Tár:
Cate Blanchett en una colosal obra sobre la cultura de la cancelación
“Tár” (2022), dirigida por Todd Field y protagonizada por una brutal Cate Blanchett, premiada en la Mostra de Venecia, quien encarna a la propia Lydia Tár a la que se refiere el título, se ha convertido en una de las obras más aclamadas del año.
Tár, ante todo, constituye una cinematografía ejemplar por sus complejidades alrededor de la hipocresía que acompaña al siglo XXI y el efecto que éste llega a tener, no sólo sobre un individuo, sino en todo un campo como lo vendría siendo el artístico y, en específico, en el contexto de la película, el musical. La película sigue a Lydia Tár, una directora de música clásica de alto renombre que se encuentra en uno de los puntos más altos de su carrera. Esto queda claro desde el inicio de la cinta; incluso antes de lograr una comprensión de quien es Tár, Field correctamente se asegura de presentarnos la importancia que el personaje tiene en su mundo: le llueven premios y reconocimientos, suma a su trayectoria prolíficas colaboraciones con personajes legendarios, incluyendo a la propia Hildur Guðnadóttir, compositora de la película. Y, aparte de todo aquello ya vivido por Tár, le espera la publicación de su nuevo libro, “Tár sobre Tár”, y la anticipada grabación en vivo de la Quinta Sinfonía de Mahler.
Sobresale que Field, poco a poco, posiciona en el tablero elementos de la vida personal de Tár que empiezan a colapsar con su ya mencionada vida profesional, creando un torbellino de golpes narrativos, todos utilizados como el vehículo definitivo para concebir a un personaje tan completo y a la par tan complejo. Diseccionando, sin arruinar el desarrollo de los mismos, algunos de los eventos que ocurren dentro de la vida personal de Tár tenemos el distanciamiento que se genera con su esposa e hija al tener un estilo de vida que le indica viajes constantes, la clara infidelidad que le tiene a su esposa, su falta de comunicación con el resto de su familia, sus delirios de grandeza, su incumplimiento y las ofensas personales a colaboradores, así como el estar involucrada en el suicidio de una joven colega y, a raíz de ello, las acusaciones de índole sexual que empiezan a surgir en su contra.
Cabe mencionar que Todd Field se asegura que no sean tan sólo los grandes golpes narrativos los que creen a Tár ni que estos definan la percepción que la audiencia tenga sobre ella. En cambio, le permite una libertad actoral a Blanchet donde se prueba a sí misma en pequeños instantes, donde las acciones más cotidianas o aparentemente insignificantes a la trama nos logran transmitir tanto o incluso más del personaje en cuestión que la propia trama. Field desplaza hilos por donde sea, dejando ver que hasta lo sobrenatural tiene su importancia: los fantasmas y las señales de los mismos se vuelven la inspiración artística narrativa para un personaje que ve a casi todo ser vivo como un “robot”, pues es un ser amargado, que arrastra a otros y se percibe arrastrada, juega todas sus cartas sin control, aquel que observa lo remota como un ignorante y las consecuencias son tan sólo inevitables.
Sin embargo, hay un sentido de curiosa anhelada victoria que rodea al personaje y que contagia al espectador. Field hace claro que Tár no es, bajo ninguna definición, una buena persona, pero se aleja de condenarla como personaje, en parte entendiendo lo repetitivo y aburrido que esto tiende a ser, sobre todo en nuestros tiempos, pero en sí justamente con tal de elaborar un discurso fascinante en torno al linchamiento digital e ideológico que se ha concebido en los últimos años. Se trata de la cultura de la cancelación tomada en serio. Por tanto, Tár es una película que confronta temáticas contemporáneas como pocas lo han hecho, con madurez, integridad y el mejor acompañante de la madurez, el humor.
Claro que no es que la película tome sus temas a la ligera, para nada, todo lo contrario, pero comprende que en el medio cinematográfico la realidad se maneja con versatilidad, que aquello por lo que otros nos hacen sufrir tiende a ser absurdo, pues no se trata de sufrir por su parte a través de ciclos causados por ellos mismos. Se entiende, entonces, el humor detrás de la merecida tragedia de su protagonista. Una caída de gracia como nunca antes vista en el cine, pues busca ir más allá de Tár, trascender la pantalla y colocarnos en una ambigüedad moral tremenda, donde Tár, en busca de poder y excelencia artística, destruye todo el concepto de identidad, aunque conceptualmente sostiene una muy fuerte.
No deja de ser irónico que el título de la cinta vaya tras él de su personaje, ya que esta parece arruinar todo lo que ella misma fue. En un momento revisita su casa familiar y todo, en especial su hermano, le resulta extraño y alienado. Ante esto, se nos deja el personaje más fascinante del año, cargado con una de las mejores interpretaciones de Blanchett.
No sólo es en discurso un atributo importante aquella moralidad ambigua, pero la ambigüedad juega un elemento esencial en su narrativa y es gracias a ello que no es atrevido llamarla una cinta madura. No le da a sus espectadores nada por sentado, es intrigante en cada uno de sus elementos y, a partir de ello, su diálogo tiene un sentido de infinito. A la par, vaya, es un logro técnico masivo, en cada uno de sus componentes hay un sentido de elegancia y ambición que nunca demuestra pretensión o falsedad notoria.
Parece sorprendente que éste haya sido un proyecto de pandemia. Field no había dirigido un largometraje en 16 años, dato que junto a la concepción técnica y narrativa de Tár parecería indicar que este sería un proyecto de pasión con décadas en construcción. Aunque en realidad su realizador la plantea tras el aburrimiento causado por el encierro a causa del Covid 19, y aquí quiero señalar que es una película que toma lugar en nuestros tiempos exactos, cuando la pandemia está empezando a ser mencionada como un evento pasado y los cubrebocas como una rareza en lugar de una normalidad. Tár captura perfectamente lo que se vive hoy en las calles de ciertos países que parecemos ya salir de la dichos pandemia.
Field demuestra una dirección precisa, encontrando el alma de su obra en el brutalismo, aunque mantenga una diversidad en la arquitectura de sus locaciones. Y, por Dios, sin arruinar su sorpresa, la escena final es el momento cómico definitivo del año, donde se encuentra el destino perfecto para nuestro personaje, donde el juicio se aplica a aquello que indicaba ser de su mayor importancia personal, donde su relevancia como figura artística es reducida al simple entretenimiento de una audiencia a la cual ella definitivamente creía no merece su talento. Su referente cultural por el cual demostrar ello es hilarante a todo nivel, cerrando de manera sublime una de las mejores películas del año. Imperdible.
Ver ficha de la critica