueltas. Lo único que podemos decir de una obra tan difícil de clasificar es que hay que ir a verla sólo por un motivo: “placeres culposos”. Ya lo dijimos...
La pececita olvidadiza vive su propia aventura Buscando a Nemo” (Finding Nemo, 2003) ocupa un lugar privilegiado en el Top Five de la Mejores Películas de Animación (y porqué no infantiles) de toda la historia, al menos para este periodista. Tuvo cuatro nominaciones al Oscar y se llevó el premio al de Mejor Película Animada, convirtiéndose en el primer largometraje de Pixar en ganar esa estatuilla. Esta gema también nos regaló uno de los mejores y más queridos personajes de todos los tiempos: Dory. Para que se den una idea, en Facebook tiene más de 25 millones de likes, convirtiéndola en el personaje más querido de entre todos los de Disney o Pixar. No es casual entonces que tengamos entre nosotros el filme “Buscando a Dory” (Finding Dory, 2016), en el que la olvidadiza pez cirujano es la protagonista. Sólo otros dos personajes secundarios lograron lo mismo en una secuela: Mate en “Cars 2” (2011) y Mike en “Monsters University” (2013). Han pasado seis meses desde que Marlin y Dory emprendieron su gran aventura para encontrar a Nemo y ahora viven todos juntos felizmente en el arrecife. Pero un día, mientras el Maestro Raya habla en la clase sobre la familia, a Dory le llegan recuerdos de la suya, y se da cuenta de que podrían estar buscándola. La pececita recurre a la ayuda de los peces payaso para emprender un viaje hasta la “Joya de Morro Bay”, el Instituto de Vida Marina, en donde cree que puede encontrarlos. En este centro de rehabilitación y rescate -y a la vez un acuario de primer nivel– se encontrará con varios personajes que le ayudarán a alcanzar su objetivo: Hank, un pulpo cascarrabias que quiere que lo trasladen hasta un acogedor centro en Cleveland, donde disfrutará de una pacífica vida en soledad; Destiny, un tiburón ballena miope que la conoce de su infancia; y Bailey, una beluga que está convencida de que sus habilidades biológicas de ecolocación están averiadas. Todos ellos intentarán hacer realidad el sueño de encontrar a los padres de la pececita desmemoriada. No era fácil hacer esta segunda parte, ya que pasaron 13 años desde que se estrenó la primera. Y en todo ese tiempo, “Buscando a Nemo” fue creciendo más y más, agigantando su leyenda; y esta secuela tenía que rendirle homenaje. Porque hay veces que se continúa una saga no por el dinero, sino porque es necesario hacerlo y darle al público lo que pide. Por suerte Andrew Stanton volvió a escribir el guión y a dirigir, y Lee Unkrich le dejó su lugar como codirector a Angus MacLane, en su primer largometraje después de una larga carrera como animador (en Pixar siempre le dan oportunidades a sus empleados). El largometraje es, sencillamente, maravilloso. Como su antecesora, encanta, toca fibras sensibles, emociona, hace reír y llorar. Agreguen a la galería de sus personajes favoritos al pulpo Hank, que es la contraparte ideal de Dory, así como ella lo fue de Marlin en la primera. El filme está acompañado, como siempre, por un corto. En este caso se trata de Piper, sobre un ave de playa recién nacida que da sus primeros pasos fuera de su nido. Quédense hasta el final porque hay una escena –muy graciosa– y una sorpresa que les sacará más de una sonrisa. Todo esto precedido por la canción “Unforgettable”, interpretada por Sia. ¿Logrará lo mismo que Robbie Williams con “Beyond the Sea”? Veremos. Mientras tanto, vayan a buscar a Dory a los cines que lo mejor que les puede pasar es encontrarla.
El cine de terror está vivo y con los pelos de punta En el año 2004 todos nos sorprendimos por una pequeña película de terror llamada “El Juego del Miedo” (Saw). Esta obra había sido pergeñada por dos jóvenes que prometían renovar un género de terror que venía bastante saturado y repetitivo. Ellos eran Leigh Whannell y James Wan. Y todo lo que habían prometido lo fueron demostrando con creces, ya sea produciendo, escribiendo, actuando o dirigiendo. Wan decidió quedarse detrás de cámaras y nos regaló películas como “Dead Silence” (2007), “La Noche del Demonio” (Insidious, 2010) y finalmente “El Conjuro” (The Conjuring, 2013), en donde terminó de pulirse, dejar su sello y convertirse en el “rey del terror” actual. Tal vez haya sido porque –y es justo decirlo– cualquier largometraje que traiga la leyenda “basada en un hecho real” tiene un plus para asustar (siempre que esté bien hecho, ¿no?). Haber tomado una de los casos de Ed y Lorraine Warren, famoso matrimonio de investigadores paranormales, fue un total acierto. Ellos fueron muy famosos décadas atrás y causaron gran sensación, y como esa película fue excelente todos esperamos ansiosos cuando se anunció su secuela. Hoy tenemos entre nosotros a “El Conjuro 2” (The Conjuring 2, 2016), una segunda parte muy digna de su antecesora. Año 1977. El matrimonio Warren ha quedado demasiado expuesto después de un caso en el que participaron en una localidad llamada Amityville (gran guiño al público). Ed (Patrick Wilson) está cansado de que los traten como farsantes, pero el malestar de Lorraine (Vera Farmiga) pasa por otro lado: tiene miedo de que pase algo malo, sobre todo de que le pase a su esposo. Es así que llegan a un acuerdo y deciden no tomar ningún caso más. Mientras tanto, en la pequeña localidad de Enfield, en Inglaterra, Peggy Hodgson (Frances O’Connor) es una mujer abandonada por su marido, en una situación económica crítica y que vive con sus cuatro hijos en una casa que se viene abajo. En ese lugar comienzan a sucederse extraños sucesos y fenómenos paranormales, que afectan sobre todo a una de sus hijas, Janet (Madison Wolfe). Pronto, la renombrada pareja de demonólogos tendrá que intervenir para poder ayudar a esta familia. El primer día de rodaje un cura bendijo el set de filmación. Dato fáctico. Y si eso los hacía sentir más seguros, está bien. Es que el caso Enfield fue uno de los más documentados de la historia, y también uno de los más terroríficos. En esta segunda parte no había que hacer muchas presentaciones, así que hubo tiempo en centrarse en la historia. Wilson y Farmiga transmiten química a través de la pantalla y todo el tiempo les creemos que son un matrimonio que se aman. O’Connor y la chiquita Madison Wolfe deslumbran con sus actuaciones. Pero lo que hace la excelencia de este film es su director. James Wan sabe qué asusta, cómo utilizarlo y en qué momento hacerlo, por lo que logra manejar a la audiencia a su antojo. Tal vez lo más flojo sea el subtrama sentimental de los Warren, que resta un poco a lo que estamos viendo. Pero son contadas con los dedos de una mano las oportunidades en que la secuela de un éxito mantenga el nivel y sostenga lo heredado. Y éste es el caso. “El Conjuro 2”, en sus títulos, muestras las fotos de las personas reales, por si quieren irse a casa con más miedo. Bajo ningún punto de vista hay que perderse esta película. Si quieren probar si son capaces de no saltar de sus asientos ante un buen susto, ésta su oportunidad. No se preocupen si no tienen éxito, porque es probable que no lo logren.
Como película... un gran negocio (o ni siquiera) Hace dos años tuvimos el sabor amargo de tener que ver “Tortugas Ninja” (Teenage Mutant Ninja Turtles, 2014). Un producto totalmente mediocre que acrecentó nuestro odio por el productor Michael Bay y su manía de destrozar clásicos infantiles en la pantalla grande. Bien, parece que no importó mucho y ahora llegó el turno de enfrentarse a su secuela “Tortugas Ninja 2 - Fuera de las sombras” (Teenage Mutant Ninja Turtles: Out of the Shadows, 2016), que no es tannnnnn aberrante como la primera. Es simplemente aberrante. Después de los sucesos ocurridas en la primera parte, Miguel Ángel, Donatelo, Leonardo y Rafael siguen ocultos en las sombras pero más conscientes de sus roles de defensores de la ciudad. El crédito por haber detenido a Shredder (Brian Tee) se lo llevó Vern (Will Arnett), quien ahora disfruta de una fama increíble en Nueva York. Por otra parte, April (Megan Fox) sigue trabajando como periodista y, en una investigación encubierta, descubre que el científico Baxter Stockman (Tyler Perry) está trabajando junto al Clan del Pie para liberar de la cárcel al súper villano. El malvado grupo tiene éxito, y no sólo liberan a Shredder sino también a dos nuevos personajes que se les unirán: Bebop (Gary Anthony Williams) y Rocksteady (Stephen “Sheamus” Farrelly). Ahora las Tortugas deberán volver a atraparlo y para ello contarán con la ayuda de un nuevo integrante, un oficial de la cárcel que transportaba a los maleantes cuando huyeron y ahora quiere volver a ponerlos tras las rejas: Casey Jones (Stephen Amell). Por si esto fuera poco, un mal aún mayor se hace presente, un ser maligno y con intenciones de dominar el mundo llamado Krang. El director Jonathan Liebesman le dejó su lugar en esta secuela al casi debutante Dave Green, y eso se nota en que este filme no es un producto tan oscuro como la primero, algo muy característico del director. Green es un confeso fanático de las Tortugas –de chico se vestía como Donatelo–, es por eso que hoy debería estar autoflagelándose con los viejos VHS de la serie animada. Bueno, tal vez es culpa de la dupla de guionistas de la primera que volvió a reincidir (ya son dos delitos seguidos, tendrían que tener una pena más grave) y no pudo hacer nada al respecto. Sí, las personalidades de los quelonios están mucho más definidas. Sí, agregaron muchos personajes icónicos de la franquicia. Pero vuelven a generar un producto que confunde con tantas cosas, no se define a qué público quiere apuntar, y nuevamente carece de “alma”. También desaprovechan recursos: Shredder no tiene demasiado peso, April sigue siendo secundaria en el relato, Krang no es explotado al máximo, y al pobre Stephen Amell lo destruyeron con sus diálogos y escenas. Puntos a favor: Bebop y Rocksteady, unos personajes bien logrados e interpretados. Tyler Perry, que le saca agua al desierto. Y no mucho más. Algo que siempre resaltamos: esta secuela fue anunciada dos días después de que se estrenó la primera parte. Estaban pensando en el negocio, no en el producto que ofrecían. Lo mejor: hay una escena en donde hay un desfile por Halloween y aparece un hombre con un disfraz de Bumblebee (sí, el chiste de Transformers) que es increíble. Ya es el momento de hacer un escrache público frente a la mansión de Michael Bay y terminar con esto. Vaya a saber uno sino tiene la idea de hacer un tercer largometraje. A los realizadores de las películas se les sigue escapando la tortuga. En este caso, las cuatro.
“Alicia a través del espejo”, un clásico traicionado en la pantalla Charles Lutwidge Dodgson, más conocido como Lewis Carroll, es considerado como uno de los fotógrafos más importantes de la época victoriana, pero también como uno de los más influyentes de la fotografía artística contemporánea. Si bien dominaba a la perfección este arte, no se quedó sólo con ello y tenía como objetivo escribir y hacer algo que prevaleciera en el tiempo. El 4 de julio de 1862 (según su propio diario) inventó el argumento de lo que sería su obra definitiva. Él y su amigo el reverendo Robinson Duckworth llevaban de paseo por el río Támesis a las hermanitas Lorina (13), Alice (10) y Edith (8), hijas de Henry Liddell, deán de Christ Church, en donde Dodgson trabajaba dando clases de matemática. Para entretenerlas improvisó una historia y después del paseo Alice le pidió que la escribiera –según Lewis Carroll, la historia no estaba basada en ella–. Así lo hizo y después se lo llevó a un editor que, tras pensar en títulos como de “Alicia entre las hadas” y “La hora dorada de Alicia”, lo publicó en 1865 como “Las Aventuras de Alicia en el país de las maravillas” (Alice’s Adventures in Wonderland), con ilustraciones de sir John Tenniel. Fue tanto el éxito que publicó en 1871 la segunda parte: “A través del espejo y lo que Alicia encontró allí” (Through the Looking-Glass and what Alice Found There). En 2010 Tim Burton decidió adaptar al cine la primera novela de Carroll y nos brindó un producto que dejó decepcionada a mucha gente, sobre todo por alejarse tanto de la historia original y hasta de la película animada de Disney de 1951, todo un clásico. En “Alicia a través del espejo” (Alice Through the Looking Glass, 2016) Burton se dedicó sólo a producir y le dejó su silla al correcto James Bobin. La que siguió en su lugar otra vez como guionista fue Linda Woolverton quien, básicamente, podría decirse que lo único que tomó de la novela fue el título. Si leíste el libro, olvidate de todo porque vaya a saber uno en donde quedó esa trama (propongo escrache público a esa señora). Alicia (Mia Wasikowska) se convirtió en capitana de un barco con el que recorre los océanos. Cuando regresa a su hogar, se enfrenta al dilema si seguir en esta senda o asentarse y llevar una vida normal. Pero antes de decidir sobre su futuro volverá al País de las Maravillas para ayudar a su amigo el Sombrerero (Johnny Depp), quién al encontrar un objeto de su infancia creerá que su familia asesinada sigue con vida y se deprimirá por el recuerdo de ellos y también porque nadie le cree. La heroína robará de la casa de Tiempo (Sacha Baron Coen) la cronoesfera, un objeto que le permitirá viajar al pasado, ver si por algún motivo su amigo tiene razón y su familia se salvó de morir, y si es así tratar de cambiar los eventos sucedidos. Pero deberá tener cuidado porque si hace las cosas mal podría destruir todo ese maravilloso mundo. Pocas cosas buenas se pueden decir de este filme, porque lo primero que indigna es que usen el nombre de un clásico literario y lo transformen en algo totalmente distinto. Mucho CGI, mucho maquillaje, mucho efecto visual, pero nada de consistencia y poderío en la trama (muy sosa y predecible). Como en tantas otras ocasiones, los actores pueden hacer poco y nada con un material tan mediocre. Lo único que llega de este largometraje es escuchar la voz de Alan Rickman como Absolem (fue su último filme). Alicia debería quedarse del otro lado del espejo y no volver más, porque de este lado de su maravilla ya no queda nada.
Un villano milenario sacude a los mutantes Hay que hacer un poquito de historia para comprender un poco el suceso que significa “X-Men: Apocalipsis” (2016) para los realizadores de este filme. Hace 5 años atrás, con “X-Men: primera generación” se trataba de darle una “lavada de cara” a lo que se había hecho con la saga de los mutantes. La idea era renovar la franquicia presentando a los personajes desde el pasado, sin importar que se alteraran líneas temporales o los hechos acaecidos antes (por eso no importó que mutantes que no se conocían en los tres primeros filmes acá se mostrara que lo habían hecho de jóvenes y varias cosas más). Para esto se trajo al mecenas que inició todo: Bryan Singer –que sólo ofició de productor–. En la siguiente, “X-Men: Días del futuro pasado” (2014), se metería de lleno como guionista y director. Ese largometraje fue un éxito (acá lo calificamos como “Muy bueno”) y, según Simon Kinberg, hombre involucrado en todo lo que tiene que ver con el mundo X-Men, este filme cierra el arco de las historia de los mutantes jóvenes. Para ello tenían que hacerlo a lo grande y trajeron a Apocalipsis, un villano que apareció por primera vez en la revista “X-Factor #5” (junio de 1986), y es considerado uno de los mejores de todos los tiempos. La película comienza en el antiguo Egipto mostrándonos a Apocalipsis (Oscar Isaac), el primer mutante de todos, a punto de absorber el don de otro de su raza para no envejecer nunca más y así reinar para siempre. Pero algunos humanos logran evitar que la ceremonia se complete y queda atrapado dentro de una pirámide. En el presente, año 1983, cada uno de los personajes del anterior filme ha tomado un camino diferente: Charles Xavier (James McAvoy) tiene a su escuela para jóvenes excepcionales en pleno funcionamiento, Magneto (Michael Fassbender) formó una familia, Mystique (Jennifer Lawrence) se dedica a ayudar a otros como ella, Hank McCoy (Nicholas Hoult) asiste a Xavier en el establecimiento educativo, pero todos ellos volverán a cruzar sus caminos cuando Apocalipsis despierte de su sueño de miles de años y decida que el nuevo mundo lo desilusiona y es mejor destruirlo y construir otro desde sus cenizas. Lo que tenía de poderoso “Días del futuro pasado” era la gran historia que presentaba y, por supuesto, el reunir a los viejos y nuevos mutantes en un mismo filme. Tanto para el fanático comiquero como para el amante de las películas esa combinación fue estupenda; y tal vez por eso esta tercera entrega no llega a ese nivel y se queda en el camino. En “Apocalipsis” lo que intentan es atraparnos mostrándonos a muchos de los personajes que conocíamos pero muy, muy jovencitos: Jean Grey (Sophie Turner), Scott Summers/Cíclope (Tye Sheridan), Kurt Wagner/Nightcrawler (Kodi Smit-McPhee), Ororo Munroe/Storm (Alexandra Shipp), Ángel (Ben Hardy), y podríamos seguir. No sólo que no surte el mismo efecto, sino que el desarrollo de la trama es muy parecido al de las pelis anteriores. Más allá de esto, tiene 2 o 3 escenas increíbles, de una factura pocas veces vista. Tomen nota la que involucra a Quicksilver (Evan Peters), que cada aparición suya hace explotar al público. Brian Singer, con esta película, rompió el récord de Sam Raimi y Christopher Nolan al dirigir cuatro filmes de superhéroes de la misma saga (los superó por uno). No se olviden de quedarse bien hasta el final porque después de los créditos hay una escena que adelanta lo que se viene, porque en el mundo del cine basado en los cómics nada es el final hasta que la taquilla diga lo contrario.